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327. A la luz de una presencia pastoral que sepa iluminar con la Palabra del
Señor el corazón de la ciudad, ≪allí donde se gestan los nuevos relatos y
paradigmas≫8, la propuesta catequística será un anuncio kerygmático
transparente, humanizante y lleno de esperanza frente a la división, la
deshumanización y la violencia que emergen justo en los grandes contextos
urbanos. ≪La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la
dignidad de la vida humana en esos contextos, porque Jesús quiere
derramar en las ciudades vida en abundancia (Cf. Jn 10,10) ≫9.
328. Si el vivir urbano puede ser para muchos una ocasión única de apertura
hacia nuevas perspectivas, gracias al compartir fraterno y a la realización
de la propia vida, no pocas veces se convierte, paradójicamente, en el
lugar de la mayor soledad, desilusión y desconfianza, ya que termina siendo
un espacio donde conviven diversas categorías sociales, pero ignorándose
y despreciándose. Esa es la ocasión para proponer de manera creativa una
catequesis inspirada en el catecumenado, capaz de ofrecer contextos
comunitarios de fe donde, venciendo el anonimato, sea reconocido el valor
de cada persona, y se ofrezca a todos el bálsamo pascual de la fe para
curar sus heridas. En el contexto del proceso de la catequesis, se pueden
≪imaginar espacios de oración y de comunión con características
novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos≫10,
con la creación, por ejemplo, de signos y relatos que reconstruyan aquel
sentido de pertenencia a una comunidad que puede faltar fácilmente en
la ciudad. Una catequesis urbana de inspiración catecumenal puede
transformar la parroquia en comunidad de comunidades que,
experimentando una real cercanía fraterna, manifieste la maternidad de la
Iglesia y ofrezca un testimonio concreto de misericordia y ternura, que
genere una orientación y un sentido para la vida misma en la ciudad.
El contexto rural
329. Siendo pues importante el proceso de urbanización actual, no se
pueden olvidar los numerosos contextos rurales en el que viven diferentes
pueblos y en los que la Iglesia está presente, compartiendo alegrías y
sufrimientos. En nuestro tiempo, esa cercanía puede usarse para ayudar a
las comunidades del mundo rural a orientarse ante los cambios que corren
el riesgo de tergiversar las identidades y los valores. La tierra es el espacio en
el que es posible tener la experiencia de Dios, el lugar en el que El se
manifiesta (Cf. Sal 19,1-7). En ella —que no es un fruto de la casualidad, sino
un don de su amor (Cf. Gn 1- 2)—, el Creador muestra su cercanía,
providencia y atención para con todos los seres vivientes, en particular para
con la familia humana. Jesús mismo ha tomado algunas de sus parábolas y
las enseñanzas más bellas, del ciclo de las estaciones y de la vida del
campo. Partiendo de lo creado para llegar al Creador, la comunidad
cristiana siempre ha encontrado vías de anuncio y catequesis, que es sabio
retomar siempre de nuevo modo.