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Introducción: Emprendedorismo

Introducción
Emprender no es una decisión que toma cualquiera, pero sí cualquier persona que esté dispuesta
a hacerlo, lo puede lograr exitosamente. No solo se emprende creando un negocio. También se
puede emprender fundando una ONG, llevando adelante un proyecto, tomando una decisión de
vida. Lo importante es mantener ese espíritu característico que te impulsa a alcanzar los objetivos
propuestos. Veremos en esta lectura, cuáles son algunos de esos atributos que distinguen a una
persona emprendedora de las demás.

1. Emprendedorismo
Introducirse en el mundo del emprendimiento es un viaje de ida, lleno de desafíos y emociones. 

Este concepto tiene su auge recién a partir de la década de los noventa cuando empieza a
adquirir una connotación más positiva. Esto se da, sin dudas, de la mano del surgimiento de
emprendimientos exitosos (casi todos ellos tecnológicos) como Yahoo!, Google, entre otros. Sin
embargo, es importante notar que, amén de que el concepto se haya desarrollado hace
relativamente poco tiempo, emprendedores han existido desde siempre. Así, en un sentido
amplio, cualquier persona que se anime a gestionar un proyecto riesgoso puede ser considerada
un emprendedor. 

Conceptos como emprendimiento (entrepreneurship, en inglés) o emprendedor (entrepreneur, en


inglés) se fueron nutriendo de diferentes disciplinas, por lo que actualmente posee un abordaje
multidisciplinar y no solo desde los negocios. Por ello, Alain Fayole y Christian Bruyat (citados en
Kantis, 2004) destacan que:

Las ciencias humanas abordaron la cuestión desde un enfoque centrado en los aspectos
personales de quien emprende (el quién y el por qué), a partir de encontrar las razones por
las que una persona emprende y las características personales que posee. Entre algunas
de estas razones se encuentra la necesidad de obtener logros, de trabajar
independientemente y afrontar desafíos, de innovar ante lo existente.
Las ciencias económicas priorizaron el rol de persona que emprende para crear nuevas
empresas (el qué). En otras palabras, tomaron la perspectiva asociada a la actividad
empresarial, al negocio y al empresariado que crea una empresa para aprovechar una
oportunidad (este último aspecto es un modo práctico de definir al emprendedor,
ampliamente aceptado en la disciplina y que aún prima).
Las ciencias de la administración lo abordaron desde el proceso (el cómo). Propusieron
su conceptualización desde la noción de proceso emprendedor como fenómeno complejo y
afectado por diversos factores sociales, culturales y económicos (sistema emprendedor).​​

Actividad de repaso
El abordaje multidisciplinar con el que se abarca el concepto de
emprendimiento, ¿qué disciplinas incluye?

Ciencias humanas.

Ciencias económicas.

Ciencias de la administración.

Ciencias políticas.

Ciencias duras.

No obstante, a todos estos enfoques se les cuestionó el hecho de que quienes emprenden no
provienen únicamente del ámbito empresarial, sino desde muchos otros como el social, deportivo,
político, etc. 

Para comprender cabalmente los conceptos que iremos aprendiendo, les proponemos el caso del
emprendimiento MamaGrande (s. f.).

Mamagrande es un emprendimiento social que surge con el auspicio de la aceleradora Njambre y


que busca transformar el problema del agua servida en bioetanol y en plástico biodegradable.
Regenera servicios ecosistémicos de una forma simple apoyados por la biotecnología. El equipo
técnico de Mamagrande está integrado por el biotecnólogo Sebastián Logorio y por el biólogo
Eduardo Mercovich, un reconocido especialista argentino que desde hace años trabaja haciendo
objetos y sistemas más útiles y fáciles de usar. Federico Seineldín, cofundador de Njambre
también es uno de los socios.

El procedimiento que emplea es el siguiente: las lentejas de agua (que tienen un rápido
crecimiento) se siembran en las aguas residuales. Las lentejas de agua (su nombre científico es
Lemnaceae) son una planta que flota libre sobre superficies de aguas estancadas y que crece de
manera vertiginosa. Estas se alimentan de los residuos cloacales y forman una biomasa que
puede utilizarse tanto para la producción de etanol como de plástico biodegradable. “Aumentan
su tamaño y se empiezan a dividir, van limpiando el agua mientras crecen, a la vez que producen
almidón, que después se transforma en combustible y en plástico”, comenta Sebastián Logorio.
Las plantas Lemnaceae existen en Argentina y en casi toda Latinoamérica, y según Eduardo
Mercovich ese vegetal acuático “crece a una velocidad muy alta y puede llegar a duplicar su
masa en tan solo un par de días”, mientras que un cultivo de maíz comúnmente utilizado para la
producción de etanol “tarda meses en alcanzar igual desarrollo”. Luego amplió: “En condiciones
de cultivo adecuadas, por peso y masa seca de planta, el 45 % de su peso es almidón, o sea,
rinde en contenido de azúcar la misma proporción que en el maíz, pero crece mucho más rápido”.
Además, Seineldín señaló que “aprovechamos un cultivo alternativo (la lenteja de agua) que no
se usa como alimento, o sea no compite con el maíz o la soja. Se puede cultivar en tierras
inundadas o inundables, lo que permite dar trabajo a gente que ha sido desplazada por la
tecnificación del campo, ya que estas plantas se pueden recolectar en forma manual”
(Mamagrande, s. f., https://bit.ly/3w3UUZ7).

Gracias a un acuerdo con la municipalidad de Totoras (Santa Fe, Argentina) y cuatro empresas
locales, el proyecto piloto se está realizando en esa localidad santafesina. Lagorio explica que el
sistema “es inédito en Latinoamérica. Usamos una tecnología recombinante, es decir, utilizamos
herramientas, procesos y desarrollos que ya se hicieron en todo el mundo, pero de una manera
distinta para generar soluciones” (Mamagrande, s. f., https://bit.ly/3w3UUZ7).

Esta empresa social es como una ONG porque tiene como objetivo generar riqueza social y
ambiental. Pero, a diferencia de aquellas, gana dinero por sus actividades de forma de no
depender de terceros para cumplirlos. Mercovich expresa que con Mamagrande 
Ganamos todos: los productores, el medioambiente y la sociedad. Es diferente al modelo
tradicional de empresas que buscan la rentabilidad a través de sus productos y servicios.
En nuestro caso, tratamos de cambiar el mercado, para reemplazar al petróleo, dar trabajo
digno, y limpiar el agua contaminada. Por supuesto que necesitamos vivir y tener sueldos,
pero la rentabilidad no va por arriba del valor social y ambiental del emprendimiento, sino
que lo acompaña. (Mamagrande, s. f., https://bit.ly/3w3UUZ7)
Tiene un alto potencial a nivel internacional. En un mundo preocupado por el medioambiente,
quienes apoyan Mamagrande consideran que es solo cuestión de tiempo para ganar escala y
poder exportar la producción, que si todo sale bien saldría de un centro que se instalará en Junín
(Buenos Aires, Argentina).

En esta materia, adoptamos una perspectiva particular sobre la concepción de emprender y de


qué son emprendimientos, en estrecha relación con la responsabilidad social.

Personas emprendedoras e intraemprendedoras


Emprendedores, emprendimiento y responsabilidad social son tres conceptos intrínsecamente
relacionados. Examinemos a continuación cada uno de ellos.

Una persona emprendedora, de acuerdo con Andy Freire, es aquella “que detecta una
oportunidad y crea una organización (o la adquiere o es parte de un grupo que lo hace) para
encararla” (2004, p. 27). Se caracteriza por hacer, por emprender, para lo que no hace falta tener
riqueza, juventud o haber pasado por la universidad. Lo que se necesita es tener coraje y
convicción en lo que se desea lograr (Freire, 2004). 

En nuestro caso práctico, podemos identificar como emprendedores al biotecnólogo Sebastián


Logorio y al biólogo Eduardo Mercovich, quienes detectaron una oportunidad para explotar a
partir de una problemática socioambiental.

Más recientemente, Freire retoma el tema y plantea que “emprender es mucho más que crear
una empresa o una organización: es cumplir un sueño [y que por ello sus] simples, pero eficaces
procesos pueden aplicarse a todos los ámbitos de la vida” (2014, p. 20). De modo que emprender
no es otra cosa que aprovechar herramientas y conocimientos para cumplir con los objetivos
propios, personales, sea cual sea el ámbito en que queramos hacerlo. Esto es, como bien dijimos
antes, que no solo se emprende en empresas que persiguen un fin de lucro. También se
emprende en actividades sin fines de lucro, de las que hay muchos ejemplos exitosos.

Hasta aquí hemos descrito a grandes rasgos quién es emprendedor. Pero, ¿cómo hace una
persona para detectar una oportunidad, crear una organización y lograr con ello sus aspiraciones
personales de emprender su propio proyecto? En este punto, podemos decir que prima lo que
muchas veces se conoce como actitud emprendedora. Es decir, existe un determinado perfil
que caracteriza a todas las personas emprendedoras, compuesto por ciertas destrezas y
habilidades que, conociéndolas y trabajando sobre ellas, pueden favorecer la realización de
emprendimientos. Estas destrezas o habilidades son vistas desde diversos enfoques, pero
pueden ser englobadas en las cuatro presentadas a continuación:
Figura 1: Destrezas y habilidades que fomentan una actitud emprendedora 

Fuente: elaboración propia.

Figura 1: Destrezas y habilidades que fomentan una actitud emprendedora. Estas virtudes
se pueden desarrollar, lo que habilita la posibilidad de adquirir competencias emprendedoras, en
oposición a la idea de que se nace con espíritu emprendedor o no.
¿Cuáles te representan más? Para que no te desalientes, compartimos la idea de Freire (2004)
que dice que todas estas habilidades y destrezas también se pueden desarrollar: esto rompe con
el mito que afirma que emprendedor se nace. Dice Freire, un emprendedor:
Se preocupa por aprender sobre sí mismo y sobre lo que lo moviliza, detecta
oportunidades para resolver problemas o necesidades de la sociedad, suma a otros a un
proyecto organizacional y propone nuevas formas para resolver aquel problema o
necesidad y alcanzar así un impacto positivo en la comunidad. (Freire, 2004, p. 14)
Por lo tanto, podemos afirmar que la persona con espíritu emprendedor busca un objetivo
personal (ya sea de desarrollo personal, profesional o laboral), pero también se preocupa por los
objetivos de quienes trabajan con ella y los beneficios que otorgan a su sociedad. Es “un agente
social que define una visión de cambio y moviliza recursos humanos y financieros para que ello
ocurra” (Freire, 2015, p. 15). En este contexto es que ingresa el concepto de responsabilidad
social.

Ahora bien, ¿la actitud emprendedora solo la tienen quienes crean una organización? ¿Son los
únicos agentes de cambio? Claro que no. Dentro de las organizaciones (ajenas), también hay
personas con perfil emprendedor conocidas como intraemprendedores. La única diferencia con
quienes fundaron la organización es que no las crean, sino que están continuamente proponiendo
proyectos a favor de su crecimiento e impacto (Arrieta, 2013).

Definición de emprendimiento y tipos


Otro concepto clave es el de emprendimiento o startup, es decir, la organización que el
emprendedor crea (adquiere o es parte de un grupo que lo hace) para encarar la oportunidad
detectada. Es importante no confundir emprendimiento o startup con empresa u organización ya
establecida. Y, en este sentido, Steve Blank y Bob Dorf plantean que “una startup no es una
versión en pequeño de una gran empresa. Una startup es una organización temporal [negrita
añadida] en busca de un modelo de negocio rentable, que puede repetirse y que es escalable”
(2013, p. 55). Por su parte, Eric Ries define a una startup como “una institución diseñada para
crear nuevos productos y servicios en unas condiciones de incertidumbre extrema” (2013, p. 13).

En ambas definiciones de estos referentes del mundo del emprendimiento podemos observar que
se destaca tanto la temporalidad como las condiciones de contexto. ¿Por qué? Porque todo
emprendimiento transcurre por un proceso de definición, redefinición, prueba y validación de lo
que quiere ofrecer a su público objetivo. Cuando una persona decide emprender, posee muchas
hipótesis sobre cómo cree que va a funcionar su proyecto (lo que va a ofrecer, quién será su
cliente, cuánto y cómo crecerá, etc.). Pero, recién cuando comienza a interactuar con el contexto,
ya con el emprendimiento creado, podrá verificar si había razón en sus hipótesis o deberá
modificar su idea original o, peor aún, desistir. 

El emprendimiento es esa organización temporal que proponen quien emprende y su equipo,


cuya misión principal es poner a prueba su negocio o actividad.

En el caso de Mamagrande (s. f.), se define como un emprendimiento de tipo social, que
transforma el problema de aguas servidas (residuos cloacales) en bioetanol y plástico
biodegradable, regenerando dichos servicios ecosistémicos de manera simple, apoyado por la
biotecnología.

Una vez que ese negocio o actividad haya sido validada (el público de interés tiene el problema
supuesto y valora la solución propuesta), entonces se logra la sustentabilidad financiera
(rentabilidad), se repiten las ventas saludablemente y existe potencial de expansión
(escalabilidad). Y, en ese punto, recién podemos comenzar a hablar de una organización que
sobrevivió y dejó de ser temporal para ir afirmándose en el tiempo (esto ocurre luego, en la etapa
de los primeros años del proceso emprendedor).
Tipos de emprendimientos: tecnológicos, productivos y de triple impacto
Existen varios tipos de emprendimiento, según cómo se evalúe su función. Creamos un resumen
de las clasificaciones más útiles para esta introducción, con base en Messina (2018). 

Así, con relación a la actividad que desarrollan, encontramos emprendimientos: 

De base tecnológica: emprendimientos que generan valor utilizando conocimientos y


sistemas tecnológicos y científicos, por ejemplo, las empresas que elaboran software,
tecnologías de la información y las comunicaciones o desarrollan industrias como la
farmacéutica, la médica, química, biotecnológica y demás que requieren de tecnología de
última generación. 
De base social: responden a necesidades sociales. Sus iniciativas, estrategias de mercado
y creación de valor se dirigen a lograr un objetivo social. Algunos ejemplos son las
cooperativas o cualquier otra organización sin fines de lucro.
De base cultural y creativa: ofrecen contenidos intangibles para promover la cultura.
Encontramos acá una combinación de creación, producción y comercialización de bienes y
servicios de índole cultural. Ejemplo de esto son la producción de tv, cine y nuevos formatos
digitales, la artesanía, el diseño, las artes plásticas, las creaciones musicales y del
espectáculo, los deportes. Es decir, todas aquellas actividades vinculadas con la entrega de
productos tangibles (libros, cuadros, discos) o servicios intangibles, artísticos e intelectuales
basados en la creatividad (baile, conferencia, show artístico).
Dinámicos: son emprendimientos con alto potencial de crecimiento, exponenciales, que
ofrecen un producto o servicio innovador, lo que se constituye como su principal
diferenciador.
De base abierta: el resto de emprendimientos que buscan beneficios económicos y
laborales sin importar el sector o actividad a la que pertenezcan: agropecuario, industrial, de
servicios. En general, son emprendimientos productivos. 

Según su conformación como emprendimientos:

Inclusivos: apuntan a incluir a personas en situación de vulnerabilidad para desarrollarlas


dentro de sus cadenas de valor.
Asociativos: surgen de la mano de personas que se asocian para trabajar en alianza, a los
fines de producir y comercializar sus propuestas en forma conjunta. De esta manera,
promueven la generación de ingresos económicos y la movilidad social desde la unión.
Corporativos: son los que se dan en el seno de empresas ya establecidas. Personal
interno, al que recién conocimos como intraemprendedor, desarrollan actividades y
emprendimientos en beneficio propio y de la empresa, impulsando nuevos proyectos y
negocios. 
Spin off: son los emprendimientos que se desprenden o surgen de otro emprendimiento o
empresa exitosa o, bien, como consecuencia de proyectos de investigación. Actualmente,
se utiliza mucho este término en las producciones audiovisuales.

Esta clasificación nos invita a pensar, también, en modelos de emprendimientos con propósito,
que apunten a potenciar sus impactos positivos sobre las personas y el planeta y a mitigar los
negativos. Emprendimientos comprometidos con el desarrollo sostenible, que fomentan lo que se
conoce como responsabilidad social. 

Como se mencionó previamente, quien emprende no solo se preocupa por su propio desarrollo,
sino que también busca generar valor para sus equipos y la sociedad con la que interactúa. Para
ello, su modelo de negocios debe concebirse con el compromiso como estandarte, con
estrategias, políticas y procedimientos que acompañen su desempeño social y ambiental, pero
fundamentalmente con una cultura basada en valores que guíe el comportamiento y la relación
del emprendimiento con el entorno al que impacta. 

Es importante entender que una organización con cultura de sustentabilidad o de RSE


(responsabilidad social empresaria) no es necesariamente una ONG o una institución de caridad
o beneficencia, al contrario. Lo que se necesita son organizaciones privadas y públicas que,
primero, generen valor económico-financiero para su sostenibilidad como tal, con criterios
comerciales justos y éticos que soporte su modelo de negocios. Y, a partir de allí, multipliquen su
valor social, ambiental y ético hacia el resto de la comunidad.

Así, no solo las empresas establecidas pueden ser responsables. Es necesario repensar la
fundación de nuevas empresas y emprendimientos que conciban el triple impacto en su génesis,
por varios motivos:
Transversalizar el compromiso inicial para generar cultura de sustentabilidad: hacerlo
en las etapas iniciales del negocio o actividad es más sencillo porque cambian las
perspectivas de negocio a favor del cumplimiento de un propósito que va del ganar dinero al
ganar-ganar. Esto habilita la exploración de nuevas oportunidades para nuevos clientes,
más comprometidos; la generación de alianzas diferentes, con socios, pero también con la
cadena de valor; la búsqueda de equipos de trabajo alineados a estos valores del
emprendimiento; a pensar en una economía inclusiva, que genere ganancias para el
emprendimiento y, también, distribución social de la riqueza.   
Tendencias mundiales hacia los criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno
corporativo) o ESG (environmental, social and governance, en inglés): nos referimos a
inversiones verdes o responsables que realizan los bancos y otros inversores a
emprendimientos que protegen el medioambiente o mitigan su impacto, lo que nos lleva a
planificar el proyecto a largo plazo. Pero, también, a responder a compromisos que hoy el
mundo nos exige con las personas y el ambiente, como son los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) que surgen de común acuerdo entre los países miembros de la
Organización de Naciones Unidas (ONU). Estos ODS son “una oportunidad para que los
países y sus sociedades emprendan un nuevo camino con el que mejorar la vida de todos,
sin dejar a nadie atrás” (ONU, s. f., https://bit.ly/2Hycudz). 
Beneficios adicionales: cada emprendimiento debe poder diferenciarse del resto, por lo
que invertir en ser sustentable es mejorar la competitividad, la transparencia, la reputación,
la eficiencia y eficacia de procesos organizacionales y de innovación. 

Así, preparar el espíritu emprendedor y luego emprender implica una gran oportunidad para
realizar tus sueños, pero también implica una gran responsabilidad. 

Ahora, haciendo hincapié en la responsabilidad social, podemos nombrar lo que también se


representó como debilidad para lograr la rentabilidad del proyecto. Dadas las características de la
idea, es una delgada línea que resuelve este inconveniente. 

Palabras textuales del emprendedor: “ganamos todos: los productores, el medioambiente, y la


sociedad (...) En nuestro caso, tratamos de cambiar el mercado, para reemplazar al petróleo, dar
trabajo digno, y limpiar el agua contaminada”.

Modelo de comportamiento emprendedor


Sistema y proceso emprendedor 

La comprensión del emprendimiento no estaría completa si no analizamos los conceptos de


sistema y proceso emprendedor. Si se comprenden sus elementos, una persona puede influir
sobre ellos para desarrollarse como emprendedora y para reducir los riesgos y aprovechar las
oportunidades que implica iniciar un emprendimiento.

Las ciencias de la administración consideran a las organizaciones como un sistema y, como se ha


mencionado en la introducción, el estudio de los emprendimientos no estuvo al margen. Así
entonces, el enfoque sistémico define al sistema en general como un conjunto de piezas
interdependientes, relacionadas entre sí, y ordenadas de modo que producen un todo unificado.

Hay dos tipos básicos de sistemas:     

1. Sistemas cerrados: no están sujetos a la influencia de su entorno ni interactúan con él. 


2. Sistemas abiertos: “reconocemos la interacción constante [y dinámica] de la organización
con su entorno, lo cual resulta en entropía negativa o sinergia” (Robins y Decenzo, 2009, p.
34).

Siguiendo aquel esquema conceptual, Hugo Kantis (2004) ha sido uno de los que profundizó en
el estudio del emprendimiento. Así, definió al sistema emprendedor (en particular) como “el
conjunto de elementos y factores que inciden sobre el proceso emprendedor contribuyendo u
obstaculizando el nacimiento y desarrollo de emprendedores y empresas [emprendimientos] tanto
en términos cuantitativos como cualitativos” (Kantis, 2004, p. 25).

De aquel concepto del sistema emprendedor pueden desprenderse tres cuestiones que
analizaremos a continuación: la lógica del sistema, el proceso emprendedor y los factores del
entorno que inciden en dicho proceso.

Sobre la primera cuestión, el sistema emprendedor es visto como sistema abierto, en el que el
entorno ofrece a determinadas personas que cuentan con ideas de negocios o proyectos, las
cuales atraviesan un proceso de transformación (proceso emprendedor) para finalmente
convertirse en emprendedores y emprendimientos, respectivamente, que influenciarán en dicho
entorno. Esta lógica sistémica de entradas (inputs), procesos y salidas (outputs) puede
esquematizarse del siguiente modo:
Figura 2: La lógica del sistema emprendedor

Fuente: elaboración propia.

Figura 2: La lógica del sistema emprendedor. Esta lógica explica cómo las ideas y personas
que ingresan al sistema emprendedor, atraviesan un proceso característico que las transforma en
emprendimientos y emprendedores. 

En la lógica sistémica, el proceso emprendedor es central para que una sociedad obtenga más y
mejores emprendedores y emprendimientos. Para Kantis (2004), el proceso emprendedor puede
ser entendido como una concatenación de tres etapas: 
Figura 3: Etapas del proceso emprendedor 

Fuente: adaptación propia con base en Kantis, 2004, p. 26.

Figura 3: Etapas del proceso emprendedor. Cada etapa del proceso emprendedor requiere de
ciertas acciones y compromisos esenciales para evolucionar con pasos certeros. 

1. Gestación: en esta etapa se realizan las primeras autoevaluaciones para identificar las
motivaciones personales para emprender y prepararse como emprendedor. Además, se
determina cuál de todas las ideas que se tenían en mente configura una potencial
oportunidad del negocio y, a partir de allí, se la pone a prueba junto a la elaboración del
proyecto o plan de negocios. Desarrollaremos las características de esta etapa en lo que
resta del módulo. 
2. Puesta en marcha: en esta segunda etapa el emprendedor confirma su decisión de
emprender y obtiene todos los recursos necesarios para comenzar a operar (capital,
colaboradores, materias primas, instalaciones, etc.). De todo esto se trata el módulo 2. 
3. Desarrollo inicial o primeros años: esta etapa, de las más desafiantes cuando se
emprende, requiere un gran esfuerzo para administrar el negocio, posicionarlo en el
mercado y hacerlo crecer. Esto es lo que veremos en los módulos 3 y 4, cuando
indaguemos en el empuje de los equipos y la identidad que asume un emprendimiento. 

Estas etapas se dan en forma evolutiva, de manera que solo se puede pasar a la tercera etapa
una vez transitada la primera y la segunda (Arrieta, 2013). No obstante, el tiempo que
permanezca cada emprendimiento en dichas etapas sí es variable y depende del ámbito de
actuación, el entorno, quien lidera y el equipo.

Finalmente, tomando en consideración un aporte de Freire (2004), podemos concluir que el


proceso emprendedor se da gracias a tres elementos principales:
Figura 4: Elementos del proceso emprendedor 

Fuente: adaptación propia con base en Freire, 2004.

Figura 4: Elementos del proceso emprendedor. El triángulo invertido expone cómo el


emprendedor es el soporte fundamental para la existencia de un proyecto y su gestión.  

El triángulo es invertido, ya que, el factor más importante, es quien arriba a un proyecto realizable
con base en una oportunidad y, a su vez, tiene la capacidad de reunir el capital para lograrlo: el
emprendedor, su personalidad y el equipo de gestión que acompaña. Sin esto, ni el proyecto y el
dinero son suficientes para llevar adelante un emprendimiento exitoso.
Te recomendamos que concluyas este análisis sobre el sistema y el proceso emprendedor
conociendo los factores comunes en todas las sociedades, pero se expresan de diferente forma e
intensidad en cada una y según el momento dado, lo que obstaculiza o favorece el desarrollo de
emprendedores y emprendimientos (Kantis, 2004). Estos factores son siete y puedes
descargarlos del siguiente documento.

Actividades de repaso
En el caso de Mamagrande, ¿qué factores del entorno evaluaron en la
etapa de gestación?

Aspectos personales: no siguen su conocimiento técnico, sino que afrontan un


emprendimiento ajeno a sus capacidades.

Redes del emprendedor: se relaciona con instituciones que lo acercaran a cumplir


su objetivo.

Regulaciones y políticas: están muy pendientes de las obligaciones mensuales que


deberán afrontar con el Estado.

Estructura y dinámica productiva: el emprendedor desarrolla nuevas ideas y busca


la oportunidad en un nicho que puede aprovechar.

Referencias
Arrieta, A. (2013). Aprender a emprender. Atlántida.

Blank, S.; y Dorf, B. (2013). El manual del emprendedor. La guía paso a paso para crear una
gran empresa. Centro Libros PAPF.

Freire, A. (2014). ¡Libre! El camino emprendedor como filosofía de vida. Aguilar.

Freire, A. (2004). Pasión por emprender. De la idea a la cruda realidad. Aguilar.

Freire, A. (2015). Argentina emprendedora. Cómo innovar puede producir cambios reales y
decisivos en el destino de un país. Aguilar.

Kantis, H. (2004). Un enfoque sistémico de la creación de empresas. En H. Kantis, P. Angelelli, y


V. Moori Koening (eds.), Desarrollo Emprendedor. América Latina y la experiencia internacional
(pp. 21-34) [versión electrónica]. Banco Interamericano de Desarrollo (BID), FUNDES
internacional.

Mamagrande (s. f.). MamaGrande: historia, desarrollo y aprendizajes [sitio web].


http://mamagrande.org/

Messina, M. (2018). Manual didáctico emprendedurismo.  https://www.cse.udelar.edu.uy/wp-


content/uploads/2018/12/Manual-dida%CC%81ctico-Emprendedurismo-Messina.pdf

Ries, E. (2013). El método Lean Startup: Cómo crear empresas de éxito utilizando la innovación
continua. Deusto.

Robins, S., y Decenzo, D. (2009). Fundamentos de Administración (6.ma ed.). Pearson.

Organización de Naciones Unidas (s. f.). 17 objetivos para transformar nuestro mundo. 
https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/

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