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Muchas veces los hijos se enfadan cuando no consiguen lo que quieren.

Conseguir que se enfaden menos es posible si les damos herramientas para estas situaciones.

La frustración son todo de sentimientos que experimentamos las personas como pueden ser la
cólera, tristeza o ansiedad, cuando una expectativa (deseo, proyecto, ilusión) no se cumple;
cuando no recibimos lo que esperábamos.

Las personas tenemos herramientas que nos permiten soportar esta frustración.

Una persona con un nivel de tolerancia a la frustración baja le basta con una adversidad mínima
para enfadarse, entristecerse o angustiarse.

Una persona con un alto nivel de tolerancia a la frustración podrá mantener su estado de ánimo
sin alteración aunque no vea cumplidas sus expectativas.

¿Cómo se manifiesta esta frustración?

El nivel de tolerancia a la frustración en parte es innato, pero también es susceptible de


aprendizaje. Por eso una persona que de pequeño se enfada y se irrita por todo lo que le es
incómodo, poco a poco, en la medida que va creciendo, puede ser más capaz de contenerse. En
general los bebés tienen la tolerancia a la frustración mucho más baja (aunque hay diferencias
enormes entre cada uno de ellos), y ésta puede ir aumentando. Y ¿de qué depende que aumente?
De si tienen unas figuras de progenitores que le hacen vivir buenas experiencias y le contienen
el malestar; y si es capaz de conservar estas figuras dentro de él. Esto le dará una seguridad
interna y una imagen positiva de sí mismo, que le permitirá poco a poco ir tolerando más la
adversidad.

¿Cómo podemos solucionarlo?

Intentar complacer siempre a los niños y evitar que se sientan frustrados ante cualquier
situación, no favorece su desarrollo integral como persona, ya que cuando sean adultos tendrán
que enfrentarse a circunstancias tanto de éxito como de fracaso. Para conseguir que el niño
tolere la frustración, los padres deben evitar la sobreprotección y no abusar de la permisividad.
Es decir, no ceder ante cualquier requerimiento del niño, de forma que éste siempre consiga lo
que quiere y nunca se enfrente a situaciones negativas, problemáticas o frustrantes.

A la práctica

Mantener la calma: Los padres deben intentar tolerar las emociones naturales que pueda
despertar la frustración a los niños. Hay que evitar inquietarse y gritarles, cosa que hace que este
sentimientos de los niños aumenten y pueden ceder ante sus rabietas.

Enseñar a los niños que las cosas cuestan un esfuerzo, que no todo se consigue el primer
momento. Así aprenderá que el esfuerzo es la mejor manera de resolver los fracasos.

Permitirles equivocarse y aprender de sus errores. No resolverles todas las dificultades para
evitar que se frustren ni darles todo hecho.
Ayudarles a expresar las emociones que se derivan de la frustración, poniendo en palabras lo
que sienten y dando espacio al enojo.

Ayudarles a pensar que puede aprender de aquella situación, y lo que puede hacer a partir de
ahora. Mostrarles caminos alternativos y soluciones de forma que no se queden anclados en la
queja.

Dar ejemplo: la mejor forma para que los hijos vean que los problemas se pueden solucionar, es
la actitud positiva de los padres a la hora de afrontar sus propios conflictos.

Hay que marcarle objetivos realistas, no intentar que se afronte a situaciones que, por su edad o
madurez, sea incapaz de superar.

Mostrarle que no existe aprendizaje sin frustración: Es equivocándose como uno aprende.

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