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Carpeta de investigación

“Guerra contra el narcotráfico” y elecciones presidenciales del 2012

Pregunta de Investigación: ¿Como la guerra contra el narcotráfico iniciada por


Felipe Calderón (2006) afectó la elección de Peña Nieto en el 2012?

Objeto de estudio

El objeto de estudio en esta investigación es la interacción entre el Estado con


el narcotráfico y las afectaciones que tuvo en la elección de Enrique Peña
Nieto el 2012.

Temporalidad

2006 – 2012

Antecedentes

Fraude Electoral Salinas de Gortari (1988 – 1994):

“El fraude electoral como alteración de los resultados y los controles


institucionales para suprimirlo
En México,

La idea de fraude electoral tiene una larga tradición. El hecho de que desde el
siglo XIX se hayan realizado elecciones no significa que los procesos
electorales hayan estado exentos de irregularidades. Fenómenos como el
"carrusel", el "embarazo" de urnas, el voto de personas fallecidas, padrones
"rasurados", entre otros, forman parte de la historia electoral en este país. Sin
embargo, el proceso de transición a la democracia, que tuvo lugar durante la
segunda mitad del siglo XX, implicó la implementación de diversos cambios
constitucionales y legales que suprimieron el fraude en las elecciones,
entendido como la alteración de los resultados.

En este contexto, la elección presidencial de 1988, donde el candidato del


partido oficial, Carlos Salinas de Gortari, resultó electo, representa un capítulo
especial por las denuncias de fraude producto, entre otras cosas, de la
interrupción de la información acerca de los resultados electorales y la negativa
a revisar y comparar actas electorales (Becerra, Salazar y Woldenberg, 2000:
212). Aunado a lo anterior, se sumó la desconfianza hacia el árbitro electoral,
la Comisión Federal Electoral (CFE), que era controlada por el gobierno. La
CFE estaba encabezada por el secretario de Gobernación y por representantes
de partidos con base en su votación en las últimas elecciones. El partido en el
gobierno controlaba casi en la totalidad esta comisión. Incluso los funcionarios
de las mesas directivas de casilla, personas encargadas de recibir los votos,
eran nombradas por los presidentes de los comités distritales electorales,
órganos que se integraban con los mismos criterios que la Comisión Federal.

La desconfianza generada dio paso a una serie de reformas con el objetivo de


dotar de legitimidad a los futuros procesos electorales y a suprimir, por tanto, la
posibilidad de alterar los resultados. Dos años después de la cuestionada
elección presidencial de 1988, se creó el Instituto Federal Electoral (IFE),
órgano que en adelante se encargaría de organizar los procesos electorales y
a la postre la elección del año 2000, que marcó la alternancia política en la
Presidencia de la República, después de más de 70 años de gobierno del
Partido Revolucionario Institucional. En una entrevista para el periódico El
País, previo a la jornada electoral del 2 de julio del año 2000, el presidente del
entonces IFE, José Woldenberg, declaró que era prácticamente imposible un
fraude electoral: "Las posibilidades de fraude son absolutamente imposibles,
sobre todo si hablamos de un fraude maquinado centralmente. Sí puede haber
una irregularidad en una casilla, en dos; eso ocurre en cualquier parte del
mundo" (Aznárez, 2000).

Lo anterior gracias a una serie de "cautelas técnicas" como la designación


aleatoria de ciudadanos que participarían como funcionarios de casilla, listados
nominales con fotografía, credencial de elector, tintas indelebles y el Programa
de Resultados Electorales Preliminares, entre otros. La creación del IFE
constituye un punto de inflexión en el sistema electoral mexicano. Mediante
reforma constitucional aprobada en 1990, se declaró que la organización de las
elecciones federales es una función estatal que se ejercerá a través de un
organismo público dotado de personalidad jurídica, patrimonio propio y
autónomo en sus decisiones.

El órgano superior de esta institución inició conformado por un presidente


(secretario de Gobernación); por 6 consejeros magistrados designados por las
dos terceras partes de la Cámara de Diputados, a propuesta del Poder
Ejecutivo; por representantes del Poder Legislativo, y por representantes de
partidos políticos con registro (Becerra, Salazar y Woldenberg, 2000: 252). Más
tarde, en la reforma de 1994, y posteriormente en la reforma de 1996, el
gobierno en turno dejó de tener presencia en el Consejo General del IFE, al ya
no contar con el secretario de Gobernación como presidente del Consejo. Esto
significó pasar de un modelo de organización electoral administrado por el
gobierno a una comisión independiente encargada de la administración
electoral (López-Pintor, 2000), cuyos consejeros eran electos por un poder
legislativo cada vez más plural. Dentro de las principales actividades
encomendadas se incluyeron las relativas al padrón electoral, la preparación
de la jornada electoral, cómputos y otorgamiento de constancias, capacitación
electoral, educación cívica, impresión de materiales electorales, así como lo
referente a los derechos y prerrogativas de los partidos políticos.
Asimismo, en esta misma reforma se estableció un sistema de medios de
impugnación, cuya competencia recayó en manos de un Tribunal Electoral con
plena competencia jurisdiccional a partir de |996. Y, con el ánimo de disuadir y
castigar la violación de las normas en materia electoral, en 1990 se adiciona al
Código Penal un catálogo de delitos electorales con penas que incluyen multas
y la privación de la libertad.
El ordenamiento secundario en materia electoral, el Código Federal de
Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), creó el IFE como
encargado de organizar las elecciones para elegir al Poder Ejecutivo y
Legislativo a nivel federal. Esta misma ley determinó la creación de un servicio
civil de carrera que proporcionaría al personal especializado al nuevo IFE y que
conformaría la estructura descentralizada de la nueva institución.

Un dato no menor producto de esta reforma fue la nueva selección de los


ciudadanos que conformarían las mesas directivas de casilla. La Constitución
señalaba que los "ciudadanos formarán las mesas de casilla"; sin embargo, no
mencionaba más procedimientos al respecto. Con la ley secundaria se
determinó que el mecanismo por el que se elegirían a los ciudadanos sería a
través de insaculación, con lo cual "se permitiría determinar aleatoriamente a
los ciudadanos encargados de esta delicada tarea, sin sesgos ni dudas que
empañaran la confianza en el proceso electoral" (Córdova, 2008: 663).

Esta misma reforma también facultaba al nuevo IFE, entre otras actividades,
las "relativas al padrón electoral". No obstante, el segundo artículo transitorio
señalaba que los ciudadanos debían inscribirse en los padrones electorales, en
tanto no se estableciera el Registro Nacional Ciudadano, el cual no se
concretó.
A nivel local, la idea de la posibilidad de fraude también generó cambios para
mejorar las condiciones de competencia. Por ejemplo, Baja California, primer
estado con alternancia en la gubernatura en 1989, aprobó el 20 de febrero de
1992 un modelo de credencial de elector con la inclusión de fotografía.” (Los
estados y las elecciones, 2021)

Guerra contra el narcotráfico:

“Después de tomar posesión de la presidencia de México en diciembre de


2006, Calderón lanzó una ofensiva contra el narcotráfico para combatir la
violencia e inseguridad en México (Carpenter, 2012). La espiral de violencia en
México que caracterizó al periodo de gobierno de Felipe Calderón se deriva
principalmente de las luchas brutales entre los cárteles del narcotráfico por el
control de la producción y las rutas del tráfico de drogas. La lucha contra los
cárteles de la droga se convirtió en el principal objetivo de la administración de
Calderón. La estrategia fue la militarización de la Guerra contra las Drogas.
Aparentemente, Calderón no aprendió la lección de la Guerra contra las
Drogas de los EE.UU. en América Latina, particularmente en Colombia, donde
se recurrió a la militarización, con los resultados antes mencionados. México
recibió la asistencia de los EE.UU. en la lucha contra el narcotráfico y ambos
países implementaron una iniciativa de cooperación conocida como el "Plan
México" (Lendman, 2008) que más tarde cambió al nombre de Iniciativa Mérida
(IM).
Los presidentes de EE.UU. y México, George W. Bush y Felipe Calderón
respectivamente, firmaron la IM en 2007 (Velázquez y Prado, 2009). La IM
distribuyó recursos de los EE.UU. a México para combatir los cárteles de la
droga en el país. El marco estratégico de la IM consiste en cuatro pilares, cada
uno de los cuales se enfoca en los objetivos estratégicos: a) Afectar la
capacidad operativa del crimen organizado; b) Institucionalizar la capacidad de
mantener el Estado de derecho; c) Crear la estructura fronteriza del siglo XXI;
d) Construir comunidades fuertes y resistentes (Embajada de los Estados
Unidos en México, 2013).

No obstante, la IM apoyó al ejército y suministró recursos para el mejoramiento


de la infraestructura tecnológica de las instituciones de seguridad, en lugar de
destinar mayores recursos para el fortalecimiento de la democracia, las
instituciones, y la educación. En otras palabras, la estrategia de Calderón
apoyada por los EE.UU., tenía la misma visión del problema del narcotráfico en
México y, al igual que en el caso de Colombia, optó por combatirlo
principalmente con el ejército concentrándose en capturar capos del
narcotráfico y en el decomiso de drogas. Sin embargo, no se combatieron
problemas internos en el gobierno como la corrupción e impunidad en las
instituciones de seguridad y el sistema judicial. Estos son problemas
vinculados, ya que la impunidad en las instituciones públicas genera mayor
corrupción y esto hace a las instituciones más débiles. Además, muchos de los
recursos de la IM se han dirigido a las instituciones de seguridad del gobierno
federal, pero no han atendido estos problemas en los gobiernos locales, donde
el crimen organizado y los cárteles del narcotráfico operan con mayor facilidad.

Sin embargo, México no es responsable exclusivo de todas las incidencias del


crimen organizado y la violencia en el país. Los EE.UU. tiene una
corresponsabilidad al respecto, y nunca ha sido un aliado parejo (Bagley,
2012b). México sigue teniendo problemas con la violencia y el narcotráfico, por
lo que los EE.UU. debe tratar de reformar la estrategia fallida de la guerra
contra las drogas. Primero, los EE.UU. debería controlar la demanda de las
drogas en su país, ya que mientras exista demanda, el tráfico de drogas va a
continuar. Segundo, los EE.UU. necesita regular y controlar el tráfico de armas
porque el 90% de las armas en México proviene de los EE.UU. (Seelke y
Finklea, 2013; Bagley, 2012b). Obviamente, hay obstáculos para los políticos
porque muchos grupos de interés quieren proteger el derecho para comprar
armas y la producción de drogas. Tercero, los EE.UU. necesita apoyar más al
gobierno de México. Este país recibió 1.9 mil millones de dólares de la
iniciativa Mérida. Sin embargo, durante la administración de Calderón México
gastó 46.6 mil millones de dólares en la lucha contra las drogas (Seelke y
Finklea, 2013). Por esto, los EE.UU. tiene que invertir más recursos en México,
no solamente en la militarización de la guerra contra las drogas (Ibid, 1).
Finalmente, la violencia en México ocurre porque las rutas del tráfico de drogas
han cambiado y van a seguir cambiando. México, los EE.UU., y los otros
países en América Latina tienen que cambiar la estrategia y resolver los
problemas subyacentes como el desempleo (Seijas, 2011).
fragmentación de los cárteles del narcotráfico en México

Como resultado de la guerra contra el narcotráfico se incrementó el número de


cárteles de las drogas en el periodo de Calderón. En el 2006, había seis
organizaciones de este tipo: el Cartel Milenio, La Familia Michoacana, El Cártel
de Gofo, El Cártel de Tijuana, El Cártel de Juárez, y el Cártel del Pacífico. La
situación y las dinámicas respecto a los cárteles son complejas y están
cambiando constantemente en México (Bagley, 2012a, 9; Cook, 2007). En el
año 2007 había ocho organizaciones, mientras que para el año 2010 el número
aumentó a doce y en el 2012 se identificaron dieciséis cárteles. 

Así, México está presenciando el efecto cucaracha como resultado de los


esfuerzos del gobierno en el combate al narcotráfico y crimen organizado. Esta
situación ocurrió en Colombia después de que su gobierno-- con apoyo de los
EE.UU.-- desmanteló los cárteles del narcotráfico en los noventa. De esta
manera, no se puede declarar una victoria cuando se captura a los líderes de
los cárteles. El arresto de un capo del narco no va a cambiar la situación en
México porque hay una fila de criminales que quieren controlar las
organizaciones y asumir el control. Aún hacia principios de 2013, México
todavía tiene problemas con los cárteles del narcotráfico, la violencia e
inseguridad en muchas regiones del país.” (La guerra contra el narcotráfico en
México: una guerra perdida, 2015)

El regreso del PRI

“No es del todo clara la forma en que la reciente victoria del PRI puede afectar
la esfera política mexicana. El regreso a un sistema autocrático, de un partido
cuya herencia autoritaria pudiera ser restringida por el nuevo contexto político
institucional mexicano, es parte de un posible escenario político. Sin embargo,
los académicos entrevistados (Roderic Ai Camp, Wayne A. Cornelius y Kenneth
F. Greene) ven difícil el regreso del autoritarismo priísta, ya que hoy las
instituciones son otras, destacando el equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y
el Legislativo, un sistema de partidos consolidado, la autonomía del Poder
Judicial, una sociedad civil más participativa, entre otros rasgos; sin embargo,
el regreso del PRI es inquietante y plantea más preguntas que certezas.

¿Cómo explicar el regreso del PRI? La insatisfacción por la democracia, la


sobrevivencia de problemas de antaño como la corrupción y la pobreza, el alto
costo de la guerra contra el narcotráfico iniciada por el presidente Felipe
Calderón y el desgaste de los gobiernos panistas a lo largo de su mandato, son
algunas de las razones que explican el retorno de los priístas a la presidencia.
El punto es cómo "leer" este sentimiento de decepción por la democracia de la
ciudadanía. Aquí no hay una sola respuesta. Para Camp, dicha insatisfacción
por la democracia lanza una clara señal de la fragilidad de la democracia
mexicana. Esto muestra que toma tiempo para los ciudadanos tener confianza
en un modelo nuevo de política y que un apoyo consistente hacia dicho
sistema de gobierno no puede ocurrir de la noche a la mañana. Cornelius
sugiere que este "desencanto" por la democracia puede tener algo positivo, ya
que es la manera en que los ciudadanos comienzan a ser más demandantes
con las instituciones de gobierno y a pedirles cuentas de su ineficiencia en
materia de políticas públicas. Greene advierte que sería arriesgado asumir que
la decepción por la democracia supone como única respuesta un apoyo hacia
el autoritarismo, ya que los votantes tienen diferentes expectativas en torno a
los sistemas democráticos y, ante una joven democracia prometedora pero
ineficiente, la gente puede hallar varias maneras para expresar su desilusión.

Las opiniones, reflexiones y juicios de los académicos entrevistados conducen


a pensar que si bien en política nada es seguro, sí hay oportunidades, mayores
o menores, para los actores políticos. En este sentido, la estrategia de
campaña de EPN fue la más eficiente de todas y la que, entre otras variables,
lo llevó a la victoria. EPN apeló a lo votantes jóvenes, quienes no tenían
memoria de las últimas dos décadas del PRI en el poder, y al mismo tiempo
hizo un llamado a los viejos votantes quienes recuerdan la Época de Oro de
estabilidad y crecimiento económico cuando el PRI estaba en el gobierno.
También logró neutralizar, hasta cierto punto, las afirmaciones de los otros
candidatos, quienes señalaban que el PRI representaba un retorno a la
inestabilidad económica y al autoritarismo. Finalmente, es probable que EPN
logró hacer "sentir" a los votantes, sin decírselos directamente, que el PRI
podía reducir la violencia en México, asociada con la guerra contra el
narcotráfico, a diferencia del gobierno panista en turno. Después de los
comicios de 2012, no resulta claro si las viejas prácticas priístas como el uso
autoritario del poder, la corrupción como recurso de primera mano, los
cacicazgos a nivel de los gobiernos estatales, el fraude electoral, la compra del
voto, podrían ser erradicadas o al menos limitadas por el nuevo contexto
político institucional mexicano (caracterizado por un equilibrio de poderes, una
mayor participación ciudadana en la vida política del país y un sistema partidos
fuertes) derivado de la transición democrática. Difícil saber hacia dónde se
inclinará la balanza, al parecer sólo es posible observar que el dinosaurio ya no
ronca más... ha despertado... pero no es claro qué tanto el contexto
institucional pueda domesticar su vieja herencia.” (Vilchis y Ricardo, 2013)

Comparación entre Felipe Calderón y Peña Nieto

“Las coyunturas que enfrentaron Calderón y Peña Nieto durante sus gestiones
fueron, a todas luces, muy distintas. El primero comenzó su gobierno con una
grave crisis de legitimidad derivada de una elección muy competida, que ganó
con un margen mínimo; el segundo, cuya elección también enfrentó
cuestionamientos, con niveles de aceptación mucho más altos que su
antecesor. La suscripción del Pacto por México, por lo demás, significó un
reconocimiento para el presidente Peña Nieto, ya que se lo percibía como
alguien que había sido capaz de conseguir acuerdos políticos para que se
cumplieran once de las Reformas Estructurales que aún estaban pendientes o
inconclusas hacía no pocos lustros.

Cómo fue que se movieron los niveles de aprobación de Calderón durante su


mandato, cabría preguntarse en este punto, y cuáles han sido los de Peña
Nieto en lo que va de su gobierno. Aunque las mediciones varían según la casa
encuestadora, en un poll de polls(promedio de diversas encuestas: Buendía &
Laredo; Parametría; GEA-ISA; Consulta Mitofsky) se puede observar que, en el
caso de Calderón, la aprobación se mantuvo en un rango de entre el 44 y 68%.
Aun cuando los ciudadanos se volvieron más críticos sobre la violencia que
asolaba el país, daban buenas calificaciones a su gestión en general, a causa,
muy probablemente, de los niveles de estabilidad económica que vivimos por
entonces (se registró la inflación más baja de la historia y hubo una
acumulación histórica de reservas internacionales).

Los puntos más bajos de la aprobación de Calderón estaban cerca del 50% en
el pasaje del 2010 al 2011. Estas bajas parecen estar asociadas a
percepciones sobre los niveles que alcanzó la violencia en México en ese
punto y a la incapacidad del Gobierno para hacerle frente. Peña Nieto, quien
inició su mandato con una aprobación del 55% y tuvo un repunte a lo largo de
2013, en noviembre y diciembre de ese mismo año bajó al 53% para caer
luego a niveles de entre el 29% (según Consulta Mitofsky, agosto de 2016) y el
25% (Buendía y Laredo, noviembre del 2016). Estos porcentajes representan
la calificación más baja para un presidente desde que se inició la publicación
de encuestas similares en 1995 (Reforma, 13.IV.16). La caída más
pronunciada comenzó en febrero de 2014 y parece coincidir con las
evaluaciones más bajas de los ciudadanos sobre las Reformas Estructurales
(en especial, las Reformas Energética y Fiscal provocaron el mayor número de
evaluaciones negativas). De entonces en más, se ha ido deteriorando el
porcentaje de los encuestados que aprueban su trabajo. Según las cifras de
Consulta Mitofsky, esta caída se debió en parte al crecimiento de la
preocupación ciudadana por la inseguridad. En agosto del 2013, el 30% de la
población consideró, en efecto, que ése era el mayor problema; un año
después, el porcentaje bajó al 27% y se posicionó en el 26% en agosto del
2015. Un año después, subió al 31%, pero, aunque parezca que fue alta, en
los últimos años de Calderón, llegó al 37%.

En ambos casos, las encuestas se llevaron a cabo cuando cada presidente


iniciaba el segundo año de su gestión, entre los meses de enero y febrero,
2008 y 2014, respectivamente. La selección de los años 2008 y 20014, más
allá de que fueron años en que había encuestas comparables disponibles,
tiene que ver con las siguientes razones. En los meses de enero y febrero del
2008, no parecen haber noticias particularmente destacadas que pudieron
haber ocasionado sesgos importantes en las percepciones de los ciudadanos
con respecto del Presidente y su desempeño. Son años en los que la situación
económica era relativamente estable, por lo que puede evaluarse mejor el peso
real de los asuntos económicos en las evaluaciones de la gente, pues la
variable económica gana importancia en situaciones de crisis, hiperinflación,
decrecimiento económico, volatilidad.29 El segundo, por lo demás, es un año
en que el presidente en turno ya debería de haber presentado su agenda de
gobierno e implementar algunas medidas iniciales.

En enero de 2008, inicia el periodo de Juan Camilo Mouriño como secretario


de Gobernación, quien tuvo que negociar con maestros de la sección 22 del
magisterio que renovaron su protesta en contra de la ley del ISSSTE y de la
criminalización de la protesta social. Hacia mediados del mes de enero, las
bajas temperaturas habían causado la muerte de 29 personas. El 17 de enero,
los gobiernos de Estados Unidos y México pusieron en marcha el Proyecto
Gunrunner para impedir el tráfico de armamento hacia nuestro país. A
principios de febrero, tras meses de intentos fallidos de acuerdo, el día seis,
Leonardo Valdés Zurita toma posesión como consejero presidente del IFE y
Marco Antonio Baños y Benito Nacif, como consejeros. El suceso acaso
mediáticamente más importante fue la captura de Alfredo Beltrán Leyva,
presunto operador del cartel de Sinaloa, liderado por el “Chapo” Guzmán.”
(Simuano, 2018)

Hipótesis

A mayor nivel de violencia e inseguridad durante la guerra contra el


narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón mayor nivel de corrupción en las
elecciones presidenciales donde ganó Peña Nieto y la influencia del
narcotráfico en el sistema político mexicano.

Objetivo General

Analizar los efectos y causas de la guerra contra el narcotráfico al sistema


político mexicano durante las elecciones presidenciales de Peña Nieto.

Objetivos particulares

1.- Analizar las bases de la seguridad pública y del sistema político mexicano
con base en la “Guerra contra el Narcotráfico”.

2.- Comparar los índices de violencia en el país durante los gobiernos de


Felipe Calderón y Peña Nieto.
3.- Criticar la decisión de Felipe Calderón de comenzar la guerra contra el
narcotráfico a pesar de que desde el inicio se veían indicios de la fuerte
respuesta de parte de los Carteles ante tal decisión.

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