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TRENT UNIVERSITY

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*
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ESPAÑOLA
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
Dirigida por, DÁMASO ALONSO

VI. ANTOLOGÍA HISPÁNICA


DÁMASO ALONSO y JOSÉ MANUEL BLECUA

ANTOLOGÍA DE LA
POESÍA ESPAÑOLA
LÍRICA DE TIPO TRADICIONAL

SEGUNDA EDICIÓN CORREGIDA

EDITORIAL GREDOS —SALA Y GRIJALBO, LTDA.


MADRID SANTIAGO DE CHILE
O Editorial Gredos, Madrid, 1964.

N.° de Registro : 7032-63. — Depósito Legal: M. 17107-1963

«Gráficas Cóndor, S. A. Aviador Lindbergh, 5. — Madrid-2. 2039-6^


ONULP
£N EL PÓRTICO DE UNA ANTOLOGÍA
DE LA POESÍA ESPAÑOLA

por

Dámaso Alonso
SOBRE LA VALORACIÓN DE
LA POESÍA CONTEMPORÁNEA

El primer axioma de la crítica es (para mí) que nin¬


guna época se equivoca estéticamente, es decir, que hay
unas misteriosas apetencias, distintas en cada momento,
y que el arte tiende a llenarlas, como la materia tiende a
ocupar el vacío. Los períodos inmediatos, anterior y pos¬
terior, suelen desconocer esa razón estética de su compa¬
ñero, y aun negarla violentamente. El valor que en defi¬
nitiva haya de tener el arte de una determinada época, es
ya fallo de la historia: una sedimentación valorativa que
va dejando —a lo largo de su trascurso— la Humanidad.
Para conocer la sensibilidad de un hombre, le pre¬
gunto primero por el arte que se está creando a su alre¬
dedor. Porque creo que quien no participa en la com¬
prensión del arte de su época, difícilmente comprenderá
el antiguo. Quiere decir esto que dudo mucho de un crí¬
tico literario si le veo vuelto de espaldas a la poesía viva,
manante. ¡ Cuántos críticos de fama indiscutible mostra¬
rían su baja ley si los ensayáramos en esta piedra de
toque!

IX
Pero los juicios sobre la poesía contemporánea carecen
de validez. Vivimos esa poesía, la sentimos, porque esas
misteriosas apetencias se producen también en nosotros.
Nuestros juicios son justos dentro del fanal de la época.
Pero son incomparables con los juicios críticos de lo pre¬
térito. Son incomparables, sencillamente porque son otra
cosa, porque no son reducibles a la misma unidad.
Si yo doy mi juicio sobre la poesía española del si¬
glo XX, tengo en seguida que decir —y lo he dicho ya
por escrito alguna vez— que hemos vivido estos años
uno de los períodos áureos de nuestra lírica. ¡ Qué modo
de sucederse las generaciones y los grupos! ¡ Qué movi¬
miento poético! : apenas una ciudad de alguna impor¬
tancia en España, sin su grupo selecto de poetas atentos
a los avances de la poesía española y muchas veces de la
mundial. ¡ Cuántas revistas, a veces nacidas en los sitios
más inverosímiles; cuántas colecciones de libros de poe¬
mas, alguna de las cuales ha pasado ampliamente el cen¬
tenar de volúmenes! Para encontrar algo semejante ten¬
dríamos que mirar al panorama poético de la España de
principios del siglo XVII. También allí —si sustituimos
las revistas por las copias manuscritas que circulaban de
mano en mano— ese hervor, esa diseminación por toda
España, ese entusiasmo.
Y una cosa curiosa: desde la implantación del moder¬
nismo (con el injerto de Rubén) hasta nuestros días, no
ha habido ningún rompimiento definitivo de la tradición
poética. Cada grupo, cada generación, trae elementos
nuevos, de modo que en cada escalón, la técnica y los
temas se modifican bastante. Pero siempre hay otros ele¬
mentos que, trasmitidos, aseguran la continuidad. Se pro¬
duce esto que a primera vista parecería imposible: entre
un poeta de la generación que llamamos modernista o
del 98, según la perspectiva que sigamos, y uno de ios
más jóvenes de los Veinte poetas reunidos hace poco en

X
antología, la diferencia es enorme. Sin embargo, no hay
un momento en que se vea producirse el rompimiento.
Lo mismo en las opiniones críticas generacionales. Por
ninguna parte (o todo lo más algún poeta aislado) estas
generaciones sucesivas han negado o execrado las inme¬
diatamente anteriores. ¡ Cuán distinta la conducta del
“modernismo-noventayocho” con relación a los escritores
de fines del siglo XIX!
Sí, un período áureo, por su abundancia, por la ferti¬
lidad, por el prurito de acercamiento al centro misterioso
de la actividad poética, por la personalidad de las voces,
este desarrollo de la poesía a lo largo de la primera mitad
del siglo XX, con dos grandes generaciones bien cono¬
cidas ya en el mundo (en los sectores del mundo que se
interesan por la poesía): la inicial, entre “modernismo”
y “98”, y la, hoy ya central, de 1927. Entre las dos,
otros grupos interesantes. Y, después de 1927, lo menos
tres nuevas generaciones españolas (la mayor todavía a
caballo entre 1936 y 1939)* que crecen hoy hacia la fama.
Pero éstas son opiniones de contemporáneo. Dirijamos
ya nuestra mirada en perspectiva histórica.

HALLAZGOS Y NUEVAS VALORA¬


CIONES CRÍTICAS DEL SIGLO XIX

Aunque parezca mentira, creo que sólo ahora, a me¬


diados del siglo XX, puede un crítico (yo o cualquiera)
tratar de dar en muy pocas páginas una visión orgánica y
justa de la poesía española, de lo que ha sido y es para
nosotros, los españoles, y de lo que debe ser, es decir, de
la estimación que se le deberá dar dentro de la gran poe¬
sía del Hombre.
La poesía en estado químicamente puro es, para mí,
la lírica. Hacia 1850 no se sabía (así: literalmente) lo

XI
que era la lírica de España, de la que se conocía apenas un
fragmento de un fragmento, porque se conocía sólo algún
aspecto de la lírica del Siglo de Oro; fuera de eso, de la
verdaderamente importante, nada más.
Sólo ahora, gracias a investigaciones y valoraciones
llevadas a cabo por la crítica de estos últimos treinta años,
hemos ganado una visión, por de pronto, mucho más com¬
pleta, y, además, creo, bastante justa, de lo que fue la
lírica española. Sólo desde nuestros días sabemos qué ad¬
mirable y completo desenvolvimiento tuvo la linca espa¬
ñola del Siglo de Oro, su intensidad, su abrasada tempe¬
ratura, sus altas metas, su individualizadora variedad. Y
sólo por investigaciones y valoraciones aún más recientes,
de estos veinte últimos años, sabemos hoy qué fue la
verdaderamente importante que en lírica se produjo en
España durante el siglo XIX. La crítica anterior a nues¬
tra época había sido incomprensiva y en cierto modo des¬
tructiva, respecto a esos dos panoramas: para el del Sigla
de Oro, porque los dogmatismos estéticos mutilaban el
bello arco de atrevidísimo desarrollo, al negarle algunas
de sus dovelas, y al malcolocarle otras; y para la misma
poesía del siglo XIX, porque la crítica de la segunda
mitad de esa época, atenta a lo brillante rotundo y formal,
desconoció o sólo reconoció a regañadientes y de un modo'
tardío, la veta de la poesía más pura, íntima, esa vena
temblorosa que comienza a brotar precisamente a media¬
dos del siglo XIX, y que, a través de Bécquer y de Ro¬
salía de Castro, fluye emocionadamente hacia nosotros.
He ahí dos reconstrucciones críticas: las de los panora¬
mas líricos del Siglo de Oro y del siglo XIX: del centro,
pues, y del final de todo el desarrollo.
Una gran casualidad iba a hacer que también fueran
los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del
XX los descubridores del inmenso tesoro de nuestra
poesía de tipo tradicional, enraizada en las entrañas de la

XII
Edad Media. Y, coronamiento, ápice de esa casualidad,
son los hallazgos (procedentes del campo del hebraísmo
y arabismo) que nos revelan hoy un siglo más de la lírica
de España, un siglo más profundo, más metido en la
noche de la Edad Media, y anterior a cualquier otra lírica
conocida, de Europa.
Estas recientes y fundamentales variaciones de núes-
tra apreciación de las partes central, final e inicial del des¬
arrollo lírico de España son lo que permite que el crítico,
al ponerse a escribir en marzo de 1956 estas brevísimas
páginas, tenga confianza en que lo que dice es nuevo, y
mucho más completo y mucho más justo que lo dicho
por toda la crítica anterior. No por mérito suyo, del crí¬
tico. Sino porque, al escribir, está aprovechando (quizá
por primera vez en una ojeada de conjunto) esos tres
hallazgos recientes.

LA LÍRICA DEL SIGLO DE ORO

El español que se pone frente a la lírica española


del siglo XVI se queda primero temeroso y aprensivo,
al irse dando cuenta de que nuestra poesía en esa época es
imitación de la italiana. La aprensión cesa y el asombro
comienza, cuando al tomar al primer imitador, a Garci-
laso (pues Boscán queda como anulado tras él), el lector
que puede comparar con la poesía italiana de ese mismo
momento, comprende que en Garcilaso hay una vibración
en la voz, que es como si el alma le palpitara en ella y en
ese temblor se nos comunicara, todo de una manera tan
sedosa, tan, diríamos, entredormida, que (y esto es el
milagro) el dolor de Garcilaso vive, vive aún, vive en
nosotros. Nada semejante en el petrarquismo italiano del
siglo XVI. La voz de Garcilaso se proyecta sobre nos¬
otros: es decir, Garcilaso no es arqueología, es un poeta

XIII
moderno. En cierto sentido, el primer poeta moderno
europeo.
Fondo, paisaje, representación, todo, sin embargo, era
aún italiano en Garcilaso de la Vega. Pero el germen
fecundante que había traído iba a producir una gran
trasformación. Entra ahora la nueva poesía italianizante
en el espíritu español, en un espíritu todo contrastes y
extremos. Y primero se siente arrebatada en un sentido
espiritual. En esa forma italiana vierte Fray Luis su pro-
testa contra la injusta y cruel persecución, las angustias
de sus momentos más desesperanzados, su anhelo de unión
con la Divinidad y —aunque siempre como el desterrado
que contempla de lejos— diáfanos, maravillosos “rompi¬
mientos” a través de los cuales se columbra la serena vi¬
sión beatífica. También está lleno de emoción su senti¬
miento de la naturaleza real. Y, muy importante: el pai¬
saje, clásico, italianizante aún en Garcilaso, ha desapa¬
recido; es el humilde paisaje castellano lo que está al
fondo de los versos de Fray Luis: primera valoración es¬
tética del terruño humilde (el otoño castellano, la tormen¬
ta súbita del verano en la meseta, la pobre fuentecilla...),
o cuando no, la diáfana profundidad estrellada de las
noches del Sur.
Más arrebato aún: y el metro italiano le sirve a San
Juan de la Cruz para describir los misterios de la más
alta unión, y para, a través de la sequedad de las “no¬
ches”, desembocar a la belleza de un mundo intacto y
nítido, como esmaltado por pinceles de eternidad. Con
esa belleza —revestida de palabras de hermosa precisión :
las “ínsulas extrañas”, los “ríos sonorosos”...—, evoca el
alma la hermosura sin límite de su Enamorado. O a ve¬
ces, en una especie de vuelta o giro veloz, como por gusto
del contraste, el poeta verterá, en coplas a la antigua cas¬
tellana, nuevos experimentos: porque ya no le basta para
expresar la unión la imaginería erótica en la tradición del'

XIV
Cantar de los Cantares; y en el furor de su anhelo, busca
comparaciones impredecibles, raras imágenes crueles: el
alma tras Dios, es como un halcón que se apodera de la
zahareña garza:

volé tan alto, tan alto,


que le di a la caza alcance.

¡ Cuán distinto de estos dos últimos poetas nuestro


Lope, el humanísimo (aunque no sin ramalazos ascéticos,
y aun de anhelo místico) Lope de Vega! Distinto, pero
de la misma veta: la del extremado frenesí. El de Fray
Luis era un anhelo, y el de San Juan de la Cruz un gozo,
de Divinidad. El frenesí de Lope se vierte hacia la vida:
el hombre se entrega a ella y la vida le devuelve, sin
filtro, sin selección, los materiales de su poesía. Esta unión
de vida y poesía, este verterse la primera sobre la segunda,
es un adelantarse Lope a toda la lírica de Europa.
Otro frenesí —y también muy diferente de todos los
anteriores— es el que hostiga a don Luis de Góngora.
El mundo es vario, y ya para este gran barroco, el arte
no es sólo ponderada armonía: el dulce equilibrio y la
monstruosa pasión luchan en esta concepción estética.
Pero el empeño de Góngora es el encerrar la múltiple
variedad del mundo en un cielo inmutable y depurado,
un “mundo poético” creado por su fantasía, mas con tal
propiedad que, término a término, evoca o reproduce la
cambiante variedad natural. Naturaleza y arte Se corres-
ponden como dos planos enfrentados: a lo perecedero, a
lo variable, a lo mezclado o borroso (plano real) sustituye
lo eterno, lo nítido, lo exacto (plano del arte). La tras¬
mutación se efectúa, término a término, por medio de la
imagen. ¡ Y qué maravillosa doma de la palabra, obligada
a describir mil lazos, mil arabescos, mientras nos deja
todas sus posibilidades de sugestión sensorial: aroma, co¬
lor, música, movimiento!

XV
No menos grande, Quevedo. No menor artífice de la
palabra. Y en cierto modo más novedoso en cuanto que
la trasmutación no es ya en el sentido del impulso rena¬
centista (como aún lo era en Góngora aunque éste extre¬
mase la velocidad y el alcance). En Quevedo se rompen
muchas convenciones: una fuerza naturalista y popular
quiebra en él muchas cosas. En Quevedo, entre el alto
poeta lírico y el desgarrado troquelador de gracias, hay
muchos trasvases. Siempre, siempre apretando la palabra
y el concepto, que entran como prensados en el cerebro
del lector, para sólo allí libertarse. Pero el lector —y es
muy importante— no resulta así modificado sólo en sen¬
tido estético (como en el caso de Góngora), sino en su
totalidad humana, porque el arte de Quevedo —con todo
su furor expresivo y mediante la concentración de su
pensamiento— apunta a nuestra esfera moral.
Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Góngora,
Quevedo... Si dejamos aparte el primero —maravilloso
resonador de la melancolía, superación, junto con Ca-
moens, de todo el petrarquismo del siglo XVI—, todos
los demás tienen un desasosiego, un frenesí bien de Es¬
paña. Todos, extremo, anhelo último de algo. Notable,
cuán diferentes, cuán personales todos. Dovelas del es¬
pléndido arco de la lírica de España entre los dos arran¬
ques, siglo XVI, siglo XVII. Y ahora comprendemos que
la imitación italiana, la forma italiana, sirvió sólo de cau¬
ce por el que libremente fluyó para buscar su expresión
autóctona, el espíritu español.
Cuando se vuelve la vista a la literatura europea de
esos dos siglos, no se encuentra en ellos nada que se pueda
comparar. El momento lírico de Italia había pasado ya
(aunque más tarde tendrá un vigoroso renacer). Francia,
constante siempre que habrá de tener un espléndido
siglo XIX poético—, tiene también una lírica interesante
en esos dos siglos XVI y xvil: es poesía, en general.

XVI
medida, diáfana, contenida. ¡ Cuán distinta de ese pru¬
rito, ese variado anhelo de superación, de perforación, de
cima, que da su grandeza a este desarrollo lírico español
del Siglo de Oro! Buscando lírica entre los pueblos eu¬
ropeos (en esos dos siglos XVI y xvii) sólo colocaría
cerca a Inglaterra: es tema largo.

POR UN CLAVO SE PIERDE UN REINO

Pero la crítica del siglo XIX consideró a Góngora


como un demente; censuró a Quevedo, y aunque no le
negó, no comprendió nunca su valor europeo de gran
poeta; equivocó a Fray Luis, considerándole místico y
sólo fuente de serenidad (¡ al poeta más atormentado de
todo el Siglo de Oro, místico sólo en el anhelo de unión!);
y pasó volanderamente por San Juan de la Cruz, aunque
llenándole de alabanzas.
¿Cómo s-e querría que la crítica extranjera, encandi¬
lada entonces con nuestro teatro y nuestra picaresca, tu¬
viera ojos (y sobre todo oídos) para la lírica española del
Siglo de Oro?
Esa lírica nuestra, ese maravilloso desfile de mundos
poéticos, intensos y contrastados, y de individualísimos
seres humanos, creadores de esos mundos, ha sido en su
valor conjunto casi desconocida por la crítica general eu¬
ropea. Pero ahí está; realidad viva y casi tangible. La
he concretado en esos seis nombres, pero cuantas voces,
ya graves y sentenciosas, ya de aristocrática delicadeza,
ya ligeras y graciosas, cualquier lector echará de menos
en esa lista, que cada uno puede añadir (Herrera, Epístola
moral, Argensola, Rioja, Medrano, etc.). El fondo de
excelentes poetas que ofrece España entonces, es cierta¬
mente asombroso en país tan poco poblado y tan entre-

XVII
gado por aquellos días a empresas de conquista y colo¬
nización.
Al español que se pone —como yo ahora— a hacer
recuento y resumen del valor de la lírica de España, des¬
pués del susto inicial (la imitación italiana en el Siglo de
Oro) le esperan aún otros temores. Está tan divulgada
en el mundo la idea de que Castilla es tierra épica, y que
en la península lo lírico es occidental..., etc., que yo no
sé si algún día podremos desterrar tópicos tan vacíos. Lo
peor es que los mismos españoles y aun en este mismo
siglo nos hemos dedicado a propagarlos.
No nos extraña, pues, que en el siglo XIX —tan
atento, repito, a los valores realistas— no hubiera primero
comprensión para la totalidad de nuestra lírica cuando
se desconocía aún ese alto grito —tan español y al mismo
tiempo con tanto anhelo de universalidad— de la poesía
del Siglo de Oro.

SUSPIRILLOS DEL SIGLO XIX

Ya sabemos cómo desde la segunda mitad del siglo


XVII desaparecen en España los grandes líricos, y cómo
el siglo xviii puede ofrecernos sólo una serie de poetas
excelentes, no geniales, los mejores hacia el final del si¬
glo: Fray Diego González, Meléndez Valdés, Jovella-
nos... No podemos ni comparar con el magnífico desarro¬
llo lírico del Siglo de Oro. Pero en casi todo el mundo,
el siglo XVIII es un decrecimiento en lírica, y no nos
extraña nada que así sea en España.
Pero el romanticismo español parece confirmar nues¬
tros temores. Cuando Inglaterra ha pasado de los laquis-
tas a Byron, Keats y Shelley; cuando Alemania acaba
de perder a Goethe y Heine acaba de publicar el Buch
der Lieder; cuando en Francia están en plena producción
Victor Hugo, Lamartine, Vigny y Musset, cuando en
*

XVIII
Italia, recién desaparecido Fóscolo, está llegando a sus
últimos años Leopardi, España, si contemplamos las co¬
sas con desapasionamiento, no tiene mucho que presentar.
Nuestro romanticismo es tardío, y por eso muy rebotado,
muy gastado ya. Quizá a veces nos atraen el garbo y el
señorío de Espronceda, y las animadas y coloreadas evo¬
caciones de Zorrilla; y otros poetas de segundo orden
esperan quizá una revaloración : eso es todo.
Y el siglo XIX no nos da, hacia su final, sino la poe¬
sía filosófica de Campoamor, intento generoso, no logrado,
pero muy interesante (empieza aquí, queramos o no, una
importante veta de poesía —el prosaísmo como medio de
expresión poética—, y, con intermitencias, tendrá un des¬
arrollo, cuyos últimos reflorecimientos bien evidentes son
ahora, en 1956). Al lado de Campoamor, las frías estruc¬
turas de Núñez de Arce.
Fue Núñez de Arce quien, despectivamente, habló de
los “suspirillos germánicos”. El culto don Gaspar, pontí¬
fice poético de su época, casi se rasgaba la levita —entre
indignación y desprecio— ante esos “suspirillos”.
Esos suspirillos, en su fórmula más intensa, se llama¬
ron Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Hoy
representan, entre todo el siglo XIX, la poesía que sen¬
timos mejor y la que más próxima consideramos a
nuestras necesidades expresivas. Sólo hoy, después de
una serie de trabajos y valoraciones de varios investiga¬
dores y críticos (es ésta la segunda novedad que anuncié
al comienzo de estas líneas), vemos cómo, entroncada por
un lado en la poesía de Heine, y por otro en la idea ro¬
mántica de la poesía popular, se forma desde mediados
del siglo XIX toda una línea de lírica que ha pasado del
estruendo y el arrebato romántico al tono menor, de la
desesperación a la suave melancolía, de los atropellos y
alocadas competencias de ritmos y rimas (¡ esas carreras
cuesta arriba y cuesta abajo como en los Djinns!), a una

XIX
modestia rítmica que prefiere el asonante, con una expre¬
sividad nueva que sabe el valor de lo indeciso, del tem-
bloroso matiz.
Que existía esta dirección heiniana era una cosa co¬
nocida por la crítica b No su continuidad m su valor.
Después de los estudios más recientes1 2, sabemos bien
cómo están en esa línea Eulogio Florentino Sanz, no sólo
con sus versiones, sino también con sus poemas originales,
Vicente Sainz Pardo, Selgas, el chileno Guillermo Blest
Gana, Ferrán y muchos otros; sabemos cómo varios de
esos poetas pueden ser agrupados en torno a la figura de
Bécquer, como prebecquerianos y postbecquerianos; sa¬
bemos, en fin, que la aparición de esta veta de poesía,
muchas veces breve, siempre menor, ligera, no insistente,
interior, intimista, es un hecho totalmente nuevo, de
una trascendencia enorme. Y he aquí cómo la atención
de nuestra mirada al posarse sobre el siglo XIX ha sido
desviada de unas puntas enterizas y brilladoras a las que
antes exclusivamente atendía, hacia este desarrollo de
algo tierno, nuevo, hacia estos deliciosos “suspinllos ger¬
mánicos”. La poesía española del siglo XX (Juan Ramón
Jiménez, Antonio Machado), saltándose a don Gaspar
Núñez de Arce, va a empalmar con esta veta de los “sus-
pirillos’b No es, exactamente, que proceda de ellos. No;
se trata sólo de afinidad, de una posición parecida ante la
expresión, de un palpitar, un matiz, una nostalgia.

LA POESÍA DE TIPO TRADICIONAL

Novedades críticas hacia el medio (totalización del pa¬


norama poético del Siglo de Oro), hacia el final (descu¬
brimiento de línea intimista). ¿Y hacia el principio?

1 Véase, por ejemplo, el capítulo que le dedica el P. Blanco García.


2 Entre otros, Dionisio Gamallo Fierros, J. F. Gómez de las Cor¬
tinas, José Luis Varela, José Pedro Díaz, y el autor de estas líneas.

XX
Acabamos de hablar del ligero matiz popular, que
mezclado con el heimano se nos revela ahora en el si'
glo xix. Peio los poetas de 1850, de lo popular apenas
si podían tener más concepto que la idea romántica de
las dos poesías (popular frente a culta), o si no las coplas
del pueblo, vivas siempre en tradición española. El tesoro
de la poesía española de tipo tradicional apenas si era
conocido por alguna de sus muestras, y nadie, nadie se
daba cuenta del fabuloso conjunto a que esas piezas per¬
tenecían.
La ciítica negaba la poesía lírica popular. La poesía
popular era solo épica (canciones de gesta y romances) j
la linca eia siempre culta. Así, con algunas restricciones^
lo propagaba Valera en su discurso de ingreso en la Real
Academia Española. De él lo aprendió Menéndez Pe-
layo, y (sin restricción alguna) categóricamente lo afirmó
en su juvenil Horacio en España. Pero una serie de casua¬
lidades que no son de este lugar (estudio hecho por él
mismo del teatro de Lope, publicación, llevada a cabo,
per otros, de los cancioneros gallego-portugueses), fueron
descubriendo ante los ojos asombrados del gran crítico
; la poesía de tipo tradicional, y con ella un tesoro de emo-
: ciones fresquísimas, virginales... ¡Menéndez Pelayo aca¬
ba de comprender que sí, que existe la lírica popular! Lo
comprende, y también su importancia en la historia de
la literatura española: porque la poesía de tipo tradicional
de la Edad Media, ya anónima, ya glosada o refundida
' y glosada (versiones a lo divino), se prolonga a lo largo
I del Siglo de Oro. A Menéndez Pidal y su escuela le tocó
el estudiar en pormenor esa veta que penetra adelgazán-
! dose por los siglos XVI y XVII.
Sabíamos que era de origen medieval, pero apenas si
poseíamos algunos testimonios que nos vinieran directa¬
mente de la Edad Media. Cuando he aquí que hace pocos
años todo se vino a coronar del modo más inesperado.

XXI
El semitista Stern publicó algunas jarchas escritas en len--
gua española, si bien con el matiz dialectal mozárabe.
Las jarchas son estrofas finales de las composiciones lla¬
madas muguasajas, usadas por los moros de España (y a
imitación suya por nuestros judíos). Estas jarchas proce¬
den, las más antiguas, de la primera mitad del siglo XI.
Es decir, de una época de la que no nos ha llegado poesía
lírica en ninguna otra lengua europea. Estas jarchas se
sitúan a la cabeza de toda la lírica española, y muchas de
ellas parecen ser el más remoto testimonio de esa veta de
tipo tradicional, que se prolonga hasta el Siglo de Oí o.
He aquí, pues, cómo es cierto que la crítica del si¬
glo XX tiene grandes novedades que contar al público
cuando habla de poesía tradicional.
Lo importante, ahora, es señalar la enorme riqueza
de este tesoro. Podemos asegurar que un conjunto seme¬
jante al que forman el Romancero y los Cancioneros pen¬
insulares ninguna otra región europea lo posee.
Y más importante aún:
El valor vivo, la capacidad de mover al hombre del si¬
glo XX, que tiene esa lírica de tipo tradicional, es enor¬
me. Esa poesía, blanca, breve, ligera, que toca como un
ala, y se aleja dejándonos estremecidos, que vibra como
un arpa, y su resonancia queda exquisitamente temblan¬
do, esa poesía “popular”, que definían los románticos, y
nuestros postrománticos también, que es la que los poetas
de tendencia intimista buscaban a mediados del siglo
XIX, tiene en la poesía de tipo tradicional castellana una
perfecta realización.
Es un emocionado tesoro. Para mí, el conjunto del
'Romancero y el Cancionero de tipo tradicional representa
tanta belleza, tanta emoción humana como todo el con¬
junto de la gran poesía del Siglo de Oro.

XXII
POESÍA CULTA DESDE LA EDAD MEDIA

En ^la poesía narrativa de carácter culto, de la Edad


Media —en los poemas de cuaderna vía—, también se
abren a veces breves descansaderos líricos de exquisito
encanto, no menos bellos por el hecho de que muy fre-
cuentemente se les puedan encontrar paralelos en poesía
europea, ante todo francesa.
Por su parte, la lírica culta medieval, tal como la ve¬
mos en colecciones como el Cancionero de Buena (poesías
de los siglos XIV y xv), ofrece aquí y allí, entre discre¬
teos y manidas fórmulas trovadorescas, destellos de au¬
téntica pasión y voz emocionada. Una veta muy especial
forma en esa época la poesía de meditación del acaba¬
miento : que tiene su expresión máxima en las Coplas
de Jorge Manrique, genial primera condensación lírica de
nuestro espíritu, plasmada en una lengua que también,
por primera vez, se manifiesta adulta.

LA POESÍA ÉPICA MEDIEVAL

Hasta el reciente descubrimiento de las jarchas, la


obra más antigua de la literatura española era el Cantar
de Mío Cid, que Menéndez Pidal fecha hacia 1140 (y
otros eruditos algo más tarde). Es la única pieza bastante
bien conservada y casi completa de nuestra antigua épica
juglaresca. De enorme valor, por su técnica y por su en¬
foque estético de la vida: frente a la épica francesa más
arreada y fantástica, que apela más a la exageración y a
lo maravilloso, la épica española tiene un carácter sobrio,
real, escueto, en consonancia con el medio en que se mue¬
ven los héroes del poema. Es objetivo primero del poeta
del viejo cantar, el alma humana: ante nuestros ojos de

XXIII
lectores del siglo XX palpitan, psicológicamente varían,
es decir, viven, estas criaturas creadas por el arte del XII.
Tras el rostro venerable del Cid —como siglos más tar-
de en el Enterramiento del Conde de Orgaz— el friso
de los rostros de sus compañeros: actitudes, modos, ros¬
tros, almas, diversas, individuales.
Rasgos semejantes debían existir en otros poemas épi¬
cos, que sólo se nos han conservado prosificados, en las
Crónicas, Esta sobriedad se alteró profundamente en épo¬
ca tardía: como lo muestran las Mocedades de Rodrigo,
poema que conservamos (aunque en mal estado): en él
dominan la exageración y la desmesura.
Teda la antigua materia épica va a dar, fragmentada,
a los romances. El pueblo retuvo así alguno de los epi-
sod'os más apasionantes de las antiguas gestas; también
hubo romances en que un poeta resumió brevemente todo
el contenido de un antiguo poema extenso.
Junto con esa materia épica de la tradición española
van a dar al romancero temas novelescos tratados ya en
una forma ya en otra en la literatura europea. En el ro¬
mancero español concurren, pues: i.°) leyendas tradicio¬
nales españolas; 2.0) narraciones internacionales.
El gran valor del romancero ha sido reconocido desde
el mismo romanticismo; y no hay absolutamente nada
que rectificar en ese alto aprecio. Las novedades que aquí
aporta el siglo XX son en especial de tipo científico, gra¬
cias a los rigurosos estudios de Menéndez Pidal (plantea¬
miento de multitud de problemas técnicos referentes a los
romances: su tradicionalidad hasta hoy, su relación con
las gestas, su fragmentación, su pervivencia en Améri¬
ca, etc., determinación de los rasgos que distinguen a
viejos y juglarescos, etc.).
No podemos olvidar el romancero artístico. Tras los
romances tradicionales, los juglarescos. Y unos y otros se
vierten sobre la gran literatura del Siglo de Oro. Los es-
1

XXIV
critores de esta época, no sólo se impregnan de toda esa
tradición, sino que la prolongan con creaciones originales.
Romancero artístico: garbo y picardía de Lope, lumino-
sas y coloreadas visiones de Góngora, malicioso desgarro
y activísima y entrecruzada malicia conceptual de Que-
vedo...

LA ÉPICA CULTA DEL SIGLO DE ORO

LJn gran salto nos sitúa ahora frente a otro tipo de


épica completamente distinto. Con el Renacimiento llega
un gusto de competir con la antigua épica griega o latina.
El ejemplo italiano (del Orlando o la Jerusalén) es imitado
repetidas veces en España. Poemas como la Araucana, el
Bernardo o la Cnstiada todos tienen grandes valores y
trozos admirables. Pero ¿se me permite expresar el poco
entusiasmo que siento por este tipo de poemas —ya es¬
pañoles, ya italianos—? El mundo, el conjunto humano,
ha pensado sin duda lo mismo. Mientras que la novela,
que nace más o menos por la misma época pero que mi¬
raba limpiamente hacia el futuro, resulta un enorme éxi¬
to y tiene la portentosa floración que en toda su pujanza
llega hasta nuestros días, el poema épico renacentista,
rechinante de antiguallas, arqueológico, en suma, es flor
de un día: produce unas cuantas obras maestras y se
extingue.

LA VETA CULTA; LA VE¬


TA DE TIPO TRADICIONAL

Hemos venido llevados por el viento. En bordadas


de capricho, en un zig-zag que parecía desordenado,
como quien no quiere la cosa, henos llegados al final de
nuestra senda. Habrá que señalar ahora que ese desorden

XXV
externo seguía una imperiosa pauta interior. Reduzcá¬
moslo todo a un puro esquema cuasi geométrico:
Sólo vemos ya dos enormes vetas, y en cada veta
dos ramas.
La primera veta es la de tipo tradicional. Tiene dos
ramas: la narrativa (cantares de gesta y romancero) y la
lírica (cancionero de tipo tradicional).
La veta tradicional penetra (con sus dos ramas) pode¬
rosamente, en el Siglo de Oro. Las alusiones a elemen¬
tos de tipo tradicional (sobre todo romances y canción-
cillas) son tan frecuentes en esta época que prueban que
esa poesía estaba en la memoria de todos. El Siglo de
Oro prolonga —de muchos modos— la poesía de tipo
tradicional (el teatro vuelve a tratar las leyendas de nues¬
tra historia, o desenvuelve dramáticamente breves can¬
ciones ; los poetas cultos glosan de nuevo viejos villan¬
cicos, o los vuelven a lo divino; o inventan nuevos ro¬
mances, de tipo morisco, etc.). A través del siglo XVIII,
llegado el romanticismo, la poesía narrativa de tipo tra¬
dicional se pone de moda entre los eruditos (y así dentro
de esa tradición se producen nuevos poemas y dramas).
La crítica científica desde fines del siglo XIX y en lo
que va del XX, vuelve a tratar estos temas, y origina
con ello un nuevo reflorecimiento (cancionero y popu-
larismo poético en la generación de 1927, etc.). Se puede
decir que, en cierto modo, la veta tradicional de nuestra
poesía se prolonga hasta hoy.
La segunda veta es la de la poesía culta. Tiene una
rama épico-narrativa que se manifiesta principalmente en
dos momentos: uno el de los poemas medievales de cle¬
recía; otro, el de la épica culta. Al innegable interés de
la rama épico-narrativa supera, sin posible duda, el de la
rama lírica. Hemos prescindido, por no tener aún una
visión histórica, de enjuiciar lo contemporáneo (aunque no
negaremos que nuestra impresión provisional es que la
1

XXVI
lírica española de la primera mitad del siglo XX ha de
tener una importancia extraordinaria en las futuras histo-
rias de nuestra poesía). Prescindiendo, pues, de lo contem¬
poráneo, y registrando el interés de la (hasta hoy poco
valorada) línea intimista del siglo XIX, nuestra atención
entre las distintas épocas de la lírica culta se ve irremisi¬
blemente atraída por el desarrollo lírico del Siglo de Oro,
y admirada de la grandeza, de la altura e ímpetu del
anhelo, de la intensidad de la fuerza expresiva, de la
portentosa variedad, de la personalidad de cada voz.

LA POESÍA ESPAÑOLA AN¬


TE LA POESÍA DEL MUNDO

Un momento contemporáneo (que parece ha de ser


áureo en la historia de nuestra lírica). Un desarrollo líri¬
co de frenética intensidad durante el Siglo de Oro. Una
poesía de tipo tradicional con un arranque tan antiguo
que, en su rama lírica, procede de unos años de los que
no nos queda otro testimonio sino ése, en Europa; y con
un desarrollo tan largo que atraviesa el Siglo de Oro, y
en muchos aspectos llega hasta hoy.
¿Cuál es el valor de toda esa masa de poesía, dentro
del cuadro de la europea?
Por la extensión temporal, por la cantidad, por el
valor vivo de evocación y emoción, cuando se escriba una
verdadera historia de la poesía europea, el capítulo de
la veta tradicional española (narrativa y lírica) habrá de
ser uno de los más interesantes: inmenso río anchuroso,
estrellado, bajo noche de siglos, por el que la belleza y
la emoción del alma de España se mueve buscando su
destino.
Aspecto muy distinto ofrece la lírica culta. La nues¬
tra de la Edad Media es inferior a la italiana; en el si-

XXVII
glo XIX es inferior a la francesa y a la italiana, y a la
inglesa y a la alemana. Pero durante el siglo XVI y XVII,
no hay un desarrollo lírico en Europa que se pueda com¬
parar al frenesí hacia lo absoluto, a la rotura de límites,
al anhelo espiritual, o al frenesí de vida humana, con eí
que España se lanza, una vez más, a su doble alta em¬
presa : expresarse a sí misma y verterse hacia Dios.

XXVIII
/

INTRODUCCIÓN

por

José Manuel Blecua


Yo fui el primero que abrió tienda de
la lengua latina en España, y todo lo que
en ella se sabe de latín se ha de referir
a mí.
Nebrija

Don Ramón Menéndez Pidal, el gran maestro de los


romanistas, puede muy bien hacer suya esa célebre frase
de Nebrija y afirmar, con el mismo orgullo, que todo lo
que se sabe de nuestra lírica primitiva —y de otras mut
chas cosas— se ha de referir a él. Incluso lo que no pudo
decir en 1919» fecha de su perfecta y ya clásica confe¬
rencia ’, lo adivinó con tanta penetración, que los descu¬
brimientos posteriores sólo vinieron a confirmar sus hipó¬
tesis. (No es que nuestro gran filólogo se sacase de la
manga toda una lírica, pero le faltó muy poco.)
Pero antes de seguir adelante, invito al lector a que
piense por su cuenta en este curioso problema que se
plantea en la corte de Alfonso X el Sabio, quien reúne
a su alrededor trovadores gallegos y provenzales, sabios
árabes, judíos e italianos, juristas e historiadores caste-

1 La primitiva poesía lírica española, publicada en Estudios lite-


rarios, Colección Austral, págs. 197-269.

XXXI
llanos. Estamos a mediados del siglo XIII, en pleno apo'
geo de la lírica trovadoresca en Cataluña y de la galaico'
portuguesa. La política de Alfonso no parece satisfacer
mucho a les gallegos; sin embargo, él usará la lengua
gallega para escribir sus cantos mariales y resolverá pro-
blemas de poesía provenzal2. A su vez, escribirá muchas
de sus cantigas en zéjeles, forma que deriva del mundo
poético arábigO'andaluz.
Compliquemos un poco más el problema y pensemos
con toda lógica que si Alfonso el Sabio tiene que elevar
a lengua historial, jurídica o científica la lengua vulgar
o romance, es porque esa lengua ha llegado ya a su ma¬
durez, y que los castellanos que hacía más de un siglo que
oían el Poema del Cid no cantarían sus penas o sus amo¬
res en una lengua extraña, que además ignoraban. Sin
embargo, esas cancioncillas de los castellanos no alcanza'
ron el fervor cortesano hasta la segunda mitad del si'
glo XV, y por esto carecemos de espléndidos cancioneros
como los galaico'portugueses, por ejemplo, en los que se
reúnen más de dos mil cantigas. Tal riqueza ha hecho que
los eruditos dirigiesen su atención hacia esa poesía y des'
atendiesen durante muchos años el estudio de la caste'
llana, en la que tampoco se podía estudiar gran cosa, puesto
que sólo nos quedaban dos o tres poemillas y algunas
referencias en las crónicas o en obras literarias puras. Me'
néndez Pidal ha podido escribir recientemente: “A prim
cipios del presente siglo dominaba la creencia de que Cas'
tilla no había tenido lírica primitiva: Castilla era el solar
de la poesía épica, mientras la lírica era sólo gallegO'por'
tuguesa; las producciones de esta lírica del Noroeste pe'
ninsular durante los siglos XIII y XIV estaban abundante'
mente documentadas en los cancioneros, donde, además

2 Véase R. Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y juglares, Madrid,


1924, págs. 14 y sigs.

XXXII
de muchas imitaciones de la lírica provenzal, encontrá¬
bamos unas quinientas cantigas de amigo, indudable¬
mente inspiradas en cantos populares de aquellas tierras;
por el contrario, de Castilla nada conservan esos siglos,
en los cuales se da el hecho bien significativo de que los
poetas castellanos escribían sus obras líricas en gallego.
Peí o contra esta negación de una lírica castellana expuse,
en 1919, una réplica tradicionalista” 3.
Menéndez Pidal, fiel a su tesis tradicionalista, re-
constiuyó toda esa lírica perdida basándose en referencias
de las crónicas como ya veremos— y en los cantarcillos
de los siglos XV y XVI. Suponía, con toda lógica, que
esos cantaleólos utilizados por un Gil Vicente o un Lope
de Vega obedecían a una tradición innegable, ya por la
forma, ya por la temática, y hasta por la función que
desempeñaban en el drama. Todo parecía confirmar la
existencia de una corriente lírica paralela a la galaico-
portuguesa. A pesar de todo, los testimonios reales se¬
guían siendo muy escasos y nuestra poesía tradicional
seguía teniendo para los estudiosos un papel muy secun¬
dario. Era la Cenicienta de las líricas románicas.
Sin embargo, los arabistas vinieron a soplar en el
) rescoldo de una tesis que había expuesto ya Julián Ribera
en 1915 cuando afirmó que ciertas formas estróficas y
ciertos temas de la lírica occidental procedían de los ára¬
bes andaluces4. Más tarde, el mismo Menéndez Pidal
i insistió en esta tesis y allegó más razones y más testi-
■ monios en virtud de los cuales es innegable que la estrofa

3 Cantos Tómameos andalusíes, en el Boletín de la Acad. Española,


XXXI, 1951, pág. 190.

4 Julián Ribera, Disertaciones y opúsculos, I, Madrid, 1928. A. R.


Nykl, en Al'Andalus, I, 1933, págs. 385 y sigs.; del mismo, sus intro-
. ducciones al Cancionero de Aben Guarnan, Madrid, 1933, y del Tanq
• al'hamama, The Dove’s Neck'Rmg, París, 1931.

XXXIII
conocida con el nombre de zéjel, inventada por Mucád"
dam ben Muafa, el Ciego, que vivía en Cabra a fines del
siglo IX, y utilizada insistentemente por Aben Guzmán
(f en i i 6o), había sido imitada por los poetas proven-
zales, gallego-portugueses, italianos y españoles. Y aun-
que estos trabajos de Menéndez Pidal se han divulgado
muchísimo en los últimos años, convendrá que recordé'
mos qué es un zéjel5.

5 Poesía árabe y poesía europea, Colección Austral, n.° 190. Sin


embargo, los musicólogos y los partidarios de los orígenes latmo-htur-
gicos de la lírica románica no acabaron de aceptar la tesis. Así, por
ejemplo, escribe Isabel Pope en su estudio sobre El villancico polifo'
nica, que figura al frente de la edic. mejicana del Cancionero de Upsala
(México, 1944, pág. 28): “La teoría del origen árabe de la forma —a
falta de otros hechos que puedan probarla— parece difícil de sostener
después de los trabajos de Gennrich, Spanke y otros especialistas antes
citados, que establecen claramente la procedencia latina medieval de
los metros y tipos de estrofa en la poesía románica primitiva, así como
demuestran también que su música está basada en el sistema modal
del canto llano y que, además, utiliza e imita los giros melódicos de
los himnos y tropos, al igual que otras melodías arregladas o compues¬
tas de nuevo para textos métricos latinos. El hecho de que no exista
ninguna huella de la música del zéjel, así como tampoco de la música
andaluza medieval, hace imposible la prueba del origen árabe del zéjel
desde el punto de vista musical. Por otra parte, un estudio reciente
de Adolfo Salazar * *, en que examina de nuevo las formas musicales y
rítmicas latinas de donde nacieron la forma del zéjel y de otras for¬
mas fijas de la lírica vernacular, lleva aún más adelante las implica-

* Adolfo Salazar, Poesía y música en las primeras formas de ver'


sificación rimada en lengua vulgar y sus antecedentes en lengua latina
en la Edad Media (Filosofía y Letras, n.° 8, Í942. págs. 287-349). Véase
también Hans Spanke, La teoría árabe sobre el origen de la lírica ro'
mánica a la luz de las últimas investigaciones (Anuario Musical, I, 1946»
págs. 5 y sigs.) y Marius Schneider, A propósito del influjo árabe,

(ibidem, págs. 31 y sigs.).

XXXIV
Frente a la poesía aristocrática de las casidas árabes,
escrita en una lengua llena de artificios y dificultades6,
el zéjel se caracteriza por lo contrario: por el uso de la
lengua vulgar, callejera (incluso con la admisión de voces
románicas '), y por su forma, que constituía una novedad
extraordinaria: una serie de trísticos monorrimos, se-
guidos de un verso más cuya rima es igual a la de un
markaz o estribillo inicial, markaz que da también el
tema a desarrollar. He aquí un ejemplo español, nada

ciones importantes de este origen. Encuentra que la forma del "ron**


deau”:
Rimas Melodía

A a ( estribillo
Estribillo \
B b
1
A a
( j
A a \ copla
Copla <
A a
f )
B b

A a 1 estribillo
Estribillo ^
1 B b

en la cual el segundo verso de la copla es una repetición íntegra del


primer verso del estribillo, tanto en el texto como en la música, es,
en esencia, la forma más sencilla de la cual el zéjel y virelai son meras
variaciones”. Pero Isabel Pope no niega —como es lógico— la influen¬
cia del zéjel en la lírica posterior española. Para las relaciones entre el
virelai y el villancico, vid. P. Le Gentil, Le virelai et le villancico,
Lisboa, 1953. R. Menéndez Pidal piensa que el estrofismo del zéjel pue¬
de ser de origen románico (RFE, XLIII, 1960, pág. 320).
6 “Los poetas, desde antes de empezar a componer, son ya escla¬
vos de los símbolos y tópicos creados por sus predecesores, como lo
son de unos metros intangibles.” E. García Gómez, Poemas arábigo'
andaluces, Colecc. Austral, n.° 162, pág. 41. (Vid. también Poesía ará'
bigoandaluZa y poesía gongorina, de Dámaso Alonso, en Ensayos sobre
poesía española, Madrid, 1944, págs. 29 y sigs.)
7 "Las voces románicas andaluzas menudean: rotondo, redondo;
bono; carnaza; atrabixan, travesaño; foto ben kireyo, todo bien creo;

XXXV
menos que de Lope de Vega, uno de los mucnos ejemplos
que podrá encontrar el lector en nuestra selección:
¡ Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna! Estribillo

Aceituna lisonjera,
verde y tierna por defuera Mudanza 1.a

y por de dentro madera:


fruta dura e importuna. Vuelta

¡ Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna !

Fruta en madurar tan larga,


que sin aderezo amarga, Mudanza 2.a

y aunque se coja una carga,


se ha de comer sola una. Vuelta

¡ Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna ! [N.° 455 de la
selección]

a la mujer amada se la requiebra llamándola mejilla de sol, mahsella


do sol. Una estrofa del zéjel 20 suena :

Ya, mutarnani Salbato,


tú’n hazin iú’n penato
tara al-yauna wastato
lam taduq fih luqeyma

que, traducido en ritmo y rima semejantes, es dirigido a un cierto


Salvado, nombre antiguo español (conservado en catalán, Salvat), en
vez del moderno Salvador:

Oh, mi locuelo Salvado,


tú estás triste, tú penado,
verás el día gastado,
sin probar más que un poquito.

Advirtiendo que la interjección árabe ya, del comienzo, era muy usada
.por los cristianos de entonces, muy empleada en el Poema del Cid, y
,que el verso segundo, tú un ha^mo tú un penato, lo entendían por
igual los moros cordobeses que cualquier español de entonces ignorante
del árabe, pues el arabismo hazino, triste, había penetrado en el ro¬
mance, donde conservó algún uso hasta el siglo xv.” R. Menéndez
Pidal, Poésía árabe y poesía europea, pág. 25.

XXXVI
Esta fórmula poética se difunde tan poderosamente
por todo el Oriente, que aún hoy se cantan zéjeles reli¬
giosos escritos nada menos que por Aben Arabi Mohidin
(1165-1240), el célebre místico de Murcia. De cómo el
zéjel ha podido penetrar en occidente, da abundantes
referencias Menéndez Pidal, a cuyas magistrales páginas
remito al lector interesado en estas cuestiones.
Si los trabajos de un romanista de la talla de Menén-
dez Pidal, inclinándose a favor de la tesis de Ribera, obli¬
garon a rectificar muchas opiniones, un descubrimiento
sensacional vino a confirmar una de sus tesis más que¬
ridas : la existencia real de una lírica autóctona anterior
a los más viejos testimonios conocidos. (En 1919 afir¬
maba que tanto la lírica galaico-portuguesa como la cas¬
tellana debían de tener una misma raíz común —véase
más adelante—, y los descubrimientos posteriores parecen
darle la razón.) Es el famoso hallazgo de las jaryas (es¬
cribiremos siempre jarchas) mozárabes8. Pero, antes de
seguir adelante, conviene hacer un breve paréntesis.

8 En Cancioncillas "de amigo” mozárabes, de Dámaso Alonso (RFE,


XXXIII, 1949, págs. 298.301) y en Cantos románicos andalusíes, de
R. Menéndez Pidal, encontrará el lector la bibliografía referente a los
descubrimientos y estudios sobre las jarchas. A ella hay que añadir el
reciente trabajo de E. García Gómez, en ALAndalus, XVII, 1952,
págs. 57-127, Veinticuatro jarchas romances en muwassahas árabes, y
el libro de S. M. Stern, Les chansons mozárabes, Palermo, [1953].
Como trabajos de orientación para los no especialistas véanse: E. GAR¬
CÍA Gómez, El apasionante cancionenllo mozárabe, en Clavileño, l,
1950 (mayo-junio), págs. 16-21; y Más sobre las “jarchas” mozárabes en
“muwassahas” árabes, de Darío Cabanellas, en la misma revista, IV,
1953, n.° 23, págs. 55-58. Para otras relaciones extrapeninsulares, con¬
súltese: Theodor Frings, Altspanische Mádchenheder aus dem Min'
nesangs Frühling, en P. B. B., LXXIII, 1951» i79'96; Leo Spitzer,
La lírica mozárabe y las teorías de Theodor Frings, en Lingüística e
historia literaria, Madrid, 1955, págs. 65-102, y P. F. Ganz, The “Can-
cionerillo mozárabe” and the ongm of the middle high Germán Frauen-
lied, en The Modern Languages Review, XLVIII, i953> págs. 3011

XXXVII
En el siglo XV, cierto poeta, que parece ser el Mar¬
qués de Santillana, escribe un delicioso villancico en el
cual intercala hasta cuatro cantarcillos de tipo tradicional.
Dice así una estrofa: ♦

Por mirar su fermosura


destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con muy honesta mesura:
“La niña que amores ha,
sola, ¿cómo dormirá?” [N.° 333]

¿Cómo sabemos que estos versillos últimos son una


cancioncilla tradicional y no una creación cortesana? Por
dos razones: a) porque esos versillos aparecen en otra co¬
pia del mismo villancico (pero atribuido ahora a Suero de
Ribera * * * * * * * * 9), en una forma más arcaica: “La nmnya
amores ha / ¿cómo dormirá solá?”; y b) porque el ga¬
llego Airas Nunes (del siglo Xill) ya lo había intercalado
a su vez en un poema de estructura muy parecida:

y sigs.; Francisco Cantera, La canción mozárabe, Santander, 1957,


con bibliografía al final; E. García Gómez, Las jury as mozárabes y los
judíos de ALAndalus, en el BRAE, t. XXXVII, 1957, págs. 337 y
sigs.; Rafael Lapesa, Sobre el texto y lenguaje de algunas “jarchyas"
mozárabes”, en el BRAE, XL, 1960, págs. 53 y sigs.; R. Menéndez
Pidal, La primitiva lírica europea. Estado actual del problema, en
RFE, XLIII, págs. 279 y sigs.; K. Heger, Die bisher verójfentlichten
Hurgas und ihre Deutungen, Tiibingen, 1960.
9 En el Cancionero de Palacio, edic. de Francisca Vendrell de
Millas, Madrid, 1945, pág. 181, figura con el siguiente epígrafe; “Otro
dezir de Suero de Ribera”. Sobre este villancico, su estructura y las
fuentes, vid. la nota de Leo Spitzer en Lingüística e historia lite-
rana, Madrid, 1955, pág. 89.

XXXVIII
Pela ribeyra do río
cantando ía la virgo
d’amor:
—Quen amores ha
como dormirá,
¡ ay hela frol! 10

Se demuestra así que esa levísima y graciosa canción'


cilla era bastante anterior al siglo XV. Se nos ha conser'
vado dentro de un poema culto, parecido, por el uso de
cantares populares, a los que más adelante se llamarán
“ensaladas” y ensaladillas n. Algunos romances de fines
del siglo xvi y muchos del siglo XVII intercalan tañí'
bien pequeñas cancioncillas o terminan con un villarn
cico, como en este ejemplo:
Cansada estaba la niña
la de los ojos morenos
de que la tengan sus tíos
en tanto retraimiento.
Siendo estrellas de unos ojos
que adoran los suyos bellos...

10 Cantigas d’amigo, edic. de José Joaquim Nunes, IV, Coimbra,

1026, pág. 234. . •,


11 Rengifo define así la “ensalada”: “Ensalada, es una composxcion
de coplas redondillas, entre las cuales se mezclan todas las diferencias
de metros, no sólo españoles, pero de otras lenguas, sin orden de unos
a otros, al albedrío del poeta; y según la variedad de las letras se va
variando la música, y por eso se llama ensalada, por mezcla de metros
y sonadas que lleva.” (Arte poética, cap. LXVI.) Vease, por ejemp o,
el romance de Góngora que comienza “A la fuente ya del olmo , donde
encontrará el lector cinco cancioncillas populares, algunas tan graciosas

como ésta, por ejemplo:

Si viniese ahora,
ahora que estoy sola,
ola, que no llega la ola,
ola, que no quiere llegar. (Edic. de I. y J. Mille
pág. 237.)

XXXIX
así canta y así llora
entre celos y deseo:
“No duermen mis ojos,
madre, ¿qué harán?
Amor los desvela,
¿si se morirán?” I2.

Tocio lo anterior no ha sido un intento de distraer


ociosamente al lector no especialista, sino que tenía por
objeto demostrar dos cosas: a) la tradicionalidad de un
poemita, y b) aclarar al lector el papel de la muwassaha
en la conservación de las jarchas.
La muwassaha, frente al zéjel, aunque de estructura
semejante, es un poema escrito en árabe clásico, cuya ca^
racterística más original consiste en que forzosamente
debe terminar con una cancioncilla en lengua vulgar, en
jerga o en lengua romance. Esta cancioncilla es la llamada
“jarcha”. Según el tratadista Ibn Sana al Mulk (f a o>
mienzos del siglo Xin), “siendo la jarcha lo esencial de
la muwassaha, conviene que sea compuesta lo primero de
todo, y que a su metro y rima obedezca luego todo el
poema, ajustándose a ese pie forzado”.
“Algunos poetas —dice textualmente— por ser inca-
paces de componer una buena jarcha, toman una ajena,
lo cual es mejor que el que compusieran por sí mismos
otra más floja” 13.
Pues bien, como muchos poetas se encontraban ya
con cancioncillas mozárabes bellísimas, no se molestaron
en inventar otras nuevas para sus muwassahas, sino que
utilizaron las que todo el mundo sabia. (García Gómez,
con muy buen criterio, supone la existencia de una lírica

12 Romancero general, edic. de A. González Palencia, Madrid,


1947, n.° 643.

1J Cito por E. García Gómez, Sobre un tercer tipo de poesía arábP


goandaluza, en Estudios dedicados a MenéndeZ Pidal, II, Madrid, 1951,
pág. 405.

XL
popular en el mundo arábigo andaluz paralela a la lírica
mozárabe. De ahí el hallazgo de muwassahas con jarchas
no mozárabes u.) Por otra parte, los grandes poetas judeo¬
españoles imitaron en hebreo la muwassaha árabe. El
extraordinario descubrimiento de muwassahas hebreas
que terminan con jarchas mozárabes hecho por S. M.
Stern ha sido considerado, y con razón, como uno de los
más notables acontecimientos de la erudición contem¬
poránea. Las primeras lecturas, muy defectuosas, de Stern
fueron mejoradas y completadas por arabistas y romanis¬
tas españoles. Luego García Gómez publicó y descifró
veinticuatro jarchas de muwassahas árabes 14 bis. Hoy se
conocen ya hasta medio centenar de estas jarchas, que
comienzan por plantear difíciles problemas filológicos,
puesto que al ser copiadas en lengua árabe o hebrea, su
interpretación no siempre resulta muy fácil. Con todo,
“un nuevo día amanece en el campo de la investigación
filológica, tanto literaria como científica”, dice Menéndez
Pidal15.
Y no deja también de ser extraordinario el que mu¬
chas de estas jarchas puedan fecharse con cierta exac¬
titud. Hasta ahora, la más antigua es de un foseph el
Escriba, el cual celebra en una muwassaha a Samuel ben
Negrella, visir del rey de Granada, y a su hermano Isaac,
muerto en 1042. (Es decir: el primer poemita lírico es
nada menos que cien años anterior al Poema del Cid.)

14 Ibidem.
14 bis Al'Andalus, XVIII, 1952, págs. 57-127. Otras jarchas de mu¬
wassahas árabes fueron publicadas después por Stern (Les chansons
mozárabes, Palermo, 1953, págs. 51-59); pero ni sus transcripciones ni
sus traducciones llegan sino a unas poquitas palabras evidentes. García
Gómez tiene (en el momento de corregir estas pruebas) a punto de pu¬
blicarse su libro sobre las jarchas mozárabes de muwassahas árabes, que
ha de ser de excepcional importancia.
15 Cantos románicos andalusíes, pág. 199.

XLI
Vienen después los dos grandes poetas hebreos, Mose ben
Ezra (io6o?-i 140?) y Judá Leví (nacido hacia 1070.),
que no desdeñaron —como harían después un Góngora
y un Lope— las humildes cancioncillas populares.
Y del mismo modo que hemos podido comprobar la
tradicionalidad de un poemita levísimo usado por Aíras
Nunes y el Marqués de Santillana (o Suero de Ribera),
con Jas jarchas debió de ocurrir algo semejante, puesto
que un poeta llamado Todros Abulafia (1247-1306) ter¬
mina una muwassaha con una jarcha que siglo y medio
antes ya había copiado Judá Leví, conservando incluso
los profundos arcaísmos.
Este descubrimiento de las jarchas obliga a los es¬
tudiosos a volver los ojos a la lírica castellana, ya que la
jarcha de Joseph el Escriba es nada menos que el primer
poemita europeo escrito en una lengua vulgar, y bastante
anterior a los más viejos poemas provenzales.
Pero con ser esto algo ya de por sí extraordinario, lo
interesante es otro hecho: la correspondencia temática y
formal entre las jarchas y los villancicos castellanos pos¬
teriores, sobre todo con los que IVIenendez Pmal damo
“cantares de amigo”. Ya S. M. Stern observó que casi
todas las jarchas eran lamentaciones amorosas puestas en
boca de una doncella, y las relacionaba con esos canta.es
de amigo, parecidos a las famosas cantigas de amigo
gallego-portuguesas. Dámaso Alonso comprobó inmedia¬
tamente estas correspondencias. Así, por ejemplo, com¬
para la jarcha n.° 9 de Judá Leví,
Vayse meu corachón de mib.
¿Ya, Rab, sí se me tornarád?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuando sanarád? [N.° 1]

con este otro poemita de Gil Vicente, con el que coincide


hasta en el uso de determinadas palabras:

XLII
Vanse mis amores, madre,
luengas tierras van morar;
yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tomar? 16. [N.° 361]

Por su parte, Menéndez Pidal ha insistido en estas


correspondencias temáticas 1", ha estudiado la métrica de
estas jarchas y ha puesto al lado numerosos testimonios
de villancicos castellanos posteriores. Véase, por ejemplo,
qué parecido formal guardan entre sí estos dos villancicos:

¿Qué faré yo o qué serád de mibi?


¡ Habibi,
non te tolgas de mibi! [N.° 2]

Sospirando iba la niña


e non por mí,
que yo bien se lo entendí. [N.° 3331

Dámaso Alonso resume así lo que ha supuesto el


hallazgo de las jarchas: “Digámoslo de una vez: el cen-
tro del interés debe desplazarse del zéjel al villancico.
Estos ejemplos de villancicos mozárabes del siglo XI,
puestos al lado de toda la tradición castellana tardía, prue-
ban perfectamente que el núcleo lírico popular en la tra¬
dición hispana es una breve y sencilla estrofa: un vi¬
llancico” I8.
Señalaba también que si para nosotros lo mozárabe
constituye el mejor antecedente, hay que pensar también
que sirve para explicar parte de los orígenes de la lírica
galaico-portuguesa, sobre todo el de las “cantigas de
amigo”, como había sugerido ya Menéndez Pidal, que
vuelve a insistir ahora en su tesis: “Las canciones anda-
lusíes primitivas, las cantigas de amigo y los villancicos

16 Cancioncillas "de amigo” mozárabes, pág. 313.


17 Cantos románicos andalusíes, págs. 231 y sigs.
18 En el artículo citado, págs. 333-4.

XLIII
castellanos aparecen claramente como tres ramas de un
mismo tronco enraizado en el suelo de la Península his¬
pánica» Las tres variedades tienen aire de familia incon¬
fundible, y, sobre todo, las tres tienen su mayor parte,
y la mejor, con un doble carácter diferencial común: el
ser canciones puestas en boca de una doncella enamorada,
y el acogerse la doncella, confidentemente, a su madre»
Además se confirma que en ese conjunto tripartito la
forma andalusí se asocia más íntimamente con el villan¬
cico castellano que con la cantiga galaico-portuguesa” 19.
Es decir: una lírica de tipo nacional ha podido servir
de sustrato a dos ramas —la gallego-portuguesa y la cas¬
tellana—, cuya fortuna ha sido bien diversa. Mientras
los opulentos Cancioneiros derrochaban lujosamente sus
cantigas y ejercían una influencia considerable hasta bien
entrado el siglo XV, Menéndez Pidal se veía obligado
a reconstruir penosamente toda una lírica. El gran maes¬
tro podía encontrar numerosos testimonios en las Cróni¬
cas que aludían a los cantos con que recibían las ciudades
a los reyes o caudillos triunfadores20, pero tenía que acu¬
dir a un modesto auto del siglo XVI o a Lope de Vega
para dar con un testimonio poético que corroborase la
cita cronística:

Bien vengáis triunfando.


Conde lediadore,
bien vengáis, el Conde. [N.° 441]

Podemos, pues, suponer el alborozo con que recibiría


la aparición de una jarcha de bienvenida triunfal, ya que
así se demostraba elocuentemente que su hipótesis era
certera:

19 Artículo citado, pág. 230.


20 Véanse las referencias recogidas en De primitiva lírica española
y antigua épica, Colee. Austral, 1051, págs. 116 y sigs.

XLIV
Des cuand mío Cidiello viénid,
j tan buona albischara !,
como rayo de sol éxid
en Wadalachyara 21.

Existieron, por tanto, esos cantos triunfales de que


hablan las crónicas, y no cantos latinos ni galaico-portu-
gueses, aunque los testimonios de las crónicas estén en
latín. Así, por ejemplo, la Chromca Adefonsi Imperatons
refiere que al llegar a Toledo Alfonso VII vencedor de
los almorávides, en 1139* ^ue recibido victoriosamente
por cristianos, moros y judíos, cantando loores a Dios
y al vencedor, cada uno en su lengua, tiHUscjuisc¡ue eoi uvyi
secundum hnguum suúyyi ", Que estos cantos eian fie-
cuentes, se comprueba con numerosos testimonios. Re*
cuérdese solamente el capítulo que dedicaba Juan Ruiz a
describir la llegada del amor:
Día era muy ssanto de la Pascua mayor;
el sol salya muy claro e de noble color;
los ornes e las aves e toda noble flor,
todos van a rresgebir cantando al amor 23.

(Supongo que algún lector relacionará este tipo de canto


de bienvenida con el que ha cantado de niño en la es¬
cuela de su pueblo al recibir la visita de una autoridad.
La ascendencia y descendencia de estos “carmina triun¬
faba” son tan claras, que huelga todo comentario. En
Nueva York los sustituyen con papelillos.)

21 “Cuando mió Cidiello viene, ¡qué buenas albricias!, como un


rayo de sol sale en Guadalajara”. Se encuentra en una muwassaha de
ludá Levi, escrita para que los judíos de Guadalajara recibiesen, entre
1091 y 1095, a Yosef ben Ferrusiel, “mió Cidiello”. Véase J. M. Millas
Vallicrosa, Sobre los más antiguos versos en lengua castellana, en
Sefarad, VI, 1946, págs. 366-367.
22 Cantos románicos andalusíes, pág. 200.
23 Estrofa 1225 de la edic. de Clásicos Castellanos.

XLV
Tan viejos como los “carmina triunfaba”, o quizá
más, debieron de ser los plantos, los cantos fúnebres,
cuya difusión es tan extraordinaria, que aún hoy se pue¬
den oir entre los gallegos o los sefarditas de Tánger. Me-
néndez Pidal y J. Filgueira Valverde24 han recogido
abundantes pruebas de la existencia en los siglos me¬
dios de estos cantos, prohibidos repetidas veces por la
Iglesia española desde el Concilio de Toledo hasta el
siglo pasado. Alfonso X ordenó también que los clérigos
se retirasen de los entierros cuando “oyessen que darían
gritos o endechassen” 25. Sin embargo, Filgueira recuer¬
da a este propósito que en la muerte de San Fernando
(1252), plañe o endecha su mismo hijo Alfonso, el que
había de prohibir estas manifestaciones26. Covarrubias,
bastantes años después —1611— testimonia la existencia

24 J. Filgueira Valverde, El “Planto” en la historia y en la lite-


ratura gallega, en Cuadernos de estudios gallegos, fase. IV, 1945, pági¬
nas 511 y sigs. Vid. también J. Pérez Vidal, Endechas populares en
tristicos monorrimos, La Laguna, 1952, y Manuel Alvar, Endechas ]u-
deo'españolas, Granada, 1953.
2^ Partida I, t. IV, ley XLIV. También Alfonso XI, en las Cortes
de Alcalá ordenaba que mn fagan llanto por ninguno salvo el día
que finare e dende fasta que le entierren, e dende adelante, nin a
cuarenta días que lo non puedan fazer”. (Cit. por Filgueira Valverde,
pág. 516.)
26 En la Primera Crónica General se describen así los plantos por
la muerte de San Fernando: “¿Qui podrie dezir nin contar la maravilla
de los grandes llantos que por este sancto et noble et bienaventurado
rey don Fernando fueron fechos por Sevilla, o el su finamiento fue et
do su sancto cuerpo yaze, et por todos sus reynos de Castiella et de
León? ¿Et quien vio tanta dueña de alta guisa et tanta donzella andar
descabeñadas et rascadas, rompiendo las fazes et tornándolas en sangre
et en carne viva? ¿Quien vio tanto infante, tanto rico omne, tanto
infanzón, tanto caballero, tanto omne de prestar andando balandrando,
dando vozes, mesando sus cabellos et rompiendo las fruentes et faziendo
en si fuertes cruezas? Las maravillas de los llantos que las gentes de
la cipdat fazien, non es omne que lo podiese contar.” (Cap. 1134, pá¬
gina 773 b, de la ed. de R. Menéndez Pidal.)

XLVI
de estos plantos o endechas: “Este modo de llorar los
muertos se usaba en toda España, porque iban las mu¬
jeres detrás del cuerpo del marido, descabelladas, y las
hijas tras el de sus padres, mesándose y dando tantas
voces, que en la iglesia no dejaban hacer el oficio a los
clérigos; y así se les mandó que no fuesen. Pero hasta
que sacan el cuerpo a la calle están en casa lamentando
y se asoman a las ventanas a dar gritos cuando le llevan,
ya que no se les concede ir tras él, y dicen mil impei-
tmencias
Todo esto quiere decir que la bellísima endecha que
cantaron las damas cananas a la muerte de Guillén Pe-
raza en 1443 [n.° 7] responde también a una corriente
de poesía tradicional (de una tradición universal, por otra
parte), aunque por desgracia los plantos que conocemos
sean más literarios, quiero decir cultos, que populares,
como el Planto por la muerte de la Trotaconventos, por
ejemplo, en el que no es difícil encontrar alguna expre¬
sión de tipo tradicional:
¡ Ay, mi Trotaconventos, mi leal verdadera!
Muchos te seguían biva, ¡ muerta yases señera!
¿Do te me han levado? ¡Non sé cosa certera. ^
Nunca torna con nuevas quien anda esta carrera .

Lo que vincula esta estrofa a lo tradicional es la frase


¿Do te me han levado?, que resonará en tantos entierros
españoles y que dará origen a uno de los más conseguidos
aciertos del LaZanllo de Tormes. El autor, al describir el
entierro con que tropieza Lázaro, dice: “Arrímeme a a
pared, por darles lugar, y desque el cuerpo paso, venia

^7co7arRUBIAS, Tesoro, s. v. “endecha". (Esta descripción de Co


varrubias es válida aún. Por lo menos lo era siendo yo nmo, ya que
todavía recuerdo la profunda impresión que me causaban los gritos
las mujeres asomadas a las ventanas.)
28 Estrofa 1569, de la edic. cit.

XLVII
luego a par del lecho una que debía de ser mujer del
difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mr-
jeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo:
Marido y señor mío, ¿a dónde os me llevan? ¡A la
casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la
casa donde nunca comen ni beben! ” 29.
La misma antigüedad y la misma tradición universal
acusan las fiestas primaverales, las marzas y las mayas,
de tan prolongada vida en la cultura europea. Tampoco
se han podido encontrar cancionciilas anteriores al siglo
XVI, pero su existencia es segura. Recuérdese lo que se
afirma en una estrofa del Libro de Alexandre:

Tiempo dulz e sabroso por bastir casamientos,


ca lo tempran las flores e los sabrosos vientos,
cantan las dcncelletas sos mayos a convientos,
facen unas a otras buenos pronunciamientos 30.

Lo mismo debió de ocurrir con las canciones de bodas


y las de bautizos. Es lógico pensar que si en el siglo xvi
se podían oír mayas lo mismo que hoy— y cantos de
bodas, eso no fuese precisamente una novedad, sino una
ti adición que aún vive con bastante fuerza en diversas
regiones españolas.

29 Edic. de Cejador y Frauca en Clás. Cast., pág. 205.


30 Vld- F- Hanssen, Las coplas 1788-1792 del “Libro de Alexandre",
en RFE, II, 1915, pags. 21 y sigs. Hanssen cita además esta otra estrofa
(la 2395):

Sedie el mes de mayo coronando de flores,


afeytando los campos de diversas colores,
organeando mayas e cantando damores,
espigando las mieses que siembren lauradores.

Para la historia de este género poético, véase La maya, de A. GON¬


ZÁLEZ Palencia y E. Mele, Madrid,'1943.

XLVííí
¿Y los enamorados? Como es natural, también can-
taban, quizá más que nadie. En la breve Razón feita
d’amor, el escolar dice :

en mi mano pris una flor,


sabed, non toda la peyor,
e quis’ cantar de fin amor.

Pero si este joven escolar al fin no canta, lo hace en


cambio la doncella enamorada, siguiendo así la tradición
de las jarchas:

De las flores viene tomando,


en alta voz de amor cantando,
e decía:
“¡Ay, meu amigo,
si me veré yamás contigo!
Amet sempre e amaré,
cuanto que viva seré” 3I.

(Cualquier aficionado a la lírica tradicional descubre in¬


mediatamente que el “Ay, meu amigo, / si me veré ya¬
más contigo”, a pesar de los galleguismos, tiene la estruc¬
tura de un villancico de amigo.) No, los jóvenes enamo¬
rados no cantarían en lengua extraña, sino en lengua
vernácula, fuera gallego, andaluz, castellano o catalán.
Pero ¿a quién se le podía ocurrir en pleno siglo XIII la
idea de coleccionar esas cancioncillas amorosas o de imi¬
tarlas, si aun hoy carecemos de un buen Corpus de las
conocidas y los estudios críticos son relativamente re¬
cientes? 32.

31 Edic. de R. Menéndez Pidal en la Revue Hispanique , T. XIII,


1905, pág. 602.
32 Véase lo que dice Dámaso Alonso en la pág. XXI de esta intro-
ducción. (Los vols. de J. Cejador y Frauca de La verdadera poesía
castellana [Madrid, 1921-1930], sobre ser inencontrables, carecen de
rigor y método.)

XLIX
Del siglo XIII, y aquí sí que caminamos fuera de las
reconstrucciones, se nos ha conservado una muestra de
lo que debieron de ser los cantos de veladores o centme--
las. Es el famoso cantar de vela de Berceo:

¡Eya, velar! ¡ Eya, velar! ¡ Eya, velar!


Velat, aljama de los judíos,
¡ eya, velar!,
que non vos furten al Fijo de Dios.
¡Eya, velar! [N.<> 320]

Menéndez Pidal ha relacionado esta técnica de la re--


petición coral con otras repeticiones que se encuentran en
cancioncillas de Lope de Vega, como la celebrada canción
de las “avellanicas”, o esta otra:

—La Virgen de la Cabeza


— ¡ quién como ella!,
—hizo gloria aquesta tierra.
— ¡ Quién como ella!
—Tiene la frente de perlas
— ¡ quién como ella!
—y de oro fino las hebras.
— ¡ Quién como ella!... 33.

La técnica es muy sencilla: un solista entona un


verso, y el coro repite el estribillo. Este tipo de canción
fue muy usado por Lope y Tirso, y todavía sigue vivo,
lo mismo en el canto regional (véase por ejemplo la can*
ción “Aquí cortamos los ramos / los asturianos”, reco-
gida por E. M. Torner 34), que en la poesía mejor de hoy.
Recuérdese el “son” de F. García Lorca que empieza:

33 En La tragedia del Rey don Sebastián.


34 Indice de analogías entre la lírica española antigua y la moderna,
trabajo publicado en Symposium, de la Universidad de Siracusa (EE.
UU.), en diversos números desde 1946 a 1949» n»° (Cito por una
tirada aparte y hago referencia al n.° de la canción y no al de la
página.)

L
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago.
En un coche de aguas negras
iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmeras»
Iré a Santiago.

O esta canción, muy reciente, de R. Alberti:

¡ Bañado del Paraná !


Desde un balcón mira un hombre
el viento que viene y va.

Ve las barrancas movidas


del viento que viene y va;
los caballos, como piedras
del viento que viene y va;
los pastos, como mar verde
del viento que viene y va;
el río, como ancha cola
del viento que viene y va;
los barcos, como caminos
del viento que viene y va;
el hombre, como la sombra
del viento que viene y va;
el cielo, como morada
del viento que viene y va.
Ve lo que mira, y mirando
ve sólo su soledad 35.

Fuera de la zona galaico-portuguesa, donde la poesía


popular ascendió hasta la corte del rey don Dionís, en el
resto de España no se hizo mucho caso de estas breves y
aladas manifestaciones, desdeñadas por los cultos hasta
mediados del siglo XV. Pero que se cantaban incluso
cancioncillas árabes, lo sabemos por el Arcipreste de Hita,

35 Publicada en El Tiempo, Bogotá, 8 de marzo de 1953, y reco¬


gida en Ora marítima, B. Aires, 1953, pág. 71.

LI
que menciona la de Calvi arabi ( el rrabé gritador con Ja
su alta nota: / ¡Calbi garabil va taniendo la su nota ),
cantarcillo que todavía recordarían Salinas y otros a fines
del siglo xvi36.
Tendrá que llegar el Humanismo y después el Rena¬
cimiento con su exaltación de lo Natural para que estos
cantarcillos sean admirados e imitados por los cortesanos.
Si el Marqués de Santillana calificaba de ínfimos a los
poetas “que sin ninguna regla, orden ni cuento” hacían
esos cantares, medio siglo más tarde todo el mundo los
cantaba, los glosaba y los divinizaba. Al mismo tiempo
■que se ensalzaban los refranes, se glosaban los romances
viejos e interesaban hasta los juegos de niños, la lírica
:popular y tradicional salta de los campos y de las calles
'Y se enseñorea de la Corte. Fueron los músicos de la
Corte de los Reyes Católicos los que volvieron de nuevo
los ojos hacia estas breves fórmulas poéticas. Todo pa¬
rece nacionalizarse de nuevo. El mejor conocedor de la
música española, H. Anglés, a quien debemos tanto y tan
excelente estudio, ha podido escribir al frente del Cancio-
iñero musical de Palacio estas palabras: “De la música
conservada se deduce, asimismo, que a pesar de que nues¬
tros compositores conocían el estilo de la escuela franco-
neerlandesa, prefirieron seguir con su tipismo nacional,
el cual tendía siempre al expresivismo dramático, valién¬
dose de formas musicales simplicísimas. Quizá en el gé¬
nero de la música profana la simplicidad de medios téc¬
nicos es aún más sorprendente. El repertorio que hoy
ofrecemos señala que así como el poeta pretendió ex¬
presar su pensamiento, profundamente amoroso y fina¬
mente delicado, con verso sencillo, avaro de palabras y

36 De Música, Salamanca, 1577, pág. 339. Véase E. García Gómez,


La canción famosa “Calvi vi calvi / calvi arabi", en Al-Andalus,
XXI, 1956- págs. 1 y sigs.

LII
generoso de sentimiento, así el compositor sabe encontrar
efectos de emotividad sorprendente con acordes natura¬
les, aparentemente arcaicos, que acompañan una melodía
tradicional típicamente hispánica. El sustrato popular que
rezuman tantos villancicos y romances castellanos de la
presente colección, unido a la simplicidad de formas con-
trapuntísticas, es lo que forma contraste con el repertorio
profano de la canción amorosa de las Cortes de Borgoña
y de Francia” '7.
Esta unión tan perfecta de simplicidad musical y
poética es asombrosamente perseguida por los vihuelistas;
españoles del siglo xvi, cuyas canciones son tan bellas
que, aun prescindiendo de la parte musical —lo que es
dejar la letra en sus puros huesos—, la poesía es sorpren¬
dente. Por eso afirmó en 1554 el ciego Fuenllana : “Fue'
mi intención poner la letra, porque me parece que la letra
es el ánima de cualquier compostura, pues aunque cual¬
quier obra compuesta de música sea muy buena, faltán¬
dole la letra parece que carece de verdadero espíritu” 38.
El famoso Cancionero musical de Palacio, publicado
por primera vez por F. Asenjo Barbieri39, viene a ser
para nuestra lírica tradicional lo que un Cancioneiro para
la gallego-portuguesa. Aunque muchas de sus 225 can¬
ciones profanas no sean tradicionales, sí, en cambio, se
puede demostrar la tradicionalidad de otras muchas. Pon¬
dré un solo ejemplo: el delicioso villancico

Aquel pastorcico, madre,


que no viene,
algo tiene en el campo
que le duele. [N.° 64]

37 La música en la corte de los Reyes Católicos, II, Barcelona, 1947»


pág. 1.
38 Libro de música para vihuela, intitulado Orphenica lyra, 1554-
Dedicatoria a Felipe II.
39 Cancionero musical de los siglos XV y XVI, Madrid, 1890.

LUI
Del que podemos ofrecer todas estas notas:
a) Cinco versiones a lo divino: tres de Fray Arm
brosio Montesino 40, una de cierto anónimo autor del
Cancionero de nuestra Señora (Barcelona, 1591)41 y otra
de Santa Rosa de Lima (i586'i6i7), que dice así:

Las doce son dadas,


mi esposo no viene,
¿quién será la dichosa
que lo entretiene? 42.

b) Una imitación en seguidillas de Lope de Rueda


—Coloquio de Timbna— y de L. Vélez de Guevara
—La luna de la sierra—:

Toca la queda,
mi amor no viene,
algo tiene en el campo
que le detiene.

c) Una parodia de Quiñones de Benavente en el


entremés de La puente segoviana:

¿Dónde está Manzanares


que no viene?
Algo tiene en agosto
que le detiene.

d) LJna contaminación con el cantarcillo que traen


Diego Pisador y el Cancionero de Upsala:

40 Vid. en el vol. XXXV de Rivadeneyra, págs. 441, 459 y 461.


En una ocasión fue por mandato de la reina Isabel: “Estas coplas ül
■san Juan Evangelista hizo Fray Ambrosio Montesino, para cantar al
.son de Aquel pastorcico, madre, que no viene, etc., por mandato de la
Teína doña Isabel, nuestra señora”.
41 Reedic. de A. PÉREZ Gómez, Valencia, 1952, pág. 23. (“Otras al
tono de Aquel pastorcico, madre”.)
42 En P. Henri'quez UreÑa, La versificación irregular en la poesía
castellana, Madrid, 1933, pág. 109.
I

LIV
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo?
La media noche es pasada
y el que me pena no viene;
mi desdicha lo detiene... [N-° *39]

que produce el delicioso de La Celestina:

La media noche es pasada


e no viene;
sabedme si hay otra amada
que lo detiene. tN-° 343]

e) Dos glosas: la que publicamos en la selección,


n.° 22i, y esta otra del Cancionero de la Sablonara:

Tañen a la queda;
mi amor no viene:
algo tiene en el campo
que le detiene.
A la queda tañen,
espadas quitan;
con su esposo cena
quien tiene dicha.
Al salir del día
mi amor no viene;
algo tiene en el campo
que le detiene.
¡ Qué mal hizo en irse
tan de mañana,
si a la media noche
venir pensaba!
Cena, esposa y cama
no me le vuelven;
algo tiene en el campo
que le detiene 43. 1^.° 2^5l

43 Cancionero de Claudio de la Sablonara, en el Bol. Acad. de la


Lengua, IV, 1917, pág. 294.

LV
f) Un recuerdo literario de Lope de Vega en La
Dorotea: Bel. “Estar triste Dorotea y no ir a los toros...,
algo tiene en el campo que le duele” 44.
g) Una seguidilla recogida por Rodríguez Marín
que todavía se canta por Andalucía y que reza así:

Las ánimas han dado,


mi amor no viene;
alguna picarona
me lo entretiene 45.

Y h) Esta cancioncilla recogida por E. M. Tomer


en su Cancionero 46;

Aquel pastorcillo, madre,


pues que no viene,
algo tiene en el campo
que le entretiene.

Claro está que no se puede hacer esta experiencia


con todas las cancioncillas de este corpus, ni es necesario
tampoco. A nosotros debe bastarnos con la limpia belleza
de muchas de ellas.
En el Cancionero musical encontramos “canciones de
amigo” cuyo entronque con las cantigas galaioo-portu-
guesas no es difícil establecer, ni mucho menos (ni tam¬
poco podemos presumir de ser los primeros en señalar

44 La Dorotea, edic. de A. Castro, Madrid, 1913, pág. 252.


45 Cit. por la obra de Henríquez Ureña, pág. 109.
46 La concordancia está señalada por Margit Frenk Alatorre en
La lírica popular en los siglos de Oro, México, 1946, pág. 65. La can-
cioncilla emigró y llegó también a Italia. Vid. E. Mele, Un villancico
della Celestina popolare in Italia nel Cinquecento, en Giorn. stor. della
letter, ital., CVI, 1935, págs. 288-291. También se cantan hoy en Ma¬
llorca unas versiones parecidas a las castellanas. Vid. J. Massot Mun-
TANER, Sobre la poesía tradicional catalana, en Revista de Dialectología
y tradiciones populares, XVIII, 1962, pág. 432.

LVI
esas correspondencias, bien conocidas por los estudiosos),
como en este caso, por ejemplo:

Al alba venid, buen amigo,


al alba venid.

Amigo el que yo más quería,


venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.
Venid a la luz del alba,
non traigáis gran compaña. [N.° 24]

A su lado, por contraste, podríamos colocar la queja


dramática más intensa de toda nuestra lírica tradicional,
la impresionante y brevísima canción:

En Ávila, mis ojos,


dentro en Ávila.
En Ávila del Río
mataron mi amigo,
dentro en Ávila. [N.® 38]

Pero este bello Cancionero musical no es obra aislada,


sino el más extenso ejemplo del fervor por lo tradicional
y popular que ya comienza tímidamente a aparecer en el
Cancionero de Herberay (posterior a 1458) y que estaba
ausente del famoso Cancionero de Buena. Los poetas cor¬
tesanos y los dramaturgos gozarán intensamente con'esta
poesía —como les sucederá después a un Lope y Tirso—,
sobre todo si además son músicos, como Juan del Encina
o Lucas Fernández. Sin embargo, será el portugués Gil
Vicente quien llevará más lejos su amor por lo tradicional
y quien nos dejará las muestras más bellas y de más in¬
tenso lirismo. “Entre los ingenios que en las postrimerías
de la Edad Media y en los albores del Renacimiento reju-

LV1I
venecieron la exangüe poesía cortesana con el filtro gene-
roso de la canción popular, Gil Vicente es, sin disputa, el
mayor de todos”, según Menéndez Pelayo 47. (Por cierto
que no deja de ser curioso el que portugueses o extreme -
ños, como veremos, muestren en pleno petrarquismo una
extraordinaria afición a los villancicos castellanos, como
se ve en Sá de Miranda y más tarde en un Andrade
Caminha, Montemayor o Camoens.)
Paralelamente, el gran Cancionero general de 15 n
lanzará a los cuatro vientos toda una corriente de villan¬
cicos de tipo cortesano, algunos de los cuales obtendrán
gran éxito popular, puesto que en los pliegos sueltos figu¬
rarán, al lado de los romances o cancioncillas, numerosos
testimonios de un Sánchez de Badajoz o de un Comen¬
dador Escrivá, por ejemplo. Estos pliegos sueltos, que
dan entrada, en muchos casos, a una literatura plebeya,
apicarada o procacísima, ayudaron también a divulgar
bellísimas cancioncillas, como las que estudió Margit
Frenk Alatorre en el Cancionero de galanes 48, del que
pueden leerse en nuestra selección unos ejemplos tan deli¬
ciosos como los núms. 173-180.
Pero serán los vihuelistas y polifonistas los que en
pleno Renacimiento contribuirán con más esfuerzos, y con
más ejemplos de extraordinaria belleza, a mantener este
fervor por la cancioncilla de tipo tradicional. Hacia 1550
están en pleno vigor tres grandes corrientes poéticas: la
romancenl, la tradicional y la petrarquista. El famoso
Cancionero de romances de Amberes, los sonetos y villan¬
cicos del mejor polifonista —Juan Vásquez— y la pri¬
mera edición de Garcilaso se llevarán muy pocos años de
diferencia 49. No es extraño, pues, que veamos a Camoens

47 Antología de poetas líricos castellanos, III, Madrid, 1944, pág. 389.


4S Valencia, 1952.
49 El Cancionero de romances de Amberes, según Menéndez Pi-
dal, podría ser de hacia 1547-1549, las Obras de Boscán y Garcilaso se

LVIII
| glosar el villancico tradicional que comienza “Irme quie-
i ro, madre, / a aquella galera", ni a Montemayor, Andra-
; de Caminha y Santa Teresa glosar o convertir a lo divino
i el conocido “Véante mis ojos" [núms. 401 y 4°7]* n* a
j San Juan de la Cruz dar saltos de gozo en una Navidad
1 cantando “Si amores me han de matar, / agora tienen lu¬
gar", y escribiendo en liras la más alta y arrebatada poe¬
sía española de todos los tiempos. Los vihuelistas y poli-
fonistas, desde Luis Milán a Esteban Daza, pasando por
el extraordinario Juan Vásquez, nos dejarán otro bellí¬
simo Corpus de canciones. Al m.smo tiempo, los drama¬
turgos —como habían hecho los de la generación ante¬
rior— continuarán la ya vieja costumbre de intercalar can-
I cioncillas en sus piezas dramáticas, como harán Lope de
Rueda y los anónimos autores de los Autos editados por
L. Rouanet. Costumbre que alcanzará su más alto grado
de expresión en el teatro de Lope de Vega.

imprimen por primera vez en Barcelona en 1543, y los Villancicos de


Vásquez, en la ed. de Osuna, son de 1551. (H. ANGLÉS, al hablar de los
■villancicos de J. Vásquez, dice: “Algo debía de haber en la música de
Vásquez, cuando los vihuelistas españoles de aquel siglo tomaron sus
canciones como un repertorio obligado para sus músicas amables y
placenteras. La causa de una tal predilección, acaso no sea otra que el
hecho de que Vásquez cultivó una música que encarnaba algo de típico
y de consubstancial al alma hispánica. ¿Y en qué consistía un tal tipis¬
mo? Pues, sencillamente, en el hecho de haber cultivado una polifonía
.amorosa impregnada del canto popular racial y con texto castellano
concebido según el molde psicoliterario de Castilla. ... Y éste es el secreto
de la estética tradicional que rezuma en todos los géneros de nuestra
música del siglo XVI." Juan Vásquez, Recopilación de sonetos..., Bar¬
celona, 1946, pág. 11.) Tampoco conviene olvidar la influencia que
ejerce en todo el siglo XVI el Cancionero general de H. del Castillo,
teimpreso numerosas veces desde 1511 hasta 1572- Véase ahora Margit
Frenk Alatorre, Dignificación de la lírica popular en el siglo de Oro,
en Anuario de letras (México), II, 1962, págs. 27 y sigs.

LIX
Es la generación de 1560, tan aficionada al roman-
cero, a Garcilaso y a cantar con la vihuela o la guitarra 50r
la que llevará a sus últimas consecuencias las tres direc¬
ciones que he señalado anteriormente. En los poemas de
Góngora no ha sido difícil, ni mucho menos, el hallazgo
de ritmos y villancicos tan populares como los siguientes:

Mala noche me diste, casada.


Dios te la dé mala.

Turbias van las aguas, madre,


turbias van;
mas ellas se aclararán 51. [N.° 265]

Y de las comedias de Lope de Vega se puede entre¬


sacar un copiosísimo cancionero52 en el que no faltará
ningún ejemplo, desde canciones de bodas a “carmina
triunfalia”, pasando por serranillas tan viejas como las
de la Zarzuela, mayas o seguidillas populares. Precisa¬
mente han sido las canciones de Lope las más traídas y
llevadas cuando se ha tratado de poner ejemplos diversos.
Muchas de esas cancioncillas, naturalmente, son creación
personalísima del Fénix y obtienen en su época una popu¬
laridad extraordinaria —como la de las “naranjitas”—;

50 Para las aficiones a lo popular de Góngora, véase, por ejemplo,


lo que dice A. Reyes en sus Capítulos de Literatura española, México.
1945, págs. 177 y sigs., y para la afición musical de Lope y sus conoci¬
mientos, el prólogo de Jesús Bal a Treinta canciones de Lope de Vega,
Madrid, 1935.
51 Para estos villancicos, vid. E. M. Torner, Elementos populares
en las poesías de Góngora, en RFE, XIV, 1927, págs. 417-424, y La ver'
sificación irregular en la poesía castellana, de HenrÍQUEZ UreÑa, pági¬
nas 266-270.
52 Existe una pequeña selección de Manuel Hidalgo, Las cien
mejores poesías (lírico'populares) de L. de V., Madrid, 1935. Véase
también la bella selección de J. F. Montesinos en Clásicos castellanos.
(Eulalia Galvarriato de Alonso hace tiempo que prepara la edic. de todas
las cancioncillas de Lope.)
9

LX
otras veces son tradicionales los estribillos o villancicos
■(como en la canción del Caballero de Olmedo o la que
principia “Velador que el castillo velas”, considerada por
Covarrubias en 1611 como “vieja”'), y las glosas, lo¬
pescas ; pero en otros casos toda la canción sería tradi¬
cional, ya que ha sobrevivido en la tradición oral, como
la famosa de las “avellanicas”, recogida en Salamanca
por Torner y en la Rioja por Schindler:

Las avellanitas, madre,


ya me las varearé,
todas cuatro en un pimpollo,
ayúdamelas a coger.

Las avellanitas. mora,


ya te las varearé.
Si quieres que te las caiga,
ayúdamelas a coger 54.

Como es lógico, los seguidores del teatro de Lope


supieron muy bien aprovechar este ejemplo del maestro,
como les sucede a Tirso, Vélez y Valdivielso. Sin em¬
bargo, este amor por lo tradicional se va perdiendo entre
los dramaturgos del ciclo calderoniano. Los gustos corte¬
sanos han cambiado, la música da paso a otras fórmulas
de expresión y comienzan a figurar en los dramas can¬
ciones que ni remotamente tienen nada que ver con las
tradicionales, si exceptuamos la persistencia de la segui¬
dilla, que continuará su vida prodigiosamente a lo largo

53 “En castellano antiguo a los centinelas llamaban veladores, como


lo dice el cantarcillo viejo ‘Velador que el castillo velas...’ ” Tesoro. (Otra
referencia a este cantar se encuentra en La Dorotea del mismo Lope,
act. V, esc. II. La música de la canción del Caballero de Olmedo puede
verse en Treinta canciones de Lope de Vega, Madrid, 1935- Procede de
las Obras de música para tecla, arpa, vihuela... recopiladas y puestas en
cifra por Hernando de Cabezón, su hijo, Madrid, 1578. Yo lo oí cantar
a un grupo de niñas de Valladolid que jugaban al corro.)
54 vid. E. M. Torner, índice de analogías, n.° 97.

LXI
del siglo XVII. Hasta los villancicos religiosos seguirán
las nuevas corrientes musicales e irán poco a poco aleján¬
dose de lo tradicional. A lo sumo conservarán alguna
expresión cercana a las fórmulas viejas, pero nada más.
Basta hojear rápidamente los ejemplos que reúne Cejador
y Frauca en sus volúmenes de La verdadera poesía caste-
llana para ver qué lejos estamos ya de un Francisco de
Ávila o de un Lope de Vega 55. A partir de la segunda
mitad del siglo XVII esta poesía quedará olvidada por los
cultos, hasta llegar al siglo XIX, en que se vuelve de
nuevo los ojos a la poesía popular.
Sin embargo, esto no quiere decir que la canción tra¬
dicional, una vez perdido el fervor cortesano, desapare¬
ciese íntegramente, puesto que en ese caso lo tradicional
sería muy escaso y no existiría. A lo sumo cabría hablar
de una moda tradicionalizante que recreó e inventó nu¬
merosas cancioncillas desde la segunda mitad del siglo XV
a la primera del siglo XVII56. Pero lo cierto es que nadie

55 Véase cómo principia este villancico de 1692:

Matachín, que estamos en Pascua,


matachín, que el verbo nació,
matachín, que vaya de fiesta,
porque con voces,
porque con ecos
suenen canoros el tiple y tenor
y juntos repitan
la gloria que canta del ángel la voz.
Cejador, n.° 1249.

56 El fenómeno debió de ser muy semejante a lo ocurrido con eí


romancero; pero lo narrativo persiste más en la memoria que lo lírico.
Es más fácil la transmisión de cincuenta versos de un romance con argu-
mentó, que el recuerdo de un villancico lleno de intimidad. J. F. Mon-
TESINOS dice agudamente: “en la poesía popular, lo sustantivo son los
géneros, dentro de los cuales cada cantar es como una variante’’ (NRFH,
II, 1948, pág. 295). Que se recrearon numerosas canciones y se inven¬
taron otras (aparte de los mismos textos que el lector puede encontrar

LX1I
se ha molestado en reunir en un Corpus bien organizado
toda esa lírica y cotejarla con las canciones vivas hoy en
distintas regiones españolas. Cuando esto se ha hecho, los
resultados no dejan de ser sorprendentes. El musicólogo
Eduardo M. Tomer, en su índice de analogías... ha
demostrado —y trabajando fuera de España y lejos de
importantes fuentes de información— que muchas de
las letras que se cantaron en el siglo XVI pueden oírse
aún en distintas regiones españolas; incluso en algún
caso le ha sido posible reconstruir la letra de alguna can-
ción viejísima, conocida sólo fragmentariamente, como
ésta, por ejemplo:
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.

Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataren un oso.
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador 58. í^-0

Al lector no especialista le gustará saber que los estu¬


diosos conocían seis versos de esa canción: los dos pil¬

en la selección) lo testimonia Covarrubias al hablar de las villanescas:


“Canciones que suelen cantar los villanos cuando están de solaz. Pero
los cortesanos, remedándolos, han compuesto a este modo y mensura
cantardllos alegres. Ese mesmo origen tienen los villancicos tan cele¬
brados en las fiestas de Navidad y Corpus Christi”. (Tesoro, s. v. Vi¬

llanescas.)
57 Véase la nota 34.
58 Indice citado, n.° 154. (La canción procede de Hoyocasero (Avila)
y se canta en una danza.)

LX11I
meros, que, con su música correspondiente, figuran en el
famoso tratado De Música del ciego Salinas 59, el amigo
de Fray Luis de León, y los vv. 5-8, que aparecen así en
El Cortesano de Luis Milán:

Tres monteros
matan el oso,
monteros son
del rey don Alonso60.

Pondré otro ejemplo, igualmente bello y sugestivo,


y también procedente del mismo estudio de E. M. Tor¬
nen En el Vocabulario de refranes del maestro Correas
se halla este estribillo:

No hay tal andar


como buscar a Cristo,
no hay tal andar
como a Cristo buscar61.

Que en Asturias se oye así:

Todos.—No hay tal andar como buscar a Cristo,


no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal andar.

Uno.— No hay tal andar como andar a la una


y veréis al niño en la cuna,
que nació en la noche oscura
de Belén en un portal.
Que no hay tal andar.

I odos.—No hay tal andar como buscar a Cristo,


no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal andar.

59 De Música, pág. 339.


60 El Cortesana, Madrid, 1874, pág. 148.
61 Pág. 353, de la ed. de Madrid, 1924.

LXIV
Uno.— No hay tal andar como andar a las dos
y veréis al hijo de Dios
que por nos salvar a nos
sangre quiso derramar.

Todos.—No hay tal andar como buscar a Cristo,


no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal andar62.

Finalmente, en un ms. del siglo XVI figura esta be^


llísima copla :
Soñaba yo que tenía
alegre mi corazón;
mas a la fe, madre mía,
que los sueños, sueños son. [N.° 198]

La recogió también el maestro Correas en su citado


Vocabulario 631 pero se canta aún en la provincia de León

62 índice, n.° 205. (La canción continúa hasta las doce.) E. M.


Torner escribe: “Esta canción de Navidad se halla bastante extendida
en el cancionero popular. Además de la asturiana he recogido una ver-
sión en Salamanca y se han publicado otras varias. Véase C. MORÁN
BardÓN, Poesía popular Salmantina, y Calleja, Cantos de la Montaña .
El mismo Torner señala que Correas, pág. 70, da otro principio vuelto

a lo profano:

Arremangúeme y hice colada:


no hay tal andar como andar remangada.

Y que a Góngora se atribuye también una letrilla que comienza:

Que no hay tal andar como estar en casa,


que no hay tal andar como en casa estar.

En el n.° 277 de nuestra selección puede ver el lector la cancioncilla


que comienza: “Que no hay tal andar / por el verde olivico... .
63 Pág. 466. En Andrade Caminha (Poesías inéditas, Halle, 1898,
pág. 383) figura como “cantiga velha”, y en DlOGO Bernardes (Obras,
1, Lisboa, 1945) como mote “alheo”. Los dos coinciden en las mismas

variantes :

LXV
con la misma letra64. Y debo advertir que el citado
Vocabulario permaneció inédito hasta bien entrado el
siglo actual, por lo cual no es posible pensar en una fuente
escrita.
Y del mismo modo que los romances emigraron con
los españoles, estas cancioncillas debieron de sufrir la
misma suerte. F. López de Gomara, el célebre historiador,
cuenta en su Historia de las Indias 65 que en los apuros
de Pizarro en el Perú, y cuando le abandonaban los prin-
cipales de su ejército, “cantaba Francisco de Carvajal:

Estos mis cabellicos, madre,


dos a dos me los lleva el aire”.

Cancioncilla que ya conocía Luis Milán, puesto que


la copia en El Cortesano °6, que ya había utilizado Gil
Vicente67 y que transcribe exactamente Correas en su
Vocabulario 68. Por eso no nos sorprende mucho el que
Margit Frenk Alatorre haya podido poner frente a frente
dos cancioncillas, una castellana del siglo XVI, y otra ar¬
gentina actual:

Soñaba, madre, que vía


alegre mi corazón,
mas los sueños, madre mía,
madre mía, sueños son.

64 Vid. Margit Frenk Alatorre, La lírica popular en los siglos de


Oro, México, 1946, pág. 66.
65 Rivadeneyra, XXII, pág. 268 b.
66 Edic. cit., pág. 209.
67 Vid. la edición de Dámaso Alonso en Cruz y Raya, n.° 10,
pág. 116.
68 Edic. cit., pág. 214. (Pero la canción era todavía parodiada por
Andrés de Uztarroz en 1652: “que estos mis libricos, madre, / de dos
en dos se lo? lleva el aire”. Véase en PMLA, LXXVIII, pág. 59.)

LXVI
Caminad, señora, Camina, María,
si queréis caminar, si puedes andar,
que los gallos cantan, ya los gallos cantan,
cerca está el lugar. cerca está el lugar 69.
[N.° 218]

Esta emigración era lógica, como era lógico también


que emigraran otros géneros literarios. Así, por ejemplo,
Hernán González de Eslava 0 (1534-1601) compuso en
Méjico varias “ensaladas”, y en la llamada “Ensalada de
la flota” introduce, como es de rigor en esta clase de com¬
posiciones, varios cantarcillos populares, uno de los cuales
dice así:

69 Obra cit., pág. 66. Todavía se canta por Castilla esta copiar

—Arrea, calesero.
—No quiero arrear.
Cuando los gallos cantan
cerca está el lugar.

(N. Alonso Cortés, Cantares populares de Castilla, pág. 331). El can-


tarcillo era “viejo” en 1611, según Covarrubias (Tesoro, s. v. cerca):

Pues los gallos cantan,


cerca está el lugar.

El villancico figura en Salinas, De Música, pág. 308. Vuelto a lo divino


se encuentra en el Cancionero de Nuestra Señora, ya citado, pág. 48, y
en el Cancionero de F. DE Ocaña (edic. de A. Pérez Gómez, Valencia,
1957, pág* 85)* En Autos, farsas..., edic. de L. Rouanet, II, pág. 379,
se canta así:
Caminá, chiquito,
si queréis caminar,
porqu’el rey Herodes
os manda matar.

Para otras muchas supervivencias, véase M. Frenk Alatorre,


Supervivencias de la lírica popular, en Studia Philologica. Homenaje ofre'
cido a Dámaso Alonso, t. I, Madrid, 1960, págs. 51 y sigs.
70 Sobre González de Eslava, véase el artículo de A. Alonso, en
la Rev. de Filol. Hisp., II, 1940, págs. 213-321.

LXVII
¡ Pásesme, por Dios, barquero,
de esotra parte del río;
duélete del dolor mío ! 71.
Para no aburrir al lector amontonando papeletas so-
bre este villancico, le remito a la muy erudita nota de
Margit Frenk Alatorre en su prólogo del Cancionero de
galanes 72, donde verá la sorprendente vida de esos tres
versillos y su no menos poderosa divulgación.

Y como siempre ocurre —sea lírica tradicional o cul¬


tísima—, el tema central de estas cancioncillas está cons¬
tituido por el amor. La mayor parte son “villancicos de
amigo”, como las ha llamado Menéndez Pidal, por su
parentesco con las “cantigas de amigo” galaico-portugue-
sas. Aunque la forma gallega “se remanse en continuas
repeticiones”, y la castellana estalle apasionadamente en
un dístico, lo cierto es que las relaciones existen. (No
conviene, sin embargo, insistir mucho en estas relaciones,
puesto que también se encontrarán concordancias con
otras líricas bastante alejadas de las románicas. Por de
pronto, véanse las correspondencias que Margit Frenk
Alatorre ha encontrado entre algunos refrains de can-
cioncillas francesas y las jarchas españolas 73.)
Menéndez Pidal y Margit Frenk Alatorre han estu¬
diado muy bien estos “cantares de amigo” 74. Nosotros

71 Cito por Poetas novo-hispanos, I, México, 1942, pág. 48, selec¬


ción muy bien hecha de A. MÉNDEZ PLANCARTE.
72 Edic. cit., págs. XX-XXI.
73 Jaryas mozárabes y estribillos franceses, en NRFH, VII, 1953, pá¬
ginas 281 y sigs. Vid. también Aurelio Roncaglia, Una tradizione lírica
pretrovadoresca in lingua volgare, en CuN., XI, 1951, págs. 213-249.
74 R. Menéndez Pidal, La primitiva poesía lírica española, en la
edic. cit., págs. 245 y sigs..; M. Frenk Alatorre, Sobre los textos poé¬
ticos en Juan VásqueZ, Mudarra y NarváeZ, en NRFH, VI, 1952, pá¬
ginas 33-56, y también las págs. 39-54 de La Urica popular en los siglos

LXVIII
no podemos hacer otra cosa que resumir brevemente es¬
tos trabajos, que deberá siempre consultar el lector inte¬
resado en estas cuestiones.
La protagonista será siempre la doncella enamorada,
con todo el cortejo de sentimientos comunes, de confiden¬
cias a la madre ", encelada o desdeñada, que pasa las
noches en vela, como aquella que exclama :
Estas noches atan largas
para mí
no solían ser así. [N.° 46],

O lamenta la tardanza de su amigo que no llega pun¬


tualmente a la cita:
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo? [N.° 130]

O protesta de la vigilancia materna (“Aguardan a mí,


/ nunca tales guardas vi”) o de la llegada del alba, que
obliga a dejar amorosos brazos:
Ya cantan los gallos,
amor mío, y vete:
cata que amanece. [N.° 78]

de Oro. Para otros temas relacionados con estos cantares de amigo,


como las quejas de la morenita, la niña “en cabello”, el amor que quita
el sueño, etc., vid. las magistrales notas de Daniel Devoto a su
bellísimo Cancionero llamado Flor de la rosa, Buenos Aires, 1950.
75 Eran tan frecuentes las confidencias o quejas a las madres en
estas cancioncillas, que Gerarda, después de haber oído cantar a Doro¬
tea cierto romance que termina con el siguiente villancico:
Madre, unos ojuelos vi
verdes, alegres y bellos :
] ay, que me muero por ellos,
y ellos se burlan de mí 1,

comenta: "A ti sola te sufriera villancico que entrara con madre, por¬
que en fin la tienes y eres tan niña; pero no a unos barbados, cuando
comienzan: ‘Madre mía, mis cabellos...’” (La Dorotea, Act. II, esc. V.)

LXIX
Ni son menos frecuentes las quejas de las niñas more'
nitas, ni las de las malcasadas, o las protestas de las que
no quieren malmaridar, como la de Gil Vicente:

Dicen que me case yo:


no quiero marido, no. [N.° 352]

(A veces es la madre escarmentada la que aconseja


a su hija que no se case: “No querades, fija, / marido
tomar, / para suspirar...’’)
Ellos, como es natural, sufrirán por las mismas cau'
sas, pero más de alguno no sabrá a quién cantar sus
quejas:
¿A quién contaré yo mis quejas,
mi lindo amor,
a quién contaré yo mis quejas,
si a vos no? [N.° 192]

O gritará pidiendo justicia:

Mal herido me ha la niña.


¡ No me hacen justicia! [N.° 364]

Y, como siempre, perecerá por una mirada:

Ojos morenicos,
irm’he yo a querellar
que me queredes matar. [N.° 41]

Pero lo cierto es que los enamorados se casan y que


deben ser celebrados. Las canciones de bodas y bautizos
viven aún en casi todas las regiones españolas. Es lógico
que nos quedasen testimonios viejos, y algunos bien re'
petidos y conocidos, como el que principia:

Esta novia se lleva la flor,


que las otras no 76.

76 E. M. Torner, en índice de analogías, transcribe esta copla


de boda cantada en Castilla:
I
LXX
(Lo que más diferencia estos villancicos de amigo de
las cantigas gallegO'portuguesas es la casi total ausencia
del paisaje. No interviene con tanta frecuencia ni con
tan maravilloso poder, pero tampoco podemos decir que
no se puedan encontrar algunos paisajes sirviendo de fon'
do a tanta queja:
De los álamos vengo, madre,
de ver cómo los menea el aire. [N.° 96]

Dejadme llorar
a orillas del mar ,7.)

Menéndez Pidal estudió con su sabiduría habitual


otros temas, como el de las serranas, cuyo origen quiso
encontrar en una tradición española, en cancioncillas de
viajes y peligros, como el ejemplo tan bello:
Paséisme ahora allá, serrana,
que no muera yo en esta montaña. [N.° 61]

Señaló también la existencia de cantos de trabajo


—de espigadoras, segadoras, vareadoras—, como el que
Salinas calificaba ya de “rusticae cantionis”:
Segador, tírate afuera,
deja entrar la espigaderuela '8.

Ésta sí que es novia,


ésta, que las otras no;
ésta se lleva la gala,
ésta se lleva la flor.

Para el uso y popularidad de la fórmula “Ésta (o Éste) sí...”, vid. las


págs. 144-145 de la Versificación irregular en la poesía castellana, de
P. Henríquez Ureña.
77 Villancico o estribillo del romance de Góngora La mas btella
niña”, en Obras, ed. de I. y J. Millé, pág. 5. Figura también en otras
partes, por ejemplo, en Ledesma, fuegos de Noche buena (Rivadeneyra,
XXV, pág. 165, dentro de un romance al Nacimiento).
78 De Música, pág. 343.

LXXI
Frecuentes fueron también las canciones de ‘‘moli¬
no”, con ejemplos muy graciosos y finos, y tampoco de¬
bemos olvidar la calidad lírica de algunos pregones:

¡ Si queréis comprar romero


de lo granado y polido,
qu’aun agora lo he cogido! [N.° 168]

Pero los trabajos y los días requieren también sus


fiestas, algunas de antiquísimo abolengo, como las ‘‘ma¬
yas”, de que ya hemos hablado, o las de San Juan. En
tomo al día de San Juan pervive en toda Europa una
lírica tradicional, que en España deja restos muy bellos
y diversos:
A coger el trébol, damas,
la mañana de San Juan,
a coger el trébol, damas,
que después no habrá lugar.

Que no cogeré yo verbena


la mañana de San Juan,
pues mis amores se van. [N.° 250]

(En relación con este trébol mágico de la mañana de


San Juan, se encuentran otros villancicos muy glosados,
como el sabido [N.° 249] :

¡Trébole, ay, Jesús, cómo huele!


¡Trébole, ay, Jesús, qué olor! 79.)

79 Para las canciones de “Trébol”, véase E. M. Torner, índice de


analogías, n.° 1. El mismo Torner había recogido antes en su Cando-
ñero asturiano, n.° 385, esta bella muestra:
A coger el trébole, el trébole, el trébole,
a coger el trébole la noche de san Juan;
a coger el trébole, el trébole, el trébole,
a coger el trébole los mis amores van.
¡ Ay, morena, la noche de san Juan;
ay, salada, los mis amores van!

Véase también HenrÍQUEZ UreÑa, ob. cit., págs. 136, 235, 298 y 300.

LXXII
Y como en la literatura española se llegan a “divini¬
zar" hasta las jácaras que cantaban las hazañas de picaros
tan ilustres como Escarramán, nada tiene de extraño que
desde el siglo XV se conviertan a lo divino numerosos
villancicos populares. Desde Álvarez Gato a Francisco
de Ávila, pasando por Santa Teresa, Horozco o Ledesma,
abundan los autores que divinizan los villancicos profa¬
nos Sü. Si la letra no se aprovechaba, servía por lo menos
el “tono”. De ahí esas indicaciones que se leen con fre¬
cuencia de: “Otras al tono de Envídrame mi madre / por
agua / a la fuente frida”; “Otra canción al tono de Si
mis amores me han dejado...” (Ni se tiene ningún temor
a utilizar el tono de canciones bastante procaces: “Otro
villancico al tono de Mi marido anda cuitado; yo juraré
que está castrado” 81.)
Pero esto no quiere decir que desde un principio no
se cultivase con independencia el villancico culto religioso
con la estructura popular o tradicional. Precisamente una
de las muestras más viejas del género, la canción para
callar al Niño, de Gómez Manrique, está escrita en forma
de zéjel:
Calladvos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito. [N.° 335]

Y como sucede en otros muchos casos, es siempre


Lope de Vega quien vence a todos los poetas, sin ex¬
ceptuar a Góngora, que nos ha legado el más bello ejem¬
plo de villancico archiculto en su famoso

so Para el desarrollo del villancico religioso, consúltese A study oj


the Villancico up to Lope de Vega, de Mary Paulina St. Amour, A.
M., Washington, 1940.
81 Los tres ejemplos proceden del Cancionero de Nuestra Señora.

ed. cit., págs. 40, 64 y 68.

LXXIII
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno,
j Qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!

Al lado de esta poesía que los cortesanos debieron


de elaborar algunas veces o de reelaborar en otros casos
(como sucedió con el romance viejo, y no puede extra'
ñarnos el que coincidan los apogeos de ambas formas
poéticas82) existe otra poesía de tipo menos refinado,
con temas que distan mucho de los anteriores, y que po'
dríamos calificar de vulgar o plebeya por los motivos y
hasta por la forma, como en estos ejemplos:
Toca, toca,
con el pie se toca
la Juana matroca,
Freguelé, freguelé,
bueno a fe.
Freguelé, freguelé.

¡ Al dron golondrón, mozas !

Bartola y su amigo
bailan el domingo;
al drongolondrán 83.

José Romeu Figueras, que tan bien conoce este mum


do de la canción tradicional, llama a estas fórmulas poe'
sía estrictamente popular para distinguirla de la tradicio'
nal84. El término se presta a confusiones y convendría
buscarle un sustituto (basta y sobra con las que se origi'

82 Menendez Pidal, en su precioso y reciente Romancero hispánico,


II, Madrid, 1953, cap. XIII, coloca este apogeo entre 1515 y 1580.
83 De una ensalada de Flecha, Las ensaladas de Flecha..., Praga,
1581. Nosotros las copiamos del Catálech de Pedrell, II, págs. i8i'i82.
84 José Romeu Figueras, La poesía popular en los Cancioneros Mu'
sicales españoles de los siglos XV y XVI, en Anuario musical, IV,
1949, págs. 57-91.

LXXIV
incumbe ahora8S. Sí, en cambio, señalar el acierto de
Romeu Figueras al agrupar y clasificar un buen número
•de estas cancioncillas. De haber extendido su estudio a
los pliegos sueltos, hubiera podido escribir un capítulo
¡ extraordinario para la historia de la poesía española. De
todas formas lo conseguido es suficiente, ya que ha des¬
lindado muy bien un campo de otro. Porque es evidente
•que una canción tabernaria y tan procaz como la que
principia “Dale si le das”, del Cancionero musical de Pü'
lacio, o la que nosotros incluimos como muestra en la
selección “Por beber, comadre, / por beber” [N.° 59] no
presenta las mismas características internas que la llama¬
da canción tradicional. Con todo, yo no me atrevería a
afirmar que no fueran creaciones como las otras y que no
se divulgasen entre medios muy cortesanos y hasta muy
religiosos (recuérdese lo dicho a propósito de ciertos “to¬
nos” procaces), puesto que Fray Ambrosio Montesino sa¬
bía muy bien la que comenzaba
-
La zorrilla con el gallo
mal han barajado 86.

En cuanto a la forma, también hemos de partir de la


magistral conferencia de Menéndez Pidal, quien distin¬
guió con nitidez las profundas diferencias existentes en¬
tre las formas galaico-portuguesas y las castellanas. Las
“cantigas de amigo” son siempre cantos paralelísticos o
encadenados, completados por un estribillo; “la expre-

85 El mismo Romeu Figueras reconoce la dificultad “de asentar unas
conclusiones definitivas sobre el terreno arenoso y movedizo de lo
popular, por la vaguedad de fronteras que existen entre él y lo anónimo
tradicional”. (Pág. 88.)
«6 En Rivadeneyra, XXXV, pág. 444. (En el Cancionero musical,
n.° 442, el villancico dice así: “La zorrilla con el gallo, / zangorro-
mango”.)

LXXV
sión, de una graciosa monotonía, se remansa en continuas
repeticiones”, como en este ejemplo tan bello:

Levad’, amigo, que dcrmides as manhanas frías;


todalas aves do mundo d’amor dizian:
leda m’and’eu.

Levad’, amigo, que dormidedas frías manhanas;


todalas aves do mundo d’amor cantavan:
leda m’and’eu. CN-° 324]

En cambio, “la forma castellana es la de un villancico


inicial glosado en estrofas, al fin de las cuales se suele
repetir todo o parte del villancico, a modo de estribillo.
En la forma gallega el movimiento lírico parte de la es-
trofa, respecto de la cual el estribillo no es más que una
prolongación; en la forma castellana, el punto de partida
está en el villancico, y las estrofas son su desarrollo...
El villancico temático, que es por sí mismo ya un poe-
mita, está concebido con una más vaga simplicidad que
el resto: es el elemento tradicional conocido por todos,
o fácilmente asimilable por todos y destinado a hacerse
tradicional, propio, en fin, para ser cantado a coro; mien-
tras las estrofas glosadoras son meramente populares, idea¬
das por la improvisación más personal, y propias para ser
entonadas por la voz sola del que guía el canto” 87.
Filgueira Valverde opina que estas diferencias se de¬
ben a “dos distintas maneras de cantar en público, res¬
pondiendo a la diversa aptitud de los cantores... En
Galicia, como sucedió en las cortes mientras sobrevivie¬
ron los “cossautes”, cantan dos coros o dos improvisados
poetas: uno que inicia el tema con una estrofa o grupo

87 La primitiva poesía Urica española, ed. cit., pág. 260. Véase tam¬
bién La poética del paralelismo, de E. Asensio, incluida en Poética y
realidad en el cancionero peninsular de la Edad Media, Madrid, 1957,
págs. 75 y sigs., y J. Romeu Figueras, El cantar paralelístico en Cata¬
luña, en Anuario musical, t. IX, 19S4.
\

LXXVI
«de versos, y otro que responde, variándolo, bien con un
riguroso paralelismo, bien por el simple encadenamiento
de tomar como primer verso el último oído; proceso que
exige aptitud de improvisación, o, por lo menos, de varia¬
ción en los cantores, y que tiene su paralelo coreográfico
en el “coger puntos” de la danza. En cambio, el sistema
castellano sólo exige del coro que repita periódicamente,
sin variación alguna, el estribillo, encomendando a una
personalidad aislada su glosa” ss.
En efecto, si se observa bien la bella canción galaico-
portuguesa que hemos copiado, se notará que su parale¬
lismo obedece a un ritmo de danza. Son, en realidad,
canciones de danza llamadas bailadas encadenadas. “La
danza, pues, fue uno de los elementos más decisivos en
la formación del paralelismo verbal perfecto del cósante
culto” &9; lo que no sucedió con los villancicos, aunque
también se bailaron, como algunos que aparecen en el
célebre Llibre Vermell del siglo XIV, que contiene can¬
ciones de peregrinos y danzas religiosas en latín y en
lengua vulgar catalana 90.
Al ser el villancico la parte que el coro entonaba 91,
se comprende con facilidad que calase más hondo y ter-

88 En Historia general de las literaturas hispánicas, I, 1949, pág. 608.


89 José Romeu Figueras, El cósante en la Urica de los Cancioneros
musicales españoles de los siglos XV y XVI, en Anuario musical, V,
1950, pág. 25. Vid. el excelente estudio de E. Asensio, Los cantares
paralelisticos castellanos. Tradición y originalidad, en la RFE, XXXVII,
1953, págs. 130 y sigs., recogido ahora en Poética y realidad en el can'
cionero peninsular de la Edad Media, edic. cit.
90 Véase Isabel Pope, El villancico polifónico, al frente de la edic.
del Cancionero de Upsala, ya citada, págs. 32-33.
91 Llamamos villancico a lo que Rengifo, por ejemplo, llamaba “ca¬
beza", para distinguirlo de la glosa, que él llama “pies". “Villancico
es un género de coplas que solamente se compone para ser cantado...
En los villancicos hay cabeza y pies; la cabeza es una copla de dos, o
tres o cuatro versos... que se suele repetir después de los pies.” (Arte

LXXVII
minase por persistir aislado en la memoria popular y
que muchas veces se emancipase, de tal modo que ya
nos parezca hoy un poemita íntegro y con vida propia^
Esto es lo que sucede con los ya citados:

La niña que amores ha,


sola, ¿cómo dormirá?

Ya cantan los gallos,


amor mío, y vete,
cata que amanece.

Naturalmente, el éxito de estos villancicos dependía


de su gracia, de su intensidad poética y también de algo
que no conviene olvidar: de su tono musical. Algunos
gozaron de tal éxito que pasaron a convertirse —como
sucedió con bastantes versos del romancero viejo 22—
en refranes o frases hechas. No hace falta ni siquiera
recurrir al Vocabulario del maestro Correas, tan citado
siempre por los estudiosos: basta con hojear un popular
Refranero español, publicado en una edición baratísima,
para encontrar algunos ejemplos tan perfectos como
éstos:
A la hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua.

A la mal casada
déla Dios placer,
que la bien casada
no lo ha menester 93.

poética, cap. XXIX). Para los tratadistas anteriores, villancico designaba


sólo la cabeza del poemita, el estribillo.
92 Véase R, Menéndez Pidal, Romancero hispánico, II, págs. 184
y sigs.
93 Refranero español, Edics. Ibéricas (prólogo de José Bergua), Ma¬
drid, s. a., págs. 71 y 72. El primero figura también como cantarcillo
viejo en el Tesoro de Covarrubias, s. v. adelfa, y el segundo en el
Vocabulario de Correas.

LXXVIII
Por eso afirmaba Correas: “De refranes se han fun¬
dado muchos cantares, y, al contrario, de cantares han
quedado muchos refranes, como todos son estribillos de
Villancicos y Cantarcillos viejos” ’4.
Para terminar, y para que esta introducción quede
menos incompleta, deberemos mencionar, aunque muy
brevemente, un aspecto del que todavía nada hemos di¬
cho. Me refiero a la versificación de esos villancicos, tan
bien estudiada por Henríquez Ureña en su conocida y
trabajada obra. Como estas cancioncillas obedecen a un
ritmo musical, es lógico que la acentuación no sea tan
rígida como en los casos estrictamente literarios. Hen¬
ríquez Ureña llama “versificación acentual” a “aquella
que deriva su carácter peculiar de acentos y no adop¬
ta el principio del número igual de sílabas” 95. Al ser
94 En su Arte grande, Madrid, 1903, pág. 258. En el prólogo al
Cancionero llamado “Flor de enamorados’’, Valencia, 1954, dicen A. Ro-
drÍguez-MoÑino y Daniel Devoto : “Los refranes andan por la poesía
española desde sus comienzos, tan fundidos con la lírica y con el tea¬
tro, que es posible llegar a preguntarse si no habrá mucho de verdad
en la vieja teoría de Joaquín Costa, que consideraba los refranes como
la primera manifestación de la poesía popular. Sea como fuere, el
refrán —con su viejo sentido de “estribillo”— nos lleva a considerar el
papel preponderante de la música en toda esta poesía.” (Págs. XLII-
XLIV.) Quizá, en efecto, se cantasen algunos refranes. En un ]uego
trobado por ABC que se halla en el Cancionero de Herberay (edic. de
C. V. AUBRUN, Bordeaux, 1951) termina cada letra con una canción y
un refrán. En casi todos los casos el refrán es dicho, pero en un caso
(pág. 193 b) se lee:
El refrán es de cantar
ante qu’el seso refuya
y quien quiera redarguya:
"Porfía mata venado,
que no montero cansado”.

Véase ahora el estudio de M. Frenk AlaTORRE, Refranes canta-


dos y cantares proverbializados, en la NRFH, XV, 1961, págs. 155
y sigs.
95 Obra cit., pág. 88.

LXX1X
poesía cantada, la dislocación acentual puede llegar has¬
ta los últimos límites, como ocurre en la famosa canción
del baile del “polvico” :

Pisaré yo el polvico,
atán menudico;
pisaré yo el polvo,
atán menudo %. [N.° 423l

Normalmente, el villancico suele constar, por lo me¬


nos, de un dístico monorrimo, consonante o asonante,
como en estos ejemplos:
De esa manera
seréis panadera.

A la hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua. [N.° 278]

Muchas veces, en cambio, el dístico no rima, como


en este caso:
Amor, no me dejes,
que me moriré. [N.° 338]

En muchísimos casos también el villancico es un tris-


tico, pero raras veces monorrimo, con o sin igualdad de
sílabas en cada verso, asonante o consonante, como en
estos ejemplos:

96 Abundan los ejemplos, como éste [cf. N.° 310] :


Solía que andaba
el mi molino,
solía que andaba
y ahora no.
(Obras de F. Trillo y Figueroa, edic.
de A. Gallego Morell, Madrid,
1951, pág. 177.)

Incluso aparece en la más moderna poesía, como en F. GARCÍA LORCA


(Obras completas, II, B. Aires, ed. Losada, pág. 144):
Arbolé, arbolé,
( seco y verdé.

LXXX
Enemiga le soy, madre,
a aquel caballero yo:
mal enemiga le só. [N.° 66]

Estas noches atan largas


para mí
no solían ser así. [N.° 46]

(Casi siempre es el segundo verso el que rima con


3 el tercero, como en esos dos ejemplos.)
Y en otros consta de cuatro versillos, como en éste:

Dentro en el vergel
moriré.
Dentro en el rosal
mataren’ han. [N.° 443

La glosa del villancico, lo que Rengifo llamaba


"pies” 97, puede estar en forma de zéjel, es decir, cons-
1 tar de un trístico monorrimo y un verso que rima con
r uno o los dos del villancico, como en los ejemplos apum
l tados. En muchos casos, las estrofitas glosadoras cons-
l tan de cinco versos, rimando abbaa, más un verso con
! la rima del estribillo, detrás del cual se repite el último
verso de éste, o los dos, si es un dístico, como en este
¡ caso:
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo?

La media noche es pasada


y el que me pena no viene:
mi desdicha lo detiene,
¡ que nascí tan desdichada !
Háceme vivir penada
y muéstraseme enemigo.
¿Cómo no venís, amigo? ÍN-0 139]

97 Vid. la nota 91.

LXXXI
Este esquema suele ser el más frecuente en las glosas
de tipo culto, pero abundan mucho también esquemas
muy irregulares, como estos dos:

Alta estaba la peña,


nace la malva en ella.
Alta estaba la peña,
riberas del río ;
nace la malva en ella,
y el trébol florido. [N.° 141]

Vi los barcos, madre,


vilos y no me valen.
Madre, tres mozuelas,
non de aquesta villa,
en aguas corrientes
lavan sus camisas.
Sus camisas, madre,
vilas y no me valen. [N.° 144]

Las más populares suelen rimar en forma asonante


en los versos pares, iniciando un movimiento parejo al
de los romances:

Puse mis amores


en Fernandico.
¡ Ay, que era casado!
¡ Mal me ha mentido!
Digas, marinero
del cuerpo garrido,
¿en cuál de aquellas naves
pasa Fernandico?
¡ Ay, que era casado !
¡ Mal me ha mentido !
Puse mis amores
en Fernandico.
¡ Ay, que era casado !
¡ Mal me ha mentido! [N.° 93]

En las glosas populares, como ha observado muy bien


Margit Frenk Alatorre, no es posible separar el villan-

LXXXII
cico de la glosa, puesto que conservan una entrañable
intimidad conceptual y sentimental; la glosa “es esclava
fiel del villancico”; pero anota seguidamente que estas
glosas “pueden dividirse en dos grandes grupos: i) las
que constituyen una versión ampliada del villancico, y
2) las que constituyen, frente a éste, una unidad aparte.
Lo que llamo Versión ampliada del villancico’ surge, ya
por un despliegue de éste, cuyos elementos se repiten y
amplían, uno tras otro, ya por un desarrollo que parte
por lo general del primer verso del villancico. ...Puede
hablarse, en cambio, de 'entidad aparte’ cuando se rompe
el cordón umbilical, o sea la dependencia textual. La glo^
sa puede entonces colocarse en el mismo nivel del villarn
cico y complementarlo, prolongándolo o dialogando con
él, o bien puede enfrentar al villancico una narración que
lo explique” 9S. Véanse los siguientes ejemplos:

Dícenme qu’el amor no fiere;


mas a mí muerto me tiene.
Dícenme qu’el amor no fiere
■ ni con fierro ni con palo;
mas a mí muerto me tiene
la que traigo de la mano.
Dícenme que el amor no fiere
ni con palo ni con fierro;
mas a mí muerto me tiene
la que traigo d’este dedo.

Gentil caballero,
dédesme hora un beso,
siquiera por el daño
que me habéis hecho.
Venía el caballero,
venía de Sevilla;
en huerta de monjas

98 Glosas de tipo popular en la antigua lírica, en la NRFH, XII.


1958, pág. 307.

LXXXI1I
limones cogía,
y la prioresa
prendas le pedía:
siquiera por el daño
que me habéis hecho. [N.° 87]

En cuanto al número de sílabas de los versos, los


de seis y ocho sílabas son los más frecuentes, pero abum
dan también los eneasílabos, los llamados endecasílabos
de gaita gallega y versos de medida muy irregular. De
todos ellos han persistido numerosísimos ejemplos, pero
-el metro de la seguidilla va poco a poco buscando la
regularidad que adquiere en el siglo XVI y que dura
hasta hoy, con ejemplos tan perfectos como éste, que
■puede cerrar tan bellamente una introducción tan poco
graciosa:
Río de Sevilla,
¡ cuán bien pareces
con galeras blancas
y ramos verdes ! [N.° 447]

LXXX1V
ADVERTENCIA

Rogamos al lector tenga presente el título que hemo&


puesto a este volumen: LÍRICA DE TIPO TRADICIONAL.
Con esto queremos indicar que no todos los poemas es-
cogidos son estrictamente tradicionales, aunque sí obe-
decen a una evidente tradicionalidad. Algunos son "glo¬
sas” cultas a canciones viejas. Pero al glosar Camoens o
Lope una cancioncilla, no hacen más que continuar una
fórmula muy española. Hemos pensado que el Canción
ñero quedaría incompleto prescindiendo de esas mani-
festaciones cultas o seudotradicionales. Nuestra intención
es parecida a la que ha guiado a tanto colector de nues¬
tros romances, que no ha prescindido de un romance de
Góngora, por ejemplo, o de Lope. Por la misma causa
añadimos al final varias endechas y canciones sefardíes.
En cambio, observará el lector la ausencia de la gran
corriente de poesía cortesana (mal llamada "tradicional”)
de fines del siglo XV y principios del siglo XVI. Entre
un villancico de Garci Sánchez de Badajoz o del Comen¬
dador Escrivá, con su casuística amorosa, y otro de tipo
tradicional, sea de Fernando de Rojas o de Lope de Vega,

LXXXV
hay unas diferencias abrumadoras; diferencias que pro¬
ceden de dos distintas tradiciones: la cancioneril y la
castellana. (Esos villancicos se encontrarán en el segun¬
do volumen de esta serie.)
Hemos sido muy avaros en las anotaciones, limitán¬
donos casi exclusivamente a dar la procedencia de las
distintas canciones. Hemos preferido —dado el destino
de estos volúmenes— sacrificar notas y no textos, ya
que los Cancioneros de tipo tradicional no abundan mu¬
cho ni están muy al alcance de los lectores no especia¬
listas.
D. A. y J. M. B.

Para esta segunda edición hemos tenido muy pre¬


sentes las observaciones hechas por Manuel Alvar (RFE,
XL, 1956, pág. 261) y por Margit Frenk Alatorre
(NRFH, XIII, 1959, págs. 360-362) en sus reseñas.
Incluimos al final varias cancioncillas catalanas cuya
relación con las castellanas y gallegas es evidente.

LXXXVI
POEMAS ANÓNIMOS
1

Vayse meu corachón de mib,


ya Rab, ¿si se me tornarád?
¡Tan mal meu doler lid-habib!
Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?

[Mi corazón se me va de mí. Oh Dios, ¿acaso se me tornará? ¡ Tan


fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuándo sanará?]

¿Qué faré yo o qué serád de mibi?


¡ Habibi,
non te tolgas de mibi!

[Amigo, ¡no te apartes de mí! ¿Qué haré, qué será de mí si tú


me dejas?]

Garid vos, ay yermanelas,


¿cóm’ contener é meu mali?
Sin el habib non vivreyu
ed volarei demandari.

[Decid vosotras, oh hermanillas, ¿cómo refrenaré mi pesar? Sin el


amado, yo no viviré, y volaré a buscarlo.]

3
4

¿Qué faré, mamma?


Meu-l-habib est’ ad yana.
[>¿Qué haré, madre? Mi amigo está a la puerta.]

En Cañatañazor
perdió Alman$or
ell atamor.

Serranilla de la Zarzuela

Yo me iba, mi madre,
a Villa Reale:
errara yo el camino
en fuerte lugare.
Siete días anduve
que no comí pane,
cebada mi muía,
carne el gavilán.
Entre la Zarzuela
y Darazután,
alzaba los ojos
hacia do el sol sale;
viera una cabaña,
della el humo sale.
Picara mi muía,
fuime para allá;
perros del ganado
sálenme a ladrar;
vide una serrana
del bello donaire:
—“Llegaos, caballero,
vergüenza no hayades;
mi padre y mi madre
han ido al lugar.

4
mi carillo Minguillo
■es ido por pan,
ni vendrá esta noche
ni mañana a yantar;
comeréis de la leche,
mientras el queso se hace.
Haremos la cama
junto al retamal;
haremos un hijo,
llamarse ha Pascual;
o será arzobispo,
papa o cardenal,
o será porquerizo
de Villa Real.
¡ Bien, por vida mía,
debéis de burlar!"

Endechas a la muerte de Guillen Peraza

Llorad las damas, sí Dios os vala,


Guillén Peraza quedó en la Palma,
la flor marchita de la su cara.
No eres palma, eres retama,
-eres ciprés de triste rama,
«res desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
.¿dó está tu escudo, dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.

Los COMENDADORES

¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!
Yo vi a vosotros,
vosotros a mí.

5
Al comienzo malo
de mis amores,
convidó Fernando
los comendadores
a buenas gallinas,
capones mejores.
Púsome a la mesa
con los señores:
Jorge nunca tira
los ojos de mí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Turbó con la vista


mi conoscimiento:
de ver en mi cara
tal movimiento,
tomó de hablarme
atrevimiento.
Desque oí cuitada
su pedimiento,
de amores vencida,
le dije que sí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Los comendadores
de Calatrava
partieron de Sevilla
a hora menguada,
para la cibdad
de Córdoba la llana,
con ricos trotones
y espuelas doradas.
Lindos pajes llevan
delante de sí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Por la puerta del Rincón:


hicieron su entrada,
y por Santa Marina
la su pasada;

6
vieron sus amores
a una ventana i
a doña Beatriz
con su criada.
Tan amarga vista
fuera para sí.
| Los comendadores,
por mi mal os vi!

Luego que pasaron


d’esta manera,
ante que llegasen
a la Corredera,
le vino de presto
la mensajera:
dice que Fernando
estaba en la Sierra:
qu’en los quince días
no verná de allí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Desqu’ellos oyeron
aquella nueva,
la respuesta dieron
d’esta manera :
—“Idos, madre mía,
en hora buena;
que la noche es larga
y placentera:
cenaremos temprano,
iremos dormir.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Cenan los señores


y se dan prisa,
llegan donde amores
los atendían.
Acuéstase Jorge
con la su dama,
también el su hermano
con la criada;

7
y los cuatro gozan
de gustos sin fin.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Entre mil regalos,


Jorge se durmió;
pero sueño malo
dicen que soñó;
consigo puñaba,
y se dispertó
temiendo la muerte,
que cierta halló.
Cubrióse su rostro
de frío sudor,
guarecerse quiso
de doña Beatriz.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Aun la media noche


no era llegada,
ya subía Hernando
por una escala,
y entra muy feroz
por la ventana,
un arnés vestido
y espada sacada.
—“Caballeros malos,
¿qué hacéis aquí?”
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Y luego en entrando
solo a una cuadra,
vido con sus ojos
su afrenta clara.
Pasó el pecho a Jorge
de una estocada,
y a Beatriz la mano
dejóla cortada,
y luego furioso
se salió de allí.

8
] Los comendadores,
por mi mal os vi!
Habló el hermano :
—“Aquí me tenéis;
mi señor Hernando,
vos no me matéis;
a mi hermano Jorge
ya muerto le habéis.
La suya os perdono,
si dejáis a mí.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Dijo la cuitada
con gran recelo:
—“Vos, amores míos,
tenedme duelo,
pues ya veis mi mano
per ese suelo.”
La triste, tendida
sobre su velo,
bien junta con Jorge,
degollóla allí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Después de haber muerto


cuantos allí son,
anda por la casa
muy bravo león.
Vido un esclavo
detrás un rincón:
—“Tú, perro, supiste
también la traición,
por lo cual, malvado,
morirás aquí.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Jueves era, jueves,


día de mercado,
y en Santa Marina
hacían rebato.

9
que Fernando, dicen,
el qu’es Veinticuatro,
había muerto a Jorge
y a su hermano,
y a la sin ventura
doña Beatriz.
¡ Los comendadores,
por mi mal os vi!

Pues mi pena veis,


miratme sin saña,
o no me miréis.

A mí que soy vuestro


contino amador,
penado d’amor
más que no demuestro,
quiero qu’os mostrés
alegre sin saña,
o no me mires.

10

Soy garridilla e pierdo sazón


por mal maridada;
tengo marido en mi corazón
que a mí agrada.

Ha que soy suya bien cinco o seis años,


que nunca dél hube camisa nin paños:
azotes, palmadas y muchos susafios
y mal gobernada.

Ni quiere que quiera m quiere querer;


ni quiere que vea ni quiere veer;
mas diz el villano que, cuando él s’aduerme,
que esté desvelada.

10
Esto de su miedo la noche despierta,
de día no oso ponerme a la puerta;
así que, mesquina, viviendo, soy muerta
y no soterrada.

Desd’el día negro que le conocí,


con cuantos servicios y honras que l[e] fiz,
amarga me vea si nunca le vi
la cara pagada.

Así Dios me preste la vida y salut


que nunca un besillo me dio con virtut
en todos los días de mi juventut
que fui desposada.

Que bien que mal, sufro mis tristes pasiones,


aunque me tienten diez mil tentaciones;
mas ya no les puedo sufrir quemazones
a suegra y cuñada.

Mas si yo quisiese trocar mal por mal,


mancebos muy lindos de muy grand caudal
me darán pelote, mantillo y brial
por enamorada.

Con toda mi cuita, con toda mi fiel,


cuando yo veo mancebo novel,
más peno amarga y fago por él
que Roldán por su espada.

11

Desfecha

Si d’ésta escapo
sabré qué contar;
non partiré dell’aldea
mientras viere nevar.

Una mozuela de vil semeiar


fizóme adama de comigo folgar:
non partiré dell’aldea
mientras viere nevar.

11
12

Ojos de la mi señora,
¿y vos, qué habedes?:
¿por qué vos abaxades
cuando me veedes?

13

Siempre m’habéis querido:


maldita sea si os olvido.

Mi señor, no arréis de nada


vos a mí tener pagada,
y segúnt vuestra embajada,
habréis mi cuerpo garrido.

14

La niña gntillos dar


no es de maravillar.

Mucho grita la cuitada


con la voz desmesurada
por se veer asalteada:
non es de maravillar.

Amor puro la venció


que a muchas engañó;
si por él se descibió,
no es de maravillar.

Temprano quiso saber


el trabajo e placer
qu’el amor nos faz haber;
non es de maravillar.

A los diez años complidos


fueron d’ella conocidos
todos sus cinco sentidos:
i non es de maravillar.

12
A los quince ¿qué fará?
Esto notar se debrá
por quien la praticará:
non es de maravillar.

15

La ira de Dios
agora me levase,
porque non pasase
tal vida por ves.

De tanto deseo,
e tal soledat,
que, ¡pardiós!, yo creo
morir en verdat,

la causa sois vos.


Mas si me pesase,
agora me levase
la ira de Dios.

16

Yo, madre, yo,


que la flor de la villa me só.

17

Los cabellos de mi amiga


d’oro son:
para mí, lanzadas son.

18

¡ HagÁdesme, hagádesme
monumento d’amores, eh!

13
19

Si muero en tierras ajenas,


lejos de donde nací,
¿quién habrá dolor de mí?

20

Romance de la bella mal maridada

—“La bella mal maridada,


“de las lindas que yo vi,
“véote triste, enojada,
”la verdad dila tú a mí.
“Si has de tomar amores,
“vida, no dejes a mí,
“que a tu marido, señora,
“con otra mujer lo vi,
“y besando y abrazando
“mucho mal dice de ti,
“y juraba y perjuraba
“que te había de ferir.“
Allí habló la señora,
allí habló, dijo así:
—“Sáquesme tú, el caballero,
“y sacásesme de aquí,
“por las tierras donde fueres
“bien te sabré yo servir.”
Ellos en aquesto estando,
su marido veislo aquí.

21

AQUEL caballero, madre,


tres besicos le mandé:
creceré y dárselos he.

Porque fueron los primeros


en mi niña juventud,
prometílos por vertud,
amores tan verdaderos:

14
aunque envíe mensajeros,
otra cosa no diré:
creceré y dárselos he.

Señora, si a vos placía


que mi deuda se pagase,
porque luego rematase
el daño que padecía,
y, si en esto consentía,
gran placer recebiré:
creceré y dárselos he.

Los ojos con que le vi


han seído causadores
que sean mantenedores
los votos que prometí:
la promesa que le di
yo muy bien la guardaré:
creceré y dárselos he.

22

Niña y viña, peral y habar,


malo es de guardar.

Levantéme, oh madre,
mañanica frida,
fui a cortar la rosa,
[la rosa] florida.
Malo es de guardar.

Levantéme, oh madre,
mañanica clara,
fui cortar la rosa,
la rosa granada.
Malo es de guardar.

Viñadero malo
prenda me pedía;
dile yo un cordone,
dile yo mi cinta.
Malo es de guardar.

15
Viñadero malo
prenda me demanda,
dile yo un [cordone,
dile yo una banda.
Malo es de guardar.]

23

Pingúele, respinguete,
j qué buen San Juan es éste!

Fuese mi marido
a Seo del Arzobispo;
dejárame un fijo
y fallóme cinco,
j Qué buen San Juan es éste!

Dejárame un fijo
y fallóme cinco;
dos hube en el Carmen
y dos en San Francisco,
j Qué buen San Juan es éste!

24

Al alba venid, buen amigo,


al alba venid.

Amigo el que yo más quería,


venid al alba del día.

Amigo el que yo más amaba,


venid a la luz del alba.

Venid a la luz del día,


non trayáis compañía.

Venid a la luz del alba,


non traigáis gran compaña.

16
25

Tres morillas me enamoran


en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger manzanas
a Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

26

Las mis penas, madre,


de amores son.
Salid, mi señora,
de so’l naranjale,
que sois tan hermosa,
quemarvos ha el aire,
de amores, sí.

27

Minno amor, dexistes “Ay”


venno a ver como vos vay.

Minno amor tan garrido,


firiós’ vuestro marido;
venno a ver cómo vos vay.

17
Minno amor tan lozano»
firiós’ vuestro velado;
venno a ver cómo vos vay.

28

Mano a mano los dos amores,


mano a mano.

El galán y la galana
ambos vuelven ell agua clara,
mano a mano.

29

Niña, erguídeme los ojos


que a mí enamorado m'han.

No los alces desdeñosos,


sino ledos y amorosos,
que mis tormentos penosos
en verlos descansarán.

De los muertos haces vivos


y de los libres cativos:
no me los alces esquivos,
qu’en vellos me matarán.

30

Entra mayo y sale abril,


tan garridico le vi venir.

Entra mayo con sus flores»


sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comienzan a bien servir.

18
31

¡ Quién vos había de llevar!


j Oxalá!
¡ Ay, Fatimá, Fatimá!

Fatimá la tan garrida,


levaros he a Sevilla,
teneros he por amiga.
¡ Oxalá!
¡ Ay, Fatimá!

32

Ell amor que me bien quiere


agora viene.

Ell amor que me bien quería


una empresa me pedía.
Agora viene.

33

—Mi ventura, el caballero,


mi ventura.

—Niña de rubios cabellos,


¿quién os trajo a aquestos yermos?
—Mi ventura, el caballero,
mi ventura.

34

Todos duermen, corazón,


todos duermen, y vos non.

El dolor que habéis cobrado


siempre os terná desvelado:
qu’el corazón lastimado
recuérdale la pasión.

19
35

Dos ánades, madre,


que van por aquí,
mal penan a mí,

DOS ánades, madre,


del camp.

al campo de flores
iban a dormir.
Mal penan a mí.

36

Si lo dicen, digan,
alma mía,
si lo dicen, digan.

Dicen que vos quiero


y por vos me muero:
dicho es verdadero,
alma mía,
si lo dicen, digan.

37

¿QUÉ me queréis, caballero?


Casada soy, marido tengo.

Casada soy, y a mi grado,


con un caballero honrado,
bien dispuesto y bien criado,
que más que a mí yo lo quiero.
Casada soy, marido tengo.

Casada soy por ventura,


mas no ajena de tristura;
pues hice yo tal locura,
de mí misma yo me vengo.
Casada soy, mando tengo.

20
33

, En Ávila, mis ojos,


dentro en Ávila.

En Ávila del Río


mataron mi amigo,
dentro en Ávila.

39

Vuestros ojos morenillos,


que por mi desdicha vi,
me hacen vevir sin mí.

Unos ojos muy extraños


que por mis males miré,
si acrecientas en mis daños
mas no menguas en mi fe,
miraron, y vilos yo
de tal suerte, que me vi
siempre muerte para mí.

40

¡ Ay, que non era,


mas ay, que non hay
quien de mi pena se duela!

Madre, la mi madre,
el mi lindo amigo
moricos de allende
lo llevan cativo;
cadenas de oro,
candado morisco.
¡ Ay, que non era,
mas ay, que non hay
quien de mi pena se duela!

21
41

Ojos morenicos,
irm’he yo a querellar
que me queredes matar.

Quejarm’he de mí
que ansí me vencí,
que desque os vi
me aquejó el pesar
que me queredes matar.

42

Aquel caballero, madre,


¿si morirá,
con tanta mala vida como ha?

Que según su padecer,


su firmeza y su querer,
no me puedo defender,
y vencerme ha
con tanta mala vida como ha.

Porque según su afición,


bien merece galardón,
y en pago de su pasión
se le dará,
con tanta mala vida como ha.

Y de verle con dolor,


con ansias y con amor,
he mancilla y temor
que morirá
con tanta mala vida como ha.

Y el su amor mucho crecido


con que tanto me ha servido,
vencedor, aunque vencido,
le hará
con tanta mala vida como ha.

22
No daré causa que muera
por tener fe tan entera;
mas todo ío que él espera
acabará
con tanta mala vida como ha.

43

No puedo apartarme
de los amores, madre,
no puedo apartarme.

Amor tiene aquesto


con su lindo gesto:
que prende muy presto
y suelta muy tarde:
no puedo apartarme.

44

DENTRO en el vergel
moriré.
Dentro en el rosal
matarm’ han.

Yo m’iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
matarm’ han.

45

POR vos mal me viene,


niña, y atendedme.

Por vos, niña virgo,


prendióme el merino :
niña, y atendedme.

23
Prendióme el merino,
tráeme mal herido:
niña, y atendedme.

Por vos, niña dalgo,


prendióme el Jurado:
niña, y atendedme.

Prendióme el Jurado,
hame lastimado:
niña, y atendedme.

46

Estas noches atan largas


para mí
no solían ser así.

Solía que reposaba


las noches con alegría,
y el rato que no dormía
en sospiros lo pasaba:
mas peor esto que estaba;
para mí
no solían ser así.

47

ALLÁ se me ponga el sol


donde tengo el amor.

Allá se me pusiese
do mis amores viese,
antes que me muriese
con este dolor.

Allá se me aballase
do mi amor topase,
antes que me finase
con este rencor.

24
48

Serviros ía, y no oso:


só mozo.

Señora de nn vida,
¿por qué sois desconocida?
Só mozo.

Mi vida tenéis perdida,


y dello no sois servida.
Só mozo.

Y aborriste de vencida,
y mi muerte ya es venida;
y soy mozo.

¿Qué ganáis, desgradecida,


si mi alma va perdida,
y soy mozo?

Señora, la mi señora,
que mi fe siempre os adora.
Soy mozo.
Y no viéndo’s cada hora
mi vida se empeora.
Soy mozo.
Y la tristeza en mí mora,
porque sois peor que mora.
Só mozo.

49

j Ay, Santa María,


valedme, Señora,
esperanza mía!

Vos sois la que amo,


vos sois la que quiero,
vos sois la que llamo,
vos sois la que espero,
vos sois el lucero
cuya luz nos guía,
esperanza mía.

25
50

No quiero ser monja, no,


que niña namoradica só.

Dejadme con mi placer,


con mi placer y alegría,
dejadme con mi porfía,
que niña malpenadica só.

51

Rodrigo Martínez
a las ánsares, ¡ahé!,
pensando qu’eran vacas
silbábalas : ¡ He!

Rodrigo Martínez,
atán garrido,
los tus ansarinos
liévalos el río, ¡ ahé!
Pensando qu’eran vacas
silbábalas : ¡ He !

Rodrigo Martínez,
atán lozano,
los tus ansarinos
liévalos el vado, ¡ahé!
Pensando qu’eran vacas
silbábalas : ¡ He !

52

Gritos daban en aquella sierra.


¡Ay, madre!, quiérom’ir a ella.

En aquella sierra erguida


gritos daban a Catalina.
¡Ay, madre!, quiérom’ir a ella.

26
53

So ell encina encina,


so ell encina.

Yo me iba, mi madre,
a la romería;
por ir más devota
fui sin compañía...
So ell encina.

Por ir más devota


fui sin compañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía...
So ell encina.

Halléme perdida
en una montiña;
echéme a dormir
al pie dell encina...
So ell enema.

A la media noche
recordé, mezquina;
halléme en los brazos
del que más quería,
so ell encina.

Pesóme, cuitada,
de que amanecía,
porque yo gozaba
del que más quería
so ell encina.

Muy biendita sía


la tal romería,
so ell encina.

54

Sol sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.

27
Iba a ver, mi madre,
a quien mucho amé,
íbame cantando
lo que os diré :
Sol sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.

55

Serrana del bel mirar,


Dominguilla, vi lozana:
enamoróme su cantar.

Yéndome por la majada,


do mi ganado tenía,
vi estar una serrana
cantando con gran porfía,
muy apuesta y muy galana,
qu’a mí muy bien parecía.
Así la viera estar,
mirando por su ganado,
y diciendo este cantar:

“Garridica soy en el yermo,


y ¿para qué,
pues que tan mal me empleé?

Que en el yermo do me veo


mi tiempo muy mal empleo:
si me veo y me deseo
es por qué
mi vida tan mal empleé.”

Desque vi que se quejaba,


fuérame llegando a ella;
cuando más cerca llegaba,
relumbraba como estrella;
que no vi en esta montaña
otra serrana tan bella,
que tanto fuese de amar,
mirando por su ganado
y diciendo este cantar;

28
“Madre, ¿para qué nací
tan garrida,
para tener esta vida?

De vevir muy descontenta


mi tristeza se acrecienta;
ell alma siempre lamenta
dolorida,
por tener tan triste vida.”

56

No pueden dormir mis ojos,


no pueden dormir.

Y soñaba yo, mi madre,


dos horas antes del día,
que me florecía la rosa:
ell pino so ell agua frida :
no pueden dormir.

57

A SOMBRA de mis cabellos


se adurmió;
¿si le recordaré yo?
Adurmióse el caballero
en mi regazo acostado;
en verse mi prisionero
muy dichoso se ha hallado;
de verse muy trasportado
se adurmió.
¿Si le recordaré yo?

Amor hizo ser vencidos


sus ojos cuando me vieron,
y que fuesen adormidos
con la gloria que sintieron.
Cuando más mirar quisieron
se adurmió.
¿Si le recordaré yo?

29
Estando así dudando
por ver si recordaría,
dijo: —“Ya estoy descansando,
“dejadme, señora mía”.
Bien velaba aunque dormía,
pues me oyó.
¿Si le recordaré yo?

Peleó con el Amor,


de su gran fuego inflamado;
por su siervo se la ha dado
para siempre en su favor.
Querellando su dolor
se adurmió.
¿Si le recordaré yo?

58

—Desciende al valle, niña.


-—Non era de día.

—Niña de rubios cabellos,


desciende a los corderos
que andan por los centenos.
—Non era de día.

59

POR beber, comadre,


por beber.

Por mal vi, comadre,


tu vino pardillo,
que allá me tenías
mi saya y mantillo,
por beber.

Que allá me tenías


mi saya y mantillo:
relampaguéame el ojo,
láteme el colodrillo,
por beber.

30
60

Buen amor, no me deis guerra,


que esta noche es la primera.

Así os vea, caballero,


de la frontera venir,
como toda aquesta noche
vos me la dejéis dormir.

61
PASÉ1SME ahora allá, serrana,
que no muera yo en esta montaña.

Paséisme ahora allende el río,


paséisme ahora allende el río,
que estoy triste, mal herido,
que no muera yo en esta montaña.

62

Perdí la mi rueca
y el huso non fallo;
si vistes al[lá]
al tortero andar.

Perdí la mi rueca
llena de lino,
hallé una bota
llena de vino;
si vistes al[lá]
al tortero andar.

Perdí la mi rueca
llena d’estopa;
de vino fallara
llena una bota;
si vistes al[lá]
al tortero andar.
Hinqué mis rodillas,
dile un besillo,
bebí un azumbre

31
más un cuartillo;
si vistes al[lá]
al tortero andar.

Hallé yo una bota


llena de vino;
dile un tal golpe
y tiróme el tmo:
si vistes al[lá]
al tortero andar.

Vino mi marido
y diome en la toca.
¡ Ay de mí, mezquina,
y cómo estoy loca!
Si vistes al[lá]
al tortero andar.

Caíme muerta,
ardióse el estepa,
vino mi marido,
[diome so la ropa.
Si vistes al[lá]
al tortero andar.]

63

Vuestros son mis ojos,


Isabel,
vuestros son mis ojos
y mi corazón también.

64

AQUEL pastorcico, madre,


que no viene,
algo tiene en el campo
que le duele.

65

El mi corazón, madre,
robado me le hane.

32
Dos ojos vinieron
y en mi alma llamaron,
los mios los abrieron
y allá los entraron:
señores se alzaron
del corazón, madre;
robado me le hane.

Nadie que los viera


dexara de abrir
por cierto que fuera
que habia de morir.
Muerte hay que es fiera,
y ésta fuera, madre.
Robado me le hane.

Eli alma, que vio


preso el corazón,
luego se rendió,
y con gran razón.
Porque tal prisión
libertad es, madre,
que robado me le hane.

66

Enemiga le soy, madre,


a aquel caballero yo:
mal enemiga le só.

67

No oso alzar los ojos


a mirar aquel galán,
porque me lo entenderán.

Si a dicha le salgo a ver


cuando por mi puerta pasa,
luego me riñen en casa,
que se me quieren comer.
Mándanmele no querer;

33
/
yo no puedo, ni podrán,
aunque más me lo entenderán.

68

Adurmióseme mi lindo amor,


siendo del sueño vencido,
y quedóseme adormescido
debajo de un cardo corredor.

Adcrmióse porque pudiese


descansar su gran dolor,
o porqu’el Amor le diese,
en sueños, algún favor:
que, despierto, clamador
no piensa ser socorrido.
Y quedóseme adormescido
debajo de un cardo corredor.

Él durmiendo, velo yo,


abrasándome su fuego;
deste velar me quedó
vida con poco sosiego.
Su dolor es mi dolor,
su gemir es mi gemido.
Y quedóseme adormescido
debajo de un cardo corredor.

69

—“Dame acogida en tu hato,


“zagala, de mí te duela:
“cata qu’en el monte hiela,
“qu’en el monte hiela”—.

—“Esta noche en tu majada


“acoge al triste perdido
“que viene de amor vencido
“de aquella su linda amada;
“acógele en tu cabaña;
“pastora, de mí te duela:

34
”cata qu’en el monte hiela,
”qu’en el monte hiela”—.

—“Mi choza no quiero abrir


”esta noche que hace oscuro,
”ni de tus razones curo,
"aunque te viese morir”—.
—“En el suelo es mi dormir,
”sin colchón, manta ni tela.
”Cata qu’en el monte hiela,
"qu’en el monte hiela”.—

—“Yo no curo de tu cama


”si es de paja o canto o heno,
”mas mira tú cuánto peno
”por amores en tu llama”.—
—“Oh, mi Dios, mi gentil dama;
"pastora, de mí te duela:
”cata qu’en el monte hiela,
”qu’en el monte hiela”.—

70

Corazón, sigue tu vía,


que yo seguiré la mía.

Corazón, yo te despido
de cuanto bien te he quesido;
pésame el que te he servido,
y más del que serviría.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón malo y sin arte,


piensa con qué remediarte,
que en mí no temás más parte
que el moro en Santa María.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón desmesurado,
contra mí te has rebelado;
anda, ve desatinado.

35
busca otra compañía.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón, nunca creyera


que quieras sin que yo quiera,
y que mueras sin que muera;
anda, ve a la burlería.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

71

¡ CuÁNT bien habéis entonado,


pajarico pintado!

Cantáis tan filosofal,


que habéis tono de metal
y la voz emperial
de gran majestad y estado,
pajarico pintado.

No cantéis haciendo gestos,


ni deis los pasos tan prestos;
los ojos bajos y honestos
levaldos por fuerza o grado,
pajarico pintado.

En veros tantos colores


parecéis mayo en sus flores,
y tan perdido de amores,
que jamás os veo penado,
pajarico pintado.

72

Endechas

Parióme mi madre
una noche escura.

36
cubrióme de luto,
faltóme ventura.

Cuando yo nascí,
era hora menguada,
ni perro se oía,
ni gallo cantaba.

Ni gallo cantaba,
ni perro se oía,
sino mi ventura
que me maldecía.
Apartaos de mí,
bien afortunados,
que de sólo verme
seréis desdichados.
Dixeron mis hados,
cuando fui nascido,
si damas amase
fuese aborrecido.
Fui engendrado
en signo nocturno,
remaba Saturno
en curso menguado.

Mi lecho y la cuna
es la dura tierra;
crióme una perra,
mujer no, ninguna.
Muriendo, mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
hijo sin ventura.
Cupido enojado
con sus sofraganos
el arco en las manos
me tiene encarado.
Sobróme l’amor
de vuestra hermosura,
sobróme el dolor,
faltóme ventura.

37
73

Partir quiero yo,


y no del querer:
que no puede ser.

El triste que quiere


partir y se va,
adonde estuviere
sin sí vivirá;
mas que no poma
en otra el querer:
que no puede ser.

Daqueste partir
sin duda procede,
partiendo, morir;
la vida bien puede,
mas no que no quede
con voz el querer:
que no puede ser.

Perder yo la vida
podrá ser, por cierto,
mas si sois servida
contatme por muerto;
mas no ser incierto
de vuestro querer:
que no puede ser.

74

Decid, gentil aldeana:


¿quién os hizo tan galana?

Es tanta vuestra beldad,


que me espantáis de verdad,
y en tanta graciosidad
no demostráis ser villana.
¿Quién os hizo tan galana?

38
De mujeres sois la flor,
de los amores Tamor,
de las primores primor,
que todos dolores sana.
¿Quién os hizo tan galana?

Sois vos la mesma hermosura


y el mesmo placer y holgura,
que en ver yo vuestra figura
todo mi dolor se sana.
¿Quién os hizo tan galana?

75

De velar viene la niña,


de velar venía.

—Dígasme tú, el ermitaño,


así Dios te dé alegría,
si has visto por aquí pasar
las cosas que yo más quería.
De velar venía.

—Por mi fe, buen caballero,


la verdad yo te diría:
yo la vi por aquí pasar
tres horas antes del día.
De velar venía.

Lloraba de los sus ojos,


de la su boca decía:
—Mal haya el enamorado
que su fe no mantenía.
De velar venía.

Y maldito sea aquel hombre


que su palabra rompía,
más que más con las mujeres
a quien más se le debía.
De velar venía.

39
—Mas maldita sea la hembra
que de los hombres se fía,
porque aquella es engañada
la que en palabras confía.
De velar venía.

76

PerdÍme por conoceros,


ojos morenos,
perdíme por conoceros.

77

Cervatica, que no me la vuelvas,


que yo me la volveré.

Cervatica tan garrida,


no enturbies el agua fría,
que he de lavar la camisa
de aquel a quien di mi fe.
Cervatica, que no me la vuelvas,
que yo me la volveré.

Cervatica tan galana,


no enturbies el agua clara,
que he de lavar la delgada
para quien yo me lavé.
Cervatica, que no me la vuelvas,
que yo me la volveré.

78

Ya cantan los gallos,


amor mío, y vete:
cata que amanece.

Vete, alma mía,


más tarde no esperes,

40
no descubra el día
los nuestros placeres
Cata que los gallos,
según me parece,
dicen que amanece.

79

Ojuelos graciosos,
que os estáis riendo
del que está muriendo.

Ojos tan hermosos,


doleos de mín,
no me deis la fin,
basten mis enojos.
Miradme, mis ojos,
aunque sea riendo
del qu’está muriendo.

80

Lleva un pastorcico
cubierto el cuidado
de muy enamorado.

81

EnviÁRAME mi madre
por agua a la fuente fría:
vengo del amor herida.

Fui por agua a tal sazón


que corrió mi triste hado,
traigo el cántaro quebrado
y partido el corazón;
de dolor y gran pasión
vengo toda espavorida,
y vengo del amor herida.

41
Dejo el cántaro quebrado,
vengo sin agua corrida;
mi libertad es perdida
y el corazón cativado.
[ Ay, qué caro me ha costado
del agua de la fuente fría,
pues de amores vengo herida!

82

Solía ser bien querido,


que ahora no,
que no soy yo,
que no, no:
soy sombra del que murió.

Soy ánima que anda en pena,


fuera de [la] sepultura,
soy una voz que siiena
en la noche más escura,
aquel que hubo ventura,
otro que en dicha se vio :
que no soy yo,
que no, no:
sombra soy del que murió.

83

Rey don Alonso,


rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.

Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataron un oso.
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.

42
84

Si tantos halcones
la garza combaten,
por Dios que la maten.

La garza se queja
de ver su ventura
que nunca la deja
gozar del altura;
con gozo y tristura
así la combaten :
por Dios que la maten.

85

Y LA mi cinta dorada,
¿por qué me la tomó
quien no me la dio?

La mi cinta de oro fino,


diómela mi lindo amigo;
tomómela mi marido.
¿Por qué me la tomó
quien no me la dio?

La mi cinta de oro claro,


diómela mi lindo amado;
tomómela mi velado.
¿Por qué me la tomó
quien no me la dio?

86

Arde, corazón, ardé,


que no os puedo yo valer.

87

Gentil caballero,
dédesme hora un beso,

43
siquiera por el daño
que me habéis hecho.

Venía el caballero,
venía de Sevilla;
en huerta de monjas
limones cogía,
y la prioresa
prendas le pedía :
siquiera por el daño
que me habéis hecho.

88

Isabel, Isabel,
perdiste la tu faja;
héla por do va
nadando per el agua.
¡Isabel, la tan garrida!...

89

No sé qué me bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.

Yéndcme y viniendo
a las mis vacas,
no sé qué me bulle
entre las faldas,
que no puedo andar.
No sé qué me bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.

90

No me habléis, conde,
d’amor en la calle:

44
cata que os dirá mal,
conde, la mi madre.

Mañana iré, conde,


a lavar al río;
allá me tenéis, conde,
a vuestro servicio.

Catá que os dirá mal,


conde, la mi madre.
No me habléis, conde,
d’amor en la calle:
catá que os dirá mal.
conde, la mi madre.

91

Abata los ojos, casada;


no mates a quien te miraba.

Casada, pechos hermosos,


abaja tus ojos graciosos:
no mates a quien te miraba.
Abaja los ojos, casada;
no mates a quien te miraba.

92

Perdida traigo la color:


todos me dicen que lo he de amor.

Viniendo de romería
encontré a mi buen amor;
pidiérame tres besicos.
luego perdí la color.
Dicen a mí que lo he de amor.
Perdida traigo la color,
todos me dicen que lo he de amor.

93

Puse mis amores


en Fernandico.

45
¡ Ay, que era casado!
J Mal me ha mentido !

Digas, marinero
del cuerpo garrido,
¿en cuál de aquellas naves
pasa Fernandico?
[ Ay, que era casado!
J Mal me ha mentido !
Puse mis amores
en Fernandico.
¡ Ay, que era casado!
¡Mal me ha mentido!

94

¿Por qué me besó Perico,


por qué me besó el traidor?

Dijo qu’en Francia se usaba


y por eso me besaba,
y también porque sanaba
con el beso su dolor.
¿Por qué me besó Perico,
por qué me besó el traidor?

95

Allá me tienes contigo,


serranica de Aragón,
el alma y el corazón.

Tuyo soy, no te lo niego;


haz lo que por bien tuvieres,
y si el cuerpo no quisieres
mandarás ponelle fuego.
No sigas al Amor ciego,
guíate por la razón,
pues tienes mi corazón.
Allá me tienes contigo.

46
serranica de Aragón,
el alma y el corazón.

96

De los álamos vengo, madre,


de ver cómo los menea el aire.

De los álamos de Sevilla


de ver a mi linda amiga,
de ver cómo los menea el aire.

De los álamos vengo, madre,


de ver cómo los menea el aire.

97

Del rosal sale la rosa.


¡ Oh qué hermosa!

¡ Qué color saca tan fino 1


Aunque nace del espino,
nac’entera y olorosa.
Nace de nuevo primor
esta flor.
Huele tanto desd’el suelo,
que penetra hasta el cielo
su fuerza maravillosa.

98

Morenica m’era yo;


dicen que sí, dicen que no.

Unos que bien me quieren


dicen que sí;
otros que por mí mueren
dicen que no.
Morenica m’era yo;
dicen que sí, dicen que no.

47
99

¿Agora que sé d’amor me metéis monja?


¡ Ay, Dios, qué grave cosa!

Agora que sé d’amor de caballero,


agora me metéis monja en el monesteno.
¡ Ay, Dios, qué grave cosa!

100

Que yo, mi madre, yo,


que la flor de la villa m’era yo.

íbame yo, mi madre,


a vender pan a la villa
y todos me decían :
—“¡Qué panadera garrida!”
Garrida m’era yo.
Que la flor de la villa m’era yo.

101

¿QUÉ razón podéis tener


para no me querer?

Un amigo que yo había


dejóme y fuese a Castilla
para no me querer.
¿Qué razón podéis tener
para no me querer?

102

Caballero, queráisme dejar,


que me dirán mal.

¡ Oh, qué mañanica mañana,


la mañana de San Juan,

48
cuando la niña y el caballero
ambos se iban a bañar!
Que me dirán mal,
caballero, queráisme dejar,
que me dirán mal.

103

Ojos morenos,
¿cuándo nos veremos?

Ojos morenos,
de bonica color,
seis tan graciosos,
que matáis de amor.
De amor, morenos,
¿cuándo nos veremos?

104

Si el pastorcico es nuevo
y anda enamorado,
si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?

—Digas, el pastorcico,
galán y tan pulido,
¿cuyas eran las vacas
que pastan par del río?—
—Vuestras son, mi señera,
y mío es el suspiro.—
Si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?

105

Por amores lo maldijo


la mala madre al buen hijo.

49
— ¡ Si pluguiese a Dios del cielo
y a su madre, Santa María,
que no fueses tú mi hijo,
porque yo fuese tu amiga! —
Esto dijo y lo maldijo
la mala madre al buen hijo.
Por amores lo maldijo
la mala madre al buen hijo.

106

Descendid al valle, la niña,


que ya es venido el día.

Descendid, niña de amor,


que ya es venido el albor;
veréis a vuestro amador
que e* veros se alegraría:
que ya es venido el día.
Descendid al valle, la niña,
que ya es venido el día.

107

Agora que soy niña


quiero alegría:
que no se sirve Dios
de mi monjía.

Agora que soy niña,


niña en cabello,
me queréis meter monja
en el monesterio.
Que no se sirve Dios
de mi monjía.
Agora que soy niña
quiero alegría;
que no se sirve Dios
de mi monjía.

50
108

Ya florecen los árboles,


Juan:
mala seré de guardar.

Ya florecen los almendros


y los amores con ellos,
Juan:
mala seré de guardar.
Ya florecen los árboles,
¡uan:
mala seré de guardar.

109

Quien amores tiene, ¿cómo duerme?


Duerme cada cual como puede.

Quien amores tiene de la casada,


¿cómo duerme la noche ni el alba?
Duerme cada cual como puede.
Quien amores tiene, ¿cómo duerme?
Duerme cada cual como puede.

110
LINDOS ojos habéis, señora,
de los que se usaban agora.

Vos tenéis los ojos bellos


y tenéis lindos cabellos,
que matáis, en sólo vellos,
a quien de vos se namora.
Lindos ojos habéis, señora,
de los que se usaban agora.

111
De las dos hermanas, dose,
válame la gala de la menore.

51
La mencr es más galana,
más hermosa y más lozana;
a quien quiere, mata y sana :
válame la gala de la menore.
De las dos hermanas, dose,
válame la gala de la menore.

112

Salga la luna, el caballero;


salga la luna, y vámonos luego.

Caballero aventurero,
salga la luna por entero,
salga la luna, y vámonos luego.
Salga la luna, el caballero,
salga la luna, y vámonos luego.

113

— ¡ Ah, hermosa,
abríme, cara de rosa!

—¿Quién sois vos?


—Soy un hombre.
—Pues decidme vuestro nombre.
—No puede ser;
ni me habéis de conocer.
—Nunca y no,
que yo en mi casa m’estó.
¡ Ahí os puede amanecer!
—Acabá ya;
baja una lumbre acá.
—No hay candelas.
—Si fuera mozo de espuelas,
voto a nos,
que luego abriérades vos.
—Si abriera o no,
dentro en mi casa m’estó.
¡ Ahí os puede amanecer!

52
114

Soledad tengo de ti,


tierra mía do nací.

Si muriere sin ventura,


sepúltenme en alta sierra,
porque no extrañe la tierra
mi cuerpo en la sepultura,
y en sierra de grande altura,
por ver si veré de allí
las tierras a do nací.

115

—Deja ya tu soledad,
pastor chapado,
pastor garrido.
—¿Cómo la podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.

—Deja ya tu soledad,
que vives desesperado.
—Antes vivo descansado
y en ella quejo mi queja.
—Pues deja tanto llorar,
no pierdas tu buen sentido.
—¿Cómo lo podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.

116

—Cobarde caballero,
¿de quién habedes miedo?

¿De quién habedes miedo


durmiendo conmigo?
—De vos, mi señora.

53
que tenéis otro amigo.
—¿Y deso habedes miedo?
Cobarde caballero,
¿de quién habedes miedo?

117

Por mi vida, madre,


amores no m’engañen.

Burlóme una vez


Amor lisonjero,
de falso y artero
y hecho al revés.
Mi madre, per mi fe,
no m’engañen amores.
Per mi vida, madre,
amores no m’engañen.

118

Buscad, buen amor,


con qué me falaguedes,
que mal enojada me tenedes.

Anoche, amor, os estuve aguardando,


la puerta abierta, candelas quemando:
y vos, buen amor, ccn otra holgando.
Que mal enojada me tenedes.

119

¡ Qué bonica labradora


matadora!

Su lunar en su mejilla
lindo es a maravilla:
creo qu’en toda la villa

54
no hay más linda labradora.
¡ Matadora!

120

LlamÁisme villana;
yo no lo soy.

Casóme mi padre
con un caballero;
a cada palabra
“Hija de un pechero”.
Yo no lo soy.
Llamáisme villana;
yo no lo soy.

121

¿Si me llaman? ¡A mí llaman


¡ Que cuido que me llaman a mí

En aquella sierra erguida


cuido que me llaman a mí.
Llaman a la más garrida:
que cuido que me llaman a mí.
¿Si me llaman? ¡A mí llaman!
[ Que cuido que me llaman a mí!

122

No me firáis, madre,
yo os lo diré:
mal d’amores he.

Madre, un caballero
de casa del rey,
siendo yo muy niña,
pidióme la fe;
dísela yo, madre,

55
no lo negaré.
Mal d’amcres he.
No me firáis, madre,
yo os lo diré:
mal d’amores he.

123

¿De dónde venís, amores?


Bien sé yo de dónde.

Caballero de mesura,
¿do venís la noche escura?
¿De dónde venís- amores?
Bien sé yo de dónde.

124

No tengo cabellos, madre,


mas tengo bonico donaire.

No tengo cabellos, madre,


que me lleguen a ¡a cinta;
mas tengo bonico donaire
con que mato a quien me mira.
Mato a quien me mira, madre,
con mi bonico donaire.

125

Que no me desnudéis,
ameres de mi vida;
que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.

Entrastes, mi señora,
en el huerto ajeno,
cogistes tres pericas
del peral del medio,
dejaredes la prenda
d’amor verdadero.
Que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.

126

D’AQUEL pastor de la sierra,


dar quiero querella.

D’aquel pastor tan garrido


que me robó mi sentido,
dar quiero querella.
D’aquel pastor de la sierra,
dar quiero querella.

127

En la fuente del rosel,


lavan la niña y el doncel.

En la fuente de agua clara,


con sus manos lavan la cara
él a ella y ella a él:
lavan la niña y el doncel.
En la fuente del rosel,
lavan la niña y el doncel.

128

¡ No me llaméis sega la erva,


sino morena!

Un amigo que yo había


sega la erva me decía.
¡ No me llaméis sega la erva,
sino morena!

57
129

Por vida de mis ojos,


el caballero,
por vida de mis ojos,
bien os quiero.

Por vida de mis ojos


y de mi vida,
que por vuestros amores
ando perdida.
Por vida de mis ojos,
el caballero,
por vida de mis ojos,
bien os quiero.

130

Si la noche hace escura


y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo?

La media noche es pasada,


y el que me pena no viene;
mi ventura lo detiene
porque soy muy desdichada.
Véome desamparada;
gran pasión tengo conmigo.
¿Cómo no venís, amigo?

131

Por una vez que mis ojos alcé


dicen que yo le maté;
ansí vaya, madre, virgo a la vigilia,
como al caballero no le di herida.
Dicen que yo le maté.

58
132

Aquellas sierras, madre,


altas son de subir?
corrían los caños,
daban en un toronjil.

Madre, aquellas sierras


llenas son de flores,
encima dellas
tengo mis amores.
Corrían los caños,
daban en un toronjil.

133

Malferida iba la garza


enamorada:
sola va y gritos daba.

Donde la garza hace su nido,


ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.

134

Vos me matastes,
niña en cabello,
vos me habéis muerto.

Riberas de un río
vi moza virgo.
Niña en cabello,
vos me habéis muerto.
Niña en cabello,
vos me matastes,
vos me habéis muerto.

135

Quiero dormir y no puedo,


qu’el amor me quita el sueño.

59
Manda pregonar el rey
por Granada y por Sevilla
que todo hombre enamorado
que se case con su amiga:
qu’el amor me quita el sueño.

Que se case con su amiga.


¿Qué haré, triste, cuitado,
que era casada la mía?
Qu’el amor me quita el sueño.

Quiero dormir y no puedo,


qu’el amor me quita el sueño.

136

Si los delfines mueren de amores,


j triste de mí!, ¿qué harán los hombres
que tienen tiernos los corazones?
¡Triste de mí! ¿Qué harán los hombres?

137

Y DECID, serranicas, ¡eh!,


deste mal si moriré.

Porqu’el remedio y mi mal


nascen de una causa tal,
que me hacen inmortal,
por do morir no podré.
Deste mal si moriré.

Que de ver la serranica


tan graciosa y tan bonica,
mi dolor me certifica
que jamás no sanaré:
deste mal si moriré.

138

Que todos se pasan en flores,


i mis amores.

60
Las flores que han nascido
del tiempo que os he servido,
derribólas vuestro olvido
y disfavores.
Que todos se pasan en flores,
mis amores.

139

Si la noche hace escura


y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo?

La media noche es pasada


y el que me pena no viene :
mi desdicha lo detiene,
¡ que nascí tan desdichada !
Háceme vivir penada
y muéstraseme enemigo.
¿Cómo no venís, amigo?

140

BesÁme y abrazóme,
marido mío,
y daros he’n la mañana
camisón limpio.

Yo nunca vi hombre vivo


estar tan muerto,
ni hacer el adormido
estando despierto.
Andad, marido, alerto,
y tened brío;
y daros he’n la mañana
camisón limpio.

141

Alta estaba la peña,


nace la malva en ella.

61
Alta estaba la peña,
riberas del río;
nace la malva en ella,
y el trébol florido.

142

Alza, la niña, los ojos:


no para todos.

Álzalos por jubileo,


por matarnos de deseo,
que la fiesta, según veo,
no es para todos.

143

¡ Ay, luna que reluces,


toda la noche m’alumbres 1

[ Ay, luna tan bella,


alúmbresme a la sierra,
por do vaya y venga!
] Ay, luna que reluces,
toda la noche m’alumbres!

144

Vi los barcos, madre,


vilos y no me valen.

Madre, tres mozuelas,


non de aquesta villa,
en aguas corrientes
lavan sus camisas.
Sus camisas, madre,
vilas y no me valen.

62
145

¿Con qué la lavaré


la flor de la mi cara?
¿Con qué la lavaré,
que vivo mal penada?

Lávanse las casadas


con agua de limones:
lavóme yo, cuitada,
con penas y dolores.
¿Con qué la lavaré,
que vivo mal penada?

146

Soy serranica,
y vengo d’Extremadura.
¡ Si me valerá ventura !

Soy lastimada,
en fuego d’amor me quemo i
soy desamada,
triste de lo que temo;
en frío quemo,
y quémome sin mesura.
¡ Si me valerá ventura!

147

Si te vas a bañar, Juamlla,


dime a cuáles baños vas.

Si te entiendes d’ir callando,


los gemidos que iré dando,
de mí compasión habrás:
dime a cuáles baños vas.

148

Falalalanlera,
de la guarda riera.

63
Cuando yo me vengo
de guardar ganado,
todos me lo dicen:
“Pedro el desposado”.
A la he, sí soy
con la hija de nostramo;
qu’ esta sortijuela
ella me la diera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

Allá rriba, rriba,


en Val de Roncales,
tengo yo mi esca
y mis pedernales,
y mi furronfito
de ciervos cervales;
hago yo mi lumbre,
siéntome doquiera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

Viene la cuaresma,
yo no como nada:
ni como sardina,
ni cosa salada;
de cuanto yo quiero
no se hace nada;
migas con aceite
hácenme dentera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

149

Yo me soy la mcrenica,
yo me soy la morena.

Lo moreno, bien mirado,


fue la culpa del pecado
que en mí nunca fue hallado,
ni jamás se hallará.

64
Soy la sin espina rosa,
que Salomón canta y glosa :
nigra sum sed formosa,
y por mí se cantará.

Yo soy la mata inflamada,


ardiendo sin ser quemada,
ni de aquel fuego tocada
que a las otras tocará.

150

DECILDE al caballero que non se queje,


que yo le doy mi fe que non le deje.

Decilde al caballero, cuerpo garrido,


que non se queje en ascondido,
que yo le doy mi fe que non le deje.

151

DICEN a mí que los amores he:


con ellos me vea si tal pensé.

Dicen a mí por la villa


que traigo los amores en la cinta;
dicen a mí que los amores he :
con ellos me vea si tal pensé.

152

Si amores me han de matar,


agora tienen lugar.

Agora que estoy penado


en lugar bien empleado,
si pluguiese a mi cuidado
que me pudiese acabar,
agora tienen lugar.

65
153

Corten espadas afiladas


lenguas malas.

Mañana de San Francisco


levantado me han un dicho:
que hablé con la niña virgo.
¡ Lenguas malas!
Corten espadas afiladas
lenguas malas.

Libérame Domine
a labiis iniquis
et a lingua dolosa erue me.
¡ Lenguas malas!
Corten espadas afiladas
lenguas malas.

154

Al revuelo de una garza


se abatió el ñeblí del cielo,
y por cogella de vuelo
quedó preso en una zarza.

Por las más altas montañas


el neblí Dios descendía
a encerrarse en las entrañas
de la sagrada María.
Tan alto gritó la garza
que “ecce ancilla” llegó al cielo
y el neblí bajó al señuelo
y se prendió en una zarza.

Eran largas las pihuelas


por do el neblí se prendió,
sacadas de aquellas telas
que Adán y Eva tramó;
mas la zahareña garza
tan humilde hizo el vuelo,
que al descender Dios del cielo
quedó preso en una zarza.

66
155

Gritos daba la morenica


so el olivar,
que las ramas hace temblar.

La niña, cuerpo garrido,


morenica, cuerpo garrido,
lloraba su muerto amigo
so el olivar:
que las ramas hace temblar.

156

Zagaleja de lo verde,
graciosica en el mirar,
quédate adiós, vida mía,
que me voy deste lugar.

Yo me voy con mi ganado,


zagala, de aqueste ejido;
no me verás en el prado
entre las yerbas tendido;
desde agora me despido
de mis pasados placeres;
mis músicas y tañeres
se vuelven en suspirar.

Zagaleja de lo verde,
graciosica en el mirar,
quédate adiós, vida mía,
que me voy deste lugar.

157

Mira, Juan, lo que te dije,


no se te olvide.
Mira, Juan, lo que te dije
en barrio ajeno,
que me cortes una rueca
de aquel ciruelo.

67
De aquel ciruelo te dije,
no se te olvide.

158

Viuda enamorada,
gentil amigo tenéis:
por Dios, no le maltratéis.

159

De iglesia en iglesia
me quiero yo andar
por no malmaridar.

160

Para mí, para mí son penas,


para mí que vivo en ellas.

Estoy tan acostumbrado


a vivir siempre penado,
que las penas me han mostrado
a saber vivir con ellas.
Para mí, para mí son penas.

Nunca nadie ha padescido


las penas que yo he sufrido,
mas por ser por quien han sido
yo he por bien de padecellas.
Para mí, para mí son penas.

Aunque viese a mediodía,


y a las cosas de alegría,
ninguna conocería
porque no trato con ellas.
Para mí, para mí son penas.

68
161

¿QUÉ de vos y de mí, señora,


qué de vos y de mí dirán?

De vos dirán, mi señora,


la merced que me hacéis,
y que cosa justa es
querer a quien os adora;
y que siempre como agora
muy fuerte y firme os verán.
¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De mí dirán que por vos


todo lo puse en olvido,
y si así no hubiera sido,
que me castigara Dios.
¡ Mi bien! ¡ De entrambos a dos,
oh cuánta envidia tendrán!
¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De vos dirán cien mil cosas,


si las saben entender;
que son otras tan hermosas,
mas no de tal parecer.
De la más gentil mujer
todos sus votos os dan.
¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De mí dirán que be salido


con ser bienaventurado,
y que bien pagado he sido,
aunque poco he trabajado;
mas que de tan alto estado
malas caídas se dan.
¿Qué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

69
162

Que no quiero amores


en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

No quiero ni estimo
ser favorecido;
de amores me eximo,
qu’es tiempo perdido
servir a Cupido
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

¿Qué favores puede


darme la Fortuna,
por mucho que ruede
el sol ni la luna,
ni mujer alguna
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra?

Que cuando allá vaya,


a fe, yo lo fío,
buen galardón haya
del servicio mío;
que son desvarío
los de Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

163

| Ay, ojuelos verdes;


ay, los mis ojuelos!
¡ Ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

70
El último día
quedastes muy tristes,
y os humedecistes
en ver que partía
con el agonía
de tantos pesares.
Cuando te acostares
y cuando recuerdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

Tengo confianza
de mis verdes ojos,
que de mis enojos
parte les alcanza.
Ojos de esperanza
y de buen agüero,
por quien amo y quiero
los colores verdes:
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

¡ Ay, Dios! ¡ Quién supiese


a qué parte miras,
y cuando sospiras
la causa entendiese;
y si te sintiese
un cierto dolor
de que un servidor
verdadero pierdes!
¡ Ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

Un solo momento
jamás vivir supe,
sin que en ti se ocupe
todo el pensamiento.
Mis ojos, si miento,
Dios me dé el castigo,
y si verdad digo,
mis ojuelos verdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

71
164

Besábale y enamorábale
la doncella al villanchón;
besábale y enamorábale,
y él metido en un rincón.

165

Críeme en aldea,
híceme morena:
si en villa me criara,
más bonica fuera.

166

Salteóme la serrana
junto a par de la cabaña.

167

En aquella peña, en aquella,


que no caben en ella.

168

¡ Si queréis comprar romero


de lo granado y polido,
qu’aun agora lo he cogido!

169

Lo que demanda
el romero, madre,
lo que demanda
no se lo dan.

72
170

Veo que todos se quejan :


yo callando moriré.

171

Si de vos, mi bien, me aparto,


¿qué haré?
Triste vida viviré.

172

Yo no entiendo al Amor, madre;


yo no entiendo, madre, al Amor.

173

EnojÁsteos, señora,
mucho más os quiero agora.

Enojásteos, señora,
cuando mi pena os decía;
mucho más os quiero agora
que a mi alma y a mi vida;
ni a mi vida, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.

Enojásteos, señora,
cuando mi pena os mostraba;
mucho más os quiero agora
que a mi vida ni a mi alma;
ni a mi alma, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.

174

Mis ojuelos, madre,


valen una ciudade.

73
Mis ojuelos, madre,
tanto son de claros,
cada vez que los alzo
merescen ducados,
ducados, mi madre:
valen una ciudade.

Mis ojuelos, madre,


tanto son de veros,
cada vez que los alzo
merescen dineros,
dineros, mi madre:
valen una ciudade.

175

Si los pastores han amores,


¿qué harán los gentiles hombres?

Si los pastores han amores,


y aun dentro de aquesta villa,
¿qué harán los gentiles hombres
que tienen favor de amiga,
que tienen favor de amiga?
¿Qué harán los gentiles hombres?

Si los pastores han amores,


y aun dentro de aquesta sala,
¿qué harán los gentiles hombres
que tienen favor de amada,
que tienen favor de amada?
¿Qué harán los gentiles hombres?

176

Olvidar quiero mis amores,


que yo quiérolos olvidar.

Los mis amores primeros


no me salieron verdaderos,
sino falsos y lisonjeros,
* que yo quiérolos olvidar.

74
Mis amores los de antes
no me salieron leales,
sino falsos y con maldades,
que yo quiérolos olvidar.

177

Encima del puerto


vide una serrana:
sin duda es galana.

Encima del puerto,


allá cerca el río,
vide una serrana
del cuerpo garrido:
sin duda es galana.

Encima del puerto,


allá cerca el vado,
vide una serrana
del cuerpo lozano:
sin duda es galana.

178

Aunque me vedes
morenica en el agua,
no seré yo fraila.

Una madre que a mí crió


mucho me quiso y mal me guardó;
a los pies de mi cama los canes ató;
atólos ella, desátelos yo;
metiera, madre, al mi lindo amor:
no seré yo fraila.

Una madre que a mí criara


mucho me quiso y mal me guardara;
a los pies de mi cama los canes atara;
atólos ella, yo los desatara;
metiera, madre, al que más amaba:
no seré yo fraila.

75
179

DÍCENME que tengo amiga


y no lo sé:
por sabello moriré.

Dícenme que tengo amiga


de dentro de aquesta villa,
y aún que está en esta bailía,
y no lo sé:
por sabello moriré.

Dícenme que tengo amada


de dentro de aquesta plaza,
y que está en esta baila,
y no lo sé:
por sabello moriré.

180

A Mi puerta nace una fonte;


¿por dó sabré que no me moje?

A mi puerta la garrida
nasce una fonte frida
donde lavo la mi camisa
y la de aquel que yo más quería.
¿Por dó sabré que no me moje?

181

Montaña hermosa,
alegre y muy leda,
la tu arboleda
cómo es deleitosa.

182

¡ Por el val verdico, mozas,


vamos a coger rosas!
*
76
183

Anda, amor, anda,


anda, amor.

La que bien quiero,


anda, amor,
de la mano me la llevo,
anda, amor,
y ó por qué no me la beso?,
anda, amor,
porque soy mochacho y necio,
y anda, amor.

184

Del amor vengo yo presa,


presa del amor.

185

Este pradico verde,


trillémosle y hollémosle.

186

Aguamanos pide la niña


para lavarse,
aguamanos pide la niña
y no se la dañe.

187

Vamos a coger verbena,


poleo con hierba-buena.

Vamos juntos como estamos


a coger mirtos y ramos,
y de las damas hagamos

77
una amorosa cadena.
Vamos a coger verbena,
poleo con hierbabuena.

Vamos a coger las flores,


que es insignia de amadores,
porque si saben de ameres
las resciban por estrena.
Vamos a coger verbena,
poleo con hierba-buena.

188

Ya no me porné guirnalda
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no me pomé jazmines,
ni guirnalda de azucena;
pornéme crecida pena
por los bosques y jardines.
Aquestos serán mis fines,
como las gentes verán,
pues mis amores se van.

Traeré velo enlutado,


y de amarillo el vestido,
tejido con el olvido,
de mi recelo cercado;
el manto será el cuidado
por vivir siempre en afán,
pues mis amores se van.

189

No paséis, el caballero,
tantas veces por aquí;
si no, bajaré mis ojos,
juraré que nunca os vi.

78
Tengo el marido celoso,
suegra y cuñados conmigo,
sabe Dios, y es buen testigo,
que aun pensar en vos no oso.
Sed vos con esto medroso,
si bien me queréis a mí;
si no, con bajar mis ojos,
juraré que nunca os vi.

¿Qué aprovecha pasear


tantas veces cada día,
pues no sirve esa porfía
más de para me dañar?
Que yo no os puedo hablar,
vos hacéis hablar de mí;
con tener los ojos bajos,
juraré que nunca os vi.

No penséis que está el querer


en muchas demostraciones,
que encubiertos corazones
se saben mejor valer.
Sabeldo vos entender,
y en esto fiaos de mí;
si no, con bajar mis ojos,
juraré que nunca os vi.

190

—Meteros quiero monja,


hija mía de mi corazón.
-—Que no quiero yo ser monja, non.

191

Ante me beséis
que me destoquéis;
que me tocó mi tía.

79
192

¿A QUIÉN contaré yo mis quejas,


mi lindo amor;
a quién contaré yo mis quejas,
si a vos no?

193

Perricos de mi señora,
no me mcrdades agora.

194

■—Si jugastes anoche, amore.


—Non, señora, none.

195

¿Para qué’s, dama, tanto quereros?


Para perderme y vos perderos;
muy más valiera no conoceros.

No cogerá ñores del valle,


sino del risco do n’andó nadie;
porque, aunque tarde, siempre las halle.

196

Mis penas son como ondas del mar,


qu’unas se vienen y otras se van:
de día y de noche guerra me dan.

197

—Digas, morena garrida,


¿cuándo serás mi amiga?
—Cuando esté florida la peña
de una flor morena.

80
198

Soñaba yo que tenía


alegre mi corazón;
mas a la fe, madre mía,
que los sueños, sueños son.

199

De una dama y un labrador,


mira qué labor,
mira qué labor.

200

Que no hay más fresca ribera


en todo el extremo
como aquesta era.

En esta ribera
hay lindos pradales,
son las aguas frías
y muy especiales,
las hierbas son sanas
a los animales,
y el ganado puede
hartarse a do quiera.

201

VENGÁIS norabuena,
duque mi señor,
pues venís vencedor.

202

Trébol, florido trébol,


trébol florido.

81
203

Teresilla hermana,
de la farira rira,
hermana Teresa.
Periquillo hermano,
de la fariri runfo,
hermano Penco.

204

] A la gala de la panadera,
a la gala della,
a la gala della
y del pan que lleva!

205

Llueve menudico
y hace la noche escura:
el pastcrcillo es nuevo,
non iré segura.

206

¡ Ora, amor, ora no más:


ora, amor, que me matáis!

Alegrad, Hijo precioso,


vuestro gesto glorioso,
porque en veros congojoso
mis entrañas traspasáis.

Véoos, Hijo, sin pañales,


en pesebre de animales
y en estos pobres portales
cuán sin mantillas estáis.

Hijo, mi Dios verdadero,


rescién nascido cordero,
i
82
por el pecado primero
grandes dolores pasáis.
¡ Ora, amor, ora no más;
ora, amor, que me matáis!

207

Otra canción al tono de


No quiero que nada sienta

Debajo de la peña nace


la rosa que no quema el aire.

Debajo de un pobre portal


está un divino rosal,
una reina angelical
de muy gracioso donaire.

Esta reina tan hermosa


ha producido tal rosa,
tan colorada, olorosa,
cual nunca la vido nadie.

Rosa blanca y colorada,


rosa bendita, sagrada,
rosa para ser quitada
la culpa del primer padre.

Es el rosal que decía


la virgen Santa María;
la rosa que producía
es su Hijo, Esposo y Padre.

Lirio fresco entre azucena,


nacido en noche serena
de doncella fresca y buena,
sin partera ni comadre.

De la raíz de Jesé
este lindo rosal fue;
la rosa que producié
no hay segundo que la cuadre.

Es rosal por salvación


para nuestra redención.

83
para sacar de prisión
a nuestra primera madre.
[Bajo de la peña nace
ia rosa que no quema el aire.]

208

Pensóse el villano
que me adormecía;
tomó espada en mano,
fuese a andar por villa.

Pensóse el villano
que me adormilaba;
tomó espada en mano,
fuese a andar por plaza.

Fuérame tras ele


por ver donde iba;
viérale yo entrare
en cas de su amiga.

Fuérame tras ele


por ver donde entraba;
viérale yo entrare
en cas de su dama.

209

La que tiene el marido pastor


grave es su dolor.

La que puso su cuidado


en sujeto de la sierra,
bien es que muera en la guerra
de amor tan mal empleado.
Y la que vive en estado
do el morir seria mejor,
grave es su dolor.

84
210

¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo


en aquel venadico pardo!

El amor de la doncella
que fuera discreta y bella,
para el que gozare della
será gustoso, aunque tardo.
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

El amor de la casada
me satisface y agrada,
porque como está encerrada
ni la celo ni la guardo.
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

El amor de la viuda
por mi casa y puerta acuda,
que no hay peligro ni duda,
si la pica sólo un cardo.
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

El amor de la beata
es apacible y no mata,
que no pide oro ni plata,
mas secreto y paño pardo.
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

El amor de cualquier monja


que me chupa como esponja
y todo es una lisonja,
y muero, padezco y ardo.
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

El amor de la soltera
lo trocaré por cualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narciso gallardo.

85
¡ Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

211

Miraba la mar
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

Descuidos ajenos
y propios gemidos
tienen sus sentidos
de pesares llenos.
Con ojos serenos
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

Muy ancho es el mar


que miran sus ojos,
aunque a sus enojos
bien puede igualar.
Mas por se alegrar
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

212

¡ Oxte, morenica, oxte,


oxte, morena!

Morena, la tan garrida,


si sos contenta y servida
que por vos pierda la vida,
tendrélo por buena estrena:
¡ oxte, morena 1

86
213

POR encima de la oliva,


mírame el Amor, mira.

Con el rostro muy airado


y su cabello dorado
una flecha me ha arrojado
con el arco que las tira;
mírame el Amor, mira.

214

— ¡ Señora la de Galgueros,
salga y baile!
—Que, i por vida de Galguericos!,
que tal no baile.

— ¡Señora la de Galgueros,
cuerpo garrido,
salga a la plaza y baile
con su marido!
— ¡Que, ¡por vida de Galguericos!,
que tal no baile.

215

Morenica, dime cuándo


tú serás de mi bando;
¡ ay, dime cuándo, morena,
dejarás de darme pena!

216

Ya nunca verán mis ojos


cosa que les dé placer
hasta volveros a ver.

87
217

Ojos que no ven


lo que ver desean,
¿qué verán que vean?

218

Caminad, señora,
si queréis caminar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

Caminad alegre,
no dejéis de andar,
que en la diligencia
la ventura está;
caminad aprisa
para negociar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

Advertid que el tiempo


volando se va,
la ocasión que os busca
nunca la perdáis:
trabajad ahora
para descansar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

219

Corrido va el abad
por el cañaveral.

El abad de Oriejo,
viendo que aparejo
tiene la de Alejo

88
para oír su mal
por el cañaveral,

vase allá derecho


en amor deshecho,
le da de su pecho
bastante señal
por el cañaveral.

Ella se lo oía
y le respondía
que le curaría
su llaga mortal
por el cañaveral.

Él, con esperanza,


dentro se abalanza
sin temer mudanza
del mal temporal
por el cañaveral.

Él que se lanzaba
y Alejo que entraba,
que entonces llegaba
de su higueral
por el cañaveral.

Viendo Alejo al zote,


asió de un garrote
y del pie al cogote
le hizo cardenal
por el cañaveral.

[Corrido va el abad
por el cañaveral.]

220

Estos mis cabellos, madre,


dos a dos me los lleva el aire.

No sé qué pendencia es ésta


del aire con mis cabellos,
o si enamorado dellos

89
les hace regalo y fiesta;
de tal suerte los molesta
que, cogidos al desgaire,
dos a dos me los lleva el aire.

Y si acaso los descojo,


luego el aire los maltrata;
también me los desbarata
cuando los entrezo y cojo;
ora sienta desto enojo,
ora lo lleve en donaire,
dos a dos me los lleva el aire.

221

AQUEL pastorcico, madre,


que no viene,
algo tiene en el campo
que le pene.

Recordé, que no dormía,


esperando a quien solía,
y no ha llegado.
Pues el gallo no ha cantado,
y no viene,
algo tenía en el campo
que le pene.

222
Recordad, mis ojuelos verdes,
que a la mañana dormiredes.

Recordad al dolorido
que, después que a vos vido,
de amor está herido:
que a la mañana dormiredes.

223

Dejaréis, amor, mis tierras,


y a los mares queréis ir;
quedo yo para morir.

90
Vaisos vos a Ingalaterra,
quedóme yo en Aragón;
lleváis vos mi corazón,
conmigo queda la pena.
¡ Oh, qué tristeza es ésta !
En verme de vos partir,
quedo yo para morir.

224

Uno tengo al remo


y otro pienso echar:
quier’ m’ir a la popa
por verlo bogar.

Salen de Sevilla
barquetes nuevos,
de una verde haya
llevan los remos.

225

Mal haya la barca


que acá me pasó,
que en casa de mi padre
bien m’estaba yo.

Pues en esta tierra


no tengo a nadie,
aires de la mía,
vení a llevarme.

Pues que en esta tierra


no tengo amor,
aires de la mía,
lleváme al albor.

226

Preso me lo llevan
a mi lindo amor,

91

12
por enamorado,
que no por traidor.
Preso me lo llevan,
la causa no sé:
digan lo que debe,
que yo lo pagaré.

227

Pisa, amigo, el polvillo,


tan menudillo;
pisa, amigo, el polvo,
tan menudo.

Madre mía, el galán,


y no de aquesta villa,
paseaba en la plaza
por la branca niña.
Tan menudo.

228

Quien bien hila,


bien se le paresce.

Quien bien hila


y devana aprisa,
bien se le paresce
en la su camisa.
Su camisa
bien se le paresce.

229

Nunca Dios te dé rencilla,


casadilla.

Vivas con salud entera,


rica, gallarda y hermosa;

92
si tienes suegra celosa,
en la boda se te muera;
y tu saya dominguera
no se coma la polilla,
casadilla.

230

No salgáis de noche a caza, el caballero',,


que hace la noche escura, lindo amor,
y muérome de miedo.

231
A
No me los ame nadie
a los mis amores, ¡ eh N
no me los ame nadie,
que yo me los amaré.

232

Aires frescos del Prador


favor os pido,
que me anegan las olas
del mar de olvido.

233

Pasas por mi calle,


no me quieres ver:
corazón de acero
debes de tener.

234

No me mires, moreno,
cuando te miro,
que se encuentran las almas
en el camino.

93
235

La que me robó mi fe
sin tocarme en el vestido,
la morena morenica ha sido,
la morená morenica fue.

—¿Quién te ha mudado, pastor,


siendo libre y descuidado?
—Sólo un amor disfrazado;
que muda mucho un amor.
—¿Y quién fue la que a tu fe
ha derribado y vencido?
—La morená morenica ha sido,
la morená morenica fue.

—¿Cómo has podido ofender


tus deseos ofendidos?
—Siempre los más atrevidos
suelen más presto caer.
—Ya de hoy más te llamaré
el vencedor más vencido.
—La morená morenica ha sido,
la morená morenica fue.

236

Arrojóme, las naranjicas,


con los ramos del blanco azahar;
arrojómelas y arrojéselas,
y volviómelas a arrojar.

De sus manos hizo un día


la niña tiro de amores,
y de naranjas y flores
balas de su artillería.
Comenzó su batería
contra mí que la miraba;
yo las balas le tiraba
por doble mosquetería.

94
237

Al cantar de las aves


mi bien se durmió.
¡ Ay, Dios, quién llegara
y le preguntara
qué es lo que soñó!

Si el laurel se ha hecho verde


y las flores son plumas
de pabellón,
y entre guijas deshecho
el arroyo va,
¿qué sueño podrá
decirle de no?

238

Norabuena vengáis, abril,


abril, abril, vengáis norabuena,
norabuena vengáis, vengáis norabuena,
¡ Qué galán venís, abril,
qué galán venís !,
vengáis norabuena,
¡ qué galán venís !

Los pintados ruiseñores


cantan con más alegría,
más corre esta fuente fría,
mejor huelen estas flores;
todos os dicen amores,
hermoso estáis y gentil:
¡ qué galán venís, abril!

239

¡ Oh, qué bien que baila Gil,


con las mozas de Barajas! ;
la chacona a las sonajas
y el villano al tamboril.

95
Fue a Barajas Gil llamado
de las mozas del lugar,
porque dicen qu’en bailar
es hombre muy afamado.
Gran contento ha dado Gil
a las mozas de Barajas.

240

Tengo unos amores


a discontento;
no le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

Casóme, Pascuala,
voluntad ajena,
en hora tan mala
y con tanta pena,
que tenelia buena
ni espero m es justo
forzarme el gusto
triste casamiento.
No le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

De celos me abrasa
sin darle ocasión;
no sale de casa
fingiendo afición.
Mis regalos son
lágrimas, porfías;
las noches son días
deste sufrimiento.
No le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

241

La del abanillo
calor tiene, madre.

96
Aire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

El pecho se abrasa,
que es de amor el centro,
por fuera y por dentro
se quema la casa;
pensaba encubrillo,
échalo en donaire.
Aire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

Su mismo remedio
dobla en padescer,
aire para ver
suele ser buen medio;
manto de soplillo
la congoja, madre.
Aire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

Por mostrar la mano


a quien yo me sé,
encendió su fe
con aire liviano;
no me maravillo
si se abrasa, madre.
Aire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

242

Por un pajecillo
del corregidor
peiné yo, mi madre,
mis cabellos hoy.

Por un pajecillo
de los que más quiero
me puse camisa
labrada de negro,
y peiné, mi madre,

97
mis cabellos hoy,
por un pajecillo
del corregidor.

243

Por el montecico sola,


¿cómo iré, cómo iré?
¡Ay, Dios!, ¿si me perderé?

Soledad me guía,
llévanme desdenes
tras perdidos bienes
que gozar solía.
Con tan triste compañía,
¿cómo iré, cómo iré?
¡Ay, Dios!, ¿si me perderé?

Deslúmbranme antojos,
que apenas diviso
la tierra que piso
qu’es mar de mis ojos,
a buscar voy los despojos
de mi fe.
¡ Ay, Dios!, ¿si me perderé?

244

PARECÉIS molinero, amor,


y sois moledor.

Sois mansito y apacible


en guardar vuestro molino,
y para con el vecino,
el cura, muy convenible,
y para mí tan terrible,
que oíros me da temor,
y sois moledor.

Bien sé, marido, que os place


que el cura os regale a vos.

98
pero sábelo mi Dios
por cuál de los dos lo hace:
y si a vos os satisface,
a mí me sabe mejor,
y sois moledor.

Si empezáis, estáis riñendo


a la comida y la cena,
y después, si os da otra vena,
toda la noche moliendo:
yo, con discreción, sufriendo,
aplaco vuestro rigor,
y sois moledor.

Y en cuanto a mi libertad,
tenéis noble condición,
metéisme en conversación
de gente de calidad;
y, por vuestra habilidad,
vendréis a ser gran señor,
y sois moledor.

245

VENTECICO murmurador,
que lo gozas y andas todo,
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.

Hoy, ventecico suave,


has de dar reposo a quien
sabe desvelar mi bien,
y dormir mi mal no sabe.
Procura tú mi favor,
pues lo gozas y andas todo;
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.

Tú, que entre las verdes hojas


andas alegre y murmuras,
de mis pasadas venturas,
de mis presentes congojas,

99
fresco, manso y bullidor
que lo gozas y andas todo,
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.

246

Aquel pajecito de aquel plumaje,


aguilica sería quien le alcanzase.

Aquel pajecito de los airones,


que volando lleva los corazones,
aguilica sería quien le alcanzase.

247

Luna que reluces,


toda la noche alumbres.

¡ Ay, luna que reluces,


blanca y plateada,
toda la noche alumbres
a mi linda enamorada!
Amada que reluces,
toda la noche alumbres.

248

¿Cuándo saldréis, alba galana,


cuándo saldréis, el alba?

Resplandece el día,
crecen los amores,
y en los amadores
aumenta alegría.
¡ Alegría galana!
¿Cuándo saldréis, el alba?

100
249

TrÉBOLE, ¡ay, Jesús, cómo huele!


Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!

Trébole de la niña dalgo,


que amaba amor tan lozano,
tan escondido y celado,
sin gozar de su sabor.
Trébole, ¡ay, Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!

250

Que no cogeré yo verbena


la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Que no cogeré yo claveles,


madreselva ni mirabeles,
sino penas tan crueles
cual jamás se cogerán,
pues mis amores se van.

251

A Salamanca, el escolarillo,
a Salamanca irás.

Irás a do no te vean,
ni te escuchen ni te crean,
pues a las que te desean
tan ingrato pago das.
A Salamanca, el escolarillo,
a Salamanca irás.

252

¿Yo qué la hice, yo qué la hago,


que me da tan ruin pago?

101
¿Yo qué la hago, yo qué la hice,
que de mí tanto mal dice?

253

No sois vos para en cámara, Pedro,


no sois vos para en cámara, no.

Venís tan apitonado,


corajudo y enojado,
que temo que habéis cargado
delantero y sin razón.
No sois vos para en cámara, Pedro*
no sois para en cámara, no.

254

ZAGALEJA del ojo rasgado,


vente a mí, que no soy toro bravo.
Vente a mí, zagaleja, vente,
que adoro a las damas y mato la gente»

Zagaleja del ojo negro,


vente a mí, que te adoro y quiero;
dejaré que me tomes el cuerno,
y me lleves, si quieres, al prado.
Vente a mí, que no soy toro bravo.

255

PoiS que Madalena


remedió meu mal,
viva Portugal
e morra Castella.

Seja Amor testigo


de tamanho ben;
nao chege ninguen
a zombar conmigo.

102
que a espada y rodela
a forneira sal:
viva Portugal
y morra Castella.

256

En la cumbre, madre,
tal aire me dio,
que el amor que tenía
aire se volvió.

Madre, allá en la cumbre


de la gentileza
miré una belleza
fuera de costumbre,
cuya nueva lumbre
ciega me dejó :
que el amor que tenía
aire se volvió.

Quísolo mi suerte,
fragua de mis males,
que con ansias tales
llegase a la muerte;
mas un aire fuerte
así me tocó,
que el amor que tenía
aire se volvió.

Dulce ausente mío,


no te alejes tanto,
mueva ya mi llanto
ese pecho frío;
mas, ¡ ay !, que un desvío
tal pena me dio,
que el amor que tenía
aire se volvió.

257

Pensamientos me quitan
el sueño, madre.

103
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Tristes pensamientos
de alegres memorias,
con escuras glorias
y claros tormentos,
vienen por momentos
a verme, madre;
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Cada cual procura


que mi lecho sea
campo a la pelea
y paz mal segura.
Sueños sin ventura
me espantan, madre;
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Mis ojos despiertos,


las noches y días,
lloran mis porfías
por bienes inciertos.
Ya vivos, ya muertos,
mis males, madre,
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Dichoso el sentido
que, desengañado,
despierta el cuidado
del pecho ofendido.
¡ Ay, que me han vencido
desdichas, madre!
Desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

258

TÁRREGA, por aquí van a Málaga;


Tárrega, por aquí van allá.

104
—Dime, Blas, ¿por qué camino
moveré de Gila el pecho?
—-Tárrega, si fueres hecho,
cual Júpiter, de oro fino.
—¿No ves que Amor es divino
y dádivas no querrá?
—Tárrega, por aquí van a Málaga;
Tárrega, por aquí van allá.

-—Basta para ser querido


llevar el Amor por guía.
—Harás jornada tardía,
que es mulo cojo Cupido.
—No es el Amor encogido,
que alas tiene y volará.
—Tárrega, por aquí van a Málaga;
Tárrega, por aquí van allá.

—Es, Blas, mi Gila inhumana


y no la aplacan mis dones.
—Muestra señal de pasiones
la fruta amarilla indiana.
—Muéstrame senda más llana,
que aquésta muy agria está.
—Tárrega, por aquí van a Málaga
Tárrega, por aquí van allá.
—Aunque no la dé preseas,
nadie tanto habrá querido.
—Aunque queráis más que Dido
quiso a su troyano Eneas.
—Si a mi bolsa bien deseas
otro remedio le da.
—Tárrega, por aquí van a Málaga
Tárrega, por aquí van allá.
—De gentileza me pico;
nadie me iguala en el valle.
—¿Qué importa a Gila tu talle?
Más le importa que seas rico.
—¿Que si oro no le aplico,
nunca mi mal sanará?
—Tárrega, por aquí van a Málaga
Tárrega, por aquí van allá.

105
259

Hacen en el puerto
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

Parten las galeras


con alegría,
cuando viene el día
tremolan banderas.
Y entre las riberas
un son se fragua,
y hacen en el agua
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

Guían los remeros


do el norte endereza,
van con ligereza
los marineros.
Muestran los aceros
de su confianza,
y hacen con bonanza
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

260

Recordedes, niña,
con el albore,
oiredes el canto
del ruiseñore.

Non finquéis dormida,


fembra enamorada,
pues el alborada
a amar nos convida.
Pues sois tan garrida.

106
salí al balcone,
oiredes el canto
del rmseñore.

Poned vos, señora,


el vuestro briale,
que cuido que iguale
en gracia a la aurora;
fincad a la hora
en el corredore,
oiredes el canto
del ruiseñore.

261

DÉJEME cerner mi harina;


no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.

Déjeme con mi embarazo,


no quiera descomponerme,
que temo que ha de romperme
la tela de mi cedazo.
No quiero esperar su abrazo,
aunque me muestra afición,
porque, puesta en ocasión,
lo que las demás haré.
Déjeme cerner mi harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.

Es delicada la artesa
y las varillas y todo,
y aunque yo más lo acomodo
se caen los pies de la mesa.
Déjeme, que estoy de priesa,
y el agua tengo en el fuego,
y si no le acudo luego
se verterá por mi fe.
Déjeme cerner la harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré,

107

13 ■■
Deje que vacie el salvado
para volver a cerner;
no sea tan porfiado;
vaya, busque las de estrado,
las de garvín y copete,
que yo buscaré un bonete
y con él me entenderé.
Déjeme cerner mi harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.

262

Vai[s]os, amores, de aqueste lugar.^


¡Tristes de mis ojos, y cuándo os verán!

Yo era niña de bonico aseo,


puse yo en vos mi amor el primero,
y agora que os quiero, queréisme dejar.
¡ Tristes de mis ojos, y cuándo os verán!

Y [o] aun bien no sabía de amor y afición


cuando, cuitada, os di el corazón.
Si ausencia y enojos la muerte me dan,
¡ tristes de mis ojos, y cuándo os verán!

263

PUSE mis cabellos


en almoneda;
como no están peinados,
no hay quien los quiera.

Cuando me miraban
unos ojos bellos,
mis rubios cabellos
peinados andaban;
vi que los burlaban
los traidores ojos;
por darles enojos,
venderlos quisiera.

108
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.

Un mal caballero
rondó esta ventana;
anduve galana
todo un año entero.
Mudóse ligero;
yo, como le amaba,
mis cabellos daba
a quien más me diera.
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.

Daba en alaballos
cuando me quería,
y yo, madre mía,
daba en acaballos;
sentí despreciallos,
descuidóme dellos.
¿Quién vio mis cabellos
que tal creyera?
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.

264

Las ondas de la mar,


¡ cuán menudicas van !

265

TURBIAS van las aguas, madre,


turbias van;
mas ellas se aclararán.

266

Ya no más, queditico, hermanas,


ya no más.

109
267

AUNQUE el campo se ve florido


con la blanca y la roja flor,
más florido se ve quien ama
con las flores del amor.

Aunque dulces ruiseñores


le den al campo placer,
y en sí contemple correr
los cristales bullidores;
aunque las flores mejores
le den la gloria mayor,
más florido se ve quien ama
con las flores del amor.

268

EnviÁRAME mi madre
al baile, libre de amor :
cautivástesme vos, señor.

Tocaban las campanillas


de señor San Salvador,
día de San Pedro, al alba,
antes que saliese el sol,
cuando trencé mis cabellos
con cintas de resplandor;
de oro, perlas y granates
un pulido apretador.
Vino la tarde, y al baile
salí libre y sin temor;
cautivástesme vos, señor.

269

— ¡Hola!, lirón, lirón,


¿de dónde venís de andaré?
— ¡Hola!, lirón, lirón;
de San Pedro el altare.
—¿Qué os dijo don Roldane?
—Que no debéis de pasare ;

110
quebradas son las puentes,
mandadlas adobare.
—No tenemos dineros.
—Nosotros los daremos.
—¿De qué son los dineros?
—De cáscaras de huevos.
—¿En qué los contaremos?
—En tablas y tableros.
—¿Qué nos daréis en precio?
—Un amor verdadero.

270

Falsa me es la segaderuela,
falsa me es y llena de mal;
falsa me es la segaderuela,
falsa me es y llena de mal.

La segaderuela ingrata
que con celos fieros mata
y mil tormentos me da,
falsa me es la segaderuela,
falsa me es y llena de mal.

271

AlabÁsteisos, caballero,
gentilhombre aragonés:
no os alabaréis otra vez.

Alabásteisos en Sevilla
que teníades linda amiga,
gentilhombre aragonés :
no os alabaréis otra vez.

272

—Que entrad, el extranjero,


que todo es vuestro.

111
-—Que meted la ropa,
bella española.
—Que entrad, el extranjero,
de allende el mare.
— ¡ Aymé, que soy loco
y esta banda gane!
— ¡Ay, Dios, qué donaire
del extranjero,
que todo es vuestro!

273

Riberitas del río


de Manzanares,
lava y tuerce la niña
y enjuga el aire.

274

Siento unos celos


en las pestañas,
que se me azulan
si se me cuajan.

275

En la cumbre, madre,
canta el ruiseñor;
si él de amores canta,
yo lloro de amor.

276

Van y vienen las olas, madre,


a las orillas del mar,
mi pena con las que vienen,
mi bien con las que se van.

112
277

Que no hay tal andar


por el verde olivico,
que no hay tal andar
por el verde olivar.

278

A LA hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua.

279

Orillicas del río


mis amores he,
y debajo de los álamos
me atendé.

280

¿CUÁNDO, mas cuándo


llevará cerecicas el cardo?

281

ChapirÓn de la reina,
chapirón del rey.

Mozas de Toledo,
ya se parte el rey,
quedaréis preñadas,
no sabréis de quién.
Chapirón de la reina,
chapirón del rey.

282

A LA gala del zagal


y de su madre doncella:
a la gala dél y della.

113
283

Lindos ojos ha la garza,


y no los alza.

284

Feridas tenéis, amigo,


y duélenos:
tuviéralas yo, y no vos.

285

Tañen a la queda,
mi amor no viene:
algo tiene en el campo
que le detiene.

A la queda tañen,
espadas quitan;
con su esposo cena
quien tiene dicha.
Al salir del día
mi amor no viene;
algo tiene en el campo
que le detiene.
¡ Qué mal hizo en irse
tan de mañana,
si a la media noche
venir pensaba!
Cena, esposa y cama
no me le vuelven:
algo tiene en el campo
que le detiene.

286

La niña no duerme
de amores, madre;

114
dalde sueño» airecillos,
porque descanse,
y responden los ecos
de Manzanares:
“Muera la niña,
pues matar sabe".

Y entre tanto las hojas


juegan los aires,
ríense las fuentes,
cantan las aves,
y la niña sola
llora sus males.
¡ Ay, Dios, qué de perlas
al aire esparce!

287

¡ Ay, que muero de celos


de aquel andaluz!
¡ Háganme, si muriere,
la mortaja azul 1

Sólo a darme guerra


pasó, madre mía,
del Andalucía
mi Morena Sierra.
Fue de Ingalaterra
su fingida fe;
pero nunca fuese,
que es tan común.
¡ Háganme, si muriere,
la mortaja azul!

Mi amor pagó en hielos,


mi fe con mudanzas,
verdes esperanzas
en azules celos;
si vuelvo a los cielos
a pedir favor,
de su azul color
hace mi inquietud.

115
¡ Háganme, si muriere,
la mortaja azul!

288

PuÑALITOS dorados
son mis dos luces,
que los meto en el alma
hasta las cruces.

289

A LA sombra de mis cabellos,


mi querido se adurmió.
¿Si le recordaré o no?

Peinaba yo mis cabellos


con cuidado cada día,
y el viento los esparcía,
robándome los más bellos;
y a su soplo y sombra dellos,
mi querido se adurmió.
¿Si le recordaré o no?

Díceme que le da pena


el ser en extremo ingrata;
que le da vida y le mata
esta mi color morena;
y llamándome sirena,
él junto a mí se adurmió.
¿Si le recordaré o no?

290

Si queréis que os enrame la puerta,


vida mía de mi corazón,
si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

116
Si queréis, salid cuando el alba
a alumbrarnos salga,
que si mi esperanza
el sí vuestro alcanza,
por mostrar mi fe,
el sol cubriré
con una enramada
de gran perfición.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

Si queréis, poneos de mañana


a vuestra ventana,
veréis cómo arranco
un álamo blanco,
y en vuestro servicio
lo pongo en el quicio,
tejido con hojas
de un verde limón.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

Si queréis, pondré un verde pino,


un nevado endrino,
un cermeño lindo,
un camueso, un guindo,
un tosco nogal,
un bello peral,
los unos con fruta,
los otros con flor.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros ameres míos son.

Si queréis, si vuestra presencia


me diere licencia,
pondré, si os alegro,
un álamo negro,
hermoso y lozano,
con fruta un manzano,
que bese los hierros
de vuestro balcón.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

117
Si queréis, pondré mirabeles
y lindos claveles,
la haya frondosa,
la palma vistosa,
el cidro cruel,
el sacro laurel,
que siempre conserva
la verde color.
Si queréis que os enrame la puerta,
vida mía de mi corazón,
si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

291

Con el aire de la sierra


híceme morena.

Un cierzo indignado,
a vueltas del sol,
cualquier arrebol
dejan eclipsado;
ellos y el cuidado
que mi muerte ordena:
con el aire de la sierra *
híceme morena.

Si blanca nací
y volví morena,
luto es de la pena
del bien que perdí,
que sufriendo aquí
rigores de ausencia,
con el aire de la sierra
híceme morena.

292

Airecillo en los mis cabellos,


y aire en ellos.

118
293

Besóme el colmenero,
y a la miel me supo el beso.

294

Campanillas de Toledo,
óigoos y no vos veo.

295

Casar chiquitos
y andar rotitos
y henchir la casa
de bordoneritos.

296

—COLORADA estáis, nuestra ama.


—Vengo del homo y diome la llama.

297

¡ Cuitada de la mora,
en el su moral tan sola!

298

—Dime, pajarito que estás en el nido:


¿La dama besada pierde marido?
—No, la mi señora, si fue en escondido.

299

Estábame yo en mi estudio
estudiando la lición.

119
y acordéme de mis amores:
no podía estudiar, non.

300

Guay de [la] molinera


que al molinero
el agua le lleva.

301

Hadas malas me hicieron negra,


que yo blanca [me] era.

302

Las mañanas de abril


dulces son de dormir;
y las de mayo mejor,
si no despierta el amor.

303

Levantóse un viento
de la mar salada
y diome en la cara.
Levantóse un viento
que de la mar salía
y alzóme la falda
de mi camisa.

304

Mírame, Miguel,
cómo estoy bonitica:
saya de buriel,
camisa de estopica.

305

PÉNAME el amor, madre,


mal penado me ha.

120
306

No me llames bien hadada


hasta que me veas enterrada.

307

PANDERO, el mi pandero,
¿quién os tañerá si yo muero?

308

Pues que me sacan a desposar,


quiérome peinar.

309

Quien me vido algún tiempo


y me ve agora,
¿cuál es el corazón que no llora?

310

SOLÍA que andaba


el mi molino,
mas agora no.

311

TODAS cantan en la boda,


y la novia llora.

312

Voz tiene el águila, niña;


voz tiene el aguililla.

313

Envíame mi madre
por agua, sola:
mirad a qué hora.

121
314

Por una morenita


corren un toro,
las garrochas de plata,
los clavos de oro.

315

A[l] coger amapolas,


madre, me perdí:
¡ caras amapolas
fueron para mí!

316

Aunque soy morenita un poco,


no se me da nada:
que con agua del alcanfor
me lavo la cara.

317

¡ Cómo lo tuerce y lava


la monjita el su cabello;
cómo lo tuerce y lava,
luego lo tiende al hielo!

318

Í Ah, si viese el día,


si viese, ah, si viese
la tristeza mía
que mía no fuese!

319

Ya no más; queditito, amor,


que me matarás;
no más.

122
DE DIVERSOS AUTORES
GONZALO DE BERCEO

Cantiga

320

¡ Eya, velar! ¡ Eya, velar! ¡ Eya, velar!


Velat, aljama de los judíos,
¡eya, velar!,
que non vos furten el Fijo de Dios.
¡ Eya, velar!
Ca furtárvoslo querrán,
¡eya, velar!,
Andrés e Peidro et Iohan.
¡ Eya, velar!
Non sabedes tanto descanto,
¡eya, velar!,
que salgades de so el canto.
¡ Eya, velar!
Todos son ladronciellos,
¡eya, velar!,
que assechan por los pestiellos.
¡ Eya, velar!
Vuestra lengua tan palabrera,
¡eya, velar!,
havos dado mala carrera.
¡ Eya, velar!
Todos son omnes plegadizos,
¡ eya, velar !,

125
noaduchos mescladizos.
¡ Eya, velar!
Vuestra lengua sin recabdo,
¡ eya, velar!,
por mal cabo vos ha echado.
¡ Eya, velar!
Non sabedes tanto de engaño,
¡ eya, velar !,
que saigades ende este año.
¡ Eya, velar!
Non sabedes tanta razón,
¡ eya, velar!,
que saigades de la prisión.
¡ Eya, velar!
Tomaseio e Matheo,
¡eya, velar!,
de furtarlo han grant deseo.
¡ Eya, velar!
El discípulo lo vendió,
¡ eya, velar !,
el Maestro non lo entendió.
¡ Eya, velar!
Don Philipo, Simón e ludas,
¡eya, velar!,
por furtar buscan ayudas.
¡ Eya, velar!
Si lo quieren acometer,
¡ eya, velar !,
¡ oy es día de parescer!
¡ Eya, velar!
¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!

REY DON DIONÍS

321

—De que morredes, filha, a do ccrpo velido?


—Madre, moiro d’amcres, que mi deu meu amigo.
Alva e vai liero.

126
—De que morredes, filha, a do corpo lozano?
—Madre, moiro d’amores que mi deu meu amado.
Alva e vai liero.

Madre, moiro d’amores que mi deu meu amigo,


quando ve]’ esta cinta que por seu amor cingo.
Alva e vai liero.

Madre, moiro d’amores que mi deu meu amado,,


quando vej esta cinta que por seu amor trago.
Alva e vai liero.

Quando vej’ esta cinta que por seu amor cingo


e me nembra, fremosa, como falou comigo.
Alva e vai liero.

Quando vej’ esta cinta que por seu amor trago


e me nembra, fremosa, como falamos ambos.
Alva e vai liero.

322

—Al flores, ai flores do verde pino,


se sabedes novas do meu amigo?
Ai, Deus, e u é?

Ai flores, ai flores do verde ramo,


se sabedes novas do meu amado?
Ai, Deus, e u é?

Se sabedes novas do meu amigo,


aquel que mentiu do que pos comigo?
Ai, Deus, e u é?

Se sabedes novas do meu amado,


aquel que mentiu do que mi a jurado?
Ai, Deus, e u é?

—Vos me preguntades polo voss'amigo,


e eu ben vos digo que é san’ e vivo.
Ai, Deus, e u é?

Vos me preguntades polo voss’amado,


e eu ben vos digo que é viv’ e sano.
Ai, Deus, e u é?

127
E eu ben vos digo que é san’ e vivo
e seerá vosc’ant’o prazo saldo.
Ai, Deus, e u é?

E eu ben vos digo que é viv’ e sano,


e seerá vosc’ant’o prazo passado.
Ai, Deus, e u é?

323

LevantoU'S’ a velida,
levantou's’ alva
e vai lavar camisas
eno alto:
vai-las lavar alva.
Levantou's’ a lou^ana,
levantou-s’ alva
e vai lavar delgadas
eno alto:
vai-las lavar alva.
Vai lavar camisas;
levantou's’ alva;
o vento Ih’as desvia
eno alto:
vaidas lavar alva.

E vai lavar delgadas;


levantou-s’ alva;
c vento lh’as levava
eno alto:
vai-las lavar alva.

O vento lh’as desvia;


levantou-s’ alva;
meteu-s’ alva en ira
eno alto ;
vai-las lavar alva.
O vento lh’as levava;
levantou-s’ alva;
meteu-s’ alva en sanha
eno alto:
vai-las lavar alva.

128
NUNO FERNANDES TORNEOL

324

Levad’, amigo, que dormides as manhanas frías;


todalas aves do mundo d’amor dizian :
leda m’and’eu.

Levad’, amigo, que dormidedas frías manhanas;


todalas aves do mundo d’amor cantavan :
leda m’and’eu.

Todalas aves do mundo d’amor dizian;


do meu amor e do voss'en ment’avian:
leda m’and’eu.

Todalas aves do mundo d’amor cantavan;


do meu amor e do voss’i enmentavan :
leda m’and’eu.

Do meu amor e do voss’en ment’avian;


/os lhi tolhestes os ramos en que siian ;
leda m’and’eu.

Do meu amor e do voss’i enmentavan;


vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan :
leda m’and’eu.

Vos lhi tolhestes os ramos en que shan


e lhi secastes as fontes en que bevian :
leda m’and’eu.

Vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan


e lhi secastes as fontes u se banhavan :
leda m’and’eu.

PERO GARCIA BURGALÉS

325

Al, madre, ben vos digo :


mentiu'mi o meu amigo:
sanhuda lh’and’eu.

129
Do que mi ouve jurado,
pois mentiu per seu grado,
sanhuda lh’and’eu.

Non foi u ir avia,


mais ben des aquel’ día
sanhuda lh’and’eu.

Non é de -mi partido,


mais por que mi á mentido,
sanhuda lh’and’eu.

MEENDIÑO

326

SedÍa-m’eu na ermida de San Simión


e cercaron'm’í as ondas que grandes son:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!

Estando na ermida ant’o altar


cercaronm’í as ondas grandes do mar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!

E cercaronm’í as ondas que grandes son,


non e’í barqueiro, nen remador,
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!

E cercaronm’í as ondas do alto mar,


non e’í barqueiro, nen sei remar,
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!

Non e’í barqueiro, nen remador,


morrerei fremosa no mar maior:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo !

Non e’í barqueiro, nen sei remar,


morrerei fremosa no alto mar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!

(
130
JOAN ZORRO

327

Bailemos agora, por Deus, ai velidas,


so aquestas avelaneiras frolidas,
e quem fór velida como nós, velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras frolidas
verrá bailar.

Bailemos agora, por Deus, ai loadas,


so aquestas avelaneiras granadas,
e quem fór loada como nós, loadas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras granadas
verrá bailar.

MARTÍN CODAX

328

Ondas do mar de Vigo,


se vistes meu amigo!
e ai Deus, se verrá cedo!

Ondas do mar levado,


se vistes meu amado 1
e ai Deus, se verrá cedo 1

Se vistes meu amigo,


o por que eu sospiro!
e ai Deus, se verrá cedo!

Se vistes meu amado,


por que ei gram cuidado 1
e ai Deus, se verrá cedo!

329

Al, ondas que eu vin veer,


se me saberedes dizer
por que tarda meu amigo
sen mi!

131
Al, ondas que eu vin mirar,
se me saberedes contar
por que tarda meu amigo
sen mi!

JUAN RUIZ

Cántica de Serrana

330

Cerca la Tablada,
la sierra passada,
fálleme con Aldara
a la madrugada.

Engima del puerto


coidé ser muerto
de nieve e de frío
e dese rogío
e de grand helada.

A la decida,
di una corrida:
fallé una serrana
fermosa, logana
e bien colorada.

Dixe yo a ella:
—“Homíllome, bella”.
Diz: —“Tú que bien corres,
aquí non te engorres :
anda tu jornada”.

Yol’ dixe: —“Frío tengo,


e por eso vengo
a vos, fermosura;
quered, por mesura,
hoy darme posada”.

Díxome la moga:
—“Pariente, mi choga,
el que en ela posa
i
132
comigo desposa
o dame soldada”.

Yol’ dixe : —-“De grado,


mas yo soy cassado
aquí en Ferreros;
mas de mis dineros
dar vos he, amada”.

Diz': —“Trota comigo”.


Levóme consigo,
e diom’ buena lumbre,
como es de costumbre
de sierra nevada.

Diom’ pan de ^enteno,


tiznado, moreno:
e diom’ vino malo,
agrillo e ralo,
e carne salada.

Diom’ queso de cabras.


—“Fidalgo —diz—, abras
ese blaco e toma
un canto de soma
que tengo guardada”.

Diz’: —“Huésped, almuerza,


e bebe e esfuerza,
caliéntate e paga;
de mal nos’te faga
fasta la tornada”.

“Quien dones me diere,


cuales yo pediere,
habrá bien de cena
e lechiga buena,
que nol’coste nada.”

—“Vos, que eso dezides.


¿por qué non pedides
la cosa $ertera?’\
Ella diz: —“Maguera,
¿e sim’ será dada?”.

133
“Pues dam’ una cinta
bermeja, bien tinta,
e buena camisa,
fecha a mi guisa,
con su collarada.”

“E dam’ buenas sartas


de estañe e fartas,
e dame halía
de buena valía,
pelleja delgada.”

“E dam’ buena toca,


listada de cota;
e dame ^apatas
de cuello bien altas,
de piega labrada.”

“Con aquestas joyas,


quiero que lo oyas,
serás bien venido,
serás mi marido
,e yo tu velada.”

—“Serrana señera,
tanto algo agora
non trax’ per ventura,
mas faré fiadura
para la tornada”.

Díxcme la heda:
—“Do non hay moneda,
non hay merchandía
nm hay tan buen día
nin cara pagada.

“Non hay mercadero


bueno sin dinero,
e yo non me pago
del que non da algo
nin le dó posada.

“Nunca de homenaje
pagan hostalaje.
Por dinero faze

134
omne cuanto plaze:
cosa es prcvada.”

331

De cómmo los scolares demandan por Dios

SEÑORES, dat al escolar


que vos vien’ demandar.

Dat limosna o ración;


faré per vos oración
que Dios vos dé salvación;
quered por Dios a mí dar.

El bien que por Dios fecierdes,


la limosna que por Él dierdes,
cuando deste mundo salierdes,
esto vos habrá de ayudar.

Cuando a Dios dierdes cuenta


de los algos e de la renta,
escusar vos ha de afruenta
la limosna cor Él
k.
far.

Por una ración que dedes,


vos ciento de Dios tomedes
e en Paraíso entredes.
¡ Ansí lo quiera Él mandar!
Catad que el bien fazer
nunca se ha de perder;
poder vos ha estorcer
del infierno, mal lugar.
Señcresj dat al escolar
que vos vien’ demandar.

EL ALMIRANTE DON DIEGO HURTADO DE MENDOZA


332

COSAUTE

AQUEL árbol que vuelve la foxa


algo se le antoxa.

135
Aquel árbol del bel mirar
face de mam[er]a flores quiere dar:
algo se le antoxa.

Aquel árbol del bel veyer


face de mani[er]a quiere florecer:
algo se le antoxa.

Face de mani[er]a flores quiere dar


ya se demuestra; salidlas mirar:
algo se le antoxa.

Face de mani[er]a quiere florecer:


ya se demuestra; salidlas a ver:
algo se le antoxa.

Ya se demuestra; salidlas mirar.


Vengan las damas la frucía cortar:
algo se le antoxa.

Ya se demuestra; salidlas a ver.


Vengan las damas la fruta ccxer:
algo se le antoxa.

¿MARQUÉS DE SANTILLANA?

333

Villancico a unas tres fijas suyas

Por una gentil floresta


de lindas flores e rosas,
vide tres damas fermosas
que de amores han recuesta.
Yo, con voluntad muy presta,
me llegué a conoscellas;
comengó la una de ellas
esta canción tan honesta:
“Aguardan a mí:
nunca tales guardas vi”.

Por mirar su fermosura


destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con muy honesta mesura:
“La niña que amores ha,
sola, ¿cómo dormirá?”.

Por non les fazer turban^a


non quise ir más adelante,
a las que con ordenanza
cantaban tan consonante.
La otra con buen semblante
dixo : —“Señeras de estado,
pues las dos habéis cantado,
a mí conviene que cante”:
“Dejado al villano pene;
vengúeme Dios delle”.

Desque ya hobieron cantado


estas señoras que digo,
yo salí desconsolado,
como orne sin abrigo.
Ellas dixeron : —“Amigo,
non sois vos el que buscamos,
mas cantad, pues que cantamos”
“Sospirando iba la niña
e non por mí,
que yo bien se lo entendí”.

FERNANDO DE LA TORRE

334

Desdeñastesmé,
mas no vos desdeñaré.

Ni por más que me digáis


que mucho me desamáis
¿esto vos no me mudáis,

137
que siempre vos serviré,
mas no vos desdeñaré.

Y vos muy mucho querida


seredes toda mi vida,
de mí amada y servida
cuanto tiempo viviré,
mas no vos desdeñaré.

Aunque más mostrés crüeza


contra mí, gentil belleza,
la muy loada firmeza
yo siempre la seguiré,
mas no vos desdeñaré.

GÓMEZ MANRIQUE

335

Canción para callar al niño

Calladvos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Callad, fijo mío chiquito.

Ángeles del cielo,


venid dar consuelo
a este moyuelo
Jesús, tan bonito.
Callad, fijo mío chiquito.

Este fue reparo,


aunquel’ costó caro,
de aquel pueblo amaro,
cativo en Egito.
Callad, fijo mío chiquito.

Este santo dino,


niño tan benino,
per redemir vino
el linaje afiito.
Callad, fijo mío chiquito.

138
Cantemos gozosas,
hermanas graciosas,
pues somos esposas
del Jesú bendito.
Callad, fijo mío chiquito.

JUAN ALVAREZ GATO

336

El cantar que dizen : “Quita allá, que no quiero, / falso enemigo, /


quita allá, que no quiero / que huelgues conmigo”, enderezado a lo
espiritual y al daño que del mundo viene.

Quita allá, que no auiero,


mundo enemigo;
quita allá, que no quiero
pendencias contigo.

Ya se lo que quieres,
ya sé tus dulcores;
prometes plazeres,
das cien mili dolores :
de los favoridos,
de tus amadores,
el mejor librado
es el más perdido.

No quiero tus ligas


más en mi posada,
y aunque me persigas
no se me da nada;
que estonces se gana
la gloria doblada,
cuanto más te huyo
y menos te sigo.

Quita allá, que no quiero,


falso enemigo;
quita allá, que no quiero
pendencias contigo.

139
15
337

Letra

Venida es, venida


al mundo la vida.

Venida es al suelo
la gracia del cielo
a damos consuelo
y gloria complida.

Nacido ha en Belén
el ques nuestro bien:
venido es en quien
por Él fue escogida.

En un portalejo,
con pobre aparejo,
servido d'un viejo,
su guarda escogida.

La piedra preciosa,
ni la fresca rosa,
non es tan hermosa
como la parida.

338

Amor, no me dejes,
que me moriré.

Que en ti só yo vivo,
sin ti só cativo;
si m’eres esquivo
perdido seré.

Si mal no me viene,
por ti se detiene;
en ti me sostiene
tu gracia y mi fe.

140
Que el que en ti se ceba,
que truene, que llueva,
no espera ya nueva
que pena le dé.

Que aquel que tú tienes


los males son bienes,
a él vas y vienes:
muy cierto lo sé.

Amor, no me dejes,
que me moriré.

339

DlME, señora, di,


cuando parta desta tierra,
si te acordarás de mí.

340

SOLÍADES venir, amor;


agora non venides, non.

FRAY IÑIGO DE MENDOZA

341

Eres niño y has amor:


¿qué farás cuando mayor?

Pues que en tu natividad


te quema la caridad,
en tu varonil edad
¿quién sufrirá su calor?
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?

Será tan vivo su fuego,


que con importuno ruego,
por salvar el mundo ciego,
te dará mortal dolor.
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?

141
Arderá tanto tu gana,
que per la natura humana
querrás pagar su mangana
con muerte de malhechor.
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?

¡ Oh amor digno de espanto !,


pues que en este niño santo
has de pregonarte tanto,
cantemos a su loor:
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?

FRAY AMBROSIO MONTESINO

342

No la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.

La Virgen a solas piensa


qué hará
cuando al Rey de luz inmensa
parirá,
si de su divina esencia
temblará,
o qué le podrá decir.

No la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.

FERNANDO DE ROJAS

343

Papagayos, ruiseñores,
que cantáis al alborada,
llevad nueva a mis amores,
cómo espero aquí asentada.
i
142
La media noche es pasada
e no viene;
sabedme si hay otra amada
que lo detiene.

JUAN DEL ENCINA

344

¿A QUIÉN debo yo llamar


vida mía,
sino a ti, Virgen María?

Todos te deben servir,


Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir.
Nunca me verán decir
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Duélete, Virgen, de mí,


mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti.
No llamo desque nací
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Tanta fue tu perfeción


y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
No hay otra consolación,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

El tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan precioso, que libró
todo el linaje humanal.
¿A quién quexaré mi mal,
vida mía,
sino a ti. Virgen María?

143
Tú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue.
Nunca jamás llamaré
vida mía
sino a ti. Virgen María.

¡ Oh clara virginidad,
fuente de teda virtud,
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad!
No pedimos piedad,
vida mía,
sino a ti. Virgen María.

345

Floreció tanto mi mal


sin medida,
que hizo secar mi vida.

Floreció mi desventura
y secóse mi esperanza;
floreció mi gran tristura
con mucha desconfianza;
hizo mi bien tal mudanza
sin medida,
que hizo secar mi vida.

Hase mi vida secado


con sobra de pensamiento;
ha florecido el cuidado,
las pasiones y el tormento.
Fue tanto mi perdimiento
sin medida,
que hizo secar mi vida.

Secóse todo mi bien


con el mal que floreció;
no sé cúyo soy ni quién,
quel placer me despidió;

144
tanto mi pena creció
sin medida,
que hizo secar mi vida.

346

Ojos gargos ha la niña:


¿quién ge los namoraría?
Son tan bellos y tan vivos,
que a todos tienen cativos;
mas muéstralos tan esquivos
que roban ell alegría.
Roban el placer y gloria,
los sentidos y memoria;
de todos llevan Vitoria
con su gentil galanía.

Con su gentil gentileza


ponen fe con más tirmeza,
hacen vivir en tristeza
al que alegre ser solía.

No hay ninguno que los vea


que su cativo no sea:
todo el mundo los desea
contemplar de noche y día.

347

¡ No te tardes que me muero,


carcelero,
no te tardes que me muero!

Apresura tu venida
porque no pierda la vida,
que la fe no está perdida.
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero!
Bien sabes que la tardanza
trae gran desconfianza:
ven y cumple mi esperanza.

145
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero!

Sácame desta cadena,


que recibo muy gran pena,
pues tu tardar me condena.
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero 1

La primer vez que me viste


sin te vencer me venciste;
suéltame, pues me prendiste.
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero!

La llave para soltarme


ha de ser galardonarme,
proponiendo no olvidarme.
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero!

Y siempre cuanto vivieres


haré lo que tú quisieres,
si merced hacerme quieres.
¡ Carcelero,
no te tardes que me muero!

348

Montesina era la garza,


y de muy alto volar:
no hay quien la pueda tomar.

Mi cuidoso pensamiento
ha seguido su guarida,
mas cuanto más es seguida
tiene más defendimiento;
de seguirla soy contento
por de su vista gozar:
no hay quien la pueda tomar.

Otros muchos la han seguido


pensando poder tomalla,
y a quien más cerca se halla

146
tiene más puesto en olvido;
harto paga lo servido
en sólo querer mirar:
no hay quien la pueda tomar.

Nunca vi tanta lindeza


ni ave de tal crianza,
mas a quien tiene esperanza
muéstrale mucha esquiveza;
puede bien con su belleza
todo el mundo cativar:
no hay quien la pueda tomar.

Tiene tan gran hermosura


y es tan noble y virtuosa,
que en presencia nadie osa
descubrirle su tristura;
es de dichosa ventura
el que sirve en tal lugar:
no hay quien la pueda tomar.

El que más sigue su vuelo,


le parece muy más bella :
por sólo gozar de vella
el trabajo le es consuelo;
su mirar pone recelo
porque calle el desear:
no hay quien la pueda tomar.

Si la sigo por halago,


no me cree mi deseo,
y por mal perdidos veo
los servicios que le hago;
quiérole pedir en pago
me dexe suyo llamar:
no hay quien la pueda tomar.

Y pues de tan alta suerte


la hizo Dios en extremo,
de ningún peligro temo
si es contenta con mi muerte;
puede con su fuerza fuerte
ligeramente matar:
no hay quien la pueda tomar.

147
No quiero sino fatiga,
soy contento ser penado,
pues que quiere mi cuidado
que sin descanso la siga;
y que pene y no la diga,
pues es vitoria penar:
no hay quien la pueda tomar.

Así que por muy dichoso


me siento per la servir,
aunque sienta mi vivir
trabajo muy trabajoso;
quiero vida sin reposo,
por huir de la enojar.
¡ No hay quien la pueda tomar!

349

Tan buen ganadico.


y más en tal valle,
placer es guardalle.

Ganado d'altura,
y más de tal casta,
muy presto se gasta
su mala pastura;
y en buena verdura,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Ansí que yo quiero


guardar mi ganado,
por todo este prado
de muy buen apero:
con este tempero,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Está muy vicioso


y siempre callando,
no anda balando
i
148
ni es enojoso;
antes da reposo
en cualquiera valle :
placer es guardalle.

Conviene guardalla
la cosa preciosa,
que en ser codiciosa
procuran hurtalla.
Ganado sin falla,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Pastor que se encierra


en valle seguro,
los lobos, te juro,
que no le dan guerra.
Ganado de sierra,
traspuesto en tal valle,
placer es guardalle.

Pastor de buen grado


yo siempre sería,
pues tanta alegría
me da este ganado;
y tengo jurado
de nunca dejalle,
mas siempre guardalle.

350

Romerico, tú que vienes


de do mi señera está,
las nuevas della me da.

Dame nuevas de mi vida,


¡ansí Dios te dé placer!,
porque me puedas hacer
alegre con tu venida;
que después de mi partida
de mal en peer me va.
Las nuevas della me da.

149
LUCAS FERNÁNDEZ

351

En esta montaña
de gran hermosura
tomemos holgura.

Haremos cabaña
de rosas y flores
en esta montaña
cercada de amores,
y nuestros dolores
y nuestra tristura
tornarse ha en holgura.

Gran gozo y placer


aquí tomaremos,
y amor y querer
aquí nos tememos,
y aquí viviremos
en grande frescura
en esta verdura.

GIL VICENTE

352

Dicen que me case yo :


no quiero marido, no.

Más quiero vivir segura


n’esta tierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casaré bien o no.
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

Madre, no seré casada


por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dio.

150
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

No será ni es nacido
tal para ser mi marido;
y pues que tengo sabido
que la flor yo me la só.
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

353

¡ Sañosa está la niña !


¡Ay, Dios!, ¿quién le hablaría?

En la sierra anda la niña


su ganado a repastar,
hermosa como las flores,
sañosa como la mar.
Sañosa como la mar
está la niña.
¡Ay, Dios!, ¿quién le hablaría?

354

Muy graciosa es la doncella,


¡ cómo es bella y hermosa!

Digas tú, el marinero


que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero


que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico


que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.

151
355

¡Malhaya quien los envuelve


los mis amores,
malhaya quien los envuelve!

Los mis amores primeros


en Sevilla quedan presos,
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve !

En Sevilla quedan presos,


por cordón de mis cabellos,
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve!

En Sevilla quedan ambos


los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve !

En Sevilla quedan ambos,


sobre ellos armaban bandos,
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve !

356

En la huerta nasce la rosa:


quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantaba.

Por las riberas del río


limones coge la virgo:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Limones cogía la virgo


para dar al su amigo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

152
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantaba.

35/

HALCÓN que se atreve


con garza guerrera,
peligros espera.

Halcón que se vuela


con garza a porfía,
cazarla quería
y no la recela.
Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.

La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.

358

¿POR dó pasaré la sierra,


gentil serrana morena?

—“Tu ru ru ru lá. ¿Quién la pasará?”


—“Tu ru ru ru rú. No la pases tú”.
—“Tu ru ru ru ré. Yo la pasaré”.
—“Di, serrana, por tu fe,
si naciste en esta tierra,
¿por dó pasaré la sierra,
gentil serrana morena?”

153
—“Ti ri ri ri rí. Queda tú aquí”.
—“Tu ru ru ru rú. ¿Qué me quieres tú?”
—“To ro ro ro ró. Que yo sola esto”.

—“Serrana, no puedo, no,


que otro amor me da guerra.
¿Cómo pasaré la sierra,
gentil serrana morena?”

359

Del rosal vengo, mi madre,


vengo del rósale.

A riberas de aquel vado


viera estar rosal granado :
vengo del rósale.

A riberas de aquel río


viera estar rosal florido :
vengo del rósale.

Viera estar rosal florido,


cogí rosas con sospiro :
vengo del rósale.

[Viera estar rosal granado,


cogí rosas con cuidado:
vengo del rósale.]

Del rosal vengo, mi madre,


vengo del rósale.

360

¿CUÁL es la niña
que coge las flores
si no tiene amores?

Cogía la niña
ia rosa florida;
el hortelanico

154
prendas le pedía,
si no tiene amores.

361

Vanse mis amores, madre,


luengas tierras van morar :
yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar,
quién me los hará tornar?

Yo soñara, madre, un sueño


que me dio en el corazón:
que se iban los mis amores
a las islas de la mar.
Yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar,
quién me los hará tornar?

Yo soñara, madre, un sueño


que me dio en el corazón:
que se iban los mis amores
a las tierras de Aragón.
Allí se van a morar.
Yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar,
quién me los hará tornar?

362

Arrimarame a ti, rosa,


no me diste solombra...

363

Bien quiere el viejo,


¡ay, madre mía!,
bien quiere el viejo
a Ja niña...

155
364

Mal herido me ha la niña.


¡ No me hacen justicia!

DIEGO SÁNCHEZ DE BADAJOZ

365

No me las enseñes más,


que me matarás.

Estábase la monja
en el monesteno,
sus teticas blancas
de so el velo negro.
¡Más,
que me matarás 1

366

¡ A LA gala, a la gala
del niño chequito, bonito 1

Santana, su agüela,
vístele la fajuela;
bonito,
la gala del niño chequito,
bonito.

CRISTÓBAL DE CASTILLEJO

367

Aquí no hay
sino ver y desear:
aquí no veo
sino morir con deseo.

Madre, un caballero
qu’estaba en este corro.

156
a cada vuelta,
hacíame del ojo.
Yo, como era bonica,,
teníaselo en poco.

Madre, un escudero
que estaba en esta baila,
a cada vuelta,
asíame de la manga.
Yo, como era bonica,
teníaselo en nada.

368

Guárdame las vacas,


canllejo, y besarte he;
si no, bésame tú a mí,
que yo te las guardaré,.

En el troque que te pido»


Gil, no recibes engaño;
no te muestres tan extraño
por ser de mí requerido.
Tan ventajoso partido
no sé yo quién te lo dé;
si no, bésame tú a mí,
que yo te las guardaré.

Por un poco de cuidado


ganarás de parte mía
lo que a ninguno daría
sino por don señalado.
No vale tanto el ganado
como lo que te daré;
si no, dámelo tú a mí,
que yo te las guardaré.

No tengo necesidad
de hacerte este favor,
sino sola la que Amor
ha puesto en mi voluntada
Y negarte la verdad

157
no lo consiente mi fe;
si no, quiéreme tú a mí,
que yo te las guardaré.

Oh, cuántos me pidirían


lo que yo te pido a ti,
y en alcanzarlo de mí
por dichosos se tendrían.
Toma lo que ellos querrían,
haz lo que te mandaré;
si no, mándame tú a mí,
que yo te las guardaré.

Mas si tú, Gil, por ventura,


quieres ser tan perezoso,
que precies más tu reposo
que gozar d’esta dulzura,
yo, por darte a ti holgura,
el cuidado tomaré
que tú me beses a mí,
que yo te las guardaré.

Yo seré más diligente


que tú sin darme pasión,
porque con el galardón
el trabajo no se siente;
y haré que se contente
mi pena con el porqué
que tú me beses a mí,
que yo te las guardaré.

LUIS MILÁN

369

Pajarero sois d’amor,


mi señor,
pajarero sois d’amor.

370

Yendo y viniendo
voime enamorando:
i
158
una vez riendo,
y otra vez llorando.

N’es la de mi ciego'
voluntad pequeña:
más arde mi fuego
si le añaden leña.

Vánmela añadiendo,
mis ojos mirando,
una vez riendo,
y otra vez llorando.

371

—“ ¡ Ay, que me matáis ! ”


—“Caballero, ¿qué tenéis?”
—“Señora, muerto m’habéis.”
—“Por mi vida que os burláis.”

—“¿Cómo puedo yo burlar


“burlas que son tan de veras,
”pues matáis de mil maneras
”para más enamorar?
“Cruelmente me matáis.”
—“Caballero, ¿qué tenéis?”
—“Señora, muerto m’habéis.”
—“Por mi vida que os burláis.”

372

Aguas de la mar,
miedo he
que en vosotras moriré.

Ondas turbias saladas,


al mejor de mi dormir,
ensueño que me ha de venir,
por vosotras, malas hadas.
¡ Mil veces os he ensoñadas!
Miedo he
que en vosotras moriré.

159
373

■¡ Oh qué fresco y claro día,


si no turban tristes hados
la alegría!

Rosas de esta pradería,


cogidas V por coger,
bien nos va con el placer,
pues nos hace compañía;
buena va la montería,
si no turban tristes hados
la alegría.

374

SospirÓ una señora


que yo vi.
¡ Ojalá fuese por mí!

Sospiró una señora


y hame dado a’ntender
que sospira por tener
gran pesar de quien lo llora.
Ya yo sé qu’es burladora,
y aunque así,
] ojalá fuese por mí!

375

Agora viniese un viento


que me echase acullá dentro.

Agora viniese un viento,


tan bueno como querría,
que me echase acullá dentro
en faldas de mi amiga.
Y me hiciese tan contento,
que me echase acullá dentro.

160
376

AQUEL caballero, madre,


que de mí se enamoró,
pena él y muero yo.

Madre, aquel caballero


que va herido de amores,
también siento sus dolores
porque dellas mismas muero;
su amor tan verdadero
merece que diga yo:
pena él y muero yo.

JUAN DE MOLINA

377

Villancico con su glosa nueva

Muele, molinico,
molinico del amor.
—Que no puedo moler, non.

Molinico muy penado


de las aguas de amargura,
no sé yo por cuál ventura
tu vivir no es acabado,
pues eres tan aquejado
de los ríos de pasión.
—Que no puedo moler, non.

Pues el molino no queda


de moler su gran pasión,
morirá su corazón
porque ves seáis muy leda.
Cubren tanto ya la rueda
las crecientes del amor,
que no puedo moler, non.

161
ALONSO DE ALCAUDETE

378

Llamábalo la doncella,
y dijo el vil:
—“Al ganado tengo de ir.”—

Llamábalo : —“Di, perdido,


“¿por qué te vas a perder?
“Ven acá, desconocido,
“y tómame por mujer.”—
—“No lo puedo eso hacer”—,
dijo el vil.
Al ganado tengo de ir.

—“¿Dónde vas descaminado?


”Ven acá, simple ovejero,
“deja ahora tu ganado,
"quiéreme, pues que te quiero.”—
-—“Si vos queréis, yo no quiero”—,
dijo el vil.
Al ganado tengo de ir.

—-“¿Iré yo a vuestro mandado,


”y dejaré mi cabaña,
“donde duermo estendijado,
“sin congoja y sin saña?;
“el amor me apaña"—,
dijo el vil.
Al ganado tengo de ir.

—“Haz lo dicho, pastor;


“no me seas más avieso,
“que estar presa de tu amor,
“yo mesma te lo confieso.”—
—“No me cumple nada deso”—,
dijo el vil.
Al ganado tengo de ir.

—“No seas más porgado;


“llégate, pastor, a mí,
“que del día que te vi,
“el corazón me has robado.”—

*
162
—“No quiero entrar en cuidado”—
dijo el vil.
Al ganado tengo de ir.

FRANCISCO SA DE MIRANDA

379

| Sola me dejaste
en aquel yermo!
¡ Villano malo, gallego!

Voime a do te fuiste,
voime no sé adonde.
El valle responde,
¡ tú no respondiste!
Moza, sola y triste,
yo, llorando, ciego;
j tú pásaslo en juego!

Por yermos ajenos


lloro y grito en vano;
¡ gallego y villano!
¿Qué esperaba yo menos?
Ojos de agua llenos,
pecho de tal fuego,
¿cuándo habréis sosiego?

380

¡ Quién viese aquel día


cuando, cuando, cuando,
saliese mi vida
ya de tanto bando!

¡ Ay, mis tristes ojos!,


[tan tristes, tan tristes!,
vistes mil enojos,
un placer no vistes;
vistes añadida
a mi pena pena,
y en tan luenga vida
nunca una hora buena.

163
¡ Si a la suerte mía
pluguiese, ¡ay!, pluguiese
que viese ora el día
en que más no viese!

FELICIANO DE SILVA

381

Señora, pues quiso Dios


haceros hecha de flores,
no me deshagáis de amores.
Hízoos Dios, y tan gentil,
y a mí por vos desdichado;
hízoos Dios el mes de abril,
y a mí el agosto agostado.
Véome todo ajenado
viendo a vos hecha de flores
y a mí deshecho de amores.

J. FERNÁNDEZ DE HEREDIA

382

Que las manos tengo blandas


del broslar:
no nací para segar.
¡ Oh manos mías tan bellas,
no para segar nascidas,
si ya no fuesen las vidas
de cuantos osaren vellas!
Sí, para cegar son ellas
en mirar,
pero no para segar.

383

j El mi corazón, madre,
que robado me lo hane!
No digo que me ha dolido,
antes si me le quería

164
volver, no le tomaría:
tan bien empleado ha sido.
Quiera Dios, ya qu’es perdido
el mío. quel suyo gane:
que robado me lo hane.

384

Por vida de mis ojos,


el caballero,
por vida de mis ojos,
que bien os quiero.

Quiéroos de manera
que fuera mejor
sufrir mi dolor
por más que muriera,
que lo no dijera.
Mas creed que muero
por vida de los vuestros,
del bien qu’os quiero.

SEBASTIÁN DE HOROZCO

385

Sobre la canción vieja y mal entendida, que dice ansí

Señor Gómez Anas,


doleos de mí;
soy mochacha y niña
y nunca en tal me vi.

Señor Gómez Arias,


vos me trajistes,
V en tierra de moros
vos me vendistes.
Yo no sé la causa
porque lo hecistes,
que yo sin ventura
no os lo merecí.
Señor Gómez Arias, etc.

165
Si mi triste madre
tal cosa supiese,
con sus mesmas manos
la muerte se diese.
No hay hombre en el mundo
que no se doliese
de la desventura
que vino por mí.
Señor Gómez Anas, etc.
En cas de mi padre
estaba encerrada,
de chicos y grandes
querida y mirada.
Véome ora triste
e enajenada;
triste fue la hora
en que yo nací.
Señor Gómez Arias, etc.

Señor Gómez Arias,


habed compasión
de la sin ventura
que queda en prisión.
Conmueva mi llanto
vuestro corazón;
no seáis tan cruel
en dejarme así.
Señor Gómez Arias, etc.
Señor Gómez Arias,
si a Córdoba fuerdes,
a mi padre y madre
me encomendedes;
y de mis hermanos
vos os guardedes,
que no os den la muerte
por amor de mí.
Señor Gómez Arias, etc.

386

¡ Abalas, abalas, hala,


aba la frol y la gala!

166
Allá arriba arriba,
junto a mi logare,
viera yo serranas
cantar y baxlare,
y entre todas ellas
mi linda zagala.
¡ Aba la frol y la gala!

DIEGO DE NEGUERUELA

387

Las ovejas se me van;


¿si me aturdirán?

Las ovejas y el ganado


van de collado en collado,
ni las he aballado.
¡ A la ho! ¡ Que se me van!
¿Si me aturdirán?

BARTOLOMÉ PALAU

388

Tibí ribi rabo,


tibi ribi ron,
tibi ribi rabo,
cantaba el ansarón.

El hombre cornudo
siempre va espantado,
y el que está desnudo
no está cobijado,
y el hombre azotado
no ha menester jubón.
Tibi ribi rabo,
tibi ribi ron,
tibi ribi rabo,
cantaba el ansarón.

167
JUAN DE TIMONEDA

389

Paced a vuestro solaz,


la mi ovejica,
pues sois bonica.

Paced a vuestro solaz


en la majada,
cata que no comaz
cosa vedada,
cosa no usada,
grande ni chica,
pues sois bonica.

390

Esposo y esposa
son clavel y rosa.

Estas flores dos


se han hoy concertado:
el clavel, que es Dios,
con rosa ha juntado.
Cristo desposado
y el alma graciosa
son clavel y rosa.

391

—Zagala, ¿dó está tu amore?


—Yo me sé adonde.

—Sí goces de tu zurrone


y de tu rueca d’encino,
di, no me tengas mohíno,
¿dó está puesta tu aficione?
—¿Dó está puesta mi aficione?
Yo me sé adonde.

168
—Al desamado garzone
dale luego despedida,
y declara por tu vida
dónde está tu corazone.
—¿Dónd’está mi corazone?
Yo me sé adonde.

392

—Dinos, zagala, ¿cuál de los dos


es el tu amado?
—Callad, carillos, andad con Dios:
ya lo he mostrado.

—Ansina goces de tus faldillas


domingueras,
¿a cuál de los dos, sin más rencillas,
amas de veras?
Di con palabra, aquí entre nos,
¿cuál es 1’amado?
—Callad, carillos, andad con Dios:
ya lo he mostrado.

—¿Por qué al no amado, triste zagal,


das confianza?
¿Porque sustente el bien y el mal
con la esperanza?
Buen padre viejo, rogalde vos
lo proposado.
—Callad, carillos, andad con Dios:
ya lo he mostrado.

393

Pues todas las aves vuelan,


corazón,
pues todas las aves vuelan,
volad vos.

169
394

Namoráronse mis ojos


de vuestra hermosura, ¡a fe! :
mal enamoráronse.

395

Aquel si viene o no viene,


aquel si sale o no sale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

Aquel pensar que es amado


el amante, y venturoso,
y tenerse por dichoso
de verse bien empleado;
si con esto se mantiene,
con el seso no resbale:
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

Aquel mirarse de día


ella a él y él a ella,
y esperar la noche vella
y hablarle como solía;
aquel cuando se detiene
aguardando quien le vale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

Aquel pensar “¿si me ha oído?”,


“¿si me ha visto, por ventura?”,
“¿si llegó la hora y postura
que había constituido?”,
si en esperanza se aviene,
cuando amor con esto sale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

Aquellas señas que espere


que le señala la dama,
aquel “ce” con que le llama.

170
aquel decir que le quiere;
aquel sí cuando conviene
que a los dos no desiguale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

396

Veo las ovejas


orillas del mar,
no veo el pastor
que me hace penar.

Las ovejas veo


orillas del río,
no ve mi deseo
el dulce amor mío.
Miro en derredor
del fre seo pinar,
no veo el pastor
que me hace penar.

Los perros y el manso


veo, y su bardina;
mi gloria y descanso
no veo, mezquina.
Por bien que el amor
me esfuerza a mirar,
no veo el pastor
que me hace penar.

Veo muy esenta


su choza sombría,
sin ver quien sustenta
aquesta alma mía.
Veo mi dolor
crescer y menguar,
no veo el pastor
que me hace penar.

171
17
397

Soy garri„dica
y vivo penada
por ser mal casada.

Yo soy, no repuno,
hermosa sin cuento,
amada de uno,
querida de ciento.
No tengo contento
ni valgo ya nada
por ser mal casada.

Con estos cabellos


de bel parecer
haría con ellos
los hombres perder.
Quien los puede haber
no los tiene en nada
por ser mal casada.

LOPE DE RUEDA

398

Canción negra

Gila Gonzalé
de la villa yama;
yo no sé, madres,
si me l’abriré.

Gila Gonzalé
yama la torre.
—“Abrímela voz,
“fija Yecnore,
“porque lo cabayo
“mojaba falcone.”
No sé yo, madrés,
si me Labriré.

172
399

Mala noche me distes,


María de Rión,
con el bimbilindrón.

Mala noche me distes.


Dios os la dé peer,
del bimbilindrón, dron, dron.

400

Mimbrera, amigo,
so la mimbrereta.
Y los dos amigos
idos se son, idos,
so los verdes pinos,
so la mimbrereta;
mimbrera, amigo.

Mimbrera, amigo,
so la mimbrereta.
Y los dos amados
idos se son ambos,
so los verdes prados,
so la mimbrereta.

PEDRO DE ANDRADE CAMINHA

401

Cantiga a esta cantiga velha

Véante mis ojos,


y muérame yo luego,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

Aunque verte temo,


muero por mirarte;

173
todo en ti es extremo,
todo en mí es amarte.
Sin saber desearte
de deseos muero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

Cuando veo tus ojos


siento en mí otra suerte :
blandos mis enojos
y dulce mi muerte.
Ya no puedo verte,
y otro bien no espero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

ÁLVAREZ PEREIRA

402

Quiero ir morar al monte


solo, sin más compañía
que la tierra y su agua fría.

JORGE DE MONTEMAYOR

403

¡ Sea bienvenido, sea,


sea bienvenido!
El Verbo hijo del Padre,
¡ sea bienvenido!
Hoy nasció de Virgen madre,
¡sea bienvenido!,
El Verbo del padre Hijo,
¡ sea bienvenido!
Hoy nasció con regocijo.
] Sea bienvenido!

174
LUIS DE CAMOENS

404

IRME quiero, madre,


a aquella galera,
con el marinero
a ser marinera.

Madre, si me fuere,
do quiera que vo,
no lo quiero yo,
que el Amor lo quiere.
Aquel niño fiero
hace que me mueva
por un marinero
a ser marinera.

Él, que todo puede,


madre, no podrá,
pues el alma va,
que el cuerpo se quede.
Con él, por quien muero,
voy, porque no muera:
que si es marinero,
seré marinera.

Es tirana ley
del niño señor,
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
por un marinero
a ser marinera.

Decid, ondas, ¿cuándo


vistes vos doncella,
siendo tierna y bella,
andar navegando?
Mas ¿qué no se espera
daquel niño fiero?
Vea yo quien quiero:
sea marinera.

175
ANTONIO DE VILLEGAS

405

Coplas a un villancico viejo

En la peña, sobre la peña


duerme la niña, y sueña.

La niña, que amor había,


de amores se trasportaba:
con su amigo se soñaba;
soñaba, mas non dormía,
que la dama enamorada,
y en la peña,
no duerme, si amores sueña.

El corazón se le altera
con el sueño en que se vio:
si no vio lo que soñó,
soñó lo que ver quisiera.
Hace representación,
en la peña,
de todo el sueño que sueña.

Sueños son que. Amor, envías


a los que traes desvelados;
pagas despiertos cuidados
con fingidas alegrías:
quien muere de hambre los días,
las noches manjares sueña
suso en la peña.

JERÓNIMO DE ARBOLANCHE

406

Cantaban las aves


con el buen pastor,
herido de amor.

Si en la primavera
canta el ruiseñor.

176
también el pastor
que está en la ribera,
con herida fiera,
con grande dolor,
herido de amor.

Los peces gemidos


dan allá en la hondura;
el viento murmura
en robres crecidos,
los cuales, movidos,
siguen al pastor
herido de amor.

Los claros corrientes,


montes y collados,
praderas y prados,
cristalinas fuentes,
estaban pendientes
oyendo al pastor
herido de amor.

SANTA TERESA DE JESÚS

407

VÉANTE mis ojos,


dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quien quisiere


rosas y jazmines,
que si yo te viere
veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento

177
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo.
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

DIOGO BERNARDES

408

No enjuguéis, madre mía,


mis ojos con mis cabellos :
arde el alma, llcran ellos.

Para llorar sin sosiego


mi dolor con su dolor,
abren puertas al amor
qu’en mi alma enciende el fuego.
No los enjuguéis, os ruego,
que tal ardor sale dellos,
que abrasará mis cabellos.

Dejadllos ir consumiendo,
y no los vais enjugando;
paguen la culpa llorando,
del bien que perdieron viendo.
Lloren tristes, encubriendo
las quejas que tengo dellos,
que son más que mis cabellos.

Hasta llorando cegar,


salgan mis lágrimas fuera,
que si yo no los tuviera,
no tuvieran que llorar;
lloren solos sin secar
el mal que me nasció dellos,
y vos no lloréis por ellos.

178
409

Los mis pensamientos, madre,


pedírselos quiero al aire.

Es razón que se los pida,


pues los levan sin razón;
que puesto que vanos son,
son d’un alma enternecida.
Para respirar mi vida,
a mal no lo tengáis, madre,
que pida el aire al aire.

Vánseme por él de vuelo,


sin que pueda detenellos;
tal me dejan, que recelo
que vuele el alma tras ellos.
Antes que tal sea, madre,
pedírselos quiero al aire.

PEDRO DE PADILLA

410

La sierra es alta
y áspera de sobir;
los caños corren agua
y dan en el toronjil.

Madre, la mi madre
de cuerpo atán garrido,
por aquella sierra
de aquel lomo erguido
iba una mañana
el mi lindo amigo;
llámele con mi toca
y con mis dedos cinco...
Los caños corren agua
y dan en el toronjil.

411

Bien haya quien hizo


cadenicas, cadenas;

179
bien haya quien hizo
cadenas de amore.

Todas las zagalas


que tiene la villa,
no tienen que hex,
¡ay!, con Marinilla.
Bien haya quien hizo
cadenas de amore.

Está un zagalejo
perdido por ella,
tanto que no puede
dejar de querella.
Bien haya quien hizo
cadenas de amore.

JUAN LÓPEZ DE ÚBEDA

412

Villancico a la Natividad del Señor

¿Quién podrá no amaros.


Niño Dios, agora,
que el alma que os ama
a Dios enamora?

¿Quién no os amará,
Niño Rey del cielo,
si aquí sois consuelo,
y la gloria allá?
Quien al alma os ama,
y por vos hoy llora,
tanto cuanto os ama
a Dios enamora.

Cuanto en ser de Dios


sois uno con Él,
y es quererlo a É!
quereros a vos;
que hay entre los des
tal concierto agora,

180
que el alma que os ama
a Dios enamora.

J. DÍAZ RENG1FO

413

Villancico al Niño Jesús recién nacido

Soles claros son


tus ojuelos bellos,
oro los cabellos,
fuego el corazón.

Rayos celestiales
echan tus mejillas,
son tus lagrimillas
perlas orientales,
tus labios corales,
tu llanto es canción,
oro los cabellos,
fuego el corazón.

FRANCISCO DE OCAÑA

414

—PASTORCICO, tú que vienes


donde mi Señera está,
di qué nuevas hay allá.

Tú, que fuiste tan dichoso


que te fuese revelado
ser nacido el deseado
Hijo de Dios poderoso;
tú, que vienes tan gozoso
donde la Virgen está,
di qué nuevas hay allá.

—Hay maravillas de ver,


que perturban el sentido;

181
dígoos que Dios es nacido
esta noche de mujer.
Vi cantar y vi tañer
donde la Virgen está;
y estas nuevas hay allá.

Vi cánticos celestiales
en el pobre portalejo;
cantan la Madre y el Viejo
con los coros celestiales.
Puesto entre dos animales
todo nuestro bien está;
y estas nuevas hay allá.

Hay tantos de musicorrios,


que es para maravillar;
tanto danzar y bailar,
que parecen desposorios,
y llena de relumbrónos
aquella casilla está;
y estas nuevas hay allá.

Pastores de mil maneras


le van a besar las manos:
luán y Mingo y sus hermanos,
y Pabros, el de las eras;
tantas mozas cantaderas,
que placer os tomará;
y estas nuevas hay allá.

FRANCISCO DE ÁVILA

415

PORTALICO divino,
¡ cuán bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces!

Dulce portalico,
lleno de mil perlas,
¡ quién pudiera haberlas
para quedar rico !

182
Tus bienes publico,
pues tan bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.

En tu cuadra bella
yace el claro sol,
que con su arrebol
da gran luz en ella:
con tan clara estrella
cielo pareces,
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.

Niño Dios divino


vino a ti del cielo,
debajo de un velo
raro y peregrino,
y en este camino
el alma enriqueces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.

BALTASAR DEL ALCAZAR

416

Contrahechas

En San Julián,
en somo un collado,
si me vieres oyes,
oyes si me vieras,
jugar al callado.

Saliendo al ejido,
topé unas zagalas:
quedé embebescido
mirando sus galas,
y tomando alas,
que me han levantado,
si me vieres, oyes...

183
Híceles crianza,
solté mi melena
y metíme en danza.
Dios y norabuena.
Un juego se ordena,
de chite, al callado;
oye, si me vieras...

Todas me miraron
y a todas miré;
como no hablaron,
yo también callé.
Luego barrunté
ser juego avisado;
si me vieres, oyes...
Entre ellas estaba
una zagaleta
hermosa y discreta,
zahareña y brava,
que siempre jugaba
muy al recatado;
si me vieras, oyes...
Yo, por no perder,
juguéle un suspiro,
y cogíle un miro
tornándola a ver.
Si se ha de perder,
va el resto envidado;
si me vieras, oyes...
Galán que suspira,
¿qué tiene de resto?
Corazón dispuesto
amar a quien mira;
si ello' no es mentira
quédese empezado.
Si me vieras, oyes. .

Entre unas zagalas


de valor preciado,
si me vieras, oyes,
oyes, si me vieras,
jugar al callado.

184
MIGUEL DE CERVANTES

417

Por un sevillano,
rufo a lo valón,
tengo socarrado
todo el corazón.

Por un morenico
de color verde,
¿cuál es la fogosa
que no se pierde?

Riñen los amantes,


hácese la paz:
si el enojo es grande,
es el gusto más.

Detente, enojado,
no me azotes más;
que si bien lo miras,
a tus carnes das.

418

Madre, la mi madre,
guardas me ponéis,;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Dicen que está escrito,


y con gran razón,
ser la privación
causa de apetito:
crece en infinito
encerrado amor:
por eso es mejor
que no me encerréis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

185
Si la voluntad
por sí no se guarda,
no la harán la guarda
miedo o calidad;
romperá en verdad
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte
que vos no entendéis.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Quien tiene costumbre


de ser amorosa,
como mariposa
se irá tras su lumbre,
aunque muchedumbre
de guardas le pongan,
y aunque más propongan
de hacer lo que hacéis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Es de tal manera
la fuerza amorosa,
que a la más hermosa
la vuelve en quimera:
el pecho de cera,
de fuego la gana,
las manos de lana,
de fieltro los pies.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

419

A LA guerra me lleva
mi necesidad:
si tuviera dineros
no fuera en verdad.

186
420

CautivÁsteme el alma, niña,


y tenéisla siempre allá:
el Amor me vengará.

Vuestros ojos salteadores,


sin ser de nadie impedidos,
se entraron por mis sentidos,
y se hicieron salteadores;
lleváronme los mejores,
y tenéislos siempre allá :
el Amor me vengará.

421

AUNQUE pensáis que me alegro,


conmigo traigo el dolor.

Aunque mi rostro semeja


que de mi alma se aleja
la pena y libre la deja,
sabed que es notorio error:
conmigo traigo el dolor.

Cúmpleme disimular,
por acabar de acabar,
y porque el mal, con callar,
se hace mucho mayor:
conmigo traigo el dolor.

422

Bailan las gitanas,


míralas el rey;
la reina, con celos,
mándalas prender.

Por Pascua de Reyes


hicieron al rey
un baile gitano
Bélica e Inés.

187
Turbada, Bélica
cayó junto al rey,
y el rey la levanta
de puro cortés;
mas como es Belilla
de tan linda tez,
la reina, celosa,
mándalas prender.

423

Pisaré yo el polvico,
atan menudico;
pisaré yo el polvo,
atan menudo.

Pisaré yo la tierra
por más que esté dura,
puesto que me abra en ella
Amor sepultura;
pues ya mi buena ventura
Amor la pisó
atán menudo.

Pisaré yo lozana
el más duro suelo,
si en él acaso pisas
el mal que recelo;
mi bien se ha pasado en vuelo,
y el polvo dejó
atán menudo.

GABRIEL DE PERALTA

424

¡ Quedito ! No me toquéis,
entrañas mías:
que tenéis las manos frías.

Yo os doy mi fe que venís


esta noche tan helado.

188
*
que si vos no lo sentís,
de sentido estáis privado.
No toquéis en lo vedado,
entrañas mías:
que tenéis las manos frías.

DON LUIS DE GÓNGORA

425

Las flores del romero,


niña Isabel,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Celosa estás, la niña,


celosa estás de aquel
dichoso, pues le buscas^
ciego, pues no te ve,
ingrato, pues te enoja,
y confiado, pues
no se disculpa hoy
de lo que hizo ayer.
Enjuguen esperanzas
lo que lloras por él;
que celos entre aquellos
que se han querido bien
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al sol le está mal
lo que a la aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves :
que sospechas de amantes
y querellas después

189
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

426

Para doña María Hurtado, en ausencia de don Gabriel


Zapata, su marido

MÁTANME los celos de aquel andaluz :


háganme, si muriere, la mortaja azul.

Perdí la esperanza de ver mi ausente:


háganme, si muriere, la mortaja verde.

Madre, sin ser monja, soy ya descalza,


pues me tiene la ausencia sin mi Zapata.

La mitad del alma me lleva la mar:


volved, galeritas, per la otra mitad.

Muera yo en tu playa, Nápoles bella,


y serás sepulcro de otra sirena.

Pídenme que cante, canto forzada:


¡ quién lo fuera vuestro, galeras de España!

Mientras hago treguas con mi dolor,


:si descansan los ojos, llore la voz.

LOPE DE VEGA

427

—Velador que el castillo velas,


vélale bien, y mira por ti,
que velando en él me perdí.

—Mira las campañas llenas


de tanto enemigo armado.
—Ya estoy, Amor, desvelado
de velar en las almenas.
Ya que las campanas suenas,
toma ejemplo y mira en mí,
que velando en él me perdí.

190
428

A LA gala de la madrina,
que nadie la iguala en toda la villa.

Esta graciosa zagala


vence a todas en la gala,
y ella a sí misma se iguala,
porque es de suerte divina,
que nadie la iguala en toda la villa.

Fue tal su valor divino,


que en algún modo convino
que la igualase el padrino,
porque era tan bella y linda,
que nadie la iguala en toda la villa.

429

Dad para la Maya,


gentil caballero :
más vale la honra
que todo el dinero.

430

¡ Hola !, que me lleva la ola ;


¡hola!, que me lleva la mar.

¡Hola!, que llevarme dejo


sin orden y sin consejo,
y que del cielo me alejo,
donde no puedo llegar.
¡Hola!, que me lleva la ola;
¡hola!, que me lleva la mar.

431

Vienen de San Lúcar,


rompiendo el agua,

191
a la Torre del Oro,
barcos de plata.

¿Dónde te has criado,


la niña bella,
que, sin ir a las Indias,
toda eres perla?

En estas galeras
viene aquel ángel.
¡ Quién remara a su lado
para libralle!

Sevilla y Triana,
y el río en medio :
así es tan de mis gustos
tu ingrato dueño.

432

GALERICAS de España,
sonad los remos,
que os espera en San Lúcar
Guzmán el Bueno.

Barcos enramados
van a Triana,
el primero de todos
me lleva el alma.

A San Juan de Alfarache


va la morena,
a trocar con la flota
plata por perlas.

433

RÍO de Sevilla,
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!

192
Salí de Sevilla
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño
dorada servilla.
Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando:
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!

434

A LA daña dina,
a la dina daña,
a la daña dina,
Señora divina,
a la dina daña,
reina soberana.

Quienquiera que sea


la que hoy ha nacido,
que el suelo ha vestido
de verde librea,
Egipto la vea,
su bella gitana.
A la dina daña,
reina soberana,
a la daña dina,
Señora divina.

Quienquiera que tiene


tan alto valor,
que a sembrar amor
a la tierra viene,
pues Dios la previene
y el Sol la encamina.
A la daña dina,
Señora divina,
a la dina daña,
reina soberana.

193
435

Canten. ¿Quién tendrá alegría


sin la blanca niña?

Una voz• ¿Quién podrá alegrarse


si tan lejos deja
aquella alba clara
que la tierra alegra,
en casa desierta
del bien que tenía?
¿Quién tendrá alegría
sin la blanca niña?

436

Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena:
prados de tristeza y pena
sus espinos me darán;
pues mis amores se van.
Ya no cogeré verbena
la mañana de San luán,
pues mis amores se van.

437

Uno. Niña, guárdate del toro.


Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Guárdate del toro, niña.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.

Uno. Es amor que desatina.


Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Arma la frente de lira.

194
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Al que coge sin guarida.
Todos, que a mí mal ferido me ha.
Uno. mata de celos y envidia.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Niña, guárdate del toro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Guárdate, niña, del toro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.

Uno. Da engaños y pide oro.


Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Da vueltas al más dichoso.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Al más cuerdo vuelve loco.
Todos. Y a mí mal ferido me ha.
Uno. Igualarlos quiere a todos.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Guárdate del toro, niña,
que a mí mal ferido me ha.

438

Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.

Mañanas dichosas
del frío deciembre,
aunque el Cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas,
y Dios es tierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.

439

Bien venga el Alcaide,


norabuena venga,
Don García Ramírez,

195
venga norabuena,
de vencer los moros,
norabuena venga:
banderas azules,
venga norabuena,
entolden la ermita,
norabuena venga,
de la hermosa Virgen,
venga norabuena,
que le dio victoria,
norabuena venga.
No hay dama en Madrid
que esclavo no tenga :
norabuena venga.

440

Molinito que mueles amores,


pues que mis ojos agua te dan,
no coja desdenes quien siembra favores,
que, dándome vida, matarme podrán.

Molimco que mueles mis celos,


pues agua te dieron mis ojos cansados,
muele favores, no muelas cuidados,
pues que te hicieron tan bello los cielos.

Si mis esperanzas te han dado las flores


y ahora mis ojos el agua te dan,
no coja desdenes quien siembra favores,
que, dándome vida, matarme podrán.

441

BIEN vengáis triunfando,


Conde lediadore,
bien vengáis, el Conde.

442

POR aquí daréis la vuelta,


el caballero;

I
196
per aquí daréis la vuelta,
si no me muero.

Una voz- Aunque os pese, volveréis,


porque libre y preso vais,
pues en mis redes estáis;
cuando más volar penséis,
volveréis, y moriréis
del mal que muero.
Por aquí daréis la vuelta,
el caballero;
per aquí daréis la vuelta,
si no me muero.

443

¡ Oh, cuán bien segado habéis,


la segaderuela!
Segad paso, no os cortéis,
que la hoz es nueva.

Mirá cómo va segando


de vuestros años el trigo;
tras vos, el tiempo enemigo
va los manojos atando.
Y ya que segar queréis,
la segaderuela,
segad paso, no os cortéis,
que la hoz es nueva.

444

¿Cuándo saliredes, alba,


alba galana,
cuándo saliredes, alba?

Una voz- Alba más bella que el sol.


Todos. Alba galana.
Voz- Alba de las dos estrellas.
Todos. Linda serrana.
Voz- ¿Cuándo verán mis ojos
luces tan claras?

197
Todos. ¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?

Una voz• ¿Cuándo saldréis a dar vida?


Todos. Alba galana.
VoZ. La que en el cielo se afeita.
Todos. De nieve y grana.
Voz- Despertad, alba divina.
Todos. Que el sol aguarda.
¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?

445

ÉSTA sí que es siega de vida,


ésta sí que es siega de flor.

Hoy, segadores de España,


vení a ver a la Morana
trigo blanco y sin argaña
que de verlo es bendición.
Ésta sí que es siega de vida,
ésta sí que es siega de flor.

Labradores de Castilla,
vení a ver a maravilla
trigo blanco y sin neguilla
que de verlo es bendición.
Ésta sí que es siega de vida,
ésta sí que es siega de flor.

446

Caminito toledano,
¡ quién te tuviera ya andado!

447

RÍO de Sevilla,
j cuán bien pareces
i
198
con galeras blancas
y ramos verdes!

448

Trébole, ¡ ay, Jesús, cómo huele!


Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!

Trébole de la casada
que a su esposo quiere bien;
de la doncella también,
entre paredes guardada,
que, fácilmente engañada,
sigue su primero amor.
Trébole, ¡ay, Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!

Trébole de la soltera
que tantos ameres muda;
trébole de la viuda
que otra vez casarse espera :
tocas blancas por defuera
.y el faldellín de color.
Trébole, ¡ay, Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!

449

Que de noche le mataron


al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Sombras le avisaron
que no saliese,
y le aconsejaron
que no se fuese
el caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

199
450

Una voz. Este niño se lleva la flor,


que los otros no.

Este niño atan garrido.


Todos. se lleva la flor,
Voz• que es hermoso y bien nacido ;
Todos. se lleva la flor.
Voz. La dama que le ha parido.
Todos. se lleva la flor.
Voz. Cuando llegue a estar crecido,
ha de ser un gran señor.
Este niño se lleva la flor,
que los otros no.

451

POR aquí, por aquí, por allí,


anda la niña en el toronjil;
por aquí, por allí, por acá,
anda la niña en el azahar.

452

¿De dó viene, de dó viene?


Viene de Panamá.

¿De dó viene el caballero?


Viene de Panamá.
Trancelín en el sombrero.
Viene de Panamá.
Cadenita de oro al cuello.
Viene de Panamá.
En los brazos el griguiesco.
Viene de Panamá.
Las ligas con rapacejos.
Viene de Panamá.
Zapatos al uso nuevo.
Viene de Panamá,
Sotanilla a lo turquesco.

200
Viene de Panamá.
¿De do viene, de dó viene?
Viene de ranama.

¿De do viene el hijodalgo?


V íene de Panama.
Corto cuello y puños largos.
Viene de Panamá.
La daga, en banda, colgando.
Viene de Panama.
Guante de ambar adobado.
Viene de Panamá.
Gran jugador de vocablo.
Viene ae Panamá.
No da dinero y da manos.
Viene de Panamá.
Enfadoso y mal criado.
Viene de Panamá.
Es Amor: llámase indiano.
Viene de Panamá.
Es chapetón castellano.
Viene de Panamá.
En criollo disfrazado.
Viene de Panamá.
¿De dó viene, de dó viene?
Viene de Panamá.

453

POR el montecico sola,


¿cómo iré?
¡ Ay, Dios, si me perderé 1

¿Cómo iré, triste, cuitada,


de aquel ingrato dejada?
Sola, triste, enamorada,
¿dónde iré?
¡ Ay, Dios, si me perderé!

454

Deja las avellanicas, moro,


que yo me las varearé.

201
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé.
Al agua de Dinadámar,
que yo me las varearé,
allí estaba una cristiana,
que yo me las varearé;
cogiendo estaba avellanas;
que yo me las varearé.
El moro llegó a ayudarla,
que yo me las varearé.
Y respondióle enojada:
“Que yo me las varearé;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé”.
Era el árbol tan famoso,
que yo me las varearé,
que las ramas eran de oro,
que yo me las varearé,
de plata tenía el tronco,
que yo me las varearé;
hojas que le cubren todo,
que yo me las varearé,
eran de rubíes rojos;
que yo me las varearé.
Puso el moro en él los ojos,
que yo me las varearé,
quisiera gozarle solo;
que yo me las varearé.
Mas díjole con enojo:
“Que yo me las varearé;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé”.

455

¡ Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna !

202
Aceituna lisonjera,
verde y tierna por defuera
y por de dentro madera:
fruta dura e importuna.
¡ Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna!

Fruta en madurar tan larga,


que sin aderezo amarga;
y aunque se coja una carga
se ha de comer sola una.
I Ay, Fortuna:
cógeme esta aceituna!

JOSÉ DE VALDIVIELSO

456

Unos ojos bellos


adoro, madre:
téngolos ausentes,
verélos tarde.

Unos ojos bellos,


que son de paloma,
donde Amor se asoma
a dar vida en ellos;
no hay, madre, sin vellos,
bien que no me falte:
téngolos ausentes,
verélos tarde.

Son dignos de amar,


pues podéis creer
que no hay más que ver
ni que desear:
hícelos llorar,
y llorar me hacen:
téngolos ausentes,
verélos tarde.

No sé qué me vi
cuando los miré,

203

H
que en ellos me hallé
y en mí me perdí.
Ya no vivo en mí,
sino en ellos, madre:
téngolos ausentes,
verélos tarde.

457

Letra al niño Jesús

Entra mayo y sale abril:


¡ cuán garridico me le vi venir S

Hízose mayo encarnado


el niño Jesús que adoro,
y entre el pelo rizo de oro,
de hermosas flores cercado,
como un mayo enamorado,
al alma viene a servir.
¡ Cuán garridico me le vi venir!

Hecho ya un florido mayo,


por si su Esposa despierta,
quiere plantarse a su puerta
por dar vida a su desmayo;
estrecho le venia el sayo,
y en Belén se le hizo abrir.
¡ Cuán garridico me le vi venir!

Por servir a sus amores,


ciñe sus sienes hermosas
de jazmines y de rosas,
que son de su amor colores.
Mas ¡ ay, Dios!, que, tras las flores,
espinas le han de salir.
¡ Cuán garridico me le vi venir!

Entra mayo y sale abril;


¡ cuán garridico me le vi venir I

204
458

La malva morenica, y va,


la malva morena.

459

No me engañarás más,
el escolarillo :
no me engañarás más.

Con adormideras
mis desvelos burlas;
das bienes de burlas,
y males de veras;
con gustos esperas,
y pesares das:
no me engañarás más.

460

FLORECICAS azules,
el verde romero,
prado de mi gusto,
color de mi cielo.

Romerito verde,
que verde os estáis,
viendo que se os pasa
la flor de la edad,
mis puertas entrad,
el verde romero,
prado de mi gusto,
color de mi cielo.

TIRSO DE MOLINA

461

Pastorcico nuevo,
de color de azor,

205
bueno sois, vida mía,
para labrador.

Pastor de la oveja
que buscáis perdida,
y ya, reducida,
viles pastos deja;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores;
si sembráis amores
y cogéis sudor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.

462

Músicos. Que el clavel y la rosa,


¿cuál era más hermosa?

Uno. El clavel, lindo en color,


y la rosa, toda amor;
el jazmín de honesto olor,
la azucena religiosa.
Músicos. ¿Cuál es la más hermosa?

Uno. La violeta enamorada,


la retama encaramada,
la madreselva mezclada,
la flor de lino celosa.
Músicos. ¿Cuál es más hermosa?
Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?

463

Todos. Segadores, afuera, afuera,


dejen llegar a la espigaderuela.

[l/no.] ¡ Quién espiga se tomara,


costara lo que costara,
porque en sus manos gozara

206
las rosas que hacen su cara
por agosto primavera!
Todos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.

[l/no.] Si en las manos que bendigo


fuera yo espiga de trigo,
que me hiciera harina, digo,
y luego torta o bodigo,
porque luego me comiera.
T odos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.

464

Todos. A las puertas de nuesos amos


vamos, vamos,
vamos a poner ramos.

Uno. A Absalón el bello,


alamico negro,
cinamomo y cedro
y palma ofrezcamos.
Todos. Vamos, vamos,
vamos a poner ramos.
Otro. Al mozo Adonías
de las maravillas,
rosa y clavellinas,
guirnaldas tejamos.
Todos. Vamos, vamos,
vamos a poner ramos.

Uno. Al Príncipe nueso


de ciprés funesto
y taray espeso
coronas tejamos.
Todos. Vamos, vamos,
vamos a poner ramos.
Otro. Salomón prudente
ceñirá su frente
del laurel valiente
que alegres cortamos.

207
Todos, Vamos, vamos,
vamos a poner ramos.

465

Por Morales van a Toro,


por Tagarabuena y todo.

Si a ver iban sus amores


por Morales los pastores,
las zagalas cogen flores
del Duero entre arenas de oro.
Por Tagarabuena y todo.

466

Hilandera era la aldeana:


más come que gana,
más come que gana.
¡Ay!, que hilando estaba Gila:
más bebe que hila,
más bebe que hila.

467

Todos. Entra mayo y sale abril:


¡ cuán garridico le vi venir!

Uno. Entra mayo coronado


de rosas y de claveles,
dando alfombras y doseles,
en que duerma Amor, al prado;
de trébol viene adornado,
de retama y toronjil.
Todos. Entra mayo y sale abril:
¡ cuán garridico le vi venir!

468

Mus. i.° ¡ Ay, que a las velas de Casilda santa.


Quintana de Bureba se lleva la gala!
I

208
Mlis. 2.0 ¡ Ay, que a la vela de la ermita nueva.
Rojas y Galbarros la gala se llevan!

Mlis. 3° ¡ Ay, que a la vela de los lagos nuesos,


a todos se la gana la gaita de Bueso!

469

Anda, niño, anda,


que Dios te lo manda
y Santa María
que andes en un día;
señor San Andrés
que andes en un mes;
señor San Bernardo
que andes en un año,
sin hacerte daño
en esta demanda.
Anda, niño, anda,
que Dios te lo manda.

470

Músicos. Que si viene la noche,


presto saldrá el solé.

Uno. Que si viene la noche


con la alegre luna,
presto saldrá el solé
de vuestra hermosura.
Todos. El día y la noche,
presto saldrá el solé.

LUIS QUIÑONES DE BENAVENTE

471

Que se caiga la torre


de Valladolid,

209
como a mi no me coja,
¿qué se me da a mí?

Si me pide una dama,


¿qué se me da a mí?
Si lo paga su fama,
¿qué se me da a mí?
Si es el lance apretado,
¿qué se me da a mí?
Si me llama apocado,
¿qué se me da a mí?
Si amenaza nublado
de lama o tabí,
como a mí no me coja,
¿qué se me da a mí?

472

Dios me libre, madre,


de las mozuelás,
que a mí preso me tienen,
y a mí muerto me han.

GASPAR DE AGUILAR

473

Lástima tengo de veros,


la blanca niña,
pues el cielo os ha guardado
tal desdicha.

Mal haya quien os casó


con tal velado,
pues en él tan mal se emplean
vuestros años.

Mal lograda mocedad,


y sin ventura,
si ha de entregarse a la tierra
esa hermosura.

210
¡ Ay, cara de rosa,
ay, niña hermosa,
la desgraciada,
la mal lograda,
viuda os vea yo
a la madrugada!

LUIS VÉLEZ DE GUEVARA

474

¡ Quién como ella,


la serrana de la Vera!

A dar flores sale al prado


la serrana de la Vera,
bizarra puesta a caballo
la serrana de la Vera.
En crenchas lleva el tocado
la serrana de la Vera;
ojos hermosos rasgados,
la serrana de la Vera;
lisa frente, rojos labios,
la serrana de la Vera;
pelo de ámbar, blancas manos,
la serrana de la Vera;
cuerpo genzcr y adamado,
la serrana de la Vera. _
¡ Quién como ella,
la serrana de la Vera!

A dar flores sale al valle


la serrana de la Vera;
genzcr cuerpo, hermoso talle,
la serrana de la Vera.
Su belleza y su donaire,
la serrana de la Vera,
viene enamorando el aire,
la serrana de la Vera.
Sus ojos negros y graves,
la serrana de la Vera,
no hay quien mire que no adame

211
la serrana de la Vera.
Dios mil años mos la guarde
la serrana de la Vera,
y la dé un galán amante,
la serrana de la Vera,
para que con ella case
la serrana de la Vera,
y para a los Doce Pare3
la serrana de la Vera.
¡ Quién como ella,
la serrana de la Vera!

475

Salteóme la serrana
juntico al pie de la cabaña.

Serrana, cuerpo garrido,


manos blancas, ojos bellidos,
salteóme en escondido,
juntico al pie de la cabaña.
Salteóme la serrana
juntico al pie de la cabaña.

Serrana, cuerpo lozano,


ojos negros, blancas manos,
salteóme en escampado,
juntico al pie de la cabaña.
Salteóme la serrana
juntico al pie de la cabaña.

476
#

¡Ay!, que desde Vienes


a Cantillana
hay una legüecita
de tierra llana.

477

La luna de la «sierra
linda es y morena.

212
CALDERÓN DE LA BARCA

478

QUIERO, y no saben que quiero


yo sólo sé que me muero.

479

Subiera Morales
en el su caballo,
la espuela de melcocha ,
y el freno de esparto.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

En la calle nueva
está enamorado;
por mirar arriba
cayera en un charco.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

Sogas y maromas
tiran a sacarlo:
sácanle una asadura
que habia merendado.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

MORETO

480

Cojamos la rosa
de la edad veloz
antes que el invierno
marchite su flor.
Dábale con el azadoncito,
dábale con el azadón.

213
De su primavera
todos gocen hoy:
que a los verdes años
el tiempo es traidor.
Dábale con el azadoncito,
dábale con el azadón.

F. DE ROJAS ZORRILLA

481

En Valladolid, damas,
juega el rey las cañas.

El rey don Alfonso, cuerpo garrido,


hoy las cañas juega.
Galán y lindo, galán y lindo,
damas,
juega el rey las cañas.

INCÓGNITO

482

Aquel zagalito
de aquel pesebre
bien se le conoce
que amores tiene.

Quéjase a los vientos


con su tierno llanto
y sirve de encanto
a los elementos;
pasa mil tormentos
por verse al hielo,
y en cielo y suelo
su mal se siente:
bien se le conoce
que amores tiene.

Aunque están llorando


sus niñas hermosas,

214
ccn perlas preciosas
están convidando;
y de cuando en cuando,
porque solloza,
cantan en su choza
cantos alegres:
bien se le conoce
que amores tiene.

DON FRANCISCO DE BORJA

483

MÁS quiero yo el invierno


que campos sin flor;
pues cuando enriquecen,
los abrasa el sol.

Campos que estuvieron


cubiertos de flores,
y agora de trigos
son selvas y montes,
aunque a tantos soles
tan lucidos son,
más quiero yo el invierno
que campos sin flor.

484

Llamo con suspiros


al bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos.

485

¿Para qué quiero, madre,


flores y esperanzas,
si se pierden unas
y otras se engañan?

215
Madre, la mi madre,
¿para qué queréis
que fíe en un tiempo
mudable y sin fe,
y penas me den
ñores y esperanzas,
si se pierden unas
y otras se engañan?

486

Airecillos del puerto


que sopláis tan fríos,
apostad que os abraso
con mis suspiros.

Aires de la sierra
que en la helada cama
os acuesta enero
y mayo os levanta,
cuando más airada
vuestra fuerza os miro,
apostad que os abraso
con mis suspiros.

DON DIEGO DE SILVA Y MENDOZA

487

Arded, corazón, arded:


que yo no os puedo valer.

Este fuego desigual


ningún remedio recibe,
que como en el alma vive
tiene dolor inmortal.
La gloria de vuestro mal
consiste en el padecer.
Arded, corazón, arded:
que yo no os puedo valer.

216
¿Cómo podrá ya la fuerza
y el vivo ardor que os ofende,
si la hermosura le enciende
y la honestidad le esfuerza?
Vuestro valor no se tuerza,
pues que sufrís merecer.
Arded, corazón, arded :
que yo no os puedo valer.
Considerad la ocasión
de tan penoso cuidado,
y veréis que estáis pagado
con sola vuestra pasión.
La pena es el galardón,
no hay que esperar más merced.
Arded, corazón, arded:
que yo no os puedo valer.

488

Pensamiento, ¿dónde has estado,


que tan mala noche me has dado?
Todo ha sido imaginar
en mil glorias ya pasadas,
cuando sólo imaginadas
no las merecí gozar.
Y si por ver malograr
mis pasados pensamientos
quieres borrar mis intentos,
es en vano tu cuidado.
¿Dónde has estado,
que tan mala noche me has dado?
Todo ha sido atormentarme
y apartarme de mi cielo,
y entender que trae consuelo
cuando sólo es de matarme.
Nada puede consolarme
fuera del bien que pretendo :
que vivir aquí muriendo
•quiero más que allá pagado.
¿Dónde has estado,
que tan mala noche me has dado?

217
JUAN DE SALINAS

489

PÚSOSEME el sol,
salióme la luna;
más quisiera, madre,
ver la noche oscura.

El que yo quería,
madre, no me quiere,
y por mí se muere
el que aborrecía.
Sin mi luz y guía
no quiere otra alguna :
más me vale, madre,
ver la noche oscura.

Pues da tan menguada


luz mi avara suerte,
más quiero la muerte,
que es noche cerrada.
Que viendo acabada
luz tan clara y pura,
más me vale, madre,
ver la noche oscura.

FRANCISCO DE TRILLO Y FIGUEROA

490

¡VÁLGAME Dios, que los ánsares vuelan!


¡Válgame Dios, que saben volar!

Andando en el suelo
vide un ánsar chico,
y alzando su pico
vino a mí de vuelo;
diome un gran consuelo
de verlo alear.

218
¡ Válgame Dios, que los ánsares vuelan!
¡Válgame Dios, que saben volar!
El ánsar gracioso
comenzó a picarme,
y aun a enamorarme
su pico amoroso;
mas, como alevoso,
volvióme a dejar.
¡ Válgame Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgame Dios, que saben volar!
Era tan bonico
que me dejó en calma,
dando gusto al alma
su agraciado pico.
Pues era, aunque chico,
grande en el picar.
¡ Válgame Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgame Dios, que saben volar!
Más quisiera yo
nunca haberle visto,
pues dulce le asisto
y cruel se huyó:
sólo me dejó
que sentir y amar.
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgame Dios, que saben volar!

¡ Ay, Amor cruel,


cuando quieres paces,
qué de halagos haces;
cuando no, qué infiel!
¿Dónde iré tras él,
que no sé volar?
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgame Dios, que saben volar !

ANTONIO SÁNCHEZ TORTOLES

491

Llena va de flores
la blanca niña.

219
llena va de flores:
Dios la bendiga.

Sale coronando
el prado y ribera,
cual la primavera
la tierra alegrando;
mil colores dando
al lirio y la rosa,
tan bella y hermosa
que el cielo se admira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores:
Dios la bendiga.

Al mundo enamora
el aspecto grave
y el olor süave
desta nueva Flora,
que excede a la Aurora
cuando más compuesta
sale, haciendo fiesta,
el Sol que la mira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores:
Dios la bendiga.

492

Embarcóse mi amado
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

El mar proceloso
tengo de pasar,
que no teme el mar
un pecho amoroso,
y si, de .envidioso,
su agua me anega.

220
como loca y ciega,
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

Quien tiene tal fuego,


bien es vaya al mar
para mitigar
su desasosiego;
partir quiero luego,
que si ausencia dura,
la fe más segura
suele en fin mudarse.
Yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

No me dan temor
mudanzas del mar
por ir a estorbar
mudanzas de amor;
que de su furor
y ciego alboroto.
Amor, que es piloto,
sabrá sacarme.
Yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

221
CANCIONES JUDEO'ESP AÑOLAS

493

Malogrado muere,
malogrado ya se moría,
maique 1 a todos duele
cuando se guardan de la luz del día.

Malogrado muere
de hermosa frente,
maique a todos duele
cuando no aljadra 2 nadie de su gente.

Malogrado muere
de ojos pintados,
maique a todos duele
cuando no se casa y deja un deseado.

Malogrado muere
de cara pintada,
maique a todcs duele
cuando no trae la novia a su casa.

Ya limpié sus ojos


con su ajuar y su alaría 3;

1 maique, aunque.
2 aljadrar, presentar.
2 alaría, ¿griterío?
corren desmandadas,
cuando se guardan de las alegrías.

Y ayujo y ayujo 4,
y ande el sol no salía,
y ande el aguíla negra
sus voces a todos daría,
las veces de mancebos y argasbas 5.

¡ Quién me diera las uñas


de un gavilane 1
¡ Desque se ha muerto mi hijo,
yo viviendo en pesare!
Y ¡ ay los nidarales 1
Yo me era de las bien casadas:
no era de envidiarme.

494

Ya amanece, ya amanecía;
los que los picá la muerte
no s’adormían.

Ya amanece en ese campo,


levantaivos, las quemadas 6, N
y a hacer llanto.

Ya amanece, ya amanecía,
ya amanece, y con mucho pesare;
levantad, los maridos buenos,
para estar en sus lugares.

Ya amanece con mucha mancilla,


se van los maridos chicos
y no hacen alegría.

Levantai por la mañana,


levantai con mucho sospiro,
se van mancebos y anasbas:
ni jupa 7 ni cirios.

4 ayujo, ¡ oh!
5 argasbas, doncellas.
6 quemadas, ¿viudas?
7 jupa, nupcias.

223
495

Háganle, le hagan
vestidos con mucho pesare,
que hoy se departe
de su casa y su lugare.

Háganle, le hagan
vestidos con muchas oínas 8:
para el golpe rabioso
no halló cura ni melecina.

Háganle, le hagan
vestidos con mucho sospiro:
se van los novios chiquitos
y no crían a sus hijos.

Háganle, le hagan
vestidos con mucha alcarja 9:
se van los novios chiquitos
y vácian su casa.

496

No me echéis de la tierra
sobre su hermosa frente,
que hoy se desparte
de su casa y de su gente.

No me echéis de la tierra
sobre sus ojos pintados:
se van los novios chiquitos,
no crían sus deseados.

497

La novia, vuestros cabellos,


y atán lindos y atán bellos,
¡ quién me diera un cordón dellos
para mi lindo collar!

8 oínas, endechas.
9 alcarja, pena.

224
498

FuÉRAME a bañar
a orías del río,
ai encontrí, madre,
a mi lindo amigo:
él me dio un abrazo,
yo le di sinco.

Fuérame a bañar
a oría del claro,
ai encontrí, madre,
a mi lindo amado:
él me dio un abrazo,
yo le di cuatro.

499

Debajo del limón


dormía la niña,
y sus pies en el agua fría.
Su amor por ai vendría:
—"¿Qué hases, mi novia garrida?”
—“Asperando a vos, mi vida,
lavando vuestra camisa
con xabón y lexía”.
Debajo del limón, la niña,
sus pies en el agua fría
su amor por ai vendría.

500

Decilde a mi amor,
si bien me ama,
que traiga la muía
ande cabalga,
que yo no puedo
ir a piedé,
que yueve menudito
y me mojaré.

225
Que los mis ojos,
que morenita yo;
esilde que no puedo ir,
que se me arrastró
el chapí.

Que los mis ojos,


que morenita yo;
aquí se me arrimó
así a la cama,
a ver las almohadas
si eran de lana,
y a ver a nuestra novia
si era galana.

Que yueve menudito


y me mojaré.
Que los mis ojos,
que morenita yo.

501

Ya traemos a la vaca
con los cuernos de albahaca
para bodas.
¡Ay qué lindas y qué bodas!

Ya traemos el carnero
y con los cuernos d’acero
para bodas.
¡ Ay qué lindas y qué bodas!

Ya traemos a la vaca
con los cuernos de oro y plata
para bodas.
¡ Ay qué lindas y qué bodas!

226
CANCIONES CATALANAS

502

No puch dormir soleta, no.


Qué-m faré, lassa,
si no mi’s passa?
Tant mi turmenta l’amor!

Ay, amich, mon dol$ amich


somiat vos he esta nit.
Qué-m faré, lassa?

Ay, amat, mon dolf amat!,


anit vos he somiat.
Qué-m faré, lassa?

Anit vos he somiat


que-us tenia en mon bra<p
Qué-m faré, lassa?

503

UNA senyora que ací ha,


jo l’auré om costara.

Una senyora del cors gentil,


una senyora del cors gentil

227
sens pietat me fa morir.
Jo l’auré o-m costara.

Una senyora del cors galant,


una senyora del cors galant
sens pietat me fa penar.
Jo 1’auré om costara.

504

Senyora, cors magniffich,


pus bella sou que no-us dic.

Vostre disposició
té tanta perfecció,
que, sens dir-vos ficció,
pus bella sou que no-us dic.

505

En clavell, sí-m ajut Déu,


tan belles olors aveu!

En clavell vert y florit,


ma señora-us collit.
Tan belles olors aveu!

En clavell vert y granat,


ma señora-us segat.
Tan belles olors aveu!

506

No-US cal per agí passar


ni pendre ayre,
que la que vos tant amau
no-us prehe gay re.

No-us y cal per agí venir,


ni a las nines escarnir,
ni pendre ayre,

228
que la que vos tant aymau
no us prehe gayre.

No-us cal per a$í passar,


ni a las nines motejar,
ni pendre ayre,
que la que vos tant aymau
no us prehe gayre.

229
NOTAS

1-4. Textos y versión de Dámaso Alonso en Cancioncillas “de ami¬


go’’ mozárabes, en RFE, XXXIII, 1949, págs. 311, 315, 319 y 320. (La
primera se encuentra en una muwassaha del célebre Judá Leví, que usa-
rá más tarde Todros Abulafia, de cuyas muwassahas proceden las tres
siguientes.)
5. Texto de la Crónica del Tudense que trae Menéndez Pidal en
De primitiva lírica española (en De primitiva lírica española y antigua
épica, Colee. Austral, pág. 121).
6. Esta famosa serranilla (quizá anterior a 1420, porque el nombre
de Ciudad Real aparece como Villa Real) fue muy popular en los si¬
glos XV al XVII. (Hay citas de versos en el tratado De Música, de
Salinas, en el Cancionero de López de Übeda, en Lope de Vega, en
Valdivielso (Auto del peregrino) y hasta en el Tesoro de Covarrubias.
Nuestro texto procede del publicado por Menéndez Pidal en Poesía
árabe y poesía europea, págs. 125-128.)
7. Endechas cantadas en Canarias a la muerte de Guillén Peraza
(1443). Las recogió de la tradición oral en 1632 Abreu Galindo (M. Pe-
layo, Antología de poetas Uricos, X, 229). Seguimos el texto en trísticos
monorrimos según aparece en José Pérez Vidal, Endechas populares en
trísticos monorrimos, La Laguna, 1952, pág. 38, donde puede encontrar
el lector la bibliografía referente a este bellísimo poema.
8. Esta canción debió de escribirse poco después del suceso a que
se refiere, ocurrido en 1448. Su popularidad fue considerable. Hay una
referencia en La lozana andaluza, de Francisco Delicado (mamotreto XV);
otra burlesca en Lope de Rueda, Coloquio de Timbria (“Las comendado¬
ras / de Casa lava...”); en la Octava parte del Romancero General

231
figuran cuatro romances con La trágica y lamentable historia de los
comendadores, y venganza de don Fernando (edic. de A. González Pa-
lencia, Madrid, 1947, núms. 634-638). Finalmente, Lope de Vega basa
en este cantar su drama de Los comendadores de Córdoba (edic. Acad.,
XI, prologada por M. Menéndez Pelayo). Gallardo, Ensayo, III, col. 392,
atribuye la glosa a Pedro de Lerma, pero no es atribución segura.
(Texto según Duran, Rivadeneyra, XVI, 697.)
9-15. Del Cancionero de Herberay, posterior a 1458. (Edic. de C. V.
Aubrun, Bordeaux, 1951, págs. 39, 41, 42, 43, 44, 58, 92.)
16. Se halla en un “juego trobado que hizo (Pinar) a la reyna doña
Isabel”, hacia 1495. (Cancionero castellano del siglo XV, NBAE, XXII,
pág. 560. Véase también un estribillo parecido en la canción núm. 100.)
17-19. Del Cancionero General de Hernando del Castillo. (Edic. de
Bibls. Españoles, vol. II, págs. 427, 555 y 617. El primero y el último
están calificados de “viejos”.)
20. Versión del Cancionero de Juan de Molina, Salamanca, 1527,
reeditado por Eugenio Asensio, Valencia, 1952, pág. 34. En la glosa
aparece el verso 15, que no figura en el texto del romance. Los cuatro
primeros versos de este romance se convirtieron en la canción más
glosada durante el siglo XVI, hasta el punto de poder afirmar Barbieri
que era fácil escribir todo un libro. Llegó a convertirse a lo divino
(Ocaña, Cancionero, en Gallardo, Ensayo, III, col. 1009) y hasta Lope de
Vega escribiría su comedia de La bella malmaridada. En el Cando-
ñero general (n.° 287 del Apéndice, ed. de Amberes), se encuentra ya
una protesta contra los numerosos glosadores:

¡ Oh bella malmaridada,
a qué manos has venido,
mal casada y mal trobada,
de los poetas tratada
peor que de tu marido 1

(Otro texto del mismo romance en Durán, Romancero, II, 450, n.° 1459.
posterior al de Molina.)
21. Texto en Der Spanische Cancionero des British Museum, ed. de
H. Rennert en Romanische Forschungen, X, 35.
22-23. De un precioso cancionero musical de la Biblioteca Colombina
de Sevilla, fols. 72V y 86.
24-64. Proceden todas estas bellas canciones del famoso Cancionero
musical de los siglos XV y XVI, publicado por F. Asenjo Barbieri, y
después por Higinio Anglés, La música en la Corte de los Reyes Cató¬
licos, II, Barcelona, 1947, donde se anuncia un tercer vol. Por esta

I
232
causa seguimos aún la edic. de Barbieri, donde encontrará el lector
algunas notas a diversas canciones (núms. 6, 17, 48, 50, 53, 58, 6i, 85,
98, 103, 113, 115, 127, 131, 143, 157, 171, 175, 227, 234, 237, 245,
258, 259, 263, 304, 398, 400, 401, 402, 404, 408, 410, 416, 423, 424,
427, 434, 438). Para la corrección n![lá] en el n.° 62, comp. : “Si vistes
allá el tortero andando, que perdí la rueca y el huso no hallo”, Correas,
Vocabulario de refranes, pág. 462.
65-68. Del ms. 5593 de la Bibl.a Nacional de Madrid, de principios
del siglo XVI, fols. 72, 74, 76 y 98. El n.° 65 se glosó también en el
Romancero general de 1600 (ed. cit., n.° 270). El n.° 66 figura como de
}. Fernández de Heredia en la impresión de sus obras de 1562. Véase
Rafael Ferreres, Juan Fernández de Heredia. Obras, Espasa-Calpe, Ma¬
drid, 1955.
69. Publicado por R. Foulché-Delbosc, Un “villancico" retrouvé,
en Rev. Hisp., 1905, p. 281.
70-75. Del Cancionero llamado “Flor de enamorados” de Juan de Li¬
nares (Barcelona, 1562, reedic. de A. Rodríguez-Moruno y D. Devoto,
Valencia, 1954, fols. 6, 23, 63, 92V, 97V, y 99). Las endechas, n.° 72,
se hicieron muy populares. Las imitó Andrade Cammha, y las recordó
Lope en Las famosas asturianas (edic. Acad., VII, pág. 207). Covarru-
bias, Tesoro, s. v. endecha, copia los cuatro primeros versos. Una
versión ligeramente distinta se divulgó en pliegos sueltos. (Vid. la Co¬
lección de pliegos sueltos... de V. Castañeda y A. Huarte, Madrid,
1929, pág. 31,. y en los Cancionerillos de Praga, en Rev. Hisp., LXI,
pág. 395, comienzan: “No lloréis, mi madre, / que me dais gran
pena, / bástame la mía / sin sentir la ajena.”)
76. En Coplas hechas por Diego García. Pliego suelto, s. a., en
Gallardo, Ensayo, III, col. 14.
77. De Poesías de antaño, en Rev. Hisp., XXXI, pág. 525.
78-80. Textos de O cancioneiro musical e poético da Biblioteca Pú-
blia Hortensia, edic. de M. Joaquim, Coimbra, 1950, págs. 89, 96 y 178.
(Otra glosa del villancico 78 puede verse en el Cancionero musical de
Palacio, edic. cit., n.° 413, glosa mucho más extensa. El villancico 80
continúa sólo con dos versos, que hemos suprimido: Vase este pas¬
tor / a ver su pastora...”)
81-82. Del Cancioneiro d’Evora, publicado por Víctor E. Hardung,

Lisboa, 1875, págs. 50 y 68.


83. En E. M. Torner, índice de analogías..., n.° 154. (Vid. Intro*

ducción, pág. LXIII.)


84-86. En Luis de Narváez, Los seis libros del Delphin de Musú
ca..., Valladolid, 1538, reedición de E. Pujol, Barcelona, 1945, núms. 37-
39, 40-45 y 48. Tenemos presentes las observaciones de M. Frenk
Alatorre en la NRFH, VI, 1952, págs. 36 y sigs., donde el lector en-
contrará abundantes referencias a las distintas glosas de estos villan-
cicos tan famosos. El n.° 86 aparece en la ed. de E. Pujol con cuatro
versos procedentes de una glosa muy culta. Véase otra glosa del Conde
de Salinas en el n.° 487.
87-88. En Alonso Mudarra, Tres libros de música en cifra para vi¬
huela, Sevilla, 1546, reedición de E. Pujol, Barcelona, 1949, núms. 72
y 73. (M. Frenk Alatorre, art. cit., cree que el último verso del
n.° 88 —“¡Isabel, la tan garrida!”— es el comienzo de alguna glosa
perdida, hipótesis que parece muy acertada.)
89-97. De Juan Vásquez, Villancicos y canciones.. a tres y a qua-
tro, Osuna, 1551. (En Gallardo, Ensayo, IV, cois. 922-926.) En el n.° 93
usamos la forma “Fernandico”, tal como está en Fuenllana.
98-129. De Juan Vásquez, Recopilación de sonetos y villancicos a
quatro y cinco, Sevilla, 1560, reed. de H. Anglés, Barcelona, 1946,
págs. 29-47. Recomendamos al lector interesado en estas canciones las
notas del gran musicólogo Anglés. Allí encontrará abundantes referencias.
La 120 se sigue cantando hoy entre los sefarditas de Tetuán. Para el
n.° 103, comp. M. Frenk Alatorre, NRFH, XII, 1958, pág. 316, n. 18.
130-133. Del Libro de música de vihuela, de Diego Pisador, Sala¬
manca, 1552, fols. 9, 12, 13 y 14. (Véase otra glosa a Aquellas sierras,
madre, en el n.° 410. La cancioncilla 133 se rehace de acuerdo con la
versión que da Gil Vicente en la Farsa de Inés Pereira, Obras, 1562,
f. 217. La alteración afecta a los tres primeros versos.)

134-136. De M. de Fuenllana, Libro de mvsica para vihuela, inti¬


tulado Orphenica lyra, 1554, fols. 133V, 137V, 169. (La n.° 134 puede
verse en Pedrell, Catalech, II, 149, con música de Flecha.)

137-152. Del famoso Cancionero de Upsala (Villancicos de diuersos


autores a dos y a tres y a quatro y a cinco bozes, agora nuevamente
corregidos), Venecia, 1556. Seguimos la ed. de Méjico de 1944, donde el
lector encontrará las notas de R. Mitjana a diversas canciones. Vid.
también La poesía del Cancionero de Uppsala de L. Querol Roso en
Anales de la Universidad de Valencia, X, 1929-1930, págs. 63-179, don¬
de se estudian canción por canción los antecedentes de cada una. San
Juan de la Cruz conocía la canción n.° 152 y le daba un sentido divino.
(Comp. D. Alonso, Poesía española, Madrid, 1952, págs. 251-252.)
153. De la Silva de syrenas, de A. de Valderrábano. (La copiamos del
Cancionero musical de la Casa de Medinaceli, ed. de Miguel Querol,
Barcelona, 1949, pág. 52.)

154. Del Libro de cifra nueva para tecla, harpa y vihuela, por Luis
Venegas, Alcalá, 1557, f. 73.

\ .
234
I55'157- Del Libro de música en cifras para vihuela, intitulado el
Parnaso, por Esteban Daza, Valladolid, 1576, fols. 102 v.°, 104 y 109 v.°
Í58-I59. De las Ensaladas de Flecha..., Praga, 1581. (Las hemos
i copiado del Catalech de Pedrell, vol. II, pág. 181.)
160. Del ms. 373 (fondo español) de la Biblioteca Nacional de Pa-
t rís, f. 138V.
161-163. Del Cancionero general de H. del Castillo, edic. cit. Apén-
dice, núms. 279, 299 y 317. La canción 162 es de 1554, cuando Felipe II
I pasó a Inglaterra.
164-169. Del Cancionero de Sebastián de HoroZco, ed. de los Bibls.
Andaluces, Sevilla, 1874, págs. 65, 108, 132, 133, 135, 139.
170-172. Glosados como villancicos viejos por P. de Andrade Ca-
minha, Poesías inéditas, Halle, 1898, págs. 229, 258 y 454.
173-180. De un precioso pliego suelto titulado Cantares de diversas
sonadas con sus deshechas muy graciosas ansí para bailar como para
tañer, s. a., estudiado por Margit Frenk Alatorre en el Cancionero de
; galanes, Valencia, 1952, págs. 60, 63, 64, 66 y 74.
181-186. De la Silva de varios romances, Barcelona, 1561. Reim¬
presión de A. Rodríguez-Moñino, Valencia, 1953, fols. 189-190. (Están
dentro de una "ensalada”. La cancioncilla 181 figura también en Autos,
farsas ..., ed. de L. Rouanet, II, pág. 22, y ya la convierte a lo divino
Fr. A. Montesino, Cancionero, Rivadeneyra, XXXV, pág. 464.)
187-188. Del Cancionero llamado Dan.Za de galanes..., recopilado por
Diego de Vera-, Barcelona, 1625. Edic. de A. Rodríguez-Moñino, Va¬
lencia, 1949, fols. Cgv y Cío.
189. Del ms. 506 de la Bibl.a Provincial de Toledo, f. 390. Se halla
también en el Cancionero de Turín, Poesie spagnole del seicento, ed. por
G. M. Bertini, Tormo, 1946, pág. 38* El estribillo se cantaba ya antes
de 1502, puesto que Lucrecia Borgia, cuando casó con Alfonso de Este,
llevaba consigo'“un libro scrito a manno de canzone spagnole da diversi
autori” y una de las canciones comenzaba precisamente “No passedes
escudero”, según nota del mismo Bertini, que remite a G. Bertoni, Roma-
nische Forschungen, XX, 1907, págs. 321 y sigs. (Sobre el cambio de
escudero por caballero vid. R. Menéndez Pidal, Sobre un arcaísmo léxico
en la poesía tradicional, en De primitiva lírica española..., Colección
Austral, pág. 138.)
190-194. Del libro De Música hbn septem, de Salinas, Salamanca,
1577, págs. 302, 321, 326, 356 y 422. (El lindo villancico “¿A quién
contaré mis quejas” se encuentra ya al final de un poema del Marqués
de Astorga en el Cancionero general, según vio R. Menéndez Pidal (La
primitiva poesía, pág. 243), que lo relacionaba con la canción del rey
don Dionís: “se a vos non for dizer.. —a quem direi o meu pesar?”.

235

21
Pero Adolfo Salazar (Poesía y música..., en Rev.a de Filosofía y Letras,
México, n.° 8, 1942, pág. 301) encuentra más parecido con un cantar
francés: “cui lirai ge mes amours / amie, se a vos non?”. Una pro¬
caz glosa a la canción 191 figura en el ms. 3618 de la B. Nacional.)
195-197. De Odarum (quas vulgo madrigales appelamus), de P. A.
Vila, Barcelona, 1571, pero nosotros las copiamos del Catalech de Pe-
drell, II, pág. 172. (La 195 se halla también en Diego Pisador, f. 6,
como “endechas canarias”. La muy bella canción 197 continúa en Pedrell
con unos versos que nada tienen que ver con ella.)
198. Del ms. 3924 de la Bibl.a Nacional de Madrid, f. 27V. (Figura
también en el Vocabulario de Correas, pág. 466, y fue glosada en dé¬
cimas por Villamediana, Antología poética, Madrid, 1944, págs. 357-8.)
199-204. De diversos autos publicados por L. Rouanet en Autos,
farsas..., vol. I, págs. 120, 326 y 422: vol. II, pág. 516, y vol. III,
pág. 256.
205. De la Comedia intitulada Tesorina, de Jaime de Huete, ed. de
U. Cronam en Teatro español del siglo XVI, Madrid, 1913, pág. 19Ó.
(Canción que ya figuraba en el Cancionero musical de los siglos XV y
XVI, donde sólo queda el primer verso.)
206-207. Figuran en el Cancionero de Nuestra Señora, Barcelona,
1591, reedic. de A. Pérez Gómez, Valencia, 1952, págs. 7 y 75. (La 207
se encuentra también en Villancicos para cantar en la Natividad de
nuestro Señor Jesucristo, hechos por Esteban de Zafra, Toledo, 1595,
4.a hoja. La versión que nosotros editamos tiene dos estrofas más, la 5.a
y la 6.a, pero en la cuarta se repiten los dos últimos versos de la tercera,
que copiamos de Zafra.)
208. Figura en la Comedia de la Zarzuela y elección del Maestre de
Santiago, de Reyes Mejía de la Cerda (ms. 4117 de la Bibl.a Nacional,
f. 156V). La damos como anónima porque ya la cita Salinas en De
Música, pág. 306:

Pensó el villano
que yo que dormía;
tomó espada en mano,
fuese andar por villa.

Se sigue cantando hoy entre los sefardíes de Tetuán.


209-214. Del ms. 3924 de la Bibl.a Nacional de Madrid, fols. 65V,
66, 67 y 67V. (La 211 se hizo muy popular y abundan las glosas hasta
el siglo XVII.)

215-217. Aparecen dentro de una “ensalada” de Pedro de Padilla,


Romancero, Madrid, 1880, págs. 496 y sigs.

I
236
2i8. De una “ensalada” que comienza Entre dos claros arroyos, del
ms. 3913 de la Bibl.a Nacional de Madrid, f. 64V. (Esta misma “ensa-
lada” se atribuye a P. Liñán de Riaza en las Rimas, Zaragoza, 1876,

pág. 151. Pero la canción era ya muy vieja a mediados del siglo XVI.
Vid. Introducción, pág. LXVI.)
219-220. Del ms. 3915 de nuestra Bibl.a Nacional, fols. 69V y 70V.
(La 220 era una canción vieja a fines del XVI, puesto que aparece en
las Cortes de Júpiter de Gil Vicente y en El Cortesano de Luis Milán,
pág. 209, y la cantaba ya Francisco de Carvajal en el Perú, según
F. López de Gomara, Historia de las Indias, Rivadeneyra, XXII, pá¬
gina 268 b. Véase aquí Introducción, pág. LXVI.)
221-226. Proceden de los Cartapacios literarios salmantinos, editados
por R. Menéndez Pidal, Boletín de la Acad. de la Lengua, 1914, pá¬
ginas 304, 311 y 313. (Incluimos la 221, ya editada anteriormente bajo
el n.° 64. porque aquí lleva una pequeña glosa.)
227-229. Proceden de la edic. de un ms. hecha por el P. L. G. Alon¬
so Getino en Anales salmantinos, vol. II, Salamanca, 1929, págs. 352-354.
(La 227 guarda relación con la canción tan famosa de Cervantes. Vid.

n.° 423-)
230-234. Del ms. 3890 de nuestra Bibl.a Nacional, fols. 14 y 41.
235. De un ms. de nuestra Bibl.a Nacional extractado por Gallardo
en su Ensayo, vol. I, col. 1043.
236-240. De los Tonos castellanos, ms. de la Bibl.a de Medinaceli,
ed. de Paz y Melia, Series de los más importantes documentos..., Ma¬
drid, 1922, págs. 145, 146 y 147- (La canción de las naranjicas se hizo
muy popular. Vid. E. hT Tornee, índice de analogías, n. 33* Todavía
se canta hoy en Montehermoso (Cáceres) y en Hoyocasero (Ávila) en
esta forma, que para Torres Villarroel (Obras, VIII, pág. 339) ha cien

años / nueva se llamaba" :


Arrojóme la portuguesilla
naranjillas de su naranjal;
arrojómelas y arrójeselas
y volviómelas a arrojar.

Vid. también P. Henríquez Ureña, obra cit., pág. 195.)


241-243. De un Romancero de la Biblioteca Brancacciana, publ. por
R. Foulché-Delbosc, Rev. Hisp., LXV, págs. 356. 366 y 378- (La 2¿H fue
glosada también por Lope. En Lope, el 4.0 verso del estribillo es “¿si

podrá’’. Vid. el n.° 453.)


244-261. Del Romancero general, ed. de A. González Palencia,
núms. 150, 577, 670, 721, 790, 901, 942, 994, 1001 y 1287. (Los más bre¬
ves aparecen en “ensaladillas” y son los que ofrecen más encanto y sabor

237
tradicional. La n.° 247 figura con otra glosa en el n.° 143.) En el
n.° 261, el 7.0 verso dice “mi embarazo”: hacemos la corrección (“ce-
dazo") que parece evidente.
262-263. Proceden del Cancionero de Turín, edic. de G. M. Ber-
tini, Poesie spagnole del seicento, Torino, 1946, págs. 45 y 49. (El estri¬
billo de la 262 se publicó en la Rev. Hisp., 1919, XLV, pág. 537.)
264. De la Ensalada de la Flota de H. González de Eslava. La
copiamos de los Poetas novo'hispanos, de Alfonso Méndez Planearte,
vol. I, México, 1942, pág. 49.
265-266. Figuran dentro de un “romance-ensalada” de Góngora que
principia “A la fuente va del olmo”, ed. de I. y J. Millé, págs. 238-239.
(Las dos cancioncillas fueron bastante populares y abundan las refe¬
rencias.)
267-274. Proceden de distintos bailes del siglo XVII publicados por
E. Cotarelo en su Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojí'
gangas, NBAE, vol. 18, págs. 477, 481, 485, 486 y 495.
275'277* De l°s Chansonniers espagnols du XVIIe siécle, edic. de
C. V. Aubrun en el Bulletin Hispanique, t. LI, 1949, págs. 278, 288
y 364. (La glosa de la 277 es muy extensa y sin ningún interés poético.)
278-284. Las pone como ejemplos de distintas voces Sebastián de
Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid,
16x1. (Reed. de Martín de Riquer, Barcelona, 1943, págs. 42, 163, 409,
432, 629, 674 y 683.) En el n.° 279, 2.0 verso, la grafía original es “e”;
puede dudarse entre nuestra interpretación o la que sugiere M. Frenk
Alatorre : “mis amores, ¡eh!” (NRFH, XIII, 1959, pág. 361, n. 3).

285-288. Del Cancionero de Claudio de la Sablonara, pág. 294 (BAE,


IV, 1917) y págs. 308, 309 y 319 (BAE, V, 1918). Pero la 285 está mal
transcrita. Seguimos el facsímil que publica L. Pfandl en su Introducción
al Siglo de Oro, Barcelona, 1929, pág. 340.
289. Publicada en la Primavera y flor de romances, de Arias Pérez,
Madrid, 1622, f. 58V.0

290-291. Del Laberinto amoroso, Zaragoza, 1638. Reed. de J. M. Ble-


cua, Valencia, 1953, págs. 47 y 127. (La canción “Si queréis que os en¬
rame la puerta” fue muy popular en el siglo XVII y su vitalidad llega
Fiasta hoy, ya que E. M. 1 orner en su Cancionero asturiano recoge una
versión muy parecida, n.° 64. Vid. su índice de analogías, n.° 163,
«donde se encontrarán otros ejemplos.)

292-312. Proceden del célebre Vocabulario de refranes del maestro


Gonzalo Correas, Madrid, 1924. En muchos casos con la indicación de
fue cantar”. (Págs. 19, 82, 103, 109, 115, 144, 157, 211, 226, 232, 260,
263, 315, 339, 356, 380, 412, 423, 464, 480 y 510.)

i
238
313'316. También proceden del maestro Correas, pero de su Arte
grande, Madrid, 1903, págs. 271, 275, 280.
317-318. De Seguidilles anciennes, publicadas por Foulché-Delbosc
en la Rev. Hispanique, VIII, núms. 307 y 266.
319- De las Maravillas del Parnaso, de J. Pinto de Morales, Lis¬
boa, 1637. Reed. de la "Colee. Cisneros’’, Madrid, 1943, pág. 71. (Es el
estribillo de una letrilla.)
320. Cantar de veladores incluido en El duelo de la Virgen (Riva-
deneyra, VII, 117). Seguimos el texto vulgar en vista de que los estu¬
diosos no se ponen de acuerdo en la ordenación. Vid. L. Spitzer, Sobre
la cántica “Eya velar”, en NRFH, año IV, 1950, I, págs. 50 y sigs., y
J. B. Trend, Sobre el “Eya velar" de Berceo, en NRFH, año V, 1951, 2,
págs. 226 y sigs. Véase también, Germán Orduña, La estructura del
Duelo de la Virgen y la cántica “Eya velar”, en Revista de la facultad de
Filosofía y letras (Tucumán), IV, n.° 10, 1958, págs. 75 y sigs.
321-329. Hemos tenido a la vista los textos de la ed. diplomática de
Monaci (11 canzoniere... della... Vaticana, Halle, 1875, núms. 170-172,
242, 250, 438, 761, 884 y 890), y también el de las Cantigas d’amigo,
editadas por José Joaquim Nunes, vol. II, Coimbra, 1926, págs. 18, 19,
21, 71, 77, 229, 353, 441 y 446: pero no seguimos a Nunes en la su¬
presión de -ti- (que él lleva a cabo), y en algún otro pormenor.
330-331. Seguimos la edición de Ducamin, Toulouse, 1901. En la de
Cejador y Frauca, más asequible, Clás. Cast., vol. 17, págs. 60 y 265.
332. El almirante don Diego Hurtado de Mendoza, padre del mar¬
qués de Santillana, murió en 1404. En el Cancionero de Palacio (edic. de
Francisca Vendrell, Madrid, 1945) figuran algunos poemas suyos (el que
editamos, en la pág. 137). Este delicioso poema es una alegoría del árbol
del amor y por su estructura guarda íntimas relaciones con la poesía
galaico-portuguesa. (Sobre la voz cosaute, vid. el excelente estudio de
Eugenio Asensio, Los cantares par al dísticos castellanos. Tradición y
originalidad, en la RFE, XXXVII, 1953, págs. 130 y sigs.)
333. Texto según la edic. de las Obras hecha por J. Amador de
los Ríos, Madrid, 1852, pág. 461. (Pero debemos advertir que en el
Cancionero de Palacio citado más arriba figura el poemita atribuido a
Suero de Ribera, pág. 181. Las cancioncillas intercaladas tienen un tono
más arcaizante y algunas variantes de interés:

La ninnya que los amores ha


¿cómo dormirá solá?
Dexadlo al villano, i pene;
vengarm’ha Dios d’ele.
Sospirando va la ninya

239
e non por mí,
que yo bien gelo entendí.)

334. Del Cancionero de Fernando de la Torre (1450), publicado


por A. Paz y Melia en Geseilschajt für romanische Liter., XVI, 1907,
pág. 149. (El epígrafe reza: “Coplas de mossen Fernando en este cantar
viejo”. Es, por tanto, el cantarcillo glosado más viejo que conocemos.
Hemos corregido mudáis en vez de mandáys, v. 5, siguiendo a R. Me-
néndez Pidal, De primitiva linca..., pág. 124, nota.)
335. Del Cancionero castellano del siglo XV, NBAE, vol. 22, pá-
gina 56. (Obsérvese el intento de aproximarse a la lírica tradicional por
el tema —una canción de cuna— y por la forma, ya que se trata de

un zéjel.)
336-340. Juan Álvarez Gato (m. en 1509) inicia en la poesía española
el tratamiento de temas profanos a lo divino. Incluimos tres muestras
“vueltas a lo divino” y otras dos cancioncillas sin la glosa. (Edic. de las
Obras completas hecha por Jenaro Artiles, Madrid, 1928, págs. 142, 153,
138 y 151.)
341. Figura como “desfecha” de un romance. (Edic. del Cancionero
castellano del siglo XV, NBAE, vol. 19, pág. 15.) El cantarcillo original
profano pervivía aún un siglo después, y de ello hay varios testimonios
(D. Alonso, Poesía española, Ensayo de métodos y límites estilísticos,
Madrid, 1952, pág. 231).
342. En el Cancionero de fray Ambrosio Montesino reimpreso en
Rivadeneyra, XXXV, pág. 43^* se edita en forma distinta. Nosotros
hemos seguido la que presenta Isabel Pope en su estudio sobre el
villancico que figura al frente de la ed. mejicana del Cancionero de
Upsala, pág. 38.
343. Es la conocida canción del acto XIX de La Celestina. (Vid.
Introducción, págs. LUI y sigs.)
344-350. Del Cancionero de Juan del Encina, ed. facsímil de la de
1496, fols. LXXXVIIIv.0, XCIVv.0, XCV, XCVv.0 (Pero la 349 procede
del Cancionero musical, n.° 393, y la 350 del Cancioneiro da Biblioteca
Públia Hortensia, pág. 91. Figura también en el citado Cancionero mu-
sical, n.° 240, pero con cinco estrofas más. Para la fortuna de este
villancico véanse las referencias que aduce Margit Frenk Alatorre en el
Cancionero de galanes, Valencia, 19521 págs. XXI-XXIII.)
351. De las Farsas y églogas, ed. facsímil, Madrid, 1929, f. A II.
352-364. De las Obras de Gil Vicente, Lisboa, 1562. Pero las co¬
piamos de la ed. hecha por uno de nosotros en la revista Cruz y Raya,
n.° 10, 1934, págs. 121, 149, donde el lector encontrará las referencias
1

240
a cada canción. (Allí se advierte que no todas estas cancioncillas, tan
bellas, son de Gil Vicente, sino que eran ya canciones viejas castellanas.)
365-366. Diego Sánchez de Badajoz parece que desarrolla su acti¬
vidad literaria entre 1525 y 1547. Su Recopilación en metro apareció
en 1554, muerto ya el autor. (De la Farsa del juego de cañas en la Re¬
copilación en metro, vol. II, Madrid, 1886, págs. 279 y 284.)
367-368. Obras, ed. de Domínguez Bordona, Clds. Casts., vol. 79,
págs. 60 y 141, (No podemos asegurar que fuese Castillejo el inventor
de la famosa canción “Guárdame las vacas, carillejo, y besarte he...”,
una de las más divulgadas en el siglo XVI.)
369-376. Las cinco primeras proceden de El Cortesano, impreso en
1561, pero muchos años después de morir su autor. (Reed. de la Co¬
lección de libros raros o curiosos, Madrid, 1874, págs. 91, 119, 175, 177*
220 y 224.) Las tres últimas se hallan en el Libro de música de vihuela
de mano intitulado El Maestro, 1535, reimpreso por Leo Schrade, Leip¬
zig, págs. 73, 74 y 173.
377. Del Cancionero, Salamanca, 1527, según la reimpresión de
E. Asensio, Valencia, 1952, pág. 49. (En el prólogo a este Cancionero
encontrará el lector los datos biográficos del bachiller Juan de Molina,

muy discreto poeta.)


378. De un pliego suelto titulado Glossa sobre el romance que diZen
"Tres cortes armara el Rey, Todas tres en una sazón". Nuevamente
compuesta por Alonso de Alcaudete, natural de la muy noble cibdad de
Ronda. Con otras muchas glosas y villancicos. Reimpreso numerosas
veces a lo largo del siglo XVI. El villancico fue muy popular y se gloso
repetidas veces. Todavía lo oyó cantar Gallardo : “Este villancico se canta
todavía en Extremadura; oíselo cantar en San Francisco de Badajoz a fray
Antonio, el organista, el año de 1809”. (Ensayo, I, col. 72.) Contaminado
con el romance que comienza “Estáse la gentil dama también se canta
hoy. Vid. E. M. Torner, Indice de analogías..., n.° 118.
379-380. De las Poesías de Sá de Miranda editadas por C. Micháelis
de Vasconcelos, Halle, 1885, núms. 60 y 136. (El estribillo de la primera
figura ya en Cancionero musical de los siglos XV y XVI y fue muy
glosado. La 380 obtuvo también mucho éxito, a juzgar por las imita¬

ciones que se hicieron después.)


381. De la cuarta cena de la Segunda Celestina, cuya edic. mas an¬
tigua es la de 1534, impresa en Medina del Campo. (Hemos utilizado
la reimpresión de la edic. veneciana de 1536 hecha en la Colee, de
libros españoles raros o curiosos.) Aunque Feliciano de Silva no fue un
prosista muy afortunado, el poemita es muy bello y, como observará

el lector, muy culto.

241
382*384- Juan Fernández de Heredia (n. h. 1485 y m. en 1562) gustó
mucho de glosar villancicos tradicionales. Sus obras poéticas aparecieron
en Valencia en 1913 en una bella y curiosa ed. de Martí Grajales. (La
canción 382 figura como anónima en el ms. 5593, f. 73, de nuestra
Bibl.a Nacional y el villancico de la 383 era todavía popular a fines del
siglo XVI, puesto que figura como cabeza de una letra del Romancero
general, ed. cit., n.° 270.)
385*386. Cancionero de Sebastián de Horozco, Sevilla, 1874, págs. 68
y 167. S. de Horozco (i5io?*i58o) fue muy aficionado a glosar canción*
cillas tradicionales (véanse los núms. 164*169, que proceden también de
su Cancionero). La vitalidad de la canción de la niña de Gómez Arias fue
extraordinaria. Consúltese el artículo de Ramón Rozzel, The song and
legend of Gómez Arias, en la Hispanic Review, XX, 1952, págs. 91
y siguientes.
387. De la Farsa llamada Artemisa, edic. de L. Rouanet, Barcelona*
Madrid, 1900.
388. De la obra dramática Caída y ruina del imperio visigótico es*
pañol, ed. de A. Fernández*Guerra, Madrid, 1883, pág. 170.
389*397. Todas parecen ser creaciones personales de Juan de Timo*
neda, muy aficionado a la lírica popular y tradicional. Los núms. 389*
394, los copiamos de las Obras, edic. de E. Juliá en Bibls. Españoles,
vol. II, Madrid, 1948, págs. 17, 206, 255, y vol. III, págs. 168 y 188.
La 395, del Cancionero llamado Enredo de amor, de 1573, reimpreso por
A. Rodríguez-Moñino, Valencia, 1951, f. viij v.°; las 396*397 pro*
ceden del Sarao de Amor, Valencia, 1561, fols. 22 y 52.
398*400. De las Obras, Madrid, 1908, vol. I, pág. 77, y vol. II, pá¬
ginas 195 y 359. La 398 se apoya en una cancioncilla tradicional, regis¬
trada por Correas en su Vocabulario, con algunas variantes y una ex¬
plicación :
Gil González Dávila llama;
no sé, mi madre, si me le abra.
Gil González llama a la aldaba;
no sé, mi madre, si me le abra.
Gil González llama a la aldaba.
—Mi fee, hija, ya no llama.

Y explica; “Gil González Dávila fue enamorado, y por él hicieron coplas,


y cuando era viejo y las oía cantar, decía : ‘Mi fee, hija, ya no llama’,
y parece podían ser palabras de la madre cuando él cesó de acudir como
antes”.
En el verso 7» voz es evidentemente el pronombre “vos”.

i
242
401. De las Poesías inéditas, Halle, 1898, pág. 228. (Véase más ade¬
lante, n.° 407, la glosa a lo divino de esta misma canción vieja escrita
por Santa Teresa.)
402. Se encuentra glosada por Andrade Caminha en sus Poesías iné-
ditas, pág. 397.
403. Del Cancionero, ed. de A. González Patencia en Bibls. Espa¬
ñoles, Madrid, 1932, pág. 266. Es una canción de bienvenida, a lo
divino. Recuérdese la canción de bienvenida en Fuenteovejuna, de
Lope:
Sea bienvenido,
el Comendadore.
(Rivadeneyra, XLI, pág. 636.)

Véanse también nuestros núms. 439 y 441.


404. De la Lírica de Cambes, ed. de J. M. Rodrigues y A. Lopes
Vieira, Coimbra, 1932, pág. 19. (Todavía en la primera mitad del siglo
XVII se cantaba el villancico de “Irme quiero, madre”, puesto que figura
en los Chansonmers espagnols editados por C. V. Aubrun en el Bulletin
Hispanique, LII, 1950, pág. 380, con la variante "a la galera nueva”.)
405. Del Inventario de Antonio de Villegas, Medina del Campo,
1565, f. LXVII.
406. De Los Nueve Libros de las Habidas, Zaragoza, 1566, según
Gallardo, Ensayo, I, col. 261.
407. De la ed. de Rivadeneyra, LUI, pág. 510.
408-409. De las Obras completas, ed. de Marques Braga, t. I, Lis¬
boa, 1945, págs. 157 y 220. (El villancico segundo, según reza, es “ajeno”
y parece viejo.)
410-411. La primera procede del Thesoro de varias poesías, Madrid,
1580, f. 403, y la segunda del Romancero, ed. de Bibls. Españoles, Ma¬
drid, 1880, pág. 403. (Los dos villancicos son viejos y populares. Vid.
el 132.)
412. Del Cancionero y Vergel de plantas divinas, Alcalá de Hena¬
res, 1588. (En Rivadeneyra, t. XXXV, pág. 194.)
413. Del Arte poética española, Salamanca, 1592. (Rivadeneyra, t.
XXXV, pág. 194.)
414. Del Cancionero para cantar la noche de Navidad..., Alcalá,
1603, edic. de A. Pérez Gómez (Valencia, 1957), pág. 37. (El villancico
es el mismo glosado ya por Juan del Encina, n.° 350.)
415. Villancicos y coplas curiosas, Alcalá, 1606. Pliego suelto.
416. Inédito. Del ms. 506 de la Bibl.a Provincial de Toledo, f. 371.
417-423. La primera procede de Rinconete y Cortadillo; la segunda,
de El celoso extremeño; la 419 del Quijote, II, 24; la 420, de La casa

243

r
de los celos, act. II; la 421, de Los baños de Argel, act. II: la siguiente,
de Pedro de Urdemalas, act. III, y la 423 del entremés La elección de
los alcaldes de DaganZo.
424. Del ms. 4072 de nuestra Bibi.a Nacional, f. 10. Gabriel de
Peralta falleció el 10 de septiembre de 1625, según se dice en el ms.
(Figuraba ya en Gallardo, Ensayo, III, col. 1142.) Peralta puede no ser
el autor, ya que el ms. es una antología de diversos autores, Monte-
mayor, Lope, Góngora, etc.
425-426. Por excepción incluimos el lindo romancillo de Góngora,
ya que parece apoyarse en una canción popular. Correas asegura (en su
Vocabulario, 153, y en el Arte grande, 443) haber oído cantar en
Salamanca t
La flor del romero,
niña Isabel,
hoy es flor azul
y mañana será miel.

Lope de Vega encabeza en Los pastores de Belén (1612) un villancico


con la siguiente vuelta a lo divino:

Las pajas del pesebre.


Niño de Belén,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Y en la Rioja (Argentina) se canta (según J. A. Carrizo, Cancionero


Popular de la Rioja, t. I, Buenos Aires, 1942, pág. 180):

Las pajas que abrigan


al Niño de Belén
son hoy flores rosas:
después serán hiel.

En cuanto a las seguidillas también obtuvieron cierto éxito. Por lo


menos, fueron parodiadas por Antoñita, la hija menor de Lope, según
refiere su padre en una carta (Epistolario, ed. de A. G. de Amezúa, IV,
pág. 104): “Tengo salud y la tienen las criadas de Vex.a, ahijadas y
madre. Escriuieron con Aguilar, que se ofreció a traherles azeyte de
Andaluzia para la quaresma, y assi, una dellas, viendo que no viene,
ha vuelto la letra de don Luis de Góngora que dize :

Ay, que muero de zelos de aquel andaluz:


háganme si muriere la mortaja azul,
y
244
desta suerte :
¡ Ay, que al Duque le pido
azeyte andaluz!
Pues que no me le embia,
genare sin luz.

Mire Vex.a si Antoñica puede ya desafiar las musas.”


(Textos según la ed. de I. y J. Millé, Obras completas, ed. Aguilar,
págs. 145 y 421. Vid. el n.° 287.)
427-455. No podemos decir que todas estas cancioncillas de Lope
sean tradicionales o populares, pero tampoco podríamos afirmar que sean
totalmente del Fénix, ya que sabemos que muchos estribillos eran viejos
en su época, como el de la canción de “Veladores”, según afirmaba
en 1611 el gran Covarrubias en su Tesoro. La canción del Caballero de
Olmedo se halla entre las “diferencias” del maestro Cabezón y se can¬
taba hasta hace pocos años, lo mismo que la de las “avellanicas”.
N.° 427, de Las almenas de Toro (J. F. Montesinos, Poesías líricas, I,
pág. 133; el estribillo en El sol parado, Acad., t. 9, pág. 50). N.° 428,
Amores de Albamo y Ismema, Acad., t. I, pág. 5- N.° 429> 4e La
Maya, Acad., t. 2, pág. 48. N.° 430, de El viaje del alma, Acad., t. 2,
pág. 12. N.° 431, de El amante agradecido, Acad. Nueva serie, t. 3,
pág. 136. N.° 432, de Amar, servir y esperar, ibid., pág. 227. N.° 433,
ibidem, pág. 236. En Poesie spagnole del seicento, pág. 36, figuran así:

Río de Sevilla,
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
Río de Sevilla, de barcos lleno,
he pasado el alma y no puede el cuerpo.
¡ Quién te pasase...
Río de Sevilla, de arenas d’oro,
desa parte tienes al bien que adoro.
¡ Quién te pasase...
Río de Sevilla, rico de olivas,
por ti lloran mis ojos lágrimas vivas.
¡Quién te pasase...

Núms. 434-435, de La madre de la mejor, Acad., t. 3, págs. 369 y 382.


Núms. 436-437, de La burgalesa de Lerma, Acad., nueva sene, t. 4,
págs. 67 y 68. N.° 438, de El cardenal de Belén, Acad., t. 4, pag. 181.
Núms. 439-440, de La juventud de san Isidro, ibidem, págs. 533 y 564-

245
Núms. 441-442, de El Conde Fernán González, Acad., t. 7, págs. 424 y
430-1. N.° 443, de Los Benavides, ibidem, pág. 533. N.° 444, de La
locura por la honra, Acad., nueva serie, t. 7, pág. 300. N.° 445, de
El vaquero de Morana, Acad., t. 7, pág. 566. N.° 446, de Las dos
bandoleras, Acad., t. 9, pág. 32. N.° 447, de Lo cierto por lo dudoso,
ibid., pág. 369. N.° 448, de PeribáñeZ y el Comendador de Ocaña,
Acad., t. 10, pág. 126. N.° 449, de El caballero de Olmedo, ibid., pá-
gina 181. Otra versión de la Canción del Caballero ha publicado Margit
Frenk Alatorre (NRFH, XII, 1958, pág. 316) procedente de un ma¬
nuscrito de A. Rodríguez-Moñino:

Esta noche le mataron


al caballero,
a la vuelta de Medina,
la flor de Olmedo.
Esta noche le mataron
los seis traidores :
bien es, señora mía,
la muerte llores
del caballero,
a la [vuelta de Medina,
la flor de Olmedo].
Esta noche le mataron
con emboscada,
con escopetas fieras,
no con espadas,
al caballero, etc.

N.° 450, de El piadoso aragonés, ibid., pág. 262. N.° 451, de La car-
bonera, ibid., pág. 731. N.° 452, de La dama boba, Acad., nueva
serie, t. 11, págs. 620-621. Núms. 453-455, de El villano en su rincón,
Acad., t. 15, págs. 290 y 300.
456-460. Los números 456-459 proceden del Romancero espiritual,
Madrid, 1880, págs. 116, 227, 115 y 138 (los dos últimos dentro de una
“ensaladilla”); el n.° 460 se halla en el auto titulado El peregrino (Ri-
vadeneyra, 58, pág. 207).
461-470. Después de Lope de Vega, Tirso de Molina fue el autor
dramático más aficionado a la lírica de tipo tradicional. N.° 461, de
El colmenero divino, Rivadeneyra, t. 58, pág. 285. N.° 462, de El me¬
lancólico, en NBAE, t. IV, Comedias de Tirso de Molina, t. I, pág. 67.
N.° 463, de La mejor espigadera, ibid., págs. 336-7. N.° 464, de La
venganza de Jamar, ibid., pág. 453. Núms. 465-466, de Antona García,
\
246
ibid., págs. 619 y 620. N.° 467, de La peña de Francia, ibid., pág. 665.
N.° 468, de Los lagos de San Vicente, t. II, pág. 53. N.° 469, de La
Santa Juana, ibid., pág. 286. N.° 470, de La ninfa del cielo, ibid., pá¬
gina 441.
47J-4/2- La 471, del entremés de La Capeadora, y la siguiente, del
Entremés de los órganos (NBAE, vol. 18, págs. 554 y 653. El estribillo
<áe la primera canción era popular, y lo repite Rojas Zorrilla en Lo
que son las mujeres, Rivadeneyra, t. LIV, pág. 210).
473. Del Baile de la boda de Fuencarral, Rivadeneyra, XLIII, pág.
164. (La segunda parte guarda íntima relación con las endechas o plantos
judeo-españoles. Vid. Manuel Alvar, Endechas judeo'españolas, Grana¬
da, 1953.)
474'477- Las dos primeras proceden de La serrana de la Vera (ed. de
R. Menéndez Pidal y M. Goyri de M. Pidal, Madrid, 1916, págs. 10 y
151. Vid. en esa edic. las notas sobre el tema de la serrana en las
canciones populares, págs. 151 y sigs.). N.° 476, de El diablo está en
Cantillana, Rivadeneyra, vol. XLV, pág. 160. N.° 477, de La luna de
la Sierra, ibid., pág. 188.
478-479. La primera, de El acaso y el error (Rivadeneyra, t. IX,
pág- 3)- y Ia 479- de El alcaide de sí mismo (ibid., pág. 515).
480. De La misma conciencia acusa (Rivadeneyra, t. XLIX, pági¬
na 103).
481. De la comedia Don Pedro Miago (Rivadeneyra, LIV, pág. 542).
482. De las Rimas del Incógnito, Rev. Hisp., 1916. (En Cejador,
n.° 2246.)
483-486. De Las obras en verso, Amberes, 1654, págs. 477, 437,
488 y 507.
487-488. El Conde de Salinas (1564-1630), gran amigo de Góngora y
Lope, era un exquisito poeta que a ratos gustaba de recordar las viejas
canciones. Las dos glosas que publicamos son quizá las más cultas de
toda esta selección. (Gallardo, Ensayo, I, col. 151-2.) Vid. los núme¬
ros 86 y 257.
489. Texto de El doctor Juan de Salinas (i55g'iÓ43), ed. de T. Her¬
nández Redondo, Granada, 1932, págs. 156-7. Otras glosas de esa can¬
ción en el Romancero de la Bibl.a Brancacciana, Rev. Hisp., LXV, n.° 53,
y en el Romancero general, ed. cit., n.° 409. Lope de Vega escribió una
comedia titulada Púsoseme el sol, salióme la luna, Acad., IX, donde se
canta:
Púsoseme el sol,
salióme la luna;
¿quién creyera, Natalio,
tan gran ventura?

247
Vélez de Guevara, en La luna de la sierra (Rivadeneyra, XLV, pág. 189),
la transforma en :

En los olivares de junto a Osuna,


púsoseme el sol, salióme la luna.

490. De las Obras de Francisco de Trillo y Figueroa, ed. de A. Ga-


llego Morell, Madrid, 1951, pág. 125.
491-492. De El Entretenido, por Antonio Sánchez Tortoles, Zara¬
goza, 1701, págs. 207 y 215.
493'495- En Manuel Alvar, Endechas judeoespañolas, Granada, 1953*
págs. 55, 65, 67 y 81.
496-501. En Manuel Alvar, Cantos de boda judeoespañoles de Ma-
rruecos, Clavileño, año VI, 1955, n.° 36, págs. 14-17, encontrará el
lector referencias a estas canciones que nosotros podemos publicar ín¬
tegras por la generosidad de M. Alvar, a quien damos las gracias. Véanse
otras en Canciones rituales hispano'judías de Arcadio de Larrea Pala-
cín, Madrid, 1954.
502-506. En José Romeu Figueras, El cantar paralelístico en Cataluña.
Sus relaciones con el de Galicia y Portugal y el de Castilla, en Anuario
musical, IX, 1954, págs. 46 y sigs.

248
INDICE DE PRIMEROS VERSOS

Números

A la daña dina [Lope de Vega] . 434


¡ A la gala, a la gala [Diego Sánchez de Badajoz] . 366
A la gala de la madrina [Lope de Vega] . 428
¡ A la gala de la panadera . 204
A la gala del zagal . 282
A la guerra me lleva [Miguel de Cervantes] . 419
A la hembra desamorada . 278
A la sombra de mis cabellos . 289
A las puertas de nuesos amos [Tirso de Molina] . 464
A mi puerta nace una fonte . 180
¿A quién contaré yo mis quejas 192
¿A quién debo yo llamar [Juan del Encina] . 344

A Salamanca, el escolarillo . 25r


A sombra de mis cabellos . 57

Abaja los ojos, casada. 91

¡ Abalas, ábalas, hala! [Sebastián de Horozco] . 386


Adurmióseme mi lindo amor. . 68
¿Agora que sé d’amor me metéis monja? . 99

Agora que soy niña . I07

Agora viniese un viento [Luis Milán] . 375

Aguamanos pide la niña .


Aguas de la mar [Luis Milán] . 372

— ¡Ah, hermosa . IJ3

¡Ah, si viese el día . 3J8


—Ai flores, ai flores do verde pino [Rey Don Dionís]. 322
Ai, madre, ben vos digo [Pero García Burgalés] . 325

Ai, ondas que eu vin veer [Martín Codax] . 329

Airecillo en los mis cabellos. 292

249
Números

Airecillos del puerto [Francisco de Borja] . 486


Aires frescos del Prado . 232
Al alba venid, buen amigo . 24
Al cantar de las aves . 237
Al coger amapolas . 315
Al revuelo de una garza . 154
Alabásteisos, caballero . 271
Alta estaba la peña . 141
Alza, la niña, los ojos . 142
Allá me tienes contigo . 95
Allá se me ponga el sol . 47
Amor, no me dejes [Juan Álvarez Gato] . 338
Anda, amor, anda . 183
Anda, niño, anda [Tirso de Molina] . 469
Ante me beséis . 191
Aquel árbol que vuelve la foxa [Diego Hurtado de Mendoza]. 332
Aquel caballero, madre . 21
Aquel caballero, madre . 42
Aquel caballero, madre [Luis Milán] . 376
Aquel pajecito de aquel plumaje . 246
Aquel pastorcico, madre . 64
Aquel pastorcico, madre . 221
Aquel si viene o no viene [Juan de Timoneda] . 395
Aquel zagalito [Incógnito] . 482
Aquellas sierras, madre . 132
Aquí no hay [Cristóbal de Castillejo] . 367
Ardé, corazón, ardé . 86
Arded, corazón, arded [Conde de Salinas] . 487
Arrimárame a ti, rosa [Gil Vicente] . 362
Arrojóme las naranjicas . 236
Aunque el campo se ve florido . 267
Aunque me vedes . xy8
Aunque pensáis que me alegro [Miguel de Cervantes] . 421
Aunque soy morenita un poco . 316
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo . 210
J Ay, Fortuna [Lope de Vega] . 455
¡ Ay, luna que reluces . X43
¡ Ay, ojuelos verdes .
¡ Ay, que a las velas de Casilda santa [Tirso de Molina] . 460
¡Ay!, que desde Vienes [Luis Vélez de Guevara] . 476

250
Números

—"¡Ay, que me matáis I" [Luis Milán] . 37,


¡ Ay, que muero de celos . 2g7
1 Ay, que non era.
¡ Ay, Santa María .

Bailan las gitanas [Miguel de Cervantes] . 422


Bailemos agora, por Deus, ai velidas [Joan Zorro] . 327
Besábale y enamorábale . ¡64
Besáme y abrazáme .
Besóme el colmenero . 293
Bien haya quien hizo [Pedro de Padilla] . qxx
Bien quiere el viejo [Gil Vicente] . 363
Bien venga el Alcaide [Lope de Vega] . 439
Bien vengáis triunfando [Lope de Vega] . 441
Buen amor, no me deis guerra . 60
Buscad, buen amor . xx8
ft

Caballero, queráisme dejar . I02


Calladvos, Señor [Gómez Manrique] . 335
Caminad, señora . 218
Caminito toledano [Lope de Vega] . 446
Campanillas de Toledo . 294
Cantaban las aves [Jerónimo de Arbolanche] . 406
Casar chiquitos . 295
Cautivásteme el alma, niña [Miguel de Cervantes] . 420
Cerca la Tablada [Juan Ruiz] . 330
Cervatica, que no me la vuelvas . 77
—Cobarde caballero . 116
Cojamos la rosa [Moreto] . 480
—Colorada estáis, nuestra ama . . 296
¡Cómo lo tuerce y lava . 317
Con el aire de la sierra . 291
¿Con qué la lavaré . 145
Corazón, sigue tu vía . 70
Corten espadas afiladas . 153
Corrido va el abad . 219
Crióme en aldea. 165
¿Cuál es la niña [Gil Vicente] . 360
¿Cuándo, mas cuándo . 280
¿Cuándo saldréis, alba galana . 248

251

22
Números

¿Cuándo saliredes, alba [Lope de Vega] . 444


¡ Cuánt bien habéis entonado . 71

¡ Cuitada de la mora . 297

Chapirón de la reina . 281

D’aquel pastor de la sierra . 126


Dad para la Maya [Lope de Vega] . 429
—“Dame acogida en tu hato . 69
¿De dó viene, de dó viene? [Lope de Vega] . 452
¿De dónde venís, amores? . 123
De iglesia en iglesia . 159
De las dos hermanas, dose . m
De los álamos vengo, madre . 96
—De que morredes, filha, a do corpo velido? [Rey Don Dionís]. 321
De una dama y un labrador . 199
De velar viene la niña . 75
Debajo de la peña nace . 207
Debajo del limón . 499
Decid, gentil aldeana . 74
Decilde a mi amor . 500
Decilde al caballero que non se queje . 150
Deja las avellanicas, moro [Lope de Vega] . 454
—Deja ya tu soledad . 115
Dejaréis, amor, mis tierras . 223
Déjeme cerner mi harina . 261
Del amor vengo yo presa . 184
Del rosal sale la rosa . 97
Del rosal vengo, mi madre [Gil Vicente] . 359
Dentro en el vergel . 44
Descendid al valle, la niña . 106
—Desciende al valle, niña . 58
Desdeñastesmé [Fernando de la Torre] . 334
Dicen a mí que los amores he . 151
Dicen que me case yo [Gil Vicente] . 352
Dícenme que tengo amiga . 179
—Digas, morena garrida . 197
—Dime, pajarito que estás en el nido . 298
Dime, señora, di [Juan Álvarez Gato] . 339
—Dinos, zagala, ¿cuál de los dos [Juan de Timoneda] . 392

252
Número*

Dios me libre, madre [Luis Quiñones de Benavente]. 472


Dos ánades, madre . 35,

El mi corazón, madre . 65,


¡ El mi corazón, madre [J. Fernández de Heredia]. 383.
Eli amor que me bien quiere . 32;
Embarcóse mi amado [A. Sánchez Tortoles] . 492:
En aquella peña, en aquella . 167
En Ávila, mis ojos . 38'
En Cañatañazor . 5'

En clavell, sí m ajut Déu . 505.


En esta montaña [Lucas Fernández] . 351
En la cumbre, madre . 256-
En la cumbre, madre . 2751
En la fuente del rosel . i27‘
En la huerta nasce la rosa [Gil Vicente] . 35^’

En la peña, sobre la peña [Antonio de Villegas] . 4°5'

En San Julián [Baltasar del Alcázar] . 4t6‘

En Valladolid, damas [F. de Rojas Zorrilla] . 481


Encima del puerto . l7T
Enemiga le soy, madre . 66
Enojásteos, señora . *73

Entra mayo y sale abril . 3°'

Entra mayo y sale abril [Valdivielso] . 457

Entra mayo y sale abril [Tirso de Molina] . 46/

Envíame mi madre . 31?

Enviárame mi madre .
Enviárame mi madre . 268
Eres niño y has amor [Fray Iñigo de Mendoza] . 341

Esposo y esposa [Juan de Timoneda] . 39°

Ésta sí que es siega de vida [Lope de Vega] . 445

Estábame yo en mi estudio . 299

Estas noches atán largas . 46


Este niño se lleva la flor [Lope de Vega] . 45°

Este pradico verde .


Estos mis cabellos, madre . 220
¡Eya, velar! ¡Eya, velar 1 ¡ Eya, velar! [Gonzalo de Berceo]. 320

Falalalanlera .
Falsa me es la segaderuela . 27°'

253
Números

Feridas tenéis, amigo . 284


Florecicas azules [José de Valdivielso] . 460
Floreció tanto mi mal [Juan del Encina] . 345
Fuérame a bañar . 498

Galericas de España [Lope de Vega] . 432


Garid vos, ay yermanelas . 3
Gentil caballero . 87
Gila Gonzalé [Lope de Rueda] . 398
Gritos daba la morenica . 155
Gritos daban en aquella sierra . 52
Guárdame las vacas [Cristóbal de Castillejo] . 368
Guay de la molinera . 300

Hacen en el puerto . 259


Hadas malas me hicieron negra . 301
¡ Hagádesme, hagádesme . 18
Háganle, le hagan . 495
Halcón que se atreve [Gil Vicente] . 357
Hilandera era la aldeana [Tirso de Molina] . 466
— ¡Hola!, lirón, lirón . 269
1 Hola 1, que me lleva la ola [Lope de Vega] . 430

Irme quiero, madre [Luis de Camoens] . 404


Isabel, Isabel . 88

—“La bella mal maridada . 20


La del abanillo . 241
La ira de Dios .
La luna de la sierra [Luis Vélez de Guevara] . 477
La malva morenica, y va [Valdivielso] . 458
La niña gritillos dar .
La niña no duerme . 286
La novia, vuestros cabellos . qgy

La que me robó mi fe .
La que tiene el marido pastor . 209
La sierra es alta [Pedro de Padilla] . 4IO
Las flores del romero [Luis de Góngora] . 425
Las mañanas de abril . ,
i

254
Números

Las mis penas, madre


26
Las ondas de la mar
264
Las ovejas se me van [Diego de Negueruela]
387
Lastima tengo de veros [Gaspar de Aguilar]
473
Levad’, amigo, que dormides as manhanas frias
[Fernandes
Torneol] .
324
Levantóse un viento .
303
Levantou's’ a velida [Rey Don Dionís]
323
Lindos ojos ha la garza
283
Lindos ojos habéis, señora
110
Lo que demanda .
169
Los cabellos de mi amiga
17
¡ Los comendadores .
8.
Los mis pensamientos, madre [Diogo Bernardes]
409,
Luna que reluces .
247

Llamábalo la doncella [Alonso de Alcaudete]


378
Llamáisme villana .
120
Llamo con suspiros [Francisco de Borja] 484
Llena va de flores [A. Sánchez Tortoles] 491
Lleva un pastorcico.
80
Llorad las damas, sí Dios os vala
7
Llueve menudico .
205

Madre, la mi madre [Miguel de Cervantes] 418


Malferida iba la garza .
133
Malhaya la barca . 225
¡ Malhaya quien los envuelve [Gil Vicente]
355
Mal herido me ha la niña [Gil Vicente] 364
Mala noche me distes [Lope de Rueda]
399
Malogrado muere .
493
Mano a mano los dos amores . 28
Mañanicas floridas [Lope de Vega] . 438
Más quiero yo el invierno [Francisco de Borja] 483
Mátanme los celos de aquel andaluz [Luis de Góngora] 426
—Meteros quiero monja . 190
—Mi ventura, el caballero .
33
Mimbrera, amigo [Lope de Rueda] . 400
Minno amor, dexistes “Ay” .
27
Mira, Juan, lo que te dije .
157

255
Números

211
Miraba la mar .
304
Mírame, Miguel .
174
Mis ojuelos, madre .
196
Mis penas son como ondas del mar
440
Molinito que mueles amores [Lope de Vega]
181
Montaña hermosa .
348
Montesina era la garza [Juan del Encina] ... .
215
Morenica, dime cuándo.
98
Morenica m’era yo .
Muele, molimco [Juan de Molina] . 377

Muy graciosa es la doncella [Gil Vicente] ... 354

Namoráronse mis ojos [Juan de Timoneda] . 394


29
Niña, erguídeme los ojos .
Niña, guárdate del toro [Lope de Vega] . 437
22
Niña y viña, peral y habar .
No enjuguéis, madre mía [Diogo Bernardes] . 408

No la debemos dormir [Fray Ambrosio Montesino] 342


496
No me echéis de la tierra .
No me engañarás más [Valdivielso] . 459
122
No me firáis, madre .
90
No me habléis, conde .
No me las enseñes más [Diego Sánchez de Badajoz] 365
231
No me los ame nadie .
306
No me llames bien hadada .
128
5 No me llaméis sega la erva .
234
No me mires, moreno .
67
No oso alzar los ojos .
189
No paséis, el caballero .
502
No puch dormir soleta, no.
No pueden dormir mis ojos . 56
No puedo apartarme. 43

No quiero ser monja, no . 50

No salgáis de noche a caza, el caballero . 230


89
No sé qué me bulle .
No sois vos para en cámara, Pedro . 253

No te tardes que me muero [Juan del Encina] . 547

No tengo cabellos, madre . 124


238
Norabuena vengáis, abril .
506
No-us cal Ver agí passar .

256
Números

Nunca Dios te dé rencilla . 229

1 Oh, cuán bien segado habéis [Lope de Vega] . 443


| Oh qué bien que baila Gil . 239
1 Oh qué fresco y claro día [Luis Milán] . 373
Ojos de la mi señora . I2
Ojos garbos ha la niña [Juan del Encina] . 346
Ojos morenicos . 4!
Ojos morenos . I03
Ojos que no ven . 217
Ojuelos graciosos . 79
Olvidar quiero mis amores . 176
Ondas do mar de Vigo [Martín Codax] . 328
¡ Ora, amor, ora no más. 206
Orillicas del río . 279
¡ Oxte, morenica, oxte . 212

Paced a vuestro solaz [Juan de Timoneda] . 389


Pajarero sois d’amor [Luis Milán] . 369
Pandero, el mi pandero . 307
Papagayos, ruiseñores [Femando de Rojas] . 343
Para mí, para mí son penas . 160
¿Para qué quiero, madre [Francisco de Borja] . 485
¿Para qué’s, dama, tanto quereros? . 195
Parecéis molinero, amor . 244
Parióme mi madre . 72
Partir quiero yo . 73
Pasas por mi calle . 233
Paséisme ahora allá, serrana . 61
Pastorcico nuevo [Tirso de Molina] . 461
—Pastorcico, tú que vienes [Francisco de Ocaña] . 414
Péname el amor, madre . 305
Pensamiento, ¿dónde has estado [Conde de Salinas] . 488
Pensamientos me quitan . 257
Pensóse el villano. 208
Perdí la mi rueca . 62
Perdida traigo la color . 92
Perdíme por conoceros. 76
Perricos de mi señora . 193
Pingúele, respinguete . 23

257
Números

Pisa, amigo, el polvillo . 227


Pisaré yo el polvico [Miguel de Cervantes] . 423
Pois que Madalena . 255
Por amores lo maldijo . . 105
Por aquí daréis la vuelta [Lope de Vega] . 442
Por aquí, por aquí, por allí [Lope de Vega] . 451
Por beber, comadre . 59
¿Por dó pasaré la sierra [Gil Vicente] . 358
Por el montecico sola . 243
Por el montecico sola [Lope de Vega] . 453
¡ Por el val verdico, mozas . 182
Por encima de la oliva . 213
Por Morales van a Toro [Tirso de Molina] . 465
Por mi vida, madre . 117
¿Por qué me besó Perico . ,. 94
Por un pajecillo . 242
Por un sevillano [Miguel de Cervantes] . 417
Por una gentil floresta [¿Marqués de Santillana?] . 333
Por una morenita . 314
Por una vez que mis ojos alcé . 131
Por vida de mis ojos . 129
Por vida de mis ojos [J. Fernández de Heredia] . 384
Por vos mal me viene . 45
Portalico divino [Francisco de Ávila] . 415
Preso me lo llevan . 226
Pues mi pena veis . 9
Pues que me sacan a desposar . 308
Pues todas las aves vuelan [Juan de Timoneda] . 393
Puñalitos dorados . 288
Puse mis amores . 93
Puse mis cabellos . 263
Púsoseme el sol [Juan de Salinas] . 489

¡Qué bonica labradora . 119


Que de noche le mataron [Lope de Vega] . 449
¿Qué de vos y de mí, señora. 161
Que el clavel y la rosa [Tirso de Molina] . 462
—Que entrad, el extranjero.t... 272
¿Qué faré, mamma? . 4
¿Qué faré yo o qué serád de mibi? . 2

258
Números

Que las manos tengo blandas [J. Fernández de Heredia] . 382


¿Qué me queréis, caballero? . 37
Que no cogeré yo verbena. 250
Que no hay más fresca ribera . 200
Que no hay tal andar. 277
Que no me desnudéis. 125
Que no quiero amores. 162
¿Qué razón podéis tener . 101
Que se caiga la torre [Luis Quiñones de Benavente] . 471
Que si viene la noche [Tirso de Molina] . 470
Que todos se pasan en flores . 138
Que yo, mi madre, yo . 100
¡ Quedito! No me toquéis [Gabriel de Peralta]. 424
Quien amores tiene, ¿cómo duerme? . . 109
Quien bien hila. 228
¡ Quién como ella [Luis Vélez de Guevara] . 474

Quien me vido algún tiempo . 3°9

¡Quién vos había de llevar . 31

¿Quién podrá no amaros [López de Ü’beda] . 412

¿Quién podrá alegrarse [Lope de Vega] . 435

¡ Quién viese aquel día [Francisco Sá de Miranda] . 380


Quiero dormir y no puedo . 135

Quiero ir morar al monte [Álvarez Pereira] . 402

Quiero, y no saben que quiero [Calderón de la Barca]. 478


Quita allá, que no quiero [Juan Álvarez Gato]. ■• ... 33^

Recordad, mis ojuelos verdes . 222


Recordedes, niña. 2^°
Rey don Alonso. ^3

Riberitas del río . 273


Río de Sevilla [Lope de Vega] 433

Río de Sevilla [Lope de Vega] . 447

Rodrigo Martínez . 51

Romerico, tú que vienes [Juan del Encina] . 35°

Salga la luna, el caballero . 112


° /'z:
Salteóme la serrana . 100
Salteóme la serrana [Luis Vélez de Guevara] . 475

¡Sañosa está la niña! [Gil Vicente] . 353

259
Números

¡ Sea bienvenido, sea [Jorge de Montemayor] . ¿(03


Sedia-m'eu na ermida de San Simión [Meendiño] . 326
Segadores, afuera, afuera [Tirso de Molina] . 463
Senyora, cors magniffich . 504
Señor Gómez Arias [Sebastián de Horozco] . 385
—-¡Señora la de Galgueros . 214
Señora, pues quiso Dios [Feliciano de Silva] . 381
Señores, dat al escolar [Juan Ruiz] . 331
Serviros ía, y no oso . 48
Serrana del bel mirar . 55
Si amores me han de matar . 152
Si d’ésta escapo. n
Si de vos, mi bien, me aparto . 171
Si el pastorcico es nuevo . 104
—Si jugastes anoche, amore . 154
Si la noche hace escura . x^o
Si la noche hace escura .
Si lo dicen, digan . 36
Si los delfines mueren de amores . 136
Si los pastores han amores. 175
¿Si me llaman? ¡A mí llaman! . 121
Si muero en tierras ajenas. xg
¡ Si queréis comprar romero . 168
Si queréis que os enrame la puerta . 290
Si tantos halcones. 84
Si te vas a bañar, Juanilla. 1¿j7
Siempre m’habéis querido. xj
Siento unos celos . 2-,^
So ell encina encina. ^
Sol sol gi gi A B C . ^
¡ Sola me dejaste [Francisco Sá de Miranda] . 37g
Soledad tengo de ti .
Soles claros son [J. Díaz Rengifo] . 413
Solía que andaba . ^I0
Solía ser bien querido . g-,
Solíades venir, amor [Juan Álvarez Gato] . 340
Soñaba yo que tenía . T^g
Sospiró una señora [Luis Milán] . ^7i
Soy garridica [Juan de Timoneda] . 3c7
Soy garridilla e pierdo sazón . I0
I
260
Números

Soy serranica . 146


Subiera Morales [Calderón de la Barca] . . 479

Tan buen ganadico [Juan del Encina] . 349


Tañen a la queda . 285
Tárrega, por aquí van a Málaga .. 258
¡ Tenedme los ojos quedos . 66
Tengo unos amores . 24°
Teresilla hermana . 203
Tibi ribi rabo [Bartolomé Palau] . 3^8
Todas cantan en la boda . 3I!
Todos duermen, corazón . 34
Trébol, florido trébol . 202
Trébole, ¡ay, Jesús, cómo huele! . 249
Trébole, ¡ay, Jesús, cómo huele! [Lope de Vega] . 448
Tres morillas me enamoran . 25
Turbias van las aguas, madre. 2^5

Una senyora que ací ha . 5°3


Uno tengo al remo . 224
Unos ojos bellos [Valdivielso] .. .. 45^

Vaisos, amores, de aqueste lugar . 2ÍU


¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan [F. de Trillo y Fi-
gueroa] . 49°
Vamos a coger verbena . *^7
Van y vienen las olas .*. 27^
Vanse mis amores, madre [Gil Vicente] . 3^1
Vayse meu corachón de mib . 1
Véante mis ojos [Pedro de Andrade Caminha] . 401
Véante mis ojos [Santa Teresa de Jesús] . 4°7
—Velador que el castillo velas [Lope de Vega] . 427

Vengáis norabuena . 201


Vengo de tan lejos .
Venida es, venida [Juan Alvarez Gato] . 337
Ventecico murmurador .
Veo las ovejas [Juan de Timoneda] . 39
1 ... 170
Veo que todos se quejan .
J 144
Vi los barcos, madre .
Vienen de San Lucar [Lope de Vega] . 43

261
Números

Viuda enamorada . I5g


Vos me matastes . I34
Voz tiene el águila, niña . ^I2
Vuestros ojos morenillos .
Vuestros son mis ojos . g,

Y decid, serranicas, ¡ eh! . j^-,


Y la mi cinta dorada. g,-
Ya amanece, ya amanecía .•. 494
Ya cantan los gallos . g
Ya florecen los árboles . I0g
Ya no cogeré verbena [Lope de Vega] . 436,
Ya no más, queditico, hermanas . 26S
Ya no más; queditito, amor.
Ya no me porné guirnalda . rgg
Ya nunca verán mis ojos .- g
Ya traemos a la vaca .
Yendo y viniendo [Luis Milán] . 37c>
Yo, madre, yo . g
Yo me iba, mi madre . g
Yo me soy la morenica . I4Z>
Yo no entiendo al Amor, madre . Z_,
¿Yo qué la hice, yo qué la hago . 2^2

—Zagala, ¿dó está tu amore? [Juan de Timoneda] . 39r


Zagaleja de lo verde . g
Zagaleja del ojo rajgado . ^
ÍNDICE GENERAL

Págs.

En el pórtico de una Antología de la Poesía


española, por Dámaso Alonso . IX

Introducción, per José Manuel Blecua . XXXI

Advertencia . LXXXV

Poemas anónimos (núms. 1-319) . 3

De diversos autores . 125

Gonzalo de Berceo (n.° 320) . 125


Rey Don Dionís (321-323) . 126
Nuno Fernandes Torneol (324) . 129
Pero García Burgalés (325) . 129
Meendiño (326) . 130
Joan Zorro (327) . 131
Martín Codax (328-329) . 131
Juan Ruiz (330-331) . 132
Almirante Don Diego Hurtado de Mendoza (332) ... 135
¿Marqués de Santillana? (333) . 136
Fernando de la Torre (334) . 137
Gómez Manrique (335) . 138
Juan Álvarez Gato (336-340) . 139
Fray íñigo de Mendoza (341) . 141
Fray Ambrosio Montesino (342) . 142

263
Pdgs.

Fernando de Rojas (343) . J4Z


Juan del Encina (344-350). *45
Lucas Fernández (351) . 15c>
Gil Vicente (352-364) . ^5°
Diego Sánchez de Badajoz (365-366) . 15^
Cristóbal de Castillejo (367-368) . 15&
Luis Milán (369-376). 15&
Juan de Molina (377) . 161
Alonso de Alcaudete (378) . 162.
Francisco Sá de Miranda (379-380). 163;
Feliciano de Silva (381) . 164
J. Fernández de Heredia (382-384) . 164
Sebastián de Horozco (385-386) . 165
Diego de Negueruela (387) . 167
Bartolomé Palau (388) . 167
Juan de Timoneda (389-397) . 168
Lope de Rueda (398-400) . 172
Pedro de Andrade Caminha (401) . 173
Álvarez Pereira (402) . 174
Jorge de Montemayor (403). 174
Luis de Camoens (404) . 175
Antonio de Villegas (405) . 176
Jerónimo de Arbolanche (406) . 176
Santa Teresa de Jesús (407) . 177
Diogo Bernardes (408-409) . 178
Pedro de Padilla (410-411) . 179
Juan López de Übeda (412) . 180
J. Díaz Rengifo (413) . 18 r
Francisco de Ocaña (414) . i8r
Francisco de Ávila (415). 182
Baltasar del Alcázar (416) . 183
Miguel de Cervantes (417-423) . 185
Gabriel de Peralta (424) . 188
I
264
Págs.

Don Luis de Góngora (425-426) . 189


Lope de Vega (427-455) . ]9o
José de Valdivielso (456-460) . 203
Tirso de Molina (461-470) . 205
Luis Quiñones de Benavente (471-472) . 209
Gaspar de Aguilar (473) . 210
Luis Vélez de Guevara (474-477) . 211
Calderón de la Barca (478-479) . 213
Moreto (480) . 213
F. de Rojas Zorrilla (481) . 214
Incógnito (482) . 214
Don Francisco de Borja (483-486) . 215
Don Diego de Silva y Mendoza (487-488) . 216
Juan de Salinas (489) . 218
Francisco de Trillo y Figueroa (490) . 218
Antonio Sánchez Tortoles (491-492) . 219

Canciones judeo-españolas (493-501) . 222

Canciones catalanas (502-506) . 227

Notas . 231

Indice de primeros versos . 2.49

265
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APR i; 1975
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5 1977.

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*
PQ 6176 .A47 1964
Alonso, Damaso, 1898- ed. 010101 000
Antología de la poesía español

0 1163 0242690 7
TRENT UNIVERSITY

PQól7é .A47 1964

Alonso, Dámaso (ed.)

Antología de la poesía
española.
L___ 54293
DATE ISSUED TO

54293
PQ Alonso, Dámaso (ed.)
6176 Antología de la
A47 poesía española. 2. ed.,
1964 corr.

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