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Facultad de Derecho
Grado en Criminología
FAMILIARES DE PERSONAS
DESAPARECIDAS: ESTUDIO DE
VICTIMIZACIONES SECUNDARIAS.
Luis Fernández Martínez
Trabajo Fin de Grado de Criminología
Agradecimientos
Quiero mostrar mi más sincero agradecimiento a D. Hugo Carlos Prieto Adamez, jefe del Área
de Delitos Contra las personas de la Sección Central de Investigación de la Ertzaintza, que me
“abrió” las puertas para llevar a cabo las entrevistas a las familias de las personas
desaparecidas y los representantes de las entidades que ayudan a las familias en la resolución
de los casos, sin su colaboración este trabajo no habría sido posible.
A D. Eduardo Sainz de Murieta García de Galdeano, jefe del Área de Investigación Criminal de
la Policía Foral de Navarra, cuyo impulso y creencia en este estudio me resulto fundamental
para llevarlo adelante.
A mi directora, Doña Ana Luz Cuervo García, por su sabia dirección y disposición para
ayudarme en todo momento al desarrollo del presente trabajo.
A los cuatro representantes de las entidades sociales de ayuda a las familias de personas
desaparecidas que han colaborado en este estudio. Gracias por vuestra labor y dedicación
absoluta a las familias, simbolizáis un ejemplo para la sociedad.
¿Dónde estás? ¿Cómo te traigo de la nada? Si en la nada nadie vive. Si no hay caminos de
regreso, si allí no existen rincones de encuentro, si en la nada no hay direcciones, ni espacios
concretos. Si en la nada nadie te toca, nadie te acaricia, nadie te encuentra, y menos aún hay
justicia.
¿Cómo te rescato? ¿cómo volverte real de nuevo? ¿Cómo se le explica al mundo que te
ausentaste sin relevo, sin siquiera un aviso previo?… Sin dejar señales, sin un rastro, sin una
huella que seguir para encontrarte. Un silencio inexplicable sustituyó tu cuerpo, y nuestra
historia quedó sin completarse, en un vacío inmenso.
Resumen
Las desapariciones como fenómeno complejo representan un desafío sustancial para todos
los agentes de los cuerpos de seguridad, que además de desarrollar sus funciones operativas,
deben prestar especial atención, a las familias para tratar de paliar, en la medida de los
posible, los efectos de la experiencia traumática. El presente trabajo, se centra en el análisis
reflexivo de los procesos de victimización que pueden gestarse dentro del marco de la
investigación policial en el caso de personas desaparecidas. Para ello, se ha llevado a cabo un
estudio de casos teniendo en cuenta a las familias afectadas por la desaparición de un ser
querido, y a algunos representantes de las entidades sociales que trabajan con esta
problemática, incluyendo la visión de un especialista policial en la materia. Los resultados
muestran un conjunto de variables derivadas de todo el proceso policial, que interactúan
coadyuvando en la revictimización de las familias.
Abstract
Disappearances as a complex phenomenon, represent a substantial challenge for all law
enforcement agents, who in addition to developing their operational functions, must pay
particular attention, to the families in order to try to mitigate, as far as possible, the effects of
the traumatic experience. The present paper focuses on the reflective analysis of the
processes of victimization that can arise within the framework of the police investigation. With
this aim, a case study analysis has been done with the families affected by cases of missing
people and with some representatives of social entities which work in this topic, including the
vision of a police specialist in the field. The results show a set of variables, derived from the
entire police process, which interact and contribute to the revictimization of families.
Keywords: missing person, absent person, secondary victimization, revictimization, and direct
victim.
Índice de contenidos
1. Introducción ................................................................................................................. 11
Las víctimas............................................................................................................ 33
Victimización secundaria................................................................................. 41
Victimización terciaria..................................................................................... 44
Metodología .......................................................................................................... 47
La muestra ...................................................................................................... 47
3.2.4.1. Percepción y opinión sobre el tratamiento interpersonal por las FCS. ...... 50
Prospectiva ............................................................................................................ 80
Recomendaciones: ................................................................................................. 82
Índice de figuras
Figura 1: Evolucion temporal de las denuncias por desaparicion en España (2015-2019) ..... 19
Índice de tablas
Tabla 1: Evolucion temporal de las denuncias por desaparicion en España (2015-2019)………18
Tabla 2: Evolución temporal de las denuncias por desaparición en EEUU (2015-2019) ....... 211
1. Introducción
La problemática de las personas desaparecidas (en adelante PDSA), constituye sin duda una
realidad poliédrica, en la que convergen múltiples elementos individuales, socioeconómicos,
psicológicos, emocionales, legales, etc.
En España, anualmente se calculan en unas 30.000 las comunicaciones por desapariciones que
son registradas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (en adelante FCS), Guardia Civil, Cuerpo
Nacional Policía, Ertzaintza, Mossos d’Esquadra y Policía Foral de Navarra (PRIETO, 2019).
Por consiguiente, resulta indiscutible, que nos enfrentamos a un reto mundial, creciente, no
resuelto y ciertamente invisible para la sociedad, que afecta por igual a cualquier estrato
poblacional, y que representa una de las mayores demandas sobre los recursos de las
organizaciones policiales.
Las consecuencias más graves del suceso, los soporta el propio desaparecido/a (víctima
directa), que, en un porcentaje no muy elevado, tendrá un desenlace fatal, con la muerte del
implicado, por causa natural o de origen violento (accidental, autolítica u homicida). A modo
de ejemplo, durante el año 2019, del total desapariciones registradas en España, en un 1,54%
de los casos se acabó hallando a la persona fallecida según el Centro Nacional de
Desaparecidos (en adelante CNDES).
Sin embargo, no deberían caer en el olvido el entorno más cercano de las PDSA, el grupo
familiar y allegados íntimos, a los que la ciencia criminológica les etiqueta como víctimas
indirectas, dado que también sufren los efectos del hecho traumático, principalmente con
secuelas de índole psicológico-emocional (PARR y STEVENSON, 2013).
En este sentido, se debe tener presente que, si bien un alto índice de denuncias de PDSA,
entorno al 95%, se resuelven en los primeros días o semanas, existe un significativo número
de casos que se prolongan durante meses, años e incluso décadas, sin resultados efectivos
que lleven a la localización del ausente. Desde el año 2010, fecha en la cual se implementó la
base de personas desaparecidas y restos humanos sin identificar (en adelante, PDYRH) para el
registro integral de las desapariciones, por todos los cuerpos policiales, constan un total de
5.529 casos sin esclarecer, a fecha 31 de diciembre de 2019 (CNDES, 2020).
Los familiares experimentan lo que se denomina una “pérdida ambigua” BOSS (2002, p.39)
autora que acuñó el citado termino, expone que «Hay dos tipos básicos de pérdida ambigua.
En el primer tipo, las personas están físicamente ausentes, pero permanecen psicológicamente
presentes. Incluso si se presume muertos y nunca se han encontrado sus restos. Los miembros
de la familia están preocupados por la persona perdida y piensan en poco más, incluso años
después»
En algunos supuestos, el grupo familiar recorre un largo y duro proceso, sin recibir respuestas
efectivas de las instituciones responsables de la resolución del caso, debiendo hacer frente a
los efectos propios de una situación aguda de estrés (DE PUELLES, 2018).
Para ofrecer una respuesta integral e integrada a un suceso tan complejo y dinámico como es
el de las PDSA, resulta imprescindible abordarlo desde una perspectiva global, analizando
rigurosamente sus múltiples dimensiones, siendo éstas legales, económicas, sociales,
familiares, penales, civiles, asistenciales, etc. Teniendo presente, que una situación de este
tipo, en un porcentaje mínimo de casos tendrá connotaciones delictuales, vinculándose más
bien con problemáticas sociales y familiares, de salud mental, enfermedades
neurodegenerativas, dificultades económicas, problemas con la justicia u otras variables no
criminales (JAMES, ANDERSON y PUTT, 2008).
En el contexto policial español, en los últimos años se han desarrollado diversos estudios
dirigidos a ofrecer ayuda en las investigaciones criminales, especialmente en los casos
catalogados como de alto riesgo y en aquellos otros en los que subyace un componente
criminal.
También, en el ámbito universitario, se han elaborado últimamente dos estudios que versan
sobre los cadáveres y restos humanos sin identificar y la comparación con las denuncias
activas por desapariciones, así como un análisis de situación criminológica de personas
desaparecidas (BELTRAN, 2016 y GALLEGO, 2018). De igual forma, recientemente se ha
publicado un interesante libro, que recibió el premio a la mejor investigación por la Fundación
Entre las cuestiones que más investigaciones empíricas han suscitado, se podrían citar el
diseño de sistemas de valoración del riesgo de que la PDSA se dañe sí misma o a terceros
(ACPO, 2010, GIBB y WOOLNOUGH, 2005), el establecimiento de protocolos normalizados de
investigación con pautas específicas dependiendo la clase de desaparición (CNDES, 2019), las
metodologías de planificación y gestión de las búsquedas (VICENTE, JABALERA y KOESTER,
2018) y las herramientas para predecir el escenario más factible de la desaparición (voluntaria,
auto lítica, accidental o criminal), entre otras.
Probablemente, una de las razones que más ha influido en esta ausencia de estudios empíricos
sobre los procesos de victimización secundaria, reside en que el sistema jurídico-penal prioriza
la búsqueda de la realidad material del suceso, pasando a un segundo plano la asistencia y
auxilio a la víctima (directa e indirecta) o despersonalizando su tratamiento (ALBERTIN,2006).
Además, se debe tener presente que determinados casos de PDSA cada vez provocan más
inquietud y repercusión entre la población, cuestión que también, genera un reclamo de
estudios especializados por parte de la sociedad en general y de forma particular por los
familiares que se ven inmersos en esta situación tan dramática.
A este respecto, las FCS en su misión investigadora, asumen desde los primeros instantes un
papel clave y crítico, ya que las familias suelen depositar todas sus esperanzas en los
especialistas policiales y en su capacidad para localizar en buen estado a su ser querido en el
menor tiempo posible.
Hay que reconocer, tras consultar con diversos profesionales en la materia, que, si bien las
organizaciones policiales han progresado mucho en los últimos años en los procedimientos
operativos y metodologías de investigación, existen todavía déficits latentes y aplazados
respecto al tratamiento interpersonal y a la atención proporcionada a los familiares.
Ante cualquier escenario de desaparición, la asistencia y relación policial con los familiares
debería orientarse siempre desde una perspectiva humanista/social para tratar de mitigar en
la medida de lo posible el impacto emocional del hecho, o al menos no agravarlo.
El objetivo de este apartado se centra en ofrecer una visión panorámica del estado del
problema de las PDSA, desde diversos ángulos. Primeramente, se caracterizará la
trascendencia del fenómeno, mediante su cuantificación con cifras y datos estadísticos
provenientes de diversas fuentes oficiales nacionales e internacionales. Por otra parte, desde
un punto de vista conceptual se pondrá de manifiesto la dificultad para acotar el significado
exacto y alcance del término “persona desaparecida”. Igualmente, se expondrán las
principales clasificaciones de desapariciones manejadas en el panorama nacional e
internacional. Finalmente, se explicará argumentará la controversia existente en algunos
aspectos del fenómeno de las PDSA tanto desde el plano social como desde el ámbito legal y
policial.
Respecto a la situación en España, como hito importante, se debe resaltar que desde el año
2010, se activó el sistema PDYRH de registro de información de PDSA y restos humanos sin
identificar Este “banco” de información se utiliza por las FCS de ámbito estatal y autonómico
para introducir los datos procedentes de las denuncias por desaparición de personas, así como
aquellos relativos a los cadáveres y restos humanos sin identificar, que son hallados por las
FCS, en sus actividades operativas.
El sistema PDYRH, realiza un cotejo o comparación de los datos contenidos en los expedientes
Ante Morten (AM), de personas desaparecidas y de los Post Morten (PM), proveniente de los
restos humanos y cadáveres sin identificar, que han sido registrados previamente, para
detectar coincidencias, es decir, identificaciones positivas que serán comunicadas a las FCS
titulares de las investigaciones.
A fecha 31 de diciembre de 2019, el sistema PDYRH habían registrado una cifra absoluta de
202.529 denuncias por desaparición de personas, desde su puesta en funcionamiento en el
año 2010. Ahora bien, se debe matizar que progresivamente se van incorporando a la base de
datos, informaciones procedentes de denuncias anteriores al año 2010. Por su importancia,
debe indicarse que de la cifra global de denuncias (202.529) registradas en el PDYRH, un total
de 5.529, continúan en estado activo a fecha 31 de diciembre de 2019, lo que
porcentualmente representa un 2,73% del total de las denuncias recogidas (CNDES, 2020).
Igualmente, parece relevante recordar que del total de denuncias activas (5.529), un elevado
porcentaje del 35,77% (un total de 1.978) incumben a un colectivo especialmente vulnerable
integrado por menores de edad (edad actual), principalmente jóvenes menores extranjeros
no acompañados (en adelante MENAS) y fugados de centros de protección a la infancia y
juventud (CNDES, 2020).
Otra cuestión transcendente, viene referida a que el sistema PDYRH, a fecha 31 de diciembre
de 2019, ha registrado un total de 3.916 cadáveres y restos humanos (expedientes pos-
morten), de los cuales 713 han sido identificados y 3.203 permanecen sin identificar. Del total
de los cadáveres con identificación positiva (713), en tan sólo 114 casos existían una denuncia
previa registrada en el PDYRH. En el resto de los supuestos la identificación de los cadáveres
y restos humanos, se logró por otros medios, debido a que no se interpuso la denuncia por
desaparición de la persona con la que se identifica el cadáver (CNDES, 2020).
En torno a este punto, por su importancia se debe indicar que, a finales del 2019, del total de
cadáveres y restos humanos registrados en PDYRH, en un porcentaje del 81,8% de los casos
no se ha logrado la identificación (CNDES, 2020).
Tabla 1: Evolución temporal de las denuncias por desaparición en España. Fuente: Elaboración
propia con datos obtenidos de los informes del Ministerio del Interior (CNDES, 2020).
DATOS DENUNCIAS POR DESAPARICION EN ESPAÑA 2015-2019
Nº DENUNCIAS VARIACIÓN TASA DENUNCIA POR
DENUNCIAS
AÑO POR DESAPARICION INTERANUAL1 DESAPARICION x
ACTIVAS
FORMALIZADAS (cifras absolutas) 100.000 Habitantes
2015 25.411 148 54,71
2016 21.569 -3.842 189 46,35
2017 24.876 +3.307 597 53,31
2018 29.796 +4.920 758 63,48
2019 26.356 -3.440 2.451 55,95
TOTAL 128.008 4.143
1
La variación interanual, refleja la diferencia en números absolutos, del número de denuncias interpuestas de
un año con respecto al ejercicio anterior.
Del análisis de las cifras, se desprende una tendencia ciertamente estable en el número de
denuncias interpuestas por desaparición en el periodo 2015-2019, fluctuando entre un
máximo de 29.796 en el año 2018 y un mínimo de 21.569 en el año 2016.
En el total del periodo analizado se contabilizan 128.008 denuncias, quedando activas un total
4.143 casos, es decir un 3,2% del total de denuncias presentadas en la citada franja temporal.
Así, hemos de indicar que por denuncia “activa” se entiende aquella que no ha sido cesada
en el sistema PDYRH, por no conocerse el paradero de la persona desaparecida. Aunque
frecuentemente se da la circunstancia de que un familir o allegado de la persona desparecida
interpone la denuncia pero deja de notificar a las FCS, la aparición o localización de la misma
(CNDES).
35.000 3.000
29.796
DENUNCIAS REGISTRADAS
DENUNCIAS ACTIVAS
30.000 2.500
25.411 24.876 26.356
25.000 21.569 2.000
2.451
20.000
1.500
15.000
1.000
10.000
5.000 758 500
148 189 597
0 0
2015 2016 2017 2018 2019
Por otra parte, se debe matizar que, en el plano internacional, el registro estadístico de las
personas desaparecidas, presenta situaciones desiguales, dependiendo del país en cuestión,
al no disponer en algunos casos de sistemas de recolección de datos precisos ni homogéneos.
En este aspecto, habría que destacar un estudio piloto de casos de personas desaparecidas,
llevado a cabo en el año 2019, liderado por el CNDES, en el que colaboraron diversos
organismos oficiales y policiales, así como centros universitarios. La finalidad de la
investigación se centraba en profundizar en el conocimiento científico de las desapariciones,
para contribuir a la mejora de las actividades preventivas e investigativas policiales. En ese
sentido, la iniciativa consistió en una recopilación de datos de una muestra de casos reales, a
partir de atestados policiales, para su posterior explotación estadística de diversas variables
tanto de la persona desaparecida (sexo, edad, reincidencia, etc.) como del hecho (duración,
tipología, etc.).
En el informe preliminar donde se muestran los resultados obtenidos, entre otros aspectos,
se destaca que en términos generales las cifras de desaparecidos en España parecen más bajas
que las correspondientes a otros países, si bien no existen estudios comparativos y se constata
una carencia de uniformidad en los criterios de investigación y representatividad de las
muestras (CNDES, 2019).
Así, continuando con este hilo argumental, en Estados Unidos (EEUU), el National Crime
Information Center (NCIC), del Federal Bureau of Investigación (FBI) dispone desde el año
1975 de una base de datos centralizada que registra datos sobre personas desaparecidas y
elabora informes de situación.
2
La variación interanual, refleja la diferencia en números absolutos, del número de denuncias interpuestas de
un año con respecto al ejercicio anterior.
Tal y como se puede observar, en el caso de EEUU, también se mantiene cierta estabilidad, sin
grandes variaciones en las cifras por desapariciones en el periodo 2015-2019, con oscilaciones
entre un máximo de 651.226 en el año 2017 y un mínimo de 609.275 en el año 2019.
En el Reino Unido, la National Crime Agency (NCA)- UKMissing Persons, elabora anualmente
informes de situación sobre las personas desaparecidas, a partir de los datos aportados por
cuerpos de policía de Inglaterra, Irlanda del Norte, Gales y Escocia.
Entre el año 2016-2017, se registraron y grabaron un total 387. 930 llamadas por las fuerzas
policiales de Inglaterra y Gales, relacionadas con personas desaparecidas y/o ausentes. El
Servicio de Policía de Irlanda del Norte registró en el mismo periodo, un total 12 821 informes
por personas desaparecidas y los cuerpos policiales de Escocia realizaron un total de 21. 989
investigaciones sobre personas desaparecidas (NCA, 2016-2017).
Tal y como se puede comprobar, las fuerzas policiales del Reino Unido, no utilizan los mismos
parámetros para la contabilización de las personas desaparecidas. El Servicio de Policía de
Irlanda del Norte se refiere a sus registros como informes de personas desaparecidas, y la
Por otra parte, en Australia según estimaciones de las agencias de seguridad unas 35.000
persona desaparecieron en el periodo 2005-2006. Estas cifras suponen una tasa de 1,7 de
desapariciones por cada 1.000 habitantes (JAMES et al, 2008).
Por consiguiente, lo destacable aquí, es que se evidencia la gran dificultad para la elaboración
de estudios internacionales comparativos entre diferentes países, en cuanto a la problemática
de las PDSA, por ejemplo, para los cálculos de las tasas de denuncias por desaparición, las
tasas de esclarecimiento, los incrementos de casos activos, u otras variables.
Complejidad conceptual
Por otra parte, en el marco europeo, se formuló la Recomendación del Consejo de Europa
(Rec. 2009/12, de 9 de diciembre de 2009), que define a la persona desaparecida como «la
persona desaparecida, es la persona ausente de su residencia habitual sin motivo conocido o
aparente, cuya existencia es motivo de inquietud o bien su nueva residencia se ignora, dando
lugar a la búsqueda en el interés de su propia seguridad y sobre la base del interés familiar o
social».
En el ámbito policial español, en el protocolo de actuación de las FCS ante casos de PDSA, en
su versión del año 2019, se considera como personas desaparecida a cualquier tipo de
situación que conlleve el desconocimiento del paradero y estado de cualquier persona, con
independencia de cualquier circunstancia biográfica, psicosocial, contextual, u otras, que
rodeen al hecho (CNDES, 2019).
A la vista de lo anterior, tal y como se puede apreciar se trata de una conceptualización amplia,
en la que se incluye todas aquellas situaciones que impliquen una ausencia temporal de una
persona, al margen de que se vinculen o no con aspectos criminales.
Así, continuando con este hilo argumental, parece que la noción de PDSA, se utiliza
sistemáticamente para dar cabida a una gran variedad de situaciones, que implican como
elemento común, la ausencia temporal de una persona, al margen de las motivaciones y
escenarios en las que se produjeron éstas (GANDARA, 1990 citado por BELTRAN, 2016).
Por otro lado, parece relevante destacar que la noción de PDSA ha ido evolucionado,
dependiendo del contexto profesional donde se maneje (policial, sociológico, criminológico,
social, ciencia forense, legal, salud mental u otros). Entorno a esta cuestión, en la tabla 3 se
muestran de forma cronológica, un catálogo con diferentes definiciones de PDSA, extraídas
de la literatura criminológica nacional e internacional.
Así, en el Reino Unido la Association of Chief Police Officers (en adelante, ACPO) estableció en
el año 2013, una diferenciación entre PDSA y Persona Ausente (en adelante PAUS), basándose
un criterio de riesgo. En la categoría de PDSA (missing person), se incluían aquellos casos en
los que no se podía establecer el paradero de la persona en cuestión y las circunstancias
apuntaban a que ésta podía haber sido objeto de crimen o encontrarse en peligro o riesgo
para sí misma o para terceros.
Por otro lado, el término PAUS (absent person) englobaba aquellos supuestos en que una
persona que no está en el lugar donde se espera que esté o donde debería de estar y no hay
riesgo aparente. (ACPO, 2013). Posteriormente, en el año 2016, la misma entidad ACPO, revisó
y modificó la anterior descripción de persona desaparecida/ausente, decidiendo suprimir la
categorización de PAUS (absent person), estableciendo una nueva definición de PDSA que
abarcaba todas aquellas situaciones en las que el destino de la persona no podía determinarse
con certeza o su bienestar físico/emocional confirmarse por otras fuentes (ACPO, 2016)
Parece evidente, que dependiendo el contexto (policial, académico, médico, sanitario u otros),
los profesionales cuando se refieren a las PDSA, no manejan la misma noción y esto genera
diversidad y confusión conceptual para el abordaje y comprensión de este fenómeno con
eficacia. En definitiva, lo destacable aquí, es la falta de un marco legal-técnico único que
aporte claridad conceptual, operativice y homogenice criterios a nivel nacional e
internacional, respecto del alcance del concepto de PDSA.
Por consiguiente, parece oportuno e ineludible, que se diluciden cuáles son las dimensiones y
elementos claves subyacentes al concepto de “persona desaparecida”, para poder avanzar en
el debate, comprensión, conocimiento y gestión de este fenómeno (TAYLOR et al, 2018). En
este sentido diversos estudios internacionales indican que algunos de los elementos que
pueden definir una desaparición son los siguientes (ACPO, 2013; PARR, 2013; TAYLOR et al,
2018).:
Como elemento común a la práctica totalidad de las clasificaciones figuran las variables
“voluntariedad” e “involuntariedad”, cuestión que no está exenta de complejidad, para su
objetivación, dada la múltiple y variada casuística que se muestra en la realidad.
Por ejemplo, ¿se pueden catalogar como voluntarias, supuestos de personas que han estado
inmersos en situaciones de violencia y maltrato (sexual, físico, psicológico) y deciden
abandonar de su entorno más cercano? En estos casos, se debe tener presente, que si bien,
de antemano existe un componente intencional en el desaparecido/a, muchos de ellos no
disponen de elección (por falta de recursos, miedo, etc.) o de control sobre sus decisiones.
Por otra parte, en el estudio que desarrollaron los autores (BIEHAL et al, 2003) concibieron la
desaparición como una dimensión continua, que va desde la ruptura del contacto de forma
intencionada-decidida hasta la no intencional-forzada. En cualquier momento de esta
dimensión continua las personas pueden ser dadas como desaparecidas por su entorno, al
margen de cómo se consideren así mismas como tal (BIEHAL et al, 2003)
Figura 2: Dimensión continua de la desaparición. Fuente propia a partir del estudio de (Biehal
et al, 2003)
En esta cuestión, según sostienen los autores (BIEHAL et al, 2003), la dimensión continua de
la desaparición, presentan las siguientes categorizaciones, que aglutinan una gran variedad de
casuísticas distintas, tal y como se muestran en el grafico 2.
• Deriva: donde la ruptura del contacto se produce por estilos de vida transeúnte,
cambios de residencia y/o domicilio sin comunicar a su red familiar/social, perdidas
de relaciones familiares, sujetos que viven en la calle y se han alejado de su núcleo
más cercano. En estos supuestos la persona no tiene un propósito activo de romper
el contacto con su círculo familiar/social.
• Involuntarias: engloba casos de ausencias no intencionadas, tales como extravíos de
niños, desorientaciones por patologías psiquiátricas, personas con problemáticas
mentales, menores o niños que se pierden el contacto con su entorno familiar
derivados de rupturas matrimoniales, contratiempos y accidentes de circulación no
detectados o durante la práctica actividades deportivas-lúdicas u otros.
• No intencional-forzada: comprende desde casos de personas que han sido obligadas
a abandonar el domicilio familiar o separarse de sus familiares (adopciones ilegales,
secuestros parentales, etc.) hasta personas que son víctimas de delitos (secuestros,
homicidios, trata de seres humanos, etc.). La ruptura del contacto se produce por la
acción deliberada de tercera/s personas.
En el marco del protocolo de actuación de las FCS antes casos PDSA, diseñado por el CNDES,
en su versión del año 2019, se adoptó una clasificación que se estructura en torno a tres
categorizaciones principales en función del escenario base que subyace en a la desaparición
(CERECEDA, TOURÍS, 2019; GARCIA, CERECEDA 2020).
El primer bloque engloba a las desapariciones voluntarias, entre las que se encuentran
diferentes casuísticas, que se pueden, a la vez subdividir en dos grandes grupos: Fugas y
escapes de menores de edad (de centros de protección y del hogar) y ausencias disfuncionales
que caracteriza situaciones en las que la persona con plena capacidad de obrar toma la
decisión de desaparecer en un contexto que no involucra a terceras personas. Las causas de
la desaparición se vinculan con problemas económicos, psicológicos, sentimentales u otros,
pudiendo derivar los casos más extremos en actos autolesivos y comportamientos suicidas
(CERECEDA et al, 2019; GARCIA et al, 2020).
tienen cabida una amplia diversidad de situaciones, en escenarios que no involucran a terceras
personas, tales como problemas de salud mental (enfermedades neurodegenerativas,
demencias, etc.), situaciones accidentales, catastróficas, sin causa aparente u otras
(CERECEDA et al, 2019; GARCIA et al, 2020).
El tercer bloque queda circunscrito a las desapariciones de carácter forzado, y que implican
tanto a mayores como a menores de edad, que no toman la decisión de desaparecer, en un
contexto que relaciona a terceros en contra de la persona. En esta categorización se
distinguen las desapariciones fundadas en un ambiente delictivo, las sustracciones parentales
de menores de edad (nacionales e internacionales) y personas de especial protección
(menores y discapacitados) que son expulsados del hogar (CERECEDA et al, 2019; GARCIA et
al, 2020).
Por otra parte, otras clasificaciones policiales atienden a la estimación orientativa del nivel de
riesgo para la vida de la persona desaparecida o de terceros, así como de la criminalidad
asociada. Así, de esta forma en el protocolo de la Policía Autonómica Vasca (Ertzaintza) se
contemplan tres niveles: riesgo limitado, alto riesgo y alto riesgo criminal que se combinan
con los subtipos establecidos en el protocolo de actuación de las FCS ante casos de personas
desaparecidas (PRIETO, 2020).
De esta forma, en el Reino Unido, las fuerzas policiales utilizan una metodología de evaluación
del riesgo de una PDSA de dañarse a sí mismo o a terceros, que se modula en cuatro grados
que son revisados periódicamente durante el proceso de investigación a medida que se va
recabando más información del hecho. Los niveles se corresponden con las categorías: No
riesgo aparente (ni para el sujeto ni para terceros), bajo riesgo (el riesgo se evalúa como
posible pero mínimo), riesgo medio (el riesgo se evalúa como probable pero no grave) y riesgo
alto (el riesgo se evalúa como muy probable y grave) (EALES, 2017).
Por otra parte, existe una cuestión de debate importante, que genera visiones dispares. Esta
se refiere a los posibles efectos legales sobre aquellas personas que deciden de forma
voluntaria desaparecer, dejando en un “limbo legal” a su entorno familiar respecto a
obligaciones legales, económicas, e incluso afectivas. En estos casos, de alguna forma la
persona que se ausenta utiliza esta vía como escape de la propia realidad o para eludir todo
tipo de obligaciones y deberes.
Tal y como expone ROGERS (1986) citado por BIEHAL et al, (2003), la condición de persona
desaparecida resulta una cuestión especialmente controvertida y discutida, ya que
dependiendo desde la posición en que observe, en muchos supuestos, el desaparecido no se
considera como tal (estatus elegido) y en otros casos, resultará que desde del círculo social o
familiar más próximo, existe un interés en localizar a la persona, etiquetándola como
desaparecida (status atribuido).
Por otro lado, PAYNE (1995) sostiene que la problemática de las desapariciones debe
enforcarse desde la óptica social, ya que “desaparecer” es una opción que puede tomar la
personas en dificultades, dependiendo como enfrente los problemas, de la falta de
oportunidades y expectativas.
Las víctimas
Tal y como sostiene el autor (GARCIA-PABLOS, 2014), acotar el concepto de “víctima” resulta
una cuestión controvertida para la doctrina científica, ya que no existe un acuerdo para
manejar una noción unitaria que integre las diferentes posiciones de los expertos en la
materia.
Por consiguiente, surgen muchos interrogantes, tales como: ¿A quién se puede considerar
realmente víctima? ¿Solamente la que resulta perjudicada u ofendida por una infracción
penal?, ¿La que sufre los efectos directos del hecho delictivo? ¿Son víctimas las personas que
experimentan situaciones traumáticas no necesariamente relacionadas con la intervención
humana? ¿Puede haber victima sin delito?
Por ello, el alcance y delimitación conceptual de la acepción víctima se plantea de forma dispar
y plural, dependiendo del ámbito o campo donde opere y la finalidad perseguida (social, legal,
criminológica u otros). En la práctica, las tres conceptualizaciones más empleadas, se
desenvuelven en las disciplinas victimológica general, victimológica criminal y jurídico-penal
(MORILLAS, PATRÓ y AGUILAR, 2014).
Ahora bien, desde esta visión exclusivamente jurídica, la victima queda relegada a un plano
secundario, ya que el criterio determinante será la tipificación por una ley penal, de la acción
u omisión del victimario, que fijará si una persona adquiere o no el rol legal de víctima
(PECHARROMÁN, 2014).
Alineada con esta perspectiva restringida del término “víctima”, en el plano internacional, se
promulgaron tres textos normativos muy relevantes que proporcionan cobertura jurídica a
toda persona que haya resultado ofendida o perjudicada por la comisión de una infracción
penal (VARONA, 2015).
Desde esta orientación, se plantea la dificultad de concreción del término “antisocial”, debido
a su amplitud conceptual. Para la autora PECHARROMÁN (2014) el comportamiento antisocial
aglutinaría aquellas actitudes que sean contrarias a la norma, aunque por extensión, también
tendrían encaje otras conductas observables, que, aun no estando prohibidas por las leyes, se
consideran contrarias al bien común.
Desde esta posición doctrinal, se observa el concepto de víctima en un sentido muy amplio,
que trasciende los términos puramente jurídicos (penal-procesal) y criminal, y que ampara a
cualquiera persona que sufran un daño o perjuicio por una acción propia o ajena o por un
hecho o acontecimiento inesperado (MORILLAS et al, 2014).
A partir de dicho postulado, se prescinde de las categorías “victima” y “víctima del delito” más
propias de la ciencia penológica, debido a que solamente desde una visión extensa tiene su
razón de ser la victimología, como disciplina no subordinada al Derecho penal, con objeto,
método y fines propios (SANGRADOR,1986, citado por GARCIA-PABLOS,2014).
Alineado con este enfoque abierto de la noción de víctima, se han formulado múltiples
definiciones en la disciplina victimológica. De esta forma, se asocia a la víctima con aquella
persona que sufre injustamente (ESTANCIU,1985, citado por RODRIGUEZ, 2002).
Así, continuando con este hilo argumental, la Sociedad Vasca de Criminología, bajo el paraguas
de victima salvaguarda a cualquier persona que soporta efectos adversos, en el plano
emocional, derivados tantos de eventos traumáticos como de agresiones injustas de cualquier
naturaleza (VARONA, DE LA CUESTA, MAYORDOMO y PEREZ 2015).
A la vista de lo anterior, se desprende que el componente clave para etiquetar a una persona
como víctima, radica en que padezca un daño de cualquier naturaleza al margen del origen
del hecho que lo provoca: delito, crimen, accidente, suceso traumático, catástrofe u otros.
Finalmente, a efectos del presente TFG, se parte del concepto de víctima en sentido amplio
(corriente victimológica general), ya que el hecho de la desaparición, generalmente presume
una experiencia negativa y en algunos supuestos traumática (con diferentes grados de
intensidad), tanto para la propia persona desaparecida (victima directa), como para sus
familiares y su entorno social (victimas indirectas), independiente del origen, causa y
desenlace final de los hechos.
Clases de victimas
Antes de entrar a definir y profundizar sobre los procesos de victimización, se debe exponer
una clasificación de víctimas que tradicionalmente utiliza la Criminología y que distingue la
victima directa de la indirecta.
Para la doctrina jurídica, la víctima directa queda limitada a aquellos sujetos que sufren en
primera persona el episodio delictivo (MORILLAS, et al, 2014). Históricamente en la literatura
criminológica se han propuesto múltiples categorizaciones fundadas principalmente en la
contribución o coadyuvancia activa de la víctima al delito (Ej. FATTAH 1993) y la proclividad,
propensión o vulnerabilidad de la víctima (Ej. LANDROVE, 1990 y NEUMAN, 1994).
Sin embargo, para la corriente victimológica general, cualquier PDSA que padezca un daño,
perjuicio o malestar emocional por una acción propia o ajena o por un evento inesperado y/o
repentino se le asignaría el rol de víctima (MORILLAS et al, 2014). En este marco tendrían
encaje los sujetos mayores y menores de edad, que deciden de desaparecer/escapar
intencionadamente, sin influencia de terceras personas, pero sus comportamientos están
asociados a problemas emocionales, psicológicos, económicos, familiares, escolares,
drogodependencias y que en algunas ocasiones pueden derivar en acciones autolesivas y
suicidas (GARCIA et al, 2020).
Asimismo, tienen cabida casuísticas en las que el hecho se desencadena de forma accidental
e involuntariamente, por múltiples circunstancias; patologías de salud mental (enfermedades
neurodegenerativas, Alzheimer, demencias u otras similares), perdidas y desorientaciones por
la práctica de actividades lúdico-deportivas, accidentes no descubiertos u otros (GARCIA et al,
2020).
Por otra parte, existe un amplio abanico de situaciones de PDSA, en las que el sujeto mayor
de edad y con plena capacidad psicológica opta por la ruptura voluntaria del contacto con su
núcleo familiar/social, por diversas causas: evitar asumir responsabilidades económicas y de
cuidado de los hijos, cambios radicales en su estilo de vida o huidas de la acción de la justicia,
entre otras (GARCIA et al, 2020). En estos supuestos la atribución de la etiqueta de víctima
sería bastante cuestionable incluso para la doctrina victimológica general. (MORILLAS et al,
2014)
En el plano legal, el concepto de víctima indirecta queda limitado a los supuestos de muerte
o desaparición de una persona que haya sido provocada directamente por un ilícito penal,
salvo que fuere el autor de los hechos. El alcance jurídico de víctima indirecta cubre a las
siguientes personas, atendiendo a lo dispuesto en el EVD.
Por consiguiente, podemos afirmar que, en el ámbito de las víctimas indirectas, el EVD
proporciona cobertura legal únicamente en los supuestos de personas fallecidas y/o
desaparecidas como consecuencia de acciones u omisiones tipificadas como infracciones
penales.
A su vez, dentro de los ilícitos penales contemplados, se quedarían excluidas del amparo
jurídico un tercer círculo de víctimas indirectas que se correspondería con el entorno social de
amistades, vecinos, compañeros de trabajo, y en general los miembros de la comunidad (RIBÉS
2014).
En lo que atañe al objeto de estudio del presente TFG, se deben matizar como aspecto de
especial relevancia que un elevado número de familiares y personas del entorno íntimo de las
PDSA, como víctimas indirectas del hecho, tampoco dispondrían de amparo jurídico al no
cumplir los requisitos legales. Lo anterior se deriva del hecho de que, en un mínimo porcentaje
de casos, en la desaparición subyace un componente criminal o tiene origen delictivo
(DOMÈNECH, 2014).
Así, de conformidad con los resultados obtenidos en el estudio piloto de un total de 341 casos
de personas desaparecidas publicado en el año 2019 por el CNDES, se determinó que en la
muestra analizada predomina las desapariciones catalogadas como voluntarias, presentes en
un 80% de los supuestos. En cuanto a la tipología de desaparición forzosa-delictiva, se
pudieron vincular un porcentaje del 9,1 % de los casos estudiados (GARCIA et al, 2020).
Consideraciones previas
A partir de dicha premisa, la victimización puede analizarse desde una doble vertiente, es
decir, por una parte, desde el propio hecho traumático y/o delictivo y los elementos que lo
precipitan (riesgo de victimización) y por otra desde las consecuencias o efectos en el sujeto
pasivo que lo sufre (vulnerabilidad de la víctima) (GARCIA-PABLOS, 2014).
En los siguientes apartados se desarrollan los tipos de victimización que son reconocidos por
la doctrina, incidiendo especialmente en la denominada victimización secundaria, también
denominada victimización procesal, debido a que el objeto del presente TFG se acota a este
nivel en el ámbito de las PDSA.
De todas formas, también se debe señalar que no existe un consenso unánime en la ciencia
victimológica para describir las distintas tipologías o niveles de victimización, si bien las que
más se emplean desde una perspectiva dinámica distinguen entre victimización primaria,
secundaria y terciaria. Estas se abordan a continuación.
Victimización primaria
En torno a esta cuestión, se considera que los efectos nocivos del acontecimiento traumático
y/o delictivo afectan de forma diferente a cada persona y pueden producir secuelas a corto,
medio y largo plazo. De esta manera, según sostiene la autora PECHARROMÁN (2014) se
puede diferenciar básicamente entre secuelas objetivas u objetivables (físicas, psicológicas,
económicas, sociales) que derivan de la agresión intencional o suceso traumático y una
dimensión de carácter subjetivo, como experiencia única y personal del hecho, que puede
interferir negativamente en el trascurso de la vida diaria de una persona, debido a reacciones
emocionales negativas y disfuncionales.
Victimización secundaria
Ciertamente, los procesos de victimización repetida envuelven una falta de compresión del
sufrimiento y efectos derivados de la victimización primaria, que se exteriorizan en la
insensibilidad, indiferencia, ausencia de humanidad, insolidaridad, actitudes negligentes y
estereotipadas, desatención, ineficiencia y lentitud procesal, racionalizaciones sobre el estado
de la víctima y procedimientos investigativos deficientes, entre otros factores (BERISTAIN,
1994; GARCIA -PABLOS, 1998; VARONA, 2015).
En estos procesos de victimización reiterada, los agentes de las FCS como operadores
especializados del sistema jurídico-penal, adquieren un especial protagonismo, ya que
generalmente tras la ocurrencia del acontecimiento traumático, el primer contacto de las
víctimas se produce con las organizaciones policiales.
Dicho esto, entre los factores que pueden favorecer la revictimización, derivados de las
actuaciones de las FCS, se pueden destacar los siguientes (ALBERTIN, 2006; NAVARRO, 2007).
Victimización terciaria.
Desde la perspectiva del infractor, éste se convierte en víctima por unas estructuras sociales
injustas, que le abocan irremediablemente a la comisión de actos ilícitos y antisociales, y
posteriormente se ve agravado por el inadecuado funcionamiento del sistema de justicia
penal (MORILLAS et al, 2014).
En este sentido, se identifican hasta cinco ámbitos de victimización: institucional (por procesos
de marginación y estigmatización social, juicios paralelos) legislativo (procedente de la
promulgación de normativa penal cada vez más represiva), policial (asociada a posibles
actuaciones corruptas, ineficientes y vulneradora de derechos humanos), jurisdiccional-
procesal (por motivo de errores judiciales, lentitud procesal, etc.), ejecutiva-penitenciaria-
postpenitenciaria (efecto negativos de la subcultura carcelaria, dificultades de reinserción,
etiquetamiento social, etc.) (RIBÉS, 2014; MORILLAS et al, 2014).
Así, debe hacerse mención a diversas publicaciones científicas y académicas que abordan la
victimización secundaria debido a la orientación sexual (HEREK, G.M; GILLIS, J.R COGAN,
2009), victimización secundaria en víctimas de terrorismo (VARONA, 2015), victimización en
violencia de género y doméstica (DOMINGUEZ, 2016), victimización en violencia filio parental
(SANCHO, 2016), victimización en niños víctimas de maltrato infantil (RUA, 2018), entre otras.
Ahora bien, la problemática de las PDSA y la victimización reiterada que se pueden originar en
el círculo familiar y entorno próximo (social, laboral, etc.), resulta una materia poco analizada
comparativamente con respecto a otras problemáticas delincuenciales y sociales, resultando
más bien escasa la producción científica al respecto.
Resulta incuestionable afirmar que la desaparición de un ser querido, no forma parte de las
experiencias humanas cotidianas, por contra, a pesar de que no se detecten indicios de
criminalidad y en el mejor de los supuestos apunte a hacia una ausencia voluntaria, con
frecuencia el entorno más próximo siente que el sentimiento de seguridad propio y familiar
se quiebra de forma imprevista e incontrolada (VARONA et al, 2015).
De hecho, con mucha frecuencia el grupo familiar, se siente superado por los hechos, y su
capacidad de respuesta se ve mermada considerablemente, experimentando emociones de
temor, angustia, incertidumbre, pérdida del autocontrol, indefensión, etc., propias de los
sucesos traumáticos (DE PUELLES, 2018).
Si bien, cada desaparición es única y tiene su propia dinámica, se pueden diferenciar tres fases
o momentos temporales que son comunes a todos los casos: El impacto inicial al percatarse
del hecho de la ausencia de la persona, el desarrollo de las gestiones de búsqueda e
investigación y el hallazgo del ser querido (muerto o vivo). No obstante, en determinados
supuestos, debemos tener presente que la tercera fase (localización del desaparecido/a) y se
alarga indefinidamente en el tiempo y se produce en el entorno familiar una necesidad de
“cierre” pudiendo iniciarse procesos de duelos especiales, complicados y en algunos casos
patológicos (ALVAREZ, 2018).
Por consiguiente, lo destacable a efectos del presente TFG, radica en que la respuesta de todos
los profesionales de las FCS, que intervienen durante cada una las fases de una desaparición,
sea las adecuadas y adaptadas a las singularidades de cada situación, con el objetivo de no
generar, si cabe, más sufrimiento añadido (revictimización) en el círculo familiar.
4. Dado que, una de las principales y más reiterada demanda de las entidades sociales
sin ánimo de lucro (en adelante ESSAL), que asisten y ayudan a las familias de PDSA se
focaliza en la descoordinación entre las FCS y la insuficiencia de recursos humanos y
técnicos policiales destinados a la investigación de los casos, uno de los objetivos será
conocer en detalle y comprobar de primera mano estas percepciones de los propios
familiares afectados.
Metodología
La muestra
Las personas que han colaborado en el presente estudio, fueron, por una parte, una serie de
familiares que cuentan con un ser querido desaparecido/a y cuyos casos continúan activos,
presentando la particularidad de que las investigaciones policiales no han arrojado resultados
positivos para determinar el paradero, causas y circunstancias concurrentes en los hechos, y
por otra, se ha contado con el testimonio de los representantes de cuatro entidades sin ánimo
Finalmente, también se realizó una entrevista en profundidad a D. Hugo Carlos Prieto Adamez,
jefe del Área de Delitos Contra las personas de la Sección Central de Investigación de la
Ertzaintza (en adelante, JADCP) como especialista en la materia, referente de las principales
asociaciones de ayuda a las familias de PDSA e integrante de la red de responsables nacionales
del CNDES, como coordinador de las desapariciones en Euskadi. Su participación en este
estudio resultó crucial para entender la problemática de las PDSA desde una perspectiva
técnico-policial.
Para obtener la muestra se recurrió a través del JADCP a las ESSAL que colaboran en apoyo de
la resolución de los casos de PDSA y asisten a las familias, más representativas como son entre
otras:
• QSD Global (Fundación Europea por las personas desaparecidas). Entrevista realizada
a D. Francisco De Asís Lobatón (más conocido como Paco Lobatón), vicepresidente de
la entidad.
• SOSDESAPARECIDOS (Asociación de ayuda y difusión de casos de personas
desaparecidas). Entrevista realizada a D. Joaquín Amills, presidente de la entidad.
• NON Nork Daki Non (Asociación sobre personas desaparecidas sin causa aparente).
Entrevista realizada a Doña Marisol Ibarrola, presidenta de la entidad.
• AFADECOR (Asociación de Familiares y Amigos de Córdoba). Entrevista realizada a D.
Isidro Molina.
En definitiva, se han seleccionado a seis personas vinculadas de una u otra forma con el
fenómeno de las PDSA, para así tener el punto de vista directo de los familiares, de los
referentes de las entidades sociales que trabajan con esta problemática y de un miembro de
las FCS.
Respecto a los casos procedentes de las ESSAL, se entrevistó a dos progenitores (padre y
madre) de sendos hijos, que permanecen en la actualidad en paradero desconocido. En uno
de los supuestos analizados el hecho tuvo su origen en un país de América del Sur y el otro
caso en una región del sur de España. Las personas desparecidas, cuyos casos han sido objeto
de estudio presentan un rango de edad que oscila entre los 16 años y 34 años (edad que tenían
cuando se produjo la desaparición). Ambas desapariciones se podrían considerar complejas y
de larga duración, ya que tuvieron su origen en los años 2014 y 2015.
Instrumento de medida
La técnica de entrevista tiene por finalidad acceder a la individualidad del sujeto, desde su
propia perspectiva, para alcanzar a comprender y profundizar en sus percepciones,
impresiones, sentimientos, emociones y valoraciones sobre la temática objeto de la presente
investigación.
Por ello, el instrumento empleado para obtener la información fue una entrevista
semiestructurada a los familiares de PDSA, otra a los representantes de las ESSAL y otra al
JADCP diseñadas “ad hoc” para esta investigación (ver anexos A, B, y C).
Así de esta forma, para la entrevista semiestructurada dirigida a los familiares que cuentan
con un ser querido desaparecido, se configuró un cuestionario con tres bloques de preguntas
en base a los objetivos planteados en esta investigación (ver anexo A). El primer bloque
profundiza en la calidad del tratamiento interpersonal y en la relación mantenida por los
familiares de las PDSA con la organización policial titular de la investigación. El segundo bloque
contiene preguntas para indagar sobre cómo se gestionó la transmisión de información
durante todas las fases de la investigación policial y el tercer bloque aborda sobre aspectos
relativos a los procedimientos de búsqueda e investigación empleados y la coordinación
policial.
Por otra parte, se diseñó un cuestionario específico para llevar a cabo la entrevista
semiestructurada con los representantes de las ESSAL que ayudan a las familias de personas
desaparecidas (ver anexo B). Se incluyen dos bloques de puntos a tratar durante la entrevista
referentes a las demandas urgentes que desde las citadas entidades se realizan a las FCS y
CNDES y los retos futuros que se plantean sobre el fenómeno objeto de estudio.
próximo de las PDSA y en el último bloque se reflexiona sobre los desafíos se vislumbran para
el futuro abordaje del fenómeno objeto de estudio.
Trabajo de campo.
Para llevar a cabo las entrevistas, el JADCP, realizó todas las gestiones necesarias para poner
en contacto al redactor del presente TFG con las familiares de PDSA y representantes de las
ESSAL. En el caso de que las personas mostrasen su aprobación para conceder la entrevista,
ésta se concertó en la fecha y hora acordada, de forma telemática.
Por otro lado, cabe señalar que, dado el escenario de confinamiento motivado por el estado
de alarma vigente por emergencia sanitaria del covid-19, que imposibilitó el desarrollo de las
entrevistas en formato presencial, fue necesario recurrir a los medios telemáticos, empleando
la herramienta de comunicación de Microsoft denominada “Skype”.
Las entrevistas previa autorización de las personas que accedieron a colaborar en el presente
estudio fueron grabadas para facilitar el posterior análisis de la información obtenida y
descripción de los resultados. Las entrevistas tuvieron, por término medio una duración media
de entre una hora y media y dos horas.
Descripción de resultados
Los resultados que se muestran en los siguientes apartados proceden en algunas ocasiones de
los datos aportados en los testimonios de los familiares de PDSA y representantes de ESSAL, y
en otros casos únicamente del JADCP, dado que algunas cuestiones solamente podían ser
respondidas por los familiares y representantes de ESSAL y otras solamente podían conocerse
a través del JADCP.
En torno a esta cuestión, debemos tener presente que, en los primeros momentos de la
desaparición, el entorno familiar de la PDSA está sometido a una situación de impacto
contundente, incapacitante y estresante, con respuestas emocionales y sentimientos diversos
(desorientación, pensamientos incontrolables, elevada activación, sobresalto, bloqueos,
confusión, miedo, culpa, vergüenza, percepción de amenaza a la vida del ser querido entre
otras) difíciles de canalizar y gestionar, sin un soporte psicológico y de acompañamiento (DE
PUELLES, 2018).
A la vista de dicha reflexión, en este apartado se van a presentar las impresiones y valoraciones
que los familiares de PDSA y representantes de las ESSAL entrevistados, efectuaron en cuanto
a la atención recibida por los profesionales de las FCS, durante todo el proceso de la
desaparición, búsqueda e investigación de los hechos. Para obtener estos resultados, se
utilizaron los datos proporcionados por los familiares, en su experiencia directa e
individualizada, lo cual se contrastó con la visión global de los representes de las ESSAL y las
valoraciones del JADCP.
Los dos familiares entrevistados admitieron que, en el primer contacto con las FCS, la atención
policial al presentar la denuncia no fue la más apropiada, presentando múltiples deficiencias
tanto en el tratamiento interpersonal (insensibilidad, falta de empatía, escucha e implicación
activa en el caso) como en uno de los casos, la pericia técnica al recibir los datos del suceso.
En uno de los supuestos analizados, la entrevistada informó que el primer cuerpo policial al
que acudió los familiares para comunicar la desaparición, rehusó recoger la denuncia formal,
debiendo recurrir en segunda instancia a otra fuerza policial de ámbito autonómico que
finalmente se hizo cargo del asunto.
También se detectó en unos de los casos, que el asunto fue tratado rutinariamente,
percibiendo el entrevistado que el agente policial se limitó a cumplimentar mecánicamente el
formulario, con ciertas dificultades, como un mero trámite más, sin llegarle a prestar apoyo
emocional alguno a la familia, pese a la situación de angustia y desesperación por la que
estaban atravesando.
Madre: “se agradece mucho que el policía conecte con la familia y que sea un apoyo,
que haya un policía de referencia, a la que la familia si está angustiada, le pueda llamar
sin que se moleste… el policía tiene que tener ese punto de saber situarse en la posición
de la familia”, valoramos esa cercanía con el policía (entrevistada 1).
Padre: “al presentar la denuncia, en ningún momento noté empatía, ninguna empatía,
ni ningún tipo de implicación…, salí de comisaria con un papel, la situación mental, el
estrés al que estás sometido y la desesperación que tienes, no te das cuenta de nada….
cualquier cosa que se nos viene a la cabeza, necesitamos contarla a la policía… tengo
la sensación de que no me han escuchado nunca, o no me han querido escuchar... las
fuerzas y cuerpos de seguridad, tienen que pensar que a lo mejor el desaparecido es su
hijo, y se tiene que poner en el lugar de que la desaparición es de tú familia, la cosa
cambiaria... no hay empatía, la denuncia se ve cómo un número más, no caben
conclusiones anticipadas (entrevistado 2).
Asimismo, los entrevistados subrayaron en la necesidad de que el agente policial proceda con
tacto, prudencia y habilidad para conectar con los familiares desde los primeros momentos,
dado que habitualmente las familias de PDSA, exteriorizaron un estado general de
nerviosismo e impacto psicológico.
Represente ESSAL “la empatía en estos casos, debe ser la punta de lanza, es
fundamental, cuando tienes empatía con alguien y sabes o te puedes hacer una idea
de lo que está viviendo, seguramente llevas a cabo iniciativas que, de otro modo, sino
tienes esa empatía no las llevarías a cabo” (entrevistada 3).
Representante ESSAL “es importante que el policía vea la otra cara, no desde el drama,
ni desde la demagogia…. la herida está abierta, si le llamamos a esta persona le estás
dando la posibilidad de que hable de su problema, de sentimientos, de todo lo que le
duele, eso le va hacer bien, esto hay que pasarlo al ámbito policial, lo que vale es el
interés real…, desde pequeños nos preparan para vivir la muerte de nuestros padres,
familiares, sabemos que la muerte forma parte de nosotros, la desaparición no”
(entrevistado 4).
Representante ESSAL “yo más que ir hacer una estadística del grado de satisfacción de
las familias, que es complicado, yo estaría preocupado como responsable policial, que
una sola familia estuviera descontenta y trataría de indagar… hay que medir muy bien
lo que se dice, incrementa de forma gratuita el dolor…, la sensibilidad se supone en el
trabajo de un profesional de la seguridad, que está destinado en un área tan sensible,
no puede ir cualquiera” (entrevistado 5).
Tanto las familias como los representantes de las ESSAL, entrevistados también hicieron
referencia a la importancia de que se genere un vínculo de confianza entre el grupo familiar y
los agentes de las FCS, que asuman el caso desde los primeros momentos de la desaparición.
Sobre esta cuestión, las personas entrevistadas resaltaron además que este vínculo con los
agentes pertenecientes a FCS, contribuiría a generar un clima de confianza mutuo, que
favorecerá la obtención y traslado de datos e informaciones sustanciales para orientar las
operaciones iniciales de búsqueda, recogida y denuncia, así como para el posterior avance de
las indagaciones policiales.
Represente ESSAL “las familias necesitan saberse alentadas y que su caso está presente
en ese cuerpo policial… aunque sólo sea para llamarle, es positivo, se crea un vínculo….
en la denuncia, si el agente no está hábil, se escapan cosas importantes” (entrevistada
3).
Represente ESSAL “tenemos que romper el mito de que cuando se hace una denuncia
por desaparición, da igual si la persona consume, si tiene antecedentes penales, se va
a investigar la desaparición, desnúdate, te van a desnudar, desde el primer momento
pasa esa información” (entrevistado 4).
Por otra parte, el JADCP, matizó que desde la Ertzaintza se intenta sensibilizar a los agentes
que trabajan con esta problemática desde la formación, introduciendo en los cursos de
investigación además del aspecto técnico, un módulo enfocado hacia la sensibilización, siendo
esta implementada posteriormente con charlas y conferencias orientadas específicamente
hacia la concienciación en la problemática de las PDSA.
Uno de los puntos importantes a tener en cuenta durante la intervención con las familias que
cuentan con un ser querido desaparecido, se centra en la situación de tensión emocional
extrema a la que están expuestas durante todas las fases del proceso de la desaparición (DE
PUELLES, 2018). Ahora bien, cuando la desaparición se prolonga mucho en el tiempo sin
obtener resultados positivos, el sufrimiento psicológico tiende a agravarse o puede
manifestarse de forma camuflada ante la menor alusión al desaparecido/a (ALVAREZ, 2018).
Si bien los efectos de la desaparición de un ser querido, presenta elementos comunes con los
producidos por otro tipo de traumas (muerte violenta de un familiar, catástrofe, exposición a
delitos violentos u otros), existen una serie de reacciones psicológicas específicas que se
producen en el entorno familiar e íntimo, tales como: incertidumbre (por falta de
información), experiencias ominosas (sensaciones de mal augurio), sentimiento de
incompetencia, necesidad de clausura cognitiva, etc. (Comité Internacional de la Cruz Roja,
2014; DE PUELLES, 2018).
Ante esto, se consideró necesario conocer de primera mano cuáles son y fueron las
percepciones de los entrevistados respecto a la gestión que se realiza desde las FCS en el plano
psicológico/emocional con los familiares afectados por la desaparición de un ser querido.
En unos de los casos, el entrevistado, informó que requirió en varias ocasiones asistencia
psicológica al cuerpo policial interviniente, sin haberlo obtenido ni inicialmente ni durante
todo el proceso de la desaparición (caso abierto desde hace más de 5 años). El entrevistado
admitió que, para sobrellevar la situación, todo el grupo familiar ha precisado tratamiento
psicológico, debiendo recurrir al ámbito privado, sin recibir hasta la fecha ningún tipo de ayuda
desde los organismos públicos.
Por otro lado, los entrevistados opinaron que la intervención psicológica en estos supuestos
debería atender a la especificidad de los casos de PDSA, no resultando suficiente la asistencia
psicológica que pudiera provenir de profesionales que trabajan en otros escenarios de
emergencias (accidentes de circulación, catástrofes, etc.) y delincuencia violenta.
En cualquier caso, uno de los familiares entrevistados, expresó que detectó carencias en el
manejo policial de la situación emocional del grupo familiar, al presentar la denuncia y durante
las primeras fases de la investigación. Además, añadió que bajo su parecer los agentes de las
FCS deberían disponer de conocimientos y competencias para la contención y gestión de las
reacciones emocionales de las familias de las PDSA, habituales en este tipo de sucesos.
Así, en esta cuestión, hemos de precisar que las reacciones naturales de los familiares de las
PDSA, hacia los profesionales que intervienen en el caso (incluidos los agentes policiales)
pueden polarizarse desde la exigencia y queja hasta la gratitud y súplica (DE PUELLES, 2018).
Madre: “el policía puede dirigir a la familia hacia un psicólogo… los traumas
psicológicos son demoledores, las familias están hundidas” (entrevistada 1).
Represente ESSAL “no vale el psicólogo que te viene de fuera como si fuera un
accidente, me tiene que tratar de una forma distinta, y saber el policía que esa herida
no se va curar, el duelo se va quedar congelado, no va ser lo mismo” (entrevistado 4).
En lo referente a la atención psicológica, destaca el testimonio del JADCP, que respondió que
percibe que lo importante para las familias de PDSA, reside en que el agente muestre una
actitud de escucha activa y una sensibilidad especial, y que esto lo capte el familiar, que
observe que su caso se está tomando en serio, que al agente le preocupa y que se realizan
averiguaciones, lo que reducirá el impacto psicológico.
En otro orden de cosas, tanto las familias como los representantes de las ESSAL, instaron a
que, de forma complementaria a la asistencia psicológica, exista una figura (no policial), de
acompañamiento durante todo el proceso, que atienda más a la parte humana, que recoja
todas las incertidumbres y necesidades afectivas, emocionales, legales y que oriente a las
familias hacia los recursos básicos.
En este sentido, los familiares de PDSA entrevistados informaron de la ausencia total de una
cobertura y asesoramiento institucional efectivo, en el plano legal, psicológico, social y
económico, lo que genera un profundo sentimiento de soledad, para afrontar todos los
trámites policiales y judiciales.
Madre: “el primer año, estaba totalmente perdida, es una soledad absoluta... las
instituciones deberían ser más sensibles, y las más cercanas, ayuntamientos ayudarme
a llegar a otras instituciones... no recibí ningún tipo de asesoramiento legal, todo lo
hice por mi cuenta, el mayor apoyo fue de la asociación y del responsable policial del
caso (entrevistada 1).
Padre: “la atención en el juzgado de menores fue muy buena, pero me dijeron que el
psicólogo era para cuando apareciera mi hijo., en ningún momento me han ofrecido
institucionalmente asesoramiento legal ni asistencia psicológica” (entrevistado 2).
Represente ESSAL “somos una asociación atípica, el fundamento es trabajar para las
familias, para la prevención, acompañamiento, asistencia, pero nunca con las familias,
sino para las familias, no focalizamos con una familia… recogemos sus necesidades,
sugerencias…” (entrevistada 3).
En la medida que lo anterior se cumpla, las víctimas descubrirán que tienen participación y
cierto control sobre los procesos, lo que contribuirá sin duda a que sientan que son tratadas
de forma justa y equitativa (GUTIERREZ, 2009; VARONA, 2017).
Igualmente, parece relevante mencionar que mientras se desarrollan las labores de búsqueda
e investigación de la PDSA el impacto psicológico y la incertidumbre es continua, potenciado
todo esto, tanto por el constante “bombardeo de información” que llega al grupo familiar de
diversas fuentes (policiales, recursos de búsqueda, entorno próximo, medios de
comunicación, u otras) como por las conjeturas que mentalmente se van construyendo, sin
base ni evidencia objetiva (DE PUELLES, 2018).
En uno de los casos, la familiar entrevistada indicó que, al producirse la desaparición de su hijo
en un país del extranjero, la información sobre el resultado de las indagaciones policiales la
recibía de forma indirecta, a través del referente del cuerpo policial en España que mantenía
la interlocución con los investigadores del país donde se produjo el hecho.
Asimismo, esta familiar informó que años después de producirse el suceso, tuvo la
oportunidad de entrevistarse en España con el responsable policial del país donde se produjo
la desaparición, el cual pese a disponer de un dossier completo del caso, apenas le transmitió
detalles de las investigaciones practicadas al respecto y sus resultados.
También admitió la entrevistada que consideraba esencial la interacción directa con los
investigadores que estaban trabajando sobre el terreno, para poder realizar preguntas,
obtener detalles, impresiones, etc., valorando muy positivamente las comunicaciones
regulares que mantenía con el referente policial de la Policía Autonómica que se hizo cargo
del asunto en España.
Del mismo modo, la persona entrevistada reconoció como útil el encuentro que mantuvo años
después con dos agentes policiales españoles desplazados al país donde se produjo la
desaparición de su hijo, dado que éstos le pudieron trasladar sus impresiones y valoraciones
de forma directa y personal, teniendo la oportunidad de contrastar datos e informaciones con
los mismos.
El entrevistado especificó que al hacerse cargo del asunto una unidad especializada, años
después de producir el hecho, la transmisión de información mejoró notablemente tanto en
regularidad como en calidad, teniendo un canal directo de comunicación con los
investigadores asignados al caso, con los que intercambia y contrastaba informaciones y datos
de forma continua.
Padre: “del.… nos llegaron a dar un teléfono fijo de la oficina, mucho después, si era fin
de semana no me atendían, no tenía ningún teléfono móvil, no tenía ningún teléfono
para dar información importante… hubiera agradecido la iniciativa policial para
informarme, no me hacían caso, hasta que me dieron un teléfono móvil los del grupo
especializado, se ha creado una amistad, hay otro tipo de comunicación” (entrevistado
2).
Desde el punto de vista policial, el JADCP respondió que la comunicación con las familias de
PDSA debe ser plena, al menos en aquellos casos de alto riesgo y la que presentan indicios de
criminalidad. En este aspecto, el modelo que aplica la Ertzaintza establece la obligación de que
en los supuestos de alto riesgo dentro del equipo de investigación exista un enlace (figura de
referencia) de contacto con la familia. En los supuestos de riesgo limitado, la instrucción de la
Ertzaintza determina que al familiar se le tiene que proporcionar una vía de comunicación.
Referente policial JADCP “se trata de aunar dos comunicaciones: por un lado, tener la
familia al día de las novedades de la investigación y por otro orientarla hacia los
servicios que ofrecen las entidades y recursos de la administración, cuando se separan
ambas comunicaciones se genera el descontento” (entrevistado 6).
Destacó el JADCP, que la base PDYRH dispone de un sistema de alertas que lanza avisos a las
unidades policiales para realizar gestiones, entre ellas mantener entrevistas con las familias.
En este sentido indicó que el sistema que emplea la Ertzaintza ha implementado algunos
avisos más resultando, por tanto, necesario disponer de una herramienta que automatice las
alertas al investigador para realizar tareas pendientes, entre ellas los contactos con las
familias.
La coordinación entre las distintas FCS de ámbito estatal, autonómico y local resulta un tema
no pacífico, no resuelto y con un debate abierto, que se plantea de forma recurrente por las
familias de PDSA, como una demanda urgente y prioritaria, principalmente en aquellos casos
de especial complejidad y de larga duración.
Ante esto, se hace preciso conocer cuáles son y fueron las impresiones de los familiares de
PDSA entrevistados y de los representantes de las ESSAL, debido a que la descoordinación
policial supone sin ningún género de dudas un factor con un elevado potencial revictimizador
del grupo familiar.
En las entrevistas realizadas tanto a los familiares como los representantes de las EESAL, se
valoró negativamente de forma general, la coordinación entre los diferentes cuerpos
policiales, tanto en los procesos de búsqueda como en los investigativos.
Uno de los familiares entrevistados respondió que no había percibido ningún avance en los
últimos años en la coordinación policial, limitándose ésta únicamente al intercambio de
información, pero sin efectividad ni garantía en las búsquedas, debido en gran medida al
recelo, hermetismo y rivalidad entre las FCS.
Destaca el testimonio de uno de los representantes de las ESSAL, que responde que en algunos
casos de PDSA la descoordinación policial es flagrante, pudiéndose documentar casos muy
extremos, con resultados lesivos para el propio desaparecido y/o familiares.
Por otra parte, el JADCP, respondió que, en el año 2006, en materia de PDSA, se empezó la
coordinación policial, con el diseño de un formulario de denuncia unificada para todos las FCS,
participando él mismo en esos trabajos con buena sintonía entre todos los representantes de
las FCS.
Posteriormente, según informó el referente policial se fueron registrando por todas las FCS el
contenido de las denuncias por desapariciones en la base PDYRH, existiendo un compromiso
claro por todos las FCS para implementarla y perfeccionarla.
Sin embargo, el JADCP admitió que con la creación del CNDES en el año 2017, surgieron
problemas en la coordinación, debido a la visión centralizadora de este organismo. En
concreto el referente policial explicó que el protocolo de actuación de las fuerzas y cuerpos
de seguridad ante casos de PDSA, fue elaborado en el año 2019 por el CNDES, sin contar con
el consenso, debate y participación de todas las FCS de ámbito estatal y autonómica, a
diferencia de los trabajos que se llevaron a cabo con la base PDYRH, en su día.
Del mismo modo, el JADCP resaltó que la falta de participación activa de todos los actores
implicados, (incluidas las ESSAL) en el diseño del citado protocolo, puede generar situaciones
de descoordinación entre las FCS, dado que por ejemplo no se otorga ninguna potestad
decisoria a las Cuerpos Policiales Autonómicos, para acciones operativas tales como la emisión
de alertas para menores (Amber) y mayores desaparecidos, publicación de notas de prensa,
etc.
En este punto, debe hacerse mención a que unas de las funciones que se atribuyen al CNDES,
recogidas en la Instrucción 2/2018, de Secretaria de Estado de Seguridad, reside en elaborar
y evaluar el grado de cumplimiento de instrucciones y protocolos de actuación dirigidos a las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Continuando con la coordinación policial en materia de las PDSA, el JADCP, apreció que, en el
ámbito territorial del País Vasco, no ha detectado grandes problemas, debido al despliegue
completo de la Ertzaintza en todo la Comunidad Autónoma, que asumen en su integridad la
competencia en seguridad pública.
Sobre esta cuestión añadió el referente policial que el CNDES ha tratado de solventar este
problema de coordinación con la creación de una red nacional de coordinadores policiales
provinciales, valorando que no ha sido una medida eficaz, ya que en una misma provincia
concurren dos coordinadores, pertenecientes a diferentes FCS estatales (Cuerpo Nacional de
Policía y Guarda Civil).
En este sentido, el JADCP opinó que, para la mejora de la coordinación, se podrían haber
articulado otros mecanismos, como generar un único coordinador policial por cada provincia,
Comunidad Autónoma o incluso un equipo multi policial. A este respecto el JADCP respondió
que, en Euskadi, no se generó un coordinador por cada uno de los territorios, sino que se optó
por un solo referente policial para toda la Comunidad Autónoma, asumiendo dicha función el
mismo, como máximo responsable de la unidad especializada de la Ertzaintza en la materia.
motivado por los ciclos políticos que conllevan continuos cambios de destino de los
integrantes de los equipos de trabajo.
Además, los entrevistados hicieron referencia a que el CNDES no tiene capacidad operativa
(posibilidad de recuperar e impulsar investigaciones de PDSA de larga duración, etc.) ni fuerza
vinculante. En este sentido, algunos entrevistados opinaron que se trata de un organismo con
funciones administrativas y observadoras, que no va a paliar de forma efectiva la
descoordinación entre las FCS, al no seguir éstos de forma homogénea una misma línea de
trabajo y criterios unificados de actuación.
Represente ESSAL “le falta al CNDES dejar a los políticos, no ser un instrumento político,
que no afecte a su funcionamiento, a los proyectos, a los cargos, a los tiempos… no
puede ser que cuando haya cambios políticos, signifique 4 meses de inestabilidad… hay
que dejar trabajar a los profesionales” (entrevistado 4).
Por otra parte, se recalcó por los representantes de las ESSAL y el JADCP, que el CNDES, debe
dar pasos para incorporar de forma orgánica y no ocasional a responsables de las Policías
Autonómicas (Policía Foral de Navarra, Ertzaintza y Mossos d’Esquadra).
Represente ESSAL “el CNDES tendría que ser un órgano donde estén todas las policías,
donde exista un compromiso técnico, que no haya diferencias entre los cuerpos
policiales, actuando todos bajo los mismos criterios... donde el CNDES fuera la
unificación de todas las policías desde el ámbito profesional sobre desaparecidos”
(entrevistado 4).
Referente policial JADCP “el CNDES choca contra las competencias de los cuerpos
policiales autonómicos y no ha sabido buscar el equilibrio entre cuerpos estatales”
(entrevistado 6).
Respecto a la relación del CNDES con las familias de PDSA, a nivel general los entrevistados la
evalúan de forma positiva, desde la parte humana, pero consideran que es un órgano al que
no le correspondería la atención individualizada de las familias, que competería en todo caso
las unidades investigadoras asignadas a los casos, debiendo centrar sus esfuerzos en otras
funciones más operativas (coordinación policial nacional e internacional, etc.).
Una de las familiares entrevistada reconoció desconocer que cartera de servicios puede
ofrecer el CNDES de forma directa a las familias y consideró que este órgano debería ser más
proactivo con los familiares para ofrecerles información y orientación durante todo el proceso,
aunque también admitió que, a nivel personal, mantuvo buenos contactos con personal del
mismo.
Represente ESSAL “el objetivo del CNDES, solamente debería ser uno, encontrar a las
personas desaparecidas, y todos remando en la misma dirección” (entrevistada 3).
Por otra parte, el JADC, valoró que las expectativas que había generado el CNDES, entre las
familias de PDSA como un órgano impulsor y coordinador de investigaciones, no se han
cumplido pretendiendo por el contrario realizar otras actividades que las asociaciones del
tercer sector social entienden son de su competencia, por lo que existe en general, cierto
descontento con este organismo.
De hecho, una de las dimensiones de la justicia procedimental resalta el grado en el que los
procedimientos formales, destinados a resolver problemas y gestionar recursos, están
presentes y son ejecutados por las organizaciones (GUTIERREZ, 2009; VARONA, 2017).
Así, aplicando este postulado a la problemática de las PDSA, se puede afirmar que en la
medida que el grupo familiar observe que se despliegan todos los recursos operativos y
herramientas disponibles para la resolución del caso, se potenciara la confianza en las
personas y se amortiguará el impacto traumático (DE PUELLES, 2018).
En concreto, se debe señalar que una de las cuestiones más reveladora que surgieron de las
entrevistas, hace referencia a la percepción de que determinados casos de PDSA que
muestran un mayor impacto público/mediático, se le destinan más y mejores medios para las
búsquedas e investigación, generándose incluso una coordinación y colaboración especifica
entre FCS, que en otros supuestos es inexistente.
De hecho, los dos familiares respondieron que algunos casos de PDSA, reciben más apoyo por
los organismos públicos, observando claramente diferencias en el tratamiento policial con
respecto a otros casos con menos eco mediático. Uno de los familiares especificó que el
tratamiento no equivalente de los casos, se objetiva por ejemplo en los plazos de tiempo para
obtener los resultados de las identificaciones policiales por muestras de ADN, que se acortan
en los casos mediáticos a unos pocos días y se prolongan durante meses (incluso más de 6) en
otras familias. Sobre esta cuestión el entrevistado reconoció que esto provoca mucho
sufrimiento añadido a las familias.
De la misma forma, uno de los representantes de las ESSAL respondió que en determinados
supuestos (más mediáticos) las muestras de ADN se obtienen en 24 horas y el cuerpo queda
a disposición de las familias en 48 horas, cuando existen casos en que los plazos se dilatan
incluso a 3 meses, resultando esta circunstancia un factor de victimización terrible.
Madre: “en algunos casos de desaparecidos veo con envidia, pero con respeto a los
familiares, las carpas que se instalan para atenderlos, hay familias de primera, de
segunda, esto genera mucho malestar, hay que tratar de ser equitativos” (entrevistada
1).
Padre: “esto es vergonzoso, los casos se deben tratar igual, estamos hablando de
organismos que son públicos y que tienen que ser iguales, para todos, no puede haber
limitación de medios policiales para unos casos y para otros no, hay casos de primera
y de quinta” (entrevistado 2).
Represente ESSAL “las familias están muy indignadas, se movilizan todo tipo de
recursos, con un despliegue que ofende a las familias, que viven una situación de
agravio … somos de segunda, somos de tercera, durante días les duró a las familias ese
dolor y esa comparación que hacían con su caso” (entrevistada 3).
Represente ESSAL “son decenas los padres que llaman indignados, queramos o no
siempre habrá de primera, segunda, en todo, no sólo en desaparecidos” (entrevistado
4).
Desde la perspectiva del JADCP, este hizo hincapié en que, en la Comunidad Autónoma Vasca,
percibe que no se producen diferencias en el tratamiento de las PDSA, dado que la
movilización de recursos y medios se realiza en todos los casos en base al nivel de riesgo de la
desaparición.
Por otra parte, como cuestión de especial alcance que emergió de las respuestas tanto de los
familiares como con los representantes de las ESSAL, hace referencia a la presunción de
voluntariedad de la desaparición, como un factor revictimizante muy potente.
De hecho, uno de los familiares entrevistados manifestó que en la provincia donde reside está
instaurado el pensamiento y prejuicio entre las FCS, de que los jóvenes desaparecen de forma
voluntaria y en su caso esta circunstancia influyó muy negativamente en las primeras fases de
la investigación, pese a insistir repetidamente con la responsable policial, dado que no se
recopilaron elementos de vital importancia en los primeros días. Además, el padre
entrevistado opinó que en los colectivos más vulnerables y numerosos como puede ser el de
Padre: “con todas las familias que he hablado, resulta que todas las desapariciones les
dicen que son voluntarias……se puede presuponer, imaginar, pero luego las realidades
son muy distintas, estamos hablando de menores, quizás el colectivo más vulnerable,
más numeroso y en el que menos se hace” (entrevistado 2).
En este aspecto, uno de los representantes de las ESSAL, planteó que, si se asigna una
supuesta voluntariedad a la desaparición, se está faltando a la obligación de cubrir todos los
riesgos potenciales y no se está llevando al grado máximo el sentido de protección de la
seguridad e integridad al que tiene derecho todo ciudadano.
Represente ESSAL “creemos que hay que erradicar el concepto de voluntariedad, una
desaparición es voluntaria cuando se demuestra que es voluntaria, es un factor que
perjudica el proceso de búsqueda e investigación, resulta lesivo para la puesta en
marcha de los recursos necesarios, incluso el enfoque que debe hacerse de manera
inmediata” (entrevistado 5).
También se debe destacar, como uno de los puntos más relevantes que emergieron de las
entrevistas con las familiares, fue el relativo a la insatisfacción general en la ejecución de los
procedimientos y protocolos de actuación de las FCS ante los casos de PDSA, especialmente
en aquellos supuestos de especial complejidad y larga duración.
Así, uno de los familiares entrevistados consideró que el caso de su hijo fue tratado por los
investigadores del país donde se produjeron los hechos, de forma rutinaria, debido entre otros
condicionantes al gran volumen de desaparecidos, la problemáticas social y delincuencial del
país y la insuficiencia de recursos policiales. Ante dicha situación la entrevistada se vio
obligada a contratar los servicios de un despacho de detectives privados, que realizó un
trabajo complementario al policial, aunque sin resultados efectivos para la localización de su
hijo.
Por otro lado, el segundo familiar también mostró su absoluta disconformidad con las
gestiones de investigación practicadas en las primeras fases de la desaparición de su hijo,
debido entre otras cuestiones a la falta de proactividad de los investigadores para recopilar
informaciones y otros indicios claves para orientar las indagaciones policiales, a pesar de su
repetida insistencia. En este sentido, esta persona admitió que, ante la falta de iniciativa
policial, realizó por su cuenta averiguaciones cuyo resultado trasladaba a los investigadores,
percibiendo una total pasividad, llegando incluso a ser recriminado por ello.
Padre: “esto no ha sido un error, ha sido una dejadez plena y absoluta en la investigación,
entiendo que se pueda llegar a cometer algún error, pero no hacer las cosas, eso es dejadez.”
(entrevistado 2).
Por otra parte, el JADCP, respondió que en el protocolo que aplica la Ertzaintza al recoger la
denuncia existen una serie de parámetros, que proporciona un nivel de riesgo orientativo de
la desaparición y se activan automáticamente una serie de tareas mínimas que los
investigadores tienen que realizar obligatoriamente, así como una serie de avisos, mensajes y
alarmas que se canalizan por el sistema a las unidades y recursos competentes.
A su vez, el referente policial consideró que, en este tipo de hechos, siempre deben iniciarse
las tareas de investigación y rastreo sin dilaciones, de forma escalonada, en función del nivel
de riesgo, desde el mismo momento en que se recibe el aviso por la desaparición, ya que, en
cualquier caso, siempre habrá tiempo para interrumpir las operaciones, toda vez que se
localice a la persona.
Por último, enlazando con los apartados anteriores, en las entrevistas surgieron diversas
valoraciones respecto a la necesidad de abordar las desapariciones con unidades policiales
altamente especializadas en la materia.
En este aspecto, uno de los familiares apreció que existen déficits en la especialización de las
unidades policiales, considerando que los primeros pasos de la investigación tienen que ser
comunes en todas las FCS, con protocolos adecuados, exhaustivos y de obligado
cumplimiento, con exigencia incluso de responsabilidades sino se aplican con rigor.
Por otra parte, los representantes de las ESSAL, coincidieron respecto a que se han producido
avances en la especialización policial en el entorno de la investigación de las PDSA, incidiendo
en que debe existir una perfecta conjunción e interacción sobre el terreno entre los recursos
de búsqueda y las unidades investigadoras.
Uno de los entrevistados, opinó que, dado el amplio abanico de casuísticas en este ámbito, la
realidad de las PDSA debería ser un elemento multidisciplinar dentro de la investigación que
tendría que ir paralela a otras actuaciones. En este sentido el entrevistado apostaba más que
por unidades cerradas y específicas para las investigaciones de PDSA, por equipos de
profesionales con preparación técnica en múltiples áreas que pudieran estar conectadas con
una desaparición (delincuencia organizada, trata de seres humanos, sectas coercitivas,
secuestros de menores, etc.), conformando equipos multidisciplinarios.
Sobre esta cuestión, el JADCP, informó que en la Ertzaintza cuenta con un órgano centralizado
de supervisión y control de todas las desapariciones que se producen en Euskadi, con
capacidad operativa y autoridad para el impulso y coordinación de las investigaciones que se
generan en este ámbito.
Así, en este aspecto el referente policial indicó que la especialización policial es una demanda
que vienen realizando desde hace mucho tiempo las familias de las PDSA, debiendo
diferenciarse entre la vertiente investigativa y la de búsqueda, que necesariamente tienen que
estar conectadas. Por dicha razón, el entrevistado consideró que para los casos complejos
necesariamente se tienen que disponer de una unidad referente que realice un trabajo
integral, incluyendo el trato con las familias.
localizados/as y, por otro lado, que existe la creencia popular de que en la mayor parte de los
casos las personas toman la decisión de ausentarse de forma voluntaria.
JADCP “no hay movimiento social en los casos de desaparecidos/as, falta arrope de la
sociedad, las familias son víctimas silenciosas, no dan guerra, no se quejan y encima
son muy agradecidas, basta que se les escuche” (entrevistado 6).
Padre: “si no hacemos visible este drama, o este problema, entonces nadie es
consciente de lo que hay, el ciudadano tiene que saber lo que hay, sino cómo vamos a
afrontarlo” (entrevistado 2).
Alineada con esta visión, los representantes de las ESSAL, expresaron que la realidad de las
PDSA debería estar en la agenda política y social como una prioridad, para el abordaje de esta
problemática de forma global e integral. En este punto, la mayoría de los entrevistados
incidieron en la necesidad de impulsar el trabajo preventivo, especialmente dirigido hacia los
colectivos más vulnerables (menores de edad fugados y sustraídos, personas discapacitadas,
con enfermedades neurodegenerativas, etc.), lo que evitaría un porcentaje de desapariciones,
sufrimiento a las familias e incluso fallecimientos.
Representante ESSAL “En estos momentos, hay una deuda y un compromiso, el más
importante es con las personas que sufren enfermedades neurodegenerativas, la
prevención es posible... el riesgo de la desaparición es evidente, se puede trabajar de
forma focalizada y sistemas específicos en alerta de mayores desparecidos”
(entrevistado 5).
Padre: “la alerta Amber de menores, es curioso, donde más casos se activa en EEUU,
casi con el 100% de localizaciones, en España no se activa nunca, quizás por el tema
económico?” (entrevistado 2).
Conectado con lo expuesto en anterior apartado, otra tema que se trajo a colación en las
entrevistas hace referencia a una pretensión histórica del movimiento asociativo de las
familias de las PDSA respecto a que se hagan públicos en abierto, los datos y cifras estadísticas
de las desaparecidos/as registrados por el Ministerio del Interior, en los organismos
institucionales encargados de producir las estadísticas oficiales como son el Instituto Nacional
de Estadística (INE) en España y la Oficina Europea de Estadística (EUROESTAT).
El acceso sin restricciones a toda la información actualizada, según indicaron los entrevistados,
contribuiría notablemente a visibilizar en toda su extensión el alcance del fenómeno y
posibilitaría estudios multidimensionales para la implementación de medidas preventivas
efectivas.
Por otra parte, se planteó durante las entrevistas el papel de los medios de comunicación en
la problemática de las PDSA. Desde una visión pragmática se consideró que los medios se
constituyen en una buena herramienta de apoyo a los investigadores (visibilidad de los casos,
promoción de la colaboración ciudadana, etc.), siempre y cuando se canalicen y gestionen
adecuadamente las difusiones y publicaciones de noticias de PDSA.
Desde la óptica de las familias y representantes de las ESSAL, se puso el foco en la ética de los
medios de comunicación como un factor revictimizante, que puede generar mucho
sufrimiento añadido, en la medida en que no se cumplen las expectativas de las familias.
En este sentido, se demanda a los medios de comunicación tanto públicos como privados que
se traten los casos de forma especializada, profesional y humana, aparcando cualquier forma
de sensacionalismo, espectáculos mediáticos, reality shows y negocios lucrativos a costa del
dolor y la estigmatización de las familias y sus seres queridos. Otro punto que surgió de las
entrevistas relacionados con los medios, hace referencia a que debería existir una obligación
de difundir las alertas de las PDSA en los informativos de las cadenas televisivas en general y
particularmente en las públicas, como servicio público que son.
4. Discusión y Conclusiones
Para verificar si se han alcanzado los objetivos planteados en el presente TFG, se van a analizar
y discutir en este apartado los resultados obtenidos previamente en las entrevistas efectuadas
a las distintas personas que han colaborado en este estudio.
II. Así, de conformidad con las estadísticas oficiales se constata en los últimos años una
proclividad en el incremento de las desapariciones de menores de edad, tanto de origen
nacional como MENAS3. En este punto se debe subrayar que aproximadamente dos
terceras partes de las denuncias registradas en el PDYRH involucran a un menor de edad
(CNDES, 2020). Por su transcendencia, también se debe poner el foco en otro colectivo
especialmente expuesto a las desapariciones, en muchos casos con desenlace fatal, siendo
este el de las personas de edad avanzada mayores de edad que sufren patologías médicas,
enfermedades mentales y neurodegenerativas. Igualmente se debe hacer mención a otra
3
jóvenes que cruzan de forma irregular las fronteras exteriores de la Unión Europea, sin efectivo
control/protección familiar y con un fuerte sentimiento de desarraigo.
III. El examen conceptual efectuado sobre el término de PDSA, pone de manifiesto que a día
de hoy todavía no se ha alcanzado un consenso unánime en la comunidad internacional
acerca de una definición exacta y universal sobre este. Si bien en la operativa policial el
término PDSA, engloba de forma indistinta a los adultos y menores desaparecidos, según
los autores TAYLOR ET AL (2018) parece desacertado emplear el concepto genérico de
PDSA para referirse a todas las personas que ha sido denunciadas o consideradas como
desaparecidas, dado que no comparten todos ni los mismos atributos de la condición de
PDSA. Sobre esta cuestión, parece conveniente que se clarifique y armonice la utilización
del término en el contexto técnico/policial y académico mediante la identificación de sus
elementos básicos (TAYLOR ET AL 2018).
IV. Dentro del contexto de las PDSA, en el estudio efectuado sobre las victimizaciones
procesales, se descubre que el factor primario y con más impacto en la revictimización lo
constituye sin género de dudas, el desamparo institucional al que se ve sometido el grupo
familiar afectado de forma colateral por la desaparición del ser querido. Esta circunstancia
se gesta en su origen por el no reconocimiento jurídico de la condición de víctima a los
familiares, debido a que el ámbito subjetivo del EVD solamente comprende a las víctimas
indirectas con un alcance circunscrito a las desapariciones de tipo criminal, que
representan un mínimo porcentaje del volumen total de PDSA. Lo anterior se traduce de
forma inmediata en una privación absoluta de cobertura al grupo familiar en todos los
planos sin posibilidad de acceso a los servicios de apoyo (legal, sanitario, psicológico,
económico e informativo) que ofrecen las Oficinas de asistencia a las víctimas del delito
del Ministerio de Justicia. El estudio evidencia que este déficit institucional agrava el
impacto traumático de las familias, las cuales se sienten abandonadas a su suerte, por el
sistema de justicia penal, experimentando al mismo tiempo sentimientos de agravio
comparativo con respecto al tratamiento que el sistema legal proporciona a otros
colectivos específicos de víctimas como puede ser las de violencia de género y delincuencia
sexual entre otros.
VI. Respecto a las interacciones con los miembros de las FCS, el estudio pone de manifiesto
un alto grado de insatisfacción de las familias entrevistadas, en su experiencia directa y de
los representantes de las ESSAL que valoraron de forma general como deficitarios los
métodos de atención policial, especialmente en los momentos iniciales. Sustancialmente,
en las entrevistas se aludió a múltiples carencias asociadas al aspecto humano de la
atención de los agentes de las FCS al grupo familiar. En este sentido, se remarcaron
cuestiones referidas a la ausencia de: sensibilidad, empatía, escucha e implicación activa,
tacto, prudencia, habilidad para conectar emocionalmente, establecimiento de vínculos
de confianza, así como de competencia profesional para el manejo y contención de las
reacciones emocionales y psicológicas derivadas de la situación traumática. Por otra parte,
también se evidencia un déficit significativo en la atención psicológica de urgencia al grupo
familiar que no resulta cubierta ni canalizada a nivel policial, en casos de alta repercusión
psicológica/emocional. En definitiva, se requiere por parte del grupo familiar una atención
policial integral, individualizada y adaptada a las singularidades de cada perfil de
desaparición y de su evolución.
Este resulta un punto muy importante a tener en cuenta, ya que si bien la prioridad de las
familias radica en la pronta localización del ser querido en buen estado y para ello exigen
que se activen de forma inmediata todos los recursos de búsqueda e investigación
5. Prospectivas y recomendaciones
En este apartado final, se anticipan algunos de los desafíos que deberán ser abordados con
determinación a corto y medio plazo, para avanzar en el tratamiento integral del fenómeno
de las PDSA. Algunos de los planteamientos expuestos pasan por incorporar criterios de
colaboración muy amplios y donde todas las partes implicadas (FCS, CNDES, recursos de
búsqueda, familias, entidades sociales, sistema de justicia penal, sociedad, etc.) tomen
conciencia y aprendan a interactuar para proporcionar soluciones efectivas a esa
problemática.
Prospectiva
Como se ha venido repitiendo durante todo el trabajo el fenómeno de las PDSA, no resulta un
problema baladí, sino más bien una realidad que concierne al conjunto de la sociedad. Por
tanto, la respuesta y el esfuerzo no puede ser exclusivamente policial resultando forzoso y
prioritario un abordaje político, estratégico, coordinado y colaborativo desde un amplio
espectro de ciencias, organismos y actores de los sectores público y privado.
En conexión con lo anterior, otro reto capital en el cual vienen trabajando las ESSAL desde
hace varios años de forma colaborativa y multidisciplinar con otros operadores jurídicos y
policiales, es el concerniente al Estatuto de la Persona Desaparecida como herramienta legal
definitiva para la atención integral de las familias. En este cuerpo normativo ambicioso que se
pretende que adquiera rango de Ley, se dotaría de un status jurídico amplio a la persona
desaparecida que vaya más allá de la protección de su patrimonio, como sucede en la
actualidad. Además, el Estatuto contendría entre otras cuestiones trascendentales, una carta
de derechos y deberes para las personas ausentes y sus familias.
Otra línea de trabajo prospectiva y complicada que se esboza en el estudio por algunos de los
entrevistados viene referida a la posibilidad de conformar una unidad o cuerpo operativo
único, conformado por módulos integrados por especialistas policiales provenientes de las
distintas FCS, que trabajarían de forma multidisciplinar sobre casos sin resolver. Esta
propuesta, según los representantes de las ESSAL encajaría con una demanda histórica del
movimiento asociativo de las PDSA, respecto a la mejora de la especialización y coordinación
policial.
Recomendaciones:
Finalmente, a modo de cierre del presente TFG, se proponen una serie de medidas, que
podrían contribuir de forma positiva, desde el ámbito policial a la prevención y reducción de
las victimizaciones secundarias de las familias de PDSA.
• Elaboración por parte del Ministerio del Interior de un Plan Nacional Estratégico de
Mejora para la Atención de las personas desaparecidas, que tras un diagnóstico previo
permita identificar objetivos, ejes de trabajo, acciones y entidades responsables de su
ejecución. Evidentemente el plan debería tener dotación presupuestaria para su
viabilidad.
• Establecimiento de convenios con colegios de psicólogos, colegios de criminólogos u
otros organismos, para la asistencia psicológica de urgencia especializada al grupo
familiar en denuncias de alto impacto emocional.
• Formalización de acuerdos de colaboración con entidades sociales y asociaciones no
gubernamentales, de manera que se pueda dar una intervención y ayuda integral a las
víctimas.
• Inclusión en todos los cursos de ingreso, ascenso y especialización de las FCS de
módulos específicos dirigidos a la concienciación y sensibilización en la problemática
de las PDSA, con la participación directa de las ESSAL.
• Realización de cursos técnicos y simulacros de búsqueda de PDSA con la participación
de todos los recursos operativos policiales y civiles, para la puesta en común de
procedimientos y metodologías de trabajo eficaces.
• Formación psicológica específica dirigida a los profesionales de las FCS, que desarrollan
funciones en el contexto de PDSA, para la contención y manejo de traumas
emocionales derivado de esta problemática.
• Creación de unidades policiales altamente especializadas específicamente en la
investigación de las PDSA, con funciones de control y supervisión de todas las
denuncias interpuestas en esta materia con independencia de la complejidad técnica
y duración temporal de los casos.
Referencias bibliográficas
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Legislación citada
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establecen normas mínimas sobre los derechos, el apoyo y la protección de las víctimas de
delitos, y por la que se sustituye la Decisión Marco 2001/220/JAI del Consejo. Diario Oficial de
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Recomendación R (2006) 8 del Comité de Ministros del Consejo de Europa a los Estados
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Listado de abreviaturas