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La violación – José Clemente Osorio

Universidad del Valle


Instituto de Psicología
Maestría en Psicología – Énfasis en Psicología Cultural
Santiago de Cali, 2014
Narrativas sobre la violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano

Informe final de investigación presentado como requisito para optar al título de:
Magister en Psicología

Autora:
Lady Johanna Betancourt Maldonado

Grupo de investigación:
Cultura y Desarrollo Humano

Línea de Investigación:
Violencia y cultura

Director:
Anthony Sampson
Psicoanalista, Psicólogo

Universidad del Valle


Instituto de Psicología
Maestría en Psicología - Énfasis en Psicología Cultural
Santiago de Cali, 2014
Contenido

Agradecimientos .......................................................................................................................... 4

Introducción ................................................................................................................................. 5

1. Construcción del objeto de estudio y sus objetivos ................................................................. 9

Estudios sobre la violencia sexual relacionada con el conflicto armado y las mujeres ......... 10

¿Por qué acercarnos a las narrativas sobre la violencia sexual en el marco del conflicto
armado? .................................................................................................................................. 14

Objetivos que orientaron el estudio ....................................................................................... 17

Objetivos generales ............................................................................................................ 17

Objetivos específicos.......................................................................................................... 17

2. Referentes teórico-conceptuales ............................................................................................ 19

Enfoque del estudio ............................................................................................................... 19

Construcción de sentido y significado y su relación con la palabra ...................................... 28

Sobre la violencia................................................................................................................... 33

La violencia sexual ................................................................................................................ 40

La violación ....................................................................................................................... 42

Sobre la violación como estrategia política en los conflictos armados .............................. 48

3. Metodología desarrollada ...................................................................................................... 51

Mi encuentro con las mujeres ................................................................................................ 51

Paradigma metodológico ....................................................................................................... 53

Construcción y organización de la información .................................................................... 54

4. Acerca del conflicto armado colombiano .............................................................................. 59

Contexto de la violencia política en el Putumayo .................................................................. 60

Contexto de la violencia política en el Valle del Cauca ........................................................ 63


5. Evocar, pensar, nombrar el dolor: Las palabras de las mujeres toman forma para romper el
silencioso muro de la violencia ................................................................................................. 69

IRENE .................................................................................................................................... 70

AMELIA: ............................................................................................................................... 88

LUCÍA: .................................................................................................................................. 97

ADRIANA: .......................................................................................................................... 113

6. Atrocidad, horror, dolor y silencio: La estela fantasma de la violencia sexual ................... 125

Las formas de violación de los actores armados .................................................................. 127

El silenciamiento social entorno a las violaciones ............................................................... 136

Lo que más me dolió fue sentir que podían hacer conmigo lo que quisieran ...................... 141

Conclusiones............................................................................................................................ 147

¿Cómo reparar lo irreparable? ............................................................................................. 147

Bibliografía .............................................................................................................................. 151


Lista de tablas

Tabla No 1. Estudios relacionados con la violencia sexual en el marco del


Conflicto armado en Colombia……………………………………………………………..…11

Tabla No 2. Estudios que abordan el análisis o comprensión de la Violencia sexual


en conflictos armados externos………………………………..………………………………14

Lista de mapas

Mapa No 1. Contexto territorial del conflicto armado en el Putumayo….……...……………61

Mapa No 2. Contexto territorial del conflicto armado en el Valle del Cauca…………….…..64

Mapa No 3. Características de las experiencias de violencia sexual


que formaron parte del estudio……………………………………………………………... 128
Agradecimientos

Gracias a Irene, Amelia, Lucía y Adriana por su generosidad conmigo y con el desarrollo de
esta investigación. Por su determinación para vencer el silencio, y a pesar del dolor, compartir
su experiencia como una forma de resistir y de oponerse a la violencia, cuyo mayor estrago es
dejarnos sin palabras. Una sociedad sin voz, renuncia a sus posibilidades generativas, renuncia
al encuentro cara a cara, aquel en el que nos es posible reconocernos como humanos. Por esto,
su fortaleza para poner en palabras lo que para muchas personas es innombrable, se convierte
en una enseñanza para nuestra sociedad colombiana, que parece sucumbir ante los violentos en
un silencio cómplice.

Gracias a mi director, Anthony Sampson, por sus orientaciones, por su lectura crítica
durante todo el proceso, por darme ánimo cuando me faltaban fuerzas para continuar. Pero
ante todo, gracias por confiar desde el inicio en el desarrollo de esta investigación.

Gracias a la profesora María Cristina Tenorio, su compromiso, rigurosidad y solidaridad


en el ejercicio docente han sido un ejemplo para mí. Gracias por escucharme y aconsejarme en
los momentos más difíciles de la investigación.

Gracias a mi familia, mi madre Carmen, mi padre Carlos, mi querido hermano Dayver y


mi compañero de vida Pablo. Sin su compañía, paciencia e invaluable solidaridad no me
hubiese sido posible llevar a buen término este proceso.

Gracias a mis amigas, hermanas de vida, por su complicidad, por arriesgarse a tejer
sueños, por creer que es posible hacer las cosas de otra manera y fundamentalmente por
extender su mano para atravesar los puentes rotos.

4
Introducción

Los efectos del conflicto armado en Colombia han sido objeto de un importante número de
estudios desde diversas disciplinas como la sociología, la antropología y la psicología. Y
aunque las perspectivas y los resultados son diversos, los estudios confluyen en la necesidad
de visibilizar y hacer legítimo el dolor de las víctimas y la urgencia de que el conjunto de la
sociedad colombiana les reconozca y les repare de manera integral y diferencial. Las víctimas
comparten el haber sufrido los vejámenes de la violencia, pero no son iguales como muchas
personas suelen imaginarlas. Por su parte, los procesos adelantados por el Estado parecen
centrarse más en el victimario que en las víctimas, y estas últimas deben continuar sus vidas
en medio de un conflicto que no cesa y que les deja en condiciones de alta vulnerabilidad. Así
mismo, los procesos de reparación suelen centrarse en compensaciones económicas
(generalmente obtenidas después de largas batallas jurídicas) y en los que poco importan los
efectos que van más allá de lo material. Y cuando se retoman estos efectos, se lo hace
pensando en consecuencias “traumáticas” individuales, que eliminan o invisibilizan la
intención política de los hechos de violencia perpetrados en el marco de un conflicto armado.

Al respecto, diversas organizaciones defensoras de Derechos Humanos han venido


trabajando con las víctimas en torno a procesos de denuncia pública sobre las dimensiones del
fenómeno de la violencia política en nuestro país. Para ello, se ha recurrido a procesos de
recuperación de memoria, como una forma de que la sociedad escuche lo no dicho ‒la versión
de las víctimas‒ y que su dolor, rabia y reacciones sean validadas. Estos esfuerzos
mayoritariamente se vienen haciendo frente a las desapariciones, masacres y ejecuciones
extrajudiciales. Pero en menor medida se han hecho respecto a la violencia sexual, lo que
desde luego se encuentra relacionado con la gran estigmatización en torno al tema y la carga
de vergüenza que llevan las mujeres abusadas, ya que es a ellas a quienes se les señala y se les
juzga y no a los victimarios. Derivado de lo anterior, surgen interrogantes sobre ¿cómo las
mujeres significan estas experiencias de abuso?, ¿cómo cambia el abuso su relación con el
contexto?, ¿cómo creen ellas que las ve la sociedad?, ¿qué aspectos las mujeres narran de sus

5
experiencias y cuáles son silenciados?, ¿qué relatos debemos escuchar?, ¿cuáles silencios
debemos respetar?, ¿hay otros silencios que valdría la pena perturbar, como el silencio de los
hombres que participaron, incentivaron, observaron o que tal vez intentaron frenar la violencia
sexual? Y finalmente ¿cómo reparar lo irreparable?

Los anteriores interrogantes me llevaron a desarrollar la presente investigación, que tuvo


como propósito, comprender las narraciones que construyen las mujeres sobre la violencia
sexual de la cual fueron víctimas a manos de actores armados del conflicto político en
Colombia e interpretar los significados que atribuyen las mujeres a estas experiencias. El
estudio se abordó desde la psicología cultural, tomando como referencia particular el
paradigma socio-cultural y la narrativa como referente analítico, entendiendo que las personas
somos producto de la historia y la cultura. En coherencia con el enfoque del estudio, la
metodología se desarrolló desde una perspectiva interpretativa, a partir de la construcción
narrativa de relatos de vida de mujeres víctimas de violencia sexual. La intención era la de
producir relatos a manera de testimonio, interpretando el fenómeno y las experiencias de las
mujeres situadas histórica y culturalmente.

El informe se compone de seis capítulos. En el primero se presentan los aspectos


concernientes al objeto de estudio, entre estos, los antecedentes, la justificación, la pregunta de
investigación y los objetivos que orientaron el estudio. En el segundo capítulo, se desarrollan
los referentes teórico-conceptuales que sirvieron como guía clave de la investigación,
iniciando con el enfoque que se sustenta en el paradigma socio-cultural y la narrativa. Seguido
a esto, se desarrollan los conceptos y categorías que fundamentan los resultados del estudio.
En el tercer capítulo, se describe el proceso metodológico mediante el cual se desarrolló la
investigación. En el cuarto capítulo, se exponen aspectos contextuales que facilitan la
comprensión de los relatos y vivencias de las mujeres, específicamente se retoman elementos
relacionados con el conflicto armado en los departamentos de Putumayo y Valle del Cauca, en
los cuales se enmarcan las experiencias de violencia sexual de la cuales fueron víctima las
mujeres que se vincularon a este estudio.

6
Los capítulos quinto y sexto corresponden a los resultados de la investigación, iniciando
con los relatos de las mujeres sobre sus experiencias y posteriormente se esbozan elementos
interpretativos sobre los mismos. Finalmente se da cierre al informe con las conclusiones del
estudio.

7
La violación – Edgar Hilaire Degas
8
1. Construcción del objeto de estudio y sus objetivos

Es claro que la violencia política, independientemente de sus características y manifestaciones,


genera diversos impactos en la vida de las víctimas1. Desde luego, los efectos más evidentes
de la violencia política son los daños físicos y materiales. No obstante, existen otro tipo de
impactos que afectan la vida individual y colectiva de las personas a quienes se les violenta.
Estos efectos son generalmente invisibilizados o individualizados; es decir, se eliminan como
fenómeno social y político, reduciéndolos a un problema traumático individual. Así se impide
que se dimensionen estructuralmente las consecuencias de estos efectos, como en el caso de la
violencia sexual, en la que los reportes que realizan las mujeres quedan en un segundo plano
para las autoridades e instituciones. Un ejemplo evidente de ello son los procesos de “verdad”2
a los que se someten los victimarios, en los cuales ni siquiera el tema es abordado.

Lo anterior me llevó a tomar distancia del discurso del trauma y del diagnóstico
psiquiátrico del estrés pos-traumático (PTSD) que, como lo plantea Theidon (2004), ha
logrado desempeñar un papel prominente en los conceptos médicos y humanitarios del
sufrimiento en el marco de los conflictos armados. De acuerdo con esta autora, la diagnosis
fue incluida por primera vez en el catálogo oficial norteamericano de los trastornos
psiquiátricos en 1980 con referencia específica a los veteranos americanos de la guerra en
Vietnam y, a lo largo de las últimas tres décadas, el alcance de la diagnosis se ha extendido

1
El concepto de víctima es polémico y polisémico. Por tanto aclaro que no pretendo dar en esta investigación un
debate sobre el mismo, pues no es uno de sus objetivos. No obstante, partiendo de que la población protagonista
de este estudio son “mujeres víctimas” de violencia política, particularmente de violencia sexual, perpetrada por
actores armados de conflicto interno; considero necesario precisar cómo se asume en este estudio el ser
“víctima”. Para ello, retomo los planteamientos de Reyes Mate (2003), quien argumenta que podemos hablar de
víctimas en dos grandes sentidos: un primer sentido jurídico y un segundo moral. Para el autor, cuando hablamos
en sentido moral (necesario desde una perspectiva ética ante las víctimas), debe señalarse en primera instancia el
sufrimiento de un inocente infligido voluntariamente por un otro; es decir, no se habla de las víctimas de una
catástrofe natural, sino de las que provoca otro humano voluntariamente. No hay que confundir víctima con
sufrimiento; por ejemplo, nos plantea el autor, los nazis condenados a muerte tras su derrota, también sufrieron,
pero no eran víctimas, porque no eran inocentes. Otra característica de las víctimas, es la de poseer una mirada
propia sobre la realidad; esa mirada no sólo ilumina con luz propia el acontecimiento en una época, sino que,
además, altera la visión habitual que pudiéramos tener otros sobre lo mismo (es una visión inédita de los hechos).
2
De los 57 mil crímenes confesados en Justicia y Paz, solo 86 son violaciones y no hay una sola condena al
respecto (Amnistía Internacional, 2011).
9
dramáticamente. El concepto de la memoria traumática se ha convertido en el marco principal
por acercarse a las secuelas subjetivas de la guerra, e incluso se ha creado un mercado enorme
en torno al trauma, y una industria de expertos desplegados en los países en pos-conflicto para
detectar los síntomas del estrés pos-traumático por medio de las encuestas “culturalmente
sensibles.” Sin duda, como lo refiere la autora, es estratégico enmarcar el sufrimiento dentro
de un idioma científico y con pretensiones universales. De hecho, el discurso del trauma sirve
como un esperanto psicológico que utiliza el sufrimiento, como parte de una estrategia
mediática y jurídica, pero poco comprensiva de los significados que atribuyen las victimas a lo
sucedido. Porque se reduce a la búsqueda de síntomas que muestren que las personas quedaron
enfermas después de lo sucedido, con todas las implicaciones sociales y culturales que
conlleva fijar esta marca.

Al traducir los efectos de la violencia política en el idioma de trauma, algo se pierde. Se


pierde la significación cultural de lo sucedido, por someterlo a un universalismo psiquiátrico.
Por ello me interesa cuestionar el lenguaje simple del trauma que deja en las mujeres la
violencia sexual y adentrarme en las narrativas que las mujeres hacen de sus experiencias,
comprendiendo sus creencias, sus explicaciones, la manera cómo asumieron el suceso; pero
también comprendiendo sus silencios.

Estudios sobre la violencia sexual relacionada con el conflicto armado y las mujeres

A continuación se presentan de manera condensada algunos estudios relacionados con la


violencia sexual y el conflicto armado en Colombia3. Pero antes, es importante precisar varios
aspectos al respecto. El primero es que los estudios que se refieren a continuación fueron
publicados en un periodo reciente enmarcado en los años transcurridos del presente siglo. Este
periodo se delimitó en correspondencia con la temporalidad de las experiencias vividas por las
mujeres en las cuales se centra el estudio y que reviste unas particularidades en términos de las

3
Se retomaron investigaciones realizadas, financiadas o apoyadas por: Instituciones académicas, grupos de
investigación u ONG nacionales e internacionales que gozan de reconocimiento y trayectoria en nuestro país.
10
dinámicas del conflicto armado (por ejemplo: los actores –víctimas y victimarios–, los modos
de operación, los patrones de la violencia sexual, prevalencia, entre otros). El segundo aspecto
a destacar es que no necesariamente los estudios referidos se centran en la violencia sexual, ni
en la violación como objeto de indagación. De hecho, la mayoría de estos estudios aluden al
análisis, caracterización, registro o denuncia de diversas formas de violencia política y como
parte de esta consideran o circunscriben la violencia sexual. No obstante, por el hecho de
reconocer específicamente este tipo de violencia política e incluirla como parte de los procesos
de investigación, se decidió incorporarlos como antecedentes de la presente investigación.

El tercer aspecto es en relación con el tipo de estudios que se refieren, que como se
podrá observar a continuación, se desarrollaron desde diversas perspectivas epistemológicas,
ontológicas, teóricas y metodológicas. Desde luego estos aspectos no formaron un criterio de
restricción para su referencia, pues lo que se pretendía era retomar lo que hasta el momento se
ha realizado sobre el tema, en una temporalidad definida y en el contexto específico del
conflicto armado en Colombia.

Tabla No 1. Estudios relacionados con la violencia sexual en el marco del Conflicto armado
en Colombia
Metodología y/o enfoque
Título y año de publicación Autores(as) / Institución
del estudio
Jennie Dador Revisión de fuentes
Violencia sexual contra las
secundarias
mujeres en conflicto armado y Publicado por la Consejería en
post conflicto en América Proyectos PSC y Solidaridad Caracterización del contexto
Latina. Centro América y Internacional de conflicto (Colombia) y post
Colombia. conflicto (Centro América),
Año: 2001 centrándose en el análisis de
los patrones de violencia
contra las mujeres.
Sonia Fiscó Investigación para la paz,
Atroces realidades: La
teniendo en cuenta una
violencia sexual contra la Universidad Javeriana
perspectiva de género.
mujer en el conflicto armado
colombiano. Rastreo y recolección de datos,
Año: 2005 casos, documentos y
estadísticas sobre violencia
sexual tomados de documentos
inéditos de ONG, entrevistas

11
realizadas a mujeres afectadas
por el conflicto y noticias de
prensa.
Universidad del Cauca Investigación cualitativa, se
Palabras, representaciones y
realizaron historias de vida.
resistencias de mujeres en el Ruta Pacífica de las Mujeres de
contexto del conflicto armado Colombia
colombiano. Departamento del
Putumayo.
Año: 2005
Organización de los Estados Observaciones durante la
Las mujeres frente a la
Americanos - Secretaría visita in loco en: Bogotá,
violencia y la discriminación
general. Washington, D.C. Valledupar y Quibdó.
derivadas del conflicto armado
en Colombia. Reuniones con autoridades del
Año: 2006 Gobierno, víctimas y
organizaciones de la sociedad
civil
Recopilación de información
(de entidades oficiales y no
oficiales)
Jóvenes, memoria y violencia Pilar Riaño Alcalá Investigación etnográfica
en Medellín. Una antropología urbana.
Universidad de Antioquia
del recuerdo y el olvido.
Instituto Colombiano de
Antropología e Historia
Colombia: Cuerpos marcados, Amnistía Internacional - Investigación cualitativa.
crímenes silenciados. Violencia Informes
Perspectiva Jurídica de los
sexual contra las mujeres en el
Derechos Humanos
marco del conflicto armado.
Año: 2004 Reuniones con una muestra
representativa de todos los
“Eso es lo que nosotras
sectores sociales, incluidos
exigimos. Que se haga
sobrevivientes, testigos,
justicia”. Impunidad por actos
organizaciones y redes de
de violencia sexual cometidos
mujeres, grupos de derechos
contra mujeres en el conflicto
humanos, funcionarios del
armado de Colombia.
gobierno y del Estado,
Año: 2011.
abogados y jueces, así como
organizaciones indígenas y
organismos internacionales.
Violencia contra las mujeres: René Álvarez Orozco Tres fases:
Historias no contadas. Karolina Naranjo V.
-Construcción de un marco
Año: 2008
Universidad Autónoma de teórico-conceptual desde
Bucaramanga. tratados internacionales.
-Estudios de caso a través de
12
la recolección directa e
indirecta de relatos e historias
de vida, escritos personales o
autobiográficos.
-Sistematización y
comparación de datos
provenientes de los informes
regionales de la Mesa
Nacional de Incidencia.
La violencia sexual en Informe de Oxfam Investigación cualitativa.
Colombia: Un arma de guerra. Internacional
Recopilación de datos en
Año: 2009
Paula San Pedro fuentes secundarias.
Hablan las sobrevivientes – Amnistía Internacional Investigación cualitativa, se
Violencia sexual en Colombia. realizaron Historias de Vida.
Año: 2011.
Entre la violencia, la no Lady Johanna Betancourt M. Investigación cualitativa.
violencia y la construcción de Alba Nubia Rodríguez P.
Perspectiva psicosocial,
poder. Estudio sobre el impacto Gloria Cristina Castro G.
enfoque diferencial y de
de la violencia política en Jenny Cristina Perdomo P.
género.
Mujeres pertenecientes a
Grupo de Investigación Sujetos
organizaciones del norte y Entrevistas semi-estructuradas,
y Acciones Colectivas –
centro del Valle del cauca. historias de vida y grupos
Universidad del Valle.
Santiago de Cali: Programa focales.
editorial de la Universidad del
Valle.
Año: 2011.
1ra Encuesta de Prevalencia Investigación cuantitativa. Se
Olga Sánchez
sobre violencia sexual en aplicó una Encuesta de
José López
contra de las mujeres en el Prevalencia.
Diana Rubriche
contexto del conflicto armado
María del Pilar Rengifo
colombiano. ENVISE –
Colombia 2001-2009.
Oxfam
Año: 2010
Casa de la Mujer
Development Cooperation –
Ministry of Foreign
Informes (11 en total) sobre Mesa de Trabajo, Mujer y La Mesa ha realizado diez
violencia socio-política contra Conflicto Armado informes y “en ellos se han ido
mujeres, jóvenes y niñas en tejiendo metodologías y
Colombia. conocimiento desde un
enfoque feminista”
Desde el año 2001 - I informe.
En el último informe se trabajó
Hasta el año 2012 - XI Informe. a partir de testimonios.

13
En relación con estudios contemporáneos que abordan la violencia sexual en conflictos
armados distintos al colombiano, la producción es bastante amplia y en términos teóricos y
metodológicos son muy variados. Teniendo en cuenta lo anterior, se decidió tomar como
referentes o antecedentes, aquellos estudios cuyo enfoque en términos epistemológicos,
ontológicos, teóricos o metodológicos, guardaran correspondencia e hicieran un aporte en
algunos de los aspectos mencionados a la presente investigación. En este sentido, se
delimitaron dos investigaciones:

Tabla No 2. Estudios que abordan el análisis o comprensión de la Violencia sexual en


conflictos armados externos
Título y año Autores(as) / Filiación Metodología y enfoque del
institucional estudio
Entre Prójimos. El Conflicto Kimberly Theidon Estudio etnográfico desde la
Armado Interno y la Política de perspectiva de la
Instituto de Estudios Peruanos.
la Reconciliación en el Perú. fenomenología.
Año: 2004
Life and Words. Violence and Veena Das Estudio etnográfico.
the descent into the ordinary.
Berkeley: University of
Año: 2006 California P.

¿Por qué acercarnos a las narrativas sobre la violencia sexual en el marco del conflicto
armado?

De acuerdo con Sampson (2000), habitualmente, la violencia es calificada de irracional. Así es


considerada por los medios de información cuando se presentan, entre otros, los denominados
atentados terroristas. La atrocidad de los sucesos de violencia nos conmueve y aterra; por ello
comúnmente los declaramos como acciones “inhumanas”. Parafraseando al autor, podríamos
referir que basta una mirada superficial de la historia y de la actualidad para ver que la
violencia es lo más característicamente humano. No obstante, los humanos nos definimos a
nosotros mismos como racionales, pero “¿cómo puede ser el animal racional justamente el
más sanguinario? ¿Cómo puede poner su racionalidad al servicio de la destrucción masiva que
amenaza hasta con la aniquilación de toda cultura humana? De hecho, ¿cuál es la relación
14
entre cultura y violencia? En particular, ¿existe una “cultura de la violencia” (como algunos la
afirman con respecto a Colombia)?” (Sampson, 2010).

Los anteriores interrogantes, por sí solos, hacen más que justificables los estudios sobre
la violencia en nuestro contexto, que como se mencionó anteriormente no son escasos y,
aunque sus resultados nos permiten contextualizar el desarrollo histórico del conflicto en
nuestro país, comprender sus fundamentos políticos y conocer algunas de sus consecuencias,
el fenómeno de la violencia continúa creciendo día a día. El conflicto se hace cada vez más
complejo, el número de víctimas aumenta y los sucesos continúan mayoritariamente en la
impunidad.

Detrás de cada víctima de asesinato, desaparición, tortura, secuestro, violación,


desplazamiento forzado y otros crímenes perpetrados por los actores inmersos en el marco del
conflicto armado, se halla un sinnúmero de mujeres, víctimas de la violación de sus derechos.
Según un informe sobre la violencia contra la mujer (Organización Mundial Contra la Tortura,
2003), en Colombia el desplazamiento interno afecta de manera directa a las mujeres y a los
niños y niñas, quienes representan aproximadamente el 80% de la población perjudicada por el
fenómeno. Adicionalmente, se afirma que, de cada 5 mujeres desplazadas, por lo menos una
de ellas es violada sexualmente. En otros casos, los actores del conflicto piden a los padres
llevarse por algunos días a las jóvenes mujeres para que presten “servicios a la comunidad”,
refiriéndose a la posibilidad de convertirlas, en contra de su voluntad, en objetos de
satisfacción sexual. Por su parte, los hombres jóvenes son generalmente víctimas de la
violencia homicida y las mujeres que los sobreviven deben hacer frente a su nueva condición,
llevando en su cuerpo y en su memoria las heridas y huellas dejadas por la violencia.

En este mismo sentido, el I Informe sobre Violencia Sociopolítica contra Mujeres y


Niñas en Colombia afirma que:

Las mujeres y niñas, dentro del contexto de la violencia sociopolítica colombiana, sufren los
efectos directos e indirectos de la confrontación y bajo estas circunstancias, han sido víctimas
de violaciones a sus derechos humanos por razones diversas, como vivir en zonas de conflicto,
por tener relaciones afectivas o familiares con algún actor armado, por ser líderes comunitarias,
por trabajar a favor de las víctimas, porque son obligadas a albergar o a alimentar a los actores
armados, o por otras razones relacionadas con su condición de mujeres. Sin embargo, por la
15
vigencia de una cultura que discrimina y subordina a las mujeres y las niñas, los efectos de la
confrontación armada sobre ellas han sido invisibilizados durante mucho tiempo (2001:13).

Las múltiples pérdidas que genera la violencia sexual en la vida de las mujeres no
pueden reducirse a una experiencia de dolor que pasa con el tiempo. La violencia sexual
genera un profundo resquebrajamiento en las relaciones más íntimas del ser humano, lo cual a
veces sucede de manera imperceptible y se camufla por años. Pues, las secuelas quedan como
“marcas de agua”, que son particularmente devastadoras, dolorosas, generan vergüenza y las
convierten en experiencias inexplicables, innombrables. Son tan atroces que las víctimas no
alcanzan a ponerlas totalmente en palabras.

La violencia sexual contra mujeres por parte de los actores armados muestra que en
contextos de conflicto la sexualidad femenina es cosificada. De tal manera que el abuso sexual
es, entonces, un instrumento de violencia, un arma con la cual se busca acabar la dignidad y el
honor del otro. Esto se ratifica a partir de que en muchos casos, además de matar al “hombre
de la casa”, violan a “su mujer”, como una manera total de abolir su presencia. En relación con
lo anterior, Bennet, Bexley y Warnock (1995) plantean que con el ultraje a las mujeres, se
puede quebrantar y desmoralizar a los hombres. Por ello, con mucha frecuencia el abuso
sexual ocurre frente a otros miembros de la familia o de la comunidad, convirtiéndose en un
ataque al colectivo, aunque sean las mujeres las que sufren físicamente y quienes deben cargar
con el peso de la vergüenza y el aislamiento social.

La intencionalidad política de la violencia sexual en el marco del conflicto armado es


clara. No se trata de la satisfacción o “desviación” de un individuo. Es una estrategia colectiva
para dominar a la población. En términos de Theidon (2004), es una forma de establecer
relaciones de poder y establecer lazos en el territorio, que borran al enemigo al “poseer” lo que
antes le pertenecía. Es dejar una huella imborrable que, en muchos casos, además deriva en
parir hijos producto de las violaciones, representando una colonización total que elimina al
otro (al enemigo, al vencido) como tal.

Por ello es importante profundizar en la significación que las mujeres atribuyen a la


violencia sexual de la cual han sido víctimas, denunciar la intención política que esta guarda,

16
despatologizar a las mujeres que lo han vivido y descargar de sus hombros la vergüenza que
ellas cargan y que su voz sea escuchada. Pero que también sus silencios sean comprendidos y
respetados, y no juzgados como suele suceder.

Derivado de lo anterior, surge la pregunta central del estudio:

¿Cuáles son las narraciones que construyen las mujeres sobre la violencia sexual, cometida por
actores armados del conflicto político en Colombia, de la cual fueron víctimas y qué
significados elaboran las mujeres acerca de estas experiencias?

Objetivos que orientaron el estudio

Objetivos generales

Comprender las narraciones que las mujeres han elaborado sobre la violencia sexual de la cual
fueron víctimas, cometida por actores armados del conflicto político en Colombia.

Interpretar a partir de las narrativas, los significados que las mujeres atribuyen a estas
experiencias.

Objetivos específicos

o Plasmar los relatos que las mujeres han construido a partir de sus recuerdos sobre la
violencia sexual de la cual fueron víctimas.
o Comprender el lugar significativo que la verbalización y/o el silencio toma en estas
experiencias.
o Interpretar la construcción de sentido que las mujeres han elaborado sobre la vivencia
de la violencia sexual.
o Comprender la construcción narrativa que de sí mismas hacen las mujeres a partir del
evento de violencia sexual.

17
18

La violación – René Magritte


2. Referentes teórico-conceptuales

En este aparte del documento, me referiré en primera instancia al enfoque que orientó el
desarrollo del estudio y que corresponde al paradigma socio-cultural y la narrativa como
referente analítico. Posteriormente plantearé los conceptos y categorías que fueron centrales
para la investigación, entre estos: Construcción de sentido y significados, violencia, violencia
sexual, violación y la violación como una estrategia política en los conflictos armados.

Enfoque del estudio

Uno de los procesos más complejos, para los profesionales que nos acercamos a la
investigación, es definir el enfoque desde el cual nos ubicamos para comprender la realidad
particular que pretendemos “estudiar”. El proceso se hace complejo, debido a que no se reduce
a un aspecto accesorio para quienes investigamos, sino que, por el contrario, la elección que
realizamos se convierte en la columna vertebral de la investigación y se hace manifiesta desde
la construcción misma del problema, hasta la manera como presentamos los resultados.

En este sentido y, contario a lo que podrían enunciar algunos manuales de investigación,


el enfoque no se elige en el momento en que se precisan formalmente las categorías y los
conceptos puntuales del estudio; sino que optamos por un enfoque desde que empezamos a
interrogarnos sobre un tema que deseamos investigar, aunque a veces esta elección no sea
consciente y muchas veces la perspectiva, que asumimos formalmente, no se corresponda con
lo que realmente materializamos en nuestro proceso de investigación. Pues tal como lo refiere
Theidon (2004), la manera como planteamos nuestras preguntas tiene mucho que ver con las
respuestas que obtenemos.

Con base en lo planteado, precisaré a continuación los referentes a partir de los cuales
fui construyendo la investigación, proceso que implicó para mí un fuerte cuestionamiento

19
sobre la manera como deseaba comprender y acercarme al fenómeno de la violencia sexual en
el marco del conflicto interno armado en mi país.

Planteé la investigación desde los postulados de la psicología cultural, tomando como


referencia particular el paradigma socio-cultural y la narrativa como referente analítico.

Los orígenes de la psicología cultural se pueden atribuir a Wundt, quien desde finales
del siglo XIX en Francia ya nos advertía:

“que es temerario aplicar los métodos de las ciencias naturales a cualquier faceta de la
conducta humana que no sean los aspecto más elementales, universales y, por tanto,
intemporales. Fue Wundt quien señaló que los procesos psicológicos humanos individuales
están condicionados por una historia anterior de la comunidad a la que no tienen acceso
directo. Y fue él quien afirmó que los métodos genéticos (históricos, evolutivos) son necesarios
para ocuparse de los procesos psicológicos “superiores” mediados culturalmente y
contingentes históricamente. Parece que Wundt diagnosticó de forma correcta las objeciones
modernas a la investigación transcultural antes incluso de que se realizara el primero de estos
estudios” (Cole, 1999:99).

El oficio esencial de la psicología cultural es recurrir al análisis de las mediaciones


semióticas que la cultura crea al construir el mundo en el cual los seres humanos habitan
(Sampson, s.f.). Este imperativo surge en contraposición a la línea teórica e investigativa
preponderante en el mundo académico occidental contemporáneo. Esta línea es la de la
psicología cognitiva. No obstante, es necesario hacer la salvedad de que la psicología
cognitiva no es una, existen dentro de ésta diversas corrientes que no se pueden unificar en un
conjunto delimitado de conceptos y procedimientos. Como lo plantea Sampson (s.f.), la
psicología en general es un bazar y en relación con sus enfoques o artefactos, uno encuentra lo
que quiera. Tenemos así, la psicología radical, anarquista, social, de la liberación (psicosocial
crítica), gestalt, etc. Es uno quien elige, no existe ningún paradigma unificador, ni siquiera al
interior de cada enfoque. Por ello precisa Bruner (1991) que, aunque la psicología cultural se
presenta como revolucionaria, esto es relativo, pues ¿cómo se hace revolución en contra de
algo que no es muy específico? Sin embargo, lo que sí es claro, es que la psicología cultural,
tuvo su origen en una vertiente de la psicología cognitiva que trató de romper con la psicología

20
conductista, poniendo en el centro del debate la cuestión por la significación. La meta era
descubrir y describir formalmente los significados que los seres humanos crean a partir de sus
encuentros con el mundo y lograr comprender los procesos de construcción de significados en
los que estos se basan. No se pretendía reformar el conductismo sino sustituirlo (Bruner,
1991).

La revolución cognitiva, que empezó en ese momento, tuvo la suerte de toda revolución:
fue traicionada: “Todo fue muy bien; tan bien, en realidad, que puede que en última instancia
hayamos sido víctimas de nuestro propio éxito” (Miller, sf, citado por Bruner, 1991:23). Y lo
que sucedió fue que apareció el computador y, el logro de hacer que una máquina procesara
información, hizo que se le igualara al cerebro. Así, la revolución cognitiva fue llevada por
rutas que la apartaron radicalmente de toda preocupación por el sentido y la significación. La
información reemplazó la significación. Como si la información en sí misma revistiera alguna
importancia. Es el mismo problema que se presenta con la cibernética, considerar que la
capacidad de computación, la simulación, desplaza la experimentación. Es decir ¿ya no
experimentamos?, ¿ahora simulamos? En palabras de Bruner (1991), si los programas de
computación se designan como mentes virtuales, entonces solo falta dar un pequeño paso –
pero crucial– para creer no solo que la mente es una especie de computador sino que el
computador piensa de la misma manera que la mente. Esto conlleva a sustituir la significación
que es un problema semántico, por la información que es un problema estadístico.

De acuerdo con Sampson (s.f.), no se puede ignorar otro encuentro fundamental en el


desarrollo de la psicología cognitiva. Se refiere a la aparición de Chomsky. Un personaje muy
interesante desde el punto de vista político, pero totalmente contradictorio en su concepción de
la psicología, pues a diferencia de su postura política, en este campo es sumamente
conservador y reaccionario. De allí que sus postulados (que han sido adoptados como un
dogma) calaran perfectamente con el cognitivismo, particularmente sus desarrollos sobre los
módulos de redes neuronales. En sus estudios sobre lingüística, no tenía en cuenta para nada el
significado, él no escuchaba a la gente, sus procedimientos eran simulados. A él no le interesa
la semántica, sino la sintaxis, su interés es delinear la naturaleza del sistema formal que
subyace a todas las lenguas habladas por los seres humanos. En su propuesta, el lenguaje
21
depende de estructuras innatas que no pueden haber sido adquiridas por la experiencia.

Derivado de lo anterior, se hace evidente que el cognitivismo es un re-encauche del


conductismo. El “avance” fue mostrar que el conductismo había ignorado ciertos procesos
mentales. Y suponiendo que la mente es un computador, asumieron que habían resuelto el
problema, pero solo regresaron a lo mismo: la rearticulación del dualismo tradicional (mente –
cuerpo, naturaleza – cultura, forma – sustancia, físico – simbólico).

De allí que la Psicología cultural, aunque tiene antecedentes de largo aliento, como
perspectiva en la investigación y conceptualización psicológicas es un movimiento reciente,
que no renuncia a la necesidad de reformular:

…la mirada de la psicología sobre lo normal, lo esperado, lo correcto; y por tanto, la urgencia
de reformular sus conceptualizaciones y prácticas frente a lo que se ha llamado patológico,
retrasado, o sociopatico. Pero incluir las variantes que la cultura produce en los seres humanos
es un problema que va más allá de cambiar la posición política. Exige a la psicología romper su
encierro disciplinario, y aprender de las otras disciplinas humanas y sociales… (Tenorio,
2004:1).

En concordancia con estos postulados de la Psicología cultural, incorporé al proceso de


investigación las premisas del paradigma socio-cultural. En este paradigma se asume que las
personas no nacemos, nos hacemos, somos producto de la historia y la cultura. Los seres
humanos nos construimos y reconstruimos desde las historias que contamos a los demás y a
nosotros mismos, acerca de quiénes somos y el lugar que ocupamos en el mundo.

De acuerdo con este paradigma, se intentó seguir en este estudio una ontología no
dualista que, de acuerdo con los planteamientos de Parker y Goicochea (2000), se refiere a la
necesidad de superar una ontología de dos esferas en la que se encuentran: un sujeto y un
mundo independiente, que la mayoría de nosotros da por sentada. Para comprender esta
propuesta, es importante asumir que la discusión se plantea más allá de los asuntos
epistemológicos, para incluir inquietudes ontológicas4. El interés es reintroducir la ontología

4
La epistemología es la consideración sistemática, en la filosofía y en otros campos, del conocimiento: cuándo es
válido, qué acepta, qué cuenta como verdad, etc. Y la ontología es la consideración del ser: qué es, qué existe,
qué significa que algo –o alguien– sea (Parker y Goicochea, 2000).

22
como un asunto válido, significativo y necesario en la investigación, pues toda explicación
válida, en términos del conocimiento, descansa sobre supuestos ontológicos, pero éstos a
menudo pasan desapercibidos (Parker y Goicochea, 2000).

Siguiendo a estos autores, la ontología dualista, o de dos esferas en la que se funda la


idea de la identificación de la mente con el yo, y el establecimiento del yo como algo
independiente y auto-suficiente, creó un abismo tal entre la mente conocedora y el mundo que
pone en cuestión la misma posibilidad del conocimiento. Pues “cuando se considera al
conocimiento como originándose y desarrollándose dentro de un individuo, los lazos que atan
la propia vida mental con la de los pares son ignorados y negados” (Dewey, 1966:297, citado
por Parker y Goicochea, 2000:4). Los seres humanos somos producto de una transformación
de la conciencia de sí. Toda persona avanza desde la experiencia sensual inmediata. El ser
humano es una construcción, es producto del desdoblamiento y lo absurdo sería pensar en un
yo íntegro.

Los autores plantean 6 tesis: 1) La persona es construida; 2) en un contexto social; 3) es


formada a través de la actividad práctica; 4) formada en relaciones de deseo y de
reconocimiento; 5) que pueden dividir a la persona y 6) motivar la búsqueda de una identidad.
En estas tesis los autores aluden a Hegel (1967), quien refiere que sin la interacción (que él
llama reconocimiento) no hay conciencia de sí.

Estos, entonces, son los seis temas centrales de la ontología no-dualista que vemos pugnando
por surgir en la perspectiva sociocultural. Es una ontología, una visión del ser humano y no-
humano, en la que la persona y el mundo social están relacionados internamente el uno con el
otro, constituyéndose mutuamente. En contraste con la “subjetividad constituyente” de Kant
(1787/1965) y de Piaget (1970/1972), quienes vieron la construcción solamente como una
actividad cognitiva en la que la subjetividad aplica sus formas a los datos desde un mundo
objetivo distinto y separado, esta ontología contempla un proceso práctico de construcción en
el que las personas dan forma al mundo social y, al hacerlo, son transformadas ellas mismas.
Esta constitución mutua se logra en las prácticas sociales de las relaciones y comunidad
humanas. Los seres humanos son formados y transformados en relación con otros, en un deseo
de reconocimiento, en las prácticas de una comunidad en particular, y de una manera que
escindirá e iniciará una lucha por la identidad (Parker y Goicochea, 2000:15).

Es importante precisar que, desde esta perspectiva, la relación consigo mismo no es


precisamente armónica, es una relación de escisión. Es decir, para volverse un sujeto social, el

23
ser se encuentra fragmentado, no es compacto. En este sentido el concepto de sujeto de Lacan
(1968) es especial, ya que no hace referencia al individuo. Es una concepción basada en un
orden simbólico, del lenguaje, del significado; es lo que es representado por un significante
ante otro significante. El sujeto está en el espacio de dos significantes. Entonces el individuo
es escindido por el significante, es un sujeto netamente simbólico, evanescente, no corpóreo.
El sujeto existe en relación con el otro (Parker y Goicochea, 2000).

En coherencia con lo esbozado, tenía que recurrir entonces a una manera no


convencional que me permitiera adentrarme en la forma como las mujeres realizan la
construcción subjetiva de sí y de la violencia vivida. Y allí tomó gran importancia, para el
desarrollo metodológico y analítico de la investigación, la narrativa. Porque, como lo plantean
Bruner (2003), Miller, Fung y Koven (2007), las narraciones son constitutivas de nuestra
cultura, nos han acompañado desde niños cuando nuestros padres, familiares y vecinos nos
contaban historias o nos acompañaban a través de historias dispersas en libros, películas o
relatos cotidianos.

Las historias que nos han contado, que contamos o que nos cuentan, nos fueron
constituyendo como personas. Con ellas empezamos a atribuir un sentido a nuestro contexto, a
nuestras experiencias y nosotros mismos. Somos lo que narramos y, a la vez, somos narrados
por otros. La narración va organizando nuestra forma de estar en el mundo, según cómo
narremos nuestra experiencia de vida podremos saber cómo somos. La significación de
nuestras experiencias toma forma en los relatos y nos va permitiendo re-construir nuestro
pasado, presente y futuro. Cuando planteo re-construir, me refiero a la idea de cómo las
narraciones no son simplemente representaciones; son una práctica en la que nos hacemos y
re-hacemos a nosotros mismos. La narración constituye nuestra subjetividad, a través de ella
nos moldeamos a nosotros mismos. Como plantea Bruner (2003), “el yo es un producto de
nuestros relatos y no una cierta esencia por descubrir cavando en los confines de la
subjetividad”. Es decir, si no existiera la posibilidad de narrar historias no existiría la
identidad.

24
De allí la importancia que tuvo adentrarme en las narrativas de las mujeres, para
comprender el significado que ellas atribuyen a la experiencia de violencia sexual y a la
manera cómo ésta es concebida en relación consigo mismas y con el contexto político en el
cual se generó. Los relatos me ayudaron a comprender aquellos aspectos que las mujeres
logran poner en palabras, así como sus silencios y lo que aún para ellas no tiene explicación.
Me permitieron, en últimas, comprender los sentidos construidos por ellas en torno a la
violencia vivida, el contexto en el cual se generó y la construcción que hacen de sí mismas a
partir de tales sucesos.

Mi interés, entonces, se alejó de asumir a las mujeres como víctimas pasivas, no me


interesaba plasmar un inventario de síntomas que evidenciaran los traumas generados por la
violencia, ni evaluar la supuesta “elaboración” o no que las mujeres hubiesen realizado de la
experiencia. Pues como lo refiere Theidon:

Cuando se buscan incansablemente los síntomas del Estrés Postraumático, puede ser que no
captemos la experiencia vivida de la violencia, el mundo social conflictivo en la coyuntura
actual, los espacios cotidianos donde se va recreando la vida, en fin, que no captemos
(Theidon, 2004: 40).

En coherencia con lo anterior, se hizo fundamental para mí superar la limitada y


tradicional visión de algunos estudios psicológicos, en los cuales se asume a las víctimas
como portadoras de traumas, específicamente del denominado Estrés Postraumático5, que
generaliza las respuestas de las víctimas frente a los sucesos de violencia y reduce su
experiencia a un suceso específico (que ocurre en un momento preciso) y que marca la
vida psíquica de una manera delimitable:

5
Suposiciones centrales del Estrés Postraumático:
- Enfatiza la centralidad del individuo autónomo que ejerce control sobre sí mismo y sobre su ambiente;
- La esfera intrapsíquica es privilegiada sobre el contexto socioeconómico o político;
- El plano espiritual es relegado a un eje suplementario;
- La expresión mental de angustia es normalizada y la expresión corporal, conocida como somatización, es
"patologizada";
- Supone que ha habido un suceso traumático definido y que se puede hablar de un estado "postestrés";
- Supone que hay una respuesta universal a los eventos estresantes;
- El suceso traumático es un suceso "fuera de la gama de experiencias humanas normales o cotidianas" y;
- El tratamiento toma al individuo como la unidad de análisis e intervención (American Psychiatric Association,
2000, citado por Theidon, 2004: 41).
25
Creemos que el PTSD es una categoría diagnóstica que deja insuficiente espacio para las
diferencias culturales, la producción socio-histórica del malestar y el impacto del racismo y de
la pobreza tanto en la trayectoria de la recuperación posconflicto cuanto en la vida más amplia.
Más que ofrecer una solución universal, el PTSD es parte de una sola etnopsicología, entre
otras; una etnopsicología que se fundó en un paradigma médico-psicológico norteamericano y
que incluye una serie de suposiciones que limitan la aplicabilidad de la diagnosis en muchas
culturas (Theidon, 2004: 42).
Con el PTSD se da prioridad a lo intrapsíquico sobre el contexto social. El énfasis del tratamiento
está en la esfera intrapsíquica y en el individuo, y este énfasis descuida sistemáticamente la importancia
de los factores contextuales (Theidon, 2004: 49).

Desde esta visión, la salud mental se convierte en una característica individual


atribuible a personas que no muestren alteraciones significativas en su pensar, sentir y
actuar; es decir, que tengan un “buen funcionamiento” lo cual, además, nos remitiría a que
los efectos de la violencia en una sociedad son un problema minoritario que apenas
afectaría a un sector pequeño de la población (que evidencie los síntomas de un trastorno
reconocido). En otras palabras, se reduciría a “casos aislados” como se denominan desde
el discurso oficial (Martín Baró, 2003).

Esta perspectiva, muy común en nuestro contexto, obedece a una concepción


occidental sobre los seres humanos, cuyo desarrollo es visto de manera lineal y naturalista,
y en la que se renuncia a comprender la psiquis como un producto histórico, cuya
existencia es posible sólo en la telaraña de las relaciones sociales en las que se teje como
un continuo el pasado, el presente y el futuro. Como lo refiere Sampson (2000), Occidente
ha entronizado una presuposición: la unidad biológica del hombre determina su unidad
psíquica. Concepción universalista construida históricamente y que niega: 1) Que el ser
humano depende de la naturaleza y de la cultura. Se contraponen, pero se complementan. 2)
Que cada cultura define lo que entiende por cultura y establece los límites con la naturaleza.

Derivado de lo anterior, surgen referentes alternativos ante una cuestión básica:

¿En qué consiste entonces la singularidad del ser humano como organismo biológico que hace
tan indispensable la cultura? Estriba esencialmente en la prematuración del nacimiento y la
consiguiente prolongada dependencia, hecho único entre los mamíferos, y que hace que la
cultura sea directamente responsable de la configuración mental y psicológica de sus miembros
(Sampson, 2000:263).

26
Desde la epigénesis, definida ya no en términos embriológicos, sino como la maduración
postnatal, como lo súper o adicional a la función de lo genético, se muestra que el desarrollo
neuronal no sigue un modelo absolutamente determinado. El ser humano nace con un elevado
índice de incompletud, de inmadurez neuronal, esto es una neotenia o infantilismo
morfológico. Si la gestación estuviera ligada al desarrollo completo del cerebro, no naceríamos
nunca. De hecho, como lo enuncia el autor, se ha comprobado que hay una característica
prematuración en la especie humana en el momento del parto. Entre los primates, sólo el
cerebro humano continúa su crecimiento a un ritmo fetal después del nacimiento.

Entendiendo lo anterior, es claro que:

La condición humana se caracteriza por nodos de extrema sensibilidad, y suma fragilidad que
cada cultura, a su manera, intenta proteger de posibles vulneraciones. Son nodos que ligan al
cuerpo a lo que llamamos la mente y es la cultura la intermediaria entre los otros dos órdenes.
Es gracias a ella, la cultura, como se realizan los virajes cruciales en la existencia humana: el
nacimiento, la crianza, el abandono de la infancia y el ingreso en la adolescencia, la aceptación
del género y la declaración de sexo, el hacerse esposo(a), hacerse padre (madre), la
reconciliación con el envejecimiento y la muerte ‒primero que todo la de los otros‒ y
finalmente la de uno mismo. Sin la cultura la condición humana sería simplemente intolerable
(Sampson, 2000:268).

En coherencia con lo anterior, para este estudio la psiquis constituye una dimensión
de las relaciones entre las personas y grupos, más que un estado individual, así esa
dimensión se enraíce y manifieste de manera diferente en cada uno de los individuos que
hacen parte del entramado social. De esta manera, las significación que las mujeres hacen
de los sucesos vividos, no es un asunto que incumba únicamente a ellas como individuos
aislados, sino a las relaciones de cada una con el contexto, su historia de vida, el lugar
donde ocurrieron los hechos, la manera como ellas y quienes les rodearon interpretaban las
manifestaciones del conflicto que allí ocurría, y desde luego, la manera como la sociedad
colombiana asume estos sucesos.

Con la realización de este estudio, esperaba entonces, desde el paradigma socio-


cultural y desde la narrativa, acercarme a la construcción de una fenomenología de “las
violencias” (Theidon, 2004:49), entendiendo, como lo plantea esta autora, que la violencia
efectúa un asalto tremendo sobre los sentidos y los significados. Lo vivido se instaura en el

27
cuerpo, en las emociones, en la vida cotidiana. Cambia la forma en que asumimos la vida
pasada, presente y futura. Y es en estos aspectos en los cuales centré mi interés.

Construcción de sentido y significado y su relación con la palabra

Para comprender la manera cómo la persona se constituye a través de la mediación cultural, y


cómo es que a través de este proceso se da sentido a la existencia misma y se significa -
interpreta la realidad. Se hace fundamental entender la relación entre el pensamiento y el
lenguaje, analizando el lugar que toman en estos el sentido y los significados. Para esbozar
algunos aspectos claves al respecto, me basaré en algunos de los planteamientos de Bajtín y
Vigotsky.

De acuerdo con Silvestri y Blanck (1993), tanto Bajtín como Vigostky criticaron los
desarrollos teóricos fundamentados en preceptos individualistas y biologistas. Ambos
plantearon que lo que se necesitaba era una teoría cultural para comprender la constitución
específicamente humana a través de la interacción de los individuos en sus mundos de vida
históricamente constituidos.

Para ambos autores, la conciencia aparece como algo que se construye desde afuera: no
es una emanación del alma del individuo ni una secreción de su cerebro. La operación por la
cual se construye la conciencia es el reflejo. Pero no se trata de un reflejo en el sujeto sino por
el sujeto. El reflejo es un proceso activo y no un acto pasivo. Tampoco es el reflejo humano
una operación directa. Así actúan los animales: Éstos, ante un estímulo del medio, reaccionan
en forma directa, sin que exista mediación psíquica alguna. En sus cerebros, por así decido, no
hay significados, no hay categorías ni conceptos. En contraposición, el ser humano refleja la
realidad utilizando unas herramientas que le son exclusivas: los signos, que funcionan como
mediadores en su relación con la realidad. Nuestra conciencia está poblada de signos. Pero
estos signos no se incorporan a una conciencia vacía que los estaba aguardando. La propia
conciencia es una construcción de los signos. No hay conciencia fuera de ellos. Fuera de la

28
objetivación exterior, de la corporación en alguna materia semiótica, la conciencia es una
ficción. Y, en tanto, el lenguaje y la conciencia son un producto social (Silvestri y Blanck,
1993).

De acuerdo con lo anterior, podríamos preguntarnos ¿No hay otra cosa que signos en
nuestra conciencia? ¿No hay imágenes de formas, olores, sabores todas ellas diferentes del
lenguaje? Sí, las hay, existe una trama sensorial, diría Bajtín. Pero las imágenes sensoriales
formadas en nuestra conciencia adquieren una nueva cualidad: su carácter significativo
(Silvestri y Blanck, 1993). Sin la mediación del lenguaje, la sensorialidad no es todavía
humana. Un cachorro reacciona ante el olor de la comida, pero en él no hay conciencia, y
nunca la habrá. Para que exista psiquismo humano, para que exista conciencia, el organismo
debe unirse con el mundo exterior en el signo. Incluso las sensaciones fisiológicas, aquellas
aparentemente más “naturales” deben incorporarse al material del lenguaje interior. Sólo así
las necesidades naturales, que compartimos con los demás animales, se volverán deseo
humano.

La pérdida de los sistemas sensoriales fundamentales ‒la vista y el oído‒ no destruye la


conciencia. En cambio, si un niño se cría al margen de la sociedad humana, al margen de la
comunicación con otros humanos, su esfera sensomotriz se mantiene indemne, pero la
conciencia no llega a constituirse. Esto ratifica que la realidad de la conciencia es la realidad
del signo. Y el signo es social. Por tanto, el lenguaje no es adquirido por el niño, ni se
desarrolla por fuera de la sociedad humana. El lenguaje es un producto de la actividad humana
y es una práctica social. La conciencia, por lo tanto, sólo puede formarse en sociedad.

Para Bajtín, siguiendo a Silvestri y Blanck (1993), un signo es un objeto que representa a
otro objeto o acontecimiento distinto de él mismo. Una piedra, por ejemplo, no es un signo.
Pero si se la utiliza como mojón, adquiere un significado que sale del ámbito de su existencia
aislada, de su carácter de objeto natural: se transforma en signo. En este sentido, las palabras
son signos, ya que por su base acústico-fisiológica son objetos materiales. Pero un sonido
articulado resulta un signo sólo si refleja algo distinto de sí mismo, un fenómeno de la realidad
objetiva, ya sea natural o cultural. El signo, al reflejar la realidad, refleja junto a ella una

29
visión socialmente determinada de dicha realidad: es siempre un fenómeno ideológico. Ningún
signo refleja en toda su extensión y profundidad a un objeto, ya que el reflejo depende siempre
de un sujeto real, en un determinado momento histórico y situación social. Las palabras, en
tanto signos ideológicos, no se limitan a reflejar la realidad, sino que la interpretan en el
intercambio comunicativo social. Esto es fundamental para comprender la interpretación que
sobre la realidad hacen las mujeres víctimas de violencia sexual a través de su relato, de la
verbalización de la experiencia misma. Como lo refiere Bajtín:

El problema de sentido forma parte de una reflexión sobre el lenguaje que no se limita a la
relación entre la lengua, como código, y el discurso o el texto, ni a las relaciones lingüísticas
entre los elementos del sistema de la lengua o entre los elementos de una sola enunciación,
sino que se ocupa de las relaciones dialógicas en los actos de palabra, en los textos, en los
géneros de discurso, en los lenguajes (Bajtín, 1959, citado por Ponzio, 1998:79).

Para Vigotsky (1982), el aspecto central lo constituye la relación entre el pensamiento y


la palabra. Negada por la visión atomista y funcional, que dominó la psicología científica y,
por lo cual, los investigadores tradicionales se limitaron a representarse la conexión entre
ambos como una relación puramente mecánica entre dos procesos distintos. Estos
investigadores, en su deseo de resolver el problema del pensamiento y el lenguaje
(descomponiendo uno y otro), cayeron exactamente en lo mismo que le sucedería a quien,
buscando la explicación de cualquiera de las propiedades del agua, por ejemplo, por qué
extingue el fuego, o por qué es aplicable a ella el principio de Arquímedes, recurriese a
descomponerla en oxígeno e hidrógeno como recurso para explicar dicha propiedad.
Descubriría extrañado, nos dice Vigotsky (1982), que el hidrógeno arde solo y que el oxígeno
mantiene la combustión y nunca podría explicar, a partir de las propiedades de los elementos,
las propiedades que identifican el conjunto.

Las investigaciones realizadas en esta línea plantean que en la palabra, el sonido y el


significado no están relacionados entre sí en modo alguno. Estos dos elementos, unidos en un
signo, coexisten aislados el uno del otro. No logran entender que, separado del pensamiento, el
sonido perdería todas las propiedades específicas que le han convertido en sonido exclusivo
del lenguaje humano, distinguiéndolo de los demás sonidos existentes en la naturaleza. De
igual modo, el significado, separado del aspecto sonoro de la palabra, se convierte en pura

30
representación, en puro acto del pensamiento, que se estudia aisladamente como un concepto
que se desarrolla y vive independiente de su portador material.

La palabra, siguiendo los planteamientos de Vigotsky (1982), se refiere no a un objeto


aislado cualquiera, sino a todo un grupo o toda una clase de objetos. Debido a ello, en cada
palabra subyace una generalización. La generalización es un acto verbal extraordinario del
pensamiento que refleja la realidad de forma radicalmente distinta a como la reflejan las
sensaciones y percepciones inmediatas.

En consecuencia, se puede deducir que el significado de la palabra, que en su aspecto


psicológico es una generalización, constituye un acto de pensamiento, en el sentido estricto del
término. Pero, al mismo tiempo, el significado es parte integrante de la palabra, pertenece al
dominio del lenguaje en igual medida que al del pensamiento. Sin significado, la palabra no es
tal, sino sonido huero y deja de pertenecer ya al dominio del lenguaje. El significado puede ser
considerado por igual como fenómeno del lenguaje y del pensamiento.

Continuando con los planteamientos del autor, el comienzo del desarrollo del
pensamiento y la palabra no descubre relaciones específicas ni ningún género de dependencia
entre sus raíces genéticas. Resulta, por consiguiente, que las relaciones internas no son una
magnitud dada desde el principio, no constituyen el fundamento previo ni el punto de partida
del desarrollo ulterior; por el contrario, surgen y se configuran tan sólo durante el proceso de
desarrollo histórico de la conciencia humana. No son la premisa sino el producto del proceso
de formación del ser humano. En el estadio inicial del desarrollo infantil se puede constatar sin
duda la existencia de un estadio preintelectual en el proceso de formación del lenguaje y un
estadio preverbal en el desarrollo del pensamiento. La ausencia de un vínculo inicial entre el
pensamiento y la palabra no significa de ningún modo que sólo pueda surgir como una
conexión externa entre dos formas heterogéneas de actividad de la conciencia. Por el
contrario, ubicarse desde allí constituye el defecto metodológico fundamental de la gran
mayoría de las investigaciones.

31
En este sentido, para Vigostky (1982) el descubrimiento de los cambios en los
significados de las palabras y su desarrollo (evolución de las palabras) es lo nuevo y esencial
que aportan sus investigaciones. Pues, permite por vez primera superar definitivamente el
postulado de la constancia y la invariabilidad del significado de la palabra, fundamento de las
anteriores teorías del pensamiento y lenguaje.

Desde el punto de vista de la antigua psicología, la relación entre la palabra y el


significado es una simple relación asociativa, establecida gracias a la repetida coincidencia en
la conciencia de la percepción de la palabra y la cosa denominada con esa palabra. Y,
naturalmente, desde este punto de vista, la evolución del lenguaje en su aspecto semántico y el
desarrollo del significado de las palabras resulta inexplicable e imposible. Esto se ha
manifestado tanto en la lingüística como en la psicología del lenguaje del niño y del adulto.
Todo el desarrollo se reducía exclusivamente a cambios en las conexiones asociativas entre
determinadas palabras y objetos.

El pensamiento, sostiene Vigotsky (1982), representa siempre un todo más extenso y


voluminoso que una sola palabra. Con frecuencia, el hablante necesita varios minutos para
exponer una idea. En su mente, ese pensamiento está presente como un todo, no como una
sucesión de unidades sueltas, como se desarrolló en su habla. El contenido simultáneo en el
pensamiento se despliega en forma sucesiva en el lenguaje. Cabe comparar el pensamiento con
una densa nube que descarga una lluvia de palabras.

Por esto, la comunicación directa entre conciencias es imposible tanto física como
psicológicamente. Sólo se alcanza a través de un camino indirecto, mediado. Ese camino
consiste en la mediación interna del pensamiento, primero por los significados y luego por las
palabras. El pensamiento nunca equivale al significado directo de las palabras. El significado
media el pensamiento en su camino hacia la expresión verbal, es decir, e1 camino del
pensamiento a la palabra es un camino indirecto y mediado internamente.

Esto conecta con lo planteado por Bajtín (1980b), citado por Silvestri y Blanck (1993),
quien afirma que la palabra obtiene su esencia de su función de signo, y no hay nada en ella
que no coincida con esta función. Como todo signo, es también un objeto material, un sonido, y
32
designa a otros objetos de la realidad, reflejándolos a través de su significado. El hecho de
que la misma palabra, interiorizada como lenguaje interior, constituya el material semiótico
de la conciencia, motiva a que acompañe a todos los actos ideológicos, aun los no lingüísticos.

Para el autor, la realidad de los fenómenos ideológicos es la realidad objetiva de los


signos sociales. La conciencia individual se constituye por interiorización de dichos signos. La
oposición entre lo individual de la psiquis y lo social de la ideología es un concepto falso. El
individuo no es fenómeno natural, sino socioideológico. Y la esencia del psiquismo individual
es tan social como la ideología. Entre ambos no existen fronteras desde el punto de vista del
contenido.

El signo se encabalga en dos sistemas, que no son independientes entre sí. Uno es el
sistema ideológico social, las leyes económicas sociales. El segundo es el sistema psíquico
personal –la unidad de un organismo biológico– y biográfico –las experiencias concretas de
una vida particular (Vygostky, 1982). No existe signo interno en la conciencia que no se haya
nutrido, más o menos mediatizadamente, de la trama ideológico–semiótica de la sociedad en la
cual se vive. El lenguaje interior nace ya con una orientación hacia un sistema ideológico,
engendrado por los signos ideológicos exteriores que cada cual ha ido absorbiendo.

Sobre la violencia

Es importante tal como lo advierten Sampson (2000) y Héritier (1996), manifestar que la
violencia, más que un concepto, es una temática. Pues esta palabra hace referencia a una
amplitud de acepciones, lo que impide que pueda reducirse a un concepto. Así mismo, debe
advertirse que lo que comúnmente denominamos violencia es sólo la parte más visible de esta.
Pues existen otros tipos objetivos, entre ellos la violencia del lenguaje, que hacen que esta no
se limite sencillamente a la materialización que podemos ver.

Como puede apenas entenderse, el tema es complejo y no se despacha rápidamente. Por


ello es importante precisar, que a continuación sólo se tratará de dar cuenta del origen de la
33
violencia y su materialización colectiva. Este último aspecto lo he seleccionado, dado que,
como lo plantea Heritier (1996:2):

No es que estas particularidades sean las únicas que merezcan una explicación, sino porque
aportan toques de atrocidad o de inhumanidad sistemáticas que deben ser comprendidas si se
pretende, por medios necesarios que pasan por la educación y la información, cortar por la base
las construcciones ideológicas que las subtienden.

Apuesta fundamental en un contexto como el nuestro y más si entendemos, como lo


plantea esta misma autora, que al distinguir los comportamientos violentos individuales de los
comportamientos colectivos, siempre aparece que los segundos son el resultado de decisiones
tomadas por la minoría que detenta el poder y que quiere aumentarlo o asentarlo, lo cual es
evidente en el conflicto colombiano y sustenta la denominada “violencia política” en nuestro
país.

Para entender cómo los humanos hemos llegado a los niveles de atrocidad entre
nosotros, lo primero que se debe anunciar es que, contrario a lo que muchos afirman de
manera ligera, la violencia no es natural. Es decir, no corresponde a ningún supuesto “instinto
humano”. Para precisar esta afirmación tomaré como referencia las tres categorías planteadas
por Sampson (2003): agresividad, agresión y violencia, dando cuenta de cómo surge y se
materializa finalmente la violencia. Las tres categorías corresponden, de acuerdo con el autor,
a los planteamientos de Lacan sobre lo imaginario, lo simbólico y lo real: agresividad (lo
imaginario), agresión (lo simbólico) y la violencia (lo real).

La agresividad es inherente a la condición humana, no a la naturaleza humana. Lo cual


en sí sería contradictorio, dado que lo que nos define como humanos no es lo biológico o lo
‘natural’, sino lo cultural. Si la agresividad es inherente a la condición humana, y no a su
‘naturaleza’, estamos partiendo entonces de que la violencia no es innata, ni viene determinada
genéticamente. Esto se hace evidente si se compara la agresividad humana con la animal. Pues
la magnitud y los extremos del horror alcanzados por los humanos hacen ilimitada la
agresividad humana frente a la animal. Los animales no son nuestros maestros en el crimen,
los humanos somos propensos a generar el “mal” (someter a la crueldad y la sevicia). Allí
radica nuestra violencia, en cambio los animales, así no sean nada delicados con sus víctimas,

34
sólo agreden en estricto sentido nutricional y sostenimiento de la especie. De allí que la
agresión, la agresividad y la violencia humanas han exigido y exigen la reflexión ética y
política, lo que de ninguna manera aparece entre los animales (Sampson, 2003).

Para Héritier, de acuerdo con Bourguignon (1989):

El hombre se ha puesto ‘aún más por debajo del animal’ al establecer en su especie la violencia
y el asesinato. Estos hechos no serían de origen biológico, a pesar de su carácter tan común
(…). En efecto, sólo en el hombre se encuentra el asesinato intraespecífico colectivo. Esta
violencia no sería pues natural, como perteneciente al mensaje hereditario de los seres
animados (Héritier, 1996:7).

La primera categoría referida por Sampson (2003), la agresividad, es única y


constitutivamente inherente a la condición humana. Pero con agresividad no se hace aún
referencia a la agresión, ni a la violencia. La agresividad no es de ninguna forma instintiva,
pero es básica o primaria. De acuerdo con el orden de las tres categorías, la agresividad
humana tiene una aparición temprana en los niños. Esto hace que algunos hablen de “instinto
agresivo”. Pero esta aparición de la agresividad es contemporánea a la aparición del lenguaje y
con este aparece la intencionalidad (me implica a mí en relación con un Otro). Esto ya
envuelve una construcción cultural que difiere de una predisposición biológica o natural. Si el
lenguaje fuese instintivo, todos hablaríamos una misma lengua, así mismo, si la agresividad
fuese instintiva, no existirían personas que no fueran violentamente agresivas. Como vemos,
ambas consideraciones se caen por su propio peso. La agresividad humana es adquirida, es
social, se inscribe en las primeras relaciones objetales, en aquellas en las que el sujeto
construye el objeto y este a su vez lo constituye por la relación que ha establecido.

La formación de la identidad siempre implica un Otro, un Otro que es mi reflejo, con


quien me identifico, pero de quien al mismo tiempo me diferencio, es también un Otro a quien
amo y odio. Así entonces, la agresividad humana es inherente a la constitución imaginaria
narcisista de sí, es adquirida en una experiencia inaugural que se renueva a lo largo de toda la
vida. La identidad, sea individual o colectiva, es narcisista y por tanto necesita legitimarse
estableciendo diferencias con un Otro u otros. Todo Otro es un álter ego en una dimensión
imaginaria, por ello nuestra reacción a todo lo que el Otro hace (leemos su rostro, su mirada).

35
Esto tiene ya un componente agresivo, porque a ese Otro yo lo odio, es un intruso, esto es la
intencionalidad, el Otro incita en mí un indicio de acción, una agresividad básica de querer
eliminarlo. Es por esto que la agresividad es inherente a la condición humana y necesaria para
“ser”, para construir un yo, pues si esto no se tiene, no se “es”, seríamos todos autistas. Este es
un estado que no se supera, siempre estamos en el estadio del espejo.

La segunda categoría, la agresión, corresponde a lo simbólico. El orden simbólico


cultural hace entonces su ingreso, ninguna cultura es neutral, benévola o promueve la paz.
Algunas culturas fomentan o restringen la agresión, pero en general, la cultura encausa o
canaliza esta agresión, la agresión es un excedente que debe “gastarse” o sacarse. Pero
entonces ¿qué es lo que en el orden cultural encausa esta agresión? según Sampson (2003), lo
hacen las idealidades: El Estado, el deporte, la religión, el amor, en fin, las causas para la
justificación de la agresión son muchas. Lo que es cierto es que existe una íntima relación
entre idealidad y crueldad, por ejemplo, las modificaciones del cuerpo (los tatuajes, las
cirugías estéticas, etc.), cada cultura tiene los propios. Así, la pulsión de muerte no tiene
ningún fundamento biológico. “El anómalo animal humano, afligido por el lenguaje, habita,
como su único morador, en el medio que él mismo ha creado: su cultura” (Sampson, 2003:17).
La humanidad no tiene enemigo, la humanidad es su propio enemigo.

La agresión es producto del orden simbólico- cultural, que es el encargado de regularla,


de establecer unos límites. Así el grupo (en primera instancia el familiar, luego la colectividad
mayor), potencia o no la violencia, la regula de una u otra manera para hacerla culturalmente
adecuada y aceptable. Por ello, como lo plantea Héritier (1996), es fácil enseñar a los niños a
ser buenos con los que se consideran semejantes y muy malvados con los diferentes. La
agresión, regulada por el orden simbólico, es en cierto sentido tolerada e incluso fomentada
por la cultura (chistes étnicos o regionalistas, los deportes en sí mismos), es una prerrogativa
del Estado, el cual es el encargado de controlar la violencia.

La incidencia de lo simbólico sobre la posibilidad de la violencia se mide


particularmente en todo lo que una cultura postula como sus ideales. La idealidad siempre
guarda una estrecha relación con la crueldad. La normalidad, el conformismo con los ideales

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culturales, siempre oculta su connivencia con un orden trascendente, supuestamente universal,
pero que consiste en rasgos distintivitos locales juzgados como esenciales para la identidad
cultural, y que se trasponen fácilmente del registro simbólico al de lo imaginario. Las
idealidades cierran las fronteras, exacerban la necesidad de diferenciación al punto de querer
eliminar el otro.

Aquí toma nuevamente importancia lo que se planteó unos párrafos atrás, sobre la
imposibilidad de un “nosotros” sin la configuración de un “ellos”, de los cuales “nosotros” nos
diferenciamos, y como lo plantea Sampson (2003), esto fácilmente da un viraje hacia
“nosotros” como los “amigos” y “ellos” como los enemigos. En relación con esto, Héritier
(1996) plantea que en los conflictos de orden social y político, precisamente lo que sucede es
que se niega al otro como individuo, el Otro no existe, aquellos a quienes se teme como
enemigos se les quiere volver inertes, reducirlos al estado de vegetal, inmóviles, sin
humanidad. “La crueldad se ejerce sobre un teatro en el que conviene demostrar
ostensiblemente, por el tratamiento que se le puede hacer padecer en su carne, que el Otro no
es un ser humano a la “imagen de Dios” como uno mismo, sino un cuerpo animal, desprovisto
de derechos” (Héritier, 1996:3).

En este sentido la tercera categoría, la violencia, representa el paso del umbral, es


superar los inhibidores, es lo real, la dimensión que es al mismo tiempo imposible de imaginar
y de simbolizar, es lo que irrumpe de una manera impremeditada y para lo cual no hay tiempo
de prepararse. En las anteriores categorías (lo imaginario y lo simbólico) hay un cierto grado
de prevención.

La violencia es entonces la irrupción desde lo exterior, donde la dimensión de pretender


encausar, moderar o controlar la agresión ha sido rota. Ese otro no es ‘Otro’, y con un no
humano, pues se puede hacer lo que se quiera. Cruzamos el umbral de lo humanamente
soportable, es ya lo innombrable, es el horror, la destrucción total.

Lo anterior se ha hecho evidente en las múltiples masacres y violaciones en Colombia,


las cuales tal como lo muestra Uribe (2004), son un síntoma social, donde la animalización
aparece como metáfora de dominación. Para la autora, las masacres sólo pueden entenderse en
37
un marco de deshumanización, pues los humanos no podrían matar un Otro con el cual se
identifican. Este es el mismo sentido que operó en los campos de exterminio nazi, donde el
Otro simplemente no existía, la figura del campo desposeía a los recluidos de sus derechos, era
la negación total, no eran humanos. Y en este mismo sentido operan las violaciones, en las que
la mujer es deshumanizada y su cuerpo convertido en un instrumento para humillar y despojar
al enemigo de lo que era suyo.

Para Uribe (2004), los asesinatos y masacres ocurridos durante el denominado periodo
de la Violencia interrelacionaron tres conjuntos significativos: El sistema de clasificación
corporal, los cortes infligidos a los cuerpos en las masacres, y los procedimientos semánticos
empleados por los ejecutores, conjunto con el cual sellaban el circulo para cazar a sus víctimas
como si se tratara de animales. En las masacres actuales (que guardan relación con el periodo
de Violencia, pero en un marco de conflicto político interno, que las hacen diferentes), si bien
ya no aparecen los perpetradores de los bandos partidistas, hacen presencia los hombres del
camuflado (que aunque vinculados a diferentes bandos, el uniforme los confunde ante las
comunidades), listando a sus víctimas y trasladándolas a los mataderos o porquerizas para
realizar la matanzas. En estas masacres se continúa mutilando el cuerpo, borrando la cara y, al
borrar la cara, se elimina la mirada, y con ello se suspende el tabú que prohíbe matar a los
semejantes. Así mismo, las desapariciones son una negación total del Otro, pues con ellas se
borra totalmente su existencia.

En este sentido como lo afirma Sampson (2003), la violencia aparece una vez superada
la barrera de la repulsión a matar. Más allá de la agresión se ubica la categoría de la violencia,
con todo lo que ella conlleva de crueldad, sevicia y horror. Esta categoría pertenece a lo real
(siguiendo la tricotomía lacaniana de lo imaginario, lo simbólico y lo real), la violencia
representa un goce infame de la crueldad manifiesta en el cuerpo del otro. Pero este traspaso
del umbral requiere de un intenso aprendizaje, por ello no es cierto que cualquier humano bajo
las circunstancias apropiadas cometerá delitos atroces. No basta con vestir uniforme militar y
estar armado para convertirse en un asesino implacable. Todos tenemos inhibidores
psicológicos que evitan llegar a la barrera última de la agresión final (asesinar), se requiere
condiciones especiales de aprendizaje para pasar esta barrera (des-sensibilización, armas
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potentes y fáciles de manejar, acondicionamiento ideológico o religioso, entre otras
características). Esto sumado a la sumisión humana a la autoridad, que no parece tener límites,
hace que muy a menudo se escuche de parte de los ejecutores: “cumplía una orden”.

El goce de la crueldad que aparece en la violencia, podría identificarse en nuestro


contexto en la satisfacción de detentar el poder en una comunidad, a través del terror que
genera perpetrar una masacre, en el goce de tener control sobre el cuerpo de los otros, que
como lo afirman Héritier (1996) y Uribe (2004), particularmente se materializa en el caso de
los hombres al convertir su cuerpo en un montón de carne inerte y en el caso de las mujeres en
usar su cuerpo como un objeto de posesión carnal.

De acuerdo con Sampson (2003), la violencia no es entonces un producto de psicópatas,


perturbados, etc.; aunque es cierto que no se pueden alcanzar niveles de atrocidad sin un alto
costo psíquico, no debemos quitar el peso que tiene la cultura en estas manifestaciones. Ello
sería, en mi concepto, negar que los asesinatos sistemáticos y selectivos, las masacres y las
violaciones cometidas por los actores armados en nuestro país, sean producto de un conflicto
eminentemente político. Como lo propone Uribe (2004), esta guerra expansiva ha sumido al
país en una confrontación en la cual el mayor número de víctimas son civiles. Es una guerra
que liquida a los que no están en ella, una guerra sucia en la cual, para ser potencialmente
víctima, basta con ser identificado y marcado como el Otro.

En este sentido, es importante precisar que la violencia política, que se genera en el


marco del conflicto armado de nuestro país, no se reduce a la materialización de unos hechos
violentos materiales concretos. Es importante entender la manera en que estos hechos de
violencia se van configurando a partir de lo que podría denominarse una guerra psicológica,
simbólica permanente. Que se ejerce a través de diversas formas, que tienen un soporte
ideológico, es decir, una intencionalidad clara de generar un impacto estructural, en el cual
desde luego, se entrecruza el individuo y el colectivo. Pues todo hecho de violencia política
dirigido a un individuo conlleva la intención clara de causar daño a nivel colectivo y, de igual
manera, todo hecho violento dirigido a un colectivo, genera un impacto específico en la
constitución de cada individuo que se ve implicado directa o indirectamente.

39
La violencia sexual

La violencia sexual o las violencias sexuales, como algunos prefieren denominarlas, al igual
que la violencia misma, no se corresponden con un concepto claramente delimitado, pues las
múltiples acepciones y el importante número de factores que implica, hacen que sea muy
complejo explicar en una unidad conceptual todo aquello que en lenguaje común aglutinamos
en la denominada violencia sexual. A pesar de esto, lo que sí podemos plantear es que sus
manifestaciones han existido a lo largo de nuestra historia humana, y que cada colectivo
social ha definido los límites en los que es tolerada y la manera de regularla. Como lo
plantea Sampson (2003), cada cultura encausa o canaliza la agresión. En este sentido, cada
cultura crea un conjunto de narrativas que dan soporte a las ideologías desde las cuáles
ciertos actos son considerados o no como violentos, en este caso como violencia sexual, y en
esta medida, definen cuáles de estos actos son justificados o juzgados y a quién se juzga.

Desde luego, los límites, que define cada colectivo social y cada cultura, van
cambiando a través del tiempo, no son estáticos y tal como lo plantea Vigarello (1999:21) “la
hipótesis de Norbert Elias es fundamental en este caso, pues muestra cómo las ‘normas de la
agresividad’ varían con el tiempo, cómo se ‘refinan’, se ‘civilizan’, ‘pulidas y limitadas por
una infinidad de reglas y de prohibiciones que se acaban transformando en autocontrol’”. En
Occidente las estadísticas de denuncias de delitos sexuales actuales muestran el tránsito de un
pasado silencioso a un presente estruendoso. Por lo cual surgen unas preguntas inevitables:
“¿efecto de imagen o aumento de la criminalidad real? ¿Violencia menos tolerada o violencia
menos controlada?” Vigarello (1999:8).

Al respecto, lo que podríamos decir es que este tránsito por el cual se pregunta el autor
nos deja entrever nuevas sensibilidades frente a la sexualidad y todo lo que ésta implica, dando
así un paso progresivo hacia la visibilidad de múltiples formas de lo que socialmente
consideramos como violencia sexual en la actualidad y que antaño era casi reducida o
equiparada a la violación.

40
En palabras de Vigarello:

Las cifras no son lo más importante, aunque pueden ser ilustrativas: la investigación revela
rápidamente, lejos de las meras comparaciones cuantitativas, hasta qué punto son los límites y el
sentido del delito, la forma de definirlo y de juzgarlo, lo que se somete a la historia. La violencia
sexual no tiene el mismo contenido jurídico a algunas décadas de distancia (1999:8).

En este sentido, es claro que la discusión no es si la violencia sexual ha aumentado o


disminuido, sino cómo la interpreta, tolera y regula políticamente una determinada sociedad
en un periodo histórico específico.

Tal como lo sostiene Vigarello (1999), juicios y comentarios actuales sobre la violación
revelan varios cambios culturales que podrían explicar parcialmente la explosión de las
cifras. Entre estos cambios se encuentran: 1) Una igualdad mayor entre hombres y mujeres,
que siempre hace más intolerables las violencias antiguas y el modelo de dominio en el que se
concretan. 2) Una recomposición de la imagen del padre y su autoridad, que hace más creíbles
las sospechas o acusaciones. 3) Un lugar cada vez mayor para el niño: inocencia absoluta y
comienzo del mundo al tiempo que se hace más frágil la imagen del padre. 4) Un
desplazamiento de la atención sobre el daño íntimo causado a las víctimas, que transforma en
trauma irremediable lo que antes era ante todo vergüenza moral y ofensa social.

Formalmente en la actualidad instituciones reconocidas de nuestra sociedad definen la


violencia sexual como:

Todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones
sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la
sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la
relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo. La
coacción puede abarcar una amplia gama de grados de uso de la fuerza. Además de la fuerza
física, puede entrañar la intimidación psíquica, la extorsión u otras amenazas, como la de daño
físico, la de despedir a la víctima del trabajo o de impedirle obtener el trabajo que busca.
También puede ocurrir cuando la persona agredida no está en condiciones de dar su
consentimiento, por ejemplo, porque está ebria, bajo los efectos de un estupefaciente o dormida
o es mentalmente incapaz de comprender la situación. La violencia sexual incluye la violación,
definida como la penetración forzada físicamente o empleando otros medios de coacción, por
más leves que sean, de la vulva o el ano, usando un pene, otras partes corporales o un objeto.
El intento de realizar algunas de las acciones mencionadas se conoce como intento de

41
violación. La violación de una persona llevada a cabo por dos o más agresores se denomina
violación múltiple (OMS, 2002).

La anterior definición hace evidente la complejidad de delimitar ¿qué es la violencia


sexual? Pero, en cambio, abre un amplio espectro de posibles formas de violencia sexual o
de múltiples violencias sexuales, y, en consecuencia, diversas formas de denominarlas,
clasificarlas y, aún más complejo, que lo establecido en el ámbito institucional sea asumido
así por el conjunto de la sociedad en la vida cotidiana. Algunos tipos de violencia sexual
reconocidos en la actualidad dentro del amplio espectro de posibilidades son: violación,
prostitución forzada, esclavitud sexual, acoso sexual, embarazo forzado, aborto forzado,
esterilización forzada y regulación de la vida social. La mayoría de estas violencias están
tipificadas por el Código Penal Colombiano, con excepción de la regulación de la vida
social, que aunque no se reconoce penalmente, es incluida o reconocida en algunos estudios
recientes como la Encuesta ENVISE Colombia 2001-2009.

En el caso específico de este estudio, mi interés se centró en acercarme a mujeres que


fueron víctimas de violación, ya que, sin desconocer el impacto que genera toda forma de
violencia sexual, existe socialmente (como se verá en los próximos párrafos) una carga
particular sobre la violación. Ésta genera un peso distinto a nivel simbólico y psicológico
sobre la víctima, pues la sociedad continúa juzgando su posible consentimiento o su real
esfuerzo por evitarla. A continuación, retomaré algunos aspectos históricos, políticos y
culturales para aproximarme a la conceptualización sobre la violación.

La violación

Delimitar la violación es tan complicado o más que definir la violencia sexual en general, pues
como se mencionó anteriormente, se encuentran marcadas por lo que una sociedad valora en
un momento específico, de tal manera, que no existe una sola definición. Como lo plantea
Bourke (2009: 15):

No hay una única definición de «violación» o «abuso sexual». En el habla cotidiana son
habituales las acuñaciones verbales contradictorias y los eufemismos. Así, oímos términos
como «violación en grupo consensuada», «prostitución de burdel involuntaria» y «acto de
amor distorsionado».
42
La definición del abuso sexual como «una actividad sexual, contemplada o experimentada, que
resulta emocionalmente desestabilizadora o perturbadora» puede parecer demasiado general
(cuando la definición es así de amplia, ¿alguno de nosotros se ha salvado de sufrir abusos?),
pero la exigencia del empleo de una fuerza física brutal también excluye claramente todo un
universo de crueldad (¿quién puede negar el sufrimiento que produce la coacción emocional?).
Una gran cantidad de literatura clínica y psiquiátrica está impregnada de imprecisión. En
muchos casos se habla sobre los violadores situándolos en la misma categoría que a los
homosexuales, los mirones y los acosadores verbales. En las investigaciones que realicé para
este libro, a veces me resultaba imposible distinguir los análisis sobre violadores o pedófilos
violentos de los estudios que se centran en los homosexuales que tienen relaciones sexuales por
voluntad propia (cuyas acciones, según creían estos comentadores, degenerarían
inevitablemente en formas más graves de «desviación» si no se les trataba o castigaba). La
violación es una «categoría disputada en su esencia», imbuida de significado político hasta la
médula.
¿Y si recurrimos a la ley? Las definiciones legales tienen un aura de meticulosidad hasta que se
examinan más detenidamente. Los comentadores a menudo suponen que las leyes decretan que
la violación implica la penetración forzosa de una vagina por parte de un pene. Pero no es el
caso. A veces debe haber violencia para que se considere violación; en otros casos, basta con la
ausencia de consentimiento. Otras leyes se refieren a actos sexuales cometidos «contra la
voluntad de una mujer». En algunas jurisdicciones podrían exigirse pruebas de la penetración
de una vagina por parte de un pene, mientras que otras insisten en exigir pruebas de emisión de
semen. No obstante, en otras ocasiones la ley acepta la penetración con algo distinto a un pene
como prueba de violación: una persona puede ser violada con el puño, la lengua, una botella o
un mango de escoba, entre otras maneras. Y la vagina no es la única parte del cuerpo que
puede ser penetrada por la fuerza ¿Qué hay del ano o la boca?

Los cuestionamientos planteados por Bourke (2009) sobre las definiciones, que desde
la academia o desde el ámbito jurídico se esbozan acerca de la violación, se articulan con los
planteamientos de Vigarello (1999), quien sostiene que, de acuerdo con la historia de los
juicios y de los procedimientos judiciales, no es posible limitar la historia de la violación a la
de la violencia. Pues, en la historia de la violación, se entremezclan de forma compleja el
cuerpo, la mirada, la moral. No puede reducirse la violación a unos hechos materiales
concretos. Por ejemplo:

La vergüenza, que la víctima vive inevitablemente, depende de la intimidad vivida, en especial


la imagen que se dé de ella y su posible publicidad; remueve el tema opaco de la mancilla, el
envilecimiento por el contacto: el mal que atraviesa a la víctima para transformarla a los ojos
de los demás. Esta vergüenza varía también inevitablemente con la historia: es tan dolorosa
porque el universo del pecado condena conjuntamente a ambos implicados; es tan gravosa
porque el razonamiento queda insidiosamente atrapado en esta convicción espontánea del
contacto envilecedor (Vigarello, 1999:8).

43
De acuerdo con este autor, la historia de la violación es la historia de una violencia
difusa en extensión y en grados. Y se desarrolla en paralelo a la historia de la sensibilidad: la
que tolera o rechaza el acto brutal. Es así como la ausencia de emociones y de denuncia dice
mucho de la extraña trivialización cotidiana de un acto que aparece gravemente condenado en
las ordenanzas del Antiguo Régimen. “Esta es una familiaridad muy distante de nuestras
referencias actuales, aunque el acto siga siendo en nuestros días uno de los menos condenados”
(Vigarello, 1999:16).

Siguiendo la investigación del autor, en el Antiguo Régimen la violación era una


“violencia como las demás” y, al igual que muchas violencias, era severamente condenada por
los textos del derecho clásico, incluso se reconocían “grados de gravedad”, según fuese el
ascendiente moral del agresor, el derecho que tuviera sobre la víctima o la influencia íntima
sobre la misma. Por ejemplo: el carcelero con su prisionera o el tutor con su pupila, y en
general todos aquellos a los que la ley otorgara alguna autoridad sobre la persona a la que
habían violado. Sin embargo, aunque era condenada en los textos, era poco perseguida por los
jueces en la práctica, pues se mostraban inclinados a “comprender” las violaciones, así como
se mostraban inclinados a “comprender” otras “brutalidades físicas”, si es que no eran
justificadas. Se condenaba y perdonaba al mismo tiempo, oscilando entre la indulgencia y la
represión, jugando con lo que en nuestros días sería una aparente tolerancia inaceptable:

La violencia sexual se inscribe en un sistema en el que la violencia reina, por así decirlo, sin
motivo aparente, los adultos colman de golpes a los niños, los hombres, o también otras
mujeres, a las mujeres; los amos a los criados. A veces, el agresor rompe la estaca, o la espada,
en las espaldas de la víctima, y a veces la mata. Parecería muy artificial, en estas condiciones,
aislar el delito sexual de otras formas de agresividad constantemente presentes o latentes en la
vida cotidiana de la sociedad tradicional (Desaive, 1987:124, citado por Vigarello, 1999:20).

Así mismo, es importante considerar que muchos de estos delitos se entendían sobre la
base de un horror primitivo, en el que se mezclan las atrocidades y las blasfemias, presentando
un universo demoniaco que se movía bajo el mundo visible. Este tipo de interpretaciones resta
a la violación sus características como delito, para convertirse en una crueldad multiforme
generada por despreciables monstruos de la naturaleza, introduciendo así “la mano de Dios”
que castiga, lo cual para algunos era más edificante (Vigarello, 1999). Esta ideología (con

44
diversos matices) persiste comúnmente en nuestros tiempos, pero lo más delicado como se
planteó en la discusión sobre el concepto de violencia, es que varias corrientes teóricas la
mantienen viva desde una perspectiva “científica” al plantear la violencia como un instinto, es
decir la violencia como producto de la animalidad.

Otro aspecto importante de considerar es que los juicios por violación han movilizado y
movilizan todavía el cuestionamiento sobre el posible consentimiento de la víctima, el análisis de
sus decisiones, de su voluntad y de su autonomía. Esto muestra la vieja dificultad para
comprender qué es la autonomía de la persona. Y en consecuencia la necesidad de apoyarse en
indicios materiales para identificar como tal una violación:

Los jueces clásicos sólo dan fe a la denuncia de una víctima si todos los signos físicos, los
objetos rotos, las heridas visibles, los testimonios concordantes, permiten confirmar sus
declaraciones. La ausencia de consentimiento de la mujer, las formas manifiestas de su
voluntad sólo existen en sus huellas materiales y sus indicios corporales. La historia de la
violación se convierte así en la de los obstáculos para desprenderse de una relación demasiado
inmediata entre una persona y sus actos: el lento reconocimiento de que un sujeto puede estar
«ausente» de los gestos que está condenado a sufrir o a efectuar. Lo que supone una percepción
muy particular: la existencia de una conciencia ajena a lo que «hace» (Vigarello, 1999:9).

La dificultad social o resistencia a disculpar a la víctima se entrelaza con la imagen de


la mujer. Cualquier prejuicio o sospecha previa sobre la denunciante, toda duda a priori, por
mínima que sea, hace inaprensible su terror, su inadvertencia, su sometimiento incontrolado,
actitudes mentales que, de olvidarlas o menospreciarlas el observador, podrían hacer creer en
un abandono voluntario. Toda supuesta muestra de “debilidad” o “inferioridad” por parte de
la mujer hace sospechoso su testimonio. Pero, precisamente porque esta sospecha varía a través
del tiempo, puede haber una historia de la violación: en ella, los cambios son paralelos a los
de los sistemas de opresión ejercidos sobre la mujer, su permanencia, su determinación, sus
desplazamientos (Vigarello, 1999).

En correspondencia con lo anterior, Bourke (2009:16) afirma que debido a que con
frecuencia la legislación sobre la violación ha sido elaborada desde una perspectiva masculina,
la identidad de la víctima ha quedado a menudo borrada de la legislación, haciendo que la
violación se convierta en el acto de mantener relaciones sexuales con una mujer que no
“pertenece” al perpetrador. Así, a menudo los hombres casados, los amigos u otros cercanos se
45
han librado automáticamente de ser procesados legalmente por violación, dado que sus
acciones estaban dirigidas contra su “propiedad”. Un ejemplo lo constituye el incesto, que
aunque se cometía generalmente contra las hijas desde su temprana edad, fue considerado en
Inglaterra y Gales hasta mediados de la década de 1970 un delito contra la familia y no un
abuso sexual contra una menor de edad.

Ante la ambigüedad en la definición y las difusas respuestas ante la pregunta ¿qué es la


violación?, Bourke (2009) propone seguir un sencillo principio: la violación o abuso sexual es
cualquier acto que así denomine un participante o una tercera parte. Desde esta perspectiva, la
autora niega la primacía a cualquier definición única y estática, y se distancia de las directrices
institucionales. Esta definición tiene dos componentes fundamentales:

En primer lugar, una persona debe identificar como sexual un acto concreto,
independientemente de cómo se defina el término «sexual». En segundo lugar, esa persona
debe afirmar también que el acto no es consensuado, que no es deseado o que se ha realizado
bajo coacción, independientemente de cómo se desee definir esos términos. La persona que
realiza el acto de clasificación debe designarse a sí misma como la víctima, el perpetrador o
una tercera parte (sólo terceras partes pueden describir el sufrimiento de los bebés, los niños
muy pequeños y las personas con graves discapacidades mentales). Para los fines de mi
análisis, siempre que alguien diga que un acto es una «violación» o un «abuso sexual», se
acepta esa afirmación (Bourke, 2009: 17).

Es importante precisar que, desde la perspectiva de la autora, la definición se propone


como un recurso heurístico, que permite problematizar e historizar cada componente
articulado a las complejas interacciones que tienen lugar entre los cuerpos sexuados. No se
pretende reivindicar la condición de normativa, ni se postula como una afirmación de la
verdad.

La definición propuesta por Bourke (2009), siguiendo sus palabras, tiene ciertas ventajas
si se asume la discusión desde una perspectiva histórica y política. Lo más importante es que
evita universalizar y esencializar tanto la sexualidad como el cuerpo. Según esta definición, si
una persona designa un acto como «sexual», lo es. Este enfoque acepta que el cuerpo está
sexuado mediante prácticas discursivas. En otras palabras: ciertas partes o prácticas corporales
se hacen sexuales por medio de la clasificación y la regulación. No hay ninguna sexualidad
que no esté construida; no hay consenso que no sea obligado; no hay ninguna “sexualidad

46
auténtica que pueda distorsionarse” (Schroeder, 1993, citado por Bourke, 2009:17). En este
sentido, las partes del cuerpo que asumimos como “sexuales” y que experimentamos como
tales cambian con el tiempo y el espacio geográfico. Cada cultura tiene una historia propia de
la creación discursiva de la violación y de las personas implicadas en esta: el violador y la
víctima.

El cuerpo se construye como sexuado mediante una gran cantidad de discursos, entre
ellos los legales, los médicos y los psicológicos. Las prácticas lingüísticas dan significado a
los cuerpos y por tanto no hay nada natural o permanente en este y en su sexualización. Desde
luego, el ser sexuado no es simplemente una pizarra vacía en la que se escriben narraciones de
violencia, los humanos elegimos nuestro “llegar a ser” a partir de un abanico de prácticas
discursivas disponibles dentro de nuestra época histórica y nuestro contexto cultural. Nuestras
elecciones no solamente “representan” nuestra experiencia, la constituyen. La voluntad
individual de las elecciones y de las significaciones toma un lugar importante, pues al fin y al
cabo, las narraciones hechas carne no determinan totalmente a la persona:

Que el sujeto hecho carne se entienda... como construido por su situación social, histórica y
política no implica necesariamente que este sujeto esté total e implacablemente determinado
por esta situación. El hecho de que haya fuerzas de poder que actúen sobre los cuerpos y afec-
ten a su forma literal y sus hábitos no indica que esas fuerzas actúen idénticamente o con igual
fuerza sobre cada cuerpo individual... [L]os sujetos individuales... responden al juego de
fuerzas de formas radicalmente distintas ... el cuerpo sobre el que actúan las fuerzas políticas y
sociales [no es] una superficie inerte (Cahill, 2001, citado por Bourke, 2009: 18)

Otra ventaja de una definición en la que se sostiene que una persona puede afirmar que
un acto “sexual” concreto es una violación si éste no es consensuado, si no es deseado o si se
hace bajo coacción, independientemente de cómo defina esos términos. Evita de forma
deliberada hacer hincapié exclusivamente en las ideas liberales acerca del consentimiento. Una
definición de la violación basada en un hombre que actúa y en una mujer que reacciona
(pronunciando un «no» o un «sí») es extremadamente problemática. La sexualidad femenina
no es meramente reactiva, del mismo modo que la sexualidad masculina no siempre está
impulsada por la necesidad de tomar la iniciativa. Suponer algo distinto a esto es adoptar la
visión que tiene el violador del cuerpo femenino, al que solamente considera una propiedad
que allana (Bourke, 2009).
47
Sobre la violación como estrategia política en los conflictos armados

Aludiendo al denominado periodo de La Violencia en nuestro país, Uribe (2004) plantea las
diferencias del lugar que ocupaban hombres y mujeres como víctimas en el conflicto, de tal
manera que las masacres fueron fundamentalmente un asunto entre hombres, pues tanto los
asesinos como la mayor parte de las víctimas de muerte pertenecían a ese género. Las mujeres
eran victimizadas de otra manera, ellas estuvieron presentes durante los hechos y fueron
testigos de los mismos junto con los menores de edad. En muchos casos, sus cuerpos fueron
tomados a través de las violaciones como instrumento para afectar la dignidad de los hombres.
Ellas asumían, además, la re-acomodación y subsistencia de sus familias.

Según la autora, el sufrimiento de las mujeres fue inconmensurable, pues soportaron en


silencio el asesinato a sangre fría de sus padres, esposos, hermanos e hijos. Ellas huían de la
escena de la masacre, escapando junto con los niños, por los cafetales y los sembrados
próximos a la vivienda campesina donde ocurrían los hechos.

Las violaciones no fueron masivas y sistemáticas como las que menciona Veena Das en sus estudios sobre
el proceso de partición entre India y Pakistán. Sin embargo, fueron violaciones muy significativas por el
silencio social que las rodea. Nadie en Colombia habla del sufrimiento que padecieron estas mujeres
campesinas durante La Violencia (Uribe, 2004:83).

Si bien lo referido por la autora obedece a un periodo específico de nuestra historia,


como ella misma lo manifiesta, las escenas de aquella época no difieren mucho de los hechos
de violencia perpetrados por las autodefensas en la década de los noventa. En la actualidad,
continúa reinando el silencio frente a las mujeres violadas en el marco del conflicto, su
sufrimiento continúa sin ser reparado; pues son pocas y aisladas las propuestas que abordan de
manera diferencial estos sucesos.

De acuerdo con Scarry (1985), retomada por Theidon (2004), el dolor y la tortura de las
violaciones buscaban “deshacer el mundo” y robar al ser humano de su capacidad de hablar y
hacer sentido, un sentido que una puede compartir con otros seres humanos. Por ello las
mujeres en muchos casos no pueden recurrir al lenguaje, no pueden poner palabras a su dolor.
“Si hay un tema capaz de producir la mudez, es la violación. Las mujeres tienen muchas
razones para ocultar que han sido violadas y, con la justicia como horizonte muy distante, hay
48
pocos motivos para hablar de una experiencia estigmatizante y vergonzante” (Scarry, 1985
citado en Theidon, 2004:109).

Continuando con la autora, las mujeres violadas son violentadas múltiples veces: la
primera es durante la violación misma y después por el estigma que les marca en sus
comunidades, ya que se convierten en blanco de las “habladurías.” Además, como lo plantea
la autora, ninguna mujer con quien ella habló, había logrado la justicia frente al hombre o a los
hombres, que le habían violado. Lo que se convierte en una de las grandes injusticias de la
guerra: el estigma de las violadas y la impunidad de los violadores.

Al tratarse de una estrategia de guerra, es posible generalizar que las violaciones se


presenten en grupo. “Cuando las mujeres describen las violaciones, nunca fue un soldado sino
varios, ‒‘Violaban hasta que las señoras no podían pararse’‒ estaban mutilando a las mujeres
con sus penes, y las mujeres estaban ensangrentadas” (Theidon, 2004:121); esto es lo que la
autora denomina como un ritual de sangre.

Lo anterior lleva a la autora a preguntarse ¿por qué los hombres violaron así? Una
explicación instrumentalista indicaría que violaron en grupo para sobreponerse a la mujer
durante la violación o porque un soldado servía como vigilante mientras los demás estaban
violando. Pero esto sería una lectura muy limitada, que atribuye esta práctica a la necesidad de
pura fuerza o de la vigilancia. Cuando un hombre armado aprieta su ametralladora en el pecho
de una mujer, no requiere más fuerza. Cuando se opera con impunidad ¿para qué la privacidad
o la vigilancia? Más bien, hay un aspecto ritualístico en la práctica de violar en grupo. Hay
que pensar en los lazos de sangre establecidos entre los actores armados y las matrices
ensangrentadas. A través de estos lazos de sangre se denigra al enemigo, se le anula al marcar
a las mujeres físicamente. Los cuerpos asaltados de las mujeres atestiguaban el poder y
barbaridad de las fuerzas que llegaban a imponer un orden. El violar, entonces, fue una manera
de establecer jerarquías de poder entre los grupos armados y la población, y también dentro
del grupo armado mismo; ya que de acuerdo con el rango se define qué mujeres se violan y los
turnos de las violaciones.

49
La violación de las sabinas - Picasso

50
3. Metodología desarrollada

Mi encuentro con las mujeres

Antes de precisar los aspectos metodológicos y prácticos del estudio, es necesario para mí
realizar una reflexión sobre la manera cómo se fue encauzando el ejercicio investigativo y mi
lugar en él como investigadora.

Escribir sobre el desarrollo del proceso de investigación, me remite ineludiblemente a


recordar cómo fue mi encuentro con Irene, Amelia, Lucía y Adriana y las implicaciones que
tuvo para mí escuchar sus relatos. El proceso me llenó de sentimientos ambivalentes que aún
me embargan. Por ejemplo, para mí fue sumamente doloroso y conmovedor adentrarme en
estas historias: sentí tristeza, rabia y lloré en muchos momentos, arrojando en las lágrimas la
desazón que me producía sentirme impotente ante todo lo sucedido. Pero también sentía
alegría de haber compartido con ellas momentos tan íntimos, en los que igualmente hubo lugar
para la risa, la esperanza y la solidaridad.

Estas mujeres compartieron una parte muy difícil de sus vidas conmigo y en ese
transcurso lloramos y reímos juntas. En esos instantes mi único propósito era ser su cómplice
para vencer el silencio. Ahora, es a mí a quien no le alcanzan las palabras para expresar qué
tanto me enseñaron Irene, Amelia, Lucía y Adriana sobre la vida y las relaciones entre los
humanos. Pues a pesar de todo lo que han tenido que enfrentar, aún se permiten confiar en
otros, particularmente en una extraña, como lo era yo para ellas en ese momento.

Irene me abrió las puertas de su casa, en su mesa desayuné, almorcé y cené. Tomamos
café y hablamos por largas horas en casi en todos los rincones de la vivienda. Desde que la vi
su mirada me impactó, sentí una conexión inmediata con esta mujer alegre, llena de vida y de
fortaleza. Pero ante todo, aprendí de su dignidad como mujer.

51
Amelia me recibió y me despidió desde la puerta de su vivienda junto a su familia, fue
realmente una acogida colectiva. No olvido sus rostros de humildad y su amabilidad durante
mi estancia. Quizá fue el encuentro que generó mayor dolor en mí, pues al escuchar su relato,
la tristeza se iba haciendo cada vez más grande y rebasaba los pequeños muros de la casa. Su
cuerpo habla de lo que siente su alma y dice aún más que sus palabras.

Adriana arriesgó nuevamente su vida para verse conmigo, pues su territorio (el barrio) se
encuentra custodiado por actores armados y a ninguno de sus habitantes le es permitido
encontrarse con gente externa. Sin embargo, como símbolo de las resistencias cotidianas, ella
junto con otras mujeres, hicieron de la clandestinidad una cómplice para vencer el silencio.

Lucía y yo tuvimos la posibilidad de caminar por muchas horas durante nuestros


encuentros, acompañadas de la naturaleza que nos rodeaba. Hablamos de temas que ni siquiera
me hubiese imaginado tocar con ella, tuvimos tiempo para comer su platillo favorito y
deleitarnos con deliciosos helados para endulzar una cálida tarde y descansar los ojos de las
pesadas lágrimas. “Me alegra tanto que seamos amigas”, dijo el último día que nos vimos. Y
yo solo pude abrazarla fuertemente, pues el nudo que se me hizo en la garganta ante tanta
generosidad no me permitió emitir palabra alguna.

Todas ellas me agradecieron por escucharlas y yo me sentía impotente ante todo lo


escuchado, me sentía avergonzada por hacer parte de una sociedad que dejó todos estos abusos
en la impunidad. Me sentí y me siento, además, impotente por no poder hacer algo más por
ellas. Al final de la reconstrucción de cada historia me sentía sin fuerzas, pero recordaba sus
voces y sus miradas y me embargaba mucha vergüenza por mi debilidad, pues ellas en sus
relatos mostraron una gran resistencia: no se han vencido. Aún tienen esperanzas.

52
Paradigma metodológico

Para el desarrollo de la investigación, me amparé en los planteamientos que sobre el


paradigma realiza Agamben (2008). Para este autor, el paradigma presupone la imposibilidad
de la regla, por tanto quienes investigamos no estamos obligados a buscar la ley, cada caso en
sí es la regla. En este sentido, el paradigma implica un movimiento que va de lo particular a lo
particular, sin que se pueda universalizar la regla de un caso. La idea es que el paradigma es
esencialmente un ejemplo que permitirá ir de un ejemplo a otro ejemplo, sin generar nunca
una ley, sólo permite explicar un caso y conducir a otros.

Agamben (2008), de acuerdo con Foucault, define el paradigma como un caso singular
que no puede estar aislado del contexto del cual forma parte y, al presentar su propia
singularidad, vuelve inteligible un nuevo conjunto cuya homogeneidad él mismo constituye;
tal como sucede con el vuelo del abejorro6, sólo es posible comprenderlo en relación con su
entorno, su colmena y el papel que este desempeña para ella. El paradigma así entendido,
nunca está dado, ni puede normalizarse, sino que se engendra y se produce a sí mismo. Tomar
el paradigma como un ejemplo, es entonces, un acto muy complejo, que conduce a que el
término que hace la función de paradigma sea desactivado en su uso normal, no para ser
desplazado hacia otro campo, sino al contrario, para mostrar el canon de ese uso, que no es
posible presentar de otra manera.

Asumir el paradigma de esta forma tuvo varias implicaciones en el proceso mismo de la


investigación; por ejemplo, desde esta perspectiva, la teoría que se tomó como referencia, no
puede ser expuesta legítimamente sino bajo la forma de la interpretación, y contrario a lo que

6 “Los abejorros (Bombus terrestris) no vuelan por su diseño aerodinámico: la fuerza bruta es la que domina.
Científicos de la Universidad de Oxford, Inglaterra, dejaron a un lado los simuladores en computadora que habían
utilizado para el análisis del vuelo de estos insectos y recurrieron a las técnicas de la vieja escuela, un túnel de
viento y humo; para su asombro, encontraron la ineficiencia del vuelo de los abejorros, a través de imágenes
obtenidas por cámaras a alta velocidad (2000 por segundo): En términos aerodinámicos, el insecto se ‘parte en
dos’, porque sus alas baten de manera independiente y no de forma sincronizada, además el flujo de aire creado a
su alrededor no es suficiente para mantenerlo en el aire, de manera que se trata de un auténtico paradigma. Estos
insectos se elevan gracias a la fuerza de su amplio tórax y a una dieta basada en néctar altamente energética. El
profesor Adrian Tomas, del departamento de zoología en Oxford, comparó a este animal con un tráiler de carga,
cuya utilidad consiste en transportar grandes cantidades de polen y néctar a su colmena, por lo que la eficiencia
de vuelo es lo que menos le preocupa” (Revista Muy interesante, 2009:12).
53
se plantea comúnmente, el método se sustentó en la lógica de la imposibilidad de ser
totalmente separado del contexto en el cual opera. No existe método viable en todo campo (no
existe un método científico como tal), así como no existe lógica que pueda ser disociada de
sus objetos.

Desde luego, haber asumido el estudio en un panorama de tanta incertidumbre (sin


leyes), donde sólo se pretendía interpretar un caso para pasar a otro, generaba temores, no es
fácil arriesgarse a ser como el abejorro: burdo, torpe, imperfecto e ineficiente; rompiendo las
reglas del proceder científico, renunciando al método que revela la verdad, renunciando a la
proclamación de reglas y teorías, renunciando a producir resultados acorde con los estándares
oficiales. De allí que el inicio del proceso me generaba pánico. Pero el riesgo valió la pena,
pues las mujeres a través de sus relatos, me ratificaron que es imposible y poco útil pretender
la verdad y la generalidad.

Como lo advierte Holton (1985), generalmente al medir y clasificar se pierde la


estructura fina de los datos, se impide entrar en los detalles y, lo que es peor, se restringe la
posibilidad de que los mismos datos, sean interpretados desde otras perspectivas. Foucault
(1994) plantea que las ciencias de la praxis erróneamente han intentado convertirse en una
ciencia “pura”-“dura”, de leyes universales y obtener desde allí un estatus científico,
alejándose nefastamente del campo de “lo que podría ser de otro modo” lo cual relaciona la
ciencia y la praxis, y constituye su origen mismo, ya que las preguntas que se realizan en las
investigaciones cualitativas, necesariamente atraviesan el campo de lo ético y lo político.

Construcción y organización de la información

En coherencia con el paradigma metodológico, en el presente estudio no se realizaron


comparaciones, ni mediciones, ni diagnósticos. Tampoco se recurrió a ningún tipo de
clasificación sobre el impacto de la violencia sexual en las condiciones emocionales de las
mujeres. El interés fue exclusivamente interpretativo de cada uno de los relatos y la
particularidad narrativa que cada mujer ha elaborado de su experiencia. La información se
54
construyó a partir de conversaciones con las mujeres sobre sus historias de vida7, siguiendo la
voluntad y estilo narrativo de cada mujer. De acuerdo con el paradigma que soportó la
investigación, tomé distancia de la convencional nominación: técnica de recolección de datos
o información, desde la perspectiva que he asumido, la información no se “recolecta” como si
fuese algo que ya está dado y simplemente se recoge. Creemos, en la psicología cultural, que
la información se construye, la producen las personas en un espacio - tiempo específico.
Nunca será posible repetir un diálogo.

De acuerdo con Valencia (2010), acercarnos a las historias de vida permite la


reconstrucción de significados en perspectiva temporal, ya que éstas, se centran en las formas
de intercambio y circulación de la memoria en una cultura. “Cultura en la que convergen en la
narración la experiencia social y la individual. La historia de vida recoge la expresión de lo
colectivo a través del discurso de las personas, al punto que individuo y sociedad son a la vez
repetición y creación” (Valencia, 2010:67). Desde una perspectiva interpretativa, las historias
de vida no se limitan al conjunto de significados que una persona ha construido para sí y que
le pertenecen. Por el contrario, una historia de vida da cuenta del conjunto de interacciones en
las que ha trascurrido la vida de una persona y a partir de las cuales ha construido su
subjetividad, razón por la cual todos los significados y contenidos que la definen provienen del
ámbito colectivo, se transforman y se validan en el intercambio con él. Las historias de vida
son entonces, “la narración de una sociedad en un sujeto y de un sujeto actuante en una
sociedad, sin que sea posible una diferenciación sencilla entre los dos contenidos más allá de
la estrictamente metodológica” (Valencia, 2010:68).

En concordancia con lo anterior, las cuatro historias logradas al final del proceso fueron
producto de la construcción conjunta con las mujeres, a través de la interacción de “nuestros
mundos” y el vínculo que lográbamos crear en el encuentro. El proceso implicó la generación
de un diálogo abierto, en el cual, como lo enuncia la palabra en sí, participábamos dos partes,
tanto en la escucha atenta como en el desarrollo de preguntas estimulantes. Estas últimas
7
De acuerdo con el paradigma que soporta la investigación, he tomado distancia de la convencional nominación:
Técnica de recolección de datos o información. Desde la perspectiva que he asumido, la información no se
“recolecta” como si fuese algo que ya está dado y simplemente se toma. Creemos que la información se
construye, la producen las personas en un espacio - tiempo específico. Nunca será posible repetir un diálogo.
55
formuladas mayoritariamente de mi parte, por un conjunto de temas que me interesaba
conversar con ellas, otras emergieron al fragor del diálogo y otras fueron fruto de mi profunda
emocionalidad. Sobre las preguntas planteadas por las mujeres, algunas eran para sí mismas y
otras se dirigían a conocerme un poco, finalmente estaban en todo su derecho.

El propósito de los diálogos era facilitar, a través de las narraciones, la elaboración de


nuevos significados o el descubrimiento de otros que quizá estaban ocultos. Pues al narrar, nos
convertimos en espectadores de nosotros mismos, tal y como lo propone Valencia:

Escuchar la historia del otro constituye un acto de confianza que antes no se había producido,
como consecuencia del debilitamiento de los vínculos, acontecimiento propio de un contexto
en conflicto, más aún político armado. Por consiguiente, quien escucha y provoca la evocación
del recuerdo mediante la historia de vida, muchas veces en condición de ofendido, contribuye a
la reparación del daño a los vínculos, generado por la violencia y la coacción. Contar la historia
es hacer pública una experiencia que no existe hasta que no se decide compartirla (Valencia,
2010:68).

Las mujeres bondadosamente accedieron a hablar conmigo sobre sus experiencias y


aunque ellas manifestaron la necesidad de hablar, incluso, la urgencia de hablar. Hacerlo les
tomó a todas mucho tiempo (desde el momento en que vivieron la experiencia) y requería para
ellas confiar en un otro, lo cual en sus circunstancias no era fácil. De tal modo que me siento
profundamente agradecida por su generosidad. Tuve acceso a las mujeres por diferentes
circunstancias relacionadas con mi ejercicio profesional y por la amabilidad de personas que
conociendo mi trabajo me facilitaron algunos contactos. Las mujeres residen actualmente en
diferentes municipios del departamento de Valle del Cauca.

Los relatos finales que parecen en este documento se organizaron siguiendo la narrativa
de las mujeres. Se encuentran en primera persona porque el interés era el de respetar al
máximo su testimonio y que mi papel en estos fuese casi notarial. Desde luego, los relatos
están editados, pero el proceso de edición fue bastante cuidadoso y fiel a la narración de las
mujeres. Específicamente la edición consistió en: cambiar los nombres de las personas y la
referencia sobre lugares muy específicos, para proteger la identidad de las mujeres. Excluir
partes del relato que las mujeres estrictamente refirieron que debían quedar “entre nosotras”,
es decir como parte de nuestra conversación personal, pero que no debían hacer parte formal

56
de las historias. Eliminar datos y sucesos que se hacían muy repetitivos en los relatos,
tornándolos un poco densos y agotadores en su lectura. Obviamente como se verá más
adelante, la repetición por parte de las mujeres en los relatos no es algo superfluo, de hecho es
fundamental para comprender la construcción de sentido que ellas elaboran, pero no era
necesario que así quedaran los relatos que se presentan públicamente.

57
El rapto de las sabinas – Jacques Louis David

58
4. Acerca del conflicto armado colombiano

Colombia vive un conflicto interno armado que se ha extendido por más de cinco décadas, lo
que hace que su dinámica sea multiforme y compleja. En relación con sus características
recientes –primera década del S.XXI–, Fernán González refiere:

La geografía de la violencia no cubre homogéneamente ni con igual intensidad todo el


territorio de Colombia. La confrontación armada es altamente diferenciada siguiendo la
dinámica interna de las regiones, tanto en su poblamiento y formas de cohesión social como en
su organización económica, su vinculación a la economía nacional y global y su relación con el
Estado y el régimen político y, consiguientemente, con esa dinámica regional, con la presencia
diferenciada y desigual de las instituciones y aparatos del Estado en ellas (González, 2002: 20).

La diferencia temporo-espacial señalada por González en relación con las violencias y la


presencia del Estado obedece, según el autor, a que

Las violencias colombianas no giran en torno a una sola polarización claramente definida sobre
ejes específicos de conflictos (económicos, nacional, religiosos, étnicos) sino que sus
contradicciones se producen en torno a dinámicas de distinto orden y a procesos históricos
diferentes, que se reflejan en identidades más cambiantes y en cambios en el control de los
territorios (2002: 20).

En relación con lo anterior y, a partir de un seguimiento de datos estadísticos del


conflicto armado en Colombia durante la última década del siglo XX y la primera década del
XXI, Vásquez plantea que “el despliegue de los actores armados sobre el territorio nacional
adquiere una lógica de carácter geográfico a la que subyace una ‘geografía económica’, es
decir, una geografía física y humana a la vez” (2003: 54). De tal modo que se hace posible
diferenciar, en las diversas regiones del país, múltiples dinámicas geográficas del conflicto
armado. Por ejemplo, algunas se convierten en zonas de disputa, otras en zonas de control y
otras son corredores estratégicos.

Tomando como referencia lo anteriormente planteado, se hace importante entonces


retomar aspectos que permitan contextualizar la dinámica particular del conflicto armado en
las regiones en las cuales las mujeres que participaron de este estudio fueron víctimas de
violencia sexual.

59
Contexto de la violencia política en el Putumayo

El departamento del Putumayo está ubicado al suroeste del país y hace parte de la región
amazónica colombiana. Su capital es la ciudad de Mocoa, limita al norte con los
departamentos de Cauca y Caquetá, al occidente con el departamento de Nariño, al oriente con
el departamento del Caquetá y al sur con el departamento del Amazonas y los ríos Putumayo y
San Miguel, que a su vez son fronteras con las repúblicas de Perú y Ecuador. Cuenta con una
superficie de 24 885 km2 (IGAC, 2004).

Su consolidación como entidad territorial es reciente. Anteriormente perteneció a los


departamentos de Caquetá y Nariño y tuvo categoría de intendencia o comisaría hasta 1991,
cuando a partir de la nueva Constitución, adquirió autonomía administrativa con la categoría
de departamento. Se encuentra conformado por 13 municipios que se distribuyen en tres
subregiones: alto, medio y bajo Putumayo (Ramírez, 1998). El bajo Putumayo, ubicado al sur
del departamento, ha sido históricamente la zona más golpeada por el conflicto armado.
Además, es un corredor de movilidad para el narcotráfico entre los departamentos de
Amazonas, Meta, Caquetá y el vecino país del Ecuador (Arias, 2009).

Este departamento ha sido fuertemente influenciado por las colonizaciones de


campesinos minifundistas provenientes de Nariño y del interior del país, que llegaron por
oleadas correspondientes con momentos específicos de la economía de extracción, generando
en este territorio unas dinámicas particulares:

- Explotación de la quina entre 1850 y 1882.


- Explotación de caucho y fundación de la Casa Arana a inicios del S. XX.
- Explotación petrolera de la década de los sesenta por la Texas Petroleum Company.
- Descubrimiento y explotación de los pozos de Orito y La Hormiga hacia finales de la
década de los setenta. Periodo que coincide con la llegada del narcotráfico a la zona.

Derivado de todo lo anterior, se puede entender fácilmente que el Putumayo ha sido un


territorio de interés para los grupos armados ilegales (véase Mapa N° 1, pág. 61).

60
Mapa N° 1
Contexto territorial
del conflicto armado
en el Putumayo

61
Las características geográficas del departamento y sus riquezas naturales, generan
condiciones propicias para diversas actividades ilícitas, entre estas, el cultivo de coca y la
movilidad de actores armados. Por ser un territorio selvático de fácil acceso fluvial, provee
cómodamente el transporte de todo tipo de insumos, tanto para los grupos armados como para
el narcotráfico (Arias, 2009).

En el Putumayo hacen presencia varios grupos armados ilegales. Los que mayor impacto
han generado son dos: la guerrilla de las FARC8 y el grupo paramilitar - AUC9. La guerrilla de
las FARC, hace presencia en el territorio desde los años ochenta a través de los frentes 2, 32 y
48:

El Frente 32 es el de mayor tradición y su desarrollo inicial tiene que ver con la economía
petrolera, la colonización y la ubicación fronteriza del departamento. No obstante su expansión
está muy asociada al desarrollo de la economía de la coca. En la actualidad opera en el medio y
bajo Putumayo en los municipios del Valle del Guamuez (La Hormiga), Puerto Asís, Orito,
Puerto Caicedo, Puerto Guzmán, Mocoa y Puerto Garzón. El Frente 48 nace en la primera
mitad de los noventa y al igual que el caso anterior, crece al ritmo de los cultivos ilícitos en un
contexto fronterizo y con base en la economía petrolera. Su mayor influencia se da en el bajo
Putumayo en los municipios de Orito, Valle del Guamuez (La Hormiga), el nuevo municipio
de San Miguel y en Puerto Caicedo. El Frente 2, que originalmente operó en Caquetá y Huila,
recientemente hace presencia en la Meseta de Sibundoy, en el alto Putumayo, en límites con
Nariño. La actuación de los Frentes 2, 32 y 48 no se concibe sin el apoyo de los frentes que
operan en los departamentos vecinos y a su vez refuerzan las acciones de estos (Observatorio
del Programa Presidencial de DH y DIH, 2000: S.P).

Los grupos paramilitares realizaron varias incursiones desde finales de la década de los
ochenta, básicamente patrocinados por narcotraficantes que querían proteger su actividad
ilícita. Sin embargo no lograron consolidarse en el territorio. Su gran entrada al departamento,
la hicieron hacia finales de la década de los años noventa y la primera década de los años dos
mil, con la firme intención de reducir la acción militar de las FARC y asumir el control del
territorio, junto con la explotación de los recursos naturales mineros y los cultivos ilícitos en el
mismo. Precisamente es en este contexto de la nueva oleada paramilitar en el Putumayo donde
se presenta la violación que vivió Irene por parte de hombres vinculados a las AUC.

En 1997 se inicia una nueva etapa de las autodefensas organizadas con la aparición de

8
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
9
Autodefensas Unidas de Colombia.
62
amenazas y panfletos. En 1998 vuelven a actuar en forma masiva contra la población:
reaparecen con especial fuerza en el primer semestre, ejecutando oleadas de asesinatos y
desapariciones (enero a marzo) en diferentes lugares de Puerto Asís que ocasionaron
desplazamientos de población. Paulatinamente las amenazas se irradiaron a otros municipios
como Valle del Guamuez (La Hormiga), San Miguel, Puerto Leguízamo y Villa Garzón, donde
aparecieron panfletos que crearon temor y nuevos desplazamientos, al tiempo que las Farc
reaccionaban asesinando campesinos acusados de ser colaboradores de las autodefensas en el
Valle del Guamuez. (…) En 1999 son varios los asesinatos y las masacres que les permiten a
las autodefensas ganar mayor control sobre un área significativa del Valle del Guamuez (La
Hormiga) mientras avanzan en Puerto Asís y ganaban influencia en Orito y San Miguel
(Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH, 2000: S.P).

Contexto de la violencia política en el Valle del Cauca

El departamento de Valle del Cauca se encuentra ubicado en el suroccidente del país, limita al
norte con los departamentos de Chocó y Risaralda, al oriente con Quindío y Tolima, al sur con
Cauca y al occidente con el Océano Pacífico. Cuenta con una superficie de 21.195 km2, que
representa el 1,5% del territorio nacional (IGAC, 2004).

El desarrollo agroindustrial y particularmente el cultivo de la caña de azúcar en las zonas


planas del departamento, desempeñaron un papel determinante en la consolidación de la
economía regional, constituyéndola en una las más importantes del país. En la actualidad, los
pilares de su economía son: el sector terciario (transporte, educación, salud, recreación,
comercio, bancos, inmobiliarias y administración pública), que representa el 65% del PIB
regional, el secundario (industria y construcción) que representa el 23% y el agropecuario con
un 8% (PNUD, 2008).

El Valle del Cauca ha sido fuertemente afectado por la violencia política en los diversos
momentos históricos de conflicto que ha vivido el país. En las últimas dos décadas, las
expresiones de violencia resultan bastante significativas y complejas de entender. En este
sentido, el análisis de sus características geográficas se torna fundamental, para vislumbrar las
particularidades que ha tomado el conflicto en las subregiones del departamento (véase Mapa
N° 2, pág. 64).

63
Mapa N° 2
Contexto territorial
del conflicto armado
en el Valle del Cauca

64
En Buenaventura, el municipio más extenso y puerto más importante de Colombia en el
Pacífico, sus amplias zonas selváticas y montañosas determinan la importancia y evolución del
conflicto. Una situación geográfica particular tiene Cali, pues abarca zonas desde 995 m.s.n.m.
hasta 4200 m.s.n.m. en los Farallones, lo que al colindar con las zonas selváticas del Pacífico
lo hace un municipio susceptible del desarrollo de actividades de grupos irregulares. Una
situación similar se presenta en Tuluá, cuyo casco urbano está ubicado a 993 m.s.n.m. y
comprende dentro de su territorio los páramos de Barragán y Santa Lucía y parte importante
del Parque Nacional de Las Hermosas con 125.000 hectáreas, este último vinculado
naturalmente al sur del Tolima, zona histórica de las Farc. Hacia el sur del departamento, la
geografía conecta al Valle con los conflictos históricos a partir del municipio de Florida y el
Páramo de Las Tinajas en su jurisdicción, de fácil acceso desde el Cauca, en especial desde la
histórica zona de conflicto conocida como Ríochiquito (Observatorio del Programa
Presidencial de DH y DIH, 2003: 3).

En relación con la subregión centro-norte del departamento, distintos análisis realizados


en los últimos años señalan que, ésta ha sido una de las zonas más afectadas por episodios de
violencia.10 Los diversos informes establecen una serie de factores que han incidido o
determinado la violencia política en los municipios de Andalucía, Bolívar, Bugalagrande,
Roldanillo, Sevilla, Toro, Trujillo, Tuluá y Zarzal, y de manera especial en Trujillo, Tuluá,
Bugalagrande y Sevilla. Entre los factores que han influido en la violencia política en la
subregión centro-norte, podemos señalar:

o La presencia de las guerrillas en las cordilleras Central y Occidental. Las FARC se


ubicaron en la Cordillera Central desde la década de los noventa, especialmente en los
municipios de Buga, Bugalagrande, Caicedonia, San Pedro, Sevilla y Tuluá. Esta
cordillera ganó importancia durante este periodo, al convertirse en un corredor de
movilidad para el sexto frente de las FARC y al instalarse en ella uno de los miembros de

10
Algunos informes sobre la violencia política en el Departamento del Valle son: “Panorama actual del Valle del
Cauca” (2003) y “Dinámica reciente de la violencia en el norte del Valle (2006)”, ambos elaborados por el
Observatorio del programa presidencial de derechos humanos y derecho internacional humanitario. El informe
“Tiempos de esperanza: nuestra agenda humanitaria, una travesía hacia el retorno”, publicado por la Oficina de
gestión de paz de la Gobernación del Valle (2003). El artículo “Autodefensas, narcotráfico y comportamiento
estatal en el Valle del Cauca, 1997-2005” (2007), publicado por la Corporación Nuevo Arco Iris. “Trujillo: una
tragedia que no cesa” (2008), informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Área de
Memoria Histórica (2008) y el artículo “Así fue la llegada de los ‘paras’ al Valle”, informe especial del Diario El
País, Cali marzo 2 de 2008.
65
su estado mayor. Por su parte, el ELN desde mediados de los ochenta estuvo asentado en
la Cordillera Occidental, particularmente en los municipios de Riofrío y Trujillo.
o La consolidación de grupos asociados al narcotráfico, que en algunos municipios entraron
en disputa por el territorio con la insurgencia, como en el caso del Cañón del Garrapatas,
ubicado en los límites entre Valle del Cauca y Chocó.
o La fuerte ofensiva estatal contrainsurgente en las décadas de los ochentas y noventas,
dirigida desde el batallón Palacé de Buga hacia los municipios del centro y norte del Valle
e incluso llegando hasta Buenaventura y el Departamento del Putumayo. Este batallón
durante cierto periodo (específicamente durante la masacre de Trujillo) estableció alianzas
con narcotraficantes de la región para la conformación de un grupo paramilitar que
contrarrestó el avance de los grupos guerrilleros.
o La llegada al Departamento de Valle del Cauca a finales de los años noventa de las
Autodefensas Unidas de Colombia a través del Bloque Calima, que inició haciendo
presencia en los municipios de Andalucía, Buga, Bugalagrande, San Pedro y Tuluá. Y que
consolidó su dominio en toda la zona centro-norte del departamento en los primeros años
de la década del dos mil, dirigiendo sus acciones contra la población campesina
considerada por ellos guerrilleros o colaboradores de la guerrilla.

Como puede interpretarse de lo mencionado anteriormente, el ingreso de los paramilitares al


departamento generó una gran disputa por el dominio del territorio con las guerrillas, lo cual
aunado a una significativa presencia grupos del narcotráfico y la lucha contrainsurgente del
Ejército, terminó por instaurar un clima de violencia en el que la principal afectada fue la
población civil, especialmente la de la zona rural, que ha sido víctima de asesinatos selectivos,
torturas, violaciones, masacres y desplazamientos forzados. Se estima que en hechos ocurridos
entre 1988 y 1994 hubo un total de 342 víctimas de diversos sucesos de violencia política.
Cifra que se incrementa significativamente con la llegada de los paramilitares. Sobre las
acciones del Bloque Calima en municipios del centro y el norte del Valle entre 1999 y 2005,
se reportan alrededor de 70 masacres, 400 asesinatos selectivos y el desplazamiento forzado de
al menos 20.000 personas (Diario El País, 2 de marzo de 2008).

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La zona occidental del departamento, la cual se encuentra totalmente cubierta por el
municipio de Buenaventura, limita al norte con el departamento del Chocó, al sur con el
departamento del Cauca, al oriente con los municipios de Calima, Dagua, Jamundí y Cali
(Valle del Cauca) y al occidente con el Océano Pacífico. Es un distrito especial que se
extiende simultáneamente sobre un territorio insular (isla del Cascajal) y sobre un territorio
continental, comunicados entre sí por el puente El Piñal. Según proyecciones del DANE (para
el 2011), Buenaventura cuenta aproximadamente con una población de 369.868 habitantes de
los cuales el 51,35% son mujeres y el 48,64% son hombres. El 88,6% de la población que
residente en el municipio se reconoce como raizal, palenquera, negra, mulata, afrocolombiana
o afrodescendiente y el 0,8% como indígena.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD, Buenaventura es


el principal puerto marítimo de Colombia donde se embarca el 60% de las exportaciones del
país y es un municipio rico en recursos hidrográficos, forestales y minerales. Sin embargo, la
mayoría de los habitantes del puerto viven en condiciones de pobreza:

Buenaventura encarna uno de lo más tristes ejemplos de pobreza y atraso social en Colombia.
Sus indicadores de salud, educación, empleo e ingresos son desalentadores para cualquier
observador desprevenido, para quienes han visto el fracaso de las políticas contra la pobreza en
el municipio, pero mucho más para aquellos que día a día padecen los efectos de este fenóme-
no. Con el paso del tiempo, la situación del puerto se ha vuelto más crítica, y ha condenado a
cientos de familias a vivir en la indigencia (PNUD, SF: 43).

Por sus condiciones geográficas que resultan muy estratégicas y el gran abandono
estatal, el municipio de Buenaventura se ha convertido en un territorio de disputa por parte de
los grupos que participan en el conflicto armado. En este distrito operan con mayor fuerza el
frente 30 de las FARC, los Rastrojos y los Urabeños, estos últimos como brazos extendidos
del bloque Calima de las AUC. La guerrilla de las FARC hace mayor presencia en la zona
rural, mientras que los Rastrojos y Urabeños, hacen mayor presencia en el área urbana
(Servicio Jesuita a Refugiados, 2013).

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Los días gigantescos - Edgar Hilaire Degas
68
5. Evocar, pensar, nombrar el dolor: Las palabras de las mujeres toman
forma para romper el silencioso muro de la violencia

En el presente capítulo se plasman los relatos sobre las experiencias de violencia sexual
vividas por Irene, Amelia, Lucía y Adriana11. Estos relatos son producto del testimonio que
ellas amablemente me brindaron, recordando los sucesos que rodearon los múltiples
vejámenes de los cuales fueron víctimas por cuenta de los actores armados del conflicto
político en Colombia. El recordar tiene para los seres humanos un gran significado, proviene
de la raíz latina recorderis y significa "volver a pasar por el corazón" (Riaño, 2006). De allí la
importancia de recoger los relatos de las mujeres, quienes a través de sus narrativas nos
develan sus sentimientos, interpretaciones, explicaciones y dudas que componen el conjunto
de significados que atribuyen a las experiencias de violencia vividas, convirtiendo sus palabras
en una forma de no sucumbir ante el dolor.

Los relatos de las mujeres son un ejemplo del poder de una memoria que actúa como un
exemplum12, donde el pasado se convierte en un principio de acción para el presente
(Todorov, 1997, citado por Riaño, 2006). La memoria se transforma en acción e instruye a la
persona en la definición de sí misma.

11
Los nombres de las mujeres y otras personas mencionadas en los relatos, así como algunos lugares, fueron
modificados para proteger la identidad de las mujeres.
12
“Todorov (1997) distingue entre las formas literal y ejemplar de recordar. Cuando el suceso recordado es
evocado por el sujeto de una manera literal, la memoria del hecho no va más allá de sí misma. Las asociaciones
motivadas por la memoria del hecho son de una causalidad directa: se subrayan las causas y las consecuencias, se
identifica y acusa a los autores del evento desencadenado, y se infieren las acciones (u gr., la venganza). Cuando
el evento es trabajado como un exemplum, el sujeto decide utilizarlo como una instancia y un modelo para
comprender nuevas situaciones. En este proceso el individuo elabora el recuerdo para hacer de él un exemplum y
extraer una lección” Riaño (2006:70).

69
IRENE

Tengo 43 años, nací en Cali pero me fui a vivir al Tolima cuando ya tuve mis dos hijos
mayores, buscando otras oportunidades. En Cali vivía en el Vergel, por eso me fui buscando
otra oportunidad, otro ambiente para mis hijos, como una educación diferente, unas
influencias diferentes, entonces me fui para el Tolima a trabajar a una finca. Toda la familia
nos fuimos para allá, conseguimos una finquita y pues éramos propietarios. Yo tenía 28 años y
tenía mis hijos: uno de 5 y la mayor tenía 7 años. Allá organizamos una posada, entonces ya
me dediqué a eso porque mi profesión en la vida ha sido cocinar, como ya tenía mi casa
acomodé la posada, los cuartos para alquilar y me puse al frente de eso.

Yo aprendí a ser maestra de cocina como aprenden todas las personas pobres, empecé en
una casa de familia, pero el pago no es suficiente para sostener hijos, entonces comencé a
trabajar en restaurantes pequeños, después pasé a Cafecolor, lo que se maneja allí es grande.
Ahí trabajé dos años y aprendí mucho, creo que puedo decir que esa fue la escuela de
afinamiento, unas cosas las aprendí en casas de familia, pero se afina más en un restaurante de
categoría. Luego fui a otros restaurantes, empecé como mesera, porque uno trata de mirar
cómo progresa, terminé siendo la maestra de cocina, porque sabía manejar el asunto y salí
administrando el restaurante, claro que quince años trabajando en eso, uno afina mucho y
cualquier trabajo de cocina uno lo hace muy bien y me iba muy bien.

En la posada era diferente, ya teníamos nuestra propia posada, que era de mi mamá y
mía, compartida, trabajamos las dos ahí. Con el tiempo ya mi hija me ayudaba, nosotras
salíamos a hacer vueltas y mi hija de 12 años me ayudaba. Duramos varios años ahí hasta que
nos tocó desplazarnos, porque ya en el Tolima fumigaban, nosotros sembrábamos papa, por
allá también se sembraba amapola, entonces fumigaban la amapola y nos quemaban la papa y
eso nos llevó a la ruina, porque la papa es muy delicada y con la fumigación, la papa y el
terreno quedan envenenados, entonces no se puede cultivar, ni sembrar nada. Ya no podíamos
sembrar ahí, nos tocó buscar otra oportunidad y nos dedicábamos mucho a la posada. Además
mis hermanos y todos trabajábamos en fincas aledañas, otros en la lechera, bueno nos
rebuscábamos en distintas actividades.
70
Nosotros somos cuatro hermanos, dos varones, dos mujeres, mi mamá y mi padrastro
todavía viven, ya llevamos 27 años con él, o sea que ya él es mi padre. Es como un papá, no es
que él nos haya adoptado, sino que nosotros lo adoptamos a él ¡de buena gente lo adoptamos!
Nosotros lo tratamos como papá, no le decimos papá, pero si le tenemos cariño, ha sido una
relación de confianza, de cariño y respeto, que él se lo ha ganado.

Seguimos un tiempo con la posada, pero en el 2000 todo empezó. Se presentaron


muertes selectas, allá en lo que se llamaba Potrerito y fueron incrementándose y subiendo. En
el 2002 ya era muy cerca de donde estábamos nosotros, dejaban muertos con la lengua afuera,
colgados, como pa’ que la gente supiera. Mi hermana vivía en una finca con el esposo y estaba
en embarazo, bajó pues por su embarazo, y mi mamá vio esos muertos y se enfermó,
psicológicamente, moralmente, no hacía sino llorar muerta del miedo, y yo asustada porque
sabíamos que iban a subir tarde que temprano. Y pues uno no se va porque uno cree que si no
tiene nada que ver con eso, no le van a hacer nada, pero sí nos daba miedo porque decían que
se llevaban a los jovencitos y yo tenía dos.

Cerca de ese tiempo mataron a once, a dos chicos jovencitos que porque estaban en la
guerrilla, entonces nosotros pensamos ¿quién asegura eso?, porque nosotros no conocíamos
que estuvieran en la guerrilla, pero nosotros no creíamos eso. Y ese fue mi azar de irme pa’l
Putumayo, pa’ poder sacar mis hijos de ahí, porque me daba miedo, pues ya tenía una chica
que casi iba a cumplir la edad en que se los llevan y él otro hijo ya también se acercaba.
Entonces ese era mi azar de irme de ahí, porque me daba miedo o que me los mataran o que se
los llevaran, bien fuera la guerrilla o que les hicieran algo los paramilitares, de todas maneras
estábamos en el medio. Ya había pasado, los mataban y los dejaban con letreros por
guerrilleros y sabíamos que ellos no eran nada de eso. Yo los conocí, yo decía que eso no era
así, porque esos niños iban a hacer tareas a mi casa, y ellos no tenían en la mente eso, porque
ellos eran niños, muchachos de casa que estudiaban, que planeaban terminar su bachillerato,
que planeaban tener otra cosa, no estaban pensando en irse pa’l monte.

La gente nos quería mucho, porque al que viéramos mal le ayudábamos, pues Dios ha
sido muy bueno con nosotros, en el sentido de que somos trabajadores, producíamos y nunca

71
vivimos como muy mal ¡no! Nosotros ayudábamos al que lo necesitara, así nos ganamos el
cariño de la gente, si alguien llegaba y nos decía necesitamos tal cosa señora, de alguna
manera negociábamos, se la fiábamos o se la prestábamos. Más que todo por allá en el campo
se presta, no se fía, sino que se presta o se hace negocio, yo necesito esto y usted tiene esto,
entonces deme eso y yo le doy esto, había intercambio, así hacíamos nosotros pa’ trabajar. Era
muy bueno ¿no? esas eran las economías que teníamos antes de que nos invadiera el dinero y
eso se sigue haciendo en el campo, se hacía esa clase de negocio, yo era una de las que hacía
muchos negocios con mi finca, soy buena negociante.

Como yo sé cocinar pa’ cantidades grandes, yo cocinaba y mi pago lo cuadraba con


cualquier cosa o con plata también, o las dos cosas, la mitad en esto, la mitad en lo otro. Mis
hijos también aprendieron eso, ellos trabajaban. A mi mono, porque era mono lo querían
mucho, me iba bien con él, le encantaban las bestias, los caballos, era el encargado de llevarlos
y traerlos, cuando salía un caballo él lo cuidaba, si tenía que devolverlos pa’ la casa, él iba y
los llevaba, era su trabajo. Era su negocio y el niño era más serio en el negocio que yo y así mi
niño mantenía sus ahorros. E igual los otros dos, todos trabajaban a medida de su capacidad. Y
la gente era muy agradecida y les pagaba.

Pero por todo lo que pasaba, por toda esa situación decidí irme pa’l Putumayo. ¡Eh!,
vivíamos bien, por eso conté cómo vivíamos, por eso va el dolor después. Cuando uno se va es
muy triste, porque vivíamos todos cómodamente, si hasta el niño tenía su negocio, que mi
familia estaba unida, que la familia tenían sus ingresos, que criábamos pollos, que criábamos
marranos, que comprábamos queso y lo vendíamos, o sea, que la economía era bastante fluida
para nosotros, por eso el dolor de lo que pasó. Por eso intenté encontrar alternativas. Ahí fue
cuando me ofrecieron un trabajo en el Putumayo, en un restaurante para que cocinara. Y pues
ese ha sido mi negocio, a mí no me da pena decir que me fui al Putumayo, me fui yo sola, iba
a trabajar en un negocio cocinando.

Mis hijos siguieron un tiempo más con mi mamá en el Tolima, eso fue como en el 2002,
entonces yo me fui, pero no sabía lo que estaba pasando allá, me enteré por poquitos, como
gota a gota. No sabía que lo que pasaba en el Tolima, pasaba en otros sitios, yo en ese tiempo

72
no sabía ni qué era desplazamiento, creo que ni noticias veíamos, no sabíamos qué era
conflicto armado, no entendíamos eso, pensábamos que la gente lo hacía así, pero uno no se
alcanzaba a explicar eso, lo que es no saber cómo funciona el país, eso se llama
desconocimiento total. Me fui pa’l Putumayo, me ofrecían pagarme seiscientos mensual y con
eso en tres meses de trabajo, tenía pa’ sacarlos porque ya estaban en peligro los niños.

Me fui pa’ el Putumayo primero por tres meses, me fue muy bien, vine y le di a mi
mamá para que ella bajara, alquilara una pieza y fuera sacándolos poco a poco. Y me volví
para seguir trabajando, sostenerlos unos meses y poderme venir con el capital. Pero en eso
cuando volví como al mes, entraron los paramilitares al Placer- Putumayo y pasó de todo.
Selectamente iban haciendo cosas, matando gente y esto, pero con nosotros no se metían, con
los del restaurante no se metieron, sí hubo una investigación y todo, pero pues todos eran
gente de bien, trabajadores, entonces no pasó a mayores. Cuando ya se calmó todo, porque
ellos ya estaban ahí posesionados, entonces ya uno andaba con más tranquilidad, uno pensaba
que hasta podía convivir con ellos, no pasaba nada si usted no es del otro lado.

Pero no es así, voy a contar el pedacito. Yo iba pa’ mi casa, cuando se me acercan y me
dicen: “¿usted es la del restaurante cierto?” y entonces, yo había oído que violaban las
muchachas de los de los graneros, a las mismas prostitutas las cogían a la fuerza, varios
negocios cerraron por eso, porque cuando lesionan a la mujer, la mujer no quiere trabajar. El
restaurante donde yo estaba no se cerró, porque pues cuando a uno no le pasa no lo cree y el
restaurante era el mejor de ahí, la comida y todo. Pues imagínese, cuando yo llegué fui
mejorando la comida, en ese sentido cambió el modelo que el restaurante tenía, cogió fama y
fue cambiando en unos detalles que son muy importantes para la vista de uno, pa’ comer.

Entonces ese día que yo iba pa’ mi casa y me llegaron dos por detrás a charlar conmigo,
me decían: “usted vive por aquí ¿cierto?”, yo dije: “sí, en la casa de allá” y seguían: “no, es
que el patrón quiere hablar con usted”, yo de verdad creía que era el patrón, pues él ya me
distinguía y me recomendaba los jugos especiales, al saber que yo era caleña, él sabía que yo
hacía jugos especiales. Yo creí que él me había mandado a llamar, con temor fui, porque el
que nada debe nada teme, uno en Colombia usa esa frase, pero eso ahorita es mentira.

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Entonces cuando entré yo mire al patrón, pensé que era un señor que estaba atrás con
carpa, pero no era, entonces me dijeron que me necesitaban, y yo pregunté: “¿para qué?” Y
respondieron: “es que aquí necesitamos una mujer”, me dio susto porque cerraron la puerta, la
atrancaron, había varios hombres, todos ellos negros, me asusté, fue horrible. Y uno me dijo:
“es que yo quiero que seas mi novia” y de una me tocó, entonces yo le dije: “no me trate con
palabras soeces”, cuando ya vi que era lo que iban a hacer les dije: “no me hagan esto,
ustedes es que no me conocen, pregunten, que ustedes no se pueden meter conmigo”, entonces
uno me dijo: “en este pueblo con la que queramos nos metemos”. Les decía que consideraran
que yo tenía una discapacidad, que yo no trabajaba en negocios raros y ¡no! entre más me
negaba, más mal me trataban, entonces uno quiso callarme, tomó un arma, me la puso en la
cabeza y dijo que me callara y que lo aceptara, que ya estaba ahí. Tuve que aceptarlo, cuando
usted tiene un arma en la cabeza, usted queda como paralizado, lo que dijeran que hiciera tenía
que hacerlo. Yo vi muchos, muchos hombres ahí, me asuste por la cantidad y yo no más
pensaba ¿qué tantos quisieran hacerme lo mismo? Ellos ven, así no estén todos sentados ahí,
así no estén participando, porque algunos no estaban participando, apenas veían lo que estaban
haciendo y ¿si también se animaban a hacerlo?

Cada que un hombre me tocaba yo sentía que me mataba, porque yo digo que así una
mujer esté con varios hombres y sea promiscua, le guste el sexo y esté con varios el mismo
día, es por su voluntad, no es lo mismo que a usted la cojan a la fuerza. A pesar de que a mí no
me golpearon, sí me estrujaron, pero no me golpearon a pata como a otras compañeras que
conocí, a veces, yo creo que fue por una debilidad, a ratos me digo eso, pero si yo no hubiera
hecho eso, a mí me matan y me tiran al río porque eso era lo que estaban haciendo, lo sé
porque pues la casa estaba al pie del río y a un hombre lo mataron, yo vi que se fueron con él y
llegaron con la manos vacías después de tirarlo al río.

Solamente pararon cuando llegó otro y les dijo: “¿qué están haciendo?”, uno le
contestó: “la cena del día”. En eso entró uno que me conocía, se asustó y dijo: “¡ay! ¿Con
ella?, ¡no! A ella no la podemos tocar, ya el patrón había dicho que con ella no”. Yo lloraba,
cada que a mí me tocaban yo lloraba en silencio, porque sabía lo que iba a pasar, entonces él
me vio, se quitó la camiseta que llevaba puesta y me la pasó para que me secara las lágrimas
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¡ah, fue horrible! Me dijo: “sécate la cara, límpiate. Aunque está sucia póngasela que la voy a
sacar de aquí”. Yo me la puse porque mi ropa no estaba por allí. Y les dijo: “a ella no, a ella
no la podemos tocar, el patrón había dicho que a ella no se la podía tocar, ahora nos vamos a
meter en un problema”. Y solo fue que dijera eso, por un instante me iban a matar, que porque
yo iba a contar, se les venía un problema grande y que era mejor que pensaran que me había
ido. Fue una gran discusión pa’ decidir que yo viviera o no.

Delante de mí decidían si me mataban o no, decían que era mejor que me desaparecieran
y luego decir que me había ido y que no habían visto cuándo me fui. Otro decía: “¡no!, él
investiga y a todos nos castigan con tal de que digamos la verdad si alguien la vio” y así
seguían discutiendo: “alguien la vio”, y otro decía: “no, yo no creo”, “¿cómo que no? si a ella
la cuidan los patrones de ella”, “el patrón la aprecia y hace rato había dicho que con ella no
se metieran”, “alguien después suelta la lengua y dicen que nosotros la cogimos y él nos mata
a todos”. Las órdenes del patrón eran así, no se contrariaban. Es cruel, ver que a usted le están
poniendo su vida entre manos del uno y del otro, en ese momentico sentí que me iban a matar,
porque se sentía que era más peligroso dejarme viva que muerta.

Yo no podía decir nada en ese momento, estaba congelada, trataba de hablar pero no
tenía voz. Cuando decían: “es que de pronto van y le preguntan y ella habla”, yo le hacía con
gestos que no, lo miraba suplicándole, diciéndole que yo no hablaba. Entonces yo hice una
cosita que le dio fuerzas a él para ceder o para decirles a ellos que me iba: fui y le cogí la
mano, se la apreté y me acerqué como para que me abrazara, él me abrazó y dijo: “yo me la
llevo, yo hablo con ella”, y me sacó de ahí. Yo estaba descalza y no me había dado cuenta,
salí así, no sé cómo porque yo soy muy floja pa’ caminar a pie limpio, pero salí rápido como si
tuviera los zapatos, a mí me duelen las piernas al asentarlas en las piedras y ese día no me
dolían, yo creo que del mismo susto, era mi necesidad de salir de allí.

Ya cuando íbamos como a una cuadra, creí que me iban matar o que nos mataban a los
dos, porque estaban en eso y algunos cogieron las armas, yo pensaba: aquí salen y nos
disparan a los dos, pero no lo hicieron, ellos se fueron yendo, yo decía: “yo no digo nada, yo
no digo nada”. A los ocho días él se acercó, al ver que yo seguía como si nada, claro yo tenía

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que seguir como si nada, y entonces se acercó y me dijo que no podía irme de ahí durante ocho
meses, “ocho meses ¿por qué? yo tengo que ir a ver mis hijos cada tres meses”, le dije. Y me
respondió: “no te puedes ir, no puedes salir durante ocho meses, todos están nerviosos y te
están poniendo mucho cuidado”. Y de verdad, yo estaba en el restaurante, de pronto salía a
mirar y ahí estaban, me miraban y me miraban a pesar de que yo no iba hablar. Durante cinco
meses más o menos, tenían una vigilancia estricta conmigo, yo me iba pa’ la casa y alguien
estaba vigilando que fuera efectivamente pa’ la casa, es que yo no podía ni ir a visitar a mis
patrones. Como al mes ellos intentaron volverme a coger, fueron un día a decirme: “vea que la
necesitan”, y yo dije: “¡no!, dígale que no, que yo estoy muy cansada, acabé de llegar, estoy
desde las cuatro de la mañana parada hasta ahora”. Eran las once de la noche, estaban
vigilando y esperando que yo entrara. Me acuerdo que yo le dije así, y lo vi tan simpático, que
me quedé aterrada, porque allá al pasarme eso me volví muy racista, yo les cogí fobia, porque
todos los hombres que me llevaron eran negros.

En el abuso participaron muchos hombres, solo me acuerdo que los que más estuvieron
conmigo fueron cuatro y sé que estuvieron otros como por encima, me tocaban y se excitaban,
estaban ahí para excitarse, pero no… para más. Había muchos hombres allí, pero no
participaron. Alrededor mío habían una cantidad, me hacían desnudar, moverme, pa’ excitarse,
yo me sentía muy mal y es por eso que si un hombre me dice que yo le sirva pa’ excitarse me
ofende. Me trae ese recuerdo, porque muchos me decían movete así, hace así, hace asá, para
excitarse, o sea, que se masturbaron con mi cuerpo, algunos no tocándome sino haciéndome
poner en poses, me utilizaron. Y si un hombre me pide eso, a mí me ofende, me trae ese
recuerdo, ellos me decían párate ahí, ponte en la mesa, en el asiento.

El abuso duró desde que me llevaron como unas seis horas, porque yo llegué como a las
diez y como a las cuatro de la madrugada me trajeron a la casa. Todo ese tiempo abusaron de
mí en diferentes formas, porque no solamente fue penetración, porque por penetración fueron
pocos, pero me hacían abrir las piernas, me pasaban el pene y me tocaban los senos, me
ponían en posiciones, me hacían parar en una mesa de diferentes formas. Hacían que los
tocara también a ellos, me abrían la boca y obviamente entre nervios yo me vomitaba y ellos
se burlaban, decían: “no te has bañado”, se burlaban entre ellos.
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Me caía y ellos me empujaban, cuando me empujaban pensaba que me iban a dar pata y
le tengo mucho miedo a que me golpeen, porque es que cuando siento golpes, yo no reacciono
bien. Y es que cuando me golpean no soy dócil, reacciono con ira, entonces yo me decía: “si
reacciono con ira me matan”, porque siempre he sido muy patana, pero sabía que en ese
momento todo eso tenía que controlarlo, porque si no terminaría en el río. En ese momento
uno piensa en salvar su vida, me decía que tenía que ser muy dócil porque de ahí no iba a salir
si yo mostraba quien era. Y eso es humillante, uno tener que fingir y guardarse lo que es por
salvar su vida. Yo me siento humillada en ese sentido, porque ni con el esposo, he tenido tres
parejas y jamás, jamás, me habían tomado para semejante pornografía ¿cierto?, siempre fue un
trato con mucho respeto y sí, uno hace en su intimidad cosas, pero porque uno quiere. Pero no
tan allá como llegué, porque a mí me utilizaron más que pa’ penetrarme para excitarse ellos.
Hubo muchos insultos, me trataban muy feo, más que todo cuando veían que yo rechazaba a
cualquiera. Había momentos en que yo me congelaba, no sé si de susto o de rabia o como que
decía que mejor me mataran y me quedaba quieta, yo no hacía nada de lo que me pedían,
entonces me ponían una pistola en la cabeza, era con lo único que me hacía mover, ahí sí hacía
lo que dijeran, pero mientras no la tuviera en la cabeza, yo como que me remachaba a no
hacerlo, porque llevaba muchas horas en eso y a lo último ya no quería.

Me obligaron a quedarme allá en el pueblo por varios meses, como seis meses, pero
sucede algo y es que alguien se da cuenta que a mí me vigilan mucho, uno de ellos viene y me
pregunta: “¿qué pasa que te están vigilando tanto”, y yo le dije: “yo no sé ¿me están
vigilando?”, y yo me hice la que no sabía nada porque él era muy cercano al patrón y porque
me pretendía como mujer desde que yo llegue allá, él me pretendía pero con mucho respeto,
me llevaba flores, o sea, él sí quería enamorarme. Entonces él me decía: “¿qué pasa que usted
últimamente no ha querido ni siquiera hablar conmigo?”. Claro, yo no quería hablar con
ninguno, para mí todos eran hermanos. Él me pretendía de otra manera y yo al principio hasta
le cedí un poco, pero cuando ya me sucedió eso, yo no quería ni verlo, entonces él se
extrañaba. También había otro que charlaba mucho conmigo y se extrañó porque nosotros nos
encontrábamos en bailaderos cuando yo salía a bailar, pero como yo dejé todo eso, no volví a
salir y para la gente fue raro porque yo era muy alegre, pues para uno como caleña el baile es

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esencial. Todos los que me conocían decían que tan rico que bailaba y teniendo mis
discapacidades, pero me encantaba salir a bailar.

Pero ellos dos sí comenzaron a venirme a preguntar y comienzan a averiguar, hasta que
el que era más amigo averiguó lo que me pasó. Y él habló conmigo y yo le dije que si se daba
cuenta el patrón pues me mataban, porque estaba prohibido que yo hablara con ellos. Yo le
contaba por pedacitos, le decía: “dese una vuelta y vuelva, para que crean que sólo está
comprando algo, porque si me ven hablando con usted me matan”. Entonces a él, darse cuenta
le dio piedra y fue, dio una vuelta por la tarde, volvió y entonces me dijo: “escríbilo”, y yo:
“no, no, no, lo que le pueda decir aquí, porque si lo escribo y lo llegan a ver, me matan”.
Entonces el volvió y salió, fue donde el patrón y volvió con plata, con todo como para distraer
y así estuvo toda la tarde hasta que yo le terminé de contar. Y él como que habló con el patrón
porque a los dos meses me dijo: “ya te podes ir pa’ tu casa y ojalá no vuelvas, yo te logro
sacar de acá, el patrón va a salir y yo te voy a llevar en una camioneta, te vamos a sacar de
acá, el patrón te da permiso de que te vayas unos meses, pero él espera que vuelvas, pero no
vuelvas, no vuelvas”; me decía así: “no vuelva, no, no, no, porque él si va a castigarlos y si
usted da papaya la matan, no falta que uno quede por ahí, uno que los otros no avienten,
porque aquí hacemos así, incluso hay uno que lo protegemos y queda para que cobre”.
Acordándome de eso me da miedo, yo no he denunciado por eso, porque él me dijo que
siempre entre ellos se protegía uno pa’ que se cobrara las deudas. No he denunciado por miedo
de que uno esté vivo y de pronto… porque lo que yo supe fue que sí mataron a varios de ellos,
los castigaron, los mataron muy cruelmente, claro que él me decía que no era lo único que
habían hecho.

Él me decía que no podía volver porque él patrón iba a matar a los que me habían
abusado, y yo le dije: “¡por eso!”, y él me dijo: “no es lo único, porque ellos se han estado
pasando las ordenes por la faja”. Entonces lo suyo fue el colmo porque usted era lo más
prohibido que teníamos, porque aquí se estaba haciendo eso y se habló, él lo primero que hizo
cuando habló para todos fue decir que ni por el verraco fueran a tocar a las mujeres de esos
lugares, él mencionó varios lugares y me dijo: “se pasaron contigo y además cuando él supo
que eras vos, lo primero que dijo fue que cómo se iban a meter contigo sabiendo que tu no
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eras una de más, no respetaron eso”. Por una parte le debo la vida a él, pero por otra parte
también lo que me hicieron. O sea, le debo que yo esté aquí otra vez, porque él fue el que me
sacó, si él no me ayuda a salir de ahí quién sabe cuántos tantos años había estado ahí. Y más
que al patrón, tengo que agradecerle al que me ayudó, yo creo que el debió hablarle de alguna
forma para que me dejara salir. Pero también fue por ellos que me pasó todo eso.

Cuando salí del Putumayo ya mi familia estaba acá en Cali y ya estaba registrada como
desplazada, por eso yo quedé en el grupo de mi padrastro, mi hermana como vivía aparte pues
ella si quedo como titular, pero yo no y eso me ha generado cantidades de problemas, además
con las amenazas de ahora, como yo no soy titular, no me dan prioridad, a pesar de que dicen
que si estoy de prioridad, porque tengo medidas cautelares, pero al ejecutarse no es así. Acción
Social a mí no me apoya para nada porque mi padrastro es el titular y él tiene peso porque es
un adulto mayor, entonces a mí no se me dan como tal los derechos, no llegan como deben ser.

Cuando llegué de allá yo no le conté a nadie, imagínese estar viviendo un


desplazamiento, mi hermana afectada porque que le mataron el marido. Además nos quemaron
la casa y los animales, los quemaron vivos, todo eso también lo hicieron allá13 los grupos
paramilitares.

A la persona que estaba cuidando la finca se la llevaron junto con la hija, sabemos que a
ella la violaron, que la golpearon y se la llevaron, pero nunca más volvió a aparecer, el señor si
apareció, muerto. Y como ahí a la finca llegaban todos los lecheros para que el carro les
recogiera la leche, a unos se los llevaron y los soltaron y a otros los mataron, entre esos que
mataron iba el esposo de mi hermana, el papá de mis sobrinos, el cuerpo de él lo recuperaron
desfigurado, le habían sacado un ojo con algo, a él lo torturan, a otro lo matan con piedras en
la cabeza y a otro que era primo de nosotros también lo mataron. Mientras eso sucedía, yo
estaba en el Putumayo pasando mis penas, la única diferencia es que yo sí mandaba plata, yo
sí podía, entonces ellos con la platica que yo mandaba se organizaron, yo quedé con
tranquilidad de que mis hijos estaban abajo. Si yo de pronto me hubiera venido de allá, por
susto o por lo que sea, pues no hubiera trabajado, no hubiera mando plata y de pronto ellos no

13
En el Departamento del Tolima.
79
estarían hoy vivos. A pesar de lo malo, uno resiste, yo no me desmoroné, si no que yo traté de
superarlo allá y hacer de cuenta que no pasó, para ayudar a mi familia.

Lo que me pasó a mí fue en ese contexto del conflicto armado, pero extrañamente yo no
me sentía en el conflicto armado, porque no veía noticias, no sabía lo que estaba pasando pero
imagínese que yo me viera de todas maneras en una violencia forzada por tratar precisamente
de salir de eso. De todas maneras, lo que hay que vivir lo vive uno en su casa o en otro lado,
pero lo vive, eso sí. Extrañamente hoy lo veo así, me iba a pasar, en mi casa o en otro lado, yo
digo menos mal fue en otro lado y no en mi casa, porque tal vez el impacto hubiera sido más
fuerte, yo al menos lo he tapado por muchos años, trato que a ellos no los afecte, aunque si nos
afectó a todos, por mi actitud, yo me volví resentida y agresiva.

Lo que me sucedió no se puede reparar ¡no!, eso no se olvida ¿cómo se me borra eso?
Eso no se olvida, uno lo puede superar, yo aprendo a vivir con eso, pero eso es otra cosa, por
lo menos yo le digo, una de las cosas que yo siento que me afectó cuando fui víctima de
violencia sexual, fue que yo jamás quise volver a trabajar en restaurantes, estoy convencida
que primero me muero de hambre antes de volverme a parar en un sitio, en un restaurante,
porque por ser visible en un negocio fue que me pasó eso, entonces claro, también puedo decir
que por eso no estoy muerta, porque era conocida. Pero yo no me siento capaz de trabajar en
un sitio porque mantengo con un terror ¿a qué hora me atacan?, ¿a qué hora se acercan y me
amenazan o me dan un susto?, que tal se acerque alguien sospechoso que yo no conozca, pero
me toque actuar como si nada.

Mi vida personal, emocional, afectiva, cambió a partir de eso, fuera de que me afectó,
digamos en lo laboral, yo me apegué mucho a lo del liderazgo, porque fue una forma de
cambiar el trabajo, el liderazgo no me ha mantenido, pero también encontré otra forma, yo soy
artesana, entonces cada que iba a una reunión alguien me compraba algo, a los funcionarios de
todas esas instituciones privadas y públicas, les encanta eso y tuve muchos contactos, ferias y
cosas así, me llaman mucho para eso, así aprendí a trabajar en proyectos y dejé lo del
restaurante, porque yo trabajé en un restaurante y eso era traumático para mí, me revive lo
ocurrido, me transporta allá, yo trabajo tensionada, no me siento capaz de seguir en eso, lo

80
hice por un año más, pero fue como una lucha y me puse sequita, porque trabajar en ese
ambiente es duro y más por la tensión, yo no comía.

Lamentablemente, en este momentico me está pasando lo mismo, ya no quiero lo del


liderazgo, porque el golpe ahora fue más fuerte, matarme un hijo. Ahora puedo decir que se
repite la historia, es decir, porque soy líder conocida es que no estoy muerta, pero me han dado
un golpe muy duro y hasta el momento tengo la misma reacción, quiero dejar todo tirado, pero
me duele, mire que la gente me llama y yo digo: “¡no! es que eso es de Familias en Acción14”.
Ellos me dicen: “¡no!, somos los de la organización, es por la organización”. Yo no necesito
llamarlos, ellos están pendientes, y eso duele, dejar todo tirado así no más. Yo aquí me siento
tranquila, a pesar que ya sé que me localizaron, de que ellos ya saben que vivo aquí, pero sé
que si yo cumplo lo que ellos me dicen, de no acercarme a la Fiscalía y dejar eso así, me van a
dejar quieta, es una posibilidad, aunque no garantiza nada. Y si yo no sigo haciendo el trabajo
de liderazgo ahí en esa zona, me dejan en paz, yo lo he pensado, más que por mí, es por mi
hijo, yo ya le di a esta lucha un hijo y no me siento capaz de darle otro. Porque cuando
mataron a mi hijo a mí me estaban vigilando y con la muerte de mi hijo siento que ahora sí me
partieron ambas piernas.

Y es que yo tengo un trauma sobre las piernas, porque el día del abuso les recalqué
mucho que era discapacitada. De muy niña, a mí me aplicaron una inyección y afectaron el
nervio ciático, no tuve el desarrollo de la pierna normal, una es más cortica y más delgada, y
bueno, tampoco es que tenga un defecto que se vea horrible, simplemente mi pierna es más
delgada y más corta. Entonces yo les recalcaba mucho que yo tenía una discapacidad, que
merecía respeto, que no me tomaran como las otras, pero eso no sirvió, cuando me vieron
desnuda decían: “ah pero no se le nota nada cierto”. Me tocaban y me decían: “usted es
bonita, está bonita, seguro estás acomplejada de corazón, pero mira que no se nota, yo pensé
que se te iba a ver feo”. Lo decían con despotismo, no como halagando o como subiendo la
vanidad, sino como confirmando entre ellos mi condición, pues algunos tenían recelo de que
14
Familias en Acción es una iniciativa del Gobierno Nacional para entregar subsidios de nutrición o educación a
niños que pertenezcan a familias en situación de pobreza focalizada, familias en condición de desplazamiento o
familias indígenas (Departamento para la Prosperidad Social, 2013). En:
http://www.dps.gov.co/Ingreso_Social/FamiliasenAccion.aspx Recuperado el 20 de enero de 2013.
81
de pronto me iba a ver fea por eso, y repetían: “¡no! está hasta buena”.

El momento más impactante que yo tengo en mi cabeza fuera de que me abusaron, de


que me hicieron hacer posiciones, hacer esa escena pornográfica, lo que más me dolió fue
sentir que podían hacer conmigo lo que quisieran y que no me morí tal vez porque no me
tocaba morirme, pero que estuve a punto de perder mi vida y que era tan fácil perderla, era
como coger un papel arrugado y echarlo a la basura. Ya no existe. Y eso es muy horrible, muy
horrible, porque yo me decía: “¿perder mi vida? ¿Todo lo que he hecho para que me maten?”.
Entonces nada de lo que había hecho era importante. Eso era desmotivante y desmoralizante,
ahí sentí que todo lo que uno hace por salir adelante no valía nada, que todo lo que había
logrado respecto a eso, en ese momento no valía nada, su vida no vale y eso es fulminante.
Porque yo he tenido que luchar mucho en la vida, por la discapacidad se me ha limitado el
trabajo. Para que me aceptaran como una persona valiosa laboralmente, tuve que demostrarlo,
me daban trabajo por menos plata y yo tenía que demostrar que mi discapacidad no me
limitaba mentalmente, que me limita ciertas cosas, como caminar mucho. Para mí siempre ha
sido una competencia terrible con las demás personas normales, porque tenía que superarlas,
hacer más que los demás, me ha tocado competir con personas normales y competir más allá
de lo normal.

Después de lo sucedido uno se repite que no valió que yo fuera discapacitada, no valió
que tratara de superarme, no valió que yo estaba en un restaurante. A mí eso sí me dolió, yo
me decía: estoy trabajando decentemente, yo estaba laborando, yo no me estaba exhibiendo,
yo no estaba provocando un hombre, yo no estaba haciendo nada para que fuera víctima de
eso. Eso fue muy duro, yo me lo reprochaba y pensaba, tengo que superarlo, tengo hijos, he
tenido esposo, tengo que superarlo y así lo hice, pero es un proceso largo.

Cuando ya comenzamos a hablar en el grupo de autoayuda vi que yo no lo había


superado, lo que hice fue enterrarlo, cogerlo, enterrarlo y taparlo, tanto que ni lo hablaba, ni lo
tocaba, nada. Lo que hice fue ponerle un poco de cosas encima y tenerlo ahí, pero eso como
que va creciendo y durante los dos años de terapia me di cuenta que me volví agresiva,
82
resentida. Y no es que no haya tenido oportunidades de hacer hogar, es que no me siento
capaz, yo puedo tener relaciones sexuales, es más, tengo un novio muy cariñoso, él está
pendiente de mí y he tenido oportunidades con otros hombres, pero no me siento capaz de ir
más allá.

Yo he podido tener relaciones sexuales, me demoré un poquito, porque yo tenía


relaciones con el papá del niño, me demoré como un año o dos en volver a tenerlas y de
superar pues ciertas cosas que me recordaban lo sucedido, entonces yo no las hacia o no
permitía que las hicieran, porque me acordaba de eso, pero como la intención era superarlo,
soy muy fuerte con lo que decido, entonces debía taparlo y llegó un momento donde yo dije:
lo voy a hacer, porque yo tengo que olvidar eso, tengo que enterrarlo. Y lo hice, pero al
hacerlo me lastimé más, o sea, desde esa vez ya no hacía ciertas cosas con cariño, yo no quería
que las hicieran, ni que las mencionaran, pero lo hacía, en contra de lo que yo sentía, lo que
hice no fue la mejor manera de superarlo, algunas cosas se superan, pero otras no, como que si
las hago es porque toca, pero no le pongo el corazón. Las caricias a un hombre tienen que ser
pues como obligadas, ya tengo una relación donde se dan las cosas y al menos ya no recuerdo
lo sucedido. Porque antes, cada que hacíamos algo ¡pum! me trasladaba, entonces ya no podía
hacer nada. Pero puedo decir que después de llevar un tiempo en el tratamiento psicológico he
mejorado, y yo le digo a ellos: “ustedes no saben en todo lo que me han ayudado”, es que
ellos no tienen ni idea de qué les estoy hablando. No se alcanzan a imaginar de qué les hablo,
porque con el psicólogo no es que hablemos de todos esos problemas con detalles, sino que es
entre nosotras, como grupo, nos contamos los problemas, nos contamos intimidades,
intimidades que afectan realmente. Digamos yo tengo problemas para formar un hogar y otras
chicas tenían ese problema, pero ya lo intentaron y entonces cuentan cómo han solucionado y
yo lo intento, y si no me sale, pues les cuento que no fui capaz, entonces la otra me dice, pero
yo hice tal cosa, y nuevamente lo intento a ver si me funciona, si no, pues hago otras cosas.

Dicen que la que más se demoró en tocar el tema fui yo, y eso que hasta ahora no les he
dicho que fueron muchos hombres, que aunque no me tocaran todos, me pusieron a
desnudarme, a tocarme, a hacer cosas. Yo no les he contado, ésta es la primera vez que le
cuento a alguien, además yo creo que siempre fui acomplejada por las piernas, de que no era
83
un cuerpo pa’ exhibir y me hacen exhibir, usted se imagina tener que superarlo a la fuerza. Yo
me acuerdo que me decían, así como tan patán y tan vulgarmente: “estas buena, pero esa
pierna no parece que estuviera mal, que fuera anormal, no es fea”. Y me tocaban y me
decían: “mire, porque tanto complejo mire”. ¿Por qué hicieron eso? creo que recalqué mucho
que era discapacitada, pero era más por defenderme, que por complejo, de pronto sí era
complejo, pero era más por defenderme, para que no me tocaran. Entonces sobre eso hablaban,
definitivamente fue terrible y claro ellos decían: póngase así, póngase asá.

Por eso me ha dado duro el tratamiento psicológico, me ha dado una cosa y era que yo
no lo hablaba, yo me demoré seis meses después de haberme vinculado a la fundación para
hablar y decir que yo fui víctima de violencia sexual, y eso que hablé, porque llegaron a
preguntar que si conocíamos mujeres víctimas de violencia sexual, porque iban a hacer un
trabajo con mujeres, y claro, ya en ese tiempo yo tenía un recorrido de empoderamiento
político, conocía las normas y ya sabía que en este país si usted no habla y no lo hace con
experiencia, no se hace nada. Por eso cuando dijeron que iban a hacer un trabajo de esa clase,
me vi como necesitada de colaborar, más por el impacto que se quería mostrar que sí sucede.
Y cuando se hablaba del tema, como yo no había dicho que era víctima de violencia sexual,
me tocaba que quedarme callada y no podía opinar. Hasta que ese día, no, yo dije no más, yo
esperé a que todo mundo se fuera y le dije a la encargada: “venga y para cuando sería eso, lo
de charlar con cada una”, y me decían: “pero tenés alguna mujer en esa situación”. Dije que
sí y pregunté: “¿pa’ cuando sería?”, entonces me dijeron: “pues para mañana si se puede”, y
le dije: “a ver a qué hora y con quién se va hablar”, entonces me dijo: “con la doctora tal a
las 10”, y dije: “a bueno a las 10”. Entonces me miraron como con asombro y me dijeron:
“pero, ya hablaste con la persona”, yo no sabía cómo decir que era yo y me tocó decir: “no ve
que estoy aquí”. No sabían cómo tratarme, ellas como que no sabían qué hacer, y les dije: “no,
no, espere, tranquila, si yo no le he querido decir, pues yo no espero que ustedes me traten de
otra manera, no vayan a cambiar la forma de tratarme porque me asustan”. Al día siguiente
en la entrevista conté dónde pasó y cosas así, más no conté detalles como los que he dicho
aquí, ésta es la primera vez.

84
Cuando me ofrecen un apoyo psicológico por todas las amenazas de ahora y por la
muerte de mi hijo, les digo que a mí no me serviría un programa de seis meses, eso se lo
discuto a cualquiera, que digan que tres citas con un psicólogo y ya, o seis meses, eso así no
sirve, si yo que llevo dos años y fue después de seis meses que vine a hablar y ya después de
dos años, casi tres de tratamiento es que fui capaz de estar contando esto ahora, cómo fue,
cómo me sentí y más que contar lo que pasó es como me sentí, cada palabra, cada acción,
cómo ha sido mi vida y que no soy capaz de tener una relación muy formal. Porque esto es de
largo tiempo y las mujeres entre más lo han tenido guardado, más duro es superar ciertas
cosas, cada una lo vivió y lo puede superar, pero se necesita tiempo. Hay muchas mujeres que
lo taparon e hicieron su vida con su marido normal, hay una compañera que es así, y ella no le
dice a él, va al grupo, pero dice que ella no se lo piensa decir a nadie.

A mí me asusta una relación formal y que de pronto la pareja me pida lo mismo y yo no


sea capaz y que por eso mismo se dañe la relación, porque yo temo que con el tiempo
tengamos la suficiente confianza y me diga mi amor porque no te desnudas, haz estas
posiciones, me da miedo sentirme como me sentí ese día, eso sería tener que volver a vivirlo, y
que yo me traslade a eso y cause un problema… es más fácil que no se haga y no tener una
relación seria, a mí me da terror en el fondo la convivencia.

Después de las tres relaciones que yo he tenido, puedo decir que yo no tenía ese
problema antes de eso, porque yo tuve tres relaciones antes de la violación, viví un año con el
papá de mi hija, con el segundo viví siete años y con el papá de mi hijo menor viví dos años, o
sea, que antes de eso no había ninguna clase de complejo, los problemas salieron después, yo
hice una vida normal de pareja antes de eso.

A mi novio actual yo le dije que fui víctima de violencia sexual y que voy a un grupo de
apoyo, hasta ahí, pero yo no le cuento qué me hicieron y si lo acepta bien, pero no más, yo no
le cuento con detalles. Sin embargo, cuando yo voy a Bogotá, él me llama y me pregunta: “¿y
cómo vas?”. A veces vengo deprimida y él me consiente, la reacción con él no fue negativa,
de aislarme, pero hay hombres que sí lo hacen. Hay muchos hombres que rechazan a las
mujeres cuando se dan cuenta de lo sucedido, sé que ha pasado en el sentido de mujeres que

85
estuvieron con el esposo cuando eso les pasó y ellos las dejaron. Cuando a mí me sucedió, yo
no estaba firme con el papá de mi hijo, estábamos en separación, pero hace poco él me dijo:
“yo vi una entrevista de Pirry15, no te pasaron la cara, pero yo estoy convencido de que eras
vos ¿cuándo pasó eso?”. Entonces yo le conté lo sucedido y él me dijo: “¿usted por qué no
me contó?”, yo le dije: “¿pa’ que?”, “porque a mí me hubiera gustado estar a su lado
apoyándola”. No todos los hombres hacen eso y fue muy satisfactorio saber que él sí me
hubiera apoyado si yo hubiera seguido con él. No pude seguir porque la relación sexual con él
era bastante fluida de cosas así, y yo ya no me siento capaz de hacer cosas así, entonces yo la
paré, pero hoy pienso que él me hubiera dado su apoyo. Mi pareja actual actúa con respeto y él
todo me lo pregunta, me respeta, él me dice ¿podemos hacer tal cosa?, yo quiero tal cosa,
probemos, y eso es muy halagador para mí, de saber que él tiene en cuenta que yo soy víctima
y que alguna cosa me puede estar molestando o que lo puedo hacer si yo lo permito. Es bueno
saber que hay hombres que respetan, yo creo que en el hombre de ahora es muy fácil de
aceptar, en el hombre de antes es que es más difícil porque hay más machismo.

Aquí he contado cosas que no había dicho antes, yo creo que el tratamiento tiene que dar
resultado, uno se tiene que poner límites y plazos, por eso dije el tema hay que tocarlo, cuando
lo hablo, lo hago para hacer cosas grandes, que tengamos en cuenta estas mujeres que tienen
problemas mucho más grandes que los míos, que quedaron mucho más afectadas que yo, sé
que hay mujeres que después de eso quedaron enfermas, después de eso les sacaron la matriz,
quedaron físicamente muy lastimadas, yo le puedo dar gracias a Dios que no quedé tan
lastimada físicamente. Aunque moralmente creo que me afectaron mucho, más porque al fin y
al cabo se refirieron a cosas que yo ya tenía como problemas, pero que las trataba de superar.
Pero conozco mujeres que físicamente han quedado mal, pero que no quieren ser atendidas por
miedo, y que como yo no han denunciado.

No me veo trabajando en un restaurante, ni trabajando de sirvienta y ahora con amenazas


mucho menos y si no hay una reparación ni nada, no sé cómo voy a subsistir, entonces hoy
puedo decir: no sé qué hacer, no sé en qué trabajar, me siento como si yo no supiera nada,

15
Presentador del programa de televisión Especiales Pirry, que trasmite el canal RCN.
86
como si me tiraran al mundo y vaya búsquesela, pero sin saber nada. A pesar de que sé que
tengo conocimientos, pero conocimientos que no me siento capaz de enfrentar, a mí me dicen
usted sabe de restaurantes, pero por más que les he dicho, nadie entiende porque yo no quiero
trabajar en restaurante. Lo de la artesanía podría ser, pero si alguien más vende lo que yo haga,
para yo no tener que exhibirme, pero eso no es fácil tampoco, porque la artesanía se vende con
parlamento, una compañera lo dice: “conquistando a la persona”.

Es que uno queda con una herida abierta, a pesar de que tú piensas que lo has superado,
es mentira, es algo que se tapa o se acomoda o se arregla, pero es como una porcelana que la
pegamos, la resanamos y quedó muy bien, pero que por algún lado se puede volver a abrir o se
puede lesionar, así quedamos nosotras, como porcelanas resanadas, pero no como antes, uno
no vuelve a ser la misma, por más que me hagan el tratamiento, superamos cosas, pero no
todo. Por eso con la organización queremos hacer un libro, la idea es que cuando una mujer lo
lea, así no sea víctima de violencia sexual por grupos armados, pero que ha sido lesionada por
su esposo o de otra manera, sepa que no está sola.

También por eso me esmero por vivir cómodamente y todo, porque yo he estado
destruida por todo y necesito un ambiente bonito. Así pienso que todos podemos tener un
ambiente bonito, para poder superar cosas que tenemos feas adentro, y si usted no se hace el
ambiente bonito, pues no los supera tan fácil. Para mi concepto, yo no puedo tener una
cantidad de problemas y aguantarlos así no más, yo tengo que moderar lo que hay alrededor
mío para poder superar lo que tengo adentro y cosas tan graves como lo sucedido. Entonces yo
me hago el ambiente bonito, hay días que cojo y cambio todo lo de la casa y lo pongo bien
bonito, sin regueros, como hay días que tengo reguero por toda parte. Pero estoy convencida
de que el ambiente es el que me ayuda a superar las cosas y lo mismo hago con mi hijo, quiero
que él viva en un ambiente bonito, para que él, si tiene algo adentro, lo ayude. Porque él nunca
llora, ni por la muerte del hermano y yo le tengo miedo de que él explote, le pido a dios que
me lo ayude si eso sucede, porque el día que él tenga una reacción y saque todo lo que tiene
por dentro puede ser muy peligroso.

87
AMELIA:

Nací aquí en Trujillo hace 50 años y siempre he vivido aquí. Viví con papá y mamá hasta que
me casé y después de que me casé, tuve los hijos allá en una casita o en una piecita que me
hizo Plan Padrino16, cuando eso aún existía. En esa piecita se me entraba toda el agua que
venía de los otros solares y dormíamos por debajo del agua, porque era en tierrita la pieza y se
entraba toda el agua. Entonces, pues ya, un señor me ayudó a afiliarme en la alcaldía para que
me dieran una casita hace dieciséis años. Pero no salió nada.

Todavía estoy con el esposo, hace treinta y tres años que soy casada y en el hogar
tuvimos cuatros hijos, dos mujeres y dos hombres, contando con el muchachito que se
desapareció. El hijo mayor que fue el que nos quedó de hombre, es el que nos ayuda.

Mi mamá aún vive y mi papá se murió. Tuve doce hermanos y hay once vivos, porque el
otro hermanito, el menor también se desapareció. Eso fue en el 94, en la propia violencia
cuando mataron al padre Tiberio. Él se llamaba José y también como al hijo mío lo alzó un
carro en el parque y se perdió, cuando eso tenía 18 años. Frente a ese caso no pasó nada,
impunidad total. Porque en ese tiempo este pueblo estaba pero mejor dicho sangriento, se
llevaban la gente y la serruchaban. Los sacaban de donde estaban trabajando en esa
ebanistería, los echaban al carro, se los llevaban y los serruchaban, los volvían nada por
pedacitos y los tiraban al Cauca17, uno no volvía a darse cuenta de la familia que se perdía.

Va pa’ tres meses que vivo en esta casita, porque yo no tenía adonde vivir. Nunca
habíamos tenido casita, sufría mucho por ahí de posada, humillada, porque pues el esposo mío
es enfermo de la columna y solo puede hacer trabajos livianitos que le dan pa’ poder ganar
alguna cosita. Y yo no estudie sino hasta tercero, porque toda la familia hemos sido muy
pobres y mamá pues no tenía platica con que darnos estudio. Por eso cuando me casé, sufría

16
El Plan Padrino es un programa internacional que promueve proyectos de infraestructura y dotación (entre
otros) que contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida de poblaciones en condiciones de vulnerabilidad. La
ejecución y financiación del programa se realiza a través de alianzas entre el gobierno central, local, el sector
privado y organizaciones no gubernamentales.

17
Río Cauca
88
mucho por ahí de posada, no tenía donde vivir, ¡eh! la gente me humillaba mucho, y eso que
donde íbamos pagábamos los servicios, pero más sin embargo así nos humillaban. Yo
recuerdo una cuerdita que tenía en el patio para la energía, y me la cortaban, me la mochaban,
no me dejaban tener energía. También me quitaban la agüita, no me dejaban lavar en el
lavadero, hasta que a lo último, de tanto rodar, una hermana mía me llevó a la casa de ella, y
duré ocho años, hasta que la hermanita18 me dio la casa. Pero mi hermana también era muy
jodida conmigo, me trataba mal, donde me encontrara me insultaba. Pero ahora pues ya
gracias al señor, de comidita no sufrimos y no tenemos que pensar que nos van a sacar, o que
yo tengo que correrle a la gente, a la familia porque no puedo desocuparles su casa, eso ya no
lo pienso gracias a la hermanita.

La casa nos llegó por la asociación, porque a nosotros nos faltó un hermano, se nos
perdió un hermanito, entonces nos incluyeron en la asociación, y ya después salieron las
casitas, y pues no es riqueza, ni le cubre a uno todas las necesidades, pero deja uno de vivir
humillado de la gente, se cubre uno de pagar ese arriendito.

Las casas nos las dieron a varias familias de la asociación, fueron 36 casas en total. Pa’
estas casas puso toda la plata el Estado, pero la hermanita y la doctora19 colaboraron mucho,
porque las casas las iban a entregar en obra negra, sin piso ni nada, entonces la doctora dijo
“qué pesar entregarle la casita así a la gente”. Imagínese, todos semos pobres, los del
barriecito todos semos pobres, entonces así se nos habían quedado las casitas. Por eso la
doctora dijo “si me dan dos mesecitos más, yo voy y toco puertas a ver si les entregan las
casitas terminadas” y ella luchó y luchó, hasta que el presidente Santos dio pa’ terminar las
casas, gracias a él, a la doctora y a la hermanita, tenemos las casitas terminadas. Dios bendiga
a la hermanita, ella es una persona que lucha por el pueblo.

18
Religiosa vinculada a una orden católica. Es una de las líderes de un proceso de organización de familias
víctimas del conflicto armado.
19
Persona encargada de administrar el proceso de construcción y entrega de las viviendas, que el Estado otorgó
como medida de reparación a familias víctimas del conflicto armado en el Municipio.
89
Se me perdió el muchachito del medio, eso fue porque un día esos paramilitares fueron a la
casa, y siendo como las siete o siete y media de la noche fueron a la casa y conversaron
primero con los dos muchachos y el esposo mío, entonces ellos vinieron y me dijeron, que si
yo no iba a conversar con el jefe de esos señores, que él me estaba esperando al lado de
arribita, que me mataban a los dos muchachos. Yo ya estaba acostada, eso fue un sábado,
entonces fue el esposo mío y me dijo “Vaya y converse con esa gente a ver qué es lo que les
pasa”. Uno de madre hace lo que sea por los hijos.

Yo no distinguía a esa gente ¡no! ¡no! ¡no! No llegábamos nunca a tratar con esa gente,
solamente ese día entró ese señor, sólo ese sábado y el esposo mío me dijo “Vaya a ver qué es
lo que pasa”, entonces yo fui. Salí de la casa con ese señor y él se fue diciéndome: “Camine
que yo la vuelvo y la traigo a la casa”. Entonces él me dijo “Está allí en el quiosco”, o sea, a
una cuadra de la casa donde nosotros vivíamos. Yo subí a la esquina y yo no vi a nadies por
ahí, entonces yo me paré en la esquina y le dije que a dónde estaba, que yo no vi a nadies por
ahí, entonces él me dijo “No, es en la otra esquina”. Entonces yo le dije “pero es que usted
me acaba de decir que es aquí”, y él me respondió no, es en la otra esquina, camine porque o
si no” y me cogió del hombro y me dijo “si usted no va, no le amanecen los hijos”. Entonces
yo me fui con él, me fui conversándole al muchacho, le decía que por qué, por qué me
mandaba a decir ese señor eso de los muchachos, si ellos no se habían metido con ellos, que
los muchachos eran muy conocidos aquí en Trujillo, nacidos y criados aquí. Y entonces ya
llegamos a esa esquina, yo no veía a nadies por ahí, entonces él dijo “vea es allá”, o sea,
bajando pa’l matadero, él dijo “es allá, en esa bajadita”. Yo lo seguí hasta allá y ahí le dije:
“No muchacho, yo no, yo no lo sigo más”, ya me entró miedo y le dije “muchacho yo ya no lo
sigo más a usted, eso son mentiras de usted” y entonces me dijo “mentiras no son, vea están
en el matadero, es que usted sabe que a los jefes no les gusta que nadies los vea, y él viene es
advertirle, pa’ que no le pase nada a los hijos suyos, camine que si usted habla con él ¡uhm!,
ahí se libra y no le pasa nada a los muchachos”.

Entonces yo le dije “yo ya no lo sigo más, no lo sigo más. Además ese señor no tiene por
qué decir que me los va a matar a los muchachos míos, porque ellos no deben nada, ni se han
metido con ellos ni nada, él no tiene por qué decir eso de los hijos míos”. Y él seguía diciendo
90
“vea si usted no va, mañana no le amanecen los hijos”, pero yo me pensé devolver y cuando
yo me paré y me di la vuelta, fue cuando él ya me cogió acá del pelo y me tiró allá a esa
cañada, a una sequia que baja a la carretera, entonces me metió a ese cafetal y me hacía cosas,
me violó.

Me insultaba mucho y me arrastraba del pelo, entonces yo pensé en que me le volaba, y


entonces por un portillito que había yo me le volaba, pero él volvía y me cogía del pelo y me
arrastraba, entonces yo me aplomaba contra la carretera, porque yo qué iba a ser capaz contra
la fuerza de un hombre, yo me aplomaba y entonces ¡uhm!, pues como eso no tenía cemento,
sino que era balastro, entonces ¡eh!, la carne me quedó viva, el cuerpo me quedó en carne
viva. La hermana tiene esas fotos.

Entonces, él me arrastraba y yo me le alcancé a volar tres veces, y a la tercera vez yo


pensé me vuelo pa’ allá o me vuelvo por la carretera, pensaba yo, dentro de mí. Y yo no sé
cómo, de un momentico a otro vi ese portillo como ancho, porque yo le tengo mucha fe a las
ánimas benditas y entonces yo vi ese portillo como ancho y como si fuera la mitad del día;
entonces yo de una mandé a ese viejo de un empujón y me le volé por la carretera; pero otra
vez me alcanzó y entonces ¡uhm!, me llevaba otra vuelta pa’ allá. Él ya me llevaba por la
carretera, entonces él me decía “gran hijueputa, si usted me pone denuncio yo le mato los
hijos”. Me mentaba la madre y me decía “ahora sí la voy a estrangular”. En ese momento él
no estaba armado, si él hubiera tenido un arma yo no estaba contando el cuento, ya tendría
unos años de muerta, fue a punta de brutalidad.

Entonces como él me decía “si usted pone la denuncia la mato” ¡ah! entonces yo le dije
“pues si usted me deja viva yo pongo denuncia, porque nosotros no le hemos hecho nada a
usted, ni nos hemos metido con ustedes, ni sabemos quiénes son ustedes”. Y entonces dijo “si
usted pone denuncia, entonces yo le mato un hijo” y así seguía. Entonces, él me llevaba a otra
vuelta pa’ allá y yo ya pensaba era la muerte, que me metía pa’ allá y me mataba, yo no era
capaz con la fuerza de él. Y cuando ya me iba a meter pa’ allá, alumbró un carrito allá arriba,
yo ya no era capaz pues ni de hablar ni nada, yo pedía auxilio y nadie me auxiliaba y la gente
me escuchaba y nadie me ayudó, que porque les daba miedo de esa gente, porque a mí me

91
dijeron que mucha gente me escuchó pidiendo auxilio, pero que no me socorrían, no me
auxiliaban para no meterse con esa gente.

Yo ya no esperaba si no que me metiera pa’ allá y que me matara ese viejo, cuando en
esas se asomó un carrito allá en la loma, a la bajadita, asomó un carrito allá, entonces yo me
acuerdo que le dije “vea ahí sí, ahora sí llegó la policía”, y entonces él dijo “¿será la
policía?”, y yo le dije “sí, es la policía, por qué usted cree que la familia mía se iba a quedar
mani cruzada”, y ese viejo arrancó, se quedó mirando allá y arrancó por el matadero abajo.
Cuando yo lo vi que volteó por el matadero abajo, yo me subí para una casita que le llaman
Los Chontas, son unos señores que pintan casas y les dicen Los Chonta y la señora de ahí me
auxilió, me dio ropita de ella y me auxilió, pero el carrito no era la policía, era un señor de la
cristalina. Y él después fue a la casa y me dijo “donde usted me hubiera hablado, yo me le tiro
a ese… ¡uhm!, a ese hombre, porque qué pesar de usted como la vi de yo ese día”.

En ese momento estaba él solo, pero eso era un grupo, todo esto estaba lleno de esa
gente. Por todas las calles y lomas, ya no había quién andara tranquilo por las carreteras, por
las calles ya no.

Quedé herida por dentro como herida por fuera, porque eso no se olvida nunca. Es mejor
que lo hubieran agarrado y lo hubieran matado a uno, porque es una cosa que nunca se olvida
en la vida eso no se olvida nunca, nunca.

Cuando logré escaparme malherida, la señora que me auxilió me dio ropita, entonces yo
les dije que me hicieran el favor y que le avisaran a los hijos y al esposo pa’ que fueran por mí,
porque me daba miedo que, pues como esa gente anda toda unida, me daba miedo que por el
camino nos cogieran y nos mataran, porque él estaba solo en ese momento, pero lo veía yo
solo, pero en los alrededores podía estar con más gente, como ellos andan es en grupo. Mire
que a uno que le decían ‘El médico’, que era de esa gente y que ahora no sé si es muerto o es
vivo, él fue a verme y me dijo que pusiéramos el denuncio. Entonces yo le dije que ese viejo
me había dicho que si yo ponía el denuncio que me mataba a un hijo, entonces dijo “no, vaya
que yo hablo con el comandante, porque mire cómo la dejó”, o sea, él era de esa gente.

92
Yo fui donde la policía creo que al otro día, no me acuerdo bien, pero la policía no quiso
hacerme caso. La policía no quiso recibirme el denuncio, porque en ese tiempo, no sé ahora,
en ese tiempo eran unidos con esa gente. Después de insistir, porque yo fui y les mostré cómo
estaba, porque yo tenía la carne viva, entonces la policía me mandó donde el DAS20 y ellos me
recibieron el denuncio pero por disimular. Fue por disimular porque también eran los mismos.

Después de poner el denuncio, un día ese viejo, cuando todavía no se me había perdido
el muchachito, me mandó a decir con ese mismo ‘médico’ que quitara el denuncio o que si no
me tiraba una bomba a la casa, y yo le dije “pues que me la tire, dígale que venga y me la tire,
pero yo el denuncio no lo quito”.

Pero yo quedé con miedo, entonces yo un día fui, dije eso al DAS, porque la policía no
me recibía nada. Entonces yo fui y hablé con el DAS, entonces yo les dije “vea muchachos yo
le tengo mucho miedo a ese señor, yo le tengo un miedo horrible, horrible, ayúdenme, ustedes
son la autoridad, yo acudí a la autoridad”. Entonces me contestaron que cuando yo lo viera,
me fuera pa’ donde ellos de una. Pero mentiras, vea, un día iba yo por la alcaldía con una
hermana cuando yo vi a ese viejo, y lo vi y me puse en un solo temblor que yo no era capaz de
andar, yo me metí a la alcaldía, entonces la hermana mía me dijo “camine vamos donde el
DAS y lo hacemos coger”. Yo como puede me metí donde el DAS y les dije que ahí estaba,
les dije “mírelo donde está”. Era un mono alto, que hablaba raro, no era de la región. Y sabe
qué me dijeron “¡no!, ahora no se puede coger porque ese man viene armado”, mentiras que
era por no cogerlo, es que aquí en Trujillo han tenido ese vicio todas las autoridades de unirse
con esa gente. Él estaba en alianza o en complicidad con ellos. Yo sólo decía dentro de mí
¡¿por qué hay tanta maldad?!

Eso a mí me pasó eso como en el 2004, porque al año se me perdió el muchachito en el


2005. Antes de que se me perdiera, yo siempre era con esa cosa, como con miedo por el
muchachito, porque él era el más andarieguito. Entonces un sábado se levantó y me ayudó a
hacer el desayuno y me dijo que él iba a ir por unas guanábanas por la carretera de Venecia, y
yo le dije que no fuera por ahí, pero él me dijo “mamá, es que son regaladas, me dijeron que

20
Departamento Administrativo de Seguridad.
93
fuera a coger unas guanábanas que me las regalaban, es pa’ venir hacer un jugo” y salió de
la casa como de diez y media a once de la mañana y ya no volvió a la casa.

A mí me dijeron que lo había cogido un grupo armado en una camioneta vino tinto y que
se lo llevaron, lo tuvieron en la Sonora y hasta ahí me di cuenta, ya no volví a saber nada. El
día antes que se lo llevaran, el viernes, había cumplido 24 años.

El muchacho mayor tiene 31 años y la muchacha tiene como 23 y la que está aquí en la
casa conmigo va a completar 18 años. Tengo un mero nietecito que tiene siete añitos. Porque
el mayor y la menor no me han querido dejar, me están acompañando.

Toda la gente de Trujillo se enteró de lo que me pasó. En mi familia se quedaron


como… eh, aterrados cuando me vieron, porque es que todos me vieron salir de la casa, pues
eso fue como a las siete y media de la noche y toda la familia mía me vio subir con ese señor y
ellas se aterraron. Con mi esposo todo siguió lo mismo, porque él vio como fueron las cosas,
que ese paramilitar fue con esas mentiras. Incluso él también me dijo “pues vaya a ver qué es
lo que quiere, a ver qué es lo que le va a preguntar”. Si ese señor me hubiera llamado a mí a
solas, la cabeza había sido la mía solamente, pero él dentró primero a conversar con el esposo
y los hijos. Y yo fui porque estaba temprano, yo me sentí respaldada por mi familia. No sé
porque me pasaría a mí, por proteger mis hijos, porque uno de madre prefiere que le pasen las
cosas a uno y no a los hijos, primeramente que le pasen a uno y que a los hijos no les pase
nada.

En el pueblo todo el mundo se enteró, todos decían que daba pesar de mi haberme
pasado eso. Lo mismo que del muchachito, también toda la gente decía que qué pesar, porque
nosotros somos nacidos y criados aquí, yo tuve los hijos aquí en Trujillo lo mismo que mamá.

Desde eso yo no he tenido tranquilidad, pues cuando me pasó eso, pues ¡uhm!, eso no se
le borra nunca a uno, ni un minutico, uno todo el día está como con eso, a diario. Y después de
que se me perdió el muchachito pues ha sido una vida horrible, porque yo prefiero que me
hubieran matado a mí, que no me hubieran dejado vivir, yo hubiera cambiado la vida mía por
la de mi hijo. Había cambiado yo la vida mil veces por la de mi hijito.
94
Hubo otros casos, hasta con niñas, pero la gente no decía nada porque le tenían el miedo
más horrible a esa gente, es que una cosa es contar y lo otro es haber sufrido la violencia aquí
en Trujillo. Y como mujer eso no se lo deseo a nadies, a nadies le deseo eso. Porque aquí hubo
una violencia muy fea cuando se entraron esos grupos armados, ellos todavía están aquí, sino
que son como las avispas, cuando se alborotan se alborotan, ahora están calmados, pero esa
gente es muy mala, esa gente no respeta nada, ni le tiene temor a Dios, ni le da pesar de la
gente. Como lo que me pasó a mí con ese viejo, yo no sabía ni quien era él y ni él sabía quién
era yo, entonces por qué él me iba hacer eso a mí, si nunca nos habíamos conocido, nunca nos
habíamos visto, nunca habíamos tenido una conversación, entonces eso es maldad de la gente,
gente mala.

No tuve ninguna ayuda, solamente yo fui al hospital y también puse el denuncio en el


DAS. En el hospital me tomaron exámenes y estuve yendo unos días a que me curaran las
heridas de por fuera. Pero por dentro, el caso que me pasó a mí, eso queda en el alma, eso
queda en el alma, queda en el cerebro, queda en la cabeza, eso le queda a uno por toda parte,
uno queda ya marcado pa’ toda la vida con ese pensamiento. Uno siempre tiene eso en su
cabeza. En la cabeza y en el corazón, a mí nunca se me borra eso, me quitaron toda la vida y
más cuando se me perdió el muchachito, ahí me quitaron el resto de vida, porque yo hablo, yo
como, yo ando, pero nadie sabe cómo estoy yo por dentro.

El dolor de adentro no sana, nunca se me borra eso a mí de la mente. Porque tal vez le
den a uno la reparación, pero con eso uno no borra lo que pasó, uno nunca olvida así le den
millones, nunca se le borra eso a uno, nunca. Es que ni muriéndose, porque yo el día que el
señor ya me tenga en las agonías, ese pensamiento me lo llevo en la cabeza, lo que me pasó a
mí y al muchachito me lo llevo en el corazón, porque eso nunca se le borra a uno, a mí me
pasaron dos cosas muy feas.

Yo no sé si hay palabras para decir lo que queda por dentro. Yo solamente pienso día y
noche en el muchachito, pienso en lo que me pasó a mí, y yo todo eso lo guardo, lo voy
guardando allá dentro, por dentro. Pa’ yo seguir viviendo todos los días, le pido al señor que
me alargue los diitas, porque yo quiero estar al lado de mi muchachito, el muchachito que nos

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quedó, porque yo lo quiero mucho, y estar con el resto de los hijos y el esposo. Yo
últimamente me he sentido muy enferma, pero yo le pido al señor que me alargue la vida para
estar al pie de los hijos, ya que me quitaron el otro hijito.

Ahora pienso que el Señor lo perdone donde esté, yo todos los días le digo al señor que
donde esté le perdone todo. Y que si tiene hijas o tiene madre, que nunca vaya a pasar por ese
dolor de lo que me pasó a mí y lo que vivieron mis hijos, porque a ellos les dio mucha rabia,
pero yo les dije que no, que nos estuviéramos quietos, porque si ellos le hacían alguna cosa a
ese tipo, se venían todos contra la familia de nosotros.

Yo antes vivía tranquila con los cuatro hijitos, vivía tranquila, sí pensaba en el
muchachito que se me perdió, porque pues a él le gustaba más andar en la calle, aunque era
muy casero porque pa’ lejos no le gustaba irse, porque él me quería mucho a mí. Por ejemplo,
cuando él se iba pa’ donde la mamita unos días a trabajar, yo tenía que estar yendo cada
quince días o si no él no estaba tranquilo. Pero le gustaba salir a la calle, le gustaba mucho
andar, entonces yo pensaba en las amenazas, porque esa gente mantenía a diario por las calles,
por los cafetales, por los caminos. Parecían gusanos en las calles y el que se les atravesara y a
ellos no les gustara lo iban matando o lo iban desapareciendo.

Yo nunca pensé en irme de Trujillo, son cosas que después le pesan a uno, porque si yo
hubiera sabido que al muchachito me le iba a pasar eso, yo sí me había ido, pero son cosas que
no cree uno que le van a pasar, nada de eso.

La gente toda me llamaba, me preguntaba que porqué me habían hecho eso y todo, iba
mucha gente, toda la gente iba a visitarme, lo mismo se aterraron cuando se perdió el
muchachito, también les dio mucho pesar de mí. Estos dos casos me pasaron a mí, pero son los
dos casos más horribles que hay aquí en Trujillo yo creo.

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LUCÍA:

De mi familia ¡ay juemadre sí somos hartos! somos como nueve vivos y los otros si son
muerticos. Yo soy la segunda de los mayores y de mis papás vive mi madre no más. A mi
padre lo mataron porque era violento, él conseguía mujer y no quería que tuviera hijos
varones. Si él conseguía mujer y tenía hijos varones, él encontraba la forma de matar a los
bebés.

A mamá le mató uno y casi le mata el otro, entonces ella se le voló a mi papá, porque
ella dijo: “si él ya acabó con la vida de mi hijo, ese hombre no es hombre para mí”. Pero él la
encontró y se la llevó amenazándola. Mi mamá decía: “yo no puedo seguir con él”, entonces
una señora le ayudó. La señora que le ayudó es quien me cuenta la historia de mi mamá y ella
me dijo: “yo le ayudé, cuando ella llegó ahí y me dijo que ella no quería vivir más con él,
porque ya le había matado el niño y que ella que iba estar esperando que de pronto le matara
el otro, y el otro y así, porque ya estaba en embarazo otra vez”.

Entonces, la señora ahí mismo le prestó tres bestias que pa’ que trajera las cosas, pero mi
mamá no traía sino un costaladito y a nosotros. El marido de la señora se fue y la llevó hasta
donde más lejos podía, lejísimos, lejísimos y le dijo: “bueno, aquí ya la dejo muy retirada de
mi casa, si usted se deja alcanzar de ese señor es porque es muy bobita, usted tiene que llegar
a una parte y esconderse porque si no él llega y la mata, la jode”.

Nosotros éramos pequeñiticos, éramos dos y ella cogió y nos echó entre ese costal. ¡Se
puede imaginar ella cruzando una línea fría!, no nos podíamos mover mucho, no se podía
hacer bulla, porque si hacía bulla ahí mismo empezaba a nublarse y empezaba a llover fuerte y
toda esa agua mataba las personas, porque son lagos celosos. La señora le echó buena comida
y todo pa’ que nos diera a nosotros, y ella pasó esa línea, llegó a una vereda y por allá
consiguió trabajo donde una viejita, la viejita la tuvo ¡uh!, un poco de tiempo hasta que se
ajuntó a vivir con mi padrastro, el que nos ayudó a levantar.

Ya ella se ajuntó a vivir con él y pues él era como mal marido ¡qué pesar de mamá!: le
pegaba, se iba a tomar, llegaba y le parecía que ella estaba con otra persona, era intenso y él…
97
ahí mismo la agarraba a madera y mamá al medio de nosotros, él ahí mismo la cogía, la
sacaba, le daba esas palizas y nosotros qué hacíamos, salíamos pa’… fuera, pa’ que no nos
fuera a dar a nosotros. Nosotros veíamos eso y le decíamos, mami por qué no hace lo mismo
que hizo cuando se vino de por allá, “es que yo lo quiero mucho” decía mamá, y le decíamos:
“no amá pero eso no es querer, que le den madera a uno no es querer”, le decíamos todos. Y
bueno, ya nosotros crecimos al lado de ese señor, pero… ¡uhm! también tengo historia mía
ahí.

Es que mamá prácticamente dio con una persona que… eso no era marido para ella, yo
estaba ya por ahí de siete añitos y él empezó a abusar de mí. Él empezó a abusar de mí, él me
amenazaba, me decía, que si yo le decía algo a mamá, que él me hacía algo, me ponía el
machete en el estómago, que me mataba, y yo pues amenazada, uno corre a lo que le están
diciendo. Él me tocaba y me obligaba a que lo tocara, todo eso me hacía, me tocaba, me jodía
y pues me tocaba aguantarme y yo decía esto está mal hecho, dentro de mí misma, pero si yo
decía algo, me pegaba, tengo marcas de eso. Tengo una marca en la espalda que nunca se me
olvida, me la hizo con un machete cuando estaba niñita porque no quería estar con él, porque
pues cuando uno está pequeño uno no piensa en su adolescencia, en su adultez, uno piensa en
jugar y en sus amiguitos, y para yo responder a una cosa de esas, ya eso era muy diferente.

Él sólo se metía conmigo, con mis hermanos no, solamente yo en ese tiempo. Yo me
quedaba callada y resulté en embarazo de catorce años de él. Cuando yo ya quedé en
embarazo dije ¿y ahora pa’ decirle a mamá? Yo la pensaba, era horrible, todos los días
pensaba ¿apenas se me empiece a ver más grande el estómago qué voy a hacer? Porque mi
mamá era jodida y ya para uno ocultar una barriga ¿cómo hacía? No podía, no podía ocultarla.

Cuando mamá se dio cuenta de que yo estaba en embarazo y ya todo el mundo empezó a
decirle que porqué me veía tan estomagoncita, entonces mamá fue y consiguió una planta que
es para eso, ruda, pa’ que tomara, pa’ que me llegara el periodo. Y yo más asustada, yo ya
sabía que estaba en embarazo porque si a uno no le llega y uno siente algo en el estómago es
porque está en embarazo.

98
Ella consiguió la ruda, hizo esa bebida pa’ tomármela, y yo ¡ay!, yo no me puedo tomar
eso porque yo ya tengo harto tiempo y boto mi bebé o de pronto me muero. Mamá me dio la
bebida y que me la tenía que tomar, yo le dije: “¡ay amá! yo no me la tomo, yo le voy a decir
la verdad, yo estoy en embarazo”. Mamá estaba enojadísima conmigo, yo le dije: “yo estoy en
embarazo, yo le voy a decir la verdad pero no le vaya a decir nada a mi padrastro, no le vaya
a decir nada porque me mata”, entonces mamá dijo: “no mija, dígame”; pero se imagina
cómo va a reaccionar, sabiendo que es el marido de ella y que todo era un secreto. Ese secreto
se tenía que descubrir cualquier día, el día menos pensado se descubría.

Yo le dije todo a mamá, yo le terminé de contar todo y mamá fue y sacó un machete y
arranca… yo ya tenía por ahí unos seis meses, yo creo, ya se me veía hartico y yo arranco a
correr y mi mamá detrás a matarme. La cogió contra mí, no contra el tipo, después de lo que
yo le conté debió haberla cogido contra él, no contra mí, pues a la hora del té, yo le estaba
diciendo la verdad. Yo entré a una tienda, no sé cómo yo tenía un poquito más velocidad y
llegué a esa tienda y le dije a esa señora: “¡ay doña ayúdeme, mi mamá me va a matar!”, “¿Y
eso por qué?”. Yo le dije: “no es que a mí me da pena contar eso, yo no digo eso, si se dan
cuenta que se den cuenta por boca de mi mamá no por boca mía”, dije, y ella me escondió.

Entonces se arrimó un poco de gente y hablaron con mamá y ella se destapó a contar
todo. Por la tarde llegó el marido y como ella le tenía miedo, por eso fue que ella hizo
conmigo esas cosas, entonces ahí mismo ella le dijo que cómo así que habían pasado todas
esas cosas y él se arrestió con ella, le iba a pegar, entonces yo dije esto está grave, yo me voy.
Y ahí mismo me fui pa’ la parte de arriba pa’ una escuela, la señora de allá me quería tanto,
entonces me fui pa’llá.

La señora me dijo: “pues si usted ve que las cosas están graves donde su mamá
entonces quédese acá, usted verá, yo me voy pa’ Tuluá, si usted quiere me la llevo”, yo le dije:
“¡ay sí! yo me voy porque yo no quiero una mala vida y mire en el estado que estoy”. Y
entonces ella se quedó aterrada y me preguntó: ¿usted está en embarazo, cierto?, yo le dije:
“Sí, yo sí estoy en embarazo, pero yo no digo cómo, ni por qué, ni nada, si usted quiere darse
cuenta pregúntele a mamá, pero a mí no me pregunte nada de eso porque yo no quiero darle

99
explicaciones sobre eso”.

Ella fue y habló con mi mamá, que dejara de ser así. Duré quince días adonde esa
señora. Ella me daba todo y yo le ayudaba a organizar la casa, a todo le ayudaba, yo me
quedaba con la hija de ella, allá me querían harto, ella quería que yo me quedará, hasta que
subió mamá llorando, que me fuera pa’ la casa, que ella había reaccionado muy feo, me dijo
que la perdonara, que ella no podía hacer eso conmigo, que ella tenía que darme la mano
porque era primera vez de una cosa de esas.

Entonces yo me fui pa’ la casa, pero yo le dije: “me jura que usted no me va a pegar,
porque si usted me pega, ahí mismo me vengo pa’ acá, ellas están que se van y yo me voy con
ellas y no me vuelve a ver nunca en su vida”. Entonces mi mamá me perdonó y nos fuimos pa’
la casa, y ya me empezó a tratar bien. Pero él siguió viviendo con mi mamá y siguió como si
nada, como si nada pues porque prácticamente, digámoslo así, ya nos tenía era a las dos. Claro
que yo no dormía con él, eso pasaba de vez en cuando y como yo estaba avanzada en tiempo
de embarazo entonces él a mí no me molestaba, me dejaba quieta.

Después de que nació el niño me siguió molestando, yo le conté a mamá y ella yo no sé,
ella estaba como ciega, no sé. Ella no ponía cuidado en nada de eso, ella era ciega,
completamente ciega, y pues al tiempo otra vez otro embarazo de él mismo, tuve ese otro
embarazo, tuve un niño.

Al tiempo ya quería agarrarla él conmigo y hacer lo mismo que hacía con mi mamá, a
darme madera, entonces a la primer pela que me pegó yo dije ¡no!, yo no me aguanto esto y le
dije: “¿usted cree que yo me lo voy a aguantar?, yo no me lo aguanto, agarrase con un
hombre, vaya dese con un hombre pero con una mujer nunca lo haga, porque las mujeres no
se tocan”. Entonces él dijo: “pues si usted va a estar en esta casa, se tiene que aguantar
todo”, “usted cree que yo me voy a aguantar todo eso, que me voy a aguantar que a diario
abuse de uno y al pie de la mamá, eso es pecado, eso es el pecado más grande que puede
haber” le decía yo y me puse a alegar con él.

100
Ese día que me pegó me fui de la casa, yo me pegué una alegada horrible con él que
hasta lo traté feo y le tiré piedras. Y logró agarrarme y me dio una paliza, casi me mata,
entonces yo dije no me quedo más, y yo no sé qué fue y le dijo a mi mamá porque ella también
me pegó. Y el sentimiento que me dio a mí fue tan grande, que cuando ellos se fueron a
trabajar, le dije a uno de los hermanitos míos que son hijos de él con mamá: “Betico sabe qué,
hagamos una cosa, usted me acompaña ¿usted si se aguanta que yo me vuele de la casa?”. Y
dijo: “¡ay! Lucía, pero es que usted nos ayuda mucho, usted es la que nos lava la ropa, usted
es la que nos hace todo”, y yo: “no papi es que estoy aburrida y qué tal que yo siga acá y
tenga otro bebé y otro y otro más y me voy llenando de muchachos y yo qué hago”. Entonces
él se puso a pensar y me dijo: “bueno mami, yo le voy hacer caso, nos vamos los dos”, porque
él me quería mucho. Para poderme volar, yo no me llevé los niños, no me llevé a ninguno de
los dos, porque si yo me iba con ellos me cogían”.

Entonces yo me volé y los dejé a todos, yo me volé pa’ la vereda donde vivo ahora, y
pensaba: por acá será mi vida. Cuando estaba pequeñitica, yo decía la vida mía va hacer en ese
lugar, diario pensaba: la vida mía va ser allá, a mí me llamaba la atención, las cosas de allá son
ricas, qué rico yo irme a vivir allá cuando yo esté una señora, eso decía yo, y así fue. Yo me
volé con mi hermano, nosotros cogimos por un pastal abajo que es de ese pasto imperial, por
ese pastal abajo no nos ven, empaqué mi ropa y suerte, nos fuimos.

Nos fuimos, y yo soy tan... no sé, que me daba de todas maneras pesar de mamá, nos
fuimos por allá con mi hermano y sin tener adónde llegar le dije: vamos y conseguimos papitas
y le mandamos a mamá. Entonces nos fuimos a conseguir papas y llenamos el bulto, entonces
dijo mi hermano: “bueno, usted verá ¿se va a ir a la casa?” yo le dije: “no, usted cree que yo
me voy a devolver pa’ la casa sabiendo que me vine así como me vine, no mijo usted sabe el
infierno que vivo yo en esa casa, encerrada, haciendo oficio, de comer, todo me toca a mí, no,
yo no me voy pa’llá así me toque que quedarme muriéndome de hambre por acá pero me
quedo”, entonces él regresó y yo me quedé por allá a conseguir un trabajo.

Conseguí un trabajo donde un señor, él tenía tres hijos. Y me coloqué a trabajar con él
en una finca. Yo seguí trabajando y por ahí a los 25 días yo creo que le dije: “me agarraron

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las ganas de ir a donde mamá, porque usted sabe que uno se desteta y es como duro para uno
no volver a donde la mamá, yo me vine volada pero yo quiero ir a donde mamá”. Ese mismo
día fui adonde mamá, subimos juntos al pueblo porque como yo ya subía pa’ la chiva,
entonces ahí mismo me dijo: “ay como le parece que me gané el chance, y pues ahorita que
me gané ese chance la voy a llevar a pasear a Tuluá”.

Con el señor donde yo empecé a trabajar, resulte viviendo. En esos 20 días, él me


propuso y era como con miedo, con desconfianza y yo le morronguié mucho a él hasta que de
pronto me puse a pensar, él me llevaba hartos años, cuando se apuntó a vivir conmigo tenía 54
y yo pues tenía 18 años, él estaba muy de edad, pero a mí no me importaba eso, para mí lo
importante era que me diera buena vida. Y me trató muy bien gracias a Dios, en el tiempo que
vivimos nunca me llegó a pegar.

Entonces él me invitó pa’ Tuluá, y yo le dije que bueno, que bajaba donde mamá y
volvía al otro día, porque yo no me voy a quedar. Yo fui y estuve con los niños y me dio pesar
de ver al pequeño, ver a mi niño delgaditico, flaquito, como yo lo alimentaba y yo ahí mismo
me le arrimé y era quisque pidiéndome teta: “Mami teta ¿sí?, teta ma”, yo le di pecho y al
otro día salí, mi mamá no me lo dejó llevar, y yo con la tristeza inmensa y el dolor de ver que
no me podía llevar mis dos hijos, sabiendo que eran míos.

A Tuluá llegamos donde el patrón de él y cuando le pagó, ahí mismo me dijo: “tenemos
que ir a Buga, yo la tengo que llevar a Buga porque para mí es la última mujer que tengo, me
fue diciendo así y a mí se me hizo tan raro. Llegamos a Buga y yo era pero mejor dicho, yo me
sentía como en el reino, yo me sentía feliz y yo hasta lloré al pie de él abrazándolo, yo lloré y
decía bendito sea el Señor. Hay cosas que Dios se las da a uno y que nunca uno las vuelve a
ver, porque él fue tan buen marido conmigo y Dios me lo quitó. ¡Ay sí! fue tan duro que a mí
todavía me duele, porque él fue muy buen marido conmigo, yo no supe que fue comprar una
panela, yo no supe que fue comprar una papa, una libra de arroz, nunca. Lo que hace que lo
mataron a él, de ahí para acá he llevado yo una vida dura.

102
Yo viví tres años, tres meses y tres días con él, yo mejor dicho desde el día que me
ajunté a vivir con él, no sé por qué, pero he tenido esa fecha. Cuando ya le faltaban unos días
él me fue diciendo: “usted va a sufrir mucho, usted va a sufrir muchísimo”, y yo le dije:
“¿Por qué? ¿Por qué usted me dice esas palabras?”, yo creo que era que él lo presentía.
Cuando a los ocho días completicos de haberme dicho esas palabras llegaron y se lo llevaron,
lo mataron, lo volvieron nada. A mí todavía me duele eso porque otra persona como él no la
vuelvo a conseguir, después de eso yo duré cuatro años, cuatro años duré sola.

Durante el tiempo que yo me ajunté a vivir con él, nunca convino que yo me llevara la
niña mayor, él dijo que no, que por que él tenía los tres hijos grandes y qué tal que nosotros
nos fuéramos y le pasará algo a la niña, únicamente me dejó llevar al niño y eso que fue un
problema, porque yo me llevé el niño pa’llá, a vivir con él, y él me decía que no estaba de
acuerdo. Cuando llegué allá con el niño, ese señor enojado, que por qué me había llevado a ese
niño, entonces yo le dije: “es que mire mi niño como está, entonces si usted quiere al perro,
quiere a la chanda, si no quiere al perro no quiere a la chanda. Entonces suerte”, y le dije:
“yo me voy para otra parte así como fui de guapa pa’ venirme a trabajarle a usted, pa’ ya
ajuntarme a vivir con usted, entonces si usted me quiere me acepta con el niño, sino no me
quiere no me acepta con el niño”. Entonces él ya se aguantó, él se aguantó ese chirrionazo, yo
me lo llevé pequeñito tenía 10 mesecitos, bebecito.

Ya después cuando el niño empezó a caminar, el echó a conseguir cosas pa’ que el niño
se compusiera, pa’ que el niño fuera cogiendo fuerzas en las coyunturitas, pa’ que caminara, él
ahí mismo a prepararlo, ese señor se veía en ese niño, y ya él era la adoración de ese niño. Pa’
donde él salía, cuando ya empezó a caminar, que se lo llevara, si no se lo llevaba vea aténgase
que la chillada más grande que pegaba, y él se lo llevaba.

Él lo quería mucho, él adoraba a ese muchacho y él también lo quería, ¡ay cuando lo


mataron!, el niño de la tristeza decía: “qué es que mi papá no llega, mi papá dónde está ma,
mi papá”, “su papá no vuelve papi”, le decía yo, “usted tiene que aceptar que su papá ya no
vuelve nunca más, a su papá lo mataron”, le decía yo. Sí, porque uno tiene que decirle las
cosas, lo mismo a la niña y lo mismo al niño de él, claro que el niño de él si estaba pequeñito,

103
tenían seis mesecitos cuando lo mataron, la niña ya tenía los tres añitos, es que mejor dicho
nosotros empezamos y casi empezando, en esos días quedé en embarazo.

Después de que se lo llevaron esos días fueron terribles, pues esa gente después de que
lo mataron invadieron la casa, ellos estuvieron siete días ahí en la casa, cuando ya les dijeron
que iba el ejército, entonces ellos se retiraron todos. La casa prácticamente era de ellos, lo
único que no utilizaron fue la pieza mía, se metieron a mi casa, abusaron de mí, ya uno mejor
dicho sentía que quedaba desprotegida completamente, dos veces abusaron de mí durante ese
tiempo.

Fueron dos, el primero era uno moreno, digamos moreno no negro, y cogió una navaja y
me dijo que tenía que acostarme encima de la cama y los niños viendo, los niños viendo todo
lo que me estaba haciendo, y yo ¡ay Dios mío bendito! que le hagan a uno esas cosas pero que
no se las hagan delante de los niños. Y él me dijo que me quedara callada sino me daba en la
jeta me dijo, yo no pues me tocó aguantar.

La niña, la hijita del finado, estaba ahí y apenas lloraba, ella era viendo que me estaban
haciendo eso y ella llorando, ese man le dijo: “¿sabe qué?, sálgase gran putica de acá y sino
también se le hace igual” y entonces yo le dije: “prefiero que me mate a que le vaya a hacer
una cosa a la niña”, entonces abusó de mí y luego me mandó plata, ese mismo día me mandó
quisque $100,000, por la abusada quisque valía eso, dijo que era que yo me había aguantado.
Él dijo: “usted se aguantó, si usted no se hubiera aguantado no se hubiera dejado hacer
nada”, y entonces yo le dije: “si yo no le hubiera dejado hacer nada, usted me mata, de la
única manera es que usted no hubiera tenido un arma, yo no me hubiera dejado, pero una
persona con un arma, uno qué le puede decir y más que le tengan un cuchillo a uno ahí, que
lo rajan, le toca a uno dejarse hacer lo que sea”, eso fue lo que pasó.

La plata me la mandó con otro por la noche y llegó el otro con la plata que me había
mandado ese y también hizo la misma parada, me dijo que estuviéramos, que normal que eso
el marido mío no se iba a dar cuenta y yo ¡no! y entonces dijo: “hágale, eso no se preocupe” y
me estaba intimidando, me decía, “su marido no se va a dar cuenta y si usted no se va acostar
conmigo la meto en la grande, le avisó a 33 y el viene por usted”.
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Me amenazó y yo ahí sí me quedé como fría y yo dije no pues, esta mañana uno y
ahorita otro, eso es como si fuera una sinvergüenza pensé en mi misma, pues como uno no
está enseñado a una cosa de esas, para eso uno tiene su marido, y pues me tocó. Otra vez me
tocó, ya los niños no estaban ahí, estaban acostaditos en la piecita.

Creo que ellos abusaban de las mujeres, porque ellos llegan por lo que tienen su tiempo
por ahí en el monte, desplazándose por ahí, entonces no tienen una mujer y van a calmar los
deseos con las mujeres así, porque no solamente fui yo la única que fue violada en ese tiempo,
cogieron una señora, robusta digamos y también hicieron lo mismo y a esa sí la embarazaron.
A ella sí la embarazaron, gracias a Dios yo no, porque el finado me tenía a mí planificando, él
me ponía a planificar con la inyección esa de cada tres meses.

Después de que encontraron los cuerpos, a los hijos y a mí nos tocó ir a la fiscalía, ahí
mismo me llamaron pa’ la fiscalía pa’ preguntarme cosas y todo, entonces yo me fui. Me
preguntaron todo, me dijeron que contara las cosas, pero yo lo único que no conté fue lo de…
lo de la violación, eso fue lo único que yo no conté. En ese momento no me sentía capaz de
contar eso, ahorita pues, pues ya hace tiempo, ya ahorita me siento capaz de contar lo que sea,
pero antes no, ahora yo creo que de pronto Dios le da fuerzas a uno para contar las cosas,
aunque hay cosas que a uno siempre la hacen poner sentimental. En ese momento no fui
capaz, porque yo iba a contar algo y a mí se me hacía un taco y yo no podía contar, yo era
como ahogada, como no sé… yo contaba las cosas es como si estuviera normal, pero yo me
sentía mal, yo no me sentía bien, yo decía esto es raro, dentro de mí misma decía esto es raro,
pero yo conté lo que debía de contar aunque era con tristeza.

Con mis hijos no lo he comentado, no, solamente me preguntan es la muerte del finadito
no más, la muerte no más. Porque pues prácticamente la que me vio fue la niña que está en
Bogotá, que ella tenía tres añitos, estaba pequeñita, yo creo que no se acuerda y si me llegara a
preguntar no sé qué le diría. Ahí yo no sé, yo ahí si como que no tengo palabras, uy porque pa’
uno ir a ponerse a contarle algo a un a un hijo, no sé, de pronto no tenga fuerzas para contarle.

Si mi marido hubiera aparecido yo le había contado, yo había sido sincera con él, porque
a mí me gusta ser sincera y pues quién sabe qué hubiera pasado, no sé si me hubiera dejado,
105
pues es una imaginación que se me viene, se me venía a mí así, de pronto lo deja a uno o de
pronto le perdona, quién sabe qué hubiera pasado en eso, no sé.

Ellos se fueron y eso no volvió a pasar, ellos no volvieron a abusar. Pero al otro día por
la mañanita yo me fui a buscar al tal comandante ese. Yo me fui a buscarlo que pa’ ponerle la
queja y nadie me dio razón de él, entonces otro me dijo: “mami sabe qué, si usted quiere vivir
otro poquito más, no lo busque, váyase pa’ la casa y se está con sus niños más bien, no lo
busque, porque le pasa lo mismo que le pasó a esos muchachos”, y yo le dije: “¿Cómo así
que le pasa lo mismo?, ustedes no dijeron pues que se los habían llevado pa’ Cali”, entonces
el man se quedó callado, me dijo: “no, ¿sabe qué, mami? váyase pa’ la casa”, me dijo así.

En ese momento aún no sabía que los habían asesinado, pero ahí me dio a entender
mucho, que ya los habían matado. Como a los cuatro días ya después de eso, fueron y me
llevaron un bulto de papa, a los cinco días fueron y me llevaron carne, a los seis días fueron y
me llevaron arroz, panela, remesa. A los siete días que ya era el último, me llevaron una tinada
de carne, porque como ellos mataron ganado, fueron y me llevaron carne.

Yo no pensaba por qué me llevaban esas cosas, porque como ellos cuando iban allá ellos
siempre me decían no tranquila que su marido está bien, tranquila que sus hijastros están bien,
y yo de boba, ellos me consolaban con eso, pa’ entretenerme. Pero no, uno en una de esas y
viendo que están desaparecidos y que no aparecen, uno está pensando siempre lo peor y uno
está triste porque no llega ninguno.

Cuando yo le conté al comandante del ejército que no encontraba a mi esposo y los


hijastros, él me dijo que reuniera gente para ir a buscar los cuerpos, yo ahí mismo busqué la
gente y la gente allá es muy chévere, ahí mismo de una me siguieron, fueron como unas 20 o
30 personas, se fueron todos conmigo pa’ allá. Ahí mismo el comandante les dijo que les daba
la orden pero que a mí no me fueran a llevar, a mí no me dejo ir por allá. Él dijo: “usted no
va”, yo dije: “pero es que yo quiero ir”, “no, usted no puede ir, usted no puede ir por allá”.

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Así como yo conté los buscaron y así los encontraron, igualito al sueño. Yo me soñé que
yo iba, que yo llegué allá y que llegué al hueco y que lo ayudé a sacar y todo, pero no fue así,
en la realidad yo no fui, pero sí los encontraron por allá por ese lado que yo me soñé. Ellos me
contaron todo, cómo había pasado, ahí en el sitio empezaron a escavar y lo sacaron, lo echaron
a un tractor y lo llevaron pa’l pueblo, a las cinco de la tarde lo encontraron a él solo, a los dos
hijos no, a los hijos los encontraron a los 13 días, a él lo encontraron a los nueve días de
habérselo llevado. Yo tuve que bajar a la fiscalía y para hacer todos esos papeles que le toca a
uno, por eso yo no alcancé a verlos, porque a ellos los tuvieron que enterrar muy rápido, ya
estaban descompuestos horriblemente, y antes me tenían que hacer muchas preguntas para
identificar los cuerpos y las partes de los cuerpos, cuál iba con cual.

Después de eso uno pa’ tener algo con otro hombre, uno como que la piensa. Bueno será
que lo hago, no lo hago, será que si de pronto yo tengo otro marido me pasé igual. Uno piensa
muchas cosas, cuando principié con el esposo que tengo yo la pensaba ¿será que lo hago?
¿Será que no lo hago? si me ajunto a vivir con él ¿le llegará a pasar algo?, yo me preguntaba
todo eso. Y él era rogando, que él a mí no me iba a hacer sufrir y ahí está, pero no… ¡qué
vida!

Los paramilitares hicieron todo eso allá, pues porque como antes digámoslo así,
mantenía la otra gente allá, entonces ellos cuando subieron dijeron que todo mundo eran de
esos, que eran guerrilleros, que todo mundo y que ellos iban a quemar el pueblo. Cuando
mataron los primeros ellos iban a quemar el pueblo, ellos iban con la orden de no dejar nada,
de arrastrar con todo, sino que da la casualidad de que les mataron el jefe, el comandante de
ellos, entonces no pudieron hacer todo lo preparado.

Después de eso yo me puse a pensar y ahora qué hacemos, en ese tiempo fue que yo me
desplacé para Tuluá, yo duré 20 días no más, por que los niños todos se me enfermaron en ese
cambio del frío al calor. A los 20 días me regresé pa’ la vereda con esos niños enfermos,
desnutridos, flaquitos, yo pensaba ¡el niño se me va a morir!, el más pequeñito. Y a la
muchacha con la que me había ido, pues yo le dije: “mami yo le doy este tiempo, yo creo que
yo no voy a durar tanto por acá, usted verá qué hace, consiga un trabajo, yo me vine más que

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todo por usted, yo me desplacé por usted, porque yo no quería que le pasará algo, que le
pasara lo que ya me había pasado a mí”.

Yo me desplacé con mi hermana, con el niño y con la amiga mía, pero el niño se me
enfermó, se enfermó grave, grave, diarrea, vómito, y me lo quitó Bienestar Familiar. ¡Ay! me
lo quitó, yo me quedé sin el niño, yo ya me la pasaba llorando, porque los senos eran
grandísimos, yo lo alimentaba, yo los alimento mucho tiempo. Yo pensaba, ahora yo qué hago
sin mi niño y pues qué hice, acudí a mamá, ahí mismo llamé a mamá. Mi mamá ahora sí mejor
dicho, está en todo conmigo, yo le digo una cosa, me enfermo, me hospitalizan y ella está ahí
conmigo en todo, en todo lo que yo le diga ella está al pie mío. Entonces yo ahí mismo le dije:
“¡ay amacita! me quitaron al niño y yo qué hago sin mi bebé, ma’ yo que hago, yo quiero
mucho a mi bebé”.

Con mi hermana nos fuimos para la vereda y mámá logró que le entregaran el niño y se
lo llevó pa’ la finca. Yo mantenía llamando a mamá pa’ saber si ya lo tenía, ¡ah!… y no fue
tarde para mí volver a coger carro, y como a mí me llevaban y me traían gratis, entonces ahí
mismo me fui pa’ donde mamá y ahí mismo cogí mi bebé y me lo llevé, y mi mamá me dijo:
“mija no le vaya a volver a dar teta, porque de pronto es la teta lo que le hace daño”.

El fallecimiento de mi esposo fue en el 2002, él quedó enterrado en la vereda y los


muchachos sí quedaron en Tuluá. Yo tuve dos hijos con él, tuve niña y niño. El otro hijo de él,
porque pues quedó un hijo de él, ese es el hijo mayor de él, vino y se llevó la niña, la niña que
cuando eso pues tenía tres añitos, todavía con él por allá en Bogotá, pero yo he querido que él
me la traiga porque a él ahorita lo dejó la mujer, y quién sabe cuál será el comportamiento de
él y ella ya está grandecita.

Después de eso, como la finca no era de mi esposo sino que él trabajaba allí, me ha
tocado trabajar duro para subsistir, la gente me colaboraba mucho, me ayudaban, aunque ¡eh!
hubo un tiempo que los niños ¡uy!, aguantaban hambre. Yo pa’ poder medio comer hacía
cualquier cosa por ahí y me ganaba 5000 pesitos así, a veces pasaba la semana con eso, con
5000 pesos no más, porque cómo me iba yo a trabajar con todos esos niños pequeñitos.

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Entonces a mí me tocaba sufrir y pues aún todavía sufro pero no tanto como antes, ya no
es tanto, porque pues la gente de pronto ya me colabora más con trabajo. Ahorita estoy
trabajando en un restaurante, solamente los domingos y entonces con lo que me gano son
$15.000 el día, entonces con eso compro $5000 de remesita y el resto mando a traer dulces de
Tuluá y voy a vender a la escuela y con eso me ha ido aumentando. Cuando hago reemplazo
de aseo en la escuela, me gano algo más y puedo bajar, eso me sirve pa’ ir a donde mamá y
ayudarla, porque pues pueda que yo viva un poquitico mejorcito, aunque la verdad, es mucho
mejorcito que mamá, porque mamá sufre mucho. Entonces como a mí me regalan papa,
entonces me la mandan y con eso también ayudo a mamá y ella se pone muy contenta y me
dice: “¡ay mami! gracias a Dios me trajo que comer”! y llora.

Mi mamá vivió con mi hija hasta que tenía como cinco años, ahí me la traje cuando mi
esposo falleció, apenas yo terminé de hacer esas vueltas, cuando ya vi que se aplacó todo eso,
entonces fui donde mamá y le dije: “ahora sí mamá yo me voy a llevar mi niña, así sufra, mi
niña es mía, yo me la llevó a si usted me diga que no, pero yo me la llevo, y si no me la puedo
llevar me la robo”. Entonces me dijo: “no mija pues llévesela porque es suya, usted fue la que
la tuvo, pero mami se van aguantar hambre”, y yo le dije: “no amá yo me la llevo, así sea a
aguantar hambre, aguantamos todos”. Y desde ahí vivió conmigo hasta que hace cinco meses
ya, que ella se fue de la casa, consiguió marido.

Después de la muerte de él me conseguí otro señor, que es el que tengo ahora, pero no es
lo mismo ¿cuál es la remesa de él?, dos kilos de arroz una vez por ahí cada 15 o 20 días, por
ahí lleva una bolsita de jabón Fab. A mí me toca comprarle a él prácticamente, digámoslo así,
me toca comprar hasta jabón pa’ lavarle la ropa, toda la ropa. Yo no sé bien por qué estoy con
él, yo no sé por qué me apegué a él, es que ¡ay!, yo digo una cosa, a mí me da miedo la
soledad. Porque yo duré cuatro años y uno en cuatro años se da cuenta qué es vivir uno solo,
sin nadie que lo haga respetar a uno, todo mundo se burla de uno, van y se ponen que le
tumban la puerta a uno de la casa, se ponen que lo matan a uno, es que la gente de aquí se
pone a tomar y van borrachos a buscar a las mujeres cuando ven que están solas y quieren
abusar de las mujeres. En cambio después de que yo me ajunté a vivir con él, aunque él a mí
no me ayuda, aunque él no sea bien conmigo, yo siento un respeto, como una protección.
109
Aunque también tengo algo que contar sobre él, y yo desde ahí para acá ya he tenido
problemas con él constantemente, todos los días desde que esté en la casa mejor dicho hay
problemas, porque un día la niña me contó cosas, porque yo le dije a ella: “mami, usted tiene
que ser sincera conmigo, yo le doy toda la confianza para que usted sea sincera conmigo
también, yo a usted no le voy a dar la espalda, usted tiene que contarme lo que le pasa, si su
padrastro la abejorrea, si su padrastro le hace algo a usted”. Y sí, un día ella me contó, ella
no se quedó callada, que un día él se levantó y se puso a molestarla, a tocarla y ahí mismo,
como a las nueve de la mañana que él se había ido, ahí mismo me dijo: “mami ese señor se
levantó y me estaba tocando, me estaba tocando las nalgas mami”. Entonces yo lo dejé que
llegara por la noche y ahí mismo le armé qué escándalo y le dije: “usted no tiene por qué venir
hacer eso, si usted va a venir a vivir es conmigo, no con la niña, usted la niña tiene que
respetarla porque a mí me pasó un caso similar y yo no quiero que a la niña le pase lo mismo
que me pasó a mí”. Entonces él no me contestaba nada, y ya después cuando le pasó decía que
ella era una mentirosa, que esto y que lo otro. Y yo le dije: “eso no puede ser, yo no creo que
ella me vaya a decir una mentira a mí, que me vaya a decir cosas en mentira”. De ahí para
acá he tenido problemas con él por eso.

Yo le conté a mamá, yo le dije ¡ay amá! me pasó esto y esto, y ella dijo: “¿y usted qué
hizo?”; “¿Yo? ¡ja! mijita le puse problema y le di puño y lo tiraba contra la pared”, ella le
dio risa y me dijo: “muy buena mami, muy buena, usted si no es como yo de boba”, apenas me
dice mamá. Yo le he hablado lo que me pasó a mí y ella dice: “no mami es que yo no sé, uno
la verdad, uno tiene tiempos que uno es como un bobo, yo por lo menos no ponía cuidado en
eso, yo en los pies suyos creo que no le había dicho nada a ese man, no le había puesto
problema, había dejado las cosas así”.

Con ese señor, mi padrastro, yo no me volví a ver, no más, nunca más, después de que
me salí de la casa no más, un día fui a donde mamá porque yo iba así a pasear, pero era rara la
vez que yo iba, yo ahorita donde está mamá viviendo ahí sí voy más, porque ya sé que él no
está allá. Pero un día fui cuando vivía mamá con él, entonces mamá dijo que le iba a pedir el
favor que pa’ que viniera y me ayudara a traer las cosas hasta el bus, porque mamá me había
hecho una estopada de plátanos y yucas y arracachas y de todo. Entonces él fue allá a
110
ayudarme a llevar eso y cuando íbamos por la mitad del camino, ya casi pa’ llegar me dijo que
él quisiera tener algo conmigo. ¡Que él quisiera volver a tener algo conmigo!, yo le dije: “¡Eh!
Avemaría, usted si es muy descarado, sigue viviendo con mamá y vuelve y me dice cosas a mí,
eso es ser uno sin sangre”, ahí mismo me le estaba enojando, entonces dijo: “¡ah! que eso no
era para qué yo me le enojara”, y yo le dije: “no sea hijueputa, a mí no me diga esas cosas,
no me diga esas cosas, vaya y busque a mamá que usted está viviendo es con mamá”.
Entonces ahí mismo dijo: “vea yo soy capaz de darle buena plata, yo soy capaz de darle
buena plata pa’ volver a tener algo con usted” y yo le dije: “no, ni porque me de plata pues,
así esté aguantando hambre no se la recibo y nada, no pasa nada”. Y entonces ya después de
ahí no más volví hablar con él. Ya de ahí gracias a Dios no me dice nada, ni me molesta, ni me
determina gracias al señor.

En un futuro no sé qué irá a pasar, qué cambios se irán a ver, no sé. Mis hijos desde
ahora lo demuestran mucho, que son trabajadores, que les gusta es el trabajo y tan pequeños, y
ellos van y hacen las tareas, y ellos quieren irse a cargar tinas y llegan quesque con platica
“mami mire lo que nos dieron por la cargada de tal cosa” y el otro dice: “mami nosotros nos
fuimos andar por allá en ese bus, qué rico nosotros cuando estemos grandes con una
volqueta, con una retroexcavadora”, eso dicen un poco de cosas, quieren ser es conductores.
El más grandecito de 13 años se va y se sube en esos carros, en esas lecheras y dice: “yo me
voy en eso porque yo quiero aprender a manejar carro, espere y verá que dentro de unos
diitas me va a ver manejando un carro sólo ma”. Es que desde pequeño uno demuestra lo que
va a ser cuando es grande, cuando yo estaba niña soñaba con irme a vivir allá arriba a la
vereda y pues también yo siempre jugaba que la cocina, que la casa, yo me ponía a jugar con
mis amiguitas y siempre armaba mi cocinita, mis ollitas, mis platicos, ¡uhm! todo, mis
muñecos, que los niños, los bebés, que el embarazo. Mis hijos cuando se ponen a jugar,
siempre se ponen a jugar es con carros. Yo siempre los he visto es con carros, siempre,
siempre, que el carro, que una tracto mula, que un taxi, que volquetas, de todo, el más grande
sí cuida los juguetes, tiene hasta un helicóptero.

Con el padrastro se la llevan bien el más grande y el más pequeñito, el del medio no lo
quiere, es el hijo del finado, él no lo quiere, ni el padrastro lo quiere a él y eso es algo que
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también me duele a mí, un domingo estaba yo trabajando cuando el niño se fue pa’ allá, y me
dijo: “mami como le parece que me sacó a pata, mami me sacó a pata y no me dio nada de
desayuno y yo tengo un hambre, mami ¿qué hago?”, y yo sin poder hacer nada, sin poder
decir voy a sacar un plato de comida, porque pues esa señora es jodida, sin poder decir voy a
sacar un platico de esa sopa y le voy a dar a mi niño, mi niño tiene hambre ¡ay¡ yo era una
preocupación después de que llegó y me dijo eso ¡ay Dios mío bendito! Entonces, yo ahí
mismo me puse hacer oficio más rápido, entonces le dije a ella: “yo voy a ir a la casa, voy a ir
a hacerle desayuno a mi niño porque mi niño está sin desayunar”, y ella no fue capaz de decir
saque un platico de sopa ni nada.

Yo me fui pa’ la casa y cuando iba saliendo, el niño iba llegando y me dijo: “mami yo ya
desayuné”, yo le dije: “sí ¿dónde?”, entonces ahí mismo me dijo: “el señor de allá de la
tienda de abajo, el gordito, él me dijo que si yo tenía hambre porque yo tenía cara de hambre,
y entonces ahí mismo me dio galletas, me dio una pony malta, me llevó pa’ arriba y me dio
comida, eso me dio hartas cosas y mami por los otros no se preocupe porque pues ellos ya
comieron todos, ellos mi padrastro les dio, pero a mí no me dio nada, a mí me sacó, a mí me
dio fue pata, eso era el desayuno mío” dijo.

Nosotros ahora vivimos en el pueblo, esa casa me la dieron a mí, pero está a nombre de
una amiga, porque a ella le dieron un subsidio y entonces pues por allá uno no consigue así
casa fácil, entonces yo ahí mismo le dije, pues yo le hago los papeles pero la casa no se la
vendo, yo le hago los papeles pa’ que llegue el subsidio pero yo la casa no se la vendo, usted
sabe, tiene que saber que no es suya, de todas maneras el subsidio es suyo, la plata es suya, pa’
que usted se compre una casa o haga lo que quiera con ella. Yo le hice los papeles y esos
papeles están firmados por cinco años, también sacamos un papel, un notificado registrado y
todo, de que ella no podía hacer nada con el dinero, ni yo puedo hacer nada con la casa, claro
que yo estoy viviendo en ella, yo vivo en la casa, y el dinero ella me dijo que se lo pasara y yo
se lo pasé. ¿Será que de pronto me quedo yo sin casa? ¡Uhm!, porque de todas maneras ella se
gastó la plata, y la casa está a nombre de ella, yo tengo los papeles pero están a nombre de
ella.

112
ADRIANA:

Tengo 34 años y soy de Buenaventura, aquí nací, me crié, aquí estoy criando a mis hijos y
también creo que aquí me voy a morir.

Mi caso, mejor dicho, es largo y empezó desde que se murió el papá de mi primer hijo
ahí empezó todo, porque nosotros vivíamos como pobres, pero vivíamos tranquilos. Él
trabajaba en un hotel y allí entro una gente, no sé quién era esa gente, pero lo mataron, yo
quedé con ese niño, luchando, luchando. De allí me hice al nuevo compañero, porque uno sin
estudiar, sin trabajo fijo, ni nada. Entonces pues me hice al nuevo compañero, que porque uno
dizque está mejor con un compañero, pero la verdad, a veces con compañero está uno es peor.

Ahí con ese nuevo compañero me hice a dos nuevas criaturas, tuve los mellizos, pues no
me arrepiento de mis hijos, pero pues uno por ignorancia se va llenando de hijos, ya eran tres y
sola, porque yo dejé al papá de ellos, él me maltrataba. Y cuando uno está así, uno no tiene
mamá, no tiene hermanos, no tiene papá, no tiene a nadie. Y a luchar se dijo, porque el
problema era mío. Gracias a Dios ahí luchando Allí conseguí al papá de mi niña, mi niña tiene
6 años, como pobres vivíamos bien, era un rancho de madera, pero era nuestro no nos tocaba
pagar arriendo. Cuando yo estaba embarazada de la niña llegaron y entraron, nos maltrataron,
me golpearon la barriga, golpearon a mi compañero, buscaban unas armas. Eso lo revolcaron
todo y vieron que ahí no había nadie, que nosotros éramos pobres pero honrados, que no
escondíamos nada de armas, es que yo veo un arma y me pongo mal, yo eso no lo acepto. Nos
iban a matar y yo les decía entren y miren que aquí no hay nada.

Lo más triste, es que nació mi hija, ya estaba más grandecita y lo más triste es que venía
mi compañero y traía el regalito de la niña en navidad, una muñeca y una cajita de comida
para nosotros y se la quitaron, le quitaron el regalito de mi niña y la comida, eso fue un tal
comandante que le decían Nene, a él ya lo mataron. Eso golpearon a mi compañero y le pedían
que la plata y la plata, él les decía que no tenía nada, que sólo traía la muñeca y la comida y
entonces nos dijeron que si no entregábamos la plata nos mataban. Entonces nos tocó irnos,
porque no teníamos nada, pero ellos iban a volver, y así fue, una noche mi compañero venía y

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le colocaron un lazo para hacerlo caer, porque él tenía una chatarrita, una moto que nos
ayudaba con lo de los transportes, sin esa chatarrita no teníamos cómo movernos, entonces lo
hicieron caer, y otra vez lo golpearon y le insistían que les pasara la plata y que si no, la
próxima vez nos mataban a todos. Entonces yo le dije: “¡vámonos, vámonos! ¿Qué más vamos
hacer?”, y cogimos lo que más pudimos. De ahí nos tocó salir a casa ajena y hasta el día de
hoy no nos hemos podido ubicar bien, vivimos en una casa que cuando nos digan desocupen,
nos toca irnos. La vida mía con esa gente ha sido muy sufrida me han estropeado bastante, nos
tocó salirnos con los muchachos, con la niña pequeñita, la casita allá tirada, en mal estado y
uno sin poder volver a arreglarla.

Yo estaba con la barriga y me empujaron, yo caí y me golpee la barriga, yo pensaba en


mi criatura. Esa gente lo trata muy mal a uno, con cosas que uno no está acostumbrado, le
dicen a uno disque perra, hijueputa, gonorrea y gritan duro y ¿usted qué hace? Le da a uno
mucho temor, uno solo llora y es tanto así la ignorancia que uno pide que hagan con uno lo
que quieran, pero que no se metan con los hijos. Gracias a Dios, con mis hijos no se metieron,
aunque le decían a mi compañero que soltara la plata, decían: “soltá, soltá gran hijueputa. Si
no, te mato estos cabrones que tenés acá”. Pero gracias a Dios no les hicieron nada.

Esa gente es de aquí mismo, el que era comandante era de aquí de Buenaventura, de un
sector cercano, los otros no sé de dónde eran, pero eran negros como uno, aunque le gritan a
uno disque: “negro hijueputa, negro montañero”. Supuestamente ellos son muy civilizados,
pero como uno no tiene el poder, uno no tiene un arma, entonces ellos se creen grandes en ese
momento y la autoestima de uno se la tiran por el piso. Uno se siente como algo indefenso,
como un niño, como que uno no puede defenderse, lo están maltratando y uno no puede hacer
nada. Uno piensa cosas en ese momento, uno piensa, Dios mío si yo tuviera un arma yo
también me paraba y les respondía. Es que uno se siente inmediatamente indefenso y queda
aterrorizado. Yo sólo lloraba y pensaba en mis muchachos y quedé con los nervios
destrozados, destrozados, destrozados. Sobre todo eso, porque yo mi autoestima la rescaté,
gracias a Dios yo traté y la rescaté, pero los nervios no he podido controlarlos, eso es horrible,
horrible, eso uno no se lo desea ni a los enemigos, claro que yo no tengo enemigos, pero uno
no le desea eso a nadie. Y cuando uno escucha de eso, que le sucedió a alguien, uno se coloca
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súper mal y siente ese mismo dolor, porque uno ya lo vivió. Imagínese que uno ha vivido eso
ya repetido, eso es mucho para uno, y cuando uno escucha que tal persona le está pasando eso,
uno lo que hace es arrodillarse y pedirle al Señor que tenga misericordia y que le dé fortaleza a
la persona.

La fortaleza a uno se la da Dios, el Señor, porque en ese momento uno está allí y uno le
pide al Señor: Señor guárdame, Señor protégeme y es tanto así, que uno le pregunta al Señor:
Señor ¿dónde estás? Si hay un dios ¿por qué no responde? Hay momentos en los que uno
pierde la fe, porque uno se siente impotente, porque uno no tiene salida, porque uno mira hacia
arriba y le pide al Señor y nada y uno piensa hasta que Dios no existe, uno del pánico, uno se
siente impotente.

Mi autoestima yo la logré recuperar porque pues yo empecé a estudiar, empecé con el


bachillerato, aunque mi compañero me decía: yo a usted no le colaboro, porque usted ya hace
tiempo que tenía que haber estudiado. Pero es que no tuve la oportunidad, yo tuve gracias a
Dios una madre que luchó mucho, más no un padre, aunque yo no le recrimino nada, no sé las
causas por las que salió de la casa, pero pues no nos dio la crianza que necesitábamos y no le
llevo rencor, yo siempre digo: si un día aparece y yo puedo ayudarlo, pues lo ayudo. Pero
lastimosamente él no estuvo y mamá crió sola 8 hijos, hoy en día somos 5 porque han
fallecido 3, y esa señora luchó mucho, ella trabajaba y trabajaba, en una cosa y en otra. A mí
me tocaba trabajar estando pequeña, yo por lo menos antes de ir al colegio tenía que coger e
irme a las casas a lavar platos, de ahí venía rapidito y cogía los libros para irme al colegio,
cuando llegaba del colegio venía buscar qué almorzar y venía a buscar para llevarles la
merienda a mis hermanos, entonces no tuve la oportunidad de terminar de estudiar. Entonces
ahora fue que busqué la forma, no tenía los recursos pero empecé de la plata de la comida a
reunir, a reunir y terminé mi bachillerato gracias a Dios. Después que terminé mi bachillerato,
siempre dije que yo no me iba a quedar con un bachillerato y a mí me gustaba mucho la
enfermería, me gustaba la enfermería porque yo pensando en un caso, en un herido y que yo
puedo tenderle la mano, algún día hieren alguno y no lo pueden llevar al hospital y yo puedo
tenderle la mano, venga yo lo curo, yo lo ayudo, entonces por eso opté por la enfermería. Y
ahora soy Técnica auxiliar de enfermería, más no lo estoy ejerciendo porque pues no se
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encuentra trabajo, pero pues así en la casa con eso me ayudo bastante, porque me buscan
mucho para aplicar inyecciones porque supuestamente tengo buena mano, también para poner
suero o a veces para asistir un parto de urgencia, eso es lo que me ayuda bastante. Entonces
eso me ayudó a subir mi autoestima y ahora, con lo poquito que he estudiado y todo, ya mi
autoestima no me la tiran así por así.

Si ahora me vuelve a pasar algo como lo vivido cuando estaba embarazada, yo


reaccionaría distinto, porque ya uno piensa distinto, ya ellos hablan sus patanadas y uno ya
busca cómo para quebrantarles el corazón, hablarles con amor, porque esa gente en mi
parecer, yo pienso que ellos han sido como esas personas que se crían sin amor, entonces uno
busca como para darles amor. Y es que ya me pasó un caso con esto de la enfermería, por eso
es que también no quiero trabajar en ella como tan formal. Me salió un contrato en el Bajo
Calima y como a mí me gustaba, yo me fui con tanto amor, con mucho amor y el sueldo que
me pagaban era un sueldo bueno, yo decía: ¡uhm! Le arreglo la casa a mi mamá, lo primero
que hago es comprarle una cama a mi mamá y unos aretes a mi hija, con mi primer pago hago
eso. Y me fui con esa ilusión, pero en esa trayectoria se quedó una compañera y me duele
tanto, porque era una compañera muy buena, éramos muy unidas, pues la conocí
lastimosamente allá, pero ella sin conocerme me brindó hospitalidad, me brindó cariño, amor
y todo, y es una lástima que me tocó salir a mí y le tocó quedarse a ella, ella quedó en manos
de esas personas y hasta el día de hoy no se sabe qué se hizo, ella se desapareció.

Nos iban a llevar a las dos, porque hubo una incursión de la guerrilla, y la forma como
me salvé es la forma como creo que puedo salir adelante. Empezaron a llegar muchos
hombres, eso no es uno que llega, eran muchos hombres encapuchados, eran hombres bien
parados pero lastimosamente metidos en eso, entonces nos dijeron: hay unos heridos y
necesitamos las enfermeras y los médicos y nosotras como éramos las que estábamos ahí, las
dos no más, no habían médicos, inclusive yo en ese momento estaba colocando unos líquidos,
cuando me cogen por detrás y me dicen: hágale que nos vamos. Y a mi otra compañera la
llevaban jalada porque ella comenzó a gritar, y yo dije: “¡ay no!, ¿qué pasó? Pórtense serios y
dejen esa patanada, aprendan a respetar ¿qué les pasa?, ustedes son gente civilizada, a ver
¿qué pasó?”. Me respondieron: “No estamos aquí con patanadas, ni con discursitos bobos.
116
Hágale, hágale que nos vamos, allí tenemos unos heridos y tenemos que curarlos”. Y empecé
yo: “Pero mi vida ¿cómo así?, espérese tenemos que hablar, siéntese, charlemos ¿quiere
agüita?” Y así seguí hablándole de una cosa y otra, así empecé yo la cosa. Mientras que a la
otra, a mi compañera los otros la estaban, pues este, abusaron de ella.

Yo me puse a conversar con uno que pues nos tiramos disque de enamorados en ese
momentico, pero ¿quién se va enamorar de una persona en medio de una cosa de esas?, pero
nos tiramos de enamorados, es decir yo vi como la oportunidad porque él me estaba como
buscando y yo empecé a tratarlo bien, le decía: “mi vida, mire mi amor usted tan hermoso por
qué no busca otra vida, usted es un hombre muy bien presentado, usted pasa en cualquier
parte ¿usted por qué no estudia? Mire retírese, mire su mamá ¿usted no tiene mamá?”. Y me
dijo que sí y ahí mismo se puso a llorar y me contó una parte de su historia y que él no veía la
familia hace muchos años, que él no podía ver a la mamá. Yo le dije: “Mire, yo también soy
madre y ¿usted sabe qué dolor siente una madre al tener un hijo así? Su mamá debe estar
estresada ¿sabe qué?, vámonos, volémonos los dos, no me lleve pa’ el monte, no haga eso”.

Yo tenía mi compañero acá en Buenaventura que es el mismo que ahora, el papá de la


niña, pero yo le decía: “vámonos, no me lleve pa’l monte y usted tampoco se vaya, vámonos
los dos”. Entonces él me decía: “¡ay! negra hermosa, negra hermosa”. Porque él también era
de color, me decía: “yo te adoro” y me besaba por todas partes, y pues yo también lo besaba,
y yo era pues mejor dicho como viviendo un romance espectacular, era mentira, pero yo hacía
como que así era. Y mientras eso, mi otra compañera ¡no!, fue horrible, porque es que ella no
supo cómo manejarlo, no supo cómo buscar una estrategia cuando ellos empezaron a buscarla
y varios abusaron de ella. En cambio, cuando llegaron donde mí y empezaron que vea, que
camine, que traiga esto y muévase que se viene con nosotros, yo no me negué, si no que yo les
contestaba, les hablaba, les ponía charla, así me trataran feo, con insultos, yo les seguía
hablando, hasta que el que estaba allí como liderando empezó a hablar conmigo, hasta que me
dijo: “Negra, lastimosamente tengo que llevarte”, y yo le decía: “por favor no lo haga, no lo
haga y yo salgo de aquí y busco la forma de recatarlo”, yo de él no conocía nada, pero yo le
decía que yo lo quería mucho, le decía que era amor a primera vista y así lo tuve harto tiempo,
hasta que por fin me dice: “¡Piérdete!”, ¡ay! cuando me dijo así yo hasta gatiaba, ¡uy! eso es
117
horrible ¡uf!, yo salí de allí gateando como un niño y mi ropa quedó ahí tirada, mis zapatos,
todo quedó ahí tirado. Eso nos pasó cuando llevábamos 15 días allá, inclusive ese día
recibíamos la primer platica que nos daban. Y hasta el día de hoy no he recibido nada y ¿quién
va a peliar? Yo no fui a nada por allá, ni a buscar a nadie de los que nos ofrecieron irnos para
allá, no volví a saber nada.

De mi compañera abusaron varios hombres, yo todo lo escuchaba, ella gritaba y decía:


“¡No!, no me cojan así, no me hagan esto, no me maltraten”. Y yo le decía al que estaba
conmigo: “¿Por qué le pegan? Dígales que no le peguen, entonces él se paró y se fue”, pero
me miró y me dijo: “No te vas a ir, si te vas te alcanzo y te mato.” Yo le decía: “No yo no me
voy”, pero yo pensaba ¿será que me escapo? Pero pues el trayecto de salir era lejos y yo
pensaba, si empiezo a correr me cogen. Entonces yo empecé a rezar y decía: “ten misericordia
Señor, cámbiale la mente, Señor que no me vayan hacer lo mismo que a mi compañera”.
Entonces cuando regresa me dice: “qué pena pero no puedo ayudar, mis compañeros están
abusando de ella y si yo me meto me matan, porque ellos piensan que yo estoy en lo mismo
con usted”. ¡Ah! cuando él dijo así, yo pensé: bueno hasta aquí fue, yo de carnada también, y
le dije: “¿y usted los piensa dejar hacer eso conmigo también? No lo haga, haga de cuenta
que yo soy su madre o soy su hermana, y cuando una persona dice querer a otra no hace
daño” y yo lloraba y lo cogía, le apretaba las manos, entonces él me dijo: “no, no, tranquila
negra que yo no voy a dejar que ellos te hagan ese daño”. Entonces yo le dije que me dejara ir
donde mi compañera y él me dijo: “no te puedo dejar ir, si vas te hacen lo mismo y te matan,
porque supuestamente nosotros estamos aquí en lo mismo y se supone que yo debo también
dejarlos entrar para que estén contigo”. Yo sufría y le pedía por dentro al Señor que no
permitiera eso. Entonces los dos seguíamos supuestamente con el romance, yo tuve que estar
con él en supuesto amor, el me trataba de mi amor, mi negra y yo también le respondía cosas
así. Hasta que hubo un momento en que él me dijo que gritara como si el me estuviera
obligado a estar con él, y pues los gritos míos eran de lamento, para mí era como si me
mataran en ese momento, aunque supuestamente yo estaba con él porque quería. Él me decía:
“haga como si yo la estuviera forzando, grite, grite”. Y yo gritaba: auxilio, no por favor, no
me haga esto. Yo gritaba como lo loca y pedía auxilio. Yo creo que ellos creyeron que eso

118
estaba pasando, pero gracias a Dios a mí no me hicieron daño.

Cuando él se fue me pidió el teléfono y me decía no me mientas, dame el número real,


que si no, yo te encuentro, yo tengo cómo encontrarte en Buenaventura y me preguntó el
número como en dos veces y pues yo qué iba mentir, no era capaz. Él también me dejó el
teléfono porque él cargaba un celular. A a los ocho días me llamó y me dijo: “¿Y usted dónde
está?”. Y yo le dije: “Yo estoy por acá por Corinto”, y él me decía: “y ¿qué está haciendo
allá?”, yo le dije que era por trabajo y le pregunté: “¿usted dónde está?, ¿cómo está?, ¿va a
venir a encontrarme?”. Y me dijo: “yo quiero ir, pero estamos en enfrentamientos, ruegue
por mí, que esto se está poniendo muy duro”. Y mientras él me hablaba yo pensaba, Dios mío,
esta llamada la están escuchando, si vienen por mí ¿qué hago?, si abro mi boca me matan. Yo
pensaba en mis hijos, ellos dependen de mí, y decía para dentro ahora sí estoy llevada.

Yo por esos días rezaba mucho y le decía al señor: “¿por qué permites que me pasen
estas cosas?” Después de eso pasó un mes largo y yo ya estaba más tranquila, cuando me
llama otra vez y me dice: “negra ¿cómo estás?”. Yo no le reconocí la voz, porque era una voz
como con un quejido y yo decía: “aló, aló ¿quién me habla?”. Y me dijo: “¿Ya no te
acuerdas de mí?, ¿ya te olvidaste del Bajo Calima?”. Y yo me puse fría y le respondí: “hola
mi vida ¿cómo está? No le reconocí la voz ¿por qué habla así?” Y me dijo: “estoy
agonizando”, y yo le dije: “¿cómo así?”, “me atravesaron dos balazos y me voy a morir, de
esta no me salvo” dijo, estaba muy mal. Yo le decía: “luche, luche, acuérdese de su madre”.
Después de eso no volví a saber nada y a mí me dio hasta dolor, es decir, yo no estaba
enamorada de él ni nada de eso, pero me dolió porque era un ser humano, era una persona y
alguien que quería buscar una salida, él quería salir de allá, pero no tuvo la oportunidad. Y
también le doy gracias a Dios, porque Dios tal vez lo haya hecho así, él sabrá por qué, pues de
pronto él sale de allá y me busca, se diera cuenta de la verdad y me podía hacer daño.

La primera vez que hablamos le pregunté por mi compañera y él me dijo que la última
vez que la vio estaba enferma, pero yo creo que ya estaba muerta, él me dijo así, para no tener
que decir la verdad. Porque a la fecha de hoy no se sabe nada de ella, yo creo que desde el
ataque ella estaba muerta, ella murió allí o se la llevaron, quedó mal y murió. Porque pues de

119
ella abusaron muchos hombres, el ataque lo hicieron unos 30 hombres y durante el forcejeo,
durante ese trayecto a ella la atacaron varios hombres, no todos, pero sí muchos, la mayoría.
Eso fue muy horrible, yo creo que si me hubiera tocado a mí con todos esos hombres, no sé si
hubiera sobrevivido. No sé si Dios colocó sus manos o si mi estrategia sirvió, pero pues él se
calmó, pudimos hablar y calar, y pude tener la opción de salir viva de allí, de irme.

Yo pude salir cuando el ataque se estaba acabando, porque ellos deben irse antes que les
caigan los del otro bando, ellos ya saben qué se tienen que llevar y se van huyendo hacia el
monte, entonces hubo un momento que a él empiezan a llamarlo, entonces él me dice: corre y
escóndase, váyase arrastrada por el monte hacia el otro lado. Por eso yo salí gateando de una,
yo no me acordé de la ropa interior, de los zapatos, no me acordé de nada, yo solo quería que
no vieran, que no sintieran el paso y fui saliendo a gatas y me escondí un rato. Luego de
esperar un buen rato, cuando ya se estaba haciendo tarde seguí el camino, no me fui hacia el
pueblo donde nosotras estábamos, yo seguí atravesándome por el monte hasta llegar a otro
caserío cercano, ya entrando allí apareció una chiva y paró, la gente me preguntaba “¿Qué
pasó?, ¿qué pasó?”. Y yo que iba hablar, no dije nada, yo solo me subí al carro, sin un peso y
sin nada, yo le dije al chofer que no se preocupara que cuando llegara a Buenaventura le
pagaba, que era que mi mamá había fallecido y que yo de la desesperación había salido así,
descalza.

Mientras yo estaba con él, me decía que no podía contar nada de lo que había pasado,
que si yo hablaba me seguían y me mataban, uno por eso se queda con ese temor y no dice
nada. Uno se cohíbe de muchas cosas, yo llegué a Buenaventura y salí del barrio de una y no
le dije a nadie, ni a mi misma madre lo que había pasado, yo solo le dije tenemos que irnos y
ella decía: “¿Por qué hija?, ¿por qué?” y yo solo le decía: tenemos que irnos. Uno aquí no
puede decir nada, ni de los unos, ni de los otros. El otro día cuando todavía vivía el
comandante que le decían Nené, me vio en el puesto de salud haciendo un turno y se me
acercó y me dijo: “¡Ah sí! Gran hijueputa estás trabajando aquí, que no se te ocurra hablar,
porque te desaparezco a vos y a toda tu familia”, por todo eso es que no he querido retomar
bien la profesión. Aquí en Buenaventura es muy difícil hablar, abrir la boca aquí es
arriesgarse, uno tiene que sentirse con la necesidad de hacerlo, porque aquí tenemos prohibido
120
salir del barrio, reunirnos con extraños, ellos controlan todo, hoy hemos hecho muchas cosas
para poder llegar aquí a contar esto.

A mí mi profesión me gusta, me gusta mucho ayudar a otros, pero me da temor ejercerla,


me da miedo estar en un puesto de salud, en un hospital y más ahora como está Buenaventura,
que presionan al personal de los hospitales, esa gente llega con sus heridos y creen que uno es
Dios y que uno puede salvarlos como sea. Entonces me da miedo colocarme fija en un trabajo
en un puesto de salud o en un hospital y además, tampoco es que se consiga trabajo fácil,
entonces yo prefiero ejercer desde mi casa, que me busquen para aplicar inyecciones, para
auxiliar en algunas cositas, aunque también hay que cuidarse, hay partes donde uno no va.

Siempre hay una primera vez para contar, hay momentos que uno tiene esto como en el
corazón y por mucho que usted pueda ser dura y todo, usted se siente como con algo que no
puede botar a la basura, en este momento que estoy contando esto con confianza, siento como
una paz en mi corazón, uno va soltando el peso, porque yo nunca había contado todo esto, los
detalles no los sabe nadie, nadie. Solo conocen una parte y ahora que los he podido hablar, me
siento un poco despejada. Aunque es muy duro contar, da nostalgia, uno se acuerda y dan
muchas ganas de llorar, uno llora porque no es fácil acordarse de todo lo que ha pasado, haber
sido golpeada mientras estaba embarazada de mi hija, tener que dejar mi casa y luego pasar
por todo lo demás, arriesgar mi vida, para seguir aguantando ahora necesidades es muy duro.
Pero cuando uno cuenta se desahoga y se siente mejor, cuando uno se calla eso lo va
afectando, por eso es importante que otra persona lo escuche a uno y que aunque los demás no
tuvieron la culpa, pues es importante que escuchen lo que a uno le pasó.

Cuando hay estos casos uno les dice que sepan con quién andar, que piensen en sus hijos
y su familia, cuando conozco mujeres que les ha sucedido algo así, yo les digo que si pueden
denunciarlo y, tienen el valor, lo hagan, pero que si no se sienten capacitadas no lo hagan, yo
les digo que algún día tendrán la oportunidad de desahogarse con alguien. Yo siempre les digo
eso, porque aquí llegan mujeres de muchas partes y en la organización uno escucha todo lo
que les ha pasado y eso es horrible. Yo les digo que tengan fe, que Dios existe, que uno a
veces cree que no, pero que él existe. Yo les digo que yo también he sido maltratada y que

121
todas podemos superarlo, que el Señor a mí me ha dado fortaleza y que si yo pude
sobrepasarlo, ellas también pueden, todos podemos, si no que cuando a uno le pasa uno se
siente impotente, pero que todas podemos superarlo, yo lo sé. Ese es aliento que yo les doy.

El hombre de Buenaventura es como muy machista, uno acá no puede colocarse a


conversar mucho y contarle estas cosas, tener un diálogo abierto entre pareja, porque ellos
siempre que oyen de estas cosas, siempre se ponen a decir que las mujeres no pueden hacer
nada porque ellos son hombres, que los hombres son así, que ellos tienen sus necesidades, que
la mujer por eso tiene que quedarse quieta, en su casa, no buscar lo que no se le ha perdido,
pero eso es machismo y como miedo, porque uno es hasta más fuerte que ellos para estas
cosas. Ahora las mujeres somos como los hombres de la casa, acá muchos compañeros no
tienen trabajo, no tienen una profesión, a uno le toca duro, ahora tenemos las mismas
responsabilidades, al hombre y a la mujer le toca trabajar y aportar, pero incluso en muchos
casos uno es la que más aporta y uno es como el hombre de la casa, y más si uno tiene hijos
que son de uno y no de la pareja, por ejemplo yo tengo mis hijos y yo tengo que ver por ellos,
él no me ayuda para nada con ellos, sólo con la niña pequeña que es la hija de él. Uno acá con
los hombres pues prácticamente no cuenta en lo económico, menos para las otras cosas.

Además acá se presenta mucho maltrato a la mujer, en mi barrio muchos hombres les
pegan a sus compañeras, les moretean los ojos, les pegan en la calle, entonces esto hace más
difícil todo. Si yo tuviera la oportunidad yo seguiría estudiando, y estudiaría la psicología, yo a
veces me siento con las compañeras de la organización y les digo: “Muchachas ¿ustedes no
conocen la Ley 1257?” Mi niña tiene 6 años y mi niña la conoce. Ella y yo llevamos la
cartillita a las reuniones y la leemos para todas y mi niña dice: “La Ley 1257 dice que los
hombres no pueden maltratar a las mujeres, no se dejen pegar”. Es que yo hablo por mi caso,
mi marido era tremendo, pero él con todo esto, que yo participo en la organización se está
civilizando, es que cuando uno estudia la mente va cambiando, el estudio a mí me cambió toda
la mente. Desde que yo estudié la relación cambió un ciento por ciento, no es lo mismo uno
estar vacío que cuando uno ya tiene un conocimiento, eso es hermoso, es cambiar de una vida
a otra, así sea uno pobre. La educación es muy hermosa, es lo que a mí me cambió la vida, me
ha dado las fuerzas para enfrentar lo que me ha pasado de otra manera, antes estaba en la
122
ignorancia ante la vida, por eso cada día hay que aprender más, por falta de dinero yo no he
podido seguir estudiando para llegar a la universidad, porque a mí me gusta estudiar, yo por
eso hago cursos, voy a charlas cuando me invitan de la organización.

Mis mellizos están estudiando, y yo me rebusco con muchas cosas, con las inyecciones,
haciendo comidas y hasta vendiendo chontaduro, yo reúno para lo que necesitan. Yo hablo
mucho con ellos y les digo: miren el sacrificio, miren todo el trabajo que estamos pasando,
aprovechen el estudio. Es que uno como madre, uno como pobre, el mejor regalo que puede
dejarle a los hijos es el estudio, que terminen el bachillerato, pero el anhelo mío colocándome
por delante es que lleguen a la universidad. Yo converso con ellos mucho sobre esto, sobre el
estudio, y los oriento sobre el peligro de la ciudad, pero no les cuento nada más.

La violencia nos afecta a todos por igual, el hombre es de carne y hueso, la mujer es de
carne y hueso, ambos somos seres humanos, el hombre y la mujer tienen sentimientos, yo creo
que nos afecta igual, pero las mujeres lo superamos de otra manera, los hombres les cuesta
como más porque es muy difícil que ellos expresen lo que están sintiendo.

123
Estragos de la guerra – Goya

124
6. Atrocidad, horror, dolor y silencio: La estela fantasma de la violencia
sexual

El conflicto armado interno que vivimos en nuestro país es bastante irregular, cada región
cuenta con dinámicas diferentes en las que coexisten múltiples actores armados, que operan a
su vez, bajo alianzas no siempre inteligibles con organizaciones del narcotráfico e incluso con
agentes oficiales del Estado. La diferenciación de los actores que se confrontan por el dominio
de un territorio se hace muy confusa y la población civil queda atrapada en medio de un
conflicto que no logra entender en toda su complejidad. Se instaura en las comunidades lo que
se puede entender como el horror:

Pese a que con frecuencia se coloque al lado del terror, el horror manifiesta tener
características opuestas. Etimológicamente deriva del verbo latino horreo que, como el griego
phrisso, alude a poner los pelos de punta (la piel de gallina) y, sobre todo, los cabellos, según
un significado que todavía se conserva en el adjetivo español «horripilante». Esta conocida
manifestación física del horror va a menudo unida a aquélla, como es sabido, del congelarse,
probablemente por la obvia conexión con la piel de gallina como reacción fisiológica al frío,
respaldada también por el nexo etimológico, no del todo acreditado, entre el griego phrisso y el
latín frigus (frío). De cualquier manera, el ámbito de significación de horreo y phrisso denota
principalmente un estado de parálisis que encuentra refuerzo en el petrificarse de quien se
congela. (…) el nuevo vocablo busca cruzar dos cuestiones. Por un lado, funciona como una
refutación del vocabulario político que todavía se esfuerza en adaptar la violencia actual a los
viejos conceptos de «terrorismo» y «guerra». Por otro lado, se propone como una jugada
teórica que reclama la atención sobre las víctimas sacándosela a los guerreros (Cavarero, 2009:
12 y 23).

El horror inmoviliza a las personas y siembra entre ellas la desconfianza, llevándolas a


que se refugien en espacios cada vez más reducidos y restringidos, de tal forma que la
población va renunciando a participar de la vida pública. Y en un marco más amplio, ante lo
inverosímil que resulta la violencia, la sociedad en general prefiere menospreciar lo sucedido o
ignorarlo, para continuar con su cotidianidad.

En este marco de la dinámica del conflicto, la violencia sexual y particularmente las


violaciones juegan un papel muy importante, pues a través de estas no sólo se humilla a las
mujeres, sino que se intimida y paraliza a los miembros de la comunidad en general. Las
violaciones representan un control total del enemigo, se le despoja de todo, tanto en el ámbito
125
público como en el privado. Todos los actores armados en Colombia utilizan la violencia
sexual (en sus diferentes manifestaciones incluida la violación), es una forma de ofensiva que
convierte el cuerpo femenino (su sexualidad) en un territorio de disputa sobre el cual se
materializa la violencia y se actualiza el actor que domina. Tal como lo dejan ver las mujeres
en sus relatos, las comunidades sabían que paramilitares y guerrilleros violaban a las mujeres,
era un asunto de dominio público, una forma de control generalizada, tolerada por la sociedad
y sus autoridades. Incluso los paramilitares así lo ratifican en su discurso cuando le dicen a
Irene: “en este pueblo con la que queramos nos metemos”. Y cuando denominan la violación
que cometen contra ella como: “la cena del día”.

Por las características irregulares de nuestro conflicto, las estrategias para materializar la
violencia sexual y específicamente las violaciones son diversas. Capítulos atrás, se mencionó
que estas violaciones no han sido masivas y sistemáticas como las que sucedieron en otros
conflictos, pero esto no las hace menos significativas, no solo por las reveladoras cifras que
muestran su magnitud21, si no por el silencio social que las ha rodeado. Lo que contrasta con
otras formas de violencia política (desplazamiento forzado, desapariciones forzadas,
secuestros), igualmente degradantes, pero que a diferencia de la violencia sexual cuentan con
mayor figuración en los medios masivos de comunicación y en la frágil memoria de la
sociedad colombiana22. Poco se habla del sufrimiento que padecen las víctimas de violencia
sexual y específicamente de violación, frente a estos casos continúa imperando el silencio
tanto de las mujeres violadas, como de la sociedad frente a ellas. Su sufrimiento continúa sin
encontrar un lugar público en el cual se haga legítimo.

21
Retomando las ideas de Bourke (2009:12): “Uso la palabra «víctima» para llamar la atención sobre el dolor que
producen los abusos; no es un juicio moral, ni una identidad. Muchas «víctimas» son supervivientes”. Es
indispensable entender esto, si se quiere repudiar la insistencia del violador en imponer su voluntad y su poder
sobre los de otros.

22
“La prevalencia de violencia sexual – para el periodo 2001-2009 – con base en 407 municipios con presencia
de fuerza pública, guerrilla, paramilitares u otros actores armados en Colombia, se estimó en 17,58%, lo cual
significa que durante estos 9 años 489.687 mujeres fueron víctimas directas de violencia sexual. Es decir que,
desde 2001 hasta 2009, un promedio de 6 mujeres cada hora han sido víctimas directas de este tipo de violencia
en municipios con presencia de fuerza pública, guerrilla, paramilitares u otros actores armados. El 82,15% de las
489.687 mujeres víctimas de algún tipo de violencia sexual, es decir, 402.264 mujeres, no denunció los hechos.
El 73,93% de las mujeres considera que la presencia de los grupos armados en dichos municipios, constituye un
obstáculo a la denuncia de los actos de violencia sexual” (ENVISE, 2010:7).
126
Características de las experiencias narradas por las mujeres

Cada una de las historias narradas por las mujeres que participaron en la investigación
configura un modo específico de violación y su experiencia es única. No obstante, también se
pueden identificar algunos elementos similares en el modus operandi según sea el grupo
armado que comete la(s) violación(es), por esto es importante agrupar y analizar algunas de
sus características (véase Mapa N° 3, pág. 125).

Como se puede ver en el mapa, las cuatro experiencias se ubican en la primera década
del siglo XXI, una fue perpetrada por la guerrilla y las otras tres por los paramilitares. Este
dato es significativo pues durante esta época se desarrolló una nueva “arremetida” u “oleada”
paramilitar en el sur occidente colombiano (tal como se planteó en el marco contextual). Por lo
cual, es posible que en este periodo se haya presentado un mayor número violaciones por parte
de las AUC. Esto ratificaría que las violaciones no son hechos aislados que cometieron
individuos perturbados de estos grupos, y que contario a ello, el abuso sexual hace parte de su
estrategia ofensiva (como ya se ha argumentado).

No obstante, es importante precisar que no existen estadísticas claras que permitan


contrastar entre periodos y confirmar que efectivamente fueron más o menos las violaciones
que los paramilitares cometieron durante estos años. Además, si existieran, no serían del todo
fiables, pues como lo dice Vigarello (1999), la sensibilidad frente a la violencia sexual en
occidente ha variado con el tiempo y esto altera las estadísticas, tanto así, que hemos
transitado de un pasado silencioso a un presente escandaloso. De acuerdo con este argumento,
cabe preguntarse si un aumento en las cifras corresponde a ¿un efecto de imagen o un
aumento real de la criminalidad? Aun así, no deja de ser inquietante que el auge de un grupo
armado coincida con un mayor número de reportes de todo tipo de violencias contra las
mujeres, ejecutadas por los hombres de este grupo, en contraste con los reportes sobre otros
grupos armados en un mismo periodo de tiempo23.

23
Véase al respecto los Informes I a XI sobre violencia sociopolítica contra mujeres, jóvenes y niñas en
Colombia. Elaborados por la Mesa de trabajo Mujer y Conflicto Armado.
127
Mapa N° 3. Características de las experiencias de violencia sexual que formaron parte del
estudio

128
De igual manera se puede evidenciar en el mapa, que en todos los casos se presentó la
múltiple victimización de las mujeres, es decir, que no sólo fueron víctimas de violación, si no
que debieron soportar el desplazamiento forzado de sus territorios o el asesinato y
desaparición de sus familiares. Esto es muy significativo y permite poner en discusión las
tradicionales interpretaciones sobre los “traumas”, o mejor dicho, sobre los signos que deben
mostrar las víctimas para que se identifique si quedaron o no traumatizadas por un evento o
para medir el impacto de un determinado tipo de violencia como lo es la violación. Pues como
lo dicen las mujeres en los relatos, una vez sucedidas las violaciones, ellas deben de inmediato
hacer frente a los estragos materiales que generan las múltiples violencias que han vivido,
específicamente deben ocuparse de su sobrevivencia y la de sus hijos(as), ya que en muchos
casos les han asesinado a sus esposos, hijos mayores o hermanos, de quienes dependían
económicamente. No hay tiempo para sí mismas, ni para hacer evidente su dolor, pues sus
hijos menores aguantan hambre, frio y enfermedades. Además, para qué hablar sobre lo que
los otros no quieren o no están dispuestos a escuchar, dado que la “atención” y la “reparación”
oficial se centra en los hechos materiales.

Las violaciones cometidas por los grupos armados aunque tienen un propósito político
común, como se pudo ver en los relatos, se materializan de formas muy diversas. Los
paramilitares y concretamente las AUC, tal cual se muestra en los casos de Trujillo, Putumayo
y Tuluá, se instalan en el territorio y se lo apropian. Para esto despliegan generalmente un
importante número de hombres que ocupan las fincas, los parques, patrullan los cascos
urbanos de las veredas o corregimientos y regulan la vida social la población (controlando
quién entra y sale del territorio e incluso vigilando las compras que hacen por fuera). En este
marco, como dueños y señores del territorio, realizan asesinatos, desapariciones selectivas,
cometen masacres públicas y violan las mujeres, las convierten en “sus mujeres”.

En el caso de Irene, ella es abordada y retenida en la calle al salir de su trabajo y


posteriormente la dirigen a la casa donde pernoctaban los paramilitares, allí es violada en
grupo durante varias horas. En el caso de Amelia, el paramilitar llega a su casa y bajo
amenazas la dirige a un lugar apartado donde finalmente ocurre la violación. En el caso de
Lucía, los paramilitares ocuparon su finca y su casa y días después de haber desaparecido a su
129
esposo e hijastros, la amenazan y violan en dos oportunidades distintas, en la primera de estas,
lo hacen delante de sus hijos.

En el caso de Adriana, la violación es cometida por la guerrilla de las FARC en una de


sus incursiones o tomas militares al puesto de salud en el que ella trabajaba. Como suele
suceder en estos eventos, la guerrilla llega de improvisto al lugar, detonan algunos explosivos,
disparan a los puestos de control de la fuerza pública y literalmente toman lo que requieren
(incluidas personas) de sitios como bancos, alcaldías, hospitales, iglesias y en este caso del
puesto de salud. Posteriormente se repliegan a la selva o la montaña.

Las formas de violación de los actores armados

El primer relato, en el que Irene narra su experiencia, se corresponde con los abusos en los que
un grupo armado hace de la violación un ritual. Contrario a lo que rápidamente podría
interpretarse, no se trata de que se requieran muchos hombres para violar una mujer, como
tampoco es cierto que sea necesario el uso excesivo de fuerza bruta, ni mucho menos que se
requiera vigilantes para esconder las acciones, de hecho son públicas, esto ratifica su poder.
Además cuentan con su mejor vigilante, la impunidad. Al respecto Theidon plantea que:

Si hablamos de violaciones en grupo, es preciso pensar en por qué los soldados procedieron
así. Una explicación instrumental indicaría que lo hicieron para imponerse a la mujer durante la
violación o para que un soldado sirviera como vigilante mientras que los demás cometían la
violación. Sin embargo, sería una lectura muy limitada porque atribuye esta práctica a la
necesidad de fuerza o de vigilancia. Cuando un soldado aprieta su ametralladora contra el
pecho de una mujer, no requiere ya más de fuerza adicional. Cuando los soldados bajaban de
sus bases cada noche para violar a las mujeres, no les importaba la "privacidad". Operaron con
impunidad.
Más bien, hay un aspecto ritual en la práctica de violar en grupo. Muchas veces escuchamos
que, después de matar, los soldados se tomaron la sangre de sus víctimas o se untaron la cara y
el pecho con esa sangre. Hay que pensar en los lazos de sangre establecidos entre los soldados
y las matrices ensangrentadas, que "parieron" una fraternidad letal (Theidon, 2004:121).

130
En este sentido, como lo deja ver el relato de Irene, la violación de la que ella fue
víctima se configuró en un ritual de horror. Para los paramilitares, el suceso constituía “la cena
del día”. Tal era su legitimización, que cuando un integrante del grupo armado los cuestionó
sobre lo que hacían, no lo hizo por la violación en sí, sino porque se metieron con una mujer
que no debían. Ellos convirtieron el cuerpo de Irene en un objeto de goce colectivo, uno como
cualquiera que pudieron tomar esa noche, tal como lo hicieron con otras mujeres en noches
anteriores y posteriores. Tomaron su cuerpo, lo manejaron y juzgaron colectivamente. Incluso
después de usarlo, discutieron frente a ella cómo “desecharlo”.

Lo anterior es una muestra de la manera en que los actores del conflicto armado usan la
violencia sexual (en este caso la violación ritualizada por un grupo), como una manera
simbólica de ocupación y dominación de un territorio específico, a través de la denigración del
cuerpo femenino que lo deja como instrumento de humillación. Acorde con el relato de las
mujeres, las violaciones convirtieron su sexualidad en un campo de acción y de
representación, que opera mediante la degradación, el dolor físico y emocional que
experimenta la mujer. En este proceso se da una eliminación total de ellas como persona, es
una forma de obrar que bloquea las posibilidades de expresar el sufrimiento y de legitimarlo
socialmente (Scarry, 1985).

El segundo relato, que cuenta la experiencia vivida por Amelia, desde luego nos impacta
en un primer momento por el daño físico al cual ella fue sometida, es difícil pensar en su
cuerpo desgarrado y en su carne viva, lo que a su vez, la dejó expuesta sin alternativa ante
todo el pueblo, soportando durante un largo periodo una doble victimización. Esto ratifica
nuevamente que no hay interés en ocultar los hechos por parte de los victimarios, por el
contario, la atrocidad del delito hace parte de la guerra psicológica que imponen los grupos
armados. No obstante, como lo advierte Amelia, los aspectos más visibles (los daños
externos), no son los más importantes para la víctima, pues realmente lo que sucedió ese día,
junto al asesinato de su hijo apagaron su ser:

El dolor de adentro no sana, nunca se me borra eso a mí de la mente. Porque tal vez le den a
uno la reparación, pero con eso uno no borra lo que pasó, uno nunca olvida así le den millones,
nunca se le borra eso a uno, nunca. Es que ni muriéndose, porque yo el día que el señor ya me

131
tenga en las agonías, ese pensamiento me lo llevo en la cabeza, lo que me pasó a mí y al
muchachito me lo llevo en el corazón, porque eso nunca se le borra a uno, a mí me pasaron dos
cosas muy feas (Amelia).

Este planteamiento de Amelia nos hace un llamado sobre la necesidad de ubicarnos más
allá de la compasión, para avanzar en la comprensión del sufrimiento de las víctimas, es decir,
del dolor que se aloja en el alma y la fractura:

Un largo trabajo de toma de conciencia, un recorrido interminable en el espacio mental ha


desplazado lentamente la investigación y ha permitido ocuparse de la vertiente más personal de
la herida, su parte interior y secreta, esa forma tan especial del crimen que, al atentar contra el
cuerpo, atenta contra la parte más incorpórea de la persona. A través de este largo recorrido,
una historia de la violación puede contribuir también a esbozar el nacimiento del sujeto
contemporáneo. La importancia que se da al sufrimiento personal, la insistencia en los estragos
ocultos, la fractura, formas de tortura y asesinato psíquicos, son más decisivos en la medida en
que transforman la imagen dominante de la criminalidad y de sus efectos (Vigarello, 1999:10).

El tercer relato, en el que toma forma la experiencia vivida por Lucia, es tal el nivel de
perfidia y de reducción de ella a una cosa u objeto más de la finca, que los victimarios entran
en esta, desaparecen y asesinan a su marido e hijastros, se instalan en la casa, le piden a ella
que les cocine por varios días y posteriormente la violan. Ella se convierte en un elemento
adicional de la vivienda que estos hombres pueden usar para su placer y comodidad.

Unos días después, los paramilitares que la violaron le envían dinero para que compre
“la remesa” (víveres para la preparación de alimentos), como si fueran los “señores de la casa”
y por supuesto, con la intención de perpetuar la cadena de hechos. Ante esto, Lucía se molesta
y reclama por la situación y ellos le dicen sencillamente que no fue una violación, que ella
aceptó. Es como si se tratara de “reemplazar” el hombre que antes había en la finca y que era
“el dueño de todo lo que había en esta”, se instauran como los nuevos dueños. Esta es una
forma de total eliminación del enemigo (los otros hombres), donde la mujer se cosifica y su
sexualidad se “coloniza”, se toma al igual que el territorio.

Posterior al reclamo realizado por Lucía, los victimarios se libran de toda


responsabilidad, le dicen que reciba un dinero, que eso es lo que cuesta. Es decir, que si Lucía
no los “aceptaba” como los “señores de la casa”, entonces convertían la violación en una
132
transacción consensuada, como una especie de contrato voluntario con una trabajadora sexual,
finalmente siempre adjudican la responsabilidad a la víctima. Se les olvida por completo que
intimidaron a Lucía con un arma corto punzante, mientras su casa estaba totalmente ocupada
por ellos y cuando ya habían desaparecido a los hombres adultos de la finca. Además de
amenazarla diciéndole de que si no accedía tranquilamente a la violación, harían lo mismo,
pero con su hija de tres años.

Con respecto a lo anterior es substancial retomar las ideas de Bourke (2009), quien
apoyándose en Haag (1999) nos dice que la ausencia de consentimiento es una forma legítima
(y extremadamente habitual) de definir la violación, pero no es la única definición:

De hecho, en muchas épocas del pasado, al definir el abuso sexual puede haberse otorgado
mayor importancia a la «coacción» (independientemente de cómo se haya definido) que a la
falta de consentimiento. A la coacción, como sucede con los demás componentes de mi
definición, también se le da significado dentro de espacios temporales y topográficos
concretos. Puede incluir el acto de forzar una relación sexual mediante el uso de la violencia, la
manipulación, el chantaje emocional o el engaño. El daño de la violación puede provocarse sin
emplear la fuerza bruta. En muchos casos la violencia es el medio de la violación, pero el daño
de la violación puede existir independientemente de los medios violentos. A menudo es más
eficaz la intimidación sutil, por ejemplo, a la hora de conseguir la docilidad del cuerpo de la
víctima (Bourke, 2009:20).
El hecho de reconocer que el «no» también puede distorsionar los sentimientos de las
mujeres no supone, por descontado, aprobar que los hombres tengan licencia para
«reinterpretar» la palabra como si fuera un sí. Sí que subraya, sin embargo, el hecho de que
es necesario desplazar la crítica sobre el poder y la justicia sexual de la metafísica del
consentimiento, o del acto del consentimiento, donde actualmente parece centrada y
absorbida (Haag, 1999:181, citada por Bourke, 2009:20).

El cuarto relato, que corresponde a la experiencia de Adriana es especialmente


particular. Concretamente por la definición de violación que adopté para el estudio24 y que
puede condensarse en: cualquier acto que así denomine un participante o una tercera parte en
casos de niños o personas con graves dificultades mentales (Bourke, 2009). Si tomamos
estrictamente esta definición ¿cómo podría entenderse la historia de Adriana? si ninguno de
los participantes la denomina como violación o abuso, pero que tampoco fue una situación

24
Este concepto se discute de manera más amplia en el capítulo número dos.
133
buscada y mucho menos aceptada placenteramente por parte de Adriana. Ella dice que manejó
las circunstancias para salvar su vida y que aceptó sostener relaciones sexuales con el
guerrillero, pero que su aceptación fue fingida. Así evitó ser víctima de una violación múltiple
y posteriormente desaparecer como le sucedió a su compañera.

Esta complejidad de la historia, es la que precisamente la hace muy importante de


analizar, ya que nos muestra la particularidad de cada experiencia, nos muestra la
imposibilidad de generar conceptos estándar que cobijen todas las posibilidades. Ratificando
así, la definición de paradigma que se asumió en la investigación y que de acuerdo con
Agamben (2008), presupone la imposibilidad de la regla, por tanto quien investiga no debe
buscar la ley, pues cada caso en sí es la regla. El paradigma implica un movimiento que va de
lo particular a lo particular, sin que se pueda universalizar la regla de un caso. Además, como
lo refiere la misma Bourke (2009), su definición no cuestiona el derecho de las víctimas a
llamar “violación” o “abuso sexual” a cualquier acto y yo agregaría también el derecho de no
hacerlo, ya que:

Los perpetradores y un sistema legal de sesgo masculino han conservado el derecho exclusivo
a hacerlo durante demasiado tiempo. Todo análisis del abuso sexual debe implicar un
cuestionamiento de la naturaleza del sexo: ¿qué es el «mal» sexo? ¿Qué dicen las víctimas del
«mal sexo»? A la inversa, no podemos ignorar la pregunta complementaria: ¿Qué constituye
«buen sexo»? Un compromiso con el vínculo entre el sexo y el placer sigue siendo
fundamental para el proyecto feminista (Bourke, 2009: 21).

Es importante mencionar que mi encuentro con Adriana se generó con el propósito de


escuchar su testimonio sobre la violación de la que fue víctima su compañera de trabajo. Pero
cuando inició nuestra conversación, Adriana empezó narrando su propia historia, contando
cómo ella había sido víctima de otras violencias y que los cambios que vivió por causa de
estos eventos, especialmente su esfuerzo por estudiar, le permitieron manejar la situación y no
ser una víctima de una violación colectiva como su amiga (aunque ambas estuvieron en la
misma toma guerrillera). Este relato resultó fundamental para comprender la construcción de
sentido que elaboran las mujeres en torno a las experiencias de violencia vividas. La manera
cómo Adriana conecta las historias y se siente parte de alguna manera de la violencia sexual
134
que consumaron los guerrilleros durante la toma, aunque significándola muy diferente para sí
misma, muestra como ella se protege del dolor desgarrador que trae ser víctima de violación
(como lo muestran los relatos de las otras mujeres). En su narrativa, Adriana deja ver cómo
bloqueó su anulación total como mujer por parte del victimario, ella logró evitar ser cosificada
y esto fue muy significativo para sí misma. Su posibilidad de actuar y de evitar que se instalara
en ella el horror, la conecta con la re-significación de sus experiencias anteriores, por lo cual
logró movilizar recursos que en ese momento específico le resultaron medianamente efectivos.
Concretamente Adriana pudo robarle la mirada a su agresor, ubicándose frente a este como un
Otro, como un igual. Frenando en esta ocasión ser totalmente humillada por quien ostentaba el
poder a través de las armas, como sí le ocurrió en las ocasiones pasadas, sobre las que ella
narra lo horrible que fue sentirse indefensa “como un niño” y tener que dejarse maltratar sin
poder hacer nada.

Algo similar nos plantea Riaño retomando otra historia:

Lisa se situó a sí misma como quien debía “asumir el diálogo” y enfrentar a un “verdadero
bruto”. Las herramientas a las que recurrió en su diálogo con el sicario fueron las “del
corazón”. Lisa habló enérgicamente, vitalizada por la rabia y la indignación que sentía a causa
de la violación de su mejor amiga y de la violencia en el barrio. Al mencionar la violación y
referirse a sus devastadoras consecuencias para su amiga, Lisa transgrede el silencio impuesto en
el ámbito de su propia comunidad. Lisa habló desde su corazón y, al hacerlo, nos dice, desarmó
al hombre rudo y lo hizo llorar. Esta imagen de un "duro" doblegado por las tácticas de un
diálogo salido del corazón está grabada en la mente de Lisa como imagen emblemática y como
un hecho que ha de ser recordado una y otra vez; una imagen que ha moldeado su yo y su
posición corno mujer y líder juvenil (Riaño, 2006:169).

El relato retomado por Riaño y la historia de Adriana, nos muestran un sujeto que asume la
responsabilidad de sus actos, situándose a sí mismo a cierta distancia desde la cual se ejercen
la memoria y el juicio (Diprose, 1994, citado por Riaño). La imagen de un “duro” o en palabras de
Adriana “patán”, doblegado por las tácticas de un diálogo salido del corazón, tal como lo afirma
la autora, quedó grabado en su mente como una imagen emblemática que ha moldeado su yo y
su posición como mujer y líder de su comunidad.

135
En la actualidad Adriana participa de una organización para mujeres en Buenaventura y al
respecto nos dice:

Acá se presenta mucho maltrato a la mujer, en mi barrio muchos hombres les pegan a sus
compañeras, les moretean los ojos, les pegan en la calle, entonces esto hace más difícil todo. Si
yo tuviera la oportunidad yo seguiría estudiando, y estudiaría la psicología, yo a veces me
siento con las compañeras de la organización y les digo: muchachas ¿ustedes no conocen la
Ley 1257? Mi niña tiene 6 años y mi niña la conoce. Ella y yo llevamos la cartillita a las
reuniones y la leemos para todas y mi niña dice: La Ley 1257 dice que los hombres no pueden
maltratar a las mujeres, no se dejen pegar.

Al leer el relato de Adriana se pueden encontrar algunos baches, hay ciertos aspectos
que ella no detalla y sobre los cuales no le interesa volver, pero esto no es en vano, se
relaciona con la construcción de sentido que ella ha elaborado de su experiencia y de sí
misma. En la narrativa de Adriana podemos ver “un sujeto que emplea el recuerdo y el olvido
para renovar sus singulares definiciones del yo, sus códigos y prácticas morales” (Diprose, 1994;
Foucault, 1984, citados por Riaño, 2006:169). El relato de Adriana nos muestra a plenitud la
acepción del vocablo recordar que se planteó al inicio del capítulo cinco.

El silenciamiento social entorno a las violaciones

La dificultad de las mujeres para expresar su sufrimiento y los bloqueos culturales para hacer
legítimo su dolor socialmente, se convierten en lo que Scarry (1985) denomina una forma
opresiva de silenciamiento social. Este silenciamiento social es la base de los múltiples
factores que dificultan los procesos de denuncia por parte de las víctimas de violación, lo cual
es bastante delicado, pues la mayoría de los casos quedan en la impunidad. Como se planteó
en los primeros capítulos, según datos de Amnistía Internacional (2011), de los 57 mil
crímenes confesados durante el proceso de Justicia y Paz con los paramilitares, tan solo 86
corresponden a violaciones, es decir el 0.15% y lo que es peor no existe ninguna condena al
respecto. Este escandaloso panorama de impunidad, contrario a lo que se podría pensar, no es
una excepción, sino una constante que se repite con otros actores armados dentro y fuera de
nuestro conflicto armado. Al respecto Bourke nos dice que:

136
Los miembros de grupos minoritarios pueden temer (con razón) que no se les crea, o, lo que en
ocasiones es peor, podrían creerles y a consecuencia de ello sus comunidades se verían sujetas a un
mayor control policial. Acusar oficialmente a un padre, a un marido o a un hermano podría
desencadenar una catástrofe financiera. Además, la llamada «victimización secundaria» es
habitual. El estigma de la victimización sexual sigue siendo temible. A menudo, los tribunales
exigen a las víctimas de violaciones que aireen sus trapos sucios en público, literalmente. La
vergüenza que produce un proceso judicial y la publicidad que lo acompaña lleva en muchas
ocasiones a las víctimas de violación a dar su apoyo a que el delito se rebaje de violación o
agresión sexual a simple agresión. En esas circunstancias, los infractores pueden ser más propensos
a declararse culpables, sintiéndose seguros de que recibirán un castigo menos severo. En
general, las víctimas llevan razón al dudar de su capacidad para obtener solidaridad, y mucho
menos reparación, de un sistema de justicia que se muestra tan inclinado a proteger a los
perpetradores. De hecho, la ira que sustentó mi decisión de escribir este libro se vio estimulada
por las estadísticas que revelan que menos del 5 por 100 de los casos de violación denunciados
en el Reino Unido terminan con la condena del perpetrador. Los hombres violan y no pagan por
ello (Bourke, 2009:25).

La doble victimización o victimización secundaria a la cual se refiere la autora es muy


común en nuestro contexto y la vivieron las cuatro mujeres que participaron de la
investigación. Esta doble victimización consiste en que los victimarios no reciben ningún
castigo y contario a ello, son las mujeres quienes quedan expuestas, marcadas o señaladas por
lo sucedido:

Yo estaba preparándome para denunciar lo de la violencia sexual y por eso estuve investigando
las fechas, porque yo no las tengo exactas, pero sé que cómo sucedió y otras personas pueden
tener las fechas más precisas de cuando trabajé allá. Pero como si yo me la estuviera
inventando, cuando fui a poner el denuncio una fiscal me dijo: -¡Ah! otra violada-. Yo de una
me le pare y le dije: “Cuando ya tengan más sensibilizada la gente de aquí entonces yo vengo,
deben saber cómo se habla con uno”. Y me dijo: “Venga, perdón, fue que se me salió”, y yo le
dije: “a usted se le salió pero a mí se me quedó” (Irene).

(…) me contestaron que cuando yo lo viera, me fuera pa’ donde ellos de una. Pero mentiras,
vea, un día iba yo por la alcaldía con una hermana cuando yo vi a ese viejo, y lo vi y me puse
en un solo temblor que yo no era capaz de andar, yo me metí a la alcaldía, entonces la hermana
mía me dijo “camine vamos donde el DAS y lo hacemos coger”. Yo como puede me metí
donde el DAS y les dije que ahí estaba, les dije “mírelo donde está”. Era un mono alto, que
hablaba raro, no era de la región. Y sabe qué me dijeron “¡no!, ahora no se puede coger porque
ese man viene armado”, mentiras que era por no cogerlo, es que aquí en Trujillo han tenido ese
vicio todas las autoridades de unirse con esa gente. Él estaba en alianza o en complicidad con
ellos. Yo sólo decía dentro de mí ¡¿por qué hay tanta maldad?! (Amelia).

137
El silenciamiento social planteado por Riaño (2006), se evidencia en el horror que
generan estas historias en una comunidad, horror que como se planteó anteriormente genera
inmovilización y con el tiempo se va transformando en una serie de interpretaciones
ambivalentes frente a las violaciones. Estas se convierten en historias que se mistifican y
cuando se narran se hace con sigilo y se cubren con un manto de duda.

En nuestro país, no es lo mismo ser víctima de desplazamiento forzado, víctima de la


masacre o de la desaparición de familiares, que ser víctima de violencia sexual.
Lamentablemente, la diferencia no radica en una comprensión elaborada de cada suceso y de
sus implicaciones diferenciales. Radica en la manera como se interpreta la violación, que
carga de vergüenza a las víctimas y no a los victimarios. Pues tal como lo afirma Riaño
(2006), los esfuerzos por hacer evidentes estos actos ante todos los actores armados se
tropiezan con el silencio o simplemente son desestimados por estos actores con el argumento
de que en sus organizaciones está prohibida la violencia sexual. Con la dificultad adicional de
que pocas veces se tienen pruebas materiales sobre los hechos, estos se quedan sólo en
historias que manchan la imagen de la víctima.

Las emociones ambivalentes que genera la violencia sexual hace que por un lado se
asuma como algo muy malo, que hace gente mala, pero por otro lado, se juzga a la mujer que
la vivió y no a quienes la perpetraron, haciendo más difícil para la víctima la comprensión de
la violencia vivida y contribuyendo con su silencio. Esto se hizo evidente en los relatos, las
cuatro mujeres al narrar lo sucedido, tenían la necesidad de precisar que no tuvieron la culpa,
era muy importante para ellas dejar claro que no tuvieron otra alternativa, que no fue su
responsabilidad. Se torna significativo para ellas, más que juzgar o denigrar a los victimarios,
liberarse de la culpa que han tenido que cargar por largo tiempo:

Si ese señor me hubiera llamado a mí a solas, la cabeza había sido la mía solamente, pero él
dentró primero a conversar con el esposo y los hijos. Y yo fui porque estaba temprano, yo me
sentí respaldada por mi familia. No sé porque me pasaría a mí, por proteger mis hijos, porque
uno de madre prefiere que le pasen las cosas a uno y no a los hijos, primeramente que le pasen
a uno y que a los hijos no les pase nada (Amelia).
(…) dijo que era que yo me había aguantado. Él dijo: “usted se aguantó, si usted no se hubiera
aguantado no se hubiera dejado hacer nada”, y entonces yo le dije: “si yo no le hubiera dejado
hacer nada, usted me mata, de la única manera es que usted no hubiera tenido un arma, yo no
138
me hubiera dejado, pero una persona con un arma, uno qué le puede decir y más que le tengan
un cuchillo a uno ahí, que lo rajan, le toca a uno dejarse hacer lo que sea”, eso fue lo que pasó
(Lucía).

Desde luego, esta necesidad de liberarse de la culpa, no surge como un requerimiento


individual (no son producto de un trauma psíquico por lo vivido). Los seres humanos nos
subjetivamos a partir de los otros y narramos nuestras experiencias otorgándoles significado a
partir de sentidos socialmente compartidos. La culpa que sienten las mujeres y su necesidad de
des-responsabilizarse públicamente, responde a una solicitud simbólica externa, en la cual se
exige a la mujer preservar su “virtud”. Por esto Irene, Amelia, Lucía y Adriana se cuestionan
si hicieron o no lo correcto (o lo necesario) para evitar la violación e incluso a veces dudan de
esto:
(…) a veces, yo creo que fue por una debilidad, a ratos me digo eso, pero si yo no hubiera
hecho eso, a mí me matan y me tiran al río porque eso era lo que estaban haciendo, lo sé
porque pues la casa estaba al pie del río y a un hombre lo mataron, yo vi que se fueron con él y
llegaron con la manos vacías después de tirarlo al río (Irene).

Estas dudas que las propias mujeres víctimas tienen sobre su responsabilidad en las
violaciones, son reforzadas por comentarios cotidianos que la gente realiza sobre estos hechos,
por ejemplo, acerca de la ropa inadecuada que usaba una mujer violada (lo cual provocó al
atacante) o sobre el peligro al que la mujer se expuso por transitar a ciertas horas o por ciertos
lugares en la calle. Estos comentarios, profundamente ideológicos, contribuye como lo
argumenta Bourke (2009) a una larga tradición patriarcal en la que se culpa a las mujeres por
las violaciones y fomenta la ilusión de que el peligro sexual merodea por los espacios sociales
como una especie de germen sin capacidad de acción del cual una mujer puede contagiarse.
Este discurso que se camufla en los comentarios populares es muy peligroso, pues niega la
humanidad del violador, lo cual debe ser inaceptable, el violador no es un “virus social”, es un
humano que eligió determinado tipo de acción por la cual debe hacerse responsable.

No obstante, como lo advierte la misma autora, centrar la atención sobre los individuos
violentos acarrea otra dificultad. Pues si bien es positivo contrarrestar la deshumanización
salvaje en la que hasta ahora les hemos dejado, al mismo tiempo puede ser perturbador. Es
positivo porque los desarraiga de la categoría de monstruos inhumanos y por consiguiente

139
hace que sus acciones sean susceptibles de responsabilidad y cambio. Pero es a su vez
perturbador, porque nos arriesgamos a familiarizarnos y habituarnos en exceso al terrible daño
que provocan (Bourke, 2009).

A nivel personal considero que es fundamental comprender que el violador es un


humano y no un animal o monstruo que no puede medir sus acciones y que desde luego la
violación no es un virus que flota sin responsable en el aire. Sobre las consecuencias que esto
podría generar, creo que no distan mucho de lo que ya vivimos, así que valdría la pena avanzar
en juzgar a quienes violan, asumir que es posible su cambio y reducir el sufrimiento de las
víctimas. Esto último es muy importante, pues las ideas que des-responsabilizan al hombre al
considerar que este no puede controlar su “instinto”, en consecuencia culpan e incrementan el
sufrimiento de la mujer, quien sí debe ser consciente del peligro y evitarlo. Por ejemplo: el
cuento del hilo y la aguja, en el que se relata que si la aguja se mueve no hay manera de
ensartar el hilo, asumiendo esto como una prueba fehaciente de que a una mujer sólo se la
podía violar si era físicamente sometida por más de dos hombres (violación múltiple)25. Lo
cual además pudo evitar si no se hubiera expuesto al riesgo.

De acuerdo con Cohen (2000), citado por Riaño (2006), la falta de reconocimiento del
impacto de esta violencia a nivel individual y social, es un indicador del golpe que la violencia
política genera al permear los lazos sociales que ligan a los individuos a sus colectividades
sociales. Al respecto, Riaño afirma que:

La herida social (Feitlowitz, 2001) creada por los repetidos actos de violación de los cuerpos
de las mujeres y la negación que tiene lugar en las prácticas discursivas erosionan el terreno en
el que puede construirse una ética de la posibilidad. La paradójica posición del grupo de
miembros de la comunidad (…) es una turbadora ilustración de tal negativa y de las maneras
en que la violación es normalizada por medio de actos narrativos y prácticas de la memoria. Su
negación de la violación habla de una de las consecuencias más dramáticas de la guerra y la
violencia: el mantenimiento de una narrativa patriarcal dominante y de un telón de fondo
ideológico que legitiman el terror sobre los cuerpos de las mujeres, al tiempo que condenan a

25
“Recuerdo haber escuchado en mi infancia que Jorge Eliécer Gaitán (el líder del Partido Liberal, cuyo
asesinato en 1948 desató la escalada de la guerra civil) usó con éxito la analogía de la aguja y el hilo para
defender a su cliente, un hombre acusado de violar a una prostituta” (Riaño, 2006: 165).

140
sus víctimas a una muerte social por medio del silencio y la traición en el interior de sus
propias comunidades (Riaño 2006:168).

Como lo plantea Manrique 2003, citado por Theidon (2009) refiriéndose a la violencia
política en el Perú, no existe un sentimiento de tragedia nacional por las víctimas y esto tiene
que ver con las características de quienes eran. En la política de la muerte en el Perú, la
pérdida fue medida según la jerarquía de las diferencias culturales y étnicas. En Colombia
sucede lo mismo, las víctimas no son legítimas para el conjunto de la sociedad, no hay un
dolor colectivo por las atrocidades vividas, no las asumimos como nuestras, en general, se
valora lo que vivieron las vivieron las víctimas como algo muy malo que da tristeza y pesar,
pero se lo hicieron a un otro lejano, uno en el que no me reconozco. Por ello poco importan las
víctimas en general y menos las mujeres violadas, al fin y al cabo ¿quiénes son estas mujeres?
para la sociedad colombiana no tienen rostro, no existen, son “nadie”.

Por esto es tan importante confrontar a:

(…) aquellos que desean convertir la violación en un fenómeno ahistórico, como en el mantra
de que «todos los hombres, o son violadores, o fantasean con violar, o son beneficiarios de una
cultura de la violación». Por el contrario, la violación y la violencia sexual tienen sus raíces
profundas en unos entornos políticos, económicos y culturales concretos (Bourke, 2009:14).

Lo que más me dolió fue sentir que podían hacer conmigo lo que quisieran

Para comprender la construcción de sentido que las mujeres han realizado sobre la vivencia de
la violación, es importante acercarnos a comprender eso que ellas denominan dolor y cuya
enunciación en sus relatos es reiterativa.

De acuerdo con Le Breton (1999), el dolor se padece subjetivamente en mayor o menor


intensidad, con un grado u otro de resistencia, según el significado que las diversas sociedades
hayan dotado en su conjunto a esta experiencia (Le Breton, 1999). Es decir que, lejos de
reducirse a una mera sensación relativa a la maquinaria del cuerpo, como lo propone la visión
organicista tradicional en occidente, el dolor es una experiencia que nos hace profundamente
humanos. No existe un órgano específico asociado al dolor, nos puede doler cualquier parte

141
del cuerpo y también nos duele el alma, existe un sufrimiento físico y un sufrimiento moral
que difícilmente podríamos negar. La experiencia del dolor nos identifica como humanos,
únicamente el ser humano cuando sufre sabe que sufre y puede preguntarse la razón de este
dolor (Le Breton, 1999). Pero el sufrimiento humano es variado y pluridimensional, de allí que
aunque nos identifica como humanos (por la capacidad de entender que otro sufre), es al
mismo tiempo un fenómeno personal, contenido en el concreto e irrepetible interior del
individuo (Le Breton, 1999), y esto hace del sufrimiento una experiencia incomunicable.

Lo anterior toma forma en el relato de las mujeres, quienes manifiestan explícitamente


su necesidad de hablar, de nombrar lo sucedido:

Cuando ya comenzamos a hablar en el grupo de autoayuda vi que yo no lo había superado, lo


que hice fue enterrarlo, cogerlo, enterrarlo y taparlo, tanto que ni lo hablaba, ni lo tocaba, nada.
Lo que hice fue ponerle un poco de cosas encima y tenerlo ahí, pero eso como que va
creciendo y durante los dos años de terapia me di cuenta que me volví agresiva, resentida
(Irene).

Siempre hay una primera vez para contar, hay momentos que uno tiene esto como en el
corazón y por mucho que usted pueda ser dura y todo, usted se siente como con algo que no
puede botar a la basura, en este momento que estoy contando esto con confianza, siento como
una paz en mi corazón, uno va soltando el peso, porque yo nunca había contado todo esto, los
detalles no los sabe nadie, nadie. (…) Pero cuando uno cuenta se desahoga y se siente mejor,
cuando uno se calla eso lo va afectando, por eso es importante que otra persona lo escuche a
uno y que aunque los demás no tuvieron la culpa, pues es importante que escuchen lo que a
uno le pasó (Adriana).

El trayecto para llegar a poner lo sucedido en palabras ha sido muy largo, les ha tomado
en algunos casos años. De allí que sus relatos se tornen por partes en narraciones saturadas,
redundantes (Payne, 2002). Pero esto no es para nada superfluo, es un paso necesario para ir
encontrando poco a poco las palabras que les permitan ampliar y poner en detalle lo ocurrido y
lograr así atribuirle un nuevo sentido. Para las mujeres se hace necesario narrar y re-narrar,
pues no son suficientes las palabras de una primera enunciación para explicar la ignominia con
la que ellas fueron tratadas, no hay palabras para trasmitir el conjunto de la vergüenza
generada. El narrar y el re-narrar a otro, permite organizar y confirmar los argumentos y esto
adquiere influencia sobre la vida y la identidad de la persona (Payne, 2002).

142
La frase de Irene: “lo que más me dolió fue sentir que podían hacer conmigo lo que
quisieran”, reúne en gran parte lo planteado hasta el momento, pues es la manifestación del
dolor que genera sentirse cosificado por un otro, la desazón de confirmar en las acciones del
otro, de quienes están a mi alrededor, que yo no existo como humano, que no hay una persona
que sufre esos hechos y que no hay un otro que logre conectarse con mi dolor. Es vivir una
humillación en la que se da una deshumanización total, su cuerpo despojado del ser y reducido
a un instrumento que se puede manipular y en consecuencia hacer con éste lo que se quiera.
Entonces ¿cómo explica una víctima este dolor? ¿qué palabras lo definirían?

Yo no sé si hay palabras para decir lo que queda por dentro. Yo solamente pienso día y noche
en el muchachito, pienso en lo que me pasó a mí y yo todo eso lo guardo, lo voy guardando
allá dentro, por dentro (Amelia).

En ese momento no me sentía capaz de contar eso, ahorita pues, pues ya hace tiempo, ya
ahorita me siento capaz de contar lo que sea, pero antes no, ahora yo creo que de pronto Dios le
da fuerzas a uno para contar las cosas, aunque hay cosas que a uno siempre la hacen poner
sentimental. En ese momento no fui capaz, porque yo iba a contar algo y a mí se me hacía un
taco y yo no podía contar, yo era como ahogada, como no sé… yo contaba las cosas es como si
estuviera normal, pero yo me sentía mal, yo no me sentía bien, yo decía esto es raro, dentro de
mí misma decía esto es raro, pero yo conté lo que debía de contar aunque era con tristeza
(Lucía).

Lo anterior puede ayudarnos a comprender las implicaciones que tiene para la víctima
construir su relato, ya que este no es algo que está contenido como información en el cerebro,
esperando a ser solicitada. El relato implica una interpretación de sí mismo y de la vida. Darle
forma a este, es como enfrentarse a un lienzo en blanco conteniendo muchas ideas por plasmar
mentalmente, pero sin poder figurarlas todas en un solo trazo. Se requiere hacer bosquejos y
poco a poco llevar las pinceladas hasta lograr algo susceptible de trasmitirse a un otro. Esto
último puede relacionarse con la necesidad que tienen las mujeres de pormenorizar en su
narración aquellas vivencias que conectan con la violación, bien sean previas o posteriores a
esta. Por ejemplo Irene detalla los logros alcanzados y es enfática al expresar que lo hace
porque es importante para que los otros entendamos de qué se trata la pérdida, de qué se trata
el dolor. Es decir, se constituye en una forma de legitimar lo que ella siente, es una forma de
otorgar sentido al dolor y a la experiencia vivida. En últimas, es su forma de responder a la
pregunta que siempre emerge frente al dolor: ¿qué es lo que duele?
143
En relación con lo anterior, Scarry (1985) plantea que el dolor se presenta a sí mismo
como algo que no puede negarse, pero que al mismo tiempo para otros no puede confirmarse:
tener dolor es tener una certeza, escuchar sobre el dolor es tener una duda. Y es precisamente
en este terreno de la duda y la ambigüedad donde la sociedad ha ubicado su interpretación de
la violación y el sufrimiento que genera (Winkler, 1995 en Riaño, 2006). Por ello nos es muy
difícil comprender y validar el sufrimiento que padecen las víctimas y, para estas últimas, es
muy difícil poner en palabras su dolor, lo sienten, está allí, pero no existen en el lenguaje
común las palabras precisas para expresarlo. Pues el lenguaje que empleamos es siempre un
lenguaje prestado, le pertenece a otros, al colectivo, recurrimos a las palabras que podemos
significar colectivamente (Bajtín, 1959, citado por Ponzio, 1998). Por tanto, las experiencias
que traspasan el umbral de lo que se espera suceda entre humanos, nos dejan sin repertorio
para hacerlas comunicables:

El grupo es valioso para mí, todas ellas son amigas a pesar de que unas son muy diferentes a
mí. Pero somos amigas y cuando estamos muy mal nos llamamos. Pero yo no llamo a nadie
porque a mí me parece que ninguna va a comprender lo que yo siento (Irene).
En el hospital me tomaron exámenes y estuve yendo unos días a que me curaran las heridas de
por fuera. Pero por dentro, el caso que me paso a mí, eso queda en el alma, eso queda en el
alma, queda en el cerebro, queda en la cabeza, eso le queda a uno por toda parte, uno queda ya
marcado pa’ toda la vida con ese pensamiento. Uno siempre tiene eso en su cabeza. En la
cabeza y en el corazón, a mí nunca se me borra eso, me quitaron toda la vida y más cuando se
me perdió el muchachito, ahí me quitaron el resto de vida, porque yo hablo, yo como, yo ando,
pero nadie sabe cómo estoy yo por dentro (Amelia).

Violencia y dolor se encuentran en profunda conexión, se podría plantear que la


violencia genera dolor y que el dolor es violento. Como lo sostiene Le Breton (1999), el dolor
se manifiesta de manera violenta, de improviso, como una invasión e interrupción de la vida
cotidiana y frecuentemente destroza nuestras relaciones familiares y sociales por el
sentimiento de la incapacidad y la indignidad frente a los otros. La violencia por su parte,
siguiendo la tricotomía lacaniana de lo imaginario, lo simbólico y lo real, se ubica en la última
dimensión (lo real) y representa un goce infame de la crueldad que se hace manifiesta en el
cuerpo del otro (Sampson, 2003). La violencia traspasa el umbral de los inhibidores
psicológicos que evitan que los miembros de un grupo social superen la última barrera: la
deshumanización del otro, su anulación como persona, la no importancia de su dolor. En

144
palabras de las mujeres:

El momento más impactante que yo tengo en mi cabeza fuera de que me abusaron, de que mi
hicieron hacer posiciones, hacer esa escena pornográfica, lo que más me dolió fue sentir que
podían hacer conmigo lo que quisieran y que no me morí tal vez porque no me tocaba
morirme, pero que estuve a punto de perder mi vida y que era tan fácil perderla, era como
coger un papel arrugado y echarlo a la basura, ya no existe (Irene).
Eran negros como uno, aunque le gritan a uno disque: “negro hijueputa, negro montañero”.
Supuestamente ellos son muy civilizados, pero como uno no tiene el poder, uno no tiene un
arma, entonces ellos se creen grandes en ese momento y la autoestima de uno se la tiran por el
piso. Uno se siente como algo indefenso, como un niño, como que uno no puede defenderse, lo
están maltratando y uno no puede hacer nada. (…) En ese momento uno está allí y uno le pide
al Señor: Señor guárdame, Señor protégeme y es tanto así, que uno le pregunta al Señor: Señor
¿dónde estás? Si hay un dios ¿por qué no responde? Hay momentos en los que uno pierde la fe,
porque uno se siente impotente, porque uno no tiene salida, porque uno mira hacia arriba y le
pide al Señor y nada y uno piensa hasta que Dios no existe, uno del pánico, uno se siente
impotente (Adriana).

De allí que el goce de la crueldad que se genera en los actos de violencia supere
igualmente nuestra capacidad de entender lo que sucede, no podemos explicarlo y resulta más
fácil y aceptable su negación o subvaloración. Y en este marco, el dolor silenciado se vuelve
incluso más protector para las víctimas que su enunciación. Como lo explica Bourke:

Aunque es posible que la violación o los abusos sexuales no sean lo peor que puede pasarle a
alguien, es una experiencia aterradora y atroz para las víctimas. La violación no es una
metáfora de la ruina de una ciudad o de una nación («La Violación de Nanking» o «La
Violación de Kuwait»). No es un desastre medioambiental («la violación de nuestro planeta»).
Es la violación, hecha carne, de otra persona. En la descripción de Jean Améry sobre las
torturas que sufrió por parte de los nazis, mientras que la agonía física puede disiparse, el
hecho de darse cuenta de que las otras personas que están presentes son inmunes al sufrimiento
de uno es algo que nunca se desvanece. Eso es lo que más destruye la «confianza en el
mundo». «Todo aquel que ha sucumbido a la tortura ya no puede sentirse cómodo en el
mundo», concluía Améry (Bourke, 2006:12).

La violencia efectúa un asalto tremendo sobre los sentidos y los significados de las
personas. La vergüenza que siente la víctima depende de la intimidad vivida y particularmente
de la imagen que se genere de sí y su posible publicidad (Theidon, 2004). La vergüenza que
queda impregnada en las mujeres víctimas remueve el tema de la mancilla y el envilecimiento
por el contacto: el mal que atraviesa a la víctima para transformarla a los ojos de los demás

145
(Vigarello, 1999). Este aspecto se hace evidente en los relatos de las mujeres, quienes hacen
énfasis en lo arrollador y fulminante que fue sentir que la vida de ellas no valía para los
victimarios:

Eso es muy horrible, muy horrible, porque yo me decía: “¿perder mi vida? ¿todo lo que he
hecho para que me maten?”. Entonces nada de lo que había hecho era importante (Irene).

Definitivamente esto afecta de una manera invaluable el sentido de sí mismo que se ha


construido a lo largo de la vida. Las palabras de las mujeres así lo indican, cuando ellas dicen
y se repiten una y otra vez a sí mismas, que no valió nada de lo que habían realizado hasta el
momento, sus luchas, sus esfuerzos, logros alcanzados, sus sacrificios.

En esta medida, como afirma Le Breton (1999), nada más falso que la pretendida
ponderación objetiva del dolor a través de experimentos de medición de sus umbrales. Ya que
para comprobar la intensidad del dolor de otro sería necesario convertirse en ese otro. Por ello,
no hay una manera de dimensionar el daño y el dolor que han vivido Irene, Amelia, Lucía y
Adriana, simplemente es incomunicable en toda su dimensión, sólo accedemos a su dolor
parcialmente, a lo que en palabras comunes nos dicen sus relatos.

146
Conclusiones

¿Cómo reparar lo irreparable?

El impacto de la violencia sexual y especialmente de la violación, no puede reducirse a una


experiencia de dolor que pasa con el tiempo como ya se ha podido constatar. Esta violencia
genera un profundo resquebrajamiento en las relaciones más íntimas del ser humano, lo cual a
veces sucede de manera imperceptible y se camufla por años. El impacto que viven las
víctimas altera toda su vida, no sólo partes fragmentadas de esta. Se alteran los planes de vida,
los vínculos afectivos y las redes sociales construidas hasta antes del suceso. Para las víctimas,
es como si la vida que llevaban hasta el momento se derrumbara como un castillo de naipes:

En relación con lo anterior, Irene cuenta en su relato, cómo a pesar de que ella no le dijo
nada a su familia, cuando llegó del Putumayo y se mantuvo en silencio por más de dos años,
todo su mundo cambió. Pues pasó de tener un trabajo relativamente estable, que le agradaba
mucho (para ella era muy importante ser una buena cocinera y tener la habilidad de
desenvolverse bien en el negocio de los restaurantes) y con el cual ayudaba a su familia, a
tener que registrarse como víctima y depender por un tiempo de los auxilios que le llegaban no
a ella, sino a su familia a causa del desplazamiento forzado que había afrontado. Es importante
destacar que, aunque han pasado varios años, Irene no ha logrado volver a trabajar en lo que le
gusta y aquello para lo que es buena, ya que siente pánico de volver a quedar “expuesta”.

Las mujeres han tenido que enfrentar por mucho tiempo su dolor en silencio y además
han tenido que soportar múltiples pérdidas que se conectan con la violación (perdieron
familiares, su trabajo y su territorio) e incluso como se ve en el relato de Irene, tuvo que
renunciar a la relación de pareja que tenía en ese momento, pues no se sentía capaz de sostener
una vida sexual con su compañero sentimental. Y aún hoy, después de varios años de ocurrido
el suceso, siente mucho miedo de enfrentar la convivencia con una pareja estable.

Todo lo vivido por las mujeres, nos muestra lo complejo y doloroso que es afrontar los
sucesos de violencia sexual derivada del conflicto armado. Pues estos hechos vienen

147
acompañados de diversas pérdidas y de una doble victimización, en la que ellas, además de
enfrentar el dolor propio de la violación, tienen que renunciar a aquello que hasta entonces le
había dado soporte a su vida. En estas condiciones, necesariamente la persona cambia, no
vuelve a ser la misma. Asumir el futuro para estas mujeres ha implicado hacerlo en silencio y
en soledad, ha implicado re-construir el sentido de vida en medio de la adversidad, la
impunidad y la pobreza. La violencia sexual derivada del conflicto armado, tiene un impacto
específico en las mujeres que no ha sido lo suficientemente reconocido, ni valorado en sus
múltiples dimensiones y mucho menos reparado diferencialmente.

En este sentido, Martín Baró (2003) plantea que es importante hacer evidente que entre
los impactos experimentados por las víctimas de violencia política (incluida la violencia
sexual), se encuentran los cambios en la manera como se asumen los individuos y en
consecuencia en la manera como se relacionan con los demás. Relaciones que incluso pueden
tornarse enajenantes, ya que la víctima ha sido desposeída de su carácter humano (a través del
hecho mismo de violencia), pues como se ha señalado, la violencia es un rechazo a su
existencia.

Siguiendo esta misma línea, Tovar (2006) sostiene que es apenas comprensible que el
inventario de emociones que describen las víctimas sea muy amplio. Entre estas se encuentran
la tristeza, la rabia, el desánimo, el abatimiento, la angustia, la desesperación, la culpabilidad,
la apatía, entre muchas otras. Lo importante, más allá de su plena identificación o
clasificación, es comprender que los sucesos violentos generan emociones que no se pueden
delimitar en un diagnóstico. El impacto generado por la violencia no puede reducirse a un
conjunto de síntomas (evidentes) como aquellos que delimita el Trastorno de estrés
postraumático ‒PTSD. Esta es una categoría que, como lo plantea Theidon (2004), deja
insuficiente espacio para las diferencias en la producción socio-histórica del malestar y el
impacto de un conflicto específico. El PTSD hace parte de una sola etnopsicología que se
fundó en un paradigma médico-psicológico norteamericano y que incluye una serie de
suposiciones que limitan la aplicabilidad de la diagnosis en muchos contextos.

148
Con el PTSD se da prioridad a lo intrapsíquico sobre el contexto social. El énfasis del
tratamiento está en la esfera intrapsíquica y en el individuo y este énfasis descuida
sistemáticamente la importancia de los factores contextuales en los que se generó la violencia
y en las condiciones en las que las mujeres deben seguir su vida.

Los duros relatos que Irene, Amelia, Lucía y Adriana hacen manifiestos, nos permiten
comprender la importancia que tiene el adentrarse en las vivencias subjetivas de la violencia y
particularmente en las vivencias de las víctimas de violación. A través de sus narrativas ellas
hilan el conjunto de significados y elaboraciones de lo que vivieron, sus recuerdos les
permiten rehabitar de nuevas maneras ese espacio de su vida que fue devastado por la
violencia. En este sentido, nos urge como sociedad comprender, no patologizar, el dolor y las
interpretaciones de las víctimas sobre sus experiencias. Nos urge subjetivar a quienes los
victimarios cosificaron y nos urge reconocernos en esos otros invisibilizados por las cifras.
Esto sólo lo lograremos si escuchamos y legitimamos sus narrativas.

Los relatos de las mujeres nos permiten visibilizar el daño que les ha generado el haber
sido víctimas de violación y las múltiples pérdidas que se encuentran asociadas a esta. Pero
también nos muestra otra perspectiva de las víctimas, una donde ellas toman rostro y se
distancian del lugar en el cual las ubicaron los victimarios. Pese al inmenso daño que estos les
generaron, ellas logran atestiguar y hacer manifiestas las estrategias de resistencia para
continuar sus vidas en medio del conflicto. De igual manera, nos muestran la voluntad de vida
que han apropiado para hacerle frente al dolor.

Pese a las fracturas que les ha generado la violencia, ellas se permiten confiar en otros y
tener esperanza, por esta razón, es tan importante escuchar sus recuerdos, pues estos son la
base para que la memoria se transforme en acción e instruya a la persona en la definición de sí
misma, son la base para que el pasado se convierta en un principio de acción en el presente.

Así mismo, las narraciones de las mujeres se convierten en una herramienta colectiva
para avanzar en un ejercicio de recuperación de memoria histórica (que tanto necesitamos en
nuestro contexto). Para las mujeres víctimas nombrar la violencia y poner en palabras lo
vivido ante un público, les permite apropiarse de sí mismas y romper el muro de silencio que
149
imponen los victimarios. Les permite reorganizar su propia historia y dotarla de nuevos
sentidos que empiezan a hacerse un lugar en medio de un contexto social que continúa siendo
profundamente impune y violento. Si queremos encontrar alternativas reales frente a la
violencia, debemos permitirnos como colectivo la construcción de narrativas alternativas
frente a la historia oficial de nuestro conflicto y reconocer que la violencia sexual y
específicamente las violaciones han sido significativas como parte de este. Requerimos
avanzar como sociedad en la escucha de lo no dicho -la versión de las víctimas- y que así
mismo su dolor, rabia y reacciones sean validadas públicamente.

Como se puso en evidencia a lo largo del documento, las violaciones perpetradas por los
grupos armados, implican para las mujeres un replanteamiento de la vida misma, afectan
niveles que no alcanzan a ser inteligibles para quienes no hemos vivido estas experiencias, su
dolor jamás nos será totalmente compresible. Siguiendo esta perspectiva, el daño que han
vivido las mujeres lo debemos visibilizar y legitimar, la violación tiene un impacto específico
en la vida de las mujeres que aún como sociedad estamos en mora de reconocer en sus
múltiples dimensiones. Hemos eludido una discusión política y ética sobre ¿cuáles daños son
susceptibles de reparación y cuáles no? y ante esto, pensar en ¿cuál es la atención que
debemos prestar a las víctimas?

En este mismo sentido político y ético, es fundamental desnaturalizar la violación. Los


hombres no son violadores por naturaleza, aunque muchos hombres violan y lo seguirán
haciendo, mientras continuemos cobijando la violencia y la sexualidad con el manto de los
instintos. Los violadores no nacen, se hacen, porque la violación y la violencia sexual en
general, están profundamente arraigadas en entornos políticos, económicos y culturales
específicos. Tal como se sustentó en este estudio, la violación es una forma de actuación
social, ejecutada por un individuo que tomó la decisión de hacerlo y no es un animal que
simplemente sucumbe ante sus necesidades instintivas.

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