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Imagen: Banksy

La Tercera Guerra Mundial ya había comenzado.


Por: Dr. Gustavo Semería

¿Cuándo comienzan las guerras? ¿Comienzan acaso con el primer disparo de cañón o lo
hacen mucho tiempo antes? ¿Las guerras necesitan cañones?

1. Introducción.

En 1870, cuarenta y cuatro años antes de la Primera Guerra Mundial, dos hechos cruciales
tuvieron lugar en Europa, Italia y Alemania se unificaron en sendos estados nación a partir de un
mosaico de reinos y principados en que se hallaban divididos sus territorios. Ambas naciones, que
para entonces habían llegado tarde al reparto del mundo entre las potencias, empezaron a pujar
por su lugar en el concierto de los imperios. Una serie de hechos y crisis fueron jalonando los años
de la llamada “Paz Armada” (1870-1914): la carrera armamentista en Europa, el plan del Almirante
alemán Von Tirpitz para disputar el poder naval del Reino Unido, las ententes y pactos defensivos
entre las potencias, las crisis marroquíes de 1905 y 1911, la crisis de los Balcanes iniciada en 1906
como consecuencia de la decadencia del Imperio Otomano. En fin, hacia 1914 Europa era un
polvorín, y la mecha se encendió el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, cuando el joven nacionalista
serbio Gavrilo Princip, miembro de “La Mano Negra” dio muerte al Archiduque de Austria
Francisco Fernando y a su esposa, en plena calle.

Hoy, con el beneficio de la historia, podemos encajar todas esas piezas de manera
retrospectiva. Mientras ocurrían, no todos los testigos tenían conciencia de que la guerra ya había
comenzado.

El siglo XX transcurrió con tres grandes guerras, las dos primeras llamadas mundiales, con
enfrentamientos directos de las grandes potencias en campos de batalla, y la tercera, la Guerra
Fría, librada mediante enfrentamientos indirectos en el Tercer Mundo. Las tres guerras podrían ser
resumidas como una única y prolongada guerra civil del mundo occidental. Acaso Rusia desde
Pedro el Grande decidió pertenecer a Occidente, basta con estudiar la cultura rusa, leer a Chejov o
Tolstoi, escuchar Tchaikovski o aprender actuación con el método Stanislavski. En la Corte del Zar

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se hablaba francés, y los aristócratas pasaban sus temporadas desafiando al tedio en los casinos
de Baden Baden, tal como los mostró la inolvidable novela de Dostoievski El Jugador. Para más
pruebas está San Petersburgo, la gran capital erigida por arquitectos, ingenieros y obreros
franceses, alemanes e italianos, destinada a ser la puerta hacia Europa.
También Japón miró a Occidente cuando la Revolución Meiji de 1870 puso fin al ancestral
régimen pretoriano de los shogunes y modernizó el país adoptando las técnicas europeas.

Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso del régimen soviético en 1990 la guerra civil
occidental llegó a su fin. Estados Unidos, vencedor, convirtióse en superpotencia adoptando el rol
de gendarme global. La democracia liberal, sostuvo Fukuyama, estaba destinada a imponerse
como forma universal. En 1996 Samuel Huntington publicó Choque de Civilizaciones: “Las
civilizaciones son las últimas tribus humanas y el choque de civilizaciones es un conflicto tribal a
escala planetaria”... “Las líneas de falla entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del
futuro.” La Pax Americana se consolidó y la gran maquinaria militar estadounidense, la más
poderosa de la historia, quedaba entonces frente al vacío. En 1990 un díscolo Saddam Hussein
decidió enfrentarla y recibió un castigo ejemplificador. Un ejército preparado por décadas para
enfrentar amenazas similares en poder destruyó en cuestión de semanas a las fuerzas iraquíes. La
superioridad tecnológica resultó abrumadora y las fuerzas de la coalición lideradas por Estados
Unidos lo mostraron al mundo a través de las pantallas de la CNN, que transmitieron la guerra en
vivo y en directo, algo que nunca antes había ocurrido. Un general estadounidense con un
cociente intelectual similar al de Einstein, Norman Schwarzkopf, desplegó como un ballet cerca de
un millón de efectivos que fueron vistos actuando en tiempo real en todos los hogares del mundo.
A los dominios tradicionales del campo de batalla, aire, mar y tierra, se sumaron entonces los
satélites, y se perfeccionaron los medios para el control del espectro electromagnético y la acción
psicológica. Los aviones Awacs y EC 135 podían reconocer y ubicar cada avión enemigo al despegar
y cegar las comunicaciones radioeléctricas iraquíes, por su parte los soldados en el terreno podían
“iluminar” con miras láser los blancos terrestres para que misiles aire-tierra Maverick, de apoyo
aéreo táctico, se montaran sobre el haz que los guiaba hasta dar directo en el blanco, despejando
así la maniobra del letal sistema de armas compuesto por los tanques M-1 Abrams, sus mellizos
M-2 Bradley de infantería y los helicópteros artillados Apache, espectáculo que en conjunto
imprimía una velocidad bélica jamás vista. Desde el aire, cientos de miles de folletos fueron
arrojados sobre las tropas iraquíes con leyendas como “tu unidad será bombardeada en las
próximas 24 horas” junto a radios portátiles sintonizadas en la frecuencia de The Gulf Voice que
transmitía las 24 horas con instrucciones sobre cómo proceder para rendirse, provocando que
unidades enteras del enemigo se entregaran antes de combatir.

Las fuerzas armadas estadounidenses se reivindicaban así de Vietnam. La sociedad


estadounidense no estaba dispuesta a tolerar nuevamente el arribo de decenas de miles de
ataudes, de modo que la limitación de bajas fue uno de los principales objetivos que le fueron
impuestos al comandante. Con apenas 147 bajas, gracias a una abrumadora superioridad militar, y
con apenas 100 horas de combate terrestre, terminaba la Operación Tormenta del Desierto.

A partir de entonces los militares americanos sólo enfrentaron conflictos de baja


intensidad, mayormente combates de nivel Brigada e inferiores, librados en localidades y no en
campos abiertos. Los soldados se entrenaron en técnicas de contra insurgencia y dejaron fuera del
horizonte las amenazas de enemigos peer or near peer. Sin embargo, en todo ese tiempo y hasta
hoy, otros estados se dedicaron a estudiar esas vulnerabilidades y desarrollaron capacidades para
enfrentar a Estados Unidos en guerras de gran escala. La superpoblada China, una Rusia con
ánimos de revancha, Corea del Norte y un arrogante Irán se presentan hoy como amenazas
concretas e inminentes.

2. El renacimiento de las guerras de gran escala

A fines de 2017 el ejército de los EEUU cambió su doctrina militar a partir de la publicación
del nuevo Field Manual 3-0 Operations, que comienza así: “El ambiente operacional actual

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presenta amenazas al ejército y a la fuerza conjunta significativamente más peligrosas en términos
de capacidad y magnitud que las que enfrentamos en Irak y Afganistán. Grandes potencias
regionales como Rusia, China, Irán y Corea del Norte están buscando activamente ganar
posicionamiento estratégico ventajoso… En algunos aspectos constituyen una amenaza a la par o
superior, algo que la fuerza conjunta no ha enfrentado en veinticinco años.”

Desde entonces todos los esfuerzos se han encaminado a preparar al ejército para
operaciones de combate de gran escala (Large Scale Combat Operations – LSCO). Súbitamente se
ha desempolvado la historia militar del siglo XX. Army University Press lanzó una serie de libros
que editan ejemplos y enseñanzas de las grandes batallas del siglo XX (Large Scale Combat
Operations Book Set). El fuego de artillería de largo alcance retoma protagonismo, al igual que el
fuego y la maniobra profunda de las grandes unidades por encima del nivel de las brigadas, es
decir las divisiones, cuerpos de ejército y ejércitos, como en las memorables batallas libradas en la
Segunda Guerra Mundial o en el Yom Kippur. Se retoma el estudio de las operaciones logísticas de
expediciones long haul (larga distancia) como las de ultramar (uno de los libros incluye un capítulo
sobre las experiencias logísticas de la flota británica en Malvinas y su muy dificultoso desembarco
en San Carlos) o el desarrollo de capacidades para operaciones multi domain con fuerzas
conjuntas en aire, tierra, mar, ciberespacio y espacio exterior bajo títulos paradigmáticos como el
de uno de los libros: “Bringing Order to Chaos” (Poniendo Orden en el Caos).

La tecnología se ha amortizado en costos y se ha democratizado, permitiendo con ello que


actores estatales y no estatales puedan acceder a herramientas anteriormente monopolizadas por
Estados Unidos, ahora para desafiarlos. Las potencias emergentes cuentan ya con suficiente
tecnología para ejecutar operaciones de combate sofisticadas: vehículos terrestres y aéreos
autónomos, manejo de información remota mediante sensores en tiempo real que permiten
realizar abastecimiento just in time, big data, inteligencia artificial, robots, desarrollos medicinales
como el skin glue o el freeze dried plasma, que facilitan tratar heridas de combate más rápido y
más cerca del frente.

3. La transformación de la guerra

“La guerra es una forma de violencia que tiene como característica ser metódica y organizada en
cuanto a los grupos que la hacen y a las maneras con que la conducen. Además, la guerra está
limitada en el tiempo y en el espacio, y sometida a reglas jurídicas particulares, extremadamente
variables según las épocas. Su principal característica es la de ser sangrienta, ya que si no provoca
destrucción de vidas humanas no es una guerra sino un conflicto o un intercambio de amenazas”
(Bouthoul - 1991).

Definiciones de la guerra imperantes hasta no hace mucho tiempo como la del sociólogo
francés Gastón Bouthoul, padre de la Polemología, han perdido vigencia. Veamos:

En 1989 un grupo de pensadores de estrategia encabezados por William S. Lind publicaron


en el Marine Corps Gazette un artículo titulado “El Rostro Cambiante de la Guerra: Hacia la Cuarta
Generación”. La pérdida del poder que los estados nación habían monopolizado desde la Paz de
Westfalia de 1648, tratado que puso fin a la Guerra de los Treinta años y modeló el sistema
internacional hasta el presente, conformado por los estados como actores centrales, permitió el
surgimiento de nuevos actores que buscan desafiarlos. Ahora, según los autores, la asimetría de
poder puede ser compensada con acciones de menor costo, pero direccionadas a socavar la
poderosa maquinaria estatal. El terrorismo, los cárteles de narcotráfico, las insurgencias, las
guerrillas, como formas más sofisticadas de conflictos de baja intensidad, libran la guerra en
diversos dominios y afectan a los factores de poder de los estados: económico, político,
informativo, psicosocial y militar, siendo éste último, en muchos casos, el menos importante. Una
tesis muy similar propuso el profesor israelí Martin van Creveld en “La Transformación de la
Guerra. La más radical reinterpretación del conflicto armado desde Clausewitz.” en 1991.

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En 1999 los coroneles chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui publicaron un libro de estrategia
titulado “Guerra sin Límites” o Guerra Irrestricta. Las guerras del futuro –afirman- se desarrollarán
con medios no militares, llegando a ser éstos incluso igual o más determinantes que los medios
militares tradicionales. El campo de batalla ha mutado hacia todas las dimensiones, en los 360
grados. La guerra sin límites puede ocasionar daños a los enemigos muy superiores a los que
podían infligir los ejércitos, con menores costos, menos letalidad, mayor sorpresa y alcance. La
guerra se podrá librar con nuevas armas: financieras, económicas, judiciales, de información,
psicológicas, de control de áreas o servicios estratégicos o mediante la dispersión de un virus.
Todas dimensiones que superan a los teatros de operaciones. Un estado podría estar en guerra sin
siquiera saberlo. Elementos amables podrían transformarse en armas (los aviones contra las
Torres Gemelas, los ataques de cartas con polvo de ántrax y los vehículos atropellando peatones lo
demostrarían luego). Las reglas de la guerra podrán llevarse al límite en el cual no hay límites ni
reglas, todo vale. La estrategia de la guerra sin límites permitiría vencer a un enemigo como los
Estados Unidos, superior en términos de armamento clásico.

En 2005 el General británico Rupert Smith presentó un tratado sobre la guerra titulado “La
utilidad de la Fuerza: el Arte de la Guerra en el Mundo Moderno”. Influido por su experiencia en
diversos conflictos como la Guerra del Golfo y el comando de UNPROFOR en la ex Yugoslavia,
Smith expone su tesis respecto a que el paradigma de la guerra ha cambiado, el mismo ha pasado
de la etapa de la era industrial hacia una nueva forma de war amongst the people o guerra entre la
gente o en medio de la gente. La guerra –afirma- ya no existe más. La noción de batallas decisivas
ha sido reemplazada por conflictos nebulosos e intermitentes, entre combatientes que no portan
uniformes. Estos soldados combaten en la dimensión mental y espiritual de la población, no para
conquistar territorios. Son por ello más flexibles y adaptables que los ejércitos formales. Los
teatros de operaciones ya no son campos de batalla sino teatros fluidos. No haber comprendido
esto llevó a las potencias a afrontar grandes pérdidas en la segunda mitad del siglo XX, en guerras
como la de Argelia, Vietnam y para la URSS en Afganistán.

En 2013 el Jefe del Estado Mayor General ruso Valery Gerasimov publicó su teoría sobre la
Guerra Híbrida. Según la misma la guerra ha mutado a partir de la irrupción de las nuevas
tecnologías y de la era de la información. En una especie de retroceso al concepto de guerra total
en la que la nación entera y no sólo los ejércitos participan de la guerra (La Nación en Armas – Von
der Goltz). Según esta teoría los medios no militares cobran un valor estratégico igual o más
relevante que los medios militares. Entre otros instrumentos bélicos cuentan la desinformación, la
manipulación de la opinión pública, la insurgencia, la ciberguerra, las operaciones encubiertas, la
amenaza y control de infraestructura estratégica, la intervención en procesos electorales
extranjeros, las operaciones de falsa bandera, la guerra económica y las operaciones financieras.
Las guerras –afirma Gerasimov- no se declaran, y una vez iniciadas prosiguen bajo modelos
desconocidos. Las leyes fundamentales de la guerra han cambiado. Vladislav Surkov, asesor
principal del Primer Ministro Putin, publicó en la revista Pionero Ruso (Ruski Pioner) apenas días
antes de la anexión de Crimea en marzo de 2014, un cuento titulado “Sin Cielo”. Bajo su
seudónimo Natan Dubovitcki, Surkov fue el factótum del diseño político ruso de “democracia
soberana”, fórmula que en la práctica consagra una autocracia popular. En dicho relato Surkov
describe un nuevo tipo de guerra llamada “no lineal”. Las guerras ya no son entre estados o entre
coaliciones, sino que resultan enfrentamientos caóticos de todos contra todos. Dentro de un
mismo estado pueden existir facciones enfrentadas, aliadas con otros estados o coaliciones. En
estas guerras se mezclan facciones que buscan imponer diversos objetivos, las regiones o ciudades
pueden enrolarse en una u otra coalición, incluso las personas, de acuerdo a sus ocupaciones,
sexo, ideología, creencias religiosas o morales pueden estar alternativamente en un bando o
cambiarse al contrario. Cuestiones como la ideología de género o el aborto – cabe agregar -
podrían ser causas de enfrentamiento.

Actores Violentos No Estatales. En el proceso de deslegitimación y pérdida de hegemonía


de los estados nacionales se generaron espacios de poder que fueron paulatinamente ocupados
por organizaciones no estatales. Estos Violent Non State Actors (VNSAs) desafían el poder de los

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estados con fuerza económica, tecnológica y paramilitar. Esencialmente desafían el monopolio de
la violencia legítima, característica definitoria de los estados según Max Weber. Cárteles de la
droga que manejan fondos siderales, presionan gobiernos y controlan zonas del territorio, en
algunos casos llegan a constituir especies de estados con verdaderos ejércitos instruidos por
profesionales de formación militar paralelos (en las favelas de San Pablo son los grupos narcos
quienes decretan los toques de queda durante la pandemia y los hacen cumplir). Pandillas y
bandas que prestan servicios de violencia profesional a cárteles narco, se dedican a la venta de
drogas, secuestros, robos, sicariato, tráfico de personas y venta de protección, entre otros
crímenes. Operan con crueldad excesiva como medio de amedrentamiento. Entre las más
conocidas se encuentra la Mara Salvatrucha (MS-13) centroamericana, con conexiones en diversos
países de la región, EEUU y Europa. Estas pandillas generan lazos de identidad y solidaridad
criminal entre sus miembros, generalmente individuos desclasados que han perdido todo
horizonte en la vida. En contrapartida han surgido en las últimas décadas compañías militares
privadas, verdaderos ejércitos corporativos que prestan servicios a gobiernos y empresas
alrededor del mundo. Son conocidos como “contratistas” aunque su actividad no dista demasiado
de la figura tradicional del mercenario. La diferencia con el soldado de fortuna estriba,
principalmente, en la organización castrense orgánica, similar a los ejércitos estatales. Estas
empresas ofrecen desde unidades militares al completo hasta entrenamiento, capacitación,
servicios de custodia, consultoría, negociación de secuestros, rescates, entre otros. La Private
Military Company (PMC) más conocida es Academi, anteriormente llamada Blackwater. Fundada
por el ex Navy Seal Erik Prince, esta empresa brinda servicios al Pentágono y a la CIA, y ha tenido
renombrada actuación en Iraq.

4. Estamos en Guerra.

Una serie de acontecimientos que enunciaré a continuación darán al lector herramientas


para juzgar si, al son de las teorías enunciadas previamente, la Tercera Guerra Mundial ha
comenzado.

a. Atentados terroristas islámicos. A partir del 11 de septiembre de 2001 con el atentado


a las Torres Gemelas de Nueva York el terrorismo islámico se consolidó como amenaza global. A
partir de entonces se han contabilizado al menos 276 ataques de terroristas islámicos de distinta
envergadura en todo el mundo. El ataque terrorista no es sino una estrategia asimétrica que
persigue balancear una situación que es percibida como desventajosa para una de las partes. Las
justificaciones o condenas morales quedan aquí fuera del análisis. Lo cierto es que desde un punto
de vista agonal, aun si en términos de cantidad estos ataques impresionan, no lo hacen tanto en
términos netos de víctimas, sino en el impacto psicológico y el efecto paralizante que provocan. La
espectacularidad del ataque se ve amplificada por la inmediatez que brindan los medios de
comunicación y las redes sociales.
A partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las Torres, EEUU lanzó la Guerra contra
el Terror (War on Terror) mediante una serie de acciones militares, desde bombardeos hasta
ataques de drones u operaciones de fuerzas especiales y operaciones de contraterrorismo, en Irak,
Afganistán, Siria, Filipinas, Pakistán, Somalia y Yemen, varias de ellas bajo el nombre de Operación
Enduring Freedom (Libertad Duradera) nombre genérico que adoptó la guerra contra el terror.

b. Revoluciones de colores. Se conoce así a una serie de revoluciones y manifestaciones


relativamente pacíficas o de violencia de baja intensidad que comenzaron en países de la órbita de
la ex URSS. La primera de ellas fue la ocurrida en Yugoslavia el 5 de octubre de 2000, que ocasionó
la caída del régimen de Slobodan Milosevic, el “carnicero de los Balcanes”. La misma fue bautizada
Bulldozer Revolution dado que el punto culminante de la misma se dio cuando una máquina vial
arremetió contra el edificio de la radio y TV yugoslava, considerada el símbolo de la propaganda
del régimen. Le siguieron la Revolución de las Rosas en Georgia (2003), la Revolución Naranja de
Ucrania (2004) y la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán (2005) todas éstas exitosas, pero
hubo otras que no llegaron a buen término como la Revolución de los Jeans en Belarus (2006) y

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otras más que tuvieron lugar en regiones distintas a las soviéticas, entre ellas la Revolución de los
Cedros en Líbano (2005), la del Azafrán iniciada por los monjes en Myanmar o el Movimiento
Verde en Irán (2009) que culminaron sin éxito, entre varias más. En general se han caracterizado
por la participación de jóvenes y estudiantes, y por la presencia de organizaciones vinculadas o
apoyadas por los EEUU y países europeos. La demanda por reformas democráticas y
anticorrupción son un medio empleado para atraer a estas naciones hacia Occidente. La más
reciente de las revueltas ha tenido lugar en Hong Kong en el año 2019, a través de
manifestaciones masivas en oposición al proyecto de ley que buscaba autorizar la extradición de
encausados a China, lo que podría implicar un sometimiento de facto de la isla a la jurisdicción y
legislación continental. Entre las manifestaciones hongkonesas se colaban también demandas por
democracia y mayor autonomía, opuestas al interés del Partido Comunista Chino de terminar con
el régimen de “Un País, Dos Sistemas”, que fuera establecido por Deng Xiaoping para las
administraciones especiales de Hong Kong y Macao a finales de los años noventa. Una mención
aparte merece el episodio de las revueltas de los chalecos amarillos en Francia en contra del
presidente Macron, movimiento surgido también a partir de las redes sociales que signó el año
2019, reivindicando a la Francia olvidada de las clases trabajadoras y del interior del país, con
imágenes de una París revolucionaria que no se veían desde las jornadas de mayo de 68.

c. Primavera árabe. Fueron una serie de manifestaciones y revueltas que tuvieron inicio en
Túnez en el año 2011 y se extendieron de manera secuencial por todo el mundo árabe. En Egipto
una manifestación juvenil convocada a través de los teléfonos celulares provocó la caída de Hosni
Mubarak, que llevaba 30 años en el poder, su correlato en Libia desató enfrentamientos tribales,
la intervención de la OTAN y la muerte del Coronel Gaddafi quien había sostenido el gobierno por
42 años. En Siria los levantamientos se iniciaron contra Bashar Al Assad, quien llevaba 15 años en
el poder, ya heredado de su padre Hafez Al Assad, quien había a su vez gobernado por otros casi
treinta años. Movimientos similares contra regímenes prolongados se sucedieron en Yemen,
Argelia, Marruecos, Omán y Jordania, entre otros. En todos los casos, al igual que en las
revoluciones de colores, fue medular el rol de los jóvenes en la demanda de cambios sociales y
aperturas democráticas. En particular la primavera árabe se potenció a partir del uso de las redes
sociales como una herramienta tecnológica que permitió transmitir información fuera del control
gubernamental y la coordinación dirigida y espontánea de acciones. Estos movimientos fueron de
tipo horizontal con carencia de liderazgos definidos. En todos los casos se presume la intervención
solapada de los EEUU en su intención de exportar la democracia al mundo subdesarrollado.

d. Guerra Civil Siria. Las manifestaciones de 2011 en Siria derivaron en enfrentamientos


agudos entre el gobierno Sirio de Bashar Al Assad, cabeza actual de la dinastía Alauita, una rama
moderada del chiismo islámico y los opositores. Al Assad, a diferencia de otros presidentes árabes,
decidió resistir. Los rebeldes de la Oposición Siria iniciaron combates contra el Ejército Sirio, que a
su vez se dividió entre el ejército oficial leal al régimen y el Ejército Libre Sirio, opositor. Al Assad
empleó además paramilitares conocidos como Fuerzas de Defensa Nacional, fuerzas formadas por
milicianos leales a la familia Alauita. También la organización terrorista Hezbollah, de tradicional
vinculación con Irán, intervino en el bando chiita. Las acciones de tipo terrorista fueron una táctica
principal de lucha para los rebeldes. Dicha oposición al gobierno estuvo formada por el Consejo
Nacional Sirio, las fuerzas kurdas (Rojava) y los grupos terroristas Estado Islámico, Frente Al Nusra
y Al Qaeda, procedentes de Irak. Estos grupos rebeldes recibieron apoyo de EEUU y de las
potencias occidentales, al igual que de Turquía, Arabia Saudita y Qatar, principales aliados
norteamericanos en la región. Por el contrario las fuerzas estatales recibieron el apoyo de Irán y
Rusia. Esto, a grandes rasgos, pues se trata de un conflicto caótico en el que intervienen decenas
de grupos en uno y otro bando y en el que las circunstancias cambian (así EEUU pasó a
bombardear a los grupos del Estado Islámico cuando estos comenzaron a controlar ciudades. Las
dos grandes potencias musulmanas, la sunita Arabia Saudí y la chiita Irán, juegan sus intereses de
predominio regional en una guerra que mezcla diferencias estratégicas (oleoductos) étnicas y
religiosas profundas. Detrás de ambas corren los apoyos de EEUU y Rusia respectivamente. En
diciembre de 2018 el Presidente Trump anunció el triunfo sobre el Estado Islámico y con ello el
retiro de los 2.000 soldados estadounidenses que brindaban apoyo a los kurdos, cuestión que fue

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criticada por expertos y políticos norteamericanos, pues implicaba dejarlos librados a su suerte
frente a los turcos. Trump advirtió a los éstos que no tomaran represalias contra los kurdos,
cuestión que se ha cumplido hasta el presente.
Las estimaciones de muertes y desapariciones como consecuencia de esta guerra van de 200.000 a
470.000 personas y los costos económicos por encima de los 300 mil millones de euros. Esta
cruenta guerra muestra el grado de destrucción que puede ocasionar un conflicto de baja
intensidad. Ciudades completamente arrasadas, falta de alimentos y de agua, y más de 11 millones
de sirios que debieron huir del país, provocando una crisis migratoria en los países de la región.
Esto debe llamar la atención respecto al riesgo que implica quedar atrapado en un conflicto de
segundo orden en el que se debaten intereses de predominio regional de las grandes potencias.
De todas las guerras libradas en Medio Oriente esta ha sido la menos publicitada, pero la más
devastadora.

e. Intervención rusa en Ucrania y Anexión de Crimea. El 21 de noviembre de 2013 dio


inicio en Ucrania una serie de revueltas por parte de sectores que bregaban por la firma del
acuerdo comercial de Ucrania con la Unión Europea conocidas como Euromaidán. Dicho acuerdo
de marzo de 2012, imponía para su ratificación que Ucrania resolviese su “deterioro del sistema
democrático y el imperio de la ley”. El presidente ucraniano Viktor Yanukovich rechazó el acuerdo,
lo que desató una rebelión que acabó con su derrocamiento. El país se dividió entre el sector
oeste, más próximo a Europa, y el este, en especial la región del Donbass, pro rusa, que ingresó en
un proceso de conflicto híbrido del tipo descripto en líneas previas, en la intención de
independizarse o anexarse a Rusia. Ésta última aprovechó a su vez la convulsión para anexar la
península de Crimea y el estratégico puerto de Sebastopol, asiento de su flota del Mar Negro. En el
conflicto intervinieron soldados rusos sin insignias, conocidos como “little green men” o “proxies”.
Sumado a ello, en agosto de 2014 el Kremlin ingresó por la frontera un supuesto convoy
humanitario sin permiso de las autoridades ucranianas. El mencionado convoy portaba pertrechos
militares y tropas, algo que fue negado por las autoridades rusas, lo que fue a su vez calificado por
Ucrania como una invasión encubierta.

f. Nueva Ruta de la Seda y Diplomacia de la Deuda: En septiembre del año 2013 el


presidente chino Xi Jinping lanzó en la ciudad de Astana, capital de la vecina Kazajistán, y un mes
más tarde en Indonesia, la Belt and Road Iniative (BRI) conocida como “Nueva ruta de la seda”,
una ofensiva estratégica económica y geopolítica que busca posicionar a China como potencia a
nivel global mediante inversiones y créditos en infraestructura y desarrollo en países de todos los
continentes. Dicha iniciativa de conectividad persigue el fin no enunciado de lograr un equilibrio
estratégico en dos frentes, por un lado en los países vecinos de China, a los cuales los EEUU han
proporcionado ayuda militar y económica con la finalidad de cercar al gigante asiático, y
simultáneamente incursionar en países aliados de los EEUU en Occidente. La iniciativa ha sido
calificada de manera reiterada por el Jefe del Departamento de Estado Mike Pompeo y por
senadores republicanos como la diplomacia de la trampa de la deuda (Debt Trap Diplomacy)
mediante la cual China impone condiciones y concesiones estratégicas a sus deudores. Se espera
que China aproveche la fragilidad económica producida por la pandemia de Covid-19 para avanzar
en esta ofensiva, sea otorgando ayuda financiera o exigiendo mayores concesiones a deudores
insolventes.

g. Huawei y la crisis del 5G. Por años China alimentó a muchas de sus empresas con un
concepto abandonado en Occidente hace cinco décadas, el de “campeones nacionales”. Esta idea
de origen degaullista y dirigista consistía en inyectar anabólicos a compañías estratégicas para
hacerlas competir en la arena internacional. El caso Huawei es un paradigma del fenómeno a
partir de su intención de proveer al mundo de la tecnología 5G de internet. En dicho marco, el 1ro
de diciembre de 2018 fue arrestada en Vancouver, Canadá, la hija del fundador de Huawei, Meng
Wanzhou, por causa de un pedido de extradición de los EEUU bajo cargos de espionaje y fraude
bancario. Huawei habría violado las sanciones impuestas por EEUU contra Irán y además tendría
como objetivo utilizar las redes de 5G para realizar captación de información de las personas,
empresas e instituciones americanas. Las empresas chinas responden al control del Partido

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Comunista Chino y están obligadas por ley a prestar colaboración en materia de seguridad
nacional. En el caso particular de Huawei, según un informe de la CIA, sería financiada por los
servicios de inteligencia del Ejército Popular de Liberación de China. Es como si EEUU hubiera
permitido a la KGB manejar sus redes telefónicas en los años de la Guerra Fría.

h. Crisis Latinoamericanas. A partir de octubre de 2019 comenzaron en forma simultánea


una serie de revueltas en varios países de la región. La primera dio inicio en Chile como
consecuencia del aumento de la tarifa del servicio de subterráneos de la ciudad de Santiago. La
violencia desbordó rápidamente a la policía y a los guardias carabineros, llevando al Presidente
Sebastián Piñera a decretar el estado de excepción y a movilizar al ejército a fin de mantener el
orden en las calles. Piñera es un político de derecha alineado con los EEUU y el capitalismo global.
Las manifestaciones fueron promovidas por la izquierda chilena con el objetivo de cambiar el
orden político y social imperante, a partir de la sanción de una nueva constitución. A tal efecto se
había llamado a un plebiscito para consultar a la ciudadanía sobre la reforma de la carta magna. El
mismo estaba previsto para el 26 de abril de 2020, pero la aparición de la pandemia Covid-19
obligó a su postergación para el mes de octubre. Todo indicaría que la revuelta chilena fue
impulsada o apoyada desde Cuba y Venezuela, y detrás de ellas por sus aliados Rusia y China, en
un intento de desestabilizar el patio trasero de los EEUU. La circunstancia fue propiciada por el
triunfo en la vecina Argentina de un gobierno reactivo a los EEUU.
La contramedida se dio casi de inmediato mediante una revuelta en Bolivia que tuvo como mecha
la decisión del Presidente Evo Morales, ícono de la izquierda latinoamericana, de desconocer las
limitaciones constitucionales y postularse a la reelección para un cuarto período de mandato.
Todo hace pensar en este caso que detrás de los movimientos insurrectos, que terminaron con el
abandono del poder por parte del presidente, se alinean intereses económicos, étnicos y
culturales de pertenencia a Occidente, y con el apoyo velado de los EEUU. En una especie de
reacción por simpatía se sumaron conflictos similares internos en Colombia y Ecuador. Lo
llamativo tanto de Chile como de Bolivia es que en ambos casos los gobiernos exhibían resultados
satisfactorios en términos de crecimiento económico y reducción de pobreza, lo que dejaría al
descubierto el componente ideológico y geopolítico de ambas sublevaciones. Estos conflictos, hoy
silenciados por la emergencia sanitaria, es posible que recrudezcan una vez superada la situación.
En caso de sostenerse en el tiempo estas tensiones regionales podrán derivar en Conflictos
Armados No Internacionales (CANI) con lazos de interacción transnacional entre los bandos
enfrentados. Un combo explosivo para una región tradicionalmente asolada por la pobreza, la que
se verá agravada a su vez por la emergencia sanitaria. Es factible esperar para la zona un período
prolongado de inestabilidad.

i. Guerra Comercial EEUU vs. China. El ascenso meteórico de China como potencia global
se dio de manera sostenida a partir de los años 2000. Al igual que ocurrió con Alemania después
de la unificación de 1870, llegó la hora en que China pretende reclamar su lugar en el predominio
e influencia mundial. A partir de brindar condiciones excepcionales en cuanto a calidad de mano
de obra, intelectual y bajos costos de producción, China atrajo a muchas de las grandes firmas
occidentales para que mudaran sus plantas de fabricación al país. Con menores o nulas
regulaciones en materia de derechos sociales, propiedad intelectual y patentes, China se convirtió
en el proveedor industrial de Occidente, permitiendo que Europa y en especial EEUU se
transformaran en una economía post industrial centrada en el conocimiento y la información. Los
chinos son excelentes en el arte de copiar las técnicas occidentales y han logrado establecer una
dependencia casi total en materia de bienes manufacturados a nivel global. La industria
farmacéutica, tecnológica, informática, sanitaria, automotriz, naval, entre otras, depende de
productos intermedios o terminados que tienen origen en China. La doctora Rosemary Gibson
alertó sobre la vulnerabilidad en la dependencia de drogas y medicinas de parte de EEUU hacia
China en su libro China Rx: Exposing the Risks of America’s Dependence on China for Medicine
(2018). La cuestión no sólo afecta a los hogares, a los quirófanos y las unidades de terapia
intensiva, sino que constituye una amenaza a la seguridad nacional –argumenta- pues ante un
eventual conflicto en el Mar de la China, las medicinas necesarias para curar a los soldados estarán

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en manos de producción del adversario. La última planta de producción de penicilina en los EEUU
dejó de operar en el año 2004.
El ascenso de Donald Trump a la presidencia de los EEUU se debió en gran medida a su
promesa de retornar a las compañías manufactureras al territorio americano, con la consiguiente
recuperación de empleos y generación de riqueza. A tal fin el Presidente Trump estableció de
manera progresiva aranceles aduaneros sobre bienes procedentes de China, medida que obtuvo
represalia en igual magnitud de parte de ésta última respecto de productos estadounidenses. El
acuerdo de tregua alcanzado en la Fase 1 de la guerra comercial entre ambos países a mediados
de enero de 2020 significó un freno a las ambiciones chinas. El país asiático debió acordar el
aumento en 40 billones de dólares en compras de productos americanos, y reforzar el respeto por
derechos intelectuales y patentes, así como agilizar los procesos judiciales para castigar esas malas
prácticas. En el mismo sentido acordó eliminar las exigencias a compañías americanas para que
transfieran know how y tecnología a las suyas, entre otras concesiones. En contrapartida EEUU
accedió a reducir a la mitad los aranceles aduaneros. Trump se declaró vencedor en la guerra
comercial, algo que probablemente los chinos deseen cobrarse.

j. Pandemia de Coronavirus. En diciembre de 2019 el mundo tomó nota de la existencia


del virus de tipo Corona denominado SARS-CoV-2 iniciado por un contagio en la ciudad de Wuhan
en la provincia de Hubei, en la China central, esparcido desde allí a casi la totalidad de los estados
del mundo. Se desconoce aún si se trata de un evento natural o de una manipulación
biotecnológica. Lo cierto es que el impacto ha sido global y ha golpeado la economía de Occidente.
China, por el contrario, se ha sobrepuesto a la epidemia de un modo más eficaz y veloz que éste,
con menores daños económicos. Al día 26 de abril de 2020 ya no se registran contagios en la
ciudad de Wuhan. Ya sea que la propagación del virus se haya tratado de un ataque biológico
iniciado por China de manera premeditada o que dicho país haya aprovechado la circunstancia
para infligir un contragolpe a la guerra comercial; la correlación temporal entre los eventos abre
sospechas entre analistas y expertos. Varios estados, entre ellos EEUU, Francia, Reino Unido,
Alemania y Australia, han reclamado una investigación seria respecto a los retrasos por parte de
China en informar al mundo sobre el surgimiento de la epidemia. El virus habría sido detectado a
fines de noviembre de 2019 y el reporte chino a la Organización Mundial de la Salud fue emitido
recién el 31 de diciembre. En ese lapso la ciudad de Wuhan permitió el egreso de más de cinco
millones de viajeros. El 14 de enero la OMS comunicó que las autoridades chinas no tenían
evidencia clara respecto a la transmisión del virus entre humanos, afirmación que fue revertida
apenas una semana más tarde. El 23 de enero la Organización emitió un tweet indicando que no
recomendaba restricciones a los movimientos, tanto de viajeros como comerciales. De
comprobarse esta negligencia, China deberá enfrentar responsabilidad internacional por los daños
y perjuicios ocasionados. Es un enigma cómo se resolverá esta demanda y por qué vía. Lo cierto es
que China ha negado públicamente estas imputaciones y hasta ha denunciado el virus como una
maniobra de los EEUU.

5. La Trampa de Tucídides.

El politólogo Graham Allison en su libro Destined for War: Can America and China Escape
Thucydides's Trap? (Destinados a la Guerra: ¿Pueden los EEUU y China escapar a la Trampa de
Tucídides?) recuerda que el historiador Tucídides describió hace dos mil quinientos años el
ascenso desafiante de Atenas respecto de Esparta y que de ello derivó una guerra devastadora:
“Fue el ascenso de Atenas y el temor que ello inspiró en Esparta lo que hizo la guerra inevitable”.
En un estudio sobre los desafíos de nuevas potencias hacia las preexistentes durante los últimos
quinientos años, Allison concluye que la mayoría de las veces el enfrentamiento militar es el
desenlace. Los casos de Portugal y España en el siglo XV o del Reino Unido y los EEUU en el siglo XX
son excepciones de transiciones incruentas. La norma es que las sucesiones entre imperios se
definen mediante las guerras. El desafío del siglo XXI ya ha iniciado, y es violento, tal como se ha
demostrado en las páginas precedentes. Los próximos años nos enseñarán cuan cruento podrá
ser. Estará en manos de los responsables evitar la crueldad.

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6. Balance Geopolítico.

Si se observa un mapa se podrá apreciar que China se encuentra estratégicamente


bloqueada tanto por el norte como por el sur. Al norte con países que son ambivalentes, como
Mongolia y Kazajistán, y en la parte meridional por decididos aliados de los Estados Unidos como
Corea del Sur, Filipinas, Taiwán, Australia y Japón. Vietnam es un caso especial de progresivo
acercamiento a los EEUU, a pesar del conflicto que los enfrentó en el pasado.
A raíz de ello Beijing se ha expandido sobre el Mar de la China construyendo islas artificiales a
partir de arrecifes como el Fiery Cross Reef y ha reclamando como propias las Islas Paracelso y
Spratly, en conflicto con Vietnam y Filipinas respectivamente. Ambos casos a partir de su supuesto
derecho a la demarcación limítrofe conocida como Nine Dash Line, a fin de asentar en ellas
fuerzas militares con la intención de crear un espacio defensivo de amortiguación o buffer zone
que le permita alejar y contener amenazas frente a sus costas. Del mismo modo Rusia ha sido
molestada en su área de influencia en Europa del Este como se ha detallado en las “revoluciones
de colores”. China y Rusia han reaccionado a esa encerrona interviniendo en las áreas de
influencia del enemigo, particularmente a través de Cuba y Venezuela, mediante la proyección de
conflictos en Sudamérica. En una ecuación de balance, China se encuentra en notable desventaja
respecto a amenazas en términos geopolíticos. Ello permitiría predecir que China ha de fortalecer
su influencia en los territorios que pueden molestar a Occidente, por una parte lo viene haciendo
en el África, continente en el que ha establecido numerosas inversiones e intereses con los
distintos gobiernos, zona desde la cual podrá disputar el área tradicional de influencia europea, y
en América Latina, histórico patio trasero de los EEUU, desde la Doctrina Monroe a nuestros días.

Al igual que ocurrió en las grandes conflagraciones del siglo XX, las personalidades de los
líderes juegan un rol central. Las tres grandes potencias están dirigidas hoy por hombres de
caracteres ególatras que han prometido a sus nacionales devolverles el mito de la grandeza
perdida. Donald Trump prometió hacer América grande otra vez y ha apelado al nacionalismo más
acendrado y conservador del americano medio. Putin por su lado, un hombre formado en los
servicios de espionaje, pretende devolver a Rusia el rol de potencia mundial perdido tras la caída
de la Unión Soviética, período a partir del cual el país pasó a ser visto a nivel mundial como una
republiqueta caótica con armas nucleares. Xi Jinping ha sido elegido como el hombre más
poderoso del mundo por la revista Forbes en el año 2018. Tras haber conseguido de la Asamblea
Nacional Popular una enmienda que quitó el límite temporal de su mandato, según la misma
revista “disfruta de un culto a la personalidad que no se ha visto desde los tiempos de Mao”. El
segundo lugar lo ocupó Putin, y el tercero recién fue para Trump.

7. Conclusiones.

Partiendo de las definiciones sobre las nuevas formas que ha adoptado la guerra en el
siglo XXI descriptas en el inicio de este trabajo, he reseñado a renglón seguido los conflictos y
actos de violencia de diversa intensidad, militares y no militares, que han tenido lugar en las
últimas dos décadas. Como puede apreciarse la cantidad ha sido abrumadora y la dispersión
geográfica ha abarcado todos los continentes. Si se contrasta lo que los estrategas han
considerado en términos de qué es la guerra posmoderna, con los hechos consignados, no
requeriría demasiado esfuerzo concluir que la Tercera Guerra Mundial se fue fraguando de
manera acumulativa, tomando espesor con acciones y reacciones de los actores principales, ya sea
defendiendo sus áreas de influencia o interviniendo en las áreas de los enemigos para
desestabilizarlos o ganarlas para su respectivo bando.

Los estados nación que fueron los actores centrales del sistema internacional desde la Paz
de Westfalia (1648) experimentaron un proceso de pérdida de poder tras la aparición de actores
no estatales. La Pandemia Covid-19 podría revertir ese proceso y, como se escucha en estos días,
devolverles la centralidad perdida. Estimo que es demasiado pronto para apostar al respecto. La
debilidad de los estados nación llevará a una situación similar a la de la era preindustrial, un
mundo parecido al medieval, signado por el caos y la atomización del poder.

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La Tercera Guerra Mundial, en la cual estamos inmersos, afectará la vida de todos los seres
humanos, puesto que a diferencia de las anteriores, no es una guerra civil occidental sino una
verdadera guerra global que se libra en diferentes dimensiones. El enfrentamiento en dimensiones
no militares y cuasi militares ya está en marcha, tal como se puede deducir de los conflictos
enumerados. No es necesario buscar una fecha de inicio para la tercera guerra mundial, pues no la
hay, pero sabemos sin embargo que está en curso. Se trata de una guerra fluida, intermitente, no
localizada, multi dimensional, militar o no militar, no lineal, sin reglas, caótica, sin horizonte
temporal. Una guerra que no necesariamente busca definiciones ni vencedores, sino generar
condiciones favorables a movimientos estratégicos. Movimientos de piezas en un ajedrez sin
tiempo. Es una guerra que se librará “en medio de la gente”, pero como bien ha señalado el
Coronel José M. Duarte, experto en estrategia, no será igual para aquellos países centrales que
combatirán en medio de otras gentes, que para los periféricos cuyas fuerzas armadas deberán
combatir entre su propia gente. Esta guerra es además, como vaticinó Huntington, una guerra de
civilizaciones, de “Occidente contra el resto”, que obligará a todos los estados a tomar partido. Las
fuerzas internas en puja dentro de los estados semi occidentales, como los latinoamericanos o los
asiáticos definirán qué partido tomará cada uno.

Las batallas militares de gran escala no han iniciado aún, y no es posible anticipar si
tendrán lugar efectivamente o si a la disuasión estratégica nuclear le seguirá una disuasión
estratégica convencional, dado el enorme potencial destructivo táctico que poseen las tres
grandes potencias. En cualquier caso, de darse, requerirá de un casus belli. ¿Podría ser la
pandemia iniciada en China un casus belli? Es factible. Si el asesinato de un archiduque pudo
desatar la Gran Guerra, un evento de esta magnitud alcanzaría para justificar con creces acciones
militares. Si se tiene en cuenta que EEUU cambió su doctrina hacia las LSCO a fines de 2017, es
razonable pensar que, a diferencia de sus enemigos, no ha tenido aún el tiempo necesario para
adaptar sus capacidades militares a este tipo de guerra. Ya no quedan en servicio activo militares
con experiencia en guerras de gran escala. Un estratega diría que es un buen momento para que
sus enemigos precipiten la batalla. En tal supuesto, y como prevén muchos analistas, esa batalla
convencional sería de una violencia inusitada. Al igual que ocurrió en la Gran Guerra, en la que los
adelantos tecnológicos de las armas fueron más rápidos que las doctrinas de empleo, las nuevas
tecnologías de reciente factura carecen aún de doctrinas ajustadas. En la Primera Guerra,
recordemos, aparecieron el tanque, el avión, los submarinos, los obuses y las ametralladoras. No
fue sino hasta la Segunda Guerra Mundial cuando la doctrina equiparó a los adelantos y les dio el
empleo adecuado.
En cualquier caso hoy el balance geopolítico presenta al Mar de la China y al sudeste asiático como
los teatros de operaciones más probables. El desafío para los EEUU, otra vez, es el de mantener el
conflicto lo más alejado de su territorio. Sería razonable esperar de China y Rusia lo contrario, es
decir, que lleven el teatro más cerca del territorio enemigo. Esto abre un claro escenario de alerta
para nuestra región.

Al final, la Tercera Guerra Mundial definirá el futuro de las próximas generaciones.


Dependiendo del vencedor nuestros hijos vivirán en un mundo colectivista basado en el control de
los individuos, función hoy amplificada de manera exponencial por las nuevas tecnologías, o en un
mundo de libertades ampliadas, que respete los derechos humanos y las libertades de la
Ilustración. Ello a menos que, al igual que ocurrió en la Guerra Fría, se formen dos bloques
contrapuestos desconectados el uno del otro. La multilateralidad surgida en la posguerra con sus
grandes organismos internacionales como la OMS, la OMC, los tratados de desarme, de derechos
humanos, de lucha contra el cambio climático, entre otros, junto al mundo multipolar orquestado
tras la caída del muro de Berlín están en crisis. La esperada integración que traería la
“mundialización” pronosticada por Guy Sorman deberá esperar.

En todos los casos se trata de una guerra que ya había comenzado y que no requiere de cañones.

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