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INTRODUCCIÓN: Es un hecho que la obra de salvación es una de las obras más grandes e importantes
que Dios ha hecho para el hombre. Existen dos corrientes teológicas en cuanto a ella que son extremas.
Una de ellas dice que la salvación es una obra solamente de Dios, y que el hombre no ha tenido nada
que hacer para obtenerla. La otra dice que la salvación depende única y exclusivamente de que el
hombre escoja con su libre albedrío venir a Dios, y que Dios no puede hacer nada por el hombre, que es
el hombre el que decide sobre sí mismo. Ambas posturas son incorrectas, ya que si bien es cierto somos
salvos por la gracia y la misericordia de Dios, también Dios nos dio un libre albedrío para decidir si
aceptamos o rechazamos voluntariamente su maravilloso regalo.
De la misma manera tenemos dos corrientes doctrinales entre el pueblo de Dios acerca de la seguridad
eterna de la salvación. Unos dicen que la salvación no se puede perder, hagamos lo que hagamos y
argumentan que si ya somos hijos no podemos dejar de ser hijos nunca, y por lo tanto no podemos
perder nuestra salvación jamás. Otros, por el contrario sostenemos (Nos incluimos entre ellos) que si
vivimos descuidadamente nuestra vida cristiana, y peor aun si nos descarriamos y practicamos el pecado
sistemáticamente sin que haya un arrepentimiento sincero, no importa que hayamos nacido de nuevo y
seamos hijos de Dios podemos perder nuestras almas en el fuego del infierno. La Biblia es clara en esto,
y no solo la Biblia sino que muchos hombres de Dios han visitado el infierno y han encontrado a muchos
hermanos, líderes y hasta pastores en ese tormento espantoso.
Consideremos algunas bases acerca de que la salvación sí se puede perder de la vida de un hijo de Dios.
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Ez. 33:11 “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino
que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos
caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” Notemos que Dios le está hablando a la
nación de Israel, la cual era el pueblo de Dios en ese momento. No le está hablando al
mundo pagano.
Ez. 33:12-13 “Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no
lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que
se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare.
Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere
iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad
que hizo.” Una vez más debemos reconocer que es una advertencia para el justo, y la
única manera de ser justo es por la fe. (Rom. 5:1)
Esaú: Claramente vemos que este hombre vendió su primogenitura: Y a través de toda
la Biblia vemos que la bendición de la primogenitura es únicamente para los
primogénitos del Pueblo de Dios. No hay registro de ninguna bendición en la Biblia para
los primogénitos de los impíos, solamente para los del Pueblo de Dios. Por lo tanto, Esaú
era del pueblo de Dios, pero por su inmoralidad y falta de perdón perdió no solo su
primogenitura sino también su salvación. (Heb. 12:15-17)
Saúl: Otro hombre que claramente se ve que perdió su posición de rey y su salvación
fue Saúl. Obviamente Saúl era salvo, porque pertenecía al pueblo escogido de Dios, es
más fue ungido para ser rey y aun profetizó entre los profetas. (I Sam. 10:11) Y no
podemos decir que Saúl fue salvo porque en los últimos días de su vida consultó a una
pitonisa. (I Sam. 28:7) Esto estaba terminantemente prohibido por Dios para Su pueblo.
(Deut. 18:10-12) Saúl no solamente fue desechado del reino de Israel sino del Reino
eterno de nuestro Señor Jesucristo.
Mat 7:21-23 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé:
Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” Al analizar este pasaje vemos
que estas personas llamaron a Jesús Señor, y nadie puede llamar a Jesús Señor sino por
el Espíritu Santo. 1Co 12:3 “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el
Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el
Espíritu Santo.” Es más, Jesús no discute que Él era el Señor de ellos. Además, ellos eran
cristianos muy pentecostales: Profetizaban, echaban fuera demonios e hicieron muchos
milagros en Su Nombre, y Jesús no discute eso de ellos. El problema que estos cristianos
pentecostales tenían era que no conocían a Jesús íntimamente. La palabra que aquí se
usa para “nunca os conocí” es la misma que se usa para cuando el esposo conoce a su
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esposa, en el griego es la palabra “ginónsko” Es un conocimiento absoluto que se sabe,
se siente y se tiene. Estos hermanitos perdieron su salvación porque no hicieron la
voluntad de Dios; Cristo dijo que solo entrarán en Su reino los que hagan la voluntad de
Dios.
Jn. 15:5-6 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no
permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan
en el fuego, y arden.” Cristo se presenta a Sí mismo como la Vid Verdadera, y declara
que nosotros los cristianos, salvos y miembros de Su cuerpo somos los pámpanos. Si
permanecemos en Él llevaremos mucho fruto, pero si no permanecemos en Él seremos
cortados o desgajados, nos secaremos y seremos echados en el fuego y arderemos del
tormento eterno. Esto no suena como a que la salvación no se pierde, claro que sí se
puede perder.
Rom. 11:17-22 “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo
silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y
de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no
sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para
que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe
estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas
naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la
severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si
permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.” Notemos
lo que pasó con algunos israelitas incrédulos y rebeldes que cayeron, ellos eran como las
ramas del Olivo Natural, que era la nación de Israel. Sin embargo, fueron desgajadas
para que nosotros los gentiles fuéramos injertados en ese pueblo de fe. Ahora, la
advertencia de Pablo es esta: “Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por
la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las
ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de
Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo,
si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.” Decir
que ellos no eran salvos siendo parte del Olivo Natural y participando de la raíz y de la
rica sabia del Olivo, es inaudito.
I Cor. 15:1-2 “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual
también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la
palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.” El apóstol Pablo deja
claramente establecido que la salvación está condicionada a la perseverancia y a la
retención de la palabra que se nos ha predicado. Por lo tanto, si no perseveramos
fielmente en los caminos de Dios y no obedecemos al Evangelio de Pablo, que no es otro
más que el del Señor Jesucristo, pues, Pablo de Él lo recibió, según (Gál. 1:11-12; Mat.
24:13) habremos creído en vano, no importando cuánto años tengamos de asistir a una
Iglesia.
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Apoc. 3:5 “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre
del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus
ángeles”. Aquí el Señor habla del vencedor, éste es aquel que ha vencido al mundo, al
diablo y a la carne. El vencedor no tendrá riesgo ni temor de que su nombre sea borrado
del libro de la vida. Para que nuestro nombre no sea borrado de ese libro maravilloso
debemos vencer, ser vencedores sobre el mundo (I Jn. 2:15-17) Sobre el diablo (Sant.
4:7) y sobre la carne (Rom. 8:13). No se puede borrar un nombre que no haya sido
previamente escrito en el libro de la vida, y son los salvos los que tenemos nuestro
nombre escrito en él. Ahora, si nuestro nombre es borrado (que obviamente puede ser
posible) si no estas serían palabras vanas, Apoc. 20:15 dice “Y el que no se halló inscrito
en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
Mat 12:43 “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos,
buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y
cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo
otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala
generación.” Este es un cuadro de aquellas personas que recibieron a Cristo, y fueron
liberados de espíritus malos, lavados y limpiados de sus pecados y por ende fueron
salvos. Pero que reinciden o caen nuevamente en el pecado, son poseídos por lo general
por otros siete espíritus peores que el que tenían antes de conocer al Señor. Es
sumamente peligroso descarriarse. ¡Se puede perder todo!