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286 José Miguel Valdivia

PÁRRAFO 1. FUNDAMENTOS
DE LA REVISIÓN ADMINISTRATIVA
425. Un presupuesto básico de la formación del derecho consiste en que las
potestades no se agotan por su ejercicio, de modo que el titular puede ejercerlas
tantas veces como concurran los supuestos para hacerlo, mientras la potestad siga
siendo reconocida por el derecho (cf. § 185).
De esta idea deriva una segunda, consistente en que los actos jurídicos pueden
modificarse o, en el extremo, extinguirse mediante otros actos de la misma natu-
raleza (y siguiendo a priori el mismo tipo de procedimiento) del que los creó. Un
testamento puede ser revocado y modificado indefinidamente por el testador, así
como un contrato puede ser resciliado o enmendado por los contratantes; en el
derecho público ni el constituyente ni el legislador pueden congelar la evolución
del derecho (amarrando a las generaciones futuras), que puede progresar median-
te otros actos de reforma o revisión de la Constitución o de las leyes.
Estas ideas son extensibles al derecho administrativo. Por principio, la auto-
ridad administrativa puede volver sobre sus actos, modificarlos y extinguirlos,
en virtud de los mismos poderes que le permitieron dictarlo en primer lugar (cf.
§§ 269 y ss.).
Algunos autores, sin embargo, pretenden identificar una “potestad reviso-
ra” conceptualmente distinta de las potestades primarias de acción. Aunque
esta idea es discutible (en razón de lo antes expuesto), subyace a ella el afán
de reforzar la seguridad jurídica, que no puede descuidarse. En efecto, la mo-
dificación o extinción de actos estatales puede ser fuente de incertezas, que
son especialmente preocupantes cuando afecten los derechos de las personas.
Si las autorizaciones para el ejercicio de una actividad (como la instalación
de industrias o la edificación) estuvieran continuamente sujetas a revisión, la
seguridad jurídica se pondría seriamente en riesgo. Esta preocupación justifica
las cautelas que el derecho toma para la revisión de ciertos actos, cautelas que
son fundamentalmente de orden procedimental. Con todo, la especificidad de
los procedimientos de revisión no habilita necesariamente a hablar de potes-
tades de revisión.
Los procedimientos de revisión, los más significativos de los cuales son los
recursos administrativos, contemplan fundamentalmente dos particularidades:
plazos de iniciación y audiencia de los interesados. Los plazos (que están natu-
ralmente orientados a clausurar discusiones encerrándolas en un periodo limi-
tado de tiempo) son característicos de los recursos administrativos; pero algu-
nas manifestaciones de la revisión de oficio también están sujetas a límites de
tiempo, como ocurre típicamente con la invalidación. El trámite de audiencia
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de los interesados o, tratándose de los recursos, de los contrainteresados, está


contemplado por diversas reglas (LBPA, arts. 53 y 55 para la invalidación y los
recursos, respectivamente).
Algunas manifestaciones de la revisión administrativa también están sujetas
a límites sustantivos, como ocurre con la rectificación de errores materiales, que
deben ser manifiestos, o más característicamente con la revocación, que (entre
otros) no procede contra actos declarativos de derechos legítimamente adquiridos
por sus destinatarios.
Los mecanismos de revisión no tienen por efecto suspender la ejecución de los
actos que se trata de revisar. Esta es una consecuencia propia de la ejecutoriedad de
los actos administrativos, que es explicitada por la ley (art. 57; cf. §§ 265 y 274).

PÁRRAFO 2. EL RESULTADO
DE LOS PROCEDIMIENTOS DE REVISIÓN
426. La revisión sólo puede concluir de tres maneras: confirmando, modifican-
do o extinguiendo el acto revisado.

(a) Confirmación del acto


427. El procedimiento de revisión puede concluir mediante el rechazo de los
cuestionamientos que surgieren en su contra, y entonces la decisión importará
confirmar el acto revisado.
La confirmación del acto puede revestir modalidades particulares.
En ocasiones, el procedimiento de revisión puede brindar a la autoridad la oca-
sión para rectificar o subsanar vicios formales, complementar o incluso subsanar
su motivación, practicar trámites omitidos o recabar antecedentes suplementarios
que, en definitiva, no incidan en el contenido de la decisión primitiva.
La aclaración del acto, o aún la rectificación de errores materiales manifiestos
(es decir, cuya evidencia salte a la vista sin necesidad de un examen acucioso),
también es una especie de confirmación, en cuanto no altera el contenido del acto
revisado. Por su relativa intrascendencia, la aclaración no está sujeta a trámites
o formas exigentes (p. ej., no está encerrada por plazos). Sin embargo, para su
procedencia, los vicios deben de ser de entidad insignificante, pues de otro modo
se podría modificar el contenido de un acto, defraudando las cautelas previstas
por el derecho.
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(b) Modificación del acto


428. La revisión del acto puede derivar en la modificación de su dispositivo,
sea por supresión o adjunción de alguno de sus componentes, o por su sustitución
total o parcial.
La modificación lleva consigo (explícita o implícitamente) un efecto extintivo
del acto que se trata de revisar. De hecho, el grado mínimo de modificación resulta
de la supresión parcial del acto revisado, por vía simplemente consecuencial (p.
ej., de su invalidación parcial). Por eso, el acto modificatorio está sujeto a las mis-
mas condiciones que rigen los actos extintivos de otros. Sin embargo, modificar
un acto es, cualitativamente, mucho más que suprimirlo, porque supone conser-
var algo de él –aunque sea únicamente un aspecto del procedimiento en que se
origina– para cambiar su sentido o contenido.
Como se advierte, las posibilidades de acción reconocidas a la administración
para adoptar sus actos o para extinguirlos son presupuesto lógico de la modifica-
ción de los mismos.
Tratándose de actos normativos, su modificación lleva consigo la derogación
de las normas antiguas. Por principio, estas modificaciones no tienen efecto re-
troactivo sino prospectivo.
Eventualmente, la autoridad puede disponer la “suspensión” de los efectos del
acto, que puede mirarse como una modificación del mismo que concierne sólo a
su eficacia temporal. Sin embargo, la suspensión es siempre provisional y de natu-
raleza cautelar, y por eso su lugar dogmático está en las medidas provisionales a
las que antes se ha aludido (cf. § 398).

(c) Extinción del acto inicial


429. Por último, la revisión del acto puede tener por efecto pura y simplemente
su extinción o supresión (total o parcial), en razón de un juicio desfavorable mo-
tivado en consideraciones de legalidad o de oportunidad.
En el lenguaje empleado a propósito de los procedimientos de oficio, se designa
como invalidación a la extinción del acto motivado en su ilegalidad y como revo-
cación a su extinción suscitada únicamente por razones de mérito u oportunidad,
es decir, por una reevaluación de las exigencias del interés general. No hay buenas
razones que impidan extender esta terminología a los procedimientos de revisión
provocados por la iniciativa de interesados (esto es, los recursos); con todo, en
este ámbito no suele haber mucha precisión en los remedios que la administra-
ción adopta, y es probable que los recurrentes se conformen con pedir, de manera
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atécnica, que se deje sin efecto el acto impugnado y la administración, en su caso,


disponerlo así.
La revocación está sujeta a límites sustantivos más que procesales. No procede
en una serie de casos que enuncia el artículo 63 de la LBPA. Sin duda el más sig-
nificativo es el que concierne a los derechos adquiridos, terminología antigua y de
contornos imprecisos, con la que se alude a los efectos consolidados de la relación
jurídica surgida en virtud del acto. En verdad, la revocación sólo procede respec-
to de actos de efecto durable en el tiempo (p. ej., actos normativos) y sólo tiene
efecto prospectivo, por lo que no podría alcanzar a los derechos adquiridos. La
ley habla de derechos adquiridos “legítimamente”, con lo que introduce alguna
incertidumbre; pero si en verdad su pronunciamiento tiene por objeto desconocer
ventajas “ilegítimas”, no pareciera tratarse de una auténtica revocación sino de
una invalidación más o menos encubierta, que tiene un régimen diferente.

PÁRRAFO 3. LOS PROCEDIMIENTOS DE REVISIÓN


430. Hay que analizar por separado el régimen de los recursos (sección 1)
de las gestiones que la administración emprenda de oficio para revisar sus actos
(sección 2).

Sección 1. Los recursos administrativos


431. En general, los recursos administrativos son actuaciones de un interesa-
do por medio de los cuales se da inicio a un procedimiento de revisión de una
decisión previa. El recurso tiene por sí solo el efecto de iniciar un procedimiento
de revisión, de modo que la autoridad a quien se dirige está en el deber de resol-
verlo, conforme a las reglas generales. El procedimiento iniciado por el recurso
es distinto, aunque conexo con aquel en que ha recaído la decisión impugnada.
Atendido que estos procedimientos se inician a petición de parte, rige en ellos con
particular vigor el principio de congruencia, que proscribe la reformatio in pejus
(es decir, que impide a la autoridad agravar la situación inicial del interesado que
lo promueva, art. 41 inc. 3).
Los recursos administrativos son la manifestación doméstica del principio de
impugnabilidad de los actos administrativos (LBPA, art. 15). Por eso, proceden
sobre todo contra actos terminales y limitadamente contra actos de mero trámite
(cf. § 281). Por cierto, los recursos administrativos mantienen relaciones estrechas
con los mecanismos de impugnación judicial del acto.
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Con carácter general, la ley contempla dos recursos administrativos “ordina-


rios” (los recursos de reposición y jerárquico) y un recurso “extraordinario” (de-
nominado de “revisión”). Pero puede haber otros recursos especiales.

(a) Los recursos ordinarios, de reposición y jerárquico


432. La ley contempla con carácter general la procedencia de dos clases de
recursos ordinarios contra toda decisión (LOCBGAE, art. 10, LBPA, art. 59). Se
trata de los recursos de reposición y jerárquico que, aunque distintos, presentan
rasgos comunes.

(i) Órgano competente para conocer del recurso


• El recurso de reposición
433. Este recurso, también llamado de reconsideración o (antiguamente) “gra-
cioso”, tiene por objeto que el mismo órgano autor del acto impugnado se pro-
nuncie de nuevo a su respecto y, si procede, reconsidere su decisión. Según la
LOCBGAE, este recurso procede “siempre”, con lo que quiere decir que es una
instancia de revisión mínima y común a todo acto administrativo.

• El recurso jerárquico
434. Este recurso tiene por objeto que el superior jerárquico del autor del acto
lo revise y, si lo acoge, corrija la decisión del inferior. El recurso jerárquico es ma-
nifestación de los poderes derivados de la posición de jerarquía (concretamente,
de la llamada “jurisdicción retenida”). Por eso, sólo procede en caso de que el
autor del acto se encuentre, en relación al acto, en situación subordinada respecto
de un órgano superior.
En este sentido, la LBPA da cuenta de una serie de actos respecto de los cua-
les el recurso jerárquico es improcedente, por provenir de una autoridad que es
superior jerárquico en la materia. La ley se refiere a los actos del Presidente de la
República, de los alcaldes y los jefes superiores de los servicios públicos descen-
tralizados.
Por razones análogas, pero sin texto expreso, tampoco procede el recurso je-
rárquico contra decisiones de órganos desconcentrados, respecto de las cuales
éstos han recibido poderes directamente de la ley. La exclusión del recurso jerár-
quico contra los actos de los Ministros de Estado puede justificarse por esta razón
al ser estas autoridades órganos desconcentrados del Presidente.
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Conforme a la jurisprudencia, el recurso jerárquico procede respecto de los actos


adoptados por un órgano en ejercicio de potestades delegadas por su superior (Con-
traloría, Dictamen 66.655, de 2010). Al efecto, se ha esgrimido que la potestad de
revisión –es decir, la de conocer recursos– sería distinta de la potestad de fondo que
hubiera sido delegada y por eso el superior jerárquico la retendría para sí. Si esta
jurisprudencia fuera correcta, querría decir que una vez dictado el acto, el órgano
delegado no podría volver sobre él, ni siquiera para rectificarlo o para modificar
su contenido, lo que no parece muy razonable. Además, supondría que el único
órgano que puede modificar el acto es el delegante, pero hacer eso es precisamente
“ejercer la competencia delegada”, lo cual contraría la ley chilena, que prohíbe la
avocación por el superior respecto de los asuntos decididos por el inferior, a menos
que se revoque previamente el acto delegatorio (LOCBGAE, art. 41, inc. 2: “El
delegante no podrá ejercer la competencia delegada sin que previamente revoque
la delegación”; cf. § 80). Un razonamiento teóricamente ortodoxo lleva a concluir
que en la potestad delegada se entiende incluida la posibilidad de volver sobre el
acto, modificándolo o extinguiéndolo, a menos que este aspecto se hubiera excluido
expresamente de la delegación. Por cierto, el delegante tiene, en cuanto superior
jerárquico, potestades de control sobre el delegado, en cuya virtud puede instruirle
acerca del modo de proceder in concreto en un caso determinado.
Como puede apreciarse, el ámbito de procedencia del recurso jerárquico es
mucho más modesto que el de reposición.

(ii) Aspectos procesales


435. Ambos recursos son ordinarios, en el sentido de que no responden a cau-
sales predeterminadas. Por su intermedio puede formularse todo tipo de alega-
ciones, tanto de legalidad como de oportunidad. Corresponde al recurrente dar
forma a su recurso, con los planteamientos que estime del caso.
La LBPA define para ambos recursos un plazo de interposición común, de 5
días desde la notificación del acto impugnado. En caso de interponerse conjun-
tamente, habrán de serlo en forma subsidiaria, de modo que ante el rechazo del
de reposición quepa aún el recurso jerárquico. Pero el recurso jerárquico también
puede oponerse en forma directa, sin mediar recurso de reposición (art. 59).
Conforme a las reglas generales, la interposición de los recursos se notificará a
todos los demás interesados que hubieren participado en el procedimiento, para
que aleguen lo que les convenga, dentro del plazo de 5 días.
La ley fija un plazo “no superior a 30 días” para la resolución de estos recursos
(art. 59, inc. 5). El transcurso de este plazo es relevante para la procedencia del
silencio administrativo, que conforme a las reglas generales debiera ser negativo
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(al igual que en otras hipótesis de “impugnaciones o revisiones de actos adminis-


trativos”, art. 65).

(iii) Efectos de los recursos ordinarios respecto


de la impugnación judicial
436. La LBPA incorporó un precepto de alcance general relativo a las relaciones
entre los recursos administrativos y los mecanismos judiciales de impugnación de ac-
tos administrativos (art. 54). El tenor literal de la regla pareciera ser más amplio, pues
alude a “reclamaciones” ante la administración. Sin embargo, la regulación tiene más
sentido si se la entiende circunscrita a los recursos ordinarios antes que a otros meca-
nismos administrativos de reclamación. Este precepto encierra tres reglas importantes.

• Derecho de opción sobre la estrategia impugnatoria


437. Ante todo, la ley reconoce al interesado un auténtico derecho de opción
para acudir a la vía administrativa o a la vía judicial para provocar la revisión de
los actos administrativos. En otras palabras, la estrategia impugnatoria es deter-
minada por el interesado y no predefinida por la ley.
El sentido de la regla consiste en descartar el modelo que exige el “agotamiento de
la vía administrativa” como requisito previo a la interposición de acciones judiciales
de impugnación: salvo regla expresa, no es necesario ejercer recursos administrativos
para recurrir después ante la justicia a propósito de la misma materia (para un ejem-
plo del requisito de agotamiento, v. el reclamo de ilegalidad municipal, art. 151 de la
LOCM; cf. § 604). En un régimen de agotamiento de la vía administrativa, la acción
judicial es improcedente si no se ejercieron previamente recursos. Por eso, la regla del
artículo 54 parece más bien construida pensando en recursos que en “reclamaciones”.

• Inhibición recíproca
438. En seguida, el mecanismo de impugnación que haya escogido el interesa-
do tiene por efecto inhibir temporal o definitivamente al otro.
Si se interpone una reclamación ante la administración, el interesado no puede
deducir igual pretensión ante los tribunales, mientras no se resuelva expresa o
tácitamente esa reclamación. De este modo, mientras penden recursos administra-
tivos en contra de un acto no puede impugnárselo judicialmente (y si así fuera, las
acciones debieran rechazarse por extemporaneidad); la posibilidad de impugnar
judicialmente revivirá una vez resueltos los recursos administrativos, a menos que
el interesado se desista de ellos. Alguna doctrina ha sugerido que mientras penden
recursos administrativos el juez carecería de competencia para conocer de impug-
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naciones contra el mismo acto; pero la ley parece más bien haber restringido el
ejercicio de la acción judicial, antes que la competencia de los tribunales.
Inversamente, si el interesado opta por la vía judicial, la administración deberá inhi-
birse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la misma pretensión.
Naturalmente, una vez que la justicia se haya pronunciado sobre una reclamación, es
probable que la autoridad de cosa juzgada de la sentencia impida al interesado reflotar
sus pretensiones ante la administración mediante recursos administrativos.

• Conservación de plazos para acudir a la justicia


439. Por último, la ley prevé que la interposición de recursos administrativos
interrumpe los plazos de impugnación judicial en contra del mismo acto. Este efec-
to interruptivo de los recursos administrativos permite conservar íntegramente el
plazo de impugnación judicial que proceda, pues tal plazo se comienza a computar
íntegramente una vez resueltos los recursos administrativos, expresa o tácitamente.
En buenas cuentas, la interposición de recursos administrativos permite a los intere-
sados “ganar tiempo” a fin de articular una estrategia judicial adecuada.
Naturalmente, aunque la ley no lo explicite, este efecto sólo puede predicarse
de los recursos ordinarios, a diferencia de lo que ocurre con el recurso extraordi-
nario de revisión, que procede contra resoluciones firmes (esto es, una vez venci-
das las posibilidades de recurso administrativo ordinario, por no ejercicio oportu-
no o por resolución desestimatoria a su respecto).
El efecto interruptivo de los recursos ordinarios no es uniforme. En algunos
casos, leyes especiales han dispuesto únicamente un efecto suspensivo de la inter-
posición de recursos administrativos (v., p. ej., Ley 18.410, art. 18-A). La suspen-
sión sólo detiene momentáneamente el cómputo de un plazo, que se reanuda (en
el punto en que hubiere quedado) desde que se resuelva el recurso administrativo.
Debe tenerse presente que una jurisprudencia nutrida, aunque no uniforme,
estima que el efecto interruptivo de los recursos administrativos no opera frente
al recurso de protección de derechos fundamentales (pues entiende que, por la
jerarquía constitucional de las normas que lo contemplan, este recurso no pue-
de verse obstaculizado en aplicación de reglas de rango infraconstitucional). En
cuanto priva a los recurrentes de su derecho de opción respecto de la estrategia
impugnatoria, esta jurisprudencia es discutible.

(b) El recurso extraordinario de revisión


440. La LBPA instituyó un “recurso extraordinario de revisión” (art. 60), hasta
entonces inédito en derecho chileno. Su regulación está tomada del derecho es-
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pañol que, a su vez, se inspira del tradicional recurso procesal de revisión contra
sentencias firmes.

(i) Carácter extraordinario


441. El recurso de revisión es extraordinario por tres series de razones.
• Procede contra actos firmes
442. Ante todo, procede contra actos “firmes”. En principio, la ley entiende
que el agotamiento de las instancias de recurso ordinario (sea por transcurso del
plazo o por habérselos desestimado) confiere cierta firmeza al acto administrati-
vo, que no podrá ser impugnado por los particulares por vía administrativa. Sin
embargo, en esta hipótesis aún es procedente el recurso de revisión.
El recurso se aviene más a las condiciones específicas del derecho positivo
español, que admite pacíficamente que la firmeza del acto se alcanza una vez
cerrados todos los canales de impugnación, administrativos o judiciales, sea por
transcurso de los plazos o por haberse resuelto los recursos o acciones. En ese
contexto, efectivamente el recurso de revisión aparece como equivalente al recur-
so procesal de revisión contra sentencias. De hecho, el plazo para interponerlo es
superior al que contempla el derecho chileno (2 años).
En derecho chileno es muy difícil de configurar la noción de firmeza del acto
administrativo. Si, como afirma la doctrina más difundida, la acción de nulidad de
derecho público no prescribe jamás, nunca se alcanzaría tal firmeza. Adviértase,
con todo, que en muchos casos leyes especiales consagran reclamos de ilegalidad
que son equivalentes a la acción de nulidad, sujetos a plazos limitados.

• Procede por causales específicas y excepcionales


443. En seguida, el recurso de revisión procede por causales específicas, que de-
notan graves vicios de legalidad en la toma de decisiones. Estas causales, que son
extremadamente restrictivas, consisten en (i) haberse dictado el acto sin emplaza-
miento del interesado, (ii) fundarse en un error de hecho “manifiesto” o sin tomar
en consideración antecedentes “esenciales” que aparezcan con posterioridad o
que no hayan podido acompañarse oportunamente, (iii) fundarse en documentos
o testimonios declarados falsos por sentencia firme, o (iv) ser producto de la co-
rrupción, violencia o fraude, también declarados por sentencia firme.

• Su plazo de interposición es extraordinario


444. Por último, el recurso también es extraordinario por el plazo para su
interposición, que es muy largo y puede prolongarse hasta un año siguiente a la
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dictación del acto o al reconocimiento formal del vicio, tratándose de aquellos


que consisten en figuras delictivas.

(ii) Aspectos procesales

445. El recurso de revisión se interpone ante el superior jerárquico del órgano


autor del acto o, en caso de no haberlo, ante ese mismo órgano. El trámite debe
contemplar la audiencia de los demás interesados, conforme a las reglas genera-
les. No se contempla un plazo para resolver este recurso; atendido su carácter de
procedimiento nuevo, cabría aplicar las reglas generales que admiten un plazo
máximo de hasta 6 meses.
La experiencia en torno al recurso de revisión es muy limitada, por el carácter
restrictivo de las condiciones para su procedencia. Aparece, en verdad, como un
recurso de ultima ratio frente a decisiones aberrantes. Sin embargo, ese carácter
restrictivo de la revisión de actos firmes no es muy consistente con la potestad in-
validatoria de la administración, que puede ejercerse (en la práctica, muy a menu-
do a petición de interesado) por un periodo de tiempo superior y bajo condiciones
relativamente sencillas.

(c) El recurso “jerárquico impropio”

446. Alguna doctrina comparada designa como recurso “jerárquico impropio”


a un tipo de recurso cuyo conocimiento es de competencia de un órgano distinto
al superior jerárquico del autor del acto. Estos recursos ponen en evidencia (y se
justifican por) una relación de supervigilancia o tutela entre el órgano competente
para conocer de este recurso y el autor del acto; por eso, algunas veces se les ha
designado como recursos “de tutela”.
Para la procedencia de estos recursos se requiere de regla expresa que los con-
sagre. No son recursos ordinarios; están circunscritos en los aspectos formales y
de fondo a las exigencias que en cada caso disponga la ley. En principio, la auto-
ridad de tutela (o supervigilancia) carece de poderes para modificar o extinguir
directamente las decisiones del órgano inferior, pero sí para instruirle –con fuerza
vinculante– que éste lo haga.
Un ejemplo de este tipo de recursos es el reclamo urbanístico contra los actos
del Director de Obras Municipales, de competencia de la Secretaría Regional Mi-
nisterial del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, previsto en el artículo 118 de la
Ley General de Urbanismo y Construcciones.
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Sección 2. Revisión de oficio


447. Los procedimientos de revisión son procedimientos administrativos nue-
vos, que tienen la misma estructura que los demás.

(a) Iniciación
448. Los procedimientos de revisión pueden iniciarse de oficio, siguiendo la
modalidad usual de iniciación de los procedimientos administrativos.
Su iniciación de oficio no excluye la intervención de eventuales interesados
también en la fase inicial. Es más, la apertura de un procedimiento de revisión
puede estar motivada en presentaciones de interesados que así lo requieran (por
cierto, sin forma de recurso administrativo propiamente tal). En tal sentido, la
LBPA expresa que la invalidación puede proceder “a petición de parte” (art. 53).
Es discutible que la “petición” a que se alude en este campo específico sea equiva-
lente a aquella que por sí sola tiene la virtud de iniciar un procedimiento conforme a
las reglas generales (art. 30). Mediante los recursos administrativos, los interesados
pueden provocar por sí solos la apertura de un procedimiento de revisión, de los
que surge una obligación de resolverlos para la administración. Si los recursos ordi-
narios están sujetos a plazo, vencido el cual el acto administrativo adquiere firmeza,
no se entendería muy bien que mediante una petición de instruir un procedimiento
de invalidación pudieren también provocar la apertura de otro procedimiento de
revisión, pues eso burlaría precisamente el régimen de recursos administrativos.
Parece más bien que la intervención de los interesados (así como de otros órganos
administrativos) en el origen de los procedimientos de revisión debe mirarse más ti-
biamente, como actos de “preiniciativa” (siguiendo a la doctrina italiana), análogos
a la denuncia. En suma, debe entenderse que en este campo los procedimientos se
inician rigurosamente de oficio, por la sola iniciativa del órgano público.

(b) Instrucción
449. Durante la fase de instrucción, siguiendo las reglas generales, pueden
practicarse diligencias probatorias o requerirse informes, si se lo estima oportuno
para esclarecer la decisión. Por cierto, el material de base para esta revisión es la
resolución revisada y el expediente en que incida.
Un requisito que debe tenerse por común a todos los procedimientos de revisión
iniciados de oficio es el de audiencia de los interesados, es decir, la notificación del
acto de inicio del procedimiento, que dé cuenta de las razones que lo motivan, a
fin de recoger su opinión u observaciones según convenga a sus interesados, dentro
de un plazo razonable. La ley contempla este trámite sólo respecto de la invalida-
Título III. El procedimiento administrativo 297

ción (art. 53), pero parece necesario observarlo, para respetar el derecho a defen-
sa, también en los procedimientos revocatorios. Por su naturaleza estrictamente
rectificadora, y no innovativa, podría dispensarse este trámite en la aclaración o
rectificación de errores manifiestos; pero en caso de dudas, es preferible practicarla.

(c) Finalización
450. La resolución del procedimiento puede intervenir en cualquier momento
si su contenido es aclarativo o rectificatorio o revocatorio. En cambio, la ley fija
un plazo para la adopción del acto invalidatorio; en el estado actual del derecho
chileno, este plazo es de dos años, contados desde la publicidad de la decisión. En
otros ordenamientos, plazos análogos para la invalidación de actos administrati-
vos suelen ser más breves.
La fórmula empleada por la ley impone un límite riguroso a la adopción del
acto invalidatorio. Para la jurisprudencia se trataría de un plazo de “caducidad”,
la que acaecería por el solo ministerio de la ley al vencimiento del plazo, sin
posibilidad de interrupción o suspensión. En consecuencia, un procedimiento ad-
ministrativo iniciado con el objeto de verificar eventuales vicios de legalidad del
acto, debería concluir al vencimiento de ese plazo, cualquiera sea el estado en que
se encuentre.
451. Esta es una solución completamente artificial (pues en principio las potes-
tades no perecen, salvo por disposición legal), que se justifica en consideraciones
de seguridad jurídica. La invalidación es conceptualmente una anulación del acto
administrativo de que se trata y, por consiguiente, tiene por efecto retrotraer las
cosas al estado anterior al acto invalidado; por su naturaleza misma, tiene por
ámbito de aplicación no sólo los actos de gravamen sino también (y en esto se di-
ferencia de la revocación) los actos favorables para un interesado. De aquí que su
uso siempre introduzca reticencias, ante la afectación a derechos pretendidamen-
te adquiridos o la defraudación de la confianza depositada en actos irregulares.
La fórmula por medio de la cual la ley ha buscado la seguridad jurídica de esos
derechos (irregularmente) adquiridos o esa confianza (irregularmente) generada
consiste en el establecimiento de un plazo de caducidad: transcurrido que sea, la
administración por sí sola no podrá alterar el statu quo provocado por el acto,
por irregular que este sea (aunque tal mecanismo no “blinde” a este acto frente al
control judicial).
Desde antiguo la jurisprudencia administrativa de la Contraloría ha sostenido
que la invalidación tiene como límite los derechos adquiridos en virtud del acto
invalidado. Con la dictación de la LBPA hubiera podido pensarse que, en cuanto
reduce la invalidación a una mera declaración de ilegalidad sin efectos retroacti-
298 José Miguel Valdivia

vos respecto de los actos favorables, esta jurisprudencia habría quedado supera-
da; sin embargo, aquel razonamiento antiguo parece negarse a desaparecer.
La LBPA dispone explícitamente que el acto invalidatorio será siempre im-
pugnable en procedimiento judicial sumario. En cambio, no se prevé una acción
judicial contra el acto que niegue lugar a la invalidación; esta disparidad de tra-
tamiento tiene sentido, pues la resolución desestimatoria de la invalidación tiene
por efecto confirmar el acto revisado, el cual podría estar firme. El procedimiento
de invalidación, a diferencia de los procedimientos recursivos, no produce por
sí solo el efecto de interrumpir el plazo para la impugnación judicial (plazo que
podría estar vencido al tiempo que la administración instruye el procedimiento
invalidatorio).
452. En el campo ambiental hay reglas especiales, que básicamente admiten
un reclamo judicial en contra de la resolución recaída en un procedimiento admi-
nistrativo de invalidación iniciado respecto de un acto administrativo de carácter
ambiental, cualquiera sea el resultado de ese procedimiento, favorable o adverso
al reconocimiento de la invalidación (Ley 20.600, que crea los Tribunales Am-
bientales, art. 17 N° 8). En el fondo, al procedimiento administrativo de invalida-
ción se asigna un tratamiento similar al de una especie de recurso administrativo,
cuyo plazo de interposición no está precisado por la ley, lo que ha generado una
jurisprudencia muy difícil de interpretar.

BIBLIOGRAFÍA REFERENCIAL
453. El trabajo más exhaustivo sobre el procedimiento administrativo chi-
leno bajo la vigente LBPA está conformado por los apuntes de clases (bastante
avanzadas) del profesor Jaime Jara, Apuntes sobre acto y procedimiento admi-
nistrativo, Ley N°19.880 (Santiago, U. de Chile, 2011). Para otra monografía
reciente, v. Claudio Moraga, Anotaciones sobre el procedimiento administrati-
vo según la jurisprudencia de los tribunales chilenos (Santiago, Legal Publishing,
2013). Entre los textos de divulgación de la legislación cabe destacar el libro de
Luis Cordero, El procedimiento administrativo (Santiago, Lexis Nexis, 2003) y
el del Min. Secretaría General de la Presidencia, Manual sobre procedimiento
administrativo (Santiago, Min. Secretaría General de la Presidencia, 2003). En el
campo práctico, un recuento jurisprudencial sobre la LBPA, en José Luis Lara y
Carolina Helfmann, Repertorio Ley de Procedimiento Administrativo (Santiago,
Legal Publishing, 2011). En fin, a propósito del décimo aniversario de la LBPA
la U. Católica compiló una serie de estudios pertinentes: Gabriel Bocksang y J. L.
Lara (coords.), Procedimiento administrativo y contratación pública. Estudios a

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