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Orar con María desde la Ascensión al Pentecostés

Guía: En el nombre del Padre…

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,


llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía Señor tu Espíritu y todo será creado.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo;
Haz que guiados por este mismo Espíritu, saboreemos las dulzuras del bien y gocemos siempre de tus
divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.
Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 16, 23-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo
concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea
completa.
Les he dicho estas cosas en parábolas; pero se acerca la hora en que ya no les hablaré en parábolas, sino
que les hablaré del Padre abiertamente. En aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que rogaré por
ustedes al Padre, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del
Padre. Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre’’.
Palabra del Señor

Durante estos últimos días, hemos escuchado en los relatos del Evangelio, cómo Jesús va preparando a sus
discípulos para su despedida. Mañana estaremos celebrando la Solemnidad de la Ascensión, Cristo por su
propia virtud sube a los cielos porque es Dios. El Hijo ha cumplido la misión redentora que le había sido
confiada por obra del Espíritu Santo. Es la plena glorificación de la humanidad de Cristo.
Jesús, vuelve al Padre, pero en ningún caso nos dejó huérfanos. No solo nos enviará su Espíritu para que
habite en lo más profundo de nuestros corazones, para que seamos templos del Espíritu Santo, sino que
además nos confía a su madre, María. Es el gran regalo final a los hombres antes de morir en la Cruz. El aquí
tienes a tu Madre y aquí tienes a tu hijo, es una gracia enorme que se añade al posterior envió del Espíritu
divino. Espíritu Santo y María, ¿alguien puede tener miedo entonces a caminar seguro por la vida?
¡Qué consuelo da poder dirigir la mirada a María y aprender de ella el camino de la fe! Su Santidad el Papa
Francisco nos ha recordado en el Santo Cenáculo de Jerusalén, que la Iglesia es una familia que tiene una
Madre: La Virgen.

Después de que Cristo ascendiera al Cielo, sabemos que los discípulos regresaron al Monte de los Olivos y
más tarde se quedaron en el lugar donde se había celebrado la Santa Cena. Todos, con un único corazón con
otras santas mujeres y con María dedicaron su tiempo a orar. No estaban solos, la oración les unía a Dios. No
estaban desesperados ni con una sensación de abandono, Jesús le daba la fuerza en su interior. No estaban
tristes, en su corazón resonaban las palabras del Señor de que iban a recibir la luz para ser sus testigos y
llevar su mensaje hasta los confines de la tierra. Su esperanza era más fuerte que el miedo, su confianza era
más fuerte que sus preocupaciones, su oración era más fuerte que los miedos que pudieran atenazarles. Y
allí esperaron, pacientes y confiados, junto a María en el Cenáculo, y oraron sin desfallecer a la espera de
este milagro prometido. 

Así hoy nosotros, somos invitados a vivir este tiempo de espera, en espera del Espíritu Santo que Dios nos
prometió. Es el Espíritu que hemos recibido en nuestro Bautismo, y que nos invita a saberlo acoger cada día,
a ser dóciles a su voz, para vivir cada día de nuestra vida como verdaderos bautizados, miembros del cuerpo
de Cristo, que es la Iglesia.

En este sábado de mayo, el Cenáculo es ese lugar en el corazón que se abre a la Esperanza, ese lugar
donde María se hace íntimamente presente y reza junto a mí, ora conmigo, reza con cada uno de nosotros.
En este Cenáculo, en este día, aquí donde nos encontramos reunidos, es la ocasión propicia para poner cada
persona que amamos en la oración, en el Cenáculo de la vida, para que Nuestra Madre Santísima, acoja a la
humanidad entera y con sus manos suaves y amorosas los presente al Padre.

Permanezcamos muy unidos a María y sepamos esperar, llenos de esperanza, confianza y amor, para acoger
al Espíritu Santo y venga a morar en pobre y frágil corazón.

Preces

Con la confianza de sabernos Hijos de Dios, y de saber que María está aquí reunida en medio de nosotros
como Madre de la Iglesia, pidamos su amorosa interseción y después de cada petición digamos: Santa María
Madre de Dios, ruega por nosotros.

- Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Nuestra Señora del Cenáculo, que en tu inmaculada
concepción fuiste hecha por el Espíritu Santo Tabernáculo para que naciera Jesús, el amigo que llena
mi vida y me conduce por el camino de la vida ruega por mí y por la humanidad entera, para que Dios
permite que el Espíritu Santo venga a nuestro corazón para renovar la faz de la tierra. Oremos
- Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Nuestra Señora del Cenáculo, que permaneciste en oración
con los Apóstoles, enséñanos a orar para hacer siempre la voluntad de Dios, para ser testigos de la
Buena Nueva de tu Hijo, para servir y entregarnos con amor, para salir en misión. Oremos
- Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Nuestra Señora del Cenáculo, cuida de los sacerdotes,
religiosos y religiosas, y de todos los laicos, para que sean fieles y continúen en la Iglesia su misión
de dar a Jesús al mundo. Oremos
- Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Nuestra Señora del Cenáculo, que eres la verdadera Madre
de Dios, toma en tus manos todos nuestros ruegos, nuestras necesidades y las de nuestro pueblo, y
elévalos al Padre. Oremos
- Intenciones libres

Finalicemos nuestra oración con las palabras que Jesús nos enseñó. Padre Nuestro…

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