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Introducción
El objetivo de este capítulo es reflexionar sobre una práctica de salud comunitaria que
ayuda a las personas a abordar los sufrimientos de la vida cotidiana, empoderarla
colectivamente y facilitar vínculos solidarios. En ese contexto, consideramos al
sufrimiento como un constructo encuadrado en la categoría de padecimiento, término
antropológico con connotaciones subjetivas que refleja sensaciones indefinidas
sentidas por todas las personas, en la vida cotidiana (Jacquier, 2014).
Según Barreto (2009, 2013) la “Terapia Comunitaria Integrativa” (en adelante TCI) es
un dispositivo multidisciplinar que permite abordar el padecimiento. Asimismo, la TCI
promueve el cuidado enfermero humanizado a nivel colectivo. En esta vía,
compartimos reflexiones realizadas sobre nuestra praxis con la intención de
resignificar el cuidado enfermero. Los puntos de partida fueron:
1 - Para adherir a una práctica hay que comprenderla en su contexto, por eso
desarrollaremos un breve marco epistémico que condujo al doctor Barreto a crear la
metodología TCI.
2) El aporte de la perspectiva fenomenológica, lingüística y antropología médica
explican la importancia de transformar lo “no dicho”, en un elemento simbólico: la
palabra. También, nos orienta a objetivar las sensaciones indefinidas desagradables
de la vida cotidiana percibidas en el cuerpo físico que son desatendidas en el sistema
de salud biomédico. En este sistema, cuando los sufrimientos humanos no son
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Proyecto de Extensión aprobado por la Secretaría de Políticas Universitarias - SPU/PPUA Nº 317/12- “Formación
de Terapeutas Comunitarios”. Se constituyó el primer Polo de Formación en Terapia Comunitaria de Argentina por
la Asociación Civil Salud Comunitaria y la UNaM con la participación del Dr. Adalberto Barreto, de Paraíba Brasil,
Dra. María Filha Oliveira y Dr. Rolando Lazarte, Mgter Silvia Meliá de Uruguay y Saul Fucks de UNR. En el 2014
se realizamos la formación de la segunda cohorte, en Valle María, Entre Ríos.
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Entendiendo que, “todo sistema médico acepta y adopta una concepción de cuerpo
humano” (Solano, 2008:376) y establece criterios para prevenir, tratar, “controlar,
aliviar o curar un padecimiento determinado” (Menéndez, 2003:186). La TCI resulta
ser una herramienta extra-disciplinar que permite afrontar los padecimientos,
facilitando cuidados enfermeros más humanizados a nivel comunitario.
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Una perspectiva antropológica intenta captar el punto de vista del nativo (el sujeto social, participante del
encuentro de TCI), es cómo piensan, cómo perciben y categorizan el mundo. En la práctica se combinan las
estrategias: a) emic Perspectiva del actor y etic Perspectiva del observador (el investigador o terapeuta
comunitario).
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Estando en la favela, reconoce que su rol allí no es para dar servicios profesionales;
ya que siente que resuenan en él, las experiencias de los participantes, los
intercambios; esto lo hará descubrir en él, algunos “vacíos” existenciales. Percibe que
en ese espacio podría “tomar un baño de humanidad”, que también curaría lo que
sentía como su alienación universitaria y recuperaría “el indio” que había en él.
(Barreto y Boyer, 2009) Es en ese momento donde surge un gran interrogante “¿Cómo
crear intercambios verbales sin dominación? A partir de este interrogante desarrolló
las diferentes fases de la TCI y sus reglas.
El lema: “cuando la boca calla los órganos enferman y cuando la boca habla, los
órganos sanan” sintetiza el espíritu de la TCI, que de modo innovador articula saberes
científicos y saberes populares de las experiencias de la vida para afrontar la salud
comunitaria.
(…) “el cuerpo no es simplemente un objeto físico o estado fisiológico sino una
parte esencial del ser. El cuerpo es sujeto, la base misma de la subjetividad o
experiencia en el mundo, y el cuerpo en tanto que “objeto físico” no puede ser
nítidamente diferenciado de los estados de conciencia”. La conciencia en sí
misma es inseparable del cuerpo consciente. El cuerpo enfermo es simplemente,
el objeto de cognición y conocimiento. (Good, 1994: 215-216)
Más adelante, el mismo autor dice que, el cuerpo además de objeto es el “agente” por
medio del cual está en el mundo y lo experimenta. Entonces, el cuerpo ya no es
visibilizado como “ámbito de dominación objeto de la práctica médica” y característico
del modelo cartesiano en la que nos formamos los profesionales de la enfermería
(Jacquier, 2011), siendo este un enfoque que limita la oportunidad de captar la
totalidad u holismo.
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Texto original en inglés traducción libre
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El auge dado en la edad media al modelo científico positivista permeo todas las
esferas del conocimiento. Incluso en el área de la salud, para la formación académica
se ha considerado como único saber válido, el saber caracterizado por reducir y
objetivar la realidad a través del método objetivo y cuantitativo.
por la mayoría de las personas, pero que, generalmente, no tienen cabida dentro del
sistema de salud biomédico. Cuando el sufrimiento no tiene nombre, ni etiqueta queda
latente sin atención hasta que la persona somatiza su padecimiento como
enfermedad. Nuestra experiencia de TCI desarrollada en comunidades de Misiones,
Argentina permitió incorporar la dimensión emocional a la agenda de la formación de
enfermería; iluminar aspectos desatendidos de la vida cotidiana, durante el cuidado
de la salud holística, y consecuentemente, aliviar el sufrimiento que padece el binomio
cuidador-sujeto de cuidado.
“experiencia del mundo sin la cual los símbolos de la ciencia no” significan
“nada”. “Todo el universo de la ciencia está construido sobre el mundo vivido ...”
(...) “La ciencia no tiene y no tendrá jamás el mismo sentido de ser que el mundo
percibido, por la simple razón de que es una explicación o determinación del
mismo”. (Merleau Ponty, 1994: 8)
En este sentido, Byron Good (1994) resalta que para el médico la enfermedad es algo
situado en el cuerpo objetivo, en tanto que para la persona enferma el “cuerpo no es
simplemente un objeto físico o estado fisiológico” que puede ser objetivado y
estudiado “sino una parte esencial del yo. El cuerpo es sujeto, la base misma de la
subjetividad o experiencia en el mundo” (Good, 1994: 215). Por lo tanto, desde esta
perspectiva de cuerpo, éste es un “agente de experiencia” a través de él la persona
experimenta el mundo y no puede ser claramente separado de los estados de
conciencia.
La noción de enfermedad (en inglés “disease”) es una entidad construida con una
fuerte base científica positivista, objetiva, de naturaleza biomédica, hace referencia a
la disfunción del organismo humano o desviación de los parámetros normales. En el
modelo de atención de la salud biomédico, la enfermedad es reconocida como aquella
entidad para la cual existen modos de diagnosticar, tratar y/o curar en dicho sistema.
Como, por ejemplo, la sífilis y la diabetes son enfermedades que se desvinculan de
los aspectos socioculturales e institucionales. Los médicos alópatas se ocupan de las
enfermedades que se encuentran registradas en una lista codificada denominada
Clasificación Internacional de Enfermedades -CIE-10- que periódicamente es
actualizada y publicada por la Organización Mundial de la Salud. Lo que no está
listado, no constituye una enfermedad para el sistema biomédico.
A pesar de que la mayoría de los problemas que sentimos cotidianamente tienen estas
características, generalmente, el “padecimiento” no tiene cabida dentro del sistema de
salud. Cada vez son más, los padecimientos relacionados a procesos vitales y/o de
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En este ensayo hemos reflexionado sobre algunos aspectos del proceso de cuidar
que consideramos relevantes; por lo que planteamos algunas orientaciones para
esclarecer la dimensión emocional en el marco de las competencias éticas,
cognoscitivas, afectivas y psicomotoras, propias del cuidado enfermero.
Durante el devenir histórico, el arte del cuidado de la vida de las personas y de los
colectivos fue responsabilidad de los enfermeros y enfermeras. Sin embargo, recién
en el siglo XX hallamos la primera sistematización de los conocimientos enfermeros
en los postulados científicos de la enfermería contemporánea. Es así que a partir del
uso sistemático, explícito y crítico de la información teórica que surge de la
investigación basada en la evidencia permite, en la práctica, tomar decisiones sobre
la administración del cuidado a las personas, las familia y comunidades de un modo
holístico, promoviendo la calidad de vida (Hernández Conesa et. al, 2003).
Para Barreto, la fuerza del grupo permite que el sufrimiento planteado se disipe, se
recree, se alivie o transforme y se materializa mediante las expresiones de apreciación
de los participantes durante la etapa de cierre del encuentro.
“Las crisis, los sufrimientos y las victorias de cada uno presentado al grupo, son
utilizados como materia prima para el trabajo de creación gradual de conciencia
social”. (Barreto, 2008:17)
Los numerosos encuentros de terapias comunitarias desarrollados, actualmente en
plataforma virtual y pre-pandemia presencialmente en diferentes ámbitos (comedores
comunitarios, Centros de Atención Primaria, centros municipales, escuelas,
universidades, iglesias, etc.) y hospitalarios (Cura, 2019), nos desafían a seguir
profundizando modos para recrear el cuidado enfermero y ampliar la visión de
estrategias de abordaje profesional.
Kérouac afirma que: “El campo de la enfermería es el cuidado que refuerza y permite
a la persona dominar los acontecimientos ligados a su experiencia de salud y mejorar
su bienestar” (Kérouac et. al., 2007:102)
cantamos con los que cantan y nos curamos con la escucha de los otros, aflora
nuestro niño interior.
En el acto del cuidar se descubre a las personas como seres únicos, irrepetibles,
disímiles (saberes, historias y cosmovisiones) cada participante desnuda en la TCI su
totalidad, descubre la existencia del otro como ser humano susceptible y vulnerable.
En ese proceso de interacción “(…) se nutre tanto las personas cuidadas como los
cuidadores quienes participan de la misma relación” (Grupo Cuidado:2000 p. 8)
la confianza es la base para que en ese espacio social la persona se sienta digna de
apoyo, consideración, respeto y afecto. Según Quintero Laverde
«el cuidado surge cuando la existencia de otro adquiere importancia para mí, en
consecuencia, me dispongo a participar de su existencia» y además, plantea otra
idea sobre el cuidado de Quintero Osorio que incluye dos aspectos
estrechamente relacionados: «el primero, la actitud de desvelo, de solicitud, de
atención hacia el otro; el segundo, la preocupación, la inquietud, el involucrarse,
que supone una implicación afectiva con el otro, cuya condición conmueve mi
actitud y moviliza mi acción; cuidar también es pensar» (Quintero, en Malvárez:
2007).
Finalmente, los patrones de conocimientos trabajados por Carper (en Rivera, 2003);
el componente empírico-ciencia de enfermería, el ético-moral, el estético-arte de
enfermería y el conocimiento personal se ponen en juego en la TCI. De manera
interrelacionadas aportan a repensar la integralidad del cuidado, los cuatro
componentes fueron identificados a partir de una exploración de la estructura
conceptual y sintáctica del conocimiento de enfermería, pueden ser transferidos a
repensar la dimensión emocional del cuidado comunitario particularmente, a partir de
la implementación de esta metodología que aún tiene mucho para aportar a la salud
comunitaria.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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