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Sonata nocturna

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Rating: Explicit
Archive Warning: Graphic Depictions Of Violence, Choose Not To Use Archive Warnings
Category: Gen, M/M
Fandom: Harry Potter - J. K. Rowling
Relationship: Sirius Black/Remus Lupin, Sirius Black & Remus Lupin & Peter
Pettigrew & James Potter & Lily Evans Potter, Regulus Black & Remus
Lupin, James Potter/Lily Evans Potter
Character: Remus Lupin, Sirius Black, Regulus Black, Lily Evans Potter, James
Potter, Peter Pettigrew
Additional Tags: Enemies to Lovers, Slytherin Remus Lupin, Alternate Universe, Slow
Burn, Platonic Relationships, Platonic Soulmates, Marauders Era (Harry
Potter), Remus Lupin & Lily Evans Potter Friendship, Werewolf Remus
Lupin, Regulus Black Lives, Hurt/Comfort, Slow Romance, Regulus
Black & Remus Lupin Friendship, Regulus Black & Pandora Lovegood
Friendship, Alternate Universe - Canon Divergence, Manipulative Albus
Dumbledore, Comfort/Angst
Language: Español
Stats: Published: 2022-05-30 Updated: 2023-01-23 Chapters: 78/? Words:
237847

Sonata nocturna
by Birdie_95

Summary

Universo alterno en que Remus Lupin es seleccionado para Slytherin.


En quito año de Hogwarts, Remus y su mejor amigo, Regulus Black, comenzaran a
cuestionar su lealtad y el camino que decidirán seguir en la primera guerra mágica mientras
que la relación de odio entre Sirius Black y Remus Lupin se vuelve cada vez más
complicada.

Notes

¡Hola! Este es mi primer fic <3 espero que les guste porque he amado escribirlo.
Remus Lupin

1 de septiembre, 1975

Otro ataque de hombres lobos en El profeta.

Remus sonrió con crueldad. La sociedad los orillaba cada vez más a obedecer al señor tenebroso y
luego se espantaban por las consecuencias.

Tiró el periódico a un contenedor.

A sus quince años, Remus ya no sentía la necesidad de sentirse responsable de los actos de otras
criaturas oscuras como él. Solo sentía tristeza y una gran ira que no estaba seguro a dónde dirigir.
Si a los magos, si al ministerio o si al mundo en sí. Quizás a todos.

Miró la luna llena en el cielo celeste de la mañana. Era un buen día, raro en una ciudad tan lluviosa
como Londres y aún más después de una masacre como la que anoche había acabado con siete
familias de magos y trece muggles. Fue una mala noche para muchos, pensó Remus. Con sus
huesos gritando de dolor tras romperse y volver a acomodarse una vez que la bestia se fue. Aunque
se sentía cansado percibía los rastros del lobo, los deseos de destrozar todo a su paso y correr.

Se acomodó la chaqueta y continuó andando por las calles londinenses. Siempre le había
encantado la ciudad mucho más que la horrible casa en el campo en la que vivió con su padre.
Pero puede que sea porque en el campo nadie le defendía de su padre, Lyall Lupin, un mago
alcohólico que disfrutaba de golpear a Remus, hasta que a los diez años intentó matarlo. Remus no
tenía que esforzarse para volver a recordar cómo se sentían sus dedos callosos sobre su cuello,
cuando intentó ahorcarle después de una mala luna llena, la primera de muchas. Dumbledore
mismo llegó a la mañana siguiente de eso, con su estúpida sonrisa afable y caramelos de limón.
Remus quería golpearlo. Pero sintió la magia, todo ese poder que emanaba del anciano, y eso fue lo
que hizo que Remus le escuchara. Su padre terminó en San Mungos, con tres costillas rotas, una le
perforó el pulmón y casi pierde la pierna derecha. Remus se defendió, fue en defensa propia. De
todos modos, jamás recibió regaños por eso. Dumbledore lo envió con una carta a un orfanato
muggle, y se contactó con él cuando llego el momento de ir a Hogwarts.

—No quiero ir — había dicho Remus, o puede que haya gruñido.

Dumbledore sonrió — ¿Puedo saber por qué se niega tan rotundamente?

Remus no sabía que significaba rotundamente. Pero no le importo. Había muchas cosas que no
entendía entonces —. Porque a los magos no les gusto. No le gustan las cosas como yo.

—¿Y qué es usted, joven Lupin?

—Un monstruo — respondió la voz de su padre.

Sin embargo, aquí estaba Remus Lupin cinco años después. Caminando hacía la Estación King´s
Cross para volver a su quinto año en Hogwarts. Porque se había creído la respuesta de
Dumbledore. Había querido creer en que él podría demostrar lo valioso que era.

—No pienso en usted como un monstruo, señor Lupin. Pienso que es un joven extraordinario que
podría cambiar la historia si lo desea.
Pero estaba equivocado, pensó Remus. Si que era un monstruo. La cosa era que eso no
necesariamente era algo malo.

Traspasó la entrada de la plataforma y casi choca con la persona que Remus Lupin despreciaba
más que a nadie. El heredero Black.

—Cuidado, serpiente – escupió Black.

Remus pensó en cuán satisfactorio sería destrozar la garganta de Sirius Black. Ver una expresión
atormentada en su elegante rostro. Oírlo suplicar por ayuda. La idea le hizo sonreír — Pero si es la
escoria de los Black, ¿todavía le permiten volver a Hogwarts, joven amo Black? Pensé que este año
por fin te enviarían a Durmstrang.

Sirius temblaba de rabia lo que hizo a Remus sentirse muy satisfecho. El tema del traslado de
Sirius Black había estado rondando por todo el mundo mágico desde que el joven amo Black fue
seleccionado en Gryffindor.

—Que obsesionado estás conmigo, Lupin. ¿Es que acaso me ibas a extrañar? — replicó Sirius con
una sonrisa de desprecio — ¿El chucho se sentiría solo?

Remus sintió ganas de reír. Cuánto odiaba a Sirius Black. Estaba a punto de atacarlo cuando un
grito se escuchó por toda la estación.

—¡PADFOOT!

Y los ojos de Black brillaron de emoción — ¡PRONGS!

Jamás veía esa expresión en Sirius Black sin el estúpido de James Potter rondando alrededor. Sirius
no dudo en apartarse y correr como una chica enamorada a los brazos del que había sido su otra
mitad durante todos estos años en Hogwarts. Era vomitivo para Remus, en Hogwarts era casi
imposible encontrar a uno sin el otro.

—Deberían casarse y formar una bonita familia de idiotas entre bombas apestosas y escobas de
quidditch — se quejó una voz a su lado.

Y Remus no pudo evitar sonreír a la pelirroja —. Evans.

Ella asintió reprimiendo una sonrisa —. Lupin.

—El verde te queda bien — comentó el chico viendo el suéter de su casa que Lily había robado
antes de irse de vacaciones de verano.

—Combina con mis ojos — respondió la chica.

Remus Lupin y Lily Evans llevaban pseudosaliendo desde la primavera pasada. Pseudo porque era
una relación falsa que establecieron por tres puntos: Tanto Remus como Lily estaban cansados de
que la chica fuera insultada y maldecida por los Slytherin continuamente, y aunque ella
despreciaba la idea de ser salvada por un chico, salir con alguien de Slytherin había hecho que al
menos las maldiciones parasen hasta ahora; Remus ya no tenía que oír tantas estupideces de la
supremacía de sangre y la razón favorita de ambos era que tanto James Potter como Sirius Black
enloquecieron desde que los vieron entrar al gran comedor tomados de la mano. Lily ya no
soportaba los continuos intentos de cortejo de Potter, así que había cedido a la relación con Remus.

Ahora mismo, los dos chicos miraban espantados a Lily. Lo que Remus tomo como el mejor
momento de acercarse a la chica y abrazarla.
—¿Vienes conmigo en el tren?

Lily rio en su pecho, pero negó con la cabeza. — Tengo que ir con los prefectos. Y le prometí a
Mary escuchar todo sobre su nuevo romance de verano, Marlene me mataría si la dejó sola con
eso. ¿Nos vemos mañana en la biblioteca?

—Cuenta con eso.

Ambos subieron al tren dejando sus cosas en los compartimientos. Y Remus se despidió de Lily
con un breve beso en su frente, disfrutando de las miradas de desprecio que les dedicaban.

Una vez que Lily cerró la puerta, Remus se dedicó a buscar a su otra persona favorita en Hogwarts.
Iba avanzando por el pasillo cuando Severus Snape tropezó con él. ¿Es que acaso este año sería un
imán para todos los idiotas que despreciaba?

Snivellus le dedicó una mueca. Remus odiaba tener que darle el crédito a los merodeadores por el
nuevo nombre de Snape, pero desde que lo había escuchado no pudo evitar dirigirse a Snivellus de
esa manera. Jamás le había agradado Snape. Aun después de cinco años compartiendo casa.

—¿No deberías estar en Azkaban, Lupin? Los tuyos hicieron una gran fiesta anoche, ¿no estuviste
ahí o sí? — escupió Snivellus.

Snape había sido cada vez más desagradable con su… pequeño problema peludo desde que había
comenzado a pseudo-salir con Lily Evans. Solo la pelirroja era ignorante respecto a los
sentimientos de Snivellus hacía ella.

—¿Por qué lo preguntas, Snivellus? ¿Querías ir a atormentar niños de nuevo? — replicó. De


verdad quería golpearlo. Pero hace mucho tiempo un joven y elegante chico le había enseñado que
las palabras podrían ser mejor utilizadas para sacar de quicio a los débiles como Snivellus.

—Los de tu clase fueron especialmente crueles esta vez. Desmembrando muggles, ¿no? ¿Te
divierte todo eso, sucia bestia?

Remus seguía pensando en lanzarle un bombarda a su fea cara.

La puerta del compartimiento frente a ellos se abrió.

—Fuera, maldito mestizo de mierda — ordenó la clara y masculina voz del amo más joven de los
Black.

Los ojos claros de Regulus Black transmitían tanta frialdad y hostilidad que Snape bajó la vista y
siguió rápidamente por el pasillo.

—No necesitaba que me salvaras.

Regulus apoyó su cabeza en el hombro de Remus — Por Merlín, escuchar su horripilante voz me
da dolor de cabeza. ¿Qué harás al respecto para compensarme, Lupin?

—No sé qué esperas de un hombre lobo tras la luna llena — replicó Remus.

Regulus levantó rápidamente la mirada buscando nuevas heridas en su cuerpo, era la única persona
en Hogwarts aparte de Poppy que había visto las consecuencias de una luna llena en el cuerpo de
Remus — ¿Quieres dormir antes de llegar a Hogwarts?

La respuesta de Remus fue colapsar en los asientos del compartimiento.


—¿Otra vez caminaste hasta la estación?

—Odio ese orfanato. Es una maldita cárcel.

—Dumbledore es un inútil. Deberías venir este verano a mi casa.

Remus le lanzó una mirada divertida — ¿La gran familia Black siendo hospitalarios con un
huérfano?

Regulus asintió — Oh, a mamá le agradas desde que le rompiste el brazo a Potter antes del partido
de quidditch del año pasado.

El chico rio. No fue planeado, pero la verdad, ¿acaso importaba? James Potter se lanzó sobre él
primero con su estúpido expelliarmus, de todos modos, por haber dicho que Lily Evans jamás
estaría con alguien como él porque nunca entendería las verdaderas intenciones de las personas.
Sin embargo, los continuos entrenamientos con Regulus de maldiciones y contrahechizos le habían
dado la ventaja, y como bonus, Slytherin había ganado la Copa de las Casas.

—¿Cómo estuvo tu verano? — preguntó Regulus.

Remus apoyó su cabeza en una mano y fingió pensarlo — Una mierda.

—Una mierda – concordó Regulus en francés.

Ambos se sonrieron.

La amistad de Remus Lupin y Regulus Black era desconcertante para las personas. ¿Por qué el más
joven de los herederos Black era tan amistoso con un huérfano perturbado con problemas de ira
como lo era Remus Lupin?

La respuesta no era sencilla para ninguno de ellos tampoco.

Remus sintió como se quedaba dormido con el balanceo del tren, y con Regulus ahí se sintió lo
suficientemente en casa para sentirse seguro y poder dormir tranquilo y sin pesadillas.
El regreso a Hogwarts

1 de septiembre, 1975

—Remus…

—Remuuuuusss…

—Remoon…

—Remoony…

—¡MOONY! ¡Aguamenti!

El agua fría cayó abruptamente en su cara.

Remus Lupin despertó sintiéndose asustado y desorientado. Y bastante mojado.

Regulus Black estaba sentado frente a él con una infantil sonrisa y una copa en su mano — Por fin
despiertas. Es increíble que una supuesta criatura oscura con instinto asesino pueda ser tan
vulnerable y dormir tan profundamente.

Remus pasó su brazo sobre sus ojos — ¿Moony?

—¿Te gusta? Creo que te queda.

Remus gruñó, era aún más temperamental de lo normal al despertar.

—Quizás quieras cambiarte luego, porque estamos en Hogsmeade.

Eso lo hizo reaccionar — ¿Me despertaste en Hogsmeade?

—En mi defensa, llevo intentando despertarte desde hace quince minutos.

—Eres un imbécil — se quejó Remus buscando entre sus cosas su maldita capa.

—Accio capa — conjuró Reggie.

—Presumido.

Ambos llegaron tarde a la cena de bienvenida. Pero tan pronto aparecieron Barty Crouch Junior
agitó una mano para señalarles que les guardó unos asientos.

—¿Dónde se habían metido?

—Remus hacía de bella durmiente en el tren.

Barty frunció el ceño — ¿Esa quién es?

—¿Qué sería de Hogwarts sin mí a tu lado? — sonrió Regulus a Remus.


Remus bufó. Pero no lo replicó porque, sin lugar a duda, su primer año fue el peor.

Vio a los pequeños alumnos de primer año ir uno tras uno para ser seleccionados. Él aun recordaba
las palabras del Sombrero Seleccionador.resonando en cada rincón de su mente.

Que veo aquí…

A un huérfano pobre de once años, pensó Remus como réplica a la voz entre su mente.

Tienes ferocidad y lealtad. Eres valiente sin duda y también posees una gran mente llena de
ambición por el saber…

Remus no se consideraba especialmente listo ni valiente, era un chico largo, torpe y que apenas si
podía leer correctamente sus deberes.

¿Dónde te seleccionaré? Ravenclaw se enorgullecería de tenerte y Gryffindor te acogería sin


dudar.

Remus se emocionó, esa era la casa de la cual habían hablado esos chicos en el tren

No, no, eres valiente… pero hay mucho más ahí, tienes astucia y talentos que te impulsan a
generar un cambio en las personas… nadie te llevara a la grandeza como SLYTHERIN.

Quizás debería haberlo previsto. No había mejor lugar para una criatura oscura que la casa de
Slytherin. Apropiada para un monstruo. Su primer sentimiento al respecto fue estar decepcionado.

Esto era algo que no mucha gente en Hogwarts creería. Pero el primer viaje en tren de Remus fue
junto a Peter Pettigrew, Lily Evans, Severus Snape, James Potter y Sirius Black. Antes de ser
seleccionado, Remus pensaba que esos chicos eran realmente geniales. Potter y Black eran dos de
los niños más elegantes, ricos y especiales que había visto, por su parte, Pettigrew se veía como
alguien amable y remotamente útil. Remus era entonces un chico ingenuo, fácil de impresionar,
quizás, porque pensó en que le hubiera gustado estar en la misma casa que ellos. Pero cualquier
amistad entre Remus y los merodeadores quedó aplacada por el simple hecho de que Remus Lupin
pertenecía a Slytherin. Remus lo vio en su mirada, Black se detuvo un momento a observar su
corbata verde y plateada e hizo una mueca de disgusto.

—Serpiente.

Bien, pensó Remus. De todos modos, me hubieran despreciado al descubrir que soy un hombre
lobo.

Un monstruo, susurró la voz de su padre en su mente.

Un sucio y cruel monstruo.

Remus tuvo que soportar todo el primer año apenas pudiendo leer sus deberes, escuchando mierda
supremacista de sus compañeros de casa y siendo castigado continuamente por los profesores. No
quería volver a casa con su maldito padre, pero no encontraba muchas más razones para quedarse
en un lugar que se esforzaba por resultarle hostil. Cada luna llena se iba convirtiendo lentamente en
algo peor cada vez que ocurría, y por mucho que Madame Pomfrey intentara curarlo, no podía
sacarle de la mente todos esos años de autodesprecio que Lyall Lupin había marcado en su mente.

Casi estaba resignado a perder. Quizás de eso se trataría el resto de su vida.

Remus vio a Dumbledore dar el discurso de bienvenida y hablar entrelíneas sobre la guerra actual
que desató el creciente bando del señor tenebroso.

Deberían haberlo expulsado en primer año. Sin embargo, para mediados de año, Remus Lupin
había conseguido su propio cuarto en vez de una carta de expulsión y entonces supo que
Dumbledore lo quería para algo mucho más importante que darle una plaza de estudio a una
criatura oscura. Quería su lealtad. ¿Pero para qué?

—¿Por qué no estoy en un tren de regreso a casa?

—¿Eso es lo que quiere, señor Lupin? – replicó el anciano con una sonrisa amable.

Remus guardó silencio. No, pensó. Pero tampoco estaba satisfecho con las dudas. Estaba seguro, lo
querían para algo.

—¿Qué papel se supone que cumplo aquí?

—Eres un estudiante con mucho potencial y creo que lograrás grandes cosas.

No ahora, dedujo. Es algo para cuando sea mayor. ¿Adoctrinamiento, tal vez?

—¿Necesita saber algo más, señor Lupin?

Lo pensó. Quizás lo expulsaría de todos modos si sabía que estaba defectuoso, pero… tenía que
intentarlo. O no soportaría el resto de los años en este lugar.

—No puedo leer – murmuró entre dientes. Le avergonzaba decirlo en voz alta – así que, ¿está
dispuesto a mantenerme a pesar de ser un estúpido que no es capaz de leer?

Dumbledore le miró fijamente – Jamás he pensado que usted sea estúpido, señor Lupin.

Madame Pomfrey habló sobre dislexia. Algo que hacía que Remus viera las letras de otra forma.
Bien, pensó, mi cerebro esta tan defectuoso como mi cuerpo. Pero al menos la dislexia tenía
soluciones mágicas. Después de unos meses de investigación, Madame Pomfrey dio con unos
lentes que permitían a Remus leer correctamente. Remus creía que se veía ridículo. Pero lo
agradeció de todas formas. Y solo usaba sus anteojos de lectura cuando estaba escondido en la
biblioteca o en la seguridad de su cuarto. Odiaba con toda su alma cómo se veía con lentes, a pesar
de que Reggie decía que le daba un aura de intelectual. Para el final del primer año, Remus había
entregado cada uno de sus deberes, y había logrado destronar a Sirius Black como el mejor alumno
de encantamientos.

Pero fue la llegada de Regulus lo que hizo que todo fuera mucho mejor. Regulus entró al año
siguiente. Remus escuchó la discusión en el tren entre los hermanos Black.

—¡No puedes creer en verdad que Slytherin está bien! – gritó Sirius realmente alterado.

—¡Eres un imbécil egoísta, Sirius! — gritó Regulus a su vez con el rostro muy rojo.

Y fue suerte o destino lo que hizo que ambos compartieran asiento en el viaje de vuelta a
Hogwarts.

—Cree que está bien solo porque él no fue seleccionado para Slytherin. ¡Y me grita como si
tuviera elección al respecto!

Remus guardó silencio. No había mucho que tuviera que decir al respecto, Regulus necesitaba a
alguien que le escuchara, que de verdad le escuchara.
—Ni siquiera le importa que me asusta – confesó Regulus – sé con certeza que tengo que estar en
Slytherin. Pero me asusta lo que encuentre ahí.

Un hombre lobo y un montón de maniáticos por la sangre y posibles homicidas. Remus sonrió.
Que mala suerte para un niño de once años.

—Eres un Black – se sorprendió diciendo – puedes hacer lo que quieras con ellos y te agradecerían.

—Ser un Black es un deber. Todos quieren algo de mí. Y lo exigen.

—Pero te da el control. Los he escuchado hablando de ti como si fueras un maldito príncipe.


Tienes el poder. Todos van a querer acercarte a ti, aunque sea para que le des una sola mirada.
Aceptaran toda la mierda que le des, porque te eligieron su príncipe.

Regulus no lo entendía. Todo ese poder para un simple niño que esperaba volver a encontrar a su
hermano y que se encontró con todo un colegio conteniendo la respiración en su presencia.

Regulus pidió compartir la habitación de Remus Lupin. Y por supuesto, se lo concedieron.

Así fue como dimensionó la influencia de su apellido en ese colegio, y aún más habiendo sido
seleccionado para Slytherin. Y fue como ambos terminaron como compañeros de cuarto. El joven
heredero Black y un hombre lobo empobrecido.

A pesar de todos sus desagradables recuerdos, a Remus le gustaba volver a Hogwarts. Nada como
todo un verano con jóvenes delincuentes huérfanos en una infernal casona negligente como para
desear volver al castillo mágico. Pero no descubrió ese sentimiento de encontrar su lugar hasta
tercer año. Cuando volvió a encontrar a Regulus en la Estación de King´s Cross. Pero no había
sensación como volver a entrar en su habitación, ver las luces de las criaturas marinas a través del
ventanal y sentir la calidez de las llamas de la chimenea. La cama de Regulus estaba al otro
extremo y a su alrededor había demasiados estantes con libros. Remus bromeaba con que
terminarían hundiéndose por el peso de todos los libros de Regulus que era una colección
impresionante, maldiciones oscuras de las que jamás había escuchado hablar, magia sumeria,
enfermedades egipcias, creencias religiosas, e incluso novelas de ficción muggle.

—¿Reggie? – gritó Remus mientras seguía ojeando los libros.

⸺¿Sí? – respondió Regulus saliendo del baño con vapor alrededor. Remus seguiría insistiendo en
que las duchas calientes de Reggie eran una especie de autotortura impuesta. Pero Regulus no
mostraba signos de cambiarlo.

⸺¿Por qué tienes libros de Oscar Wilde?

⸺Ah, eso – Regulus estaba tratando de secar su cabello con la toalla – Kreacher vio algunos libros
debajo de la cama de Sirius.

⸺En serio, es el lugar más patético para esconder tus cosas.

Reggie sonrió al sentarse en su cama — Pero bueno, le pedí a Kreacher que no los destruyera y le
ordené no decirle nada al respecto a mamá.

—Eso no explica por qué tienes los libros.

El chico lo miró con desesperación mientras un tenue rubor se iba incrementando en su rostro —
Después recordé en la librería y bueno, no es como si… ya sabes, no intento buscar a Sirius en un
tonto libro, pero pensé que… ya sabes, que podría al menos echar un vistazo a las ridículas cosas
que lee.

Remus siguió mirando el libro en su mano. El retrato de Dorian Gray. ¿Por qué un joven heredero
sangre pura leería esto? ¿Por qué Sirius Black estaría siquiera interesado en eso?

Ambos guardaron silencio un largo momento. No era necesario decir nada más. Desde que había
conocido a Regulus, sabía que el tema de Sirius era algo delicado. Regulus había pasado diez años
de su vida junto a Sirius, antes de que su hermano mayor entrara a Hogwarts. Y desde entonces,
Remus había notado que, a pesar de las protestas contra su ridículo hermano, y de las quejas, y de
los castigos que recaían en Regulus, él seguiría aferrándose a Sirius de maneras extrañas. Con sus
libros favoritos, con la música que escuchaba, con las bromas que le hacían, lo buscaba
inconscientemente con la mirada cada vez que entraban al gran comedor. Remus no tenía
hermanos, quizás nunca entendería del todo la relación entre los hermanos Black. Pero no se
burlaría de Reggie por eso. Y tampoco pensaría que Regulus hacía intentos inútiles de acercarse a
Sirius. Era un niño que no sabía cómo hablar con el cretino de su hermano.

Lo que en verdad Remus jamás entendería, era cómo Sirius Black había simplemente decidido
apartar de forma tan despiadada a Regulus. Para Remus, Regulus Black era el mejor amigo que
había encontrado en su vida.

Jamás lo juzgó a pesar de todas sus diferencias. No tenían nada en común más allá que la casa a la
que fueron seleccionados. Y, sin embargo, Regulus era la persona en la que más confiaba en toda
su vida. Sabía que Regulus podría ver la peor parte de él y aun así seguir a su lado lealmente.

Además, guardaría un secreto como nadie más.

—Soy un hombre lobo.

—Fui el que envió a mi papá a San Mungos.

—Tengo dislexia.

Tal vez debería haberle dicho primero que tenía dislexia. Pero alguna parte trastornada de su mente
pensó que Regulus dejaría de ser su amigo si no podía leer correctamente. Eso evidenciaba que
Remus Lupin no pensaba bien todo el tiempo.

—A veces eres un maldito imbécil — le había dicho Regulus esa vez — ¿no crees que podría
haberte ayudado, tonto perro grande?

Y, de hecho, sí que le había ayudado. De alguna forma, Regulus modificó hechizos hasta encontrar
uno que lograra que Remus pudiera leer fluidamente.

—¿Por qué llegarías tan lejos para ayudarme?

—Porque eres mi mejor amigo. Y porque quiero que patees el trasero de mi hermano en todos los
exámenes finales.

Este año también tenía un secreto para Regulus. Pero a diferencia de las otras veces, Remus no
sentía ese terror de que Regulus decidiera que no valía su tiempo y apartarlo de su vista.

—Creo que podría ser gay.

Regulus lo miró sorprendido – Está bien.


—Y me acosté con un muggle este verano.

Regulus puso los ojos en blanco – Que zorra eres, eh.

Remus se rio – No, creo que ese eres tú.

Ambos rieron.

—Yo tenía que estar estudiando y jugando ajedrez con Kreacher todo el verano mientras te
sacudías por ahí, maldito chucho — Regulus le arrojó una almohada.

Y Remus se sintió en casa. Quizás esa calidez y ligereza en el corazón era la felicidad.
Pseudonovios

6 de septiembre, 1975

Remus pensaba que su primera semana tendría tiempo de leer, escapar por los pasadizos de
Hogwarts que iba descubriendo desde su primer año, o simplemente pasear por el lago con Evans.
Pero nada de eso fue posible porque el año de los TIMOS era insoportable. Reggie ni siquiera tenía
tiempo suficiente para estudiar junto a Remus porque tan pronto como llegó su escoba nueva, fue a
entrenar junto al equipo de quidditch de Slytherin.

—Estoy seguro de que despertar a esta hora quebranta el toque de queda —gruñó Remus, no
siendo para nada alguien madrugador. Pero Regulus había pasado a convertirse en el nuevo
buscador del equipo de Slytherin tras la graduación de su prima Narcissa, por lo que, nada
detendría a Black para conseguir la victoria de este año. Remus se preguntaba hasta que grado
diferenciaba su amigo la presión de las expectativas de su familia por ganar la copa o sus propios
deseos de vencer a su hermano en el partido de Gryffindor contra Slytherin.

—Ya sabes que me encanta quebrantar las reglas — respondió Reggie de buen humor abriendo las
cortinas de la cama de Remus para apoyarse en uno de los postes — Aún más cuando puedo usar
las fallas del sistema.

Remus pensó que sería una buena idea aprovechar a Regulus Black para despertarlo y practicar
controlar su magia cuando estaba de mal humor. Odiaba las mañanas con todo su corazón casi
tanto como quizás odiaba a Sirius Black. Pero pensó que sería una gran oportunidad. Su magia
siempre estaba en descontrol cerca de la luna llena. Quizás era el lobo, quizás era porque Remus
quería hacer el mundo arder al sentir el dominio del monstruo en él. Realmente no importaba
mucho la razón, Remus sabía que no podía permitirse que la bestia tuviera tanto poder sobre su
vida.

—Podrías estudiar en las gradas — propuso Regulus.

—Si, claro — se quejó Remus — Tienes a Barty Crouch para ser tu ardiente fanático. Yo me
encerrare en la biblioteca y no saldré hasta que haya pasado los malditos timos.

Regulus suspiró profundamente — Jamás debí darte el hechizo para leer.

Se fue riendo cuando Remus le arrojó su libro de herbología.

Sin embargo, cuando llegó el sábado Remus estaba dispuesto a quemar sus libros con el
encantamiento incendio y resignarse a ser un don nadie en la vida. Estaba tan estresado que ni
siquiera los lentes para leer le ayudaban a distinguir una palabra de otra. Así que, decidió hacerle
caso a la voz de la razón:

—Tengamos una cita en Hogsmeade — le pidió Lily.

Y la encontró fuera del castillo, con un chal de lana amarilla que hacía brillar su cabello rojizo.

—¡Remus! — gritó Lily extendiendo los brazos.

—Evans, si quieres mantener esta relación en secreto vas a tener que dejar de gritar mi nombre
cada vez que nos reunimos — bromeó Remus.
—Que provocador se escucha eso.

Remus se rio. Como adoraba a Evans.

La amistad de Remus y Lily era un suceso extraño. Técnicamente, no deberían haber tenido
razones para querer ser amigos el uno del otro. Pero comenzó porque hacían sus deberes juntos,
Slughorn los emparejó en pociones porque no permitiría que un Slytherin fuera un fracaso en su
asignatura y porque Lily Evans era brillante.

Cuando se sentaron juntos se miraron con desconfianza.

—¿Vas a maldecirme por ser nacida de muggles?

—¿Vas a llamarme serpiente por vestir de verde?

Ambos se sonrieron esa vez.

Y a pesar de sus diferencias se convirtieron en buenos amigos. Lily era la normalidad que Remus
necesitaba recordar. Era una persona buena, amable, sensible y que trataba de ver lo mejor en los
demás, quizás un poco demasiado ingenua, pero era esa clase de persona luminosa que te hacía
creer que si ella te quería entonces no podías ser el horrible monstruo que veías en tus pesadillas.
Remus no entendía que ganaba Lily con su amistad, pero apreciaba locamente el hecho de que lo
eligiera.

Ese sentimiento provocó que la gran pelea que tuvieron la primavera pasada se convirtiera en uno
de los momentos en que Remus Lupin se ha odiado más en la vida. Por permitir que Lily guardara
tantas cosas de él que la hacían sentir mal respecto a su amistad.

—Estoy harta de que tus amigos me hagan sentir como una puta basura asquerosa cada vez que me
gritan sangre sucia.

Lily le miró con impotencia y rabia. Remus no sabía qué hacer con su propia frustración.

—No son mis amigos — respondió — Los maldigo cada vez que escucho algo sobre ti.

—Sabes que eso no es suficiente… tú, Remus…

—Evans, eres la única amiga que tengo aparte de Reggie. No puedo… no quiero perderte.

Lily era lo único en su vida que le hacía pensar que no era por completo una persona horrible. Si
ella lo dejaba, significaba que Remus solo era todo lo que su padre le había repetido durante tantos
años. Un maldito monstruo horripilante. Era cierto, pero necesitaba saber que no era toda la
verdad. Necesitaba que Lily Evans fuera parte de su vida, para sentir que merecía algo mejor que
lo que la vida le depara a una criatura oscura.

Remus sentía que iba a llorar. Y Lily le abrazó con tanto cariño.

Estaban ambos ahí, a la orilla del lago negro. El viento sonaba bruscamente a su alrededor a pesar
del buen clima. Y después de lo que pareció una eternidad, una voz dijo algo.

—¿Y si saliéramos?

Aun no se ponían de acuerdo sobre quién propuso la idea. Pero ambos discutieron bastante los
pros y los contras mientras estaban recostados en la hierba mirando el cielo.

—No quiero que me salves — se quejó Lily — ¿El increíble honor de que uno de ellos me
encuentre aceptable hace que los demás se mantengan a raya? Suena malditamente misógino. Soy
de tu propiedad entonces dejaran de meterse conmigo.

Remus se rio —. Son todos unos posibles homicidas y te preocupa que sean misóginos, Evans.

Lily se incorporó para mirarle – No nos van a creer.

—Claro que sí, nos llevamos fenomenal.

—¿Eso haría que dejes de meterte en problemas por mi culpa?

—Jamás ha sido tu culpa, Lily — susurró — Es de ellos.

Años escuchando atrocidades contra personas como Lily, como él, como las personas que
caminaban tranquilamente por la calle pensando que la magia era cosa de libros de fantasía y
espectáculos de montajes. A Remus le enfurecía todo eso. ¿La sangre importaba tanto? ¿No tenían
todos el derecho de vivir?

Lily cogió su mano y entrelazó sus dedos — ¿Seguiremos siendo amigos?

El primer beso de Remus fue con Lily Evans cuando tenían trece años. Aunque no funcionó lo
suyo, ambos tenían muy clara una cosa: deseaban mantener su amistad a pesar de todo.

—Eres mi mejor amiga — Nada se había sentido tan correcto como esas palabras.

—¿Sabes que James se pondrá furioso al vernos juntos?

Remus sonrió maliciosamente – Seguro que Black también. No soporta verme con su hermano
menor, imagina me llevo al amor platónico de toda la vida de su alma gemela.

Lily sonrió – Sería algo malévolo de nuestra parte, señor Lupin.

—Tal vez no deberíamos hacerlo, señorita Evans.

Así que, por supuesto ambos decidieron hacerlo.

Y Reggie apareció esa noche en la sala común con el ceño fruncido — ¿Sales con Evans?

—Ninguna palabra, Reggie — advirtió Remus — No quiero maldecir a otra persona esta noche,
pero podría lanzarte un puñetazo.

Remus maldecía a todo aquel que se dirigía a ella como sangre sucia, sin excepciones. Lily era
mejor lanzando esas maldiciones, pero Remus sentía que enloquecería si volvía a escuchar a otra
persona llamándola de esa manera, como si valiera menos, cuando era una de las personas más
maravillosas que había conocido. Cuando le contó a Lily que era un hombre lobo, Lily lloró en su
hombro desconsolada, por todo el odio y dificultades que había vivido Remus como criatura
oscura. Remus la adoraba, en ningún momento sintió miedo por él y no era lástima por él, sino que
realmente lloraba por no estar ahí para apoyarlo.

—¿Por qué no me temes?

—Porque eres tú, Lupin — sonrió tristemente.

Las personas no deberían ser crueles con una chica que era capaz de sonreír con tanta tristeza por
su amigo.
Remus nunca logró comprender la supremacía de sangre, incluso tras largas noches de charla con
Reggie que intentaba convencerle sobre todas las cosas que había crecido escuchando.
Simplemente no tenían ninguna base que pudiera probar nada de las malditas cosas que decían las
familias antiguas para ostentar sus linajes. Después de un tiempo, no era Remus el que se
cuestionaba sus creencias, sino Regulus.

—Si la supremacía de sangre tuviera alguna razón, entonces ¿cómo explicas que Evans y yo somos
los mejores de la clase? Ninguno es sangre pura, te lo puedo garantizar. Y ese tal Snape no tiene
apellido de mago, es un mestizo a igual que yo, pero se pavonea por todo Hogwarts como si fuera
un maldito sangre pura.

—Es un caso aparte. Tienes que admitir que Potter y mi ridículo hermano también son magos
brillantes y sin esforzarse lo que demuestra que son…

—Son estúpidos. Además, tienes que darte cuenta de que los sangre pura realmente es una forma
de decir: toda mi familia se ha casado con sus primos.

Regulus escupió su té – Remus.

Remus se rio. Le encantaba poder alterar al joven amo Black.

—¿Ese es todo tu argumento?

—Es el único que necesito.

Remus entrelazó sus dedos con los de Evans mientras caminaban hacía Hogsmeade.

Lily le sonrió – Cada vez te veo menos.

Cada vez las lunas llenas eran más insoportables. Remus había logrado explotar cosas solo con su
mal humor, como la ventana de la sala común. Aunque la inundación fue graciosa, no podía evitar
reaccionar al estrés.

Quizás debería haberse alejado de Lily Evans cuando descubrió la verdad hace un año. Pero no
pudo. Era egoísta, la necesitaba demasiado.

—Bueno, la señorita prefecta tampoco tiene tiempo para rondar por ahí con un vago como yo.

Mientras caminaban varias personas les dedicaban miradas de desprecio, pero Lily las ignoró. Al
menos, ya no se atrevían a decir nada al respecto sobre ellos en su presencia.

—¿Qué tal va todo con tu eterno pretendiente? — preguntó Remus al ver pasar a lo lejos al ruidoso
grupo de Potter, Black y Pettigrew corriendo y gritando.

Ella lo consideró unos segundos antes de responder — Emm, es diplomático. Ya sabes que ambos
somos prefectos. Pero ¿sabes? Se siente bien poder despertar y no tener que volver a rechazar una
propuesta mega ruidosa. O tenerlo sentado a mi lado cada mañana dándome todas las razones por
las que seríamos una pareja fenomenal.

—¿Le diste amortentia?

Lily rio — No, solo es dramático.

Remus lo había visto durante esos años. Comenzó desde tercer año, cada cierto tiempo aparecería
una nueva propuesta. Un conejo saliendo de la copa de Lily, una pluma convertida en globos, una
lluvia de rosas por el pasillo a clases, las continuas tarjetas cantantes. Cada vez que Lily recibía una
su cara se volvía tan roja como su cabello y James Potter terminaría embrujado los siguientes tres
días. Al principio Remus creía que solo se trataba de otra de sus bromas como parte de los
merodeadores. Había escuchado a Lily quejarse al respecto continuamente. Pero con el tiempo,
Remus era capaz de fijarse mejor en las expresiones de las personas. James Potter estaba
completamente enamorado de Lily Evans. Y su problema era que no sabía qué hacer con todos
esos sentimientos. No era que le importara. No tenía oportunidades con ella.

—¿Y Snivellus?

Lily suspiró — Bueno, no ha querido hablar conmigo en todo el verano porque le he traicionado a
no decirle primero que iba a salir contigo.

—No me parece una pérdida — respondió con sinceridad. Snivellus era otra clase de loco obsesivo
tras Evans. Si bien no embrujaría todo Hogwarts para salir con ella, hechizaría a todo aquel que
tuviera contacto con ella. Le había enviado maldiciones bastante molestas desde que comenzaron
su amistad y solo el estatus junto a Regulus Black logró que Remus se convirtiera en un intocable
para él. Un mestizo sin apellido mágico no podía permitirse ser enemigo del heredero de una de
las familias mágicas más antiguas de Inglaterra.

—Que malo eres, Lupin — se quejó Lily sacando la lengua —. Sabes, siempre he creído que
Severus es… demasiado sobreprotector conmigo por ser su amiga de la infancia. Pero me está
molestando que sea tan idiota.

Remus la miró — Ya era hora.

Lily lo empujó suavemente y Remus la envolvió en un abrazo —. Cállate e invítame una buena
cerveza de mantequilla como un novio decente lo haría.

—Pero Lily, no es lo que haría un pseudonovio — se quejó el chico.

Lily sonrió — Por eso debes ser mejor, señor Lupin.

Pasaron todo el día en Hogsmeade. Fueron a las Tres escobas, vieron plumas nuevas, porque
Remus había destruido las suyas en un descontrol de estrés mágico. Lily quería conseguir un libro
nuevo para estudiar temas extras, porque sentía que sus deberes de prefectas la retrasaban en
comparación a Remus.

—¿Por qué no fuiste prefecto, Remus? Podríamos haber estudiado en los patrullajes.

—Porque así puedo superarte en los TIMOS.

Lily suspiró dramáticamente — Ahora tendré que conformarme con tratar de hacer que James me
ayude a estudiar.

—Buena suerte con eso.

El tema de ser nombrado prefecto se mencionó en Slytherin, sin embargo, Remus fue a la oficina
de Dumbledore a rechazar el puesto antes de que se le fuera asignado.
—No quiero ser prefecto.

Dumbledore lo miró un momento —¿Podría preguntar por qué?

—Porque sería demasiado notorio que me favorece, señor. E imaginó que no está en sus planes que
realmente alguien más se fije en que soy valioso para usted.

—Que gran análisis ha realizado, señor Lupin. Tomaré en cuenta sus… consideraciones.

Severus Snivellus Snape fue nombrado prefecto. Remus estaba bien con eso.

Remus escoltó a Lily devuelta a la torre Gryffindor. Solo había entrado una vez a la Sala Común de
Gryffindor cuando le hizo una broma a los merodeadores al desaparecer todas sus cosas y enviarlas
a la lechucería. Podría haberlo realizado con un encantamiento invocador, pero estaba molesto y
quería un resultado rápido. Lily jamás confesaría que ella le había dado la contraseña.

Al llegar a la pintura de la dama gorda, vieron a Sirius Black y Mary MacDonald besándose
apasionadamente contra la pared. Eran asquerosamente grotescos al besarse. Las manos de Mary
enredadas en el largo cabello de Black. Las de Sirius ocultas bajo la falda de MacDonald.

Remus y Lily tenían una regla de no besarse.

—Es porque te enamorarías perdidamente de mí – le dijo Remus.

Lily fingió tristeza – Es verdad, eres irresistible, Lupin.

Ambos se lanzaron una mirada, sin saber si acercarse al espectáculo. Pero pronto seria la hora del
toque de queda, así que no tenían muchas opciones.

—¡Levicorpus! — hechizó Lily a Black.

—¡Lily! — gritó Mary indignada.

—¡EVANS!

—Lo siento, pero no soy fan de ver tu lengua en la garganta de mi amiga, Black — Lily se encogió
de hombros mientras Mary desencantaba a Sirius.

En el momento que estuvo en el suelo de nuevo levanto la mirada para ordenar su cabello y sus
ojos se encontraron con la mirada divertida de Remus. Siempre sería un buen momento para ver a
Sirius Black humillado. Los ojos de Sirius brillaron con odio.

—¿Qué hace la serpiente aquí?

Lily puso los ojos en blanco — Por favor, Sirius no seas un idiota.

Pero por supuesto era un idiota —Esto es traición.

—Vamos, Sirius — intentó Mary.

—¿Alguna vez eres consciente de lo ridículo que te escuchas, Black? Siempre chillando
serpiente… eres tan desagradable — La varita de Remus estaba preparada. La mano de Lily se
cerró alrededor de su brazo, como si intentara mantenerlo fuera de esto de alguna manera. Remus
la miró. Por favor, decía su mirada, no lo alientes. Los hombros de Remus bajaron, pero Sirius
interpretó toda la situación a su modo, que generalmente, era errónea.
—Eres una traidora de casa, Evans — escupió mirándolos con rencor — Traer una serpiente a
nuestro territorio y coquetear con él descaradamente.

—¡Es un chico, Sirius! ¡Y es su novio! — se quejó Mary mirando a Remus — En verdad siento
que sea un idiota.

—Por dios, eres insufrible, Black — se quejó Lily — Vamos, vuelve a entrar en la sala común y
mañana olvidaré que estás comportándote como un verdadero imbécil.

Pero Sirius miró hacía Remus —Hay un honor en la lealtad, Evans. Y lo rompiste al traerlo aquí.

Algo dentro de Remus se encendía cada vez que Sirius lo miraba con tanta intensidad, no sabría
explicar exactamente qué era, si deseos de ahorcarlo o algo más, lo único que entendía de eso era
que deseaba seguir empujando a Sirius, seguir enloqueciéndolo y vaya, era tan fácil encontrar
modos de hacerlo —Por Merlín, Black, cualquiera pensaría que estás celoso.

Sirius enrojeció —¿De quién? ¿De Lily?

Mary enarcó una ceja — ¿De Remus?

—¿Cuál es tu maldito problema? — preguntó otra voz, que jamás, Remus pensó que podría llegar a
sonar razonable.

Sirius dejó de estar tan a la defensiva y sonrió —¡Prongs! ¡Alguien con sentido común!

James Potter se detuvo entre ambos bandos, con una mano en el hombro de Sirius, quizás para
tranquilizarlo, quizás para contenerlo, pero mirando atentamente a Remus. Reconociendo
instintivamente a quien no debía apartar la mirada, al monstruo que jugaba con ellos.

—Lupin – saludó cordialmente.

Remus le sorprendió, pero asintió hacia él – Potter.

—Lo siento, amigo, pero pronto será el toque de queda, así que… — señaló el pasillo para
regresar. Una manera más cortés de decirle que se largara.

—Oh sí, solo acompañaba a Lily.

La pelirroja seguía molesta, pero le dio un beso en la mejilla a Remus y susurró —Adiós, mi rayo
de luna.

Remus no pudo evitar sonreír —Adiós, Lilyflower.

James Potter los miró con tristeza, pero a Remus realmente le sorprendió que aun estuviera
manteniendo la calma.

Lily entró primero junto a Mary.

—¿Jamie? — preguntó Sirius horrorizado con la mano en el corazón de forma dramática — ¿No
vas a usar tu poder de prefecto para devolver el honor a Gryffindor?

Pero James Potter no le hizo caso. Seguía concentrado en Remus.

—Ustedes... Los Slytherin dejaron en paz a Lily desde que están saliendo.

Lo había notado. No debería haberle sorprendido.


—Yo… — titubeo Potter — si le haces daño realmente buscaré la manera de destruirte, Lupin.
Pero gracias, por protegerla.

—¡Prongs! — se quejó Sirius.

—¿La quieres? — preguntó James.

Remus asintió.

Y Potter también – Bien.

—¡Oye, Prongs! — gritó Sirius una vez que James lo empujo hacía el retrato y desaparecieron
dentro de la sala común.

Remus dio la vuelta. Sintiéndose cansado. Otro año y volvía a enfrentarse a los merodeadores. Pero
tal parecía que James Potter intentaba jugar de otro modo. ¿Por fin se había dado cuenta que Lily
no buscaba a alguien que luchara por ella? ¿Qué no quería a alguien que gritara su amor y moviera
montañas? ¿Se había rendido finalmente?

Lo dudaba.

Remus realizó el hechizo de invisibilidad, deseando ocultarse de todo el mundo.


Poder

20 de octubre, 1975

El dolor era abrumador. Por largos momentos tormentosos, Remus solo podía sentir cada
fragmento de su cuerpo romperse y volver a su forma humana. Era lento, era grotesco, y Remus no
podía dejar de gritar porque era como ser destruido y apuñalado una y otra vez hasta que los
huesos volvían a encajar en su forma natural. Hasta que su cerebro podía concebir una idea que no
fuera lo mucho que dolía cada parte de su ser.

Respiró con dificultad.

—Hola, Moony.

Remus se preguntaba cuándo Regulus iba a dejar el estúpido nombre del tren. Pero como él se
negaba a dejar de llamarlo Reggie veía pocas posibilidades.

Regulus le cubrió con una capa gruesa y lo ayudo a incorporarse con dificultad — ¿Qué tan
destrozado te encuentras?

La respuesta de Remus fue un gruñido antes de apoyar su cabeza en el hombro de Reggie con un
quejido — Me siento como una maldita bludger después de cincuenta partidos.

—Entonces es una buena noche — se burló Regulus —Incluso me dejaste una presa para jugar.

El gran aclamado señorito Regulus Black, de una de las familias más antiguas, nobles y
prestigiosas en la comunidad mágica, se convirtió en un animago ilegal desde hace un año, cazando
con un hombre lobo cada luna llena en Hogwarts.

Remus estaba impresionado la primera vez que lo vio convertirse.

Reggie sonreía con orgullo y emoción, una expresión algo infantil que pocas veces mostraba, con
sus ojos brillando de diversión — Mis grandes estudios por fin dieron resultados.

—Siempre supe que serías una zorra, Black.

—Que gracioso, Lupin — se quejó, pero volvió a sonreír — Podré correr contigo. Ya no estarás
solo en esa vieja y horrible choza.

Remus jamás encontraría palabras para describir la emoción que lo embargó por el cariño de su
amigo. Desde que Remus le contó sobre las noches de luna llena, Regulus había buscado una
manera en que fueran más soportables para Remus. No la habían encontrado. O eso le hizo creer
su amigo. Regulus pasó dos años preparándose para el cambio una vez que descubrió que los
hombres lobos no atacaban animales.

—No a menos que estés en una cacería. Pero eso suele ocurrir en manadas y es algo más por
deporte que por querer matarlos de forma indiscriminada.

—¿Si te hubieras convertido en conejo entonces habría destrozado tu garganta por deporte?

Reggie frunció el ceño — Já. No lo pensé así.


Remus lo adoraba. Pero ciertamente veía el parecido Black de Regulus con sus familiares cuando
tomaba decisiones imprudentes como esta. Un instinto casi suicida de querer saltar al peligro y
amar la caída. A parte de los peligros que implicaba la transformación y no saber con exactitud
qué animal sería su forma, también se encontraba todo el asunto de lo ilegal que era transformarse
en un animago. Sin embargo, Remus dudaba que el heredero Black terminara en Azkaban. Según
lo que había escuchado sobre la familia de Regulus bien podrían haber sido condenados a unos
trecientos años en Azkaban únicamente por sus posesiones de magia oscura. Pero nada era tan útil
como el poder que movía la familia en el ministerio.

—El poder de los Black no solo se remonta a su nombre. Mi familia podría matar muggles y nadie
haría nada al respecto — le contó Regulus esa noche después de su primera transformación como
animago — Desde que nace alguien dentro de la familia se le inculca saber controlar ese poder,
mantenerlo y hacerlo más fuerte. La manipulación que tienen en el ministerio está demasiado
arraigada para que alguien pueda siquiera objetar. Todos sus miembros fueron Slytherin por una
razón.

Todos menos Sirius, pensó Remus a su lado. Sirius Orion Black fue la gran deshonra al apellido
cuando fue seleccionado en Gryffindor. Le tomó mucho tiempo a Remus darse cuenta de que Sirius
no era un Slytherin porque desdeñaba todo el poder de su familia. Remus lo despreció más por eso.
Solo una persona que había crecido siendo un príncipe podía desdeñar todo ese poder como si no lo
necesitara para sobrevivir. Mientras que Remus se había aferrado al valor que Dumbledore veía en
él. De otra manera, ni siquiera podría haber conocido a alguien como los Black.

—¿Podrás ir a clases? —le preguntó Reggie con cuidado una vez que termino de recitar los
hechizos de curación que había aprendido con Narcissa.

Remus estaba seguro de que tenía una expresión asesina.

Black sonrió —Eres un maldito masoquista, Lupin.

Transformaciones solía ser una de las asignaturas favoritas de Remus, no le gustaba tanto como
Encantamientos o Defensa contra las artes oscuras, pero McGonagall siempre había sido bastante
objetiva a pesar de ser la jefa de casa de los Gryffindor y eso estaba bastante bien cuando la
mayoría de las personas solo esperaban lo peor de los Slytherin.

El único defecto que Remus Lupin podría decir de la profesora McGonagall era que tenía una
debilidad especial por Black y Potter.

—Estás radiante el día de hoy, Minnie. ¿Es un nuevo peinado? —coqueteó Black al entrar al salón
de Transformaciones. Ostentoso con unas gafas de sol negras y una chaqueta de cuero en vez de su
capa.

Potter iba detrás, con su cabello despeinado y sonrisa de chico dorado mientras jugaba con una
snitch— Minnie, el amor de mi vida y luz de mis ojos.

La profesora McGonagall chasqueó la lengua en desaprobación. Pero había algo en ella, una
mirada divertida, que denotaba que toda la situación le entretenía — Tomen asiento, caballeros. Y
le agradecería, señor Black, que utilizara su uniforme correctamente en mi clase.

—¿Pero me veo bien? — preguntó con una sonrisa y guiñando el ojo.

McGonagall no se inmutó — O podría transfigurar su chaqueta en una adecuada capa, señor Black.
—Que imbéciles —se quejó Nott junto a Remus.

El chico no estaba de humor. Aun cuando Regulus hacía un gran trabajo con los hechizos de
curación, mejor que lo que Remus había aprendido a realizar, el dolor de la transformación estaba
ahí, mitigado, pero presente en un dolor de cabeza, cansancio y sentir que sus huesos dolían.
Remus pensó que podría haber incendiado el cabello de Black para mejorar su humor.

—Son tal para cual — Lily hizo una mueca de fastidio a su lado.

El aroma a lavanda del cabello de Lily le hacía sentir un poco más calmado, quizás era uno de sus
instintos de lobo que persistía tras el cambio, pero la presencia de Lily, su aroma familiar y el
sonido de su voz aligeraban el mal humor de Remus y le hacían sentir un poco más humano.

—¿Extrañas el coqueteo? —susurró Remus en su oído bromeando.

—Oh, claro que sí, ¿cómo pude ser tan estúpida de dejarlo ir? — bromeó Lily con una suave risa.

Potter y Black los miraron al pasar junto a sus asientos. Potter con esa mirada torturada del fin de
semana de Hogsmeade. Y Black con su habitual desprecio, esa mirada que hacía a Remus desear
romperlo, romper tanto a Sirius Black que tuviera que rogarle mientras sollozaba su nombre. Ese
pensamiento aceleraba cada vez más el corazón de Remus, casi como una ensoñación. Quería ver a
Sirius sufrir, hacerlo gritar y llorar, tener sus manos acorraladas y sentir su sangre en su boca…

Peter Pettigrew les hizo una seña en los asientos de atrás del salón sacando a Remus de sus ideas
perversas. Remus siempre se había preguntado qué utilidad les proporcionaba exactamente Peter
Pettigrew. Era demasiado pequeño, demasiado cobarde y demasiado mediocre con la magia. Pero
seguía siendo un merodeador y siguiendo a Potter y a Black por todo Hogwarts siendo casi su
esbirro.

—He estado leyendo sus reportes sobre la tarea que les asigne la semana pasada — McGonagall
miró a cada uno de sus estudiantes — y debo decir que estoy bastante impresionada de algunos
trabajos, por lo cual… Diez puntos para el señor Potter — anunció al invocar los trabajos en las
mesas de sus estudiantes — Diez puntos para la señorita Evans y diez puntos para el señor Lupin.

—Tiene favoritismo por Gryffindor — criticó Nott en voz alta.

Bianca Zabini le dio un codazo para que cerrara la boca.

—Como saben, los años de los TIMOS es un hito importante en su formación académica —
mencionó McGonagall — Por lo cual ya deben tener en claro cuáles son sus planes a futuro. ¿Qué
quieren hacer una vez que se gradúen en Hogwarts? ¿Cuáles son sus sueños y metas? ¿Qué esperan
lograr en el mundo mágico?

—¿Qué piensas estudiar, Remus? —Le preguntó Lily.

Remus investigó sus posibilidades en el campo laboral como un hombre lobo. Prácticamente estaba
destinado a la explotación laboral y convertirse en un marginado social. Tan pronto como
cumpliera la mayoría de edad tendría que ser registrado en el ministerio como una criatura oscura
de nivel peligroso, lo que estaría inscrito en cada solicitud de trabajo a la que postularía. Se les
prohibía a las criaturas oscuras postular a cargos públicos. Sin contar con que no se le darían días
libres por la luna llena ni posterior a ellos. Y se le exigiría el encerrarse en una jaula de plata
durante cada luna llena por el resto de su vida.

No tenía grandes opciones y aun así se esperaba que no fuera una escoria en el mundo mágico.
Cuando Remus se enteró quemó el libro en una explosión. Y desde entonces no había sido fácil
decidirse por un trabajo de mierda o por morir cazado por grupos de odio. Tampoco quería pensar
en sus opciones en el mundo muggle.

Pero desde el principio, Remus no había esperado demasiado de su vida.

Su padre le repitió una y otra vez que era una desgracia. Para cuando Remus tuvo la edad para
estudiar en Hogwarts ya estaba acostumbrado a que los adultos le gritaran y le vieran con
desprecio. Era un huérfano que apenas leía, gruñía a la gente, y que había terminado en un orfanato
a los diez años. Cualquiera lo clasificaría como un chico problemas.

—Ese chico Lupin está perturbado.

—Es una escoria.

—Nada bueno se puede esperar de ese niño.

—Es estúpido.

Y terminó siendo seleccionado en una de las casas más despreciadas por la sociedad mágica actual.
Casi parecía apropiado para él. La mayor parte del mundo mágico se sentía incomoda junto a los
Slytherin, abundaban los rumores y prejuicios contra la casa por su magia oscura. Y las personas
siempre habían pensado que había algo malo en Remus, el instinto contra el monstruo tal vez. No
era nada nuevo recibir los comentarios de odio por ser un Slytherin como los que esperaba por ser
una criatura oscura o un maldito huérfano disléxico.

—Son magos tenebrosos.

—Siempre hubo algo raro con los Lupin, ¿Lyall no terminó internado?

—Asquerosa serpiente.

Incluso esa vez en el tren.

—En Slytherin han estado todos los magos tenebrosos más conocidos — le contó Sirius Black a
los once años cuando iban por primera vez a Hogwarts. James Potter conversaba animadamente
con Peter Pettigrew sobre el equipo de quidditch de Gryffindor, y Sirius había sonreído con
arrogancia antes de comenzar a contarle las cosas más básicas a Remus.

Remus quería golpearlo. Pero a la vez, se sintió atraído por la voz relajada y elegante del joven
Black. Su cabello era demasiado largo, sus facciones demasiado delicadas, sus muñecas demasiado
delgadas. A Remus le recordaba a una de esas muñecas de porcelana que vendían en los
escaparates de las tiendas de Londres. Pensó en si sería capaz de romperlo al tocarlo. Quizás sí.

—Es una casa llena de asesinos y perturbados — se quejó Sirius — Mi familia es experta en eso.

Remus no se asustó — Si eso es cierto entonces ¿por qué sigue existiendo?

Sirius hizo una mueca — Por la tradición. Todo en el mundo mágico que es estúpido y malvado
seguramente está ligado a la tradición. Las familias antiguas queriendo controlar todo. Muchos
miembros de las familias antiguas siguen teniendo miembros de Slytherin. Son todos un montón de
imbéciles obsesionados con el poder.

Remus pensó en sí eso era realmente importante. El poder. Remus Lupin no era alguien poderoso.
Pero imaginó que a las personas poderosas no tenían padres que les golpearan borrachos o
intentaran matarlos. Las personas poderosas no terminaban en orfanatos muggles. Y seguramente,
las personas poderosas no se sentían tan fuera de lugar como Remus. Quizás por eso era tan
importante controlarlo. Remus ni siquiera tenía el poder sobre sí mismo todo el tiempo. Estaba el
lobo que aguardaba a destruirse a sí mismo cada noche de luna llena.

—Hay muchas personas obsesionadas con esas estupideces, pero nosotros no seremos así, Lupin
— sonrió Sirius — Seré el primer Black en cambiar eso. Y podremos ser amigos en Gryffindor. Ya
verás, nos vamos a divertir un montón.

Esa fue la única vez que Sirius Black le sonrió tan amigablemente.

Cuando Remus fue seleccionado pasó mucho tiempo pensando en que el sombrero se había
equivocado con él. Un huérfano mestizo sin dinero ni ambiciones seleccionado en una casa llena
de niños ricos que alardeaban de su pureza de sangre. Tenía que ser una mala broma. A penas si
hablaba con sus compañeros. Estaba solo y enfadado la mayor parte del tiempo. No se sentía como
alguien astuto ni ingenioso.

Sin embargo, Dumbledore le había comprobado que lo necesitaba para algo. Que era valioso para
una misión en el futuro. Y una vez que Remus estuvo seguro de eso y que obtuvo los lentes de
Madame Pomfrey para leer sus deberes, Remus se dedicó a jugar el papel que se esperaba de un
Slytherin. Ese rol que Dumbledore aguardaba para él podría ser su única oportunidad para lograr
ser algo más que el desecho que le esperaba como hombre lobo. Porque no iba a permitir que una
vida de mierda fuera su única opción.

—Remus — lo llamó Lily, mirándolo curiosa.

El chico forzó una sonrisa despreocupada, una que había aprendido a mantener en Slytherin — La
verdad no tengo mi vida planeada aún.

Lily suspiró con exageración — Que poco Slytherin de tu parte, Lupin.

—Si, creo que me van a sancionar por eso o algo. ¿Qué hay de ti, Evans?

—Bueno, mis padres dicen que apoyan cualquier decisión que tome. Así que, estaba pensando en
varias opciones.

Remus sonrió más sinceramente esta vez — Eso quiere decir que aún no tienes nada planeado.

Los ojos de la pelirroja brillaron con diversión —Ups. Atrapada.

Y Remus se sintió un poco mejor.


El partido de quidditch

24 de octubre, 1975

El día del partido de Gryffindor contra Slytherin, los merodeadores hicieron su gran broma. Solían
tirar bombas apestosas en los salones y hechizar alumnos por los pasillos, especialmente a
Snivellus cada vez que tenían la oportunidad. Pero aún no habían realizado una broma
completamente firmada por ellos.

Todos sabían que se trataba de ellos. Tenían su propia marca personal.

Oscurecieron todas las mazmorras.

Un hechizo tan poderoso que no permitía ni siquiera el lumos. Era como si la oscuridad se comiera
todo rastro de luz. Una broma apropiada para los magos tenebrosos.

—Esos idiotas de nuevo — se quejó Regulus tratando de encontrar su capa — ¡Maldita sea! ¡El
partido es hoy!

A Remus no le importaba la oscuridad. Sus instintos de lobo seguían agudizados la mayor parte del
tiempo. Además, la oscuridad no era la razón de sus pesadillas.

Encontró la capa y se la pasó a Regulus.

—¿Cómo piensas devolvérselo?

Remus sonrió. Era conocido que Remus Lupin no soportaba dejar ganar a los merodeadores en sus
patéticas e infantiles bromas.

Comenzó en primer año. Cuando los merodeadores maldijeron a los de primer año de Slytherin.
No podían hablar, ya que las palabras se enredaban en sus lenguas. Era un maleficio simple, pero
mezclado con un hechizo de expansión que afectó a todos los de primer año y provocó que ninguno
pudiera recitar el contrahechizo hasta que los mayores se dieron cuenta.

—Con eso aprenderán a… medir sus palabras — se había burlado Sirius Black.

Al ver su estúpida sonrisa, Remus decidió que necesitaba llevar a cabo una venganza. Algo que les
doliera. No era como que Remus no viera el sentido de la broma. Él mismo estaba harto de
escuchar a Nott, Avery y Mulciber cada noche quejándose de los nacidos de muggle con los que
compartían clases. Incluso Snape se había sumado cuando su apellido no era mágico.

—Los mestizos y los sangre sucia son de lo peor. Realmente no se les debería permitir la entrada
siquiera a Hogwarts.

—Eso es una estupidez — se quejó Remus — ¿siquiera cuántos son de verdad sangre pura?

—Los sagrados veintiocho, maldito ignorante — Avery sonreía engreído.

—Tus papás son primos — replicó Remus.

—¡Mordeo!
—¡Bombarda! — maldijo Remus incendiando la capa de Avery y haciéndolo retorcer en el piso
para apagar el fuego — Si vuelves a querer atacarme, te demostraré que tu sangre no tiene ninguna
diferencia con la de alguien más.

Slughorn jamás se entrometía demasiado en las peleas de sus estudiantes, y los demás maestros
solo aplicaban castigos si veían una pelea directa. Los mestizos como Remus y los nacidos de
muggles eran objetivos en un juego que intentaba replicar la guerra que se avecinaba. Por eso,
Remus entendía el punto de la primera broma. Balbucear estupideces era exactamente el
pasatiempo favorito de sus compañeros de cuarto.

Pero eso no quitaba que Remus estuviera molesto.

Sin poder pronunciar siquiera un contrahechizo se sentía tan inútil como antes de saber que podía
hacer magia. No podía leer correctamente, su letra era un desastre, y su único talento además de
ser útil para Dumbledore, era que al menos podía pronunciar bien los hechizos y lograr realizar
magia básica. Le habían quitado eso.

Sin hablar. Sin magia. Sin poder alguno.

Quería que se sintieran tan impotentes como él.

Encontró su oportunidad cuando los merodeadores deambulaban por el castillo después de un


castigo.

—¿Te mordiste la lengua, Lupin? — Se burló Peter Pettigrew, que siempre encontraba una dosis
altanera de confianza cuando lo respaldaban James Potter y Sirius Black.

El contraataque de Remus sucedió por su sensibilidad a la magia al molestarse.

Los infló. Literalmente sus cuerpos comenzaron a hincharse e inflarse hasta que se elevaron del
suelo en medio de gritos de pánico, sus manos demasiado hinchadas para siquiera poder sujetar sus
varitas. Pettigrew fue el primero en tomar distancia, su baja estatura por fin le daba ventaja al estar
inflado. Black y Potter lo siguieron.

—Miren las consecuencias de sus egos inflados — Remus sonrió con crueldad.

No fue técnicamente planeado, algo no muy Slytherin es cierto. Pero fue suficiente para él. Fue la
primera vez que Remus Lupin pensó que tener el poder del lobo no era algo completamente
horrible. Le dio fortaleza a su magia de maneras que apenas comenzaba a entender.

Hooch los atrapó cuando comenzaban a sobrevolar el bosque prohibido. Los petrificó y levitó de
vuelta a Hogwarts.

Y por primera vez, sus compañeros de casas lo cubrieron.

—Realmente no deberían haber estado jugando con esos hechizos, profesora, pero ya sabe cómo
son.

—¿Lupin? Por favor, estaba conmigo repasando para Herbología.

—¿En serio nos están interrogando cuando ellos quebrantaron las reglas?

Desde entonces, Remus entendió que nada unía tanto a los Slytherin como la venganza.
Al entrar al gran comedor los estragos de la broma de los merodeadores se veían en peinados
extraños, combinaciones aborrecibles de ropa y un montón de libros erróneos para las clases.
Tuvieron que cancelar la clase de pociones porque Slughorn no podía siquiera encontrar su varita
en medio de la intensa oscuridad y Flitwick se ofreció a ayudar a contrarrestar el hechizo,
fascinado por su alcance.

—Voy a matarlos —se quejó Snivellus unos asientos más alejados dando miradas de odio a la
mesa de los Gryffindor que resplandecían con sonrisas y diversión.

A Remus le sorprendía que alguien tan cobarde como Peter Pettigrew luciera tan engreído tras cada
broma de los merodeadores a la vez que seguía mirando con miedo a los maestros, mientras que
James Potter y Sirius Black actuaban como si fueran los reyes del lugar con sus estúpidas sonrisas
radiantes y todos estos aplausos de los estudiantes de otras casas.

Regulus enarcó una ceja — ¿Realmente tienen alguna idea? ¿O solo se quedarán mirándolos con
odio todo el día?

Siempre se ponía de mal humor el día de partido. Era como si Regulus buscara la oportunidad para
sacarle los ojos a alguien. Remus entendía el sentimiento demasiado bien por la influencia del
lobo, por eso sonrió — El pequeño Black quiere venganza.

Reggie le miró con irritación mientras tomaba su café.

—Tu perro es el de las ideas brillantes, Black — se burló Barty Crouch cogiendo otra hogaza de
pan — podríamos torturar a todo Gryffindor si solo das la orden, pero creo que en serio esperas a
participar en uno de los planes de Lupin.

—No sabía que también eras mi fan — sonrió Remus con crueldad — Me aseguraré de informarte
si eres útil en algo, pequeño Crouch.

—Nos vengaremos en el partido — declaró Nott mirando con odio a los Gryffindor —
Humillaremos a esos imbéciles en el campo de quidditch.

Todo el colegio mostraba una gran rivalidad. No era nada extraño. Pero para Remus no tenía
sentido. Peleaban todo el año por la copa de quidditch y la copa de las casas, pero a parte de la
satisfacción de ganarlas, no había un premio real al obtenerlas. No veía beneficios en gastar tanta
energía.

—Es sobre la competitividad, Lupin — le había dicho Reggie — de eso se trata la vida.

Sin embargo, las gradas nunca se llenaban tanto como cuando jugaba Gryffindor contra Slytherin.
A todo el mundo le gustaba ver como se destrozaban unos a otros y hacer apuestas sobre quién
ganaría el partido. Remus apostaba a Regulus, siempre lo hacía.

—¿Preparado? — le preguntó Remus mirando el campo desde las gradas, pronto llamarían a
Regulus para que bajara por el saludo entre capitanes antes de montar vuelo.

—Por supuesto — gruñó Reggie tomando firmemente su escoba, relucía con su uniforme
esmeralda y una mirada desafiante demasiado parecida a la de otro Black.

Lily subía las gradas luciendo su suéter verde y una diadema escarlata con toques dorados.
Siempre era capaz de encontrar a Remus en medio de una multitud, porque era más alto que los
demás y por esa vieja chaqueta café que Reggie detestaba con toda su alma, lo que hacía que
Remus amara usarla en cada oportunidad que tenía.

Regulus se sentía irritado alrededor de Lily desde el comienzo. Por ser nacida de muggles, por ser
Gryffindor y por ser otra de las personas favoritas de Remus Lupin. Remus había logrado que
notara que mucha mierda supremacista era ilógica e irracional, pero había cosas demasiado
arraigadas en Regulus que casi se trataba de una respuesta intuitiva. Luego estaba el hecho de que
Lily Evans era una orgullosa Gryffindor, el odio de Reggie por los leones era comparable al de su
hermano por las serpientes. Pero la razón que más le tomo tiempo entender a Remus fue que
Regulus se sentía amenazado por Lily, como si fuera a ser capaz de apartarlo de él.

—Eres mi mejor amigo, lo sabes — Remus lo empujó con el hombro — Y ella es mi pseudonovia,
no seas idiota con ella.

Regulus enarcó una ceja, indiferente —¿Por?

—No quiero tener que romperle el brazo al buscador de mi equipo el día del partido.

Regulus puso los ojos en blanco.

—¡Hola, chicos! — saludó Lily cruzando su brazo con el de Remus.

—¿Apuestas a Slytherin? — preguntó Remus apuntando al suéter.

Lily suspiró —Me encantaría, pero como prefecta tengo que apostarle a mi casa. Aun así, suerte,
Black.

—No la necesito.

—Presumido — se quejó Remus.

—¿Ibas a darme un beso de la suerte acaso, Lupin? — bromeó Regulus.

—Solo si ganas — le respondió el chico.

Lily sonrió — Por Merlín, Lupin, me hubieras dicho que estaba en una relación de tres personas.

—Ten cuidado, Evans, su amor por mí es incondicional — se burló Regulus — Lo llaman mi


perra.

Lily rio. Y Remus sintió como se relajaba, el chico esperaba que algún día, pudiera liberarse de
toda la mierda que su familia le metió. Pero Remus sabía demasiado bien cuan profundas podían
ser las heridas provocadas por los padres.

Una bonita chica rubia se acercó sonriendo misteriosamente. Iba con una preciosa capa azul que
contrastaba bien con su tono de piel. Su magia resplandecía a su alrededor, como la emoción previa
a una tormenta eléctrica. Pandora Lynch bien podría ser la Ravenclaw con más magia que Remus
había percibido.

—Suerte hoy, Regulus — saludó Pandora con voz cantarina antes de darle un abrazo.

—¡Equipos a la línea! — gritó Hooch.

Regulus sonrió al apartarse de Pandora, se veía de mejor humor ahora que había visto a Pandora
apoyándolo —Aplastaré a Gryffindor.

Mientras Regulus bajaba volando, Remus vio a Sirius Black entrar en el campo. Se veía diferente
con el uniforme escarlata de quidditch. Su cabello estaba recogido en una coleta alta. Y sus
facciones eran de alguna manera más afiladas. Pensó en que era un total desperdicio que alguien
tan hermoso fuera un idiota despreciable como Sirius Black.

A Remus nunca le había interesado realmente el quidditch. Pero quizás se debía a que su padre
estaba obsesionado con él. Remus recordaba demasiado bien los castigos de su padre cuando su
equipo favorito perdía un juego. A veces eran golpes. Remus casi lo prefería, porque cuando los
castigos incluían maleficios, entonces Remus no sabría que esperar exactamente. Días sin hablar
por silencio, largas horas petrificado hasta que sentía que su cuerpo se rompería, y lo peor era
crucius. Ahora Remus sabía que era una maldición inquebrantable tan bien como sabía que podía
soportarlo. Pero cuando era un niño indefenso e ignorante deseo muchas veces que su padre
terminara con él con la maldición asesina. Por favor, papá, por favor, quiero morir, en serio,
perdón, perdóname, basta, por favor, papá, por favor…

—¡10 puntos para Gryffindor de parte de Potter! — anunció McQuiston, una estudiante de
Ravenclaw encargada de narrar el partido — Ser el nuevo capitán ha metido mucha presión a
Potter, pero parece estar volando mejor que en cualquier juego, es un cazador increíble con mucho
talento y… ¡uh, una bludger de parte de Mulciber! Slytherin va con todo esta vez, pero Black logra
devolverla contra Nott.

—¿Cuál crees que son nuestras posibilidades? — le preguntó Lily a Pandora.

Pandora observó a los equipos con una expresión crítica — Potter es un buen jugador, pero la
presión le hará dudar.

—Pero también es la primera vez de Regulus como buscador, ¿no? — opinó Lily inconsciente de
que hacía un puchero — James realmente ha estado entrenando duro.

Lily Evans podría repetirse una y otra vez que James Potter no le interesaba, pero estaba pendiente
de él. Ya sea para anticiparse a sus bromas, para poder controlarlo cuando se metía en problemas, o
solo se había convertido en una costumbre por la atención que él le daba a ella. De todos modos, a
Remus le sorprendía que Lily no se diera cuenta de eso.

Pandora la observó — Regulus también se ha esforzado en su entrenamiento. ¿Tú qué opinas,


Remus?

—La encontró — susurró Remus atrapado en la forma que Regulus volaba.

—¡10 puntos para Slytherin! — continuó McQuiston— Y tenemos a Regulus Black tras la snitch,
¿qué está haciendo el buscador de Gryffindor? Intenta sujetar la escoba de Regulus y… ¡Falta! La
snitch se ha perdido otra vez.

Pandora le lanzó una mirada a Lily — Casi la atrapa.

—Es casi tan veloz como Narcissa Black — se sorprendió Lily.

A pesar de no interesarle, a Remus le gustaba ver a los Black enfrentándose en el campo de


quidditch. Narcissa había sido una cosa maravillosa de ver. Veloz, feroz y despiadada sin dejar de
ser elegante, fue una gran buscadora. Regulus había entrado al equipo como cazador, lo hacía
bastante bien pero no se comparaba a su juego como buscador. Regulus era un chico que se
proponía encontrar lo que buscaba y no lo soltaba, por eso le venía mejor el puesto de buscador.
Además, la propia Narcissa había entrenado arduamente con él antes de graduarse. Regulus no era
tan elegante, era un maldito obsesivo y obstinado. Lo que hacía sonreír a Remus, porque reflejaba
bastante como era ese niño que conoció en el tren.
—¡Black dirige otra bludger a Mulciber y… uy, eso debe doler! ¿Qué están haciendo los
golpeadores de Slytherin? Avery arroja una bludger a Black, pero el chico esta de racha, vuelve a
desviarla. ¿Hay algo que Sirius Black no pueda hacer bien?

Por otra parte, Sirius Black era todo un espectáculo. Entró al mismo tiempo que Regulus, cuando
se desocupó un puesto para golpeador porque obviamente tenía que entrar si Potter estaba por ahí.
Sirius era alguien con menos gracia, casi siempre golpeaba las bludgers, pero era frenético, casi
como si intentara descargar toda su frustración en el juego. Remus odiaba sentir que entendía ese
punto. Y, aun así, quería seguir viéndolo jugar.

—¡Black atrapa la snitch! ¡Slytherin gana 170—70!

Gritos de euforia se escuchaban desde las gradas de esmeralda y plata.

Remus sonrió —Me debes una caja de chocolates, Evans.

—¿Qué rayos es Regulus Black? — se quejó Lily —Está bien, Lupin. Mi culpa por apostar a
Potter.

Pandora sonreía orgullosa — Ese es mi chico.

Los tres bajaron con rapidez al campo para felicitar al joven Black que estaba siendo cargado por
su equipo. Slughorn por fin había encontrado su varita y lanzaba chispas verdes con ellas mientras
que McGonagall no podía disimular su disgusto.

—¡Potter, me debes una caja de chocolate! — gritó Lily — ¡Rayos, aposte por ti!

—¿Apostaste por mí? — los ojos de James brillaban.

Reggie estaba eufórico — ¿Me viste ahí? Casi fui tan rápido como Cissy.

A veces, Remus olvidaba que Regulus era un chico de catorce años. No muchas veces actuaba
como uno.

—Felicidades, Black — le sonrió a Regulus.

Sirius los miró con desprecio antes de gritar con frustración. Su cabello mojado por el sudor. Sus
ojos encendidos con ira. Y esa vena marcada en su cuello.

Era la imagen favorita de Remus.


Halloween

30 de octubre 1975

Por supuesto después del partido de quidditch, los merodeadores se convirtieron en algo aún más
molesto. Enfadados por perder el partido, comenzaron sus bromas diarias. Correo de broma que se
convertían en ilusiones de animales salvajes que cantaban opera durante horas, gnomos siendo
soltados en clases, todos los pupitres siendo transfigurados en conejos y soltados en el campo de
quidditch. El castillo era un completo caos.

A Remus no le sorprendía del todo, ya que se acercaba esa fecha en el año.

—Son insoportables, de verdad, James me ha dejado haciendo todo el trabajo duro — se quejó Lily
en la biblioteca — En serio, es increíble como siguen dejando destrozos por ahí. Los fuegos
artificiales de anoche asustaron a todos los retratos y tuvimos que buscarlos uno por uno para que
volvieran a sus cuadros originales.

Remus sonrió a su pesar —Siempre es lo mismo cuando se acerca Halloween.

Halloween era una celebración sagrada para los merodeadores. Lo festejaban de formas ridículas
días antes de que llegara el 31 de octubre de cada año. Nadie entendía por qué tres magos sangre
pura convirtieron Halloween en su fecha predilecta, pero después de cinco años, la gente había
comenzado a anticiparlo y temerlo por igual.

—Remuuus — lloriqueó Lily en el hombro de su amigo — Voy a ser expulsada por asesinato
triple, te lo juro.

—Te ayudaré a encubrirlo, vas a estar bien — la apoyó Remus acariciando el cabello de la
pelirroja.

—Te prometo que los petrificaré toda la noche a ver si así aprenden a comportarse.

Remus sonrió. No había manera de pararlos. Se rumoreaba que McGonagall había intentado
hechizar la puerta de la habitación de los merodeadores una vez, con los mismos hechizos de
protección que usaban cuando Remus se convertía en hombre lobo. Si era cierto, no había detenido
a los tres chicos de pintar el castillo de rosa. Remus los detestaba, eso era cierto, pero tenía que
admirar su dedicación. Nunca se detenían hasta llegar a la noche del tres de noviembre.

—Tengo que estudiar para los TIMOS y poder superarte en las asignaturas, están los deberes de
prefecta y los patrullajes y el club de las eminencias, y ahora las malditas travesuras de los
merodeadores… ¡Esto es demasiado para mi cordura!

Remus sostuvo la mano de la pelirroja — Nadie te culparía, Evans.

—Sé que tú no lo harías — suspiró y miró la hora en su reloj —Tengo que ir a patrullar ahora,
maldición ¿nos vemos en la cena?

En la cena de Halloween los estudiantes de distintas casas se mezclaban, no necesitaban sentarse


con su misma casa, sino que todo estaba dispuesto para disfrutar de un gran festín y se suponía que,
al ser una noche para festejar la fortaleza mágica en medio de la cacería de brujas, había que
fortalecer los vínculos entre casas. Lily era una gran defensora de eso, siempre había creído que las
rivalidades eran estúpidas porque en tiempos de caos, se necesitaban la mayor cantidad de aliados.
Un pensamiento que Remus consideraba muy Slytherin de Lily y que hizo que la adorase aún más.

—Por supuesto. Adiós, Lilyflower — Remus le tiro un beso en el aire.

Lily se rio al atraparlo — Adiós, mi amado rayo de luna.

Las personas curiosas a su alrededor susurraban entre sí mientras Lily daba la vuelta y salía de la
biblioteca.

Remus esperó a que desapareciera para abrir el libro que había conseguido de Edmund Blythe, el
headboy de Slytherin. Si alguien era capaz de ayudarlo a encontrar lo que quería lograr, ese era
Blythe, un mago sangre pura, lo suficientemente talentoso para haber logrado diez extraordinarios
en sus exámenes TIMOS y siendo de una famosa familia de origen canadiense reconocida por su
trabajo en contrahechizos mágicos. La experiencia le decía a Remus que la única manera de ser
bueno en los contrahechizos era teniendo una basta formación en los maleficios oscuros. Los
Blythe podían tener una apariencia de leales servidores al ministerio y descubrimiento mágico.
Pero Edmund era Slytherin por una razón. No era un maldito héroe, era el brujo oscuro con mayor
formación que quedaba en Slytherin desde que las hermanas Black se graduaron.

Lo necesitaba.

Blythe lo había mirado divertido cuando le preguntó si podía revisar en su biblioteca, era sabido
que muchos hijos de magos tenebrosos escondían en Hogwarts libros prohibidos, sobre todo los
mayores — ¿Qué buscas exactamente, cariño?

—Quiero un maleficio para vengarme de tres ratas — respondió Remus con una sonrisa coqueta.

—Me emocionas, Lupin — le respondió el mayor y le había dejado tres libros bastante
interesantes. Pero solo uno parecía adecuado para la venganza que Remus quería conseguir.

—¿De qué manera puedo… recompensarte? — Había susurrado Remus con la mirada baja,
dejando a la vista el largo de su cuello al inclinarse hacia el headboy.

Blythe sonrió satisfecho— Creo que podemos conversarlo en otra ocasión, Lupin.

Remus había aprendido cosas esenciales para sobrevivir en la vida. Nada era gratis. Esa era quizás
la lección más valiosa que le había inculcado Lyall Lupin cuando lo dejaba morir de hambre antes
de las lunas llenas. Su adorable padre creía que un niño debilitado haría que el poder del lobo fuera
menor, de verdad creía que un hombre lobo hambriento sería más fácil de tratar. Remus despertó
una mañana con el sabor de la sangre en su boca y la extraña sensación de estar satisfecho. Su
padre lo miraba con terror y odio, puesto que un ciervo yacía abierto en la mitad de la sala. La
magia de Remus de algún modo, aun siendo un lobo, lo había atraído hasta las cercanías del
campo. Y Remus en lobo había considerado esa vieja casa en el campo como su hogar, por lo que
había arrastrado las sobras del ciervo a la sala. Remus aprendió ese día que para conseguir algo en
la vida, tenía que hacerlo por sus propios medios y siendo capaz de usar todas las medidas posibles.

Al llegar al orfanato, Remus tuvo que buscar aliados. Estaba solo en el mundo, era un chico tosco,
agresivo y asustado. Tuvo que demostrar que servía para algo sino quería volver a ser usado como
saco de boxeo o juguete sexual. Aprovecho el poder del lobo para quebrarle el brazo a uno de los
matones mayores y lo incluyeron en su grupo.

—Esa escoria esta demente — murmuraron mirándolo como quien evalúa si adquirir un objeto o
no — Puede ser útil.
Le tomó un tiempo ver a través de su rabia cuando entró a Slytherin. Estaba demasiado molesto
con la sociedad mágica. Con Dumbledore que lo había abandonado en un orfanato durante todo un
año. Con sus maestros por no poder ser capaz de avanzar como ellos querían, haciéndolo sentir
estúpido. Con las malditas cosas que decían sus compañeros sobre gente como él, sobre gente
como los muggles. Estaba molesto incluso consigo mismo, porque sabía que, a pesar de ser un
ambiente hostil, Remus tenía comida, cama, ropa y una educación. Podía ser su última oportunidad
para no convertirse en una escoria en la sociedad y Remus la estaba desperdiciando. Pero una vez
que comprobó que era útil para Dumbledore, Remus ganó la confianza necesaria para darse cuenta
de que en Slytherin las cosas funcionaban de la misma manera que había sobrevivido. Todo era
sobre alianzas, estrategias, beneficios y consecuencias. Tratos e intercambios.

Remus podía jugar ese juego. De eso se trataba su vida.

La cena de Halloween se celebraba en el gran comedor que era decorado acorde a la ocasión.
Muchos magos criticaban que la fiesta en Hogwarts se había familiarizado demasiado con las
celebraciones muggles. Sin embargo, la mayoría disfrutaba la fiesta. Les permitían ir a la cena de
Halloween sin sus uniformes. Muchos iban con su ropa muggle y los magos sangre pura con sus
capas de fiesta.

Pero los merodeadores eran todo un caso aparte. Los merodeadores solían aparecer disfrazados
cada año. Era parte de su tradición hacer una gran y escandalosa entrada.

—¿De qué crees que irán este año? — preguntó Lily. Iba con un bonito vestido negro de lana que
resaltaba su cabello rojizo.

Remus había optado por sus botas de combate y la estúpida camisa negra que Regulus insistía en
que usara más seguido, porque había sido un regalo de navidad suyo.

—Nunca se sabe con ellos. El año pasado fueron de princesas Disney.

Potter había entrado como cenicienta, Pettigrew como la bella durmiente y Sirius había sido
Blancanieves. Dumbledore los había felicitado por su elección mientras que había muchos magos
sangrepura confundidos por su aspecto. Regulus y Narcissa habían quedado pálidos al ver a Sirius
pavonearse en la falda amarilla. Sabían lo que eso significaría para navidad. Ser castigados por las
estupideces de Sirius era algo a lo que habían tenido que ceñirse desde que quedó seleccionado en
Gryffindor. Y hacían su mejor esfuerzo en ocultar las cicatrices. Remus había deseado destrozar el
vestido de Sirius Black.

—¿Emocionada por la fiesta de esta noche? —Preguntó Alice Greengrass a Lily, era una chica de
Gryffindor, de sexto año, Remus la había visto seguido porque era la mejor amiga de Barty Crouch
Junior. Según Barty, ambos eran amigos de la infancia al ser vecinos.

Lily sonrió con amabilidad, ocultando su incomodidad — Oh, no. Celebraré con Mary y Marlene
en la sala común.

Alice pareció decepcionada —Que pena. Esperaba que este año si fueras ahora que eres novia de
Remus.

A Remus le hubiera gustado invitar a Lily, pero había una gran diferencia entre salir con una
nacida de muggles y traer a una sangre sucia a la mismísima casa de Slytherin. Alice no tenía ese
problema, era una sangrepura de una familia respetada. Era molesto, pero por nada del mundo
arrastraría a Lily a una sala con potenciales asesinos.

—Es noche de chicas — respondió Lily — Le dejaré a Remus todos los rituales de magia oscura.
Se las puede arreglar sin mí, ¿no es así, mi rayo de luna?

Remus sonrió —Pensaré en ti durante el sacrificio de sangre, Lilyflower.

Lily se rio apoyando su cabeza en el hombro de Remus.

Alice suspiró — Son tan adorables. Me hacen sentir aún más sola ahora que Frank se graduó.

Frank Longbottom y Alice Greengrass habían estado saliendo desde hace dos años. Lily comentaba
usualmente sobre esas cosas y Remus creía que era bueno tener una red de información sobre la
vida de las personas que los rodeaban. Ambos eran miembros de los sagrados veintiocho, razón
por la cual los convertía en personas importantes a las que mantener cerca.

—El mundo mágico en Reino Unido no es tan extenso como les gusta hacer creer en el extranjero
— le había enseñado Narcissa hace un tiempo — Eso pasa cuando solo un puñado de familias
tienen el poder del ministerio a su merced. Por lo tanto, es importante no ganar demasiados
enemigos. Debes centrarte en crear aliados.

—¿Aunque los desprecie? — había preguntado Remus.

Narcissa Black sonrió con frialdad — En especial cuando los desprecias.

Remus no detestaba a Alice Greengrass, y apenas había conocido a Frank Longbottom cuando
ejercía de prefecto de Gryffindor antes de graduarse. Pero conocía la influencia de sus familias
dentro del mundo mágico. Respetados, valorados, envidiados. Tenían un poder que desear.

El chico le sonrió — ¿Qué tal le va a Frank?

—Se está preparando para ser auror — sonrió Alice, sus ojos brillaban — Dice que le emociona
pelear para proteger al mundo mágico. En verdad espera un día llegar a ser jefe de los aurores para
cambiar el mundo. Es adorable.

—¿Qué piensas hacer al graduarte, Alice? — preguntó Lily mientras se servía una copa de jugo de
calabaza.

—Quiero ser la primera jefa de los aurores — declaró la chica con firmeza — Frank es demasiado
blando para el puesto. Se lo arrebataré y buscaré las maneras de reformar leyes contra la magia
oscura. No todos los hechizos oscuros implican maleficios malvados.

Remus estaba impresionado. La magia oscura había sido cada vez más juzgada y despreciada
dentro del mundo mágico desde los tiempos del enfrentamiento de Dumbledore contra
Grindelwald. Ahora que el señor oscuro había aparecido para liderar el lado malvado de la guerra
mágica, los hechiceros oscuros estaban siendo interrogados y cazados con dureza. Porque los
mestizos habían sido adoctrinados contra la magia oscura, los sangrepura guardaban los secretos
de las enseñanzas oscuras para mantener una buena apariencia. Pero era sabido que las más
antiguas casas eran fuentes de gran saber sobre la magia oscura.

No debería haberle sorprendido la actitud de Alice al respecto. Era la mejor amiga de Barty Crouch
Junior, y había visto al chico realizar maleficios oscuros con demasiada facilidad. Pero no había
información que probara que los Greengrass eran magos oscuros. Era la sinceridad de Alice al
respecto lo impresionaba. Era algo extraño en Slytherin ser tan… directo. Pero entonces pensó en
que a Lily realmente no le desagradaba la magia oscura, incluso en más de una ocasión había
demostrado afinidad con ella. Y corrían demasiado rumores de que Lupin estaba inmerso en las
artes oscuras como para ser un problema.

—Vas a ser una bruja excepcional —comentó Remus —En verdad espero ver qué lograrás.

—Espero poder sorprenderte — respondió Alice sonriendo.

Las puertas se abrieron con un gran estrepito. Este año James Potter entro luciendo como un
orgulloso león con melena dorada. Peter Pettigrew era un tieso árbol de navidad que tropezaba tras
Potter, con luces y estrella brillante. Pero Sirius Black era un ataque visual porque, por supuesto,
era una estrella resplandeciente. Buscaban los peores disfraces cada año.

Alice se rio con gracia —Por Merlín, esos tres son impresionantes.

—Son increíblemente estúpidos — comentó Lily, pero trataba de disimular una sonrisa. Cuando la
mirada de James Potter se cruzó con la de ella, el chico se tropezó en medio de su gran entrada.

—¡Prongs! ¿Cómo puedes ser el mejor jugador de quidditch y no tener equilibrio en tierra? — se
quejó Sirius Black a la vez que Pettigrew también caía junto a Potter.

Remus pensaba que se veían patéticos. Buscó con la mirada a Reggie y lo encontró junto a Pandora
que veía el espectáculo con confusión. Regulus se veía horrorizado.

—He ahí el honor de la noble y antigua casa de los Black — sentenció Regulus a su hermano.

Sirius lo miró con suficiencia y sonrió hacia su novia — La estrella que buscaban ha aparecido.

Mary MacDonald lo besó apasionadamente.

Y Remus pensó que podría vomitar si tenía que presenciar el mismo espectáculo que la vez que
escoltó a Lily a la torre. Nada le parecía tan despreciable como tener que ver a Sirius Black
besando a una chica. Sus manos atrayéndola hacía él. Casi deseaba echarles una maldición.

—¡Que comience la fiesta de Halloween! — anunció Dumbledore sonriente.

Pero la verdadera diversión no empezaba hasta la medianoche.


La fiesta de Slytherin

31 de octubre, 1975

La fiesta de Halloween de Slytherin era una tradición anual. Remus pasó el primer año pensando
que se trataba de rituales satánicos de sangre a medianoche o cosas por el estilo. En segundo año,
Narcissa Black les explicó que se trataba de una fiesta para los mayores.

—¿No hay sacrificios de sangre? — preguntó Remus de doce años.

Regulus lo miró con el ceño fruncido — No, eso solo se hace en fechas específicas…

Narcissa había mirado hacia arriba con exasperación — Que inadaptados son.

Y no fue hasta tercer año que estuvo oficialmente invitado. Se suponía que nadie menor de cuarto
año podía asistir, pero ese era uno de los privilegios de ser la perra de Regulus Black, tal como le
llamaban en voz baja. A Remus le hacía gracia.

—Técnicamente… — había bromeado Regulus la primera vez que escuchó sobre eso.

—Cállate — se había reído Remus.

El rumor de que Remus Lupin era un hombre lobo era un secreto a voces susurradas entre los
Slytherin y los merodeadores porque eran el grupo de personas más obsesionadas con Remus en
todo Hogwarts. Sin embargo, Reggie era extraordinario guardando silencio ante los secretos, así
que por supuesto fue su idea despistar a los intrusos.

—¿Están listos? —preguntó Barty Crouch tocando la puerta. Siempre tocaba la puerta antes de
entrar desde aquella vez que Remus lo atacó por despertarlo. Dos días en la enfermería para que
volvieran a crecer sus huesos de forma correcta y Barty Crouch aprendió su lección.

—¡Aún no! — gritó Regulus y se giró a ver a Remus — ¿Seguro que quieres ir?

Habían estado deambulando el día anterior. Para despistar a las personas curiosas sobre los
rumores, Regulus había propuesto desaparecer varias noches al mes.

—Si solo faltas cerca de las lunas llenas más de uno hará la conexión —argumentó.

—Pero…

—Por Merlín, Remus, todos cursan astronomía, es cosa de ver un maldito calendario.

Por lo que, Remus y Regulus paseaban por los pasillos en misiones nocturnas. Regulus había
extendido el rumor de que practicaban artes oscuras a la luz de la luna. Mucha gente lo creyó,
¿quién no lo creería de dos Slytherin cuando un miembro Black estaba involucrado?

Fue así como Remus había logrado encontrar más pasadizos secretos por Hogwarts. Esperaba
poder conocer todos antes de graduarse. Era algo con lo que se obsesionó un poco desde primer
año, antes de conocer a Regulus y ser amigo de Evans, cuando no podía leer ni hacer sus deberes y
tenía un montón de tiempo libre.

—¿Cómo eres capaz de recordar todo esto? — se quejó Regulus la noche anterior.
Remus sonrió de lado —¿Es que no puedes orientarte, Reggie?

—Hazme un maldito mapa, Lupin.

Barty Crouch se atrevió a volver a tocar la puerta — ¡Vamos, chicos! ¿En serio? Por favor,
ábranme.

Regulus seguía mirando a Remus.

—Vamos, pequeño príncipe oscuro — le sonrió Remus.

Tenían un permiso especial para salir a las orillas del bosque. Slughorn lo explicaba en recargar la
energía del grupo con la luz de la luna y rituales de limpieza. Era suficiente para obtener el
permiso de Dumbledore.

El grupo se reunía alrededor de una gran fogata y tenían que volver a la sala común a más tardar a
las tres de la mañana. Entonces continuaba la fiesta, pero mucho más tranquila.

El primer año que asistieron, Remus y Regulus acabaron en uno de los sofás de la sala común,
medio inconscientes y despertaron con la peor resaca de su vida. Bellatrix fue cruel con ellos.
Mientras que Narcissa los regañó por consumir alcohol.

—¿Por qué tenían que beber el ponche? Todos saben que está lleno de whiskey de fuego. Por
Merlín, ten más decoro por la familia Black, Regulus.

Los levitó a su habitación y cerró la puerta con un gran golpe.

Remus y Regulus se habían reído en la cama de Regulus.

—¿Puedes quedarte? Siento que me estoy perdiendo en una neblina.

Remus se quedó.

Se quedó incluso cuando Regulus lloró antes de dormir.

Y se quedó cuando Reggie respiraba suavemente, ya dormido.

El año pasado había sido un poco más divertido, al menos no fueron enviados a dormir por
Narcissa Black.

Pero este año por fin Regulus tenía la edad suficiente para disfrutar su rol en el espectáculo. El
último de los Black en Hogwarts, el último Slytherin. Remus estaba emocionado de acompañarlo
en el evento.

Abundaban las capas esmeraldas y negras, vestidos para la ocasión. Regulus había optado por una
elegante capa de verde oscuro, el color de los Black. Mientras que Barty Crouch iba con una
tradicional capa negra a la que le quitaba elegancia al estar demasiado emocionado junto a
Regulus. Remus por su parte no se había cambiado sus jeans rotos, ni sus botas, ni su camisa negra
porque consideró que eso ya era lo suficientemente adecuado para los rituales.

Regulus suspiró al verlo — No te lastimaría usar tu capa, Lupin.

Remus sonrió — Pero entonces no vería tu expresión amargada.


Barty los silenció — Va a comenzar.

Edmund Blythe y June Matherson, el headboy y headgirl de Slytherin estaban a cada extremo de la
gran fogata del ritual. El fuego resplandecía de azul y morado, un fuego maldito encerrado en un
círculo mágico arcaico. Cada año, era el deber de los delegados cumplir con el rol de los dos lados
de la magia para llevar a cabo el ritual. El año pasado había sido tarea de Narcissa Black y
Mulstrode. Este año, Blythe representaba la luz y Matherson la oscuridad, Remus había aprendido
que la oscuridad era un rol que representaba mayormente una bruja, porque la afinidad hacía que el
ritual tuviera aún más poder. Al comienzo, Remus pensó que se trataba de una creencia absurda,
pero le gustaba ver el espectáculo. Blythe con su capa de plata y los dibujos del sol en negro, y
Matherson con su capa negra y dibujos de la luna en plata, ambos parecían brillar junto a la fogata.

—Como saben, hoy en un día especial para nuestra casa — comenzó a narrar Blythe, mirando
atentamente a los estudiantes que cerraban el círculo alrededor de la fogata.

—Miles de magos destruidos en el fuego por la cacería de brujos — continuó Matherson sonriendo
con crueldad.

Los Slytherin abuchearon.

Blythe cortó la palma de su mano con un cuchillo de plata — Pero todos nuestros hermanos caídos
dejaron magia maldita en este día.

Matherson lo imitó — Magia que nos fortalece y reaviva nuestro poder.

La primera vez que Remus asistió al ritual le había sonado escalofriante dejar caer unas gotas de
sangre en la fogata azul de un círculo mágico arcaico. Remus tomaba runas, pero apenas reconocía
algunas de las runas que completaban el círculo.

Regulus, como era un presumido, le explicó lo que significaban —La mayoría de esas runas son
para obtener o aumentar el poder del mago. Algunas cuantas son de protección. Otras son de salud.
Y aquella es para fortalecer la unión.

—¿De verdad funciona?

Regulus lo había mirado divertido —Remus, vives en un castillo mágico y aun así sigues siendo
increíblemente escéptico.

—¿Qué más hay que hacer? — preguntó Remus mirando con desconfianza el fuego.

—Di tu nombre y revela tu deseo.

—Muéstrame.

Regulus puso los ojos en blanco.

Se cortó la palma de la mano con un cuchillo de plata, el olor de la sangre mágica casi mareaba a
Remus, era demasiado intensa — Yo, Regulus Arcturus Black, deseo… protección.

—¿Por qué pediste protección? — preguntó Remus buscando la mirada de Regulus.

—Porque un mago oscuro siempre necesita protección — respondió Regulus, como si fuera obvio.
—Pensé que aún no te revelabas oscuro.

—Mi familia espera que lo haga en el futuro — Reggie lo miró emocionado — Adelante, Lupin.
Pide tu deseo.

Remus sintió el filo de la cuchilla en su piel — Yo, Remus John Lupin, deseo… poder.

—¿Qué pediste este año? — le preguntó Regulus al tomar la cuchilla de plata.

Remus lo pensó — Unión. Quiero tener más aliados para aumentar mi red de contactos. No puedo
depender siempre de tu apellido, Black.

Regulus sonrió — Di la verdad, Moony, solo me necesitas a mí.

El chico bufó — Ve por ahí a jugar con tus amiguitos, joven señorito Black.

—¿Buscas a alguien más? — Regulus miró a su alrededor.

Remus sonrió alejándose — Tal vez.

El libro de Blythe había sido realmente instructivo para la primera parte de su venganza, ahora
necesitaba el poder de una bruja oscura declarada. Y no había nadie más adecuada para el pedido
de Remus que Calíope Morgan.

La joven bruja iba en el mismo año de Remus, su familia era de origen francés, su madre era una
miembro de los sagrados veintiocho, tenían gran poder dentro de la sociedad mágica francesa
como buenos contactos entre las familias sangre pura de Inglaterra. Remus había mantenido una
buena relación con Calíope desde su primer año, porque la magia de Calíope era embriagadora.
Incluso entonces, los instintos de Remus habían sabido identificar el poder. Al lobo le encantaban
las personas poderosas y Calíope Morgan era una bruja talentosa en artes extrañas.

—Calíope — saludó Remus.

La chica lo miró entretenida, iba con una hermosa capa de color vino, porque aquel era el color de
los Morgan, a Remus le gustaba como el color contrastaba con su piel morena y sus ojos oscuros.

—Pero si es Remus Lupin — sonrió — pensé que te habías olvidado de mí.

Remus se acercó para susurrar al oído de la chica —Sabes que eres una de mis chicas favoritas.

Calíope enarcó una ceja, para nada afectada por palabras dulces —Pensé que estabas
comprometido con cierta pelirroja,

Remus sonrió — ¿Estás celosa?

—No realmente — respondió la bruja y le miró con curiosidad — Pero ya no tienes tiempo para
divertirte con otras, ¿no?

—¿Ya no podemos ser aliados?

—Aliados sí, Lupin — sonrió Calíope — Pero no seré tu amante.

La sonrisa de Remus se volvió divertida — No esperaba eso de ti, Morgan.


—¿Qué es lo que quieres, Lupin?

—Necesito que me ayudes con algo. Para devolvérselos a esos idiotas.

—Oh — sus ojos brillaron con emoción — me encantaría.

Remus buscó a Regulus después de hablar con Calíope. Por fin tenía lo que necesitaba para
vengarse de los merodeadores. Quería verlos humillados. Quería escuchar a Sirius Black gritar con
rabia. La sola idea le hacía sonreír.

Vio a Pandora bebiendo cerca de la fogata. La fiesta era casi exclusivamente Slytherin, pero nadie
se atrevería a decir algo sobre la joven protegida Ravenclaw porque muchos creían que era la
prometida de Regulus Black.

Pandora le miró fijamente cuando Remus se acercó —¿Estás bien?

Remus siempre había sentido una energía extraña desde Pandora Lynch. No era legeremante. No
estaba usando magia para excavar en su mente. Pero se sentía como si pudiera leer las auras de las
personas y dar precisamente con lo que buscaba. Quizás podía. Remus aún desconocía demasiadas
cosas del mundo mágico.

—Estoy buscando a Reggie — respondió.

Pandora apunto con su vaso a donde Regulus reía junto a Barty Crouch, Bianca Zabini y Alice
Greengrass. Aunque Regulus siempre se veía relajado cerca de Remus, solía ser una persona
malditamente obstinada en jugar su papel de heredero Black, por lo cual Remus se sentía aliviado
cuando podía verlo actuar como un chico normal junto a otras personas.

—¿Cómo ves a Regulus? — le preguntó a Pandora tomando el vaso de sus manos. Porque si
alguien entendía a Regulus casi tanto como él, esa era Pandora.

Pandora lo siguió con la mirada —Cada vez carga con más peso. Reg tiene que soportar la corona.
Me pregunto si se dará cuenta que no puede soportarlo antes de que la corona lo hunda.

Remus sintió un escalofrío.

La chica sonrió — Descuida, Lupin. Lo estás vigilando bien. Solo son impresiones mías.

Pero el instinto de Pandora Lynch se comparaba al de una criatura sobrenatural. Era demasiado
agudo para ser simples coincidencias.

Cerca de la hora del toque de queda, Remus Lupin sintió que había bebido demasiado. Pero le
gustaba la sensación. Sentía que de alguna forma podría anestesiar todos esos instintos del lobo
que siempre mantenía con él. A veces creía que no sería capaz de odiar a nadie tanto como odiaba
al lobo dentro de sí. Y otras, creía que era gracias a esos instintos que había logrado sobrevivir
durante tanto tiempo. Era una relación complicada entre sí mismo. Por eso le gustaba poder sentir
lo que sería su vida sin el lobo, siendo un adolescente normal emborrachándose en una fiesta.

Había perdido de vista a Pandora y a Regulus hace un tiempo. Y se tambaleo para volver al castillo
tratando de evitar los espacios oscuros en los que se escondían las parejas enamoradas.
Casi tropezó al bajar hacia las mazmorras. Y se rio de eso.

—Pero si es el perro de los Black — dijo una voz desagradable detrás de él —¡Levicorpus!

Remus se sintió despertar cuando desvió un maleficio con un repelio no verbal. Su varita en su
mano antes de que se diera cuenta que estaba realizando el hechizo.

Snivellus lo miró con odio —¿Aun puedes realizar algo de magia, borracho asqueroso?

Remus se rio con frialdad — ¿Por qué no vas a darte una ducha, Snivellus? Lo único asqueroso
aquí es tu apestoso olor.

—No entiendo cómo Lily puede salir con una cosa tan despreciable como tú.

Remus sonrió — Bueno, eso es porque estamos locamente enamorados.

—¡Septusempra!

—¡Repelio! — repitió Remus sin reconocer la maldición que Snape le había intentado lanzar —
¿De verdad intentas enfrentarte a mí, Snivellus? No creía que tuvieras el coraje.

Snape sonrió con crueldad — Quizás no te creas tanto una vez que el ministerio te tenga en su
poder. Vaya, Lupin, incluso siento lastima por ti cuando eso suceda.

—¿De qué demonios estás hablando?

Snape le lanzó un pedazo de papel. Remus lo miró con desconfianza, sin querer apartar la mirada
de Snivellus. Sabía demasiado bien que era un cobarde que lanzaba maleficios por la espalda. Sin
embargo, el titular del profeta le llamó la atención.

El ministerio refuerza las leyes contra los hombres lobo, reconsidera el aislamiento en Azkaban.

Una puta mierda, pensó Remus sintiendo su sangre arder y el alcohol incrementando su furia.

—Tus días están contados, perra sangre sucia — escupió Snivellus con un tono emocionado.

Remus levantó la mirada junto a su varita y antes de mencionar las palabras, sonrió — Crucius.

Casi entendió porque era el hechizo favorito de su padre. Ver a Severus Snape retorcerse de dolor
en el suelo le daba una gran satisfacción. Snape apenas podía contener el grito atrapado en sus
pulmones.

Remus detuvo el maleficio —¿Algo más que decir?

—Irás a Azkaban — tembló Snape tratando de recuperar su varita.

—Adelante, Snivellus — se burló Remus— Ladra todo lo que quieras. ¿Crees realmente que
puedes llegar a mí? Mantente alejado de mi vista, rata asquerosa.

Remus salió molesto de las mazmorras. Su magia se sentía demasiado sensible ante su rabia.
Dispuesta a arrasar con todo sin medir las consecuencias.

Pero debía borrar el registro mágico de su varita.

Apenas había subido desde las mazmorras cuando se detuvo.


Tenía que encontrarse con Sirius Black en este preciso momento en que sentía que quería destruirlo
todo. Se había cambiado su ridículo disfraz y volvía a pavonearse con su chaqueta de cuero y jeans
oscuros.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Remus con una ira silenciosa.

Sirius lo miró sorprendido, tratando de esconder algo en su espalda como un maldito niño atrapado
en una travesura —No es asunto tuyo.

Remus sonrió con frialdad —Eres realmente patético, Black.

Sirius lo miró con desprecio. Esa misma mirada que le había dado el día de su selección —Púdrete,
Lupin.

Cuánto odiaba esa mirada.

—No estoy de humor, Black. Así que será mejor que te largues — gruñó Remus.

Pero Sirius Black siempre había sido un imprudente. Sonrió con desdén — ¿El lobo me comerá?

—No sabes una mierda, Black.

Remus azotó a Black contra la pared. Era más alto que Sirius. Siempre lo había sido. Se inclinó
hacia él. Clavó su varita en el cuello de Black.

—Por favor, dame una razón — le gruñó.

Sirius se estremeció. Y ahí estaba otra vez el deseo de destruir a Sirius Black. A la vez que se
contenía por no perderse en esa mirada desafiante. Quería golpearlo. Hacerle gritar y suplicar. La
idea lo tentaba. A la vez que se esforzaba por respirar ante la excitación de ello.

Una parte de su mente trato de pensar en qué mierda se trataba todo aquello. Pero no era suficiente.
Necesitaba… quería estar más cerca. Sentir la magia de Sirius Black era demasiado intenso.

Los ojos oscurecidos de Black mirándolo con intensidad.

El calor entre ellos.

El latido enloquecido que sus instintos percibían aun humano.

Esa atracción hacia él.

Los labios de Remus rozaron los labios de Black.

Sirius suspiró.

—Te puedo destruir de tantas formas, Black…

—Demuéstralo — replicó Black con la voz ronca.

Remus sonrió de lado. Nadie empujaba sus límites como Sirius Black.

Estaba demasiado cerca. La furia. El lobo. Sirius.

Sintió electricidad pasar por su cuerpo.

Un irrefrenable deseo de clavar sus garras sobre la garganta de Sirius Black. Y una tentadora idea
de acercar su boca a…

Sintió la presión de los labios de Sirius contra los suyos. Las palabras que replicaba quedaron
olvidadas. Su varita cayó al suelo. Su lengua se deslizó junto a la suya. Y Remus no sabía quién
estaba besando a quién.

Era la cosa más estúpida que había hecho en su vida.

¿Qué ganaba al besar a Sirius Black? ¿Qué control le daba?

Pero Sirius Black le devolvió el beso. Y no pudo pensar en nada más. Sus instintos tomaron el
control. Sus manos bajando hacia las caderas de Black. El chico respondiendo a la necesidad.
Como electricidad. Acercando su cuerpo a él. Apretándose a él. Ambos perdidos en lo que sea que
era todo eso.

Sirius gimió en la garganta de Remus. Y Remus sentía los instintos del lobo gruñir. Su mano
izquierda en la nuca de Sirius. Su mano derecha en la cadera de Black. Las manos de Sirius eran
puños en la camiseta de Remus. Atrayéndolo.

Se separaron un segundo para tomar aire. Y al verse a los ojos. Excitación. Los ojos oscurecidos de
Black. Los deseos de Remus de morder su cuello y luego…

Se apartaron abruptamente.

Sirius con el rostro sonrojado, su camiseta arrugada — Yo…

—¿Qué veo aquí? — dijo otra voz.

Ambos miraron a la entrada de las mazmorras. No solía deambular por esta zona porque temía
demasiado al barón sanguinario, pero era Halloween, y todos sabían que los fantasmas se reunían
para festejar con sus amigos muertos.

Peeves se rio.

—No, Peeves, por favor — suplicó Sirius. Remus se sintió estremecer ante ese tono de súplica.
Cuánto había deseado escuchar a Sirius Black rogar.

Por eso Remus no tuvo tiempo para reaccionar.

—¡Estudiantes fuera de la cama! ¡Estudiantes fuera de la cama! — Peeves se burló gritando como
una alarma de sirena —¡Dos pajaritos acaramelados…uy, están muy atrapados!

Peeves siguió riéndose.

—Mierda — se quejó Sirius.

Pero antes de que pudieran echar a correr, la gata más odiosa que habían visto les cerró camino.

—¿Qué tenemos aquí? Si son el señorito Black y el torpe de Lupin — Filch sonreía de forma
horrible.
El beso

1 de noviembre, 1975

—¡Confundus! — maldijo Remus al recuperar su varita. Filch cayó con un sonido sordo. La señora
Norris había comenzado a correr. Pero Remus era más rápido —¡Petrificus totallus!

Sirius lo miró con una mezcla de sorpresa y enfado —¿Qué demonios crees que haces?

—No pienso ser castigado contigo — gruñó Remus.

Aún no había tenido tiempo de borrar el registro mágico de su varita. No podía permitirse ser
atrapado usando una maldición inquebrantable, sus cinco años en Slytherin le inculcaron a
reaccionar ante el peligro.

Sirius y Remus se miraron durante un largo momento.

Los ojos azules de Sirius siempre fueron diferentes a los de su hermano, porque los de Sirius
mostraban cada emoción con orgullo y ferocidad, mientras que Remus tenía que esforzarse por
revelar los secretos en la mirada de Reggie. Lo alteraba. El hecho de que pudiera ser tan sincero y
transparente. Incluso ahora, veía claramente su confusión, su enfado y… excitación.

El pulso de Remus se aceleraba con solo esa mirada, deseando poner sus manos en su cuello,
acercarlo a él, oírlo suplicar y luego… Mierda, pensó Remus. No. Definitivamente no podía dirigir
sus pensamientos hacia esa dirección.

Sirius y Remus se miraron con odio.

—Todo esto es tu maldita culpa — la voz de Sirius se escuchaba demasiado ronca.

Remus lo miró desafiante — ¿De verdad crees que planee algo de esto?

Sirius lo empujó — Fuiste quién…

—¿Quién qué? — replicó tomando las muñecas de Sirius, presionando con demasiada fuerza — Tú
estabas merodeando fuera de las mazmorras.

Sirius frunció el ceño haciendo una mueca de dolor —¿Por qué tenías que aparecer tú entre todas
las personas?

Remus se preguntaba lo mismo. ¿Por qué tú entre todas las personas, Black?

Buscó en su mirada, bajando la voz a un susurro torturado —¿Por qué no te fuiste cuando te lo
ordené?

Sirius miró los labios de Remus —Serpiente.

Remus contenía su respiración —Imbécil.

Sus miradas volvieron a encontrarse. La confusión de Remus, el desafío en los ojos de Sirius, la
rabia y excitación latente entre ellos.
—Embustero — susurró Sirius sin apartar la mirada.

¿Qué es todo esto? Pensó Remus, tratando de aferrarse a la cordura.

Sirius lo empujó contra la pared.

Remus lo atrajo hacia sí.

¿Qué mierda, Remus Lupin?

Sirius suspiró en sus labios.

Y Remus lo besó. Las ansias de besar a Sirius Black lo impactaban, la respuesta de Sirius, la
urgencia en sus movimientos, el calor creciendo entre ellos, las manos de Sirius Black en su
cabello, el estremecimiento que le provocaban los gemidos de Sirius.

Eres un maldito traidor, susurró una voz en su mente.

Remus se apartó. Sus manos sujetando los hombros de Sirius.

—Sube a Filch y déjalo cerca del gran comedor — ordenó Remus con la voz ronca y su corazón
latiendo demasiado rápido mientras trataba de ordenar sus pensamientos — Dale un obliviate, solo
por si acaso.

—Yo… lo haré — murmuró Sirius bajando la mirada, su respiración agitada.

Remus se apartó. No debería haberle dolido tanto haberlo hecho. Haber rechazado la necesidad
de… ¿qué? ¿Besarlo? ¿Atacarlo? ¿Apartarle?

Tenía que salir de ahí. Se estaba volviendo loco. Era la única explicación. Maldito sea Sirius Black
y lo que sea que había ocurrido.

Se giró y salió dirigido a los dormitorios invocando el hechizo de invisibilidad, como si eso fuera a
ser suficiente para quitarse de encima la sensación de la mirada de Sirius Black estremeciendo su
cuerpo.

Al entrar en la sala común, vio a Edmund Blythe recostado en los sillones. Estaba solo, porque
hace horas que la fiesta ya había terminado.

Me sirve, pensó Remus.

Blythe le sonrió — Hola, cariño. ¿Qué sucede que estás tan agitado?

Remus se acercó con grandes pasos y tiró de Edmund para besarlo. El chico correspondió al beso
de inmediato. Necesitaba sacarlo de su mente. Necesitaba borrarlo. Necesitaba deshacerse de las
sensaciones de besar a Sirius Black. Porque había demasiadas razones por las que besar a Sirius
Black era una traición asquerosa de su parte. Era el hermano de Reggie. Era la persona que más
había decepcionado a su mejor amigo. Era el maldito bastardo que despreciaba ver. Era la deshonra
de los Black. Era… maldición, había sido un buen beso.

Mierda, pensó Remus.

Cuando se separaron, Blythe suspiró — Vaya, Lupin. Estás realmente jodido.

—Gracias — respondió Remus con la voz ronca, sintiendo que sus sentidos aún estaban alterados.
No podía aceptarlo. No podía. No iba a permitirlo.
Edmund sonrió —¿Quién es esta vez?

Remus tiró del cabello en la nuca de Blythe — Solo pensé que podría pagar mis deudas. Sabes que
no me gusta deber favores.

Los ojos del mayor brillaron con excitación— Sí que aprendiste bien, Lupin.

Remus no necesitaba explicarle por qué quería besarse con un chico, ni los detalles de su pseudo
relación con la chica Gryffindor, ni una mierda.

Y al descender por su cuello se le vino a la mente esos ojos desafiantes y rebeldes.

—Me pregunto en quién estás pensando, Lupin — suspiró Edmund.

Remus gruñó — Nadie.

Porque no significaba nada. No podía significar nada.

No podía soportar traicionar a Regulus de esa forma.

El enfado de haber permitido que eso pasara. Que fuera un maldito traidor. Que Sirius Black se
metiera en su cabeza y complicara cada pensamiento racional de Remus Lupin.

¿Cómo era capaz de hacerle algo así a Regulus? ¿Al primer amigo que había tenido en su vida?
Por Merlín, Remus lo había arruinado tanto.

—Eres un despreciable monstruo — susurró la voz de su padre en su mente.

Sí, es cierto.

Cuando su mente se aclaró un poco se despidió de Blythe y decidió que necesitaba vengarse ahora
más que nunca. Porque ese beso jamás debió ocurrir. Era un error fatal que necesitaba borrar. ¿Por
qué no había tirado un obliviate a Sirius Black? Habría resultado sencillo borrar lo ocurrido. Pero a
una parte de él le enfurecía pensar en eso. Pensar en simplemente meterse en la mente de Black y
borrarlo. Quizás sus pensamientos aún no se aclaraban. Porque podía sentir los instintos del lobo
queriendo gruñir con el solo recuerdo de haber besado a Sirius Black.

Remus apoyó su cabeza en la puerta de su dormitorio.

¿Cómo se enfrentaría a Regulus? ¿Cómo siquiera podría mirarlo a los ojos?

—¡Eres malísimo! — escuchó a Reggie reírse a través de la puerta.

—Tienes tus piezas encantadas, Black — se quejó la voz de Barty Crouch — Es imposible que
hayas ganado todas las partidas de esta noche.

Remus suspiró. Una parte retorcida de él esperaba que Reggie estuviera durmiendo para no tener
que fingir que no había estado besando a su hermano hace unas horas, que no había tenido a Sirius
contra su cuerpo y que el solo recuerdo no despertaba sus deseos de volver a estrellarlo contra una
pared y morder su cuello.

—Maldito enfermo de mierda — se susurró a sí mismo, molesto, golpeando su cabeza contra la


puerta.

—¿Qué fue eso? — preguntó Barty.

La puerta se abrió con un gran estruendo y Remus casi cae al suelo — Mierda.

—Já, solo era tu perro, te dije que estaba bien — comentó Barty con desdén, bajando su varita.

Ambos chicos estaban sentados en el suelo, cerca de la chimenea, copas medio llenas de vino de
sauco entre ellos y un montón de piezas blancas destruidas. Regulus siempre jugaba de negro.

Regulus sonrió de lado —Hey, ¿dónde te habías metido? ¿Por qué tardaste tanto?

—Me besuqueaba con Edmund Blythe — respondió Remus al entrar al dormitorio y cerrando la
puerta lentamente.

—Sabía que Blythe era gay — comentó Barty mirando su tablero — Reg, de verdad, maldito seas,
no hay manera de que me hayas acorralado de nuevo.

—Eso es porque tus estrategias son débiles — replicó Reggie acercando la copa a sus labios.

Era inútil. Nadie había logrado vencer a Regulus en el ajedrez, jamás. Ni siquiera los alumnos
mayores. El bastardo siempre lograba tener un movimiento que revelaba que desde el principio
todo estaba tal y como lo había planeado. Era escalofriante y a la vez emocionante.

—¿Te divertiste con Blythe? — Regulus lo miró divertido y con el ceño fruncido — ¿Qué es ese
olor que traes?

El aroma de la traición pensó Remus venenosamente tratando de actuar con indiferencia.

—¿Olor? — preguntó Barty tratando de olfatear en el aire, realmente confundido.

—Es casi como… — Regulus lo miró fijamente, esos ojos azules inescrutables — No importa.

Remus se olfateó. Era imposible, ¿no? Regulus no era un hombre lobo, pero ¿serían sus instintos de
zorro capaces de aumentar hasta ese punto? ¿Hasta reconocer el aroma? ¿un animago podía hacer
algo como eso?

Barty parecía divertido — Te ves alterado, Lupin.

Remus lo tomó del cuello — Escúchame bien, pequeño pedazo de mierda. No te metas con el lobo
cuando está de mal humor.

El chico sonrió con desdén y un brillo enloquecido en sus ojos. Era conocido que Barty no daba
marcha atrás a la provocación. Quizás era su maldito instinto de autodestrucción lo que lo atraía a
Regulus. Otro imprudente.

—Suficiente — declaró Regulus con frialdad.

Remus lo soltó.

—Que sensible eres — se quejó Barty tosiendo — En serio, Lupin, tienes que controlar tu maldito
manejo de la ira.

La mirada de Regulus exigía una respuesta a su comportamiento.


—Vamos a vengarnos — respondió Remus mirando a Regulus con furia — De los malditos
Gryffindor, tal y como pediste, príncipe oscuro.

Regulus lo miró con atención — Esta bien. Hagámoslo.


La broma

3 de noviembre, 1975

El objetivo de su venganza era humillar a los merodeadores.

Remus necesitaba atacarlos. Necesitaba comprobarse a sí mismo que el beso no había significado
nada. Que no era un maldito traidor. Que no se sentía atraído hacia Sirius Black. Por eso,
necesitaba atacar a Sirius de una manera humillante y vergonzosa, porque causarle daño siempre
fue una de las cosas que mejor hacían sentir a Remus. El ver el odio en su mirada, las burlas de sus
compañeros de casa felicitando su ingenio y la sonrisa de Regulus. A Remus le gustaba la sonrisa
satisfecha de Regulus con su trabajo.

Necesitaba todo eso. O terminaría enloqueciendo.

No tenía tiempo para enloquecer.

—En la cena se reúnen más personas — había objetado Reggie con un bostezo cuando Remus
comenzó a contarle las partes en que necesitaba su ayuda para que el plan funcionara. Barty había
decidido dormir en la cama de Regulus después de conocer las partes básicas, dispuesto a cumplir
las órdenes que Black le diera en su momento.

—Sí, pero con el aporte de Calíope Morgan no será necesario reunir a todo el castillo para un gran
espectáculo — sonrió Remus, sintiéndose más emocionado a medida que el plan tenía cada vez
más sentido y menos puntos débiles.

Regulus apoyó su cabeza en el hombro de Remus para leer las notas que Remus había escrito del
libro de Blythe — Eres malvado, Moony. Me agrada.

Remus acarició su cabello, la culpa en su corazón, mientras que Regulus se quedaba dormido a su
lado, sintiéndose seguro con él.

—Maldito y asqueroso traidor — se dijo Remus. Y dolió porque era cierto.

Tenía que arreglarlo. Necesitaba arreglarlo.

El plan de Remus consistía en dos cosas esenciales. El primero lo había sacado del maleficio que
encontró en el libro de Edmund Blythe. La mejor parte se la entregó Calíope Morgan en la fiesta
de Halloween.

Era lunes, no muchas personas desayunaban en el gran comedor, queriendo aferrarse a unos
minutos más de sueño, terminando una tarea atrasada o llegando tarde a clases extras. Por eso
Regulus había tratado de convencer a Remus de realizar la broma durante la cena. Pero Remus
estaba obsesionado con hacerlo a primera hora.

Y sabía demasiado bien que los merodeadores irían a desayunar. Siempre lo hacían. Era parte de su
tradición ser ruidosos y presentes durante el cumpleaños de cada uno de sus miembros. Como si
fuera el mejor día de sus vidas.

Barty Crouch estaba dormitando contra la mesa. Calíope Morgan y Bianca Zabini saludaron a
Remus cuando entro al gran comedor junto a Regulus.

—Buenos días, Lupin — sonrió Morgan.

Remus le respondió la sonrisa mientras se sentaban junto a ellas — Pero si es la bruja más
talentosa que he visto en mi vida.

Calíope se rio mientras Bianca Zabini los miraba divertida — ¿Tienes algo planeado para hoy?

A Remus le agradaba lo rápida que era Zabini.

Regulus bufó — Somos chicos buenos. No nos atreveríamos a hacer algo.

Los ojos de Bianca brillaron con emoción— Entonces eso es un sí. Lo estaré esperando.

Regulus miró hacia la mesa de los Gryffindor buscando a Sirius con su mirada, le dio un codazo a
Remus — Mira, esa es tu novia.

Lily Evans estaba discutiendo con Severus Snape. Se veía molesta.

—¿Quieres que lo regañe? — ofreció Regulus. A pesar de detestar a Lily con todo su corazón,
Regulus sabía que era una persona importante para Remus.

Pero Remus negó con la cabeza, mirándolos con atención — Lily puede defenderse a sí misma de
Severus Snape. Es alguien impresionantemente buena con las maldiciones.

Calíope Morgan se apoyó en su hombro para mirar — Es bonita y buena bruja, tienes suerte,
Lupin.

—Son ellos — Barty Crouch despertó y miro a ambos lados hasta fijar su mirada en Regulus — Su
gran entrada.

Regulus asintió y miró a Remus.

Remus simplemente sonrió con desdén.

Por fin, su presa estaba aquí.

James Potter y Peter Pettigrew flanqueaban a Sirius Black, riendo y celebrando, mientras que
Marry MacDonald y Marlene McKinnon los seguían desde atrás.

Sirius lucía esa estúpida corona que usaban los merodeadores el día de su cumpleaños. A Remus le
alteraba saber que un imbécil como Sirius Black era cuatro meses mayor que él. En serio le
molestaba que Sirius Black ya tuviese dieciséis años y él aún no.

—¿Cómo haremos que la maldición sea específica en ellos? — había preguntado Regulus cuando
le contó su plan.

Barty Crouch miró las notas — Con un hechizo personalizado, ¿no?

Remus había sonreído, impresionado con la agudeza de Barty — Precisamente. Etiquetamos el


hechizo para que los afecte a ellos.
—Un hechizo vinculador — susurró Barty sonriendo — Me gusta.

James Potter y Peter Pettigrew seguían cantando feliz cumpleaños mientras que Sirius avanzaba
hacia la mesa de Gryffindor, donde sus compañeros de casa los aplaudían y se unían al canto.

—¿Listo?

—Por supuesto.

Realizaron el hechizo no verbal.

Fue instantáneo. Sirius tropezó junto a Potter y Pettigrew. Mary y Marlene se arrodillaron junto a
ellos para saber que pasaba y algunos de sus compañeros seguían cantando.

—Feliz cumpleaños, Sirius Black — susurró Remus con crueldad.

El cabello del chico comenzó a caer a mechones y Mary Mcdonals gritó.

Lily Evans miró a la mesa de Gryffindor y corrió donde ellos, dejando a Snivellus con la palabra
en la boca.

Pettigrew lanzó un grito de dolor y Potter parecía estar haciendo su mejor esfuerzo para soportar el
sufrimiento del cambio.

Remus conocía demasiado bien la sensación de tu cuerpo rompiéndose para volverse a formar en
un monstruo.

Los profesores guardaron silencio y se quedaron mirando con gran impresión.

Barty reía complacido. Regulus miraba en silencio.

La piel de los chicos comenzó a transmutar. Se veía doloroso. La descripción de la maldición decía
que la sangre hervía durante la transformación y se endurecía para formar las escamas.

Cuando todos los estudiantes en el gran comedor guardaron silencio y algún que otro prefecto ya
había corrido a traer a Madame Pomfrey, la transformación acabó.

Tres criaturas reptilianas ocupaban el sitio de Sirius Black, James Potter y Peter Pettigrew.

—¡No puede ser! — exclamó Mary conmocionada mirando a su novio con horror.

—Pero si son tres serpientes — se burló Remus — que hipócrita de su parte.

Los Slytherin rieron rápidamente.

—El verde no es su color — se burló Nott.

—Por Merlín, que asquerosos se ven — sonrió Calíope Morgan.

—¿Potter? ¿Estás bien? — preguntó Lily a su lado mirándolos sorprendida — ¿eres tú?

Peter Pettigrew estaba llorando cuando McGonagall llegó a su lado.

—¿Chicos? Oh, por la barba de Merlín, ¿qué es todo esto?

Pero él lo sabía. Claro que sabía que era él.


Sirius lo miró con rabia contenida y Remus tuvo que repetirse que no lo afectaba. Que para nada la
mirada furiosa de Sirius Black le hacía desear volver a tenerlo acorralado contra la pared.

La mejor parte del hechizo que le dio Calíope Morgan fue embrujar todos los retratos del Castillo.
Le hubiera tomado toda una semana realizarlo, pero con un hechizo de expansión y la magia de
Calíope pudo embrujar los retratos para que transmitieran una y otra vez la gran transformación de
los merodeadores. Una y otra vez se mostraba a los tres chicos sufriendo mientras se convertían en
reptiles humanoides, sin cabello, con la piel cubierta de escamas y escalofriantes ojos amarillos. Se
veían horribles.

Para el jueves las repeticiones en los cuadros seguían ocurriendo a pesar de los esfuerzos del
profesorado para quitarlos. Era un buen recordatorio de la humillación de los merodeadores.

McGonagall estaba furiosa. Hablaba sobre la rivalidad de las casas. Sobre acoso escolar. Y sobre el
peligro de la integridad de la enseñanza mágica. Fue tanta su insistencia, que Dumbledore había
pedido en la mañana la voluntad de los estudiantes para revelar quién había sido el responsable.
Pero sin una confesión, Dumbledore comentó que estaría fuera unos días por asuntos del ministerio
y que esperaba que la situación estuviera resuelta a su regreso. McGonagall no se veía feliz por el
poco interés de Dumbledore sobre el asunto.

Regulus se había reído — A ese anciano no le importamos una mierda.

Remus estaba de acuerdo. Dumbledore podía ser un mago excepcional, pero no veía a los demás
magos como personas. Se preguntó hasta qué punto Dumbledore diferenciaba a las personas de
herramientas, y hasta dónde era capaz de juzgar la naturaleza de un mago. ¿Hubiera hecho algo por
mí de no haber necesitado una criatura oscura? Remus lo dudaba.

Algunos profesores seguían queriendo encontrar a los culpables para castigarlos y para estudiar a
fondo las maldiciones utilizadas, pero los merodeadores obstinadamente mantenían silencio. No
importaba cuanto se odien, jamás irían corriendo a delatarlos contra los profesores, era una regla
silenciosa que establecieron ambas partes de su pequeña guerra infantil. Ellos no delataban. Incluso
si habían estado tres días en la enfermería esperando que Madame Pomfrey entendiera la
naturaleza del maleficio utilizado. Pobre Poppy, pensó Remus con una sonrisa, sabiendo que el
hechizo era más complicado que lo que parecía a simple vista.

Remus recibió un avión de papel hechizado durante su clase de runas, la nota era simple:

La orilla del lago. No tardes. Lily.

Miró a la pelirroja que lo veía con una expresión firme.

Suspiró con cansancio. Ser atrapado por Evans no era nuevo, pero ser regañado por ella podía
convertirse rápidamente en una tortura. Aun así, estuvo allí a la hora acordada.

El cabello rojizo de Lily resaltaba en el ambiente gris, el frío ya llegaba a Hogwarts de manera
persistente, con una gruesa capa de niebla que rodeaba al lago.

—¿No crees que fue un poco cruel? — preguntó Lily con seriedad apartando su cabello que el
viento movía hacia su cara— sé que tienen una gran y estúpida rivalidad, pero creo que esta vez te
pasaste, Remus.

Remus suspiró. Jamás ganaba una discusión contra Lily. Era totalmente injusto.
—No pienso disculparme, Evans — respondió con decisión mientras buscaba dentro de su capa —
Pero ten.

Lily atrapó el frasco azulado que le arrojó — ¿Qué es?

—El único contrahechizo — sonrió divertido — Soy así de increíble.

Había creado la poción antes de realizar la venganza. La misma noche que besó a Sirius Black. Era
un seguro por si lo atrapaban o algo salía mal. Tener una solución era algo que Narcissa Black le
había inculcado durante los años que fue uno de sus protegidos. Era una costumbre difícil de
ignorar cuando resultaba tan útil en momentos así.

Lily examinó el frasco observándolo contra la luz — ¿Cómo sé que es el verdadero?

Remus se encogió de hombros, de buen humor.

—¿Si lo bebo estaré bien? — preguntó Lily con desconfianza.

Remus sonrió — Lilyflower, deberías confiar más en tu pseudonovio.

Lily guardó el frasco en su capa — Me aseguraré de llevarme el crédito por esto.

—¿Algo más?

—Sev dijo… — comenzó Lily evitando mirarlo, jugando con ese anillo que sus padres le habían
dado en navidad, un movimiento que hacía cuando se sentía nerviosa o incómoda — Severus dijo
que usaste cruciatus con él.

Remus contuvo la respiración.

Lily lo observó.

¿Podría mentirle? Sería sencillo decir que Snivellus escupía mierda por celos. Lily le creería. Su
mirada lo decía. Quería creer que Remus era inocente. Lily siempre intentaba ver lo mejor en las
personas.

Pero Remus no quería mentirle. Una parte retorcida dentro de él deseaba ver la mirada
decepcionada en su rostro casi tanto como temía recibirla.

—Conozco a Severus desde que éramos niños — comenzó Lily con una voz baja — Pero también
te conozco, Remus. Puedes ser cruel. Pero… — miró el frasco en sus manos — pero deben
provocarte para que ataques.

—Lily… — susurró.

Su mirada — Por favor, no vuelvas… no vuelvas a usar una maldición inquebrantable si puedes
evitarlo.

Remus asintió.

Lily se despidió.

Remus debería haberse sentido mal. Sin embargo, no se arrepentía de usar cruciatus contra el
despreciable de Snivellus. Las palabras de Snape habían tocado un tema sensible. Remus ya tenía
suficiente mierda con la que lidiar con sus propios pensamientos sobre ser una criatura oscura. No
necesitaba al maldito mestizo que se creía un sangre pura regocijándose por las reformas contra los
hombres lobos. Pero lo que de verdad había molestado a Remus era la facilidad con la que lo
torturó. Había sido tan fácil, tan natural, tan sencillo. Una parte de Remus deseaba volver a hacer
sufrir a Severus Snape hasta que perdiera el sentido. Tal y como Remus se desmayaba cuando su
padre usaba cruciatus contra él.
El duelo

18 de noviembre, 1975

Tuvo otra pesadilla. Sucedía con mayor frecuencia cuando se acercaba la luna llena.

—¿Los lobos de nuevo? — preguntó Regulus sentado a la orilla de la cama de su amigo,


mirándolo con preocupación.

—Los malditos lobos — murmuró Remus cubriendo sus ojos con su brazo, sin desear levantarse
de la cama mientras que su respiración volvía a la normalidad.

Lo llamaban. Siempre comenzaba con los aullidos furiosos y desesperados que exigían que fuera
con la manada. La voz de Greyback era la más alta de todas.

—Vamos, niño. Mi más hermosa creación.

Remus volvía a ser un niño pequeño, pero corría por la casa de campo en la que vivió con su papá.
La puerta se abría con estrepito y Remus corría y corría hacia el bosque.

El peor lugar siempre era el bosque y, de todos modos, Remus no podía cambiar el sueño. No
podía evitar buscar refugio en el bosque, por más malvado y tenebroso que se volviera en la
oscuridad cubierta de aullidos escalofriantes.

Tropezaba una y otra vez.

Sentía que moriría de miedo antes de que los lobos lo encontraran.

Jamás tenía esa suerte.

Se caía por un pequeño barranco y caía en un claro lleno de cadáveres humanos y de lobos.

—Vamos, niño. Sírveme — le ordenaba Greyback divertido.

Y Remus despertaba cuando los lobos furiosos se arrojaban sobre él.

—Tendrán duelos por parejas — anunció Flitwick encantado por impartir la clase de duelos. Cada
vez en Hogwarts se realizaban más cosas como estas. Alguna clase sobre encantamientos
curativos. Contramaldiciones más poderosas en Defensa contra las artes oscuras, maneras de
ocultar su presencia, y por supuesto las prácticas de duelos. La guerra ya no se podía ignorar. Y
Dumbledore necesitaría soldados una vez que sus aliados fueran muriendo.

—Esto será divertido — murmuró Remus. La luna llena era esta noche y la magia de Remus estaba
demasiado inestable, podría terminar lastimando a todos en la sala sin poderla controlar. O peor,
pensó.

—Las parejas serán elegidas al azar.


Black y Potter demostraron su decepción abrazándose.

—¡Prongs! — lloró dramáticamente Black.

—¡Padfoot! — lo imitó Potter.

Pettigrew los miraba con vergüenza.

Lily puso los ojos en blanco — Son tan ridículos.

Remus estuvo de acuerdo.

Las cosas entre Lily y él fueron un poco extrañas después de la broma, aún más cuando alguno
nombraba a un merodeador o hablaba sobre una maldición nueva que había aprendido. Pero Lily
había insistido en no hacer las cosas incómodas.

—Remus, eres mi mejor amigo. No soportaría perderte — le dijo Lily mirándolo con seriedad —
Además, eres el mejor pseudonovio que he tenido, en serio no quiero romper contigo.

Remus le había sonreído — Está bien. ¿Qué propones?

—Lo que sea que haya sucedido, está en el pasado. Te acepto tal cual eres, Remus. Incluso si un
día te conviertes en un posible homicida.

Remus se rio — Yo también te seguiré apoyando, mi adorada pseudonovia. Incluso si en el futuro


te conviertes en una posible homicida.

Gracias a esa intervención habían vuelto ya a la normalidad. A Remus le parecía increíble la forma
sencilla que Lily tenía para arreglar las cosas. Nada parecía demasiado problema para ella. Todo
tenía alguna solución.

Excepto controlar a los merodeadores.

—No puede separarnos, venimos en un paquete de dos y medio por uno — reclamó Sirius al
profesor Flitwick.

—¿Dos y medio? — preguntó el profesor confundido.

—Prongs, Wormie y yo, profesor — respondió como si fuera obvio — Wormie vale la mitad
porque es un cobarde.

—¡Oye, ya parala, Sirius! ¡Yo no quise huir anoche! ¡Ese maldito sauce de verdad da miedo! —
peleó Peter Pettigrew mientras James Potter le daba suaves palmaditas en su cabeza.

—Ya, ya, Wormie, lo sabemos.

Flitwick suspiró cansado — Parejas, chicos, al azar.

Así que, procedió a hechizar un sombrero para gritar las parejas después de ingresar los nombres
de cada uno. Otro maldito sombrero seleccionador.

—Evans contra Morgan — gritó el sombrero con voz aguda — Zabini contra McKinnon.
McDonals contra Yaxley.

Las chicas se prepararon. Calíope Morgan le sonrió a Lily. Y Lily tuvo su varita preparada con una
mirada analizadora. Remus se sintió interesado en ese duelo, sabía por experiencia que ambas eran
brujas talentosas. Pero que Lily tenía ventaja. Morgan podría conocer un millón de maldiciones
complicadas, pero subestimaría a Lily, y esa sería su oportunidad, porque Evans no bajaría su
guardia con ella.

—Pettigrew contra Mulciber — siguió gritando el sombrero — Potter contra Snape.

James Potter y Severus Snape se miraron con odio mutuo. El profesor Flitwick casi parecía
arrepentido por no dejarlos elegir a su pareja de duelo. Y Remus escuchó a Lily susurrar: no puede
ser.

—Black contra Lupin. Nott contra Avery.

Remus miró al sombrero con furia. ¿Por qué, maldita sea, siempre tenía que quedar atrapado con
Black?

—Bueno, Nott y Avery tendrán que pelear juntos a pesar de ser de la misma casa — se lamentó
Flitwick —. Lo siento chicos, no hay suficientes Gryffindor para ustedes. ¿Estarán bien? — ambos
chicos asintieron —. Está bien, tomen lugar cada uno y estaré pasando por pareja para verlos.

Remus se giró. Esto era una mala idea. Cada luna llena, su magia se volvía incontrolable.
Respondía a la menor provocación en Remus. ¿Junto a Sirius Black? Por Merlín, sería capaz de
incendiar todo el bosque prohibido. Su sola presencia en la misma habitación lo alteraba. Remus lo
sentía demasiado bien. El olor de su magia era intenso. Y la bestia dentro de él deseaba acercarse y
destruirlo.

Sirius Black se paró frente a él.

Remus lo miró durante un momento tratando de calmar sus emociones.

—Esto es una mierda — la voz de Sirius estaba cargada con desdén.

Desde la broma, el rencor de Sirius Black hacía la casa de Slytherin se había profundizado hasta el
punto de ser continuamente castigado al ser encontrado desquitándose en peleas con Snivellus,
Mulciber y Avery. Pero no tenía punto de comparación con el odio que Sirius Black sentía hacia
Remus Lupin. Lo sabía, en su mirada, en la forma en que sentía la sangre de Sirius arder con rabia
al estar uno frente al otro. Remus se sentía satisfecho, la humillación que le había hecho pasar a
Sirius logró borrar lo que fuera que había pasado entre ellos dos.

Pero al estar uno frente al otro, a vísperas de la luna llena, lo cambiaba todo. Hacía que el monstruo
tuviera más poder y cegaba el raciocinio de Remus. Porque Remus sabía demasiado bien que era
una mala idea desear con tantas ansías cortar a Sirius con sus garras y sentir el aroma de su sangre
caer sobre él. Una parte de Remus aún era consciente de que no debería sentirse excitado ante la
idea de romper el fino cuello blanco del joven amo Black y escuchar el sonido de sus gemidos
jadeantes de aire…

—¿Preparados? — dijo la voz de Flitwick — Listos. Pueden comenzar.

—¡Incendio! — atacó Sirius.

—¡Impedimenta! — reaccionó Remus sintiendo su varita vibrar ante la exposición de la magia del
lobo.

—¡Bombarda! ¡Mordeo! ¡Expelliarmus! — Sirius Black atacaba sin piedad, un hechizo tras otro
hasta volverse no verbales. Remus sabía demasiado bien que los hechizos no verbales de un Black
eran cosa que temer. Sabían demasiadas maldiciones desconocidas.
—¡Depulso! — Al lanzar el hechizo, Remus supo que algo iba mal.

El impacto no debería haber sido tan intenso. Algunas personas a su alrededor fueron empujadas y
Sirius Black no cayó porque se aferró a Remus. No supo en qué momento había logrado acercarse
tanto a él. Pero Sirius Black estaba demasiado cerca, frente a él, con sus manos agarradas a su capa,
y empujándolo hacia el suelo.

Sirius estaba sobre él antes de que Remus pudiera tener un pensamiento coherente que no fueran
los instintos del lobo emocionado, furioso e impaciente.

Los ojos de Sirius Black eran algo que odiaba profundamente. Le alteraba lo expresivos que eran.
Le molestaba poder entender cada pensamiento de Sirius con una sola mirada.

Luna llena cerca.

La intensidad de su magia.

La garganta de Sirius al tragar agua.

La mirada ansiosa entre ellos dos.

—Eres la persona que más odio en el mundo, Remus Lupin — susurró Sirius con una mirada llena
de desprecio.

Remus sonrió emocionado — El sentimiento es mutuo.

Disfruto el dolor en su mirada.

Por supuesto fueron castigados. Flitwick estaba un poco conmocionado al respecto.

—Black y Lupin, la idea era atacarse en turnos. No acabar el uno con el otro de forma salvaje y
atacar a todo el salón — los regañó una vez que la clase termino y el salón se había vaciado
dejándolos solo a ellos tres dentro — Ambos estarán castigados esta noche.

—Esta noche no puedo — respondió Remus rápidamente.

Sirius lo miró con sospecha.

—Porque… — pensó Remus — Slughorn me castigo hoy. En verdad lo siento.

Flitwick los miró a cada uno —En ese caso, ambos cumplirán su castigo este fin de semana.

—Pero profesor — alegó Sirius con una mueca — Yo estoy disponible esta noche. Róbele su fin
de semana a Lupin y su… pequeño problema mensual.

Remus le gruñó. Las ansías de ahorcarlo se volvían cada vez más intensas.

Sirius le devolvió la mirada con suficiencia.

—Sin peros, Sirius. Ambos este fin de semana. Van a cumplir su castigo juntos y espero que logren
trabajar bien — sentenció Flitwick— Es suficiente de rivalidades infantiles, chicos. Una vez que se
gradúen no se enfrentaran a bromas. Estarán peleando por sus vidas.

Remus sintió como Sirius se estremeció.


—No, profesor — objetó Black con frialdad — En ese entonces uno de nosotros dos estará
peleando por su vida — le dedicó a Remus una mirada llena de desprecio — y el otro por quitarlas.

Y salió del salón azotando la puerta.

Regulus se rio cuando se lo contó de camino a la torre de Ravenclaw — Pobre, Moony, atrapado
con la escoria.

—¿Por qué siento que te divierte?

Regulus sonrió mientras seguían subiendo escalones — Porque ambos son increíblemente
similares. Sirius es un imprudente de mierda. Pero vas tú y le respondes. Aún después de años de
formación, sigues siendo tan impulsivo como él.

Remus no lo encontraba gracioso.

—Estaba cabreado — refunfuñó.

—¿Lobito está enfadado?

—Púdrete, Black.

Remus seguía sintiendo que traicionaba a Regulus cada vez que sucedía esa energía intensa con
Sirius. Le fastidiaba bastante. Porque no podía hacerle eso. No podía permitir que la cosa con
Sirius afectara su relación con Regulus. Lo necesitaba demasiado.

Junto a la sala común de Ravenclaw, había un salón vacío que Pandora Lynch utilizaba para sus
experimentos. Le abrió la puerta tan pronto como Regulus tocó. De algún modo, había logrado
dejar un encantamiento para que la puerta solo fuera visible para ellos tres. Según Pandora,
Flitwick había estado encantado de ayudarla a lograr ese espacio para que siguiera ampliando su
dominio en la magia. Remus creía que era una zona asegurada para que no siguiera destruyendo la
sala común de Ravenclaw después de la explosión en su primer año.

—Hey, Dora — saludó Regulus sonriendo.

—Entren, rápido — respondió Pandora arrastrando a los dos chicos a su estudio.

Cuando Remus conoció a Pandora, Regulus Black lo llevó engañado.

—Necesito que vengas conmigo a buscar unas cosas.

—¿No puede acompañarte Barty? — le replicó Remus esa vez mientras leía con esos horribles
lentes que Poppy le había dado.

—No, está con Alice. Y, de todas formas, te necesito a ti.

Te necesito, esas palabras sonaron demasiado bien. Y Remus terminó siendo llevado ante Pandora
Lynch.

—Pandora es la mejor creando hechizos — Regulus besó la mejilla de Pandora.

—Necesito que los pruebes, Black. Y entonces si serán mejores. En serio, se supone que me
ayudas a ver si funcionan correctamente o no. ¿Por qué tardabas tanto?
—Me adora — le comentó a Remus con una sonrisa infantil.

—Es una sociedad de mutuo beneficio — aclaró Pandora ordenando un mechón de Regulus.

Pandora Lynch, la única heredera de la noble familia Lynch. Al conocerla, Remus pensó que tal
vez Regulus sentía una atracción por los rechazados. Porque era sabido que Pandora era
atormentada en Ravenclaw. Era la chica más lista que Remus conocía, pero entendía por qué no
encajaba con sus compañeros. Pandora Lynch era un genio incomprendido.

Y no tardó en caerle bien. Porque Remus era tan inadecuado como ella le parecía a los demás.

Pandora era de una familia sangre pura. Por eso había podido crecer cerca del círculo social de
Regulus Black. Pero su familia se mantenía públicamente neutral ante la supremacía de sangre.

—¿Crees que la supremacía de sangre tiene un sustento real? — le preguntó Remus una vez que
estaban experimentando.

Pandora había mirado a Remus a los ojos, tenía esa mirada prendida, la que decía que estaba
emocionada por una pregunta compleja —Es interesante, ¿no? Los creyentes de la supremacía
alegan que la sangre pura hace más fuerte a la magia. Pero hay demasiados casos de hijos de
muggle que han logrado un magnífico desarrollo mágico, mucho mejor que el de grandes magos
sangre pura.

—Creo que la sangre pura terminara con la magia.

—Lo hará — coincidió Pandora.

Y Remus decidió que le agradaba Pandora Lynch.

Pandora lo sabía. Sobre su pequeño problema peludo. Regulus lo convenció de decirle. Remus tuvo
sus dudas. Pero confiaría su vida a Regulus Black. No había nadie como él para guardar un secreto.
Remus tenía la impresión de que Regulus guardaría silencio incluso en un interrogatorio con
veritaserum. Era así de obstinado.

Le confesó a Pandora la verdad unos días después de decirle a Lily Evans, porque Remus creía
correcto decirle primero a su mejor amiga en Hogwarts antes de a Pandora Lynch.

Por eso le impresiono tanto su reacción. Mientras Lily había llorado por todos sus sufrimientos con
una gran ternura, Pandora gritó con emoción.

—¡Es lo más maravilloso que podrías decirme!

Para Pandora la lincantropía no era una maldición o una enfermedad.

—Es un caso tremendamente interesante. ¿Hasta qué punto cambia el humano una vez que su
naturaleza se mezcla con la bestia? ¿Cómo son tus sentidos? ¿Estás atado a la luna en todas sus
fases lunares o solamente en la luna llena? ¿Pierdes por completo tu consciencia o se liberan los
más profundos deseos humanos sin moral?

Desde entonces, cada cierto tiempo, Pandora y Remus realizaban experimentos.

—¿Qué tal la última luna llena?

—Una mierda.

—Se lastimo mucho menos. Pero la transformación sigue siendo una tortura — explicó Regulus
mientras comía una mazana.

Pandora tenía una expresión pensativa — Quizás no deberíamos tratarlo con remedios para magos.
El lobo se transforma, incluso a nivel molecular. Es muy impresionante. Se podría decir que
incluso tu ADN se rompe para formar al lobo. Por eso es tan doloroso.

—Pareces emocionada — se quejó Remus.

Pandora sonrió —Es un desafío. Crear hechizos y pociones es algo maravilloso. No hay límites en
la magia. Te lo demostraré, Remus Lupin.

Habían avanzado lentamente. Pandora alegaba que era porque se lo confesaron tarde. Pero incluso
con el poco tiempo que llevaban trabajando, Pandora había creado un mejor ungüento para las
cicatrices.

—Esto hará que sanen más rápido. Aun no puedo lograr borrarlas. Son heridas mágicas, y eso es
difícil de manejar. Pero te prometo que dedicaré mi vida a esto.

—Gracias, Pandora.

El sentimiento de agradecimiento que sentía Remus estaba mucho más allá de esas palabras.

—Para hoy quiero intentar con esta poción. He estado estudiando más sobre las criaturas oscuras y
después de la muestra pasada creo que podría llegar a recuperar tu consciencia. No pararía el dolor,
pero…

—¿Sería capaz de controlarme? — preguntó Remus impresionado.

Pandora asintió con una pequeña sonrisa — Eso espero, Remus. No he tenido tanto tiempo para
perfeccionarla, pero creo que es una buena oportunidad para comenzar.

Regulus paseaba por el pequeño laboratorio de Pandora y encontró un libro azul con toques
dorados que reconoció —Ya sé porque no has tenido tanto tiempo. Supe que Xena te invitó a salir.

Pandora no parecía interesada —¿Ah sí?

Los rumores iban rápido por el castillo. Remus también lo había escuchado por Lily.

Reggie sonrió con burla — Oh sí, ya sabes, ese tipo que habla de threastals y norgels.

—Cállate, Regulus Black — le sonrió Pandora — Es adorable.

—Te gusta Pandora — dijo Remus una vez que regresaban a las mazmorras.

—Eso no es verdad — negó Regulus sin alterarse ni mostrar la más mínima emoción que no fuera
indiferencia — Es una amiga preciada.

—Estás celoso — sonrió Remus — Por el tal Lovegood.

—Cállate, maldito perro — lo empujó.

—Eres adorable, Regulus Black.


El castigo

22 de noviembre, 1975

Para cuando llegó el fin de semana, Remus y Sirius fueron escoltados por Filch para limpiar el
sexto piso.

—¿Qué mierda? — murmuró Remus al sentir el olor a pestilencia y ver todas las paredes cubiertas
de baba verdosa.

Habían atrapado a Sirius el día anterior. Y ahora tenían que limpiar toda la porquería que Sirius
había intentado colocar en modo de broma. Era peor que las bombas apestosas, el plan de los
merodeadores era inundar el castillo con pus de tubérculos. Pero por supuesto, Sirius había
aceptado toda la culpa para no delatar a sus amigos.

Sirius suspiró y tomó un sucio paño para comenzar a fregar porque se les prohibió limpiar con
magia.

—Quiero que sus manos sangren — se había burlado Filch, seguía molesto por la vez que despertó
confundido en ropa interior en el gran salón y con la señora Norris petrificada a su lado — Y si veo
una sola mancha los encadenaré a ambos en los calabozos.

Sirius había puesto los ojos en blanco y había tomado toda la paciencia de Remus no acabar con
Filch con un maleficio rápido mientras lo veía marcharse.

Remus pensó que era una estupidez.

Miró con odio a Sirius, que fregaba con el ceño fruncido. Sino lo hubieran asignado a pelear contra
Sirius Black no tendría que volver a estar atrapado con él.

—¿Por qué siempre tienen que asignarnos juntos? — se quejó antes de tomar su propio estropajo
de paño para limpiar.

Desde primer año, cuando conseguía un montón de castigos por sus deberes, por una broma mal
ejecutada o por ser atrapado en una pelea, McGonagall o Slughorn tendrían la increíble idea de
colocarlos juntos en los castigos. Incluso Flitwick y otros profesores los asignaban juntos ahora.
Una verdadera molestia.

Al principio no se dio cuenta que lo hacían.

Hasta la época en la que comenzó a conseguir algunos castigos a propósito. Sus instintos de lobo
estaban mejor desarrollados. Por eso a veces podría anticipar antes de ser atrapados. Pero cuando
Remus tenía trece años y Sirius Black catorce, sintió una atracción sinsentido en ser atrapado.
Entonces se dio cuenta que sería emparejado con Black, porque McGonagall se aseguraba que
James Potter y Sirius Black estuvieran en extremos opuestos en sus castigos para que no se
divirtieran con tonterías, y Pettigrew rara vez era atrapado, gozaba de una suerte injusta para un
cobarde.

Remus pensó que tal vez se trataba de un instinto autodestructivo. Porque no tenía sentido
conseguir todos esos castigos para poder estar cerca de Sirius Black. Se rehusaba a creerlo. No
había una persona que Remus odiara más que a Sirius Black, la persona que había abandonado a
Regulus a su suerte.

Pero sentir la magia de Sirius alrededor era intenso. Todas las emociones de Sirius eran intensas.
Los sentidos del lobo se sentían despiertos a su alrededor. De alguna forma, aquello lo emocionaba.

—Esto es culpa tuya — se quejó Sirius.

Remus se enfadó — ¿Cómo exactamente es mi culpa? Tú te subiste encima.

Sirius bufó — Porque fue el peor cumpleaños de la vida. Me la pase en modo reptil en la
enfermería y sé que tú fuiste el responsable de eso. Lily no pudo conseguir la cura sin ti.

—Cierra la boca, Black — le replicó Remus a Sirius.

—¿Y por qué Lily? — preguntó Sirius mientras limpiaban — ¿Por qué sales con ella?

Porque es beneficioso, pensó Remus. Pero imaginó que la pelirroja no apreciaría esa respuesta ante
alguien como Sirius Black.

—No es tu asunto, Black.

Sirius se dio la vuelta —Claro que lo es.

—¿Cómo podría tener algo que ver contigo? — Lo miró Remus enfadado.

—Porque James es mi mejor amigo — respondió con determinación acercándose — Y lo haces


solo para jodernos.

Remus podría haberle dicho simplemente que la quería, que eran amigos, que la pasaban bien
juntos. Pero una parte de él estaba emocionado por una pelea. Quería pelear. Quería gritar contra
Sirius Black. Quería provocarlo.

—Metete en tu propia mierda, Black — susurró Remus.

Estaban demasiado cerca.

—Oblígame —replicó Sirius.

La espalda de Sirius chocó contra la pared. Las manos de Remus lo aprisionaban contra el muro.

—No intentes hacerme perder la paciencia.

—¿Por qué? ¿Volverás a besarme? — Esa mirada desafiante de nuevo.

—Te ahorcaré — gruñó Remus y uso toda su voluntad para alejarse de Sirius y volver a fregar la
maldita porquería —Y tú me besaste.

—Si claro, sigue repitiéndote eso, Lupin — replicó Sirius.

Era suficiente.

Remus tiró de la camisa de Sirius, empujándolo hacía atrás y tomó su rostro entre sus manos, su
mirada sorprendida, la respiración contenida entre ellos, miró sus labios, esos malditos labios.

—Tú me besaste, Black. Y gemiste en mi boca mientras gozabas el sabor de mis labios.

Sirius se estremeció — Eso es una maldita mentira.


Remus sonrió de forma malvada — ¿En serio? ¿Y por qué tienes una expresión tan ansiosa ahora?

Lo miró con rencor y lo empujó apartándolo de él — Eres un bastardo de mierda.

—¿Ah sí? ¿algo más que decir? — se burló Remus.

La furia de Sirius se sentía demasiado bien. Casi embriagadora.

Sirius lo miró a los labios y gruñó — Retorcido enfermo de mierda.

Remus se acercó lentamente, sin apartar la mirada intensa de Sirius.

Se inclinó hacía él, hasta susurrar en su oído — Sigues provocándome, Black. Y te advertí no
hacerlo.

Remus bajó por el cuello de Sirius, su aroma embriagador, ansiando morder sobre el pulso del
chico mientras sentía el estremecimiento de Sirius y sus manos sobre su pecho.

Se apartó con rapidez.

—¡Fregotego! — encantó Remus para limpiar toda la inmundicia de los tubérculos.

Sirius respiraba agitado, aún demasiado sorprendido para reaccionar.

—Ve cómo fingir que limpiamos todo con esos horribles pañuelos — ordenó Remus — Yo no fui
el que comenzó toda esta mierda.

—¿Sabes por qué Sirius está actuando raro conmigo? — preguntó Lily en la biblioteca mientras
hacían sus deberes de pociones. Remus apestaba en esa materia, tanto, que seguía usando sus lentes
de lectura para tratar de entender lo que decía el libro de pociones de Lily cubierto de algunas notas
útiles de consejos que Slughorn le había dado en el club de las eminencias.

—¿Por qué debería saberlo? — respondió con demasiada indiferencia sin levantar la mirada de su
pergamino — No soy Potter como para estar en lo más mínimo interesado en lo que hace Sirius
Black.

—Le pregunte a James, pero dice que esta extraño desde la broma. Al principio creía que por eso
actuaba incómodo conmigo, por ser tu pseudonovia y que lo hayas humillado.

Eso sería lo normal en él, pensó Remus. Es un rencoroso de mierda.

—Pero Sirius no está siendo hostil conmigo como cuando empezamos a pseudosalir, es más
como… si estuviera asustado de mí, quizás.

Remus sentía la mirada de Lily sobre él, como un depredador. Si Lily Evans fuera una criatura
oscura, el mundo mágico tendría que temerle a ella y no al señor tenebroso. Era malditamente
obstinada e intuitiva.

—Que extraño.

Lily enarcó una ceja.


Remus no quería hablar de ello. Aunque sintiera que se estaba muriendo por dentro.

—Así que le pregunté a Sirius.

Remus levantó la mirada.

Lily sonrió — Sabes que puedes decirme lo que sea, Lupin.

Suspiró derrotado. Y se cruzó de brazos mientras ladeaba la cabeza. Había sido atrapado. ¿Tenía
algún sentido intentar ocultarlo? Remus sentía que podría enloquecer si tenía que estar ocultando lo
que paso durante el resto de su vida. Ante cada secreto que había tenido, Regulus había actuado
como su primer confidente. Pero esta vez no podía. Regulus era la última persona que debía
enterarse sobre la atracción que Remus parecía desarrollar hacía el maldito de Black.

Miró a Lily a los ojos, a su mirada alentadora y aceptó la mano que le ofrecía.

Buscó a su alrededor a algunos curiosos, nunca se era demasiado desconfiado cuando guardabas
tantos secretos como Remus Lupin. Y solo una vez que lanzó un hechizó silenciador, confesó.

—Besé a Sirius Black.

La sorpresa de Lily Evans era casi cómica, incluso perdió el color por un instante — Santa mierda,
¿besaste a…? Maldita sea, Remus. ¿Cómo, cuándo, por qué?

Remus resistió el impulso de reír.

—Lo siento, Lilyflower.

—Mierda. ¿Es cierto? Mierda. Remus —Lily trataba de procesar la información viéndose perpleja
y asustada.

—¿Estás bien? — preguntó el chico divertido.

—¿Tú estás bien? — replicó la pelirroja con el ceño fruncido — Sirius Black. Oh por dios.
Cuando le pregunté a Sirius solo me respondió que me estabas siendo infiel.

Remus rio — ¿Él te dijo eso?

—Sí, se veía muy alterado diciendo: Lily, cree en mí, no tengo pruebas, pero yo lo vi, Remus
Lupin te está engañando y es un pésimo novio — Lily sonrió confundida — Creí que era una
trampa para que rompiéramos y así James volviera al juego. Pero, mierda, Lupin.

Sintió el golpe de Lily en el hombro —Auch, eso dolió.

—Te pasa por infiel, maldito pseudonovio. ¿Con Sirius Black? — Lily volvió a darle un puñetazo
en el hombro.

Remus sonrió — Estoy condenado. He caído bajo.

—¿Te gusta? — preguntó en un susurro.

—No — respondió rápidamente — Es decir… Nos besamos en Halloween. Una vez. Bueno,
fueron dos veces. Pero…

—Wow.
—Pero no significa nada. En serio, Lily. No puede significar nada. Sirius Black es la persona que
más lastimó a Reggie y Reggie es…

—Reggie — entendió Lily. Sabiendo todo lo que Regulus significaba para Remus.

Remus sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Era patético llorar a esta edad. Pero sintió el impulso de
hacerlo.

—No puedo traicionar así a Regulus.

Lily lo abrazó — Está bien, Remus, está bien.

Pero no lo estaba. No estaba jodidamente bien.


Navidad en la mansión Black Parte 1

21 de diciembre, 1975

La luna llena había sido hace un par de días. Remus aún se sentía un poco mareado y adolorido.
Pero la última poción de Pandora había servido en algo, porque Remus sintió más consciente de los
sucesos como lobos una vez que volvió a la normalidad. Como si por fin pudiera recordar un sueño
que había olvidado.

—Me alegra haber podido ayudarte, Remus — comentó Pandora con afecto mientras le preparaba
una taza de té— ¿Y qué tal estás navidades? ¿Volverás a quedarte en Hogwarts?

Cada año, Remus se había quedado a celebrar la navidad en Hogwarts. El primer año fue increíble,
se sentía bien siendo uno de los pocos quedándose, con grandes oportunidades de explorar los
pasadizos secretos, practicar hechizos y no tener que estar escuchando cada noche las mierdas
supremacistas. En segundo año, Lily Evans se quedó con él, porque Regulus y Sirius recibieron
órdenes de regresar a casa, y Lily temía que Remus se sintiera solo en Hogwarts. Había sido
divertido, en ese entonces se sintió más unido a Evans. En tercer año, Regulus por fin había podido
quedarse en Hogwarts durante la navidad y había sido el mejor año de Remus. Y el año pasado
había vuelto a quedar solo en Hogwarts y ya no era tan divertido como cuando tenía once años.

Negó con la cabeza — No, este año… he sido invitado a unirme a la fiesta de los Black.

Los ojos de Pandora brillaron — Oh, Eso es… Vaya, intenso.

Remus asintió — Hay muchas maneras de cagarla.

Regulus había recibido la carta hace unos días atrás, antes de la luna llena.

—Es otra carta de mamá.

Cada cierto tiempo, Regulus recibiría alguna carta de sus padres. Rara vez eran de Orión Black,
demasiado ocupado para escribirle a su hijo. Y las veces que eran de parte de Walburga Black,
Regulus colocaba una expresión vacía. Remus no solía preguntar mucho al respecto. Sabía por
experiencia que Regulus le diría si no insistía.

—Estás invitado a la cena de navidad — anunció con una sonrisa.

—¿Por qué alguien querría a un hombre lobo en su cena de navidad? – preguntó Remus sin apartar
la mirada de su libro.

—Ni que cayera en luna llena — replicó Regulus mientras revisaba los libros que llevaría de vuelta
a casa — No tienes excusa.

—No pienso vestir elegante.

Reggie sonrió – Oh, no esperaba menos. ¿Vas aparecer con tus horribles botas de soldado muggle,
jeans rasgados y una cazadora de cuero?

—Si, y la corbata de Slytherin alrededor del cuello, no quiero que piensen que un hombre lobo es
un salvaje.
Regulus se rió.

Remus no había tenido oportunidad de rechazarlo. Porque Dumbledore lo llamó a su oficina. Cada
cierto tiempo lo hacía. Para saber cosas sobre la gente que rodeaba a Remus o comprobar su
lealtad. No siempre conseguía el reporte que deseaba, Remus lo notaba en su mirada vacía. Pero
seguiría llamando a Remus. Porque aún no, aun no llega la misión para la cual me quiere aquí,
pensó Remus.

—Esta navidad debería pasarla junto a su amigo, el joven Black. He escuchado que ha recibido una
invitación y sería favorable para su educación ampliar sus experiencias con el mundo mágico.

Remus se quedó en silencio un momento. No sabiendo si se encontraba más asombrado que


furioso. ¿Cómo Dumbledore tenía acceso a tanta información? ¿Quién era su otro informante?
¿Cuánto sabía sobre cada cosa que hablaba con Regulus? ¿Sabría también sobre Regulus siendo un
animago ilegal?

Mantén la calma, aún más cuando no sepas si la situación está en tu favor o no, se repitió a sí
mismo y analizó sus palabras. Era una orden, no una sugerencia. Eso era lo que indicaban sus
palabras.

—Es muy… amable de su parte, su gran preocupación por esta navidad, señor.

Dumbledore lo miró con esos ojos claros, fríos como el hielo.

—Estaré encantado de aceptar la oferta de mi querido amigo — respondió Remus.

Y Dumbledore sonrió satisfecho.

Navidad con los Black. ¿Quién pensaría que la familia más noble de todo el mundo mágico
acogería a una criatura oscura para las fiestas?

Lily estaba contenta por él, acariciaba su cabello con ternura — Me alegra que no estés solo este
año, Remus. Navidad es para celebrar con los demás.

Lily Evans regresaría a casa. Con la guerra mágica avecinándose, la mayoría de los estudiantes
prefería volver con sus familias. Nunca se sabía cuál sería la siguiente casa en tener la marca
tenebrosa sobre ellos. Lily se veía contenta de ver a sus padres, pero Remus sabía que su relación
con su hermana mayor era complicada. Había perdido las cuentas de las veces que se imaginó
maldiciendo a Petunia Evans por despreciar a su querida pelirroja.

—¿Celebrar con Sirius Black? — replicó Remus amargado mientras recostaba su cabeza en el
regazo de Lily — Lo último que quería era tener que ir a la casa de Sirius Black y dormir bajo el
mismo techo.

La idea lo alteraba. Cada vez que Sirius Black y él estaban juntos en la misma habitación había…
tensión. Incluso entre clases, sus miradas se encontraban, y donde había rencor, desprecio y odio
también había ansias, emoción y atracción. Era intenso. Demasiado para que Remus pudiera seguir
repitiéndose que no significaba nada.

Lily sonrió — Uy, quieto, muchacho. ¿Sirius vuelve a casa? Pensé que pasaría navidad con los
Potter. James me dijo en las patrullas que estaba emocionado por eso.

—¿Te has vuelto más cercana a James?


—No, solo… hablamos, ya sabes, tenemos que patrullar juntos y todas esas reuniones de
prefectos… Pero no te desvíes, ¿Sirius no estará con Potter?

—No, le dieron órdenes de volver — respondió Remus — Anoche Regulus tuvo que informarle al
joven señorito Sirius Black que se requería su asquerosa presencia.

—No lo considerabas asqueroso mientras lo besabas — comentó Lily con una sonrisa juguetona.

Remus gruñó con el recuerdo.

La noche anterior Regulus le había pedido acompañarlo. Y aunque Remus despreciaba la idea de
tener que ir a buscar a Sirius Black, no podía negarse a un pedido de Regulus. Lo acompañó
durante la cena hacia la mesa de Gryffindor.

—Sirius — llamó Regulus.

Cualquier otra persona en Hogwarts se hubiera detenido ante el llamado de Regulus, porque era un
Black y porque sus palabras eran tratadas como órdenes. Pero Sirius dio la vuelta obstinadamente.

—¡Prongs!

—Reggie — intentó Remus — Es una pérdida de tiempo.

Pero Regulus estaba molesto. Se plantó frente a James Potter —¿Puedes decirle a mi maldito
hermano que escuche una vez?

Potter tenía una expresión desconfiada mientras cubría a Sirius con su cuerpo — ¿Por qué me lo
dices a mí?

—Porque el bastardo de mierda solo te escucha a ti — fue la respuesta venenosa de Regulus sin
apartar la mirada de Potter — Nuestros padres lo requieren en la mansión esta navidad.

—Pasaré la navidad con los Potter — replicó Sirius tomando el hombro de James, tratando de
apartarlo — Deja de molestar, Regulus.

—Ya lo escuchaste — Potter se cruzó de brazos imponiendo presencia — En mi casa estará bien
así que no necesitas preocuparte.

—No es una decisión suya — cortó Regulus mirándolo con desdén — Ellos lo ordenan. Sabes bien
qué sucede cuando desobedece una orden directa.

El año pasado había sido todo un espectáculo.

Walburga Black maldijo a su propio hijo delante del profesorado de Hogwarts. No hicieron nada al
respecto. Porque ninguno de ellos tenía el poder para enfrentarse a los Black. Regulus también
había sido lastimado, Remus sintió el olor de las heridas sangrantes cuando regresó a Hogwarts con
una expresión incómoda y había deseado torturar a Sirius Black con todas las maldiciones que
había aprendido.

Así que, Sirius Black había tenido que aceptar que esta navidad debía regresar a casa.

No se lo tomó bien. McGonagall tuvo que hacer uso de toda su paciencia para soportar el
malhumor del amo Black porque su furia destrozó los malditos retratos del castillo antes de irse de
Hogwarts. Tal vez esperaba que si era castigado no lo obligarían a regresar.
—Es un imbécil malcriado — se quejó Regulus una vez que estuvieron en el tren hacia Londres.
Sirius obstinadamente rechazó a Regulus y se subió a un vagón con sus compañeros de Gryffindor.

—Ya lo has establecido un millón de veces durante cuatro años, Regulus — le respondió Barty
apoyando su peso sobre Reggie — En serio, también lo hemos visto. Ya sabemos que es un
maldito bastardo de mierda.

—¿Por qué lo quieren de vuelta, de todos modos? — preguntó Remus, estaba sentado junto a la
ventana, ojeando un libro que le había dado Lily.

—Mujercitas es mi libro favorito, Remus. Y de él depende nuestra amistad — había declarado


cuando le entregó el libro antes de ir al compartimiento con sus compañeras de casa y girarse a
mirarlo — ¡Quiero toda una plana de pergamino sobre tu opinión! ¡Al menos quince centímetros!

—¡Que exigente eres, Evans!

Pero Remus había suspirado derrotado y comenzado el maldito libro. De momento solo entendía
que Jo y Laurie se gustaban, y que cuatro hijas parecían demasiado para una familia. ¿Por qué las
personas se empeñaban a tener tantos hijos? El mundo era una mierda.

—Seguramente fue mamá queriendo demostrar su control en él. O quien sabe, quizás se trate de
otra boda dentro de los Black.

Levantó la mirada sintiéndose atacado.

—¿Boda? ¿boda de quién?

Regulus frunció el ceño mientras miraba por la ventana, en el asiento frente a él — No lo sé.
¿Quizás hayan encontrado una prometida para él? No sería raro en mi familia.

Barty se rio — Ya no quedan primas, ¿eh? ¿Con quién crees que lo casarían? ¿Quién es
suficientemente pura para un Black?

Remus miró la expresión de Regulus pensándolo —¿Alguna chica de Slytherin? Aunque todas
saben que Sirius es una causa perdida. No me sorprendería que en realidad lo llamen para
desheredarlo.

—Entonces tú serías el siguiente en la fila, príncipe oscuro — se burló Barty susurrando en el oído
de Regulus — El poderoso Regulus Arcturus Black.

Reggie lo empujó divertido.

Pero Remus seguía preocupado. ¿Sería realmente esa la razón? ¿Sirius comprometido con alguien?
Y ¿por qué la idea sonaba tan malditamente mal?

—¿Estás comprometido? — le preguntó a Reggie.

Regulus y Barty lo miraron riendo.

—¿Yo? No.

—Bueno, existe ese rumor de que te casaras con Pandora Lynch — murmuró Barty.

—Pero no es cierto. Dora y yo somos amigos. Como con ustedes.

Barty bufó y Remus puso los ojos en blanco.


—¿Qué?

—No escuchas rumores de que estes comprometido con nosotros. Solo de que Lupin es tu maldita
perra.

Remus levantó una ceja.

—Solo dejaba claro los hechos — aclaró Barty levantando las manos en un gesto de inocencia —
Vamos, no me muerdas, lobo malvado.

—No estoy comprometido — respondió Regulus a Remus — Mi familia dejó los compromisos
cuando mi prima Andrómeda se escapó con un sangresucia. Como que se perdió credibilidad en los
compromisos de los Black. De todos modos, no hablamos sobre eso. Así que, no te atrevas a
preguntar sobre ella, ¿entiendes, Remus?

Aun así, Remus se sintió nervioso. ¿Podía ser esa la razón? ¿Entonces por qué él estaba invitado
también? ¿Para presenciar el compromiso de Sirius Black? Una mierda.

Cuando llegaron a Londres, Barty Crouch se fue junto a su madre, en todos estos años su padre se
mostraba realmente poco interesado en él.

—Es ministro, ya sabes — le había contado Reggie — Barty dice que apenas lo ve cuando está en
casa. Pero que su madre es buena con él. Barty realmente la quiere.

¿Qué se sentiría tener una madre amorosa cuando volvías a casa? No era como si ellos dos
supieran sobre eso.

—¡Prongs, no me dejes! — lloró Sirius cuando los padres de Potter lo fueron a recoger.

—¡Escríbeme! ¡Iré a rescatarte tan pronto como pueda, Padfoot! — respondió James con suaves
palmaditas en el cabello de Sirius.

Los Potter también habían abrazado con cariño a Sirius Black antes de despedirse. Fue incómodo
de presenciar, la sonrisa brillante de Sirius y un suave sonrojo en su rostro, como si estuviera
dichoso de verlos.

Parece un maldito perro, pensó Remus.

Regulus no comentó nada al respecto.

Con Potter fuera, los tres quedaron esperando en la plataforma. Las ordenes decían que serían
recogidos por la madre de los Black. Era increíblemente incómodo estar entre ambos hermanos que
se despreciaban profundamente.

—¿Por qué está él aquí? — preguntó Sirius con desdén.

—Porque fue invitado — respondió Regulus con frialdad.

Remus suspiró. ¿El resto de sus vacaciones sería de este modo? ¿Qué esperaba Dumbledore
conseguir de todo esto?

—¿Traes a tu chucho a casa? — se quejó Sirius.

—¡Silencio! — maldijo una voz aguda y cruel.


Remus se estremeció. Odiaba ese hechizo. De verdad que lo odiaba. Más que a cualquier otro. Le
recordaba demasiado la impotencia de no poder realizar magia, de no tener utilidad alguna al
perder su voz. Sin embargo, una parte de él estaba aliviado. Sirius usaba sus palabras para provocar
el caos. Y era Regulus quien pagaba las consecuencias. Había visto las cicatrices en el cuerpo de
Regulus. Con Sirius en silencio, quizás sería más soportable sobrevivir a los siguientes días.

Walburga Black avanzó hacía ellos sin una muestra de arrepentimiento por maldecir a su hijo
mayor. Era una mujer que inspiraba terror e impresión, cuando Remus la había visto a sus once
años había sentido el instinto de peligro. Ese impulso que le gritaba que corriera.

Los ojos oscuros de Walburga eran fríos y maliciosos — Bienvenidos.

Sirius la miró con odio mientras Regulus inclinaba la cabeza en un saludo.

—Gracias, madre, por aceptarnos — la voz de Regulus era monótona y sin sentimiento alguno.

Remus imitó el gesto — Gracias por ofrecerme su hogar durante las fiestas, madame.

Walburga lo examinó — Eres apuesto, Lupin. ¿He escuchado que cuidas bien de mi hijo?

Remus le contuvo la mirada, sus instintos diciéndole que no debía apartar sus ojos del depredador,
porque entonces lo consideraría débil e inferior — Así es, madame. Sirvo a su hijo con mi vida.

La bruja sonrió — Avancen, Kreacher ya ha enviado sus equipajes a la mansión.

Llegar a la mansión Black era como entrar a una casa del terror.

—¿Por qué tantas cabezas de elfos? Creí que te caía bien el tuyo — preguntó Remus durante el
breve recorrido que Regulus le dio.

—Es una tradición Black.

Remus miró la oscuridad impregnada en la casa hasta el último rincón —¿Y las cortinas cerradas
qué? Algo pudo haber muerto allí, ¿sabes?

—Tradición — repitió Regulus.

—¿Por qué un árbol de caras?

—Es el árbol genealógico de los Black.

Remus lo miró perplejo — Claro. ¿Y qué con las caras quemadas?

—Eliminan del árbol a todos aquellos que… no son apropiados para el apellido familiar.

El chico examinó los nombres, cada uno siendo una estrella o una galaxia o el nombre de un tío
abuelo muerto —¿Tienes un tío Alphard?

—Tenía — aclaró Regulus.

—¿Murió?

—Eso y que fue borrado por ser homosexual.


Remus le lanzó una mirada con pánico — Espera, ¿no puedo ser homosexual aquí?

Regulus rio — No, lo siento, Lupin. Tus cosas gays están prohibidas.

—Rayos, y con las ganas que tenía de cogerme a tu papá — se lamentó.

—¡Remus!

Remus rio y Regulus se le unió. Y se sintió como si la oscuridad de la casa quisiera absorber hasta
el último aliento de una risa alegre. Pero con Regulus a su lado, Remus no iba a permitir que una
vieja casa embrujada le arruinaran las vacaciones.

—Puedes dejar tus cosas en mi habitación — le ofreció Reggie cuando llegaron al cuarto de
invitados donde se alojaría Remus.

—Pensé que tu elfo las dejó aquí — comentó mirando el baúl verde que Narcissa le regaló el año
pasado.

—Kreacher lo hizo, pero pensé que, ya sabes, quizás prefieras dormir en la misma habitación
como en Hogwarts — Reggie se encogió de hombros al sentarse en la enorme cama que
supuestamente sería para Remus.

—El pobre joven amo Black tiene miedo de dormir solo — se burló Remus — Esta bien. Solo
tenías que decirlo.

—Cállate, perro tonto — Regulus le tiró una almohada.

Y Remus la esquivó con facilidad antes de recostarse a su lado.

—¿Siempre es así?

—¿A qué te refieres?

Se volteó para mirarlo — Lúgubre.

—Sí — susurró Reggie — Desde que tengo memoria.

—Debiste sentirte muy solo aquí — susurró también Remus — Lo siento.

Regulus ocultó su rostro en el hombro de Remus.

Y el chico lo entendió.

Cuan horrible debió ser para ese niño de diez años quedar solo en esta gran casa, sin un solo amigo
más que un elfo doméstico con órdenes de vigilarlo. Era como si todo aquí estuviera dispuesto para
que la felicidad fuera imposible. A Remus le recordaba demasiado a como se sentía su propia casa,
esa casucha abandonada en el campo, a la cual nunca había sido capaz de regresar.

Pero Remus no tenía un hermano con el cual compartir la experiencia.

¿Qué tan traicionado se había sentido Regulus para resentir tanto a Sirius Black? ¿Qué le hicieron
exactamente una vez que Sirius se largó? Las pesadillas de Regulus no eran mejores que las suyas.
Pero Regulus apenas era capaz de contar fragmentos alternos entre ellas. Cuando eran niños fueron
mucho peores, escuchar al pequeño Reggie de once años llorando y suplicando, rogando por un
hermano que le había dado la espalda por pertenecer a Slytherin. No importó lo mucho que
Regulus lo necesitaba, o cuánto deseaba volver a entablar una relación con él. Al final, Regulus ya
no podía diferenciar del todo cuánto deseaba volver a encontrar a su hermano y cuánto deseaba
verlo sufrir.

Remus lo despreciaba casi tanto como a sí mismo. A Sirius Black. Porque gracias a él, Remus era
otro maldito traidor en la vida de Regulus.

Pero no iba a abandonar a Regulus.

Era un monstruo demasiado egoísta.

Remus recorrió la casa mientras los demás dormían.

Sus instintos lo mantenían alerta. Y ni siquiera la presencia de Regulus lo hacía sentirse lo


suficientemente seguro como para bajar la guardia.

Fue entonces que vio a Sirius mirando el árbol genealógico. Lo veía con rencor.

—Vas a ser borrado – le dijo Remus.

Sirius se sobresaltó, mirando con un profundo terror hasta que se dio cuenta de que solo era Remus
y no otro familiar o el maldito elfo. Remus se había dado cuenta que Kreacher tenía un gran
desprecio por el amo Sirius. No era como si no pudiera entender el por qué.

Sirius suspiró. Aún no habían levantado la maldición silenciadora. Tenía una mueca de disgusto. Y
de alguna forma se veía más apagado, esa belleza fiera y elegante que tenía se opacaba por la
tristeza.

Miró a Remus con frustración y el ceño fruncido.

Pero antes de que Remus pudiera decir algo más, Sirius lo empujó al pasar y avanzó hacia su
habitación.

Remus observó el nombre de todas las personas borradas. Homosexuales, traidores, inútiles, le
había contado Regulus.

Vio el nombre de Sirius Orión Black.

Le sorprendía que no hubiera sido borrado tan pronto como lo seleccionaron en Gryffindor.

Remus no pudo evitar pasar sus manos sobre el nombre grabado.

Tenía razón, él sería borrado. ¿Pero por cuál de todas las razones posibles?

La víspera de navidad, Sirius Black recuperó la voz. Su madre había considerado que dos días en
silencio eran suficientes para que Sirius reflexionara sobre sus modales. Había sido muy incómodo
durante las cenas el ver a Sirius Black echando miradas furiosas a su madre mientras se negaba a
probar bocado.

—¿Y si le quitas el maleficio? — preguntó una noche Remus mientras leía su libro y Regulus
empezaba uno de ficción muggle que había escondido entre sus cosas.
—Sería peor.

—Pero…

—Ellos son crueles con él porque sigue haciendo cosas que los hacen enfadar. Si le quito el
maleficio pensaran que él lo hizo de algún modo — Regulus lo miró con una expresión afectada —
O peor, te podrían culpar. En cualquier caso, a él lo castigarían y a nosotros con él. Es mejor
dejarlo así. Está tranquilo por ahora, así que desharán el maleficio pronto.

Por lo que, Sirius se encerraba en su habitación durante todo el día y solo aparecía durante la cena.
Eso era suficiente comportamiento para sus padres.

—¿Qué tal han ido tus estudios este año? — preguntó Orión Black. Era la primera vez que Remus
lo veía desde que había llegado a la mansión Black. Era espeluznante el parecido con Sirius, pero
en una versión mayor y malvada. Tenía el mismo color de ojos que los hermanos Black, pero no
brillaban del mismo modo que el de ellos, sus ojos eran crueles y despiadados.

La mirada de un depredador.

A Remus le emocionaba de forma retorcida.

—Bien.

—¡Bien, padre! — lo corrigió Walburga con una mirada llena de odio y desprecio.

A Remus le recordaba a su padre. De hecho, toda la experiencia en casa de los Black le hacía
regresar a ese niño ingenuo, flacucho y débil, encerrado en la casona con Lyall Lupin, enloquecido
por la pérdida de su esposa. No extrañaba nada de eso. Y se preguntó cómo una familia de gran
renombre y poder podía conservar una actitud tan despreciable y comparable a su maldito padre,
un pobre borracho patético. Sin embargo, a pesar de aborrecerlos, Remus no podía permitirse
demostrar su desprecio a los Black. Atraído por su poder, Remus estaba ansioso por su aceptación.
Por formar una alianza con ellos.

—Bien, padre — murmuró Sirius con la voz ronca por el poco uso — Mis estudios son brillantes.
Remus Lupin puede dar evidencia de ello, estamos en el mismo año, ¿te lo ha dicho Regulus?

Los ojos de Orión Black brillaron con diversión — Tu hermano se ha hecho con amistades muy…
dotadas de cualidades curiosas. Remus Lupin. ¿Eres hijo de Lyall?

Remus sintió como su cuerpo se tensaba, pero aun así sonrió con cortesía — Así es, señor.

—Trabajaba en el ministerio. En el departamento de criaturas oscuras. Un curioso destino el de


Lyall. Dicen que fue atacado por un hombre lobo fuera de la luna llena y terminó internado en San
Mungos durante un buen tiempo. Luego desapareció. ¿Has sabido algo sobre tu padre?

—No, señor — murmuró Remus sin querer levantar la mirada. No necesitaba ver la expresión en
los ojos de Sirius. Su corazón lo delataba. Le enfurecía la sola idea de que Sirius Black sintiera
lástima por él — Aunque no es una gran pérdida. Lyall Lupin desgraciadamente perdió… el
sentido del camino de un mago poderoso.

Walburga sonrió complacida — Tu madre… que desgracia para el apellido Lupin. Podrías haber
hecho cosas grandiosas.

—Aún planeo hacerlas — sonrió Remus con frialdad — A pesar de mi estatus.


—Y aquí estás. Cuidando lealmente a mi hijo menor. Me han contado que le sirves con gran
dedicación — Orión Black sonrió con desprecio —. Eso, Sirius, es reconocer tu rol en la sociedad.
Lupin reconoce a Regulus como un líder. Mientras que tú te rodeas de traidores a la sangre. Qué
vergüenza.

Walburga Black se veía complacida mientras que el rostro de Sirius se enrojecía con vergüenza y
rabia.

Abrió la boca para replicar, pero Regulus le dio una mirada de advertencia.

—Entonces, Lupin… ¿Qué exactamente planeas lograr? — preguntó Walburga Black.

Remus vio a Regulus antes de responder — Quiero conseguir poder.

—¿Para qué? — preguntó Orión divertido.

—¿Existe una razón para que un mago aspire a la grandeza?

Tanto Orión como Walburga se veían complacidos con esa respuesta.

—Regulus, ven a mi despacho después de la cena — le ordenó su padre.

—Sí, padre — respondió inmediatamente la voz de Regulus.

Remus esperaba impaciente en la habitación de Regulus. Iba de un lado a otro sintiéndose ansioso
por la ausencia de Regulus. ¿Había estado bien? ¿Responderles así a los padres de Regulus? Los
necesitaba de su parte. Tenía la lealtad de Regulus. Pero necesitaba a los reyes oscuros de la
sociedad mágica a su lado en lugar de tenerlos en su contra. Era un hombre lobo menor de edad,
empobrecido y mestizo. Remus lo supo desde su primer año en Hogwarts, que su vida sería difícil y
llena de obstáculos si no quería aceptar el destino de mierda que se le ofrecía. La influencia de los
Black en Hogwarts le demostraron cuán poderoso era su nombre y alianza. Remus lo quería.
Necesitaba de su apoyo para asegurar su bienestar y una oportunidad de destruir a…

—¿Qué sucedió? — preguntó inmediatamente Remus cuando Regulus regresó a su habitación.

La puerta se cerró lentamente detrás de él y Regulus realizó con rapidez un hechizo silenciador,
antes de caer en los brazos de Remus quien lo arrastraba hasta el borde de la cama.

—Vamos, Reggie, puedes decirme… por favor — le suplicó.

Regulus estaba pálido. Se veía enfermo y débil. El corazón de Remus dolió al verlo así. Tan
vulnerable y afectado.

—Quieren… ellos me harán unirme a los mortífagos.

No importaba lo mucho que Regulus se viera como un príncipe imperturbable que controlaba todo.
La verdad era que Regulus siempre sería una víctima de los deseos de sus padres.

Remus lo abrazó. ¿Realmente no había nada más que pudieran hacer?

—Iré contigo – susurró en su hombro—. No te dejaré ir a ese infierno solo.


Entrar a los mortífagos no era un problema que pudiera solucionar fácilmente, lo sabía, tendría que
convertirse en un asesino. Eso sería como permitir al monstruo destruir todo a su paso sin piedad ni
compasión. Temía la persona que tendría que convertirse por ello. ¿Cómo sería capaz de mirar a
Lily?

Pero Regulus era la única persona que estuvo allí para mí, pensó. Un amigo. Un hermano. Un
compañero. Un aliado en toda esta mierda. No iba a dejarlo solo. No permitiría que sufriera todo
esto solo y se ahogara en toda esa mierda.

Al día siguiente llegaron las familias adjuntas a los Black.

La gran cena de navidad había comenzado.

No era exactamente por navidad. Los Black eran magos oscuros, después de todo. Aunque el Yule
ya había pasado, ellos lo celebraban junto a sus familias y amigos en una gran fiesta, con sus
propios rituales y tratos hechos entre las sombras.

Regulus había llorado gran parte de la noche hasta quedarse dormido. Y Remus había estado a su
lado, conteniéndolo. A la mañana siguiente cuando despertó, Regulus ya se había levantado,
duchado y cambiado, y elegido un conjunto aceptable para Remus.

El negro era su color, lucía una lujosa capa de negro brillante y una corbata verde. Le gustaba.
Aunque mantuvo firmemente sus botas de combate.

Regulus estaba ocupado recibiendo a los invitados junto a Sirius, ambos con trajes y capas
elegante. Era injusto lo bien que Sirius Black se veía en un traje oscuro y con el cabello en una
coleta alta.

La mirada de Sirius se cruzó con la de él.

Remus contuvo la respiración.

De verdad injusto. Su pálida piel contrastando con el oscuro traje. La forma delicada de sus
muñecas. Su cuello expuesto y ese maldito latido. Sus ojos claros ardiendo en una furia helada.

Remus desvió la mirada. Sirius Black y sus malditas miradas sinceras.

Bellatrix y su nuevo esposo, Lestrange, habían llegado junto a los Crouch. Los padres de Barty
parecían un poco incómodos mientras el esposo de Bellatrix les hablaba con una sonrisa cruel.
Puede que los Crouch fueran distinguidos en la comunidad mágica, pero habían llegado al
ministerio usando el poder de los Black. Eso era seguro. Y los Slytherin siempre pedirían algo a
cambio.

Barty lo saludó al verlo. Aliviado de poder escabullirse de sus padres — Lupin. ¿Qué tal tratan a un
perro de la calle en el reinado de los Black?

—Es una experiencia interesante — respondió Remus con frialdad — ¿Qué les debe tu padre a los
Lestrange?

Barty se encogió de hombros mientras agarraba una copa de las bandejas que volaban entre los
invitados — Sabes cómo es este mundo. Detalles.
Calíope Morgan le sonrió al cruzarse mientras conversaba con Mulstrode y Ariana Yaxley.

Barty los miró con atención — Los Morgan eran partidarios de Grindelwald. No ellos en realidad,
pero si la esposa del abuelo de Calíope Morgan. Es interesante, ¿no? Como todos terminamos
sabiendo los más oscuros secretos de los demás.

Era escalofriante, eso seguro.

Entonces vislumbró a una hermosa bruja con capa verde esmeralda, de figura esbelta y elegante,
que lucía un gran anillo de esmeraldas y oro blanco.

—¡Señora Malfoy! — sonrió alegre mientras se alejaba de Crouch.

La primera vez que vio a Narcissa Black, durante su selección, pensó que era hermosa y mortífera.
Era una chica de belleza fría y un talento espeluznante. Era capaz de petrificar a toda la sala común
en épocas de exámenes, y aun así no se negaba a darle lecciones extras de brujería a los alumnos
que se lo pedían.

Narcissa le sonrió con afecto — Señor Lupin, es un placer encontrarlo.

—Me gusta cómo te queda el rubio platino — alagó Remus al tomar la mano de Narcissa y besarla
— Te ves divina, Cissy.

—Y a mí me encanta que por fin uses la capa que te regalé — comentó examinando con la mirada
Remus.

Narcissa siempre enviaba cosas así a Remus. El año pasado se había graduado para comprometerse
con Lucius Malfoy. Pero en toda su estadía Narcissa siempre había mostrado un gran afecto al
pequeño amo Black y había sido buena con Remus, le dio muchas cosas, muchos consejos y
lecciones que le ayudarían en su vida, incluso darle un hechizo para ocultar sus cicatrices

—No deberías ocultarlas, son hermosas — le había dicho con dulzura — pero es tu decisión si
deseas mostrar tus cicatrices o no.

Remus la adoraba de una manera que no sabría explicar.

Lucius apareció a su lado evitando mirar a Remus— Narcissa, debemos saludar a tus tíos.

Narcissa acomodó el cabello de Remus — Me alegra mucho verte, Lupin. Reg y tú deben contarme
luego cómo va el equipo de quidditch sin mí, ¿está bien?

Remus la despidió con una sonrisa. Le sorprendía lo mucho que Narcissa se había enamorado de un
idiota como Lucius Malfoy. Sabía que ambos eran supremacistas de sangre. Pero, aun así, no podía
evitar pensar que Lucius Malfoy era un maldito idiota fácil de manipular. Y en cambio, Narcissa
era de esas personas astutas que veían a través de las trampas y se vengaba sin remordimiento de
manera cruel y rápida. Supuso que el amor era de temer en realidad, si podía hacer que una gran
hechicera oscura eligiera a un imbécil.

Había muchos magos y brujas, la magia en el aire era intenso y Remus se sentía un poco mareado
después de beber un par de copas de vino de elfo. Entró a la biblioteca un momento para calmarse
antes de ir a buscar a Regulus. Le había agradado la espaciosa biblioteca de los Black, parecía el
único lugar donde alguien podría esconderse para siempre sin problema alguno.

Apenas había comenzado a hojear entre los diferentes libros de magia oscura cuando escuchó la
puerta abrirse.
—Lupin – gruñó una voz al tropezar en la puerta y cerrarla tras de sí con torpeza.

Sirius Black había estado bebiendo, el olor y sus movimientos lo delataban.

—Black – ironizó Remus – Eres una vergüenza para tu especie.

El rostro de Sirius enrojeció de rabia y Remus sintió una inusual satisfacción.

—Es curioso que lo menciones tú, Lupin. ¿Siquiera somos de la misma especie? – replicó Sirius
con una sonrisa cruel.

Remus se rio. Las ansías de ahorcarlo y tenerlo contra la pared apareciendo nuevamente junto a los
deseos de escucharlo rogar y suplicar mientras lo torturaba, mientras lo tenía a su merced con la
oportunidad de destruirlo lentamente y deleitarse con sus lágrimas.

—¿Quieres comprobarlo, Black? ¿Meterte en mi cama toda una noche de luna llena?

Sirius se estremeció. Remus esperaba que gritase molesto, quizás incluso asqueado después de
todo.

Pero Sirius tenía un brillo inusual en sus ojos. No era todo sobre desprecio y rencor. Su excitación
y deleite se delataban en esa mirada intensa.

—¿Resistirías toda la noche, Lupin? ¿De verdad tienes la fuerza suficiente para someterme tanto
tiempo? — susurró con la voz ronca y una sonrisa despiadada.

Remus sonrió de lado inclinándose hacia Sirius.

Unos gritos hicieron que se separen.

—¿Qué demonios?

—Las bombas – murmuró Sirius y una sonrisa se extendió por su rostro.

Remus lo miró con rabia — ¿Qué demonios has hecho, Black?

Sirius sonrió de forma maniática.

—Sirius, dime, ¿qué mierda hiciste? — exigió Remus apretando los hombros de Sirius con
demasiada fuerza.

—Se lo merecen por ser un grupo de supremacistas de mierda — respondió Sirius con una mirada
desafiante.

Remus gruñó y lo arrojó contra la pared —Tú, maldito imbécil…

Entonces la puerta se abrió con un estruendo.

Sirius empujó a Remus tan fuerte que el hombro de Remus dolió cuando chocó con uno de los
estantes abarrotado de libros de maldiciones y magia arcaica.

—¡Tú! ¡Bastardo malagradecido! — gritó Walburga Black con su mirada encendida por la furia y
fija en su hijo.

Sirius le dio una sonrisa maniática — ¿Qué tal, mami? ¿Te gusto mi regalo de navidad?
—Eres el error del que más me arrepiento — susurró Walburga venenosamente, sus mejillas
sonrojadas por la furia y la vergüenza.

Sirius intentó fingir que no le importaba — ¿Qué harás? ¿Me enviarás a mi cuarto sin cenar?

Remus quería matarlo. Maldito imprudente de mierda.

Walburga lo abofeteó. El sonido fue fuerte y espantoso.

Sirius no dijo una sola palabra. Solo su mirada desafiante hacia su madre.

Remus sintió las manos de Narcissa en su brazo, jalando de él hacia la puerta.

—Ven conmigo — le susurró con urgencia.

Pero Remus se detuvo en la puerta.

Orión Black lo empujó al entrar a la habitación, veía a Sirius como algo repugnante — Maldito
seas… eres una verdadera deshonra.

—Vámonos — le advirtió Narcissa.

Pero entonces vio como Walburga Black apuntó su varita sin dudar —¡Crucius!

Remus no tuvo tiempo de reaccionar antes de ver a Sirius Black retorciéndose de dolor frente a él.

Por un momento, pensó que Sirius se lo merecía. Pensó en las veces que Regulus volvió a
Hogwarts herido. Por no proteger el honor de los Black. Por no detener a Sirius. Por no traerlo de
vuelta al lado correcto. Por ser demasiado débil con él. Una y otra vez, Regulus tenía la culpa por
las acciones imprudentes de Sirius. Una y otra vez, Sirius era quien lo lastimaba de forma egoísta.
Por eso Remus se deleitó con su grito adolorido.

Está bien, pensó. Con eso aprenderá.

Orión Black sonrió con desprecio al apuntar a su hijo — ¡Crucius!

Sirius no había alcanzado a recuperar el aliento cuando el maleficio de su padre le hizo retorcerse
nuevamente, una mirada perdida y sollozos silenciosos.

Remus lo veía con atención. Súplica, pensó, pide perdón. Entonces se detendrán.

—El maldito bastardo traidor… — dijo la voz divertida de Bellatrix Lestrange entrando a la
habitación — Les dije a mis tíos que no aprendería… que había algo mal con él… Pero bueno,
nunca es tarde para intentar corregirlo… ¡Crucius!

Los gritos aumentaban. Y los sollozos de Sirius eran cada vez más irregulares. Remus jamás había
presenciado una tortura como esta. Incluso su padre se cansaba de escucharlo gritar luego de unos
minutos. Pero ni Walburga ni Orión dejaron de arrojarle una y otra vez la maldición cruciatus.

De pronto Remus tuvo una sensación de miedo. Buscó con la mirada a Regulus. Tenía que
encontrarlo. Él podría pararlo… Porque tenían que parar, ¿cierto? No podían destruir hasta la
locura al heredero de los Black.

Pero tenían a Regulus para sustituirlo, pensó una voz cruel en su mente. No les importa él.

—Esperen… — murmuró Remus al escuchar los gritos doloridos de Sirius mezclados con sus
lágrimas— esperen…

Y la mano de Regulus encontró la suya. Por primera vez, los sentimientos de Regulus estaban tan
claros como en las miradas de Sirius. Era miedo. Un miedo real y paralizante.

—No — susurró Narcissa detrás de ellos, tenía una mirada severa, ella sabía tan bien como ellos
que intervenir empeoraría las cosas para todos ellos.

Remus la miró con desesperación.

Narcissa negó con la cabeza.

Buscó a Regulus. Algo en él que lo consolara. Que le mintiera y le dijera que eso estaba bien, que
no era tan horrible como parecía.

Pero la mirada aterrorizada de Regulus le hizo temer que pudieran hacerle si intervenían en el
castigo.

Y Remus no hizo nada, no por el temor a su propia tortura, él podría resistirlo. Sino por temor a
que alguien pusiera sus manos sobre Regulus Black. Él jamás podría soportar que dañen a Regulus.

Los gritos de Sirius eran desgarradores. Y pronto, las maldiciones cruciatus se mezclaron con una
maldición punzante. El aroma de la sangre de Sirius lo rodeaba todo.

Y cada invitado participó en la masacre de destruir a Sirius Black delante de sus ojos.

Lo único que mantuvo cuerdo a Remus esa noche, fueron los fríos dedos de Regulus aferrados a él.
Y la mano de Narcissa Black en su hombro, tratando de sostenerlo.

—Calma tus emociones — susurró Narcisa a su espalda.

—Lo van a matar — susurró Remus.

—No… no pueden… — trato de convencerse Regulus viéndose como un niño pequeño, tan
asustado que sus ojos estaban llenos de lágrimas y su voz se rompía — Remus… ellos no pueden…

Por favor, pierde la consciencia. Deja de luchar, rogaba Remus.

Pero los gritos continuaron durante lo que parecieron horas.

Fue un sonido desgarrador mezclado con sollozos quebrados.

Remus nunca se sintió tan impotente. Tan frustrado. Y tan desolado.

Escuchar a Sirius Black romperse jamás debió sentirse así.

Lo soltaron cuando estaba inconsciente y destrozado en un charco de sangre, con su ropa


desgarrada y la mente delirante quebrada.

Remus no tenía la cuenta de todas las veces que deseó ver a Sirius Black destruido. Y, sin
embargo, al estar frente a él, al verle tan roto, tan vulnerable y tan…

No podía. Simplemente no podía soportarlo.


Ni siquiera estaba seguro de lo que pensaba.

Pero al ver a los ojos de Reggie ambos tomaron una decisión silenciosa.

Y al arrastrarlo a la chimenea ambos sabían que tendrían mucho que explicar una vez que llegaran
a la casa de los Potter. Pero no había nada más que hacer. No iban a dejarlo ahí. Y Remus no podía
permitir que castigaran a Regulus otra vez.
Navidad en la mansión Black Parte 2

25 de diciembre, 1975

—Van a encontrarnos. Ellos siempre nos encuentran — murmuró Regulus cuando terminaron de
susurrar los hechizos de curación.

—¿Vas a quedarte aquí? — preguntó Remus con furia. Se sentía malditamente enfermo, sus
sentidos en alerta y la furia del lobo arrasando cada pensamiento en su mente — No. Te vienes con
nosotros.

— Voy a dejar pistas falsas para que crean que estamos en otros lugares — explicó Regulus —
Quizás ganemos tiempo. Tal vez Cissy pueda…

—Regulus, ve tú con Sirius. Yo puedo dejar las pistas. Por favor, sal de aquí — le suplicó Remus.
Sus manos temblaban a causa de las emociones y sentía que si Regulus le decía que no, que si
Regulus insistía en quedarse en ese maldito infierno iba a enloquecer y llorar y destruir cada
pedazo de esa maldita casa de mierda.

Pero Regulus negó con la cabeza — Soy el más astuto de los dos. Estaré bien. Te prometo que iré
al terminar.

—Reggie — le rogó Remus.

Pero las heridas de Sirius no habían sanado. Sus pobres hechizos de curación eran mediocres en
una situación como esta.

—Si él muere será por nuestra culpa — las lágrimas de Regulus eran una cosa desgarradora.

—Él lo buscó — fue el pobre intento de Remus. Pero incluso él sabía que no era suficiente.

Regulus lo miró. Una súplica en su mirada — Será nuestra culpa haberlo visto morir. Ve, Remus.
Te lo pido.

Remus Lupin y Sirius Black llegaron donde los Potter a altas horas de la madrugada. Y agradeció
que la familia de Potter fuera tan malditamente ingenua y estúpida como para no tener
protecciones en su casa. Para haber dejado sus entradas abiertas. De otro modo, jamás habrían
logrado llegar a tiempo.

—Necesitamos ayuda — rogó Remus, cubierto de ceniza, sangre y una furia silenciosa que lo
arrasaba. Dejar a Regulus en la mansión Black era una de las cosas más dolorosas que había tenido
que hacer en su vida.

La mirada de James se encontró con la de él un momento, un momento en que todo fue confusión y
alerta, antes de ver a Sirius entre sus brazos.

—Por Merlín… — susurró mientras empalidecía y se veía como si el mundo perfecto de Potter
acabase de estallar por primera vez. El chico dorado de Gryffindor recordó haber escuchado
Remus, el amado hijo de los Potter y su vida de ensueño.

Quizás era la primera vez en su vida que se tenía que enfrentar al infierno de la realidad. Remus
deseo haberse alegrado por eso. Pero estaba demasiado desesperado —Ayuda, por favor.

—¡Mamá! ¡Es Sirius! — gritó James con desesperación cayendo junto a Sirius y Remus — ¡Es
Sirius! ¡Es Sirius y está herido, por favor! ¡Por favor, sálvalo!

Remus y Regulus habían hecho su mejor esfuerzo con algunos hechizos de curación. Incluso
usaron el ungüento de Pandora para ganar tiempo. Pero necesitaban pociones. Necesitaban algo
mucho más poderoso porque eran heridas de maldiciones. Sirius Black podría morir desangrado
por la profundidad de las lesiones.

Pero Lily Evans una vez le contó que Euphemia Potter era una medibruja reconocida.

—La fortuna de los Potter viene por la poción crecehuesos. Son famosos medibrujos. Bueno, el
papá de James es más cercano al ministerio, pero su mamá es una medibruja muy reconocida — le
explicó una vez mientras estudiaban pociones curativas — Por eso James es así, siempre ha sido
cuidado y adorado.

Remus se había reído — ¿Cómo es que siempre sabes todo sobre todos?

Lily le había sonreído — Para poder ser tu informante secreta.

Las horas que siguieron parecieron otro tipo de tortura. Euphemia movió a Sirius con delicadeza
hasta una habitación en el segundo piso para tratar sus heridas. El padre de James, Fleamont, se
puso rápidamente en contacto con Dumbledore.

Remus miraba las brasas de la chimenea y las manchas de sangre en la alfombra, donde había
caído Sirius.

Bendita sea Lily Evans, pensó Remus antes de caer derrotado.

—¿Lupin? ¿Estás herido? ¿Remus? ¿Estás bien? — escuchó a James Potter mientras que sus
brazos lo sostenían — Por favor, respóndeme.

—Estoy… — Remus negó con la cabeza — ¿Sirius estará bien?

James tenía una mirada dolorosa. Usaba un horrible suéter de navidad. Y nada de la pintoresca
decoración parecía adecuada para la situación.

—¿Estás herido? — insistió preocupado — ¿Remus?

—No es mi sangre — gruñó Remus. Se sentía molesto y dolido — No es mi maldita sangre.

James asintió — ¿Dónde está Regulus?

Remus lo miró con impotencia — Se quedó.

James se veía asustado — ¿Se quedó?

—Dijo que era la única forma. Que necesitaba dejar pistas falsas para que no encontraran a Sirius.
Y yo… mierda — se lamentó Remus — debería haber sido yo… él debería estar aquí con Sirius…
¡Maldición!

—Yo… siempre creí que Regulus odiaba a Sirius. Que tú y él… — James miró las escaleras con
impotencia — Maldita sea, no entiendo nada de esto, ¿qué mierda sucedió?

Pero Remus negó con la cabeza. Empezando lentamente a ser consciente que nada de esto debería
haber ocurrido.

Regulus no llegó a la casa de los Potter. Y Remus quería morir. Si algo le pasaba a Regulus no lo
soportaría.

Pensó durante las largas horas de espera sobre lo que significaba para ellos todo eso. James
esperaba a su lado, su madre le había prohibido subir y su elfo doméstico subía y bajaba
continuamente con gazas y cosas de primeros auxilios mágicos.

Incluso se habló sobre llevar a Sirius a San Mungo’s. Pero era un asunto complicado.

—Llamé a Dumbledore. Dice que no es buena idea moverlo en… su condición — les dijo
Fleamont Potter. Se veía frustrado y molesto.

—Supongo que ese es el poder de los Black — gruñó Remus mientras veía las brasas del fuego.

¿Qué iban a hacer? ¿Qué se suponía que tenían que hacer?

¿Cómo se enfrentarían ellos al poder de los Black?

¿Qué oportunidades tenían contra ellos?

Remus repasó la situación en su mente, una y otra vez, sintiendo como perdía la cordura mientras
pasaban las horas.

Una criatura oscura, un hombre lobo, huérfano y pobre, disléxico y homosexual junto a un chico de
catorce años, un animago ilegal, cuya confianza caía en su apellido. Serían destruidos antes de
poder causar daño. No, no podrían vengarse de forma directa.

Pero tampoco podrían permitirse perder a Regulus Black. Su reemplazo para el heredero. Su
marioneta perfecta.

Remus lo pensó, una y otra vez.

El único poder que Remus poseía era el favor de Dumbledore. Nada apropiado para un hombre
lobo Slytherin. Lo había analizado junto a Regulus en el pasado. ¿Qué ganancia veía Dumbledore
en él? ¿Por qué lo necesitaba?

—Quiere mi lealtad — había respondido Remus.

Y Regulus había sonreído como cuando Remus podía adivinar el siguiente movimiento en el
tablero de ajedrez. Como un estratega que se enorgullece de que vean entre sus movimientos.

Quiere mi lealtad, repitió Remus en su mente, porque soy una criatura oscura y un Slytherin.

No era difícil ver hacia donde se encaminaba todo eso.

Y para cuando el joven Regulus Black tocó la puerta de los Potter, Remus ya había formado un
plan para ellos. No dejaría que Regulus corriera peligro.

La señora Potter apareció a medio día, se veía exhausta.


—Oh, cariño, ¿sigues despierto?

Los instintos del lobo mantenían a Remus alerta. Estaban en un lugar desconocido a la merced de
los Potter. No iba a bajar la guardia y permitir que algo le ocurriera a Regulus.

—¿Cómo está Sirius? — preguntó ansioso.

Euphemia le dio una sonrisa triste — Está… se curará.

Remus asintió y bajo la mirada. Lo entendía. Había visto esa sonrisa triste en Poppy durante
muchas lunas sangrantes cuando era un niño. Desconsolada y dolida por no ser capaz de hacer algo
más para curar todo el daño emocional que cargaban sus pacientes.

—Gracias por traerlo con nosotros — pronunció la voz afectuosa de la señora Potter.

Remus la miró. Era sincera.

—Es nuestro apreciado niño — sus palabras cargadas con afecto — Jamie se quedó dormido fuera
de su habitación. Tuve que levitarlo a su cuarto como cuando era un niño pequeño. Sirius… Sirius
es parte de esta familia. De verdad, gracias por salvarlo.

—Usted es quien le salvó la vida — respondió Remus mirando el rostro de Regulus al dormir,
tenía ojeras bajo sus ojos y se vía tan pero tan vulnerable, más joven de alguna manera a la vez que
más torturado que cuando tenía once años y temía a una casa llena de posibles homicidas, ahora
Remus entendía el temor de ese niño a encontrar en sus compañeros de cuarto los mismos
demonios de donde había crecido. Era una mierda de destino —. Nosotros solo lo sacamos de ahí.

Euphemia negó con la cabeza y lloró.

—¿Podrías… quisieras ir a dejar esta bandeja? Nuestro elfo lo preparó con las comidas favoritas de
Sirius, él… Quizás quiera verlos. Recupera la consciencia por momentos, pero me da la sensación
de que aún no quiere hablar conmigo. Así que… ¿tal vez tú…?

Remus aceptó. ¿Quién tendría el corazón para rechazar a una mujer como Euphemia Potter?

Abrió la puerta sin tocar y Sirius Black despertó asustado. Las cortinas estaban cerradas, Sirius se
veía horrible, con profundas ojeras, pálido y destruido. Era muy diferente a la imagen con la que
Remus fantaseaba cuando imaginaba cómo torturarlo.

No había satisfacción en ver a Sirius Black de este modo.

—¿Qué quieres? — preguntó Sirius a la defensiva, su mirada ardía de furia y terror.

Remus dejó la bandeja a un lado — Solo quería saber si estabas bien.

—¿Por qué te importaría siquiera?

—Porque fui el maldito que te trajo aquí.

Sirius guardo silencio ante eso.

—Regulus también esta abajo — le dijo Remus evitando su mirada mientras se sentaba al borde de
la cama — Se quedó un rato más en la mansión para dejar pistas falsas, pero está aquí ahora.
Estaba tan cansado que se quedó dormido sobre un sofá, apoyado contra Remus.

—Jamás podré tener una oportunidad con Pandora — murmuró Regulus en un momento cuando el
cansancio lo inducía al sueño.

—¿De qué hablas?

—Voy a convertirme en un mortífago. A sus ojos seré un asesino. No me la merezco. ¿Lo sabes
no?

Remus acarició el cabello de Regulus hasta que se quedó dormido.

La maldita noche parecía un infierno que jamás terminaría.

Los Potter le ofrecieron llevarlo a una de las habitaciones para huéspedes. Pero Remus insistió en
que lo dejaran donde estaba. A Regulus no le haría gracia despertar en un lugar que no conoce.

—¿Cuánto tiempo…?

—Llevas inconsciente unas cuantas horas. Euphemia ha dicho que despiertas por ratos.

Sirius asintió, asimilando la información.

—¿Por qué me ayudaste? ¿Qué ganas con todo esto? —preguntó Sirius con el ceño fruncido y un
leve rastro de su mirada imprudente — ¿Te parece divertido ver que la escoria de los Black fue
torturado por su propia familia? ¿Quieres tomar esta oportunidad para cambiar de bando o es una
estrategia para lastimar a mi familia?

—Crees que todo se trata sobre ti, Black — se burló Remus con crueldad — Pero que te quede
claro que cualquier cosa que haga por ti es únicamente porque Regulus aun siente afecto por ti.
Podrías estar muerto y a mí me daría igual.

Los ojos de Sirius dolieron. Su mirada vulnerable dolió.

Y Remus la despreció más que a nada.

Dumbledore llegó casi al atardecer. Tanto Fleamont como James se veían molestos por su tardanza
y Euphemia seguía monitoreando a Sirius con un gran afecto. Regulus había despertado hace poco
y Remus no se había separado de él. Sus manos firmemente tomadas.

—¿Por qué tardaste tanto, Dumbledore? — preguntó Fleamont con el ceño fruncido, su expresión
de disgusto y urgencia era demasiado similar a la de su hijo — Esta es una situación muy grave, los
chicos llegaron a las cuatro de la mañana cubiertos de la sangre de Sirius y…

—¿Dónde está?

—En el segundo piso, tercera puerta. Effie lo cuida.

Dumbledore asintió — Que el señor Lupin nos acompañe. Creo que podría aportar información
importante sobre lo ocurrido.

Remus miró a Regulus antes de levantarse del sofá donde Regulus había dormido. Reggie asintió
diciéndole con la mirada que estaba bien y soltó su mano. Remus se sintió levemente vacío al
soltar a Regulus.
—¿Regulus también? — preguntó James mirando el gesto entre ambos Slytherin con atención —.
Él llegó después, pero estaba ahí, ¿no es así? Cuando esas personas… le hicieron daño.

—No, el joven Regulus debe estar exhausto. Lupin servirá — respondió Dumbledore con frialdad
mientras se dirigía a las escaleras, sin dar siquiera una mirada a alguno de los jóvenes.

Remus lo siguió, ignorando la mirada impotente de James y la preocupación de Regulus. Se sintió


molesto, la forma tan fácil de Dumbledore de despreciarlo a pesar de haber estado allí, testigo de la
misma tortura que él. Pero no era Regulus Black a quién Dumbledore necesitaba en sus planes.
Remus se preguntó si Dumbledore los veía como algo más que peones en su propio juego de
ajedrez.

—Dumbledore — saludó Euphemia Potter al abrir la puerta de la habitación.

—Effie, que desafortunadas circunstancias.

—Terribles, Dumbledore, terribles circunstancias.

—¿Está despierto?

—Sirius — llamó Remus entrando a la habitación.

Sirius lo miraba con despreció y una mirada llorosa — ¿Tengo que relatarlo? ¿En serio me harán
decir en voz alta todo lo que ocurrió?

—Necesito escuchar su versión para poder sacarlo de la casa Black y asegurar su bienestar —
explicó Dumbledore tomando asiento en la silla que Euphemia Potter había usado para monitorear
a Sirius durante la noche. La señora Potter cerró la puerta de la habitación saliendo para darle más
privacidad a Sirius.

—¿Qué hay sobre Regulus? — preguntó Sirius con la voz ronca — Él estuvo ahí, ¿lo sabe? ¿Qué
hay sobre su bienestar? ¿Si hablo con usted también lo sacaran de ahí?

—Regulus no corre peligro con sus padres – replicó Dumbledore.

Los ojos de Sirius eran amenazadores. La locura de la tortura, pensó Remus. O la locura interna
que todos llevamos al pasar tanto dolor.

—Si devuelves a Regulus a la casa Black entonces estoy fuera, jamás haré lo que me pidas – le
susurro Remus a Dumbledore con firmeza una vez que salieron de la habitación. Remus estaba
furioso.

—No me sirves si estás con los Potter, Lupin.

Por fin veía la verdadera naturaleza de Dumbledore.

—Hay una manera — aseguró Remus, lo había estado pensando durante toda la noche y tenía
sentido mientras más pensaba en ello — Decir que somos espías.

—Eso no tiene sentido.

Pero Remus lo había planeado bien — Nadie sería más leal que el propio hijo de los Black, que
Regulus Black se ha sacrificado en tan ardua tarea.
—Nadie lo creería y los Black no dejarían ir a su único heredero.

Único heredero. Porque hace mucho tiempo que habían despreciado a Sirius. Solo era cosa de
tiempo para que algo así ocurriera.

Remus sonrió — Sí lo harán. Sus padres los desheredan públicamente, el mundo les cree que no
son mortífagos y así pueden seguir con su gran influencia en el ministerio.

Muchas familias supremacistas de sangre habían optado por reducir su opinión pública. Las
familias mestizas estaban incrementando a medida que las generaciones avanzaban, y la mirada
supremacista estaba siendo cada vez más criticada. Por eso los magos que optaban a cargos
públicos en el ministerio decidían parecer neutrales en la guerra. Pero los Black eran demasiado
poderosos, incluso con su notoria inclinación hacía el señor tenebroso, su reinado no corría peligro.
Pero eso era por ahora. ¿Qué sucedería una vez que la guerra siguiera avanzando? Todos sus
miembros eran Slytherin por una razón, recordó las palabras de Regulus. El poder. Y nada era tan
Slytherin como ocultar tus verdaderos planes. Les convenía que su hijo prodigo no fuera juzgado
como simpatizante del señor tenebroso para asegurar su poder político.

—¿Qué utilidad tendrías en ese caso? — replicó Dumbledore con frialdad.

—Que en secreto veremos al señor tenebroso para reírnos de cuán ilusos son la orden del Phoenix.

La Orden de Phoenix era un ejército secreto de Dumbledore. Así que, por supuesto que había
llegado a oídos de Barty Crouch Junior, mientras espiaba las reuniones de su padre con otros
miembros del ministerio.

—¿Qué ganan?

—Nos uniremos a los mortífagos. Eso es lo que usted siempre ha esperado de mí, ¿no es así,
señor? Me recogió de esa casa de mala muerte para servirle. Acogió a un hombre lobo porque
necesita a las criaturas oscuras y porque necesita a un mortífago que le deba su absoluta lealtad. Y
le ofrezco mi lealtad siempre y cuando se asegure del bienestar de Regulus Black.

Durante estos cinco años, Remus había sabido que cumplía un rol para Dumbledore. Se había
librado de castigos por eso, y sabía que contaba con su apoyo mientras le fuera de utilidad. Jamás
se le ocurrió que ese pequeño poder sería usado para proteger a Regulus Black, el príncipe oscuro
de las familias nobles.

—No lo dañaran, es el único heredero que les queda — observó Dumbledore.

—Y yo soy el último recurso que tiene.

Dumbledore le sostuvo la mirada — Mortífagos.

—Se lo ofrecieron a Regulus. Y donde va Regulus…

—Estás tú — concluyó Dumbledore — Una criatura oscura.

—Un hombre lobo — asintió Remus.

Dumbledore sonrió con frialdad — Seguiremos hablando de esto dentro de unos días. Sé que esta
impactado por la situación y por lo tanto no podemos discutir por ahora sobre su futuro, señor
Lupin. Por el momento… supongo que los Potter pueden acogerlos. Sus cosas ya están aquí.
Los siguientes días fueron… increíblemente menos incómodos que en la mansión Black.

Los Potter eran anfitriones. Estaba en su naturaleza ser amables y cordiales.

A Remus le recordó la primera vez que conoció a James Potter, un alegre chico moreno de cabello
revoltoso con una gran sonrisa ofreciéndole sentarse con él en el vagón del tren.

—Mi nombre es James Potter, ¿quieres ser mi amigo? — le había preguntado con emoción.

Y Remus había querido ser su amigo.

Solo que después fue seleccionado para Slytherin.

Para año nuevo ya se había extendido por toda la sociedad mágica que Regulus y Sirius Black
habían escapado de la mansión Black. Las familias que habían participado en la tortura de Sirius
sabían la verdad sobre el asunto y lo habían comentado con gran jactancia entre la comunidad
mágica. Se regodeaban profundamente con la gran caída de una de las familias con mayor
influencia y por haber dañado a su gran heredero.

Sin embargo, a pesar de que los rumores eran fuertes dentro del mundo mágico, el profeta se
mantenía en silencio ante el asunto. Una muestra de cuán poderoso seguiría siendo el apellido
Black, incluso en medio de su ruina.

Por su parte, tanto Walburga Black como Orión Black se mantenían sin hacer ningún movimiento
porque sus hijos estaban bajo el cuidado de Dumbledore.

—La maldición cruciatus es un asunto importante que discutir — les había contado Fleamont —
Podría llegar a un juicio ante el ministerio. Pero Dumbledore quiere mantener las cosas en
privacidad, así que está pidiendo sus custodias a través de una clausura de estado de peligro.

Regulus se mantenía en silencio mirando su taza de café mientras que Sirius era contenido por
James, sus manos entrelazadas con fuerza.

Remus pensaba que la única razón por la que el matrimonio Black no se apareció en casa de los
Potter fue porque tras la llegada de Regulus, colocaron un encantamiento fidelio.

También pensaba en la carta que había enviado a Narcissa después de hablar con Dumbledore.
Apenas garabateo unas palabras rápidas: “Cuatro de enero, hora de las brujas.” ¿Habría llegado a
los Black? ¿Serviría de algo? La noche después de navidad una hermosa lechuza negra había traído
una sola advertencia de Narcissa, la única nota de ella que habían recibido durante todo este
tiempo: No vuelvan, es peligroso.

Regulus había quemado la carta en la chimenea.

Y Remus se sorprendió una vez más en lo mucho que los hermanos Black se parecían entre sí
cuando estaban molestos. Pero los hermanos Black habían recibido cartas de otra de sus primas,
Andrómeda Tonks, anteriormente, Black.

Los ojos de Sirius habían brillado de emoción al leer sus palabras. Regulus por su parte había leído
la carta con esa expresión que usaba cuando analizaba su siguiente movimiento en el tablero de
ajedrez. Al terminar de leer, le mostró la carta.

—Nos ofrece toda su ayuda y su hogar en cualquier momento que lo necesitemos— le dijo
Regulus.
Era difícil leer cuales eran los sentimientos de Regulus al respecto. Remus pensó en que quizás, ni
siquiera Reggie estaba seguro de qué sentir.

Remus le revolvió el pelo — Está bien, Reggie. Más aliados.

—Aliados — repitió Regulus sin emoción.

Remus miró a James Potter y Sirius Black. ¿Toda esta maldita experiencia también los convertía en
aliados? Lo dudaba.

Era una sensación extraña tener que convivir con la mayor parte de los merodeadores.

—Pensé que Pettigrew era tu vecino — le dijo Remus una vez que se cruzaron en la cocina.

—Si, lo es — respondió James sorprendido — No ha venido porque pensé que, tanto Sirius como
ustedes… bueno, es algo incómodo.

Remus asintió.

—¿Le has dicho a Lily? — le preguntó James, pasando una mano por su cabello. Un movimiento
de nerviosismo.

—No, ella… aún no sabe que estoy aquí.

—Ah, vale. Solo pensé que, quizás fuera mala idea preocuparla.

Lily Evans no podría creerse que James Potter, Sirius Black, Regulus Black y Remus Lupin
estuvieran juntos en la casa de los Potter para pasar las fiestas. La sola idea parecía absurda.

Regulus se sentía fuera de lugar todo el tiempo y se encerraba en la biblioteca o en la habitación


que compartían con Remus, los Potter le ofrecieron más cuartos, pero Remus y Regulus insistieron
en que se sentían más cómodos juntos. Lo entendieron, de todos modos, Sirius siempre se colaba a
la habitación de James.

James parecía un payaso tratando de entretener a Sirius y hacerlo sonreír o se paseaba por la casa
con suspiros torturados.

—¿Regulus está bien? — preguntó James antes de que Remus saliera de la cocina.

Era complicado. Su mundo también fue destruido esa noche. Regulus habría estado dispuesto a
dejar que sus padres dominaran por completo su vida con tal de darle la libertad a Sirius, Remus lo
entendió esa noche. Pero que Sirius corriera tanto peligro había cambiado las cosas. Le era difícil
aceptar que había más opciones. Que incluso podía traicionar a sus padres.

Y estaban las pesadillas. Las malditas e infernales pesadillas.

Regulus se paralizaba de terror. Y Remus tenía que despertarlo.

—Era yo — había llorado Reggie la noche anterior — era yo quién… ellos me obligaban, ellos
deseaban que fuera yo… yo lo mataba, Remus…

—Está bien — susurraba Remus abrazándolo — Reggie, era una pesadilla, está bien.

—Remus, era yo quien lo mataba — sollozó Reggie, su cara cubierta de lágrimas desesperadas por
la culpa — y lo disfruté.
—Sirius está bien — repitió Remus — está bien, Reggie. Solo son malditas pesadillas.

No era de extrañar que Regulus evitara a Sirius a cualquier costo. No eran hostiles entre ellos como
en el pasado, pero la mirada de Sirius lo buscaba y quizás trataba de encontrar a ese hermano que
dejó en una casa lúgubre llena de torturas y secretos. Ese niño seguía allí dentro de Regulus. Pero
era él quien había tenido que rescatar a su hermano mayor de un charco de sangre.

—Regulus estará bien — aseguró Remus — Necesitan tiempo.

—No lo entiendo del todo por ser hijo único… — se lamentó James con un suspiro — Pero me
gustaría que esos dos pudieran hacer las paces.

Eso sorprendió a Remus. Regulus pensaba en James Potter como el desgraciado que se robó a su
hermano mayor.

Los padres de James trataban de hacer su estadía lo más amena posible a pesar de las
circunstancias. Incluso les dejaron regalos de navidad. Enviaron la mayor parte de los regalos de
sus amigos a su habitación en Hogwarts con la ayuda del elfo doméstico de los Potter. Sin
embargo, abrieron el regalo que le dieron los Potter, dulces de Honeydukes. Regulus los miró con
despreció porque era un mocoso malcriado, pero Remus lo agradeció. Le recordó a Lily y su manía
incesante de regalarle dulces cuando lo veía triste.

Fue entonces que recordó que había dejado su libro, el que Lily le prestó en el tren, en la biblioteca
cuando acompañó a Regulus durante la mañana y fue a buscarlo.

Al acercarse, escuchó el sonido del piano.

A Remus le gustaba la música de piano. Pensó que era estúpido. Pero era relajante escuchar a
Reggie tocando. Tenían un piano en su habitación, que Regulus encogía la mayor parte del tiempo
para tener espacio, pero a veces lanzaba un engorgio en él y tocaba durante horas. A Remus le
agradaba su sonido. Hacía que los efectos post luna llena fueran más soportable. Y le gustaba
como tocaba, porque entonces era sincero con sus emociones. Furia, frustración y una infinita
tristeza que no sabía cómo lidiar.

Remus se sintió atraído por la música. Y paró bruscamente cuando se dio cuenta que quien tocaba
no era el joven amo Black que él pensaba.

Si tuviera que describir a Sirius en una palabra usaría imprudente. Ni siquiera sabía que pudiera
tocar el piano, pero suponía que tenía sentido con toda la gran educación elitista de los Black. Pero
casi parecía una persona diferente al tocar, se veía… delicado.

Sirius tenía una expresión seria mientras tocaba las teclas del piano. Le daba clase y acentuaba esa
gracia elegante que le envolvía. Los mechones de su cabello le enmarcaban el rostro y Remus se
quedó ahí parado sintiéndose confundido.

Al rato, la melodía cambio.

Le tomo unos momentos reconocer la canción y cuando lo hizo no pudo evitar reír.

Sirius paró bruscamente y le miró con horror, al darse cuenta de que era Remus y no un miembro
de la familia Potter su expresión pasó al fastidio.

—Tú.

Remus aún sonreía. No sabía por qué.


—¿En serio estás tocando Starman en piano?

Su desconcierto debería haberle insultado —¿Escuchas a Bowie?

—No creí que los magos escucharan música muggle.

—No creí que un Slytherin podría tener buen gusto.

No debería estar riendo junto a Sirius. Una parte de él aun pensaba en eso como traición.

Remus cogió un mechón de su cabello. Sirius estaba muy quieto observando cada uno de sus
movimientos mientras acomodaba el mechón detrás de la oreja del chico, inclinándose hacía él —
Lo siento.

—¿Por qué?

—No quise decir lo que… lo que dije cuando despertaste — explicó Remus — Debe ser doloroso
para ti y voy yo y soy cruel contigo.

—Está bien — sonrió Sirius de forma engreída — Si no fueras cruel se sentiría demasiado extraño
y podría terminar por enloquecer. De verdad, está bien.

No lo está.

—No creí que la deshonra de la casa Black escucharía a David Bowie.

Sirius se sonrojó, pero no le grito —¿Cómo conoces a Bowie?

—Bueno, supongo que ya sabes que mi padre…

—Desapareció.

Era una forma de decirlo. Remus se encogió de hombros, esto se sentía extraño, hablar con Sirius
Black como si no se odiaran y despreciaran el uno al otro —Vivo en un… Vivo con los muggles la
mayor parte del verano. Así que, sí, escucho música muggle. Y a Bowie, por supuesto. ¿Cuál es tu
excusa, Black?

Lo miró con atención —Dromeda. Mi prima. A ella le gustaba escuchar música muggle. Salía con
un mestizo.

—¿La prima borrada por fugarse y casarse con un mestizo? — recordó Remus.

—Esa misma — sonrió Sirius un momento, antes de mirarlo con una expresión vulnerable —¿Reg
estará bien? ¿Lo obligaran a volver con ellos?

—No, Sirius. No lo permitiré — le dijo Remus con firmeza.

Y Sirius asintió — Gracias.

Algo entre ellos había cambiado la noche que Remus arrastró a Sirius herido y suplicó para que lo
ayudaran. Ambos sabían que era por Regulus. Remus le debía su lealtad al joven amo Black. Era
su primer amigo, era la primera persona que había visto algo bueno dentro de Remus y la primera
persona que le había enseñado a no odiar su lobo. Sirius, por su parte, sabía que la única razón por
la que Remus lo ayudaría sería Regulus. Él estaba entre ellos, sin importar esa extraña atracción
que sentían al estar cerca. Y a veces, Remus no podía soportarlo. ¿Dónde se complicaba su lealtad
a Regulus con su traición? ¿Hasta qué punto deseaba a Sirius Black fuera de los límites
establecidos en esa lealtad? ¿Y sería capaz de ocultarle a Sirius que lo habría sacado de allí incluso
si no fuera por Regulus? ¿Alguna vez podría confesarle cuán desesperado estaba Remus rogando
para que él sobreviviera?

Remus lo dudaba.
La promesa

3 de enero, 1976

Remus soñó esa noche con un gran perro negro. No era un lobo. Simplemente sabía que no lo era.
Como también sabía que se encontraba desdichado y herido, cortes sangrantes reflejados por la
escasa luz de las estrellas. Entre los sollozos del perro aullaba a la luna. Y Remus pensó que jamás
había escuchado algo tan triste.

—Moony — le susurro una voz. Y Remus vio por un momento a un chico de largo cabello negro,
antes de abrir nuevamente los ojos y ver a Regulus Black sacudiéndolo —Remus, vas tarde.

—¿Qué soñaste?

—Estabas llorando.

¿Había llorado?

Remus ocultó su rostro con el dorso de su mano. Mierda.

La tarde anterior Remus recibió instrucciones de Dumbledore. Sucedió en el patio de los Potter,
cuando veía a Sirius y James volar con sus escobas, mientras que Regulus y Remus jugaban con la
nieve, hechizando bolas de nieve para perseguir al otro. Había conseguido que Regulus se
divirtiera una tarde fuera de la biblioteca cuando vieron al fénix.

Dumbledore había enviado a su patronus.

—El cuatro a las horas de las brujas, la bebida que solicitó está a su disposición y estoy seguro de
que podrá juzgar la situación de la manera más optima — dictó la voz afable de Dumbledore.

Tanto Sirius como James aterrizaron tropezándose, sorprendidos por el hechizo.

—Eso era…

—¿De verdad es…?

—Es un patronus — respondió Regulus — Es… es magia difícil, no todo el mundo puede
conseguirlo porque… es necesario un recuerdo feliz realmente poderoso — Regulus se veía
realmente interesado. Era magia luminosa complicada.

¿Cómo podía un anciano manipulador conservar un recuerdo feliz lo suficientemente poderoso


para invocar un patronus? Pensó Remus con desdén mientras veía que el fénix se desvanecía.

Después de los sucesos de navidad, Remus estaba seguro de una cosa. No le agradaba
Dumbledore. Pero lo necesitaba tanto o más como Dumbledore lo necesitaba a él. Y al menos,
había accedido al dialogo con los Black. Era la primera misión de Remus como peón de
Dumbledore, y era precisamente para probar que su instinto y astucia eran suficientes para proteger
a Regulus y a él. Necesitaba que esta reunión fuera exitosa. Podía imaginar que, a pesar de su
renuencia al plan, Dumbledore veía la ganancia en el intercambio. Si Remus fallaba, tendría que
aceptar sin discutir las órdenes de Dumbledore, pero si Remus tenía éxito, tanto Dumbledore como
Remus conseguirían la oportunidad que estaban esperando, abrir una brecha en las filas del señor
tenebroso.

Remus salió del baño, había tomado una ducha fría para despertar del todo, estaba arreglado y
vistiendo uno de los mejores trajes de Regulus, que había podido traer consigo.

—Siempre te lo he dicho, el traje hace al hombre, Lupin — se burló Reggie al examinarlo dando
vueltas a su alrededor — Realmente te queda bien.

Remus bufó — ¿Acaso te has enamorado de mí?

Regulus rio —Que atrevido te vuelves solo por vestir elegante.

—Zorro malcriado.

—Perro engreído.

Remus sonrió.

Regulus sonrió con tristeza antes de abrazarlo con fuerza, aferrándose a él como un niño perdido
—Vuelve con vida, ¿está bien?

—Haré mi mejor esfuerzo — prometió Remus con sinceridad.

Haría cualquier cosa por garantizar la seguridad de Reggie.

Incluso si eso requería regresar a la mansión Black.

La mansión Black era aún más aterradora y desolada en medio de la noche. Incluso con la caída de
la nieve cubriéndola se veía espeluznantemente cruel.

Sin embargo, Remus estaba enfadado de estar atrapado en la casa de los Potter. No le gustaba
sentirse encerrado en la casa como si fuera una prisión temporal para que Dumbledore los
mantuviera bajo vigilancia. Desde que habían llegado en navidad esta era la primera vez que
conseguía autorización para dejar la casa. Todo por la misión.

El lobo estaba impaciente y enfadado. Eso le daba seguridad a Remus, sus instintos eran en lo que
más confiaba cuando se trataba de sobrevivir.

Remus buscó entre los bolsillos de su capa antes de entrar, la poción que Dumbledore había
preparado para él. La poción multijugos que tenía de reserva. Incluso con el hechizo de
invisibilidad de Remus, estaba la posibilidad de que hubiera personas vigilando el hogar de los
Black. Los rumores sobre la noche de navidad podían correr rápido en la sociedad mágica. Y
Dumbledore también estuvo de acuerdo en que a ninguno de ellos les convenía que Remus fuera
visto merodeando cerca de la mansión. Era un mago menor de edad, pero el peligro radicaba en
que era un hombre lobo, en medio de la noche, utilizando magia. Cualquier auror que hubiera
pensado en vigilar a los posibles mortífagos, eligiendo acechar al matrimonio Black como la
respuesta más obvia de los cercanos a la magia oscura, podría tomar nota de la presencia de
Remus. Además, también estaba la posibilidad de que más personas presenciaran a Remus durante
la reunión. Por eso pensaron que sería más seguro adquirir la apariencia de otra persona. Alguien
como… Barty Crouch Junior.

—Ten — le había recordado Regulus antes de salir de la casa de los Potter — No olvides beberla
antes de entrar.
Era difícil explicar por qué Regulus Black tenía a disposición una gota de la sangre de Barty
Crouch Junior. Regulus era una persona increíblemente complicada de entender. Y Remus había
optado por ignorar la conveniencia del asunto cuando Regulus le sonrió con inocencia. Quizás
fuera espeluznante cuán estratégico y prevenido era Regulus, pero Remus lo adoraba. El pequeño
genio malvado, pensó divertido.

No era necesario que fuese precisamente el hijo del ministro. Pero el poder de Barty Crouch padre
podría ser suficiente para callar a cualquiera que viera a Barty hijo entrando y saliendo de la casa
de los Black. No era un buen momento para cuestionar a los Crouch cuando la guerra se avecinaba
y era reconocido como un sujeto despiadado.

Una vez que tuvo la forma del joven Crouch deshizo el hechizo de invisibilidad y entró a la
mansión.

Las puertas se abrieron con estrépito ante su presencia. Kreacher lo esperaba en el vestíbulo.

—El joven Lupin — escupió con desdén.

La poción multijugos no podría engañar a un elfo doméstico intuyó con una risa divertida. Su
magia es algo que Remus nunca comprendería, parecía ser más poderosa que los grandes magos
que había conocido, pero estaban esclavizados en una sociedad podrida.

El elfo de los Black era una criatura horriblemente despreciable. Odiaba a los mestizos y sangre
sucia como el mayor de los supremacistas de sangre. Remus sabía cuánto afecto tenía por él su
amigo, pero no podía ignorar del todo la irritación que le provocaba el trato del elfo.

—Kreacher — saludó con una sonrisa despiadada — Reggie envía saludos.

Kreacher lo miró temblando con furia — Usted… ha retenido al joven amo Black…

—¡Kreacher! — gritó una voz desde las escaleras, dónde Walburga Black bajaba lentamente
mirando con desprecio a donde estaban ambos — Vete ahora, Kreacher. El invitado ya ha llegado.

Walburga Black pronunció invitado con un tono especialmente venenoso.

Al verla, Remus no podía evitar recordar cómo había sonreído con odio cuando Sirius por fin había
perdido la consciencia. El deleite en sus ojos al ver sus heridas sangrantes. O la carcajada con la
cual dirigió a sus invitados a continuar la cena de navidad.

Remus evitó estremecerse. Esta vez no contaba con la presencia de Narcissa o Regulus para
ayudarlo a mantener la cordura.

Se inclinó ante Walburga — Buenas noches, señora Black. Luce… encantadora.

Los ojos de Walburga brillaron con desdén — ¿Qué hace el maldito perro de Dumbledore aquí?

Esperaba eso. Sabían que era él quien vendría, después de todo, Narcissa los había advertido sobre
no hacer daño al peón favorito de Dumbledore.

Remus sonrió con frialdad — He venido a buscar mi premio.

Estaban en el salón del árbol genealógico. Veía que los rostros de Regulus y Sirius aún no habían
sido quemados y borrados del registro familiar. Era una buena señal, pensó. Necesitan de un
heredero. Por eso están dispuestos a esperar, incluso si ambos los habían deshonrados al huir.

Orión y Walburga Black estaban sentados frente a Remus. El chico había rechazado beber una taza
de té, desconfiado de la furia silenciosa con la cual lo habían recibido. Sin embargo, el matrimonio
Black había accedido a escucharlo, curiosos con el pequeño plan que pudiera pensar su hijo para
justificar toda la humillación que estaban recibiendo al ser la comidilla de las familias mágicas, y
Remus supuso que, si la respuesta no les convencía, bien podrían aprovechar la presencia del
mensajero para desquitar su furia.

El aire en la habitación era frío y pesado, pero Remus se sintió confiado en jugar su rol de
Slytherin. Buscar las maneras de sobrevivir era algo en lo que tenía una gran experiencia y un
curioso talento, después de todo.

—Después de lo ocurrió esa noche sabíamos que Sirius Black no iba a cerrar la boca con
Dumbledore — explicó Remus — Regulus juzgó que sería correcto abandonar la mansión Black
mientras… se discutía todo este asunto.

Orión Black le dio una mueca de desprecio —Nos traicionó. Ambos malditos desgraciados
huyeron cobardemente a llorar a Dumbledore.

Las mejillas de Walburga brillaron con vergüenza.

— No lo hizo — repuso Remus con fiereza — Sirius y Dumbledore creen completamente que le
somos leales ahora — soltó una carcajada fría — Por Merlín, fue tan jodidamente fácil. Ambos
creen que nos están salvado del lado malvado de la magia y la guerra. Incluso ustedes lo creyeron.

—¿Qué estás diciendo? — exigió Walburga con el ceño fruncido —¿Qué demonios piensan que
ganaran con todo esto?

Esa era la parte favorita de Remus, sonrió con arrogancia — La orden del Phoenix.

Los ojos de Walbruga Black brillaron con malicia — El papel de Regulus es mucho más
importante que ser una simple rata.

—Estoy de acuerdo… Él debería convertirse en el siguiente señor oscuro.

Fue entonces que los Black comenzaron a escucharlo.

Remus sonrió — Regulus Black no desprecia a nadie como a Albus Dumbledore. Pero está
dispuesto a jugar con él y ofrecerlo al señor tenebroso para ganarse su absoluta confianza.

Tanto Walburga Black como Orión Black se veían sorprendidos por sus palabras y realmente
curiosos. Regulus le había comentado el apoyo ferviente que su familia mostraba hacia Lord
Voldemort. Una demostración de lealtad como la cabeza del mago más poderoso del mundo
mágico era una oferta inigualable. Era lo único que podía justificar la traición de Regulus al
apellido de su propia familia.

Fue Orión Black quien miró a Remus con desconfianza — ¿Eso significa que mi hijo realmente se
unirá a los mortífagos?

—Recibirá la marca — confirmó Remus — Me ha enviado a mí para informarles de sus


verdaderos deseos porque teme estar siendo vigilado por Dumbledore. Si Regulus permanecía más
tiempo imaginó que Dumbledore estaría haciendo lo necesario para enviarlos a todos a Azkaban.

Walburga se enfureció —No tiene el poder necesario.


—Eso pensó Regulus — concordó — Pero también creyó que sería mejor jugar en el bando de
Dumbledore. La oportunidad perfecta para tener vigilado a Sirius y a Dumbledore, y a todos sus
pequeños soldaditos hasta conseguir lo que ni siquiera el señor oscuro ha podido.

—¿Qué sería eso? — preguntó Walburga inclinándose en su asiento, absorta en creer cada palabra
que Remus le diera.

—Asesinar a Albus Dumbledore.

El matrimonio Black sonrió complacido con la idea. Habían despreciado a Dumbledore y su poder
desde hace demasiado tiempo. Incluso habían sido simpatizantes de Grindelwald. Para los Black,
Dumbledore fue la oposición en un reinado perfecto sobre la asquerosa escoria muggle, y Lord
Voldemort revivía esa promesa inconclusa.

—¿Por qué no nos dijo nada de esto? — preguntó Orión Black con el ceño fruncido — De su plan
¿por qué tratar de despistar a sus propios padres?

—Porque no quería errores en su plan. Ya saben cómo es. Jamás pierde un juego de ajedrez.
Porque sus planes son perfectos. Me ha enviado aquí ahora porque su plan está funcionando,
Dumbledore confía en él y quiere dejarles un mensaje importante.

—Dilo — exigió Walburga.

—Recibirá la marca al cumplir dieciséis años — declaró Remus — Esos son sus deseos. Y una vez
que lo haga espera recibir su apoyo en su camino a convertirse en el nuevo señor oscuro. Regulus
Black debe ser la persona a la que elijan una vez que haga caer a Albus Dumbledore y Lord
Voldemort.

Cuando Remus salió de la mansión Black sintió que cada uno de sus pasos estaban siendo
observados. Los Black se veían conformes con la situación, pero se negaron a desheredar
públicamente a sus hijos. Esa era una deshonra a la que no estaban dispuestos a acceder, por
mucho que alabaran al señor tenebroso. A pesar de ello, no se opusieron a los planes de Regulus,
juzgando que ya tenía la edad suficiente para crear su propio rumbo. Estaban eufóricos porque los
planes de Regulus eran gobernar sobre el mundo mágico y muggle.

Remus caminó largos kilómetros para llegar al traslador que habían preparado para él, para
entonces ya había recuperado su verdadera forma. Se sentía bien no estar bajo la piel de Barty
Crouch. Pero imaginó que las cosas funcionaron por usar su apariencia. Era más fácil que confiaran
en las palabras de un mago sangrepura como ellos que en un huérfano, pobre, hombre lobo,
homosexual y disléxico. La idea de eso hizo a Remus reír.

El maldito monstruo, pensó mirando las estrellas, había logrado hacer que su plan funcionara.

Remus sonrió a la noche estrellada. A la mierda Dumbledore.

Y al poder sentir al fin el aire fresco pensó en lo mucho que extrañaba su libertad. Poder escaparse
en la oscuridad de la noche y perderse en el camino.
Escape

4 de enero, 1975

—¿Por qué tardaste tanto? — le preguntó Reggie tan pronto abrió la puerta de su habitación.
Levantándose de la cama y examinando a Remus por cualquier herida —¿Cómo te fue? ¿Qué te
dijeron?

—Creyeron cada palabra.

Los hombros de Regulus se relajaron —Funcionó. Tu maldito plan demente funcionó.

Remus sonrió tomando un pergamino de la mesa de noche de Reggie —Vamos a presumirlo a ese
viejo demente.

Regulus lo ayudó a redactar una carta informando de lo sucedido en la mansión de los Black. Lo
ideal hubiera sido poder repetir la estrategia de Dumbledore de enviar un patronus, ya que no
podían ser detectados ni se corría el riesgo de dejar evidencia. Pero ninguno había aprendido aún a
realizar uno. Remus incluso dudó si alguna vez serían capaces de realizarlo. ¿Un recuerdo feliz lo
suficientemente poderoso? Basura.

—Le puse un hechizo para quemarse después de ser leído. Y uno de detección para saber quién
exactamente lo está leyendo — le informó Regulus una vez que hubo acabado — Si otra persona
llega a leer esto, sabremos a quién atacar.

Remus asintió, satisfecho de la eficacia de Regulus Black.

Al día siguiente, durante el desayuno, Remus recibió una sola nota de parte de Dumbledore: Buen
trabajo.

La quemó con su varita.

¿Solo eso tenía para decir? Había sido un éxito. El plan de Remus había comenzado y funcionaba.
Ambos querían desesperadamente creer su historia. Y Dumbledore solo tenía para decir ¿buen
trabajo? Que maldita mierda.

Sirius y James los miraban con atención. Euphemia Potter había salido temprano hacia San
Mungos, debido a unas víctimas de maldiciones de año nuevo que seguían en estado crítico.
Fleamont Potter estaba en el ministerio para preguntar sobre el caso de los hermanos Black,
preocupados por si su seguridad estuviera en riesgo una vez que volvieran a Hogwarts.

Eso había dejado a Sirius Black, James Potter, Regulus Black y Remus Lupin sentados en la misma
mesa, comiendo tostadas con mermeladas y chocolate caliente. Parecía una mala broma, pero era
como habían estado conviviendo desde navidad.

Sirius se inclinó sobre la mesa mirando a Remus como si quisiera revelar cada uno de sus secretos
—¿Por qué saliste anoche?

—No es asunto tuyo, Sirius — replicó Remus con una mueca de desprecio.

James ignoró el tono irritado —¿Fue una misión de Dumbledore?


Regulus dejó su taza sobre la mesa y levantó la mirada —¿Por qué te importa, Potter?

—Queremos unirnos — respondió James señalando a Sirius y a él con una sonrisa engreída —
Somos talento y poder.

Regulus bufó — Dudo que Dumbledore vea a dos mocosos malcriados, cuyo gran poder consiste
en bombas apestosas dispersadas por todo Hogwarts, como material de la orden.

Los ojos de Sirius brillaron con emoción—Entonces si están con la orden.

Sirius aún tenía pesadillas. Remus había escuchado los sollozos la noche anterior, cuando llegó
desde la mansión Black. Era un sonido realmente vulnerable.

—Aún lo tengo en mi mente, Jamie… y no puedo… no puedo soportarlo.

—Lo sé, Pads. Está bien llorar. No merecías toda esa mierda.

Antes de que pudiera reaccionar las voces habían sido silenciadas por un hechizo insonoro dentro
de la habitación. Remus lo reconocía demasiado bien, la falta de algo dentro del espacio.

Sin embargo, a pesar de sus cicatrices, Sirius era obstinado.

Remus notaba toda la impaciencia e imprudencia como una energía nerviosa alrededor de Sirius.
Era fácil comprender que quería desesperadamente obtener algo más que los recuerdos y heridas de
esa noche. Sirius se aferraría a la muerte con tal de recuperar su libertad y la confianza en sí
mismo, de eso estaba seguro.

—¿De verdad crees que Dumbledore confiaría en nosotros para unirnos a la orden? — despreció
Regulus mirando a Sirius con irritación — Somos dos Slytherin, un huérfano y un ex heredero,
¿qué ganaría con nosotros?

Sirius pareció pensarlo, hundiéndose en su silla con decepción.

James miró a Remus con seriedad — Pero lo salvaron. Lo sacaron de allí y traicionaron a los Black.

—¿Eso es suficiente? ¿Ustedes confían en nosotros? — se burló Remus — Por supuesto que no.
Para ustedes somos la misma escoria que los Black.

Salió de la habitación sintiendo que su ira podría abrasar con todo.

Quizás fuera difícil explicar por qué Remus Lupin se sentía tan malditamente furioso. Después de
lograr realizar su primera jugada sabía que lo que se vendría ahora en adelante sería peligroso. Su
lealtad sería puesta a prueba una y otra vez. Recibiría tanto desprecio como si dijera libremente que
era un hombre lobo, o incluso si le dijera al mundo que era gay. Ser un traidor no era una tarea
sencilla. Pero lo que enfurecía a Remus más que a nada era haber tenido que arrastrar a Regulus
con él. Había hecho de Reggie el eje central de su plan. El protagonista de una historia sobre
muerte, promesas, mentiras y engaños. Solo tenía catorce años, apenas cumpliría quince dentro de
unos días, y ya se había convertido en un peón de Dumbledore para poder sobrevivir. Un peón que
en cualquier momento tendría que atacar despiadadamente si quería poder avanzar.

No le había dado seguridad, pensó Remus al ver su varita. Lo había puesto en medio del tablero, a
la vista de todos, esperando que eso fuera suficiente para poder seguir jugando. Supervivencia.
Pero ¿a qué costó? ¿Cómo cambiaría ese niño cuando todo esto acabara? La emoción de James
Potter y Sirius Black lo cabreaba. Ellos querían ser héroes en una maldita guerra sin preocuparse
por las consecuencias reales. Dos malditos niños que creían que la guerra era sobre honor, lealtad y
gloria. No tenían idea, pensó Remus con desdén.

Remus se dio cuenta entonces que necesitaba una noche para poder soportar todo eso. Una sola
noche, antes de regresar a Hogwarts, las lunas, las mentiras y el juego del traidor. Una maldita
noche en la que sentirse como un chico normal.

No era de sorprender que Remus Lupin se escapase.

Necesitaba salir. Necesitaba salir y tomar aire lejos de los Potter, de los Black y lejos de la maldita
magia.

Además, tenía una buena experiencia escapando silenciosamente desde los años en el campo, los
veranos en el orfanato y las noches en Hogwarts donde deambulaba por el castillo. A Remus
siempre le había gustado merodear, por irónico que fuese. Además, era bueno moviéndose en la
oscuridad, después de todo, sus instintos de lobos lo acompañaban la mayor parte del tiempo.

—Ven conmigo — le pidió Remus a Regulus — vamos a celebrar que el plan funcionó.

Reggie enarcó una ceja mirando por encima de su libro — Piérdete solo, Lupin.

Llevaba los últimos quince minutos tratando de convencer a Regulus Black de seguirlo a un antro
en Londres. Remus pensaba que sería una buena idea. Dos amigos emborrachándose por sus
desgraciadas vidas a tan pronta edad. Regulus no le veía lo divertido al asunto.

—Vamos, celebremos, Reggie. Por favor, te vas a divertir.

—¿Con muggles? — frunció el ceño Regulus y negó con la cabeza — Ve tú, Remus. Voy a estar
bien. Tú eres el que no soporta estar encerrado durante mucho tiempo con toda tu energía canina.

—Pero quería ir contigo — replicó dolido.

Reggie le sonrió — Podemos celebrar en Hogwarts.

Remus suspiró derrotado.

Miró a Reggie una vez antes de marchar un poco decepcionado. Dudando solo por un momento. Lo
quería más que a nada en el mundo, estaba dispuesto a dar su vida por él, lo sabía, era una verdad
absoluta en el universo. Pero cada uno de sus instintos le exigía escapar una maldita noche.

—Diviértete — le sonrió Regulus sin levantar la vista de su libro.

—Lo haré —gruñó Remus.

Se escabulló hasta la entrada.

Y al abrir la puerta se giró molesto —¿Se te perdió algo, Black?

Tratar con Sirius Black era un problema que no deseaba esta noche, por Merlín. Lo había estado
evitando desde esa vez en la biblioteca de los Potter. Estar cerca de Sirius Black era confuso,
intenso y Remus sentía que era incorrecto.

Sirius lo miraba de pie en las escaleras de la entrada con desconfianza —¿Qué demonios estás
haciendo, Lupin?
—Vuelve a tu cama, Black — le ordenó Remus mientras volteaba a la puerta.

Pero Sirius era un maldito obstinado. La puerta frente a Remus se cerró con fuerza, un hechizo no
verbal —¿A dónde vas? ¿Vas con Dumbledore?

—No — respondió de forma seca mirándolo con furia.

—¿Misión secreta?

—No — la irritación en su voz. Remus consideraba la opción de petrificarlo o arrojar una


maldición imperio sobre él para obligarlo a volver a su cama. Cualquiera parecía una buena opción
para deshacerse de su presencia. Lo alteraba demasiado. Remus no podía bajar la guardia con él
cerca.

Pero no le hacía gracia lastimar a Sirius Black esta noche. No después de haber terminado
encerrado donde los Potter precisamente porque Sirius había sido lastimado.

—¿A dónde vas? — insistió Sirius.

—Quiero un buen trago de vodka — respondió Remus con una sonrisa fría y salió de la casa de los
Potter, dejando a Sirius en el marco de la puerta y comenzó rápidamente a bajar la calle hasta la
ciudad. La casa de los Potter quedaba a las afueras de Londres, pero Londres era su hogar, sus
calles favoritas, se manejaba en la ciudad de una manera casi instintiva.

Había avanzado un par de calles cuando sintió una sombra detrás de él. El olor de su magia siempre
lo delataba. Cuánto le irritaba ese aroma. Lo podría identificar donde fuera.

—¿Por qué demonios estás siguiéndome? — gruñó azotando a Sirius contra la pared de un
callejón. Su mano en su cuello sintiendo bajo sus dedos el latido enloquecido de Sirius. Su aliento
mezclándose con el de Sirius y esos malditos labios entreabiertos.

Sirius lo miraba desafiante. Esa maldita mirada imprudente.

—¿Acaso vas a volver a besarme? — le preguntó con una sonrisa arrogante.

La intensidad entre ambos era algo que a Remus siempre lo había hecho enloquecer.

—¿Quieres que lo haga? — le preguntó con voz baja acercando sus labios a su cuello mientras
sentía como Sirius Black se estremecía ante el toque — ¿Por eso me estás siguiendo?

—Es porque también estoy aburrido con los Potter — respondió molesto — Son… son
maravillosos. Pero se mueven a mi alrededor como si fuera una maldita muñeca rota — La
vulnerabilidad y frustración mezcladas en el sonido de su voz — Odio eso.

Remus gruñó alejándose — Maldita sea.

La mirada de Sirius era una súplica infantil y obstinada.

Remus entendía demasiado bien los sentimientos de Sirius como para poder ignorarlos — Solo una
noche. Solo una maldita noche y a la mañana siguiente volveremos a odiarnos, me miraras con
desprecio y yo intentaré fingir que no quiero destrozarte.

Sirius lo pensó — Está bien

—Pero no estorbes — advirtió Remus.


Decidió llevarlo porque había estado ahí. Se sentía responsable. No se arrepentía de haber
priorizado la seguridad de Regulus ante la suya o la de Sirius. Pero no era algo de lo que estuviera
orgulloso ahora. Había visto las cicatrices cuando lo curaban. Eran demasiadas. Y después de
haber vuelto a la mansión Black aun podía escuchar los gritos y los sollozos de Sirius en su mente,
cuando el dolor era demasiado insoportable y Remus creía que perdería la cordura si no se
detenían.

Sirius podía parecer estar bien, ser el maldito imprudente Gryffindor, estúpido y altanero. Pero las
pesadillas seguían ahí. Remus incluso pensó que esa urgencia por la acción era una manera
desesperada por probarse a sí mismo de que no lo habían destruido. Aunque pensar mucho en ello
significaría que él le importaba. Y Sirius Black estaba tras unos límites que no podía permitirse.
Demasiado cercano a la traición. Demasiado cerca de algo que la bestia quería incontrolablemente.

Se repitió a sí mismo que no significaba nada.

Se detuvieron frente a un bar. Era oscuro con colores neones. Remus se había emborrachado ahí
durante el verano, entrando con algunos de los otros chicos en el orfanato. Sabía que a nadie
dentro le importaba que fueran menores. No era ese tipo de lugares donde eso tenía alguna
importancia. Era uno de los pocos lugares donde podía sentirse normal y conseguir a alguien rápido
con quien olvidar toda la mierda con la que lidiaba a diario.

—Somos menores — objetó Sirius mirando el lugar y Remus casi quería reír, no imaginó que
Sirius Black entre todas las personas quisiera respetar las reglas.

—Sí ¿y? — le sonrió Remus de forma engreída — ¿Asustado, Black?

— Ni un poco, Lupin — respondió molesto.

El lugar tenía una iluminación baja, estaba bastante lleno al ser vacaciones de invierno, muchas
personas bailando y besándose. Lo que a Remus le gustaba era que a nadie le importaba si estabas
besando a un chico, una chica o a ninguno. Además de las bandas tocando en vivo. Remus pensó
que si no hubiera acabado en el castillo mágico tal vez le hubiera gustado tocar en una banda. La
que tocaba ahora no sonaba mal, no era para nada Bowie, pero a Remus no le desgradaba como
estaban tocando una de Led Zeppelin. Y cruzó una breve mirada con la baterista del grupo, una
pequeña chica de cabello rosado brillante y piel caoba.

Le hubiera gustado traer a Regulus consigo para haber tenido un respiro. Si alguien necesitaba
poder tener un momento de fiesta lejos de todos los problemas mágicos y fingir ser alguien normal
por unas horas, ese era Regulus Black.

Sirius se veía emocionado por poder entrar a un lugar así y Remus se preguntó si sería su primera
vez entrando a un bar como este, o entrando a un bar siquiera. A veces olvidaba que Sirius era un
joven señorito de noble familia como Regulus porque Sirius parecía que había nacido para armar
una banda de rock, con su chaqueta de cuero y esos jeans negros.

Remus entró y tomó un asiento en la barra — Vodka y uno de whiskey con hielo.

Sirius se sentó a su lado mientras les servían.

—¿De verdad solo lo hiciste por él?

Se rehusó a mirarlo. Sabía lo que preguntaba.


—Sí — mintió Remus.

Ese silencio entre ellos.

—Aquí tienes, amor — le dijo el barman, un hombre joven de unos veinte años, Remus creía
recordar su nombre ¿Andrew? ¿Ander? Definitivamente algo con A, porque se había acostado con
uno de los chicos que trajo a Remus por primera vez pero, de todos modos, antes de que Remus
pudiera recordar bien el nombre, los ojos del chico brillaron al ver a Sirius y sonrió coqueto —
Hola, cariño.

Sirius frunció el ceño, extrañado mientras que Remus intentaba disimular una sonrisa divertida
ocultándola con su mano — Hola.

—¿Estás solo aquí? — le preguntó Andy con interés y sin dejar de sonreír.

—Estoy con mi… — Sirius se veía confundido y de pronto apuntó a Remus, mirándolo como lo
único que tenía sentido en el lugar— Estoy con él.

—Yo no te conozco, amigo — replicó Remus secamente al levantar su vaso — Es la primera vez
que te veo en mi vida.

Sirius entrecerró sus ojos. Su mirada gritando maldito mentiroso.

—Vaya lastima — se quejó el barman con un suspiro antes de irse a atender a otros clientes —
nosotros podríamos conocernos mejor… piénsalo.

La expresión confundida de Sirius era hilarante —¿Eso fue…?

—Sí, Sirius. Ese era un chico y sí, estaba coqueteando contigo — le aclaró con una sonrisa fría y
un tono desdeñoso — ¿Algo más que tu pequeño cerebro no haya podido procesar?

—Yo no soy gay — se quejó Sirius mientras de tomar el vaso con whiskey que Remus había
pedido y beber un largo trago.

Remus bufó — Sí, me pareció notarlo cuando gemías para mí esa vez que te besé.

—Entonces admites que me besaste — sonrió Sirius de forma molesta.

Era fácil recordar por qué odiaba a Sirius Black.

—Por un tiempo pensé que se trataba de una alucinación de mi mente – Comentó Sirius — Estuve
muy confundido sobre si fue real o no. Tú, entres todas las personas… una maldita serpiente. Y lo
peor es que había sido bueno, Lupin. En verdad parecía una alucinación.

—¿Por qué? ¿Acaso fantaseabas tanto conmigo que tu mente se confundió?

Sirius no respondió —¿Le dijiste? A Regulus.

—No.

Lo había pensado. El confesar su traición. Pero no tenía una razón lógica para lo que sea que
ocurrió entre ellos. Dudaba que Reggie lo comprendiera. Ni siquiera él estaba seguro de qué
ocurría entre ellos. El por qué ese deseo urgente de retener a Sirius.

Esa sonrisa engreída — Y yo que creía que se lo contaban todos.


—Vete a la mierda — le replicó mientras tomaba todo el contenido de su vaso en un trago,
sintiendo la mirada de Sirius sobre él.

—Tienes problemas de ira —Sirius sonrió con burla— ¿Es por el lobo o simplemente es tu mal
carácter?

Remus se inclinó hacía él mirando los labios de Sirius— Ya te lo dije una vez, Black. Estás
invitado a meterte a mi cama durante la luna llena y comprobarlo.

Sirius tragó con fuerza y el movimiento de su garganta tentaba a Remus a acercarse un poco más
—¿Cómo encaja todo esto contigo saliendo con Evans?

—De la misma manera en la que sales con Mary McDonald — Remus se alejó levantándose de su
asiento — Solo que yo no voy por ahí diciéndole a tu novia que te besuqueas conmigo cuando te
da la gana, Black.

—¿Lily te lo dijo? — Sirius se quejó — Ella ni siquiera parecía creerme. Y espera, ¿cómo es que
siguen juntos? ¿No le importa?

—Confiamos mucho el uno en el otro. Ahora, Black, compórtate, no tengo tiempo para jugar
contigo.

Remus se alejó de la barra dejando a Sirius ahí y escabulléndose entre las personas que bailaban,
coqueteaban o se besaban en el lugar. Se repetía a sí mismo que la presencia de Sirius Black no le
importaba. Esperaba poder creérselo antes de perder la cordura.

Era demasiado fácil. Estar junto a él, bromear, coquetear y sentirse atraído. Sirius tenía ese encanto
en su naturaleza, era algo innato en él. Atraer a las personas, deleitarlas con su presencia, era un
maldito Black, aunque despreciase a su familia con todo su corazón de Gryffindor. No era difícil
para Remus entender que Sirius seguiría imprudentemente en lo que ocurría entre ellos. Ese sentido
de autodestrucción lo empujaba a seducir a la bestia.

Su gran esfuerzo por alejar a Black tras la broma había explotado en su cara cuando lo rescató de la
mansión en navidad. Remus comprendió que podría intentar apartarlo, pero Sirius en su ingenuo
pensamiento de Gryffindor ya no odiaba a Remus Lupin como antes. Y ese rencor de años entre
ellos respondería rápidamente al deseo irresistible de responder al otro.

Era peligroso. Estúpido. Sin sentido.

Por supuesto que Sirius Black caería.

Solo estaba en el control de Remus poder pararlo.

Un maldito monstruo tratando de tener autocontrol, pensó divertido

Había avanzado algunos metros cuando vio a la baterista de hace un rato. Otra banda ya había
subido al escenario y empezado a tocar una canción de Iron Maiden.

—Hola — le sonrió coqueta la chica.

—Hola — respondió Remus con una sonrisa malvada.

Solo eso necesito.


Habían pasado algunas horas cuando se separó de la chica y salió al callejón trasero para fumar un
cigarrillo. Se lo había robado antes de despedirse.

Remus no fumaba seguido. Evans lo molestaría por el olor. Pero le gustaba la tranquilidad que le
daba el humo. Como si sus sentidos pudieran enfocarse mejor.

Exhaló.

El humo estaba entre ellos cuando vio que Sirius Black lo miraba con furia.

—Hey.

—¿Dónde te habías metido? Me dejaste tirado y casi vuelvo sin ti porque James… — gritó Sirius
hasta notar algo en el cuello de Remus.

Remus sonrió con crueldad inclinando su cabeza para exponer mejor su cuello — ¿Decías?

—¿Quién te hizo eso? — gruñó Sirius, sus ojos ardiendo con rabia mientras empujaba a Remus a la
pared, sus manos en el cuello de Remus, tocando las marcas de manera brusca. El cigarrillo
olvidado en el piso.

En la mente de Remus, Sirius Orión Black era un imbécil niño rico, egoísta y malagradecido.
Jamás envió una sola carta a Regulus. Jamás le perdonó por ser seleccionado. Jamás volvió a
sonreír a Remus como ese día en el tren. Y a Remus le había dolido durante demasiado tiempo que
ese imbécil fuera una de las personas más atractivas que había visto en su vida. Era completamente
injusto.

El toque de Sirius Black era firme, con desesperación y violencia. A una parte de Remus le gusto
ser ahorcado por Sirius Black, la forma en que sus dedos se clavaban en su piel. Pero estaba
demasiado furioso por la impaciencia. Era una mala idea encerrar al monstruo durante tanto
tiempo. Y la cercanía de Sirius Black solo lo enfurecía aún más.

A la mierda cualquier intención de control.

Remus pasó su lengua por sus labios. Cuánto le encantaba ver a Sirius enfadado.

—¿Qué te importa, Black?

Sirius miró sus labios. Y el lobo dentro de Remus se deleitó con ese momento de tensión y
atracción. La electricidad entre ellos encendiéndose. Sería tan sencillo lastimarlo y hacerlo llorar,
pensó. Besarlo, tomarlo y romperlo. Sus manos ardían ante las ansías de hacerlo.

—¿Te revolcabas con alguien, Lupin? — Los ojos de Sirius tenían un brillo peligroso.

—Mantente fuera de mis asuntos, Black — susurró con voz ronca sintiendo a Sirius estremecerse
ante el sonido.

Sirius Black lo besó. Su agarre en el cuello de Remus atrayéndolo hacía sí.

Remus respondió el beso con urgencia.

Todo entre ellos era ansías, necesidad y furia.

Esa atracción de la que ambos eran conscientes se convertía en algo adictivo y difícil de controlar.
Era fuego abrasando cada pensamiento coherente en sus mentes. Era la mano de Remus
enredándose con el cabello de Sirius tratando de tener más de él. Era la lengua de Sirius
encontrando la suya. Los gemidos mezclándose con el sonido enloquecido de su corazón. Sus
cuerpos rozándose.

Remus suspiró en los labios de Sirius.

—Me vas a volver loco — susurró Sirius apoyando su frente en la de Remus y mirándolo con
intensidad — Lupin.

Remus sonrió antes de volverlo a besar con la misma necesidad de antes.

Sentía que iba a enloquecer. Se sentía atraído hacia Sirius Black de una manera en que no
alcanzaba a comprender.

Una parte de la mente de Remus le recordó que no debería estar besando a Sirius Black. Pero no le
importó. Conocía demasiado bien todas las razones por las que besar a Sirius Black era una
mierda. Mando cada una al diablo.

Besar a Sirius Black era como encender un infierno dentro de Remus.

Remus descubrió entonces que le gustaba ver el cielo nocturno arder con intensidad.
Extraños

05 de enero, 1976

Un suspiro.

Esa mirada deleitada de Sirius Black.

Una sonrisa lobuna.

Remus apoyó su frente en el hombro de Sirius, tratando de recuperar sus sentidos. Su respiración
tan agitada como la de Sirius. El sabor de sus labios aún en él. La urgencia de su cuerpo
presionando el suyo y la electricidad entre ellos agitando su corazón.

Sirius lo miró. Ojos oscurecidos y un brillo divertido — ¿Por qué nos sigue pasando esto?

—Tú dime — repuso Remus con una sonrisa engreída — Tú me besaste.

Sirius bufó, pero esa mirada alegre seguía allí, sus manos en la nuca de Remus manteniéndolo cerca
de sí — Eres un tramposo. Fuiste a revolcarte con alguien más para llamar mi atención.

—Sí, Sirius — se burló Remus — Descubriste mi gran plan de esta noche.

Ambos se sonrieron.

Lo que sucedía entre Remus y Sirius era… complicado.

Podría pasar horas besando a Sirius. Y podría golpearlo por ser un idiota irritante. No había un
punto medio para ambas cosas dentro de la mente de Remus, solo la urgencia de volver a besarlo a
la vez que una parte dentro de él quería escucharlo rogar su nombre.

El cielo oscuro se había vuelto de un color grisáceo, anunciando la madrugada. El ruido del bar
estaba mucho más silencioso que hace unas horas. Y Remus tuvo la sensación de que ambos
abandonaron el sentido del tiempo mientras se perdían en el otro.

—Mierda, ¿qué hora es? — preguntó tomando la muñeca izquierda de Sirius donde siempre iba
con ese maldito reloj negro. En algún punto de cuarto año, Remus descubrió que cada merodeador
tenía su reloj vinculado para coordinar hasta el último minuto de sus bromas con los merodeadores.
Remus le robó el suyo a Pettigrew y dejó al chico colgando en la torre de astronomía durante toda
la noche mientras los merodeadores lo buscaban en el lago negro, donde tiró el maldito reloj.

El recuerdo lo hizo sonreír con maldad. Era bastante tarde. ¿Podrían llegar a la casa de los Potter?

—Eso es lo que quería decirte antes — suspiró Sirius mientras buscaba algo dentro de la chaqueta
de cuero y se alejaba de Remus — James supo que no estábamos…

Maldición. No le hacía gracia que James Potter supiera de su aventura nocturna.

Sirius sacó de su bolsillo un espejo de mano, su cubierta era de oro blanco con elegantes detalles.
Se veía como una reliquia familiar antigua. Remus frunció el ceño — ¿Un espejo, Sirius? ¿Ahora?
¿En serio?
—Oye, soy bastante serio — El chico le dio una sonrisa maliciosa mirando hacia el espejo — Hola,
Prongs.

—¿Dónde demonios estás? — se escuchó la voz alterada de James Potter desde el espejo — ¿Por
qué estás fuera? ¿Qué haces con Lupin? ¿Están en peligro? ¿Es una de las misiones de
Dumbledore?

Remus se inclinó sobre el hombro de Sirius con curiosidad. Efectivamente, ahí estaba el reflejo de
James Potter con una expresión preocupada — Hola, Potter.

—Fuimos a un bar — le contó Sirius emocionado — Estuvo entretenido.

James se veía enfadado y confundido — ¿Toda la maldita noche?

Sirius y Remus se miraron un segundo. Esa mirada intensa y algo divertida. No se dieron cuenta
que había pasado tanto tiempo.

Remus deseó que James no notase la complicidad entre ellos.

—Nos vemos en King Cross, Prongs. Gracias por cubrirnos.

—¿Qué? — se quejó James realmente indignado — Sirius Black, vuelve ahora mismo.

Pero Sirius ya había cerrado el espejo y lo guardaba de nuevo dentro de su chaqueta.

—Se ve útil — comentó Remus, preguntándose cómo funcionaría exactamente y si podría


conseguir que Pandora pudiera replicar un hechizo de espejo para entablar la comunicación en
ambas direcciones, entonces sería más fácil contactar con Reggie. Tendría que preguntárselo una
vez que volvieran a Hogwarts.

Sirius se veía engreído — Gracias.

—Entonces, ¿vamos a caminar hacía King Cross? — Los trenes ya no pasaban, y tendrían que
invocar un taxi para conseguir uno en esta zona de la ciudad.

—Podríamos tomar el autobús noctámbulo — propuso Sirius.

Fue el peor viaje de su vida.

No era como que Remus estuviera acostumbrado a viajes en primera clase. Incluso una vez viajó
en el maletero de un auto cuando escapaba del orfanato, antes de ir a Hogwarts. Pero incluso ese
viaje fue más pacífico y seguro que el maldito autobús noctámbulo. No ayudó que aún se sintieran
borrachos.

—Jamás vuelvo a subirme a esa mierda — gruñó Remus una vez que bajaron fuera de la estación.

Sirius no se veía mucho mejor — Eso… eso sí que es un mal viaje.

Aun así, ambos se rieron, sintiéndose mareados, borrachos y desorientados.

—Tú y tus malditas ideas — se quejó Remus con buen humor.

—Mi culpa — admitió Sirius riéndose, un mechón de su cabello cayendo sobre su rostro — Jamás
había subido a uno. Ahora entiendo por qué Frank decía que era una mierda.

—Cretino — susurró acomodando el mechón de cabello tras la oreja de Sirius, no se dio cuenta de
la cercanía de la acción hasta encontrarse con la mirada expectante de Sirius y su estremecimiento
ante su toque, Remus bajó sus dedos lentamente por el cuello de Sirius, deleitado por las marcas en
él, de sus besos, de sus caricias. Algo dentro de sí se sintió estúpidamente complacido al ver las
marcas en su piel.

Sirius lo miró con intensidad.

Remus sentía como se le cortaba la respiración ante la expectación.

Seguía sin entender por qué este chico, al que había despreciado por tanto tiempo, despertaba todos
los deseos de Remus. De retenerlo, de besarlo, de marcarlo, de hacerlo suplicar por su cercanía y su
toque.

La lluvia comenzó a caer sobre ellos y Remus se alejó dando un paso hacia atrás, complacido con
el gruñido frustrado de Sirius, antes de tomar su mano y sonreír — Vamos adentro.

Ninguno de los dos estaba realmente seguro de cómo lograron burlar a los guardias y llegar a las
escaleras sin hacer magia, porque eran malditamente ruidosos y corrían riéndose por los pasillos.
Cuando se cansaron, pararon cerca de la plataforma 10.

—Prongs estará muy molesto — suspiró Sirius apoyando su espalda en la pared — Por no haberlo
invitado cuando decidí seguirte.

—Regulus va a pedir explicaciones de por qué exactamente terminé pasando la noche contigo —
susurró Remus al lado de Sirius, sus brazos rozándose.

Su mirada burlona —Apuesto que se te ocurrirá algo.

Una sonrisa inconsciente —Tal vez.

Esa energía entre ambos crispando entre ellos. Seguía siendo ansías interminables, deseos y
urgencia.

—¿Por qué lo quieres? — preguntó Sirius rompiendo el silencio entre ellos.

Remus enarcó una ceja.

Sirius suspiró exasperado — A Regulus.

No era la primera persona que preguntaba eso.

Sin embargo, seguía siendo algo que molestaba a Remus. Nadie lo entendía. No era fácil de
explicar porque ni siquiera él estaba seguro de cómo Regulus Black llegó a convertirse en alguien
tan importante en su vida. Pero cada parte de él sabía que lo protegería y le sería leal hasta el final
de sus días. Simplemente era así. Por todo lo que Regulus hizo por él. Por todo lo que Reggie
significaba para él.

Remus se sintió a la defensiva — Solo tú serías un imbécil que no vería que él lo vale todo.

Sirius también se enfadó — Viví diez años con él. ¿Crees que no sé una maldita mierda?

—No. No lo sabes — gruñó Remus con furia – Porque desde que entraste a Hogwarts te olvidaste
de tu maldito hermano menor. ¿Siquiera sabes algo sobre el Regulus de ahora? ¿Sabes qué desea
lograr en su vida, alguna de sus preocupaciones, sabes siquiera una mierda sobre él?
Los ojos de Sirius ardían con lágrimas furiosas— No respondió. Ninguna de mis cartas durante
todo un año. Y cuando regrese a casa, ¿crees que quiso hablar conmigo? — Sirius negó con la
cabeza con una risa fría — Era una abominación para él.

—¡Jamás lo fuiste! — gritó Remus mirándolo con rabia y empujándolo — Él sigue buscándote y tú
lo empujas lejos de tu camino porque no es James Potter.

—Sí, claro, porque solo yo lo he alejado — se burló Sirius y lo empujó — Te robaste a mi


hermano. ¡Antes de que aparecieras en su vida él era…!

—El niño que yo conocí quería ser tu amigo, quería pasar tiempo contigo, pero tan pronto como lo
seleccionaron a Slytherin lo miraste con desprecio y lo abandonaste — cada palabra era una
apuñalada, cargada de rencor y furia.

—Yo no…

—Claro que sí – los ojos de Remus brillaron — ¡Porque eso es exactamente lo que hiciste
conmigo!

Sirius lo miró sorprendido — ¿Qué?

Remus se sentía tan vulnerable.

Se rio. Un sonido sórdido y quebrado — Por Merlín, que ridículo… ¿Qué esperaba de ti?

—Remus — susurró Sirius.

—Remus, por favor.

—Por favor, mírame.

Sus ojos se encontraron. La luz del amanecer cayendo sobre el rostro de Sirius Black. Odiaba esos
ojos azules.

—No entiendo nada de lo que está pasando. He vivido los últimos cinco años pensando que era
basura para Regulus. Pero entonces él… él y tú me sacaron de esa maldita casa — sus ojos se
llenaron de lágrimas, no debería haber lágrimas en los ojos de Sirius Black, porque eran un arma
poderosa, Remus solo quería ir hacía él y abrazarlo. No tenía ningún sentido — Necesito entender
por qué. ¿Por qué pasamos cinco años despreciándonos y luego él…?

Pero Remus negó con la cabeza. Tampoco entendía cómo terminaron todos en este punto.

—Él te quiere. Solo necesitas saber eso. Aunque seas un maldito imbécil de mierda, Reggie te
quiere.

Sirius le miró – ¿De verdad solo lo hiciste por él?

La luz hacía que las sombras se vieran más oscuras mientras amanecía.

—Te dije que solo era una maldita noche, Black. Ya puedes volver a odiarme – le susurró
volteando para salir a fumar.

Necesitaba recuperar sus sentidos, necesitaba alejarse de Sirius Black.


Advertencias

05 de enero, 1976

Esto es una maldita mierda, pensó Remus amargamente, atrapado en el mismo vagón que los
merodeadores.

El ambiente era tenso, tan tenso que los instintos de Remus estaban en alerta ante cualquier
movimiento que pudiera parecer hostil. No le hubiera sorprendido que antes de llegar siquiera a
Hogwarts cualquiera de ellos cortara la garganta del otro.

Remus había creído que podría tener un tiempo a solas con Regulus al volver a Hogwarts y tratar
de explicarle por qué terminó pasando la noche con Sirius Black, pero no habían tenido opción
sobre el asunto. Era una de esas órdenes de Dumbledore en una de sus cartas esporádicas a
Fleamont Potter. Los magos deben permanecer unidos, una manera de decir que Dumbledore
quería que desde ahora los chicos convivieran más tiempo, que se mostrara que eran aliados.
Porque la huida de los Black debía significar que su lealtad ahora le pertenecía a él.

Todos debían tener bien claro que ahora eran sus malditos perros. La idea enfurecía a Remus de
una manera que no terminaba de comprender. Por muy cierto y útil que fuera, aborrecía la idea de
Dumbledore usando a Regulus de peón.

La noticia de que los herederos Black estaban con los Potter aún no se había filtrado, pero todo el
mundo sabía bien que si los Black no habían recuperado a sus hijos era porque estaban bajo la
protección directa de Albus Dumbledore. Ahora mismo, solo era cosa de esperar a Hogwarts,
porque todo lo que sucedía en el castillo que tuviera que ver con las familias mágicas terminaba
repercutiendo firmemente en la sociedad mágica.

Si querían que de verdad creyeran que le daban la vuelta a la familia Black, tenían que demostrar
su asociación con los Potter.

Remus lo entendía. Era parte del plan. Pero eso no quitaba el hecho de que cada uno de ellos estaba
de un humor de mierda. Él mismo sentía un horrible dolor de cabeza tras desvelarse toda la noche.

A su lado, Regulus Black miraba obstinadamente por la ventana, con una expresión indiferente y
una furia helada. No era difícil adivinar que no le había hecho demasiada gracia encontrar a su
mejor amigo junto al imbécil de su hermano en la plataforma después de pasar juntos toda la noche
fuera. Tendría que darle muchas explicaciones una vez que volvieran a su habitación.

¿Qué le respondería exactamente?

Lo había pensado una y otra vez, como esa noche en la casa de los Potter, tratando de tener un plan
en el cual respaldarse. Pero esta vez no tenía respuestas. Cuando los Potter y Regulus cruzaron la
plataforma, los chicos le habían traído sus baúles y Regulus le dedicó una mirada crítica antes de
ignorar a todos al subirse en el vagón.

Remus no sabía qué sentía al respecto. Si culpa, desesperación o furia.

No podría mentirle a Regulus Black. Pero a la vez, sabía perfectamente que era un buen mentiroso.
El problema de mentir a Reggie, era que una vez que empezara no sabría dónde terminar. Y no
estaba seguro de si su relación con Sirius Black valdría la pena para correr ese riesgo.
Suspiró. El dolor de cabeza convirtiéndose pinchazos en su mente.

Frente a él, James Potter tenía una expresión oscura y pasaba una mano sobre sus alborotados
rizos. Molesto por la desaparición de Sirius sin decirle y perderse la aventura.

Peter Pettigrew, sentado al lado de James, fruncía el ceño con los brazos cruzados, se sentía
indignado por haber sido excluido e ignorado durante todas las vacaciones y quería una disculpa
que sus amigos no estaban dispuestos a dar, por mucho berrinche que hiciera al respecto.

La mirada de Remus se encontró con la de Sirius un momento. Esa electricidad y rencor entre ellos
cortando su respiración y recordándole cuánto odiaba a Sirius Black, por sobre cualquier persona.
Era irritante. Los recuerdos de la noche que habían pasado juntos eran intensos. Pero la discusión
que tuvieron le repetía a Remus que Sirius Black era un imbécil egoísta. Que nunca se cuestionó
todo el daño que le había provocado a Regulus.

Tú también, susurró la voz de su padre en su mente, tú también provocaste toda esta mierda. Es tu
culpa, por ser un asqueroso monstruo. ¡Es tu puta culpa!

Remus desvío la mirada.

—Mierda el libro de Lily — recordó incorporándose al ver los campos cubiertos de nieves pasar
por la ventana.

James miró con atención — ¿De Lily?

—Está en mi maleta, lo vi antes de irnos — dijo Regulus volteando lentamente con una mirada fría
— Cuando tuvimos que armar su maldito equipaje porque resultó que ambos quisieron salir a
divertirse.

—Te invité a venir conmigo — repuso Remus sentándose a su lado de nuevo — y te negaste.

Regulus enarcó una ceja — ¿Así que por eso terminaste reemplazándome con mi hermano?

Sirius Black se enderezó en su asiento.

Remus gruñó frustrado — Eso no fue exactamente lo que ocurrió. No sería capaz de dejarte por el
imbécil de tu hermano.

Pero lo había hecho. Ese hecho dolió dentro de sí. Saber que por mucho que quisiera a Regulus, a
pesar de cuánto se sacrificaría por su bienestar, no era capaz de dejar de traicionarlo cuando se
trataba de Sirius Black. No podía parar lo que fuera que había comenzado esa noche de Halloween
cuando se besaron por primera vez.

Un sonido estruendoso les llamó la atención.

La puerta del vagón fue abierta con brusquedad.

Barty Crouch entró sonriendo maniáticamente — Jodida mierda, pero que incómodo es esto.
¿Quién murió?

A veces, si le agradaba la completa incapacidad de Crouch para leer el ambiente.

—Entonces, ¿qué tal las fiestas? — preguntó alegremente mirando a cada uno de los presentes al
sentar junto a Remus — Hicieron un gran revuelo por la sociedad mágica. Los hermanos Black
desheredados y su pequeño chucho siguiéndolos.
Le agradaba hasta que abría su asquerosa boca. Remus lo estaba ahorcando antes de que cualquiera
tuviera la oportunidad de sacar su varita.

—Dime algo útil, Crouch — susurró frente a él — Porque estoy de muy mal humor.

—Problemas de ira — sonrió Barty despreocupado— Ya lo habíamos hablado, lobito. Pero solo
quiero saber ¿Ahora somos aliados de los merodeadores? ¿Servimos a Dumbledore? ¿Cómo
funciona toda esta historia con nosotros seis metidos en ella?

—Nadie te invitó, Junior — respondió Sirius con desdén — Así que no tienes por qué preocuparte
sobre ni una mierda.

Pero a Barty le encantaba molestar a las personas.

—Ahí te equivocas, Black. Me necesitan. ¿Me sueltas, Lupin? Me portaré bien, ¿sí?

Regulus asintió hacia Remus y con un suspiro molesto lo liberó.

Barty se arregló el cuello de su camisa sin dejar esa maldita sonrisa maniática — Te lo explicaré de
forma fácil, Black. Cuando bajemos de este maldito tren, cuando hayamos llegado a Hogwarts,
todas las miradas van a estar puestas en tu pequeño hermanito, Black. Regulus va a recibir mucha
mierda en el castillo, eso es seguro. A nadie le gustan los traidores. Incluso a los buenos.

El tranquilo señorito Regulus Black estaba furioso y era incontenible —Dime, ¿por qué no nos
desprecias como todos los demás? ¿Qué ganas de todo esto?

Barty se rio -—Mi papá trabaja en el ministerio, según la visión pública somos simpatizantes de
este movimiento promestizos.

—¿Tú? — cuestionó Potter — Te he visto arrojar maldiciones a los hijos de muggles desde tu
primer año.

Barty se encogió de hombros — Sí, pero no pueden probar que he sido yo. Así que, esta mierda de
alianza con Dumbledore o lo que sea no me afecta. Puedo seguirlos en su maldita osadía suicida y
ser su salvador.

—¿Qué ganas? — repitió Remus con desconfianza.

—Oh, Lupin. Lo hago por amor — se burló — Mi devoto amor incondicional a Regulus Black. Tú
deberías saber sobre eso.

—Que malditos homosexuales — se quejó Pettigrew.

Los ojos de Barty brillaron con maldad —Pero si es el pequeño Peter Pettigrew. No te había visto.
Eres tan insignificante que, si no hablas, te pierdes en tu entorno. Deberías tener cuidado con eso.

—Soy un año mayor que tú — se quejó Pettigrew con el rostro sonrojado por furia.

Barty sonrió perverso— Claramente, pequeño Pete.

A pesar de lo molesto que se sentía Pettigrew, también estaba muy asustado de los Slytherin. La
manera en la que temblaba al verlos era graciosa. Guardó silencio ante la mirada oscura que
Remus le dedicó.

—¿Cómo podríamos confiar en tu palabra? — cuestionó Potter.


—Porque es lo único que tienen. Ya lo verán — le guiñó un ojo.

Nadie le creería que los seis iban juntos a Hogwarts. Eso era seguro.

Remus y Regulus compartieron una mirada. A pesar de la ira de Regulus hacia él, entre ellos
siempre estaría esa necesidad de un acuerdo silencioso. ¿Confiaban en Barty? ¿Precisamente ahora
que quizás todo el colegio se convertiría en sus enemigos? Regulus asintió. Desconfiaba, pero no
rechazaría un aliado en esta situación.

Ambos eran demasiado conscientes de que Barty Crouch Junior tenía razón. Los Slytherin no
perdonaban a los traidores.

Llegar a Hogwarts nunca se sintió tan bien como ese año. El castillo cubierto de nieve. Cada
estudiante que regresaba de sus vacaciones riendo, charlando y abrazando a sus amigos. El viaje en
el carruaje fue mucho peor de lo que pensaban. Y Remus se bajo pensando en que si era obligado a
pasar un minuto más con ellos terminaría asesinando a todos y aceptando su destino en Azkaban.

—¡Remus John Lupin! — gritó una voz enojada y una pelirroja con una expresión mortífera
avanzó hacía él.

Remus soltó su maleta y levantó las manos en señal de rendición — ¡Soy inocente de cualquier
cosa que se me acuse!

—Yo lo pondría en duda — susurró Regulus con una mirada venenosa que dolió.

Evans se detuvo frente a ellos — ¿Qué pasó contigo? ¿Por qué mis cartas fueron devueltas? Y… —
frunció el ceño — ¿Vienes con Potter y Black…? Es decir, el otro Black. Lo siento, Regulus.

Regulus hizo una mueca — Entraré al castillo. Te veo luego, Lupin.

No era una sugerencia. Remus suspiró. Realmente, ¿qué le diría a Regulus? ¿La verdad? ¿Podría
soportar la mirada de Regulus una vez que le dijera que no podía superar su extraña adicción a
Sirius Black? ¿Podría su amistad soportar esa traición?

Remus temía la respuesta.

—¿Qué sucedió, Remus?

Vio a Lily, su mirada preocupada y curiosa.

—Hay mucho que tengo que contarte y puede que no puedas saber toda la verdad, Lily. Pero te
prometo que haré lo que sea por ser sincero contigo.

La chica asintió con una mirada determinada — Te ayudaré, Remus.

Algo dentro de Remus se sintió aliviado al escuchar esas palabras. Lily siempre sería uno de sus
mayores soportes para aguantar toda la mierda que le arrojaba la vida.

Mary McDonald corrió a los brazos de Sirius y los escuchó reír felizmente juntos. Los brazos de
Sirius sosteniéndola y levantándola, su rostro oculto en el cuello de la chica y sus manos bajando
por su cintura.

Remus desvió la mirada, la furia que azotaba su interior era demasiado intensa, como si la bestia se
estuviera revelando contra él incluso sin la influencia de la luna. Una de las estatuas estalló
sorprendiendo a los estudiantes que estaban cerca.

Lily suspiró con frustración — ¿De nuevo, Remus? ¿Por qué no puedes alejar tu maldita lengua de
la garganta de Sirius Black?

Porque era adictivo.

— Sabes, es difícil lidiar con que mi mejor amigo beso al novio de una de mis mejores amigas. Es
decir, ¿debería decirle algo? ¿Debería tener la charla de policía mala contra Sirius?

Remus sonrió inclinándose al oído de Lily — Oh, me encantaría ver cómo lo torturas, Evans.

—Esto es tu culpa — se quejó golpeando su hombro — Deja de sernos infiel, Lupin.

Remus rio alejándose — Trataré de mantenerme alejado de Sirius Black.

Pero Sirius lo miró.

Esa. Maldita. Mirada.

Sirius Black le sonrió engreído.

Y Remus Lupin supo que no podría librarse de él.

—¡Te acuestas con Sirius, maldita perra traidora! — le gritó Regulus levitando un jarrón a su
cabeza con gran velocidad.

—¡No es cierto! — gritó Remus logrando desviar el proyectil hasta la pared.

La mirada de Regulus Black era escalofriantemente aterradora —¡Tienes su maldito olor encima!

—¡No me he acostado con Sirius!

Bueno, técnicamente eso aún no había pasado. Aún, se repitió Remus.

Ambos respiraban con dificultad y había explosiones de magia a su alrededor. En el momento que
la puerta se cerró tras Remus, Regulus Black le había tirado una maldición encima, sus años de
entrenamiento con él lograron que desviara la maldición a tiempo. Pero Regulus tenía un talento
espeluznante para las maldiciones y una rapidez envidiable para hacer las maldiciones no verbales.
La única razón por la que Remus Lupin seguía intacto era porque Regulus quería escucharlo de su
propia boca antes de vengarse con crueldad. Eso, o que en su interior no quería lastimarlo
realmente, no después de todo lo sucedido en navidad.

La varita de Regulus aun en alto, amenazadora entre ambos.

—¿Ocurrió algo con Sirius? — preguntó Regulus — Dime la maldita verdad.

Remus gruñó —¿Cuándo no ocurre algo con Sirius Black?

Regulus lo observó con atención. Exigía una respuesta.

—Pasaron toda una noche juntos emborrachándose en un bar. ¿Quieres explicarme cómo pasó? —.
Sus ojos ardieron con odio —. Y las marcas en tu cuello, también. Como si alguien te hubiera
ahorcado, mordido, o ambas.
Remus estaba furioso. Ya no lo soportaba. Lo bese. ¿Me escuchas? Besé al maldito de Sirius Black.

Estaba a punto de gritarlo cuando el cristal de la habitación se rompió. El vidrio explotó en miles
de cristales y el agua comenzó a arrasar con todo en su habitación.

—Mierda. ¡Reparo! — hechizó Regulus, pero los cristales se esparcían entre el agua que
aumentaba rápidamente en su habitación.

—¡Evanesco! — intentó Remus tratando de frenar el avance del agua que casi llegaba a sus
rodillas.

Regulus Black hizo un escudo en el ventanal y el agua dejo de subir. Era algo temporal,
necesitaban reparar la ventana si no querían que cada una de sus cosas terminase en el fondo del
lago negro.

—¿Qué mierda fue eso?

—Quizás fue nuestra magia — respondió Remus con un suspiro cansado. Estaban demasiado
molestos — ¡Evanesco!

Regulus negó con la cabeza mirando el escudo — No fue nuestra magia. Pusieron hechizos de
protección en los cristales desde esa vez que inundaste la sala común, esto… esto fue un embrujó.
Maldijeron el cristal para romperse.

Alguien había intentado ahogarlos.


Enemigos

Enero, 1976

Los traidores no eran perdonados.

Era una de las verdades que aprendían en Slytherin desde su llegada.

Remus recordaba ver a Bellatrix Lestrange riendo maniáticamente mientras azotaba a los traidores
y cobardes en la sala común de Slytherin. Nadie diría nada al respecto. Ni siquiera cuando usaba la
maldición cruciatus para lastimarlos. Eran niños, pero eso no importaba. Necesitaban aprender la
lección. Eso les repetían los mayores cada vez que sucedía. Y luego esos traidores serían acosados
con gran violencia.

—Cada uno de ellos traicionaría a sus aliados si eso significara conseguir lo que quieren — le
había dicho a Narcissa durante una lección años atrás.

Narcissa le sonrió con satisfacción — Eso es cierto. Por eso les inculcan cuán despreciables son los
traidores. Significa que si vas a traicionar a alguien debes hacerlo bien, de tal forma que no puedan
señalarte.

—Eso es retorcido.

Narcissa había acariciado su rostro gentilmente— Lo es, es cierto. La naturaleza de un Slytherin te


dicta perseguir tu objetivo sin importar el costo.

Remus vio a un chico cuyo rostro estaba marcado por un hechizo de latigazo.

—¿Cuál es la peor traición para un Slytherin?

—Algunos dirían que no ser fiel a ti mismo — respondió Narcissa con una mirada vacía.

—¿Y otros? — insistió Remus sin dejar de ver al chico.

—Traicionar a tu sangre — fue la respuesta venenosa y dolida de Narcissa Black.

Barty Crouch Junior no bromeaba sobre que lo necesitarían.

Remus había estado desesperado. No quería que Regulus volviera a la mansión Black y corriera el
mismo destino que Sirius Black. Pero al querer protegerlo de sus propios padres, al sacarlo de la
mansión Black y al colocarlo en el centro del maldito tablero de ajedrez también lo había señalado
en todo Hogwarts. Ahora mismo, Regulus Black era un blanco.

Los Slytherin no perdonan. Y Regulus Black había traicionado a su propia familia al escapar junto
a su hermano y unirse a Dumbledore.

Todos aquellos que le eran leales a la familia Black estarían deseosos de atacar y destrozar a
Regulus, aunque fuera solo por su nombre, solo por el poder hacer daño a quien una vez fue su
príncipe.
Remus de verdad había creído que el nombre de Regulus mantendría a los Slytherin a raya. El
respeto por su linaje era fuerte, pero los deseos y el resentimiento eran aún mayores.

El ventanal roto solo fue la primera parte de muchas muestras de hostilidad y amenaza hacia
Regulus Black.

Remus estuvo a punto de incendiar la sala común, pero Slughorn lo detuvo.

—¡Lupin, a la oficina del director!

Su mirada enloquecida de rabia — ¡Si se atreven a tocarlo están muertos! ¡Perseguiré a cada uno de
ustedes y los destrozaré hasta que me rueguen por sus muertes!

Dumbledore lo miraba con frialdad —Sabías que esto sucedería. Compórtate.

Remus lo miró con furia — Regulus es mi prioridad. No voy a aceptar que…

Había recibido una bofetada.

—Si de verdad quieres protegerlo, tienes que resistirlo todo — fue la voz endurecida de Albus
Dumbledore — Regulus Black ahora es el personaje principal de esta historia porque tú lo
decidiste, Lupin.

—Quisieron ahogarlo — gruñó Remus temblando con rabia.

—Y estoy seguro de que el señor Black supo manejar la situación. Desde ahora recibirán mucho
más odio y muestras de ello que en el pasado. Ese es el destino de los traidores. Esto no es más que
el comienzo. Si no puedes resistirlo, ¿cómo vas a soportar lo peor? ¿Debería reconsiderar tu
utilidad?

Tuvo que resistir el impulso de asesinarlo. Sería tan sencillo. Decir las palabras de la maldición
asesina. Zumbaban en la punta de su lengua.

—Entonces deberé mostrarle hasta qué punto soy útil, señor. A la vez que puedo perseguir a cada
uno de esos malditos bastardos — la mirada de Remus era siniestra — Quiero que se haga una idea
de cuánto estoy dispuesto a sacrificar por el bienestar de Regulus Black. Usted puede decidir si
sigo siendo requerido en sus planes después de eso.

Había salido de la oficina sin mirar atrás y con una gran furia. Cada palabra dicha había sido cierta.
Remus Lupin era capaz de sacrificar cada parte humana dentro de sí para asegurar que Reggie
estuviera a salvo.

No perdonaría a nadie que le hiciera daño.

También molestaban a Sirius Black.

—Siempre se supo que era la vergüenza de su familia.

—Nunca iba a ser su heredero.

—Es la deshonra de los Black.


Pero las personas no atacaban a Sirius. No lo necesitaban. Era cosa de tiempo antes de que fuera
desheredado por su familia. Los rumores sobre la relación de Sirius con su familia eran demasiado
conocido por todos. Desde que fue seleccionado a Gryffindor, desde la llegada del primer
vociferador gritando por todo el gran salón la vergüenza que representaba para el árbol
genealógico de los Black, desde que las cartas de su familia dejaron de ser enviadas y desde que la
mirada de sus primas era de un profundo desprecio, desde entonces solo esperaban que el delgado
hilo que mantenía a Sirius conectado a la familia Black se cortara.

A nadie le sorprendió demasiado. Solo querían regodearse del suceso para hacer sentir a Sirius
Black tan vulnerable como aquella noche de navidad.

—¿Vas a cambiar tu apellido a Potter? — se burló Snape, flanqueado por Mulciber y Avery —
Ahora que huiste de forma tan cobarde y patética a los brazos de tu novio Potter porque mami y
papi te castigaron.

Sirius arrojó su tenedor en el plato de su cena y se levantó de golpe.

Lily estaba entre ellos antes de que pudiera comenzar una pelea —Vete, debes ir a tu mesa, Sev,
por favor. Y tú, Black, tranquilízate.

Pero Sirius lo miró con un odio profundo — Te encontraré, Snivellus. Y te lamentaras.

—Pads… — lo llamó James con Pettigrew a su lado.

Y Sirius los siguió fuera del gran comedor.

Remus no se interpuso cuando los escuchaba hablar sobre Sirius.

Demasiados años esperando que sucediera. Demasiados años escuchando mierda sobre Sirius
Black. Remus conocía bien el temperamento del mayor de los Black. Sabía que James Potter
estaría ahí para contenerlo o apoyarlo de ser necesario para una venganza. Porque a pesar de todo,
Sirius era un Black. Era rencoroso, vengativo e imprudente. Remus estaba seguro de que Sirius
podría soportar todo eso. Aún escuchaba algunas veces los gritos de ese día, estaban grabados en
su mente, al igual que los sollozos quebrados de Sirius. Pero esa mirada, esa maldita mirada
ardiendo en furia, hacía que Remus sonriera emocionado por lo que fuera capaz de hacer Sirius
Black.

Era Reggie quien lo preocupaba. Porque todos querían poder hacer daño a Regulus Black, el
verdadero heredero de los Black, la persona que más había tenido poder en todo Hogwarts.

Remus supo que ya no podría proteger a Lily Evans.

—Sucedieron… cosas. En la mansión Black — susurró Remus mirando la superficie congelada del
lago.

Lily guardó silencio a su lado, pacientemente, esperando cada palabra que Remus trataba de
encontrar.

—Tuvimos que irnos. Regulus, Sirius y yo. Puede que escuches cosas horribles. Sobre lo que le
hicieron a Sirius en la maldita cena de navidad. Historias sobre lo que los Black hacían con sus
hijos durante años. Y algunas son mentiras, pero… — Remus miró con rabia hacía la cubierta de
hielo — Pero la mayoría puede que sean verdad.

Sintió su mano, buscando la suya y Remus se aferró a ella.


—Lily, esa noche… pensé que Sirius Black moriría.

Buscó la mirada de Lily. Aún le asustaba un poco. La desesperación que sintió esa noche. El gusto
que sintió al escuchar los gritos y cuán rápido esa satisfacción se convirtió en temor, por lo que
significaría para Regulus la muerte de Sirius Black. Por lo que podría significar para Remus. Pero
necesitaba que Lily lo entendiera. Necesitaba que ella pudiera entenderlo todo.

—Necesitaba sacar a Regulus de ahí. Y solo… solo recordé tu voz diciendo que Euphemia Potter
era una de las mejores medibrujas.

Lily asintió, una gran tristeza en ese delicado gesto— Me alegra haber sido de ayuda. Incluso si fue
algo tan insignificante como comentarte sobre la historia de los Potter.

Remus negó, apretando la mano de Lily con fuerza —Lily, gracias a eso pude llevar a Sirius con
ella, y le salvó la vida.

—¿Fue tan horrible?

—Peor.

—Te quedaste con los Potter —. No era una pregunta, Lily veía cada pequeño cambio en la mirada
de Remus — Por eso llegaron juntos, por eso ya no… ya no pelean.

—Así es — confirmó Remus — James Potter y su familia nos acogieron.

Lily se veía sorprendida —Por Merlín, y yo creyendo que era un completo idiota.

—Lo es, pero también… —. Pensó un momento, recordando a James Potter desesperado por Sirius,
pero preguntando a Remus si estaba herido — También es increíblemente amable, de alguna
manera.

La pelirroja suspiró con exasperación — Eso significa que ya no podré verlo de la misma manera.

Remus soltó su mano. Necesitaba hacerlo. Necesitaba dejarla ir.

—Lily.

—Remus.

—Deberíamos romper — susurró Remus

—Así es — concordó Lily a su lado — Te gusta Sirius Black.

El viento era fuerte. Casi arrollador.

—Te harán daño — Remus volteó para mirarla con una mirada dolida y furiosa — Por estar
conmigo.

La mirada tranquila de Lily, esa mirada llena de ingenuidad, cariño y determinación y su voz
siendo un anhelo para su corazón —Remus.

Era una maldita Gryffindor. Era absurdo pedirle razonar ante el peligro.

Lily podría haberlo abandonado en cualquier momento de estos últimos años. Pero se aferraba a la
gente. Quizás tuviera que ver el hecho de haber sido despreciada por su hermana mayor desde
niñas. Lily era incapaz de soltar a las personas a las que amaba, por mucho daño que hicieran,
porque quería ver lo mejor en ellas y quería mantenerlas en su vida. Era obstinada. Se preguntó
cuánto daño soportaría su corazón antes de soltar a alguien.

Casi deseaba no mirarla. No quería tener que alejarse de ella. Pero necesitaba hacerlo. Nunca se
perdonaría el poner a Evans en riesgo. No podría soportar que algo le ocurriera por su culpa. Y
ahora mismo, su prioridad era proteger a Regulus. No podía con ambos. Se sentía tan impotente
como ese niño de diez años que estaba siendo ahorcado por su mierda de padre. Era fácil recordar
los sentimientos de ese día.

Pero miró a los ojos de Lily. Una parte de él queriendo desesperadamente aferrarse a su mirada.

Lily tomó su mano, entrelazando sus dedos—No dejaré de ser tu amiga. No importa el peligro. No
me importa lo que me diga la gente. Te conozco. Tienes una razón para todo lo que haces.

—Excepto besar a Sirius Black, al parecer.

Lily le sonrió — Sí, ese es uno de tus grandes misterios. Podemos dejar de fingir ser novios, no me
importa, pero no puedo dejar de ser tu amiga, esa es una decisión que no estoy dispuesta a ceder,
¿me escuchas? También puedo maldecir a cada Slytherin que te haga daño. No pienses ni un solo
segundo que dudaré en hacerlo.

Remus la abrazó, ocultó su rostro en su hombro, y sintió la calidez de Lily. Jamás podía ganar una
discusión ante Lily Evans. La quería demasiado.

—Todos saben que los Black están podridos desde dentro, no es de extrañar que ambos hijos
fueran tan… débiles e inútiles. No creo que hayan huido, ellos fueron expulsados por ser escoria —
se burló Severus Snape junto a Mulciber y Avery que reían fuerte en la sala común de Slytherin.

Remus ni siquiera alcanzó a reaccionar.

Regulus tenía su varita en el cuello de Snape — Di una cosa más sobre mi familia, sucio mestizo
de mierda y cortaré tu lengua.

Snivellus tenía una mirada despreciable —No temo tu poder, Black.

—Deberías — gruñó Regulus con rencor y una mirada enloquecida — Porque puedo hacerte tanto
daño que no serías capaz de volver a hacer magia y entonces solo serías como la escoria de tu sucio
padre muggle.

—¡Septusempra! —intentó embrujar Severus Snape, pero antes de poder levantar la varita y hacer
el movimiento, su muñeca fue retorcida por Regulus Black.

—¡Crucius! — maldijo Regulus, una mirada de deleite al escuchar los gritos.

Remus se estremeció ante el sonido de los sollozos de Severus Snape. Demasiado similar a aquella
noche, la mirada enloquecida de Regulus demasiado parecida a la de sus padres y prima. Pero la
satisfacción de ver llorar a Snivellus era reconfortante.

—¡Crucius! — repitió Regulus, mandando otra oleada de dolor y tormento al cuerpo de Severus
Snape.

Sus compañeros guardaban silencio. Avery y Mulciber quietos en sus sitios mirando atentamente a
Remus que los apuntaba con su varita.
—Ruega por perdón, Snivellus, y quizás tenga el humor de dejarte ir — sonrió Regulus con desdén
— Adelante. Súplica.

Severus Snape lo miraba con odio — yo… yo lo siento…

La sonrisa de Regulus fue cruel —Ah, pero no se escucha sincero. Tal vez debas reflexionar un
poco más. ¡Crucius!

—¿Vas a regañarme? — preguntó Regulus una vez que entraron en su habitación.

Estaba pálido, y al poder deshacerse de la ira, el rencor y la frustración que sentían, al volver a
sentirse lo suficientemente lejos de todo eso y seguro en la privacidad de su habitación junto a
Remus, se veía más vulnerable y asustado. Era un niño que debía pelear firmemente si quería
sobrevivir. Pero el recuerdo de la tortura de su hermano seguía atormentando sus recuerdos. Llevar
a cabo las mismas acciones de sus padres no era algo de lo que estuviera orgulloso, Remus lo sabía
mejor que nadie, él mismo lo contuvo cada noche que las pesadillas lo paralizaban.

—Me agrada el Regulus malvado — bromeó guiñándole un ojo — Es increíblemente atractivo.

Los hombros de Regulus se relajaron y su mirada se calmó —Idiota.

Remus sonrió engreído mientras revolvía el cabello de su amigo —Por cierto… Feliz cumpleaños,
Reggie.

No pudieron celebrar una gran fiesta en Slytherin, como acostumbraban a hacer desde la llegada de
Regulus. Pero, aun así, Remus pensó que el hecho de haber conocido a Regulus era razón
suficiente para celebrar.

Regulus se sorprendió — Merlín, lo había olvidado. Mierda… ¿Quién hubiera pensado que me
convertiría en un traidor a los quince?

El corazón de Remus dolió ante esas palabras. No había deseado nada de esto para Regulus Black.
Era demasiado joven, demasiado talentoso, demasiado importante para haber quedado atrapado en
la guerra tan pronto.

Aun así, Remus sonrió de lado — Ya no podrás recibir regalos lujosos, pero… te traje algo que
robé de tu habitación antes de salir cuando Dumbledore me envió a negociar.

Regulus sonrió como un niño al ver el juego de ajedrez que había guardado con cariño desde su
cumpleaños número once. Y esa sonrisa fue suficiente para Remus, para sentir que toda la mierda
que tendrían que enfrentar valía la pena.

Esa noche salieron a deambular, como solían hacerlo. La relación entre ambos había estado extraña
los días siguientes a su regreso a Hogwarts. Pero nada unía más a dos mejores amigos que cuando
se encontraban siendo la única persona en la que podían confiar en una casa llena de posibles
homicidas que estaban furiosos con ellos. ¿Qué importaba si Remus salió a beber y divertirse junto
a Sirius Black cuando ambos estaban bajo amenaza de muerte en su propia habitación? El tema
quedo olvidado un tiempo. Remus sabía que tendría que conversar con Regulus, ser honesto, pero
quería alargarlo todo lo posible. Y le gustaba poder disfrutar de su amistad con Reggie como antes
de que toda la mierda comenzara, cuando eran dos niños que deambulaban, se enseñaban hechizos
y se divertían atormentando a su hermano mayor y los amigos de este.
Por supuesto que tenían que encontrarse con Sirius Black esperando fuera de la sala común de
Slytherin.

Tú, entre todas las personas, pensó Remus al verlo.

Regulus dejó de sonreír cuando vio a su hermano. Ambos sorprendidos de que Sirius Black pudiera
estar rondando por el lugar sin haber sido atacado por algún Slytherin resentido con los
merodeadores.

Sirius miró a Remus un solo momento antes de centrar su mirada en la de su hermano.

—¿Qué demonios haces aquí? — preguntó Regulus con una expresión desconfiada. Desde su
regreso a Hogwarts no habían hablado realmente más allá de algunos saludos compartidos en
presencia de James Potter, todo por las indicaciones de Dumbledore.

Sirius tenía una expresión nerviosa, algo extraño y fuera de lugar en alguien como él —Yo… he
venido porque, bueno, ya sabes…

Remus enarcó una ceja.

—Es… feliz cumpleaños, Reg — dijo tendiéndole un sobre amarrado por un hilo rojo.

El chico lo miro dudando por un instante por si se trataba de una broma, pero estaba curioso, lo
abrió rápidamente con el ceño fruncido y Remus vio una mirada sorprendida en él al ver de qué se
trataba. Un libro. Demian, de Hermann Hesse.

—Es… es uno de mis favoritos — Sirius hablaba rápido y evitaba la mirada de su hermano — Y
James me dijo que cuando estuvieron en su casa te vio con algunos libros que yo tenía, así que,
pensé… quizás sea una estupidez, pero, de verdad, espero que te guste, Reg.

Regulus se sonrojó, No solía ser sincero con sus emociones, pero así, se veía como un chico de
quince años — Gracias, Sirius.

La sonrisa de Sirius Black no debería de haber dolido como en ese momento. Pero el corazón de
Remus dolió. Era la sonrisa de un chico que por fin encontraba a su hermano y se sentía orgulloso
por eso.

Eran demasiado jóvenes para la guerra, pensó. Eran demasiados jóvenes para toda esa puta mierda.
Aliados

Febrero, 1976

Su relación con los merodeadores era complicada. No se odiaban del mismo modo de antes y eso
quedó en evidencia ante todo el castillo. Después del cumpleaños de Regulus, los merodeadores
volvieron a ser tan molestos como en Halloween. Los profesores se sentían al borde de una crisis y
los alumnos que estudiaban para los TIMOS y los EXTASIS querían seriamente asesinarlos,
Remus alcanzó a captar parte de un plan sobre ello en la biblioteca cuando usaba el hechizo de
invisibilidad, aunque vio varios fallos en la estrategia.

A pesar del odio que estaban ganando rápidamente, los merodeadores seguían atacando a todo
Hogwarts a medida que las semanas avanzaban.

—Están acaparando la atención — le dijo Lily con una sonrisa divertida — Para protegerlos.

Remus bufó. Entendía el punto. Querían desviar la atención de Regulus Black. No le costaba
pensar que era idea de Sirius. Era simple, efectiva y ruidosa, como la mentalidad de Sirius Black.
No sabía que sentir al respecto. Era la primera vez en toda su estadía en Hogwarts que una alianza
entre los merodeadores y ellos se había establecido. Era extraño y antinatural. Y Remus no quería
pensar en Sirius Black haciendo algo por protegerlo a él. El rencor que caía encima de Remus no
era tan intenso como el de Regulus. Remus estaba acostumbrado a ser atacado y mirado con
desprecio, casi le divertía ver el miedo de las personas que intentaban lastimarlo.

—Repítelo — diría Remus con una sonrisa malvada — Dile al lobo lo que acabas de decir.

El rumor de que era un hombre lobo había vuelto a tomar fuerza por todo el castillo, pero a Remus
no le importaba. Era el perro de Dumbledore, las personas debían estar con cuidado cerca de él y
estaban demasiado atemorizadas en cuanto al control de Remus Lupin.

No necesitaba a Sirius Black para que las personas quisieran mirar hacia otro lado en vez de
meterse con él. Pero los Slytherin no olvidaban. Sus compañeros seguían mirándolos con odio y
susurrando en voz alta sobre ellos, sobre Regulus y él, cada vez que tenían la oportunidad.

—Traidores.

—Escuche que trabajan para Dumbledore como sus malditos perros.

—Escorias sangresucia.

Lo que sorprendió a Remus fue que Sirius Black estuviera maldiciendo a todo aquel que se
atreviera a decir algo sobre Regulus.

—Regulus Black es un cobarde —gruñó Nott en el pasillo de pociones.

Remus sentía al lobo queriendo despedazar todo. Avanzó para atacar, pero Sirius Black tenía una
mirada furiosa en su rostro.

—¡Mordeo! — embrujó Sirius — No te atrevas a decir algo sobre mi hermano, ¿entendiste? Te


destrozaré, te buscaré y no descansaré hasta verte gritando por piedad.
Era la primera vez que veía a Sirius Black defender a Regulus.

Remus se sentía emocionado y a la vez confuso. La relación entre los hermanos Black era aún más
complicada de lo que podía imaginar, pero poco a poco parecía estar formándose un nuevo vínculo
entre ellos.

Pensó en su primer viaje a Hogwarts. Cuando aún creía ingenuamente que podría ser amigo de los
merodeadores. En ese entonces, se preguntó, ¿cómo es que estas personas podían sonreír con tanta
alegría y confianza? ¿Cómo es que podían brillar tanto? ¿Por qué su magia se sentía tan intensa y
maniática? A Remus le había intrigado demasiado. Le atraía y se preguntaba, ¿pueden estas
personas realmente querer ser mis amigos?

La respuesta fue su selección. Fue una amarga decepción que se obligó a aceptar con desdén.
Porque en ese entonces, Remus estaba convencido de que una criatura oscura, un huérfano pobre y
sin poder se merecía ese desprecio. Su padre se lo repitió demasiadas veces. Y en ese entonces no
tenía a Regulus Black a su lado. Pero cuando los merodeadores lo rechazaron tras su selección y
luego hicieron lo mismo con Regulus, comprendió que no se trataba de su estatus, de su maldición
ni de su educación. Entendió que los merodeadores eran personas despiadadas que se ocultaban en
sus papeles de héroes hipócritas, sin siquiera pensar en cuan cruel era el destino de las personas
que dejaban atrás.

A Remus ya no le gustaban los héroes. Disfrutaba su rol de villano.

Pero al ver a Sirius Black con una mirada amenazante y dispuesto a destrozar a quien sea por
proteger a Regulus, se descubrió pensando en lo atractivo que Sirius Black lucía en el papel de
malo.

Nott salió del pasillo tropezando.

Y la mirada enfurecida de Sirius se encontró con la de Remus.

Remus se sintió estremecer. El lobo emocionado ante su mirada.

—Lupin — gruñó Sirius con la respiración acelerada por la adrenalina.

Remus sonrió — Black.

La puerta del salón se abrió antes de que algo más ocurriera entre ellos dos.

Pero la mirada intensa de Sirius siguió sobre Remus durante mucho tiempo.

A mediados de febrero, Barty Crouch Junior se sentó junto a ellos en la hora de la cena, recibiendo
miradas de desprecio.

Barty sonrió.

Regulus le dio órdenes para mantenerse alejado un tiempo. Porque Regulus quería ver cómo
actuaban las personas a su alrededor sin la influencia del poder político de los Crouch
protegiéndolo. No, Regulus quería identificar a cada una de las escorias de las que se vengaría más
tarde.

El plazo se había cumplido.


—Hola, príncipe oscuro — se burló Barty mirando a Regulus con emoción — ¿Ya has tenido
suficiente de toda esta mierda o todavía quieres extender la lista de víctimas?

Pandora lo miró con curiosidad, se había sentado junto a Remus un momento para hablar sobre el
pedido que Remus le comentó cuando regresaron a Hogwarts. Quería replicar el espejo de Sirius, el
que le había visto usar para hablar con James Potter. Remus pensó que en medio de una guerra la
comunicación instantánea que ofrecía el espejo sería útil para poder comunicarse con Regulus. Y
no había mejor hechicera que Pandora Lynch para encontrar una forma de realizarlo.

Remus deshizo el hechizo muffliato que Lily le había enseñado cuando estaban en tercer año. El
que mantenía su charla fuera de los oídos de chismosos.

—Hola, Crouch — saludó Pandora cortésmente.

—Lynch — una sonrisa fría.

Barty Crouch apreciaba a Pandora Lynch casi tanto como Regulus Black a Lily Evans. Era una de
las cosas que Barty y Regulus compartían de forma innata, ser unos imbéciles con las mejores
amigas de sus amigos.

Crouch volteó a ver a Regulus, una mirada intensa y oscurecida — Estoy impaciente, Black. Dime
que ya es suficiente de toda la mierda que dicen sobre ti y todo lo que han intentado hacer por
dañarte.

Intentaron mucho más que un ventanal roto. Después de entrar en su habitación, Regulus activó un
escudo vinculado a la sangre de Regulus y Remus, solo ellos podrían ingresar a la habitación. Pero
no se detuvieron ante eso, intentaron maldecir a Regulus una y otra vez, en los pasillos, en clases,
en el vuelo de su escoba, incluso en el correo, además de intentar arrojar sobre él maldiciones
vudú. Solo el gran conocimiento de Regulus y las enseñanzas de su familia lo habían hecho tener
ventaja. Por otra parte, la desconfianza natural de Remus y sus instintos de lobo fueron decisivos
ante el descubrimiento de cada una de las personas que participaron en los ataques hacia Regulus
Black.

La magia oscura siempre dejaba un rastro que seguir.

—Te tratan como un príncipe caído — Pandora sonrió — ¿Qué piensas hacer al respecto?

Regulus los miró con una furia helada — Demostrarles por qué deberían temer mi poder y no solo
mi nombre.

Remus sonrió con emoción — ¿Cuándo?

Fueron a por cada uno.

Vengándose.

Remus se deleitó con el sufrimiento de todos los que pensaron en lastimar a Regulus. Cortaron
lenguas que se regenerarían en la enfermería con ayuda de Madame Pomfrey, tras dolorosas horas
de lenta formación, usaron cruciatus una y otra vez con hechizos silenciadores para acallar los
gritos, usaron pociones que harían que la víctima sufriera transformaciones tan horripilantes que la
sola idea generaba asco en sus mentes. Remus descubrió que no había límites en la imaginación de
Barty Crouch para la tortura y no habría piedad dentro de Regulus Black para imponer su nombre
como símbolo de terror y respeto.

Fue el poder político de los Crouch y el respaldo de Dumbledore lo que hicieron que nadie pudiera
decir nada al respecto. La amenaza de su poder provocó que su resentimiento y hostilidad hacía
Regulus Black se detuviera.

—Si hablas… aunque sea la más mínima palabra… el lobo vendrá por ti a destrozarte a ti y a tu
familia. No dudes al respecto, porque es un monstruo y los monstruos no perdonan ni tienen piedad
— murmuró Remus con satisfacción al ver las lágrimas asustadas — Y yo soy el peor de todos.

Ganaron el juego contra Hufflepuff. Ya nadie tenía intenciones de embrujar la escoba de Regulus
Black ni de cuestionar su lugar en el equipo de quidditch.

Dumbledore lo miró complacido.

—¿Sigue dudando sobre mi utilidad, señor? — preguntó Remus una vez que se cruzaron al
finalizar el partido.

—Usted siempre ha superado mis expectativas, joven Lupin — respondió el anciano con una
sonrisa afable y se marchó.

La crueldad no era un problema si lo que buscaba era que se uniera a los mortífagos. Dumbledore
lo deseaba, que fueran capaces de demostrar hasta qué punto llegarían por su orgullo, protección y
objetivos, porque eran cualidades que Lord Voldemort apreciaba. Necesitaban que se supiera que
serían crueles si se requería, porque entonces sería más sencillo que los mortífagos creyeran en
ellos una vez que traicionaran a Albus Dumbledore y su Orden del Phoenix.

Marzo, 1976

Para cuando llegó marzo y la persecución de las víctimas de Regulus llegó a su fin, las cosas en
Slytherin habían cambiado. Regulus Black ya no era simplemente el hijo y heredero de los Black.
Era un monstruo despiadado a quien no querías tener de enemigo.

Regulus estaba satisfecho.

Los hijos de familias diplomáticas y neutrales trataron de volver a ganar el favor de Regulus.
Dispuestos a hacer lo que fuera por mantenerse en el lado bueno del mago. Crouch se divertía
despreciándolos, Remus también encontró satisfacción en ver cómo las personas temblaban ante su
presencia. Pero lo que más deseaba seguía siendo la protección de Regulus. Y aunque el
resentimiento de su traición a los Black y su cruel venganza a los estudiantes eran inigualables, el
miedo y el terror causado los mantendrían en control un largo tiempo.

Eso era suficiente para Remus.

Entonces llegó el cumpleaños de Remus Lupin.

—Feliz cumpleaños, Moony — sonrió Regulus con un brillo divertido en los ojos— Ahora baja a
ver tu increíble sorpresa.

Remus apreciaba cada vez más el volver a ver la sonrisa infantil de Reggie. Y quizás ese era el
mejor regalo que le pudiera dar.
No pudieron celebrar el cumpleaños de Regulus en grande. Pero Reggie se había asegurado de
celebrar el de Remus. Incluso siendo mitad de semana había montado una fiesta en la Sala Común
y conseguido que Lily Evans asistiera. La pelirroja le dedicó una sonrisa a Remus mientras
conversaba animadamente con Pandora Lynch y Alice Greengrass junto al tocadiscos.

—Feliz cumpleaños, Lupin — le sonrió Calíope Morgan con una mirada coqueta y un pequeño
abrazo.

Morgan no había sido hostil con Remus ni Regulus, pero fiel a su familia se había mantenido al
margen de la situación. Ahora no importaba. Narcissa les había inculcado demasiado bien cuán
valiosos podrían ser los aliados. Y prefería mantener a Calíope Morgan como una aliada.

—Luces hermosa, Morgan — sonrió Remus.

Calíope parecía a gusto — Gracias, Lupin. Espero que podamos… acercarnos un poco más.

—Cuenta con eso.

Edmund Blythe agarró su brazo y le sonrió amistosamente — Hey, feliz cumpleaños, amor.

Era el mismo caso con Blythe. Su familia no era mortífaga todavía. Pero siendo el headboy de
Slytherin, tenía que mantenerse fuera de toda la mierda que sucedía entre las familias nobles. Su
posición social era demasiado inestable al ser una familia extranjera. Sin embargo, libros llenos de
maldiciones habían llegado a la mochila de Remus y supo que era él.

—Gracias, Blythe. Recibí tu regalo, fue bastante… educativo.

Blythe sonrió con gusto — Me alegra que te sirviera. Me dolía en el alma que algo te ocurriera,
pero fue interesante ver tu faceta salvaje y enloquecida.

—Me imagino que sí. Ojalá pueda encontrar cómo pagarte el favor — susurró Remus en su oído.

Blythe era su tipo. De una familia importante. Alto. Moreno. Inteligente. Ambicioso y con un
temperamento tranquilo. Era fácil pensar en doblegar a alguien como Blythe, pero Remus sabía que
podría someterlo y aun así el chico guardaría mil secretos. Le gustaba eso. Sin embargo, lo único
que lo detenía de tenerlo era el recuerdo de una mirada intensa en un callejón de Londres.

Remus sonrió al escuchar a Bowie. Regulus no sabía mucho de música, era una pena que Remus
había aceptado por el bien de su amistad, pero sin embargo siempre recordaba las canciones
favoritas de Remus y había conseguido un tocadiscos para él con los discos de cada cantante del
que Remus habló alguna vez.

Lily llegó a su lado y lo abrazo — ¡Feliz cumpleaños, luz de luna!

Ya no fingían ser novios. Pero no estaba seguro de que las personas a su alrededor se dieran cuenta
realmente de que ya no estaban pseudosaliendo. Lily y Remus seguían siendo muy unidos,
haciendo sus deberes juntos y sonriéndose con cariño.

—¿Te gusta? — preguntó Regulus cuando se sirvieron un par de tragos — La fiesta, quiero decir,
tu relación con Evans me da igual.

Remus se rio — Mi relación con Evans es muy similar a la nuestra.

—No veo a Evans convirtiéndose en una zorra por ti — replicó Regulus y luego hizo una mueca —
Mierda, eso no sonaba tan mal en mi cabeza.
—Me gusta — sonrió Remus — La fiesta, quiero decir.

Regulus lo golpeó en el brazo, pero ambos se sonrieron.

Remus acompañó a Lily hasta la torre de Gryffindor. Le preocupaban las maldiciones que volvían
a atacar a Lily por ser hija de muggles y por estar vinculada a Remus, los resentidos con las
torturas que habían hecho buscarían incluso dañar a Lily para intentar lastimar a Remus. Pero Lily
era buena esquivando y defendiendo, incluso se había vuelto aún mejor en atacar.

—Ten — le dijo una vez que llegaron fuera de la sala común de Gryffindor.

—¿Qué es?

—Tu regalo. Lo pensé bien este año. Y recordé que te encanta deambular por los pasillos. Así que,
pensé que te gustaría un libro para cartografiar todo Hogwarts — sonrió Lily — así nos haces un
mapa a Regulus y a mí para conocer los pasadizos que has descubierto en estos cinco años.

Remus la adoraba — Me encanta.

Cuando regresó a las mazmorras sintió la magia de Sirius alrededor.

Remus había intentado borrar a Sirius Black de su mente. No podía controlarse a su alrededor.
Deseaba demasiado ir hacia él, azotarlo en la pared y atacarlo. Tenía que bloquearlo de sus
pensamientos para intentar mantenerse alejado de él. Ya tenía demasiado en que pensar y
enfocarse. Las amenazas, la venganza, las lunas llenas y Regulus. La razón más importante era
Regulus y cómo su amistad se complicó tras la noche con Sirius.

Pero reconocería su magia en cualquier lugar. Y ahí estaba la de Sirius Black.

No lo veía en ningún rincón. Miró con atención los pasillos y las escaleras. Tal vez estaba
volviéndose loco después de todo el estrés desde vacaciones. Pero la luna llena estaba demasiado
cerca y sus sentidos eran más sensibles y agudos. Remus confiaba demasiado en los instintos del
lobo como para pensar que se trataba de un error.

Fingió estar buscando algo dentro de su capa y susurró rápidamente un hechizo petrificador al
lugar donde el aroma de la magia se sentía más intenso. Escuchaba el latido intenso de su corazón.
Se acercó con rapidez hasta el lugar y lo sintió, la tela en sus dedos deslizándose lentamente.

Una capa de invisibilidad.

—Sirius Black.

Sirius lo miraba con odio.

Deshizo el hechizo.

Sirius suspiró exasperado — Tenías que ser tú, Lupin…

Por qué tú entre todas las personas, recordó Remus con una sonrisa. Había sido en ese mismo
pasillo. ¿Cómo era posible que tantas cosas hubieran cambiado desde Halloween y sin embargo
ambos volvieran ahí a encontrarse una vez más?

—¿Qué demonios estabas haciendo?


Sirius desvió la mirada —Solo… estábamos planeando inundar las mazmorras.

Remus se rio.

Estaba de buen humor.

Sirius lo miró con curiosidad. La sonrisa de Remus seguía allí.

—Es tu cumpleaños.

No tenía idea de que Sirius lo sabría. Jamás habían sido tan ostentosos y ruidosos como los
merodeadores. ¿Por qué Sirius Black tendría siquiera idea de algo como eso? La respuesta lo
intrigaba.

—Lo es — confirmó Remus — Ahora tenemos la misma edad.

Sirius lo miró con intensidad. Esa mirada que era toda fuego, electricidad y ansías.

—Tú… me tiraste una maldición cuando cumplí dieciséis años.

Lo recordaba. Los reptilianos.

Sirius se acercó a él — Así que, esta es mi venganza.

Se miraron. Esa urgencia entre ellos tirando de ambos, queriendo su cercanía, ansiando su calor y
su toque. Sirius lo empujó a la pared y atrapó las muñecas de Remus a ambos lados de él. El lobo
se sentía emocionado. Podría atacarlo en cualquier momento, pero quería ser sometido, quería ver
de qué era capaz Sirius Black para controlarlo.

Sintió los labios de Sirius en su cuello.

Remus se estremeció al sentir la mordida, su cuerpo respondía a él, acercándose, tocándose, un


pequeño placer de ser marcado como suyo.

Sirius se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos, esa mirada oscurecida.

El latido acelerado.

Miró sus labios.

Sirius seguía demasiado cerca,

Remus se inclinó para besarlo.

Su cuerpo respondiendo de inmediato a la urgencia.

La locura de besar a Sirius Black invadiendo cada uno de sus sentidos.

El infierno siendo encendido una vez más.

Remus se deleitó en el fuego abrasador que era besar a Sirius Black y ser tocado por él.
Cambios

Marzo, 1976

Regulus no hizo preguntas cuando Remus Lupin volvió a la sala común con la marca de una
mordedura en su cuello y una sonrisa estúpida en su rostro.

—Ni una sola palabra — dijo Regulus — No quiero saber.

El aroma de Sirius Black debía seguir en él. Los instintos de animago de Regulus lo tendrían que
haber captado una vez más.

Pero Regulus Black no se veía furioso al respecto, sino que siguió bebiendo junto a Barty Crouch
mientras escuchaba la historia que les contaba Alice Greengrass.

La luna llena de ese mes fue violenta. Los hombres lobos atacaron a muchas familias muggles. Una
respuesta a las medidas del ministerio que unos meses antes habían anunciado en el profeta.

Remus probó otra de las pociones de Pandora. No funcionó.

Pero recordaba los aullidos atrayéndolo. Incluso a kilómetros de distancia, había logrado percibir el
sonido de la magia tirando de él, pidiéndole ir con los demás lobos y destrozarlo todo. Cuánto
había anhelado poder ir, poder ir donde todos ellos y hacer que el mundo gritase de terror.

Era la primera vez que recordaba haber sentido algo así siendo un lobo.

Como humano, solo había sentido una atracción tan enloquecedora cuando se trataba de Sirius
Black.

Abril, 1976

El equipo de Slytherin perdió ante Ravenclaw, quienes ganaron la copa de las casas.

A Regulus no le importó.

—Sobre el hechizo que me pediste, Remus… — Les comentó Pandora en su pequeño laboratorio
mientras las hierbas burbujeaban en un caldero — Logré vincular dos pergaminos. Ahora, ambos
pueden escribirse en el pergamino casi al mismo tiempo. Las palabras que escriban se desvanecen
después de unos minutos, pero da el tiempo suficiente para leerlas y para tener una conversación
medianamente fluida.

Regulus y Remus llevaban un rato probando el nuevo invento de Pandora Lynch. Era sorprendente
lo que podía lograr en unos meses.

Llevaba el cabello recogido y tenía marcas oscuras bajo los ojos, una señal de que se había
rehusado a dormir hasta haber acabado los últimos arreglos de su invento porque Pandora Lynch
era obstinada en su trabajo.
—Aun no logró hacer que dos espejos se vinculen en imagen a tiempo real, pero es cosa de tiempo
— continuó hablando mientras vaciaba el contenido del caldero en una copa — Ten, la poción de
esta vez. Debería hacer algo por la cicatriz nueva que te hiciste este mes.

Remus apreciaba a Pandora Lynch.

—Eres asombrosa — le dijo antes de beber la poción.

Pandora le sonrió complacida — Lo sé. Ahora voy a necesitar que prueben el nuevo hechizo que
desarrolle para cortar carne.

—¿Miembros? — preguntó Remus con una mueca por el sabor amargo de la poción — ¿Es para
torturas?

—No debería desmembrar personas, he pensado que se puede usar en cirugías. Se supone que
debería abrir fácilmente la carne y he vinculado un hechizo para retrasar el sangrado — explicó
Pandora con una mirada emocionada — Pero sí, puede tener una función eficaz en torturas e
interrogatorios. No es magia oscura así que no habría problema en regenerar las heridas realizadas
con el hechizo.

—Has trabajado duro, Dora — le sonrió Reggie —¿Siquiera tienes tiempo para salir con Xena?

—Xenophilius y yo nos las arreglamos — respondió Pandora mientras revisaba sus anotaciones —
Es… muy gentil conmigo. Y me escucha, ¿saben? Como, realmente, me escucha.

Regulus guardó silencio y desvío la mirada.

Remus vio el momento en que intentó ocultar cuánto le dolía.

Estaban paseando alrededor del lago negro. Era su lugar con Evans, pero estaba dispuesto a
compartirlo con Reggie. El hielo ya se había descongelado, pero el viento seguía siendo demasiado
frío, azotando las ramas tenebrosas de los árboles.

Regulus tenía la mirada perdida en la superficie del agua.

—Me gusta Pandora — susurró— ¿Qué puedo hacer? Me gusta estar con ella, pero… pero está con
ese idiota de Lovegood.

—Por Merlín, Reggie — se quejó Remus — Dile lo que sientes por ella.

Remus no sabía mucho sobre el amor. Eso era cierto. Su gran experiencia consistía en la
pseudorelación que mantuvo con Lily casi un año y algunos encuentros casuales en lo que contaba
su extraña adicción a Sirius Black en la que no habían logrado establecer los límites ni las reglas.
Pero sabía que Pandora, en su naturaleza curiosa de genio asombrosa, trataría de ver todas sus
posibilidades sin descartar sus opciones antes de tomar una decisión. Pandora Lynch era una
Ravenclaw por su gran amor al descubrimiento y al desarrollo mágico, pero tenía una mentalidad
de Slytherin. Era ambiciosa, inteligente y calculadora. Si Regulus Black le confesaba su amor, la
chica se tomaría su tiempo antes de responderle si correspondía sus sentimientos o solo se trataba
de un gran afecto de amistad, considerando cada detalle sobre su decisión.

Regulus hizo una mirada desdeñosa —Lovegood es demasiado mayor. Demasiado excéntrico. Y
aun así… es como si fuera la persona que mejor podría entender sus cosas. Yo tengo mi apellido,
¿y qué más?
—¿Estás bromeando? — Remus sentía que podría golpear a su mejor amigo. Estaba muy molesto
—¿Es una jodida broma?

—Remus — Regulus tenía una mirada vulnerable — No soy suficiente para ella.

—En serio quiero golpearte — gruñó Remus y lo agarro de los hombros con fuerza — Regulus no
eres solo tu apellido. Olvida esa mierda que te dije cuando éramos niños, cuando te dije que tu
apellido te daba poder. Por merlín, Regulus — Remus sentía que la furia ardía dentro de sí —Eres
la persona más apreciada para mí. Me salvaste, Regulus. Eres ese niño que quiso hacerse amigo de
un hombre lobo. Ese niño que defendió a una extraña chica que experimentaba con hechizos de
alumnos mayores y abusivos. Eres la persona que, a pesar de ser tratado como una escoria por su
hermano, lo salvó esa noche… Eres maravilloso y me enfada que seas el único que no lo ve.

—Casi murió, Remus. Casi murió y luego yo le hice lo mismo a cada bastardo que se atrevió a
ofenderme — La mirada de Regulus estaba atormentada y también había furia en él, pero no hacía
Remus, solo una gran furia que dirigía a sí mismo desde esa noche en navidad — Soy un monstruo
que disfrutó los gritos y pensó que se los merecían.

—Yo también — confesó Remus sin arrepentirse — Y volvería atacar a cada uno de ellos. A
romper cada uno de sus huesos y cortar sus lenguas porque para mí lo más importante eres tú.

—Remus, yo no quise…

—Lo sé — dijo Remus —Reggie, ser un monstruo no es algo completamente malo. Pandora lo
entiende. Comprende esa furia y el deseo de destrozar a las personas que lastiman a quienes ama.
Ella misma nos dio las herramientas para hacerlo porque estaba furiosa con las personas que te
querían lastimar.

—Pandora no es como nosotros — Regulus empujó a Remus, alejándolo de él — Ella no es…

—Por favor ¿no lo ves? Pandora te quiere tanto que sería capaz de lo mismo que tú por ella.

Regulus desvío la mirada.

—Dile lo que sientes. Pandora va a comprenderlo.

Regulus no le dijo. Remus trató de entenderlo.

No volvieron a hablar sobre el tema. Remus sabía demasiado bien que Regulus era capaz de morir
sin decirle a Pandora Lynch que le gustaba. Era ese tipo de personas. Reggie moriría ahogado en
secretos sin dar señales nunca de la verdad. Pero también confiaba en la imprudencia de Regulus
Black. Era alguien obstinado, es cierto, y muy terco. Pero también era imprudente.

Y Remus Lupin tenía experiencia con cierto chico imprudente y esa maldita mirada intensa que
hacía que se volvieran a encontrar, a besar y a ser atraídos uno al otro, porque su maldita
imprudencia no le hacía temer al monstruo ni las consecuencias.

Mayo, 1976

Los TIMOS fueron dos semanas horribles que se sintieron como una larga tortura que no
terminaría jamás. Remus pensó que sus resultados podrían haber sido mucho mejores sin la luna
entremedio de los exámenes.

—¿El maldito perro respondió bien la pregunta sobre los hombres lobos? — preguntó Snivellus
con una sonrisa cruel al salir del gran comedor — ¿O estás emocionado por ir a comer niños
muggles con los tuyos en la siguiente luna llena? ¿Debería reportarte al ministerio, Lupin?

Remus se sentía bastante molesto incluso sin la provocación. Era una buena oportunidad para
probar el hechizo de Pandora. La idea de despedazar el cuerpo de Severus Snape era tentadora.

—¡Silencio!

Snivellus miró a Black con gran rencor. Black iba por ahí con su corbata suelta, sus mangas
arremangadas y esos pantalones que marcaban sus muslos. Remus se permitió distraerse unos
segundos.

Sirius sonrió con burla — Si tienes tiempo de estar hablando mierda podrías ir a lavar tu cabello
grasiento, Snivellus. Es asqueroso.

—¡Petrificus! — maldijo Remus al sentir la vibración mágica de un hechizo no verbal.

Sirius lo miró divertido — Oh, Snivellus, creo que podríamos arreglar ese baño por ti.

Algunos estudiantes se reían mientras Sirius Black levitaba a Severus Snape hasta la orilla del
lago. James Potter y Peter Pettigrew los siguieron.

—Vaya, pero si Snivellus puede flotar — se rio James Potter mientras jugaba con esa estúpida
snitch que llevaba últimamente a todas partes. Pettigrew lo miraba con admiración.

—Snivellus es despreciable — dijo Remus divertido.

—Siempre podrías presentarle al lobo — propuso Sirius con una mirada emocionada — Nadie
echaría de menos a alguien tan asqueroso.

Remus rio — Sí, suena a una idea grandiosa. El lobo se lo come y luego voy a Azkaban. Matas a
dos pájaros de un tiro, Black.

Sirius bufo — Eres demasiado inteligente como para acabar en Azkaban.

Lily avanzó hacía ellos con una expresión molesta sacando su varita con la que sostenía el
recogido de su cabello — ¡Por Merlín, se podría ahogar! ¡Sácalo, Potter!

El chico la miró con asombro, se subió los lentes — ¡Evans, yo soy inocente!

—Sí, claro — se quejó la pelirroja apuntando al chico en el lago — ¡ Levicorpus! En serio, Potter,
si eres prefecto deberías dejar de hacer cosas tan infantiles.

El chico se veía indignado.

Remus y Sirius se rieron.

Se sintió extraño. Y familiar. Una parte de Remus quería sentirse mal por estar riéndose junto a
Sirius Black. Por otra parte, pensó que, si las cosas hubieran sido diferentes, jamás podría haber
tenido ese momento. Y no estaba seguro de desear eso.

—Potter, lo llevas a la enfermería — ordenó Evans al dejar caer a Snape en la orilla y ayudarlo a
levantarse.
—¡No necesito la ayuda de una asquerosa sangre sucia! — gritó Snape con el rostro enrojecido y la
túnica cubierta de barro, golpeando la mano que Evans le tendía.

La mirada de James Potter era escalofriante. Estuvo sobre Snape antes que cualquiera de ellos
pudiera reaccionar —¿Cómo la llamaste? Sucio hijo de…

—¡James! — lo cortó Lily mirando a Severus Snape con desdén — Suéltalo, no vale la pena.

El chico se alejó con una expresión furiosa.

—Lily… — Snape se veía herido — Yo no… no quise… Lily, por favor…

—Todo este tiempo he intentado ser una buena amiga. Creí que necesitabas tiempo, que teníamos
que estar un tiempo separados para que pudieras madurar y entender que… — La mirada de Lily
era fría y dura — Pero. ¿realmente te crees que eres superior a mí porque tu mamá es bruja? Eres
una mierda.

—Lily, no es así, yo jamás… — Jamás habían visto a Severus Snape parecer tan desesperado
como en ese momento.

Pero Lily era implacable —No te vuelvas acercar a mí.

—¿Lily? — preguntó Potter tratando de tomar su mano —¿Quieres…?

—No ahora, James — lo cortó la chica apartando su mano — No necesito escuchar nada más.
Lleva a ese imbécil a la maldita enfermería. Te veo en el patrullaje.

Y continuó alejándose de toda esa escena.

—¡Evans! — gritó Remus corriendo detrás de ella.

Lily paró cuando se apartaron lo suficiente de las miradas curiosas de los estudiantes.

—Me siento una tonta — lágrimas en sus ojos de impotencia — Todos me decían que Sev era…
yo pensaba que… quería…

—Querías ver lo mejor de las personas, Lily — Remus avanzó hacía ella y tomó el rostro de la
chica con gran ternura limpiando las lágrimas — Lo que sucede a veces es que las personas no
tienen nada más que ofrecer que lo que muestran.

—Tú eres bueno — la mirada de Lily dolía. Lo decía desde el fondo de su alma.

Remus sonrió con tristeza —Sí. Y mi papá era un maldito alcohólico que disfrutaba de golpearme.
A veces es solo eso… un maldito que solo quiere hacer infeliz al resto de las personas. No es tu
culpa.

—De verdad quiero a Sev — confesó — Fue mi primer amigo en todo este mundo de magia y… y
en apoyarme, pero… — negó con la cabeza — No puedo… no puedo soportar más que lastime a
mis amigos, que se convierta en alguien que no… que no reconozco y que me desprecie de esa
manera.

El chico guardó silencio.

—Duele. ¿Por qué duele tanto perder a alguien que me hace tanto daño?

—Porque lo quieres — susurró Remus y la atrajo a un abrazo — Porque eres una persona
bondadosa, que ve la belleza incluso dentro de los monstruos, Evans.

—No muchas veces hablas de tu padre — comentó Lily una vez que se calmó y se sentaron juntos
a la sombra de un árbol.

Remus desvío la mirada —No es un tema que me agrade.

—Gracias por decírmelo.

Nunca terminaría de entender a Evans —¿Por qué agradeces?

—Porque es importante — Los ojos verdes de Lily, siempre tan llenos de luz — Es algo que
quisiste compartir conmigo, y se siente como si confiaras un poco más en mí. Gracias por confiar
en mí.

Remus sonrió divertido. Se preguntó si alguna vez sería capaz de saber cuánto quería a Lily Evans.
Parecía algo incalculable.

—Pensé que atacarías a Potter — bromeó, apartando el cabello de la pelirroja.

Lily suspiró — Potter es otra clase de idiota. Solo que no va por ahí insultando gente. Va
embrujándolas y haciéndose el chico atractivo de quidditch que hace suspirar a las chicas.

—¿Te has enamorado de él?

Lily bufo —Por supuesto que no. Solo que, siendo ambos prefectos y luego de navidad, no lo sé,
nos hemos acercado… A veces no es un completo idiota. Lo he visto defendiéndote, a ti y a
Regulus. Y eso… si alguien más está dispuesto a defenderte entonces no puede ser tan imbécil
como creí. Ahora somos ¿amigos?

Remus rio —¿Tú y James Potter? ¿El mismo James Potter al que petrificaste y dejaste colgado
toda una noche en el gran comedor después de que te declarase su amor por millonésima vez?

—Sí, Remus, ese James Potter — asintió Lily con una sonrisa de suficiencia — El mismo me ha
dicho que ha superado su enamoramiento conmigo y que era muy feliz con nuestra relación, ya
sabes, la pseudorelación que tú y yo teníamos.

—¿Y qué tal es? — preguntó con curiosidad —¿Ser amiga de James Potter?

—Sabes, es raro, por fin podemos hablar — Lily tomó una de las manos de Remus — Es bastante
competente una vez que deja de hablar de todas sus buenas cualidades todo el tiempo.

Remus pensó en Sirius. Se había sentido bien reírse junto a él y ver esa estúpida sonrisa. En su
mente aun no podía dimensionar que el Sirius con el que se podía besar durante toda una noche, el
Sirius con el que podía reír brevemente cuando tenía la guardia baja y el Sirius que había ido a
Slytherin para entregarle su libro favorito a su hermano menor era el mismo imbécil al que
despreciaba desde hace cinco años.

—Ya veo.

Lily sonrió — Las cosas han cambiado, ¿no?

El chico suspiró. Solo fueron unos meses. Pero toda su vida iba a seguir cambiando. Esperaba que
Lily pudiera seguir en su vida un poco más.
Conexiones

1 de junio, 1976

A pesar de lo que pensaba la mayoría de la gente. Las mejores fiestas se realizaban en Ravenclaw.
Hacían una fiesta cada final de año escolar e invitaban a todas las casas. Su Sala común nunca
había estado realmente cerrada a otras casas. Así que era el mayor evento en todo el año.

Los más pequeños eran enviados a sus cuartos y los prefectos se asegurarían de vigilar que
estuvieran bien y que ninguno se colara a la fiesta. Algo similar a lo que se hacía en Slytherin
durante Halloween, solo que fiesta de Ravenclaw era mucho más grande, ruidosa, y todo un
espectáculo.

Flitwick insonorizaba toda la torre de Ravenclaw y les confiaba las cosas a los prefectos de
Ravenclaw.

—¡Disfruten su juventud, gente! — les gritaba antes de salir a beber con los demás profesores de
Hogwarts.

Una vez que el jefe de Ravenclaw salía, se llenaban grandes calderos con ponche y alcohol que
traían los Gryffindor y los Slytherin en una competencia, los Hufflepuff llegaban con una gran
variedad de plantas alucinógenas y relajantes para consumir o quemar. Y la fiesta daba inicio al
hechizar el tocadiscos para subir el volumen de la música hasta que la misma torre vibrase con el
sonido.

—¿Chicos, están listos? — Barty Crouch golpeaba la puerta — ¿Por qué siempre me dejan fuera?
¿Qué tanto pueden tardar ahí?

Un deja vu.

Remus Lupin salió de la ducha y vio a Regulus secando su cabello con un hechizo, el vapor aún en
él por sus tortuosas duchas calientes.

—¿Ignoramos a Crouch?

—Es un maldito impaciente — se quejó Regulus —Esa horrible chaqueta café no.

Remus apenas había alcanzado a cogerla.

—En serio, Lupin, voy a quemarla.

Le sonrió mientras se la colocaba —No puedes hacer nada el respecto, Black.

Su cabello ya se había secado y buscaba la capa verde que Pandora le había dicho que le lucía muy
bien.

—Un día de estos, Lupin, vas a dormir y bajar la guardia y ahí estaré yo listo para lanzarle un
reducto y quemarla.

Ambos se miraron con intensidad y se rieron.

Crouch seguía golpeando la puerta — ¡Por favor, va a amanecer antes de que lleguemos!
Los Ravenclaw realmente disfrutaban de la fiesta. Colocaron a ABBA al máximo, las personas
cantaban, bebían, bailaban. Incluso expandieron el espacio de la torre para poder albergar a las
demás casas. Era la fiesta más esperada.

Regulus cargaba a Pandora, ambos riendo mientras el chico corría alrededor. Remus disfrutaba de
estos momentos, de verlo actuar como un chico de quince años. Sonreía inconscientemente al
mirarlo. Era la primera vez que veía a Pandora usando jeans y una blusa azul, con el cabello
alborotado y una sonrisa juvenil. Entendía por qué Reggie estaba enamorado de ella. Era hermosa,
inteligente, ambiciosa y era la chica que mejor comprendía a Regulus.

Remus buscó con la mirada a Lily mientras bebía su quinto vaso del ponche mágico. Había muchos
calderos humeantes con bebidas frías. Algunos tenían pociones encima. Se alejo de cualquier que
se viera rosa porque no quería terminar enamorado de algún extraño en el último día en Hogwarts.
La amortentia era una poción demasiado común en el castillo para su gusto. Pero también se
rumoreaba que los Ravenclaw preparaban felix felicitis para la ocasión y que esa era la razón por
la cual todos se sentían animados en las fiestas de Ravenclaw.

Lily bailaba junto a Marlenne McKinnon. Ambas usaban un apretado vestido rojo, algunos no le
quitaban la vista de encima, pero Remus sabía perfectamente las maldiciones que era capaz de
invocar Lily antes de que su víctima siquiera pudiera pestañear.

James Potter se divertía conversando con Mary McDonald mientras que Pettigrew intentaba
coquetear con una chica morena de largas trenzas oscuras.

Incluso Crouch bailaba con Calíope Morgan.

Remus salió a uno de los balcones a fumar un momento.

Se suponía que los balcones estaban hechizados para que nadie se pudiera escabullir fuera por ese
año en que alguien pensó que sería divertido tirarse de la torre de Ravenclaw. Pero Remus era
bueno deshaciendo hechizos de protección, llevaba un buen tiempo deshaciendo los de
McGonagall, Pomfrey y Slughorn en la casa de los gritos como para que los hechizos de los
prefectos fueran una dificultad.

Se apoyó en el borde del balcón. La noche era fría, incluso en junio. A Remus le agradaba, el aire
fresco, la oscuridad de la noche, la música resonando en sus oídos.

Encendió el cigarrillo.

Un chico tropezó fuera.

—Maldita sea —escupió Sirius Black.

Podrían ser las palabras de Remus Lupin.

Exhaló lentamente.

—Black.

Esa mirada achispada por el alcohol y una sonrisa perezosa — Pero si es Lupin.

—¿Qué se supone que haces? — preguntó Remus al verlo tambalearse hacia él. Usaba una
camiseta de Led Zepellin, y esos jeans negros rajados que se le apretaban en los muslos. Remus se
obligó a mirar a Sirius a los ojos.

Sirius suspiró al apoyarse junto a él y deslizarse hasta sentarse en el suelo, mirando hacía dentro de
la torre.

—Me estoy escondiendo de mi novia.

Ah.

Inhaló.

No preguntó por qué.

—Mary… las cosas son raras. Te culpó a ti.

Remus bufo — ¿Cómo es exactamente culpa mía?

—Rompiste con Evans — Sirius lo miró — ¿Por qué no me dijiste?

Remus sonrió divertido — No sabía que tenía que informarte sobre mi vida privada, Black.

Sirius gruñó.

—¿Cuál es la conexión entre mi rompimiento con Evans y el hecho de que te estes escondiendo de
tu novia?

—Porque… no lo sé. La verdad cuando Evans dijo que ya no estaban juntos yo… — Sirius paso su
lengua sobre sus labios — No se sentía bien seguir con Mary. Y el verano es largo. Quizás pueda
conocer a alguien mejor que yo.

Exhaló.

—¿Alguien que no bese a chicos por ahí?

Sirius sonrió engreído — Alguien a quien no lo bese un chico por ahí, muy seductor, que sigue
mirándolo como si quisiera ahorcarlo o besarlo. O ambas.

Remus se rio. Maldito Sirius Black.

—El verano es largo, Black. Quizás yo también busqué a alguien más.

Sirius tomó su mano y acercó el cigarrillo a sus labios, mirándolo con intensidad.

—No podrías superarme.

Sonrió. Sus instintos atontados por el alcohol. Sin embargo, ahí estaba ese deseo y urgencia de
corresponder las ansías de Sirius.

—Veamos el próximo semestre.

Dumbledore lo llamó a su oficina esa mañana.

—Los Potter se han ofrecido a recibirlos. A los hermanos Black y a usted — informó con una
mirada fría.

—Lo sé. Nos enviaron cartas — respondió Remus. Incluso desde la mesa de Slytherin habían
escuchado el grito de felicidad de Sirius y lo vieron abrazar a James mientras gritaba como el amor
era más fuerte y los mantendría juntos durante todo el verano.

Ambos leyeron sus cartas, pero los Potter no habían sido los únicos dispuestos a recibirlos.

—Estoy seguro de que tanto el joven Regulus como usted habrán reclinado la oferta.

El maldito anciano manipulador.

—Eres un hombre lobo. No podemos poner en peligro a los Potter.

Remus quería reírse. Era el mismo viejo que lo había ido a buscar porque quería darle educación a
un hombre lobo y les dijo a sus profesores que era para darle la oportunidad a las criaturas oscuras
de integrarse en la sociedad. Que maldita mentira.

Aquí se encontraba ese maldito anciano queriendo que volviera al orfanato en el que lo abandonó
para asegurarse de que Remus Lupin lo viera como su gran salvador.

—Púdrase — gruñó Remus — yo no pienso regresar a ese agujero de mierda.

Dumbledore lo miro.

Remus le sostuvo la mirada.

—¿Tiene una idea de dónde podrían hospedarse y ser capaces de contener a la bestia?

Quería humillarlo. Como si no hubieran tenido ofertas mejores que ese maldito orfanato.

—Los Malfoy nos hicieron una generosa oferta — sonrió Remus con desdén — Y estaríamos en
contacto con los Black. Creo que es mucho más beneficioso para ambas partes.

Regulus estuvo de acuerdo, prefería pasar las vacaciones en la biblioteca de Cissy antes de volver a
la incómoda convivencia con los Black. Por mucho que su relación con Sirius estuviera avanzando,
Regulus elegiría a su prima favorita.

Además, todo Hogwarts ya sabía de su asociación con los Potter. No le afectaría pasar el verano
escondido en casa de los Malfoy. Eran una familia supremacista, es cierto, pero también tenían un
buen acogimiento en el ministerio. Ostentaban un gran poder político. Y eso era lo que interesaba
más.

—Está bien. Parece que ha juzgado bien la situación.

Por supuesto que lo había hecho. Se trataba de Reggie.

—Vas con los Malfoy y yo con los Potter — Sirius inhaló y el humo se escapó de sus labios de una
forma hipnótica — Estaremos muy lejos, ¿no? Los Potter dijeron que también los invitaron a
quedarse.

—Lo hicieron — respondió Remus.

—¿Cómo se hicieron amigos?

Remus lo miró con atención.

—Reg y tú — aclaró Sirius sonriendo — Eres su maldito perro guardián. Quiero saber cómo pasó.
Pensó que, en otro momento, meses atrás, lo hubiera empujado del maldito balcón. Pero muchas
cosas cambiaron, supuso. Porque no sentía ese impulso de lastimar a Sirius Black. De hecho, quería
decirle. Sobre Regulus. Sobre él. Sobre ellos dos.

—Fue él — Remus sonrió sin darse cuenta — él era… era un niño sensible y asustado en una casa
de posibles homicidas según cierto idiota. Se aferro a mí. Y él… ni siquiera es consciente de cuánto
me ha salvado. Regulus fue el primer amigo que he tenido en el mundo.

Sirius asintió — Lo entiendo.

—¿Sí?

—Es lo que siento con Prongs. Fue… fue la mejor persona que pudo encontrarme y aceptar todos
mis malditos errores.

Remus lo entendía. Apagó el maldito cigarrillo.

—El dúo de la desgracia.

Sirius sonrió.

Las estrellas deslumbrantes en el cielo.

—Esa noche…

Evitó su mirada.

—¿Por qué le quieres tanto que eres capaz de odiarme tan profundamente y luego salvarme la
vida?

Remus lo había pensado. Durante largas noches tras las pesadillas de Regulus. ¿Por qué salvar a
Sirius Black cuando había disfrutado de su sufrimiento?

—Porque Reggie… — comenzó a decir— Regulus es un chico tan… es impresionante, ¿sabes? Su


lealtad, su ferocidad, es tan obstinado y es tan malditamente inteligente. Regulus es la mejor
persona que conocí después de una vida de mierda — Remus lo miró, ese sentimiento cercano al
rencor que no podía reconocer — Y entonces cada vez que intentó acercarse a ti lo tirabas lejos.
Era como si no pudieras ver más allá de tu propia mierda, Black.

No estaban enojados. El lobo hubiera ardido en furia y empujado a Sirius. Pero Remus solo se
sentía triste sobre ello y un poco lejos de todo eso. Sirius estaba tranquilo, los efectos del alcohol
relajando su impulsividad.

—¿Cuándo lo intento? — preguntó, esa expresión vulnerable — No puedo… no puedo recordar


ninguna de esas veces.

—En el tren. En la cena del día de selección. En la biblioteca. En tu cumpleaños. En navidad


cuando te quedaste en Hogwarts. En ese partido de quidditch cuando Regulus te fue a desear suerte
y pensaste que era una estrategia de Slytherin para sabotearte — Remus lo pensó — También
cuando te envió esa carta de sus padres, la vez que te dio un regalo y pensaste que era una broma, y
esta esa ocasión en que…

Sirius lo miró con horror — Yo no… no me di cuenta de que él…

Remus sonrió con crueldad — No. Nunca te diste cuenta de cuán increíble es Reggie. No te lo
mereces, Sirius. No te mereces a una persona como él en tu vida.

Sirius aparto la mirada en silencio.

—Y, aun así — siguió Remus llamando la atención de Black — aun así, él te sigue amando. Eres
un perro afortunado, Black. No tienes idea de cuanto odio eso de ti.

Sirius lo contemplo.

—Yo también odio eso de ti.

Remus espero.

—Eres la persona que mejor conoce a Reg ahora mismo. Eres capaz de llorar, de gritarme y de
odiarme por él. ¿Morirías si Regulus te lo ordenara?

Tal vez.

—Realmente te odio, Lupin.

Remus sonrió — Es un sentimiento mutuo.

Sirius le devolvió la sonrisa.

Y ambos siguieron ahí, en la fría torre, mirando las estrellas.

—¿Crees que en otra vida…? — comenzó Sirius con su voz apagándose.

—Sí — contesto Remus — creo que sí.

Ninguno necesitaba decir algo más.

La mano de Sirius se entrelazó a la de Remus.

—Escríbeme. Sobre Reg — le pidió sin mirarlo.

—Podrías intentar escribirle, ¿sabes? — Remus apretó la mano de Sirius con fuerza — Te va a
responder.

El cabello de Sirius ocultaba su rostro —Cuando éramos niños…

—Sus padres le confiscaron tus cartas — dijo Remus — Regulus las guarda. Incluso puso un
hechizo de protección en ellas. Lo descubrí el día que se inundó nuestra habitación.

Sirius levanto la mirada y busco la de Remus, como si quisiera ver en sus ojos si lo que decía era
cierto.

Remus apoyó su frente en la de Sirius — Es verdad, Sirius.

Los ojos de Sirius Black, tan claros, tan sinceros, mostrando su vulnerabilidad tan fácilmente frente
a un monstruo.

Sirius lo besó, fue un toque suave y dulce, con sabor a humor y algo floral en los labios de Sirius
Black.

—Gracias — susurró en los labios de Remus y apoyó su frente en la de él — Por decirme la


verdad.
Remus quería besarlo con pasión y borrarse en la adicción que era Sirius Black. Pero no pudo. No
quería romper ese momento frágil e inesperado que se había creado entre ambos. Ver a este Sirius
Black era algo que quería mantener en sus recuerdos. Podría haber esperado el amanecer mientras
miraba a Sirius a los ojos y se complacía con cada emoción que se reflejaba en ellos.

Al día siguiente tomarían el mismo tren hasta Londres. Pero se separarían, irían por caminos
distintos y no se volverían a encontrar en un largo tiempo. Y Remus no pudo evitar pensar que ese
era el destino para ambos. Cuando Sirius Black descubriera su maldito plan y Remus fuera ya un
maldito mortífago leal a Lord Voldemort.
Verano con los Malfoy

12 de julio, 1976

La música resonando en todo el lugar.

La vibración del sonido acelerando el latido de su corazón y repercutiendo en cada uno de sus
sentidos.

La sensación del lobo acechando a su presa.

Remus sonrió. Amaba ese maldito bar de mierda.

Se suponía que no deberían estar bebiendo en un bar muggle de una zona pérdida de Londres.
Dumbledore ordenó expresamente que estuvieran bajo el estricto cuidado de los Malfoy y no se
dejaran mostrar.

—Las represalias que podrían recibir y los riesgos que conlleva a su seguridad son demasiados. Les
sugiero permanecer en la discreción —. Había dicho el patronus antes de desvanecerse frente a
ellos.

Regulus bufó — A ese viejo manipulador nunca le ha importado nuestra seguridad.

Eso era cierto. Dumbledore ni siquiera había interferido cuando sus vidas estuvieron en riesgo. No
a menos que fuera una condición para cooperar con él. Sus órdenes de ahora eran una maldita
excusa para ocultar sus verdaderas intenciones. Remus sabía demasiado bien por qué Dumbledore
les diría directamente mantenerse ocultos. Por la misma razón que era enviado a un orfanato de
mierda cada verano.

Su pequeño problema peludo podría arrasar con sus planes.

En dos días sería luna llena. Y sería una masacre.

Remus lo presentía. Los ataques fueron en aumento luna tras luna. Era escalofriante el ritmo
acelerado en que aumentaban las noches de cacerías y el terror nocturno a medida que el ministerio
imponía cada vez más reglas, restricciones y condenas hacia las criaturas oscuras.

Incluso Remus, perdido en los bosques que rodeaban a la mansión de los Malfoy, lograba sentir en
la influencia de la luna la atracción hacia las manadas, que aullaban a todos los lobos una llamada
a casa, una llamada a formar parte de todo eso, la euforia de los lobos.

Regulus había tenido una mala pasada tratando de retener al lobo. Porque tanto a la bestia como a
Remus les encantaba demasiado el caos creciente que percibían.

Le costó un tiempo ver las cifras exactas de víctimas, porque El profeta prefería ocultar la verdad a
sus lectores para no cundir el pánico en la sociedad mágica. Remus lo entendía, una medida
desesperada por fingir que los ataques terminaban en horribles asesinatos de unas pocas familias
muggles y algunas mestizas.

Se tuvo que escabullir en la oficina de Lucius Malfoy para encontrar que los ataques no buscaban
asesinatos, querían heridos.
Remus sonrió. No era de extrañar que estuvieran desesperados. Los hombres lobos no querían
cadáveres para provocar al ministerio. No. Querían lobos.

La cantidad de heridos y transformados en el último año doblaban la cifra de las víctimas


registradas en la última década. Y muy pronto, las víctimas de licantropía serían demasiado como
para que el maldito ministerio de mierda pudiera manejarlo.

Los malditos monstruos los superarían. Ese era el brillante plan.

Haciendo memoria recordaba que en el último registro se estimaba un lobo por cada diez magos y
si la situación actual no se controlaba a tiempo, sería sencillo avanzar hasta un lobo por cada cuatro
magos para el final del año según los reportes que enviaron a Lucius Malfoy. Si eso ocurría, no
serían capaces de etiquetar a cada uno de ellos, de los transformados, tampoco podrían encerrarlos
en malditas jaulas de plata en cada luna llena, y Remus se regocijo al pensar en que llegarían al
punto que no podrían negarles el acceso a trabajos. Necesitarían a los lobos una vez que fueran
mayoría.

Remus se movió al ritmo de la música. Sí, estaba emocionado por ver a dónde conducía todo eso.
Las personas bailaban alrededor de él. Remus sentía el calor, el sonido palpitante de la música, y se
rio encantado por la idea de la libertad.

Dudaba que Lord Voldemort les permitiera tanto poder y descontrol a los hombres lobos. Podrían
volverse fácilmente una amenaza hacia sí mismo. Pero la parte más salvaje de Remus conocía la
naturaleza de los lobos. El caos los atraía demasiado. Era una oportunidad de libertad. Y para los
marginados, era una oportunidad de una revolución. La bestia enloquecía de emoción solo con la
idea de lograrlo. Incluso si Lord Voldemort decidía tomar el control, sería fácil volver a dirigir a
los lobos a la toma de la sociedad mágica. Solo se necesitarían las palabras adecuadas.

Y Remus llevaba esperando esta oportunidad desde hace demasiados años.

Desde que ese pequeño niño fue arrancado de los brazos de su madre y mordido.

Desde que era torturado por su propio padre por esa naturaleza maldita con la que fue condenado.

Desde que leía en libros sobre los supuestos de la inferioridad de las bestias ante la naturaleza de
los magos, el destino de desdicha y marginación que le esperaban, la maldita correa que tendría
que llevar el resto de su vida si no se revelaba.

Sí, Remus haría lo que fuera, por hacer posible que ese caos destruyera los cimientos de la sociedad
mágica.

Buscó con la mirada a dónde se había metido Regulus Black.

Porque incluso en medio del caos. Regulus era su prioridad.

No fue difícil encontrarlo, al igual que en Hogwarts, Regulus tenía un aura que lo destacaba de los
demás. Cierta elegancia, porte y esencia que lo distinguían de las personas a su alrededor.

Vio al joven amo Black sonriéndole seductoramente a una chica rubia mientras bailaban muy
juntos. La chica se sonrojó y subió su mano por el brazo de Regulus antes de sujetarlo por la nuca
y besarlo con gran pasión.

Regulus Black se veía bastante satisfecho con su cometido.

Remus bufó. Tal vez Regulus Black tenía un tipo. La chica no se parecía mucho a Pandora Lynch,
era cierto. Su cabello era más dorado que el rubio platinado de la chica Ravenclaw. Pero era
preciosa, ojos claros, alta y con una larga cabellera ondulada. Y compartía eso con varias de las
chicas con las que había visto tontear a Regulus durante este verano.

Bastardo, pensó al tragar el contenido de su vaso lentamente y se complació porque ese bajista de
hace un rato no le quitaba la mirada de encima.

Era de su tipo, un chico de largo cabello oscuro, dedos hábiles y atractivo.

Lo sintió acercarse antes de que llegase detrás de él.

—Hola — una voz ronca susurrada en su oído.

Remus se volteó, con esa maldita sonrisa burlona — Hola.

Sí, era su tipo. Ojos encantadores con mirada lujuriosa, sonrisa engreída y la vista del pulso en su
cuello con su cabello cayendo hacía atrás.

A Remus le gustaban los músicos. Conocían bien el maldito juego. Nada de citas, nada de
nombres, nada de complicaciones.

Lo siguió afuera.

Le agradaba esto.

No era Remus Lupin, el hombre lobo. No era el maldito huérfano que Lyall dejó tirado. No era la
mascota de Dumbledore, de los Black o del jodido Voldemort. Podía ser un chico normal, un
muggle más en un bar ruidoso, riéndose, besando, divirtiéndose, bebiendo y follando, sin que nada
de la guerra mágica importase durante unas cuantas horas.

Aquí no importaban las órdenes de Albus Dumbledore, no interesaba cuánto había avanzado el
bando de Lord Voldemort con sus marcas tenebrosas cubriendo el cielo. Y no importaba cierto
chico de ojos azules del cual se despidió en el balcón de la torre de Ravenclaw hace dos meses. Y
una mierda si tenía que pensar siquiera en Sirius Black.

—Por favor, no te detengas — le rogó el bajista.

Remus sonrió satisfecho. Era el lobo, demasiado ansioso con la luna, que disfrutaba de forma
eufórica tener el control salvaje del placer.

Muchas cosas en su vida ya no estaban bajo su control.

Podría culpar a Sirius Black. Pero el incidente de Navidad no era el comienzo de toda esa mierda.
Regulus Black estaba condenado a convertirse en un mortífago desde el comienzo. Y Remus Lupin
no dudaría un segundo en seguirlo.

Lo que había cambiado era su relación con el matrimonio Black.

Después de un par de semanas en casa de los Malfoy, Walburga y Orión Black se hicieron
presentes. Regulus y Remus sabían que sucedería. Ambos habían discutido sobre ello al declinar la
oferta de los Potter de pasar el verano con ellos.

—Seguirán buscándote — le había dicho Remus — Tendremos un mejor control si lo manejamos


desde la casa de Lucius.

—Es más que eso — Regulus le respondió sin dejar de mirar por el ventanal de su habitación,
sentado a la orilla del marco — Necesitamos la influencia de los Malfoy.

Para poder sobrevivir, para poder llevar a cabo todos los planes que Reggie y él formaron juntos,
necesitaban tanta influencia, poder y conexiones como pudieran establecer. Tenían demasiado
enemigos después de su cacería de la venganza en Hogwarts. Pero Remus no estaba arrepentido de
ello. Volvería a perseguir a cada pobre y estúpida escoria que se atrevió a ofenderlos. El miedo
también era una buena manera de controlar a las malditas ratas.

—Como desee el joven amo Black — se burló.

Reggie le había sonreído en el reflejo del cristal, con la luz verdosa cayendo sobre él.

Así que, aceptaron la generosa oferta de los Malfoy. Porque durante ese verano no habría mayor
evento que el que se celebraría en la mansión para realizar la unión del estúpido de Lucius Malfoy
con Narcissa Black.

Narcissa los recibió en la mansión que los padres de Lucius le concedieron tras un ascenso en el
ministerio. Era una propiedad extensa ubicada en sus propios terrenos privados. Los Malfoy tenían
muchas hectáreas a su nombre al igual que diversas propiedades.

—Hay un gran bosque de caza — les anunció en su llegada — Donde pueden explorar durante las
lunas llenas.

—¿Malfoy no saldrá a perseguirnos con una escopeta y balas de plata? — había replicado Remus.

Regulus sonrió — Las cacerías mágicas son más sobre hechizos de localización y de inmovilizar a
tu presa.

—Bueno, tu querido Albus Dumbledore ha enviado una jaula de plata como cortesía de recibirlos.
Tienes esa opción.

Remus prefería arriesgarse a ser cazado por Lucius Malfoy que volver a esa jaula de mierda como
en el orfanato muggle. Al menos como lobo sabía que tendría la oportunidad de destrozar a Lucius
Malfoy.

No tenía idea de por qué Narcissa se había enamorado de alguien como Lucius Malfoy, y cómo
soportó todo un año a su lado sin usar imperio para deshacerse de él. Lucius era un supremacista
excesivo, arrogante y altanero.

—Sean bienvenidos a mi gran hogar. Sé que puede parecer demasiado para tu clase, Lupin. Pero
trata de adaptarte y disfrutar — le había sonreído con descaro.

Si Regulus no hubiera tomado su mano Remus le habría tirado un bombarda para incendiarle el
cabello rubio.

Al final llegó a la conclusión que Narcissa había logrado soportarlo al obsesionarse con la boda. El
evento se llevaba planificando desde que el compromiso entre ambas familias se formalizó cuando
Narcissa cumplió dieciséis años. Y todas las familias sangre pura, influyentes, distinguidas y útiles
deseaban ansiosamente asistir a ella.

Era la oportunidad perfecta para que Remus y Regulus pudieran establecer contacto con personas
casi tan poderosas como los Black.

Habría muchos magos oscuros, eso era seguro. Era con quienes más debían tener cuidado. Pero
también habría gente del ministerio de altos cargos.
Los Black habían conseguido una reputación de ser una familia bastante inclinada ante las ideas
del señor oscuro desde el incidente de navidad. Si bien, su influencia era demasiado poderosa
como para que las personas se revelaran contra ellos, era cierto que a Regulus le beneficiaba no ser
asociados con ellos.

Y por eso Narcissa había convencido a Lucius de que la mejor decisión para los Malfoy era
mostrarse como una familia neutral.

—Tu poder en el ministerio podría verse… influenciado, si muestran tan públicamente tu favor a
cierto señor tenebroso — sonrió Narcissa en la cena.

Malfoy era un idiota. Pero en cuanto escuchó que su poder podría ser cuestionado, obedeció las
palabras de Narcissa.

Ahora eso jugaba a favor de Regulus. Él fue acogido por una noble familia, sangre pura, influyente
y neutral en la dolorosa guerra en la que se encontraba la sociedad mágica de Reino Unido.

Fueron demasiados meses, viviendo bajo amenazas, siendo motivado por una venganza cruel y
despiadada, planeando y analizando cada movimiento.

Remus imaginó que Regulus casi esperaba que sus padres no aparecieran.

Pero entraron por la chimenea principal del salón de los Malfoy casi a finales de junio. Llegaron
desde la casa de los padres de Cissy. Ante cualquier filtración de los registros en la red flu, se
podría decir que los padres de Narcissa habían visitado a la novia un tiempo antes de su boda por
cuestiones relativas a esta.

—Hola, hijo mío — saludó Walburga acariciando el rostro de Regulus.

Se veían tan imponentes como la última vez que Remus los vio. Quizás un poco más crueles.

—Bienvenida, madre — la voz de Regulus era inexpresiva.

El corazón de Remus dolió. Regulus Black era un chico que fue criado para complacer a sus
padres. Al crecer junto a un alma indomable e impudente como Sirius Black, Regulus se declaró a
sí mismo ser exactamente lo que sus padres esperaban que fuera. Quería complacerlos. Desviar su
atención de Sirius. Evitar sus castigos y que por fin se sintieran orgullosos de él.

Pero la noche de navidad lo cambió.

Regulus vio a sus padres siendo capaces de asesinar a Sirius, a su hermano mayor, sobre una
maldita alfombra en la biblioteca. Por unos estúpidos explosivos en una cena de navidad.

Remus pensó que Regulus nunca fue consciente de cuánto hacía por ellos a causa del terror que le
inspiraban y cuánto era por su propio deseo de proteger a Sirius, hasta que tuvo que probar su
propio nombre y lo que en verdad deseaba en la vida.

Los meses en Hogwarts, con todo Slytherin repudiando su nombre y despreciándolo solo habían
demostrado a Regulus que el poder de los Black podría ser un arma, un escudo o la maldita causa
de su muerte.

Sus sentimientos hacia sus padres eran complicados.

Pero los Black tenían asuntos importantes que discutir.


—Van a convertirse en magos oscuros.

Fue algo que esperaban. Regulus siempre había aceptado aquello.

—Solo los magos declarados oscuros pueden postularse frente a los seguidores del señor oscuro,
como bien saben — les recordó Walburga Black.

—Así es, queridos tíos — concordó Lucius con una sonrisa engreída — Prometo ayudarlos en todo
lo que pueda, pero es una prioridad que el muchacho sea un mago completamente oscuro.

—Regulus debe recibir la marca a los dieciséis años — declaró Orión Black.

Remus y Narcissa guardaron silencio. Querían poder ver todo, cada señal de la ansiedad de los
Black por comprobar si la lealtad de su hijo estaba con ellos o no.

—Lo haré — la mirada de Regulus era de una furia helada — Me convertiré en un Black que los
enorgullezca.

Esa noche, Regulus Black sentía un gran mal humor y ansiedad, que luego Remus asociaría a un
patrón al despedirse de sus padres. La presión, el honor y la realidad sobre los hombros de un chico
de quince años.

—Vamos a una fiesta.

Reggie le había mirado con rabia — Está bien. Hagámoslo.

Remus sonrió algo sorprendido.

Fue la primera vez que Regulus escapó junto a Remus para recorrer las calles de Londres. Y la
emoción envolvió a Reggie. Algo parecido a sus noches deambulando por los pasadizos secretos de
Hogwarts.

Remus adoraba Londres. Siempre deseó que Regulus disfrutase de una noche siendo alguien libre y
sintiendo lo que él sentía, el dominio sobre una ciudad demasiado lluviosa, que podía protegerlos
de la guerra, los hombres lobos, las familias sangrientas, el fantasma de un hermano, y los planes.

Sin embargo, al llegar al bar, Regulus Black estaba inusualmente nervioso.

—Tal vez deberíamos seguir deambulando. Es algo que se me da bien — le dijo a Remus mirando
con desconfianza el letrero neón del bar donde la música resonaba incluso desde fuera.

—Reggie — Remus lo agarró de los hombros para mirarlo a los ojos — Te he visto torturar
personas sin dudar. ¿Estás nervioso por ser un chico normal?

Regulus frunció el ceño — Soy un sangrepura.

Remus sonrió — Solo sé tú, pero no digas nada de tu sangre, puede ser escalofriante y asegúrate de
no decir nada mágico, la mayoría de las personas aquí están muy borrachas, pero de todos modos
pude ser muy raro de explicar que somos dos magos menores de edad que se escaparon de una
lujosa mansión y que son potenciales espías en una guerra mágica.

El chico puso los ojos en blanco — Sí, Remus, estoy seguro de que podré evitar hablar de eso.

—Adelante, después de ti — hizo una reverencia.


—Pero somos menores — observó Regulus.

Remus se rio. Ese maldito Black.

Esa noche bebieron y bailaron y se divirtieron.

Regulus Black descubrió en ese maldito bar de Londres que amaba esa libertad casi tanto como
Remus. O incluso un poco más. Estaba en su naturaleza, pensó Remus cuando lo vio despedirse
con una sonrisa de una chica que aún suspiraba su nombre. Ese deseo de querer soltarse de todo ese
control de los Black y tener el poder sobre su vida por una maldita vez.

Desde entonces se volvió la mejor forma de tomar un maldito respiro de toda la mierda que
enfrentaban.

Fue a buscar a Regulus al terminar con el bajista y despedirse en el oscuro callejón.

Sus sentidos de lobo eran agudos, incluso con el alcohol, el sudor, la música y la desorientación de
ese hormigueo de placer aún en su piel.

Encontró a Regulus unas calles abajo.

Reggie le sonrió a Remus al verlo. Tenía rastros de labial en el cuello y el cabello desordenado.
Algo bastante inapropiado para el distinguido heredero de los Black.

—Zorra.

Regulus se rio — Perra.

Lo rodeo con el brazo y comenzaron a caminar por esas calles. Ambos podrían pedirle a Kreacher
que los llevase de vuelta a la mansión Malfoy, el maldito elfo seguía firmemente leal a cada
petición del joven amo Black. Pero les gustaba esto. La luna en lo alto del cielo. El sonido de sus
pasos. El aire fresco de la noche. Y la seguridad de la oscuridad.
Cartas

7 de agosto, 1976

— Tus padres deben estar muy complacidos con tu unión.

Walburga Black tomaba un té negro. Por supuesto.

Narcissa sonrió con cordialidad —Así es.

Remus y Regulus contemplaban la conversación en un respetuoso silencio. Lo que se traducía en


una maldita resaca de mierda con la que no esperaban la visita inoportuna de la madre de Regulus.
Pasaron la noche alrededor de la piscina emborrachándose con un whiskey de fuego que robaron de
la oficina de Malfoy.

Pero Walburga Black cada vez hacía más eso, aparecerse sin razón alguna, ansiosa por comprobar
si la lealtad de Regulus había cambiado. Remus imaginó que los comentarios sobre Regulus Black
siendo un seguidor de Dumbledore le enloquecían.

Narcissa los miró con odio cuando percibió el aroma a alcohol en ellos. Los mataría, odiaba tener
que recibir a su tía. Pero ferozmente leal, no los dejaría a merced de Walburga. Temían demasiado
a su locura.

—Querida, ¿cuándo te unirás a nuestro señor oscuro?

— Lo siento, tía. Pero estoy priorizando mi matrimonio. Lucius ya se ha unido, y eso es suficiente
para ambos.

Remus se concentró para no reírse. Lucius había tratado de convencer a Narcissa de unirse a los
mortífagos. Era Narcissa quien declino cada insistencia de su futuro marido.

—Somos un equipo — diría Cissy.

—Debemos formar parte de cada bando por el bienestar de la familia — seguiría diciendo.

—Alguien tiene que encargarse de los terrenos e inversiones en vez de perseguir sangres sucias,
Lucius Malfoy — finalizaría con un brillo peligroso en su mirada.

Cada vez, Lucius parecía un poco más convencido de que el lugar de Narcissa era en la mansión y
lejos de la guerra. Solo volvería a tocar el tema cuando alguien más le cuestionara por qué su
querida futura esposa no se había consagrado a los seguidores de Lord Voldemort. Porque era un
maldito idiota.

—Bella se ha unido, incluso estando casada — objetó Walburga con una mirada escrutadora.

Narcissa sonrió con frialdad — Pero mi amada hermana no está enamorada de su esposo.

—¿Alguien lo está? — se burló su tía.

Remus y Regulus compartieron una breve mirada.

Sí, los mataría. Alguien le avisaría a Dumbledore que sus cuerpos desaparecieron misteriosamente.
Quizás Narcissa sería capaz de hacerle creer que huyeron.

—Estoy muy enamorada de mi esposo, tía — la sonrisa de Narcissa se había vuelto cruel — Estoy
segura de que mi hermana y su esposo pueden dedicarse completamente al señor oscuro. Y eso es
algo admirable, es verdad — El brillo en sus ojos estaba lleno de rencor — Pero, tía, no permitiré
que venga a mi casa, días antes de mi boda, y me diga qué debo hacer cuando estoy a punto de
dedicar mi vida a la familia.

Era más que eso.

Narcissa no se creía las malditas estupideces de Lord Voldemort.

Es cierto que apreciaba sus privilegios de sangre pura, había crecido rodeada de lujos, privilegios y
poder. Pero también despreciaba profundamente muchas cosas arraigadas en las familias nobles.
Por eso buscó un buen apellido para desprenderse de los Black, porque sus tradiciones y
expectativas eran aplastantes. Huyo a su propia manera. Y era increíble que amara a Malfoy de la
misma manera en la que le resultaba sencillo actuar discretamente detrás de él. Era su amante, es
cierto, Remus percibía un gran afecto en la mirada de Narcissa al verlo llegar y una sonrisa
iluminadora después de besarlo, diferente a sus sonrisas calculadas. Pero también Lucius Malfoy
representaba un escudo para ella. Buen nombre, fortuna, un hogar y facilidad para manipular las
cosas tal y cómo ella quería.

Narcissa no se uniría a los mortífagos.

A ella le daba igual lo que hicieran con los mestizos, los sangresucias o las demás criaturas
oscuras, mientras que las personas que ella apreciaba siguieran disfrutando de una vida ventajosa.
Esa era su prioridad. Por eso quería encargarse personalmente de las finanzas de los Malfoy
mientras Lucius se colocaba mascaras para perseguir nacidos de muggles en una cacería con sus
viejos amigos del colegio.

Remus lo entendía. Del mismo modo que entendía que Regulus tendría arraigado en lo más
profundo de su ser cierto desprecio e indiferencia a los mestizos y nacidos de muggles. Por mucho
que fueran sus aliados, que a él lo considerasen distinto, ellos dos crecieron en la familia más
supremacista de toda la sociedad mágica de Inglaterra.

Pero que a Narcissa le fuera indiferente el hecho de que su futuro esposo fuera un mortífago no
significaba que ella misma fuera aceptar ser arrastrada a la guerra y pelear por alguien más que no
fuera su familia. No tenía ninguna intención de ser marcada y seguir ordenes de forma sumisa.

Remus sonrió al mirar a Regulus, un Black no nacía para servir a alguien más.

Walburga se rio — Niña, hablas como si unirse al señor oscuro no fuera un gran honor.

La mirada de Narcissa era filosa — Es un orgullo que mi esposo sea un fiel seguidor. Y estoy
segura de que el señor oscuro comprende que la labor que he elegido también es beneficiosa para
él. Sé de buena fuente que Lord Voldemort es partidario del resurgimiento de las familias sangre
pura.

Un inquietante silencio.

Incluso el profeta se rehusaba ya a nombrar a Lord Voldemort.

—No digas su nombre, insolente.

Narcissa se rio, una risa llena de desprecio — Pero, tía, no estará insinuando que los nobles Black
están por debajo del señor oscuro. No cuando todos sabemos que, si debe haber un rey, entonces
ese debe ser Regulus.

La mirada de Walburga buscó a su hijo — Eso es verdad.

El plan. La única manera de amortiguar las cosas con Walburga Black en una de sus visitas era
recordarle el plan. Estaba ansiosa. El hecho de que la mayor parte de toda su familia ya sirviera al
señor oscuro la impacientaba. Regulus aún tenía quince años. Aún no se declaraba oscuro, no eran
las fechas indicadas para ello. Tenían que esperar al Yule. Pero Walburga Black quería ver a su
hijo reinar sobre todos, ser el verdadero señor oscuro.

Lo que sea que vio en su hijo, basto para que sus hombros se relajaran y sonriera.

Cuando Walburga Black se desvaneció en las cenizas de la chimenea. Narcissa tiró rayos en su
dirección.

—¡Voy a desconectar esa maldita red!

Era escalofriante su belleza fría y despiadada al verse furiosa.

Regulus asintió — Estás enojada.

Remus le pegó una patada.

Pero Narcissa seguía mirando con desprecio la chimenea, demasiado enojada aún como para
reparar en ellos.

—Maldita vieja de mierda — escupió Narcissa con rabia — Es mi matrimonio, es mi casa y se


atreve a insistir en unirme a los mortífagos. Solo quieren seguir ciegamente a ese maldito mago.
Jamás, jamás me inclinaré ante nadie.

Remus sonrió. Le gustaba la ferocidad de Narcissa. Desde el principio, se había sentido


impresionado por ella. Después de todo, si Regulus era el príncipe oscuro, entonces Narcissa había
sido una de las princesas de la oscuridad. Nada en su crianza le dictaría ser una seguidora.

—¿Qué es lo que quieres? — preguntó Remus algo emocionado.

—Proteger esta familia — declaró sin dudar antes de voltearse hacía ellos — Así que, apúrense,
doble entrenamiento como castigo. Ahora.

Desde la llegada de Regulus a Hogwarts, Narcissa había sido impasible con su entrenamiento. Eso
contaba a Remus también. Porque Narcissa era una gran maestra, ella jamás negaría las artes
oscuras a ningún mago que se lo pidiera.

Por eso a los doce años, Remus comenzó a aprender legeremancia y oclumancia a la vez junto a
Regulus Black.

Narcissa vio grandes aptitudes en ambos desde el comienzo.

—Regulus es un Black. Es algo que lleva en la sangre. Remus tiene un gran talento, es casi natural
para él hacer magia. Pero ambos son imprudentes, intensos y testarudos. Hasta que dominen la
oclumancia por completo no seguirán avanzando en la legeremancia. Necesitan aprender a
protegerse antes de atacar.

Ese fue el año en que Remus comprendió, por primera vez en su vida, de que era horrible en la
oclumancia. No fue la última vez que lo pensó. Incluso cinco años después, seguía pensando que
no tenía lo necesario para dominar ese arte.

—Debes controlar tus emociones — observó Narcissa.

—Mis emociones son una mierda — repitió Remus, tal como cuando tenía doce años. Culpaba al
lobo. Sus instintos, sus deseos de desgarrar todo, de destruirlos, su manera de responder ferozmente
a cualquier provocación.

—Piensa que es la única forma de mantener a Regulus a salvo. Nadie debe encontrar la verdad a
través de tus recuerdos.

Narcissa sabía dónde golpear para hacer más efectivo el entrenamiento. Desde hace cinco años y
ahora mismo.

—Los mortífagos buscaran cualquier señal de engaño. No piensen que pueden engatusarlos solo
con palabras. Deben ser capaces de hacerles creer que son completamente leales, que encontraron
en sus recuerdos los que ellos buscaban y proteger a toda costa la verdad. Si ellos ven que son
traidores, entonces están muertos. Y les recuerdo que nadie ha encontrado nunca los cuerpos de los
traidores de Lord Voldemort. Los destruye.

Regulus era mejor que él. Avanzó rápidamente. Sus años en la mansión Black fueron el
entrenamiento necesario para que Regulus tuviera el talento de ocultar sus emociones, sus
pensamientos y recuerdos con mayor facilidad.

—Es como si pusieras otros recuerdos encima de los que buscan. Como inventarte una historia y de
verdad creer que eso lo es todo — le dijo a Remus.

—¿Estás listo? — le preguntó Narcissa.

—No.

Cissy sonrió con crueldad — Eso quería oír.

Remus tardaba unos momentos antes de darse cuenta de lo que Narcissa buscaba en su mente. Pero
ya no era el mismo que hace cinco años. Ahora tenía más personas que querer proteger. Más cosas
que esconder. Y un mayor control en los recuerdos a los que tenía acceso.

El primer día de entrenamiento, cuando llegaron a la mansión, Narcissa le había sacado el recuerdo
de Sirius Black en el balcón. No había hechos preguntas. Una reacción demasiado similar al
silencio frío de Regulus ante el tema.

Después de ese día, Remus ocultó en lo más profundo de su ser cada recuerdo, pensamiento e idea
respecto a Sirius Black cada vez que practicaban oclumancia. E incluso comenzó a hacerlo durante
el día. Narcissa era una maestra intensa, sentiría su presencia en su mente en medio de la cena, o
cuando tomaban el sol junto a la piscina, o incluso antes de tomar una ducha. Narcissa buscaba
atacarlos con la guardia baja porque eso es lo que harían otros.

Remus lo entendió. Y después de dos meses, era capaz de percibirla, prepararse y redirigirla luego
de unos segundos.

Buscaba el recuerdo de Sirius. Lo percibía como una impaciencia ante la búsqueda de los rostros
en sus recuerdos.

No se lo daría. Era suyo. Cada uno de esos momentos. No era como si los apreciara o fuera
importante. Pero el lobo se sentía extrañamente feroz al pensar en alguien más inmiscuyéndose en
su presa. Sirius Black era su maldita presa.

La redirigió a su aventura con el bajista del bar.

Narcissa se desconectó con un suspiró cansado — ¿Un muggle, Remus? ¿En serio?

Remus sonrió — Es mi encanto. No puedo hacer mucho al respecto.

La sensación de la magia hormigueando.

—¡Mordeo! — maldijo Narcissa.

—¡Repelio! — esquivó Remus.

—No más muggles, Lupin — gruño — Es una orden.

Narcissa recibía cartas seguido. Por sus negocios, sus inversiones, las finanzas, los contratos. Los
Malfoy no querían dejarla a cargo de algunas de las propiedades hasta después de su matrimonio,
pero Lucius le había concedido el permiso ante su línea de tiendas de ingredientes mágicos. Era
suficiente para que Narcissa les demostrase el valor de su mente astuta y aguda.

—¿Cómo eres tan buena con los números y las inversiones? — le preguntó Remus una vez que la
ayudaba a organizar la correspondencia, mirando cada carta antes de mandarla volando con su
varita a su lugar correspondiente en el gran escritorio de la oficina de Narcissa.

Regulus le explicó a Remus que hacer magia en un hogar de una familia mágica inhabilitaba el
sensor de la restricción de magia en menores de edad. Por eso sus padres seguían siendo obsesivos
sobre sus estudios prácticos durante todo el verano cada año que volvía a casa. Remus pensó que
era una injusticia hacia los nacidos de muggles. Pero no le sorprendió. Muchas cosas en el
ministerio estaban creadas por los malditos supremacistas, por supuesto que se aprovecharían de
vacíos legales que ellos mismos inventaron.

Narcissa lo miró un momento mientras dejaba una pluma escribiendo sola.

—Mi padre siempre anheló un hijo. No tuvo ninguno — se encogió de hombros — Así que cuando
nací yo, la menor de todas sus hijas, él se conformó conmigo para heredarme algunas habilidades
útiles. Creo que de verdad disfrutó de que aprendiera rápido y por eso me hizo parte de las finanzas
de la familia. Lamentaba no heredarme algunas de las propiedades de los Black.

Remus la miró confundido — ¿No tienes acceso a la herencia?

Cissy sonrió con frialdad — Solo para los herederos Black. Esta maldita para que solo un heredero
varón pueda acceder a la herencia.

—Eso es una mierda.

—Lo es. Pero no lo necesito. Duplicaré el dinero de los Malfoy. Entonces sentiré que de verdad me
pertenece.

Así era Narcissa Black. Pronto cambiaría su nombre, pero no cambiaría la chica hermosa y
mortífera que Remus conoció como prefecta. A esa buscadora que arrasaba con todo a su alrededor
por su objetivo. Le encantaba eso de Narcissa, quizás por eso fue el primer enamoramiento de
Remus en Hogwarts.

Remus se detuvo ante una carta. A.B.T firmaba con una elegante letra. La examinó, dejando el
hechizo que levitaba las cartas.

—¿Quién es A. B. T?

Los ojos de Narcissa brillaron. Remus casi pensó en que era un brillo de susto. Pero Narcissa no le
temería a una carta. Rápidamente lo ocultó en una máscara fría —Esa es… es de alguien a quien se
supone que no debo responder.

Remus la observó. Narcissa no parecía dispuesta a explicar nada más.

—La quemaré — declaró.

Narcissa le arrancó la carta de las manos aferrándola contra su pecho —¡No!

Ambos se miraron durante un momento. Remus estaba intrigado ahora. Narcissa se veía atrapada,
una reacción extraña en ella.

—Está bien. No es asunto mío si tienes un amante — intentó bromear.

Pero Narcissa miró hacia abajo y suspiró antes de volver a enfrentar su mirada, algo que nunca
había visto antes se reflejó en sus ojos, vulnerabilidad —Es… es de mi hermana. Bueno, ex
hermana, supongo.

¿Por qué los Black debían tener relaciones tan complicadas con sus hermanos? Pensó Remus con
cansancio.

—Andrómeda Black Tonks.

—La que huyó.

—La que nos dejó — replicó la voz rencorosa de Narcissa.

Remus miró la carta en manos de Narcissa —¿Aún se escriben?

—No, yo… — Narcissa desvió la mirada — Yo no suelo responder. Pero ella sigue enviando una
cada semana.

—Por Merlín, ¿de qué puede hablar cada semana?

Narcissa se rio — De muchas cosas al parecer. Me escribe sobre una canción que le gusto y le
recordó a mí —. Sonrió levemente —. Sobre su vida en esa granja en la que vive. Sobre su
pequeña hija y sobre… —. Hizo una mueca de desprecio. — Sobre ese maldito marido por el cual
nos dejó.

De nuevo esa mirada. La misma que había visto en Narcissa cuando les explicó que la peor traición
de un Slytherin es traicionar a su sangre. Ahí estaba la causa.

—Nos escribió — le confesó — A Regulus y a mí.

La tensión en sus hombros disminuyó — Por supuesto que lo hizo. Ja, ella nos deja y aun así…

Aun así, seguía preocupada por ellos, pensó Remus. Él era hijo único, y huérfano, de hecho. No
entendía realmente cómo era la relación de Narcissa con Andrómeda, como tampoco entendía la de
Regulus con Sirius Black. Pero si entendía una cosa. Tanto Narcissa como Regulus se querían
muchísimo, porque ambos sentían que los dejaron atrás.

Regulus estaba intentando… algo. Con su relación con Sirius. Después de que las cosas cambiaran
en navidad y en el cumpleaños de Reggie. Incluso ahora se enviaban torpes notas con mensajes
difusos sobre su verano, intentando reconectar algo que resurgía cada vez que uno de ellos estaba
en peligro.

Sabía que Andrómeda había escapado para casarse con un sangresucia y eso fue la causa de su
deshonra al árbol genealógico de los Black. Sin embargo, le costaba pensar que Narcissa le
guardase rencor solo por casarse con un nacido de muggles. No coincidía con la chica que quería
tan ferozmente a su familia, a la mujer que era capaz de apreciarle tanto a él, una criatura oscura,
como para arriesgarse a ser cómplice de sus planes, solo para asegurarse de que aprendieran a
defenderse para sobrevivir.

Quizás había algo más. Quizás fuera lo mismo que Regulus cuando fue rechazado una y otra vez
por Sirius. Pero Remus pensó que no tenía sentido que no respondiera esa carta, a la que se aferraba
con tantas fuerzas.

—Podrías responder.

—No lo haré.

Silencio.

—Ni siquiera sé qué decirle — confesó Narcissa.

—Podrías hablarle sobre la boda — sugirió Remus — Y sobre tus inversiones. Y sobre lo mucho
que sigues odiando a tu tía Walburga.

—No lo haré — insistió trazando con sus dedos cada curva en la elegante y hermosa letra en el
sobre.

Remus sonrió —Está bien.

Remus y Regulus se encontraban tomando luz lunar al borde de la gran piscina. Era la luna
creciente. La que avecinaba a la bestia. Pero Narcissa les había indicado que era una cosa necesaria
para llenarse de la energía lunar, uno de sus ritos como magos oscuros.

—Tengo suficiente de energía lunar, Cissy — bromeó Remus —. Te lo juro.

Regulus bufo.

Narcissa estrecho la mirada — Ambos. Luna. Hoy. ¿Necesitan que sea más clara?

—No, Cissy — sonrió Regulus.

Por lo menos no habían tenido que desnudarse. Dibujaron un círculo mágico bajo la piscina, con
runas de protección y atracción, para canalizar la energía lunar en el agua y solo tendrían que saltar
al agua cuando la luna llegase a su punto máximo en el cielo.

Habían realizado otros ritos durante el verano, pero la mayoría se concentraba en protegerse y
canalizar energía. Narcissa decía que enfocaba la magia y ayudaba a hacer más sencilla la
transición a mago oscuro.

—La oscuridad es una energía que te reclama y protege. Pero es intensa y poderosa. Ambos tienen
que saber controlar su magia y su energía o cuando pasen por los demás ritos va a ser…
excesivamente doloroso para sus cuerpos.

Así que, ambos estaban en el borde mirando las estrellas.

—¿Qué se siente besar a un chico?

—¿Por qué? ¿Quieres besarme? — bromeó Remus y le dio otra calada a su cigarrillo. Narcissa no
había dicho nada contra fumar durante un rito mágico.

—Besarte sería como besar a Sirius — respondió Regulus de forma cortante.

Remus tosió — ¿Por qué lo dices?

—Eres como un hermano.

Ah. Volvía a sentir que su corazón podía latir.

El tema de Sirius aún era algo complicado, en diversas maneras. Nunca habían peleado como esa
vez que Regulus le preguntó si se acostaba con Sirius. Después de las amenazas y la venganza en
Slytherin. Regulus optó por ignorar el asunto. No hablaban sobre ello. Remus aun no sabía qué
sentía Regulus sobre ello. Sobre Remus y Sirius teniendo algo. Pero no era de extrañar, ni siquiera
estaba seguro sobre qué sentir exactamente sobre Sirius Black.

Era el idiota que despreciaba por abandonarlos, luego era el idiota que defendía a Regulus y
finalmente era el idiota de la noche en el balcón. Sincero, vulnerable, tan… familiar.

Sirius Black y él se habían estado enviando algunas cartas. La mayoría eran sobre Reggie.

Sabía que Sirius le escribía también a Regulus, tal y como él le había aconsejado. Se daba cuenta
de cuando su amigo recibía las cartas de su hermano porque reprimía una sonrisa al leerlas. Y
Remus tenía que decirse a sí mismo que la felicidad de Reggie era la única razón por la cual se
sentía algo satisfecho de recibir su propia carta.

Sirius Black le hablaba de muchas cosas. Al principio eran más unas notas que cartas. Pero
comenzaron a ser historias sobre los Potter. Sobre los merodeadores. A veces diría algo sobre él. Y
la parte favorita de Remus era cuando le contaba sobre el pequeño Reg.

Lupin,

El color favorito de Regulus era el verde. Podía vestir durante un mes solamente capas y trajes
de tonalidades verdes. Hasta que Bella le dijo que se veía como un sapo. Regulus se enfadó
tanto que hizo que empezaran a salir sapos del vestido de Bellatrix. Y Kreacher la hechizó para
que no pudiera usar su varita.

Me echaron la culpa a mí, por supuesto.

Regulus estaba aterrorizado del castigo. Era un tonto. Jamás lo delaté. Jamás lo haría.
Me dejaron un mes en silencio, pero Regulus estuvo cada día pasándome notas. Y considerando
que Bellatrix quería hacerme comer sapos, supongo que el silencio fue mejor.

Sirius Orion Black

Remus guardaba cada una de esas cartas.

La última había sido de hace unos días.

Lupin,

Regulus dice que están a salvo de los ataques de los hombres lobos. También me ha
mencionado que soy un imbécil por estar preocupado. Pero, en serio, ¿están bien? Los Potter
siguen bajo protección por diversos alzamientos en el trabajo del señor Potter y casi no veo a la
señora Potter por su trabajo en San Mungos. Prongs y yo estamos bien, vamos a casa de
Wormtail un par de veces a la semana, pero aparte de las amenazas mágicas está siendo un
verano sensacional.

Me gustaría ver a Regulus pronto. ¿Está bien? ¿Está disfrutando su verano?

PD: ¿Ya has conocido a alguien más? ¿O sigues pensando en mi cada maldita noche?

Sirius Orion Black.

Remus se había reído. Que bastardo desgraciado.

Black,

Deja de ser un maldito idiota.

Regulus se encuentra bien Me he asegurado de ello.

Está disfrutando su verano, quizás incluso más de lo que habíamos imaginado.

Está bien, en serio.

Quizás tengas oportunidad de verlo en la boda de los Malfoy, Narcissa le ha informado a Reggie
que te ha enviado una invitación. Pero dice que no permitirá que entres con esa maldita
chaqueta de cuero.

Casi estuve de acuerdo.

¿Vendrás?

PD: Deja de meterte en mis asuntos, Black. Te dije que encontraría a alguien más con quien
divertirme.
Remus John Lupin.

Lupin,

Sé que deseas verme con esa maldita chaqueta de cuero, no te decepcionaré.

Estaré ahí, puedes decirle a Reg, parece no creerme cuando le dije que había confirmado mi
invitación. De verdad quiero verlo.

PD: Estoy seguro de que nadie te hace reaccionar como yo. Lo comprobaremos en la boda.

Sirius Orion Black.

Apagó su cigarrillo y buscó la mirada de Regulus —¿A quién besarías?

—No lo sé… ¿Barty?

Remus se rio — Ese idiota está obsesionado contigo.

La lealtad fiel de Barty Crouch Junior hacia Regulus consistía en que lo veía como alguien
excepcional, como un ídolo al cual seguir. Remus se preguntó dónde iría Barty si no tuviera a
Regulus. Pero bien podría hacerse la misma pregunta a sí mismo. ¿Dónde estaría ahora si no
hubiera conocido a Regulus Black ese día en el tren?

En un maldito orfanato, pensó buscando la constelación de leo.

O muerto.
La boda de los Malfoy parte 1

12 de agosto, 1976

El mayor evento del puto año.

Los elfos domésticos estaban a punto de echarse a llorar. Semanas sin dormir y ataques de pánico
para que cada detalle fuera perfecto dentro de los jardines principales.

—Las familias sangre puras tienen como traición familiar celebrar sus bodas dentro de sus propios
terrenos.

—Bastardos ricos — respondió Remus pensando en que ni siquiera los elfos de Hogwarts habían
tenido que enfrentar tanta presión y trabajo al preparar sus grandes cenas en festividades.

Pero la escena principal consistía en un círculo mágico con runas de unión.

—¿Por qué? — preguntó Remus con una mueca — ¿Por qué tienen que hacer que todo sea tan
raro?

—Los círculos mágicos ya no suelen usarse en bodas — explicó Regulus divertido con la
frustración de su amigo — Pero la gran y noble familia Black es fiel a las tradiciones.

Remus gruño. Parecía que realizarían un rito oscuro en vez de una boda.

Aunque toda la ceremonia se veía realmente costosa, lujosa y mágica.

Las decoraciones de estrellas y constelaciones reproducidas con la magia de los elfos. Los Black
tenían una gran obsesión con las estrellas, de eso no había duda.

Narcisos delicadamente tallados en gemas preciosas cubrían el respaldo de las sillas de obsidianas
de los invitados, las flores estaban hechizadas para abrirse cuando la novia apareciera en la escena.

Y había una gran fogata de ardiente fuego azul en medio del círculo mágico.

Se parecía un poco a las celebraciones de Halloween de Slytherin. Pero todo era asquerosamente
costoso y un tanto exagerado. Remus se sentía como un maldito huérfano pobre con solo ver la
seda de las servilletas de los invitados.

Sin embargo, era el día de Cissy.

Y después de todo, era la oportunidad perfecta para establecer conexiones y aliados. Se esperaban
muchos invitados. Veintisiete de las familias de los sangrados veintiocho fueron invitadas. Figuras
importantes del ministerio, conexiones políticas, personas adineradas, con influencias, con dinero y
conocidos importantes. Todo aquel que creyese ser alguien dentro de la sociedad mágica se moría
por asistir a este evento.

Remus tocó la puerta de la habitación en la que Narcissa se estaba preparando para la boda.

Regulus estaba en la recepción para saludar a los invitados junto a su tía y los padrinos mientras
que Lucius Malfoy sufría una crisis de nervios.
La puerta se abrió y Narcissa lo miró desde el reflejo del espejo, con su varita en la mano.

—Hola, niño — sonrió.

Remus entró.

—Hola, señora Malfoy.

Narcissa había recogido su cabello en un complicado peinado para lucir la hermosa diadema
diamantes y esmeraldas que era reliquia entre los Black. Y estaba por finalizar su maquillaje teatral
que le daba una mirada despiadada y atractiva. Sus ojos se encontraron en el reflejo del espejo
cuando Remus se inclinó detrás de ella.

—Te ves preciosa, Cissy — susurró y cogió la mano de la bruja para besarla dulcemente.

Narcissa volteó a verlo con una sonrisa complacida — Gracias, Lupin.

—¿Estás completamente segura de que no quieres huir? — bromeó jugando con el anillo en la
mano de la bruja — Aún hay tiempo si nos apresuramos.

Narcissa apretó la mano de Remus — Sabes, a pesar de todo lo que ha ocurrido… Me alegra que
gracias a eso hayas podido estar aquí este día.

Ambos sabían a qué se refería. A él también le alegraba no estar en el maldito orfanato. Aunque
fuera para verla casarse con el imbécil de Lucius Malfoy.

Cissy sonrió con afecto — Eras un mocoso imprudente y agresivo la primera vez que te vi. Y
luego te convertiste en el mejor amigo de mi primo favorito. Y ahora eres uno de mis protegidos,
¿lo entiendes?

El chico la observó. La intensidad de sus palabras lo aturdió.

—Ahora seré una Malfoy en todo y nombre —. La mano de Narcissa sobre la suya lucía el anillo
de esmeraldas de su compromiso —. Pero siempre defenderé a mis protegidos. Eres nuestro,
Remus. Te apoyaré en todo lo que pueda.

Remus se inclinó ante ella. Su relación con Narcissa Black era tan difícil de explicar como la
conexión que Remus había sentido con Regulus años atrás. La chica fue una guía, una maestra y
una aliada demasiado valiosa para ponerle nombre a lo que sentía por ella.

Su gratitud ni siquiera era suficiente ante la confianza y lealtad que Narcissa le prometía.

—No te decepcionaré — prometió.

Una mirada satisfecha — Lo sé.

Remus la acompañó al bajar las escaleras de la mansión, y se quedó junto a ella unos momentos
antes de dirigirse con los demás invitados.

—Cissy — susurró.

Narcissa lo miró, se veía hermosa.

—Espero que puedas ser feliz. Incluso si es con Malfoy.

Narcissa sonrió — Lo seré. Seré muy feliz, Lupin.


El padre de Narcissa había muerto hace dos años. Pero cuando Narcissa Black apareció en la
escena, no se veía sola. Era una mujer imponente, hermosa y mortífera.

Su vestido de encaje negro se apegaba a la esbelta figura y resaltaba el aura poderosa que Narcissa
tenía por naturaleza. Dio cada paso hacía el círculo mágico con gran determinación y elegancia.

Bellatrix Lestrange y Vincent Crabbe aguardaban a cada lado del círculo mágico, Lucius ubicado
junto al fuego, los resplandores azules reflejados en su mirada embelesada por el ser que era su
prometida.

Y entonces los Malfoy realizaron un juramento inquebrantable.

—Juro ser tu esposo y amarte para siempre — declaró Lucius.

—Juro ser tu esposa y priorizar la familia, ante todo — declaró Narcissa.

Para Malfoy podía significar que Narcissa juraba lealtad a los Malfoy. Pero Remus escuchó esas
palabras cuidadosamente escogidas para poder proteger a todo aquel que ella considerase familia.
Narcissa y su astucia.

—No sé si es romántico o espeluznante — susurró Remus.

Reggie sonrió — Bienvenido a los matrimonios sangre pura.

Sin embargo, Narcissa sonrió complacida cuando la ceremonia del rito de unión terminó y Lucius
Malfoy la besó frente a todos.

Los invitados charlaban animadamente, era una oportunidad única para establecer conexiones con
facilidad. Y el nuevo matrimonio Malfoy eran los que dirigían las alianzas que se formarían.

—Remus, ¿he tenido el placer de presentarte a la ministra de magia de Alemania? — Narcissa


preguntó animadamente — Él es Remus Lupin, es uno de mis protegidos de mis años en Hogwarts,
un mago con un gran talento. Remus, saluda a Irina Hargreeves.

—Es una de las brujas más poderosas que he tenido el placer de conocer en mi vida — saludó
Remus con una sonrisa encantadora — Soy un gran fan del trabajo que ha desarrollado en el
ministerio alemán.

— Me halagas — respondió complacida — Espero poder volverte a encontrar cuando seas parte
del ministerio de Reino Unido.

Por su parte, Lucius Malfoy presentaba a Regulus con gran orgullo — Es el joven heredero del
legado Black, pero ahora es mi más querido primo. Regulus es toda una promesa del más noble y
antiguo de los linajes mágicos.

Regulus sonreía con carisma — He esperado un gran tiempo para conocerlo, señor Morgan.
Admiro profundamente su trabajo en las inversiones de las pociones mágicas. Es fascinante que
gracias a usted y su familia se logre desarrollar más la investigación mágica.
—Es un chico inteligente el que ha adoptado tu familia, Malfoy. ¿Joven Black? ¿Te interesa la
investigación mágica?

—Por supuesto. Explorar el descubrimiento mágico es algo que pienso que se debería desarrollar
en nuevas propuestas del ministerio. Me gustaría formar parte de ello después de graduarme.

Reggie tenía un encanto innato, las personas se sentían atraídas hacia él, por su belleza, por su
estatus, por su magia.

Remus sonrió al tomar una copa de las bandejas que volaban a su alrededor mientras veía que
Regulus discutía animadamente en francés con uno de los ministros de Francia.

El lugar de Regulus era ahí, le encantaba jugar con las personas, planear estrategias y pensar
cuidadosamente en sus siguientes movimientos. Eso lo convertiría en un buen político. Y estar en
medio del juego tendría que ser suficiente para mantenerlo a salvo durante la maldita guerra.

Lo discutieron durante largas noches. Ambos intuían que Lord Voldemort no estaba realmente
interesado en convertirse en un líder político como en el caso de Grindelwald. Con todo su poder,
con todos sus seguidores y su talento podría haber jugado un gran rol como ministro de magia.
Pero no, estaba atacando desde la misma sociedad, desde su élite mágica y a través de sus peones
con las criaturas oscuras.

Eso dejaba el lugar libre. Seguramente al final elegiría a uno de sus leales mortífagos para cargar
con el rol de títere bajo sus órdenes. Necesitaban que el joven amo Black fuera el elegido para el
puesto.

Lord Voldemort subestimaba el poder político del ministerio. Y por eso convertía al ministerio en
el mejor lugar donde actuar desde ambos bandos. Tanto Dumbledore como el señor oscuro creerían
tener el control, mientras que Regulus Black se convertía en una figura pública intocable.

Narcissa había estado de acuerdo con ello, demasiado consciente de que el poder político era el
arma que tanto el señor oscuro como Albus Dumbledore habían despreciado.

A Remus le fascinaba. Estaba emocionado por ver cuánto caos era capaz de crear Regulus Black en
medio de la guerra.

Regulus sonreía coqueto a la querida hija del ministro de Francia.

Era un bastardo talentoso, eso seguro.

Remus tragó lentamente el contenido de la copa.

Y fue entonces que sintió a Sirius Black a su alrededor.

Lo había visto aparecer junto a los Pettigrew. Los Potter fueron excluidos de la lista de invitados,
por algo sobre una antigua rivalidad entre el abuelo de Lucius Malfoy y uno de los Potter. Por eso
Reggie pensaba que Sirius no aparecería.

—No va a ningún lugar sin su jodido novio — se quejó.

Pero Sirius Black estaba ahí. Resaltaba con un traje color vino y su camisa negra, el color
contrastando contra su pálida piel. Por supuesto que había aparecido con esas malditas botas de
combate que hicieron que Remus sonriera divertido al verlo. No podía quitarle los ojos de encima.
Sirius llevaba el cabello atado en una elegante coleta alta. Y Remus supuso que estaba usando
delineador como una estrella de rock, porque sus ojos nunca se habían visto tan azules y
malditamente hechizantes.

Lo odio tan solo verlo.

Y tomó todo su mejor esfuerzo de autocontrol no mirar en su dirección durante la ceremonia. Tenía
que centrarse para que su plan funcionase. Pero la bestia le susurraba que el plan iba bien. Regulus
estaba haciendo un trabajo extraordinario engatusando a los altos cargos y las familias influyentes.

Sintió ese hormigueo bajo su piel, de ansías y urgencia, cuando sus miradas se cruzaron.

Sirius le sonrió engreído.

—Black.

—Lupin.

Remus despreciaba cada una de las sensaciones que su voz ronca le provoco.

¿En qué punto se encontraban ahora? ¿Eran amigos, aliados o algo inexplicable?

El lobo estaba atento a la cercanía de Sirius, a lo abrumadora que era su magia alrededor después
de tanto tiempo desde la última vez que se habían visto.

—¿Sin chaqueta? — le preguntó Remus sin quitarle la mirada de encima.

—Sabía que deseabas verme con ella — sonrió Sirius.

Remus hubiera querido sentirse decepcionado, pero ese traje le iba demasiado bien.

—¿Dónde está mi hermano? ¿Está bien? —preguntó mirando alrededor.

El chico apuntó con su copa a donde Regulus estaba haciendo reír a la hija del ministro.

—Preguntaste por él todo el verano. Y ahí está.

Sirius silbó al verlos.

—¿Es el mismo niño que estaba aterrorizado de las chicas?

—Ha pasado todo el verano tonteando con hermosas chicas muggles — sonrió Remus.

—Apuesto que aprendió tus tácticas de seducción — replicó Sirius con una mirada divertida — Ni
siquiera viene a saludar a su hermano.

—¿Te sientes triste, Black? — se burló al dejar su copa vacía en una bandeja.

—No lo sé, ¿me extrañaste, Lupin? — sonrió coqueto.

—Ni un poco.

—¿Cómo es posible que Regulus ha dejado suelto a su perro? — se burló con un brillo emocionado
en sus ojos.

Remus bufo — ¿Y tu novio Potter? Aposté que te quedarías con él. Me has hecho perder diez
galeones, Black.

Sirius se inclinó ante él, seguía siendo unos centímetros más bajo que Remus, pero sus ojos eran
los de un depredador que jugaba con su presa.

—¿Celoso, Lupin?

Sus labios, su mirada siempre terminaba desviándose a esos labios.

—¿Quieres que lo esté, Black? ¿Te fascina la idea de ponerme furioso y que te haga entender que
eres mío?

Sintió a Sirius temblando de emoción — Muéstrame.

Sabía que era un error. Todo alrededor de Sirius Black era un jodido y maldito error que no debería
estar repitiendo.

Pero no podía detener ese deseo de besarlo y hacerlo suplicar su nombre.

—¡Lupin! — gritó una voz a su alrededor.

Ambos se apartaron. Sirius se veía frustrado. Remus sintió la molestia de la bestia, esa urgencia de
llevarse lejos a Sirius y tomarlo lo atraían profundamente.

Edmund Blythe se acercó a ellos. No debería sorprenderle que fuera un invitado, había sido uno de
los protegidos de Malfoy durante su estadía en Hogwarts.

Le sonrió coqueto —Hola, cariño. Siempre es un gusto encontrarte, Lupin.

Vestía una elegante capa esmeralda y se veía algo mayor tras su graduación, Remus pensó que se
veía más atractivo, más masculino de alguna forma.

Sirius le dedicó una mirada cargada de hostilidad — Blythe.

Remus sonrió divertido — Hola, Blythe. ¿Cómo va el nuevo trabajo?

El chico estaba escalando lugares en el ministerio según había escuchado hablar a Lucius Malfoy.
Sabía que la intención de Blythe era asentarse en el departamento de relaciones internacionales
mágicas en vez de seguir el legado de su familia en las rompe maldiciones. Blythe era un mago
talentoso, pero destacaba por su carisma y simpatía. Le iría bien, predijo.

—Es intenso. Pero me gusta — respondió el chico en el oído de Remus — Sabes que siempre me
han fascinado los desafíos, Lupin.

—También sé que eres increíblemente talentoso con ellos — comentó con una sonrisa coqueta.

—Tenemos que buscar a Reg — gruñó Sirius, tomando la muñeca de Remus con agresividad —
Hasta nunca, Blythe.

—Espero que me vuelvas a buscar — se despidió Blythe con un brillo divertido en sus ojos.

—Cuenta con ello — fue la respuesta del chico mientras que Sirius lo arrastraba con él entre los
invitados.

Sirius tenía una mueca molesta —¿Tu ex?

Remus se rio. ¿Por qué siquiera le importaba?

Sirius Black se detuvo y le dio una mirada furiosa. Remus se sentía emocionado.
—No sabía que te acostabas con Blythe.

No lo había hecho. Aún, pensó al seguirlo con la mirada. El verde le lucia verdaderamente bien.

—¿Cómo está Mary? — atacó con una sonrisa fría — Casi no la mencionas en tus cartas.

Nunca había hablado de ella, de hecho. Sirius lo miró con una furia silenciosa.

—Lily dice que este año la ha acompañado en sus vacaciones a Francia — continuó Remus con
desprecio —. Debe ser estupendo ¿no? ¿Te envía muchas postales? ¿La extrañas?

Los ojos de Sirius brillaron con peligro — No es asunto tuyo, Lupin.

—Claro — sonrió Remus despectivamente — Pero te estás metiendo en mis asuntos, Black. Ten
cuidado con eso.

—¿Por qué siempre tienes que ser así?

Remus tocó el rostro de Sirius. Esa mirada intensa y frustrada de Sirius Black. Esa sensación de ser
arrastrado a una tormenta de emociones que arremetían en su interior.

—Porque sigues sin detenerte, Black — susurró en sus labios.

Sirius suspiró — Eres despreciable, Lupin.

—Sirius — llamó una voz fría y filosa.

Era como ser azotado de golpe. Sin poder prevenirlo, sin poder defenderse, un golpe cruel y directo
cortando su respiración.

El rostro de Sirius empalideció. Y apartó la mano de Remus con una bofetada.

—Madre — escupió volteándose, una expresión mezclada de miedo, furia y vulnerabilidad.


La boda de los Malfoy parte 2

12 de agosto, 1976

Remus podía sentir la magia de Sirius temblando bajo su piel, impaciente por escapar en un
hechizo para protegerse o para atacar. Era la primera vez que veía a su madre desde la masacre de
navidad. Los recuerdos de esa noche marcados en su mente provocaban que la magia estuviera lista
para responder a sus emociones. Incluso Remus sentía la urgencia de lanzar un protego y alejar a
Sirius Black de ahí.

Walburga Black estaba a unos pasos de ellos. Se veía más alta, imponente y su apariencia cruel
recordaba demasiado a esa noche en la biblioteca de la mansión Black. Estaba deleitada por
encontrarse al fin con el mayor de sus hijos.

Se acercó con lentitud.

Cada paso en dirección de Sirius se sentía como un golpe más sobre el control de Sirius Black. Sus
manos cerradas en puños a su lado, impacientes por sacar su varita y atacar.

Los ojos de Walburga brillaron —Veo que te encuentras bien.

Remus apretó el hombro de Sirius. Está bien, decía ese gesto. Contrólate.

—Así es, madre — respondió Sirius con una furia fría que le recordaba demasiado a Regulus —.
¿Qué tal te ha ido?

—Jamás espere nada de ti, así que no diré que estoy decepcionada —. Cada palabra era dicha con
veneno y con una mirada siniestra, buscaba la más mínima señal de dolor en el rostro de su hijo
para deleitarse con ello —. Regulus es mi única esperanza. Pero aún debes compórtate, Sirius.
Aunque para ti está bien jugar con un perro, debes cuidar de tu apariencia en público. No
deshonres a tu hermano de forma tan asquerosa.

Remus sintió la rabia arder dentro de sí. Esta era la misma mujer que había destrozado el cuerpo y
mente de su hijo hasta llevarlo al borde de la muerte. Remus se preguntó si esperaba que realmente
muriera esa noche. Quería destrozar a Walburga Black de la misma manera que había hecho con
Sirius.

Se aferró a las razones por las que no podía asesinar a Walburga Black.

No podía hacer un espectáculo ahora. Regulus necesitaría del poder de los Black para protegerse
de los mortífagos. Y atacarla ahora solo arruinaría los intentos de Reggie por establecer contactos
beneficiosos. Además, Narcissa estaría furiosa si arruinaban su boda.

Sonrió con frialdad — Que tenga un maravilloso día, señora Black. Yo… me encargare de escoltar
a Sirius y de complacer su impaciencia.

La expresión de Walburga Black se endureció — ¿Qué crees que...?

—Sí me disculpa, madame, tenemos que irnos.

Tomó la mano de Sirius y tiró de él para apartarse de la mirada de Walburga Black mientras aún
tenían oportunidad de escapar antes de que Walburga se le ocurriera realizar una maldición
inquebrantable delante de todos los invitados.

Necesitaba alejarlo.

La rabia que sentía era inmensa, y no confiaba del todo en controlarla el tiempo suficiente para
evitar atacar a esa bruja. Una parte retorcida en la mente de Remus pensó que, si hubieran
asesinado a Walburga y Orión Black aquella noche de navidad, sus problemas no serían tan
complicados.

—Vieja bruja — se quejó Sirius cuando se escondieron detrás de los arbustos del laberinto del
jardín oeste que daban al acceso del bosque de caza de los Malfoy, lejos de las miradas curiosas —
¡Mierda!

—Sirius — gruñó Remus sacudiéndolo desde los hombros para centrarlo.

—Yo… quería lastimarla… — los ojos de Sirius brillaban con rencor, su respiración agitada por la
emoción — Quería…

—Lo sé. Yo también.

Ese reflejo de vulnerabilidad — Me lastimó. Me destrozó. Y no le importa. No le importa que casi


me mató. No le importó apartarme de Regulus durante todos esos años en lo que pensé… pensé
que…

Remus tomó el rostro de Sirius entre sus manos, sentía que su propia furia crecía al ver esa mirada
dolida en sus ojos — Lo sé, Sirius. Lo sé.

Sirius respiró profundamente, intentando tranquilizarse —Quiero asesinarla.

—Sí, tal vez deberíamos — concordó Remus apoyando su frente en la de Sirius.

Sus miradas se encontraron. Esa electricidad entre ambos golpeándolos con fuerza para atraerlos el
uno al otro.

—¿Matarías por mí? — Sirius bajo la mirada a sus labios.

¿Por qué Sirius Black siempre tenía que ponérselo difícil?

Remus trazo los labios de Sirius con su pulgar — Quizás. No lo sé.

La bestia lo haría. El lobo dentro suyo fantaseaba con ello. Con destrozar a cualquier persona que
se acercase a su presa. No debería. No debería haber resultado tan intenso volver a encontrarse con
Sirius Black después de un par de meses. Se suponía que había aprendido a controlarlo. Que podría
ocultarlo de sus propios recuerdos.

Pero la necesidad de su cuerpo hacia Sirius era casi dolorosa.

—Hazme olvidar — rogó Sirius con voz ronca — Haz que se vaya.

Remus lo entendió.

Besó a Sirius Black con agresividad, con urgencia y con pasión. Su lengua encontrándose con la de
Sirius, deleitándose con la sensación de placer que se formaba entre ellos. Remus se sorprendió
ante el hambre y la necesidad con la que respondía su cuerpo ante el de Sirius, había pasado meses
convenciéndose de que no significaba nada, pero ahí estaba el chico encendiendo el puto infierno
dentro de él.

Su cuerpo empujó a Sirius contra una de las paredes de los arbustos, sin importarles las hojas o las
ramas, perdidos uno en el otro. Sirius gimió al ser azotado y le mordió el labio, sus manos
recorrían el cuerpo de Remus, subiendo por sus brazos, atrayéndolo desde sus hombros, tirando del
cabello en la nuca de Remus para acercarlo aún más, queriendo más de él.

Los latidos enloquecidos de su corazón mezclándose con los de Sirius.

La sensación eufórica del lobo al tener a Sirius Black entre sus brazos, besándolo, ansiando su
toque.

Remus Lupin sentía que enloquecería por el placer que le provocaba Sirius Black y la urgencia de
complacerlo para hacerlo sentir lo mismo.

Las manos de Remus bajaban por el cuerpo de Sirius. Su pecho, su cintura, sus caderas, hasta llegar
a sus muslos, separándolos con su pierna para responder a esa necesidad que les urgía.

La cadera de Sirius golpeando la de Remus, el calor entre ellos acelerándose, provocando un


gemido en su garganta.

Remus sentía el cuerpo de Sirius temblar contra el suyo

Un suspiro en sus labios — ¿Eso es suficiente?

La mirada perdida de Sirius Black — Sí, creo que eso funciona. Pero… pero no te detengas. Lupin,
maldita sea, cuánto te odio.

Remus sonrió antes de volver a besarlo, subiendo sus manos por la espalda de Sirius. Le sorprendió
pensar en lo ancha que era, en lo mucho que lo enloquecían sus muslos o en cuán adictivo eran sus
besos.

Sintió su propio cuerpo temblar ante el toque de Sirius Black.

Sus labios entreabiertos en una sonrisa engreída al sentirlo gemir —¿Eso significa que el chucho
me extraño?

Remus respiró en su cuello, sus labios deslizándose en la piel del chico — No realmente,
encontré… personas con las que divertirme.

Sintió como tiraba de su cabello hacia atrás para obligarlo a mirarle a los ojos.

Sirius Black tenía un brillo peligroso en los ojos — Di que es mentira.

Remus sonrió emocionado — Por supuesto que es verdad. No te creas tan importante, Black

Sirius gruñó molesto y mordió el labio inferior de Remus con fuerza, antes de besarlo con
intensidad, afectando los sentidos de Remus. El chico gimió en sus labios.

Era abrumador.

La manera en que quería ser marcado por Sirius.

La forma en la que se volvía loco ante su presencia.

Un rincón de su mente recordó brevemente que este era el mismo chico que pasó años
despreciando. Pero encontró cierta excitación en la idea de enloquecer junto a Sirius Black. De
responder a todos esos años de rencor, odio y desprecio con esa necesidad, urgencia y rastros de
placer.

Perdía el sentido del tiempo cuando su cuerpo respondía ante el de Sirius. Quería más, mucho más.
Pero no era el lugar ni el momento, pensó divertido, no cuando estaban en medio de una fiesta
llena de personas influyentes y toda la familia Black presente en ella.

Era demasiado peligroso cada segundo robado que usaba para deleitarse en Sirius. Eso lo
enloquecía, la falta de control, el peligro y la desesperación.

Pero tenían planes que cumplir esa noche.

—Deberías buscar a Regulus. Quería verte — había dicho Remus al separarse, un último beso
dejado en la marca en el cuello de Sirius.

Sirius había sonreído con burla — ¿Quieres buscarlo luciendo así?

La camisa de Sirius estaba abierta, revelando cada una de las marcas en su cuello, su cabello era un
desastre y Remus estaba seguro de que su propia apariencia no era mucho mejor.

—Es tu culpa.

Sirius rio — Claro, es mi completa culpa por enloquecer al lobo.

Remus había sonreído ante eso — Así es.

Ese sentimiento de complicidad entre ambos.

La atracción aun tirando de ellos.

Remus arregló sus apariencias con magia. No había mucho que pudiera hacer con las marcas de
Sirius. A la bestia le gustaban demasiado. Pero pensó que lo mejor sería buscar a Regulus
separados cuando salieran del laberinto.

—Estoy ansioso por ver a Reg. ¿De verdad ha estado bien? Ese niño apenas si responde más de
una oración en sus cartas — se quejó Sirius.

—Reggie está bien. Ya te lo he dicho, él es…

—¡Moony! — gritó una voz acercándose hacia donde ellos se encontraban, Remus sintió la magia
de Regulus Black alrededor — ¿Dónde demonios se supone que se escondió?

—Eso pasa cuando no le pones una correa a tu perro — se burló Barty Crouch.

Estaban del otro lado de los arbustos.

Sirius le lanzó una mirada divertida.

—¿Estará con Calíope Morgan? La vi desaparecer del banquete hace un rato.

La risa de Barty — ¿Sabes quién más ha desaparecido? Tu hermano. El pequeño Pettigrew


deambulaba buscándolo.

Regulus gruñó.

—¿Qué hacemos? — susurró Sirius.

Remus señaló hacia la otra salida de los arbustos. Algo le intuía que Regulus no estaría muy
complacido de volver a ver a Remus involucrado con Sirius Black.

Pero apenas habían dado unos pasos cuando Regulus y Barty aparecieron detrás de ellos.

Barty Crouch lanzó un silbido divertido — Pero mira que curiosa unión.

—Lupin — llamó Regulus frunciendo el ceño — Te he buscado por todas partes. ¿Qué haces?

—Escondiéndonos de tu mamá — respondió Remus sin apartar la mirada de la de Regulus.

—Hola, Reg — sonrió Sirius — Ha pasado un tiempo.

Regulus estrechó la mirada al verlo — Sirius.

Barty Crouch se veía emocionado — Entonces, ¿qué estaban haciendo mientras se escondían? ¿Se
susurraban secretos? ¿O era algo más entretenido? ¿Algo más libidinoso, tal vez?

Asesinaría a Barty Crouch Junior. A la mierda la influencia de su apellido. Destrozaría su garganta


y dejaría su cabeza sobre la sala común de Slytherin cuando volvieran a Hogwarts.

Remus vio el momento exacto en que Regulus se percató de las marcas en el cuello de Sirius y
Remus. Lo vio. En sus ojos. Ese rastro de culpabilidad de Remus cada vez que recordaba que
disfrutar de Sirius Black era una puñalada a la lealtad y confianza de Reggie. Demasiados años
siendo capaces de leer todos los pensamientos en la mirada del otro. Ni siquiera la oclumancia
habría podido engañar a Regulus Black si se trataba de las emociones de su mejor amigo, del chico
con el que compartía habitación durante los últimos cinco años de su vida.

—Maldita sea — exclamó Regulus molesto.

—Regulus, tal vez deberíamos… — intentó Remus levantando sus manos.

Pero Regulus azotó a Sirius con un depulso.

Escuchó la risa deleitada de Barty Crouch cuando apuntó su varita hacia él — ¡Petrificus!

Remus intentó moverse. Intentó gritar. Pero estaba petrificado. Miró a Barty Crouch con rencor.
Definitivamente se vengaría del brujo. Lo haría sufrir lentamente. Lo haría gritar y rogarle perdón.

—¿Qué carajos crees que haces? — gruñó Regulus, una mirada escalofriante y asesina.

Mierda, pensó Remus.

Sirius se veía confundido y desorientado —¿Qué te pasa, Reg? Mierda, ¿qué te hice ahora?

—Sabes lo que hiciste, maldito hijo de puta.

—Pues soy tu hermano, así que tu sabrás bien si somos hijos de puta o no — replicó Sirius, porque
era un imbécil imprudente.
Regulus volvió a azotarlo contra la pared de arbustos.

—Te lo dejé pasar una vez… — gruño al levantar la varita —. Porque pensé que era algo fugaz…
—. Y otra vez lo azotó —. Un simple desliz del momento…

Barty se apoyó sobre el hombro de Remus — Vaya, vaya… que gran espectáculo hiciste esta vez,
Lupin.

Imbécil de mierda, pensó Remus venenosamente.

Sirius hizo una mueca de dolor mientras apuntaba su varita a su hermano —¿De qué demonios
estás hablando, maldita serpiente?

—¡De qué te estás follando a Remus! — gritó Regulus temblando de rabia.

Sirius se quedó quieto, su varita ya olvidada —¿Qué?

Los ojos de Regulus ardían de rabia.

—¡Expulso!

—De todas las personas posibles, Lupin… elegiste a la peor de todas — se burló Crouch.

Buscó en su mente una manera de revertir el hechizo sin su varita. Si Narcissa le había mencionado
algo durante su primer año. Cualquier cosa.

Regulus Black se veía bastante capaz para asesinar a Sirius Black.

—¡Expulso! — volvió a empujar a Sirius — Podría hacer esto todo el día, Sirius.

—¡Protego! — se defendió Sirius, tambaleando y con la respiración acelerada — Regulus, para


esto de una puta vez.

—Te lo perdoné una vez — murmuró con una mirada asesina — Pero esto sigue ocurriendo. Y no
pienso permitir que estés follándote a mi mejor amigo. ¡A mi mejor amigo, Sirius!

—¿No se te ha ocurrido que él me folla a mí?

Esa maldita sonrisa engreída.

—¡Mordeo!

—¡Bombarda!

—Te voy a matar, Sirius — declaró Regulus — De verdad que lo haré.

Sirius bufo —No le tengo miedo a alguien que mojaba la cama a los seis.

—¡Depulso! — empujo Regulus y se acercó a Sirius hasta clavar su varita en el cuello de su


hermano — Te lo preguntaré por última vez. ¿Por qué Remus? No quiero más de tus malditas
bromas de mierda. Dime. La. Verdad.

Sirius lo miró con furia e impotencia — ¿Por qué debería decirte?

Remus lo recordó. La magia del lobo. Era algo que no siempre intentaba. Solo había conseguido
explotar cosas a su alrededor o la magia accidental que ocurría con los menores de edad antes de
recibir su varita. La magia sin varita se suponía que era imposible. Pero el lobo podía lograr
algunos arrebatos.

Hazlo, maldita sea, por merlín, tienes que deshacer esto, pensó desesperadamente.

Vio a Regulus con una expresión oscura — Respuesta incorrecta. Te lastimaré dónde más te duela,
Sirius.

Sirius se rio — ¿Qué harás? ¿Te vas a acostar con Prongs? Porque sería gracioso que ambos
herederos tuvieran gustos desviados. Seguro mamá estará dichosa con eso.

El rostro de Regulus era impasible — Dile adiós a tu cabello.

—No te atreverías — escupió Sirius.

Regulus sonrió con crueldad — Te lo advertí.

El cabello de Sirius comenzó a caerse a mechones, demasiado aturdido para reaccionar al respecto.

Barty Crouch sonreía complacido — Esto es mucho más divertido que la maldita boda.

Se sintió como un latido extraño dentro de su corazón. Así se sentía romper a la fuerza el
encantamiento petrificador de Regulus. Uno de los arbustos comenzó a incendiarse.

—Qué mierda…

Remus inmovilizó a Crouch con una maldición rápida. Barty cayó al suelo, demasiado aturdido de
que Remus hubiera podido librarse de su encantamiento.

—¡Regulus, es la boda de Narcissa! ¡Detente! — Le gritó a Regulus mientras apagaba el fuego.

Regulus lo miró, bastante sorprendido de su presencia, casi habiéndose olvidado de que estaba ahí.

Sirius aprovechó para lanzar un protego y crear distancia.

—¿Qué me has hecho? ¿Por qué? — lloriqueó Sirius al ver su cabello en el piso, Regulus lo había
maldecido en silencio con un corte rapado estilo militar — ¿Cómo te atreves?

—Porque solo lo haces para joderme — replicó Regulus mirándolo con fiereza y apuntando su
varita hacia él — Es mío, Sirius. Es mi amigo. Es mi… es mi… ¡Incarcerous!

—¡Repelio! — defendió Remus entre medio de los dos — ¡Ya basta! ¡Ambos! Narcissa nos
asesinara a todos si se les ocurre matarse entre sí.

—Entonces escoge — exigió Regulus.

Remus lo miró confundido.

—Escoge. Él o yo.

—Por favor, Regulus — se quejó Sirius — Hay asuntos más importantes que atender. Mi cabello.
Lo quiero de vuelta. Ahora.

Pero su hermano negó con la cabeza de forma testaruda —No. No hasta que escoja.

Sirius lo miró con furia —¿Qué quieres ganar con eso?


—Que entiendas que tú no significas nada para él — le susurró Regulus con rencor.

Remus suspiró con cansancio, harto de todos los Black —Está bien. Regulus, yo te elijo.

Sirius se veía afectado —¿Me dejarías por él?

—¿Por Regulus? Sin dudarlo.

No debería haberle dolido tanto esa expresión herida en el rostro de Sirius.

—Si ya terminaron con su drama ¿Alguien puede desatarme? — se quejó Barty Crouch.

Maldita sea con la jodida boda de los Malfoy.


La verdad

12 de agosto, 1976

Recibieron miradas curiosas y divertidas cuando salieron del laberinto de los jardines.

Debían mostrar todo un espectáculo con Barty Crouch cubierto de hierba y una expresión divertida,
Sirius Black sin su largo cabello azabache y traje desarreglado, Remus Lupin con un horrible dolor
de cabeza y Regulus Black con una mirada asesina.

Narcissa parecía contenerse para no lanzarles un reducto. Lucius susurró en su oído para calmarla.
Pero esa mirada que les lanzó prometía un castigo.

Peter Pettigrew corrió hacia Sirius — Padfoot, ¿dónde estabas? ¿Qué sucedió? ¿Te hicieron algo?
Ay, por Merlín, tu cabello…

La mirada de Sirius atrapó la de Remus un momento que pareció eterno.

Tantos sentimientos siendo reflejados.

Esa maldita e intensa tormenta que era la sinceridad de Sirius Black.

—Vámonos, Wormie — respondió mientras lo rodeaba con un brazo —. No hay nada aquí que
merezca la pena.

Remus apartó la mirada.

Regulus estaba ahí. Analizando cada movimiento entre su hermano mayor y su mejor amigo.

—Reggie… — susurró.

—No ahora — lo cortó el chico con una mirada fría — Tenemos asuntos más importantes.

Sí, ese maldito dolor de cabeza sintiéndose como una puñalada en su cerebro.

Remus miraba la luna, siempre se sentía más lobo que mago cuando la luna llena estaba tan cerca.
Sería mañana. La última vez Regulus y Narcissa tuvieron que hacer una barrera alrededor del
bosque para evitar que Remus siguiera las voces de los lobos. Cada vez se sentía más difícil y
tortuoso el no poder corresponder a la necesidad del lobo de encontrar a la manada, el sufrimiento
de no poder ir con ellos y disfrutar del caos de la luna llena y las noches sangrientas.

Suspiró y se acercó a las llamas azules del fuego mágico. Seguirían ardiendo durante algunas
noches más debido a las runas que lo protegían y a la magia utilizada para el contrato de unión.

Abrió la botella de vino que robó en las cocinas.

Regulus había desaparecido para escoltar a sus padres a la chimenea principal. Remus no fue
llamado con ellos. No importaba, no tenía deseo alguno de ver a Walburga Black. Tenía suficiente
de la familia Black. Narcissa y Lucius también se retiraron hace unas horas.
Remus sacó del bolsillo de su traje el pergamino que Pandora Lynch le entregó.

Reggie, escribió con mala letra, demasiado cansado para utilizar sus lentes de lectura o hacer el
hechizo correcto para arreglar su escritura.

Tampoco tenía la seguridad de que Regulus fuera a ver el mensaje. Era el defecto principal por el
cual Pandora deshecho el pergamino como una vía optima de comunicación. No podría anunciar
cuando se escribía en él y el mensaje se borraba tras unos minutos.

Estaba a punto de tirar el pergamino al fuego cuando vio unas palabras respondiendo.

Moony.

Remus sonrió. Ahora el nombre no le parecía tan horrible.

Hola, escribió.

Eres un imbécil de mierda, escribió Regulus.

Lo sé, escribió Remus.

¿Dónde estás?, escribió Regulus.

Fuego, respondió.

—¿Quieres comenzar una quema de brujas? — escuchó la voz de Regulus Black acercándose a su
lado — Tengo unas personas en mente para eso.

—Ya, me imagino — respondió Remus sonriendo mientras Regulus se sentaba a su lado y robaba
su botella de vino para llevársela a los labios.

Regulus miraba las llamas azules arder con fuerza, la luz de la luna se mezclaba entre la magia que
brillaba, dándole un toque morado —Estoy tratando de encontrar una razón lógica para entender
por qué te estás acostando con Sirius.

Remus guardo silencio, curioso, tomando la botella para beber un largo sorbo.

—Te lanzó un imperio, ¿verdad?

—No — respondió divertido.

—¿Amortentia?

—No.

Reggie volteó con una expresión determinada —Te chantajea.

Remus bufo — No.

Regulus parecía frustrado por no encontrar la respuesta correcta —Abducción alienígena.

Casi suelta la botella. Remus le miró con sorpresa —Espera, ¿los aliens existen?

—Por supuesto. Las pirámides se usaban para contactarlos — Regulus frunció el ceño —Pero hubo
una guerra mágica por lo de siempre, supremacía, conflictos de ideas, en fin. ¡No es lo que estamos
discutiendo aquí!
—Jamás me dijiste lo de los aliens — se lamentó Remus mirando las runas.

Pero el chico lo ignoró — Te está usando, ¿cierto? Lo mataré. Colgaré su cabeza junto a la de los
malditos elfos en la mansión Black y yo mismo quemaré su rostro de ese tapiz horrible.

— Subestimas la inteligencia de tu hermano.

—¿Entonces es una clase de manipulación para infiltrarte con el enemigo?

Remus pensó divertido que era más sobre exploración que infiltración.

— No, Reggie.

— No tiene sentido — negó con la cabeza — ¿Por qué te estás cogiendo a Sirius?

—Porque no hemos tenido el tiempo de cambiar de roles.

Regulus cerró los ojos mientras tomaba un respiro para no lanzarle una maldición — Ya basta de
estupideces. Necesito entender. Cómo comenzó, desde hace cuánto tiempo, dónde ocurrió y qué
mierda sientes por él, Lupin.

Una sonrisa traviesa — Uy, quieto.

Un golpe en su cabeza — Perro de mierda.

Remus rio. Estaba aliviado. De que Regulus lo hubiera descubierto. Eran demasiados meses
sintiéndose una mierda por ocultárselo. A una parte del lobo le gustaba ese secreto, porque pensaba
que, de esa forma, ese Sirius con mirada lujuriosa y sonrisa engreída le pertenecía únicamente a él.
Pero Regulus era la persona en la que más confiaba, era la primera persona a la que le había dicho
que era un hombre lobo, era la primera persona a la que estaba seguro de amar. Ese miedo de
traicionarlo era lo que dolía.

Es Reggie, pensó. Quizás no lo entienda. Quizás odie la idea. Pero es Reggie.

— Entonces ¿por qué? Por favor, Remus, dame una razón para que pueda entender por qué mi
mejor amigo, por qué la persona en la que más creo y confío, me dejaría por mi hermano.

Buscó su mirada. Necesitaba que entendiera.

—Jamás te dejaría por él — susurró.

Cada palabra era cierta, lo sabía.

Regulus lo miró con desconfianza — Hasta que te lo quieres follar.

Remus suspiró. Se lo merecía.

Bebió otro trago.

—Tienes que explicar por qué demonios te estás acostando con Sirius— insistió Regulus — De
esto depende el posible homicidio fraternal que ocurrirá en la rama de los Black.

Remus lo pensó —Bueno, técnicamente… aún no me he cogido a Sirius Black. Aún.

—No es gracioso, Lupin.


Remus hizo una mueca — Okay. Está bien. Entra en mi mente.

Regulus enarcó una ceja— Eres oclumante, imbécil.

—No te ocultaré lo que pasó — prometió — Es más sencillo… mostrarte.

—¡No te quiero ver follando con Sirius, Remus! — gritó Regulus con indignación.

—No hemos follado… — se quejó Remus— …técnicamente.

Regulus parecía querer volver a golpearlo.

Pero sintió su presencia en sus recuerdos. Era una búsqueda impasible. Tenía un rastro torpe, no era
como Narcissa, que se ocultaba sigilosamente mientras descubría tus mayores secretos. Pero fue
fácil no resistirse a él. No había persona en la que Remus confiara más que en Reggie.

Buscó rápidamente entre los recuerdos más antiguos, su primer viaje a Hogwarts, la primera vez
que pensó que Sirius Black era la persona más hermosa que había conocido, la primera vez que lo
vio con tanto desprecio y le llamó serpiente con un profundo rencor, la decepción silenciosa de
Remus, la necesidad de vengarse. Por un momento se detuvo, demasiado abrumado de todos los
recuerdos, de todas las emociones, del esfuerzo que requería concentrarse tanto tiempo al
inmiscuirse en la mente de otra persona.

Remus tomó su mano — Está bien, Reggie.

Esa presencia que se convertía en algo familiar, en una sensación que nombrar.

Regulus buscó en los recuerdos que Remus le mostraba, los de esa noche de Halloween cuando
lanzó un cruciatus a Snivellus, cuando salió de la sala común sintiéndose tan malditamente
enojado, cuando se encontró a Sirius Black ahí. Ese sentimiento casi salvaje de querer destruirlo.
La imprudencia de Sirius empujando a la bestia.

Te puedo destruir de tantas formas, Black. Había susurrado en sus labios.

Demuéstralo, replicó Sirius Black con la voz ronca.

Y entonces lo vio.

La presencia de Regulus desapareció de su mente.

Apartó su mano de la suya — No soy estúpido, Lupin. Sentí el aroma de Sirius sobre ti en
Halloween. Pero pensé… pensé que pelearon como siempre — Regulus rio con crueldad — Así
que ahí empezó. Por eso estabas tan desesperado por vengarte en su cumpleaños. Querías borrar la
culpa.

—Es verdad.

Regulus lo miró fijamente —Pero él te besó primero.

Reprimió una sonrisa. Lo sabía.

—Aunque esa no fue la única vez que apareciste con su aroma encima y esa mirada desquiciada —
acusó Regulus con una mirada desconfiada — ¿Qué explicación tienes para todo eso? ¿Fue un
desliz? ¿Locura temporal? ¿Necesitas ir a San Mungo?

—Pues, verás, Reggie, cuando dos jóvenes tienen la necesidad urgente de matarse o besarse, a
veces puede ser muy, pero muy jodido, a la vez que muy, pero muy excitante.

—Eres un imbécil de mierda.

Remus sonrió.

—No pienso volver a ver a Sirius con su lengua en tu garganta — advirtió — Es en serio, Remus.
Lo asesinaré.

—Está bien.

—Es en serio.

—Muy Sirius — sonrió.

—Imbécil — lo golpeó en el brazo.

Pero ambos volvieron juntos a la mansión. Y eso era todo lo que le importaba a Remus.

Regulus seguía un poco molesto con él. Por no contarle. Por seguir haciéndolo. Por no mostrar
señales de que eso fuera a detenerse. No lo evitaba, pero tampoco ocultaba su mal humor al
respecto.

—¿Me pasas la sal? — le preguntó durante el desayuno.

—Aquí — respondió Remus con un rápido accio para entregársela.

—Gracias, Judas.

Remus sonrió. Se lo merecía.

La mirada de Narcissa Malfoy era filosa — ¿Qué demonios ocurre con ustedes dos?

—Remus se está cogiendo a Sirius — respondió Regulus y tomó un sorbo de su café.

Remus guardo silencio.

Narcissa suspiró — Tenías que ir y elegir a Sirius.

—No fue como si pudiera elegir. Solo… solo sucedió — respondió pensando en esa atracción que
siempre lo empujaba cuando Sirius estaba cerca, en la forma en que sus ojos lo cautivaban, lo
abrumadora que era la sensación de su magia cerca de él.

No había podido elegir.

—Lo mismo dijo mi hermana antes de largarse con ese bastardo sangresucia — la voz de Narcissa
era venenosa —¿Por qué Sirius? Entre todas las malditas personas que podías elegir. ¿Por qué él?

—Me he preguntado lo mismo durante casi un año — Remus sonrió divertido — ¿Por qué el
jodido de Sirius Black enciende el puto infierno cuando nos encontramos? Son preguntas sin
respuestas, la verdad.

Regulus gruñó.
Narcissa se levantó de la mesa — Que quede claro que no estoy de acuerdo con esto. Pero ustedes
dos tienen que solucionar sus problemas de mierda porque una vez que sean mortífagos se
convertirán en la única persona en la que el otro podrá seguir confiando.

—Te invitaré a la boda — replicó Remus tomando otro bocado de su tostada.

—Tienes un pésimo gusto, Lupin. Ni te atrevas a hacerlo — dijo Narcissa antes de salir del salón y
cerrar las puertas con un gran estruendo.

—Creo que le agrada la idea — sonrió Remus.

Regulus no respondió. Tenía una mirada asesina.

No debería seguir empujando a Regulus Black, pero siempre le había encantado alterarlo. Era el
joven heredero de su familia, el señorito Black, de impecables modales y gran talento.

—Bastardo desgraciado — le respondió enfadado.

Estaba muy molesto. Esto ya no se trataba de Remus saliendo con Evans. Era sobre Remus
teniendo algo con Sirius Black. Algo que aún no lograban definir. Ni parecían poder dejar de hacer.
Aunque Sirius Black estuviera furioso también con él ahora por haber elegido a Regulus, a Remus
poco le importaba. Sabía demasiado bien que Sirius no se rendiría con eso. Era un imprudente y
estúpido Gryffindor. Apostaba con emoción por ver a Sirius Black atacándolo en venganza.

Pero Regulus era diferente.

La ira de Regulus nacía en que se sentía traicionado. Y Remus adivinó que una parte de él temía
ser abandonado. Regulus recibiría la marca. Ambos serían magos oscuros. Ambos mortífagos. Fue
una decisión que Remus tomó para seguir a Reggie. Pero Regulus temía, tenía miedo de que ahora
con Sirius entremedio Remus lo dejaría.

Jamás lo dejaría. Eso lo decidió cuando confió en él, en ese niño elegante y asustado de once años,
que no conocía la magnitud de su poder, y que era realmente ingenuo.

La luna llena llegó.

Y a pesar de lo enojado que estuviera Regulus Black con Remus no lo abandonó.

—Que conste que eres un puto traidor de mierda.

Remus aceptó cada cortante palabra. Se lo merecía.

—Pero eres… eres ridículamente fácil de querer, Lupin — esa mirada sincera y frustrada —Te
desprecio por eso. Incluso estando furioso contigo eres la persona que más me importa.

Remus sonrió — También eres mi persona favorita, Reggie.

—¿Hay alguna posibilidad de que te olvides de Sirius para siempre? ¿Puede un obliviate arreglar
todo esto?

Lo había pensado también. Podría intentarlo. Olvidar a Sirius Black. Se preguntaba divertido en
qué sucedería. Sí el instinto del lobo sería más fuerte. Sí desearía volver a atrapar a la misma presa.

Regulus se transformó en zorro y se acercó a él.

—Lo siento, Reggie — susurró acariciando su pelaje.


Fue una luna abrumadora.

El aullido de los lobos tirando de él. Rogándole ir con ellos.

Pero Regulus estaba a su lado, dispuesto a pelear para centrarlo.

Y estuvo ahí a su lado incluso tras la dolorosa transformación de vuelta.

Remus sentía que cada respiración era una puñalada.

— Ven, vamos a casa — le susurró Reggie con gran ternura.


El vagón

01 de septiembre, 1976

—Atraparon a un lobo — leyó Regulus en El profeta, mientras iban en el auto que los llevaría a la
estación King´s Cross.

Remus se acomodó los lentes para leer por encima del hombro de Regulus.

Justicia mágica. El auror Alastor Moody logra la captura de un joven hombre lobo responsable del
ataque de tres familias muggles durante la luna llena pasada.

—Se supone que no pueden identificarlos lejos de la luna — susurró Remus con el ceño fruncido
— Entonces, ¿cómo es posible?

—Malfoy dice que Moody es como un viejo demonio. Vamos a tener que averiguar qué es lo que
sabe. Pandora ha visto cambios en tus muestras de sangre dependiendo de las fases lunares, ¿quizás
sea algo como eso? Hay muchos heridos por las lunas llenas, es probable que estén investigando
una manera para poder identificar la licantropía — Regulus tenía una mirada oscura — Pero
esperemos que solo sea el maldito instinto de un auror con talento.

Remus gruñó.

Odiaba las malditas cacerías.

Creía que se trataban de los nuevos convertidos. Eran demasiados jóvenes. Sus lobos eran salvajes
y agresivos. Incontrolables. Por eso era más sencillo seguir su rastro mientras la luna llena seguía
en el cielo oscurecido. El mes pasado hubo cinco cuerpos de lobos encontrados alrededor de Hyde
park. Remus y Regulus encontraron el reporte en la oficina de Lucius Malfoy.

No le sorprendía. El ministerio tenía un manejo de mierda con la situación.

Lo que le molestaba era la posibilidad de cazar un lobo lejos de la luna llena. Eso no debería ser
algo fácil de lograr. ¿Qué tan desarrollado era el instinto de Alastor Moody para lograrlo? ¿Cuánto
talento tenía como cazador? ¿A cuántos podrían llegar a atrapar?

Remus se sentía impaciente.

Sabía que los lobos no se tomarían bien las cacerías.

—¿Qué crees que hará Lord Voldemort?

Regulus lo miró con atención — Les prometerá venganza. Pero les dirá que esperen un tiempo. Se
va a aprovechar de su ira. Los dejó sueltos mucho tiempo, quizás incluso crea que es conveniente
dejar morir algunos lobos que no esté seguro de poder controlar.

Lo sabía, Remus apretó sus manos.

—Pero es una buena oportunidad. Cuando los lobos se sientan más furiosos por las cacerías,
cuando empiecen a dudar sobre su señor oscuro, estarán desesperados por la oportunidad de
vengarse. Escucharán a alguien que les prometa liberarlos.
Remus suspiró. Tenía dieciséis años. Ya no debería importarle tanto lo que sucediera con otros
lobos. Se suponía que no le importaba. Pero recordaba demasiado bien esa urgencia de ir con los
lobos. De seguirlos. De encontrarlos. Incluso le había enfurecido ver que los cuerpos encontrados
correspondían a personas jóvenes.

—Te escucharán — declaró Regulus — Dumbledore también debe pensar eso.

Por supuesto. Era para esto por lo que lo había buscado.

Ese era su rol como peón de su juego de ajedrez.

Lily le abrazó con fuerza tan pronto como cruzó la plataforma 9 ¾. Un revuelo pelirrojo usando un
gran suéter verde limón con flores blancas. Remus le correspondió el abrazo, extrañando su
presencia, su aroma, esa sensación reconfortante del sonido de su voz.

—¿Cómo has estado, Remus? ¿Qué tal tu verano? — le preguntó con esa mirada escrutadora,
buscando cualquier señal que lo contradijera. Se había cortado el cabello.

Remus acarició su rostro, acomodando un mechón detrás de su oreja — Te ves bien, Evans. Casi
me arrepiento de dejarte ir.

Lily lo golpeó en el hombro— Vamos, dime, ¿pasó algo en el verano? ¿Estuviste bien con los
Malfoy? ¿No hubo… problemas?

—Solo Reggie intentando matarme por involucrarme sexualmente con su hermano mayor —
bromeó Remus.

Lily suspiró — Tu instinto de supervivencia es realmente inútil.

Remus sonrió. Buscó con la mirada a Regulus hasta encontrarlo riendo con Pandora Lynch. Iban a
superarlo, pensó. Ambos eran demasiado conscientes de que vendrían cosas peores que Remus
besando apasionadamente a Sirius Black.

—¿Qué tal Francia? — le preguntó a Lily —¿Tu familia? ¿Tu irritante hermana?

—Fue un viaje maravilloso. Mis padres estaban encantados con las rutas mágicas — le contestó
emocionada y con una sonrisa algo triste — Amé pasar tiempo con ellos, pero Petunia estuvo de
mal humor todo el viaje y se enfermó con la comida. Creo que solo fue una excusa para regresar a
Londres. Ya sabes, me odia profundamente.

—Suena divertido.

Lily asintió.

—¿Te dijo algo?

—No, es solo… — suspiró — es solo la forma de ser de Petunia. Ella no entiende la magia como
mis padres, ella lo ve como una maldición. Tú lo sabes mejor que yo. Ser diferente.

James Potter se estaba acercando a ambos. Se veía más alto y juvenil con esa ropa muggle. Remus
pensó que incluso era atractivo. Sus ojos azules, su cabello salvaje y esa sonrisa adorable.
Lily se sonrojó al verlo y sonrió con maldad hacía Remus, recuperando su buen humor.

—Hola, Lupin — lo saludó James y sonrió tontamente al ver a Lily — Evans.

—Potter — repitieron ambos.

—Supe que estuviste en Francia, Evans — Una sonrisa misteriosa, casi implicando algo que
Remus ignoraba.

El sonrojo de Lily era intenso al asentir.

—Así es, fue un viaje divertido… Pero pensé en mi luz de luna cada eterno momento — se burló la
pelirroja mirando al Slytherin — ¿Me extrañaste también, amor mío?

Esa sonrisa traviesa de Remus Lupin — Casi como respirar.

La expresión de Potter era graciosa — ¿Ustedes dos no habían terminado?

Lily suspiró con pesar — Creo que la distancia ha vuelto a encender la pasión.

—Oh, Evans, sabes que jamás podré encontrar a una mujer más perfecta que tú — se lamentó
Remus — He sido un tonto al perderte.

—Sabes que siempre tendrás un lugar en mi corazón — dijo Lily fingiendo una gran tristeza.

James Potter se aclaró la garganta — Debemos ir al vagón de los prefectos.

Ambos se rieron. Era tan fácil molestar a James Potter.

—Hey, Evans — Esa maldita voz ronca y masculina.

Sirius Black le sonrió con frialdad al pasar su brazo por sobre los hombros de Lily. Había
restaurado su cabello negro al largo de siempre, ese que enmarcaba su rostro y hacía destacar sus
ojos azules. Y usaba la maldita chaqueta de cuero.

—Black — saludó Lily aún divertida y de buen humor.

—Black — repitió Remus con su mirada fija en él.

—Lupin.

El sonido de su voz no debería emocionarlo.

—¿Subimos?

El maldito vagón de los prefectos pensó Remus con rencor sentado frente a Sirius Black. Estaban
solos, uno frente al otro. Evans y Potter eran prefectos de sexto año. Regulus y Pandora también
fueron nombrados prefectos de quinto este año en sus casas. Así que ellos cuatro tenían que viajar
en el vagón de prefectos para asignar las contraseñas y preparar los patrullajes.

Remus odiaba con toda su alma ese maldito vagón

El espacio era casi asfixiante. La abrumadora sensación de la magia de Sirius lo mareaba.


El lobo quería tomarlo de la garganta y atraerlo hacia sí.

Se obligó a mantenerse en su asiento. Necesitaba poner a prueba su autocontrol. Tenía que probarse
a sí mismo que podía resistirse a Sirius Black.

—¿Pettigrew? — cuestionó Remus.

Sirius sonrió travieso — Consiguió una novia. Debe estar con ella intentando ahogarla con su
lengua.

Remus quería matarlo.

—¿Crouch? — preguntó Sirius, se veía muy contento al inclinarse hacia delante.

Barty Crouch estaba consiguiendo información. Regulus lo había mandado junto a Casey Yaxley y
Bianca Zabini. Querían saber con exactitud que sabían sobre los movimientos de sus familias y de
los magos oscuros para este año.

—Ocupado — respondió con un gruñido.

La maldita sonrisa de Sirius Black —Estamos solos.

—Eso es obvio, imbécil.

—Es un viaje largo.

Remus se negaba a responderle.

La mano de Sirius subiendo por la pierna de Remus — Muy largo.

Mierda, pensó. A la mierda el autocontrol.

Las jodidas órdenes de Dumbledore de ir en el mismo vagón.

Remus agarró la muñeca de Sirius.

—Vuelve a tu lado — susurró con voz ronca — Es mi última advertencia, Black.

Sirius sonrió complacido — ¿O sino qué?

Sí, definitivamente esta era su venganza por elegir a Regulus. Quería demostrar que Remus Lupin
cedería ante él, que era capaz de perder el control en su presencia incluso antes de regresar a
Hogwarts.

Era una cuestión sobre el orgullo herido de Sirius Black.

—Pase todo el verano queriendo ver a mi pequeño hermano y apenas me lo encuentro me ataca, y
lo que es más importante… — la mirada de Sirius bajo por el cuerpo de Remus haciéndolo desear
golpearlo — Se atrevió a meterse con mi cabello.

—¿Fue un duro golpe?

—Oh, estaba furioso. Realmente quería hacerte daño, Lupin. Y estuve pensando en cómo
devolverle a Reg toda esa rabieta.

—¿Se trata de una venganza a Regulus?


Esa maldita sonrisa —Entre otras cosas.

Remus sonrió cruel ejerciendo más fuerza en su agarre — ¿De verdad quieres jugar con el lobo?

Esa mirada en sus labios.

Esa sonrisa engreída.

Sirius inclinándose hasta él, subiéndose a sus piernas — Vamos, Lupin, ya deberías saber que me
encanta enloquecer a la bestia.

Remus soltó la muñeca de Sirius.

Las manos de Sirius sosteniendo el rostro de Remus, obligándolo a verlo.

Esa maldita e infernal mirada con un brillo divertido en sus ojos.

—¿Qué demonios crees que haces?

—Jugar con el lobo — respondió inclinándose hacia el cuello de Remus.

Sintió el roce de sus labios sobre su piel.

Remus contenía la respiración al sentir cómo Sirius se entretenía dejando besos a lo largo de su
cuello. Probablemente buscaba dejar una marca. Pero a la parte más salvaje de Remus le excitaba
la idea. Sirius Black marcándolo.

Estaba loco.

—Vamos, Lupin — susurró con voz ronca en su oído — Empújame. Grítame. Pelea conmigo.

Las manos de Remus sujetaban las caderas de Sirius, acercándolo a sí.

Sirius gruñó — Eres muy malo, Lupin.

No le importaba.

No le importaba una mierda.

Sirius tiró del cabello en la nuca de Remus, su mirada atrapándolo, una sonrisa satisfecha.

—Creí que me dejarías por Regulus sin dudarlo — susurró lentamente sobre sus labios — Pero
cada vez que Regulus da la vuelta terminas atraído hacia mí. Reg debería aprender a controlar más
a su perro.

Sus dedos cerrándose alrededor del cuello de Sirius Black, sintiendo el fuerte latido de su corazón,
su respiración demasiado cerca, el deleite en los ojos de Sirius.

—¿Cómo vas a explicarle esto a tu dueño?

Cuánto despreciaba a Sirius Black. Era tan malditamente fácil recordarlo.

Estaba furioso.

No importaba cuántas personas conoció en el verano, con cuántas se involucró, cuántas veces se
recordó que Sirius Black era un jodido desliz.
Tener a Sirius Black cerca se sentía tan magnético como la luna llena atrayendo al lobo.

Remus lo besó. Sirius correspondió con emoción. Su lengua encontrándose con la suya, el sonido
provocando más calor entre ellos.

El movimiento de su cadera contra la suya.

Remus gimió.

Sirius lo besó con desesperación y urgencia. Despertando ese fuego, ese infierno en los instintos de
Remus.

Esa euforia entre ambos.

La electricidad sobre su piel.

La necesidad de tener más de Sirius.

La puerta del vagón se abrió.

—Vaya — saludó Marlenne McKinnon con una sonrisa divertida con Mary McDonald detrás de
ella — Lamento interrumpir.

Mierda.

—Hola — saludó Sirius, aun sobre Remus, aun con la respiración agitada, aun con sus manos
hundidas en el cabello de Remus, aun con la mano de Remus alrededor de su cuello.

Remus suspiró. Este año presagiaba estar lleno de complicaciones.


El príncipe oscuro

01 de septiembre, 1976

Una vez en Hogwarts Remus se percató de todas las miradas que seguían a Regulus Black.

El príncipe oscuro había vuelto a casa.

Y era difícil apartar la mirada de él.

Remus no lo había notado hasta verlo con su uniforme de Slytherin, pero Regulus también había
cambiado durante el verano. Había crecido un poco más, tenía quince años después de todo. Sus
hombros eran más anchos. Su andar denotaba una confianza que antes se sentía distinto. Regulus
siempre fue una persona elegante, pero ahora era mucho más que eso, era la determinación de un
depredador.

Regulus ya no era ese niño, no era el simple heredero de los Black, a quien querías caer bien por la
influencia de su familia. Ahora todo Hogwarts lo veía como Regulus Black, el maldito príncipe
oscuro, a quien no querías molestar por miedo, pero que seguirías con la mirada por esa belleza fría
y mortífera característica de los Black.

—Escuché que está asociado a los Malfoy. Su prima se casó con la familia y Regulus fue
presentado por el mismísimo Lucius Malfoy como si fuera su primo.

—Abandonó a los Black la navidad pasada, pero ¿no crees que es obvio que es un mago oscuro?

—Se sabe que es seguidor de Dumbledore. ¿Pero se puede confiar en él? Su familia está
jodidamente enferma.

Remus supuso que la gente seguiría cuestionando a Reggie por su familia. Había sido una buena
jugada abandonar a los Black, después de todo, para intentar marcar distancia de esos rumores.
Pero las personas que realmente sabían algo sobre Regulus Black se mantendrían en silencio un
largo tiempo después de lo ocurrido el año pasado.

Vio a Regulus fingir no escucharlos.

Pero ese no era el caso para Sirius Black.

Tenía a un estudiante de cuarto año de Hufflepuff cogido del cuello de la capa y su varita en su
cuello antes de que cualquier prefecto pudiera reaccionar.

—Di algo más de mi hermano — lo retó con una mirada desafiante — Vamos, adelante, di algo
más y nadie podrá volver a reconstruir tu jodida cara.

Remus no pudo evitar sonreír deleitado.

Pensó que el orgulloso y rencoroso Sirius Black seguiría resentido por haber sido atacado por
Regulus. Estaba seguro de que Sirius no olvidaría el maleficio del cabello. Pero aquí estaba,
defendiendo a su hermano menor con una expresión aterradora.
Lily golpeó a James Potter — Dile algo, el pobre chico parece a punto de desmayarse.

James suspiró y tiró de Sirius.

— Vamos, Padfoot, suéltalo. El imbécil recordará de ahora en adelante no hablar mierda de los
demás, ¿no es así? — le preguntó al chico con una sonrisa fría — ¿Aprendiste tu lección?

El Hufflepuff asintió con desesperación.

—Dilo.

—Sí, sí, yo… yo no volveré a hablar…

Ahí estaba la sonrisa amable de James Potter — Eso es, buen chico. Puedes soltarlo, Pads.

Sirius lo empujó y dejó que huyera —¡Largo!

No debería haberle parecido tan atractiva la imagen de Sirius Black enloqueciendo por defender a
Reggie. Pero lo hacía. Remus se sentía emocionado.

—Intenta disimular — le susurró Lily con un brillo divertido en sus ojos.

—No estoy haciendo nada.

—Aún — replicó la pelirroja.

Remus sonrió. Evans lo conocía demasiado bien.

Regulus se acercó a ellos con una expresión escrutadora —¿Qué creen que están haciendo?

—Asustar a los novatos.

La expresión fría de Sirius cambió a una sonrisa al ver a su hermano —Hola, Reg.

—Sirius — la voz cortante de Regulus junto a una mirada oscura.

—Me alegra ver que mi hermanito está bien — comentó Sirius — Pensé que Cissy te lanzaría un
reducto después de atacarme salvajemente en su boda.

—Sí, quizás lo hubiera intentado, pero se vio muy comprensiva cuando le dije que te estabas
acostando con Remus —atacó Regulus.

Potter y Evans guardaron silencio ante eso, compartiendo una mirada que decía oh, vaya, que
interesante está el suelo.

La sonrisa de Sirius se volvió engreída — Hablando sobre eso… es divertido que lo menciones,
porque antes en el tren…

Ahí estaba. Imbécil de mierda, pensó Remus.

Regulus suspiró cansado y volteó a mirarlo —¿Otra vez, Lupin?

Ese jodido Sirius Black.

—Tuve que ir en el vagón con él — Remus se encogió de hombros — Órdenes de Dumbledore.

Regulus enarcó una ceja —¿Dumbledore te ordenó acostarte con Sirius?


James Potter tosió mientras que Sirius sonreía engreído.

Remus sonrió coqueto — En mi defensa, fui seducido. Y era un largo viaje.

Y técnicamente no había ocurrido, porque después de la interrupción de McKinnon llegaron Mary


MacDonald, James Potter y Lily al compartimiento, ya que tanto James como Lily habían hecho de
prefectos el año pasado no necesitaban de la orientación de nuevos prefectos.

Lily lo había mirado divertida al percatarse de las marcas en su cuello.

Sirius le guiñó un ojo — Siempre podemos encontrar un momento, Lupin. Sabes que me gusta
jugar con el lobo.

Maldito Sirius Black, pensó.

—¡Padfoot hay que ir a cenar! — lo llamó James Potter recuperando la voz y tirando de Sirius.

—Y hay que ir a hacer cosas de prefectos — comentó Lily, su voz sonando rara al hacer un
esfuerzo por no reír al seguirlos.

Sirius volteó a verlos mientras era arrastrado por Potter — ¡Adiós, Reg! ¡Nos vemos!

—Eres un perro lujurioso — lo insultó Regulus cuando su hermano se fue — Ni siquiera te


esperaste a llegar a Hogwarts, Remus. Eres una cosa, muy, pero muy jodida.

—Gracias, es un talento natural.

El gran comedor era un lugar ruidoso y generalmente ostentoso. Los merodeadores siempre
estaban rodeados por personas que reían y conversaban animadamente, incluso cuando se
esforzaban por hacer del castillo un caos.

Pero en la mesa de Slytherin las cosas eran distintas.

Las personas guardaban silencio ante la presencia de Regulus Black.

Todo Slytherin había aprendido su lección. No podías tocar al príncipe oscuro sin pagar las
consecuencias.

Remus vio la sonrisa de Regulus cuando se percataba de que alguien lo miraba con odio o temblaba
por su presencia.

—El maldito príncipe oscuro — susurró en el oído de Reggie al tomar asiento.

Regulus rió — Estúpido título ostentoso.

Vio a Snivellus mirarle con rencor.

Barty Crouch se sentó frente a ellos dos y miró a Snivellus con emoción — ¿Qué pasa, Snape?
¿Algo que decir? ¿O papá te golpeó demasiado este verano?

—Cierra la puta boca, Crouch — le replicó Snivellus — O te mandaré a detención. Te recuerdo


que soy prefecto.
Barty sonrió — Solo recuerdo que eres basura, Snivellus.

—Crouch, te has ganado una…

—Cállate — replicó Regulus con una mirada oscura —Silencio, sucio mestizo de mierda.

Severus Snape se veía avergonzado. Pero fijó su mirada en su copa en silencio. Mulciber y Avery a
su lado codeándose y susurrando entre sí mientras que otros Slytherin que estaban atentos sonreían
o callaban sus conversaciones.

Remus sonrió satisfecho. Al fin Snivellus había aprendido lo peligroso que era enfrentarse a
Regulus Black.

—La contraseña es magia oscura — les comentó Reggie — Muy adecuada para este año, ¿no
crees?

—Me preguntó quién la habrá propuesto — se burló Remus.

Barty bostezó al lanzar un encantamiento muffliato — Muchos se van a declarar oscuros este año.
Es casi como si quisieran hacerlo un gran evento.

—¿Saben quiénes son?

—Snape — escupió Crouch — Avery y Mulciber lo seguirán, por supuesto. También escuché que
Nott esperara al año que viene. Y de las chicas Yaxley quiere declararse oscura.

Todos sabían los secretos de todos, pensó Remus.

Regulus frunció el ceño —Pensé que la familia de Yaxley era neutral.

—Parece que ha encontrado cierta afinidad con… ciertos magos prontamente oscuros — sonrió
Barty Crouch divertido — De todos modos, muchos están queriendo unirse a los mortífagos
después de lo sucedido en el verano. Mi padre está de los nervios. Cada vez que llegaba a casa
parecía querer incendiar el maldito ministerio.

—¿Qué pensará el ministro cuando su hijo se vuelva un mortífago? — le cuestionó Remus.

Reggie le había dicho sobre el desprecio del ministro ante la presencia de su hijo.

Barty sonrió de forma desquiciada — No lo sé, pero me interesa saber ¿qué pensará tu novio
cuando sepa que te unirás a los mortífagos por su hermano menor?

Regulus sostuvo la mano de Remus antes de que pudiera sacar su varita y atacar a Crouch.

—Es suficiente. Lo que nos interesa es completar los ritos. Luego veremos el tema de los
mortífagos.

Barty hizo una expresión animada — ¿Y luego de eso podemos ver lo de los novios?

Remus volvía a recordar sus deseos de destruir a Barty Crouch por lo sucedido en la boda de Cissy.
Sería sencillo, pensó. Podría hacerlo desaparecer sin dejar rastro y dejar que pensaran que un
mortífago lo había hecho por represalias al ministro Crouch.

Albus Dumbledore se levantó para dar su discurso anual después de la selección.

—Tiempos difíciles están ocurriendo. Por eso les recuerdo que en momentos de oscuridad pueden
encontrar aliados en los lugares que menos esperan. Y que una gran fuerza yace desde la unión.

Remus lo miraba con escepticismo. Era sencillo hablar sobre la unión entre las casas y luego
permitir que todo el castillo insultase y despreciase a los Slytherin. Remus pensó que era
precisamente lo que la sociedad hacía con los hombres lobos. Esperaban de ellos que ni siquiera
existieran. No lo pidieron, no desearon acabar de esa forma. Pero la sociedad los despreciaba, los
culpaba, eran todos unos prejuiciosos de mierda y luego se sorprendían si aquellos que
despreciaron se levantaban en su contra.

No debería haberle sorprendido acabar en Slytherin. Era casi un destino.

—Todos saben que Slytherin está llena de magos oscuros — había escuchado cuando era un niño.

Remus sonrió con crueldad. Y aquí estaba ahora, listo para continuar sus ritos oscuros para
declararse un mago oscuro completo.

Miró a Dumbledore. A los profesores con expresiones sombrías. La guerra ya era innegable.
Seguro este año se enfocarían con más dedicación en prepararlos para no morir tan fácilmente.

Dumbledore le devolvió la mirada, fue un solo momento.

Remus se cuestionaba algo desde que era un niño.

Si era tan útil para Dumbledore, ¿Por qué jamás lo entrenó? ¿Por qué arriesgarse a que muriera
fácilmente una vez que lo necesitase?

Pero la respuesta era simple.

Dumbledore siempre había confiado en la educación que Remus recibió en Slytherin.

La formación de un mago oscuro.

No tenía sentido separarlos por casas si cada estudiante en Hogwarts tendría acceso a la misma
educación, pensaba Remus antes de entrar a Slytherin. Pero las cosas en su casa funcionaban de
forma diferente. Slytherin estaba mucho más conectada a las familias nobles. Las tradiciones eran
importantes. El conocimiento era poder. Y la magia oscura era una lección valiosa para no perderla
ante la resistencia de la influencia de los mestizos y nacidos de muggles en la sociedad que veían
en la magia oscura solo algo maligno.

Él mismo había recibido personalmente lecciones de Narcissa desde joven. Pero era mucho más.
Los mayores preparaban a los menores, para poder defenderse, atacar y conocer las claves más
básicas de la supervivencia como Slytherin, pero a medida que crecían también se les daba una
gran formación en la magia oscura, fueran declarados o no, sabrían de los ritos básicos para la
iniciación y la magia más esencial que guiaba a la oscuridad.

Y estaba Horace Slughorn. Su jefe de casa. Tenía su propio club con sus prodigios y personas que
se volverían influyentes en la sociedad, eso era cierto. Pero también dedicaba unas pocas horas a la
semana para preparar a los más pequeños con lecciones extras respecto a las artes oscuras.
Personalmente guiaba el acercamiento de sus estudiantes de casa hacia la magia oscura. Era uno de
los profesores más accesibles sobre el tema, él mismo se había declarado oscuro a los catorce años.
Por eso se le informaba cuando uno de sus estudiantes estaba preparado para declararse oscuro.
Slughorn prepararía lo necesario para los ritos y daría los permisos para salir del castillo durante
las noches sagradas en las que se realizarían.

—¿Quieres ser un mago oscuro, Remus?


—Sí — fue la respuesta firme.

—Supe… que querías explorar en otros ámbitos de la magia — comentó Slughorn pensativo — La
señorita Black vio un gran potencial en ti junto a Regulus. Incluso te acogió como a uno de sus
protegidos.

Slughorn tenía un gran aprecio por la familia Black. Era un hombre que adoraba a aquellos que
tenían un gran poder, su red de contactos era formidable, y se dedicaba con gran determinación a
mantenerse en una posición neutral y protegida. Por eso estaba fascinado por Narcissa y Regulus,
los Black más accesibles a su posición y aquellos que liderarían la sociedad de las familias sangre
puras.

—Así es, señor, incluso ha estado guiando mis ritos de iniciación — confirmó Remus — Por eso
quiero poder ampliar mi conocimiento mágico. Sabe que he tenido gran aptitud para la magia
oscura. Y estuve esperando para poder declararme.

El profesor asintió — Ya veo. Jamás le negaré el conocimiento y poder a mis alumnos.

Remus sonrió complacido. A pesar de desagradarle Slughorn, tenía que reconocer que era útil y
necesario.

—Remus, hay un asunto pendiente que quería hablar contigo.

Reprimió una mueca. Desde su primer año había estado demasiado interesado en él. Al ser su jefe
de casa, Slughorn era otra de las personas a las que se les informó sobre… la condición de las
lunas llenas de Remus. Era morboso, pensó Remus, le encanta la idea de guiar a una criatura
oscura y sumarlo a su colección.

Aun así, sonrió con encanto — Está bien.

Slughorn invocó unos papeles sobre la mesa de su escritorio.

Remus miró indiferente los panfletos.

—Los resultados de tus TIMOS fueron increíblemente buenos, señor Lupin.

Había sido brillante, de hecho, a pesar de haber tenido la luna llena en medio de sus exámenes.
Remus no admitiría lo mucho que eso lo hacía sentir orgulloso. Era como probar que ese niño
huérfano, disléxico y con problemas de ira no era la escoria de la sociedad que su padre esperaba.
Era mucho más.

Regulus había sonreído con alegría al ver por encima de su hombro los resultados cuando estaban
en la mansión Malfoy.

—¿Cómo es posible? Ni siquiera te vi estudiar tanto, maldito perro afortunado.

—Soy así de increíble — respondió Remus, sabiendo que durante los entrenamientos de quidditch
de Regulus se había atrincherado en la biblioteca junto a Lily y también había logrado que
Matherson y Blythe fueran realmente instructivos sobre los temas de estudio.

Sí, Remus se esforzó bastante.

El profesor suspiró cansado —Pero…

Remus lo esperaba. No debería sentirse decepcionado.


—¿Pero? – repitió alzando una ceja. Quería obligarlo a decirlo.

Slughorn se veía nervioso —Cuando hablamos el año pasado sobre las carreras…

—No hay muchas opciones para una criatura oscura — sonrió Remus con frialdad — Lo sé,
profesor.

Los trabajos a los que podía aspirar eran una mierda. Las condiciones eran aún peores. Y siempre
estaba la posibilidad de perderlo todo una vez que se hiciera público el registro de hombres lobos
tal y como pedía El profeta desde hace meses.

Slughorn lo miró — ¿Por eso quieres ser un mago oscuro?

Ampliar mis opciones, pensó, es lo único que llevo haciendo desde que era un niño huérfano
abandonado en un orfanato de mierda después de herir a mi padre por intentar asesinarme

Remus enfrentó su mirada — Quiero un futuro, profesor.

Y para ello tengo que destruir este mundo resonaba su mente.

Casi esperaba encontrarse a Sirius Black cuando escuchó el sonido del piano al detenerse frente a
la puerta de su habitación. La música y su pasión eran demasiado familiares a lo que había
escuchado en la biblioteca de los Potter.

Pero esta vez era sobre nostalgia, rencor, furia y caos en cada tecla.

Era tan intenso que por un momento se sintió paralizado.

Hace meses que no escuchaba a Regulus tocar. Desde antes de navidad, pensó. Narcissa había
dispuesto de un piano para él en su habitación de la mansión Malfoy, pero Regulus no toco tecla
alguna en todo el tiempo que se quedaron ahí.

Remus abrió la puerta con cuidado.

Regulus se veía distinto al tocar, una apariencia más sincera, una expresión más joven y que daba
una sensación de vulnerabilidad. Quizás por eso mismo había dejado de tocar. De cierta forma,
tuvo que reprimir esa suavidad de su carácter para lidiar con toda la mierda que vivieron desde el
incidente de Sirius en navidad.

Lo había extrañado. La manera en la que tocaba el piano.

Regulus no se sorprendió al verlo entrar a la habitación. Tampoco dejo de tocar cuando Remus se
sentó a su lado en silencio.

Trató de reconocer la pieza y sonrió al darse cuenta de que era una de Pink Floyd que habían
escuchado juntos en el bar de Londres la primera noche que Regulus fue allí.

Remus cerró los ojos, disfrutando de la melodía y los recuerdos de esa noche.

Solo cuando la canción terminó volvió a abrir sus ojos.

Remus se recostó contra Reggie.


—Oye.

Regulus gruñó.

—Me alegra volver a estar aquí contigo.

La mansión Malfoy no era un mal lugar. Considerando cada sitio donde Remus paso una noche,
era casi como un hotel de lujo. Pero no era Hogwarts. No se sentía como esta habitación que había
compartido con Regulus tantos años. Donde se podían confesar tantas cosas.

—Estuve pensando — dijo Regulus.

Remus esperó.

—Prefería cuando salías con Evans.

Sonrió divertido —Sabía que en el fondo la aprecias. Era una buena novia. De hecho, estábamos
hablando sobre eso en la estación. Pero terminamos nuestra pseudorelación en un acuerdo mutuo.

Intereses compartidos, supuso.

— No vuelvas a hacer eso.

Remus se incorporó —¿No hacer qué? ¿Meterme con tu hermano?

Demasiado pronto. Regulus entrecerró los ojos hacia él.

Remus suspiró —Debiste dejarme coger a tu papá en navidad. Quizás no tendríamos esta
conversación ahora.

—¡Lupin! — se quejó Regulus.

Remus se rio.

—Aún podría intentar con un obliviate — replicó Regulus — Sería sencillo, en serio. De todas
formas, no es como que ambos estén enamorados, solo calientes el uno por el otro.

—Ya que, estamos hablando sobre nuestros sentimientos, novios y romances, podrías abrir tu
corazón, Black. ¿Qué tal las cosas con Pandora? — replicó Remus.

Regulus enarcó su ceja — Sigo pensando en tirarte un obliviate.

Seguro era verdad, pensó Remus.

Pero de todos modos no le importaba.

Estaban de vuelta.
Intervención

09 de septiembre, 1976

Sirius Black sería su ruina.

Remus era demasiado consciente de cada maldita acción que el chico hacía para provocarlo. Era
malvado. Había subestimado el rencor de Sirius Black. Su orgullo herido se convirtió en una
obsesión por torturar a Remus.

Sirius le sonreiría coquetamente al cruzarse en un pasillo, en el campo de quidditch o al entrar en


una maldita clase.

—Lupin.

Esa maldita sonrisa engreída.

—Black.

Odiaba ese brillo travieso en sus ojos antes de acercarse, antes de invadir su espacio personal y ser
abrumado por la cercanía de su magia, por el calor, por la urgencia de responder a esa fuerza que lo
atraía caóticamente hacia Sirius Black.

Y era atrevido.

En clase de Transformaciones se había inclinado sobre su asiento y levantado la barbilla de Remus


para obligarlo a mirarle, su pulgar rozando el labio inferior de Remus, la atención del lobo
quedando atrapada por cada uno de los movimientos de Sirius.

Se había acercado a él hasta susurrar en sus labios.

—¿Cuándo volverás a jugar conmigo?

Por Merlín.

Tomó todo el control de Remus el no reaccionar ante la voz ronca de Sirius, su mirada desafiante y
el estremecimiento que le provocaba sentirse tan malditamente atraído hacia él.

James Potter y Lily comenzaron a toser con mucho ruido.

McGonagall les había quitado cinco puntos por alterar la clase.

Remus temía que la amenaza del obliviate se convirtiera en algo real.

—Deja de seguir a mi hermano con tu mirada — se quejó Regulus.

—Es culpa de Black — replicó Remus cuando Sirius le dio un guiñó coqueto al cruzar el gran
comedor.

—¿Qué exactamente ves en él, de todos modos?

Era su actitud. Su cercanía. Y todos sus gestos, pensó Remus con rencor.
Empezó a odiar rápidamente cada uno de sus gestos.

La manera en que Sirius Black se movía alrededor de él, el sonido de su voz al susurrar en su oído
durante alguna clase, el toque sobre su piel, la forma en la que lo acorralaría imponiéndose ante él,
con esa mirada oscura y una sonrisa traviesa.

—Lupin — susurró con urgencia en el pasillo momentos antes.

Remus lo besó con intensidad. Sus manos aferrándose al cuello de Black. Atrayéndolo. Disfrutando
del sonido de jadeo de Sirius, el estremecimiento en su piel cuando su lengua se encontró con la de
Sirius, ese gruñido de ferocidad del lobo ansiando más y más.

Se separaron cuando sintieron a alguien acercándose.

Sirius sonrió de lado al acomodarse la ropa.

Remus enloqueciendo por la desesperación que lo impulsaba a volver a besarlo contra la pared.

Las cosas que odiaba de Sirius Black aumentaron rápidamente.

La forma de sus dedos al sostener la varita, su cuello a la vista con la corbata suelta, la manera que
tenía de pasar su lengua sobre sus labios cuando estaba nervioso o confundido, y el sonido de su
risa divertida cuando James Potter y Peter Pettigrew estaban a su alrededor.

Cada una de esas cosas parecía obsesionar a Remus mucho más que antes del verano.

Y lo odiaba. Maldita sea. Lo odiaba tanto.

—Aún no se lo folla — respondió Barty Crouch con una sonrisa burlona al tomar asiento.

Regulus frunció el ceño al pasar su mirada desde su hermano hasta su mejor amigo.

—Olvídalo. No quiero saber.

James Potter susurraba algo en el oído de Sirius, pero Black sonrió divertido y atrapó la mirada de
Remus sobre él. Su sonrisa se volvió engreída con rapidez.

Remus gruñó.

Intentó borrarse a Sirius Black de la mente con cada maldito muggle que le pareció atractivo
durante el verano. Pero era demasiado fácil. Perderse en todo lo que era Sirius Black. Tocarlo.
Desear que lo tocara. El querer marcarlo y sentirse emocionado con la mirada desafiante de Sirius,
retándolo a corresponder su maldito juego de mierda.

Lily le contó sobre la reacción de los merodeadores al descubrir la… cercana e íntima relación que
ambos desarrollaban.

—Hubo una intervención — sonrió divertida — James nos convocó a la sala común en medio de la
noche.

Habían tirado un muffliato en su pequeño rincón al fondo de la biblioteca, y Remus jugaba con el
anillo en el dedo de Lily. Algunas personas seguían desconcertadas con su cercanía y dudaban si
seguían saliendo o no. Pero nadie se atrevería a tocar a Lily Evans después de la venganza que el
príncipe oscuro y su más fiel perro provocaron el año pasado.

Eso era suficiente para él. Si alguien era lo suficientemente estúpido para atacar a Evans, sabía
bien que ella misma podría enseñarle por qué los merodeadores le temían a sus maldiciones.

Lily se veía contenta — Le dije a James que si era otra de sus bromas lo colgaría del sauce
boxeador de nuevo, pero replicó que era un asunto de mayor prioridad que una broma. Lo llamó…
intervención de emergencia sexual.

Remus sonrió. Eran buenos tiempos cuando Evans maldecía a Potter después de rechazar algunas
de sus propuestas pomposas y escandalosas. En ese entonces palabras como mortífagos, cacerías y
guerra se veían como algo lejano. Y podía desquitarse en sus bromas contra los merodeadores. Por
extraño que pareciera, a veces de verdad extrañaba esa forma de pelear contra Sirius Black. Esa
mirada furiosa en su rostro que lo deleitaba mucho antes de descubrir que también lo excitaba.

—Y el asunto de emergencia era…

Lily enarcó una ceja —Bueno, Regulus lo implicó de forma muy explícita en su discusión con
Black.

—Sí, ser sutil es algo incompatible con el apellido Black.

—Así que, se habló sobre el sexo con enemigos jurados, que luego se convirtieron en aliados, pero
que siguen siendo Slytherin y que rompe el código de honor fundamental de los merodeadores.

—Veo que lo disfrutaste.

—Bastante — admitió Lily con su mirada iluminándose con diversión — Fue divertido ver a James
interrogando a Black mientras que Pettigrew estaba en shock. Hubo palabras como traición,
serpientes y lealtad. Eres el puto karma, Lupin.

—¿Qué respondió Sirius? — preguntó curioso apoyando la barbilla sobre una mano.

—Que una criatura oscura y libidinosa lo estaba seduciendo malvadamente.

Remus sonrió divertido — ¿Lo creyeron?

—Por supuesto — respondió la pelirroja con una sonrisa radiante — Después de que dijera que
también fui víctima de tus perversos encantos, amor.

Se rio. Realmente Lily Evans era una de sus personas favoritas en el mundo.

—Me hubiera gustado ver la reacción de Potter ante eso.

—La verdad tenía una expresión graciosa.

Remus se preguntó que pensaba Sirius Black de todo eso.

La relación de ambos era complicada. A veces a Remus le agradaba el Sirius de las cartas, el Sirius
de esa noche en el balcón, el Sirius que lo besaba intensamente haciéndolo perder el control. Se
sentía tan malditamente atraído hacia él que era una locura. Pero por eso mismo odiaba a Sirius
Black. El chico imprudente y atrevido de Gryffindor, que no pensaba en las consecuencias y que lo
hacía enloquecer.

—James sugirió que usabas imperio para atraer a Black — sonrió Lily con burla — Pero le
respondí que eres lo suficientemente sensual como para ser llamado el casanova de Slytherin. Así
que Pettigrew lo llamó perro lujurioso y traidor.

Remus bufó — Reggie me dijo lo mismo.


—Y se comentó encontrar la cura para romper tu influencia seductora sobre él porque Sirius dijo
que su cuerpo respondía ante ti por ser una maldita bestia sexual.

—Que dulce de su parte.

Lily sonrió de lado — Entonces… ¿Qué es exactamente lo que piensas hacer?

—Es un juego personal, Evans. No te preocupes —. Remus sonrió coqueto — Mi corazón sigue
perteneciéndote a ti, cariño.

Lily se rio — Ajá. Eres un maldito mentiroso.

Había muchas cosas en su mente. Los ritos oscuros. Los mortífagos. Los lobos. Regulus y toda la
maldita familia Black. A veces solo deseaba destruirlo todo. Pero desde que Reggie se enteró de lo
que sucedía entre ellos… Remus sentía que ese instinto entre Sirius y él que lo enloquecía también
se convertía en algo que lo fascinaba hasta el punto en que deseaba y temía ver a dónde llegaba.
Era una locura. La manera en la que reaccionaba ante él. Esa ira convirtiéndose en un deseo
doloroso y excitante. Disfrutaba de esos momentos en los que Sirius empujaba sus límites tanto
como era capaz de odiarlo.

Se preguntó que pensaba Sirius Black sobre todo esto.

De camino a la torre de Ravenclaw, sintió la magia de Sirius Black a su alrededor.

Los instintos del lobo amplificados por la luna en el cielo.

Se sintió algo emocionado. Quizás aun tendría tiempo de jugar un poco con Black antes de
encontrarse con Pandora y Reggie. Querían probar una nueva poción, y también estaba el asunto
que Pandora estuvo averiguando. Era importante, pero no podía controlar mucho al lobo si su presa
estaba por ahí rondando, tan malditamente cerca…

Al girar por el pasillo, vio a Black susurrando en el oído de Mary MacDonald mientras la chica
reía.

Ambos estaban demasiado cerca. La mano de Mary sobre el brazo de Sirius y el chico
sosteniéndola por la cintura, casi acercándola a su propio cuerpo.

Y algo dentro de Remus se encendió ante esa intimidad y la sensación de furia que azotaba sobre el
lobo.

Mary era tan hermosa. Sus rizos oscuros enmarcando su rostro. Sus labios rojos seductores. El
brillo en su piel. Sus curvas femeninas. Y la confianza en sus movimientos. Black le sonrió a la
chica y se inclinó ante ella.

Lo que pasaba por la mente de Sirius era un completo misterio para él.

Estuvo tentado a dejar ir la magia del lobo. Esos arrebatos que podrían acabar incendiándolo todo.
Hoy era luna llena. Y la bestia estaba impaciente y furiosa por salir. Sus emociones eran más
difíciles de controlar. Pero en cambio instintivamente respondió usando legeremancia. Deseando
extraer la verdad sin importarle nada más.
Mary, ¿podremos volver a ser amigos? ¿Aunque estoy detrás de una maldita serpiente? ¿Podrás
perdonarme?

Vio a Sirius encontrándose con MacDonald después de que ella se despidiera de su novio de
Ravenclaw. Los vio riéndose y a Sirius ansioso por hablar con ella. La sensación de culpa por
haber roto. La sensación de soledad por perder su amistad. Ese alivio cuando ella volvió a bromear
con él como antes. Y ese abrazo con el cual estaban arreglando su relación de antes cuando…

Remus se sorprendió al sentirse azotado. Como si una puerta se cerrase y cayera a una habitación
que se había abierto de la nada. Un recuerdo sobre una broma en la que Pettigrew le gritaba a
Sirius que se lo tomara en serio y Sirius se burlaba de ser bastante serio.

No era posible que Sirius Black fuese un oclumante. Eso no tenía ningún sentido.

Sirius seguía sonriendo junto a Mary MacDonald al final del pasillo.

—Moony — lo llamó la voz de Regulus — Ya es hora, Pandora debe estar esperando.

Tenía que ser imposible. Una casualidad, ¿no?

Pero no creía en las casualidades.

Ignorando lo que sucedía con Sirius Black, había otro asunto que obsesionaba a Remus.

Le molestaba profundamente el hecho de que Alastor Moody hubiera podido cazar a un lobo fuera
de la luna llena. Eso demostraba una debilidad con la que poder atacarlo. Y Remus no estaba
dispuesto a permitirlo.

—¿Cómo es posible? — le preguntó Remus a Pandora.

Estaban en su laboratorio. Pandora había pasado el verano en América, estudiando sobre diversos
temas mágicos. Sus padres, el matrimonio Lynch eran Ravenclaw como ella y profesores
admirados de alquimia, que ampliaban sus estudios en conferencias en el extranjero y consultando
a otros estudiosos. Cuando Remus lo descubrió pensó en que no debería haberle sorprendido a
nadie que Pandora Lynch hubiera estado destinada a convertirse en un genio.

Pandora revisaba las muestras de sangre de Remus – Ya hemos visto que tu sangre reacciona a las
fases lunares y que el ADN se reconstruye en el momento de luna llena, incluso en las muestras se
vislumbran cambios moleculares.

Remus gruñó – ¿Es así como lo han averiguado?

Regulus negó con la cabeza mientras miraba por la ventana —Tendrían que haber tomado
muestras, pero no parece ser el caso. Estuve investigando tan pronto como lo leí y lo más probable
es que Moody lo estuviera siguiendo desde algunas lunas anteriores.

Remus sintió que soltaba todo el aire que estaba conteniendo. No lo saben. Aún no lo saben, pensó
aliviado.

—El jodido profeta — gruñó.

—El jodido profeta — Pandora concordó.

El profeta estaba desesperado por acabar con el pánico colectivo que había estado aumentando con
los ataques. Remus se sentía mareado en clases por los collares de plata que los estudiantes traían
consigo. Regulus había pensado en aplicar un hechizo de expansión a uno de transfiguración para
cambiar la plata por aluminio.

—Pero quizás solo sea cosa de tiempo – analizó Pandora – Con el aumento de los transformados es
probable que empiecen a investigar la licantropía, hasta ahora no era estudiada realmente por eso…

—Por eso no saben una mierda – continuó diciendo Regulus mirando a Pandora con una sonrisa.

Pandora asintió – Así es, príncipe oscuro.

Eso Remus lo sabía. La información sobre la licantropía era básica y reducida a los que los magos
encontraban más evidente. El cambio en la luna llena. No atacar animales. El dolor del cambio.

No sabían sobre los resultados de los experimentos de Pandora Lynch realizados con él. No sabían
de los instintos del lobo. No sabían de los arrebatos mágicos.

—El ministerio no destina fondos para la investigación de la licantropía ni cómo curarla –


Comentó Pandora mientras revisaba unos pergaminos cubiertos de notas y números – Sólo se ha
centrado en la cacería y registro de los hombres lobos —. La chica se volteó a mirarlo con seriedad
—. Así que, he empezado un seguimiento de la lista de víctimas que viste.

—¿Qué encontraste?

—Al menos el treinta por ciento se ha suicidado.

Remus se sorprendió.

La vida de los hombres lobos era un estigma, lo sabía. Pero aun así… Parecía excesivo.

Su mirada era intensa —Son demasiados. Lo aceptaría si fueran algunos pocos, pero el treinta por
ciento de esa lista… estamos hablando de demasiadas personas.

Era imposible. Que todas las malditas personas realmente lo hicieran.

Pandora sonrió con orgullo por dar en la respuesta correcta — Así es, también lo pensé. Y al
investigar más me di cuenta de que todas las muertes coincidían en la luna llena pasada. Lo que es
curioso, considerando que pasan la noche en una jaula de plata.

—Los asesinaron.

Remus sentía la ira ardiendo en su interior.

—Lo hicieron.

Esa furia que sentía desde hace años. A la sociedad, al ministerio, a los magos.

Sintió la mano de Regulus en su hombro, sosteniéndolo a la realidad para no perder el control de su


magia, pero se veía casi tan molesto como él, su mirada ardiendo con frialdad —Están tratando la
licantropía como una epidemia, por eso quieren erradicarla de la manera más fácil en la que pueden
pensar.

Pandora asintió — Ni siquiera he sabido sobre un solo proyecto que este desarrollando una cura.

Regulus se veía molesto —Ese montón de hijos de puta mediocres.


Remus gruñó. Por eso entendía las razones que orillaban a las criaturas oscuras a obedecer los
deseos del señor Oscuro. Ninguno de ellos tenía más oportunidades que ser cazado o ser utilizados.
Sometidos al desprecio social. Remus sabía que Lord Voldemort vería esto también como una
propia solución a la amenaza de un número peligroso de hombres lobos, y podría utilizarlo a su
favor para ganarse la confianza de los nuevos convertidos. Sería fácil. Demasiado fácil. A veces
incluso se preguntó si se hubiera podido negar de no haber estado en Hogwarts siendo el chico
escogido de Dumbledore.

Pandora tomó su mano.

—Oye.

Remus la miró.

—Estuve hablando con algunos conocidos este verano en América. Hay una familia de
magizoologos bastante famosos. Y por fin creo haber encontrado la fórmula que necesitaba para la
investigación de la poción para controlar al lobo. Hice algunos experimentos con la poción que te
permitía recordar lo que sucedía cuando la bestia tomaba el control — Pandora sonrió emocionada
— La verdad, Isaac dijo que sería una locura, pero creo que esta vez funcionara mejor para ser
consciente de lo que haces cuando eres un lobo. Lo intentaremos esta noche.

Remus miró la mano de Pandora, tomando firmemente la suya con fuerza.

—¿Por qué llegarías tan lejos por alguien como yo?

—Porque eres un espécimen único — fue la respuesta burlona de Pandora —Llevas la mayor parte
de tu vida convertido, Remus. Eres invaluable para los resultados de los experimentos. Y una gran
oportunidad para poner mi nombre en los libros de magia.

Remus sonrió.

Entendía por qué Regulus Black estaba enamorado de ella. Había intentado borrarla de su interior
con cada chica con la que tonteó durante el verano con los Malfoy. Pero no existía una chica como
Pandora Lynch.

Lo vio en la manera que Reggie la miró. Con asombro, anhelo y gratitud.

—Pandora eres maravillosa.

La chica sonreía orgullosa — Lo sé.

Regulus sonrió — Bueno, ahora pasemos a lo importante. Remus enloqueció y se quiere coger a mi
hermano. ¿Podrías revisar su cerebro? Algo muy mal tiene que haber pasado con el lobo o con las
pociones, porque…

—¿Sirius Black? — se burló Pandora – Creí que tenías mejor gusto, Lupin.

Remus se encogió de hombros.

Pero se sintió cómodo.

Regulus y Pandora se reían al burlarse de él. Y la luna estaba cerca. Y tenía a estas personas
increíbles a su lado sin tener una pizca de miedo por el monstruo.
—¿Cuándo te enamoraste de Pandora exactamente? — le preguntó Remus a Regulus esa noche
mientras esperaban el cambio.

Regulus miraba el cielo oscurecido. Aun no necesitaba cambiar a su forma de animago.

—No lo sé. Sucedió antes de darme cuenta de eso. A veces creo que la he amado toda la vida —
confesó Reggie en un susurro.

Remus miró las estrellas.

Y se preguntó qué tan intenso sería eso para la naturaleza del lobo. Remus sentía que su ira, su
impaciencia y su agudeza eran mucho más agotadores por la influencia de la bestia. Se preguntó
cómo actuaría un monstruo enloquecido por amor.

Supuso que sería peor que la transformación.

—Ya viene — apresuró a Remus, su sangre hirviendo y sintiendo ese latido frenético que
anunciaba la llegada de la bestia.
Legeremancia

12 de octubre, 1976

Dumbledore lo había llamado a su oficina. Quería saber sobre su verano con los Malfoy. Con los
avances de la guerra no había tenido el tiempo de ver qué tal estaba su perro.

—Debo convertirme en un mago oscuro — confesó Remus expectante a la reacción de


Dumbledore.

El anciano asintió como si fuera algo que esperaba —¿Cómo va eso?

—Las preparaciones de los ritos están bien. Haré mi declaración en el Yule.

Dumbledore asintió — Confío en sus decisiones al respecto, señor Lupin.

Se veía cansado, incluso con su habitual sonrisa afable y actitud despreocupada, sus hombros
estaban tensos y tenía una mirada oscura.

Muchas personas ya habían muerto.

Y eso era algo difícil de ignorar.

Las preparaciones oscuras estaban siendo guiadas por Horace Slughorn y algunos de los magos
oscuros de Slytherin en los que él confiaba para la tarea. Crouch tenía razón cuando dijo que
muchos estudiantes se declararían oscuros este año.

El Yule se convertiría en un gran evento en la comunidad mágica. La magia oscura guardaba una
gran relación con las familias antiguas, y muchas figuras influyentes actuarían de guías de los
jóvenes novicios en las sendas oscuras.

Durante su primera semana en Hogwarts, Remus buscó a Calíope Morgan. Era la bruja oscura más
talentosa que conocía en Hogwarts desde la graduación de Narcissa. Y lo que era aún más
importante… era una aliada valiosa. Su familia, su magia, su nombre y talento. Todo atraía a
Remus a ella para actuar como su lazo con la oscuridad.

Calíope le sonrió con intriga cuando ambos estaban en la sala común, el brillo verdoso del agua
reflejándose en los ojos de Morgan al usar la magia oscura para esconder su conversación de oídos
curiosos.

Remus se arrodilló ante ella.

—Quiero que seas mi guía en la oscuridad, Morgan. Por favor, acéptame.

Sus ojos se iluminaron con alegría.

—Al fin te vas a declarar— exclamó deleitada al tomar la mano que Remus le ofrecía — Será un
placer, Lupin. Pero pensé que eras de Narcissa.

—Será la madrina de Reggie. Pero la verdad tú y yo siempre hemos tenido una conexión muy
especial — sonrió travieso — Algo que nos sigue uniendo el uno al otro.
Calíope lo miró divertida mientras acariciaba el rostro del chico — Eres un adulador, Lupin. Está
bien. Guiaré tus ritos oscuros y estaré a tu lado en la declaración. Así nuestra alianza será
consagrada por la misma oscuridad.

Remus besó la mano de Calíope —Me fascinas, Morgan.

—¿Qué te puedo decir? — sonrió — Estoy ansiosa por ver cómo arrasas con el mundo.

Ahora en la oficina de Dumbledore, admitir sus ritos oscuros lo hacía sentir ansioso por la llegada
del Yule, por su presentación ante la sociedad oscura.

—¿Los Black sospechan algo? — le preguntó Dumbledore.

Remus miró con indiferencia por la habitación —Inquietos por la declaración de Regulus. Pero
están convencidos de que Regulus debería ser el próximo señor oscuro. Nos apoyaran.

Dumbledore lo estudió un momento. Una mirada escrutadora y fría.

—Los ataques de los lobos — mencionó.

Una mirada oscura.

—¿Se refiere a las masacres de muggles y magos o sobre los supuestos suicidios de las víctimas,
señor?

El anciano mago asintió —Ahora están reportándose como asesinatos. Hay menos sobrevivientes
de los ataques.

Remus se sentía furioso. Los estaban matando al convertirse. Y luego culpaban a los lobos de
haberlo hecho desde el principio. Era despreciable. Toda esa maldita comunidad mágica era una
mentira nefasta y corrompida.

—Las criaturas oscuras guardaran un gran rencor. Pienso enviarte a una misión después de pasar
los ritos oscuros.

Sus ojos ardían.

—Estaré listo, señor. No lo decepcionaré.

Sirius estaba fuera de la oficina de Dumbledore.

—¿Acaso me estas siguiendo?

Sirius enarcó una ceja — Dice quien uso legeremancia.

Remus lo miró con odio. Seguía molesto por la manera en la que Sirius lo había sorprendido en el
acto. Eso lo hería como un Slytherin al que le inculcaron no ser atrapado y también porque aún no
entendía cómo ocurrió.

Era desconcertante. Pero Sirius Black tan solo se limitó a ser insufrible con ello.

—Eso no te da el derecho de…

—¿Quieres comenzar a hablar sobre los límites?


Los ojos de Sirius ardían con intensidad.

—Estabas con una chica — acusó Remus. Y esa chica era tu ex, alcanzó a controlarse lo suficiente
como para no soltar eso. Se sentía patético, furioso y confundido.

Sirius bufó —Tú también has estado con chicas. Pero no entro a tu mente para averiguar si te estas
acostando con ellas. Respeto tu privacidad, cariño.

Remus sonrió con desdén—Ja, habla el que se enfureció cuando Blythe me saludó en la boda de su
prima.

Sirius dio un paso hacia adelante, invadiendo el espacio de Remus —¡Yo no…!

—¡Claro que sí, te faltó lanzarle un depulso para alejarlo más rápido de mí!

—¡Pero tú entraste en mi mente!

La estatua detrás de ellos se movió.

Mierda, Dumbledore los había escuchado desde su oficina.

—Cuanta energía tienen los jóvenes — sonrió afable — Pero les sugiero tener una discusión tan…
personal, en otros lugares más privados del castillo. La torre de astronomía era una buena opción
en mis tiempos.

—Señor, yo… — comenzó a explicar Sirius.

—Le he pedido al señor Lupin que mejore sus habilidades de legeremancia — lo interrumpió el
anciano — Pero me parece que necesita la ayuda de aliados poderosos. Me pregunto, Sirius, si tú
podrías ayudarlo…

—No creo que… — se apresuró a replicar Remus.

—Es un favor para este viejo director.

Sirius le lanzó una mirada llena de frustración al chico a su lado.

— Está bien — accedió a regañadientes.

No era justo. No había manera en la que Sirius se negaría a Dumbledore después de salvarlo de
volver a la casa Black y permitirle quedarse con los Potter.

¿Por qué Dumbledore era tan malditamente insistente en juntarlo con Sirius Black?

Remus lo miró con desconfianza. Había pasado por alto cuando Dumbledore les pidió ser cordiales
entre ellos, porque le parecía lógico que para ojos de los mortífagos tuviesen valor en su cercanía
con los aliados de Dumbledore. Pero si solo fuera eso, entonces ¿por qué Black y no Potter? Los
Potter eran reconocidos por su cercanía a Dumbledore. ¿Para qué usar a Sirius Black?

La euforia del primer partido de Gryffindor contra Slytherin parecía inundar el ambiente del
castillo. Durante las últimas semanas a medida que las noticias del profeta se volvían cada vez más
oscuras los estudiantes actuaban de formas extrañas. Los Slytherin nunca fueron particularmente
aceptados, pero ahora eran temidos y despreciados con intensidad.
—¡Este es el evento que todos en Hogwarts estaban esperando! — gritó McQuiston cuando las
gradas comenzaron a llenarse de alumnos luciendo los colores de la casa del león — ¡Hay un gran
apoyo a Gryffindor hoy! ¿Cómo se tomará eso la casa de las serpientes?

El viento rugía junto a la multitud.

Por supuesto que iban con Gryffindor, con pancartas hechizadas para rugir como leones e
invocando los colores escarlata y dorado de la casa.

Los profesores insistían sobre la unión de las casas y los aliados. Pero la guerra ya había
comenzado y todos en el castillo eran demasiados conscientes de a que lado pertenecían las
familias nobles de los Slytherin. Antes del partido vio a unos chicos de tercero atacando a un grupo
de primero. Solía ocurrir. Se justificaban en que, de todos modos, Slytherin era la casa de magos
tenebrosos. El mismo señor oscuro portaba los colores de Slytherin.

Nadie te llevara a la grandeza como ¡Slytherin! Había dicho el sombrero seleccionador en la


mente de Remus cuando tenía once años.

Se preguntó si él tendría un lugar en el mundo de no haber estado ahí.

Había sido atormentado, atacado y despreciado durante toda su vida. Por los magos, por su padre,
por la misma y asquerosa sociedad. La grandeza sonaba tentadora para un chico que no tenía nada
y que deseaba destruir el mundo, pensó.

—¡Depulso! — maldijo.

Los chicos de tercer año golpearon la pared con quejidos de dolor.

Una sonrisa amenazadora —¿Nadie les enseñó a no molestar a las serpientes?

Esas situaciones se repetían tanto que algunos de los alumnos mayores solían escoltar a los más
pequeños. El odio hacia los Slytherin era hostil y no respondía al honor con el cual había
competido con los merodeadores tiempo atrás. Ahora se trataba de un rencor asociado a muertes y
masacres, y no a simples bromas y jugadas de niños imprudentes.

La multitud rugió cuando James Potter apareció en el campo.

El chico dorado de Gryffindor.

Pero no importaba.

El príncipe oscuro era alguien a quien temer.

Regulus Black era el nuevo capitán del equipo de quidditch de Slytherin.

Con los TIMOS de Regulus, ser prefecto, estar convirtiéndose en magos oscuros y las lunas y
deambular, las cosas eran un maldito caos. Pero Regulus había entrenado duro a su equipo. Y no
había nadie que fuera un mejor estratega que él.

—Podrías haber sido un buen golpeador — comentó Regulus luciéndose en su traje esmeralda al
entrar en las gradas junto a Remus.

—Pero aún tienes a Crouch en tu equipo.

—Solo porque no puedo tenerte, Moony — se burló Reggie.


—Y esa es la razón por la cual Lupin y yo terminamos, Pandora — le comentó Lily al acercarse
luciendo su suéter rojo con flores doradas — No puedo competir contra Black.

Pandora tenía su brazo enlazado con el de Lily. —Lo entiendo, lo suyo es algo exclusivo.

Remus sonrió — Hola, mi amada pelirroja favorita.

—Hola, mi rayo de luna — saludó Evans al sentarse a su lado — Suerte, Regulus.

—Gracias, Evans — respondió cordialmente.

Desde que Regulus descubrió lo suyo con Sirius, había sido considerablemente más amable con
Lily Evans. Como si por fin pudiera ver a Evans como una amiga leal de Remus en lugar de una
amenaza que podría alejarlo de su lado. Supuso que, entre Sirius y Lily, Reggie prefería a Lily
alrededor de Remus.

Regulus se detuvo frente a Pandora con una sonrisa traviesa.

—¿No me darás un beso de la suerte, Dora?

—Nunca necesitas suerte, Black — replicó acomodando un mechón de cabello del chico.

Regulus Black se sonrojó tanto que Remus quiso burlarse. Lo vio tontear con muchas chicas en el
verano. Era un maldito encantador despiadado. Pero ahí frente a Pandora Lynch el zorro se
convertía en alguien vulnerable.

—¡Los equipos comienzan a reunirse en el campo! ¡Capitanes a sus lugares! — gritó McQuiston —
Este será un juego emocionante. Es el primer año de Black como capitán, pero debemos recordar
que ha sido uno de los mejores buscadores de Slytherin, solo siendo superado por Narcissa Malfoy.

—Ve — le sonrió Pandora — Te besaré cuando ganes.

Reggie tenía una sonrisa engreída que se parecía demasiado a la de su hermano.

—Te tomaré la palabra.

Bajó volando en su escoba mientras su equipo se reagrupaba. Barty Crouch luciendo una expresión
ensombrecida al ver a Pandora Lynch rondando cerca de Regulus.

—Ahí está mi chica — susurró Lily emocionada.

McKinnons avanzaba junto a James Potter.

Y ahí entraba Sirius Black al campo de quidditch.

Una coleta alta, la capa escarlata resaltando su pálida piel, los guantes y botas de cuero sobre los
pantalones blancos ajustados a sus muslos. Levantó la mirada y Remus vio una sonrisa altanera.
Cuanto lo odiaba.

Lily le dio un codazo — Concéntrate en el juego y no en ese Black, por favor.

Remus bufó. Pero le tomó un tiempo apartar su mirada de la de Sirius Black.

—¡Los capitanes se saludan y el partido comienza! ¡Potter toma poder sobre la quaffle, y evita una
bludger arrojada por Mulciber! Black se la devuelve, pero ahí va otra desde Avery a McKinnon.
Amigos, Slytherin está definitivamente al ataque y ¡Nott anota diez puntos!
Un gran abucheo y gritos enfurecidos hicieron a Remus sonreír. Regulus Black estaba atento a la
llegada de la snitch, zizageando por el cielo con determinación y fiereza. Percibió en sus
movimientos cierto parecido a la manera de cazar del zorro. Y se sintió emocionado por verlo
ganar.

—¡McKinnon logra enviar la bludger de vuelta a Mulciber mientras Potter tiene la quaffle, pero…
oh no, Crouch casi lo derriba de su escoba y ahora Slytherin avanza…! ¿Qué pasa con Slytherin
este año? Es un juego intenso y no se ve bien para Gryffindor, amigos.

Remus miró a Lily —Ese es mi chico.

— James también es un buen capitán — murmuró con su mirada fija en Potter, un pequeño sonrojo
en su rostro que a Remus le hacía pensar que había algo que se le estaba escapando sobre Lily y
James Potter.

—Pero Regulus es mejor — observó Pandora — Este juego estaba en su contra, pero tiene una
buena estrategia y aprovecha las debilidades que anotó desde el año pasado. Potter es bueno y tiene
experiencia, pero Regulus supo presionar a su equipo para desorientarlo.

—¡Otro punto de Nott! ¿Qué sucede con Gryffindor? ¡Black golpea una bludger hacia Black, pero
el joven Black está alzando el vuelo!

Sí. Ver volar a los Black siempre fue su parte favorita del juego. Sirius era una furia incontenible al
batear la bludger contra Mulciber, volando con seguridad y confianza. Regulus se movía en el cielo
con una naturaleza instintiva y atrevida. La snitch bajó con gran velocidad, pero Regulus
rápidamente se tiró en picada y cuando el público contenía la respiración ante una posible caída,
volvió a subir.

—¡Nott anota otro punto mientras que Black se va a picada! Pero… ¿Qué tiene en la mano? ¿No es
posible…? — McQuiston se rió indignada — ¡Es la maldita snitch! ¡Slytherin ha ganado con 180
puntos! ¡Maldita sea!

Pandora y Remus miraron a Lily con una sonrisa.

Lily tenía el ceño fruncido — Vamos, siempre que apuesto a Potter pierdo dinero. ¿Por qué gana
solo cuando yo no apuesto por él?
Las lecciones

12 de octubre, 1976

—¿Me darás ese beso que mencionaste? — sonrió traviesamente Regulus Black cuando bajaron al
campo de quidditch.

Los Slytherin celebraban ruidosamente su primera victoria, se hablaba sobre la copa de quidditch y
sobre el talento de los Black, mientras que los Gryffindor se veían molestos y decepcionados.

Pandora se movió rápido.

Antes de que Regulus pudiera reaccionar, la chica le dio un dulce beso en su mejilla.

—Felicidades por ganar tu primer partido.

Regulus se veía desconcertado —Eso es trampa.

Pandora sonrió con gusto — Consecuencia de no establecer los términos, príncipe oscuro.

Reggie suspiró — Mi culpa.

—¿Quieres que te bese yo, Black? — se burló Barty Crouch con una sonrisa fría.

Remus no escuchó la respuesta de Regulus porque entonces Lily fue corriendo hacia James Potter
para golpearlo en el brazo.

—¡Potter, me sigues haciendo perder dinero!

—¿Sigues apostando por mí, Evans?

La pelirroja lo miró como si fuera estúpido — Por supuesto.

Esa sonrisa tonta de James Potter. El chico dorado de Gryffindor.

—Buscaré la manera de recompensarte, Evans.

—Estaré esperando — respondió Lily con una mirada divertida.

—Siento que me estoy perdiendo de algo — comentó Sirius Black al verlos con el ceño fruncido y
cruzando los brazos.

—¿Desde cuándo son así? — se quejó Remus a su lado.

Sirius sonrió emocionado al ver a Remus — No lo sé, mi atención ha estado puesta en un lobo muy
intenso y posesivo. Hola, Lupin.

—¿No deberías estar gritando por haber perdido, Black?

—Mmm… hay más maneras de molestar a los Slytherin que ganar un partido —susurró
acercándose. Sirius invadió su espacio personal como un depredador emocionado en una cacería.
Sus manos aferrándose a las caderas de Remus, tirando de él para acercarlo aún más.
Su cuerpo emanaba calor. Su toque firme ardía sobre la tela. Esa mirada juguetona por verlo
afectado por él.

— ¿Qué crees, Lupin? ¿Hoy serás mío?

Cuanto lo odiaba. Era tan fácil… perderse y ceder ante él. Lo despreciaba.

Remus sonrió con desdén tratando de disimular cuan emocionado estaba por las acciones del chico
— ¿Estás desesperado por mí, Black?

—Te lo dije antes. Me gusta molestar a la bestia — sonrió Sirius — Y… ahí está.

—Última advertencia, Sirius — gritó Reggie —Aléjate de Remus o volverás a ser calvo.

James Potter los miró estrechando su mirada — ¿Qué te hicieron, Padfoot?

—Lupin me está seduciendo — fue la réplica de Sirius guiñando un ojo.

Regulus parecía querer matarlo.

— Que regrese mi amado porque este no eres tú — fingió llorar James Potter.

Sirius sonrió con burla — Es culpa de Lupin.

—Eres un idiota.

—Efectivamente — concordó Regulus con una mirada fría — Eres un idiota.

Pettigrew corría hacia ellos — ¡Chicos! ¿Qué fue eso en el partido…? Oh, Sirius está en celo.

Pandora enarcó una ceja — ¿En celo?

Lily asintió emocionada — Así llamamos cuando Sirius tiene esa mirada asquerosa en su rostro
como si quisiera montarse sobre Remus.

—Un comportamiento interesante — observó Pandora.

—¿Ya has encontrado la cura para esto? — le preguntó Regulus al pasar su brazo sobre los
hombros de la chica.

—¿Poción de desamor?

—¡No es amor! — gritaron James y Regulus a la vez.

—Esto es tu culpa — lo acusó Remus.

Sirius sonrió con maldad — No me arrepiento de nada. Porque seguir las reglas no es de
merodeadores, cariño.

—Moony, nos vamos — declaró Regulus mirándolo con desconfianza.

Remus estaba a punto de seguirlo cuando Sirius tiró de su brazo y lo obligó a estar frente a él,
demasiado cerca para estar frente a sus amigos, sentir el aroma enloquecido de la magia de Sirius
Black y el calor de su cuerpo.

Sirius era más bajo que él, pero las botas del uniforme de quidditch le daban altura, vio
directamente su mirada deleitada al sorprender al lobo. Y como era malvado bajo su vista a los
labios de Remus, haciéndolo contener la respiración. El agarre en su brazo volviéndose más fuerte,
las manos de Remus tirando de la capa escarlata de Sirius Black, debatiéndose si empujarlo o
atacar sus labios sin importarle nada.

—¡Remus John Lupin! — le gritó Regulus indignado y sacando su varita para apuntar a su
hermano.

—¡Sirius Padfoot Black! — gritó a su vez James Potter.

—Son intensos — le comentó Pandora a Lily.

—Uy, ni te imaginas.

—Que homosexuales — se quejó Pettigrew y gritó cuando alguien lo golpeó.

—¿Se van a besar o qué? Porque tienen pinta de querer cogerse al otro, aunque estemos aquí
mirando — se burló Barty Crouch Junior.

Remus los odio a cada uno. Pero especialmente a Sirius y a su sonrisa divertida.

—Me agrada verte torturado, Lupin. Aún más porque no me puedes tocar — susurró Sirius con voz
ronca antes de apartarse.

Remus gruñó.

—Te veo esta noche.

Cretino, pensó con rencor.

Desde que Dumbledore se lo pidió, Remus había comenzado su práctica de oclumancia junto a
Sirius Black. Usaban el aula de Encantamientos de Flitwick después de clases, donde se sentaban
uno frente al otro durante horas. Tras su formación en la oclumancia sus recuerdos estaban a salvo.
Pero seguía necesitando practicar cómo buscar exactamente lo que quería en los recuerdos de otra
persona.

Era intenso. Sirius no siempre podía desviarlo de meterse en sus recuerdos.

—No eres oclumante.

—No lo soy — confirmó Sirius.

—Entonces, ¿cómo?

—Porque puedo… puedo percibir cuando una rata está en mi mente. Es… mis padres.

Remus comenzó a entender.

Sirius se veía incomodo, no lo miro a los ojos — Lo usaban contra nosotros. Querían arrancarnos
la verdad. Y destruir cada travesura que Reg y yo… Aprendí a identificarlo. Por Regulus. Para
protegernos. No es igual a la oclumancia, no siempre puedo… pero sé cuándo está ahí y puedo
desviarlos unos segundos.

—¿Cómo?

Sirius lo miró — Cada cosa… las pesadillas, las bromas, tú… las reprimo por un tiempo y lo
modifico. A veces incluso dudo de que puede ser cierto o no.
Recordó a Sirius diciéndole en viejo bar de Londres que no estaba seguro de si ese beso en
Halloween fue una alucinación de su mente o no.

—Por Merlín. Eres increíble — se rio.

—No me gusta que me lean la mente — se quejó Sirius — Mis padres lo intentaban para
controlarme. Era horrible.

Remus sonrió.

—Por eso eres la mejor persona con quien practicar. Encierras tus recuerdos y pensamientos.

Sirius suspiró con pesar.

—Está bien. Estoy listo. Penetra en mi mente, Lupin — se burló.

Remus sintió la tentación de poner sus ojos en blanco.

Pero sin aviso entró a la mente de Sirius.

El chico contuvo la respiración.

Remus vio a los merodeadores reírse. Vio a Mary MacDonald bailando en la sala común junto a
Marlene McKinnon. Vio a un pequeño Regulus Black correr tras él por un campo enorme. Vio a
James Potter y Peter Pettigrew corriendo por los pasillos mientras que McGonagall los seguía. Eran
todos sus recuerdos felices. Y entonces lo vio a él en esa noche que fueron a un bar y se besaron
durante horas.

—Tú…— se quejó — Querías que lo viera.

Sirius lo miró divertido — Porque eres tú.

Remus enarcó una ceja.

—Intentemos otra vez.

—Está bien — Sirius entrelazó sus manos.

Los dedos de Sirius eran más largos, más delgados, más elegantes.

Remus nunca había pensado que unas manos pudieran ser tan hermosas.

Miró a Sirius.

Sirius sonrió divertido — Oye, concéntrate.

Remus bufo.

Intentó separar sus manos.

Sirius lo retuvo—¿Qué tal si hacemos el entrenamiento… más divertido?

No tenía que usar la legeremancia para saber exactamente qué estaba pensando Sirius Black.

El chico sonrió.

Remus lo miró —Vas a hacer que Regulus siga enfadado conmigo.


Sirius asintió mirando sus dedos entrelazados — Él… ¿de verdad odia tanto esto?

—Podrías dejar de ser un idiota con él.

—Me atacó.

—Porque me besaste.

Sirius bufó — Tú me besaste también. Entonces decidiste que no valía la pena y elegiste a mi
hermano menor haciéndome sentir como basura.

Remus sonrió con crueldad — Eso, Black, es lo que ha sentido Regulus desde que eres amigo de
Potter.

Sirius iba a replicar — Eso no es…

—Dime — lo interrumpió — Si tuvieras que elegir entre Regulus y James. ¿A quién elegirías?
Porque yo daría mi vida por Reggie. Y tú sabes que lo harías por Potter. Así que, dime, ¿por qué
debería elegirte a ti?

—Eso no es justo — replicó Sirius con una mirada ardiente.

—Nadie dijo que lo fuera. Pero Regulus esta aterrado de que las personas que él ama lo sigan
dejando. Por eso te atacó.

—¿Por qué no quiere que te robe de su lado? — preguntó Sirius en un susurro.

—En parte — admitió Remus — Pero no quiere que tú te vayas con alguien más y te olvides de él.
Por eso deja de ser un idiota y habla con él. Búscalo.

—¿En verdad crees que…? —Sirius parecía frustrado —¿Crees que va a responder?

Recordó al chico furioso porque alguien había hablado mal de su hermano menor. En el chico que
le dijo que estaba emocionado por ver a su hermano en la boda de los Malfoy. En el chico que en
un balcón le pidió que le escribiera, y durante todo el verano su primera pregunta era sobre si
Regulus Black estaba bien. Y recordó al niño que leyó durante toda la noche el libro favorito de su
hermano, el primer regalo que le hacía después de tantos años. En el chico que sonreía de forma
infantil cuando las cartas llegaban. En el chico que no quería confiar demasiado en una persona que
antes lo había dejado tan fácilmente a merced de unos monstruos.

—¿Lo dejarás ir si no lo hace? — preguntó Remus.

Sirius lo miró con atención — Regulus fue el que me sacó de esa pesadilla.

—Lo hizo.

—Entonces seguiré buscándolo — tomó la mano de Remus con fuerza — Y… si tengo que
molestarlo para que me miré, lo haré. Esto entre tú y yo es todo para llamar su atención.

Esa maldita sonrisa, pensó Remus.

—Eres un imbécil de mierda.

Un suspiro.

— Eras más dulce en tus cartas.


—No tenía que ver tu cara — replicó el chico.

Su sonrisa se volvió engreída — Estoy bastante seguro de que te gusta mi cara.

—Vamos — insistió Remus — Hay que concentrarse.

Pero Sirius lo retuvo, su mano tirando de la suya acercándolo a él.

—Antes dime algo, Lupin.

Remus suspiró con frustración — Voy a matarte si sigues haciendo eso. Se supone que debes
ayudarme con mis lecciones, no ser un maldito obstáculo, Black.

—No es justo que te metas en mi mente y yo no sepa nada de ti — objetó el chico indignado — Lo
único que sé es lo que dicen los rumores y lo que alguna vez me gritaste molesto.

—Es muy fácil estar molesto contigo y gritar, quiero gritar ahora mismo.

Sirius se inclinó ante él, invadiendo su espacio, haciendo que cada parte de su mente y su cuerpo
estuvieran absortos en él, en la manera en la que todavía sostenía su mano, en la forma en que sus
dedos se entrelazaban, el aroma de la esencia mágica de Sirius Black abrumando los sentidos de la
bestia y el color profundo de esos ojos con una mirada tan…

—Vamos. Dime algo. ¿O el gran chico rudo teme abrir su corazón y ser vulnerable porque tiene
miedo? — se burló Sirius con una sonrisa tonta.

Quería matarlo. Muchas cosas en su vida serían más sencillas sin Sirius atormentándolo.

— ¿Tenerte miedo, Black? Deberías ser tú quien midiera lo que le dice a un monstruo.

La mirada de Sirius era distinta. No era la mirada de un chico siendo un imbécil. Era sincera y
devastadora. Remus sintió un estremecimiento al ser atrapado por esa mirada.

—Tienes miedo de que te escuche, Lupin — susurró Sirius — Miedo de que te pueda escuchar, no
sea un idiota y te enamores de mí.

—¿No tienes demasiada confianza, Black?

—Es uno de mis talentos, Lupin.

Una mirada a sus labios.

—Vamos. Si vas a indagar en mi mente entonces me lo debes.

—Creí que era un favor que le hacías a Dumbledore. Ve a pedirle al viejo que te cuente historias,
Black — respondió Remus sintiéndose tan malditamente afectado por la forma en la que Sirius
humedeció sus labios en un acto nervioso.

—Te diré todo lo que sé sobre ti.

Remus guardó silencio.

—Lo que sé de ti, Lupin, es que eres un hombre lobo. Sé que darías la vida por Regulus y serías
capaz de ir al infierno por él de la misma manera en la que yo lo haría por Jamie. Que eso
demuestra que eres un amigo leal, pero un pésimo novio considerando que le fuiste infiel a Evans.
—Es tu culpa que le fuera infiel en primer lugar — se quejó Remus con el ceño fruncido.

Sirius sonrió — Sé también que eres listo, que tienes problemas de ira que no estoy seguro si se
deben completamente al lobo, te fascina la idea de dominarme y te vuelve loco no tenerme ahora
mismo. Y que te gustan los dulces. Tienes una gran obsesión con los dulces.

—¿Cómo sabes que…? ¿Eres un acosador?

Sirius puso los ojos en blanco — En casa de los Potter arruinabas tu té con el azúcar. Y te vi
ingerir una cantidad aterradora de chocolates, galletas y caramelos.

No imaginó que en ese tiempo Sirius Black le estuviera prestando tanta atención. Se suponía que
acababa de escapar de la casa de sus padres. Pero también recordó que Sirius estaba desesperado
por dejar de pensar en cada momento cómo se había sentido cuando fue torturado por su familia.
Lo que no tenía sentido era que se fijara en él.

—Necesito saber algo más que eso — insistió —Dime algo como lo hacíamos con las cartas. Un
recuerdo bueno.

Lo pensó. ¿A dónde quería llegar Sirius Black con todo esto? ¿Dónde estaba la maldita trampa?
Entendía hasta cierto punto su interés en él por esa jodida atracción que seguía siendo una condena
entre ambos. La necesidad que lo atraía a ser besado por Black, a perderse en el fuego que
ocasionaba cuando lo besaba, cuando lo tocaba, cuando gemía para él eran cosas que entendía
desde sus instintos en vez de su mente.

Pero esto era diferente.

Esto se sentía como cruzar otro límite más del cual se arrepentiría.

Sirius lo miraba expectante.

Tenía un punto en cuanto pedir algo a cambio por todo esto.

Podía entrenar con Regulus para mejorar sus habilidades de legeremancia, pero entendía que eso no
bastaba. Usar a Sirius, usar la curiosidad instintiva que tenía para indagar en su mente y descubrir
sus secretos, eran una motivación muy buena para que sus habilidades de legeremante fueran
mejores en un menor tiempo.

Si lo pensaba, pedir un recuerdo a cambio de estar en su mente era casi equivalente. Y el instinto
Slytherin de Remus estaba de acuerdo en pagar un precio justo a cambio de su ayuda, era la
manera en la que hacían todo en su casa. Se sentía correcto, de alguna forma, pensar en ello como
una transacción que poco tenía que ver con sus sentimientos.

Suspiró.

—Está bien — respondió.

Sirius sonrió con emoción.

—Cuando Lucius Malfoy era prefecto y fue el headboy de Slytherin nos atrapó a Regulus y a mí
peleando con algunos de los otros chicos mayores.

Malfoy generalmente solía ignorar las cosas que hacía Regulus y Remus. Tenía bastantes razones
para hacerlo. Regulus Black era el príncipe oscuro de Slytherin. No quería tener problemas con él,
con los Black, y aún más importante, no quería hacer molestar a Narcissa Black. Por su parte,
meterse con Remus era como atacar a Regulus. Remus era la perra de Regulus Black, según los
Slytherin.

Pero ese día fue diferente. Estaban peleando con los amigos más cercanos de Malfoy, Crabbe,
Goyle y Rosier. Y entre sus aliados y la perra de Regulus Black, Malfoy había tenido que elegir. Y
decidió castigar al huérfano mestizo que se atrevía a ofender a sus mayores.

—¿Por qué peleaban?

—Decían mierda supremacista — sonrió Remus con crueldad — Se merecían una lección.

Nunca lo soportó. Escuchar cómo hablaban. Cómo se referían a ellos. Como si su existencia fuera
lo más aborrecible que sucedió en el mundo mágico. Hablaban con el mismo tono que Lyall usaba
contra Remus. Lo recordaba demasiado bien. Y lo despreciaba profundamente.

—¿Qué sucedió? — preguntó Sirius con curiosidad.

La sonrisa de Remus se volvió divertida.

—Bueno…

Regulus no había dejado pasar el asunto. Narcissa se hizo a un lado diciendo que ella era neutral en
el asunto. Pero recordándole especialmente a Regulus que ella no interferiría si decidía vengarse.
Reggie y Remus la conocían demasiado bien como para entender que tenían el absoluto permiso de
la chica para atacar.

—Los maldecimos para que cada pieza de ropa que decidieran utilizar se desvaneciera.

Sirius lo miró con sorpresa y risa — ¿Fueron ustedes?

—Por supuesto que fuimos nosotros.

Había sido divertido. Ver a los cuatro magos temidos en el colegio, correr por los pasillos
cubriéndose con un pergamino. Nunca se enteraron de quienes eran los culpables. Registraron cada
varita, gritaron y se humillaron a sí mismos. Pero no los encontraron.

—Pensaron que fuimos nosotros — se rio Sirius Black — Siempre ame a quien lo hizo. Por
Merlín, Lupin, si lo hubiera sabido antes te habría besado.

—¿Desde entonces tenías ganar de besarme? — preguntó Remus de buen humor.

Sirius se inclinó y sus labios tocaron los suyos. Remus sonrió en medio de un beso antes de dejar
que sus instintos buscaran el contacto de Sirius Black, mordiendo su labio, provocando un jadeo en
su boca que consumía con un deseo devastador de hacerlo suyo. Sirius gimió, sus manos perdidas
en el cabello de Remus, su cuerpo buscando al suyo, y respondiendo a la sensación de necesidad.

Remus se apartó.

Su respiración acelerada.

El rostro enrojecido de Sirius.

—¿Vas a penetrar mi mente ahora, Lupin? Porque está llena de intenciones malvadas — sonrió el
chico coqueto.

Remus gruñó.
Sí, Sirius Black sería su ruina.
Las fiestas oscuras

21 de octubre, 1976

Con el ambiente sombrío de Hogwarts, las bromas de los merodeadores ganaron una gran
popularidad. Eran idiotas, infantiles e irritantes, la mayor parte del tiempo. Pero sus travesuras y su
estruendosa tradición de bromas hasta el cumpleaños de Sirius Black se convirtieron en un evento
que todo el mundo esperaba con gran emoción. Los niños eran quienes más entusiasmo mostraban,
incluso los pequeños Slytherin tratarían de disimular una risa divertida al verlos. En tiempos
oscuros, las risas y el asombro eran escasos y preciados. Hasta los profesores parecían disfrutar de
ello, siendo menos severos con atrapar a los merodeadores.

Todos de cierta forma disfrutaban las bromas, excepto…

—¡Voy a matarlos! — gritó Snivellus al entrar en la sala común, cubierto de color rosa chillón. Su
ropa, su cabello, incluso su varita estaba teñida de rosa.

—No es tu color — le dijo Calíope Morgan desde el sofá cercano a la chimenea donde estaba
acurrucada junto a Remus, repasando los últimos detalles de sus ritos oscuros.

—¡Cállate! — rugió, pero hizo una expresión de horror al darse cuenta de a quien le gritó.

Calíope levantó una ceja con gran elegancia y sonrió dulcemente antes de maldecirlo.

Severus Snape empezó a escupir babosas en medio de la habitación.

—Te recuerdo, maldita escoria, que tu posición está por debajo de la mía. Si fuera tú, tendría
cuidado y pensaría en que escupo frente a alguien como yo — sonrió Morgan y se apoyó contra el
brazo de Remus que estaba extendido por el respaldo del sofá.

Remus se estremeció con emoción. Era fácil ver por qué se sentía atraído a Morgan.

Mulciber, Avery y Nott entraron detrás de Snape, los tres del mismo rosa chillón.

—¡Esos desgraciados merodeadores!

Remus sonrió. Las principales víctimas de las bromas de los merodeadores seguían siendo
estudiantes de Slytherin, pero especialmente aquellos que se dedicaban a maldecir a nacidos de
muggles y mestizos en los pasillos, lo que hacía que el objetivo principal fuera el grupo de
Snivellus. Por su parte, desde la navidad pasada, los merodeadores declararon a Remus, Regulus y
Barty Crouch inmunidad a sus bromas. Sin embargo, eso no impidió que fueran despertados por el
gran terremoto que sacudía el castillo a mitad de la noche.

—¿Te das cuenta de que estamos en el peor lugar del castillo? — se quejó Remus al subir las
escaleras con torpeza y sueño para evacuar el castillo — ¿Por qué a alguien se le ocurriría hacer un
dormitorio en las malditas mazmorras?

—Propensos a inundaciones — bostezó Barty detrás de él.

—Humedad — se quejó Regulus siguiéndolos.

—Escaleras, por Merlín — gruñó Barty — Somos la casa que más recorre escaleras para ir a
cualquier maldito lugar.

Regulus frunció el ceño —Moony encontró pasadizos.

—Perro desgraciado, nunca me ha dicho de ninguno.

Cuando todos los estudiantes se reunieron fuera del castillo, con los prefectos intentando calmar y
ordenar a los estudiantes sin lograrlo, las sacudidas se detuvieron y el cielo comenzó a arder.

—¡Mortífagos! — gritaron algunos estudiantes con horror.

Remus miró con atención. Pero no se trataba de un ataque a Hogwarts o una marca tenebrosa en el
cielo. Eran…

—Fuegos artificiales mágicos y una proyección de ilusión amplificada — dedujo Pandora Lynch al
llegar junto a Regulus y sonrió con asombro.

El cielo ardía y los fuegos artificiales se movían alrededor, explotando una y otra vez en colores y
formas mágicas contando una historia con criaturas y magos, hechizos, alianzas y traiciones.
Magos sobre hipogrifos volando por el cielo, explosiones de magia de enfrentamientos entre
magos y figuras de plantas usadas en pociones curativas para salvar a las personas. Vio a los
fundadores de Hogwarts unidos, sus emblemas brillando en el cielo nocturnos y una oleada de
admiración lo recorrió. El nivel del detalle de las luces, del fuego y de la dedicación mágica
implicada en esta broma era increíble. Siempre fue una de las cosas que más fascinaba a Remus
respecto a los merodeadores.

—Esos idiotas — sonrió divertido.

—El gran talento de la familia Black — suspiró Reggie con una sonrisa burlona.

—¡Black! ¡Potter! ¡Pettigrew! — los llamó McGonagall.

Pero los tres chicos sonreían con inocencia.

—Estuvimos aquí todo el tiempo, Minnie — se quejó Potter.

Sirius sonrió coqueto —Te ves divina con ese peinado, Minnie.

—¡Somos inocentes de toda acusación! — se apresuró a gritar el pequeño Pettigrew.

Dumbledore se rio — ¡Un gran espectáculo! Bueno, en vista de que todos estamos disfrutando de
la espléndida vista, ¿qué tal si le pedimos a los elfos traer chocolate caliente y mantas?

La sonrisa de Sirius Black fue lo más difícil de ver. Brillaba, lleno de energía y pasión. Remus
pensó en que se veía hermoso y ese pensamiento lo sacudió con fuerza. Culpo a las lecciones de
legeremancia. Ver dentro de la mente de Sirius Black era algo abrumador. Su fiereza, su felicidad,
sus tristezas, todo estaba ahí, oculto y a la vista a la vez. Sirius modificaba sus recuerdos para
desviarlo y desorientarlo. Pero Remus rápidamente se estaba volviendo mejor en entrar en su
mente, esconder su presencia y encontrar lo que buscaba.

Sirius era difícil de entender porque era alguien de pensamiento simple. Tenía un talento
extraordinario, era un mago deseado, admirado y repudiado. Se había alejado de su apellido una y
otra vez siendo la deshonra de los Black, pero seguía atrapado bajo la imagen del joven heredero.
Estaba ahí, todas las verdades que Remus Lupin deseo alguna vez conocer. La manera en que la
gente replicaría contra Sirius diciendo que pertenecía a los Black, el rencor profundo de Sirius a
todo lo que guardase relación con sus padres, su energía frenética de actuar porque no soportaba
obsesionarse con las cosas en su mente, la manera en la que se dedicaba con su alma a sus bromas,
a algo que lo hiciera sentir emoción y lo divirtiera porque temía quedarse solo encerrado con sus
pensamientos y los recuerdos de una biblioteca en la mansión Black.

Era demasiado fácil perderse en Sirius Black, pensó Remus. Entendía esa furia, esa necesidad de
responder imprudentemente, esas cadenas que eran los recuerdos de torturas dentro de lo que se
suponía que era su hogar. ¿No recordaba aún Remus perfectamente como se sintieron los dedos de
su padre en el cuello? ¿La mirada de asco que le dedicaba al entrar borracho en la casucha del
campo? ¿La manera en que su pequeño cuerpo temblaba al escuchar la madera crujir anticipando
el dolor?

Pero Remus no quería dedicarse a salvar el mundo con fuegos artificiales, risas y esperanza.

Remus quería verlo arder para poder dominarlo.

Los rituales oscuros eran un primer paso. Se realizaban unos días antes de Halloween, en una luna
menguante. Los preparativos estaban listos.

—Para ser mortífagos como tal deben ser magos declarados oscuros — comentó Calíope al revisar
la ropa de Remus en su baúl y mandando a volar con su varita todo aquello que le parecía
demasiado muggle y corriente — Este es un paso importante, tienes que vestir bien.

Remus estaba recostado en la cama de Regulus, el único espacio seguro de los proyectiles de ropa
—¿No te importa que me una a un grupo de asesinos y te esté usando?

—Yo te estoy usando, Lupin — replicó la chica inspeccionando una capa de mago que
probablemente era de Regulus y se mezcló con sus cosas — Eres un detonante, pero uno que hará
cambios. Y, técnicamente, ya estás en un grupo con asesinos aquí en Slytherin.

Remus sonrió — Entonces debería poder usar mi maldita ropa muggle para molestarlos.

—No. Te ves irresistible con capa, deberías usarla más.

Remus atrapó la capa que le arrojó al momento en el que la puerta del baño se abría.

—Siempre se lo digo — dijo Regulus al salir con el cabello mojado, pero usando un traje
perfectamente a la medida, negro centelleante de pequeñas estrellas. Se veía mayor, masculino y
elegante.

Los ojos de Calíope brillaron.

—Regulus Black luces exquisito.

Reggie sonrió con picardía — ¿Sacudí tu corazón, Morgan?

— ¿Por qué nunca hemos salido tú y yo?

—Porque Moony tiene la exclusividad sobre mi cuerpo — se burló Regulus al sentarse al lado de
su amigo.

—Es una relación contra la que no puedes competir, Morgan — sonrió Remus — Estábamos
destinados. Deberías rendirte.

Calíope le dio una mirada divertida —Ve a cambiarte ahora, y veré que tan profundo es su amor
por ti mientras te ocupas de eso.

Remus Lupin usó el maldito traje con la maldita capa. Calíope lo hechizo para que le quedase a la
medida, porque Remus había crecido desde la última vez que vistió elegante. Regulus lo miró con
aprobación y Remus pensó en que todo eso lo valía, si podía proteger a Reggie de lo que se les
venía encima.

Alice Greengrass y Barty Crouch Junior los esperaban en el jardín junto a un telescopio.

—Seré tu madrina oscura, Barty, así que tienes que ser el padrino de mi primer hijo — declaró la
bruja.

—Lo voy a malcriar hasta volver calvo a Longbottom — le respondió Crouch.

—¿Vamos a ver las estrellas? — preguntó Remus mirando el telescopio.

—Es un traslador.

Remus frunció el ceño —¿Podemos usar un traslador?

—Sí, Slughorn pidió los permisos para celebrar las antiguas costumbres mágicas — explicó
Calíope y Regulus Black se veía un poco ofendido por no ser él quien le diera la respuesta a
Remus.

El joven señorito Black, pensó Remus divertido.

El traslador los llevaría al claro de un bosque en que las familias nobles llevaban consagrándose a
la oscuridad durante siglos.

Todos los padrinos oscuros estarían allí para el inicio del camino oscuro de sus protegidos. Porque
el lazo de un guía oscuro y el declarado era una unión importante en el mundo mágico, se
consagraba una relación de confianza, se juraba enseñar el camino oscuro y se declaraba la lealtad
inquebrantable entre el guía y el novicio.

Remus se sorprendió cuando supo que Lucius Malfoy era el padrino oscuro de Snivellus. Sabía que
lo apreciaba por su inteligencia, la manera de Snape de crear hechizos y su extraordinario talento
en pociones estaba a la par con la de Pandora Lynch. Pero el asunto de su mestizaje y apellido
muggle siempre le haría recibir cierto desprecio por parte de los magos sangrepura como Lucius
Malfoy.

Malfoy miró a Remus con desdén mientras que su grupo se alejaba a saludar a familias conocidas,
Alice y Barty fueron donde los Yaxley mientras Calíope saludaba a los Zabini.

Reggie y Remus se pararon frente a Lucius Malfoy quien sujetaba a Snivellus con una mano sobre
su hombro.

—Lupin. ¿Te permiten salir del castillo de noche? — se burló Snape — ¿Los tuyos no deberían
estar encerrados en Azkaban?

Lucius Malfoy sonrió — Ya, Severus, deja que la criatura oscura respire un poco de libertad.

—Salúdame a tu esposa, Malfoy — replicó Remus con una sonrisa coqueta — Ella sabe que la
extraño profundamente.
Una mirada fría.

—Tú, maldito…

—Cariño — lo detuvo una voz acercándose.

Narcissa Malfoy les sonrió con elegancia. Se veía preciosa, con su capa de verde oscuro resaltando
su cabello rubio y su mirada despiadada.

—Mis chicos favoritos. Vengan, vamos a ver el círculo mágico — los guio alejándolos de su
esposo.

—¿Cómo soportas a Malfoy sin nosotros? — se quejó Remus.

—Lo he alentado de hacer una colección de artículos mágicos. Es un obsesivo, así que tengo
tiempo libre para mis negocios. ¿Cómo han estado? ¿Ya has superado lo tuyo con Sirius?

Regulus bufo — Son insoportables. Se follan con la mirada.

Narcissa enarcó una ceja — El amor joven supongo. La tía Walburga estaba indignada por tu
cercanía a Sirius Black. Fue algo divertido de ver.

—Sí, creo que ya no le caigo tan bien al llevarme lejos a sus dos hijos con mi naturaleza perversa.

—Tú y tus poderes homosexuales — suspiró Regulus.

—Una maldición ser tan irresistiblemente gay.

Narcissa los miró con atención — Su maravilloso sentido del humor… Ahora, concéntrense. Los
guías oscuros forman un círculo mágico alrededor de ustedes. Llaman a la protección de la
oscuridad para bendecir los ritos oscuros previos a la declaración.

—Los magos oscuros siempre necesitan protección — comentó Calíope al acercarse junto a Alice
Greengrass.

Remus vio las runas dibujadas en el piso, marcadas con sangre y cenizas. Calíope Morgan le
explicó que se usaba la sangre mágica de algunas criaturas oscuras y las cenizas de sus cuerpos
calcinados en las ofrendas oscuras realizadas antes de su llegada.

No le agradaba mucho la idea de pararse en el círculo sangriento.

—Brujos oscuros, sangre y sacrificios en medio de la noche — murmuró — Ajá, muy adecuado.

—Es tiempo de que entren, la luna está frente al círculo mágico — los instó Narcissa.

Remus suspiró, pero siguió a Regulus y a Barty dentro del círculo mágico. Vio a Snape junto a
Mulciber y Avery siguiendo al headboy de Slytherin al otro lado de las runas, Zabini y Nott
deteniéndose junto a Barty Crouch.

—La oscuridad está presente, pero no los reconoce porque ustedes no la han aceptado en sus
corazones aún — comenzaron a repetir los guías oscuros — Esta noche puede ser el comienzo de
sus sendas en la oscuridad o un rechazo para jamás recorrer este camino. La naturaleza de la
oscuridad los guiara en esta prueba, solo tienen que aceptarla y no temer.

Remus jamás había temido a la oscuridad.


Cuando era un niño, temía a muchas cosas. Al sonido de los árboles fuera de su casa, a los
animales salvajes dentro del bosque, a las chicas porque no sabía cómo tratarlas. Pero entonces fue
atacado por un monstruo. Su madre murió. Su padre se hundió en la bebida. Y las cosas a las que
temía cambiaron. Empezó a temer las maldiciones torturadoras. A temer quedar sin voz. A temer
que la gente descubriera a la bestia dentro de él.

Para cuando tenía diez años, Remus temía muy pocas cosas. Había visto que las pesadillas eran
reales. Pero se había defendido salvajemente en un mundo hostil.

Ahora, las cosas que temía Remus eran las mismas por las cuales estaba dispuesto a morir para
proteger. Temía al afecto de sus personas favoritas, porque el solo pensamiento de perderlos le
dolía en el alma.

La oscuridad lo invadió.

Estaba en su mente, se sentía como la legeremancia, pero era distinto. No era una persona
rebuscando en sus memorias. Era una esencia mágica que invadía cada parte de su ser,
conociéndolo, buscando en su naturaleza para descubrir quién era.

—Remus John Lupin — escuchó la voz dulce de una mujer — Eres un ser maravilloso.

Una suave canción siendo tarareada. Una caricia en su rostro. Una sensación de calidez.

Se sintió reconfortado.

La oscuridad se desvaneció.

Al ver a su alrededor vio rostros con lágrimas, algunos estaban arrodillados en el suelo temblando.
Aquellos rechazados habían sido asustados por la oscuridad. Pero había más magos y brujas como
él, con una sonrisa en sus rostros al ser reconocidos, esperando emocionados a la declaración ante
la oscuridad en el Yule.

Regulus le sonrió, sus ojos brillaban y tomó su mano.

El comienzo de convertirse en mortífagos.

Hubo una gran fiesta en Slytherin. El príncipe oscuro siendo recibido con admiración y
entusiasmo. El alcohol mágico abundando por todas partes. Todos los alumnos mayores de
Slytherin participaron. El viejo tocadiscos que Regulus había conseguido para él tocando una
canción de ABBA que le sorprendió que los Slytherin cantasen. Barty Crouch bailando junto a
Calíope Morgan mientras que Snivellus se encontraba malhumorado en una esquina.

—¿Ella sabe que vas a ser un puto asesino? — le preguntó con desprecio.

Remus sonrió — Sí, bueno, hablamos sobre explorar campos de la magia que pudieran ser útiles en
nuestro currículo y le dije: Evans, creo que el homicidio es una buena habilidad para continuar mi
carrera.

—Eres un sucio perro desgraciado — Snape lo miró con odio profundo.

—Sí, pero ella sigue siendo mi amiga. ¿Qué tienes tú, Snivellus? A tus matones y a Malfoy y a tu
juego de química. Tú y yo somos mestizos, pero no somos iguales. Porque jamás aprendiste a jugar
este juego y terminaste perdiendo.
—Tú…

— Ten una linda noche, la necesitas — brindó Remus y bebió el contenido de su copa en un rápido
trago antes de alejarse y salir de la sala común.

Necesitaba aire, lejos de todo eso, lejos de las mazmorras que se sentían como una maldita cárcel.

Lo lograron, podrían declararse oscuros. Podrían convertirse en mortífagos. Remus no cambiaría


ninguna de sus decisiones si eso aseguraba el bienestar de Reggie. Pero era abrumador. La idea de
en quién se convertiría era una duda que lo molestaba desde hace mucho tiempo. ¿Podría mirar a
Evans una vez que se convirtiera realmente en un mortífago? ¿Podría estar cerca de ella después de
jurar lealtad a Lord Voldemort?

Regulus no era la única persona en el mundo que Remus quería proteger desesperadamente.

Pero ser un mortífago podría también funcionar para garantizar la seguridad de Lily Evans. No
tenía dudas en que la chica era una valiente y orgullosa Gryffindor. No se lo había dicho, pero
estaba seguro de que se uniría a la guerra mágica. Lily era de las personas que no podían
contenerse cuando alguien que amaba, cuando alguien a quien quería era lastimado. Se uniría. Y
quizás la única forma de mantenerla viva fuera ser un leal servidor del señor tenebroso. Había
escuchado que les concedía favores a sus más allegados mortífagos. Regulus estaría bien a su lado
por ser un Black y por estar al lado de Dumbledore.

Remus tropezó con un escalón y se afirmó a la pared.

Se sentía embriagado por la oscuridad y el alcohol. Los instintos del lobo estaban en silencio,
demasiado anestesiados por la bebida y por la sensación de la oscuridad aún en su mente, aún en su
cuerpo. Se sentía demasiado bien, ser reconfortado por la oscuridad, ser reconocido por ella como
alguien maravilloso.

Era euforia, emoción y libertad.

Por eso no sintió su magia a su alrededor cuando traspaso uno de los pasadizos secretos.

Sirius Black.

Otra vez. Siempre él. ¿Por qué tú entre todas las personas?

Estaba de espaldas a él, conjurando algo con una expresión determinada. Usaba esa maldita
chaqueta de cuero y los pantalones que se ajustaban en sus muslos. Odiaba tanto lo bien que se veía
Sirius Black.

—¿Qué estás haciendo?

Sirius lo miró sorprendido y al darse cuenta de quien era sus hombros se relajaron.

Una sonrisa traviesa —Lupin.

—Black — suspiró Remus expectante.

—Estaba colocando trampas. Ya sabes, tengo una racha que mantener hasta Halloween.

—Creo que McGonagall está considerando petrificarlos hasta Halloween después de los fuegos
artificiales de la otra vez.

Sirius sonrió — Sí, puede intentarlo. Pero sabes que no soy fácil de dominar.
—¿Eso es un reto? — preguntó Remus acercándose como un depredador. Respondiendo a esa
atracción que lo empujaba hacia Sirius, que lo hacía querer desesperadamente ceder al deseo.

Sirius miró sus labios — Tal vez lo sea.

Remus sonrió y acorralo a Black contra la pared — No deberías provocar al monstruo.

—No te tengo miedo, Lupin — susurró con voz ronca, sus manos aferrándose a la capa de Remus
— Maldición, ¿por qué te ves tan bien?

—Para seducirte — respondió Remus acercando sus labios al cuello del chico.

Sirius contuvo su respiración al sentir la lengua de Remus recorriendo su piel.

—Ah. En ese caso esta… mierda, está funcionando.

Remus sonrió complacido y lo miró con intensidad.

Esa sonrisa engreída de Sirius Black volviéndolo loco.

—Cuanto te odio, Lupin.

Las manos de Sirius atrayéndolo a un beso profundo, su cuerpo acercándose al suyo, respondiendo
a una necesidad llena de urgencia, ansías y pasión. Las manos de Remus recorriendo el cuerpo de
Sirius, empujándolo más cerca, pasando por sus brazos, por su espalda, por su cintura, deteniéndose
en sus caderas al mover las suyas contra él.

Sirius gimió.

Remus sostuvo sus caderas, aferrándose a ese sentimiento de placer que los invadió.

Demonios, pensó. Maldita sea.

La espalda de Sirius Black siendo azotada contra la pared.

Un jadeo.

El calor entre ellos creciendo incontrolablemente.

Sirius moviéndose contra él, la fricción aumentando, los deseos de dominarlo volviéndose un
sentimiento salvaje. Remus lo besó con intensidad. Su lengua encontrando la de Sirius entremedio
de un gemido sucio y lujurioso que lo encendía de una manera desquiciada.

Levantó a Sirius. Las piernas del chico aferrándose a su cadera, sus muslos volviéndolo loco.

Nada más importaba en ese momento. Ni magos oscuros, ni mortífagos, ni lobos, ni merodeadores,
ni el apellido Black o Lupin. Solo eso, solo lo que estaba entre ambos, solo esa necesidad de ceder
al deseo, de perderse en el fuego que era sentir el calor de Sirius Black contra el suyo.

Sirius gruñó, sus brazos aferrándose a Remus, sus manos perdidas en los rizos rubios del chico.
Remus gimió en su boca y sintió la sonrisa de Sirius ante eso, por ser quien lo había provocado
hasta ese punto.

Se alejaron con un jadeo. Ambos se miraron fijamente.

La frente de Sirius apoyándose en la de Remus.


Su respiración acelerada. Sus mejillas sonrojadas. Sus labios húmedos.

—El cinturón— susurro Sirius con urgencia y la voz ronca.

Remus gruño con impaciencia.

El cuerpo de Sirius siendo sostenido por la pared mientras los dedos ágiles de Remus abrían el
cinturón del chico.

Sintió los labios de Sirius en su cuello y la idea salvaje de ser marcado le hizo tropezar con la
cremallera de su pantalón, rozándolo, sintiendo el calor abrumador de su excitación.

—Mierda — gimió Sirius — Mierda, mierda, mierda… Lupin… oh, Lupin, maldito bastardo
perfecto.

Remus sonrió traviesamente —¿Qué sucede, Black? Pensé que no eras dominado.

Sirius gruñó contra su piel — Eres malvado, Lupin. Un bastardo malvado muy excitante.

Remus rio suavemente.

Y Sirius lo mordió cuando Remus respondió a ese calor con el suyo propio, con su propia
excitación, juntándolo, sintiéndose enloquecer al tocar a Sirius Black mientras se tocaba a sí
mismo. Sintió como el chico tiró del cabello en su nuca para atraerlo a un beso cargado de lujuria y
ansías y locura. La oscuridad cargando sus movimientos de confianza y excitación. Movió su mano
como un desquiciado mientras escuchaba los gemidos profundos de Sirius en su boca y respondía
con un gruñido de satisfacción.

—Sirius — gruñó Remus sintiendo que se ahogaría en la sensación de euforia extendiéndose por su
cuerpo y sus sentidos.

—Remus… — susurró Sirius contra sus labios con urgencia.

Ambos se miraron, su frente contra la de Sirius.

Esa sonrisa perezosa, su cuerpo temblando tras la oleada de placer.

—Eres una maldición, Lupin.

—Yo creo que te gustó — replicó Remus divertido.

—Hagámoslo — se rogó Sirius antes de volver a besarlo. Lento, saboreando cada sensación que
era explorar los labios de Remus Lupin — Vamos, Lupin… hazlo.

— ¿En medio del pasillo para que nos encuentre el barón sanguinario?

Sirius sonrió divertido — Pensaba en la torre de astronomía.

Remus respondió mordiendo el labio de Sirius. El chico se rio.

Se escabulleron a la torre de astronomía, donde veían las estrellas arder con fuerza en el cielo.

El cuerpo de Sirius contra el suyo, un beso desesperado, movimientos torpes que los hacían reír y
susurrarse que estuvieran en silencio antes de recordar hacer los hechizos insonoros y trabar la
puerta.

La chaqueta de cuero cayendo al suelo sobre la elegante capa del rito de Remus.

Sus manos recorriendo la piel de Sirius.

—Eres hermoso — murmuró Sirius Black al ver las cicatrices en la piel de Remus.

Un beso lento, dulce y doloroso.

Su cuerpo temblando ante la excitación de los movimientos del chico.

—Remus… — jadeó Sirius.

Sus manos entrelazadas.

Las piernas de Sirius alrededor de su cadera. La frente del chico apoyándose en su hombro,
cubriendo sus gemidos al dejar marcas en su piel que enloquecían a Remus. Las manos de Remus
cubriendo la espalda de Sirius al empujarlo hacía abajo, hacía su propia necesidad y sintiéndose
morir con cada movimiento.

Un pensamiento aterrador azotó la mente de Remus mientras se perdía en Sirius Black.

Esto no se parecía a ningún sentimiento que Remus hubiera experimentado antes con otra persona.
Era adictivo, era una opresión en su pecho y una necesidad de su alma.

En el callejón de Londres, la ocasión de su cumpleaños o el laberinto de la mansión Malfoy habían


podido detenerse después de esto. Pero ahora su cuerpo seguía respondiendo a la urgencia, su
mente mandando a callar cada una de las razones por las cuales estar con Sirius Black era un error.

¿Alguna vez tuvo otra opción que no fuera esto?

Lo odiaba. Lo deprecio profundamente por demasiado tiempo. Fantaseaba una y otra vez con
lastimarlo, con despedazar su garganta con sus garras y escuchar sus ruegos. Lo deseó tanto que la
sola idea de dominar a Sirius Black mientras lloraba y suplicaba su nombre lo excitaba.

La primera vez que lo vio pensó que era a criatura más hermosa en el mundo. Cuando le sonrió
quería golpearlo, quería ver si se rompería, porque no podía soportar tener tanta suerte como para
que ese chico quisiera ser su amigo

Le dolió. Esa mirada cargada de desdén al verlo usar la corbata esmeralda y plata de Slytherin. Su
forma de pronunciar víbora, cada palabra llena de veneno. Le dolió aún más porque lo esperaba.
Siempre esperaba que la gente viera lo peor en él. Y Sirius lo miró de tal modo, que sabía que veía
cada una de las cosas por las cuales Lyall Lupin lo odiaba.

Pero siguió buscándolo, empujando y obligando a Sirius Black a reconocerlo. Respondía a sus
bromas, pasaba noches enteras planeando una venganza con la cual sorprenderlo y provocar esa
mirada furiosa en su rostro. Por Merlín, cuanto deseaba impacientemente esa expresión.

Odiaba a Sirius Black tanto como lo excitaba su cercanía, su presencia caótica, su toque
encendiendo un fuego maldito que ninguno podía detener.

Dolía, de cierta forma.

No podía tenerlo.
Todo entre ellos eran momentos fugaces y robados. Eran ansías desesperadas que ardían en un odio
intenso al volver a la realidad.

Siempre terminarían alejándose el uno del otro, por mucho que se perdieran, por mucho que
quisieran continuar… siempre había algo entre ellos dos.

Una parte de Remus Lupin deseaba creer que una vez que lo hicieran esa pasión irrefrenable y sin
sentido se volvería más soportable.

Cuan equivocado estaba.

Era una maldición y una condena que Sirius Black en sus brazos, en sus labios, en su cuerpo, se
sintiera de esa forma.
Deseos

01 de noviembre, 1976

Ninguno de los dos sabía cómo reaccionar el uno con el otro ahora que ellos realmente lo habían
hecho. Después de toda la intensidad y el placer abrumando cada uno de sus sentidos, moverse
alrededor de Sirius Black, estar en su presencia, sentir el calor de su cuerpo que poco antes recorrió
con sus dedos, con sus ansías, con sus deseos, se sentía como una locura mantenerse apartado.

Casi le cortaba la respiración, ver la piel de Sirius brillando a la luz de las estrellas en el balcón de
la torre de astronomía aquella noche.

Se habían vestido lentamente, mirando a escondidas al otro y sonriendo al sorprenderse entremedio


de esas miradas, pero cuando decidieron salir al balcón a fumar la tensión entre ellos estaba ahí
llena de dudas, nervios y torpeza.

—Yo, nunca… — Sirius tragó con nerviosismo — Bueno, con un chico.

El humo extendiéndose entre ellos.

La colilla ardiendo en la oscuridad.

Las estrellas mirándolos en el cielo nocturno.

No pudo resistir el impulso de molestarlo.

Remus asintió — Sí, se notaba.

El chico lo miró indignado — No te oí quejarte.

El brillo de rencor en su mirada. Remus pensó en cuánto deseaba volver a besarlo. La intensidad
del deseo lo enloquecía.

—Sí, bueno — sonrió divertido — Un lobo no puede quejaste si su presa se presenta ante él de esta
forma.

Sirius hizo una mueca — ¿Solo soy un juego para ti?

La sensación de sus manos en su piel seguía ahí, estremeciéndolo, la manera en la que su mirada
desafiante lo retaba a negarlo, el calor de su cuerpo haciendo un caos en su mente, sentía aún en sus
labios el sabor de los suyos y sentía aun en su corazón un instinto salvaje de hacerlo suyo y ser de
él.

—Por supuesto — mintió Remus.

No tenía idea alguna de qué era exactamente Sirius Black para él. Y le aterraba conocer la
respuesta.

—Ya veo. Me alegra que aclaremos las cosas después de que te pusiste como loco solo por
cogerme.

—No eres tan especial, Black.


Esa mirada que ardía con emociones tan claras.

—Entonces, ¿por qué sigues volviendo a mí, Lupin?

Una pregunta sin respuesta.

El cigarrillo cayendo de su mano al suelo.

Remus acarició el cuello de Sirius, sus dedos rozando suavemente las marcas en su piel.

Un estremecimiento de placer.

Remus se alejó.

—Tengo que… ya sabes, hay que volver.

Sirius asintió confundido, su respiración algo agitada — Sí, yo, también… supongo.

Una vez creyó que tal vez todo podría haber terminado ahí. En una noche después de acostarse con
Sirius Black. Porque antes de hacerlo creía que solo se trataba de eso. De que el cuerpo de Sirius
Black se le había prohibido demasiado tiempo, demasiadas veces en las que ellos casi… Pero no
fue así. Lo supo en el momento en que su corazón latía enloquecido ante la mirada de Sirius, en el
momento en que el sonido ronco de su nombre al ser gemido con placer se sintió tan maravilloso y
en el momento en que el éxtasis lo recorrió cortándole la respiración mientras jadeaba en un beso
lento e intenso.

Pasaron días con miradas, siendo torpes ante la presencia del otro. Un sonrojo, un brillo de deseo,
un suspiro. Sirius invadía cada uno de sus pensamientos. Seguía atormentándolo cada recuerdo en
su memoria que Sirius Black grabó con ese fuego ardiente entre ellos. Y ese chico, ese maldito
chico, se convirtió en una obsesión.

Cuando llegó la primera lección de legeremancia después de esa noche fue también la primera vez
que se encontraban solos en la misma habitación. La tensión entre ellos era incontrolable. Todos
sus sentidos abrumados por su presencia.

—Hola — La mirada ansiosa de Sirius, atenta a cada uno de sus movimientos.

—Hola — respondió él con la voz entrecortada, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.

Sirius le sonrió — Entonces… ¿Qué se supone que debemos hacer?

Remus lo contempló — Supongo que deberíamos… hablar.

—¿Quieres realmente hablar sobre que tuvimos un sexo fantástico y luego fuiste un idiota?

—Entre otras cosas — confesó Remus sonriendo divertido.

Sirius negó con la cabeza —Eres un imbécil.

—Tú también.

Esa mirada cargada de emociones que tanto lo enloquecía.

—¿Le dijiste a Regulus?

—Lo dejo a tu imaginación — evadió Remus sabiendo que Regulus sintió el aroma de Sirius en él,
pero se había limitado a mirarlo con odio e ignorarlo.

—Se puso furioso cuando nos encontró en la boda de Cissy — murmuró Sirius acercándose a
Remus lentamente, invadiendo su espacio personal.

—Es protector — respondió mirando sus labios.

—Ajá — se burló Sirius — ¿Debería sentirme celoso de ti o de Regulus?

—Reggie… Regulus sabe que estamos jugando.

—¿Es eso lo que estamos haciendo?

Buscaba en su mirada. Cualquier cosa a la que poder aferrarse.

—Sí — mintió Remus — Eso es todo lo que estamos haciendo.

—Mientes — lo acusó Sirius Black con una mirada desafiante.

Remus sentía la furia del lobo crecer en su interior —¿Siempre tienes que ser un idiota?

—¿Siempre tienes que mentirme? Sientes esto tanto como yo. Y sabes que no lo puedes detener.
Por eso te molesta. Por eso Regulus lo odia tanto. Pero yo no quiero alejarme de ti, Remus Lupin.

—¿Por qué? ¿Te fascina la idea de seducir a un monstruo?

—Porque tú me gustas, imbécil de mierda. No sé por qué. Pienso todo el tiempo que es una locura.
Pero me gustas. Y haré lo que sea para obligarte a admitir que también lo sientes.

Lo atrajo a un beso que Remus no dudo en corresponder con rapidez, con urgencia, con una
necesidad devastadora.

—¿Te arrepientes? — preguntó Sirius apoyando su frente en la suya, buscando en su mirada la


sinceridad que pocas veces Remus le entregaba —¿Te arrepientes de esa noche?

—Jamás hago algo para arrepentirme — susurró en respuesta.

Sirius Black le sonrió divertido.

Y desde ese momento estuvo condenado. Porque ese maldito chico no olvidó sus palabras de esa
noche en el balcón. Su jodido orgullo había sido herido.

—No me tocarás, Lupin — susurró sobre sus labios — Hasta que supliques mi nombre.

Era un maldito bastardo de mierda. Demasiado confiado en que Remus cedería ante él.

—¿Podrás resistir, Black? — replicó con una sonrisa cruel, sus manos aun tirando de la cintura de
Sirius hacía él — Yo puedo ir y buscar a alguien más. Pero ¿tú puedes soportarlo?

—Puedes ir y follar con quien quieras, pero no me vas a borrar de tu mente, Lupin.

Esa jodida confianza. Las manos de Sirius sosteniendo su rostro. El ardor ante su toque.

—Ambos sabemos que ya lo intentaste una vez y mi nombre ahora está grabado bajo tu piel. No
importa a quien busques, Lupin, no podrás quitarme de tus pensamientos.

Las lecciones de legeremancia se convirtieron en una tortura.


Sirius era cruel. Demasiado consciente en cómo afectaba a Remus Lupin, se mantenía a la distancia
de él. Ya no invadía su espacio personal, porque no importaba, él sabía perfectamente que su
mirada desafiante y sonrisa engreída bastaban para que la mente de Remus siguiera repitiendo su
nombre. En las lecciones lo arrojaría a algún recuerdo de esa noche y Remus tendría que controlar
los instintos de la bestia para no tomarlo en ese preciso momento. Aún estaba en su piel la urgencia
de responder ante Sirius.

Pero Remus era un Slytherin. Los desafíos eran algo excitantes para él. Se volvió mejor aún en
esquivar los recuerdos, encontrar lo que realmente buscaba y en esconder su presencia en la mente
de su víctima. Estaba perfeccionando sus habilidades cada vez más rápido.

Además, también podía ser cruel. Sirius Black se veía tan afectado como él por esa fuerza
abrumadora que lo obligaba a seguirlo con la mirada cuando entraba en una habitación. Remus se
vengaría susurrando en el oído de Calíope Morgan sabiendo que Sirius estaría atento a su presencia
y que ese pequeño gesto bastaría para enojarlo y hacerlo fruncir el ceño. Podría hacer mucho más.
Podría realmente seducir a alguien frente a él solo para molestarlo. Sería Sirius Black quien
perdería.

Pero ninguno de los dos dispuestos a ceder. Llevaban dos semanas en ese maldito juego.

—Definitivamente tuvieron sexo – susurró Barty Crouch Junior cuando estaban cenando.

Regulus lo miró con odio — Cállate.

—Pero es verdad — lo defendió Calíope apoyándose en el hombro de Reggie para mirar por
encima de él a la mesa de los Gryffindor —Es intenso la manera en la que mira.

—Se siente obsceno de alguna manera —agregó Bianca Zabini al levantar su copa.

Remus guardó silencio odiando a cada uno de ellos.

Pero era cierto. Ahí estaba la mirada de Sirius Black sobre él.

Rebuscó en su mente.

¿Cuándo vas a venir a mí?

Tuvo que sostenerse a la mesa. La luna llena sería en unos días. Pero la influencia de los deseos de
la bestia estaba emergiendo con brutalidad y lo golpeaba con fuerza.

Regulus se percató del movimiento y suspiró con cansancio.

—Te gusta alguien.

Remus siguió avanzando por el borde del bosque.

Estaban deambulando. Cada vez tenían menos tiempo para hacerlo. Regulus tenía demasiado
encima con lo de ser prefecto, con los Timos, con la magia negra, con sus investigaciones junto a
Pandora y las lunas llenas. Pero era obstinado. Seguiría insistiendo en que debían salir a deambular
por la noche para no levantar sospechas.

Casi todo el castillo conocía el secreto a voces sobre la naturaleza de Remus Lupin. Solo la
influencia de Dumbledore como su dueño era lo que mantenía ese susurro en voz baja.
De todos modos, no importaba. Le gustaba pasear con Regulus por los alrededores de los terrenos
de Hogwarts. Era algo suyo. Estos momentos. Donde podían ser sinceros.

Regulus lo miró. Podía sentir su mirada en él.

—Te gusta mi hermano, para ser exactos.

Remus se detuvo y enfrentó su mirada.

— ¿Qué sientes por Pandora? Cuando piensas en ella.

Los ojos del chico brillaron —Haría cualquier cosa por ella. Para hacerla feliz. Y me duele cuando
esta alrededor de Lovegood. Es como… como si cada vez que pienso en ella sintiera una gran
opresión en el pecho. Pero no puedo evitarlo. No puedo evitar quererla.

Remus miró las estrellas.

Siempre la encontraba. La constelación de Sirius.

—Sirius se siente como si estuviera grabado en el fondo de mi mente — confesó sin dejar de mirar
al cielo — No importa si soy un oclumante, no puedo quitarlo de ahí. Y cuando lo veo… es como
si algo me empujara hacía él — era la primera vez que intentaba ser sincero de esa manera —
Estar con él es un tormento que solo encuentra alivio cuando nosotros…

Reggie se mantuvo en silencio.

—Se suponía que era un juego. No debía... — Remus aun no tenía idea de cómo llamar a lo que
sentía por Sirius Black, era frustrante y aterrador intentar descubrir que era — ¿Estás molesto?

Lo miró queriendo encontrar algo en su rostro que lo delate.

—Lo odiabas.

—Sí, porque te lastimó.

El chico negó con la cabeza — Moony, lo odiabas antes de que yo entrase en Hogwarts.

Sintió sus palabras como un golpe.

—¿Qué fue lo que cambio?

Remus miró las sombras que eran el castillo en medio de la noche.

—Sirius… Sirius me miraba como todos los demás lo han hecho durante toda mi vida. Soy un
lobo, un huérfano, disléxico y soy gay. Muchas personas me desprecian por solo una de esas cosas,
Regulus. Pero Sirius me miraba como si lo viera todo. Odiaba esa mirada más que nada en el
mundo.

—¿Qué cambió? — insistió Reggie — ¿Es por lo de navidad? ¿Te compadeces de él?

—No — se apresuró a negar — Nosotros… nosotros nos odiamos tanto y aun así… Cuando Sirius
me besó en Halloween fue la primera vez que sentí que podría morir por la intensidad de ese deseo.
Eso… eso fue… fue abrumador. Y fue… Creo que desde ahí es algo que no puedo y no quiero
detener — confesó sabiendo que cada parte de su cuerpo y su mente eran incapaces de resistirse a
la atracción que lo impulsaba a seguir a Sirius Black.
Regulus suspiró.

—No sé si realmente estoy molesto por esto entre Sirius y tú.

—¿Estás decepcionado?

Su mirada sincera, cargada de ansiedad y miedos que tal vez nunca llegarían a desaparecer. Era la
mirada de un niño asustado que creció en una mansión llena de gritos, torturas, secretos y rencor.
La misma mirada del niño que conoció en un tren hace años atrás.

—No quiero perderte, Moony.

—No lo harás — susurró Remus. Porque nada era más sincero que esas palabras.

Los hombros de Reggie se relajaron.

A veces olvidaba que Regulus solo era un niño. Habían pasado muchas cosas. Regulus renegó de
su familia y huyó de su casa a los catorce años, para sus quince ya era un traidor, un espía, un
renombrado príncipe oscuro que no dudaría en masacrar a todo aquel que mereciera su venganza.
Pero también era un niño perdido y asustado, que fue obligado a jugar en una guerra demasiado
pronto. Era un niño que casi vio a su hermano morir antes de que se decidiera a actuar. Era un niño
que buscaba a su hermano en la letra de una canción muggle. El niño que no sabía lidiar con su
primer amor porque era su mejor amiga y creció absteniéndose a las reglas que otros le imponían.
Era un niño que solo conocía la indiferencia, el rencor y el enfado como refugio de las palabras
venenosas de sus padres ante Sirius, porque su hermano se alejó durante demasiado tiempo de él.

—Recibimos una invitación para su cumpleaños — comentó cuando volvieron al castillo.

Remus frunció el ceño deteniéndose.

—¿Por qué alguien querría a un hombre lobo en su cumpleaños?

—Probablemente porque te estas acostando con él, animal.

Remus rio.

—Espera — se detuvo Reggie mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Qué sucede?

Una mirada indignada —¡No lo negaste!

Remus sonrió y empezó a correr por el pasillo lleno de retratos que se quejaban por la molestia a
mitad de la noche.

—¡Remus John Lupin! — gritó Regulus enfadado al perseguirlo.

Pero ambos terminaron riendo de alguna forma al escuchar los gritos de Filch sobre calabozos y
cadenas. Regulus se convirtió en un zorro y Remus hizo el hechizo de invisibilidad antes de cruzar
uno de los pasadizos secretos para despistar a Filch. Terminaron en uno de los cuartos que
conectaba el primer piso con el quinto.

—Mierda, era el atajo — se quejó Reggie al volver a su forma humana.

—Al menos perdimos a Filch — comentó Remus, sentándose en la habitación sabiendo que
tendrían que esperar un poco antes de regresar a las mazmorras.
Recibió una patada.

— Aun no niegas que tuviste sexo con mi hermano.

Una sonrisa coqueta — Bueno, Regulus, a veces cuando dos personas tienen una gran tensión
sexual eso termina en que ellos dos…

—Te mataré si te atreves a terminar esa frase — le advirtió con una mirada sombría.

Pero Remus se rio y Regulus se unió a él.

—¿Alguna vez imaginaste que terminarías durmiendo con Sirius?

—Tenía deseos de hacerlo suplicar y llorar mi nombre — Frunció el ceño — Ahora pienso que
quizás era una clase de fetiche y no el instinto del lobo.

—Eres una perra, Moony.

—Y tú una zorra. ¿Qué fue todo eso del verano con hermosas y jóvenes señoritas y luego te
sonrojas cuando Pandora te acomoda el cabello?

—Imbécil — lo pateó de nuevo — No te burles de mi primer amor.

Remus sonrió.

Y entonces escucharon pasos. Ambos reconociendo la presencia de quienes se acercaban. El


instinto del lobo y las habilidades del zorro.

—Los merodeadores y sus malditas bromas — murmuró Reggie.

—Es la tradición — fue la respuesta rencorosa de Remus.

Aun se sentía resentido sobre los disfraces de este año que usaron en Halloween. Su tema fue
películas de terror muggles. James Potter era Drácula. Peter Pettigrew era Frankenstein y Sirius
Black al ser un jodido cretino apareció como un hombre lobo.

Cuando lo vio entrar en el gran comedor con una sonrisa engreída, Remus se preguntó realmente
cómo era posible que alguien tan imbécil le hiciera sentir tan atraído. También se preguntó si
Dumbledore diría algo si maldecía a Sirius Black convirtiéndolo en una babosa y usarlo en clases
de pociones. Probablemente fuera homicidio. Pero estaba dispuesto a hacerlo hasta que Regulus y
Calíope tiraron de él para ir a la fiesta de Halloween de Slytherin.

—Te gusta un Slytherin — se burló la voz de James Potter — Pads, eso es tan hilarante.

Regulus enarcó una ceja. Remus guardó silencio.

— No te tenía que gustar un Slytherin. ¡Es un acto de alta traición! — gritó Pettigrew.

Escucharon un bufido — Eso es porque no has dormido con él, Wormie.

Regulus pateó a Remus.

—Perra.

Remus sonrió culpable.


—En serio caíste por Lupin — escucharon decir a Potter.

—¿Cómo dejaste que ocurriera, Prongs? ¡Siento que me estoy volviendo loco! Él es… mierda, es
tan…

—Pads, si no estuviera enamorado de Evans definitivamente iría tras Lupin. Lo entiendo, amigo.
Es jodidamente sexy con toda esa aura de chico listo pero misterioso.

—No puedes hablar en serio — se quejó Pettigrew con una voz indignada.

Regulus suspiró con cansancio y repitió en un susurro al tiempo que Sirius decía.

—Yo soy muy Sirius.

Remus podía imaginar la maldita sonrisa de Sirius Black — Di la verdad, Prongs. Ellos son tu bi
panic.

Escucharon las risas alejándose.

—Tú y tus malditos poderes homosexuales — acusó Regulus.


El cumpleaños

02 de noviembre, 1976

El cumpleaños de Sirius Black caía el tres de noviembre. Pero la nota que Sirius le entregó a
Regulus decía: Estatua de la bruja tuerta. Dos de noviembre a las once de la noche.

—Es una costumbre de los magos celebrar la llegada de la mayoría de edad — le explicó Regulus
al abotonar su camisa — Se supone que es un momento importante para un mago.

Remus frunció el ceño al ver la nota —¿Por qué solo te dio una a ti?

—Porque vienes a donde yo voy. Eres así de pegajoso, Moony.

Remus bufó sintiéndose ofendido.

La relación de Remus y Sirius era difícil de definir. Tuvieron sexo esa noche después de las fiestas
oscuras. Definitivamente ambos habían dicho a sus mejores amigos que les gustaba el otro. Pero
seguían siendo tercos respecto a ceder el uno con el otro. Incluso si esa atracción seguía tirando de
él tan dolorosamente.

Sirius le había sonreído de forma engreída esa tarde durante su sesión de legeremancia.

— Espero verte esta noche, Lupin.

Remus había gruñido y entrado en su mente antes de perder el control.

La luna llena sería ese fin de semana, y los instintos del lobo eran difíciles de manejar cuando
Sirius Black se empeñaba en empujar sus límites.

Además, últimamente tenía el presentimiento de que mientras él se estaba volviendo un mejor


legeremante, Sirius Black se estaba convirtiendo en un oclumante decente. Lo identificaba en su
mente, lo atrapaba en un recuerdo específico, escondía con precisión lo que él buscaba antes de
siquiera poder moverse entre sus pensamientos. Era casi un talento natural que solo la personalidad
explosiva de Sirius entorpecía.

Sirius tiró a Remus en un recuerdo de un jadeo en medio del pasillo, sus manos recorriendo su
espalda, una mirada excitada al sostenerlo contra la pared. La urgencia de someterlo tirando de él,
enloqueciendo su mente, incitando al lobo a atacar a su presa.

Todo en Sirius Black provocaba emociones demasiado intensas.

—Eres un imbécil — le había dicho al dejar su mente.

—Sigo esperando que vengas a mí, Lupin — había susurrado Sirius con una voz ronca.

Remus acarició el rostro de Sirius, su pulgar rozando su labio inferior.

Sirius contuvo la respiración.

—Te dije que solo eras un juego para mí, Black.


Oh, esa maldita mirada desafiante.

—No te creo, Lupin. Quieres esto tanto como yo.

Remus había sonreído con crueldad — Eres demasiado confiado.

Sirius tomó con fuerza la muñeca de Remus para apartar su mano.

—Estás en tu límite, Lupin. Solo es cosa de tiempo.

Cuánto lo odiaba.

Remus miró el techo de su habitación donde había vivido junto a Regulus durante los últimos
cinco años de su vida. Quizás su vida hubiera sido más fácil de haberse enamorado de Regulus
Black.

—¿Sabías que Sirius maldijo a Avery? Estaba hablando mierda sobre mí y ahora estará un par de
noches donde Madame Pomfrey — Regulus lo miró a través del reflejo del espejo donde estaba
acomodando el cuello de su camisa.

Remus se incorporó de la cama — Sirius ha maldecido a cualquiera que se atreva a hablar sobre ti
desde hace un año.

Reggie se mantuvo unos segundos en silencio. No habían hablado sobre eso. Muchas cosas
sucedieron el año pasado al regresar desde navidad. Pero Regulus debió saberlo. Todo el maldito
castillo había hablado sobre la relación entre los hermanos Black.

—Lo sabía, pero no… Jamás lo había visto. Estaba realmente furioso. Potter tuvo que llevárselo. Y
él… — se dio la vuelta para enfrentar directamente la mirada de Remus — ¿Por qué es un imbécil
todos estos años y me regala su libro favorito en mi cumpleaños?

Remus sonrió — Para hacer difícil el darle un regalo de vuelta.

Regulus suspiró con frustración — No tengo idea de cómo actuar sobre esto. Siempre… siempre lo
busqué y ahora… Está lo tuyo con él y me sentí tan furioso al pensar que estaba jugando contigo o
que te quería robar de mi lado…que lo ataqué sin dudar y…

—Sabes que no es así.

Regulus se veía en conflicto.

—¿Crees…?

Remus esperó.

—¿Crees que realmente quiere formar una relación conmigo?

—Aunque Sirius sea estúpido una vez discutió conmigo por robarme a su querido hermanito con
mis influencias malvadas — sonrió — Estoy seguro de que desea recuperar a su hermano.

Reggie asintió. Y luego frunció el ceño al ver lo que Remus llevaba puesto.

—No uses esa maldita chaqueta café. Es lo más detestable que vi en mi vida.
Los merodeadores y Evans los esperaban en el punto de encuentro a la hora acordada.

Remus se sintió emocionado cuando su mirada se encontró con la de Sirius Black. El maldito
bastardo se veía bien con esa cazadora de cuero y botas militares. Su cabello oscuro enmarcando su
rostro, sus ojos azules más azules que nunca y esos pantalones que se ajustaban en sus muslos.
Remus odiaba y amaba esos malditos pantalones.

—Lupin.

—Black — respondió con un sonido ronco.

Esa sonrisa engreída.

— ¿No deberíamos empezar a llamarnos por nuestros nombres? — un brillo divertido en su mirada
— Después de todo no somos exactamente distantes, ¿no?

James y Lily tosieron con escándalo mientras Pettigrew temblaba con nerviosismo y Regulus
suspiraba con cansancio.

Remus quería matarlo.

Sirius Black le sonrió a su hermano — Reg.

—Sirius — enarcó una ceja — ¿Terminaste de seducir a mi mejor amigo?

—Jamás — admitió de buen humor — Pero me alegra ver a mi hermanito. Pensé que quemarías mi
nota y me ignorarías.

Regulus lo miró con atención —Es la primera vez que me invitas a tu cumpleaños.

—El año pasado me convirtieron en un reptil — replicó Sirius.

—Sí, te lo merecías.

Sirius se rio y le ofreció su mano — ¿Sin rencores?

El menor de los Black aceptó su mano — A menos que le hagas algo a Moony.

—Oh, podría hacerle muchas cosas. Pero acordamos que no puede tocarme hasta que me lo pida
rogando —confesó su hermano con una sonrisa altanera — Es para darle chispas a nuestra relación.

Sí, Remus quería matarlo.

Lily lo miró divertida — Así que eso era.

—Ahora tiene sentido por qué Padfoot está en celo todo el tiempo — comentó Pettigrew.

—Eres un idiota — se quejó Reggie al soltar su mano y se fijó en la pelirroja junto a Remus—
¿Evans también está invitada? Sin ofender, solo que creía que no estabas tan… involucrada con mi
hermano y sus amigos.

—Es nuestro conductor designado — sonrió tontamente James Potter al rodearla con un brazo.
—La encargada de hacer que todos ustedes vuelvan al castillo — replicó la chica sacudiéndose a
James Potter de encima —Pero aún nadie me ha explicado que hacemos en la estatua de la bruja
tuerta.

—Te presentamos el secreto de nuestro éxito, Evans. Lo encontramos el año pasado cuando nos
escondíamos de Filch por una broma y entonces descubrimos que es…

—Es un pasadizo a Hogsmeade — respondió Regulus.

Los merodeadores parecían ofendidos.

—¿Cómo ustedes…?

Remus y Regulus sonrieron — Lo descubrimos en tercer año.

Los instintos del lobo habían percibido algo distinto tras la estatua.

—Tienes que hacerme un maldito mapa, Remus — se quejó Lily asombrada.

Remus sonrió. La idea se había mencionado y de hecho hizo uso del regalo de Lily en su
cumpleaños para comenzar a marcar los pasadizos. Aun no estaba completo ni de lejos. Pero pensó
que podría terminarlo antes de concluir el año si recibía ayuda de Pandora Lynch. Tenía la idea de
usar un hechizo que Calíope le había dado el año pasado para poder hacer que en el mapa se vieran
las personas que circulaban en Hogwarts. Sería útil para Regulus una vez que Remus se graduara.

—Tres prefectos escabulléndose del castillo en una noche de escuela, que rebelde te has vuelto,
Evans.

La chica le guiño un ojo — Para encender chispas en nuestra relación.

Remus se rio y junto a los merodeadores, entraron al pasadizo para llegar a Hogsmeade.

Imaginó que Sirius Black querría una fiesta ruidosa y llena de gente. Según Lily así eran las
celebraciones de los merodeadores. Eran escandalosos, con un gran afán respecto al espectáculo y
las fiestas. Pero al verlo caminar junto a Regulus por las calles de Hogsmeade, con un brazo sobre
los hombros de Reggie, riendo mientras Reggie reprimía una sonrisa, entendió que Sirius había
elegido algo distinto, quizás por fin había elegido a Regulus en su vida.

Llegaron a Hog´s Head.

—Es el único lugar donde no notificaran a McGonagall sobre que estamos merodeando fuera del
toque de queda — sonrió James Potter.

—Y nos venderán alcohol — agregó Pettigrew.

—Y hoy hay buena música — finalizó Sirius sonriendo a Remus.

—¿Qué música?

—¿Acaso no confías en mi buen gusto musical, Remus Lupin?

El chico lo consideró — ¿Acaso vas a recompensarme si no me agrada?

Ah, la manera en la que le sonrió.


—Será mejor que entremos mientras están siendo gays — dijo Lily y Regulus la siguió.

—Wormie, Pads nos ha dejado — suspiró James.

—Son un montón de idiotas.

Sirius le ofreció su mano haciendo una reverencia elegante.

Era estúpido y estuvo tentado a ignorarlo.

Pero al tomar la mano de Sirius Black sintió un estremecimiento recorriendo su cuerpo,


atrayéndolo más y más al chico.

Puedes follar con quien quieras, pero mi nombre está grabado en tu piel.

Remus gruñó al recordar esas palabras. Había pensado en elegir a alguien más. Muchas personas en
Slytherin querían llegar a las conexiones con Regulus Black usándolo a él. El perro de
Dumbledore. No era difícil seducir a alguien. Pero, aunque no quería reconocérselo a Sirius Black,
era cierto que no importaba a quién eligiera, el lobo no estaría satisfecho.

—¡Queremos mucho alcohol aquí! — gritaron los merodeadores desde la mesa.

Sirius se acercó a Remus.

—Hola, otra vez.

—Hola — respondió Remus absortó en la sensación que le provocaba el contacto de Sirius, sus
manos siendo entrelazadas.

—Me alegra que vinieras.

Remus lo observó — ¿De verdad querías que estuviera aquí?

El chico asintió — Sí. Tú y Regulus.

—¿Vas a seguir siendo un tonto con él? — preguntó observando sus manos unidas.

—Sí, es parte de mi personalidad. Pero también… Me agrada esto. Regulus aquí. Es… es lindo. Y
tú…

Remus sonrió — ¿Yo qué? ¿Te alegras de tenerme cerca?

Sirius bufó, pero no soltó su mano.

—Ese chico te adora.

—¿Tú no?

Ese brillo desafiante en su mirada.

—Quiero besarte tanto que no puedas pensar en nada más que no sea mi nombre.

Remus gruñó.

Sirius se apartó divertido y fue a sentarse con sus amigos.

Lo siguió sintiendo la impaciencia de la bestia por jugar demasiado tiempo con su presa.
Lily enarcó una ceja.

— Me está provocando — suspiró con cansancio.

—Lo sé.

Sirius le sonrió divertido, pasando su cabello tras su oreja para dejar al descubierto su cuello.
Mierda, pensó. Las marcas en su piel ya se habían ido, despertando un deseo salvaje de volver a
marcarlo.

—Y lo sigue haciendo.

Lily le sonrió con cariño — Es que eres inolvidable, amor.

—Sirius es tan gay — comentó Peter Pettigrew.

Sirius se veía ofendido —Yo no soy…

—Si lo piensas, tiene sentido — observó James Potter cuando una bandeja llena de cervezas de
mantequilla y tragos de whiskey levitó hasta su mesa.

Pettigrew asintió al tomar un trago — Estaba tan obsesionado con Lupin. Pensé que era por robarse
a su hermano.

—¿Cierto? No paraba de hablar de él.

Remus bebió de su copa lentamente mientras miraba a Sirius sonrojarse un poco al escuchar a sus
amigos burlarse de él.

—Lupin es lo peor, ni siquiera es tan guapo, todos se acuestan con él para llegar a Regulus — se
burló Pettigrew con una voz aguda — Por Merlín, nunca paraba de hablar de él.

Lily golpeó la mesa emocionada — ¿Recuerdan esa vez que hizo un gran berrinche?

Los ojos de Regulus brillaron y bajó su vaso, interesado en el tema — ¿Hizo un berrinche?

Peter Pettigrew y James Potter rieron.

—¡Ustedes dos deténganse! — se quejó Black, pero Remus lo pateó bajo la mesa.

—Oh, esto está muy interesante. ¿Hiciste un berrinche por mí, Black?

Su rostro sonrojado era adorable — Están sacando las cosas de contexto.

—Oh, sí que lo hizo — sonrió Pettigrew — Fue cuando salías con Evans…

—¡Necesitamos otra ronda! —gritó Sirius —¿Y qué pasó con la música?

—Eres un idiota, Padfoot.

Pero había personas con instrumentos sobre un escenario improvisado que comenzaron a tocar una
canción de Queen y Lily se levantó de la mesa con una mirada divertida hacia James.

—Vamos, Potter, está me gusta.

James la miraba como si no fuera capaz de creer su suerte y se levantó junto a ella a bailar. Otras
personas los siguieron. A Remus le sorprendió que hubiera tantos magos en el bar, normalmente
solo había gente triste y siniestra, aún más ahora que la guerra había comenzado, no muchas
personas querían salir de sus casas por miedo a encontrarse envueltas en algún conflicto entre los
aurores y los mortífagos. Pero entonces Remus notó rostros familiares, estudiantes graduados de
Hogwarts divirtiéndose una noche.

Quizás eso es lo que todos buscaban desesperadamente. Olvidarse de la maldita guerra y ser libres.
Aunque fuera una sola noche.

—No olvidaré pedir el resto de la historia, Black — sonrió con maldad a Sirius.

Regulus asintió — Es increíble que en algún momento fueras el gran heredero de los Black.

—Mira a Prongs, jamás lo había visto sonreír tanto — comentó Sirius ignorándolos — Lucen
lindos juntos.

Lily hizo girar a Potter mientras cantaban y bailaban. Remus pensó en que tampoco había visto
antes a Lily sonreírle de esa manera a Potter.

—¡Son las doce! — Escucharon gritar a Peter Pettigrew —¡Eres mayor, Pads!

—¡PADFOOT! — corrió James Potter hacia Sirius, dejando a Lily en la improvisada pista de baile.
Los merodeadores se abalanzaron sobre Sirius Black al momento en que una bandeja llegaba con
otra ronda de cervezas y whiskey a la mesa.

Sirius le sonrió a Regulus al salir del abrazo grupal riéndose y con el rostro sonrojado por el calor,
el alcohol y las risas.

—Soy mayor de edad.

—Eso veo.

—Ya no estoy ligado a los Black.

Un brillo rencoroso en su mirada —Lo sé.

—Pero siempre serás mi hermano, Reg.

Regulus lo miró con una expresión vulnerable —Eres un maldito idiota, Sirius.

Sirius sonrió.

—No podrás librarte de mí, Reg.

En los recuerdos que había accedido durante sus lecciones pasadas descubrió que Sirius aún
mantenía atesorados los momentos de Regulus corriendo en la mansión Black junto a él, el sonido
de su risa al hacerlo escupir leche al divertirse frente a la chimenea, el brillo de su mirada cuando
Regulus tenía un plan en su mente para alguna de sus travesuras infantiles.

Sirius aún adoraba a ese niño que fue su hermano. Al niño que escapó de sus padres. Pero Regulus
era diferente a él. Seguía asociado a las conexiones de los Black para asegurar su futuro en el
ministerio. Seguía encadenado a los planes y los secretos en los cuales la presencia de Sirius era
una interferencia. Ambos irían por caminos distintos en la guerra.

Se preguntó si Sirius Black sería capaz de descubrirlo antes de que sucediera. Sí sería capaz de
descubrir que mientras él era el héroe dorado de Gryffindor, su pequeño hermano se uniría a los
mortífagos para asegurar su seguridad.
Regulus sacó algo de su bolsillo y se lo arrojó a Sirius.

—Es la tradición. Y aunque sé que odias profundamente las tradiciones, hablé con Andrómeda por
esto.

Sirius lo miró sorprendido — ¿Hablaste con Dromeda?

Remus también estaba sorprendido por eso.

—Ella dijo que podíamos contactarla para lo que necesitáramos y bueno… es tu mayoría de edad,
Sirius. Es importante — Regulus sonrió — Solo espero que te guste y no seas un cretino.

Sirius abrió la caja en su mano y James y Peter espiaron por encima de su hombro.

Era un reloj elegante, de correa negra, de oro y con incrustaciones de rubí, los colores de su casa
resaltando en el reloj con un león grabado. Podía parecer superficial por lo costoso que se veía.
Pero Remus supo porque era un gesto importante ese reloj en específico. Reconocía la casa de
Gryffindor como algo esencial de Sirius. Toda su familia estuvo en Slytherin, y Sirius fue
rechazado en el momento en que su selección representó una decepción para su familia. Ese reloj…
era una aceptación de Sirius tal y como era.

Sonrió contento y lo acercó a sí mismo.

—Es hermoso, Regulus — comentó James Potter.

—Te queda bien — sonrió Lily con gentileza al acercarse y rodear a Remus en un abrazo.

—Por Merlín, ven, no sabes ni abrocharlo — se quejó Pettigrew al colocarlo en la muñeca de


Sirius.

La mirada de Sirius hacia su hermano estaba cargada de emociones.

—Gracias, Reggie. Por esto. Por seguir siendo mi hermano. Por sacarme de esa casa.

Todos guardaron silencio. La música resonaba en el bar. Las personas seguían bailando.

Pero ninguno se atrevió a romper lo que se estaba formando entre Sirius y Regulus Black.

Remus alzó la vista al cielo.

Las constelaciones brillando en la noche.

El humo extendiéndose en la oscuridad.

Lily estaba dentro haciendo que Regulus bailara con ella mientras que Potter hacía girar a
Pettigrew antes de atraparlo en sus brazos y escuchaba desde fuera del bar como las personas
dentro cantaban dancing queen, Estaban demasiado ebrios, pero aun podrían disfrutar un tiempo
antes de tener que regresar al castillo.

A Remus le agradaba la sensación. Sus instintos bajo control. El frío del aire en el exterior.

Y por supuesto, él tenía que ir tras él.

—Me estás siguiendo, Black.


Sirius sonrió — Deberías ser más amable conmigo, el año pasado me convertiste en reptil.

—Aun debo un favor por eso — recordó Remus viendo a Sirius robar el cigarrillo de su mano,
había algo hipnótico en los dedos de Sirius alrededor de su mano, en la forma en que el humo
escapaba de sus labios, esos labios que le hacían perder un poco la cordura al curvarse en una
sonrisa divertida y satisfecha.

—Gracias.

—¿Por convertirte en reptil?

El sonido de su risa estremecía su corazón— No. No por eso. Aunque fue una buena broma. Estaba
furioso.

Remus sonrió ante el recuerdo. Estaba obsesionado con eso para no admitir que besar a Sirius
Black era algo que había afectado cada parte de su cuerpo y mente.

—Entonces, ¿por qué me agradeces, Black?

Sirius lo miró.

—Por las cartas. Tenías razón. Sin conocerlo yo…Yo quizás hubiera hecho caso a las palabras de
Dumbledore esa navidad. Y lo habría dejado allí pensando que él lo quería, que podía sobrevivir,
que era más listo que yo.

Remus guardó silencio. Desde la ventana podían ver a Regulus riéndose, sonrojado por el calor y el
alcohol, y a Lily sonriéndole divertida al bailar con él.

Ahora lo convertirían en el próximo señor oscuro para asegurar que sobreviviera. Porque de otra
forma, nadie hubiera podido sacarlo de la casa de los Black. Era injusto.

—Tú no aceptaste dejarlo.

—Por supuesto que no — susurró Remus antes de acercar el cigarrillo a sus labios.

Sirius asintió — Lo pensé y solo podías ser tú el que convenció a Dumbledore. Y quien lo rescató
a él. Fuiste tú quien me devolvió a Regulus en mi vida… Gracias por eso. Por todo.

—Si lo vuelves a dejar te juro que te mataré.

Sirius sonrió — Permitiré que lo hagas.

Remus exhaló el humo.

—No quise… no quise odiarte — confesó Sirius mirando el cielo — Cuando nos conocimos creí
que seríamos amigos.

Remus sentía una opresión en el pecho que creía olvidada.

—No importa.

—Pero importa — insistió el chico — Deberíamos haber sido amigos. Debería haber sido el
hermano que Regulus merecía. Y así nosotros… tú y yo…

Remus se sintió furioso. Ni siquiera estaba seguro en que razón se concentraba la furia que sentía.
Si era por Reggie, por lo que ese niño tuvo que pasar, o era su propia rabia, aquella que se dijo una
y otra vez que era inútil porque era tan obvio que nunca hubiera podido tener nada de eso. Jamás
habrían confiado en él.

—Nada de eso fue así — replicó con rabia — ¿Así que importa, Black?

Sirius tomó su brazo, una mirada llena de la necesidad de lograr que entendiera lo que decía. Lo
que Remus alguna vez deseó escuchar antes de repetirse a sí mismo que eso era una puta fantasía
que alguien como él no merecería nunca.

—Remus, me convencí de odiarte porque no podía aceptar que alguien como tú, alguien que se
veía tan sorprendente y genial pudiera ser una serpiente. Me seguías atrayendo, seguía pensando
que eras alguien increíble y odiaba que también fueras todo aquello que yo no podía ser. Y nada de
eso estuvo bien.

Los ojos de Remus ardían. Y se convenció a sí mismo que era por el humo de los cigarrillos.

—No hagas eso.

Sirius se sorprendió.

—No sé qué hacer contigo si no eres un imbécil — susurró Remus.

Sirius se rio — De verdad eres increíble.

El cigarrillo cayendo al suelo.

—¿Esto en que nos convierte? — preguntó Sirius.

—En dos idiotas congelándose por ir a fumar y hablando mierda del pasado.

Un brillo divertido en su mirada.

—Hay maneras de no congelarse, Lupin.

—Dijiste que no podía tocarte hasta rogar por eso — se burló Remus.

—Podría hacer una excepción. Cada parte de tu cuerpo está reaccionando a mí — susurró Sirius
acercándose.

Una mirada a sus labios. La respiración contenida ante la expectativa de lo que podría ocurrir si
ellos dos…

—Oigan, ¿van a volver a entrar o le digo a Regulus que están ocupados cogiendo? — los
interrumpió Pettigrew.

—Me vengaré, Wormie — exclamó Black enfadado.

Remus estaba tentado a lanzarle un reducto al pequeño Pete.


La misión

17 de noviembre, 1976

Remus pensó que sería una noche grandiosa.

La niebla lo cubría todo. Un efecto de tantos dementores sueltos por todo Londres. Una de las
últimas tácticas que el bando del señor tenebroso había implicado en la guerra.

El aire se sentía frío y húmedo y triste.

El profeta anunciaba que los casos de secuestro estaban aumentando últimamente e incitaba a los
magos a denunciar las desapariciones para optimizar al ministerio encontrarlos.

Remus sabía que era una mentira. De eso se trataba su misión de hoy.

El número creciente de supuestos suicidios entre las víctimas de los ataques de hombres lobos y el
hecho de que fueran registrados en las noticias como muertes ocasionadas por las criaturas oscuras
había hecho que el plan de los lobos cambiara. Menos víctimas eran comunicadas en los ataques,
porque eran llevados con las manadas antes de que el ministerio pudiera contactarlos.

Pandora y Regulus habían notado que muchas víctimas asesinadas habían sido jóvenes. Ahora
tenía sentido por qué los secuestros eran la siguiente jugada del bando de los lobos. Los jóvenes
eran más propensos a ser sometidos por la naturaleza de la bestia. Sería más fácil que se unieran a
las manadas de Lord Voldemort en vez de preferir ser asesinados en las jaulas del ministerio.

Por eso Dumbledore quería que Remus se pusiera en contacto con los hombres lobos.

Era conocido en parte de la comunidad mágica que Remus Lupin era el perro leal de Dumbledore.
Lo que le haría difícil acercarse a las manadas. Por eso necesitaba ser un mago oscuro y hacerse
mortífago. Era la forma de obligar a las manadas a aceptarlo. Pero tomaría demasiado tiempo. Así
que Dumbledore quería adelantar el primer contacto de Remus con los hombres lobos ahora que
uno de sus peones había estado vigilando a un lobo desde la luna llena pasada.

Esa era la razón por la que Remus terminó caminando por el callejón Knockturn en medio de la
noche.

—Tiene cierta… inclinación a jóvenes atractivos.

—¿Mi buena apariencia le hará hablar?

—Dependerá de tus aptitudes para ello — había dicho Dumbledore antes de enviarlo al callejón
Diagon con un traslador desde su oficina.

No importaba realmente, pensó Remus, estaba acostumbrado a conseguir lo que quería sin importar
el riesgo. Y podía ser seductor si lo necesitaba. Además… estaba emocionado por conocer a otro
hombre lobo. Sería la primera vez que realmente vería a uno. Sin contar esa vez en su niñez,
cuando fue maldecido y su madre asesinada.

Entró al bar acordado. Era mucho peor que Hog´s Head. Pero apenas cruzó la entrada sintió una
energía mágica diferente a cualquier otra cosa que hubiera sentido entre los magos. Era intenso. La
sensación de su magia lo atraía de una manera inesperada. Despertaba la furia de un lobo que
estuvo demasiado tiempo sin encontrar una manada, y la necesidad de responder a su presencia.

Se sentó en la barra sintiéndose mareado.

—Un vaso de vodka — ordenó.

La persona a su lado gruñó.

—El maldito perro de Dumbledore.

Tenía cicatrices en sus manos, grandes, ásperas y rudas. No se parecían en nada a las elegantes
manos de pianista de Sirius Black. Usaba una capa que ocultaba su rostro, pero era vieja y
desgastada. Remus podía ver que era alguien alto, y por la forma de su espalda, probablemente
fuera fornido.

Remus sonrió traviesamente — Claro, incluso tengo una correa que hace juego con su varita.

El lobo lo miró con atención. Tenía un rostro endurecido, y lleno de cicatrices. Se veía como
alguien que había vivido una verdadera guerra.

—¿Te diviertes?

—¿Hay algo más que pueda hacer? — Remus tomó un largo trago de su vaso — No hay más
opciones si no tienes manada, ¿no?

El hombre gruñó —Te conseguiste un dueño con mucho poder.

—Me gusta la gente con poder — susurró bajando la mirada y sonriendo con frialdad — Pero hay
algo que me atrae aún más.

—¿Qué es? — preguntó el lobo mirándolo con atención.

—Los lobos.

Una mirada desconfiada —Creciste con magos.

—No. Crecí en una casucha de mierda con un padre borracho que le encantaba torturarme. Y a
nadie le importó hasta que Dumbledore vio utilidad en mí.

—¿Por eso le eres leal?

—Una mierda. A Dumbledore le sirvo. Y él también me es útil.

—¿Pero? — cuestionó el hombre, respondiendo a Remus, acercándose más a él.

—Pero soy un lobo — susurró con una voz ronca, inclinándose lentamente— Quiero estar con
ustedes. Cada maldita luna llena me mata por dentro no poder responder a la urgencia de la
manada. La urgencia de pertenecerles.

El lobo sonrió con satisfacción — Eres uno de los nuestros.

Remus subió su mano por el brazo del hombre con lentitud. Sabiendo que no debía hacer
movimientos rápidos. Recordando cuán enloquecido estaría Sirius Black por un movimiento así de
tortuoso, acercándose hasta inclinarse sobre el lobo.
—Lo necesito más que nada en el mundo — murmuró Remus en sus labios.

El pulgar del hombre acariciando el labio inferior de Remus, contemplando la belleza de la


juventud.

Cae, cae ante mí, pensó Remus. Vamos. Tómalo. Cree cada una de mis malditas palabras.

—Te daré una oportunidad. Con uno de los superiores. Escucharas el llamado tras tu declaración.

Remus sonrió complacido bajando su mirada tímidamente — Te deberé un favor… muy grande

El lobo gruñó.

—Lo logré — declaró Remus al volver a Hogwarts.

Dumbledore asintió complacido.

—Bien hecho, joven Lupin.

Remus sentía una ira crecer dentro de sí.

—¿Es todo lo que me dirá, señor?

—Confío en que tomarás buenas decisiones — sonrió Dumbledore con amabilidad — Soy
consciente de que el señor Lupin es capaz de grandes cosas. Ahora… puede regresar a su
habitación.

Remus se fue de la oficina sintiéndose furioso y cansado.

No le importaba usar su cuerpo si era para conseguir sus objetivos. Hace demasiado tiempo que
dejó de importarle una mierda. Pero aun así sentía la furia de la naturaleza salvaje dentro de sí.
Estar cerca de otra criatura oscura se sentía demasiado intenso. Quizás era porque Remus aun
recordaba cómo se sintieron sus aullidos durante la luna llena, tirando de él para perseguirlos.
Quizás fuera porque no había visto otro lobo. Pero seguía mareado por la sensación de estar cerca
de uno. Y aún más uno poderoso. Las cicatrices, el cuerpo fornido, todo indicaba que era alguien
que creció desde un puesto bajo en la jerarquía. Ahora era su peldaño para contactar a la manada.

Solo tenía que esperar.

Lo odiaba. Odiaba mucho tener que esperar.

Su mente seguía inundada con la urgencia de ir tras el lobo. De perseguir la manada.

Respiró. Necesitaba calmarse. Necesitaba recuperar sus sentidos y…

—Luces extraño — comentó Sirius al encontrarlo en el pasillo.

—Black — gruñó el lobo.

¿Por qué siempre tenía que encontrarse a Sirius en medio de los pasillos de noche?

Después de esa noche en su cumpleaños, Remus y Sirius se habían movido uno alrededor del otro
de forma diferente. Algo había cambiado cuando se recuperó un lazo entre Sirius y Regulus.
Remus había odiado a Sirius por el daño que le hizo a Regulus, por lo estúpido que fue al
abandonarlo. Que Sirius dejara de ser el maldito bastardo de Sirius Black al que odiaba era… era
intenso. Hacía que lo que sentían se convirtiera en algo importante. Lo que fuera que estaba
ocurriendo entre ellos, entre Remus y Sirius, estaba convirtiéndose en algo demasiado importante.
Podían repetirse el uno al otro que era un reto, que era un juego, que estaban compitiendo por ver
quién cedía primero. Pero Remus comenzó a comprender que, entre su excitación, orgullo y
terquedad, también había miedo. Miedo por realmente tomar lo que se estaba formando entre ellos.
Miedo por aceptarlo. Miedo por volver a estar uno sobre el otro y descubrir que todo era diferente
a cualquier cosa que habían sentido con alguien más.

En la memoria de Remus estaba demasiado presente lo que sintió cuando se acostó con Sirius. La
sensación abrumadora de saber que era algo destinado a ocurrir y terminar con él. Y quizás, eso era
todo lo que estuvo convenciéndolo de aceptar la distancia entre ellos.

Sirius frunció el ceño al acercarse y extender su mano para tocar el rostro de Remus.

—¿Estás bien? De verdad te ves extraño.

—Soy un hombre lobo, imbécil — respondió con rencor al golpear la mano de Sirius para apartarla
— Por supuesto que voy a lucir extraño. ¿Has visto el maldito calendario?

—Ah, tu problema menstrual —comentó alejándose — Mi culpa. Perdón.

Y comenzó a avanzar lejos de él. Por primera vez, Sirius se alejaba de la bestia en vez de seguir
molestándolo.

Era una decisión inteligente.

Pero al ver su espalda alejándose, el instinto del depredador se encendió con furia.

El lobo lo siguió.

—Eres un imbécil de mierda.

—Ajá. ¿Algo más? — preguntó Sirius sin voltearse a verlo — ¿Terminaste de llorar o qué?

Remus lo retuvo contra la pared.

Sus muñecas sujetas sobre su cabeza.

El lobo dentro de él gruñendo.

Sirius sonrió emocionado.

—No me asustas, Lupin. Adelante. Atácame.

—Eres un imprudente de mierda — susurró en sus labios.

Lo besó con intensidad. Su lengua encontrando la de Sirius. La sensación de necesidad, de


urgencia, de placer invadiendo su mente. El maldito infierno dentro de sí encendiéndose por Sirius
Black correspondiendo al beso, por su cuerpo inclinándose hacia el suyo.

El sonido del gemido de Sirius Black en su boca afectaba cada uno de sus sentidos.

El calor entre ambos subiendo.

El movimiento urgente buscando el contacto del otro.


—Espera… —jadeó en su boca — Espera, Lupin.

El lobo gruñó al bajar a su cuello, mordiendo, besando, marcando a Sirius Black.

Sirius gimió — Por Merlín, eso se siente muy bien, maldito y hermoso bastardo… Espera. No…
Remus.

Remus lo miró sorprendido y liberó sus muñecas, apartándose dolorosamente, abrumado por la
necesidad del monstruo de apoderarse de Sirius Black ahí mismo.

—Lo siento — susurró con voz ronca y la respiración acelerada, asustado por la urgencia de
someter que lo había invadido.

Sirius sonrió, su espalda apoyada contra la pared, su rostro sonrojado — Tal vez deberíamos…
deberíamos ir a otro lugar. Eso es lo que quería decir.

Remus se mantuvo a la distancia intentando ordenar sus pensamientos.

—¿Me escuchas, Remus? — Sirius se acercó a él y sujetó su rostro con sus manos, obligándolo a
devolverle la mirada — ¿Qué sucede? ¿Qué está mal? ¿Te asustó descubrir cuánto me has deseado
todo este tiempo, Lupin?

Apoyó su frente en la suya, dejándose llevar por su cercanía, por el aroma de la magia de Sirius.
Era completamente diferente a la sensación de la magia de un hombre lobo. Más poderosa, más
dulce de algún modo, y lo enloquecía de forma distinta. Con el lobo sentía furia y quería seguirlo.
Con Sirius quería quedarse, y tenerlo, y ser suyo. Era una necesidad salvaje, instintiva y lo hacía
sentir tan, pero tan bien estar a su alrededor, saber que Sirius quería esto tanto como él, y por fin
tener la oportunidad de tomarlo.

—¿Torre de astronomía?

La sonrisa engreída de Sirius — Va a terminar convirtiéndose en algo nuestro, sabes.

Remus quería esto con desesperación.

Borrar cada cosa en su mente que no fuera Sirius Black en sus brazos, en sus besos, en su cuerpo.
Quería borrar esa rabia contra el ministerio, contra los magos, contra Dumbledore y los lobos que
lo invadía desde que había salido del callejón Knockturn, olvidándose de cada uno de ellos al ser
tocado por Sirius Black. Al dejar caer su capa, su camisa, y ver la piel de Sirius resplandecer a la
luz de las estrellas.

Era una de las criaturas más hermosas que había visto en su vida.

La imagen lo abrumó.

El sonido del cinturón al ser desabrochado.

La mirada insistente de Sirius Black.

—Vamos, Lupin… — jadeó en su boca — Hazlo.

—Eres mi ruina, Black — susurró Remus con voz ronca al besarlo con lujuria.

El gruñido al tocarlo.

Un hechizo silenciador cubriendo la habitación.


Sirius mordiendo el hombro de Remus cuando la sensación de placer lo invadió.

El maldito orgasmo expandiéndose entre ellos.

Remus respiraba con dificultad.

Su cuerpo encajaba tan bien entre las piernas de Sirius Black.

Sirius acarició el rostro de Remus antes de atraerlo desde la nuca para volver a besarlo.

Remus gimió en sus labios.

—Te deseo.

Se volvería loco.

—Yo también.
Amortentia

28 de noviembre, 1976

—Te ves cansado — dijo Lily cuando caminaron hacia las mazmorras para ir a pociones.

—Sí, estuve leyendo anoche — mintió Remus.

Había estado obsesionado desde la visita al callejón Knockturn. Pasó la noche en el laboratorio de
Pandora. La chica había brillado de emoción cuando Remus le contó sobre… su reacción ante la
presencia de otro hombre lobo.

—Puede que sea una influencia a su magia. ¿Y sí la reacción es más fuerte al convivir con una
manada? Probablemente ese instinto es el que los mantiene en la manada unida. Si solo ver a un
hombre lobo mayor hizo que tu mente y cuerpo reaccionaran con ira y urgencia… estar con la
manada puede ser más abrumador mientras más lobos estén presentes —dedujo la bruja viéndose
muy entusiasmada con la idea.

—¿Eso es posible? — preguntó Remus.

—Me hubiera gustado hacer exámenes a tu cuerpo para ver si hubo una reacción química después
de estar con el hombre lobo, pero…

Pero Remus había pasado esa noche acostándose con Sirius Black.

Su mente se había aclarado una vez que ellos terminaron. Como si la bestia hubiera sido satisfecha
y Remus al fin pudiera recuperar la cordura. Lo lamentable de eso, había sido que incluso estando
cuerdo deseaba besar a Sirius Black.

—Pandora… Si realmente es una reacción que aumenta con la presencia de más lobos, ¿entonces
cómo…?

¿Cómo seré capaz de dejar la manada una vez que entre en las filas de Lord Voldemort?

Remus la miró con terror. Pandora tomó su mano.

—Vamos a descubrirlo, Remus. No te dejaremos solo. Lo sabes.

Pero no había garantías sobre eso. Vería a un lobo de un rango superior después de su declaración
oscura. ¿Y si no era capaz de resistirse a la urgencia de perseguirlos? ¿Y si terminaba por
abandonar a Regulus por la influencia de la manada?

Pandora tenía una expresión pensativa —Tal vez… ¿podríamos intentar con la poción?

Remus la miró — ¿Hablas de la de la luna llena?

La chica asintió — Dijiste la que la influencia de la manada era instintiva. Eso suena a la atracción
que la luna tiene sobre el lobo. Podríamos probar con la poción que mantiene tu consciencia
despierta en la luna llena para cuando te encuentres con otro lobo.

Eso podría funcionar, pensó.


Pasaron la noche entera perfeccionando la poción de Pandora Lynch e ideando un plan.

Remus frunció el ceño al entrar en el salón de pociones.

Ese maldito Black. ¿Qué había hecho?

El chico le sonrió coqueto — Hey, Lupin.

Remus gruñó — ¿Qué hiciste?

Sirius se veía herido — ¿Ahora qué?

—Bueno, chicos, tomen asiento — indicó Slughorn con alegría — El día de hoy vamos a estudiar
las propiedades y la preparación de la amortentia.

Remus se quería morir.

Sirius lo pensó unos segundos hasta darse cuenta y le sonrió engreídamente.

—Vamos, chicos, recuerden que la poción tiene un aroma único para quién la percibe.
Comprueben ustedes mismos con las muestras que he dejado en sus mesas.

Calíope Morgan en la mesa junto a Remus tomó su muestra y la acercó a ella.

—¿Esmeraldas? — bromeó Remus.

Calíope sonrió — En realidad, cariño, huele a riqueza, éxito y poder. Ese es mi destino.

—¿A qué huele tu amortentia, Remus? — preguntó Lily.

Lo pensó. Pólvora. A dulces. Música, de alguna forma olía a su música favorita. Y esa esencia
mágica que lo volvía loco.

—Lirios — bromeó.

Lily lo golpeó en el brazo.

—¿Qué hueles tú?

—Libros, dulces… el césped cortado y… el bosque.

Potter suspiró en la mesa detrás de ellos —Son lirios, tinta y tierra mojada.

Lily se sonrojó — Eres un idiota, Potter. Pensé que ya lo habías superado.

James Potter le sonrió tontamente — Creo que me he vuelto a enamorar de ti, Evans. Es el amor.
No puedes evitarlo. Cierto, ¿Pads?

La mirada de Pettigrew se iluminó — Es verdad, Padfoot, ¿a qué huele tu amortentia? ¿Lobos o


serpientes?

Sirius miraba a Remus con intensidad.


No habían hablado sobre lo sucedido esa noche en la torre de astronomía. Pero los recuerdos
estaban ahí, vividos en su memoria. Como se sentía la piel de Sirius Black bajo su toque, el calor
emanando de su cuerpo, el latido constante de su corazón acelerado, el sonido de los jadeos, la
mirada lujuriosa de Sirius Black al besarlo, al tocarlo, al hacerlo suyo. Y la tormentosa verdad de
haberse perdido en él.

Remus casi no tuvo fuerzas de dejarlo ir.

Sus mejillas sonrojadas y la mirada anhelante en su rostro.

—Sirius — lo llamó Pettigrew con el ceño fruncido.

—Obviamente huele a James Potter, el amor de mi vida. ¡Prongs! — saltó a sus brazos, rodeando
su cuello y escondiendo su rostro en su cuello — Estamos destinados, ¿verdad?

—Oh, Pads, ¿intentas seducirme con Evans aquí? — bromeó Potter.

—La amortentia es una mierda — le dijo Remus a Regulus al entrar en el laboratorio.

Pandora estaba escribiendo rápidamente en su libreta.

—Hay una historia sobre una bruja que uso amortentia en un muggle… — le comentó Regulus
mirando a Pandora moverse por el laboratorio — Casi creyó que se había enamorado de ella, pero
cuando dejó de darle la poción él la abandonó. La odiaba más que a nada.

—Una poción aterradora.

Regulus sonrió — Ten cuidado con beberla.

—¿Cómo está tu cuerpo, Remus? — le preguntó Pandora.

Se sentía cansado, pero su mente estaba centrada hasta que veía a Sirius Black.

—Normal — respondió y miró a su alrededor —¿Dónde está Barty?

—¿Por qué? —replicó Reggie — ¿Lo extrañas?

—Creí que querías usarlo para el experimento. Y esa maldita cosa te sigue a cualquier parte.

—Está con Yaxley. Ya sabes, relaciones diplomáticas.

Eso significaba que se estaba acostando con ella. La familia Yaxley tenía una importante historia
relacionada al ministerio. Y Barty Crouch no podría confiar demasiado en la influencia de su padre
que lo despreciaba tanto. Regulus le había comentado que su padre apenas si podía soportar la
presencia de su hijo cuando regresaba a casa. No debería sorprenderle que Barty estuviera
desquiciado.

—Ajá. Relaciones diplomáticas.

—Como las que mantienes con mi hermano.

Remus sonrió culpable.


Pandora enarcó una ceja —¿Sigues con lo de Sirius?

Remus bufó — No es como si tuviera opción. Él… es tan… maldición.

La bruja sonrió —Enamorarte de alguien debería sentirse así, Remus.

—¿Es así como te sientes con Xena? — se burló Regulus con una sonrisa infantil.

Pandora se sonrojó — Es demasiado pronto para saberlo. Solo llevamos juntos oficialmente desde
hace unos meses.

—Oh. Pero la joven señorita Lynch espera una propuesta de compromiso, ¿no?

Pandora le golpeó con su libreta — No te burles y ayúdame con el experimento. En vista de que
Crouch no está aquí, serás el sujeto de prueba.

—Pero soy demasiado valioso para arriesgarme.

—¿No confías en mi magia? — cuestionó Pandora con una expresión sombría.

Regulus sonrió — Confiaría mi vida a tu magia, Dora.

—Te gusta sufrir — se quejó Remus al caminar hacia las mazmorras.

—Cállate. Es cierto que se ha hablado sobre un compromiso entre los Lovegood y los Lynch —
respondió Reggie con una voz vacía — Pandora cada vez se alejara más de nosotros si eso ocurre.

Remus lo dudaba. Pandora era completamente entregada a sus investigaciones y descubrimientos.


Si el gran amor de Calíope Morgan era el poder, éxito y fortuna, el de Pandora Lynch era la
investigación. Lovegood tendría que saber eso si realmente decía amarla.

Pero si era cierto que mientras Regulus mantenía sus tortuosos sentimientos en silencio de la chica,
más lejana sería a ese verdadero afecto que guardaba hacía ella.

—Deberías decirle.

Regulus gruñó — Dime cuando te enamores de alguien.

—Está bien. Lo prometo — cedió.

—Incluso si es el desagraciado de Sirius.

La relación de hermanos entre Reggie y Sirius estaba mejorando desde su cumpleaños, después de
recibir su regalo, Remus no había visto a Sirius Black sin ese reloj ni una sola vez. Y esa noche
habían festejado bebiendo juntos, cantando y riendo sorprendido cuando se dio cuenta que su
hermano menor conocía sus canciones favoritas. Ahora, a veces salían a caminar, o hablar, o lo que
sea que hicieran los Black cuando se iban juntos. Remus no preguntaba. No se sentía con el
derecho de intervenir en aquello que Regulus más deseaba desde que era un niño que fue dejado
solo en la mansión Black.

Remus sonrió — No hay manera de que eso suceda. No estoy enamorado de Sirius.
Porque besar a Sirius Black era una urgencia. Ansiar su toque, querer perderse en esa electricidad
que los atraía era toda una placentera tortura a la que Remus podría volverse adicto con facilidad.
Pero enamorarse de Sirius Black era algo completamente distinto. No daría su vida por Sirius
Black. No sería capaz. No podría.

Regulus lo miró atentamente — Está bien.

Sirius besó a Remus con urgencia cuando llegó al salón de encantamientos por su sesión de
legeremancia. Esto es bueno, pensó Remus al responder el beso con ansías y placer. Demasiado
bueno. Las manos de Sirius recorriendo su pecho, tirando de su ropa para acercarlo a su cuerpo.
Remus gimió cuando la mano de Sirius comenzó a bajar por su abdomen.

Sirius sonrió con maldad en sus brazos — Hola, Lupin.

Remus le devolvió el beso con lentitud antes de responder.

—Hola, Black.

Su frente sobre la del chico. Una sonrisa traviesa.

—¿Vas a meterte en mi mente?

—Creo que sé perfectamente lo que estás pensando — respondió Remus mientras sus manos
tiraron de la cintura de Sirius para apegarlo a su cuerpo, sintiendo ese calor irrefrenable de Sirius
extenderse por el contacto.

Sirius jadeó.

—Me parece una sabia decisión.

—Sí, eso creí.

—Podríamos tener esto. Y dejar de ser unos idiotas.

Remus sonrió —¿Qué cosa exactamente?

— No sales con Evans. Yo no salgó con MacDonald. Regulus, Prongs y Wormie ya saben que nos
acostamos — Sirius pasó su lengua sobre sus labios — Entonces ¿qué nos detiene?

Remus enarcó una ceja —¿Quieres establecer los términos ahora mismo?

—Sí, así es — respondió Sirius en sus labios.

—Es lo más excitante que me has dicho esta noche, Black — se burló.

—Imbécil — lo golpeó, pero Remus se rio.

—¿Quieres ser mi compañero sexual? — preguntó besando el cuello de Sirius.

—Prefiero que me digas tu amante. Suena sucio y pasional.

Remus sonrió entremedio de un beso. Sonaba totalmente a algo que desearía Sirius Black.
—Adelante, Lupin — le ordenó con una voz masculina y ronca que lo enloquecía— Dilo.

Remus lo mordió en el cuello.

Sirius se estremeció.

—Mi amante.

Su mente repitió mío, mío, mío, de una manera insana.

Pero Sirius Black sonrió complacido.


Amantes

09 de diciembre, 1976

—Me rehusó a los apodos de pareja — se quejó Remus cuando ambos estaban jugando con sus
manos entrelazadas. Sirius parecía fascinado por las leves cicatrices en los dedos largos y finos de
Remus.

—¿Por qué? Son geniales.

—Son absurdos.

—Amor — susurró Sirius con diversión depositando un beso en los labios de Remus — Cariño.
Bebé. ¿Qué hay de rayo de luna como te decía Evans?

—Ella es diferente. Éramos dos jóvenes ingenuos y enamorados.

El chico bufó — Eso es injusto.

—No estamos saliendo, Sirius. Lo nuestro es únicamente carnal.

—Ajá — asintió escondiendo su rostro en el cuello de Remus —Entonces nada de conversaciones


profundas y sentimentales.

—Por supuesto que no. Eso sería demasiado gay.

Sirius rio — ¿No puedo preguntarte sobre cómo está Regulus?

No creía que a Regulus le hiciera mucha gracia que hablaran a su espalda después de haber estado
follando.

—¿Qué quieres saber? — preguntó Remus acariciando el cabello de Sirius.

—¿Está bien? Hace rato se veía… ansioso.

Era perceptivo. Eso le sorprendió.

—Está bien. Solo… es un niño emocionado por volver a ver a su hermano interesado en él,
supongo — respondió.

Sirius sonrió — ¿Eso es?

Era cierto. Pero también esa noche habría un ritual.

Los ritos oscuros continuaron para la preparación del Yule.

—La declaración oscura puede hacerse en diferentes fechas sagradas, pero la del Yule es la más
poderosa. Es la noche más larga y la más reconocida en la bujería oscura — explicó Calíope
Morgan mientras estaban frente al lago en una luna creciente — Mi declaración fue en el Yule y
fue… es intenso y maravilloso, Remus. Lo vas a amar.

Remus miró las marcas que su madrina oscura había dibujado en las palmas de su mano. Debía
preparar su cuerpo y mente para aceptar a la oscuridad con plenitud.

—¿Algo más que tenga que hacer? — preguntó al ver que las marcas desaparecían a la luz de la
luna — ¿Sacrificios de sangre? ¿Acostarme con un virgen?

—Debes mantenerte en abstinencia hasta el Yule.

Remus la miró con horror.

La chica se rio con crueldad — Es broma, Lupin. Puedes seguir cogiendo con Sirius Black y
nosotros fingir que no nos damos cuenta.

—Que graciosa eres, Morgan.

Calíope sonrió — Entonces, ¿vas a decirme que no te vas a encontrar con Sirius Black al volver al
castillo?

—¿Cómo haces eso? — preguntó confundido.

—Instinto femenino, Lupin.

Entre las bromas de los merodeadores, las investigaciones de Remus con Pandora, las noches de
deambular por el castillo, su mapa, los castigos de Black y las sesiones de estudio con Lily, tenían
que aprovechar cada momento que tenían para estar juntos.

Slughorn les había conseguido un permiso a los novicios de la oscuridad para ir a los terrenos de
Hogwarts por los rituales. Algunos de ellos usarían trasladores para ir junto a sus mentores a
lugares consagrados a la oscuridad que significaban algo en sus familias. Pero Calíope y Remus
optaron por quedarse en Hogwarts, porque había una gran concentración mágica al ser un lugar
histórico y lleno de brujas y magos.

Sirius Black estaba usando la capa de invisibilidad, esperándolo en la torre de astronomía.

Con el progreso de sus ritos oscuros y la influencia de la luna, Remus sentía sus instintos
agudizados y llenos de confianza al percibir a la oscuridad reclamándolo.

Sonrió al atrapar a Sirius en sus brazos al momento en que el chico dejaba caer la capa.

—Oye, no es justo, quería asustarte.

Remus lo besó, las manos de Sirius sosteniendo su rostro, atrayéndolo y perdiéndose en un beso
lento y profundo.

—Bueno… — suspiró Sirius en sus labios — Podría pensar en perdonarte.

—Hola, amante — susurró Remus con voz ronca.

Sirius sonrió complacido — En efecto, creo que te he perdonado.

Le devolvió el beso, sintiendo el sabor de sus labios, deleitándose con la sensación placentera del
fuego ardiente entre ellos.

—Mierda — jadeó Remus cuando Sirius le mordió el labio.


Sirius contuvo una risa y Remus lo estrechó en sus brazos.

Ambos estaban embriagados con esa complicidad, con el sentimiento de estar a punto de ser
atrapados.

Esa sonrisa divertida —Eres una maldita bestia sexual.

—Sí y estás en tantos problemas, Black.

Pero Sirius se veía muy satisfecho con esas palabras.

—¿Hay alguien en la torre? — escucharon fuera.

Mierda, pensó.

—El hechizo silenciador.

Una expresión culpable —Sí, creo que lo olvidé.

—La capa — pensó Remus.

Pero apenas se habían acercado a tomar la capa cuando la puerta se abrió.

Habían sido castigados.

De nuevo.

—Es increíble, de verdad, ¿qué hacían vagando por la torre de astronomía a estas horas? — Remus
jamás pensó que la profesora McGonagall pudiera lucir tan aterradora con un vestido de pijama y
bata escocesa. Pero tenía una mirada severa y supuso que realmente uno no debería meterse contra
el sueño de un gran hechicero.

—Minnie, considerando que es de noche… digamos que es el mejor lugar para ver estrellas—
sonrió Sirius con picardía.

Remus lo golpeó — Cállate.

—Deberían encadenarlos en los calabozos como en los buenos tiempos — se burló Filch — podría
ir a buscar las cadenas si me lo piden.

—No será necesario — replicó Slughorn y miró a Remus con amabilidad — Remus, se suponía
que tenías que regresar a la sala común luego de los rituales, ¿te perdiste de regreso? ¿Estás bien?

Slughorn les informó a los otros profesores que sus estudiantes mayores realizarían rituales de
protección. Si alguno de ellos hacia la asociación de la protección con la oscuridad no lo había
mencionado después de que Dumbledore diera su autorización y saliera de Hogwarts.

—Me perdí, profesor — respondió Remus con una voz apenada y mirada baja — Lo lamento
mucho, pero me confundí de regreso al castillo por… toda la emoción de esta noche, supongo. En
serio lamento las molestias ocasionadas, profesora McGonagall.

Sirius bufó — Que maldito mentiroso.

Remus quería ahorcarlo. Pero necesitaba que los despacharan rápido.


Slughorn los miró divertido —Minerva, dada la situación yo creo que podríamos dejarlos ir. Son
fechas especiales para los magos como bien sabes.

Pero McGonagall no estaba dispuesta a ceder — Son más de las tres de la mañana, Horace. El
toque de queda de ambos ya ha pasado hace mucho. Ambos deben ser reprendidos por estar
merodeando de noche por el castillo, sin importar las fiestas que sean. Propongo doble noche de
castigo para dos fines de semana y sin Hogsmeade.

—¡Pero Minnie!

—Sin peros, señor Black — lo cortó McGonagall —A sus habitaciones.

La puerta del despacho se abrió y McGonagall siguió discutiendo con Slughorn y Filch sobre las
medidas de los castigos de los estudiantes.

—Por eso dije que deberíamos haber usado un confundus — replicó Remus al salir de la oficina de
McGonagall.

—Lo sé — admitió Sirius — Pero me gusta la expresión molesta de Minnie, se ve muy bien para
su edad.

—Tienes problemas maternos.

Sirius sonrió con maldad —¿Por qué siempre nos atrapan cuando nos besamos?

—Porque atraes los problemas.

El deseo se volvió más fuerte desde que ellos dos realmente establecieron una relación.

Estar junto a Sirius Black era adictivo, era insaciable, era una necesidad que sentía en cada parte de
su mente y cuerpo.

De alguna manera terminaría cruzando una mirada con él en medio de una clase, y Sirius tendría
esa sonrisa traviesa que haría a Remus recordar lo bien que se sentía cuando se perdía en él y nada
más parecería importante hasta acorralarlo contra una pared y besarlo.

Por eso se volvieron descuidados.

Tomaban cada momento fugaz en el que estaban juntos y lo disfrutaban con desesperación,
ansiedad y locura el uno por el otro. Era fácil cometer un error.

Sirius apareció una vez en clases con la capa de Slytherin.

Los merodeadores lo veían con extrañeza.

Remus le dio una mirada de advertencia.

Capa, gesticuló.

Y Sirius se miró.

Puso una sonrisa malvada y se detuvo delante de la clase.

—¡El poder de la sangre pura es la única magia verdadera, el honor de las nobles familias debe ser
protegido, larga vida al señor tenebroso!
Sus compañeros comenzaron a reír mientras que los Slytherin lo veían con odio.

Pero Calíope Morgan sonrió con burla — Veo que no estás usando tu capa, Lupin.

No fue la única en darse cuenta.

Fue en uno de los pasadizos que Remus había descubierto hace años.

Lily Evans lo conocía, por supuesto. Y Remus había olvidado que estaría de patrullaje esa noche
porque se confundió con el patrullaje de Regulus.

La pelirroja enarcó una ceja al encontrarlos.

—Hola, Evans — saludó Sirius, porque era un maldito idiota.

—A sus habitaciones. Ahora.

—Perdón, Lily.

—¿Por qué en mi turno? ¿Por qué, Black, tienes que robarte a mi exnovio en mi turno?

—Porque me seduce con su sonrisa malvada. Perdón, Lilyflower.

Lily le dio a Remus una mirada oscura.

Remus le sonrió con inocencia.

—Tienes suerte de ser guapo, ¿sabes? — le reprochó Lily — Ahora los quiero lejos de mi vista y
que se vayan por separado. Tú, a tu torre. Y tú, a tu mazmorra.

Ambos la obedecieron.

Aunque McGonagall técnicamente les había castigado sin ir a Hogsmeade. Regulus les advirtió a
Remus y Sirius que los maldeciría si se quedaban ambos solos en el castillo.

—Una cosa es saber que ustedes se están acostando — había dicho — Y otra es tener la certeza de
que lo harán cuando crucemos la entrada del castillo.

Remus sonrió — ¿Cómo estás tan seguro de que esperaríamos tanto?

—Eres un perro lujurioso.

Se rio, pero sabía que no era una advertencia. Regulus solo quería pasar un fin de semana en
Hogsmeade con su hermano y su mejor amigo en el mismo lugar. Las cosas con Sirius estaban
mejorando. Y Regulus de verdad quería que eso funcionara.

Fueron a Hogsmeade con los merodeadores.

—¿Vienes? — le preguntó Remus a Lily al llegar a las tres escobas.

—Estaría encantada de estar en tan espléndida compañía, cuando fui yo la que tuvo que lidiar con
un grupo de borrachos y traerlos de vuelta al castillo levitándolos por el pasadizo. Pero lo siento,
amor, voy con mis chicas esta vez. ¿Nos vemos luego?

—Contaré cada segundo en el que no estas, amor mío.


Lily sonrió y se despidió.

—No puedes — lo interrumpió Sirius abrazándolo desde atrás, apegando la espalda de Remus a su
pecho. Remus era más alto, pero Sirius tenía la altura perfecta para seguir susurrando en el oído de
Remus.

—¿Qué sucede contigo?

—No puedes engañarme con Evans — se quejó Sirius — Te lo prohíbo.

—Lo siento, Black, pero no puedes detener lo mío con Lily. Estamos destinados.

Sirius escondió su rostro en el hombro de Remus — Te odio. Eres el peor amante del mundo.

—No decías eso cuando nosotros… — empezó a sonreír Remus.

—Ustedes dos. Entren de una maldita vez — los apresuró Regulus Black.

—¿Ahora tendremos que ver esto a la luz del día? — Pettigrew estaba indignado.

—Siempre me dejan por Lupin — suspiró Potter con un sentimiento de derrota.

Sirius y Remus se sonrieron.

No se suponía que lo suyo fuera algo público. Aunque tampoco se sentía incorrecto que lo fuera.
Disfrutaba del sexo con Sirius, eso era una cosa que ya sabía, por eso se sorprendió al descubrir que
también le agradaba pasar el tiempo con él y sus amigos. Encontrarían la manera de sostener la
mano del otro por sobre la mesa, de sonreírse, de compartir un comentario que molestaría al otro,
era algo que hacían casi sin ser conscientes de cuánto necesitaban la cercanía el uno del otro.

Pero no era todo.

Estaban estos momentos, en que Remus podía contemplar al Sirius Black que veía Reggie, que
veía James Potter y Peter Pettigrew. El Sirius que era divertido, y leal, y tonto. Después de tantas
veces en su mente, Remus sabía que Sirius usaba el humor como un escudo para alejar todo aquello
a lo que no estaba preparado para enfrentar. Era parte de su esencia.

Pero también percibió que luego de su cumpleaños esa energía nerviosa y ansiosa de Black se
calmó. Ya era mayor de edad, no estaba encadenado a su familia, no tendría que volver a estarlo. Y
tenía a Regulus en su vida, volvían a confiar el uno en el otro lentamente y cada vez Remus podía
ver más momentos donde realmente podría ver a un Sirius sincero, relajado, contento de estar con
sus personas favoritas en el mundo.

A Remus le gustaba mucho ese Sirius.

—Minnie se ha vuelto una experta en encontrarnos. Ha pasado muchos años persiguiéndonos —


comentó James al levantar su cerveza de mantequilla.

—¿Recuerdas cuando Kreacher nos perseguía? — sonrió Sirius a Reggie —Nos escondíamos de él
y parecía a punto de prender fuego a la casa para obligarnos a salir.

Regulus rio — Sí, creo que siempre pensó que eras tú el que planeaba nuestros escondites y por eso
te odiaba.

Ambos hermanos rieron.


Algo dentro de Remus se sintió cálido al verlos. Sus dos chicos, pensó con una sonrisa.

—Oh — pensó Regulus —El otro día me hablaste de su broma, ¿no?

—Padfoot, se suponía que era un secreto — se quejó Pettigrew.

La mirada de Sirius brillo y apretó la mano de Remus— Se le ocurrió algo. Reg sabe algo.

Regulus suspiró — Bueno, solo recordé ese hechizo que nos dio Morgan para vincular todos los
retratos esa vez que…

—¿Esa vez que nos convirtieron en reptil? — terminó Pettigrew estrechando la mirada — Por
Merlín, teníamos una maldita cola de lagartija.

—Fueron días duros, seguía teniendo frío cuando volvimos a la normalidad — suspiró James —
Tuvimos que usar muchos suéteres.

—Mi cabello picaba — se quejó Sirius — Y saben lo importante que es mi cabello para mí.

Remus sonrió — Lucías duro con el pelo rapado. De cierta forma era excitante.

—Bueno, chicos, ¿qué opinan de un corte? Creo que hay buenas razones para…

—No te desvíes, Pads. Regulus pensó algo.

—Reg.

—El hechizo. Puedes usarlo para vincular todos los objetos y no hechizar cada uno.

Los merodeadores se miraron y sonrieron traviesamente.

—Caballeros, tenemos a nuestros aliados para esta broma.

Remus suspiró. Pero al ver la emoción en la sonrisa de Regulus no pudo negarse a estar dentro del
plan.

En la clase de transformaciones llegó una carta urgente que requería de la presencia de Minerva
McGonagall en la oficina del director.

—Chicos, tengo que ir a recoger algo, ¿pueden…? — McGonagall les dio una mirada crítica a los
merodeadores quienes le sonrieron con inocencia —Señorita Evans, la dejo a cargo.

La profesora salió apresurada del salón.

Calíope suspiró al cerrar su pergamino — Harán algo.

—Siempre hacen algo — se quejó Nott.

—No pienso permitir que…— comenzó a decir Snape.

James guardó sus cosas. Sirius sacó el pergamino encantado y Peter corrió fuera del salón para
ponerse en movimiento.
Lily hizo una mueca — No creo que…

—Lo siento, Evans — sonrió James.

La chica suspiró — Por Merlín, ¿qué piensan hacer?

—No te acerques a la biblioteca, cariño — le guiñó un ojo Sirius.

—Remus — se quejó Lily — Controla a Black.

Pero el chico le sonrió en disculpa — Lo siento, amor, pero de hecho también estoy en esto.

—¡Expelliarmus! — James desarmó a los Slytherin.

—¡Petrificus totallus! — maldijo Sirius cuando vio a Snape y sus amigos moverse.

—¡Accio varitas! — hechizó Remus para asegurarse que no interfirieran en el plan.

—Oigan — se quejó Calíope.

—Ten — le ofreció Remus a Calíope, Zabini y Yaxley.

—¿De verdad estás metido en esto? — preguntó Bianca Zabini.

Remus les sonrió — Siempre hay que esperar lo inesperado.

—¡Moony! — lo llamó Regulus desde la puerta al correr desde su clase hasta el salón de
transformaciones — Vamos. Siguiente parte.

Se despidió de las chicas y comenzó a correr por los pasillos.

—¿Tienen el hechizo?

—Por supuesto — respondió Sirius con una sonrisa emocionada.

—Minnie nos va a matar — advirtió Peter.

—No seas cobarde, Wormtail — le gruñó Sirius.

Remus tomó la mano de Sirius y juntos hicieron el hechizo.

Y entonces comenzó a escucharse en cada salón una canción de ABBA.

—¡POTTER! — gritó Evans al seguirlos.

James y los merodeadores rieron.

—¿Por qué siempre me culpas solo a mí?

—Porque es tu banda favorita — lo acusó la chica.

Cada libro dentro de Hogwarts cantaba When I kissed the teacher.

Era un hechizo de expansión, uno de vinculación y otro sonoro. Regulus se veía orgulloso de haber
ayudado. Remus lo rodeó con un brazo y juntos siguieron la letra junto a los estudiantes que
empezaban a invadir los pasillos divertidos y emocionados.
—¿Cuál es el contra hechizo?

—Lo vinculé a una palabra — sonrió Regulus — No podrán callarlos en un tiempo.

—Los hermanos Black — suspiró McGonagall con pesar al volver de la oficina de Dumbledore —
¿Por qué, chicos? ¿Por qué se esfuerzan en hacer mi trabajo más difícil?

Sirius sonrió con picardía — Bueno, Minnie, no puedo dejar que nuestra relación se vuelva
aburrida.

Reggie bufó — Animal.

—Me adora, lo sabes.

Suspendieron las clases por el resto del día.


Confesiones

12 de diciembre, 1976

Regulus frunció el ceño al verlo entrar al laboratorio de Pandora.

—¿Esa es la corbata de Gryffindor?

Remus la miró. Se había quedado con la corbata de Sirius cuando esta mañana ellos dos…

—Lily me amarró — mintió — Para castigarme.

—Por Merlín, Lupin. No necesitas notificarme toda tu vida sexual.

El chico asintió y se sentó junto a Pandora Lynch.

—Entonces, ¿qué hemos descubierto?

—Los ataques han disminuido últimamente — informó la bruja — Tal y como predijimos. Las
vigilancias y protecciones de plata aumentaron. Muchas familias antiguas que habían invertido en
esos productos incrementaron su fortuna ahora que la comunidad mágica está aterrorizada por los
ataques.

—Los Malfoy seguro figuran en la lista — observó Regulus con una sonrisa — Cissy.

Por supuesto que Narcissa tomaría ventaja del miedo de los magos, pensó con orgullo.

—Sí, los Malfoy están entre ellos. Son todas las familias de las que sabemos que hay mortífagos.
Así que, ya sabemos por qué el señor oscuro dejó a las manadas hacer lo que quisieran — comentó
Pandora mirando a Remus — Pero sobre las víctimas…

—Ya no necesitan más soldados.

La chica asintió — Sí, esa es mi hipótesis.

Recordó a Narcissa diciéndole que la unión era importante porque la comunidad mágica no era tan
grande como les gustaba presumir. Muchas personas habían muerto. Ya sea a manos del bando de
Lord Voldemort o del ministerio. No podían arriesgarse a extinguir la magia. No les convenía a
ninguno de los dos.

—¿Cuál crees que será el siguiente movimiento?

—Se van a reagrupar — pensó Regulus — Tienen que entrenar a sus nuevos miembros. Enseñarles
las reglas de la manada. Necesitan tiempo. Los ataques van a parar hasta que sean lo
suficientemente fuertes para volver a seguir las reglas de Lord Voldemort.

—Nos da tiempo hasta el Yule.

Pandora los miró —Muchas cosas importantes ocurrirán en el Yule.

Ellos se convertirían en magos oscuros y Pandora…


—Se me va a proponer en el Yule — confesó Pandora Lynch — Xenophilius.

Por un momento todo en el laboratorio quedó en silencio tras sus palabras.

Remus escuchó el latido desesperado que invadió a Regulus.

—¿Qué?

La chica se sonrojó.

—Nuestras familias lo estuvieron hablando. Y el compromiso se acordó.

—Pero… tienes dieciséis años — frunció el ceño Remus.

—Es así en la comunidad mágica — explicó la bruja — Los compromisos que mantienen la sangre
pura se apresuran. De todas formas, Xena quiere esperar a la boda hasta que…

Remus vio el momento exacto en que Regulus Black perdió su control sobre sí mismo.

—¿Cómo es posible…? — gritó al levantarse.

La chica lo miró sorprendida —Reggie…

—¿Realmente piensas casarte con él? — le preguntó enfadado.

—Es mi novio. ¿Por qué no lo haría?

Regulus parecía herido —¿Esa razón es suficiente?

—¿Por qué lo cuestionas tanto? — Pandora frunció el ceño — ¿Es que acaso debería considerar
otro factor en el asunto que no sea que Xena y yo…?

—Me gustas — confesó Regulus con una voz cargada de desesperación — De verdad… me
gustas. Por favor, por favor, Pandora… No te cases con él.

Diferentes emociones pasaron por el rostro de Pandora Lynch. La expresión de sorpresa cuando
uno de sus experimentos daba un resultado inesperado. La expresión de confusión que hacía
cuando no podía entender cómo fue que las cosas resultaron así. Y el sonrojo en su rostro ante la
frustración de no tener respuestas.

—Estoy saliendo con Xenophilius desde hace meses. Esto… ¡Te acabo de decir que nosotros…!
¡El compromiso…!

Regulus tomó las manos de Pandora.

Remus pensó que no debería estar viendo esto, pero no estaba seguro de si era momento para salir
del laboratorio sin romper su ambiente.

—De verdad estoy confundida, Regulus Black. Necesito… Necesito comprender cómo — Pandora
negó con la cabeza — ¿Cómo es posible…? ¿Regulus desde cuando lo sabes?

—Te lo ruego, Pandora — suplicó Regulus con una voz rota — No te cases con él.

Pandora lo miró con angustia.

—Te juró que haré lo que sea para demostrarte que soy digno de ti. Por favor, Pandora… Solo…
Solo dame una oportunidad. Te lo ruego.

Sus ojos brillaron.

—Yo… yo no estoy preparada para afrontar a tu familia. ¡Por Merlín! En serio, ¿de verdad…? Te
detesto, Regulus Black. ¿Por qué no me lo has dicho hasta ahora?

Reggie bajo la mirada sintiéndose herido.

Pandora suspiró con frustración — Solo… solo déjame pensar en todo esto. Se supone que estoy en
un compromiso y esto… Eres mi mejor amigo, Regulus. Por favor dame tiempo.

Regulus asintió. Vacío.

Pandora observó sus manos sosteniendo las suyas un momento antes de apartarse y salir del
laboratorio.

—Eso no fue un rechazo — susurró Remus.

—Fue un desastre — suspiró Regulus desmoronándose en el piso.

—Sí, deberíamos practicar tus tácticas de seducción, señor que jamás ha perdido una partida de
ajedrez, porque eso fue muy melodramático de tu parte.

—Eres un amigo horrible. Me permitiste hacer el ridículo.

Remus sonrió — Ajá.

—Ella no puede casarse, ¿verdad?

—Bueno, mi corazón también se sintió un poco conmovido con tu honestidad, joven amo Black.

Regulus lo miró — ¿De verdad?

—Casi me enamoré de ti, Reggie.

—Imbécil.

Remus sonrió — Oye, ¿Sabes qué hay que hacer para superar tu primer amor?

—¿Por qué tu solución implica emborracharnos? — preguntó Regulus al ver la ronda de vodka que
aparecía en la mesa de Hog´s head.

—Porque así fue como supere mi ruptura con Evans — respondió Remus.

—La superaste porque eres homosexual — objetó Barty Crouch.

Sirius sonrió — Oh, puedo dar prueba de ello.

Había invitado a Sirius. Pensó que era una buena oportunidad para que Regulus confiara un poco
más en Sirius. Desde que había entrado a Hogwarts, su primer confidente y leal amigo era Remus.
A veces también incluían a Barty. Pero ahora contaba con su hermano.
Regulus bebió su vaso rápidamente — ¿Se supone que eso me hará sentir mejor?

—Puedes intentar acostarte con alguien — sugirió Barty con una sonrisa coqueta —Te puedo
asegurar que te sentirás mejor.

Regulus bufó.

—Cuando Mary y yo rompimos acordamos hacer eso. Conocer otras personas.

—¿No rompieron porque te enteraste de que Lily y yo ya no éramos novios?

Regulus frunció el ceño.

—¿Nunca supiste que ellos dos en realidad no salían?

Sirius miró a Remus con indignación — Espera, ¿era mentira?

Remus sonrió con crueldad — No indagues en mi pasado, Black.

—Me vengaré por esto — le susurró en el oído.

Regulus volvió a beber otro vaso de vodka.

—¿Qué tiene de especial Pandora Lynch? — le preguntó Barty con amargura — Es decir, es linda,
es sangre pura y es lista. ¿Pero por qué ella entre todas las personas en el mundo?

—Porque solo existe ella entre todas las personas en el mundo — respondió Regulus con el rostro
sonrojado por el alcohol — Mira, estuve… tonteando con un montón de chicas este verano. Y no
pude sacarla de mi mente. Apenas la volví a ver en la plataforma fue… fue como si mi mundo
estuviera arruinado y fue como si todo volviera a tener sentido, aunque sea tan jodidamente
contradictorio. ¿Entiendes lo que digo?

—Yo creo que estás borracho — replicó Barty.

—Sí, si lo entiendo — murmuró Sirius mirando a Remus.

El corazón de Remus latió dolorosamente al entender esa mirada.

Había visto en sus recuerdos. La felicidad de Sirius al recibir las cartas de Remus durante el
verano, su emoción al verlo en la boda de los Malfoy, la sensación de estar en ruina porque nada se
volvería a sentir como se sentía cuando estaba junto a Remus. Era algo que él mismo comprendía
demasiado bien.

Remus y Sirius salieron a fumar.

—¿Crees que estará bien?

Remus lo pensó. Pandora quería a Regulus. Era la primera persona que había creído en ella, que
estuvo a su lado, que era completamente leal y la adoraba por la asombrosa genio que ella era. Le
sería difícil ignorar lo que sentía por Regulus Black.

—Creo que aún queda esperar a la respuesta de Pandora Lynch.

Sirius lo miró — ¿Tú qué harías? ¿Si Regulus se te confesara así?


—Oh, me enamoraría inmediatamente de él y te dejaría sin dudar.

Recibió un golpe en sus costillas.

Remus se rio. El cigarrillo cayendo al suelo.

—Eres un cretino.

Su mirada desafiante, la que amaba y odiaba tanto.

—¿Quieres que te diga que eres la única persona en mi mente, mi ruina y mi condena, Black?
¿Qué desde el momento en que me besaste estuve maldito y que eres la única persona a la que
deseo poseer?

—¿Intentas hacer que me enamore de ti? — se quejó Sirius con el rostro sonrojado.

Remus sonrió y lo besó lentamente, disfrutando del sabor del vodka y el humo en sus labios. Sirius
correspondió con energía, con deseos y lujuria. La espalda de Remus chocando con la pared, la
cadera de Sirius golpeando la suya provocando un gemido en su garganta, las manos de Sirius
enredadas en su cabello.

—Di que soy tu amante.

Remus se sintió estremecer ante el tono de voz demandante.

—Eres mío, Sirius Black. Eres mi maldito amante — jadeó.

El chico sonrió complacido.

Remus lo volvió a besar. No tenía suficiente de esto, quería más, necesitaba más…

—Quédate conmigo — susurró Sirius en sus labios.

Un beso lleno de fuego, ansías y la necesidad que habían ido incrementando durante todo ese
tiempo que llevaban deseándose y odiándose por ese mismo deseo. Lo enloquecía. La manera en la
que la electricidad recorría su cuerpo al ser tocado por él.

—No puedo, los demás…

Sus manos en sus hombros, en su espalda, en su piel, buscando más, mucho más…Los labios de
Sirius Black en su cuello, el toque de su lengua en su piel enviando escalofríos por su cuerpo.

Era difícil mantener la concentración.

—Reggie está con Crouch. Va a estar bien… — susurró en su cuello, su camisa siendo levantada
— Por favor, Remus, quédate conmigo.

Sirius Black va a acabar con mi cordura, pensó Remus Lupin.

Pidieron una habitación.

Subieron con torpeza.

Cerró la puerta con un sonido estruendoso.

Sirius lo atrajo a un beso largo, húmedo y lujurioso.


Remus gimió.

—Quiero que seas mío — suplicó Sirius Black con una voz masculina y ronca.

Remus pensó que podría morir al escucharlo una vez más rogándole de esa manera.

Sirius lo miró, la mirada de un depredador, oscura, llena de deseos y excitación.

—Haz lo que quieras — respondió Remus sintiéndose arder bajo esa mirada — Eres mi maldita
ruina y mi condena, Black.

Sirius sonrió.

El sonido de la ropa cayendo al suelo.

La sensación del cabello de Sirius rozando su piel como una suave caricia sobre su piel.

Cuando Sirius se arrodilló frente a él, Remus supo que había deseado esto tanto tiempo que cada
parte de su cuerpo temblaba ante la imagen de la mirada baja de Sirius Black.

Lo miró, buscando su aprobación.

Remus asintió, deseándolo con todo su ser.

Las sensaciones de placer lo inundaron.

Era la mirada desafiante de Sirius cuando gimió su nombre.

Era ese latido enloquecido entre ambos.

Era el hacer el amor con una persona que encendía el infierno dentro de él.

Lo era todo entre ellos dos.

Sirius hizo un desastre de él.

—¿Puedo…? Remus, eres tan hermoso — murmuró al contemplarlo.

—Eres un maldito bastardo — lo insultó Remus — Hazlo. Hazlo ahora, porque si no lo haces lo
haré yo… ¡Por Merlín!

Sirius sonrió — Mierda, Remus, mierda, esto es… esto es demasiado…

Su respiración acelerada.

Las piernas de Remus rodeando la cadera de Sirius Black, tratando de atraerlo más cerca.

Lo sentía en cada parte de su cuerpo, esa electricidad recorriéndolo, el calor abrasando sus
sentidos.

Sus manos entrelazadas.

El beso lento de Sirius.

—Te odio — susurró Remus con una sonrisa.

Sirius se veía complacido al rozar con sus dedos el rostro de Remus — Te odio también.
Al principio todo era ansías, pasión y urgencia.

Pero pronto no se trató solo de eso.

Eran tortuosos besos lentos en una larga noche.

Era trazar cada cicatriz con caricias como si fueran constelaciones que memorizar.

Era sentir el latido de su corazón como si fuera a morir en brazos de Sirius Black.

Enamorarse de Sirius Black era un veneno lento y mortífero que te hacía seguir deseándolo.

Remus quería hacerlo llorar de placer, quería que gritara su nombre, quería marcarlo de manera
que no quedase duda alguna que le pertenecía.

Era abrumador.

—Son preciosas — susurró Sirius tocando su piel — Las cicatrices.

Remus rio contra la almohada.

—Eres el único imbécil que diría eso. ¿Acaso quieres que me enamore de ti?

Sirius sonrió —¿Es un reto?

Remus lo contempló.

Las sábanas estaban tiradas en el suelo. Quería verlo todo. Quería recordar cada detalle del cuerpo
de Sirius.

Era hermoso.

Sirius Black siempre sería una de las personas más hermosas que había visto en su vida.

—Estás obsesionado conmigo — sonrió Sirius antes de besarlo.

—Puede ser — cedió Remus, no queriendo romper esa magia que había entre ambos después del
éxtasis.

Aun lo sentía en su cuerpo.

Ese sentimiento satisfecho, cálido y lleno de confianza.

Era una emoción que no quería que terminara.

Y de alguna manera esa complicidad se extendió entre ambos.

No supo quién comenzó a hablar.

Pero comenzaron a revelar secretos.

Remus podría haber accedido a ellos en la mente de Sirius. Pero estaba fascinado por escucharlo.
Por guardar cada uno de los secretos que Sirius Black le confesaba.

Los dedos de Remus se entretenían trazando cada cicatriz en la piel de Sirius mientras hablaban.

—¿Por qué Prongs? — preguntó Remus.


Sirius sonrió divertido — Ah. Eso. Fue por esa vez que Lily lo petrificó y lo dejó colgando de un
árbol. Cuando Jamie cayó dos ramas se enredaron en su cabello — rio — fue como…

—¿Una cornamenta?

—Exacto.

—¿Y Wormtail?

—Pettigrew se mueve igual que una rata, que no te engañe su apariencia. Es un maldito cobarde y
eso lo hace ser la primera persona en correr. Es ridículo.

Los dedos de Remus se entrelazaron con los de Sirius.

—Padfoot.

Sirius se ruborizó.

—Ese fue James. Dice que duermo igual que un perro, como si soñara con correr.

Remus sonrió.

Cuando Sirius se durmió, Remus lo contempló durante largos momentos.

Era intenso.

Era abrumador.

Era ciertamente estúpido.

Pero ahí una vez que Sirius Black se aferró tan profundo dentro de él, Remus comprendió que se
estaba enamorando de este chico.

Y que quizás no habría vuelta atrás.

Y por un momento, la idea de hacerlo no lo aterrorizo.

Remus y Lily estaban paseando por los jardines. Lily hizo un hechizo de calefacción para que
pudieran disfrutar cómodamente de la vista de la nieve cubriendo los terrenos del castillo.

Cada vez pensaba que se estaba quedando sin tiempo para compartir con Lily. Tenían sus sesiones
de estudio, pero entre ayudar a Regulus con sus timos, investigar junto a Pandora, preparar sus ritos
con Calíope y estar perdido en la mirada de Sirius Black, estaba dejando de lado a Lily Evans.
Odiaba eso.

—¿Irás a casa de los Malfoy de nuevo?

Remus asintió. Era por la declaración en el Yule.

—Sí, iré con Regulus. Ya sabes, no puede vivir sin mí.

Lily sonrió — Suena divertido.

—¿Estás emocionada por ver a tus padres?


La chica bajo la mirada —No, de hecho… Me quedaré en Hogwarts este año para navidad.

Remus la miró con atención —¿Por qué?

Si los merodeadores eran unos fanáticos del Halloween, Lily lo era de la navidad. Había crecido en
una familia muggle amorosa y comprensiva, con excepción de su hermana. Lily adoraba navidad
de la manera en la que se ven en las películas. Un gran árbol, galletas horneadas, regalos y su parte
favorita siempre había sido volver a casa de sus padres.

Recordó a la pequeña niña pelirroja que miraba por la ventana en medio de sus estudios y
contemplaba la nieve, suspirando, porque extrañaba a sus padres, pero era demasiado dura consigo
misma como para admitirlo.

—Marlene y Mary me acompañaran. Será… relajante. Podremos ir al baño de prefectos juntas.


Divertirnos en la sala común y… bueno, descansar de Potter un tiempo — se sonrojó Lily.

—¿Está siendo un tonto?

—James Potter siempre es un tonto — sonrió Lily con afecto — Pero no… No es como antes, que
siempre era un fastidio, esto es más... como… es demasiado dulce y ahora no tengo idea de cómo
rechazarlo si se comporta como un chico gentil y adorable.

Remus frunció el ceño — ¿James Potter? ¿Gentil y adorable?

—No te metas conmigo, que tú y Sirius Black están siendo todo tensión sexual frente a todos — se
quejó Lily con su rostro enrojeciendo.

—¿Qué pasa con Potter y tú? — sonrió Remus — Si lo comparas conmigo y Sirius debe ser sucio,
Evans. ¿Qué sucedió entre ustedes?

—Nada.

—¿Nada de nada?

—Nada de nada — respondió la chica con convicción.

Remus sonrió — Ajá. Mi exnovia tiene algo por el chico dorado de Gryffindor.

—No es eso, es solo… — Lily suspiró —¿Recuerdas la fiesta de Ravenclaw?

—¿La de fin de año?

—Esa — asintió la chica — Nosotros éramos los únicos sobrios de nuestros amigos.

Remus recordó que al regresar dentro de la fiesta Sirius Black se embriagó junto a Pettigrew. Él
mismo también se había emborrachado con Regulus y terminaron siendo cuidados por Pandora,
quien los alojó en su laboratorio.

—Aún teníamos que regresar con Sirius, Marlene, Mary y Peter. Así que, los escoltamos de vuelta
a la torre de Gryffindor y James… — se encogió de hombros con timidez — James me pidió ser su
amiga de cartas. Y pensé que era algo que podía concederle. Estamos en una guerra y después de lo
que pasó con Sirius… James temía de cierta forma sobre nuestra seguridad.

—Ya veo — respondió Remus. Él mismo había intercambiado algunas cartas con Sirius durante el
verano.
—James me escribió cada semana. Durante todo el verano.

—Por Merlín, ¿qué tanto tenía que decir?

Lily sonrió — Es un idiota. Me contaba cualquier cosa. Sobre su vida, sobre lo que leía, sobre lo
que pensaba de pequeño… Sobre lo que le gustaría hacer junto a los merodeadores si no hubiera
una guerra. Pero… pero era muy dulce.

—Lily, ¿te gusta James Potter?

—Yo… no lo sé — respondió con una mueca — James puede ser una persona asombrosa, pero…
Pero no creo que funcionemos juntos. Él… dijo que estaba bien con lo nuestro y eso… Lo he
rechazado durante años y por fin tenemos la oportunidad de ser amigos. Quiero atesorar esto.

—¿Pero? — insistió Remus.

—Pero es intenso — los ojos de Lily brillaron — Lidiar con esto que siento por él ahora. Por eso
me hará bien descansar de James Potter un tiempo. Y nada mejor que la gran cena de Hogwarts,
mis mejores amigas, un montón de dulces que me enviara mi grandioso exnovio y…

Remus la miró con atención — Lily.

—¿Qué?

—¿En serio no volverás a casa? Pensé que adorabas pasar más tiempo con tu familia.

La chica suspiró — Sí, supongo que me atrapaste.

—¿Qué está mal?

—Hay demasiados ataques. Yo… temo colocar a mi familia en peligro — confesó Lily. Una
expresión vulnerable en su rostro — No podría… No podría soportarlo.

Lily Evans era un ser de luz, siempre alegre, siempre optimista. Era difícil para Remus verla
romperse frente a él y no poder hacer nada.

Era cierto que nadie estaba seguro. Ahora las cosas estarían en paz hasta la declaración de la
oscuridad. Pero entre los registros que investigó con Pandora vieron que las víctimas
principalmente eran mestizos y muggles, pero las masacres ocurrían en las familias de los
sangresucias.

Frunció el ceño — ¿Cómo los encontraran?

—¿A qué te refieres? — preguntó Lily.

Algo dentro de él lo empezó a inquietar.

—¿Cómo los encuentran? ¿A las familias de los nacidos de muggles? ¿Usan la ubicación de las
cartas, a las criaturas oscuras siguiéndolos o…?

Recordó a Regulus contándole de la restricción mágica.

—¿Qué sucede, Remus? ¿Qué es?

—La restricción — susurró mientras que en su mente comenzaba a tener sentido — Es según el
lugar residente del mago. Por eso… por eso no llega notificación si haces magia en la casa de un
mago o si… o si estuvieras en el callejón Diagon o en la plataforma.

Lily lo miró perpleja — La restricción mágica. ¿Es posible que los mortífagos estén infiltrados en
el ministerio y hayan buscado los registros?

—No lo sé, es una suposición, pero no muchos atacados eran estudiantes actuales de Hogwarts,
muchos ya cumplieron la mayoría de edad entonces cómo…

Lily se puso pálida.

—Cuando recibes la carta de ingreso a Hogwarts un profesor debe ir a tu casa, a explicarte sobre el
mundo mágico, y a tus padres — la voz de Lily temblaba — y esa visita… se supone que no...

—Los registros deberían estar en Hogwarts. No en el ministerio.

Una mirada de pánico.

—A no ser que las familias muggles que hayan atacado sean aquellas que rechazaron la magia.

—¿De qué hablas, Lily?

—Cuando llega tu carta y eres nacido de muggles tienes la opción de rechazarlo y ellos… envían
gente para borrar tu memoria y a tus padres, eso… eso es posible que lo realice el ministerio.

—Mierda.

—Mierda — concordó Lily.


La declaración oscura

21 de diciembre, 1976

—¿Es posible? — le preguntó Remus a Dumbledore en su oficina.

El director miró fijamente por la ventana — Lo es. Es muy posible.

—Entonces esos muggles…

—En realidad están conectados a lo que muchos seguidores de Voldemort llamarían sangres sucias,
sí, señor Lupin — coincidió — Es exactamente lo que sucede.

—Tiene que hacer algo — declaró Remus — Esas personas…

—No puedo. Aunque el ministerio quisiera… — Dumbledore negó con la cabeza — Esto implica
que ya ha sido tomado por los mortífagos. Infiltrados, espías, quizás incluso estén usando imperio
sobre esas personas, pero nada de eso importa si es imposible de detectar.

Remus cerró sus puños con molestia y enfado —¿De verdad no hay nada que hacer?

—Tampoco le conviene, señor Lupin, entrometerse en los planes del señor Oscuro — advirtió el
director con una mirada severa — Las familias… desgraciadamente no hay nada que podamos
hacer para salvarlos que no se haya intentado con las defensas contra los ataques. Además, usted y
su tan cercano amigo Black, no deben verse involucrados si desea seguir siendo un espía de
utilidad para el señor Oscuro.

—Hogwarts podría involucrarse.

El colegio era un buen objetivo para implementar la ideología que proclamaban los seguidores de
lord Voldemort. Si no lo habían tomado era únicamente porque temían al poder de Albus
Dumbledore, eso debía reconocérselo. Quizás fuera por un acuerdo de mantener a los hijos de sus
aliados a salvo. Quizás fuera para mantener seguros a los descendientes de la sangre pura para
evitar el exterminio de los magos.

Pero cualquiera de esas razones era suficiente para saber que Hogwarts estaría a salvo.

—No atacaran a Hogwarts para tener esos documentos. Es información que debería haber sido
confidencial desde un inicio y que le pertenece al colegio, así que…

—¿Está preocupado, señor Lupin? — sonrió Dumbledore — ¿Por personas que ni siquiera conoce?

Remus se sentía furioso.

No le importaba. Realmente no le importaba nada de esto.

—Tiene razón, debería dejar que todas esas personas se mueran y quedarme tranquilo como usted
viendo solamente por mi propio bienestar — murmuró Remus de forma venenosa antes de voltear
hacia la puerta — Disculpe por haberlo molestado con cosas tan infantiles.

Lily lo miró con horror fuera de la oficina de Dumbledore.


Había insistido en ir con Remus. Pero el chico conocía demasiado bien a Dumbledore como para
realmente esperar que mostrara su verdadera naturaleza frente a uno de sus queridos estudiantes.
Lily Evans era una de las mejores brujas de su generación. Jamás le hubiera dicho las cosas de
forma tan sinceramente cruel como se las había aclarado a Remus.

—Remus…

Remus negó con la cabeza. Sabiendo por experiencia que no deberían hablar ahí.

—Muffliato — conjuró Lily y tomó a Remus desde sus brazos, un agarre lleno de desesperación —
Es broma, ¿verdad? Dumbledore no puede estar hablando en serio. No puede abandonar así a las
personas…

La voz de Lily temblaba de rabia y miedo.

—Ese es el verdadero Albus Dumbledore, Lily. Lo escuchaste.

Los ojos de Lily se llenaron de lágrimas de impotencia.

—¿Cómo es posible…?

—Lily.

La chica negó — No. No. No puede… No pueden dejar morir a la gente como si no importaran.

Remus tomó sus manos — Pero lo han permitido todo este tiempo.

—¡No! — gritó Lily perdiendo el control — ¡No debería ser así! ¡Se supone que deberían ser
responsables de la seguridad de todos ellos! ¿Cuál es su maldito problema? ¿Cómo pueden dejar
que las personas mueran y decir que es inevitable?

—Porque para ellos no valemos nada — respondió Remus sintiendo su mirada arder — Las
personas como tú, Lily, como yo, los sangresucias y las criaturas oscuras, somos inferiores a ellos.
Si mueren personas mentirán y dirán que fue inevitable. Es un precio que están dispuestos a pagar
porque jamás les hemos importado.

—¿Cómo puedes aceptarlo así? — preguntó la chica con lágrimas cayendo por su rostro — Podría
ser yo… Podría haber muerto porque mi registro existe en el ministerio y en este colegio. Esta el
hogar de mi familia, mis padres, mi hermana. ¿Es que en cualquier momento pueden morir y solo
debemos aceptarlo?

—No lo pienso aceptar — confesó Remus.

El recuerdo de la oficina de Dumbledore lo seguía molestando.

La expresión de horror de Lily al darse cuenta de que el ministerio era responsable de la muerte de
personas como ella, de personas que eran como su familia, personas que no tenían nada que ver
con el mundo mágico excepto por un niño rechazando una carta. El propio Remus había rechazado
la propuesta de Dumbledore cuando le habló de un colegio de magos. Porque era un lobo, porque
no podía leer, porque su padre había pasado años diciéndole que era un monstruo, estúpido y
horrible.

Lo enfurecía. Toda la maldita sociedad mágica lo enfurecía.


Hace días que había llegado a la mansión Malfoy. Regulus dormía a su lado, compartiendo la
misma cama por la costumbre que tenían ante la presencia del otro. Remus revisó su
correspondencia usando los anteojos que tanto detestaba en un intento de distraerse.

Mi lobuno amante Lupin,

Las navidades con los Potter este año son animadas y divertidas. Mont y Effie me han dejado
colocar la estrella en el árbol, y la expresión de indignación de su hijo no tan favorito, Prongs,
fue estupenda. Wormie viene seguido y se siente casi como estar en nuestro dormitorio en
Gryffindor, excepto que hay mucho ruido con las celebraciones de los Potter. Creo que están
haciendo que la navidad sea mejor que la del año pasado para mí. Son demasiado dulces. De
verdad. Es demasiado.

Pienso en ti todo el tiempo.

Te culpó completamente de afectar cada uno de mis sentidos.

Con cariño, Padfoot

Remus sonrió. Sí. Sirius tenía una magia incomprensible de borrar todos sus problemas
rápidamente. Garabateó una corta nota en respuesta.

Padfoot,

Te extraño.

Moony

Eso sería suficiente para enfurecer a Sirius, que esperaba realmente una carta y no solo tres
palabras. Esto lo obligaría a pensar en él un tiempo hasta regresar al castillo después de año nuevo.

Pasó a la siguiente carta. Era de Lily.

Mi amado rayo de luna,

Espero que estés disfrutando del Yule. Mary y Marlene son buena compañía, se han quedado
conmigo y nos estamos divirtiendo.

Así que quiero asegurarme de que no te preocupes demasiado por mí o por el mundo. Mereces
disfrutar de estas fiestas tanto como cualquier otra persona.

Hablaremos cuando vuelvas, ¿okay?

No pienso permitir que vivamos en un mundo en el que no importemos.

Con amor, Lily.

Lily lo conocía demasiado bien. Ni siquiera Remus entendía del todo por qué estaba tan molesto
sobre el asunto. Pero la naturaleza salvaje del lobo se rio cruelmente de él. Porque muy dentro de
sí, sabía que estaba furioso con Dumbledore porque cuando se uniera a los mortífagos se
convertiría en un asesino. Quería que Dumbledore los protegiera de él. Que fuera difícil poder
acceder a esas personas que eran como la familia de Lily, porque terminaría lastimando y
destruyendo a cada una de ellas sí se lo ordenaba Lord Voldemort.

Se preguntó cómo soportaría todo lo que se venía encima.

Miró la carta de Sirius en su mano.

Podía perderse en lo que sentía por Sirius Black, en esa ilusión, en ese deseo, en ese sueño de
enamorarse de alguien que lo hacía sentir tan maravilloso. Pero eso no cambiaría el destino que
había aceptado para proteger a las personas que amaba. No borraría todo lo que estaba dispuesto a
ser, incluso sí tenía que convertirse en un verdadero monstruo. Tal y como su padre le repitió una y
otra vez mientras escuchaba sus gritos de dolor.

—Estás haciendo eso — murmuró Regulus somnoliento.

—¿Qué cosa? — preguntó Remus mirándolo.

—Te estás torturando a ti mismo con tus pensamientos autodestructivos — suspiró Reggie.

Enarcó una ceja —¿Entraste a mi mente?

—No es necesario. Tienes esa expresión.

—¿Cuál expresión?

—Como si no soportaras este maldito mundo — respondió.

Remus guardó silencio unos segundos.

No era el día adecuado para estar torturándose por sus decisiones.

—¿Qué tal llevas lo de Pandora?

—No cambies el tema — advirtió Regulus.

Remus sonrió — Ah, pero es un buen cambio, hay que saber qué tácticas has usado para seducir a
la joven señorita de la familia Lynch.

—Mi táctica se llama: dile que te gusta cuando te acaba de decir que está comprometida y espera a
ver cómo lo asimila — Reggie suspiró frustrado — Es lo peor que me ha pasado en la vida.

Remus rio — Ah, el amor joven.

—Imbécil.

Ambos se miraron un momento.

—Es hoy. Por fin seremos magos oscuros.

—Por fin — repitió Remus.

—¿Crees que eso nos cambie? — preguntó Regulus Black.


—Sí, lo hará. Muchas cosas van a tener que cambiar — murmuró mirando la elegante letra de
Sirius Black en una tonta carta que lo hacía sentir tan malditamente consciente del poder que le
había entregado a ese chico en el momento en que sus miradas se habían cruzado desde la primera
vez.

Una maldición y una condena.

—¿Te arrepientes?

Remus negó con la cabeza — Jamás he hecho algo para arrepentirme.

El Yule era una de las festividades más amadas por las antiguas familias del mundo mágico. Y era
celebrado de forma estruendosa entre ellos. El año pasado solo había estado en la celebración en la
casa de los Black y había sido un verdadero fracaso. Pero esta vez era diferente. Las cosas debían
salir bien.

Narcissa los miró con orgullo cuando bajaron las escaleras.

Regulus usando una capa de mago de color verde oscuro, acentuando sus rasgos elegantes de joven
señorito. Remus usaba una capa de color rojo vino que Calíope había seleccionado para él,
absolutamente desconfiada sobre el gusto de Remus respecto a su vestimenta.

—Mírenlos, lucen muy guapos.

—Vamos atrasados — se quejó Lucius con una mirada rencorosa.

Se aparecieron en el claro del bosque junto a los Malfoy.

Aquellos que habían pasado sus ritos oscuros llegaban luciendo sus capas de magos y sonrisas
nerviosas y emocionadas por ser reconocidos ante la oscuridad. Las madrinas y padrinos oscuros se
movían a su alrededor con una gracia diferente, con seguridad y un brillo de ambición. Recordó a
Alice Greengrass hablando sobre un cambio en las leyes que restringían el uso de la magia oscura.
Querían ver a los novicios triunfar en sus declaraciones oscuras, y asegurar de esa forma que la
magia oscura no se perdiera ante el poder de los mestizos y los nacidos de muggles que dominaban
en la opinión popular.

Los instintos del lobo percibían la magia perteneciente al lugar. Inquieta, entusiasmada y
reclamando a los magos para ser vista, para ser escuchada, para ser aceptada.

—Mierda — exclamó Regulus.

—¿Qué pasó? — preguntó Remus mirando a su alrededor.

—¿Por qué Calíope es la mujer más hermosa de todo el lugar?

Remus la vio acercarse.

Se veía espectacular. Su oscuro y largo cabello trenzado de forma elegante cayendo por su hombro.
Su figura abrazada a una tela cubiertas de pequeños cristales negros, morados y azules, con una
capa traslucida.

Calíope era femenina y elegante y un ser precioso que desprendía poder.

—Chicos, ¿aún no están…? ¿Qué te sucede, Black? ¿Quedaste sin habla al mirarme?
Regulus paso la mirada lentamente por su cuerpo. Calíope sonreía complacida.

—Por Merlín, Morgan…

Remus le dio un codazo a Regulus — Creí que seguías sufriendo por tu primer amor.

Regulus sonrió travieso al mirar a Calíope —Hola, Morgan.

—Hola, Black.

—Me cambias por mi mejor amigo — se quejó Remus.

—Mmm… Regulus Black suena a una buena oportunidad. Pero no estoy buscando apoyarme en un
hombre para conseguir mis objetivos — sonrió Calíope, sus ojos brillando con la magia que
absorbía de la oscuridad — Me agradan mis aliados, Remus, pero no dependo de ellos.

Remus la contempló.

—Y tú y yo siempre hemos tenido… ¿qué era, Lupin? Una conexión muy especial. Pero ahora que
estaremos unidos por el camino oscuro, sería una terrible idea ser aún más posesiva contigo.

Remus sonrió — Eso suena bien. Estoy involucrado con una persona muy posesiva, Morgan. Hace
un gran berrinche cuando me ve con otras personas.

Calíope se rio — Estoy segura de que Sirius Black lo hace. Me hubiera encantado que fueras mío,
amor, pero siempre has sido un seductor y ahora que soy tu madrina oscura, creo que este tipo de
relación nos conviene mucho más.

El chico tuvo que estar de acuerdo. Su relación inquebrantable era una alianza importante. Y
Calíope Morgan jamás fue alguien que mezclara sus alianzas con una falsa idea del amor, eso era
lo que le atraía tanto de ella en primer lugar. Era ambiciosa, lista y muy consciente de cómo jugar
en el mundo de los magos para salir adelante.

—Ven, quiero enseñarte el lugar.

Remus la siguió y Regulus fue con él.

—Entonces, ¿hay más círculos mágicos? — preguntó.

Quedaban marcas grabadas en el piso alrededor de una gran fogata. Era mucho más grande que en
las celebraciones de Halloween, y aún más que en la boda de los Malfoy. Era casi un incendio
controlado únicamente por el poder de la magia del lugar.

—No, solo tienes que bañarte en sangre virgen — le indicó Calíope.

—Es cierto, y es muy importante que sea virgen — agregó Regulus.

—Es broma, ¿cierto? Por favor díganme que es broma.

Ambos brujos se rieron.

—Aún no me dicen que es broma.

—¡Black! — gritó la voz de Barty Crouch Junior al aparecer en el bosque y arrojarse a los brazos
de su amigo.
Alice Greengrass apareció a su lado — Por Merlín, Barty, ten más compostura… Oh, hola, Lupin

—Greengrass — asintió Remus — ¿Es cierto que hay que bañarse con sangre virgen?

La chica soltó una carcajada — Oh, humor de mago oscuro. No, cariño. Tienes que entrar al fuego
sagrado y decir tus votos oscuros.

—Entrar al fuego suena a una pésima idea. Estoy seguro de que había algo sobre los brujos y el
fuego — reclamó Remus con desconfianza.

—Sí, las verdaderas brujas oscuras no ardían realmente — sonrió Calíope.

—¿Se supone que eso debe ser tranquilizador?

—La luna está en su punto — exclamó Narcissa Malfoy acercándose a ellos — Es hora.

La comunidad mágica hacia tres círculos alrededor del fuego.

Los brujos declarados, que eran la mayoría de los asistentes, hicieron un círculo mágico que se
extendía a lo largo del claro. Runas marcadas en sus sitios, llamando a la fuerza de la oscuridad
para centrar su presencia ante los novicios, alimentando la magia del fuego.

Los mentores oscuros rodearon el fuego sagrado. Palabras de protección siendo susurradas en un
idioma que Remus no terminaba por comprender, pero sentía en cada parte de la magia siendo
despertada un sentimiento de ser llamado, un ruego por ser salvados y una urgencia de responder.

Los novicios esperaban delante de cada uno de sus padrinos, formando el tercer círculo.
Completando el número mágico que la celebración exigía.

Las manos de los mentores estaban extendidas frente al fuego.

—Juramos guiar a nuestros protegidos — cantaron — En el inicio de su rumbo en el camino de la


oscuridad.

Cada uno de ellos fue llamado para entrar en las llamas y hacer su juramento ante la oscuridad.

—Regulus Arcturus Black — llamaron los mentores.

Narcissa Malfoy dio un pasó frente a Regulus antes de que entrase en el fuego y acomodó su
cabello y le sonrió con orgullo.

En el momento que Regulus entró en las llamas ardientes Remus sintió su corazón oprimirse en su
pecho dolorosamente. La urgencia salvaje de ir tras él tensaba cada parte de su cuerpo. Pero
Regulus Black sonrió.

—Que mi alma se disuelva en las sombras y la guie la oscuridad — hizo su voto oscuro, siguiendo
la tradición de su familia.

Era una advertencia hacia toda la comunidad oscura. Regulus Black había huido de su casa, pero
no se había quedado sin la protección de su familia. Narcissa Malfoy era su madrina oscura,
contaba con las conexiones de los sangrepuras, seguiría un camino que todos desearían observar. Y
no debían subestimar su poder.

—Barty Crouch… Junior — llamaron los mentores.


Alice Greengrass acarició su rostro y le susurró unas palabras que hicieron que el chico le sonriera
con afecto.

Cuando entro en las llamas miró con burla hacia los demás novicios.

—Que la oscuridad reclame cada parte de mi ser — declaró.

Siguieron muchos magos hasta llegar a Remus.

—Remus John Lupin.

Calíope Morgan dio un paso adelante.

—¿Confías en mí?

Remus suspiró — Me aterras, Morgan.

—Eso es suficiente. Ahora entra al fuego.

Calíope beso suavemente la frente de Remus.

—Esta es mi bendición ante tu entrada al camino de la oscuridad.

Remus entró al fuego.

Las llamas comenzaron a arder en colores morados y purpuras.

El miedo tensando su cuerpo. Sintiendo el peso sobre su corazón, paralizándolo, acelerando su


pulso y despertando el instinto del lobo.

Pero no lo quemaron.

Entendió la razón de sus ritos. Cada uno de ellos lo había preparado para este momento. La
protección susurrando palabras tranquilizadoras en un idioma que no entendía, era como una
caricia en su rostro, era el beso de Calíope Morgan transmitiendo una bendición, eran las noches
que reía junto a Regulus Black y era la sensación que estremecía su cuerpo cuando sus manos se
entrelazaban con las de Sirius Black.

Se sintió reconfortado.

Las llamas brillando con la magia ancestral.

El cielo oscurecido enseñando la luna menguante sobre ellos.

Su corazón latiendo lentamente, como si por fin encontrara el camino de vuelta a casa.

—Remus John Lupin — escuchó a una voz femenina — Estás aquí.

Se sentía familiar.

—Sí, eres un ser maravilloso.

Vio a una mujer que le sonreía con afecto.

—Di tu deseo.

La contempló durante unos segundos que se sintieron una vida pasando entre ellos. El brillo de sus
ojos, los delicados rasgos de su rostro, la capa cubriendo su cuerpo.

Cada uno de sus instintos reconociendo a este ser.

—Que la oscuridad reconozca mi alma y guíe a la magia dentro de mí en el camino de las sombras
— declaró Remus — Ese es mi deseo.

La oscuridad lo rodeó. Pensó que sería fría y húmeda.

Era una sensación cálida y llena de seguridad, la sensación de encontrar un hogar.

Remus nunca se sintió tan poderoso, tan confiado y su mente tan centrada hasta ese momento. Y
pensó que cada decisión en su vida, cada cosa que había ocurrido, lo había traído aquí, con la
intención de convertirse en este ser, en esa criatura a la que la oscuridad encontraba tan
maravilloso.

—Bienvenidos todos los nuevos magos oscuros — celebraron todos los brujos declarados — Que
la oscuridad los proteja siempre.

Y la fiesta del Yule comenzó.

La música resonaba por todo el claro del bosque. Era un canto místico, mágico y especial.

Las personas comenzaron a bailar alrededor del fuego sagrado.

Remus encontró a Calíope Morgan que le sonreía con orgullo.

—Ahora estamos unidos hasta la eternidad, amor — susurró la bruja.

El chico se inclinó ante ella — Por favor, permíteme.

Calíope aceptó su mano y Remus la atrajo a un baile.

—¿Cómo te sientes?

—Amo esto — confesó emocionado — Cada parte es como… Por Merlín, necesitaba todo esto.

Su cuerpo se sentía distinto. Su mente. Su magia. Era como si siempre hubiera sido un caos que
Remus tuviera que controlar bajo fuerza mental y ahora… ahora todo tenía sentido. Y fluía de
forma natural. Era como si fueran dominados por el instinto del lobo y ya nada más importase.

—Gracias, Morgan — sonrió Remus al hacerla girar al ritmo de la melodía.

Sus ojos brillaban en la oscuridad — Como tu guía oscura, te haré una promesa esta noche.

Las promesas en el Yule eran vinculantes, recordó haber leído.

Calíope se inclinó sobre el hombro del chico para susurrar en su oído.

—Te prometo hacer lo posible para que sobrevivas, Lupin.


—Moony — lo llamó Regulus Black.

Remus lo abrazó con fuerza, su mano enredada en el cabello de Regulus, las manos de Reggie
aferrándose a él.

—Es intenso… esta sensación… — murmuró Regulus emocionado.

Remus lo entendía por sus años bajo la naturaleza del lobo. Pero se preguntó cómo sería para
alguien como Regulus Black.

—La magia fue… fue increíble.

El chico sonrió — Lo es.

Todas las personas a su alrededor observaban con atención a la nueva señora Malfoy y el protegido
de ella, aquel que llamaban el futuro heredero Black. Nadie volvería a decir algo sobre Regulus
Black sin considerar primero el poder al que accedería tras su graduación.

Narcissa los miró con gran afecto.

—Lo lograron.

Calíope le ofreció su mano a Regulus en un gesto elegante y delicado.

—Vamos, Black. No deberías hacer esperar a una dama.

—Jamás me atrevería — le sonrió el chico con un brillo de emoción en sus ojos.

Regulus tomó la mano de Calíope y la guío cerca de donde Barty Crouch sonreía en un baile junto
a Alice Greengrass.

—Lucen bien juntos — observó Narcissa.

—¿Puedo saber algo, Cissy? — preguntó Remus sin apartar su mirada de Regulus Black.

—¿Qué deseas saber?

—¿Por qué me acogiste como tu protegido?

—¿Por qué no lo haría?

—Soy un mestizo — sonrió con desdén — un hombre lobo, un ignorante de las costumbres
mágicas y para hacerlo mucho mejor también soy un desviado homosexual. ¿Por qué proteger a un
mocoso huérfano que representa todo lo que tu familia odia?

La oscuridad y la bestia rugían dentro de él.

Narcissa guardó silencio unos momentos.

Pero Remus sabía que la embriaguez de la oscuridad también tiraba de ella. La magia del lugar
afectaba cada uno de sus sentidos, guiándolo a las respuestas que deseaba.

—Al principio pensé que serías un escudo para Regulus — respondió Narcissa mirando a su
pequeño primo sonreír a Calíope Morgan — Regulus tiene algo que yo no. Es un varón, va a ser el
heredero de los Black y tiene ese peso en sus hombros desde que supimos que Sirius seguiría el
mismo camino que mi hermana y su sangresucia.
Remus la observó con atención.

—Yo no tengo ni un solo amigo que diera su vida por mí como tú lo haces por Regulus. Pensé que
eso sería una buena herramienta para él. Enseñarte artes oscuras para mantenerte a su lado. Ganar
tu confianza para que le debas lealtad absoluta a Regulus Black.

—Una decisión imprudente — comentó Remus — Considerando que tu familia odia todo lo que
soy.

—Es cierto, mi familia odia cada cosa de ti. Me insultaron por invitarte a mi propia boda. Lucius
sigue peleando por aceptarte en mi casa y en mi corazón.

Corazón, resonó en la mente de Remus.

—Cuando comencé a enseñarte, Remus Lupin… — sonrió con nostalgia — Eras un niño perdido y
furioso en el mundo. Te habían lastimado tanto que lo único que aprendiste a hacer fue sobrevivir.
Adoré eso de ti. Eras astuto, ambicioso e intuitivo, características destacables en un buen Slytherin.

—¿Sabías que quería destruir esta sociedad? — le preguntó con calma.

El odio al mundo mágico estaba arraigado dentro de su ser desde que su primer contacto con la
magia fue una bestia que lo mordió, que asesinó a su mamá y que llevó a su padre a la locura hasta
desquitarse cada maldito día contra Remus. Quería ver el mundo arder desde entonces.

—Odio muchas cosas de esta sociedad y de esta familia, Remus — confesó Narcissa — Mi propia
hermana lo despreciaba tanto que no dudo ni un solo instante en abandonarnos, en dejarme. Y
cuando me quedé sola con ellos, yo no… no pude soportarlo. Tenía que huir antes de que acabaran
conmigo.

—Con Malfoy.

— Él me quiere. Y eso es algo extraño en la nobleza de los magos. Con él a mi lado ninguno de
ellos puede tocarme, ninguno puede lastimarme sin temer a las represalias de mi nueva familia. Y
puedo ser libre. Entendí eso y lo tomé.

Remus esperó.

—¿Pero tú? Tú. Tú eres todo lo que ellos odian — sus ojos brillaron — Y en algún momento
empecé a quererte por cada una de las razones que ellos te odian. Intenté usarte, pero no hacía falta,
conoces tu lugar en el mundo y sabes instintivamente qué quieres hacer para cambiarlo a tu favor.
Estoy muy curiosa por lo que vas a lograr — Narcissa sonrió de lado — Porque tienes tu lealtad en
tus aliados.

Remus sonrió — Siempre te deberé mi lealtad, señora Malfoy.

Regulus y Calíope volvieron viéndose sonrojados y riéndose.

—Eres un buen bailarín, Black.

—Porque mi compañera de baile es muy talentosa.

Lucius Malfoy y Bellatrix Lestrange se acercaron a saludar a Regulus Black. Ellos ya habían
entrado en las filas de Lord Voldemort. Ahora que Regulus se había declarado oscuro, eran su pase
para entrar en contacto con los mortífagos.
—Prima — saludó Regulus con una expresión fría.

El brillo enloquecido de su mirada — Mi querido primo. Nuestros tíos estarán satisfechos. Al fin
podrán quitar a la escoria de Sirius de nuestro árbol familiar — se burló Bellatrix.

—¿A qué te refieres? — frunció el ceño.

—Solo están esperando tu declaración para eliminar a Sirius como parte de la familia — sonrió la
bruja — Ya sabes, es un maldito y sucio traidor y… — miró con disgustó a Remus — Y un
asqueroso homosexual, según dice nuestra tía.

—Debe sentirse muy aliviada de que Regulus sea el hijo que soñó — sonrió Remus.

—Tú… — murmuró la bruja con rencor.

Narcissa la miró con advertencia — Bella.

—Nos volveremos a ver, primo, muy pronto. El señor oscuro lo desea. Incluso si estás con tu
maldito perro insolente. Felices fiestas — le sonrió con maldad antes de irse.

Remus tomó la mano de Regulus.

—¿Estás bien?

—Sus malditas demostraciones para probar que volveré con ellos es cansador.

—Pero las cosas van según el plan. Ahora solo necesitamos graduarnos y entonces venceremos al
señor oscuro — se burló Remus.

Regulus suspiró — Siempre supe que terminaría muriendo de forma estúpida.


Gryffindor Parte 1

31 de diciembre, 1976

Vagaba por el bosque.

Sentía las hojas y las ramas y las piedras clavándose en sus pies descalzos al correr con
desesperación. Caía, tropezaba, pero la urgencia de correr, de gritar, y aullar una advertencia lo
mantenía en movimiento. Tenía que huir, tenía que escapar.

La casa de campo ardía en llamas que lo perseguían por el bosque.

El llamado de la manada resonaba en su cabeza. Aullidos furiosos y desesperados exigiéndole


volver.

Veía los cuerpos de los lobos asesinados en el suelo. Sus pelajes cubiertos por la sangre de sus
víctimas. Los cadáveres de los humanos masacrados.

—Mi adorado niño — le sonrió Greyback — Mi hermosa creación.

La magia del lobo lo sometió. Remus estaba arrodillado, y se sentía tan malditamente indefenso.
Como cuando era un niño. Como cuando su padre lo torturaba.

El lobo tomó su rostro entre sus manos — Ven, niño. Escucha a la manada.

—Púdrete — respondió Remus.

Pero Greyback sonrió complacido — Vuelve a casa.

Y entonces despertó.

Tardó unos momentos en volver a ser consciente de donde estaba.

—Remus — llamó Regulus.

—Remuuuuus.

—Moony, vamos. ¿Me estás escuchando?

El chico respiró profundamente.

Su cuerpo sintiéndose extraño.

Desde su declaración oscura sus sueños se habían vuelto más vividos. Aun sentía el olor del
bosque y del humo, el olor de la magia de un lobo, y el rencor en su pecho ante el sonido de su
voz. De esa maldita voz que lo llamaba.

—Moony.

Miró a Regulus.

—Pesadillas — respondió apoyando su frente en el cristal. Necesitando el frío para despejarse de


las sensaciones que lo abrumaban.
Estaban de camino a Hogwarts en el tren. Narcissa estaba un poco molesta porque decidieron no
acompañarla durante las celebraciones de año nuevo, pero Lucius Malfoy se veía encantado al
dejarlos en la estación de King´s Cross.

—¿Lobos? — adivinó.

—Malditos lobos.

Regulus lo entendió. Había estado ahí durante todos esos años en los que Remus tenía las
pesadillas de los lobos. Hace meses que no tenía la pesadilla, desde que las pociones de Pandora
comenzaron a funcionar y a mantener su consciencia cuando se convertía. Casi había olvidado
cómo se sentía estar tan vulnerable frente a los monstruos.

—También las he tenido — confesó Reggie — Pesadillas.

Lo sabía. Era como si la oscuridad los estuviera probando. Viendo si eran capaces de resistir ahora
que les pertenecían.

Regulus no soñaba con los hombres lobos. Sus pesadillas eran otras.

El chico murmuraba el nombre de Sirius con desesperación, recordando aquella navidad de hace
un año. Esa noche que fue grabada dentro de un niño que aun creía que sus padres los amaban, que
querían lo mejor para ellos, que en realidad todo lo hacían por su propio bien. Hasta que se dio
cuenta que no les importaría asesinar a Sirius Black.

Walburga y Orion Black enviaron una nota a los Malfoy luego de la declaración diciendo que
estaban orgullosos de Regulus. Habían estado en la fiesta, por supuesto. Pero se mantuvieron a una
distancia prudente. Por el plan.

Regulus estaba tenso. El peso de las expectativas de los Black cayendo en sus hombros. Había sido
así desde hace mucho tiempo. Desde que comenzó a comprender que si obedecía, que si era el hijo
que ellos deseaban que Sirius fuera, que si actuaba tal y cómo ellos esperaban, la vida en la
mansión sería más sencilla de soportar.

—Volvieron a decir que recibiré la marca después de mi cumpleaños.

Sería en unos días, pensó Remus. Su décimo sexto cumpleaños.

—¿Es lo que quieres? — preguntó Remus mirándolo con atención.

Regulus se sorprendió — ¿De qué hablas?

—¿Quieres recibir la marca?

Era el plan. Era a lo que se habían aferrado. Era lo que sus padres querían y lo que le había dicho
una noche en la mansión Black antes de llorar porque era un niño asustado que no podía negarse
ante las ordenes de sus padres. Un niño que sabía que no tenía otra opción porque si defraudaba a
sus padres, entonces no tenía idea de cuál sería el castigo que recibiría.

Y luego fue la única opción que tenían para convencer a Albus Dumbledore de salvarlo.

—No hay otra opción, Remus — respondió Regulus con rencor.

Sí, pensó Remus al mirar por la ventana. Así eran las cosas. Lo sabía.

—¿Y si la hubiera? ¿Qué harías? — insistió — Si tuvieras otra opción. Si realmente pudieras
desligarte de todo esto y ser una persona normal en el mundo, sin tu apellido, sin tus padres, ¿la
tomarías?

El rostro de Regulus comenzó a enrojecer de frustración y enfado. Remus lo vio en el reflejo de la


ventana, donde lo miraba fijamente con el ceño fruncido.

—No hay una opción así.

Le asustaba. A Reggie le asustaba la posibilidad de que realmente hubiera otra opción. Porque esto
era todo lo que había conocido en su vida. Este era el plan al cual se aferraron todo este tiempo.
Pero a Remus le aterraba más el hecho de que ni siquiera se planteó otra opción en todo este
tiempo.

—Podrías huir con Sirius — replicó Remus y volteó para mirar a Regulus a los ojos. Tenía que
entenderlo. Tenía que elegir antes de que aceptara las reglas de otras personas. De sus padres, de
Dumbledore, del maldito mundo — Podrías no tomar la marca, ser realmente el hijo que cortó los
lazos con su familia llena de mortífagos. Cissy seguiría de tu lado, tienes las alianzas con los hijos
de todas las familias influyentes que de verdad importan en el mundo mágico. Aun podrías llegar
al ministerio bajo la idea de que eres un protegido de Dumbledore. Y podrías alejarte de toda esta
mierda.

—No lo van a permitir, Remus. Dumbledore y el señor oscuro quieren que sea su maldito peón, y
hacerlos creer que lo han conseguido es lo único que puede garantizar nuestras vidas — la mirada
de Regulus ardía en una furia helada — Es la única opción que pudimos elegir. Dumbledore me
abandonará si no me uno a los mortífagos y el señor oscuro hará lo mismo si no le juro lealtad.

—Dumbledore no te necesita.

Regulus se inclinó hacia atrás como si las palabras de Remus lo hubieran golpeado.

—Me necesita a mí. Dentro de las manadas, dentro de los mortífagos — declaró Remus sintiendo
desesperación por convencer a Reggie de que él si tenía otra opción — Si te tiene como rehén sabe
que haré cada una de sus órdenes. No te necesita dentro de ese plan. Podrías irte. Con Sirius.
Alejarte de la guerra y… y no convertirte en un asesino.

Los ojos de Regulus brillaron. Eran casi seis años a su lado. Por supuesto comprendería la
naturaleza de las palabras de su mejor amigo. La tensión en sus hombros se relajó y tomó las
manos de Remus.

—Remus Lupin. Eres un maldito imbécil — susurró con afecto — No hay manera en que la que
permita que te sacrifiques por mí. No voy a huir.

Remus se sintió frustrado, sus ojos ardían —Habrá pruebas. Para demostrar nuestra lealtad al señor
oscuro. ¿Y si te piden asesinar a Sirius?

Regulus se estremeció, pero no soltó sus manos.

—Encontraría una manera de manipularlos y negociar. ¿De verdad crees que preferirían a Sirius
cuando les estoy ofreciendo la cabeza de Dumbledore? — sonrió con crueldad — Estoy listo para
encontrarme en dificultades, y te prometo que no voy a perder ante ellos.

Remus miró sus manos sostenidas por las de Reggie. Eran idénticas a las de Sirius. Dedos largos,
finos y elegantes. Y eran más grandes que las de Remus. No se había percatado en qué momento
Regulus Black había crecido tanto.
—Vamos a estar bien, Moony — insistió el chico.

Remus quería tanto creerle.

—Lily… Lily sabe lo de Dumbledore. Sobre su verdadera naturaleza — le comentó — Por eso ha
estado… desanimada.

Regulus suspiró — Sí, supongo que para alguien como ella es una decepción.

—El gran héroe que derrocó a Grindelwald.

— El gran héroe que lucha contra el señor tenebroso.

—El gran director que nunca está en Hogwarts.

Regulus rio — El mejor director en dar puntos a Gryffindor.

Remus sonrió divertido — Es una mierda.

—Siempre ha sido una mierda todo, de eso se trata nuestras vidas — sonrió Regulus — Pero le
vemos lo divertido al asunto.

—Vamos a estar bien, Reggie.

Se aseguraría de lograrlo.

Llegaron a Hogsmeade cerca del atardecer.

El pueblo estaba cubierto por la nieve.

Los faroles brillaban con fuego mágico.

—Sirius y los demás ya deberían estar aquí.

Después de su declaración oscura, habían acordado encontrarse en Hogsmeade para pasar el año
nuevo juntos en Hogwarts. Le darían una sorpresa a Evans al llegar al castillo sin avisarle. Lily
podía ser obstinada en decir que estaba bien, pero descubrir lo cruel que podía ser el mundo con
personas como ellos había sido un golpe duro a la burbuja de protección que debería ser Hogwarts
para ellos. Incluso Potter se percató de que Lily estaba desanimada, y a través de Sirius le preguntó
si era su culpa, si había hecho algo que le hizo sentirse herida o incómoda con él. Remus propuso
volver a Hogwarts. De todos modos, dormía fatal en casa de los Malfoy con las pesadillas
acosándolo.

Y también tenía una maldita necesidad de ver a Sirius Black.

Los vio aparecer, cubiertos de ceniza y con capas de magos, al utilizar la red flu conectada a Las
tres escobas después de cenar con los Potter.

—Sirius.

Cuando lo miró, Remus sintió su corazón derretirse ante la sonrisa de Sirius. Sus ojos azules, la
manera en la que pasaba su lengua por sus labios cuando estaba nervioso, ese sonrojo en su rostro
cuando sus miradas se encontraron.
Avanzó hacia él y Sirius lo atrajo a un abrazo. Remus se aferró a él. A la sensación de su magia, al
aroma de la esencia de Sirius Black, al calor de su cuerpo al que ahora estaba tan familiarizado.

Suspiró — Hola.

—Hola — respondió Sirius con un tono masculino, sus brazos apretándolo a su cuerpo, su corazón
latiendo rápidamente, su nariz rozando su cuello, enviando escalofríos por su piel.

—Lo están haciendo de nuevo — se quejó Pettigrew — Están siendo muy gays, Prongs.

—Sí, lo puedo ver, Pete.

Regulus se aclaró la garganta.

Sirius se apartó de Remus. Una mirada a sus labios. Un latido doloroso cubierto de una urgencia
que no podían satisfacer.

Más tarde, se hizo una promesa. Más tarde buscaría la manera para escaparse con Sirius Black y
que ninguna otra cosa importase.

Tomó su mano y entrelazaron sus dedos.

Sirius miró sus manos unidas con una sonrisa engreída.

—¿Me extrañaste?

Remus bufo. No quería admitir lo mucho que diez días se convirtieron en una tortura al no estar a
su lado. Al no poder molestarlo, al no poder tocarlo, al no poder sentir su cercanía. Se le hacía
insoportable. La oscuridad podía haber centrado algo dentro de sí, pero la urgencia de encontrar a
Sirius, la energía que lo atraía hacía él, nada de eso había cambiado.

—Estaba tomando un descanso de ti — mintió.

Sirius sonrió — ¿Estás tan avergonzado por admitir que me extrañaste, Lupin? Me hace sentir
amado. En tu escasa y breve carta solo escribiste eso.

—Soy un hombre de pocas palabras — replicó Remus.

El chico le sonrió a su hermano.

—Hola, Reg. ¿Recibiste mi regalo de navidad?

Regulus suspiró — ¿Qué esperabas que hiciera con eso?

—Teñir el cabello de Malfoy, por supuesto — Sirius se veía indignado — ¿Acaso no lo hiciste?

—¿Contraseña? — pidió la dama gorda en la entrada de Gryffindor.

—Bowtruckle — respondió James Potter.

Remus y Regulus entraron a la sala común. Era la primera vez que Regulus estaba ahí. A Remus le
siguió sorprendiendo el contraste entre Gryffindor y Slytherin. Todo en Slytherin era lujoso,
elegante, demostraba riqueza y buen gusto. Pero Gryffindor era todo colores, sofás cómodos cerca
de la chimenea, calor, luz, y una sensación de estar en un hogar.

—Estoy seguro de que traer serpientes va contra las reglas.

—Con mi poder de prefecto digo que te calles, Wormie.

El chico frunció el ceño —Pero…

—Desde las mazmorras no se ven los fuegos artificiales — Sirius puso los ojos en blanco — Así
que, cállate, Wormtail.

Peter Pettigrew. Era un chico que solía quejarse mucho, Remus había descubierto que aparte de
cobarde, podía ser infantil, llorón y era notorio que pasaba sus asignaturas con la ayuda de Sirius y
James. A Remus no le agradaba del todo. Había algo que molestaba al lobo. Y sabía que ellos no le
agradaban a él. Era como si no tuviera confianza en el rol que cumplía dentro de su grupo y viera
la presencia de Remus y Regulus como una amenaza.

Regulus lo ignoró y se sentó al borde de la ventana para ver el atardecer.

Se saltaron la cena para sorprender a Lily cuando las chicas regresaran a la sala común.

De todas formas, era el mejor lugar para el espectáculo de fuegos artificiales de zonko´s que
preparaban los merodeadores.

—La torre de astronomía también es buen lugar — había susurrado juguetonamente Sirius en su
oído haciendo a Remus gruñir ante los recuerdos en ese lugar.

Se sentó frente a Reggie, en el mismo borde.

—¿Qué te dijo el sombrero seleccionador? — le preguntó mientras los merodeadores se movían


alrededor de la sala ordenando las cosas para el evento.

—¿A qué te refieres?

—¿Qué otra casa te sugirió? A mí me dijo que Ravenclaw sería una buena opción — comentó con
una sonrisa — Y a Pandora le sugirió Slytherin.

Remus miró los colores anaranjados reflejados en la nieve que cubría el castillo.

—Ravenclaw y Gryffindor. Pero dijo que solo Slytherin me impulsaría a la grandeza.

Regulus miró alrededor de la sala común —Moony, ¿te das cuenta? Pudiste haber terminado aquí.

—Hubiera terminado enloqueciendo a todos si compartía habitación con Sirius — sonrió con
maldad — Estoy seguro de que suena a una muy mala y sucia idea.

—Imbécil — se rio Regulus.

—Además, me gusta compartir habitación contigo. Eres adorable, joven amo Black.

Regulus se sintió satisfecho con esas palabras. Era un chico que necesitaba de la reafirmación de
las palabras. Siempre con el miedo de ser dejado, siempre con el miedo de no ser lo suficiente para
los demás. Remus a veces olvidaba cuán profunda era la herida emocional de Regulus.

Sirius se aceró a ellos, abrazando a Remus —Oigan, ¿qué hacen?


—Hablar sobre que Remus prefiere vivir conmigo que contigo.

Sirius bufo — ¿No confías en mis habilidades para seducirlo? Podría hacerlo cambiar de opinión.

—Puedes intentarlo, pero jamás me quitaras de su corazón — sonrió Reggie.

Sirius tomó el rostro de Remus entre sus manos y lo obligó a mirarlo.

—¿Es así? ¿De verdad no te intriga qué haría si viviéramos juntos, Remus? — susurró sobre sus
labios.

Remus bajó la mirada a los labios de Sirius.

Mierda, pensó. La idea sonaba tentadora si estaba tan cerca de él invadiendo su espacio.

Esa sonrisa engreída y una mirada desafiante.

Tragó con dificultad.

Se suponía que lo suyo solo era sexo y diversión. Pero mientras más se acercaba a Sirius, mientras
más se involucraba con él, más consciente era de que estaba condenado. Nada a su alrededor tenía
lógica y sentido y aun así estaba embriagado por esa sensación de desearlo. Era jodidamente difícil
trazar una línea en lo que sentía por Sirius Black.

Regulus se incorporó — Es Evans.

Remus también la sintió — Es ella.

Los merodeadores los miraron con curiosidad.

Pero la puerta de la entrada se abrió y tres chicas entraron riéndose y murmurando.

Lily se detuvo al ver a los cinco chicos frente a ella.

Tenía ojeras bajo los ojos, que intentaba cubrir con maquillaje, su cabello rojizo estaba más corto, a
la altura de su mentón y Remus percibió la manera nerviosa en la que jugaba con su anillo. El
regalo de sus padres.

—¿Qué mierda…? — su rostro paso de la sorpresa a la confusión — ¿Qué hacen aquí?

—Hola, Evans — sonrió James Potter.

—Lilyflower — llamó Remus avanzando hacia ella.

Su mirada se iluminó al sonreír y se abalanzó sobre Remus en un gran abrazo.

Remus la alzó —Hola a ti.

—Estás aquí — señaló la pelirroja — Eres un tonto, Remus Lupin.

—Yo creo que me quieres y que haría lo que fuera por ti, Evans.

—Te quiero — murmuró en su hombro — Maldito y hermoso idiota.

Era la primera chica que Remus había amado en su vida.

—Mereces disfrutar de estas fiestas tanto como cualquier otra persona — le repitió Remus en el
oído.

Lily se aferró a él — Es injusto…

—Lo es. Pero encontraremos una solución — prometió el chico — Así que, por favor, sé feliz hoy,
Evans.

Sirius tenía un tocadiscos que resonaba alrededor de la sala común.

—Padfoot, pon una de Abba — le pidió James juntando sus manos — ¿Por mí?

—No — respondió Sirius.

Pero fue derribado por la mayoría.

—Está gente no entiende de música — se quejó junto a Regulus y Remus.

—Es porque eres odioso. De niños hacías lo mismo. Teníamos que seguir tus malditas reglas.

Sirius estrechó su mirada hacia su hermano — Porque tú cambiabas las reglas a tu favor. Siempre
me manipulabas para que yo pensara que era mi idea y luego hacías trampa.

—Si no puedes probarlo entonces no es real — discutió Regulus con una sonrisa infantil.

—Eres un tramposo.

Remus suspiró. Los hermanos Black. Los adoraba. Pero eran dos niños competitivos.

Lily lo había dejado con ellos cuando subió a cambiarse junto a sus amigas.

—Están vestidos muy elegante — se quejó.

La chaqueta café de Remus había sido sospechosamente quemada en la mansión Malfoy, así que
había terminado cediendo y usando una de las capas que Narcissa y Regulus le dieron como regalo
de navidad. Seguía sin entender porque estaban tan obsesionados con verlo vestir como uno de
ellos.

—Te ves preciosa, Lilyflower.

—Eres un amor — lo besó Lily en la mejilla — Pero mientes.

Lily se cambió sus jeans y suéter por un bonito vestido de color esmeralda que resaltaba su cabello
rojizo. James tropezaba y se equivocaba en las cosas que hacía con los merodeadores por quedarse
embelesado mirándola.

—Potter, si vas a destruir la sala común deberías haberte quedado con tus padres.

El chico sonrió — Tenía una buena razón para regresar.

Lily lo miró con desconfianza —¿Cuál?

La manera en la que su mirada brillaba.


—Es la primera vez que pasaremos año nuevo juntos, Evans.

Lily no sabía que responder a eso.

—Hola, Lupin — lo saludó Mary MacDonald con una sonrisa divertida.

—Hola.

Una sonrisa fría.

Mary era hermosa. Su piel oscura resplandecía con un vestido de fuertes colores rosas y rojizos que
se apegaba a su figura, su cabello rizado enmarcando su rostro y luciendo coqueta, joven y
confiada.

—Tengo una duda para ti.

Sirius se tensó a su lado, pero Regulus sonreía intrigado.

—Comprendemos por qué a Sirius le gustas.

—Sí, es completamente comprensible — añadió Marlene al llegar a su lado, ella seguía usando sus
jeans acampanados y una blusa — Soy lesbiana, pero vamos, Remus es atractivo.

—Es maravilloso — admitió Lily sonriendo.

—Y es muy inteligente — añadió Regulus con diversión.

Sirius miró a su mejor amigo.

—Me siento insultado, Prongs.

James extendió sus brazos — Ven, Pads, yo te quiero tal y como eres.

Sirius dejó que Potter lo abrazara y fingió llorar en su rostro mientras Peter decía que lo estaban
dejando hacer todo el trabajo acomodando las cajas con los fuegos.

Las chicas lo ignoraron.

—Entonces… eres atractivo, maravilloso y muy inteligente. ¿Por qué te gusta Sirius?

—¡Oye! — se quejó Sirius — Soy tu exnovio, ¿no deberías ser más amable conmigo?

—Me fuiste infiel, Black.

El chico asintió comprendiéndolo.

—Reg. ¿Te has escabullido a las cocinas? Vamos a ir por unas cosas.

La mirada de Regulus brillo. Miró a Remus un momento.

—Estoy bien. No necesitas cuidarme, Reggie.

Regulus asintió — Está bien, veo que estás muy cómodo entre las jóvenes y atractivas señoritas.
Nos vemos, chicas.

—Adiós, mini Black.


Mary tomó el sitió que antes ocupaba Reggie — No entendemos. ¿Por qué Sirius?

—Es un idiota — concordaron las tres.

Remus se rio — Tú saliste con él, MacDonald.

—Sí, por eso sé de qué estoy hablando cuando no entiendo por qué elegirías a Sirius.

—¡Ya lo sé! Tienes una debilidad fatal por los Black — exclamó Lily — Eso explica porque estás
tan atraído a esa familia.

—Sí, pero no explica por qué Sirius y no, no lo sé, ¿Narcissa Malfoy? ¿Regulus Black?

— ¿Orión Black? — bromeó Remus.

Marlene negó con la cabeza — No. Tendría más sentido que te guste Narcissa. Ella es bellísima,
talentosa y muy poderosa.

—Marlene tenía un crush con Narcissa.

—Está bien, volvamos al tema, Sirius es lindo y puede llegar a ser algo tierno. Pero salir con Sirius
es como salir con los merodeadores — comentó Mary — Vienen en pack.

Marlene se rio — ¿Recuerdas esa vez que los llevo a su cita?

Mary sonrió — Son así de unidos. Supongo que estábamos destinados al fracaso.

—No estoy saliendo con Sirius — sonrió Remus — Lo nuestro es… ¿Debería decirlo frente a su
exnovia?

—Vamos, yo no te guardo ningún rencor. Lo mío con Sirius iba fatal desde hace tiempo, pero nos
tenemos cariño. Adelante, dilo.

—Lo nuestro es solo una relación sexual y sin sentimientos.

Las chicas se rieron.

—¿Realmente piensas eso? — le preguntó Lily acariciando su cabello — Miras a Sirius como si
fuera el ser más hermoso que has visto cada vez que entra en la habitación.

Remus sintió su rostro arder. No eran discretos. No le importaba serlo. Le atraía Sirius Black como
nadie en el mundo lo había hecho antes. Era una necesidad que afectaba cada uno de sus sentidos y
lo impulsaba a seguirlo con la mirada. La naturaleza salvaje del lobo solo quería hacer que cada
persona en el mundo reconociera que Sirius Black era suyo.
Gryffindor Parte 2

31 de diciembre, 1976

Sirius, James y Regulus volvieron a la sala común cargando alcohol y comida.

Lily suspiró — Potter, sigues arruinado mi imagen como prefecta con esto.

—Te traje whiskey de fuego — le ofreció James con una sonrisa.

—Supongo que, si es una noche, entonces…

Remus y los demás rieron.

Su mirada se cruzó con la de Sirius, que le guiño un ojo.

Y no pudo evitar pensar que realmente le agradaba esto.

Para cuando comenzó el conteo de medianoche, todos tenían un vaso con alcohol en sus manos,
cantaban una canción de Queen que Sirius había logrado colar entre los discos de Abba que James
protegía firmemente. Peter Pettigrew había vuelto a la sala común junto a Dorcas Meadowes, su
novia. Y Marlene y Mary la saludaron con gran cariño, lo que hizo que Remus recordase algo.

—No pienso salir con Pettigrew y Potter, Sirius Black — le advirtió Remus.

—¿Cómo puedes rechazarlos? ¡Son adorables! ¡Mira a este pequeño borracho y a ese maldito
suertudo!

Peter tenía el rostro enrojecido por el alcohol y Dorcas se reía de algo que le estaba diciendo. Y
James por fin había conseguido bailar con Lily quien le sonreía con una mirada llena de cariño y
afecto. Regulus discutía junto a Marlene sobre quidditch y Mary estaba mezclando el ponche
especial merodeador con otra botella de vodka.

—No.

Sirius suspiró — Tienes suerte de que seas tan convincente.

—¡Es hora! — gritó Mary.

Habían extendido un balcón con magia para ver mucho mejor.

La luna brillaba en el cielo, incompleta aún.

Los merodeadores hechizaron los fuegos para que fueran uno tras uno.

—¡3… 2… 1! — gritaron todos.

Y el fuego se encendió con colores y el rugido de un gran león brillando en el cielo.

Gritaron con asombro.

Su mano entrelazada a la de Sirius.


La mirada asombrada de Lily al ver los fuegos mágicos.

James Potter contemplando a Lily con anhelo.

Regulus sonriendo al ver el cielo.

Peter besando a Dorcas Meadowes.

Mary y Marlene cantando junto a la voz de Freddie Mercury.

—Feliz año — susurró Reggie a Remus.

Su mejor amigo. La primera persona que le enseñó a aceptar al lobo. El chico que no había dudado
en estar a su lado, sin importar todas las cosas que sus padres le inculcaron contra alguien como él.
Era el chico que había pedido compartir su habitación y que desde entonces se convirtió en la
razón por la cual Remus daría su vida.

—Feliz año — le respondió.

Regulus sonrió.

—Hey, Lupin — lo llamó otro Black.

Sirius sonrió traviesamente y besó a Remus. Un beso lento, suave y dulce. Remus sintió que podría
morir si Sirius Black lo besaba tan gentilmente, cuando lo que él quería era el fuego, era la
necesidad y la pasión. Porque no era suficiente. Necesitaba mucho más.

Sus amigos se quejaron.

—¿Deberíamos besarnos para romper la tensión? — bromeó James con Lily.

—Suena a una buena idea — respondió la bruja.

Los ojos de James se abrieron con asombro.

Lily besó la mejilla de Regulus. Y para la sorpresa de Remus, el chico se sonrojo.

—Feliz año, Regulus Black.

—Feliz año nuevo, Evans — sonrió Reggie confundido.

La rivalidad que sentía ante Lily había disminuido bastante en el último año, en que por fin acepto
que Lily no se llevaría a Remus lejos de su vida. Remus sabía que Regulus se sentía algo incómodo
con el estatus de sangre de Lily. Su crianza, su educación y las amenazas de sus padres seguían
resonando en su mente. Pero también había pasado el verano tonteando con chicas muggles.
Remus supuso que eso había influido realmente en él.

James suspiró al verlos — La historia de mi vida. Evans dejándome por un Slytherin.

Mary y Marlene se compadecieron de él y ambas besaron la mejilla de James.

—Feliz año, Potter.

El chico se rio.

Una parte de Remus pensaba que esta sería su vida si hubiera terminado en Gryffindor. Tendría a
estos chicos como compañeros de cuarto, tendría a Sirius Black a su lado cada mañana al despertar,
habría estudiado con las chicas y se habría burlado de sus amigos cada día. Casi lo anheló. Pero
Reggie. Amaba a Reggie. Adoraba a ese chico con todo su corazón. No cambiaría eso. Incluso por
todo esto.

—Mira, Reg. Ese es para ti — dijo Sirius apuntando al cielo.

Una serpiente brillaba en el cielo.

—Eres un tonto — se rio Reggie algo ebrio y relajado.

La mirada de Sirius brilló con cariño — Te quiero, Regulus. Feliz año.

Regulus le devolvió la mirada — Feliz año, Sirius.

—Mira a James y Lily — le susurró Mary al oído a Remus.

James y Lily se miraron.

El rostro de James Potter sonrojándose.

—¿Tienes frío? — le preguntó.

Lily lo miró. Y asintió.

James la cubrió con su capa.

—¿Si sabe que podemos hacer hechizos de calefacción?

—Shh, no rompas su magia — le advirtió la bruja.

Lily le sonrió tímidamente y lo besó en la frente colocándose de puntillas y apoyándose en los


hombros del chico.

—Feliz año nuevo, James.

El rostro de James Potter se sonrojo aún más.

—¿Qué sucede? – les preguntó Marlene, pero Remus y Mary le hicieron un gesto para guardar
silencio y miraron con atención a donde James miraba a Lily con una expresión que mostraba
asombro, cariño y temor.

—Creo que me he vuelto a enamorar de ti, Lily Evans.

La chica frunció el ceño – Por Merlín, Potter, te juro que si es una de tus bromas…

—Nunca ha sido una broma. Jamás. Ni una sola vez –sacudió la cabeza – Está bien, Evans. Creo
que simplemente… siempre estaré enamorado de ti. Puedo vivir con eso –sonrió – Eres
maravillosa.

—¿Por qué? ¿Por qué siquiera lo pensarías? No te entiendo, Potter. Eres el gran Potter. El chico
dorado de Gryffindor.

Se quedó en silencio.

Remus vio el momento en que Lily se sentía decepcionada, era como ver su corazón rompiéndose
por la ausencia de una respuesta.

Se giró para irse.

Pero James tiro de su mano haciéndola voltear y enfrentar su mirada.

—¿Quieres que te dé una respuesta? ¿Así? No, Evans. No hay una respuesta como en un examen.

—Mientes — lo acuso.

—No es así. estoy enamorado de ti desde que éramos niños. Perdí la cuenta de las reuniones
merodeadoras de las Misiones Evans para confesarte mi amor. Te he amado por tanto tiempo que
no se vivir de otra manera que no sea queriendo y anhelando a esa chica pelirroja, feroz y obstinada
que eres.

Lily se sonrojó.

—Te podría dar cada una de las razones por las que me gustas por el resto de nuestras vidas. ¿Si
hago eso me creerás? ¿Me darás una respuesta sincera? Porque solo podré vivir genuinamente feliz
cuando te des cuenta de que lo que siento es verdad y me respondas con sinceridad.

—Ella está en problemas — suspiró Mary.

Sí, pensó Remus mientras veía a Lily aferrar sus manos en el punto en que estaba su corazón, que
seguramente latía enloquecido por las palabras de James Potter.

Remus y Sirius se escabulleron a la habitación de los chicos.

James y Lily seguían nerviosos entre ellos, pero se estaban divirtiendo junto a los demás al
explicarle un juego de beber que tenían en Gryffindor a Regulus usando un ajedrez y el chico
esforzándose por aprender rápidamente las reglas.

Sirius tomó la mano de Remus y lo arrastró por las escaleras que daban a las habitaciones.

Su espalda siendo golpeada contra la pared, los labios de Sirius sobre los suyos haciendo un caos
de sus pensamientos, y la urgencia creciendo junto al calor ante la necesidad de ser correspondido
por Sirius Black.

—Te extrañe — jadeó Sirius.

Remus sonrió de forma engreída cuando Sirius bajó a su cuello —Estoy notándolo.

Sirius se rio.

Llegaron al último cuarto entre tropiezos y besos torpes y apasionados.

—Bienvenido a la guarida de los merodeadores — anunció Sirius y Remus se apartó de él para


observarlo mientras Sirius se dirigía a su cama.

Remus vio las tres camas distribuidas en la habitación. Una cubierta de notas y papeles. Otra en la
que junto a la mesa de noche había una snitch dorada. Y la última era una cama bien ordenada, que
estaba junto a la ventana y una repisa cubierta de libros.
Le sorprendió que Sirius fuera alguien prolijo y ordenado.

—¿Por qué te ves sorprendido?

—Está limpio.

Sirius parecía ofendido — Oye, me gusta mi orden.

Remus pasó la mano sobre los lomos de los libros. Había muchas novelas muggles. Le recordó a
las colecciones de Regulus. Remus había leído muchos de los libros que Regulus conseguía al ver
que le interesaban a Sirius. Y se dio cuenta que era algo que siempre le había gustado de Sirius
Black. Un mago sangrepura que le encantaban las novelas muggles.

—Hay libros — comentó.

Sirius enarcó una ceja —Sé leer.

— Hay muchos libros muggles.

—Me gustan — Sirius se acercó a donde Remus estaba y sus dedos se rozaron al agarrar uno de los
libros que el chico ojeaba — Hay una magia distinta en ellos. Mi familia sigue insistiendo en que
los muggles son inferiores, pero… — vio a Sirius sonreír con emoción al abrir la novela— Han
hecho cosas increíbles. Libros, música, ¿sabías lo de las películas? Prongs, Wormie y yo nos
obsesionamos en el verano.

Lo mencionó en algunas de sus cartas, Remus había sonreído al leer la emoción de un sangrepura
ante los inventos muggles y luego se llevó a Regulus consigo para ver una película. Regulus
insistía en que era magia de proyección.

—Demian — mencionó recordando el cumpleaños de Reggie — ¿Por qué es tu favorito?

—Porque Demian es un mago.

—Estoy bastante seguro de que no lo es.

—Es un mago. Emil y él se enamoraron, pero en ese tiempo era ilegal estar con un muggle, así que
tuvo que fingir su muerte y dejarlo.

A Remus le gustaba más esa historia.

—Hay muchos discos — sonrió.

—Me gusta la música.

—¿Libretas de planes? — observó Remus.

Sirius se sentó en la cama y lo miró con una sonrisa.

—Eres realmente curioso, Lupin.

Remus bufó.

La capa de Sirius sobre el baúl, las manos del chico desabotonando su camisa y mirando a Remus
con una mirada traviesa — ¿Vas a venir aquí?

El chico se acercó y se inclinó sobre él, besándolo lentamente, casi una tortura mientras se ahogaba
en el sabor de los labios de Sirius y Sirius lo atraía sobre él, sus manos tirando de la nuca de Remus
para tener más de él, para acercarlo y por fin tenerlo cayendo en la cama.

—Mi amante — susurró con voz ronca sobre sus labios.

El chico sonrió complacido, su pulgar trazando los labios de Remus — Feliz año, amante.

Remus se perdió en un camino de besos sobre el cuello de Sirius Black.

—Por Merlín, eres maravilloso — suspiró.

Sirius parecía derretirse bajo el toque de Remus.

Remus sentía que cada parte de su cuerpo que caía bajo la mirada de Sirius se encendía en un
incendio incontrolable que solo encontraba alivio cuando Sirius Black lo tocaba.

La música fuera de la habitación seguía resonando. Sospechaba que los merodeadores no tenían
intención de interrumpir a Sirius.

Llevaban horas complaciéndose uno al otro, acelerando el latido de su corazón, sintiendo una
urgencia irrefrenable de pertenecer a Sirius tanto como él era suyo.

Remus se recostó a su lado. Respirando lentamente. Sintiendo su cuerpo relajado y satisfecho, y la


cercanía de Sirius inundando todavía sus sentidos, sus pensamientos y su corazón.

Vio que había estrellas y constelaciones mágicas en el techo de la habitación, que brillaban con
fuerza en la oscuridad.

—Cuéntame algo.

—Ya lo has visto todo — murmuró Sirius con un tono soñoliento — Entras a mi mente mucho más
seguido de lo que tenemos sexo, ¿recuerdas?

Volteó a mirarlo.

—Quiero que me lo digas tú, Black.

Sirius le devolvió la mirada.

Su rostro sonrojado por el calor de sus cuerpos, su cabello extendiéndose por la almohada, un
suspiro profundo antes de que le volviera a sonreír. Esa desgraciada sonrisa arrogante.

—¿Ves? Estás obsesionado conmigo.

Remus bufo — Sigue diciéndote eso, Black.

Pero los ojos de Sirius brillaban.

—¿Sabías que Reg y yo planeamos fugarnos cuando éramos niños?

Sirius comenzó a hablar. Su voz era ronca. El sonido era mágico. Remus deseaba seguir
desvaneciéndose en el sonido ronco y masculino de su voz y en la sensación de los dedos de Sirius
trazando sus cicatrices mientras hablaba.

—Pensé que podría huir con Regulus cuando fuéramos mayores y vivir en un departamento en
Londres resolviendo crímenes. En ese entonces estaba obsesionado con Sherlock Holmes y quería
ser un investigador muggle.

Remus sonrió — ¿Eso me convierte en tu Watson?

—Cállate. Te estoy contando algo importante.

En alguna parte de su mente, deseo que esa noche fuera eterna.

El director lo llamó a su oficina a la mañana siguiente. Lo intrigaba la razón por la cual Remus
había regresado a Hogwarts antes de tiempo.

—La ceremonia fue exitosa — le confesó aliviando las preocupaciones del anciano mago.

—Me alegra escucharlo.

Remus estaba a punto de salir de la oficina cuando Dumbledore agregó algo más.

—Veo que realmente le agrada el mayor de los Black.

Se detuvo, sintiéndose atacado de alguna forma.

—¿No es lo que deseaba, señor?

Dumbledore lo observó. Analizando su mente. Pero Remus ya estaba listo para cerrar sus recuerdos
y sus pensamientos. No le entregaría a nadie aquellos momentos que había pasado con Sirius, aun
resonando en su mente los recuerdos de esa noche en su cama, los recuerdos de la sensación de
estar absolutamente condenado ante Sirius Black y los recuerdos de sus palabras contándole el plan
de un niño que soñaba fuera de las pesadillas de su familia. Había sentido en su pecho una emoción
indescriptible cuando despertó a su lado, y casi fue doloroso apartarse de él. Cada uno de esos
momentos eran suyos.

Lo desvío a los fuegos artificiales, a las copas de alcohol, a Peter Pettigrew refunfuñando porque
dos serpientes habían entrado en la sala común.

—Puede marcharse — indicó con una sonrisa afable.

Y Remus descubrió que se equivocó.

Proteger lo que tenía con Sirius, ante Dumbledore, había sido la respuesta que de verdad buscaba.
Quería descubrir hasta qué punto Sirius Black era importante para él. Y Remus cayó en esa trampa.
Por supuesto que se equivocó, el lobo era malditamente posesivo.

Sus dedos temblaron por el impulso de tomar su varita, una maldición en la punta de su lengua.
Pero Dumbledore se veía satisfecho. Todo de acorde a su plan. Y los instintos de la bestia le
gritaron que la magia estaba lista para atacarlo de vuelta si Remus hacía algo contra él. Deseaba
tanto lastimarlo que salir de la oficina fue un tormento, sintiéndose arder en la rabia.

Lily lo esperaba fuera de la oficina.


La noche para olvidarse del mundo había terminado.

Ahora buscaba respuestas.

—Tenemos que hablar.

Estaban frente al lago congelado.

—Están dejando que la gente muera, Remus. No puedo soportarlo.

Le entregó uno de los periódicos del profeta. Ataque a siete casas muggles. Las pruebas de los
nuevos mortífagos habían comenzado.

Lily tomó su mano y lo obligó a enfrentar su mirada, esa mirada que ardía por las injusticias, esa
mirada dolida, enfadada y harta de soportarlo todo.

—No puedo aceptar que Dumbledore nos desprecie y crea que la vida de las personas ni siquiera
valen el esfuerzo de ser salvadas.

Remus se estremeció. Cada palabra de Lily desprendía le hacía recordar a la niña que conoció en
una clase de pociones y que le preguntó obstinadamente si la odiaba por su sangre. Porque Lily
tenía la postura de una chica que estaba dispuesta a pelear en lugar de simplemente aceptar las
cosas. Era una nacida de muggles. Durante todos estos años muchas personas la habían atacado y
despreciado por su sangre, por su existencia, y Lily los había obligado a reconocer su poder, su
inteligencia y sus logros. Se convirtió en una estudiante destacada, en una prefecta, maldijo de
vuelta a cada persona que la había insultado, peleando con la ferocidad de una Gryffindor.

Y ahora deseaba pelear por personas que eran como ella, que eran como sus padres, que eran como
la hermana que la despreciaba, pero que ella seguiría esperando, porque Lily no era rencorosa, pero
no aceptaba las injusticias del mundo.

Remus la amaba profundamente.

Lo pensó. Correrían muchos riesgos.

Pero al ver la mirada de Lily, sabía que haría lo que fuera por ella.

—¿Quieres infiltrarte en el ministerio?

Lily lo miró con sorpresa — ¿Qué quieres decir?

—Iré si quieres hacerlo. Podríamos destruir los registros que tienen la información sobre todos los
magos. Sobre los nacidos de muggles, sus direcciones, sus identidades, donde estudian, donde
residen, quienes son su familia.

Toda esa información estaba en el ministerio. Lo comprobó al escribirle a Edmund Blythe.

—¿Es siquiera posible? — preguntó Lily con el ceño fruncido — Es el ministerio, deben tener
seguridad y cómo encontraríamos los registros… Oh, por Merlín. Tienes un plan.

Remus sonrió con maldad.

Estaba harto de Dumbledore. De sus manipulaciones. De su puta confianza de que las cosas fueran
tal y cómo él quería. El anciano había cruzado una línea en la paciencia de Remus. Estaba
aceptando que Lily y su familia estuvieran en peligro al permitir que los registros existieran. Al no
hacer ninguna cosa al respecto. Y, además, se estaba metiendo en lo suyo con Sirius. El monstruo
estaba muy molesto. Sirius Black era suyo y eso no tenía nada que ver con sus malditos planes.

Lily lo pensó —Es ilegal entrar así en el ministerio. Nos mandaran a Azkaban.

Remus sonrió — Yo soy ilegal. Y no solo en el mundo mágico. Estoy calificado como una criatura
peligrosa. Y soy homosexual.

—No es una broma — lo regañó ella.

—Si quieres hacerlo, te prometo que no permitiré que corras ningún riesgo.

La chica contempló el periódico. La marca tenebrosa apareciendo y desvaneciéndose de la


fotografía en la portada.

—Dumbledore está dispuesto a sacrificarlos.

Remus la miró — Es verdad.

Una expresión furiosa.

—Vamos a infiltrarnos en el ministerio.


Lobos Parte 1

07 de enero, 1977

La luna llena de enero fue distinta a cualquier otra que Remus haya vivido.

Su mente estaba a salvo por la poción de Pandora.

Pero era mucho más que eso.

La magia que sentía en él era una sensación abrumadora, amplificada y poderosa.

Sentía a la oscuridad protegiéndolo.

Porque ahora le pertenecía. Porque ahora era suyo.

Y se sentía tan, tan bien.

La bestia estaba encantada con esa idea.

Quizás por eso se llamaban criaturas oscuras, pensó Remus cuando ni siquiera la dolorosa
transformación pudo reducir esa sensación eufórica que lo hacía aullar a la luna. Ahora era un
mago declarado y una criatura oscura, y nunca se había sentido tan maravilloso.

El zorro plateado estaba a su lado. Siempre a su lado.

El lobo lo adoraba.

Aullidos. Escuchó los aullidos.

Lo llamaban. Lo invitaban a unirse a la cacería.

Pero era distinto. No era una cacería normal. No eran gritos furiosos y llenos de agresividad
queriendo caos, queriendo sangre. No. Era una cacería de iniciación.

Nuevos, pensó Remus, hay nuevos miembros en la manada. Y quieren que yo me una. Quieren que
este con ellos.

Te daré una oportunidad. Con uno de los superiores. Escucharas el llamado tras tu declaración.

El maldito lobo de Knockturn se lo prometió. Y cumplió con su palabra.

El zorro lo miró con curiosidad.

El lobo aulló a la luna. Un aullido que gritaba lo mucho que quería juntarse con la manada.

Y la oscuridad lo escuchó.

La llamada tras su declaración.

El lobo se complació con la sensación de la magia rompiéndose a su alrededor, con el bosque que
conocía tan bien transformándose y sucumbiendo a la oscuridad.
Remus no le temía a la oscuridad. ¿Pero el lobo? El lobo la amaba con locura.

Corrió hacia la oscuridad que deformaba el bosque.

El zorro siguiéndolo, corriendo tras él. Jamás lo abandonaría.

Al cruzar la oscuridad el olor del bosque y la magia que resonaba en la tierra eran distintos a
cualquier lugar que Remus hubiera estado antes. No lo reconocía. Y tampoco percibía el rastro del
bosque prohibido donde solían ir junto al zorro. No. Esto era muy, muy lejos de los terrenos de
Hogwarts, pensó Remus sorprendido mientras que el lobo se sentía eufórico con la magia a su
alrededor, con los bosques, con… con los lobos.

Lobos.

La atracción que sentía hacia la manada que lo esperaba en ese lugar lo paralizo unos segundos.
Era aplastante. Era abrumador. Era demasiado abrumador. Cada lobo de la manada era una
influencia más a sus sentidos para quedarse. Para unirse a ellos, para correr junto a ellos y nunca
más… nunca más dejarlos porque… porque…

No, dijo la voz de la conciencia de Remus.

Hay alguien que me pertenece.

No puedo quedarme.

No puedo dejarlo ir, le gruñó a los instintos de la bestia.

Mío, se aferró furiosamente a ese pensamiento.

Su cuerpo queriendo responder a los lobos, sus instintos queriendo con desesperación ser parte de
ellos, de la manada.

No puedo, pensó con un dolor en su pecho. Mío. Sirius Black es mío. No puedo quedarme aquí.

Amante, resonó un recuerdo de un chico de sonrisa engreída y mirada lujuriosa. Suena sucio y
pasional. Dilo, Lupin.

Mi amante. El hermoso chico de ojos azules. El imbécil que leía novelas muggles. Que cantaba
Starman sin ser consciente de que lo hacía para llenar el silencio porque lo aterraban sus
pensamientos cuando no había ruido, cuando no había planes de una broma, cuando no estaba
junto a sus amigos, su hermano o Remus. Porque era demasiado fácil volver a recordar la noche de
navidad en esa vieja y lujosa biblioteca en una mansión espeluznante. Era el chico que sonreía
tontamente a pesar de haber pasado un infierno y que lo molestaría a penas lo viera porque estaba
demasiado convencido de que Remus estaba loco por él.

Remus se centró al aferrarse a todo lo que Sirius Black significaba para él. Y la oscuridad cedió a
ese deseo posesivo e insistente. Aclarando su mente. Permitiendo que la influencia de la manada se
volviera más y más soportable.

Temió lo que hubiera ocurrido sin la poción. En cuán fácil era para el lobo perderse en la magia,
del bosque, de la tierra, de la luna y de los lobos.

Los lobos gruñeron amenazadoramente al zorro.

El zorro los miró con indiferencia, a cada uno de ellos.


Pero Remus lo sabía.

El zorro estaba asustado. La tensión en su cuerpo lo delataba.

Se preguntó qué sería capaz de hacer Regulus Black en esta situación.

Uno de los lobos se acercó al zorro.

El zorro tenía una mirada fría y calculadora.

Y Remus le gruñó al lobo. El monstruo furioso porque una criatura se atrevía a amenazar al zorro.
A acercarse a él. A concebir el más mínimo pensamiento de tocarlo.

Era su amigo. Era quien lo acompañaba. Era quien lo cuidaba cuando cazaban. Lo era todo.

Jamás permitiría que alguien lo amenazara.

Estaba dispuesto a asesinar a quien se atreviera a hacerlo.

La oscuridad ondeando a su alrededor como una electricidad, preparada para atacar junto a él, para
cuidarlo y amplificar su magia.

Un lobo mayor los detuvo con un aullido.

Un lobo lleno de cicatrices, demasiado grande.

Remus reconoció su aroma.

El tipo de Knockturn.

El otro lobo, el que se atrevió a acercarse al zorro, agacho su cabeza. Sumiso y obediente.

Los demás se mantenían pendiente de ellos. Del zorro y del nuevo.

Pero apareció otro lobo. Era grande. Se veía fuerte. Tenía una mirada oscura.

Es su líder, pensó Remus. Es la líder.

Ignoró al zorro y se acercó a Remus. Olfateando, reconociéndolo, marcando su aroma en él.

La bestia dentro de Remus se sintió bien. Siendo aceptado. Su corazón latía con furia y emoción.
Doliendo. Pero queriendo esto. Queriendo desesperadamente ser aceptado por la manada.

La loba aulló. Y Remus aulló con ella. Uniéndose a las voces de la manada.

La transformación fue dolorosa. Pero Remus abrió los ojos con una sonrisa tirando de sus labios.
Su respiración acelerada. La magia de la luna aun rodeándolo, aun cuidando de él, disminuyendo
lentamente todo el dolor de su cuerpo.

El zorro se acercó a él.

Y una mano se extendió sobre Remus para ayudarlo a incorporarse.


—Tenemos problemas — susurró Regulus con urgencia.

Remus suspiró. La felicidad del lobo aun lo abrumaba. Esa felicidad por estar junto a la manada,
por correr junto a ellos, por conocer al líder.

—Déjame adivinar. ¿Vamos tarde para desayunar?

La expresión de Regulus era cuidadosa. El chico estaba controlando cada uno de sus movimientos
para no provocar a los monstruos que lo rodeaban.

—Moony — insistió con urgencia.

Remus aceptó su mano y se levantó.

Los lobos los observaban con atención. El lobo de Knockturn sonriendo a Remus. Estaban atentos
a ellos. A cada uno de sus gestos. Podían atacar a dos jóvenes en cualquier momento. Pero no lo
hacían, porque Remus fue aceptado por el líder. Porque Remus tenía a la oscuridad de su parte.

Percibió que los asustaba. Su poder. Su magia.

Y comenzó a creer que la oscuridad no los protegía como a él.

Quizás tenía sus favoritos, pensó.

La líder se le acercó. Era una joven. Cabello corto. Ojos oscuros. Una cicatriz en su rostro, similar
a la que Remus se provocó años atrás. Caminaba de una forma diferente. Casi como si tuviera
dominio de cada parte de su cuerpo. Y a Remus le agradó esa confianza.

—El perro de Dumbledore — pronunció con lentitud. Probando las palabras. Buscando causar una
impresión en Remus al mencionarlo.

El chico sonrió — Ese soy yo.

—Te tomó mucho tiempo encontrarnos, Lupin.

Quería que supiera que ellos lo conocían. Que sabían quién era. Que escucharon los rumores. Pero
lo aceptaron esa noche. ¿Sería por el lobo de Knockturn? ¿O realmente querían descubrir algo
sobre él? Remus fue transformado por el mismo Greyback, quien dominaba todas las manadas.
Quizás no podían ignorar eso.

Mi niño dorado, susurraba la pesadilla en sus recuerdos. En los recuerdos del niño de cinco años
que fue mordido por un monstruo cuyas garras aún estaban cubiertas por la sangre de su madre.

—Mi correa era corta — respondió Remus — Pero la oscuridad me ayudo.

La loba asintió y se movió alrededor de él, estudiándolo.

—Se necesita de mucha voluntad para usar a la oscuridad… ¿tanto era tu deseo de responder?

—Cada luna llena me dolía no poder responder a la manada — confesó Remus, sintiendo que aquí,
bajo la influencia de la magia de los lobos, cada palabra era cierta.

Regulus se estremeció. Pero se mantuvo firmemente a su lado.

La loba lo miró —Trajiste a uno de ellos.


Los lobos a su alrededor gruñeron con desconfianza.

Regulus tenía una expresión indiferente, tratando de ocultar su miedo. Era la expresión que
utilizaba cuando sus padres lo castigaban. La expresión de alguien que ha sido torturado una y otra
vez, y que debe convencerse a sí mismo que nada le puede provocar más daño que el que ha
vivido. Reconocía demasiado bien esa expresión. Porque estaba grabada en los recuerdos de Sirius.
Una expresión que su hermano había aprendido de él. Porque Sirius siempre fue el desafiante, el
que fingía no tener miedo cuando en realidad estaba aterrorizado de lo que sus padres podían hacer.
Regulus nunca supo cuál era el límite hasta esa navidad. Pero los castigos, las torturas y la
violencia eran algo con lo cual creció gracias a sus padres.

—Es el actual heredero Black.

La loba enfrentó su mirada.

—Los rumores dicen que no es de fiar — susurró con desprecio.

Regulus levantó la barbilla. Altivo. Imprudente.

—Estoy aquí para proponerles un trato.

La loba sonrió impasiva — Un trato.

Los lobos se rieron.

—¿Qué puede proponernos un traidor junto al perro de Dumbledore?

Regulus sonrió con frialdad.

—Soy el único que podrá igualarse al señor oscuro. Mi familia es casi de la realeza. Y yo puedo
proponerles algo que su señor tenebroso no va a darles.

La loba enarcó una ceja, curiosa mientras los lobos guardaban silencio —¿Y eso que sería?

—Derechos.

Miró con brusquedad a Remus —¿Qué buscas, Lupin? ¿Qué planea el perro de Dumbledore?

Remus le devolvió la mirada. Necesitaba que le creyeran. Necesitaba convencerlos. Necesitaba que
cada una de esas criaturas realmente creyeran sus palabras.

—Quiero destruir esta sociedad dominada por los magos.

—¿No es eso lo que ya está haciendo nuestro señor oscuro? — sonrió la loba con crueldad.

Remus se arrodilló ante ella. Sorprendiéndola.

—He querido esto toda mi vida. Hacer todo lo posible para que cada hombre lobo pueda vivir
libremente — declaró con firmeza y una mirada ardiente — Y eso no lo hará él.

—El señor oscuro nos ha prometido lo mismo — replicó uno de los lobos.

Remus asintió y sonrió con desgana — Sí, hizo muchas promesas estoy seguro… Pero no
lograremos nada con esas promesas vacías. ¿Vamos a destruir a los enemigos del señor oscuro y
luego qué?
—Nosotros seremos libres.

—¿Realmente lo creen? — replicó el chico — No me prestaré para esa farsa de creer que no nos
verá como una amenaza. Que no nos ve como seres inferiores. ¿Acaso le importamos al señor
oscuro más allá de ser armas que desechar?

Los lobos gruñeron con amenaza.

El corazón de Regulus latía acelerado.

—¿Por qué crees que son palabras vacías? — preguntó la loba con una mirada curiosa.

—Porque he visto los registros del ministerio — confesó el chico con rabia en cada una de sus
palabras — Los registros que decían que los lobos se suicidaron cuando fueron asesinados por
gente del ministerio. Y el señor oscuro no hizo nada al respecto.

La loba cerró los ojos con dolor. Cada una de esas muertes era algo que afectaba a los lobos.
Remus se convenció durante un tiempo que no tenía nada que ver con él. Que era inútil enojarse
cuando la sociedad estaba tan podrida y condenada. Pero estaba harto. De reprimir su furia y su
rencor ante esa sociedad que los asesinaba tan fácilmente y nadie hacia algo al respecto. Donde a
nadie le importaban.

—Necesitamos derechos. Leyes que nos protejan y que acrediten esos derechos.

—¿Y cómo piensas lograrlo? ¿Vas a firmar una carta para acreditar tus palabras? ¿O también harás
promesas vacías? — replicó la loca con crueldad.

Los lobos se rieron.

Remus no se inmutó — Tengo a Dumbledore de mi parte. Al heredero de la familia más prestigiosa


de todo el mundo mágico de Reino Unido. Y mi promesa de sangre. ¿Qué respaldo tienen los tuyos
de que Voldemort cumplirá su palabra? Es un supremacista de sangre, ¿de verdad crees que nos
considera iguales? Solo está usando herramientas para sembrar el caos.

Los lobos se callaron.

—Una promesa de sangre ahora mismo. Moriré si no cumplo con mi palabra.

Era mucho más que eso. La promesa de sangre era una maldición para él y para todo aquel a quien
amara. Era tan poderosa que estaba prohibida y olvidada en los libros de la magia oscura.

La loba frunció el ceño —¿Quieres que traicionemos al señor oscuro?

—No. Quiero que cuando llegué el momento… sean leales al próximo señor oscuro.

Regulus se arrodilló junto a Remus.

—Haré la promesa de sangre. Si ustedes están dispuestos a apoyarme.

La loba miró a los lobos y luego estudió a los dos chicos arrodillados frente a ella.

La mirada sincera y desesperada de Remus.

El hecho de que un sangrepura, criado como un príncipe, se arrodillara ante ella, una criatura
oscura, era un símbolo de su compromiso para cumplir su palabra. Remus dudaba que un
sangrepura se hubiera arrodillado alguna vez ante una criatura oscura voluntariamente.
—Una promesa de sangre… — la loba sonrió — Son atrevidos.

Pero quisieron creer en ellos.


Lobos Parte 2

07 de enero, 1977

Cuando se alejaron lo suficiente internándose en el bosque, Regulus se desplomó, apoyándose en


Remus —Por Merlín… creí que nos matarían.

—Jamás lo permitiría — respondió Remus.

Las manos de Reggie temblaban. La sangre estaba marcada en sus palmas por la promesa de sangre
realizada en este lugar. Su respiración acelerada por el instinto de correr lejos de los monstruos.
Era un niño que tuvo que crecer demasiado rápido, pensó Remus. Era un joven que tendría que
internarse en una guerra para estar a salvo.

Abrazó a Regulus, aferrándose a él.

—Gracias…

No podía poner en palabras todo lo que realmente sentía por su mejor amigo. Regulus Black era la
persona más importante en su vida. Era por quien moriría sin dudarlo. Y acababa de hacer una
promesa de sangre por él. Porque sabía que Remus deseaba con toda su alma destruir la sociedad
mágica para que las criaturas oscuras pudieran vivir con libertad y decencia. Regulus Black lo
apoyaba.

Era un mago sangrepura, criado como un príncipe, heredero de una fortuna. No tenía idea de por
qué lo eligió a él. Cómo ese niño pudo convertirse en su mejor amigo y jamás juzgarlo por ser un
lobo, por ser un huérfano, un mestizo o un homosexual. Regulus creció en una casa llena de
prejuicios. Pero decidió ser su amigo y estar a su lado. Era el niño que propuso deambular para que
nadie descubriera que Remus desaparecía en las lunas llenas, el niño que tocaba el piano para él
cuando su cuerpo estaba destrozado por las lunas, el niño que le contaba secretos al dormir juntos y
que guardó los suyos con tanta lealtad.

—Te quiero, Reggie.

Regulus suspiró, calmándose al sentir el calor del cuerpo de Remus, la familiaridad y seguridad
entre ellos — Oye. Aún no hablamos de que usaste magia siendo un lobo.

Remus se estremeció. Esperaba no haber quemado todo el colegio. Hasta el momento esto nunca
había sucedido. Hacer magia estando convertido. Claro, podía tener arrebatos mágicos, los que
terminaban en la destrucción y explosión de cosas a su alrededor. ¿Pero hacer magia siendo un
lobo? Por Merlín, eso era nuevo.

—¿Tienes idea de cómo regresar? — preguntó Remus mirando a su alrededor. Luego podrían
hablar sobre eso. Ahora mismo tenía una urgencia de sacar a Regulus de aquí.

—Kreacher — llamó Regulus con un tono más calmado.

—El joven amo Black — exclamó el elfo complacido al aparecer frente a ellos — Oh, es el joven
amo. El joven amo ha llamado a Kreacher.

Regulus sonrió con afecto — Hola, Kreacher.


Remus jamás entendería por qué Regulus adoraba tanto a ese elfo.

—¿Puedes llevarnos a Hogsmeade? No estoy seguro de si podemos aparecernos en Hogwarts.

—Kreacher llevara al joven amo y a su maldita perra — respondió Kreacher sonriendo.

Maldito elfo, pensó Remus. Pero no molestas a la criatura mágica que te está teletransportando.

Remus Lupin no quemó el colegio.

Pero quizás pensó en hacerlo cuando tuvo que explicar a Dumbledore con exactitud cómo fue que
se alejó de Hogwarts durante la luna llena.

—Invocado por los lobos — repitió Dumbledore con una mirada curiosa.

—Salí de los terrenos al escuchar su llamado. Cuando llegué a Hogsmeade fue… fue magia lo que
me hizo aparecer donde ellos entrenan a los nuevos miembros de la manada — explicó usando sus
mejores habilidades de oclumancia para ocultar la verdad de sus recuerdos. No tenía intención
alguna de confesarle al anciano mago que pudo realizar magia estando convertido — Creo que
dejaron un traslador para mí. Pero dejó de funcionar después de volver.

Dumbledore estaba buscando en su mente. Solo vería a los lobos. A la líder. La sensación de
libertad del lobo al ser aceptado, aullar a la luna y correr junto a la manada.

—Me recibirán entre ellos una vez que reciba la marca.

El mago asintió — La marca… queda menos tiempo para que te unas a los mortífagos. Espero
grandes cosas de ti, Lupin.

—Así será — prometió Remus con una sonrisa fría.

—No me agrada.

Remus suspiró al recostarse junto a Reggie frente a la chimenea de su habitación.

—A mí tampoco.

Regulus le tendió su botella de vino. Remus tomó un largo tragó.

—No creo que confíe en mí. Pero no entiendo por qué aun así sigue apoyándonos — frunció el
ceño al mirar las llamas arden con fuerza — ¿Por qué está tan confiado si no confía en nosotros?

—Quizás tiene un respaldo — pensó Regulus tomando la botella — Una trampa para nosotros que
mostrara cuando lo traicionemos.

Remus lo miró. Estaba pálido, y tenía ojeras por la noche corriendo junto a los lobos.

—Fue aterrador — susurró, su mirada vidriosa por el alcohol — Los lobos… no imaginé que
fueran así. Estando juntos sentía su magia y era… era abrumador. Y por un momento pensé que te
perdería ante ellos. Los miraste y tú… tú querías ir.

—Es cierto — respondió Remus — Casi no podía resistirme.


—¿Qué te sostuvo? — preguntó con un tono ansioso. Reconocía la manera en la que Reggie quería
aferrarse a un plan, potenciando el lazo que había usado para mantener la cordura a pesar de los
instintos del monstruo.

—Fue la oscuridad — mintió.

La magia de la oscuridad y Sirius Black. Pero decir que el recuerdo de su hermano era lo
suficientemente poderoso como para evitar enloquecer sonaba demasiado… íntimo. De alguna
forma era casi admitir que estaba enamorado de Sirius Black. Y aun no estaba listo para decirlo en
voz alta. Era suyo. Solo suyo. Todavía.

Lo pensó durante mucho tiempo. En lo que sentía por Sirius. Podía decirse una y otra vez que solo
era un juego. Pero cada persona a su alrededor era capaz de notar la forma en la que contemplaba a
Sirius. Y estaban esas noches a su lado, en la que la confianza y seguridad de hacer el amor con
alguien como él invadían cada uno de sus sentidos. En las que el sonido de su voz lo hacía perderse
en cada una de las historias que le relataba cuando sus cuerpos estaban relajados y sus manos
entrelazadas y escuchaba su risa y Remus solo pensaba en cuánto desearía que eso pudiera durar
para siempre.

Era suyo. Todo eso. Y todavía no quería arruinarlo.

—La magia es diferente desde la declaración.

—Lo he sentido. Pero ¿esto, Moony? Esto es completamente diferente. Hiciste magia estando
convertido —Reggie sonrió — Fue asombroso. Aterrador, pero asombroso.

Pandora enloquecería sobre ello. Haciendo hipótesis, experimentos y queriendo averiguar todo.
Regresaría esa misma noche a Hogwarts. Las vacaciones habían terminado. Lo cual era una
mierda, pensó Remus. La última semana fue demasiado buena. Despertar junto a Sirius al colarse
en la torre de Gryffindor, reír con Reggie y los meroeadores al hacer una broma a Filch
transformándolo en un ratón y viendo a la señora Norris perseguirlo por todo el castillo mientras
McGonagall los miraba con sospecha sabiendo que era cosa suya, las guerras de bolas de nieves
que las chicas siempre ganaban porque eran despiadadas.

Sí, demasiado bueno.

—¿Estás listo para ver a Pandora? — le preguntó Remus sabiendo que las cosas seguían siendo
extrañas entre Reggie y Dora cuando se despidieron antes de la declaración.

Regulus fingió indiferencia — Lo tengo totalmente superado.

—Ajá.

Regulus suspiró antes de beber otro trago de vino.

— No sé qué hacer si está comprometida con Lovegood.

—Puedes seducirla o puedes enviarle un bonito regalo de bodas — respondió Remus con una
sonrisa burlona.

—Eres más idiota ahora que sales con mi hermano, ¿lo sabías? — replicó Reggie empujándolo —
Quizás es contagioso.

Remus se rio.
—Sobre ser un idiota…

—Dime que no hiciste una estupidez como embarazar a Sirius o algo así. De verdad, Lupin, que no
estoy listo para lidiar con eso.

Una sonrisa.

El fuego ardiendo.

La luz verdosa del ventanal.

Remus nunca se sintió tan seguro en un lugar que no fuera este.

—Evans y yo vamos a entrar en el ministerio y borrar los registros sobre los nacidos de muggles.

Regulus lo miró con odio al dejar caer la botella de vino.

—¿Por qué…? — suspiró y se apretó el puente de la nariz con los dedos casi pidiendo paciencia a
los dioses — ¿Te das cuenta de que arriesgarías todo el plan? ¿Qué hay sobre Dumbledore? ¿No se
había negado?

—Esto es precisamente para molestar a Dumbledore — sonrió Remus con crueldad — Querías
vengarte del maldito viejo que piensa que nos puede controlar.

—En serio, juntarte con los Gryffindor te ha vuelto un imbécil autodestructivo con instintos
suicidas.

—Me vas a ayudar, Reggie.

—Por supuesto que lo haré — respondió el chico empujándolo — Pero eres un idiota.

Remus sonrió complacido.

—Me siento amado.

—Eres fácil de querer, Moony — se quejó Regulus —Bastardo con suerte. Vamos a tener que
reunir información, documentos y hechizos. Necesitamos averiguar cómo infiltrarnos sin poner en
peligro al plan o a cualquiera de nosotros, saber cómo protegerse y cómo atacar. Cuáles son las
reglas del juego que están jugando y cómo ganarlo.

—Gracias por ayudarnos.

—Quieres que ella te perdone una vez que la traiciones.

Las palabras dolieron. Porque eran ciertas. Una vez que se uniera a los mortífagos sería
insoportable estar junto a Lily y mentirle. Necesitaba esto. Necesitaba que Lily pudiera recordar
que Remus era capaz de arriesgar su vida por ella, por lo que ella creía y que no era completamente
leal a Lord Voldemort y los monstruos.

—¿Crees que quizás pueda perdonarme? — preguntó con una risa amarga — Ella no lo hará.

Y no la culparía. Ella quería salvar al mundo. Remus solo quería destruirlo.

Regulus lo miró. Era una mirada vulnerable. Cargada de emociones.

—No tendrías que traicionarla si no fuera por mí. Si lo que quieres es poner en peligro todo el plan
para que ella en algún momento te perdone por elegirme… está bien. Tienes todo el derecho. Fui
yo quien te arrastré a esto.

Remus negó con la cabeza — No, Reggie. Fue el mundo quien nos arrastró.

Regulus asintió —Vas a borrar los registros de los hombres lobos.

Sonrió. Lo conocía demasiado bien. Años juntos. Tantas cosas entre ellos. El niño que se hizo
amigo de un lobo. El niño que le enseñó a aceptar al monstruo. El niño que se convirtió en este
chico, capaz de leer cada una de sus intenciones y no soltarlo. Lo adoraba.

—Sí tengo la oportunidad la tomaré.

Deseaba entrar al departamento de criaturas oscuras. Aunque su prioridad era ayudar a Evans,
sabía que con eso podría hacer que los lobos estuvieran de su parte. Los malditos registros de los
lobos los convertían en rehenes. Su destrucción significaría su libertad. Algo que el señor
tenebroso les prometía hace tiempo, pero que aún no les había dado del todo.

—Me gusta tu modo malvado, Lupin — sonrió Regulus.

Remus escribió una carta a Edmund Blythe a la mañana siguiente.

Sabiendo que el chico le sería realmente útil.

—¡Potter, Black y Pettigrew! Sé que fueron ustedes – gritó furiosa Minerva McGonagall.

—¿Qué hiciste? — preguntó Remus tratando de asomarse por la abertura del pasadizo detrás del
retrato, donde Sirius lo había atrapado al huir de Minnie y toparse con él.

—Maldecimos las cadenas de Filch haciendo que lo persiguieran.

Remus sonrió divertido — ¿Por qué?

—Teníamos castigo, estaba aburrido de escucharlo hablar de cadenas y torturas — respondió Sirius
notando lo cerca que estaban uno del otro — Oye…hablando de torturar a alguien. Me has estado
ignorando.

Sus manos reteniendo a Remus contra la pared. Su cuerpo apegado al suyo. De alguna forma no
podía sentirse realmente molesto por ser arrastrado a esto. Le encantaba. Ser prisionero de Sirius
Black. Sentir la sensación de su magia inundando el lugar. Su aroma, su cercanía, el calor entre sus
cuerpos.

Remus se inclinó sobre él, disfrutando su altura sobre el chico — ¿Por qué? ¿Te sientes triste?

—Puede ser… pasas mucho tiempo con mi hermano. Eso me hace sentir celoso de Reg.

Remus sonrió — ¿Estás celoso de tu hermanito, Black? Eso es tierno.


—Idiota — susurró Sirius mirando sus labios —¿Dónde estuviste? No te he visto un tiempo.

—Me escape con los lobos — le respondió Remus.

—Muy gracioso — replicó el chico — Está bien. Lo sé. Tu problema menstrual de la luna…

—¡Pandora! — gritó Regulus en el pasillo exterior.

Los dos se sorprendieron y miraron por la entrada del pasadizo.

La chica se volteó ante el sonido de su voz — Regulus.

—No la ha superado, ¿verdad? — preguntó Sirius.

—Cállate — le susurró Remus — Tenemos que irnos y dejarlos…

Pero Sirius lo retuvo — Espera, se ve divertido.

—Yo no creo que…

La chica se cruzó de brazos — No me escribes. No me hablas. Y ahora te apareces aquí.

—No pensé que quisieras que te molestara, Dora — la voz de Regulus era tímida.

Pandora estudiaba al heredero Black como un experimento curioso que le daba respuestas
inesperadas.

—Sobre Xenophilius… — comenzó Regulus.

Tanto Sirius como Remus contuvieron la respiración ante sus palabras.

Regulus no había hablado con Pandora hasta ahora. Y ya era tiempo de hablar sobre lo que sentían,
sobre lo que sucedía entre ellos y sobre lo que harían al respecto. Eran mejores amigos. Tenían que
arreglarlo. Remus solo se preguntó porque ese momento tenía que suceder justo cuando tenía a
Sirius Black entre sus brazos, sonriendo emocionado por el chisme y por torturar a Remus ahí.

—Rompimos — declaró la chica — Cancelé el compromiso y rompimos.

Suspiraron con alivio. Sirius se asomó a la puerta para espiar y Remus le dio una patada, pero aun
así también espió a su mejor amigo.

—¿Por qué? — preguntó Regulus acercándose inconscientemente a ella.

—Primero necesito saber la naturaleza de tu afecto — replicó la chica con una expresión
calculadora — Y saber cómo me siento sobre eso.

Regulus tocó un mechón del cabello rubio de Pandora, acomodándolo tras su oreja y rozando
suavemente el rostro de la chica mientras miraba sus labios, provocando un sonrojo.

—La naturaleza de mi afecto… — murmuró y la miró a los ojos, la mirada vulnerable que
mostraba tantos sentimientos que podrían destrozar su ser — Te amo, Pandora Lynch. Hasta el
punto en que siento que podría morir por ese sentimiento. Y aun así… aun así preferiría morir
antes de que fueras infeliz un solo día de tu vida.

Apartó su mano, dando un paso hacia atrás que Remus imaginó que le dolió, por esa expresión de
anhelo y contrariedad en su rostro.
Pandora se veía afectada por el gesto. Tocando sus mejillas en un intento de ocultar su reacción
ante el toque y la cercanía de Regulus.

—¿Por qué? ¿Cómo puedes amarme tanto?

Regulus sonrió son tristeza — Porque eres tú.

—No tiene sentido.

—Pandora, tú me ayudaste a darle un regalo sin igual a mi mejor amigo. Y jamás pediste nada a
cambio más que probar tus hechizos.

—Es una asociación de mutuo acuerdo — replicó la chica.

La mirada de Regulus cargada de cariño —Eres demasiado generosa, tienes demasiados sueños que
vas a lograr y eres la persona más curiosa que he conocido. Eres la perfecta combinación de las
mejores cualidades de cada casa. Y por eso siempre te he amado, Pandora Lynch. Pero estaba
aterrado de decírtelo. Porque no te merezco.

—Eres un verdadero idiota, Regulus Black — respondió Pandora, sus mejillas sonrojadas, sus ojos
brillando y su respiración agitada.

—Lo sé — la respuesta de Regulus fue apenas un susurro.

—¡No puedes decirme algo así y luego no esperar que yo… que yo te…! ¡Por Rowena! Eres un
tramposo.

Sirius miró a Remus — Eso fue intenso…

—Silencio — susurró Remus sobre sus labios — Nos van a encontrar y entonces Reggie nos
matará.

Pero Regulus solo podía contemplar a Pandora, le ofreció su mano para entrar al castillo y la chica
la aceptó, mirando a Regulus de una manera distinta, como si mirarlo le doliera y aun así no
pudiera evitar seguir haciéndolo, seguir observándolo.

—Creo que se enamoró de él.

Remus asintió — Eligió al Black correcto.

—Cretino — Sirius le dio un codazo y Remus rio — Me vengaré por eso.

—¿Es así? — preguntó inclinándose hacia él, acercándose nuevamente a sus labios — ¿Cuándo?
Estoy emocionado por verte intentándolo.

Sirius se estremeció, el latido de su corazón acelerado llenando el pequeño espacio junto al calor y
las ansías de un beso que Remus tortuosamente aún no le concedía — ¿Mmm? ¿Está noche?

—Lo siento, pero soy de Evans — susurró con voz ronca — Completa y absolutamente suyo.

—Oh, ¿Quieres que ahora este celoso de la pelirroja? — Sirius sonrió, sus manos alrededor del
cuello de Remus, tirando de él para acercarlo — Tengo fe en mi capacidad de mantenerte a mi
lado.

—¿No estás demasiado confiado, Black?


—Estoy muy seguro de que estás loco por mí — respondió antes de besarlo, su lengua encontrando
la de Remus provocando un jadeo en el chico y sonriendo complacido.

Oh, sí. Extrañaba escabullirse en la cama de Sirius Black. Pero le encantaba esto. El sentimiento de
peligro y urgencia. Sus momentos fugaces y robados, encendiendo la adrenalina de ser atrapados
en cualquier momento y los instintos del lobo de tomarlo, de hacerlo suyo, de marcarlo como tal.

—Puedo ver que te estás esforzando — gruñó Remus y le devolvió el beso olvidando cualquier
otra cosa que tuviera en mente que no fuera lo mucho que deseaba a Sirius Black.

—Podemos hacer algo divertido, Remus.

Una sonrisa malvada y llena de lujuria.

—Cuanto te odio… — jadeo el chico cuando Sirius se arrodilló — Mierda…

Nada más tenía espacio en ese momento que ellos dos disfrutando esto. Disfrutando complacer y
molestar al otro. Momentos cargados de esa electricidad en su cuerpo. De jadeos, gemidos y
nombres susurrados con placer.

La mano de Remus enredándose en el cabello de Sirius.

La mirada brillante y oscura de Sirius Black.

Su corazón acelerado, latiendo tan dolorosamente y a la vez disfrutando de ese dolor que le decía
que estaba vivo y que esto era real. Que era suyo. Que le pertenecía.

Lily los esperaba impaciente en la torre de Ravenclaw.

—Llegas tarde — se quejó cuando vio a Remus llegar.

Remus sonrió culpable — Me retuvieron contra mi voluntad.

—Mataré a tu novio si interfiere con el plan, amor.

—Es una lástima. Tenemos un buen sexo — se lamentó Remus.

Estaba lista para ir al ministerio en cualquier momento. Ansiosa por hacer algo al respecto. Era una
desesperación que crecía cada vez más al llegar el profeta anunciando marcas tenebrosas sobre las
casas muggles. Pero necesitaban que el plan fuera perfecto. Necesitaban preparar las cosas en el
laboratorio de Pandora. Pasaban noches enteras ahí hasta el punto en que se corría el rumor de que
ellos dos volvieron a ser novios. No era importante. Pero Sirius y James comenzarían a fingir llorar
cuando alguien lo mencionaba.

Era un estúpido, pensó Remus con una sonrisa.

Lily era quien más se esforzaba. Ayudaba a Pandora con los experimentos, traducía las runas de la
carta cifrada de Edmund Blythe que le envió a Remus y estudiaba hechizos y maldiciones que le
serían útil una vez dentro del ministerio. Cuando se durmió con su cabeza apoyada en su hombro,
Remus se dio cuenta que eran las cuatro de la mañana. Dejó el libro de runas de Lily sobre la mesa
con cuidado de no despertarla. Merecía un descanso. Cerró los ojos a su lado, pensando en que
luego la ayudaría a escabullirse en la torre de Gryffindor sin que Minnie se diera cuenta y entonces
escucho las voces de Pandora y Regulus.

—Dime desde cuando… desde cuando tú… sientes … — Pandora se escuchaba nerviosa. Un tono
tímido y avergonzado que nunca antes había escuchado en ella. Ni siquiera cuando hablaba sobre
sus citas con Lovegood.

— Pandora Lynch, te he amado desde que te conocí.

—¿Cómo es posible?

—Porque pensé que eras la criatura más asombrosa que he conocido. Apareciste ante mí en una
fiesta y estaba lastimado. Pase horas fingiendo que no me dolían cada uno de los cortes que mis
padres me habían hecho al cubrir una broma de Sirius. Pero tú… apareciste y lo notaste enseguida.
Apenas nos conocíamos y me arrastraste para darme una poción curativa, y hablaste sobre que tus
padres te la dieron porque siempre estabas demasiado distraída.

—Éramos unos niños, Regulus — susurró con cariño.

—Sí. Y no lo supe entonces. Pero fue ahí donde comenzó.

—Espérame, ¿está bien? Antes de irte por ahí y poner tu vida en peligro siendo un idiota obstinado.
Quiero entender lo que siento por ti. Quiero saber si te amo como un amigo o si… si podemos
convertirnos en algo más.

—Lo haré. Te esperaré, Dora. Pero, aunque no sientas lo mismo, por favor prométeme que
seguiremos siendo amigos. Mi vida sería insoportable si tú no estás en ella.
Lazos

17 de enero, 1977

Regulus Black cumplió dieciséis años.

Muchas personas esperaban este día. El joven amo Black tenía buenas conexiones y ya no estaba
ligado a su familia desde que Dumbledore lo rescató. Solo faltaba un año para su mayoría de edad.
Para unirse al ministerio y ser un mago exitoso que gozaría de la ayuda del mago más grande de
todos los tiempos. Celebraban el poder de Regulus Black, de su nombre, de sus capacidades y de lo
que lograría.

Regulus tuvo un ataque de pánico.

Remus estuvo a su lado.

Durante mucho tiempo.

Le sostenía la mano con fuerza. Casi haciéndole daño. Pero Remus no le importó. Recibiría todo el
dolor del mundo si Reggie estaba bien.

—Sentía que iba a morir — susurró con voz quebrada.

—Lo sé — susurró Remus gentilmente — Pero estás aquí. Lo siento, amigo. Pero voy a morir
antes que tú. No soportaría un mundo sin ti.

—Imbécil — se quejó Regulus con una sonrisa débil, apoyándose en él.

—Pero me amas por serlo.

—Es parte de tu encanto — coincidió Reggie.

Recibieron una carta de Bellatrix Lestrange a través del nombre de Narcissa Malfoy.

Regulus abrió la carta con una expresión fría y calculadora.

El chico que no podía respirar y que lloraba por eso en medio de la noche se había ido. Ahora
estaba tomando su rol, como hijo de los Black, como el futuro señor oscuro. Cada una de las cosas
que habían hecho durante el último año era para esto. Para recibir la marca. Para unirse a los
mortífagos. Y así destruir a Voldemort. Destruir la sociedad. Y quizás por fin ser libres.

Estaban listos para recibir la marca.

Reggie se detuvo un momento. Crouch y Remus mirándolo con atención.

—Aún no.

La carta se desvaneció en cenizas después de ser leída por el joven amo Black.

—Recibiré la marca junto a los demás en la iniciación este verano.


—Oh, tus padres tienen que estar furiosos — sonrió Barty con burla — El querido príncipe oscuro
tendrá que esperar un tiempo.

Remus lo atrajo a un abrazo. Reggie aferrándose a él.

—Tenemos tiempo — le susurró Regulus al oído — Tenemos un poco más de tiempo.

Entendía demasiado bien a lo que se refería. Y lo lastimaba. Era el cumpleaños de Reggie.


Deberían haber estado felices. Ser estúpidos. Cumplía dieciséis años. Deberían estar siendo
jóvenes divirtiéndose y riéndose en un día en que celebraban que Regulus Black existía y que eso
era lo más maravilloso que les pudo haber ocurrido. Regulus había recuperado a su hermano, era
un buen estudiante, era capitán del equipo de quidditch. No merecía esta mierda. No merecía tener
que soportar toda la presión para poder ser salvado.

—Sí, todavía tenemos tiempo — susurró Remus, acariciando el cabello del chico.

El alivio se sentía demasiado bien. La sensación de poder seguir soñando un poco más.

Sirius y los merodeadores fueron molestos ese día. Haciendo que todo el Gran Comedor cantara
feliz cumpleaños mientras los maestros los miraban divertidos. Incluso consiguió un gran pastel de
café con los elfos de la cocina, sabiendo que era el favorito de Regulus cuando eran niños. Y lo
escoltó a cada una de sus clases para hacerle saber a todo aquel que pasara a su lado que era el
cumpleaños de Regulus.

—Es mi hermanito y es su cumpleaños — sonreiría de forma tonta.

—Es el cumpleaños de Reggie.

—Reggie es un año mayor.

Remus suspiró al llegar a la biblioteca— Estoy seguro de que todo el castillo sabe que es el
cumpleaños de Regulus.

Barty bostezó y se recostó sobre los libros de runas — ¿No es solo otra vuelta al sol y ya?

—No. Es el día más asombroso de todos — exclamó Sirius ganándose una mirada de odio de parte
de Madame Pince — Porque el día que Regulus nació yo oficialmente me convertí...

—En un estúpido insoportable — sonrió Reggie con cariño sentándose junto a Remus.

—En tu asombroso e increíble hermano mayor — replicó Sirius con su sonrisa engreída — Así que
es un evento muy importante. Y tengo una gran fiesta preparada para ti.

La sonrisa de Regulus se volvió incómoda — Sabes que Slytherin celebra mi cumpleaños.

Era una tradición. Excepto por el año pasado cuando intentaron matarlos. En Slytherin abundaban
magos de familias sangre puras y poderosas, así que era natural que hicieran una fiesta por cada
uno de los miembros Black que pertenecieron a su casa. Regulus era el príncipe oscuro. Por
supuesto que tratarían de ganar su favor, aún más al recordar que el año pasado hicieron una gran
masacre con todos aquellos que hablaron mal sobre los Black.

Sirius se encogió de hombros — Lo sé. No creas que no te escucho cuando salimos. Sé que tienes
tu aburrida fiesta con tus amigos sombríos y extraños de Slytherin a la que no puedo ir.

Sirius habría sido invitado, pero era un merodeador antes que nada y eso no garantizaba su
seguridad en una casa llena de magos a los cuales había hecho enojar. Ni siquiera el temor hacia
Regulus Black podría mantener a Sirius lejos de las maldiciones si se atrevía a entrar en la sala
común.

—Te acuestas con uno de sus amigos sombríos y extraños de Slytherin — replicó Barty.

—Algo que me pesa en la consciencia cada día de mi vida hasta que este hermoso bastardo me
hace olvidar que es una serpiente porque besa muy bien — respondió Sirius con una sonrisa
burlona — Pero volviendo al tema. Acordamos secuestrarte este fin de semana, Reg. Así que…
ten. He traído tu regalo antes de irme.

Regulus se sorprendió.

Los Black le enviaron un anillo de oro blanco. Regulus se rehusaba a usar plata cerca de Remus.
Pero estaba encantado para ser contactado por el señor oscuro. Lo que parecía más una maldición
que un obsequio.

Sirius le entregó un libro. En la biblioteca. Remus supo que no era de Hogwarts porque era otra de
sus novelas muggles que vio en su habitación durante las vacaciones.

—No eres muy creativo.

—Cállate, Lupin — se quejó Sirius — Estoy comenzando una tradición familiar aquí.

—Odias las tradiciones — le recordó Regulus.

—Esta no — sonrió su hermano — Cada año, en tu cumpleaños, te regalaré un libro. Es una


promesa.

Remus supuso que Regulus se sintió reconfortado por esas palabras. El brillo en su mirada y la
forma en la que sonrió dando las gracias era lo más feliz que lo había visto en un tiempo. Merecía
esto. Merecía una familia que lo quisiera por ser él, sin esperar que tuviera que dominar el mundo
para realmente quererlo.

—Es importante que recuerdes que este es un buen día, Reg. Naciste y eso me hizo muy feliz.

Regulus lo abrazó. Y le susurró en el oído gracias y Sirius sonrió de forma tan hermosa que Remus
entendió que se había enamorado un poco más de él al ver esto. Al ver cómo se esforzaba por
recuperar su conexión con Reggie, no ser un idiota y de hecho ser un buen hermano. Era fácil
enamorarse de Sirius Black si era un maldito tan maravillosamente encantador.

Slytherin hizo una gran fiesta como se prometió. Resonaba una canción de Led Zeppelin por toda
la sala común, había alcohol, tragos muggles y mágicos, vio a Pandora conversar animadamente
con Alice Greengrass y Barty Crouch, a la vez que Calíope bailaba junto a Bianca Zabini y
Snivellus se quejaba con sus amigos sobre lo estúpido que era todo eso.

—¿Estás bien? — preguntó Remus encontrando a Regulus escondido en su habitación.


—Perfectamente — respondió en francés borracho en su cama.

Remus sonrió con cariño y se acercó a la cama— ¿Querías a tu hermano contigo hoy?

—El príncipe oscuro tiene que celebrar en su casa — siguió diciendo Regulus de malhumor.

—Eres un niño pequeño y adorable, Regulus Black.

Reggie miraba el techo de su habitación. Con rencor.

—Recibiré la marca.

—Lo sé.

—Aun no — susurró Regulus con lágrimas en sus ojos y riendo — Feliz cumpleaños. Ahora
puedes convertirte en un asesino y en un traidor.

Lo sabían desde hace demasiado tiempo. Nunca tuvieron otra opción. Cuando Remus siquiera
propuso que Regulus podía huir con Sirius y alejarse de todo esto, Regulus se negó absolutamente
a creer que había otra oportunidad para ellos. Pero eso no quería decir que Regulus no sintiera
rencor por eso. Estaba asustado, borracho, y no era lo mismo creer que esto sucedería en el futuro,
creer que todavía tenían permitido disfrutar de la vida, que saber con certeza que todo esto
terminaría en algún momento, porque estaba ocurriendo, era real.

Regulus tenía un colapso. Le sorprendía que no hubiera ocurrido antes.

Remus se recostó junto a él mirando el techo de la habitación.

—La oscuridad… es como… como si viera a través de mí.

—¿Las pesadillas? — intuyó Remus.

Las suyas se detuvieron un tiempo. Por dormir con Sirius. Por ver a los lobos. Por estar demasiado
cansado por la planificación del ataque al ministerio con Lily. Cualquier razón que fuera, no le
importaba. Lo prefería así. En silencio.

Pero Regulus era distinto.

—Es una prueba. Que sigue tratando de sacar la verdad de ti. Y es horrible.

—¿Sigues viendo a Sirius?

Regulus guardó silencio un largo tiempo antes de poder decirlo.

—Sí, pero no es solo eso. Veo caos y destrucción, muerte y no puedo hacer nada para evitarlo.

No te dejaré morir, pensó Remus con una furia en su pecho, jamás lo permitiré.

—La oscuridad revela mis peores temores y aun así es como si estuviera pendiente de lo que
podría hacer para cambiarlo. Es extraño y asusta.

Remus lo miró.

Esa mirada sincera y contradictoria en los ojos de Regulus Black. Su vulnerabilidad, miedo,
decepción y frustración por las pesadillas. Y el rencor hacia toda esa responsabilidad.
—¿Quieres abandonar todo esto?

—No. No puedo, pero yo… no puedo perder, Moony. No puedo perder y arruinar todo — susurró
con voz rota — Jamás me perdonaría perder y que ustedes mueran.

Tenía dieciséis años. Eran demasiado jóvenes para toda esta mierda, pensó Remus con rencor. ¿Por
qué tenían que vivir todo esto? ¿Por qué tenían que ser ellos los que se sacrificaban? Era injusto.
Siempre sería injusto. Los adultos peleaban, pero eran ellos quienes pagaban las consecuencias.
Eran ellos quienes tenían que hacer lo que fuera por sobrevivir.

—No vas a perder. Lo sé. Eres el mago más poderoso de todos nosotros.

—El próximo señor oscuro — pronunció de forma venenosa.

Remus negó — Eres más que eso, Reggie. Tienes talento, eres listo y tienes poder. Y jamás,
escúchame, jamás voy a dejarte arruinar las cosas. Si pierdes, voy a estar a tu lado para arreglar las
cosas. Pero no lo vas a arruinar. Vas a lograr destruir todo este sistema de mierda de la comunidad
mágica, y todos y cada uno de ellos tendrá que reconocer lo valioso que eres.

—¿De verdad lo crees?

—Te contaré un secreto.

Reggie lo miró expectante.

—Eres mi persona favorita en todo el mundo.

El chico bufo —Eso no es un secreto.

—Aquí viene la parte importante.

—¿Qué?

—Tuve este loco crush contigo un verano — sonrió Remus — En el que incluso mirar al cielo me
hacía pensar en ti.

—¿Por qué tu…? — Reggie frunció el ceño — Mierda, así debió sentirse Pandora.

Remus se rio — Sí, creo que sí.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no luchaste por mi amor o algo así?

—Mmm… me gustaba demasiado esto — confesó Remus tomando la mano de Regulus y


entrelazando sus dedos — Eres la primera persona en la que confíe en mi vida. No quería
arruinarlo. Y luego volvimos a Hogwarts y me di cuenta de que en realidad no eras mi tipo.
También odio un poco la idea de salir con alguien más listo que yo. Lo descubrí cuando salía con
Evans.

—¿La primera vez o la de los Pseudonovios? — preguntó con curiosidad divertido.

Remus sonrió con el recuerdo —La primera vez. Evans fue mi primer beso. No funcionó, pero fue
un buen primer beso.

—Si quieres puedes besarme para cumplir tu gran sueño de infancia — bromeó Regulus — Pero no
tengo idea de cómo se lo explicaremos a Sirius.
—Oh, estará furioso… me encanta.

—Gracias, Moony.

Sus manos entrelazadas. El sonido del fuego en la chimenea uniéndose a la voz de Pink Floyd en la
sala común.

—Por ir conmigo en el tren ese día. Ser tu amigo… es lo mejor que me sucedió en la vida.

—¿Mucho mejor que conocer a Pandora Lynch?

Regulus suspiró — Amo tanto a Dora que creo que me volveré loco.

—A veces eso no es algo malo — susurró Remus. Creyéndolo de verdad.

Era la forma en la que Sirius lo miraba. Con diversión, emoción y cariño. Era el tono de su voz
después de hacer el amor, cuando le contaba secretos y lo hacía reír y le hacía querer que esas
noches fueran eternas. Era la forma en la que contenía la respiración cuando lo tocaba. Eran las
ansías que sentía cuando se besaban. Era el cariño que sentía cuando veía a Sirius junto a Regulus
prometiéndole que no se volvería a ir y queriendo creer cada una de sus palabras.

Amar a Sirius Black era una absoluta locura.

La puerta se abrió con estrépito.

—Oigan, inútiles, vamos… ¿qué están haciendo? — preguntó Barty Crouch Junior frunciendo el
ceño — Hay una gran fiesta, hermosas personas y están aquí. ¿Qué hacen?

—Hablar de nuestros sentimientos y de novios.

Barty suspiró y se recostó al otro lado de Regulus Black.

—Entonces. ¿Lynch o el otro Black?

Regulus se rio.

Y Remus adoraba el sonido de su risa.


Los registros mágicos

30 de enero, 1977

El día de la infiltración, Lily y Remus desayunaron juntos en la mesa de Gryffindor. Ignorando las
miradas desaprobatorias de los Slytherin supremacistas y de los Gryffindor que odiaban por igual a
todas las malditas serpientes.

Se necesitaban. La presencia del otro para soportar la energía nerviosa de estar a punto de hacer
algo demasiado arriesgado.

Al menos querían comer algo antes de ir al ministerio de magia.

Regulus llamó la atención de casi todo el gran comedor al sentarse junto a Sirius frente a Remus,
levantando susurros sobre la traición a la sangre, los perros de Dumbledore y las escorias de los
Black que se silenciaron con una mirada oscura de parte del chico.

Un año era suficiente para que a veces olvidaran cuánto tenían que temer el poder de Regulus
Black, porque a pesar de ser un seguidor de Dumbledore, el chico podía ser muy despiadado.

Sirius sonrió con burla — Son un montón de cobardes.

—Se lo merecen — respondió Regulus — Si alguno de ellos tiene el valor de hablar mierda sobre
mí al menos deberían aceptar las consecuencias.

Remus lo miró con atención. Al día siguiente de su fiesta de cumpleaños, Regulus Black había
abandonado cada uno de sus miedos para centrarse en el plan de infiltración y el próximo partido
contra Ravenclaw. Volvía a actuar como el príncipe oscuro, pero su amigo también intuía que la
oscuridad le estaba dirigiendo a algo. Las pesadillas, la vulnerabilidad en su cumpleaños, su
colapso y ahora su mente centrada y calculadora. Cuando fue un lobo descubrió que la oscuridad
tenía sus favoritos. Y estaba seguro de la magia oscura no quería destruir a Regulus Black. Lo que
quería era guiarlo. La pregunta era hacia qué lo quería guiar.

James Potter se detuvo delante de Lily.

—Si hacen lo mismo que hicieron con Regulus en su cumpleaños te juro que no responderé por mis
acciones — gruñó mientras Remus se encargaba de llenar su taza de café. La optimista, relajada y
paciente Lily Evans se construía sobre una base de tres tazas en la mañana, de otra forma no
querías molestar a la pelirroja.

James sonrió complacido — No me atrevería, Evans. No más declaraciones de amor en público,


me lo dejaste claro después de mi razón número diecisiete de porque estoy locamente enamorado
de ti.

Lily se sonrojó. Desde año nuevo, James Potter había escrito cada día una razón diferente por la
cual amaba a Lily Evans. Las amigas de la chica sonrieron emocionadas. Era tierno, de cierta
forma. Aunque Remus no entendía la pasión desbordante de Potter, si creía en que Lily merecía
leer cada día una de las razones por las cuales era amada y era maravillosa.

—Te debía algo por todas las veces que has perdido apostando por mí, ¿recuerdas?
Quería animarla. Le sorprendió la perseverancia de James Potter. Debía haber sido herido por los
años de indiferencia y frialdad de Lily, pero no era rencoroso con ella. Suspiraba risueño por la
chica y seguiría preocupado por su bienestar. Es gentil y dulce, recordó que le había dicho Lily
antes de que la burbuja de protección que creía que era Hogwarts se rompiera cruelmente
enseñándole lo podrido de todo este mundo.

James se acomodó los lentes en un acto nervioso antes de aparecer una caja ante ellos.

—Pensé ¿qué amaría Evans más que a nada en el mundo?

—A mí — respondió Remus con una sonrisa engreída.

Sirius golpeó la mesa y lo apunto —Definitivamente tienes a Lupin dentro de la caja.

—Sí, ella estará contenta si le regalas a Lupin— concordó Pettigrew.

—Cállense, esto es serio.

Sirius sonrió — Oh, soy bastante Sirius.

James lo miró con odio.

—Amigo, te amo, daría mi vida por ti. Pero te petrificaré si no te callas.

Podía sentir a Lily reprimiendo una sonrisa divertida ante ellos.

Entendió por qué a una parte de Lily siempre le agradó compartir con estas personas. Lily
necesitaba esto. El sentimiento de esperanza, diversión e ilusión que los merodeadores le
otorgaban. Entre sus bromas, sus risas y su amistad era difícil no tener esperanzas de que las cosas
no podían ser tan horribles si había personas como ellos, que se querían, que se juraban lealtad,
que se reían.

—Entonces… — enarcó una ceja la chica.

—Entonces… — continuó James — Hay un pequeño que necesitaba un hogar y pensé que nada te
gusta más que adoptar criaturas salvajes con las que creas un lazo extraño.

Remus bufó ofendido — Salvaje tu papá.

Un gatito anaranjado

Lily estaba conmovida por el dulce maullido de la pequeña criatura.

—Es precioso, James... cómo…

—Hagrid me dijo hace un tiempo que había nacido una camada de gatos, es una cruza entre gatos y
kneazles, y me preguntó si mi familia le gustaría adoptar alguno. Yo… ¿me vas a maldecir? —
preguntó manteniendo sus manos en alto — Sé que toma cuidado y es una responsabilidad, pero
imagine que no hay nadie más en el mundo que sea ideal para esto. ¿Te molesta?

Lily negó con la cabeza — No, James. Esto…

El pequeño gatito ronroneo al ser acariciado por Lily y su mirada se iluminó.

—Creo que me has regalado a un buen amigo — sonrió conmovida y James Potter sonrió como si
fuera el mejor día de toda su vida.
—Es la cosita más hermosa del mundo — exclamó Mary encantada.

—Tienes que buscar un buen nombre — señaló Marlene.

Remus suspiró a su lado — No me gustan los gatos.

—No, tú eres un perro — se burló Reggie.

— Fuiste reemplazado, amor — le guiñó un ojo Sirius.

Peter estornudó — Por Merlín, alergias.

Remus acorraló a Sirius contra una pared.

Sirius sonrió complacido — ¿Y esto por qué es?

Remus lo besó. Un beso largo y ardiente en el que se deleitaba con las sensaciones que le
provocaba el estremecimiento de Sirius Black, el sonido de un gemido y la forma en la que sus
manos lo atraía, extendiéndose por su cuerpo, encendiendo cada parte en la que lo tocaba.

Sirius jadeo. Remus apoyó su frente en la suya.

—Mierda, Lupin… se supone que tengo que… mierda, olvidé dónde tenía que ir.

El chico sonrió — Está bien. Solo necesitaba esto.

No les habían dicho a los merodeadores sobre el plan. No podían. Eran demasiado… Gryffindor.
Querrían ir y ser héroes. No necesitaban que se pusieran en peligro solo para probar su valentía.
Remus y Lily lo harían bien juntos. Y además… había algo. En el instinto del lobo y el zorro. Algo
que a Regulus y Remus le molestaron sobre decirle a los merodeadores. No sabrían decir que era.
Si el estrés de tener que lidiar con ellos o quizás… quizás era algo más. Desde hace un tiempo
comenzó a sentir que la oscuridad potenciaba su magia, lo centraba y tal vez estaba agudizando sus
instintos. Porque ambos sintieron que si les decían todo el plan podría verse arruinado. Pero no
sabían por qué.

—¿Una ocasión especial o es una clase de premio-castigo?

—Es una promesa — respondió con voz ronca — De que quiero estar contigo.

—Eso suena a una declaración de amor — se burló Sirius con un brillo en su mirada.

Remus se apartó con un suspiró —¿Torre de astronomía esta noche?

—Es nuestro lugar — coincidió Sirius — Te haré ver las estrellas, amor.

Se rio — Lo estaré esperando.

—Tiene que ser una broma.


La mirada de Calíope Morgan era asesina.

Regulus sonrió culpable —No lo es.

—¡No tenías que responder eso! — gritó Calíope con su rostro enrojeciendo.

—Eres mi guía en la oscuridad, Calíope — suplicó Remus — Necesito tu ayuda.

La chica soltó un grito de frustración. Se tranquilizó. Y se dispuso a analizar la situación.

—Está bien. Te ayudaré — susurró con rabia — Pero me deberás un favor muy grande, Remus
Lupin.

— Lo que tú quieras, Morgan — prometió el chico complacido.

Calíope Morgan tomó la forma de Lily Evans y vestía el uniforme de Gryffindor con la insignia de
prefecta de la pelirroja.

—La verán por el castillo durante todo el día — prometió la chica con la voz de Lily.

—No debe ser todo el día, también tienen que verte a ti por alrededor de lugares públicos — le
recordó Remus.

Calíope suspiró — Esta bien. Pero te juro que si Potter se me acerca para seducirme lo voy a
maldecir.

—¿Qué tienes contra Potter? — preguntó Regulus divertido.

—Me gustan los chicos malos, Black — le sonrió coqueta.

Se divirtieron en la declaración oscura. Hubo un momento en que Remus pensó que Regulus
terminaría besando a Calíope en el bosque. Pero lo que había pasado entre ellos quedó atrás con la
presencia de Pandora Lynch y el rompimiento de su compromiso.

Remus imaginó que a Calíope no le importaba tanto. No buscaba el amor de Regulus Black, pero si
su alianza. Si podía hacerlo sentir como que le debía algo por lo que sucedió en su declaración
oscura, la chica tomaría la oportunidad para usarlo en su beneficio. Por eso siempre se había
sentido atraído hacia Calíope Morgan. Era tan mortífera como Narcissa Malfoy, pero tenía una
ambición diferente.

—¿Qué harás tú si Sirius Black se te acerca?

Regulus hizo una mueca — Oh, cierto. ¿Puedes petrificarlo por mí, Morgan?

La chica se rio — Está bien, me aseguraré de cuidarte bien, Black. No me gustaría verte en
problemas si no soy yo quien te los causa.

—Es tan extraño verte coquetear con Regulus — le susurró Remus a Lily.

—Nunca lo vuelvas a mencionar o Potter va a llorar.

—Por cierto, ¿qué hiciste con el gato?


Lily se sonrojó — Bueno… como no quería molestar a Calíope, pensé que… que James podría
cuidarlo por hoy.

Remus sonrió maliciosamente — Oh, tienen un pequeño gatito juntos. Eso es tan romántico.

—Cállate — lo empujó, pero Lily sonrió.

Regulus Black tomó la forma de su mejor amigo y le arrojó a Remus el pergamino que usaban para
contactarse — Estaré pendiente de él. Ante cualquier cosa iremos de inmediato.

Remus asintió. Y antes de marcharse lo abrazo con fuerza.

—Gracias.

—Cuídate — susurró Reggie — Tienes que regresar a salvo.

Salieron por el pasadizo a Hogsmeade. Y fueron a la casa de los gritos hasta el traslador que
Regulus Black había preparado para ellos. Remus pensó que solo un Slytherin despreciaría utilizar
un objeto discreto y elegiría un espejo para trasladarse a Londres.

Lily frunció el ceño al verlo —¿Cómo lo consiguieron?

—Nada es difícil de lograr si tienes dinero, poder y conexiones. Lección uno de Slytherin.

—¿No es ilegal?

—El traslador ilegal es probablemente el menor de nuestros delitos de hoy — le recordó Remus
con una sonrisa divertida.

Lily asintió. Y ambos tocaron el espejo para ser llevados a un callejón.

El cielo gris y lluvioso de Londres. El sonido de los autos pasando por la calle. La carencia de la
presencia de la magia y las personas pasando sin dar una sola mirada al callejón embrujado para
desviar la atención de los muggles.

Todo estaba listo. Incluso la bolsa con la ropa que necesitarían.

—¿Qué pasa con las personas que estamos supliendo? — preguntó Lily mientras se cambiaban.

—Blythe —respondió Remus al momento en que una nota aparecía en el fondo de la bolsa.

Están en la caja.

Se desvaneció en el fuego al leerla.

Sonrió complacido con la eficiencia y discreción del protegido de Malfoy.

—Edmund Blythe se hizo cargo. Esos magos ya están fuera de peligro. Usará confundus para que
no se den cuenta de lo que sucedió.

El chico le tendió a Lily la botella con la poción que apareció tras la nota.

—Salud — dijo Lily antes de beber la poción.


—Salud — repitió Remus.

El cuerpo de Lily comenzó a cambiar rápidamente al igual que el suyo. Pensó que dolería como las
transformaciones del lobo, pero no era así. Era incomodo, sentía su cuerpo arder, pero
considerando que estaba acostumbrado a la forma en la que sus cuerpos se rompían y volvían a
formar, no le pareció tan malo. Y pronto esa sensación terminó. Seguía siendo alto, aunque un
poco más bajo y vio sus manos más grandes que las suyas.

—Robin Jenkins — Lily se vio en el espejo de un escaparate cuando se dirigieron a la entrada del
ministerio. Rubia, alta, con pecas y una sonrisa bonita — Podría ser tu gemela.

Remus sonrió y se vio a sí mismo como alguien moreno, con ojos grises que contrataban con la
oscuridad de su piel. Era atractivo, sin duda. Y no pudo evitar pensar que Blythe lo escogió a
propósito.

—Hola, Laurence.

Blythe le sonreía junto a la cabina telefónica.

Sintió que se estremecía al verlo. Edmund Blythe se veía mayor, de alguna forma, más masculino y
elegante que la última vez que lo vio en el Yule. Usaba un traje muggle hecho a la medida de color
vino. Y le quedaba muy, pero muy bien, pensó tentado.

Lily le dio un codazo.

Remus se aclaró la garganta — Blythe.

Su tono de voz era más grave.

El chico se acercó invadiendo su espacio personal — Cuánto tiempo, cariño.

Mierda, pensó.

—¿Nadie encontrara extraño que le estes coqueteando a Henry Laurence? — preguntó Lily con un
tono inocente.

—Bueno, siempre podría acostarme con el verdadero Laurence para no levantar sospechas —
bromeó el chico con una sonrisa divertida — Entonces, la misión principal de hoy…destrucción de
documentos oficiales del ministerio. Vamos a divertirnos.

Edmund Blythe les dio varias indicaciones mientras los guiaba al departamento de control y
regulación de magia.

—Recuerden que son magos del ministerio, así que… solo actúen ocupados, erráticos y como si
estuvieran harto de todo el maldito caos de la oficina.

—¿Así son las cosas en el ministerio? — preguntó Lily en voz baja con paso apresurado
acomodándose los lentes que Blythe le había dado.

— Eso es lo que hacemos todos aquí — le respondió Blythe con un tono de voz animado — La
maldita guerra da muchos problemas.
Remus estaba absortó con la concentración de la magia en todo el lugar. La oscuridad
respondiendo a la presencia de los magos oscuros y de los artefactos mágicos. Había algo, intuyó.
Algo muy poderoso en todo ese lugar.

—Deben ser vistos con sus nuevas varitas. Pero no la utilicen para hacer magia. La de Laurence es
de pelo de unicornio así que no será fácil de usar y la de Jenkins es de pluma de fénix y eso la hace
muy caótica.

—¿Averiguaste eso? — preguntó Remus sorprendido.

Blythe tenía una sonrisa encantadora —Me pediste una buena investigación.

Remus se encargó de formar muchas alianzas durante su estadía en Slytherin. Era una de las cosas
más importantes que Narcissa le inculcó durante su formación. Desde que era un niño tuvo que
aprender a sobrevivir y descubrir rápidamente que las conexiones eran valiosas para obtener poder
y seguridad. Uno de sus objetivos principales era Blythe. Nunca imaginó cuán apreciado estaría
con ese instinto que lo atraía hacía él. El chico estaba arriesgando demasiado por él. Su trabajo, su
honor y hasta una condena en Azkaban. ¿Qué tenía Remus para ofrecer? ¿Era por su cercanía a los
Black, a Dumbledore o a Narcissa Malfoy? ¿Era solo por un favor sexual o realmente creía en él?

—Gracias por esto — logró susurrar en respuesta empezando a buscar en sus pensamientos.
Confiando en la mejoría de sus habilidades.

—Lo que sea por Lupin — respondió Edmund tomando la mano de Remus — Estoy seguro de que
harás cosas grandiosas. Y quiero que siempre recuerdes que fui un buen aliado.

Los Blythe eran una familia de magos oscuros. Hasta donde sabía, todavía no se unían a las filas de
los seguidores de Voldemort. Pero Edmund Blythe mantenía una estrecha relación con Lucius
Malfoy. En su mente había muchas cosas para que el plan de Remus funcionara. Remus se movió
con cuidado de ocultar su presencia. No le gustaba sentirse inquieto en medio de un plan en el que
tantas personas que amaba estaban en peligro.

Y lo encontró.

Los recuerdos de Edmund Blythe sorprendiéndose de la magia y potencial de Remus. La forma en


la que analizaba sus movimientos, sus conexiones, la mirada rencorosa de Remus ante el desprecio
de la sociedad.

Y como todo eso se iba conectando al odio que el chico sentía por la presión familiar, por la
cacería de los brujos oscuros, por la forma en la que Malfoy lo denigraba por estar bajo él, pero su
manera de manipularlo pensando que tenía el control sobre sus decisiones. Estaba la insistencia de
unirse a los mortífagos para defender a la magia oscura, las noches en que llegaba a su
departamento y veía con dolor como comentaban sobre otro mago oscuro que era llevado a
Azkaban y entonces… la carta de Remus.

Era la oportunidad de crear el suficiente caos para destruir también las investigaciones de búsqueda
de magos oscuros y de los seguidores de Voldemort. Eso haría feliz a Malfoy y también… también
les daría una oportunidad a los magos oscuros de sobrevivir un poco más.

—Es aquí — les susurró Blythe deteniéndose en una oficina — En teoría, deberían poder entrar al
tener la forma de Jenkins y Laurence.

Lily frunció el ceño — ¿Qué sucedería con exactitud si no funciona?

—Serían absorbidos por la puerta y quizás sus almas jamás escapen de ahí — respondió Edmund
Blythe con una sonrisa arrogante — Que suerte que ya me encargue de eso.

—¿Cómo es que…? — Lily volteó a mirar a Remus — Todos ellos son demasiado… increíbles.

Remus se encogió de hombros. Pero era cierto. Era increíble el talento de Blythe. La formación de
su familia como rompe maldiciones potenciaba ese talento natural.

Los tres magos entraron a la oficina convenientemente vacía.

Era la habitación más grande que Remus vio en su vida. Por un momento pensó que todo Hogwarts
sería capaz de entrar ahí. Repisas y repisas llenas de cajones con documentos que entraban y salían
volando.

—La comunidad mágica es pequeña así que mantienen un conteo de todos los magos que viven en
Gran Bretaña — señaló Blythe — Documentos que especifican dónde viven, quiénes son y cuáles
son sus familias. Que estudiaron, dónde trabajan y la ubicación de sus familiares.

La mirada de Lily brillo con emoción. Remus debía admitir que Robin Jenkins era hermosa. La
bruja volteó a verlo con una sonrisa anhelante — Tenemos que darnos prisa.

Remus asintió.

Lily sacó su varita. El chico la imitó.

Durante su investigación sobre los registros del ministerio, decidieron que tenían que ser más
ambiciosos. Tenían que destruir todos los documentos que pudieran. Corriendo el riesgo de lo que
eso significaría para la sociedad mágica. Pero si los mortífagos ya tenían en su poder el ministerio,
bien podrían hacerle las cosas difíciles. Tenían una buena razón para hacerlo.

Ambos pronunciaron el hechizo de Calíope, el que embrujaba muchos objetos a la vez y los
vinculaba a un solo hechizo. Hizo una nota mental de darle más crédito por ese regalo. Solo quería
vengarse de los merodeadores y aquí estaba un año después de esa broma, cometiendo actos
vandálicos que lo enviarían a Azkaban. Sí, era un buen regalo.

—¿Magia negra? — había preguntado Lily antes de salir del castillo.

Calíope Morgan les dio un montón de hechizos interesantes.

—En la magia oscura hay muchas formas de lograr lo que te propones. Estoy segura de que le
encontrarás un buen uso, Evans.

—¿Estás lista? — le preguntó Remus.

—Por supuesto — respondió con una expresión determinada — Vamos a hacer que esto arda.

Lily realizó el hechizo con facilidad. Su propia rabia por la injusticia de la sociedad, las noches en
vela en medio del plan, sus lágrimas furiosas por un mundo que permitía que las personas murieran
porque no eran importantes para ellos. La magia oscura respondió a ella con tanto poder como si
fuera una declarada.

Y entonces cada una de las hojas dentro del ministerio de magia ardió.

El caos comenzó.
Salir del ministerio fue mucho más fácil de lo que esperaban. Remus tomó la mano de Lily y se
mezclaron con las personas que corrían y gritaban y aplicaban hechizos para intentar apagar el
fuego maldito. Los pasillos se llenaron de humo y el calor se hacía insoportable. A nadie le
importó mucho que ellos estuvieran entre las personas desesperadas por huir del lugar mientras que
otras miraban con temor a la aparición de una marca tenebrosa. Remus jamás soltó la mano de Lily
Evans. Aun cuando eran empujados entre la multitud, su mano estuvo firmemente agarrada a la de
la bruja.

Blythe los dejó en el callejón en el que se aparecieron. El traslador oculto a la vista humana con un
hechizo de invisibilidad realizado por Lily.

—Deben borrar los registros en sus varitas, ahora estarán demasiado ocupados intentando hacerse
cargo del incendio, pero… pero las investigaciones solo arrojaran que cada uno de sus documentos
fueron inexplicablemente destruidos.

Remus lo besó. Sus manos aferradas en su nuca, la boca de Blythe abriéndose con sorpresa y
recibiéndolo gustoso.

—Jamás podré encontrar la forma en pagarte por tu ayuda — susurró alejándose.

El chico sonrió — Oh, Remus, creo que podremos encontrar la forma una vez que te unas al
ministerio. Ahora deben irse. Suerte.

—Gracias — los ojos de Lily brillaron con lágrimas — De verdad… muchas gracias.

El mago asintió hacia ella — Debo ir a despertar a Jenkins y Laurence… regresen a salvo.

Se desvaneció con un movimiento de su varita, dejándolos solos en el callejón.

—¿Debería ignorar que acabas de besar a Blythe? Sirius se pondrá muy celoso

Remus suspiró — Regresemos a casa, Evans.

Destruyeron el espejo una vez que volvieron a Hogsmeade. Lily desapareció los restos con un
hechizo rápido mientras recuperaba su forma, su cabello pelirrojo, sus pecas y esos increíbles ojos
verdes que la caracterizaban.

Lily lo abrazó con fuerza.

—Gracias. Esto es… es quizás la cosa más estúpida que has hecho por mí. Pero lo necesitaba… no
podía… no podía dejar las cosas así — murmuró con una voz llorosa.

Remus inspiró su aroma. Era familiaridad, calma y seguridad.

—Te adoro, Evans. No habría nada que no hiciera por ti.

Dumbledore lo miró con furia.

—¿Qué hiciste? —bramó.


Estaba por todas partes.

El inesperado incendio en el ministerio del cual tenían sospechas que estaban involucrados
mortífagos que huyeron de la escena antes de poder realizar la marca tenebrosa. Las reparaciones
estaban siendo llevada por los elfos domésticos y se estimaba que volverían a abrir en poco tiempo,
pero la pérdida de documentos, investigaciones y trabajos era invaluable y colocaba al ministerio
de magia británico en un punto de mira muy poco favorable en medio de la guerra.

—La sociedad ardiendo en su ruina — se burló Remus —Que curiosa es la vida, señor.

Dumbledore lo abofeteó.

Remus tuvo que reprimir el impulso de responder al golpe.

El lobo estaba molesto, pero también le encantaba el caos. Y con todo ese desastre y la ira de
Dumbledore estallando frente a él, era difícil no deleitarse por ello.

—¡Todo el plan podría desmoronarse por tu maldita imprudencia?

Remus sonrió con crueldad —¿Tiene alguna prueba de que haya sido yo, señor?

Esa mirada de desprecio. Era la primera vez que Albus Dumbledore lo miraba tal y como lo veía la
sociedad. Con un profundo desdén.

—Hablaste preocupado sobre los registros y en dos meses esos mismos registros desparecen
convenientemente.

—Una grata coincidencia.

—Esto no es una broma — exclamó el mago con frialdad.

—La muerte de las personas en peligro tampoco lo era. Y usted las aceptó de forma tan sencilla —
cada palabra pronunciada con veneno — No le importa nada de esto a menos que interfiera con sus
planes.

Dumbledore golpeó el escritorio con fuerza y frustración.

—No has salvado a nadie, Lupin.

—Usted tampoco — replicó el chico con una mirada oscura.

El enfrentamiento entre ellos era algo que consumía cada espacio en la oficina. La oscuridad
cubriendo a Remus, lista para responder en un arrebato mágico siguiendo la voluntad del chico y la
presión de la magia de Dumbledore enfurecido.

Pero había alguien más entre ellos que no se quedaría quieta viéndolos destruirse uno al otro.

—Señor.

Lily se descubrió la capa.

La mirada de Dumbledore cambio, cubriendo sus emociones tras una máscara de indiferencia y
analizando la presencia de la pelirroja.

—Señorita Evans — saludó con una voz neutral.


Lily se interpuso entre ambos con una expresión audaz — Fui yo. Soy la culpable. Enfrénteme.
Envíeme a Azkaban si lo desea. Pero jamás me voy a arrepentir de hacer lo que fuera por ayudar a
esas personas.

Dumbledore cerró los ojos con dolor y se sentó en su silla con un aspecto cansado. Se veía mayor
y débil — Ahora se van a apresar en asesinar a esas personas porque los registros desaparecieron.
Y es a causa de sus acciones. Los seguidores de Lord Voldemort se pondrán nerviosos sobre sí uno
de sus infiltrados es un traidor y cuando se den cuenta de quién sea que los ha ayudado… todos
ustedes estarán en el punto de mira y podrían ser asesinados.

Lily se estremeció.

Dumbledore la miró con severidad — No han ayudado a nadie. Su intrépida e infantil manera de
resolver las cosas han creado más problemas de los que existían en un principio. Y esas personas
que querían salvar seguirán condenadas.

—Hay una solución — la mirada de Lily ardía — Una reubicación.

—No tenemos el acceso a la información que fue destruida por ustedes y además serán asesinados.
Ahora mismo podría estar sucediendo porque saben que ese incendio no fue producido por uno de
sus mortífagos.

—Los iban a asesinar de todas formas — replicó Remus con rencor — Pero hace una diferencia el
intentar salvarlos y simplemente aceptar sus muertes.

Lily apoyó sus manos en el escritorio de Dumbledore, llamando su atención.

—Hay una copia. Me encargué de realizarla antes de quemar los documentos. Una reubicación de
las personas de esas listas es una oportunidad para que vivan.

Dumbledore la observó con atención —¿Y cómo piensas lograrlo?

—Quiero unirme a la orden, señor.

—No.

—Tengo la edad apropiada.

—Aún no se ha graduado de Hogwarts, señorita Evans.

—Y Lupin tampoco — señaló la chica — Todavía falta un mes para su mayoría de edad, pero ya lo
tiene como un espía.

Silencio.

—Lo escuche, señor. Sé que lo utiliza en sus planes, aunque desconozco sus intenciones o cuáles
con exactitud su objetivo — confesó con una expresión que reflejaba sinceridad y valentía — Pero
si lo va a usar a él, entonces yo también quiero estar involucrada. Soy una sangresucia a ojos de la
sociedad. Podría ser asesinada en cualquier momento. Al menos permítame pelear por mi vida y
por las personas como yo.

Todo de acuerdo con el plan, pensó Remus al ver a Dumbledore reflexionando sobre las palabras
de Lily.

Hace un mes lo hablaron en el laboratorio de Pandora.


—Aunque hay algo que me preocupa — Regulus los miró a cada uno — No podemos garantizar
que no existan copias de los registros.

Lo sabían. Pero conocían la naturaleza de los magos del ministerio. Eran de alguna forma…
demasiado confiados y negligentes. Incluso Lucius Malfoy era descuidado con documentos
confidenciales de su trabajo.

—Es cierto — concedió Lily, su expresión determinada — Pero no podemos simplemente


aceptarlo y no hacer nada.

Regulus sonrió, algo divertido e impresionado con su voluntad.

—Pensamiento de Gryffindor, Evans.

La chica sonrió.

—Hay una manera. Si hubiera una reubicación — les explicó Pandora.

—Eso podría funcionar — pensó Regulus — Pero no sé cómo podríamos hacerlo.

No podrían, pensó Remus. Ellos serían mortífagos en poco tiempo. Y entonces… entonces se le
ocurrió algo —¿No lo puede hacer la orden?

—Dumbledore se negó. Pero es cierto… la orden no lo aceptaría — Lily sonrió con audacia—
Ellos están ahí fuera arriesgando su vida contra los mortífagos.

—Bajo presión y la mirada pública de los miembros de la orden, ese maldito viejo no podrá
negarse — sonrió Remus.

—Necesitaríamos a alguien dentro de la orden.

—¿Y si están bajo la influencia absoluta de Dumbledore?

—Yo iré — declaró Lily Evans mirando a cada uno de los presentes — Me uniré a la orden del
Phoenix.
Estrellas
Chapter Notes

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Febrero, 1977

Después del incendio en el ministerio muchos ataques de mortífagos tomaron lugar en Londres y
en las grandes ciudades de Reino Unido, aprovechando la debilidad que el ministerio de magia
mostró al mundo al admitir en El profeta que el ataque fue provocado por los mortífagos. Se
cuestionó bastante la eficacia del ministerio en la guerra y el ministro Crouch estaba de un humor
horrible. Los lobos seguían entrenando a los nuevos miembros de la manada. Los aspirantes a
mortífagos recibieron un anillo que les indicaría cuando se unirían a las pruebas oscuras, como lo
llamó Lucius Malfoy. Y por el momento todo Londres era invadido por los dementores.

No era de extrañar que estuvieran practicando una y otra vez la realización de patronus en la clase
de defensa contra las artes oscuras.

El mundo mágico era un caos.

—Piensen en su recuerdo más feliz.

James Potter fue quién más progreso había mostrado. Su patronus casi tenía una forma, aunque
todavía no estaban seguro de qué era exactamente. Pero Sirius, Peter, Lily y Remus lo miraron con
envidia y rencor.

—¿Qué? — preguntó acomodando sus lentes.

—El chico dorado de Gryffindor — se quejó Remus.

Calíope levantó su varita — ¡Expectro patronus!

Un vago humo plateado salió de la punta de su varita.

—¿En qué estás pensando, Calíope? — le preguntó Bianca Zabini.

—En mi cámara de Gringotts llena de oro y gemas preciosas — le respondió encogiéndose de


hombros — Nada me hace más feliz que saber que soy asquerosamente rica.

Remus bufó – Claro, presume tu riqueza con el bastardo huérfano.

La bruja bajo su varita y se acercó para tomar su mano — Lo siento, cariño. Cásate conmigo y
podrías ser mi hermoso esposo trofeo.

—Aleja tus garras de mi hombre, Morgan — exclamó Sirius abrazando a Remus, sus brazos
atrapándolo y haciendo que su espalda estuviera pegada a su pecho — Es mío.

—¿En qué piensas tú, Black? — le preguntó la chica con una mirada divertida — ¿En las veces
que te coges a Remus?

Remus le dio una mirada oscura. Pero Calíope se veía satisfecha con molestarlo. Y tampoco era
como que Remus pudiera replicarle. Calíope era una gran aliada. Como su guía en la oscuridad se
empeñó en instruirlo y enseñarle sobre el dominio de la oscuridad. Además de ayudarlo el día de la
infiltración. Nadie notó el cambio, o si encontraron algo extraño en Evans no lo mencionaban.
Imaginó que Calíope no fue descubierta o cubrió rápidamente su presencia en las mentes de las
personas que estuvieron cerca de la verdad.

Sirius sonrió de lado, apoyando su barbilla en el hombro de Remus para susurrar en su oído —
Podría hacer un buen patronus con esos recuerdos, Lupin.

—¿Te hago tan feliz? — se burló Remus.

—Tienes muchos talentos que disfruto — respondió Sirius con un brillo en su mirada y se apartó
para realizar el encantamiento — ¡Expectro patronus!

El humo plateado.

El bastardo lo logró.

—¡Funcionó! — gritó Black emocionado llamando la atención — ¿Lo viste, Lupin? ¿Lo viste? De
verdad funcionó… es lo más lejos que he llegado desde hace días… Oye, ¿me estás escuchando?

—Eres un idiota, Black — le respondió Remus acercándose a él.

Sirius sonrió con ese brillo divertido y excitado en su mirada con el que estaba demasiado
familiarizado — Estoy bastante seguro de que estás loco por mí, Remus Lupin. Y eso me hace muy
feliz.

Remus no pudo evitar sonreír.

—Demasiado confiado.

—Bueno, es que anoche…

—Cállate — lo empujó.

—Ustedes dos son increíbles — se quejó Peter — Por favor, ¿pueden evitar toda su aura rosa de
malditos enamorados?

Estaba teniendo problemas con Dorcas Meadowes. Lo solucionarían. Quizás. Pero eso había
aumentado su malhumor respecto a Sirius y Remus. Y también estaba el asunto de que Anubis lo
odiaba, aunque eso era algo mutuo, Pettigrew no podía dejar de estornudar cada vez que el gato de
Evans estaba cerca.

—Remus no deja de mirarlo como si fuera la cosa más preciosa en el mundo — se burló Mary.

—Y Sirius se derrite bajo esa mirada — sonrió Marlene.

—¿Qué dices? — le preguntó Sirius a Remus sus manos sosteniendo su cintura y atrayéndolo hacia
él — ¿Soy lo más precioso que has visto?

—¿Por qué? — replicó el chico mirando sus labios — ¿Te vas a enamorar de mí sí lo digo?

Sirius se rio — Puede ser. Si dices lo correcto.

Esto pasaba con más y más frecuencia. Los límites entre ellos desvaneciéndose. Pero se sentía
bien. Se sentía correcto. Remus quería esto tanto como Sirius. Solo eran demasiado testarudos
como para ceder primero que el otro.
Lily se concentró.

—¿En qué piensas, Evans? — le preguntó James Potter.

—En la vez que te colgué del gran comedor durante toda una noche. Me divertí bastante.

James sonrió — Oh, ¿entonces soy tu recuerdo más feliz, Evans?

La chica sonrió con misterio — Veamos si lo es.

Desde la infiltración al ministerio, el aura alrededor de Lily era diferente. Más confiada, más
segura de alguna forma. Remus siempre había percibido en Lily una gran fortaleza mental,
paciencia y autoexigencia. Era la chica con mejores calificaciones, era el lugar calmado y seguro al
que Remus quería volver una y otra vez, y era la que mejor temperamento tenía de todos ellos.
Ahora se veía como si… como si llevara una carga encima, pero Lily no lo odiaba. Sino que le
hacía sentir que estaba haciendo algo importante.

Se uniría a la orden después de acabar el año escolar.

Siempre intuyó que Lily se involucraría en la guerra. Era casi inevitable. Durante años, Lily Evans
estuvo entre el mundo muggle y los magos. Pero mientras que Remus se aferraba a la magia porque
conoció la peor parte de la vida muggle, Lily tenía opciones que el tiempo le quitó. Podría regresar
con su familia, claro, pero nunca volvería a encajar en una vida muggle. Y no sería capaz de
ignorar lo que sucedía en el mundo mágico. Un mundo que la despreciaba. Si Remus sentía que
debía destruir el mundo para lograr una sociedad que los aceptara, Lily sentía que debía obligarlos
a aceptarla. Luchar por eso. Y salvar al mundo mágico, pelear por los mestizos, muggles y
sangresucias, era una causa por la que estaba dispuesta a sacrificarse.

—Dumbledore la aceptó — le confesó a Regulus cuando regresaron de su oficina.

—Por supuesto que lo hará. Tendría que haberles lanzado un obliviate para ocultar que admitió que
estaba dispuesto a sacrificar a las personas. Pero no tenía certeza alguna si se lo habían dicho a
alguien que hablaría si algo les ocurría — Regulus sonrió con frialdad estudiando su tablero de
ajedrez — Estaba acorralado. Y tener a Evans en la orden le da más seguridad. Puede vigilarla y es
un rehén en tu contra.

No le gustaba la idea de usar de esa manera a Lily. Pero tenían un punto. No sacrificaría a Lily en
una misión estúpida si le servía para mantener a Remus de su lado.

—Darle poder hará que se ciegue y que cometa errores. Y eso funciona para nosotros.

Remus asintió y se sentó a su lado observando las piezas.

—¿Invitarás a Pandora a salir para San Valentín?

Regulus tomó la pieza de la reina

—Puede ser — murmuró con el rostro enrojecido —¿Crees que acepte? Si la invitó a salir.

Remus sonrió — Lo hará. Probablemente te diga que es un experimento para comprobar su


química de pareja. Pero ahí es donde debes seducirla y ganar su corazón, Black.

—¿Tú que harás? ¿Irás a Hogsmeade?

—No. Estaré acostándome con tu hermano.


—Okay — respondió Regulus levantándose — Eso fue demasiada información.

Remus se rio.

Por supuesto que Sirius Black fue un completo imbécil en San Valentín.

Tarjetas de corazones que cantaban de parte de una persona anónima llamada Pads, una gran caja
de chocolates y un nuevo libro muggle bastante homosexual.

—¿Qué se supone que le regalas en San Valentín a tu enemigo mortal que convertiste en reptil
después de besarse, pero luego le salvaste la vida y se volvieron aliados y comenzaron a ser
compañeros sexuales? — le preguntó a Regulus la mañana de San Valentín — Ah, y que no sea tan
sentimental. Nuestra relación se basa en la atracción sexual, no en sentimientos y cosas así.

Reggie tomó el libro que Sirius envió.

—Esto me parece muy sentimental. ¿Estás seguro de que no olvidaste cuando Sirius te pidió ser su
novio?

—No. A menos que te lo haya pedido a ti cuando eras yo.

Su amigo hizo una mueca soltando el libro — Sí… no creo que haya podido. Calíope lo mantuvo
alejado.

—Y por eso está celoso de Evans ahora.

—Puede ser… Ahora es mi turno de preguntar. ¿Capa verde o capa negra? Este día debe ser
perfecto. Pandora va a juzgar si es capaz de enamorarse de mí o no.

Pandora Lynch no habría cancelado su compromiso si no fuera porque sabía que sus sentimientos
por Regulus podrían fácilmente convertirse en un amor romántico. La chica lo quería. Lily y
Remus habían notado la forma en la que Pandora sonreía cerca de Reggie, como se pondría
nerviosa si sus manos se rozaban en el laboratorio y la manera en la que su mirada lo seguía
cuando entraba en la misma habitación.

—Verde — escogió Remus recordando lo que una vez Sirius le contó en una carta, sobre su color
favorito de niño — Eres muy guapo con ese color.

Reggie asintió — Gracias.

—Ahora… te voy a dar unas reglas básicas — mencionó Remus colocándose sus lentes de lectura
para demostrar una mayor seriedad — Diviértete y sé sincero. No estén todo el día hablando de los
planes malvados que tenemos. Y regresa antes de la madrugada, jovencito.

Regulus sonrió —No prometo nada.

—Ese es mi chico.

—Diviértete cogiendo con mi hermano — comentó antes de hacer una mueca — Espera. Eso no
sonaba tan mal en mi cabeza.

—Sí, intenta no hacer eso con Pandora.


—Lo intentaré. Adiós — se despidió el chico y quedó solo en la habitación.

Remus se recostó en su cama leyendo el libro que Sirius le regaló. Era uno de los que vio en su
biblioteca. Y estaba lleno de marcas y comentarios que Remus adoró. Le gustaba leer. Era una de
las cosas que no podía hacer cuando niño y que antes consideraba una tortura. Pero cuando
Madame Pomfrey le dio los anteojos de lectura disfrutó bastante del acceso a información. Había
muchas cosas que quería saber sobre el mundo mágico, que quería averiguar y descubrir. Así que,
generalmente no leía novelas muggles por falta de tiempo entre sus estudios, sus investigaciones,
sus planes y el mapa. Seguía trabajando en el mapa. Pandora prometió ayudarlo a conseguir el
hechizo de etiquetación y podrían terminarlo para su cumpleaños. Entonces…

—¡Remus John Lupin! — gritó una voz azotando la puerta — Te juro que te ahorcaré si tú no estás
listo.

Ah, verdad, pensó. Tenía una cita con Sirius hoy.

Remus suspiró levantando la mirada del libro.

—¿Cómo entraste?

Sirius se quitó la capa de invisibilidad — Magia oscura es la contraseña más tonta del mundo. Y
me dejaste plantado así que…

—¿Qué? ¿Me vas a ahorcar? Porque no sé si eso es una amenaza cuando suena tan tentador…

Sirius frunció el ceño y lo apuntó confundido.

—¿Usas lentes?

Mierda. Olvido que los estaba usando.

—Los odio.

—Yo también.

—¡No! — lo detuvo Sirius acercándose a la cama — Déjalos.

Remus lo miró de malhumor.

—Mierda, realmente te ves muy sexy, señor Lupin — se burló al sentarse a horcajadas sobre
Remus y levantar su barbilla para admirarlo mejor — Como un profesor.

—Comienzo a pensar que tienes un problema con los profesores — replicó el chico sujetando las
muñecas de Sirius.

Sirius sonrió con malicia — Profesor Lupin.

Remus gruñó.

El chico besó su cuello, sus labios bajando lentamente y dejando marcas.

—Sí — suspiró — Luces demasiado sexy.

Remus estaba tentado a empujarlo por ser un idiota.

Pero se sentía demasiado bien ser deseado por alguien como Sirius Black.
—¿Los usas para seducirme? — preguntó en un susurro ronco en su oído que lo hizo estremecer.

—No, estaba leyendo, idiota. El libro que me diste.

Sirius buscó su mirada con una expresión ansiosa — ¿Entonces te gustó? La última vez que le di
un libro a Reggie dijiste que era poco creativo, pero este me gustó y pensé que ya que querías saber
más cosas de mí te gustaría porque es como si me conocieras de una forma menos escalofriante
que la legeremancia, pero… ¿Me pase?

Remus sonreía encantado — Un poco. Reggie dijo que era sentimental.

—Sí, pero… Los amantes son románticos, ¿no?

Remus lo besó. Seguía teniendo un agarre en las muñecas de Sirius Black que le daban una
sensación de dominio que al lobo le encantaba y Sirius sonrió en su beso, inclinándose hacía él,
sujetando el rostro del chico e intensificando el beso.

—Esto es perfecto, Sirius — suspiró en sus labios.

Sirius apoyó su frente en la de Remus.

—Tenía planeado algo más, pero… ¿qué te parece pasar todo el día aquí? — esa sonrisa maliciosa
— Regulus no volverá en un tiempo de su cita con Pandora.

Remus sonrió — Oh, ¿Tanto deseas monopolizarme? Me siento amado.

—Imbécil — le respondió antes de volverlo a besar lenta y profundamente, disfrutando del gemido
atrapado en la garganta de Remus y de la fricción en sus cuerpos.

El chico se apartó solo unos momentos para realizar un encantamiento a la puerta para cerrarla y
silenciando la habitación.

Sirius lo miró divertido.

—No aceptaré interrupciones — explicó Remus mientras sus manos encontraban el dobladillo de
la camiseta de Sirius.

—Soy todo tuyo hoy, Remus — prometió ayudándolo a tirar la camiseta al suelo.

Remus lo atrajo a un beso húmedo y lujurioso, perdiéndose en las sensaciones que le provocaba esa
atracción hacia Sirius Black. Su cadera chocando con la del chico haciéndolo gemir en sus labios,
complaciendo el impulso posesivo de la bestia.

Su respiración entrecortada.

Su propia camiseta cayendo al suelo.

Las manos de Sirius tocando su piel, encendiendo cada parte que sus dedos rozaban.

La luz verdosa filtrándose por el ventanal.

El latido acelerado de su corazón.

El calor extendiéndose en su cuerpo.

El cinturón de Sirius Black desabrochado.


Sus manos siendo entrelazadas.

Su espalda contra el colchón.

El sonido del gruñido de Remus cuando Sirius creo fricción entre ellos.

La risa de Sirius inundando la habitación cuando Remus mordió su labio.

—¿Es una venganza? — preguntó pasando su lengua por sus labios.

—Es una advertencia para que te apresures — contestó Remus contemplando el cuerpo de Sirius
Black sobre el suyo. Demonios, amaba esos pantalones ajustados en sus muslos, pero no quería
verlos en este preciso momento.

Ese brillo en su mirada mientras sonreía engreídamente — Oh, veo cuanto lo deseas. Pero tenemos
todo el tiempo del mundo, amor.

—Te odio.

—No, sé que me amas — fue la respuesta de Sirius en sus labios con ese tono masculino y ronco
que a Remus le encantaba al momento en que una de sus manos bajaba hasta el borde del pantalón
de Remus Lupin.

Y cuando lo tocó pensó que no podría contradecirlo si lo hacía sentir tan jodidamente bien solo con
su toque, con esa sonrisa arrogante y el sonido de sus propios gruñidos al apresurar el movimiento
de su mano para llegar a un orgasmo.

Todo el tiempo del mundo se convirtieron en largas horas haciendo el amor.

Perdiéndose el uno en el otro.

Y suspirando su nombre cuando el placer se intensificó.

Remus no quería moverse.

No tenía intención alguna de moverse y romper toda la magia de lo que acababa de suceder cuando
llegó a un orgasmo que le hizo perder cada pensamiento racional de su mente y perdió todo sentido
del tiempo.

Estaba recostado junto a Sirius. La cabeza del chico en su pecho mientras miraba al ventanal.

—Cielos, jamás imaginé estar aquí.

—¿En mi cama? — sonrió Remus perezosamente.

Sirius también sonrió por eso — Bueno, no es eso a lo que me refería, pero… Es Slytherin. Todo
esto habría sido mío sí…

Sí el sombrero seleccionador lo hubiera enviado a Slytherin como a cada miembro de su familia en


vez de a Gryffindor. Remus entendía ese sentimiento. La incógnita sobre cómo sería su vida si eso
fuera diferente. Si todo fuera diferente.
—Cuando entré en Hogwarts mis padres me amenazaron para no arruinarlos. Reg dijo que solo
tenía que estar aquí y no meterme en problemas — susurró Sirius con la mirada perdida en el
ventanal — Te tuve tanta envidia porque tenías esto. Eras un Slytherin y eso era lo único que mis
padres esperaban de mí y yo no… yo no era suficiente para esto.

Remus guardó silencio. Quería escuchar. Quería escuchar todo esto.

—Tuve un ataque de pánico el día de la selección. No sabía lo que eran. Pero Jamie sí. Su mamá lo
llevaba con él a veces a San Mungo cuando había una emergencia y Prongs la ayudaba con los
pacientes. Él es especial, ¿sabes? Es como si fuera un ser de luz que te hace sentir que las cosas no
pueden ser tan horribles.

El chico dorado de Gryffindor. Lo sintió. Tenía una presencia similar a la de Lily, que te hacía
sentir cómodo y seguro y te daba esperanza incluso en los momentos más oscuros.

—¿Por eso se convirtieron en mejores amigos?

—Sí. Jamie me ayudó. Sé quedó conmigo toda la noche y nunca me ha abandonado desde
entonces. Daría mi vida por él. Adoro a ese chico con locura.

Remus sonrió —¿Alguna vez paso algo entre ustedes?

Sirius se rio — Cuando nos besamos en Halloween y tuve mi primera crisis gay en la vida lo besé
para probar si me gustaban los chicos. Pero él es de Evans. Completamente.

—¿Sigue con las cartas?

—Por supuesto que sigue con las cartas. Cada día de los últimos seis años he tenido que escuchar
por qué Prongs está enamorado de la pelirroja. Tiene razones suficientes para los siguientes diez
años sino es que más.

Remus suspiró. La perseverancia y determinación de James Potter eran increíbles.

Se preguntó cómo sería vivir su vida. Tenía padres maravillosos. Un hogar al que regresar en el
que creció con seguridad, cariño y amor. Amigos leales que lo querían y admiraban. Era buen
estudiante, capitán del equipo de quidditch, buen cazador, carismático y divertido.

Era tan brillante que lo irritaba un poco.

Sirius lo miró con curiosidad — ¿Y tú qué? ¿Alguna vez pasó algo entre Reg y tú?

—Oh, claro. Estuve muy enamorado de él. Pero como no funciono lo intente con su hermano.

—¿De verdad? — se sorprendió Sirius conteniendo la respiración.

Remus se rio — Eres un idiota, Sirius.

El chico lo golpeó en el pecho — Podría ser verdad. No me extrañaría que a Reg le hayas gustado
al menos una vez en la vida. A muchas personas le gustas.

—Pero soy un hombre lobo — replicó con el ceño fruncido.

—Y es parte de tu encanto todo ese instinto animal y tu energía sexual cuando se acerca tu
problema menstrual de la luna — se burló Sirius.

Remus bufo, acariciando el cabello del chico entre sus dedos y pensando en cuánto le gustaba esto.
Pasar el tiempo el uno junto al otro. Sentir su cercanía, su calor y deleitarse con el sonido de su
voz. Amaba cada uno de estos momentos.

Sirius tarareaba en voz baja, cerrando sus ojos con una sonrisa risueña.

—Haces eso — sonrió Remus.

—¿Qué cosa?

—Cantas Starman sin darte cuenta.

Sirius abrió los ojos con sorpresa.

—¿Cómo es que a un mago sangre pura le gusta Bowie?

Sus dedos siendo entrelazados.

—Andrómeda y yo nos escapábamos de las aburridas y tediosas fiestas de mi familia y vagábamos


por las calles de Londres hasta que teníamos que regresar. Ella adoraba la ciudad y yo… yo solo
quería huir de mi familia — confesó el chico con una sonrisa triste — Entonces una vez entramos
en una tienda de música y.…oh, Remus, fue mágico.

—Lo es — coincidió Remus, pensando en la primera vez que escuchó la música en una vieja radio
muggle. Su padre estaba inconsciente. Dumbledore acababa de aparecer. Y en la radio que apenas
funcionaba claramente escuchó la voz de Bowie siendo un consuelo para él.

—Le dije a Dromeda que era magia. Y ella me envió un tocadiscos y la música de Bowie. Creo
que sabía lo difícil que sería sobrevivir con nuestra familia cuando ella se fuera.

—¿Te dolió? — preguntó en un susurró — Cuando ella se fue.

Sirius negó con la cabeza — Cuando se marchó solo pensé en lo mucho que quería eso también.
Conseguir mi libertad y me aferre al tocadiscos pensando en que tenía que hacer todo lo necesario
para irme.

—Vamos a un concierto. Tú y yo. En Londres durante el verano.

Sirius sonrió emocionado volteando para apoyar su barbilla en el pecho de Remus.

— ¿Quieres que vayamos a una cita?

Remus miró los labios de Sirius.

—Puede ser.

Sirius se inclinó y le dio un beso suave y dulce —Quiero ir contigo.

—Es una promesa — susurró Remus acariciando el rostro del chico.

—¿No sería demasiado romántico y cursi para una relación que solo era un juego para ti?

Esa mirada que buscaba dentro de sí. Esos ojos azules que deseaban escucharlo decir la verdad.
Hace mucho tiempo que ya no era un juego, pensó Remus. Quizás desde el comienzo.

—¿Qué es esto para ti, Black?


—No. No me vas a quitar una confesión. Aún no me olvido de que la última vez jugaste con mis
sentimientos en la boda de Cissy.

Remus sonrió por el recuerdo.

—Creo que fue tu orgullo y no tus sentimientos los heridos, Black.

Tomó su mano. Juntando sus palmas.

—Tampoco me rogaste cuando te lo pedí — se quejó Sirius.

—¿Te excitaría que lo hiciera?

El brillo de emoción en sus ojos — Oh, sí, háblame sucio, Lupin y ruégame. Te compensaré muy,
muy bien.

Remus soltó una carcajada.

—Black. Sal conmigo.

Sirius lo miro sorprendido — ¿Esto es una confesión?

—Sí.

Remus apoyó su frente en la de Sirius para mirarlo a los ojos.

—Me gustas.

Sirius se sonrojó.

—Me gustas, Sirius Black.

El chico lo observaba como si no pudiera creerlo. Que estuviera pasando. Que Remus fuera tan
sincero y honesto con sus sentimientos. Eran meses desde que conocían perfectamente el cuerpo
del otro. Meses de ansías, necesidad y atracción tirando de ellos y condenando cada uno de sus
pensamientos. Meses en los que siguieron convenciéndose de que esto tenía límites porque era
demasiado bueno, demasiado perfecto para lo que ambos querían.

—Padfoot — llamó tratando de traer de vuelta a Sirius.

—Moony — respondió el chico con voz entrecortada.

Remus sonrió — Tenemos nombres terribles.

Sirius sonrió también — Me gustan.

—Tú me gustas.

Sirius lo besó.

— Tú me gustas — susurró en los labios de Remus.

Y él supo que si tuviera que elegir un momento de su vida para realizar un patronus elegiría ese. A
Sirius y a él juntos en aquel momento.

Porque nunca en su vida se había sentido tan feliz


Chapter End Notes

Hola! Hoy es mi cumpleaños <3 Me hace muy feliz el apoyo y comentarios que he
recibido durante todo este tiempo, porque este es mi primer fic.
Hace meses pensé que para hoy ya iba a tener terminada esta historia, pero se ha ido
alargando durante el tiempo.
Actualmente, estoy considerando que serán 100 capítulos. ¿Qué piensan? ¿Les
agrada?
Merodeadores

03 de marzo, 1977

—¿Puedo pedirte un favor, Remus?

— Pandora, mi vida consiste en pedirte favores. Si me pides un riñón solo te preguntaría cuál
quieres.

La chica se veía nerviosa. Las plumas a su alrededor escribían agitadamente en los pergaminos que
estudiaban los resultados de sus experimentos de artefactos mágicos.

—Hay un boggart en uno de los armarios.

—Demonios, ese solo es lugar para los homosexuales — se lamentó Remus.

—Muy gracioso. ¿Puedes sacarlo? De verdad me desagradan esas cosas.

—Pensé que te fascinarían. Cambian de forma de acuerdo con la persona a la que se enfrentan. De
hecho, eso es muy impresionante e implica que hay una reconstrucción en su organismo que…

La bruja sonreía con emoción.

—Oye, casi suenas como yo.

Remus se rio — Sí, supongo que también me interesan las demás criaturas oscuras.

—La última vez que vi uno fue… fue horrible — confesó Pandora — ¿Qué ves tú cuando te
enfrentas a un boggart, Remus?

—Cuando era niño veía la luna — respondió tamborileando con sus dedos en un acto nervioso —
Pero ahora no estoy seguro. El año pasado en mis TIMOS vi a Reggie siendo atacado y la verdad
estaba más furioso que asustado.

—¿Ese es tu mayor miedo?

—Reggie es… la persona más importante en mi vida, Pandora. Es la primera persona a la que le
hablé del lobo y pensó que era genial — sonrió con nostalgia — Ese niño me ha cuidado y
protegido de tantas formas que no puedo explicar por qué es tan importante. Solo… lo sé.

Pandora pensó unos momentos mirando el armario.

—¿En qué es diferente de lo que sientes por Sirius Black?

— La diferencia es… Que amo a Reggie ¿Pero Sirius Black? — Remus sonrió desviando la mirada
— Sirius enciende un infierno dentro de mí, que es caótico y salvaje y muy intenso. Pero me
encanta. Esa es la diferencia entre mi amor por Reggie y lo que siento por Sirius.

—No quiero lastimar a Regulus — susurró Pandora — Es mi mejor amigo. Es la primera persona
que creyó en mí.

—Lo sé.
—Temo perderlo.

—No lo vas a perder. Ese chico te adora.

—Es tan dulce que… que siento que podría morir. Cuando nosotros salimos… Por Merlín, Remus
— la mirada de Pandora brilló — Pensé que nunca sentiría algo tan intenso por alguien. Regulus
es… es como un sueño del que no quiero despertar.

Remus sonrió reconociendo la magia que se acercaba.

— Puedes decirle. Lo que sientes y lo que quieres de él. Te prometo que no hay manera en la que
pierdas a ese chico. Porque ya sea que quieras ser su amiga o algo más, Regulus lo aceptara. Porque
también te quiere con locura.

La chica asintió con lágrimas en sus ojos — Gracias, Remus.

La puerta de la habitación se abrió.

Regulus Black entró.

Pandora se levantó de su silla y se acercó a él.

— Regulus. Tengo algo que decirte.

—¿Estás bien? — frunció el ceño con preocupación — ¿Qué fue lo que…?

—Hay un boggart en el armario — susurró la chica.

—Mierda, odias a los boggart.

Pandora asintió y sonrió con sus ojos brillando con lágrimas— Sí, porque mi mayor temor es
perderte. Y me obligan a verlo y eso… no puedo soportar la idea de verte sufrir.

El chico sonrió con ternura y se acercó para limpiar una lágrima en el rostro de Pandora —Oye,
está bien. Nada me va a ocurrir por un tonto boggart.

—No es solo eso — susurró la chica.

—Está bien. Puedo encargarme de él si quieres. No tienes que preocuparte…

—Reggie — Pandora tomó la capa de Regulus — Lo que intento decir es que te quiero.

Y entonces Pandora Lynch lo besó.

Y Regulus sonrió antes de devolverle el beso y sostenerla con cuidado y cariño.

—Pandora me beso — repitió Regulus desde hace media hora cuando estaban de camino al campo
de quidditch. Pandora le prometió verse mañana y lo había vuelto a besar al despedirse.

Remus sonrió contento por su mejor amigo — Lo sé, estuve allí.


—Pandora me beso.

—Regulus, ¿estás seguro de que tu cerebro funciona del todo? — se burló el chico — ¿deberíamos
ir a ver a Poppy?

—Pandora Lynch me besó — la mirada de Regulus brillaba con euforia — Remus, declararé este
día como el mejor día de mi vida.

Remus llevó una mano a su corazón —¿Mejor que cuando me conociste? Me dueles.

—Pandora lo amerita. Me besó.

—Lo sé. Lo has establecido. Muchas veces.

Reggie sonrió tontamente — Le gusto a Pandora.

—Sí, creo que por eso te beso.

—Y Pandora me gusta.

Remus sonrió divertido —¿Eres feliz, Reggie?

—Sí, lo soy.

—Está bien — respondió su mejor amigo — Creo que es un buen momento para decirte que…
Estoy completamente enamorado de tu hermano desde hace algunos meses.

Regulus se detuvo, su sonrisa tonta desvaneciéndose en una expresión de pánico.

—Espera, ¿qué?

Remus se encogió de hombros —Creí que era una buena oportunidad para decírtelo.

—¿Tú hiciste qué?

—Solo sucedió. También me sorprende. Pero es bueno que hayamos hablado sobre eso. Me hace
sentir mejor que seguir ocultándolo de ti. Bueno, adiós, Reggie.

—¡Remus John Lupin vuelve aquí ahora mismo! — gritó el chico corriendo tras él.

—¡Puedes seguir suspirando por Pandora Lynch! — replicó Remus sin detenerse.

—¡Regresa, maldito cobarde!

Remus se rio y Regulus lo empujó a uno de los pasadizos que tan bien conocía. Era el mismo
donde terminaron cuando Filch los perseguía y escucharon a James Potter confesar que tuvo un
crush con él.

—Te acuestas con Sirius, maldita perra traidora — lo acusó Regulus con una expresión furiosa —
Y lo que es peor… ¡lo amas! Esto es increíble… aún tenía la esperanza que ustedes no fueran tan
en serio, pero… Pero ¿es verdad? ¿De verdad lo amas?

—Te adoro, Reggie — confesó Remus con una sonrisa estúpida — Eres la persona por la cual
moriría. Pero… pero Sirius me hace querer vivir.

Regulus aceptó cada palabra. Lo entendía ahora que Pandora Lynch lo había besado.
—Solo quiero que seas feliz, Moony. Aunque sea con Sirius.

—Le pedí ser mi novio en San Valentín.

—Por supuesto que lo hiciste — suspiró con una pequeña sonrisa — Están locos el uno por el otro.

—Puto homosexual.

Remus se detuvo en medio de las mazmorras reconociendo la esencia de la magia.

—Snivellus —se volteó para mirar al chico — ¿Qué pasó con tus amigos? ¿Es que se cansaron de
tu maravillosa personalidad?

—Eres muy arrogante por haberte convertido en la perra de Sirius Black — Snape sonrió con
crueldad — Eso es todo lo que haces, ¿no? Ser follado por los Black y mover tu cola tras ellos
porque no tienes nada más que ofrecer, puto perro asqueroso.

Está borracho, percibió. Snivellus apestaba a alcohol. Pero su magia era más poderosa desde el
Yule reconoció. Estaba a su alrededor, y era diferente. La magia de Severus Snape ahora mismo
resonaba como relámpagos y una lluvia tormentosa, pero sometida ante su voluntad.

—¿Te acostabas con Regulus mientras salías con ella? — preguntó con desdén — ¿Disfrutaste
traicionándola y ahora sigues a su lado para lastimarla?

Remus sonrió con crueldad.

—Quien la lastimó fuiste tú. Con tus prejuicios, tu incompetencia y tu cobardía, Snivellus.

La oscuridad también estaba de su parte. Su magia no era la misma desde que estuvo con los lobos.
Y si la oscuridad debía elegir entre ellos… Pues él era un monstruo.

Era tan sencillo que casi sintió lastima por él.

—La llamaste sangre sucia como si fueras superior a ella. Como si tu vida pudiera realmente ser
más valiosa que Lily Evans.

—¡Cállate! — gritó el chico levantando su varita — No te atrevas a decir que yo…

Remus negó con la cabeza — Puedo romper cada uno de tus huesos, Snivellus. Cortarlos con solo
pensarlo. ¿No sería genial que pasaras los siguientes días con Pomfrey? ¿Una buena lección para
que al fin aprendas a tener miedo?

—Eres un asqueroso traidor a la sangre — susurró con rencor y la mirada vidriosa por el alcohol
— No tengo miedo de un perro de mierda solo porque se acuesta con los Black.

—Sí — coincidió Remus sonriendo — Tus instintos de supervivencia son una mierda.

—¡Septusempra! — maldijo Severus.

Pero la magia del lobo desvió el hechizo.

—¿Cómo es que…?
Su sonrisa cruel.

—Debiste temer a la bestia.

No uso cruciatus. No lo necesitaba.

La magia ondeaba a su alrededor bajo la influencia de la oscuridad.

Y sintió a su cuerpo responder ante ella.

Ante la presencia de la luna.

Era diferente ahora.

Desde que estuvo con los lobos y la oscuridad lo escogió su magia, la magia del lobo, respondía de
una forma mucho más intuitiva cuando la luna llena se acercaba.

Snivellus lo miró con temor.

Lo sentía.

A la oscuridad disfrutando de los gritos que escaparon de la garganta de Severus Snape. Los
instintos del monstruo deleitándose por causar que se retorciera de dolor. Un fuerte impulso de
aumentar su crueldad lo dominaba. El deseo de torturarlo hasta el borde de la locura.

La oscuridad de su parte murmurando en su mente.

—Septusempra — susurró Remus.

Y a una parte de su mente le asustó lo fácil que era.

Perderse en ese impulso oscuro que solo deseaba destrucción.

—Fuiste tú — acusó Sirius.

Regulus sonrió al tomar asiento en la biblioteca.

—Ya me gustaría. Pero no. Snivellus ha ganado muchos enemigos por no conocer su lugar.

—Entonces fuiste tú, Lupin.

—No tienes pruebas en mi contra — replicó antes de darle un beso rápido y sentarse a su lado.

El chico sonrió complacido — Está bien. Pero sé que fuiste tú. Y creo que me enamoré un poco
más de ti por eso.

Remus reprimió una sonrisa y tomó su mano — ¿Qué tan enamorado?

—Bueno, podría mostrarte si nosotros…

Pettigrew gimió — Vamos, ¿tenemos que escucharlos ser tan…? ¡Auch! ¡Prongs, me pateaste!

Sirius se recostó contra Remus mirando sus amigos con diversión.


—Te lo mereces. Pads, está feliz. Nosotros somos felices de que esté feliz. Y Lupin acaba de
mandar a Snivellus a enfermería una buena semana. Todo es genial aquí — sonrió el chico — Deja
de quejarte sobre eso, Wormie.

Lily suspiró bajando su libro a su regazo — No estoy segura de que deba estar escuchando esta
conversación.

Su relación con Snivellus era complicada. Le habló hace unas semanas porque Snape le rogó.

—Por favor, Lily… hemos sido amigos durante años y eso… eso se fue porque fui un estúpido y
solo te pido unos minutos.

Remus había puesto los ojos en blanco y resistido el impulso de maldecirlo.

Pero Lily accedió. Y luego volvió de tan malhumor que en su ronda de patrullaje maldijo a algunos
Slytherin supremacistas para calmarse. Los merodeadores estuvieron contentos de ver que por fin
Evans estaba de su parte.

—Te prometo no confesar mis crímenes para que no estés involucrada, Evans — Remus le guiño
un ojo a la pelirroja.

La chica reprimió una sonrisa — Eso es tierno de tu parte, rayo de luna.

—¿Alguien nos dirá para qué nos invocaron? — preguntó Regulus con impaciencia. Desde que
Pandora y él comenzaron a salir tenía una gran energía nerviosa alrededor. A Remus le recordaba a
Sirius cuando estaba planeando una broma. Era todo ansiedad, emoción e imprudencia.

—Hemos decidido nombrarlos merodeadores honorarios — anunció Sirius Black.

Pettrigrew parecía refunfuñar que él no había estado de acuerdo.

—Ser novio de Sirius es difícil — suspiró Remus.

—Espera, espera. ¿Lo hicieron oficial? — Lily sonrió emocionada — ¡Este es el maldito karma de
Black por llamarme traidora amante de víboras!

—Disfrutas mucho de esto — la acusó Sirius — Vamos, estábamos en medio de…

—Aún queda algo que hacer — dijo James levantándose de su silla y deteniéndose frente a Remus
— Hola, Lupin.

—Potter.

Estaba expectante a lo que fuera que el chico quisiera hacer.

—Eres el novio de Sirius y tienes que pasar ciertos ritos. En primer lugar, he venido a amenazarte
de pelear a muerte si lastimas a Sirius Black.

Sirius bufó mientras que los demás contemplaban la escena divertidos. Regulus cruzándose de
brazos porque de hecho había amenazado a Sirius días antes con dejarlo convertido en un reptil y
usarlo en una poción si se atrevía a lastimar a su mejor amigo. Era interesante lo mucho que se
parecían ambos.

—Comprensible.

—En segundo lugar, con lo primero claro… ¡Ven aquí! — exclamó James extendiendo sus brazos
hacia él — Ahora eres parte oficial de nuestra familia. Un merodeador consorte.

Remus rio — ¿Consorte? ¿No era un merodeador honorario?

—Honorario y consorte — específico Sirius con una sonrisa engreída.

—Vamos, dame un abrazo, Lupin — le pidió James.

Remus negó con la cabeza, pero lo aceptó.

James era más bajo que él, pero tenía fuerza, lo apretó en un gran abrazo de oso antes de soltarlo.

— Bueno, vamos a proceder a bautizarlos con nombres en clave.

—¿Ni siquiera preguntaras si estamos de acuerdo con ser parte de tu banda criminal? — se burló
su hermano con una sonrisa engreída.

—No. Sé que es el mejor evento que les ocurrió en la vida. Empezaremos con Evans. Nuestra
pelirroja favorita. Te bautizamos como Afterglow.

—Es el peor nombre del mundo — replicó Lily con un brillo divertido en sus ojos.

James sonrió con orgullo — Es el mejor nombre del mundo. Lo pensé toda la noche. Es el color
rojizo de las nubes, Evans. Encaja contigo a la perfección porque eres el fuego en el cielo de un
atardecer.

La chica se sonrojó un poco ante eso — ¿Por qué…?

—Esa es la razón para hoy de por qué estoy tan enamorado de ti.

—Bueno, no he dicho que lo odie.

—Pensamos en muchas opciones — mencionó Peter contándolos con sus dedos — Scarlet. Ginger.
Spitfire.

—¿Y se quedaron con Afterglow? — cuestionó Regulus.

—Es perfecto — insistió James.

—Lo que tú digas, Prongs — pronunció Lily con burla — Todos son horribles.

Reggie le sonrió a Remus —Moony. Es tu nombre oficial.

—Entonces te diré Gigi.

—Con eso concluye la ceremonia de bautismo — concluyó Sirius — Ahora necesitamos planear
una gran broma como iniciación.

Regulus miró en el reloj de su hermano — Está bien, pero luego tenemos el asunto canino.

—¿Asunto canino? — preguntó Peter confundido.

—El momento del mes de Remus — le explicó Sirius — Ya sabes. Su problema menstrual con la
luna del cual fingimos no saber nada.

James levantó la mano con un brillo de emoción en sus ojos —¿Podemos hacer preguntas o
tenemos que seguir fingiendo que es un secreto?
—Es casi tan secreto como que Sirius se acuesta con Remus — replicó Peter.

Lily y Regulus se rieron.

Remus puso los ojos en blanco — Tres minutos. Es todo lo que les doy.

Los merodeadores tenían muchas preguntas. Incluso Lily.

—¿De verdad la transformación es dolorosa?

—¿Has comido a una persona?

—¿La mentalidad de colmena es real?

—¿Puedes volar?

James frunció el ceñó — Wormie, ¿por qué un hombre lobo volaría?

—Quizás pueda — defendió el chico — Hasta donde sabemos podría hacerlo y ser un secreto.

Remus sonrió divertido — Está bien. Sí, no, tal vez y… no. No puedo volar.

Peter se veía decepcionado — Me gusta la gente que vuela.

—Podrías usar tu escoba — propuso James.

—No es lo mismo — se lamentó el chico — Hablo de Superman.

James palmeó su espalda con cuidado —Debes dejar de leer las historietas muggles de Pads.

—Podríamos hacer que todos en Slytherin vuelen como globos. Afterglow tiene talento en eso—
propuso Sirius mirando a la chica con orgullo — Eres una amenaza, pelirroja.

—Gracias — respondió encantada.

Regulus sonrió divertido — Está bien. Prometo ayudar luego, pero voy a ver a Pandora… ¿nos
vemos está noche, Moony?

—Te espero ahí.

Sirius se cruzó de brazos entrecerrando sus ojos con sospecha — Pero es luna llena.

Ambos Slytherin se miraron.

Mierda.

Regulus suspiró — Mi culpa. Está bien. Supongo que si ahora somos familia tendrías que saberlo
en algún momento…

Y se transformó en un zorro plateado frente a los merodeadores.

—Mierda, eso es increíble — exclamó James Potter acomodando sus anteojos.

—¿Está vacunado? — preguntó Peter — Porque tengo muchas alergias y fobia a la rabia.

Lily sonrió sorprendida — ¿Podrían dejar de hacer cosas ilegales frente a mí?
—Animagos — Sirius se golpeó en la cara — ¿Por qué no se nos ocurrió?

—Lo comentamos al ver a Minnie transformarse, pero lo descartamos porque a Wormie le daba
miedo — respondió James.

—Prongs, vamos a convertirnos en animagos. Esa es nuestra nueva misión en la vida.

Los ojos de James brillaban de una emoción traviesa — Me encanta, si quiero.


Luna
Chapter Notes

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09 de marzo, 1977

—Esto puede ser considerado secuestro.

—No es secuestro sí puedes saber exactamente dónde estamos usando tus superpoderes lobunos y
te puedes desatar en cualquier momento — se quejó Sirius, su mano sosteniendo la de Remus por
medio del bosque prohibido.

—Cuando me dijiste que ibas a atarme imaginé algo más… divertido — se burló Remus — Esto
me hace pensar que van a sacrificarme en el bosque o algo así.

—No es un secuestro, Moony — replicó Regulus sujetando la otra mano de su amigo para evitar
que se tropezara — Cuidado, hay una rama ahí.

—Es secuestro — insistió — Me obligaron a cambiarme de ropa, me vendaron y ahora estamos


huyendo de la escena del crimen.

—No tienes pruebas — podía imaginar la sonrisa de Regulus.

—¡Yo soy la prueba!

Escuchó la suave risa de Sirius Black al detenerse y liberarlo.

— Bien, maldito impaciente. Es aquí.

Remus se quitó la venda y observó que estaban en el claro del bosque donde él y Reggie pasaban
las lunas llenas en las que la oscuridad no abría un portal mágico hacia las manadas.

—¿Qué hacemos aquí?

—Tomar un atajo — sonrió Reggie apuntando a la copa que desprendía magia.

—¿Nos vamos a embriagar en el bosque? Porque la última vez que lo hicimos nos perdimos
durante dos días antes que Cissy nos encontrara.

—Oh, por eso estaba tan furiosa esa vez — recordó Sirius con un brillo en su mirada — Era
aterradora.

—Es aterradora — corrigió Regulus — Y no. No nos vamos a embriagar aquí esta noche. Vamos,
toma la copa, Moony.

El chico suspiró, pero tocó la copa a la vez que los hermanos Black y fueron teletransportados.

El sonido de los autos en la calle abrumó los sentidos del lobo, reconociendo el ruido, las
sensaciones en el aire y el aroma de la ciudad.

Londres.
Estaban en Londres.

Remus sonrió al ver las luces de la ciudad.

—¿Cómo es que…?

Se volteó a ver a los Black que le sonreían complacidos por sorprenderlo.

Sirius rodeo a su hermano con un brazo — Traslador.

—Es tu mayoría de edad, Moony. Vamos, nos están esperando.

Su ciudad favorita.

Su bar favorito.

Y sus personas favoritas en el mundo sonriendo con complicidad cuando entraron en el bar.

—¡Sorpresa, Moony! — gritaron sus amigos.

Remus se rio — Son todos unos idiotas.

—Pero nos quieres por eso — contestó Calíope brindando.

Lily abrazó a su mejor amigo con fuerza — Hola a ti, cumpleañero.

—Hola a ti, Afterglow.

Lily se rio — Sí, sigue siendo un nombre horrible.

—Te ves preciosa.

Usaba esos pantalones acampanados muggles con una blusa corta y se veía encantadora, cómoda y
feliz.

—Tú también, Moony — respondió ella recorriéndolo con la mirada — Muy seductor.

El chico asintió — Culpa de los Black.

—Ven, esta noche hay que embriagarnos y hacerte muy feliz — exclamó Sirius rodeando la cintura
de Remus y guiándolo a la mesa en la que sus amigos ya se habían bebido toda una ronda.

La voz de Queen resonaba en el bar y las personas a su alrededor bailaban, bebían y se divertían.

Regulus rodeó a Pandora con un brazo y la chica sonrió encantada — Hola, Dora.

—Reg — respondió con una mirada cargada de cariño.

—¡Traje más tragos! — anunció Peter de buen humor. Remus imaginó que estaba un poco ebrio.
Solía quejarse menos cuando bebía.

Mary, Marlene y Calíope gritaron emocionadas.

—El vodka es para mí — pidió Mary.

—Feliz cumpleaños, Lupin — sonrió Marlene — Sirius ha estado como loco preguntando qué
debería hacer por tu cumpleaños para ser el mejor novio del mundo.
El chico se sonrojó — Oye, McKinnon, se supone que era secreto.

Remus sonrió divertido — ¿El mejor novio del mundo?

—Tengo que ser mejor que tú en esto — replicó Sirius levantando una ceja — Tu primera relación
fue un fraude.

—Oh, pero nos divertimos mucho — contestó Lily besando la mejilla de Remus — Jamás te
olvidaré, mi rayo de luna.

—Ni yo a ti — respondió apoyando su frente en la de ella — La mujer de mis sueños.

—Esto ya no es tan gracioso — lloró James.

Sirius lo abrazó — Ven, aquí, campeón. Dame un beso. Es tiempo de dejarlos y ser felices nosotros
solos.

—Siempre supe que éramos una relación perfecta, Pads — respondió besándolo en la mejilla y
haciéndolo reír.

—Es el destino.

—¡Padfoot!

—¡Prongs!

Lily puso los ojos en blanco — Son demasiado.

—Vaya, parece que fuiste dejado en tu cumpleaños, amor — sonrió Calíope Morgan.

Remus la miró sorprendido — Jamás imaginé verte con ropa muggle normal.

La chica suspiró. Pero se veía muy bien con un vestido corto blanco que contrastaba con su piel
oscura y su largo cabello negro trenzado cayendo por su hombro.

—Sacrificios que hago por ti.

—Gracias por venir.

—Tienes suerte de ser encantador. Me gusta verte feliz, Remus — susurró en su oído — Feliz
cumpleaños.

—¡Esa es Abba! — gritó Lily

Mary chilló — Es mi canción. Vamos, Lily.

La pelirroja giró hacia la mesa — Ven, Potter, también es tu canción favorita.

—¿Dancing queen?

Lily lo tomó de la mano y James Potter se veía como si pudiera derretirse por eso, de alguna forma,
logró seguirla hasta la pista de baile con una sonrisa tonta.

—Traicionado — suspiró Sirius cruzándose de brazos— Todos los hombres son iguales.

Su hermano palmeó su espalda — Una lástima. Sentí que podrías tener un buen futuro con los
Potter.
—Bueno, al menos mi hermano nunca me va a… ¿Te vas? — frunció el ceño.

Pandora sonrió con disculpa — Lo siento, también me gusta esta canción.

—¡Dejado por ambos! Pero Wormie es el amigo más leal que podría…

—No, lo siento — se excusó con una mueca — Iré a la barra.

Remus vio a Black tomar un trago amargamente — Abandonado por cada uno de mis chicos.

—Idiota — murmuró Marlene con una sonrisa reprimida.

—McKinnons — sonrió Calíope inclinándose hacia la chica con una mirada seductora— ¿Por qué
no nos hemos conocido tú y yo?

La chica parecía haber olvidado cómo respirar.

—Marls, responde algo — le susurró Sirius con una sonrisa divertida.

—Yo, em, hola.

Calíope se veía satisfecha.

—Podríamos escaparnos un momento — le susurró Remus a Sirius.

La mirada del chico brillo al pasar su lengua por sus labios — Oh, ¿quieres volver a ese callejón?

—Mmm… nos divertimos mucho esa noche.

Sirius se rio — Vamos. Quiero vengarme por lo de hace un año.

La espalda de Sirius contra la pared.

Una mirada ansiosa a sus labios.

El sabor del vodka en sus bocas.

Los muslos de Sirius alrededor de las caderas de Remus volviéndolo loco.

—¿Lo hice bien como novio? — preguntó entremedio de un beso y un jadeo.

—Es perfecto — respondió Remus en sus labios.

—Me gustas, Remus — suspiró, sus manos arrugando la camisa que eligió para él — Me gustas
mucho.

El corazón de Remus acelerado por esas palabras.

Apoyó su frente en la de él.

—Dilo de nuevo.

Una sonrisa engreída — Me gustas mucho, Remus Lupin.


—A mi también — contestó besándolo otra vez.

—Chicos, me mandaron para decir que…

—¡Fuera, Pettigrew! — gritó Sirius y Remus se rio en el hueco de su cuello.

—¡Vamos, chicos! Regulus dijo que me iba a maldecir si no entraban… por favor…

Remus miró a Sirius con diversión.

—Técnicamente no es nuestro problema.

Sirius rodeó el cuello del chico con sus brazos — No puedo sentirme mal por eso.

Peter azotó la puerta con un grito molesto y volvió a entrar.

Sirius y Remus se rieron.

—Deberíamos volver adentro.

—Sí, así es — susurró Remus contemplándolo.

—¿Tenemos un tiempo antes de que Reg lo maldiga?

—Probablemente Pandora lo detenga.

Un beso lleno de necesidad y urgencia, su lengua encontrando la de Sirius y un gruñido por la


sensación de placer.

—¿Esto es suficiente? — preguntó con un tono ronco.

—Mataré a Pettigrew algún día — prometió Sirius con un suspiro.

Pero ambos volvieron al bar con sus manos entrelazadas.

Mary bailaba con un chico muggle que la hacía reír.

Marlene y Calíope estaban coqueteando, se veía en la manera en que sus cuerpos se atraían la una a
la otra, y la manera en la que Marlene sostenía la mano de Calíope, sus dedos extendidos, sus
palmas unidas, y su mirada hacia la chica como si fuera increíble que alguien como ella existiera.
Calíope le dio una sonrisa malvada, deleitada con esa atención.

En la mesa los esperaban los merodeadores y Pandora Lynch.

—¿Terminaron sus asuntos? — se burló Lily con el rostro sonrojado por el alcohol.

—No. Wormie llegó en la mejor parte — se quejó Sirius.

Regulus puso los ojos en blanco — Está bien. Tendrán suficiente tiempo. Pero esto es importante.
Es media noche, Moony.

Remus sostuvo la mano de Sirius para ver su reloj.

Medianoche.

La restricción mágica se había roto.


Ahora era mayor de edad en el mundo de los magos.

Era increíble. Cuando era niño jamás pensó sobrevivir durante tanto tiempo. Las amenazas de
muerte de su padre, la vida de un huérfano y la decepcionante esperanza de vida estimada de un
hombre lobo escrito en un libro. Eran buenas razones para que esto fuera sorprendente. Haber
sobrevivido a pesar de nacer en un mundo que estaba en su contra por cada una de las razones que
lo convertían en quién era.

—Tenemos un regalo para ti — sonrió Pandora con cariño.

Una caja negra apareciendo en sus manos.

Remus pensó sobre el uso indebido de magia en un bar muggle. Pero, de todas formas, los muggles
pensarían que estaban demasiado borrachos para darse cuenta de que la magia era real. Que cada
una de estas personas frente a él eran magos y brujas asombrosos.

Abrió la caja.

Un reloj.

Porque era la costumbre de los magos.

Tenía las fases lunares grabadas. Y su constelación.

—Esto es…

—Gracias por nacer este día — le susurró Lily al oído.

—Nos hace muy felices ser tus amigos, Moony — sonrió James Potter.

—Eres un ser maravilloso — le dijo Pandora sosteniendo su mano.

Sirius lo veía con tanto orgullo — Somos muy felices de conocerte, Remus.

Regulus estaba un poco más apartado. Pero no necesitaban palabras entre ellos.

Lo amaba con locura. Y era recíproco. Remus iría al infierno por él. Pero Regulus haría lo mismo
por Remus.

Regulus lo miró con sus ojos brillantes. Y había tantas cosas entre ellos. El niño que le confesó que
era un lobo y el niño que le sonrió emocionado porque eso era lo más asombroso que había
escuchado, esos niños que se convirtieron en un chico que estaba dispuesto a hacer una promesa de
sangre por él y en otro que estaba dispuesto a sacrificarlo todo.

Lily beso su mejilla — Te queremos, Remus. Gracias por existir.

Remus sintió que lloraría.

Cuando era un niño, su padre lo intentó ahorcar.

Cuando era incluso más pequeño, una bestia lo mordió.

Muchas veces, Remus había sentido que no merecía estar con vida.

Por eso era tan fácil sacrificarse por alguien como Regulus Black.
Pero en ese momento, en ese maldito momento, Remus se sintió agradecido de estar vivo.

Abrazó a Regulus con tanta fuerza que lo hizo reír y también sonreírle con cariño.

Besó a Sirius Black con tanta pasión que los demás se quejaron.

—Eso me hace pensar que te gustó la sorpresa.

Remus sonrió — Eres sorprendentemente un buen novio, Black.

Y Lily… Oh, Lily.

—Te amo.

Cómo sonrió.

—¿Por qué siento que se tratan más como pareja ahora que cuando estaban saliendo? — le
preguntó James a Sirius.

—Evans tiene algo contra mí. Se lleva a mi novio, se lleva a mi mejor amigo. ¿Qué es lo siguiente?
¿Se va a robar a mi hermano?

Regulus sonrió con burla — La verdad, Evans es bastante…

—¡No puedes, Gigi! ¡Eres el único que debe mantenerse a mi lado y no sustituirme por Lily
Evans!

—Eres la reina del drama — se rio Pandora.

Sirius entrecerró sus ojos en dirección a la pelirroja.

—Eres un peligro, Evans.

Lily sonrió — También te apreció, Black.

Remus se hizo una promesa a sí mismo. Ignoraría a los mortífagos, la guerra y los lobos por un
tiempo. Porque quería disfrutar de esto. De reírse junto a los merodeadores, de Sirius siendo un
idiota, de Reggie nervioso por su cita con Pandora, de Lily burlándose de James Potter que seguía
escribiendo una nota para ella cada día.

Quería más de esto. Y se lo permitió.

Regresaron borrachos, cantando y riéndose.

—Sirius es un imbécil — hipó Peter — En verdad… — hipo — estaba loco por Remus Lupin que
era cansador escucharlo.

Mary se rio — ¿Recuerdan cuando intentó convencernos de que era hijo de una veela?

Los merodeadores se rieron.

—Eres demasiado seductor — lo apuntó Calíope, divertida — tal vez podrías ser…
Marlene la sostuvo — Cuidado. No quieres caerte, Morgan.

—Me alegra que estés aquí para cuidarme, McKinnon — le respondió la bruja.

—Yo creo que es muy posible que sea en parte veela, es decir, míralo. Es todo… ¡Míralo!

Regulus enarcó una ceja — Potter, ya todos sabemos que tienes un crush con Moony.

El chico suspiró — Oh, Moony… Eres encantador.

Lily se rio — Esta bien. Creo que deberíamos separarlos antes de que Filch nos encuentre.

—No lo hará. Lo maldije antes de irnos — dijo Regulus.

—¿Cómo…?

—Una poción para dormir — explicó Pandora con una sonrisa orgullosa — Va a estar bien.

James se detuvo —Está bien. Todos mis Gryffindor conmigo.

—Yo… me quedaré un tiempo más con nuestro hermoso cumpleañero — sonrió Sirius.

Lily bufo — Por supuesto que lo harás.

Marlene miró a Calíope. La chica le sonrió.

—Creo que también iré, para… para asegurarme que Black vuelve a la torre antes que Minnie lo
note.

—Ajá. Vamos a fingir que es por eso — se burló Mary — Está bien. Diviértanse.

Regulus entrelazó sus dedos con los de Pandora.

—Voy a acompañar a Pandora a Ravenclaw.

Remus sonrió con maldad — Está bien.

Su amigo lo apuntó con el dedo —Regresaré en la mañana y quiero que lo que sea que estén
haciendo termine para entonces.

—Eres un héroe, Gigi.

—Que estúpido nombre.

—Hey, tengo otro regalo para ti — mencionó Sirius cuando llegaron a la habitación de Remus
entremedio de sus besos apasionados y el intento de arrancar la ropa del otro.

—¿Debe ser justo ahora? — preguntó Remus respirando en el cuello de Sirius, dejando una marca
que hizo a Sirius estremecerse.

—Sí, sí… es…Oh, eso es muy bueno… No, espera, sí es importante.

Sirius se apartó y sacó una pequeña caja roja de su bolsillo.


—No quiero olvidar dártelo hoy.

El chico miró la caja con curiosidad y se rio al abrirla.

—¿Un arete, Black? ¿Quieres marcarme como tuyo?

—Hazme una perforación — pidió Sirius sentándose en el borde de la cama — Y yo te haré una a
ti.

Remus lo besó —No confío tanto en ti, Black.

—Vamos, será de pareja — insistió Sirius reteniéndolo y mirando sus labios.

—¿Por qué querría eso? — susurró, sus manos metiéndose debajo de la camiseta del chico.

—Porque puedes llevar una estrella y yo una luna. Están vinculados. Así, siempre llevarás una
parte de mí para que me recuerdes.

Como si pudiera olvidarlo.

Sirius lo miró anhelante — Por favor.

Remus suspiró.

Hizo la maldita perforación.

Horas después admiraba el pendiente de oro blanco de Sirius. Su luna. Su cabello apartado a un
lado para que Remus pudiera verlo mejor, junto a las marcas en su cuello. Sus dedos rozando esas
marcas con un sentimiento arrebatador de satisfacción.

Sirius sentado a horcajadas sobre Remus en la cama.

Estaban desnudos. Y Remus se sentía feliz de tener todo esto para ellos.

—Conozco cada cicatriz de tu cuerpo, Lupin — susurró Sirius trazando la piel de Remus
haciéndolo estremecer — Pero hay muchas cosas que quiero saber sobre ti.

—Vas a tener que pagar por esa información, Black — susurró Remus con voz ronca — Para un
Slytherin es una cuestión importante.

Sirius sonrió maliciosamente — Está bien. Estoy dispuesto a pagar el precio.

—¿Qué quieres saber?

El chico bajo la mirada.

—Quiero que me cuentes sobre cada cicatriz. Sobre lo que te ha hecho llorar y lo que te hace reír.
Quiero que me digas dónde quieres ir y dónde estuviste. Dímelo todo, Moony.

Remus guardó silencio un largo momento que se sintió una eternidad.

Solían hablar de cosas después de hacer el amor.


Pero casi siempre era Sirius el que hablaba. A Remus le encantaba escucharlo. Escuchar sobre sus
amigos, sobre su pasado, sobre sus recuerdos con Reggie. Había visto cada una de esas cosas en su
memoria cuando tenían sus lecciones de legeremancia. Pero Remus siempre se abstuvo de hablar
sobre sí mismo. Podía hablar sobre Reggie, sobre lo que sentía por él o sobre su amistad con Lily
Evans.

Hablar sobre su pasado era diferente.

Trazaba una línea con cualquier persona que no fuera Regulus.

No era una buena historia, pensó. Llena de dolor, de las ilusiones estúpidas de un niño ignorante, y
de supervivencia. No le gustaba hablar sobre eso, a pesar de ser constantemente acosado por sus
recuerdos.

Pero estar con Sirius Black era diferente a lo que había sentido por cualquier otra persona.

Lo amaba, incluso antes de que fuera capaz de aceptar ese pensamiento.

Lo deseaba, lo amaba y le temía.

Contarle sobre él era quedar completamente vulnerable ante este hermoso chico que lo miraba
como si cada una de sus cicatrices fueran algo maravilloso que lo convertían en alguien aun más
precioso a sus ojos.

Porque la historia de Sirius Black, llena de risas, secretos, misiones y bromas también guardaba
mucha oscuridad. Era la persona que mejor podía entender cada una de las cosas que Remus
escondía.

Le contó. Cada una de las cosas que pensó que jamás sería capaz de decirle a otra persona que no
fuera Regulus.

—Nací en una casa en el campo — comenzó susurrando, las manos de Sirius aun recorriendo su
cuerpo — Y viví ahí hasta los diez.

—¿Te gustaba?

—No. La odiaba — confesó — Mi mamá… Mi mamá hacía que las cosas fueran mejor, de alguna
manera… pero murió cuando tenía cinco años. Fueron los lobos los que la asesinaron.

Sirius apoyó su frente en el hombro del chico y guardo silencio.

—Mi padre huyó después de intentar asesinarme. Por eso terminé en un orfanato — continuó
Remus, aferrando sus manos alrededor del chico — Y en el orfanato vi a unos chicos más grandes
darle chocolate a un perro. Querían matarlo de intoxicación. Y cuando era niño intenté hacer lo
mismo con el lobo — sonrió amargamente — Porque ser un monstruo me mandó allí. Por eso mi
padre me odiaba. Pero no funcionó. El chocolate. Pero me siguen gustando.

La suave respiración de Sirius en su cuello. El calor de su cuerpo contra el suyo.

—Esos niños eran horribles — susurró el chico.

Remus sonrió con pesar — Sí, si lo eran.

—Me gustan los perros.

—Sí, eres ese tipo de persona.


Sirius buscó su mirada — Continúa, Remus. Quiero saberlo. Quiero conocerte.

Remus lo besó, su respiración acelerada, sus manos entrelazándose con las de Sirius.

—Me acosté con un chico cuando tenía quince años — confesó — Quería borrarlo todo y fue la
primera vez que sentí que no le debía nada a nadie. Me gustó esa sensación. De poder. De libertad.
De diversión.

—A veces solo siento que quiero destruir todo — susurró sintiendo el cuerpo de Sirius
estremecerse — Y cuando estoy contigo… cuando estoy contigo pienso en que no me importaría si
el mundo se destruye porque solo quiero que seamos tú y yo.

—Me gustaría vivir en Londres.

—Vivamos juntos. Tú y yo — sonrió Sirius — Puedes invitar a Reggie. Pero creo que nos odiaría
bastante si tiene que lidiar con esto todas las noches.

Remus lo deseaba tanto.

—¿Tienes un lugar en mente?

—Sí. Imagino un departamento en medio de la ciudad. Y debe tener un gran ventanal en mi cuarto,
porque me gusta ver la lluvia y el color del cielo en el atardecer. Y me imagino a nosotros dos
juntos, haciendo esto toda la noche.

Antes de que se quedara dormido escuchó la voz profunda de Sirius Black susurrando unas
palabras en francés.

Mi precioso y dulce amor tradujo Remus.

Sintió su corazón doler.

No le contó sobre el plan.

Chapter End Notes

Spoiler alert
Se vienen capítulos bastante tristes, pero prometo de todo corazón que el final de esta
historia es feliz.
Pido disculpas públicas, pero era necesario.
Sueños
Chapter Notes

Pido disculpas públicas por este capítulo.

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16 de junio, 1977

Remus Lupin se apareció en un callejón de Londres.

Y ahí estaba Sirius Black con una sonrisa engreída para él y viéndose como una estrella de rock.

—¿Esperas a alguien?

—Mi novio prometió llegar hace un rato — respondió Sirius acercándose — Pero podría dejarlo
por ti.

Remus sonrió y lo besó con necesidad, un beso en el que se perdía en esas ansías del monstruo de
pertenecer a Sirius y ser de él. Hace días que estaba de vuelta en la mansión de los Malfoy y Sirius
donde los Potter. Y necesitaba todo esto.

Estar con Sirius, ser abrumado por la presencia de su magia, por las emociones que provocaba en
su corazón era una urgencia que tiraba de cada rincón de su mente y su cuerpo.

—¿Me extrañaste? — preguntó Sirius con una sonrisa engreída.

—Sí — suspiró Remus en sus labios.

—Oye, estás siendo muy sincero hoy — se burló el chico.

Solo con esto. Solo con esto podía ser completamente honesto.

Porque lo suyo con Sirius le pertenecía a él.

No a los lobos. No a Dumbledore. No a los mortífagos.

Remus sentía que cada día que pasaba perdía un poco más la cordura respecto a lo que esperaban
de él. Lucius Malfoy no dejaba de hablar cada vez que podía sobre la primera reunión que tendrían
con los mortífagos. Los Black estaban impacientes con que Regulus recibiera la marca.
Dumbledore esperaba que Remus tuviera una infiltración exitosa. Y estaban los lobos. Seguía
escuchando sus aullidos y sentía desde lo más profundo de su alma que pronto estaría con ellos.
Era un presentimiento que la oscuridad susurraba en su mente.

El tiempo que tuvieron para olvidar a los mortífagos, la guerra y sus planes estaba llegando a su
fin.

El señor oscuro permitió que los magos más jóvenes terminaran su año escolar porque apreciaba la
formación en el camino de la magia. La educación era vital para un mago, les repetiría Lucius
Malfoy con un tono arrogante y cargado de desprecio mal disimulado.

Pero ya era hora.

Quería recibir a los nuevos magos y brujas oscuros para crear caos.

Desestabilizar al ministerio en este momento resultaría sencillo. Los aurores estaban desesperados
por demostrar que no eran incompetentes en esta guerra. Llegando al punto de interrogar
arduamente a cada mago y bruja sospechosos de servir a Voldemort. El profeta los cuestionaba
diciendo que detenían a gente inocente por su incapacidad de atrapar mortífagos. Y no estaban lejos
de la verdad. Ninguno de los interrogados era un verdadero seguidor de Voldemort.

—Ten — le dijo Regulus antes de que se fuera — Es uno de los anillos de nuestro estimado Lord
Voldemort. Se iluminará si uno de los mortífagos nos llama y dirá las coordenadas si eres un mago
oscuro. Se destruye después de usarlo una vez, así que… es eficiente.

Remus lo llevaba en un collar.

Sentía el impulso de destruirlo y olvidarse de toda esa mierda hasta volver a la mansión.

Solo pedía un día. Un día con Sirius sin que nada de esto importara. Sin que nada sobre los
mortífagos pudiera interferir en el sueño que sentía cuando estaba con él.

Pero no lo rompió. Porque no podía. Por Reggie.

Por eso necesitaba tanto esto. Sentir a Sirius. Ser abrumado por esa atracción enloquecedora que
encendía la electricidad entre ellos. Porque necesitaba olvidar por un par de horas que se
convertiría en un mortífago. Olvidar que traicionaría a Sirius Black. Olvidar el maldito plan de un
chico de quince años que estaba desesperado por salvar a su mejor amigo de la casa de sus padres,
porque el mundo era demasiado injusto con ellos, porque nadie los ayudaría, nadie los salvaría, si
no estaban dispuestos a sacrificarse por ello.

Estaba tan cansado de sentirse furioso por eso. Que, al ver el brillo divertido en los ojos de Sirius,
la curva en sus labios indicando una sonrisa inconsciente, la sensación de su esencia mágica
invadiendo los sentidos del lobo, mandó cada uno de sus pensamientos al infierno. Este día era
suyo. Suyo y de Sirius.

Al diablo todo lo demás.

—Te quiero — susurró en sus labios.

Sirius rio en sus brazos— Oye, ¿intentas seducirme?

—Eres la persona más hermosa que vi en mi vida.

Sirius sonrió — Dime más.

Remus lo beso lentamente, estrechando su cuerpo al suyo.

—Me vuelves loco, Sirius Black. Lo mucho que te deseo, lo mucho que te quiero…

Sirius lo miró. Su rostro sonrojado.

—No pensé que fueras a decir eso.

—Sirius.
Lo miró.

—Te amo.

Esa sonrisa radiante.

Ojalá hubiera sido suficiente.

Era una de las mejores noches en la vida de Remus Lupin.

Estaba enamorado de Sirius Black.

Las luces en su cabello.

El ambiente animado.

El sonido enloquecido de su corazón.

David Bowie cantando en el escenario.

Sirius y él besándose en la multitud.

Y comenzó a llover.

Y Sirius se rio.

Y Remus lo amaba tanto.

—Es el mejor día de mi vida, Remus Lupin.

—También es el mejor día de mi vida, Sirius Black.

Si esto fuera suficiente, pensó Remus, no me importaría el resto de mi vida.

—¿Vas a regresar con los Potter?

—Estaba pensando en que… nunca hemos dormido en un buen hotel de Londres — sonrió el chico
— Vamos, Lupin. Quédate conmigo esta noche.

Remus rio — Esto me suena familiar.

—Quédate conmigo — susurro en su oído con ese tono ronco que lo volvía loco.

Era lo que más deseaba.

Lo único que deseaba.

Sirius lo empujó a la cama.

—Te quiero — susurró en sus labios.

Ese latido doloroso.


Su mano apretando su cuello, sintiendo su pulso enloquecido, la forma en la que le sonreía
extasiado con la forma en la que lo estaba dominando.

Remus se deleitó en todo eso.

A la mañana siguiente encontró una carta en el bolsillo de Sirius Black que decía Moony.

—¿Qué es esto? — le preguntó a Sirius al volver a la cama a su lado.

—¿Mmm? — fue la respuesta adormilada del chico.

—La carta que tiene mi nombre.

—Es tuya — murmuró contra la almohada — La traje porque…

Remus sonrió divertido y susurró en su oído — Black.

Pero Sirius dormía profundamente a su lado.

Remus abrió la carta.

Mi querido Moony,

Pensé que podría liberarme del control de mi familia renegando de todo aquello asociado a su
poder. Quizás fue imprudente e infantil, porque me arrepiento de muchas cosas que ocasioné en
consecuencia. Alejar a Regulus fue quizás una de las cosas más dolorosas en mi vida y por ello
me refugie en el amor incondicional de los Potter.

Pero sin importar lo mucho que corra, no puedo escapar de mi nombre.

Mi vida podría pertenecer a los Potter, pero jamás seré tan bueno como ellos. Me destruyeron, y
arruinaron durante demasiado tiempo como para de verdad sentirme merecedor de un cariño
tan genuino y sin intereses.

Por eso estaba tan obsesionado contigo.

Viviste una vida de mierda. Se ve en tu mirada. En tu manera de contener la respiración. En tu


agresividad. Y aun así te has convertido en alguien maravilloso de admirar.

De verdad te odio por todo eso, Remus. Me sacaste de una pesadilla, me gritaste y seguiste
empujándome. No te entendía. Sigo sin entenderte.

Y en medio de las garras y colmillos nos encontramos.

Conocí tu lealtad, tu ferocidad, tus ambiciones.

Me he enamorado de ti como si fuese absorbido por la oscuridad.

Te amo.

Sirius Orión Black.


Remus había visto muchas cosas hermosas desde que entró a Hogwarts. Pero nada se comparaba a
perderse en Sirius Black.

Su mente no dejaba de repetir las últimas palabras.

Te amo, te amo, te amo.

¿Así se sentía estar enamorado? ¿Qué su corazón se oprimiera? ¿Sentir que moriría por esa
persona? ¿Por su sonrisa, por sus lágrimas, por sus besos?

Asustaba. La intensidad de todos esos sentimientos se comparaba a perder el control en la luna


llena. Pero Remus no quería aullar furioso a la luna. Quería gritarles a las estrellas por volverse
loco. Loco por Sirius Black.

Escribió una respuesta, que estaba en su mente desde hace demasiado tiempo. Que no había
querido aceptar porque lo aterraba. Pero que era cierta. Era tan cierta que dolía.

—Te amo — susurró en el oído de Sirius.

Su suave respiración. Las sábanas alrededor de su cintura. Las marcas de sus besos en su piel.

¿Cómo sería tener esto para siempre? Se preguntó una y otra vez durante los últimos meses.
Porque era tentador. El sueño que compartían cuando estaban juntos. El amor en la mirada de
Sirius Black. La forma delicada en la que sus manos encajaban con las suyas. El calor en su pecho
cuando Sirius lo tocaba y lo hacía sentir tan maravilloso. Deseaba esto. Dormir a su lado, despertar
con esta sensación de seguridad y comodidad. Ver el cielo azul grisáceo por medio del ventanal
antes del amanecer, cuando las estrellas aun brillaban en un cielo que comenzaba a despejarse, en
una noche oscura por la ausencia de la luna.

Eres un monstruo, susurró una voz en su mente, un monstruo asqueroso que debería haber muerto
en lugar de ella. Tú no mereces ser amado.

Remus se estremeció ante el eco de la voz de su padre. Un recuerdo de esa noche, la noche cuando
intentó ahorcarlo mientras lo miraba con desprecio y repugnancia.

Y entonces vio el anillo brillar en su collar.

Mierda, pensó cuando el dolor en su pecho lo atravesó. El dolor de saber que el sueño había
terminado y que las pesadillas comenzaban. Durante largos minutos contempló el anillo entre sus
dedos. Y por un momento. Solo por un horrible momento. Se preguntó qué pasaría sí huía de todo
eso. Sí realmente se quedaba con Sirius, y seguía fingiendo ser un chico normal, que estaba
enamorado de su hermoso novio que también lo amaba con locura, dos chicos que estaban en
medio de Londres después de hacer al amor una y otra vez, sin importarles la maldita guerra.

Sería sencillo. Y era tentador.

Corresponder el amor y la confianza de Sirius, de los merodeadores, de Lily Evans. La hermosa


pelirroja que creía tan lealmente en él. Los chicos que se convirtieron en amigos y en algún
momento lo aceptaron como un miembro más de su familia. Y Sirius. Su amante. El chico que más
odiaba y que se convirtió en la persona que amaba con locura, en la persona que le hacía seguir
soñando, seguir queriendo creer en ese sueño, y vivirlo.

Era demasiado tentador.


Romper el anillo. Olvidarse de todo el plan. Porque tenían opciones Ya no eran los mismos niños
en la sala de estar de los Potter esperando la llegada de Dumbledore para salvarlos, para decirles
que no tenían que volver con los Black. Regulus podía liberarse de sus padres, en medio año sería
mayor de edad y jamás tendría que volver a escuchar a sus padres, Remus era un lobo, y tenía
aliados, tenía la oscuridad y tenía a esas maravillosas personas que lo ayudarían incluso si quería
infiltrarse en el ministerio de magia.

Podían hacer otro plan. Podían intentarlo. Podían realmente…

Moony.

Las palabras escritas en el viejo pergamino.

Lo siento. Sé que estás con Sirius. Esto es una mierda. Lo siento, Moony. De verdad, lo siento
por arrastrarte conmigo a toda esta puta mierda. Perdóname.

Remus se sintió horrible.

¿En qué estaba pensando? ¿Cómo siquiera podría pensar en traicionar a Reggie?

Besó a Sirius Black con dulzura antes de irse de la habitación.

Dejando la nota en el bolsillo de su chaqueta.

Y se fue. Aunque lo que más hubiera deseado era quedarse.

Sí querían poder unirse a los mortífagos y ganar la confianza de las criaturas oscuras tendrían que
traicionar a Dumbledore.

—La paz requiere de sacrificios — fue la respuesta de Dumbledore el último día de clases.

Siempre es sobre sacrificios, pensó de malhumor y se dirigió a la puerta.

—Remus.

El chico volteó a mirarlo.

Le dio una mirada severa, cargada de años de cansancio y errores.

—Por esto no quería que te involucraras con los registros mágicos. Será más difícil para ti soportar
todo esto si llegaste tan lejos para salvar a esas personas.

El chico se estremeció —Usted…

—Puedes pensar que soy un monstruo. Que soy igual que Voldemort — admitió con una expresión
vacía acercándose a su pensadero — Pero prefiero cargar con los errores. Por favor, no te destruyas
a ti mismo. Es lo único que te estoy pidiendo. Debes ser fuerte y valiente, como ese niño que
encontró una oportunidad y se aferró a ella.

—¿Me está pidiendo que no tenga piedad, señor? — preguntó con una voz vacía.

—La piedad es una cosa curiosa, ciertamente. Te da la sensación de ser mejor de lo que eres. Pero
al final… solo somos personas horribles jugando con la vida de los demás.

—Nuestro señor oscuro desea probar su lealtad — anunció Carrow con una mirada divertida al
pasearse frente a ellos — Quiere confiar en ustedes. Pero no se han ganado su confianza todavía.

Cada uno de sus compañeros que se declaró oscuro estaba aquí, en la casa de los Lestrange.

La sangre goteaba en la palma de su mano. Un hechizo para mantener en secreto la ubicación de


esta reunión, la identidad de cada uno de los presentes y las órdenes dadas.

Se preparó para este momento desde que Regulus Black lloró en sus brazos en casa de sus padres,
porque querían que recibiera la marca.

—Iré contigo — había dicho con fiereza — No te dejaré ir a ese infierno solo.

El momento había llegado.

Estaban en la puerta del infierno.

Reggie buscó su mirada con desesperación. Había sonreído el día anterior, deseando que se
divirtiera junto a Sirius y se asegurase de que su hermano mayor estaba bien. Ambos lo desearon.

Lo siento, decía su expresión. Lo siento por arrastrarte conmigo.

Remus negó con la cabeza. Iría al infierno por este chico. Siempre lo supo. Su propia vida no valía
nada comparado a alguien tan increíble como Regulus Black, lo pensó la primera noche que
compartieron cuarto. Reggie era el príncipe de Slytherin. Su poder se remontaba a años de historia,
de magia ancestral corriendo por sus venas y de esa determinación furiosa que llevaba en su
corazón.

—Sabes, si vamos a compartir habitación los siguientes seis años podríamos ser amigos.

Lo había olvidado.

Fue así como comenzó.

Un pequeño niño, vestido de forma noble y elegante, sonriéndole con sus mejillas sonrojadas y un
brillo inocente en sus ojos.

—Los Slytherin no tienen amigos — respondió el Remus de doce años, porque era un imbécil.

Regulus Black lo pensó con una expresión de concentración mientras veía el fuego arder — Está
bien, entonces seamos aliados.

Y le extendió su mano.

—¿Por qué? — preguntó Remus con desconfianza — ¿Por qué querrías ser mi aliado? ¿Qué ganas
a cambio?

Regulus lo miró con sorpresa.

Y sonrió — Porque presiento que eres alguien increíble, Lupin. Quiero mantenerte a mi lado.
Y Remus supo que lo seguiría a donde fuera.

Eso nunca cambió.

Unirse a los mortífagos era una de las cosas más difíciles que Remus Lupin había tenido que hacer
en su vida. Pero no le importaba. Era para proteger a Regulus. Y no había nada que Remus no
estuviera dispuesto a sacrificar por él.

Ni siquiera el amor de Sirius Black.

—Harán tres pruebas antes de recibir la marca — continuó diciendo el mortífago — El tres es un
número mágico perfecto. Y cuando logren superar esas pruebas nuestro señor oscuro confiará en
ustedes completamente.

Corazón. Mente. Y alma.

Esa era la esencia de las tres pruebas que descubrirían al ir completándolas.

La primera era la prueba del corazón.

—Asesinar a un sangresucia — sonrió con maldad Barty Crouch a su lado — Suena divertido.

Remus quería matarlo a él.

—La pureza de sangre es una de las cosas más importantes para él. Limpiar los errores que han ido
infiltrándose en nuestro mundo demuestra su voluntad para seguir sus deseos. Hoy es el día en que
tienen su oportunidad para enseñarles al mundo que creen en nuestro señor oscuro.

Remus cerró su mano en un puño y se rehusó a mirar a Regulus.

Porque se sentía culpable.

Por desear abandonarlo en toda esta mierda.

Por desear quedarse en el maldito sueño infantil junto a Sirius Black.

—¿Estás bien, Lupin? — preguntó Crouch mirándolo con cautela.

—Sí — respondió con una voz vacía.

El chico sonrió con crueldad — Estamos en el mismo equipo. Será igual que en Slytherin cuando
callamos a esas malditas escorias, ¿no crees? Casi es nostálgico.

Solo que esta vez no estaban atormentado a unos estudiantes que se atrevieron a deshonrar a
Regulus Black. Esta vez no se trataba de bromas, de castigos o de una justicia cruel de unos chicos
perturbados con problemas de ira y rencor.

Esta vez era sobre asesinar a alguien.

Alguien que ni siquiera conocían.

Una persona que su único error era su sangre.

Una persona por la cual Lily pelearía con su propia vida para defenderla.

Una persona por la cual no podría recibir perdón alguno.


—Es hora de la diversión — declaró el mortífago — Comienza la prueba.

Y cada uno de ellos se desvaneció de la casa Lestrange para llegar al lugar de sus objetivos.

Barty Crouch Junior y él aparecieron frente a una casa en Londres. Le encantaban las calles de
Londres. Las reconocería sin dudarlo.

Pero esa noche solo quería huir.

Las luces de la casa estaban apagadas.

El silencio lo absorbía todo.

Sentía el olor de la lluvia.

Y el frío era abrumador, calando sus huesos, entumeciendo sus manos.

Se equivocaron, pensó Remus con furia. Aún quedaban copias de los registros mágicos. De las
familias de los sangresucias, de los mestizos y traidores a la sangre. Los mortífagos le asignaron a
cada uno de ellos una familia a la que eliminar antes de que acabara la noche.

—¿Estás seguro de que podrás hacerlo? — le preguntó Crouch con una mirada oscura — Llegaste
hasta aquí porque él era la única persona en tu vida que valía la pena y que creía en ti. Pero tienes
mucho más que cuando empezaste a ser su maldito perro.

Remus guardó silencio contemplando la casa. Tenía jardín. Y flores. Tantas flores.

—Podrías irte.

—No, no podría — replicó con rencor —No podría dejarlo sin odiarme cada día de mi vida.

Porque lo prometió. Porque le rompería el corazón. Porque Reggie lo era todo.

Barty suspiró — Eres increíblemente testarudo, lobito.

—¿Por qué estás tú aquí? — preguntó Remus con rencor — Tu padre es ministro. Podrías irte,
podrías tener una vida estupenda y aun así estás aquí. Poniendo en riesgo todo lo que tu familia
significa.

—Porque mi nombre significa más para mi padre que yo — fue la respuesta de Barty con una
mirada de desprecio —¿Crees que a él le importo una mierda? Jamás me ha mirado más que para
decirme que soy una decepción para él. Una asquerosa decepción, un desviado homosexual — se
rió con amargura — Por Merlín, soy el único hijo que tiene y me aborrece profundamente.

— Sí, supongo que eso es todo lo que nos toca en este mundo de mierda.

— De verdad lo quieres, ¿no? — susurró Barty Crouch — Al Black mayor. Te veías tan feliz con
él que me daban asco. Y quizás algo de envidia.

Un latido doloroso se extendió por el pecho de Remus —Hay que apresurarnos.

Entraron a la casa con facilidad.

Las protecciones eran débiles.


La magia de su varita siendo dirigidas a estas personas que quizás soñaron con una vida distinta, o
con las cosas que les gustaría haber hecho a la mañana siguiente, o con alguien a quien amaban.
Esos eran buenos sueños antes de caer en la pesadilla que era la realidad.

La locura de Barty Crouch a su lado disfrutando del dolor. Los gritos desgarrados hasta llevarlos a
la demencia. El brillo en sus ojos al ver sus cuerpos retorcerse.

—¡Crucius! ¡Crucius! — repitió con esa sonrisa cruel sin darles tiempo de procesar algo más allá
que el dolor absoluto de la maldición — ¡Crucius!

Remus jamás imaginó formar parte de aquella masacre esa noche.

Sentía la furia del lobo de querer destruirlo todo. La oscuridad dominando sus sentidos. El instinto
de la bestia queriendo perderse en el caos, en la oscuridad, en la emoción de la cacería.

Y Remus se perdió en las sensaciones que abrumaban al monstruo.

El dolor.

El dolor de los gritos y las lágrimas.

La destrucción.

La destrucción de sus huesos, de sus cuerpos, de sus mentes.

La sangre.

La sangre manchando sus ropas, envolviendo al monstruo, brotando de la carne abierta.

—Ayuda — susurró una voz.

—Por favor…

—Sálvame.

—Te lo ruego — sollozó con una voz quebrada.

Era joven.

Estaban solos.

Hace mucho que había perdido a Crouch al dejarlo en la habitación matrimonial de la única bruja
de la familia. La esposa. La madre, descubrió al ver a la pequeña.

—Por favor… quiero encontrar a mi mami.

Oh dios.

—Shhh — respondió Remus en un susurro, arrodillándose frente a la niña — Esta bien. Estarás
bien. Solo cierra los ojos.

Silencio maldijo en voz baja. De esa forma no escucharían sus sollozos, no la encontrarían, podría
sobrevivir, podría salvarse de toda esta locura.

—Debes esconderte para que los monstruos no te encuentren. Es la única forma de sobrevivir.

Así tendría una oportunidad.


La marca tenebrosa brillando en el cielo oscuro.

Sentía que podría morir.

Quizás quería morir.

Lloraba.

Y se odiaba.

Odiaba al monstruo.

Odiaba ser el monstruo.

Odiaba haber sacrificado todo.

Odiaba sentirse así.

Ni siquiera podía respirar.

Hace unas horas estaba con Sirius.

Hace unas horas había gemido en su boca.

Hace unas horas había sido abrumado por el placer junto a él.

Hace unas horas habían estado recostados en la cama, sus piernas enredadas en las sábanas, el
cabello de Sirius extendido en la almohada, y Remus sonriendo satisfecho.

—Te odio — había susurrado con cariño y nostalgia.

Sirius le había sonreído con encanto — Te odio también.

Sirius no lo perdonaría. Y una parte de Remus no estaba segura de si quería su perdón.

La sangre a su alrededor era demasiado intensa.

Todos sus instintos de lobo gritaban despedaza, corre, mata, destruye.

Podía imaginar los titulares del profeta a la mañana siguiente.

La mirada dolida en el rostro de Lily al leer sobre esto.

Los gritos de los merodeadores exclamando que alguien debía detener esto.

Y Reggie… oh, ¿dónde está Reggie? ¿Podría soportar todo esto? ¿Podría seguir siendo ese niño
que le sonrió a un monstruo? ¿Podría recuperarse de toda esta locura?

No lo soportó.

Tenía que salir de aquí. Tenía que irse.

La marca tenebrosa estaba en el cielo.

Crouch se había largado.


No tenía idea de dónde estaba Regulus.

Tenía que irse. Tenía que encontrarlo. Tenía que irse, debía irse, pero… pero por qué… por qué no
podía respirar…

Sus piernas no respondían.

Su magia comenzó a enloquecer.

No. No, pensó.

No es la magia.

Soy yo, se dio cuenta tragando con fuerza el nudo de emociones que tenía en su garganta.

Tenía que irse.

Tenía que…

Remus pensó en Sirius. En sus besos, en su toque, en su sonrisa divertida, en sus suspiros, en la
emoción de su mirada durante aquel concierto, en la manera en que reía cuando se llamaban por sus
nombres, en la forma en la que había declarado que se convertiría en un animago para correr a su
lado.

—¡Expectro patronum!

Era un lobo.

Se había convertido en un lobo.

Un patronus corpóreo.

—Ayuda — pidió.

El elfo de los Potter apareció — Señor Lupin.

Le tendió su mano.

Y Remus la tomó.

Se desvanecieron.

—¡Remus! ¡¿Estás bien?! — escuchó la voz de James Potter, su mirada preocupada


transformándose en una expresión horrorizada — ¿Remus? Por favor, háblame… ¡No otra vez!
Remus, quédate conmigo… Por favor, te lo suplico, quédate conmigo…

Pero Remus se desmayó.

La magia siendo demasiado agotadora.

Los horrores siendo demasiados para poder soportarlos.

Cuando abrió los ojos, tenía la cabeza apoyada en el regazo de Lily Evans.
—Hola, rayo de luna — susurró la chica con ternura.

—Hola, Afterglow — respondió con voz ronca — Dónde…

—Con los Potter. Tu patronus… también vino hacia mí — explicó con una mirada serena— Estás
bien. Te desmayaste por la carga mental de usar demasiada magia. Y no estás herido. La sangre en
tu ropa no es tuya.

Remus guardó silencio al incorporarse.

La expresión de Lily seguía calmada.

—Ese día en su oficina… Dumbledore dijo que eras un espía del señor oscuro.

No era una acusación. Solo buscaba que su mejor amigo le dijera la verdad.

—Lo soy — admitió Remus.

El sonido del viento azotando la ventana era estruendoso. Esperaba que fuera suficiente para cubrir
el latido doloroso de su corazón ante la posibilidad de perder a su mejor amiga.

—Se lo juré a Dumbledore a cambio de la seguridad de Regulus la navidad que huimos de la casa
Black.

Lily se estremeció — Se supone que debe protegernos. ¿Por qué él…?

—Porque el mundo no es justo. Con ninguno de nosotros.

—Remus…

—No. Lo siento, Evans. Pero no puedo soportar esto ahora mismo.

Lily cerró los ojos con dolor.

Pero Remus no podía hacer nada por aliviarla.

Era suficiente de sueños. Era suficiente de seguir creyendo que tenía lugar entre estas personas. Era
un monstruo, que hizo cosas horribles, por proteger a alguien que amaba. Y eso no era una
justificación para personas como ellos. Como Lily o como James o como Sirius. Ellos creían en
héroes, en ilusiones y en que todo podría ser mejor algún día.

Pero ya era suficiente. El tiempo de soñar terminó.

Remus se apartó y se dirigió a la puerta.

—Podríamos… — comenzó Lily mirándolo con ansiedad y lágrimas — Remus, estoy en la orden.
Soy parte de esto… por favor, podríamos encontrar una manera. Una manera de arreglar esto. De
salvarte, de que nosotros…

—No, Lily — respondió Remus con una voz vacía — Esto no tiene arreglo.

Cerró la puerta tras sí. Escuchando el sollozo de la chica rompiéndose al darse cuenta de la verdad
que por tanto tiempo le había ocultado.

Era un monstruo que no merecía ser salvado.


Sirius lo esperaba fuera.

El chico estaba sentado en el suelo, su espalda contra la pared y su cabello cayendo sobre su rostro
mientras esperaba con impaciencia a que Remus despertara. No lo entendía. Era una noche
perfecta. Ellos dos juntos, como le había prometido Remus antes de admitir que le gustaba, que lo
quería y por fin convertirse en amantes. Sirius no entendía en qué momento todo se había
arruinado. ¿Por qué lo dejó en el hotel con una nota de amor? ¿Por qué no estaba a su lado cuando
despertó? ¿Por qué Remus había llegado a casa de los Potter horas después cubierto de sangre?

¿En qué momento su hermoso sueño se convirtió en una pesadilla?

Sirius estaba a su lado, mirando la lluvia caer por el ventanal de la habitación que le pertenecía en
la casa de los Potter.

Tomó la mano de Remus, entrelazando sus dedos de la misma forma en la que habían hecho una y
otra vez cuando necesitaban la presencia del otro, cuando querían hablar de cosas que dolían o
cuando necesitaban sentir esa conexión en silencio, la que les hacía entender que todo estaría bien
a pesar de que…

Pero a esas alturas el profeta ya había llegado.

La ausencia de Remus.

La forma en la que llegó a la casa de los Potter.

La expresión en el rostro de un chico que decidió ir al infierno.

Sirius no era estúpido.

Sabía lo que significaba.

Pero aun así le rogó.

Rogó porque no fuera verdad.

—Remus, por favor, habla conmigo… Por favor, amor, habla conmigo — suplicó Sirius una y otra
vez —¿Qué hacías allí? ¿Cómo te viste involucrado? ¿Qué viste? Pediste ayuda, ¿Qué viste? ¿Qué
tuviste… que hacer?

Las preguntas estaban entre ellos.

Pero Remus negó con la cabeza.

—Por favor, Remus dime. Dime qué fue lo que ocurrió.

—No puedo.

El chico se apartó como si hubiera sido golpeado.

Sus manos soltándose.

El corazón de Remus comenzando a romperse junto al de Sirius Black.

Y la respuesta de Sirius Black a un corazón destrozado era explotar en furia y desesperación.


— ¡Entonces miénteme!

—No quiero.

—¡¿Y con Regulus podrías?! — gritó con rabia — ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste? ¿Es
que acaso yo no puedo entenderlo? ¿No soy tu novio? ¿No confías en mí?

Remus lo miró con dolor.

—No es asunto tuyo, Black.

Sirius se sintió golpeado por sus palabras.

—¿Realmente no confías en mí?

—No lo entenderías — gruñó Remus con desesperación.

—Secretos. Siempre es sobre mierda de secretos entre ustedes dos y yo no… no puedo, Lupin.
Necesito entender.

Pero Remus no podía decirle.

No quería, de hecho.

Arruinaría los planes, pensó.

Pero una parte dentro de él entendía que Sirius Black jamás podría comprender el porqué de sus
acciones. Podría pasar toda una noche intentando razonar con Sirius, explicándole sus planes y
motivaciones. No quería hacerlo. No quería dejar a Sirius entrar en su mundo. No quería que ese
chico feliz, amado y carismático fuera arrastrado a sus planes y pusiera en peligro todo lo que
Remus llevaba sacrificando tanto tiempo.

—No — fue la respuesta de Remus.

Vio el momento en que Sirius comprendió que no era suficiente. Que Remus no lo elegía a él. Que
quizás nunca podría hacerlo. Los recuerdos de sus noches juntos rompiéndose, los momentos en
que habían reído junto a sus amigos, las sonrisas, las miradas de diversión, las palabras susurradas
con amor y la ilusión de la confianza que por fin compartían, los secretos que Remus le susurró en
su cumpleaños, en que Sirius pensó que por fin habían logrado…

—Ah — Sirius apretó los labios, sus ojos brillaban con tantas emociones — Já… esto es… es
increíble. No sé qué esperaba de ti.

Sus ojos lo encontraron.

El dolor pasando a la furia.

—Te odio, Lupin.

Remus asintió, aceptando esas palabras.

Te quiero, pensó. Pero no es suficiente.

—El sentimiento es mutuo, Black — repitió un recuerdo en su mente.

—¿Entonces todo se va a la mierda? ¿Qué hay de esto? — preguntó tirando la carta que Remus
había escrito esta mañana, golpeándola en el pecho de Remus.

Una vez me preguntaron por qué me gustas. De hecho, fueron muchas veces ahora que lo
pienso. Nunca tenía una respuesta. Excepto esa noche en Londres.

¿Por qué me gusta Sirius Black? Porque eres rico. Es una razón importante. Y eres guapo,
increíblemente guapo lo cual es odioso. Y eres un señorito elegante a pesar de que seas un
maldito salvaje y un imbécil, Black.

Pero amas con una fiereza similar a la fuerza del lobo. Atormentas mis pensamientos y
despiertas en mí un deseo irrefrenable solo con una mirada, una sonrisa o un suspiro. No soy
de letras, Sirius Black. Pensé muchas veces en lo que quería decir porque no encuentro una
explicación lógica para haberme enamorado de ti.

Pero te quiero. Y creo que esa es la única respuesta que podría importar.

Te quiero, Remus John Lupin.

Sirius quería destruir el mundo para que se sintiera tan devastado como él.

Cada cosa estaba en su mente. El sonido de la risa de Remus, la forma en la que lo miraba como
si… como si fuera la cosa más especial en la tierra. Como si lo odiara por serlo y aun así lo deseara
tan dolorosamente. Amaba el toque de Remus, amaba la manera en la que lo besaba, amaba la
forma en la que pronunciaba su nombre.

Quería morir por lo mucho que lo amaba.

Por no poder salvar lo que tenían.

Sirius salió de la habitación con gran furia.

Regulus entró.

—Remus.

—Mírame.

—Remus, por favor.

Pero Remus Lupin estaba perdido en su propia infelicidad.

No importaba, se repetía. No debía haberle dolido tanto dejar ir a Sirius Black.

¿Cómo es que había permitido que alguien como él pudiera afectarlo tanto? ¿Por qué dejó que
entrara en su mente, en sus sentimientos, en su corazón?

Silenció la habitación.

Descargó su magia destrozando todo.


Regulus lo miró con silencio.

La magia del lobo solo quería destruir, romper y gritar.

Porque Sirius Black… Ese chico… ese maldito y desgraciado chico era su maldición y una
condena. Desde el comienzo fue así. Remus lo sabía. Lo sabía y aun así… Aun así, perdió cada
uno de sus pensamientos racionales al enamorarse de él.

Regulus reparó cada artículo de la habitación cuando se hubo calmado.

Pero no pudo reparar lo que fuera que iba mal dentro de Remus.

—Moony — susurró con gran ternura — Fue un hermoso patronus.

Lo había visto.

—Es un lobo.

—Lo sé. Es asombroso.

Guardó silencio. Regulus lo entendió.

—Fue Sirius… pensé en Sirius.

Los brazos de Regulus lo rodeaban.

—Lo sé. Moony, lo sé.

Remus se aferró a su mejor amigo.

No entendiendo por qué lloraba.

No entendiendo cómo permitió que su corazón amará tan dolorosamente a Sirius Black.

No entendiendo por qué se sentía tan devastado si este era el final que siempre esperó.

Regulus se mantuvo a su lado.

Sus brazos sosteniéndolo.

Sus manos acariciando su cabello.

Su presencia y aroma siendo lo único que Remus podía procesar aparte del dolor.

Era su mejor amigo, era el niño que confió en un lobo y le dijo que era maravilloso. El niño que le
había enseñado a amar al monstruo ahora era mayor, el niño al que había consolado durante
muchas noches de pesadillas y recuerdos tormentosos ahora era quién evitaba que Remus se
rompiera.

Chapter End Notes

¿Me duele este capítulo? Sí.


¿Llore escribiendo? También sí.
¿Tendrá un final feliz? Definitivamente, va a tomar un tiempo pero van a tener un final
feliz.
Lluvia

18 de junio, 1977

—Voy a unirme a los mortífagos — confesó Remus.

—¿Por qué harías eso? — Sirius no lo entendía.

Quizás nunca podría entender sus acciones.

La lluvia caía sobre ellos.

Remus apoyó su frente en la de Sirius conteniendo la respiración.

—Me torturas, Black… tu sola presencia es insoportable.

—Te odio, Lupin — susurró el chico mirándolo con ansías — De verdad te odio.

Remus sonrió con tristeza.

Ambos se besaron.

No fue uno de sus besos apasionados.

No fue uno de esos besos cargados de desesperación, necesidad y furia.

Fue un beso que te rompería el corazón.

Cargado de ternura, afecto y delicadeza.

Fue un beso que susurraba lo siento.

Remus Lupin lloró ese día mientras que la lluvia caía como si el cielo se cayera sobre ellos.

Que se destruya, pensó mientras suspiraba en los labios de Sirius.

Que se destruya todo y solo seamos nosotros dos.

Pero el mundo no podía hacer eso.

Quizás nada volvería a doler tanto como haber amado a Sirius Black.

—Obliviate – pronunció Remus.

Se llevó consigo todos los recuerdos de Sirius Black que tuvieran su nombre grabado con fuego
desde ese Halloween en que todas las cosas se convirtieron en un caos. El beso, la atracción, la vez
que lo descubrió tocando a Bowie en piano, todo lo que vino después, todo lo que sucedió entre
ellos en 1976 y 1977. Toda la historia de cómo se odiaron y luego se amaron por un deseo que iba
mucho más allá de su raciocinio. Las lecciones de legeremancia, las noches en la torre de
astronomía, los cumpleaños, la torre de Gryffindor en año nuevo, los besos, las sonrisas, los
pensamientos que susurraban la palabra amante y amor.

Y reemplazo los espacios vacíos con lo que esperaba fuera suficiente para convencer a Sirius Black
que se seguían odiando tanto como antes de ese beso un 31 de octubre de 1975.

—Regulus te sacó de la mansión Black.

—Somos aliados solamente para protegerlo de tus padres.

—Me odias profundamente.

Regulus seguiría en sus recuerdos. En su cumpleaños en Hog´s Head, en el balcón viendo los
fuegos artificiales de año nuevo, en las bromas de los merodeadores, en los fines de semana en
Hogsmeade. Su lazo restaurado seguiría en cada uno de sus recuerdos. Pero Remus no.

La mirada de Sirius dolió. Dolió demasiado. Dolía mucho más que cuando sus huesos se rompían
en la llegada del lobo. Porque cada parte de su alma se rompía bajo esa mirada de desprecio y odio.

—Lupin.

—Black — susurró.

—¿Qué mierda haces aquí? ¿El perro está dando un paseo o solo estás tratando de comunicarte con
los monstruos?

Remus lo miró.

Sirius lo veía con desdén.

—Vuelve a tu lugar, Black — advirtió con la voz ronca — Porque la próxima vez que te vea te
lastimaré.

Sirius sonrió con desprecio —No te tengo miedo.

¿Por qué Sirius Black siempre tenía que ser un imprudente de mierda?

—Deberías. No juegues con los monstruos. No habrá más advertencias.

Algo dentro de Remus se sintió maldita y condenadamente destrozado.

—No puedes hacer esto, Remus — Reggie lo miró con una súplica infantil.

—Por favor, Remus, te lo ruego.

—Podrías haber borrado la pelea y seguir…

Negó con la cabeza, su cuerpo temblaba.

—No lo haré. Es la única manera. Estoy demasiado involucrado. Es demasiado comprometedor.


Podría arruinar todos los planes.

—Entonces por qué lo hiciste…por qué te enamoraste de él sí tú… –Reggie lo miró en silencio y
luego se dio cuenta con una risa fría – Siempre lo supiste. Siempre supiste que este sería el final y
aun así…

Regulus se veía como un chico de dieciséis años. Demasiado joven. Demasiado vulnerable. Sus
mejillas humedeciéndose con lágrimas de furia, su rostro sonrojado con la emoción, su cuerpo
temblando por contener la rabia, el dolor y la vulnerabilidad.

—No puedes hacer esto, no puedes dejarme ver cómo te lastimas de esta forma cuando tú… tú
estás loco por él, Remus… Él te hace feliz — sus ojos brillaron con lágrimas — Remus, por favor,
lo amas, te ríes con él, eres feliz y tú… no mereces esto… no puedes hacerte esto…

—Pero ya lo hice. Me uniré a los mortífagos contigo, Reggie. Ya no hay vuelta atrás.

—¿Puedes dejarlo a él? — preguntó con una voz cargada de sentimientos — ¿Puedes dejarlo ir tan
fácilmente?

—Sí — mintió.

Remus hubiera querido destrozar el mundo.

Tal vez era una buena motivación para unirse a los mortífagos.

Ya se sentía muerto por dentro.

Y se culpó.

Dios, se culpó tanto.

¿Cómo había permitido que Sirius Black se grabase tan profundo en su piel, en su mente, en su
alma?
Decisiones

20 de junio, 1977

—¿Por qué quieres ser un animago?

—Quiero correr a tu lado — susurró el chico riendo al sostener el rostro de Remus y recostarse
sobre su cuerpo — Quiero correr contigo en la luna llena.

—Estás loco, Sirius Black.

—Sí, por ti — contestó antes de besarlo lentamente, las manos de Sirius aferrándose a su cabello,
tirando de él para acercarlo, profundizando el beso, Remus se estremeció cuando mordió su labio
inferior — Quiero hacer que me ames con cada parte de tu alma, Lupin.

—Es un buen comienzo para hacer que te ame.

—Me estoy esforzando — respondió Sirius con una sonrisa malvada.

Remus sentía el calor del cuerpo de Sirius recorriendo por su piel en cada parte que se tocaban, la
esencia mágica abrumando sus sentidos y haciéndolo perderse en las sensaciones. El latido
enloquecido de su corazón mientras que Sirius lo provocaba, las constelaciones del techo brillando
con fuerza mientras sentía un gruñido desde el fondo de su garganta y Remus solo podía pensar en
cuánto deseaba que esto pudiera durar un día más, tener solo un día más en que…

—Remus.

El sueño terminó, pensó al abrir los ojos.

Su corazón aún se sentía acelerado.

Aun podía recordar el sabor de los labios de Sirius.

Y la sensación del cabello largo y oscuro del chico entre sus dedos.

Tardó unos minutos en recordar dónde estaba y darse cuenta de que otra vez soñó con Sirius Black,
con un recuerdo de lo que eran, con un fantasma de lo que fueron.

Cubrió sus ojos con el dorso de su mano mientras sentía como la tristeza se apoderaba de cada uno
de sus sentidos a medida que recuperaba la consciencia. Estaba en todas partes.

Comenzaba en su pecho, como una opresión intensa que no le permitía respirar.

Continuaba con su mente, cada uno de sus pensamientos tiñéndose de esa absoluta tristeza que lo
inundaba todo.

Seguía extendiéndose a cada parte de su cuerpo. Consumiéndolo. Haciéndole creer que ese dolor
jamás lo abandonaría.

Y cuando creía que no podría sentir algo más… llegaba la rabia y el rencor.
Porque Remus prefería quemarse en el odio que su corazón sentía a caer en la ruina del dolor.

¿Por qué seguía soñando con él? Pensó furioso consigo mismo. No lo merecía, no merecía un
recuerdo feliz después de que se había convertido en un monstruo. Asqueroso y horripilante
monstruo, repitió la voz de su padre. Jamás debí dejar que vivieras. Jamás debí permitir que
siguieras vivo.

Y era cierto. Cada maldita cosa que su padre le había dicho alguna vez era verdad.

Remus Lupin se convirtió realmente en un monstruo.

Siempre lo había sido.

Se rió con amargura al sentir las lágrimas en sus ojos.

—Maldito y asqueroso monstruo — susurró en voz baja.

—Moony — llamó la voz de Regulus Black.

Duele, pensó. Duele más de lo que imaginé que podría doler. Y el dolor enfurecía al lobo. El lobo
lo reconocía. Y recordaba. Claro que recordaba. Cuán vulnerable había sido Remus en el pasado
por hundirse en el dolor. El lobo no lo permitiría. La oscuridad no lo abandonaría de esa manera.
Ambos, la bestia y la oscuridad lo mantenían despierto a través del profundo rencor que sentía.
Aunque todavía no distinguía a quién odiaba más. A él. Al lobo. O a la maldita guerra mágica en
la que estaba atrapado.

—Moony — repitió Regulus.

Remus lo miró.

—Estoy bien. Malditas pesadillas.

El chico asintió con una expresión vacía — También las tengo. Sobre esa noche.

Lo sabía. Había noches en las que casi no dormían pensando en todo lo que habían hecho, en todo
lo que estaban provocando. En cómo afectaba a lo que eran. Pero estaban sumidos en sus propios
infiernos, en sus propias pesadillas. Regulus Black las sufría en silencio. Y cada día que pasaba
Remus sentía más y más la ausencia del brillo divertido de sus ojos, la ausencia de sonrisas
deslumbrantes y sufría la ausencia de su risa. Porque se llevaron al chico que suspiraba por Pandora
Lynch, al chico que sonreía por recibir una carta de su hermano, al chico que bromearía con Remus
sobre cualquier cosa. Porque lo destruyeron.

El corazón de Remus ardió en furia. No debería ser así. Jamás debió ser así.

No lo sabían. No tenían idea. De cuánto los afectaría convertirse en asesinos.

Remus despreció sus propias pesadillas. Porque no era atormentado con recuerdos de la noche en la
que Barty Crouch Junior y él destruyeron una familia. No. Las pesadillas de Remus eran hermosos
recuerdos que jugaban con su mente, revolviéndolo todo y haciendo que doliera cada segundo.
Porque dolía. Dolía saber que hace unos días aún tenía a Sirius.

Hace unos días estaban en un concierto de Bowie, riendo, besándose, cantando.

Hace unos días habían hecho el amor.

Y Remus descubrió una carta en la que Sirius le decía te amo y fue tan fácil decirle lo mismo.
Porque lo amaba. Lo amaba desde hace tanto tiempo que lo sentía en cada parte de su ser.

Sirius Black era un sueño del que no quería volver a despertar.

Pero todo se fue a la mierda.

Porque el amor de Sirius Black no era suficiente.

Nunca sería suficiente, decidió con amargura.

Porque podría haberlo hecho. Podría haberse olvidado de todo el maldito plan. Olvidar el anillo,
quedarse en la cama junto a Sirius, en ese hotel en Londres, y despertar a su lado, y decirle te amo,
y pensar en un plan en que Sirius y él fueran más que una posibilidad… En cambio, Remus se
convirtió en un asesino. Porque ese era el plan al que se condenaron. Tuvieron meses para buscar
otra manera, para convencer a Regulus de que el plan tenía otras opciones, de que podrían haberlo
intentado y quedarse y realmente ser… pero no lo hicieron. Siguieron aferrados al plan
desesperado pensando que era la única manera.

Porque no dejarían ir a Regulus. Jamás lo dejarían ir.

Regulus Black estaba atrapado en las garras de sus padres, de su nombre y de las expectativas.

Y Remus era incapaz de abandonarlo. Seguiría a su lado, sin importar cuantos sacrificios tuviera
que hacer. Lo decidió hace demasiado tiempo. Antes de Sirius, antes de Lily, antes de todo lo que
pudo haberle hecho dudar.

—Es mi culpa. Es mi maldita culpa — le había dicho a Remus, su voz quebrada — Lo siento,
Moony, lo siento tanto… por favor, perdóname, por favor…

—Dejaste que él se fuera, Reggie — respondió Remus con desesperación y furia — Tú dejaste que
él se fuera y sacrificaste tu vida a cambio. No digas que es tu culpa. No lo vuelvas a decir. No
puedes decirlo.

Los Black nunca dejarían ir a Regulus. Porque Sirius era libre. Y necesitaban a un heredero.

Regulus había cargado con el peso de esa decisión. La decisión de ser lo que sus padres
necesitaban a cambio de la seguridad de Sirius Black. Siempre fue así, desde el primer verano en
que Sirius regresó de Hogwarts y se veía feliz, porque tenía esperanzas y amigos y un hogar al que
poder ir lejos de la sombría casa de sus padres, lejos de los castigos crueles y sus torturas, lejos de
las expectativas del joven amo Black, y lejos de Regulus.

Cuando Reggie entró a Hogwarts vio cómo su hermano mayor sonreía feliz a otras personas, cómo
tenía un brillo diferente en su mirada que no se parecía en nada a la manera desafiante en la que
miraba a sus padres a pesar del terror que sentía al enfrentarse a ellos. Era su hermano mayor, era
la persona que lo cuidó y que recibió castigos por él, era el primer amigo que hizo en su vida y la
primera persona a la que amó. Por supuesto que Regulus Black se sacrificó por él. Lo amaba. Y
aun siendo un niño, aun siendo débil, aun siendo despreciado, aceptó convertirse en lo que sus
padres querían para que se olvidaran de Sirius.

Aceptó la corona sin darse cuenta de que se hundiría bajo su peso.

—Intercambiaste tu vida por la de él, Reggie.

Su rostro lleno de lágrimas. Regulus era otra víctima en todo esto.


El niño asustado de lo que encontraría en Slytherin se estaba rompiendo al darse cuenta de que todo
lo que temió encontrar se hizo realidad.

Remus limpió una lágrima de la mejilla de Regulus.

Odió tanto a Sirius por permitir que esto ocurriera. Por ser un maldito egoísta y abandonar a un
chico que lo quería tanto, que estaba dispuesto a sacrificarlo todo por él. Porque cada vez que Sirius
Black se alejaba de sus padres, Regulus Black quedaba más atrapado ante ellos. Remus odió a
Sirius durante años por eso. Lo odiaba y despreciaba más que a nadie porque nunca en su vida
alguien estuvo dispuesto a dar tanto por él, nadie lo había amado tanto como Regulus quería a
Sirius. Y por eso fue fácil amar a Regulus, querer protegerlo, querer seguirlo al infierno. Era la
prioridad en su vida, lo era desde hace tanto tiempo que Remus no sabía vivir de otra manera.

Dolía saber que tantas cosas podrían haber sido diferentes si Regulus y él hubieran tenido otra
opción. Pero nada de eso importaba. Sirius Black lo odiaba. Se encargó de que fuera así. Y una
parte de Remus también lo odiaba. Odio haberse enamorado de él, odio permitir que significara
tanto para él, odio la sensación de perdida que dolía a cada segundo. Lo odiaba. Odiaba a Sirius
Black por todo lo que fueron, por todo lo que eran ahora y por todo lo que se convertirían para
mantenerlo apartado de la verdad.

—Te condené conmigo — replicó Regulus.

—No. No lo hiciste.

Porque Remus sabía. Sabía que era un monstruo mucho antes de conocerlo. Estaba destinado a ser
miserable desde el momento en que lo mordieron, desde el momento en que maldijeron a un niño
pequeño y lo transformaron en una bestia.

Fue fácil perderse en la oscuridad y ser abrumado por los deseos del lobo, los deseos de sangre,
caos y destrucción. Tan fácil que aún tenía momentos donde era difícil respirar y donde se sentía
horrible por todo lo que era capaz de hacer. Aun escuchaba los sollozos de la niña. La niña cuya
madre fue asesinada por ser una sangre sucia. Era pequeña. ¿Cuántos años tendría? ¿Quizás la
misma edad que Remus cuando un monstruo destruyó a su familia? ¿Habría sobrevivido? El
profeta no la mencionó. Él le dijo que se escondiera. Pero eso no podría borrar que era responsable
de arruinar su vida.

Cuando despertó en la casa de los Potter decidió que no merecía perdón alguno ni el afecto de
nadie. Lo había visto en la mirada torturada y silenciosa de su mejor amiga. Lily quería creerle con
desesperación, quería mantener en su corazón a ese amigo leal que entró en el ministerio para
salvar a personas como ella, quería hacer que todos sus años juntos pudieran sobrevivir. Pero ella
sabía. Claro que sabía.

Y Remus no lo negó.

Porque no se merecía a esas personas. No merecía el amor de Sirius Black. No merecía ser feliz
después de todo lo que hizo esa noche. Y todo lo que estaría dispuesto a hacer para hundirse más y
más en el infierno si eso significaba acompañar a Regulus Black. Porque no tenían otra opción. No
les dieron otra opción.

Reggie buscó su mirada. Y Remus sabía que veía su dolor. Pero además del tormentoso dolor que
sentía, sabía que su amigo vería el rencor y la furia en su corazón. El rencor por la sociedad mágica
y una guerra en la que ellos dos no tuvieron elección. Tenían diecisiete y dieciséis años, pero desde
que eran niños fueron involucrados en esa miseria producto a las decisiones de otras personas.
Dumbledore apareciendo en su casa el día después de que Lyall Lupin lo intentó matar.

Walburga y Orion Black haciendo de Regulus el sustituto del heredero perfecto.

Jamás tuvieron elección.

Y no era justo.

Nunca lo fue.

—Vamos a vengarnos, Reggie.

—Sí — respondió Regulus con una expresión diferente — Te lo prometo.

Llegaron a la casa de los Lestrange.

Bellatrix dirigió una mirada de disgusto a Remus.

—El perro homosexual no entra en mi casa — escupió con crueldad, desprendiendo un aura de
locura despiadada que incitaban los instintos del lobo — Puedes quedarte en el patio.

Remus sonrió con frialdad. No importaba si ya estuvo aquí, no importaba los años que estuvo junto
a Regulus, no importaba cuán involucrado estuviera con los Malfoy y los Black. Bellatrix siempre
había odiado su sangre y su maldición. Remus a sus ojos era un mestizo y peor aún, era una
criatura oscura inferior a ellos.

Estaba tan harto de toda esta mierda, que cuando sintió la magia oscura a su alrededor, se
estremeció ante el deseo de desgarrar a la bruja. Deleitado en la ira ardiendo en su sangre.

—Es mío — dijo Regulus al interponerse entre ambos — Me pertenece. Así que te agradecería,
prima, que no me obligues a enfadarme contigo.

—Es mi casa. Y mi regla es que los sucios perros desviados duermen en el patio. Es considerado,
si piensas en lo que podría hacerle.

—¿Crees que puedes enfrentarte a mí, Bella? — preguntó Regulus con desdén

Bellatrix sonrió con burla — ¿Te enojas por un asqueroso sirviente homosexual?

—No se trata de mi sirviente — declaró con desdén — Es sobre respeto, Bella. Soy un Black. He
venido por tu ayuda. Pero si decides convertirte en mi enemiga no será mi problema — sonrió con
desprecio — Sabes bien qué hará nuestra familia contigo si no me apoyas.

El niño que temblaba de miedo por lo que pudiera hacer su prima mayor había desaparecido. Ya no
era alguien a quien despreciar o intimidar. Era joven, sí. Tenía dieciséis años. Pero lo convirtieron
en un asesino.

Lo convirtieron en el digno heredero de los Black.

Se detuvo frente a su prima, y Remus se dio cuenta que era más alto que ella. Se veía mayor. Y su
presencia era diferente a la de hace meses atrás, cuando Bellatrix se burló de él al decirle que sus
padres borraron a Sirius del árbol familiar. Regulus ahora cargaba con el peso de la sangre, de las
promesas y del deseo de vengarse del mundo.

Era el príncipe oscuro de Slytherin. Aquel que torturó a cada una de las personas que lo
subestimaron en el castillo. Aquel que hizo un trato con los lobos. Aquel que era capaz de asesinar
con tal de lograr sus objetivos.

Podía sentirlo. Su magia siendo abrumada ante las ansias de la oscuridad influyendo en Regulus.
Guiándolo a ser lo que estaba destinado a convertirse.

Usar a los Black en su contra era amenaza suficiente. Bellatrix era imprudente, peligrosa e incluso
inestable. Pero no era estúpida. Ella ansiaba el poder de los Black, quería que estuvieran de su
lado. Toda su vida estuvo cumpliendo las órdenes de su familia para asegurarse que ese poder
siguiera siendo suyo. Se casó con un hombre que le era indiferente, porque así lo acordaron sus
padres, entró a los mortífagos junto a él porque seguía las creencias que su familia le inculcó, y
ahora recibiría a Regulus porque ese era el deseo de los Black. Porque de esa manera, seguiría
siendo respaldada por la familia más influyente del mundo mágico.

—El joven amo Black ha crecido — susurró con una sonrisa maliciosa y le dio la bienvenida a su
hogar.

Pero ambos sabían que Regulus jugaba en un terreno peligroso al enfrentarse a ella.

—Te traicionará — le dijo Remus cuando se escabulló a su habitación.

—Lo intentará — coincidió Regulus con una mirada decidida — Pero soy el único que puede
ofrecerle la cabeza de Dumbledore a su amado señor oscuro. Y eso es algo que no puede ignorar.
Mortífagos Parte 1

21 de junio, 1977

Regulus Black había pasado su primera prueba de lealtad hacia el señor oscuro. Y eso era lo único
que necesitaban de él para recibirlo frente a los más leales y fieles seguidores de Lord Voldemort,
en el salón de los Lestrange, el día del solsticio.

Era el joven amo Black que escapó del hogar de sus padres hace más de un año.

Era el joven amo Black que renegó de su familia y su legado para obtener la confianza de Albus
Dumbledore.

Y era el joven amo Black que por fin regresaba con ellos.

La primera prueba consistía en entregar su corazón a la causa del señor oscuro. Corazón, esa era la
esencia de la prueba porque al asesinar por él demostraban su devoción.

Y Regulus Black asesinó por él.

Eso era lo único que necesitaban de un Black.

Era el príncipe oscuro de la aristocracia mágica.

Tenía el interés de Voldemort en él. Desde hace años estaba destinado a recibir su marca y ser
recibido entre sus filas con grandes honores.

Porque Regulus representa todo lo que Voldemort desea lograr, dedujo Remus. Era un joven sangre
pura, dotado de gran talento, belleza y poder. Es la imagen del legado de la más antigua de las
familias mágicas. Y es el futuro de la magia oscura.

Regulus Black entró al salón de los Lestrange con un paso firme y seguro, una expresión de
arrogante indiferencia ante las miradas de desprecio y burla de los más fieles mortífagos del señor
oscuro y con una furia silenciosa ardiendo en su interior.

Estaba asustado. Remus escuchaba el latido acelerado de su corazón. Se concentraba en la furia


porque era la única manera de conservar el control y no sucumbir ante el miedo que le provocaba
estar frente a Lord Voldemort.

Remus entró al salón, pensando divertido en que volvían a estar en las puertas del infierno.

La magia oscura reunida en el lugar lo hacía estremecer.

El lobo estaba abrumado por la sensación.

Quería aullar, quería enloquecer, quería perderse en ese sentimiento acelerando su corazón.

No era tan intenso como con los lobos. La influencia de la manada casi lo hizo perderse. Esto era
distinto. Era el lobo reconociendo el poder. Oh y a Remus le encantaba el poder.

Lord Voldemort era diferente a cualquier otro mago al que hubiera visto en su vida. La magia
negra que lo rodeaba superaba a la de los magos oscuros que vio durante el Yule. Y ese poder, esa
sensación eléctrica en el aire, solo podía parecerse al poder que Remus percibió en Albus
Dumbledore la primera vez que lo conoció.

Regulus se inclinó en una reverencia frente al señor oscuro.

—Regulus Arcturus Black — pronuncio y su voz sonaba melódica y masculina.

Por supuesto que el psicópata es atractivo, pensó con burla y sorpresa. Tenía delicadas facciones de
sangrepura. Era un hombre joven y hermoso. Su porte elegante, su postura de liderazgo, sus
cautivadores ojos verdes, su cabello negro azabache.

Ahora entendía la razón por la cual El profeta se abstenía de publicar fotografías del señor oscuro.
Era fácil seguirlo si era hermoso, aunque fuera malvado.

Regulus sonrió — Me complace estar ante usted.

—Has tardado mucho tiempo en volver a casa.

—Pero siempre estuve esperando regresar, mi señor — respondió el chico.

—Es un Black — dijo Lucius con una sonrisa arrogante — Su lugar siempre ha estado aquí.

Uno de los mortífagos sonrió con desdén — El hijo prodigo que abandonó su hogar porque mami y
papi lo asustaron.

—Silencio, Rosier — susurraron otras voces.

Pero el mortífago tenía una mirada de burla — ¿Qué sucede? ¿El niño regresa a nosotros por
temor?

Una mirada indiferente.

—¡Crucius!

Bellatrix sonrió complacida junto a Lucius Malfoy. Amaba las torturas.

Regulus miró al mortífago con una expresión oscura.

—No te atrevas a dirigirme la palabra como si estuvieras por encima de mí.

Miró a cada persona en la sala.

—Soy un Black —sus ojos ardiendo con frialdad — Soy el hijo de un linaje antiguo que nació
junto a la magia oscura.

El príncipe oscuro, pensó Remus, con emoción y orgullo.

Muchas personas miraron a Regulus con interés y orgullo, emocionados por ver que su regreso era
cierto. Sabían. Sabían cómo sobrevivió a los ataques de Slytherin cuando los traicionó, sabían
cómo logró que cada estudiante que lo insultó temiera su nombre y su poder. Sabían que completó
cada uno de sus ritos oscuros y declaró su lealtad al camino de la oscuridad, usando el juramento
de los Black. Y sabían que, aunque pertenecía a Dumbledore, había participado en la cacería de
sangresucias.

Lord Voldemort sonrió con carisma — Has vuelto. ¿Por qué? Te fuiste un largo tiempo y tus
padres sufrieron tu ausencia. Se dijo que despreciaste a tu familia, su nombre y cada una de sus
creencias sobre la supremacía de sangre.

Lo sabía. Por supuesto que lo sabía. Bellatrix Lestrange, Lucius Malfoy y la familia Black le
comentaron sobre las intenciones de Regulus al alejarse de su legado. Por eso el mago aceptó darle
el anillo que anunciaría la primera prueba. Por eso estaban en la casa de los Lestrange ahora. Pero
el mago quería escucharlo. Quería que Regulus Black le dijera por qué lo hizo. Era una prueba
más, se dieron cuenta.

Regulus sonrió con crueldad — Hice ese sacrificio por usted, mi señor.

Un silencio largo e intenso se estableció en el salón.

El señor oscuro tenía una mirada escrutadora — Explica cómo exactamente es que tu desprecio fue
un sacrificio para mí.

—Tengo a Dumbledore de mi parte. Y me ha propuesto unirme a la orden cuando cumpla la


mayoría de edad. Esa es la razón por la cual tuve que sufrir todo este tiempo al rechazar a mi
familia, mis creencias y mi legado. Para poder ofrecerle a usted, mi señor, la muerte de Albus
Dumbledore y la derrota de la orden del Phoenix.

Remus vio cómo el mago se estremeció de emoción al pensar en la cabeza de Dumbledore


entregada en una bandeja de plata.

—¿Quiénes saben sobre la presencia de Regulus Black en la cacería de sangresucias? — preguntó


con una expresión calculadora.

—Estuve a cargo de su prueba, mi señor — confesó Carrow — Pero, como sabe, todos los
participantes están bajo un juramento para no revelar ninguna información.

—No me agrada la idea de dejar una debilidad de la que podemos encargarnos — respondió con
una sonrisa fría — No podemos permitir que demasiadas personas sean conocedoras de la traición
del joven amo Black. Todos los participantes de la prueba y los que no guarden relación con él…
hay que encargarse de ellos. Bellatrix, Lucius, lo dejaré en sus manos considerando su lealtad al
chico.

Borrarían sus memorias. Regulus y Remus pensaron en hacerlo ellos mismos. Pero no querían
levantar sospechas del señor oscuro. Preferían dejarlo a su juicio. Y no se equivocaron. Después de
todo… Lord Voldemort era un Slytherin.

Ambos mortífagos inclinaron su cabeza — A sus deseos.

—¿Qué hacemos con el perro? — preguntó la bruja con una mueca cruel.

Remus intentó mostrarse tan indiferente como Regulus. Los instintos del lobo demasiado
conscientes de la magia podían responder mal ante la provocación. Y deseaba tanto crear caos que
era casi doloroso.

El corazón de Regulus latió con irregularidad ante el miedo.

Pero Remus sonrió al inclinarse ante el señor oscuro.

Lord Voldemort lo veía con cierto interés acercándose a él — Remus John Lupin. Escuché sobre ti.
El perro de Dumbledore.

Era alto, incluso más que Remus. Figura esbelta y hombros anchos. Y tenía encanto en sus
movimientos, ese tipo de carisma que te hacía seguirlo con la mirada. Pero tenía un brillo frío en
sus ojos. Era consciente del poder de su apariencia. Pero ni siquiera le importaba para algo más que
conseguir sus objetivos. Remus estaba familiarizado con eso.

Su magia era intensa, su rostro era atractivo y la oscuridad a su alrededor era un impulso que el
lobo quería perseguir. Remus se contuvo a sí mismo como si se resistiera a la luna llena

—Mi lealtad pertenece a los Black.

El lobo se concentró en el latido de su corazón. En el ligero movimiento de su pulso a través del


cuello del mago, en su pálida piel. Y los deseos de desgarrarlo fueron abrumadores.

Quería probar su sangre, quería asesinarlo, quería sucumbir ante él y servirle.

No lo entendía. No entendía cómo una persona podía poseer tanto poder y afectar tanto a cada uno
de sus instintos. Magia, pensó. Es hechizante. ¿Pero qué fue lo que hizo? ¿Cómo consiguió tanto
poder?

—Hiciste la primera prueba.

—Tal y como debía, mi señor.

Una sonrisa. Remus odio cuánto disfrutaba el lobo de esa sonrisa.

—Un hombre lobo. Muy astuto de parte de Dumbledore.

—Planeaba infiltrarme — respondió el chico — Estaba tan confiado en que lo haría por el hombre
que me acogió y me dio una educación que jamás pasó por su mente que lo podría traicionar.

—Sin embargo, hay muchas historias sobre tus continuas peleas por las creencias de sangre— su
voz era calmada, serena y masculina, envolviendo el salón como una canción de serpientes.

—Sí no creyera en la supremacía de sangre, ¿por qué seguiría al príncipe Black? — replicó con una
sonrisa desdeñosa — Desde el primer momento en que lo conocí le he servido lealmente. Y
también podría servirle a usted, mi señor. Si me da la oportunidad.

—¡Insolente! — gritó Bellatrix — ¿Cómo te atreves a hablar frente al señor oscuro? ¡Crucius!

Remus lo esperaba.

Lo soportó lo mejor que pudo, sabiendo que atacar a una de las más fieles mortífagas del señor
oscuro en su primera reunión con él sería contraproducente. Remus era un mestizo, era un lobo y
era un huérfano. No tenía ningún poder para resistirse. Pero el dolor estaba bien. Remus soportó la
maldición durante largos años. Sus rodillas tocaron el suelo, pero jamás gritó y eso hizo que
Bellatrix sonriera enloquecida, aumentando el dolor de la maldición.

—¡Repelio! — maldijo Regulus Black con una expresión que intentaba ocultar su silenciosa ira.

Imprudente, pensó Remus al poder respirar. Maldito y estúpido imprudente Black. Odiaba lo
mucho que Regulus podía parecerse a Sirius en los peores momentos.

—Ambos deberían ser castigados — mencionó uno de los mortífagos.

Pero el señor oscuro los detuvo con un gesto, intrigado por la osadía de ambos.

—Nunca di mi autorización para que tocaran lo que es de mi propiedad — explicó Regulus con una
mirada desafiante — Remus Lupin me pertenece. Es mío. Sí lo dañan… entonces están atacando
mi nombre.

—Comprensible — respondió divertido el señor oscuro — Fuiste criado como un príncipe, y por
eso puedo entender hasta cierto punto tu insolencia. Pero sí vas a ser mío deberás saber que harás
sacrificios. Interrumpir un castigo… no volverá a ser tolerado.

El chico bajo la mirada. Y se veía tan joven y frustrado consigo mismo.

Remus se interpuso — Tuve que hacer cosas, para mantener la confianza de Dumbledore, porque
servirle a usted y a los deseos del joven amo Black han sido la razón por la que sigo vivo, mi
señor.

—¿Cómo podemos confiar en él? — susurró una voz.

—Regulus Black es uno de nosotros, pero Lupin…

—Los Lupin nunca han sido magos oscuros.

—Silencio — instó el mago y miró a Remus con interés — Remus John Lupin… un mestizo.

Lo susurró divertido, casi como si fuera una broma privada. Hay algo más, pensó Remus. Estaba
rodeado de sangres puras. Pero la mirada del señor oscuro escondía algo más. Y al lobo le
intrigaba descubrir la respuesta.

Una ligera caricia en su rostro.

La sensación fría de su tacto.

Regulus no apartaba la mirada de ellos.

Bellatrix lanzó un gruñido.

Los mortífagos aguardaban a cualquier movimiento.

Se preguntó si sus seguidores distinguían sus deseos de acostarse con él y los deseos de mantener
la pureza de sangre. Lo dudaba por las miradas hambrientas que algunos de sus mortífagos
mantenían sobre él.

El mago sonrió.

—¿Quieres ser mío, Lupin?

El latido en su corazón.

—Más que nada en el mundo — respondió con sinceridad.

Porque ese era el plan por el cual sacrificó todo.

—Déjame ver tu mente, Lupin — susurró el mago.

Remus asintió.

Y lo sintió.

El iris de sus ojos se volvió rojizo.


La oscuridad, se dio cuenta Remus.

—Eso es lo que sucede al ser corrompido por la magia negra. Hay diferencias esenciales entre la
magia negra y la magia oscura — le explicó Calíope una vez mientras estudiaban frente a la
chimenea de la sala común — La magia oscura es la senda del camino de la oscuridad, el
complemento de la luz. No necesariamente es cruel. Es un poder influenciado por una presencia
más intuitiva y por la luna.

La magia negra es el intercambio del alma y eso lleva un precio alto, recordó las palabras de
Narcissa, cuando era uno de sus protegidos en Hogwarts.

El señor oscuro penetró su mente en búsqueda de la traición.

No sería capaz de encontrar nada.

Narcissa se aseguró de protegerlos.

Vería a un niño que fue torturado por su padre, al niño en el orfanato muggle que tuvo que aprender
a sobrevivir, al niño utilizando a Dumbledore y desconfiando de él porque el maldito viejo siempre
creía tener la razón.

Veía las masacres que ocasionaron cuando insultaron a Regulus Black como traidor. Lo fácil que
fue complacerse por los gritos silenciosos y por las expresiones atormentadas. Los deseos del lobo
por destruir el maldito mundo.

Vería su desprecio hacía Sirius Black. Vería la conexión que Remus y Regulus establecieron con
los Potter. Porque la cercanía entre los Potter y los Dumbledore era conocida en el mundo mágico.
Vería el momento en que decidieron usarlos a su favor, mientras veía el fuego arder durante la
noche de navidad en que Sirius Black estuvo a punto de morir.

Porque todo lo que eso significó, todo en lo que esa noche se convirtió en sus vidas, todo lo que
alguna vez le hizo dudar de su plan, estaba escondido en lo más profundo de su alma.

—¿Qué es lo que te impulsa, Lupin? — preguntó en su mente.

—La manada. Quiero estar con los míos. Quiero poder servirle a usted tal y como ellos lo hacen.
Quiero ayudarle a crear una mejor sociedad mágica.

—¿No les guardas rencor?

La sangre hirviendo en sus venas.

—No. Mi padre me hizo esto. Porque se casó con una sucia mujer muggle y luego molestó a los
lobos. Él es el único culpable, mi señor. Es a él a quien odio más que a nadie.

—Remus John Lupin ha pasado la segunda prueba — anunció Voldemort complacido.

Mente, se dio cuenta entonces, esa es la esencia de la segunda prueba al revelar tus secretos
permitiendo que el señor oscuro viera la verdad a través de sus recuerdos.

Murmullos se extendieron alrededor de ellos.

Pero en el sombrío salón, con la lluvia azotando contra las ventanas y la amenaza que representaba
toda la magia oscura que el lobo percibía a su alrededor, Remus y Regulus se sonrieron al darse
cuenta de que lo estaban logrando.
—Te daré una misión. Es la última prueba que necesitas para recibir mi marca.

Estaba ansioso por complacerlo.

—Podríamos pedirle que se deshaga de su novia la sangre sucia — sonrió Bellatrix.

Remus se contuvo. El maleficio en la punta de su lengua y cada instinto del lobo ansiando provocar
dolor. La sola mención de Lily Evans era dolorosa, pero siempre fue más susceptible a la furia del
monstruo. Escuchar que alguien le dijera sangre sucia seguía siendo suficiente para que el lobo se
enfureciera.

No reacciones, se recordó.

—Haré cualquier cosa que me pida, mi señor.

Una sonrisa satisfecha — Lo sé. Por eso te daré la oportunidad de devolverle el honor a tu nombre.

La mirada de Lord Voldemort era igual a la de una serpiente.

—Asesina a Lyall Lupin.


Mortífagos Parte 2

24 de junio, 1977

La lluvia caía.

Era una tormenta.

Le recordaba a ese dulce y último beso que compartió con Sirius Black.

Pero la furia incontrolable borró el recuerdo de su mente.

Era sencillo seguir su aroma.

Era la persona que más despreció antes de entrar a Hogwarts.

Y a la que más había querido.

Incluso con las maldiciones. Incluso sí usaba cruciatus, silencio y petrificus.

Incluso con las patadas, los puñetazos y las horas donde moría de hambre.

Incluso con la furia y el dolor, Remus había pensado que no había nadie más fuerte que su padre.

Lo amó. Porque durante mucho tiempo fue la única familia que Remus tuvo.

Recordaba a su madre cantando para él.

Recordaba el sonido de su risa cuando Lyall llegaba a casa y la besaba.

Recordaba el orgullo que Remus sentía cuando lo tomaba en brazos y le preguntaba a su padre a
cuantos malos había atrapado.

—Te prometo, Remus, que me aseguraré de que nada te pueda lastimar.

Y Remus le creyó. Le creyó cada palabra. Hasta que los días felices terminaron.

Fue con esa promesa que descubrió por primera vez que las personas mentían.

Lyall intentó cazar a Greyback.

Estaba a punto de atraparlo.

Hasta que la luna llena llegó.

Su padre no estaba en casa.

No estuvo cuando los monstruos llegaron.

Intentó esconderse, porque eso le dijo mamá, eso le pidió que hiciera mientras la asesinaban.

Y él no estuvo ahí.
Cuando llegó era demasiado tarde.

Gritó. Gritó desgarrado de dolor. Durante tanto tiempo que Remus aun guardaba ese sonido en su
memoria. El sonido de un hombre que fue quebrado por la pérdida.

—Estás a salvo, estás a salvo, amor — sollozó con su hijo en sus brazos días después.

Porque el único alivio que encontró fue a su hijo, a su querido y único hijo, con vida.

Y eso quizás hubiera sido suficiente para Lyall Lupin.

Hasta que en la siguiente luna llena se dio cuenta de la licantropía de Remus.

Entonces todo se fue a la mierda.

El alcohol apareció en casa, porque era la única forma en la que su padre podía soportar ver a
Remus. Y él casi lo prefería así. Ebrio era más fácil de lidiar. Cuando estaba borracho su magia era
torpe. No lo torturaría con maldiciones, porque apenas podría pronunciar un hechizo
correctamente. No. Cuando estaba borracho lo golpearía, le gritaría o le arrojaría una de las
botellas de vidrios hasta romperse y llorar.

Ese hombre lloraba cada día, recordó Remus. Cada día desde que su madre había sido despedazada
por los monstruos. Durante años. Durante todos los años que vivieron juntos.

Era un hombre patético. Despreciable y patético, pensó Remus con el rencor del lobo impulsando
cada uno de sus movimientos al perseguir su rastro como un cazador a su presa.

En su memoria, conservaba escasos recuerdos del padre del que estuvo orgulloso alguna vez, el
padre que le parecía fuerte y amable se había convertido en algo roto y despreciable durante
demasiado tiempo.

Y, aun así, Remus lo amó. Durante demasiado tiempo. Incluso cuando no volvió a ser feliz en esa
maldita casucha de mierda en el campo después de su primera luna llena.

Él aprendió en ese lugar que el amor era una cosa extraña y retorcida.

Porque Remus recordaba.

Recordaba sentarse en la mesa a comer con él.

Recordaba cubrirlo con una manta cuando se quedaba dormido después de llorar.

Recordaba escuchar el latido de su corazón y aferrarse a ello porque estaba aterrado de quedarse
solo en el mundo.

Y cada una de esas cosas dolían en su memoria.

—Debiste ser tú quien muriera en vez de ella — resonó en su mente las palabras de su padre, sus
dedos alrededor de su cuello. Las manos de Remus aferradas a su muñeca, intentando alejarlo de
él, intentando desesperadamente respirar, intentando sobrevivir.

—Fue en defensa propia — le explicó Dumbledore al día siguiente.

Remus no se movió de la entrada de la casa.

—¿Está muerto?
—¿Desearías que fuera así? — preguntó el anciano.

—No lo sé — respondió el niño que temblaba — Intentó matarme.

—Sí, eso hizo.

Remus guardó silencio.

—Las personas son débiles, Remus — le explicó Dumbledore sentándose a su lado — Cuando se
quiebran… a veces no encuentran manera de vivir a través del dolor y solo aprenden a herirnos,
una y otra vez, olvidando que alguna vez nos amaron. Pero nada de esto es tu culpa. Jamás podría
haber sido tu culpa.

El niño pequeño asintió. Pero lo sabía. Sabía que sí era su culpa.

Primero le quebró el brazo. Para que lo soltara.

Lyall Lupin gritó de dolor.

—¡Pedazo de mierda! — bramó.

Pero el niño asustado se perdió en la furia del lobo.

La furia que hacía hervir su sangre.

Lo segundo que hizo fue romper sus costillas cuando su padre se abalanzó sobre él.

No lo tocó. No hizo falta.

La magia del lobo respondía ante él.

Cerró su mano en un puño y antes de poder acercarse escuchó el sonido de los huesos de Lyall
rompiéndose.

Lo miró con odio y desesperación desde el suelo, donde se retorcía de dolor.

Y el lobo lo disfrutó.

Porque en su mirada también había miedo.

Y el lobo ansiaba tanto provocarle más y más temor.

—Pequeño bastardo — escupió Lyall.

—No — susurró el niño con un tono frío.

Remus lo había disfrutado.

Y Albus Dumbledore debió verlo en su mirada.

—Lyall Lupin hizo cosas horribles, Remus. Pero nunca más podrá lastimarte.

Esa fue la primera mentira de Dumbledore.

Porque durante los siguientes años, el fantasma de su padre en sus recuerdos lo lastimó una y otra
vez.

Remus lo encontró.

Vivía lejos de las personas.

En una cabaña demasiado similar a la casa en el campo.

Nadie vivía alrededor. Nadie vendría en ayuda. Nadie podría salvarlo.

—Lyall.

Su padre.

La primera persona a la que estuvo seguro de odiar.

Seguía borracho. El olor estaba por todas partes. Las botellas vacías dispersas a su alrededor.

Se veía mucho más viejo de lo que hubiera imaginado para un mago.

Y era débil. Se preguntó cómo es que este hombre alguna vez estuvo a punto de asesinarlo siendo
tan débil y patético.

Lo reconoció. Claro que lo reconocía.

Una mueca de desprecio — Tú.

—Tú — repitió Remus con una voz vacía.

El hombre cerró los ojos con fuerza, atormentado por la imagen de Remus en medio de la
tormenta. Sintió su magia enrarecida a su alrededor. Como si durante años la hubiera dejado pudrir
dentro de su ser.

Al abrir los ojos le dedicó una mirada cargada de odio y rencor.

—El pequeño monstruo asqueroso.

—Eres de lo que más me avergüenzo en la vida.

—Bastardo de mierda… debí matarte ese día.

Remus recibió cada palabra.

Sin moverse.

Sin alterar su expresión.

Sin responder a nada de lo que le dijera.

Lyall lo supo entonces.


La razón por la que su hijo estaba frente a él.

—Vienes a matarme.

Remus no respondió.

Una sonrisa horrenda — Te ves como ella… incluso siendo un maldito monstruo asqueroso… te
sigues viendo como ella.

Intentó ignorar el latido doloroso de su corazón y todas las preguntas que tenía.

—Hazlo — susurró su padre con una voz diferente.

Sin desprecio, ni desdén o crueldad.

Era una súplica cargada de desesperación.

Fue tan sencillo.

—Avada kedavra.

Pronunciar la maldición asesina.

Ya no había vuelta atrás.

La lluvia caía sobre él.

Ya no habría besos bajo la lluvia.

Solo la frialdad silenciosa de la muerte.


Chapter 54
Chapter Notes

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17 de junio, 1977

Sirius maldijo el nombre de Remus Lupin una y otra vez.

Sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos.

Sentía un dolor tan insoportable que incluso pensó que estaba bajo una maldición cruciatus.

Sentía como cada pensamiento sobre Remus Lupin volvía a estar sometido al odio y el rencor.

Una parte dentro de él quería destruir el mundo para que se sintiera tan devastado como él.

Otra parte solo quería morir para no tener que enfrentar el dolor.

Dolía demasiado.

Dolía saber que a pesar de años odiando a Remus, a pesar de todas las razones por las que no
deberían haberse enamorado, Sirius lo había amado y todavía, incluso ahora, incluso cuando sentía
tanto rencor y furia y tristeza ardiendo dentro de él, lo continuaba amando.

Amaba tanto a Remus que solo quería que esto fuera una maldita mentira, que fuera una pesadilla
provocada por los años de torturas y mierdas de sus padres.

Lo deseaba tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas furiosas y se despreció profundamente por
cada una de ellas.

Quería que Remus estuviera ahí. Quería que Remus lo abrazara, que se riera en su cuello diciéndole
que era un idiota y le sonriera con burla, con esa sonrisa odiosa que tenía, esa sonrisa que decía que
conocía un secreto que jamás te iba a revelar, aunque lucharas por descubrirlo.

—¿Por qué me dejaste? — preguntaría Sirius.

—Tuve que ir a buscar a Reggie — se reiría Remus, manteniéndolo atrapado entre sus brazos— Se
perdió en un bar de Londres.

—¿Cómo es posible que sea buscador y tenga tan mal sentido de orientación? — replicaría Sirius.

—Bueno, sus papás son primos.

Sirius soltaría un bufido — Eres un idiota, Lupin.

Pero Remus lo besaría y Sirius olvidaría que estaba molesto con él.

— Te prometo recompensarte por irme — susurraría con voz ronca. Porque era malvado, sabía
cómo jugar con la mente de Sirius y hacerlo ceder ante sus encantos.

Deseaba tanto que todo eso fuera real que lo sentía en cada parte de su ser.
Lo necesitaba.

Lo necesitaba tanto como respirar.

Lo necesitaba porque no soportaba que todo lo que vivieron, todo en lo que se convirtieron, todo lo
que eran fuera tan fácil de destruir.

Quería desesperadamente creer en él.

Sirius miró su varita y pensó con odio que la magia no era suficiente.

No evitaría que un sueño se convirtiera en una pesadilla.

Cuando vio el patronus de Remus, cuando escuchó al lobo pidiendo ayuda, pensó que enloquecería
sí algo le ocurría a Remus y él no pudiera evitarlo. Pensó una y otra vez que nada en el mundo
importaría sí Remus estaba bien, si estaba con vida y si volvía a verlo una vez más. Estaba
aterrado. Su corazón latía con fuerza y se apareció en la casa de los Potter buscándolo con
desesperación.

Pero Lily estaba ahí. James estaba ahí. Y el maldito ejemplar del profeta estaba ahí.

Quería escucharlo de Remus. Quería escuchar qué había ocurrido. Quería entender por qué lo dejó,
por qué su patronus apareció, qué lo obligó a pedir ayuda. Quería saber quién lo había lastimado
para buscar venganza y asegurarse de que nadie lo volviera a tocar.

Pero las muertes que mencionaba el profeta eran algo que no podían ignorar.

Pensó que Remus se enojaría con ellos por desconfiar de él.

Pensó que les diría enfurecido que no fue parte de esa tragedia.

Pensó que les gritaría que era incapaz de hacer algo así.

Y Sirius se odiaría a sí mismo por siquiera considerar que fuera posible.

Pero Remus Lupin no cumplió ninguno de sus deseos.

No lo negó, pensó con dolor apoyándose contra la pared. Remus tenía esa mirada atormentada, la
misma mirada que tenía la noche que lo sacó de la casa de sus padres. Como si hubiera visto una
masacre. Sirius despertó solo en una habitación con una nota de Remus explicándole por qué lo
amaba, nunca imaginó que la siguiente vez que lo viera las cosas entre ellos hubieran cambiado
tanto.

Porque él se fue. Se fue. Y no le explicó por qué se fue, no le dijo que sucedió y no quiso confiar
en él.

—Remus, por favor, habla conmigo… Por favor, amor, habla conmigo — suplicó Sirius una y otra
vez —¿Qué hacías allí? ¿Cómo te viste involucrado? ¿Qué viste? Pediste ayuda, ¿Qué viste? ¿Qué
tuviste… que hacer?

Las preguntas estaban entre ellos.

Pero Remus negó con la cabeza.

—Por favor, Remus, dime. Dime qué fue lo que ocurrió.


—No puedo.

Sirius se sintió golpeado por sus palabras. En el momento en que Remus le dijo no, el momento en
que su respuesta fue un no, todo se destruyó.

Quería que James viniera y le dijera todo lo que deseaba escuchar. Porque James Potter era la
primera persona en la que pensaba cuando sentía que su mundo se derrumbaba sobre él. El
optimista y dorado chico de Gryffindor, que pensaría en una manera para hacer que todo fuera
menos horrible, era la persona que lo sostenía cuando pensaba que estaba a punto de enloquecer.
Pero estaba con Lily. Lo sabía. Lo sentía.

Y, de todos modos, no había nada que James le pudiera decir que realmente cambiara las cosas.

Porque Remus los traicionó.

Porque Remus se fue.

Porque Remus realmente se convirtió en un asesino. Se convirtió en todo lo que Sirius odiaba y
despreciaba. Se convirtió en lo que el mundo esperaba de un Slytherin y Sirius lo odiaba porque lo
amaba, incluso siendo todo lo que siempre odió, lo seguía queriendo.

Estuvo horas, bajo la lluvia tormentosa.

Sin embargo, Euphemia Potter lo encontró.

—Sirius — llamó con ternura.

Sirius negó con la cabeza.

—Sirius — intentó nuevamente.

El chico la miró torturado.

—Lo amo, Effie.

—Sé que lo haces.

Sus ojos llenándose de lágrimas — Pero duele…

Amarlo dolía.

Odiarlo dolía.

Sentirse tan malditamente decepcionado de él, a la vez que deseaba con tanto anhelo una mentira,
dolía.

Los brazos de Euphemia lo rodearon y Sirius escondió su rostro en el hombro de la mujer,


sintiendo cómo su ser se rompía. Y ella, la madre que amaba, la madre que no tuvo pero que
encontró, la madre que le dio un lugar al que desear volver, lo sostenía evitando que Sirius se
perdiera en ese dolor.

—Está bien llorar, cariño — le dijo con una voz serena y cargada de afecto — Está bien. Estoy
aquí contigo. Estoy contigo.

Un sonido tan frágil, pero tan cargado de sufrimiento escapó de sus labios.
Sollozos desesperados por un alivio.

Lágrimas furiosas que deseaban que todo fuera una pesadilla.

Sirius continuó llorando durante lo que pareció una eternidad. Deseando que nada de esto hubiera
ocurrido. Que nunca se hubiera enamorado de él.

No sabía que tan cerca estaba de los pensamientos de Remus Lupin.

Chapter End Notes

Se vienen más capítulos desde la perspectiva de Sirius y algunos de Lily porque amo
mucho a Lily Evans. Espero que les guste, vamos a extrañar a Remus, pero regresará,
lo prometo.
Recuerdos: Comienzos

Primer año

Sirius recordaba el primer viaje en tren que hizo a Hogwarts.

Las personas lo miraban, siempre lo miraban. Era un Black. Era el heredero del legado de la más
noble casa mágica de Gran Bretaña. Era un rehén de los deseos de homicidas, magos tenebrosos y
monstruos.

Odiaba la manera en la que lo miraban.

La admiración a su pureza de sangre, el miedo ante el poder de su familia, el desprecio de aquellos


que esperaban que él se convirtiera en todo lo que sus padres deseaban.

Entró a un vagón escapando de las miradas y pensando en cuánto deseaba demostrar que sería
diferente a los demás Black. No imaginó que estuviera a punto de encontrar a una familia a la que
amaría por los siguientes años de su vida.

Snivellus se fue cuando lo llamaron imbécil pretencioso. Lily Evans fue tras él, no sin antes
dedicar una mirada de desaprobación a cada chico en el vagón, con su rostro enrojecido por la rabia
y llamarlos idiotas.

Que se vayan, pensó. No importa.

Sirius Black estaba maravillado por James Potter.

Era la primera persona que conocía que brillaba, porque James era alguien criado con amor y
confianza.

James Potter le recordaba a Peter Pan y ellos eran sus niños perdidos.

James Potter le recordaba a un roble fuerte y majestuoso en el que poder apoyarse.

James Potter le recordaba a un sueño, porque era lo que siempre había estado buscando. Era
constancia, seguridad y aceptación.

Lo amó desde el comienzo.

—Seremos mejores amigos — dijo James, y se escuchaba tan sincero que Sirius sonrió feliz.

—¡Todos seremos mejores amigos! —exclamó Peter con el rostro enrojecido.

Escuchó un bufido desdeñoso.

Remus John Lupin miraba fijamente por la ventana.

—Las promesas son estúpidas — murmuró venenosamente.

Remus era distinto a ellos.


No tenía esa calidez que desprendía James Potter, que te hace creer que puedes confiar en él para
siempre.

No tenía esa inseguridad de Peter Pettigrew, que dudaba de todo a su alrededor.

Tampoco era alguien que se ocultaba en la rebeldía como Sirius Black, para esconder lo aterrado
que se sentía.

No. No era como ellos.

Pero Sirius sintió algo.

Intriga.

Remus John Lupin era agresivo, insolente y asustaba a Peter.

Sirius estaba fascinado por él.

James Potter y Peter Pettigrew la ignoraron y comenzaron a hablar sobre el equipo de quidditch de
Gryffindor.

Pero a Sirius Black no le interesaba ninguno de ellos. Se perdió en Remus Lupin.

Remus Lupin tenía una actitud endurecida por la vida. Era alguien que esperaba lo peor del mundo
y sonreía cruelmente por eso. Como si ya nada pudiera decepcionarlo. Como si nada pudiera
lastimarlo. Y todo eso fascinaba a Sirius.

Seguía cada uno de sus movimientos con la mirada, intrigado por el aura desafiante a su alrededor,
como si Remus Lupin estuviera esperando a atacar. Intrigado por la manera tan venenosa en la que
escupía su nombre, despreciando su apellido. Intrigado por la manera en la que lo miraba a él, que
lo hacía sentirse perdido.

Había algo instintivo que le decía que Remus Lupin era peligroso. Pero Sirius se sentía
emocionado por ese sentimiento.

—Lupin — lo provocó.

Remus lo miró como si quisiera golpearlo.

Y Sirius sonrió engreído. Que lo intente, pensó.

Quería ser su amigo. Quería conocerlo. Quería escucharlo decir su nombre.

—Black.

Su corazón se estremeció ante el sonido despectivo.

Todavía no sabía qué significaba su interés en Remus Lupin. Pero quería descubrirlo.

—¿Por qué es tan malo Slytherin? — le preguntó el chico frunciendo el ceño como si le molestara
no saberlo.

—En Slytherin han estado todos los magos tenebrosos más conocidos — le contó Sirius—Es una
casa llena de asesinos y perturbados. Mi familia es experta en eso.

Quería que lo supiera. Lo que significaba su apellido. Lo que significaba el peso de ese legado.
Cada uno de los Black pertenecían a Slytherin. Porque estaban condenados a la maldición de su
sangre pura.

Remus no se asustó — Si eso es cierto entonces ¿por qué sigue existiendo?

Sirius hizo una mueca — Por la tradición. Todo en el mundo mágico que es estúpido y malvado
seguramente está ligado a la tradición. Las familias antiguas queriendo controlar todo. Muchos
magos de las familias antiguas siguen teniendo miembros de Slytherin. Son todos un montón de
imbéciles obsesionados con el poder.

Los Black representaban todo eso. Una familia noble, sangre pura, obsesionados con la tradición,
la magia oscura y el poder. Durante toda su vida le inculcaron lo valioso e importante que era el
poder que se le daba por pertenecer a los Black. Podrían lograr muchas cosas. Podían adueñarse del
mundo si lo deseaban. Pero Sirius lo despreciaba con todo su ser. Porque él estaba condenado a
seguir su legado. Porque era un Black, era el hijo mayor y era el maldito heredero. Tenía la
obligación de convertirse en lo que ellos deseaban.

A menos que escapara.

—Hay muchas personas obsesionadas con esas estupideces, pero nosotros no seremos así, Lupin
— sonrió Sirius — Seré el primer Black en cambiar eso. Y podremos ser amigos en Gryffindor. Ya
verás, nos vamos a divertir.

Quería desesperadamente escapar del control de sus padres.

Quería desesperadamente pertenecer a Gryffindor, donde iban los héroes y los valientes.

Quería desesperadamente cambiar su destino.

Por eso decidió ir a Gryffindor.

Era la única manera que tenía para romper la tradición. Sus padres no podrían contradecir las
palabras del sombrero. Podrían intentarlo, le recordó una voz amarga en sus recuerdos.

Andrómeda lo abrazó con fuerza una vez, apartando lágrimas furiosas en su hermoso rostro para
ver a Sirius — Ellos siempre intentarán convertirte en el heredero que desean.

Lo sabía. Pero no importa, se dijo. Una vez que me envíen a Gryffindor quedará claro que no soy
como ellos. Que jamás podré ser como ellos.

Desde que Andrómeda se fue, Sirius decidió que haría lo mismo. Estuvo mucho tiempo sintiéndose
triste por su ausencia. A veces se sentía furioso porque ella ya no estaba ahí para acompañarlo
cuando las cenas eran sofocantes, cuando el dolor llegaba por un castigo que recibía para proteger a
Regulus o cuando necesitaba hablar con alguien que entendiera cuánto deseaba desaparecer. Se
aferró al último regalo muggle que ella le había dado como un consuelo para sobrevivir a los
Black. Pero dentro de él sabía por qué ella necesitaba escapar. La matarían si volvía a casa, la
matarían por haberse enamorado de un sangre sucia, la matarían por deshonrar el apellido Black.

Cuando lo entendió, decidió que también escaparía.

Pero primero decepcionaría tanto al apellido Black que sus padres no querrían buscarlo.

Regulus no lo sabía. Era joven, era ingenuo y estaba solo en la mansión.

No podía arriesgarse a que dañaran a Regulus viendo entre sus recuerdos. Andrómeda le había
enseñado lo básico de desviar a alguien, no estaba cerca de ser un oclumante porque sus emociones
eran demasiado explosivas, pero su querida prima le había dado lo necesario para protegerse.
Regulus aun no tenía eso. Y tampoco lo necesitaba todavía. Porque Regulus era más listo que él,
podía complacer a sus padres para evitar los castigos, podía jugar al heredero con el fin de soportar
la carga que ambos compartían.

No necesita saber sobre el plan de escape, se dijo.

Iría a Hogwarts, aprendería todo lo que pudiera, sería mejor que cualquier otra persona, y cuando
alcanzara la mayoría de edad lo sacaría de la mansión. Ambos se irían porque desde que tenía
memoria eran ellos dos contra el mundo sombrío, desde que tenía memoria Sirius se encargaba de
recibir los peores castigos para protegerlo, porque proteger a Regulus era lo único que le daba
sentido a seguir allí, a seguir soportando las torturas de sus padres, a soportar el peso de la corona
de ser un príncipe Black y la condena de su sangre pura llena de obligaciones estúpidas y
sofocantes.

Ambos escaparían, se prometió. Solo que todavía no podía hacerlo.

Antes de irse de la mansión se acercó al maldito elfo doméstico. No le agradaba. Jamás le había
agradado. Porque disfrutaba demasiado cuando gritaban de dolor. Pero de todos modos era el único
aliado que podrían tener mientras que Sirius estaba en Hogwarts.

—Kreacher — pronunció con determinación — Te ordeno hacer todo lo posible para que Regulus
sobreviva. Harás todo lo posible para que esté bien. Te vas a convertir en su más fiel aliado.

—Como lo desee el joven amo Black.

Esperaba que eso fuera suficiente.

Pero sabía que sus padres eran monstruosamente crueles.

Cuando el sombrero lo seleccionó a Gryffindor, Sirius Black estaba aterrado por cómo
reaccionarían sus padres. Porque él podía ser arrogante y decir que iba a ser un revolucionario en la
familia Black, pero tenía once años y había visto demasiadas veces cuán terroríficos podían ser sus
padres.

Sus primas lo miraron desde la mesa de Slytherin cuando avanzó hacia el sombrero. La mirada fría
de Cissy. La sonrisa despreciable de Bella. Le recordaba demasiado a la última vez que había visto
a Andrómeda.

Cuando cada uno de ellos pensaron en cómo los Black usaban su poder para torturarlos y que nadie
sería capaz de contradecirlos, de salvarlos o detenerlos, incluso si sus padres los llevaban al borde
de la muerte.

A veces aun soñaba con eso, con la manera en la que rompieron los huesos de Andrómeda.

El grito que había helado su sangre cuando la maldijeron resonaba en sus oídos.

La mirada perdida en un sufrimiento insoportable.

Rompieron sus huesos porque había despreciado la sangre. Porque no había aceptado la propuesta
de matrimonio de Rosier. Porque amaba a un sangre sucia, aunque ellos todavía no lo sabían,
intuían algo, intuían que Andrómeda los traicionaría.

Sirius había estado paralizado cuando vio a sus tíos atacarla en la cena familiar.

Narcissa sostenía la mano de Regulus, con tanta fuerza, que le sorprendió que Regulus no se
quejara de dolor.

Bellatrix había mirado duramente a su hermana, con una leve mueca que implicaba que estaba
furiosa.

Y Sirius estaba perdido en sus sentimientos. La desesperación por querer ayudarla, el miedo
paralizante haciéndolo dudar, la certeza de las palabras de Andrómeda al advertirle una y otra vez
que no interviniera por ella, susurradas antes de la cena.

Sentía el fuego de la rabia arder en su corazón.

Quería escapar de todos ellos.

Pero también temía lo que sucedería si realmente lo hacía.

Veo una gran sed de probar de que eres distinto a tu familia, le dijo el sombrero seleccionador, esa
determinación te hará un buen Slytherin.

Su corazón latió dolorosamente. Era lo que se esperaba de él.

El digno heredero de los Black pensó amargamente.

Eres un alma valiente, le dijo el sombrero, brillante, talentoso y valiente. Y eres ferozmente leal…
darías tu vida por los que amas.

Sí, pensó. Porque sería insoportable vivir sin una razón por la cual luchar. Andrómeda lo había
soportado por sus hermanas y por ellos, durante años, hasta que escapó. Sirius lo había soportado
todo este tiempo por Regulus. Sin él, nada tendría sentido. Jamás se perdonaría, de eso estaba
seguro.

Sí, no encontrarás un mejor lugar que…

—¡GRYFFINDOR!

Todo el salón guardó silencio.

El primer Black en romper la tradición de la casa Slytherin.

Apenas entraba a Hogwarts y ya lo había arruinado, pensó con ironía. Felicidades, Sirius, esto
jamás quedará olvidado.

Sus primas lo miraron con un profundo horror.

Y Sirius se estremeció pensando en qué harían sus padres. ¿Llegarían a la mañana siguiente a
Hogwarts a hacer un escándalo? Cada Black había pertenecido a Slytherin hasta que él lo arruinó,
¿serían capaces de obligar al colegio a convertirlo en un Slytherin a pesar de la decisión del
sombrero? ¿O se sentirían tan humillados que enviarían a Sirius a Durmstrang?

No quería pensarlo.
¿Qué mierda había hecho?

Lily Evans llegó a su lado al ser seleccionada en Gryffindor y al verlo, frunció el ceño — Tú.

—Tú — replicó Sirius, aun sintiendo su sangre helarse por el miedo. Pero él siempre fue un
imprudente ante la provocación. Era lo que hacía a Regulus mirarlo con los ojos entrecerrados y
murmurar que era un idiota.

Pero Lily Evans le sonrió — El rojo te queda bien.

Y Sirius se sintió tan perplejo que se rio por un momento —Gracias, pelirroja.

Su corazón comenzó a latir de forma menos dolorosa, su pulso desacelerándose y entonces su


mirada se cruzó con la de Remus Lupin.

Una mirada que decía ¿de qué estás tan asustado, imbécil?

Sirius hizo una mueca. Ridículo y estúpido Remus Lupin, pensó.

Pero tenía un punto. Esto era lo que Sirius había deseado. Se lo dijo en el tren, le dijo que sería el
primer Black en cambiar las cosas y despreciar el poder de su apellido. Se convirtió en el primer
Black en no pertenecer a Slytherin. Eso debía significar algo importante. Quizás era distinto a sus
padres, a los Black y a los monstruos de su infancia.

Su capa portaba los colores escarlata y dorado de Gryffindor.

¿Sería suficiente? El sombrero le dijo que veía fiereza en su corazón y una profunda lealtad. ¿Pero
era cierto? ¿O solo le dijo lo que deseaba escuchar? ¿Podía ser suficiente para ser un Gryffindor y
enorgullecer a su casa?

Lo sería, se prometió al ver a Remus caminar hasta el sombrero. Emocionado por pertenecer
también a ellos, tener un lugar al que no podrían influir las creencias de sus padres, donde podría
hacer amigos en vez de conexiones estratégicas por el bien de la sangre. Nada de eso importaría.
Sirius sería amigo de esos chicos. Y tal vez al fin podría comprender por qué Remus Lupin le
parecía tan importante. Porque Remus sería…

—¡Slytherin! — anunció el sombrero.

Remus Lupin pertenecía a la casa de las serpientes.

Frunció el ceño. ¿Por qué?

Sintió una desagradable sensación de envidia. ¿Por qué él y yo no? No lo entendía. Él era un
sangrepura. Él era un Black. Lo único que se esperaba de él era ser un Slytherin. Incluso
Andrómeda, la persona más genial en el universo de Sirius era una Slytherin y él no.

—Serpiente — escupió despectivamente al verlo lucir los colores de la casa.

Y Remus lo miró con desagrado — Púdrete.

Sirius hizo una mueca.

No era lo que quería decir. Pero estaba ahí. La envidia lo inundaba como un veneno.
No fue hasta que la noche cayó que Sirius sintió un dolor tan profundo en su pecho que creía que
estaba muriendo.

En su mente veía la expresión disgustada de Walburga Black.

—Eres un maldito y asqueroso error — le había dicho una y otra vez durante los últimos años.

Y ahora lo sabría con certeza. Porque era un Gryffindor.

Sirius quería gritar, pero no podía.

Lo único en lo que podía pensar era en que se estaba muriendo, se estaba muriendo y quizás eso
fuera mejor.

—¡Es Sirius! — gritó Peter — ¡Tenemos que ir con McGonagall!

—¡No! — le ladró James enojado — Deja de ser un idiota. No vas a ir con McGonagall. No le
haremos eso a Sirius en su primera noche aquí.

—Pero… — gimoteó el chico asustado.

—No — recalcó James siendo menos brusco esta vez — Solo... solo intenta ir a las cocinas por
algo con azúcar.

—¡Voy! ¡No sé dónde están las cocinas, pero te prometo que volveré con algo! — dijo antes de
desaparecer.

Sirius ni siquiera podía respirar.

Pero James Potter estaba a su lado tomando el vaso con agua junto a su cama — Maldición, ¿cuál
era el hechizo? ¡Glacius!

El vaso se cubrió con una fina capa de frío, no lo suficiente para estar congelado. Pero fue
suficiente para James quien lo colocó en la nuca de Sirius.

Sirius reprimió un grito por el frío. Pero no luchó contra la sensación.

Sentía lágrimas en sus ojos, sentía el dolor en su pecho oprimiéndolo, y sentía sus pulmones arder
por la falta de aire.

James Potter se quedó a su lado mientras recuperaba lentamente sus sentidos, guiándolo, trayéndolo
de nuevo con ellos, pidiéndole que se concentrara en la sensación, en el sonido de su voz, en la
manera en la que respiraba.

Y cuando Sirius realmente volvió, James Potter lo abrazó con fuerza.

—Estás bien, Sirius. Estás bien. Estás conmigo.

James se quedó a su lado incluso siendo un desconocido, porque era esa clase de idiota que no
puede evitar querer ayudar a los demás. Se quedó a su lado incluso cuando Sirius lloró porque no
entendía que estaba ocurriendo. Y se quedó a su lado mucho después de que Peter volviera en la
madrugada con un pastel porque no sabía que otra cosa traer desde las cocinas.

James Potter se quedó a su lado, y Sirius lo amó por eso.


—Pete, deja de actuar como si Sirius se fuera a morir — se quejó James los días siguientes,
mientras desayunaban.

El pequeño chico frunció el ceño, pero bajó su libro sobre curas mágicas y todo lo que tienes que
saber — ¡Pero podría pasar de nuevo! Está vez estaré preparado. De verdad, no dejaré que algo
malo te ocurra, Sirius.

Eso lo conmovió. Era la primera vez que alguien que no fuera Dromeda o Reg se preocupaban por
él. Y se sentía bien. Era extraño, pero de una buena manera.

Sirius sonrió — Oh, me siento amado.

James pasó su brazo por los hombros del chico — Eres uno de nosotros desde ahora. Estás son las
reglas: no podrás separarte de nosotros.

Peter asintió — Es una amistad de por vida.

Como una maldición, pensó Sirius divertido. Pero estaba emocionado. Por ellos. Por él. Por ser
parte de algo.

—¿La segunda regla? — preguntó.

—Podrías acaparar menos tiempo el baño — dijo Peter mientras servía otra porción en su plato.

—Jamás voy a ceder en eso.

James suspiró — Está bien, la segunda regla es que tenemos que llegar a un acuerdo entre todos
para tomar las siguientes decisiones.

—Y encontrar un nombre — le recordó Pete — Porque James y la banda es el peor nombre del
mundo.

Sirius asintió.

La mente de Sirius Black estuvo llena de deberes, lecciones, estudio y amigos. Era un alumno
brillante, tal y como había dicho el sombrero. McGonagall les sonreía llena de orgullo cuando veía
que tan rápido avanzaban en la magia. Y eso hacía a Sirius sentirse muy bien consigo mismo. Sus
padres no aparecieron para hacer un escándalo. Pero McGonagall lo llamó a su oficina. Hubo
muchos vociferadores llegando la primera semana de clases, y también cartas hostiles de parte de
sus padres a los profesores, en particular a Dumbledore. A Sirius le sorprendió no ser enviado a
Durmstrang.

—Le he dicho a nuestro director que no aceptaré que lo saquen del colegio siendo alguien tan
prometedor, señor Black — le dijo McGonagall.

—¿Por qué? — preguntó Sirius, esperando escuchar que era por ser el príncipe en ruina Black. Por
su apellido, por su sangre.

—Porque eres un Gryffindor — le respondió con una sonrisa — Está bajo mi cuidado, y es un
valioso estudiante para este colegio.
—¿Y si el sombrero se equivocó? — preguntó con cuidado.

—El sombrero jamás se equivoca, Sirius Black — le contestó con un tono más severo — Te lo
puedo garantizar.

Sirius pasó muchas noches pensando en eso. Noches en las cuales James lo encontraba sentado en
el borde de la ventana, y se sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el marco del ventanal,
acompañándolo.

—¿Y si se equivoca?

James le miró — Eres uno de nosotros, Sirius. Sin importar lo que suceda, o lo que hagan tus
desquiciados padres… vas a ser uno de nosotros.

—¿Por qué?

Potter sonrió — Porque eres mi amigo.

No comprendía cómo era posible que las simples palabras de James lo conmovieran tanto y le
dieran sentido a las cosas más absurdas de su mente.

—Tienes bajos estándares para tus amigos.

—No, yo creo que elegí bien — argumentó James con su mirada brillante.

—Eres un tonto.

James se rio — Tú también lo eres. Creo que es parte de nuestro encanto natural.

Sirius sonrió mirando por el ventanal.

La luna llena brillaba en el cielo.

La carta de sus padres no llegó hasta octubre.

Una carta en la que se le notificó que la deshonra y humillación que sentían por su culpa, con una
única solicitud de no seguir manchando el apellido Black con su débil carácter, su falta de
determinación y desagradable comportamiento.

Sirius aprendía rápidamente las lecciones, casi sin esfuerzo. Sentía en su interior una necesidad de
probarse a sí mismo, por lo que sacaba libro tras libro de hechizos de la biblioteca avanzando en
sus estudios. Porque todavía pensaba ferozmente en que tenía que ser mejor para poder sacar a
Regulus de la casa de sus padres.

Era un buen estudiante, las personas a su alrededor parecían felices de tenerlo con ellos, y no se
estaba metiendo en problemas. Pero no era suficiente. Nunca sería suficiente.

La carta de sus padres encendió un furioso rencor dentro de Sirius.

Y lo que más le hizo enojar fueron las palabras que explicaban que Regulus se sentía tan
decepcionado de un hermano incompetente que no respondería a sus cartas.
Sirius se dijo que era mentira. Que Regulus no actuaría así.

Pero estaba la duda. Aun no recibía respuestas a sus cartas.

No recibiría ninguna carta de parte de Regulus Black por todo ese año. Y tardaría años en
comprender la verdadera razón. Porque en ese entones Sirius solo podía pensar en que Regulus
también lo había abandonado y que eso dolía más que cualquier castigo que sus padres pudieran
provocarle.

Quemó la carta con su varita.

Y decidió que estaba cansado de sufrir silenciosamente.

Quería crear caos. El suficiente caos para no tener que estar solo atrapado con sus pensamientos.
Quería crear tanto caos que las personas dejaran de verlo como el príncipe caído en desgracia y lo
vieran a él, a Sirius, como un individuo, como un alborotador.

Fue ese día que escuchó a alguien llamar sangre sucia a Lily Evans.

—¡Mordeo! — maldijo.

—No necesitas protegerme — se quejó la chica con una expresión de malhumor.

Sirius la miró asombrado — ¿Siquiera sabes cuán insultante es lo que te dijo?

Lily vaciló antes de responder — Es como llaman a los nacidos de muggles, ¿no? Es estúpido y no
me importa.

—A mi me importa — dijo Sirius cruzándose de brazos — Es despreciable. Y no está bien que te


humillen solo porque no lo consideras importante, Evans.

La chica suspiró — ¿Por qué están obsesionados con la sangre? Sigo sin comprenderlo. Soy tan
buena bruja como tú, príncipe Black.

—Pero para ellos no será suficiente — respondió Sirius con un gran rencor hacia el chico que la
había insultado, hacia cada una de las personas que eran como ese Slytherin, que eran como sus
padres.

Pensó en Andrómeda enamorándose de un sangre sucia.

Pensó en sus padres repitiendo una y otra vez que eran una aberración que amenazaba a la magia.

Pensó en cada uno de esos chicos vestidos de esmeralda que miraban con desprecio a las personas
como Lily Evans, una chica que se esforzaba más que ellos en sus deberes, cada día que regresaba
a la sala común Sirius la encontraba tras una montaña de libros, cada vez que respondía una
pregunta en clases tenía una sonrisa orgullosa al estar en lo correcto.

Pero eso no era suficiente para ellos, repitió en su mente.

Quizás jamás sería suficiente.

Y eso era estúpido. Muy, muy estúpido.

—Oh no. Tienes esa mirada.


Sirius sonrió — ¿Qué mirada, Evans?

—La mirada de alguien que quiere crear problemas — dijo la chica negando con la cabeza —
Black, no maldigas a nadie.

—No puedo prometerlo — confesó teniendo una idea — Me gustan los problemas.

Lily Evans suspiró — Está bien. Fingiré que no he visto nada.

Comenzó a alejarse.

Pero antes de irse, Lily volteó — Por cierto, gracias.

—¿Por qué?

—Por defenderme — respondió la chica — Pero no lo vuelvas a hacer. Sé cuidarme, Black.

Cuando Sirius llegó a su habitación vio a James y Peter repasando para defensa contra las artes
oscuras, lo miraron con interés al entrar, estaba seguro de tener una sonrisa enloquecida.

—¿Qué pasa, amigo?

—Vamos a vengarnos de Slytherin — les dijo.

Peter dudó. Pero James lo entendió y sonrió — Estoy contigo.

Ser un Black en Hogwarts no era sencillo.

La gente lo miraba. Siempre lo miraba.

Era el maldito príncipe caído en desgracia.

Por eso le gustaban las bromas.

Si la gente lo iba a mirar con temor u odio por su apellido, al menos les daría una razón para verlo
a él.

Pasaron semanas perfeccionando un hechizo que pudiera humillarlos tal y como querían.

Iban y venían de la biblioteca por la noche, utilizando la capa de invisibilidad de James. Tomaban
tantos libros como podían para adelantarse en sus lecciones y descubrir la manera de enlazar
hechizos y propagarlos.

Fue por los libros que recibieron su nombre.

—¿Quién está merodeando por ahí, señora Norris?

Peter soltó un chillido. Sirius cubrió su boca con su mano mientras James los mantenía contra la
pared cuando la maldita gata de Filch apareció, junto a su dueño y Madame Pince.
—Merodeadores — escupió la bruja — Son ladrones de libros. Eso es lo que son.

A los tres les gustaba más ser merodeadores, después de todo, devolvían los libros al encontrar lo
que buscaban.

—James y la banda era un buen nombre.

—Era horrible — respondieron Sirius y Peter a la vez.

—Amigos —anunció Sirius con una sonrisa engreída — Desde ahora seremos merodeadores.

—Haremos la broma en Halloween — dijo James mirando los pergaminos que tenían extendidos
en la cama del chico.

—Son las celebraciones oscuras — se quejó Sirius con una mueca — No me agrada la idea de
festejar la magia oscura.

—Lily dice que en Halloween los muggles van por dulces, se disfrazan y hacen bromas. Creo que
es lo que hacemos, ¿no? Vamos a comer dulces en el banquete, hacer una broma y… — Peter
frunció el ceño — ¿Disfraces?

James sonrió — Oye, podría ser algo nuestro.

—¿Adueñarnos de Halloween? — preguntó Sirius pensándolo.

—¿Por qué no? — sonrió Peter viendo uno de los pergaminos — Tu cumpleaños casi es en
Halloween.

—Es el tres — replicó el chico.

—Entonces podemos extender nuestro Halloween — dijo James con entusiasmo — Sería
divertido. Y es el primer cumpleaños de un merodeador, debe ser el evento más importante del
año, Sirius Black.

Peter sonrió con burla — Oh, sí, debe ser grande para su majestad Black.

—El príncipe de la magia oscura — continuó James levantándose de la cama.

Peter hizo una gran reverencia — Nuestra eminencia de la sangre pura.

—Son unos idiotas y los odio mucho — se quejó Sirius, reprimiendo una sonrisa divertida.

Los quería.

Sabían sobre las cartas. Sabían que sus padres no lo querían de regreso en navidad. Sabían que
Sirius se esforzaba en ocultar cuán herido o asustado se sentía sobre ser un Black. Las personas lo
miraban a donde fuera, esperaban cosas de él, y especulaban una y otra vez sobre en quién se
convertiría. Era el joven heredero. Y era un príncipe caído en desgracia.

Pero a estos chicos no le importaban esas cosas. Su apellido, su familia o su sangre.

Lo veían a él. Y por eso los quería.


—Feliz cumpleaños — susurraron antes de maldecir a todos los de primer año de Slytherin con un
hechizo silenciador.

Sirius se estremeció.

Era una de las maldiciones favoritas de sus padres. Lo usaban seguido con él y Regulus cuando
hacían algo que no les agradaba. Pero al usarlo, al maldecir a los Slytherin… sintió que recuperaba
su propia voz, su propio poder, su propio sentido de por qué estaba donde estaba.

Era un Gryffindor.

Y estaba defendiendo algo en lo que creía.

Que el estatus de sangre era una completa estupidez.

—Así pensaran mejor antes de hablar — había dicho James entusiasmado.

—Fueron ustedes — lo acusó Lily cuando volvían a la sala común. Su habitual torre de libros
estaba dispersa por el suelo, junto a la chimenea, donde Marlene McKinnons y Mary MacDonald
los inspeccionaban con cuidado.

—No tienes pruebas — chilló Peter.

Entrecerró la mirada.

Sirius y James sonrieron.

—Están empezando una guerra.

—Estamos defendiendo el honor de Gryffindor.

—Eso es tonto. Solo están haciendo que las rivalidades de casa sean peores.

—Evans — dijo James.

La chica enarcó una ceja — ¿Qué?

—Te ves bonita cuando te enfadas — sonrió el chico, con un ligero rubor en sus mejillas.

Lily Evans cerró su libro con fuerza — Eres un idiota, Potter.

—¿Qué pasa contigo y Evans? — le preguntó Sirius una noche.

—Me casaré con ella — sonrió James — Ya lo veras.

Sirius se rio — Sí, creo que tus lentes están mal. No estás viendo lo mucho que ella te detesta.

—Es parte de nuestra historia de amor — suspiró James.

—Sí, en tus sueños — bromeó.


Pero el chico sonrió al techo — Ya lo verás. Ella es la indicada.

Sirius pensaba que quizás James había perdido la cabeza después de estudiar tantas combinaciones
de hechizos, pero algo en el tono ensoñador de James le hacía creer que quizás tuviera razón.
James Potter se había convertido en un amigo, en un hermano, en un alma gemela para Sirius en
poco tiempo. Era listo, divertido y malditamente leal. Pensó que James era ese tipo de personas que
viven sus sueños y tienen finales felices. Porque James era el tipo de persona que merecía ser feliz.

Sonrió en la oscuridad — Sí, seguramente después de mil años.

—Idiota — se rio James antes de golpearlo con la almohada.

Imaginaban que habría represalias. Los estudiantes mayores no estaban felices con que sus novatos
fueran humillados. Y había mucha magia oscura rondando por las mazmorras, Sirius había crecido
en una casa rodeada de magos oscuros, podía sentirlo.

Pensó que sería Severus Snape quien atacaría primero. Tenía algo contra ellos desde el tren. Y eso
se había agravado cuando Lily Evans y ellos fueron asignados a la misma casa. Si los veía
preguntarle algo, caminar a alguna clase juntos o sentarse en el mismo lado de la mesa en alguna
comida, Severus Snape los miraría con odio. Era realmente molesto.

Pero fue Remus Lupin quien les devolvió la broma, mandándolos a volar, inflados como globos,
sin poder agarrar siquiera sus varitas.

—Miren las consecuencias de sus egos inflados — Remus sonrió con crueldad.

Y Sirius Black lo odió más que a nadie.

Remus Lupin era un Slytherin. Y era talentoso, aunque se esforzaba en ocultarlo. Sirius lo vería
hacer un encantamiento con facilidad a la vez que aceptaba cada uno de sus castigos por no
entregar sus deberes, como si fuera demasiado listo para perder el tiempo en cosas estúpidas como
los deberes mientras él se esforzaba en cada uno de ellos.

Lo detestaba.

Detestaba la manera indiferente con la que lo miraba.

Detestaba cuán fácilmente los humilló.

Detestaba esa sonrisa cruel en la que seguiría pensando durante mucho tiempo.

Un par de meses después, Remus lo superaría en Encantamientos y Sirius Black decidiría que no
había persona en el mundo que lo enfureciera más que Remus Lupin.

Era todo un Slytherin. Era malvado y cruel y peligroso.

Y Sirius lo detestaba tanto por todo eso.

—Black — diría burlón — ¿Por qué aun no estás en Durmstrang?

—Porque me extrañarías demasiado — respondería Sirius con desdén.


Y esa mirada. Por Merlín, cuanto despreciaba esa mirada de Remus. Esa mirada que lo hacía sentir
como si estuviera jugando con un fuego maldito que podría incendiarlo todo.

Maldito y despreciable Remus Lupin, pensó con odio.


Recuerdos: Hermanos

Segundo año.

Pasó un verano horrible cuando volvió a la mansión Black.

James y Pete le dijeron una y otra vez que podía visitarlos cuando quisiera.

Pero a los ojos de la familia Black ellos eran traidores a la sangre. Los Potter estaban demasiado
involucrados con los Dumbledore y los Pettigrew solo podían alardear de su pureza de sangre para
no ser considerados escorias de la sociedad mágica.

Sus padres no le gritaron. No le hablaron en muchos días de hecho.

Sabían lo que había hecho. Sabían que recibió muchos castigos, que causo muchos problemas,
sabían que ya no lo veían como un príncipe oscuro, sino que era Sirius Black, el príncipe caído en
desgracia, el bufón de los merodeadores.

Que no le hablaran era especialmente espeluznante.

Pero lo era aun más el hecho de que Regulus tampoco parecía dirigirle la palabra.

El niño por el que daría su vida era distante, frío y lo miraba con cierto rencor.

—¿Qué te hicieron? — preguntó con culpa.

Pero Reg no respondió.

Una parte de Sirius pensó que lo merecía. Él solo buscaba escapar y Regulus era un ancla. Una
parte de Sirius estaba ansiosa por soltarlo en ese mar oscuro que eran los Black, para poder
escapar.

Se sintió horrible por siquiera pensarlo.

Entendió la actitud de su hermano una vez que sus tíos llegaron a la cena tradicional de cada
semana.

—Andrómeda ha deshonrado bastante a la familia. Y ahora se embaraza de esa asquerosa escoria


sangre sucia — escupió con rencor su tía — Esa maldita niña no es mi hija.

—Vamos a acelerar el compromiso de Bellatrix — dijo su tío — Para cubrir los daños.

—Es una desgracia — coincidió su madre — Un error que no puede volver a repetirse.

Narcissa lo miró con furia.

Bellatrix sonreía gustosa por ser la gran salvadora del apellido Black.

Y Regulus miraba fijamente su plato, con una postura rígida.

Un error que no podía repetirse, esas palabras resonando en su mente.


¿Qué le hicieron? Se preguntó con horror. ¿Qué le hicieron a Reg mientras yo no estaba aquí para
protegerlo?

Esa noche lo acorraló en la biblioteca.

—Vas a decirme qué demonios ocurre — le gritó.

Era su hermano. Era quien recibía los castigos por él. Era quien lo cuidó durante diez años de su
vida hasta que tuvo que irse a estudiar a Hogwarts. No había recibido una sola carta de parte de
Regulus en todo el año. Y dolía. Dolía demasiado estar en la casa de sus padres, donde era odiado,
donde era despreciado y recibir el mismo maldito trato de parte de Reg.

—Tú… — miró con furia Regulus — Es tu culpa.

Sirius se enojó. ¿Cómo mierda era su culpa?

—Tenías que hacerlo, ¿no? Tenías que enfurecerlos una y otra vez… olvidando que estaba aquí.

Su cuerpo temblaba.

Sirius sintió que su furia poco a poco se iba calmando.

—¿Qué quieres decir? Ellos… ¿ellos te hicieron algo?

Regulus apartó la mano de Sirius.

—No te atrevas a tocarme.

Sirius pasó los siguientes días bajo una maldición de silencio. Su madre lo embrujó después de
gritarle para saber qué le habían hecho a Regulus. La única respuesta que encontró, cuando estaba
en el suelo, temblando por la maldición torturadora antes de ser silenciado fue una mirada de
desprecio.

—Regulus no va a convertirse en alguien como tú — le dijo su madre con frialdad — No cometeré


el mismo error.

Recuperó el habla semanas después.

Regulus entonces se veía menos molesto con él.

Lo buscó en la sala de música, cuando Sirius tocaba en el piano una canción muggle que
escuchaban en la sala común de Gryffindor.

Siguió tocando cuando Regulus se sentó a su lado sin decir palabra.

Sus dedos tocando cada tecla mientras sentía un profundo sentimiento de perdida por no estar ahí,
en Hogwarts, donde sus padres no podían tocarlo.

—¿Qué fue lo que más amaste de Hogwarts? — preguntó Regulus con voz temblorosa.
Sirius miró las teclas sintiéndose desolado.

—Amigos — respondió.

—¿Crees que pueda hacer buenos amigos?

—Lo harás — dijo Sirius con firmeza — Te van a amar.

Porque estarían juntos.

Estarían lejos de la influencia de sus padres.

Estarían lejos de las amenazas, de las maldiciones, del temor.

Se hizo una promesa a sí mismo.

Se aseguraría de sacar a Regulus de ahí.

Sirius Black se tragó su orgullo y no preguntó por las cartas.

Trató de entablar una amistad con Regulus.

Trató de hablarle de cada una de las cosas que amaba de Hogwarts.

Sobre James Potter, sobre Peter Pettigrew, sobre la manera graciosa en la que Lily Evans se
enfurecía al verlos hacer una broma, sobre McGonagall siguiéndolos por todo el castillo mientras
cantaban una canción muggle que su madre odiaría, sobre la magia en cada rincón de Hogwarts
haciendo cosas asombrosas, sobre los libros de magia en la biblioteca, sobre Halloween.

Pero cuando llegaron a la plataforma, todo lo que pensó que podría lograr junto a Regulus comenzó
a romperse.

—Irás a Gryffindor conmigo — dijo Sirius con una voz cargada de determinación.

Regulus le dio una mirada fría a su hermano — No iré a Gryffindor. No todos podemos ser como
tú y hacer como que no nos importa una mierda lo que digan nuestros padres.

—¿La casa de las serpientes, Regulus? — se burló Sirius con despreció — Está llena de asesinos y
perturbados.

Su hermano lo miró con desdén — No es como que tenga opción.

Si la tienes, pensó con una furia dolorosa ardiendo en su pecho. Si tienes una opción conmigo, se
dijo. Yo te protegeré.

Pero no pudo decir esas palabras.

—Esto… ¿No se supone que el sombrero elige? — le preguntó Peter a James.

James Potter hizo una mueca — Bueno, no creo que a ellos le importe eso, Pete.

—¡No puedes creer en verdad que Slytherin está bien! – gritó Sirius realmente alterado.
—¡Eres un imbécil egoísta, Sirius! — gritó Regulus a su vez con el rostro muy rojo.

—¿No crees que fuiste un poco idiota con él? — preguntó Peter con cuidado.

—¿De qué hablas? — Sirius los miró con indignación — ¡Ustedes lo escucharon! ¡Dijo que estaba
bien si iba a Slytherin!

James frunció el ceño — ¿Tu prima favorita no fue Slytherin?

—Sí, pero ella es… Dromeda es una excepción.

Peter enarcó una ceja de esa manera exasperante que tenía — ¿Y Regulus, tu único hermano, no
puede ser una excepción? Vaya, Sirius, debes odiarlo mucho.

—Yo no lo odio — dijo Sirius sintiéndose furioso — Es solo que… ¡Regulus no esta viendo que
hay más opciones!

Más opciones que las que sus padres deseaban para ellos.

James levantó sus manos de forma reconciliadora — Está bien, amigo. Vamos a calmarnos. Sabes
que ninguno de nosotros puede decidir a donde es enviado. Regulus tampoco lo sabe. Así que, ¿qué
tal si luego hablan?

Peter asintió — Por lo que sabes, hasta podría ser un Hufflepuff.

Sirius bufó — ¿Un Black en Hufflepuff? Mis padres buscarían la manera de culparme por eso.

James sonrió — Oye.

—¿Qué?

—Te extrañamos — le dijo con esa sonrisa radiante.

Sirius se sintió conmovido. Amaba a estos dos idiotas como nunca imaginó que podría querer a
alguien más que no fuera Regulus.

El cariño entre los Black era una cosa retorcida, ligada a las obligaciones y las conexiones. Amaba
a Andrómeda porque era la única persona que lo entendía. Amaba a Regulus porque era su
hermano y daría su vida por él. Pero los Black no amaban a otras personas además de a si mismos.

Sirius amaba a sus amigos. Porque eran la única razón por la que no enloquecía. Porque los
necesitaba. Porque lo hacían sentir que realmente era diferente a los monstruos de su familia.

Deseaba con todo su corazón que Regulus también descubriera esto.

Iba a hablar con él después de la selección.

Había sido idiota con él. Después de todo, Sirius también estuvo aterrado por lo que significaba no
seguir las órdenes de sus padres. También tuvo miedo por no ser seleccionado a Slytherin. Tal vez
Reg y él podrían solucionar las cosas.

Pero cuando Regulus Black usó el sombrero seleccionar escuchó como gritaba SLYTHERIN.
Y sintió como su corazón se rompía por esas palabras.

Por la emoción en el rostro de Regulus.

Por las sonrisas satisfechas y complacidas de Cissy y Bella cuando llegó a su mesa.

Por la forma en la que Regulus rio junto a Remus Lupin. El maldito y bastardo Remus Lupin que
despreciaba a la gente. Pero le sonrió a Regulus. Le sonrió. Y Sirius se sintió furioso ante esa
imagen.

—Sirius — lo llamó James.

Negó con la cabeza.

Pero esa noche se metió en la cama de James Potter.

Su amigo lo abrazó, entendiendo que Sirius solo quería llorar.

—Debí hacer más por él… debí rescatarlo de ellos — dijo con lágrimas furiosas.

—Aun puedes — dijo James — Es un Slytherin, pero no significa que este todo perdido. Aun
podrías salvarlo.

Sirius lo dudaba.

Ese año que lo dejó, Regulus había cambiado.

Estaba en su manera de caminar, en la expresión astuta de su rostro, en la manera en la que podía


replicar con desprecio.

Regulus se estaba convirtiendo en lo que sus padres deseaban.

Y una voz, una voz horrible y asquerosa dentro de él, se dijo que, si Regulus se convertía en el
heredero de los Black, sus padres lo dejarían ser libre. Porque ya no necesitarían a Sirius. Se odio
profundamente por pensarlo. Se odio una y otra vez por creerlo. Y se siguió odiando por aceptar la
idea.

Pensar en Regulus era algo doloroso. Así que la mente de Sirius Black estaba llena de deberes,
merodeadores, bromas, Halloween, y Lupin.

Pasó mucho tiempo obsesionado con Remus John Lupin.

Estaba obsesionado con su manera de moverse.

Con su mirada con fuego ardiendo.

Con esa manera que tenía de sonreírle con desdén.

Y el sonido de su voz, tan masculina y aun así melódica.

Era más alto que él y eso lo mataba por dentro.


Hacía un esfuerzo muy consciente para no mirarlo en clases. Y lo odiaba por eso. Maldito Lupin
acaparando las miradas. Maldito y bastardo Lupin fingiendo ser inteligente. Maldito Lupin y sus
hechizos perfectos.

Fue Sirius el primero de sus amigos que se dio cuenta de la licantropía de Remus Lupin durante
segundo año.

—Falta en las lunas llenas.

—¿De verdad? — preguntó Pete con poco interés mientras trazaba un mapa de estrellas.

—Casi todas — aseguró Sirius.

James lo miró divertido — Ajá. ¿Y sugieres que tiene alergia lunar?

Pete sonrió con burla — Pensé que decías que era una veela.

—Y lo mantengo — dijo con determinación — Debe tener poderes sobrenaturales.

Esa era la única razón lógica para que la mirada de Sirius siempre lo siguiera. Era un acto casi
inconsciente. Verlo a través del gran comedor, verlo entremedio de las clases, verlo al cruzarse en
los pasillos. Sirius quería maldecirlo para hacerlo desaparecer y no tener que sentirse tan
malditamente frustrado.

—Solo dices eso porque te ganó en encantamientos.

—Siempre fue su plan fingir no saber nada y luego atacar sin piedad.

—Sí, Sirius — le respondió Peter con un suspiro — Es una mente maestra con poderes
sobrenaturales, mitad hombre lobo, mitad veela, cuya misión en la vida fue ganarte en
encantamientos, ¿Jamie, me pasas tus notas de Minnie?

—Está bien, bola de inútiles — declaró levantándose molesto — Sé de lo que hablo.

Trazó cada luna llena en la que Remus Lupin faltó a clases. Era demasiado, consideró. Pero tenía
un punto. Era un hombre lobo, lo sabía desde lo más profundo de su ser. Y era sencillo al
considerar la evidencia. Remus Lupin tenía un mal temperamento, era cierto, pero empeoraba cerca
de las lunas llenas. Mientras que en luna nueva insultaría a Sirius, en una luna llena explotaría
contra él con furia.

Comprobó su punto durante un castigo.

Siempre había odiado la manía que tenían los maestros por asignarlos juntos durante los castigos.
Pero agradeció la oportunidad para poder comprobar la paciencia lobuna del chico.

En su mente tenía sentido porque la magia de Remus era excepcional. Era única. Y tenía algo que
la hacía maravillosa de ver. También estaba la actitud de Remus con otros Slytherin, hasta la
primera broma de primer año, nadie parecía interesado particularmente en Remus Lupin. Y el
chico tampoco se veía interesado en sus compañeros. Era como si Remus odiara a todos, en algún
grado u otro. Y como si considerase que todo era una maldita tortura que soportar.

Pero había excepciones.

Regulus Black fue la primera excepción.


Remus Lupin podía actuar como si odiara a cada persona en el planeta y no fueran propias de su
interés, lo que desagradaba mucho a Sirius.

Pero miraba a Regulus Black como si fuera lo único que valiera la pena en todo el mundo. Era la
única persona a la que le sonreía de forma tan brillante, a la que miraba con emoción y a la que se
veía interesado de escuchar. Cuidaba a Regulus, descubrió al obsesionarse con él. Mientras que
Sirius había perdido la oportunidad de recuperar a su hermano, Remus y Regulus formaron un
extraño vínculo con Remus Lupin cuidándolo, protegiéndolo y siendo su amigo.

Sirius no lo comprendía.

Le enfurecía verlos juntos.

Ver la sonrisa de Regulus cuando Remus estaba cerca, ver ese apego de Lupin, esa naturaleza
salvaje de él protegiendo a Regulus como si fuera su hermano menor, lo hacía enloquecer. Era su
lugar. Era su hermano. Sirius se sentía malditamente reemplazado. Se sentía abandonado y se
sentía… celoso.

La manera en la que Remus se reiría de algo que Regulus le dijo, la forma en la que Reg arreglaría
la corbata de Remus, la manera en la que parecían pasar todo el tiempo posible juntos.

Lo enfurecía hasta el punto de querer maldecir a todo Slytherin. Lo cual, había hecho para ganarse
ese castigo.

Remus lo miró como si fuera la cosa más desagradable que hubiera visto y lo ignoró tan pronto
como McGonagall los dejo solos, limpiando los baños de las mazmorras que unos días antes los
merodeadores habían explotados.

Sirius Black no podía soportarlo.

—Cretino.

—Inútil — respondió Remus con un gruñido sin mirarlo.

Sirius sonreía con desdén — Víbora.

—Pedazo de mierda — escupió con desprecio.

—Animal — dijo Sirius — Porque eso eres hoy, ¿no? La luna llena está demasiado cerca.

Lupin lo sujeto de un hombro con demasiada fuerza, sus dedos clavándose en su piel como garras y
una mirada enfurecida —No hables de cosas que no entiendes, Black. O podrías salir muy
lastimado.

—¿Eso es una amenaza? —lo provocó con una mirada de despreció — ¿Por qué? ¿El perro esta
enojado por la verdad?

Remus lo acorraló contra la pared.

—¿Cuánto deseas morir, Black?

Cuánto lo odiaba, pensó con rencor. La manera tan fácil que tenía de ejercer su poder contra él. La
manera tan sencilla que era provocarlo y hacerlo responder a su presencia. Los ojos de Lupin lo
miraban con la esencia de un cazador a su presa. Seguía siendo más alto que él, aunque Sirius fuera
mayor, y lo odiaba por eso también.
—¿El monstruo esta sediento de sangre? — le replicó.

Lupin gruño.

Sirius miró sus labios. Y algo en su cerebro hizo cortocircuito. Demasiado cerca, demasiado cerca,
demasiado… ¿y si se acercaba aún más?

Remus Lupin lo soltó antes de que pudiera averiguarlo.

—Creo que sí tiene un punto — dijo James bajando la capa de invisibilidad cuando Lupin se fue de
los baños. Su parte del castigo había terminado porque pronto saldría la luna llena.

Peter frunció el ceño — Eso fue intenso. Por un momento pensé que se iban a besar.

James puso los ojos en blanco — ¿Por qué se besarían, Pete?

El chico se encogió de hombros — ¿Para aliviar la tensión?

Sirius se sintió atacado por alguna razón. Aun sentía el toque de Remus ardiendo en su piel. Y su
corazón acelerado por la manera en la que lo había visto.

Se dijo a sí mismo que era instinto. El instinto de estar ante una criatura oscura.

Pero las palabras de Peter resonaban en su mente.

¿Qué hubiera pasado si se besaba con Remus Lupin?

No, se dijo indignado. ¿Por qué siguiera besaría a Remus Lupin? Era un bastardo despreciable. Y
un Slytherin. Y la persona más odiosa del mundo. Y un chico.

Sirius hizo una mueca. Que fuera un chico no debería ir tan abajo en su lista de razones por las
cuales besar a Remus Lupin sería una absoluta abominación.

Después de pensarlo, le pidió a Mary MacDonald salir con él.


Recuerdos: Enarmorarse

No debería haberle sorprendido lo que sucedió en Halloween de 1975, cuando Lupin lo encontró en
las mazmorras. Estaba algo ebrio, lo notó en la manera en la que sus ojos se veían más relajados
que la mirada filosa que le dedicaba con normalidad.

Sirius no resistió el impulso de molestarlo.

—No estoy de humor, Black. Así que será mejor que te largues — gruñó Lupin.

Sonrió con desdén — ¿El lobo me comerá?

—No sabes una mierda, Black — Lupin azotó a Black contra la pared. Era más alto que Sirius.
Siempre lo había sido. Siempre lo había odiado por eso, pero en ese momento Remus se inclinó
ante él. Clavando su varita en el cuello de Sirius y algo en eso se sintió bien en su retorcida mente.

—Por favor, dame una razón — le gruñó Lupin.

Su corazón latiendo de forma enloquecida.

Odiaba el poder que Lupin tenía contra él.

Su espalda pegada a la pared.

La mano de Remus alrededor de su cuello.

La varita clavada en su piel.

Sirius se estremeció.

Despreciaba a Remus Lupin.

Lo había odiado durante tantos años…

Pero una parte de él estaba deleitada por esto.

Le emocionaba ser acorralado por Remus Lupin.

Era la cercanía de Remus Lupin invadiendo su espacio personal.

Era el tono autoritario de su voz sonando más ronco que de costumbre.

Era la mirada furiosa que le dio, esa mirada atormentada entre la decisión de contenerse con él o
perderse en los deseos que tenía de atacar a Sirius.

Sintió el deseo de empujarlo, el deseo de atacarlo, la maldición en la punta de su lengua. Pero la


varita estaba en su cuello y sus sentidos se sentían afectados ante el aroma de Remus, ante la
fragancia masculina y fresca que tenía Remus Lupin, y el latido acelerado de su corazón.

Sintió la respiración pesada de Remus.

Sintió el calor entre ellos.

Siguió el movimiento en su garganta.


Los labios de Lupin rozando los de Sirius.

Suspiró en sus labios.

—Te puedo destruir de tantas formas, Black…

Sirius sentía que podría morir ante el sonido de su voz y el aliento en sus labios.

—Demuéstralo — replicó con la voz ronca.

Remus Lupin sonrió de lado y Sirius se preguntó enloquecido qué era todo esto. ¿Por qué se sentía
tan excitado en este momento? ¿Por qué deseaba tanto… tanto ese toque?

La cercanía de Remus era intensa. El calor aumentando. Sus labios rozando tortuosamente los
suyos. Sintió un estremecimiento y antes de poder pensarlo presionó sus labios contra los de
Remus.

Lo besó.

Olvidando todas las razones por las cuales esto era una locura.

Fue recibido con necesidad y fuego.

La varita cayó al suelo, lo supo cuando las manos de Remus lo atraparon, tirando de su cabello para
profundizar el beso. Su lengua se deslizó junto a la suya, y Sirius sintió un irrefrenable sentimiento
de euforia y rencor y excitación recorriendo su cuerpo.

Era estúpido. No tenía sentido. Era una locura.

Pero se sentía tan bien que pensó que podría morir por ese beso.

Remus le devolvió el beso con necesidad, con urgencia, con hambre. Sus manos bajando hacia las
caderas de Sirius, él respondiendo con el mismo deseo. Era electricidad acercando sus cuerpos,
buscando con desesperación el contacto uno del otro. Las manos de Sirius atrayéndolo. Ambos
perdidos en el deseo.

Sirius gimió en la garganta de Remus. Y escuchó a Remus gruñir, haciéndolo temblar ante el
sonido animal.

Se separaron un segundo para tomar aire.

Y al verse a los ojos.

Excitación.

Los ojos oscurecidos de Sirius.

El deseo en la mirada de Remus.

Se apartaron abruptamente.

Después de maldecir a Filch, Sirius tardó mucho tiempo en regresar a la torre de Gryffindor esa
madrugada.

¿Qué mierda fue eso? Se preguntó.

Un beso, se respondió con un gemido, fue un beso y uno muy excitante.

Es un chico, se indignó. ¿Cómo es que besé a un chico?

Sirius llevaba años saliendo con Mary. Era una buena relación. Ambos se divertían. Esencialmente
eran amigos que habían agregado el sexo, lo cual estaba muy bien. Mary y él tenían confianza el
uno en el otro, sabían comunicarse cuando se trataba de eso. Y Sirius lo disfrutaba. No estaba
seguro de sí quería llegar hasta ese punto con un chico. Ni siquiera estaba seguro de si podría llegar
a desear salir con un chico.

Entonces, ¿qué fue todo eso?

Él había besado a Remus Lupin.

Él había comenzado ese beso.

Pero ¿realmente fue él quien lo comenzó?

Sirius se apoyó contra una pared.

Remus había hecho el primer contacto. Él lo acorraló. Y rozo sus labios con los suyos, lo que
técnicamente era un beso.

Sirius gritó frustrado.

—¿Cómo permitiste que algo así pasara? — se gritó, su respiración agitada por la furia que sentía
hacia sí mismo. Besar a un Slytherin… era la peor de las cosas que pudo haber hecho. Pero no solo
había besado a un Slytherin, también lo había disfrutado.

—Idiota, eres un idiota, Sirius Black. El más grande y traidor idiota — se repitió al volver a la sala
común, ignorando a los retratos que se quejaban por ser despertados.

¿Qué diría el código merodeador de besar a un Slytherin? ¡Era un acto de alta traición! ¿Cómo era
posible? ¡Un Slytherin entre todas las cosas!

Pero en sus labios aun sentía el sabor de Remus Lupin y se estremeció al pensarlo.

Estaba enloqueciendo.

Era la única razón con sentido.

Estaba enloqueciendo e imaginando cosas.

Pasó mucho tiempo intentando comprender qué demonios era todo eso.

—James, bésame — le preguntó a la mañana siguiente.

—¿Perdón? — preguntó Wormie, dejando de abotonar su camisa mientras miraba a Sirius como si
se hubiera vuelto loco.
Sirius lo ignoró — Vamos, campeón, bésame.

—¿Para qué quieres que te bese? — preguntó Prongs confundido.

—Para reforzar nuestra amistad.

—Está bien.

Pete los miró indignado — ¿Esa es razón suficiente para ti?

James asintió — Míralo. Es un bastardo hermoso.

Sirius sonrió engreído — Lo soy, ¿cierto? Vengan esos labios, Prongs.

James se rio y tomó el rostro de Sirius entre sus manos.

—Solo para tener las cosas claras, te amo, amigo. Lo sabes muy bien. Pero mi corazón pertenece a
Lily Evans.

Sirius asintió — Lo comprendo. Solo debes recordar que entre Evans y yo, yo soy tu prioridad,
Jamie.

El chico puso los ojos en blanco y besó a Sirius.

Era un simple toque. Suave, cálido y agradable.

Pero no era el fuego desesperado que Sirius estaba recordando. No era la necesidad urgente de
perderse en las sensaciones que hacían acelerar su corazón y pensar que podía morir por ese beso.
No era Remus Lupin y la electricidad haciéndolo estremecer bajo su toque.

Sirius suspiró con frustración.

—¿Qué pasó? ¿Te enamoraste de mí o algo, Pads? — bromeó James, volviendo a buscar su capa.

—Por supuesto. Evans se va a arrepentir mucho cuando vea lo feliz que te haré, Prongs.

—Propongo una nueva regla: No más cosas homosexuales — dijo Wormtail molesto saliendo de la
habitación.

Ellos lo ignoraron.

—¿Qué querías lograr besándome? — le preguntó James divertido.

—Creo que tengo una crisis gay.

—Oh.

Silencio.

—¿Y cómo te va?

—No quiero besar chicos — confesó Sirius.

—Está bien — asintió Prongs — Es bueno saberlo.

Solo quería besar a Remus Lupin. Pero eso no se sentía mejor.


Pensaba en Remus Lupin casi todo el tiempo.

Era un Slytherin, pero peleaba contra ellos con fuerza y furia.

Era un hombre lobo y aun así la fiereza que mostraba hacia estremecer el corazón de Sirius.

Era un buen besador y eso solo lo condenaba a repetir mentalmente una y otra vez el sabor de sus
labios, el sentimiento abrumador de ser sometido por Remus Lupin, la electricidad recorriendo
cada parte de su cuerpo cuando ellos dos…

Era un maldito genio y eso lo hacía recordar cuánto lo odiaba. La broma de los reptiles fue buena,
arruinó por completo su cumpleaños e hizo que Sirius sintiera envidia por no haber pensado antes
en eso.

Era magia caótica que lo hacía seguir mirándolo una y otra vez, expectante a lo que podría lograr.

Y era increíblemente atractivo.

Sirius odiaba cuán atractivo era Remus Lupin. Veía a las personas observando, sonriendo,
hablando con Remus, veía a algunas chicas tocando su brazo casualmente, a Regulus y Barty
abrazándolo, al headboy de Slytherin compartiendo una mirada secreta con él, y cada una de esas
cosas lo mataba por dentro porque era él quien quería la atención de Remus Lupin, maldición.

Derrumbaba a Sirius cuán atraído se sentía hacia Remus cuando coexistían en el mismo espacio.
Era la forma en que lo miraba, era el sonido de su voz, era la sonrisa malvada que quería golpear y
a la vez lo hacía estremecer.

Pensó con odio en cómo podría soportar tener a Remus Lupin a su alrededor durante toda la
navidad, viéndolo conversar animadamente con sus padres, escuchando su risa junto a la de
Regulus resonar por alrededor de los sombríos pasillos, o fingiendo que no disfrutaba de su mirada
oscurecida y rencorosa.

Sirius tocó su nombre en el tapiz del árbol genealógico de los Black.

Su tío Alphard fue borrado cuando Sirius era joven. Por amar a un hombre.

No solía pensar en él, pero guardaba con cariño los recuerdos sobre su tío Alp. Su cabello negro y
largo, sus ojos grises y pálidos, su sonrisa jovial y encantadora, su mirada era diferente a la de otros
miembros de la familia Black, porque era cálida y afectuosa. Adoraba a Dromeda y a Sirius tanto,
que siempre buscaba una forma de escapar con ellos durante las aburridas y tediosas cenas
familiares.

—¿En qué piensas, Sirius? — le preguntó su tío con una sonrisa una vez que caminaban por
alrededor de un gran campo.

—¿De verdad nuestra sangre es tan importante?

Andrómeda miró a su tío con expectación.

Alphard sonrió divertido — No. Solo son estupideces que hacen a mis hermanos creerse mejor que
las demás personas.

Sirius y Andrómeda le sonrieron.


La última vez que lo vio vivo, Andrómeda le hizo una pregunta personal. Se estaba discutiendo
sobre los matrimonios de sus primas. Andrómeda era la mayor, entonces sería la primera en
casarse con alguno de los herederos de una adinerada familia sangrepura. Sirius pensaba en cuán
horrible sonaba eso.

—¿Alguna vez te has enamorado?

—Sí — confesó su tío con una sonrisa llena de nostalgia y tristeza — Amé a alguien muy especial,
era listo y muy inteligente, era mejor en la magia que yo y me hacía sentir como si estuviera
volando en una escoba a toda velocidad — se rió divertido — A veces me hacía enloquecer, pero
de verdad lo amaba.

—¿Él? — preguntó Andrómeda con suavidad, su mirada estaba llena de intriga y un brillo de
emoción.

—Él — respondió su tío con una sonrisa.

—¿Qué le pasó? — cuestionó Sirius con mucha curiosidad.

—Me lo quitaron porque era un hombre y yo también lo soy — dijo con tristeza, pero seguía
sonriendo, siempre siguió sonriendo a pesar de cuán dolida pudiera sonar su voz.

Andrómeda apoyó su cabeza en el hombro de su tío — ¿Sigues pensando en él?

—Sí, los recuerdos que tengo de él son algo que agradezco. Son preciados. Es lo único que puedo
guardar de él y es lo único que sé que no pueden quitarme.

Sirius pensó ese día en cómo sería sentir eso. Amar a alguien tanto que solo su recuerdo pudiera ser
un consuelo suficiente para ser feliz, incluso cuando esa persona ya no estaba en el mismo mundo
que él.

El tío Alphard murió esa noche.

Dijeron que fue una enfermedad.

Pero fue borrado del árbol genealógico y Andrómeda y Sirius lo entendieron.

Querían borrar cualquier amenaza contra la honorable y noble familia Black.

¿Qué harían si se enteraban de que su gran heredero estaba enamorado de un hombre lobo, mestizo
y huérfano? ¿Fue por esto por lo que su tío le dejó una pequeña fortuna? ¿Para poder huir y vivir
libre de los Black?

—Vas a ser borrado.

Sirius sintió que su corazón se detenía. Volteó con miedo, aterrado de ver a su madre o al
desgraciado elfo que seguía con gusto cada orden de Walburga Black. Pero era Remus Lupin,
quien merodeaba de noche por la mansión.

Lo miró con frustración. Sabía bien que sería borrado de ese estúpido tapiz. Pasó años demostrando
que no era alguien apropiado para la carga de la corona Black. Quería ser libre. Quería ser borrado
y ser libre. ¿Pero podría lograrlo? ¿Podría escapar algún día? ¿Podría olvidar cuánto odio y rencor
guardaba por su familia y ser feliz?
Fue desconcertante.

Entender que el odio que sentía su familia hacia él.

Entendía el desprecio, sabía que no era el heredero que esperaban, no era el Black que ellos
querían que fuera.

Pero una parte de él quería creer que sentían algún mínimo grado de consciencia por su hijo.

Los había visto torturar a Andrómeda, había sufrido sus propios cortes una y otra vez, tenía sus
propias pesadillas sobre los castigos estrictos y crueles a los que sus padres los sometían.

Pensó que eso era lo peor que podían hacer.

Comprender que serían capaces de matarlo era devastador.

Lloró, lloró con tanta tristeza y dolor que pensó que se ahogaría.

Sirius solo quería desaparecer.

Odiaba las miradas de lastima. Despreciaba con todo su corazón ver las expresiones de los Potter,
de frustración, de dolor, de consuelo, mirándolo como algo roto y vulnerable. Jamás podría ser
como ellos. Jamás podría ser tan feliz, tan confiado y sentirse tan seguro como ellos. Odiaba
saberlo. Odiaba el amor de James, que dormía con él cada noche, que lloraba cuando creía que
Sirius estaba dormido, que tenía una expresión aterrada en su rostro por la sola idea de casi perder a
su mejor amigo. Odiaba la preocupación de Effie, cuán amorosa y maternal era al susurrar con
cariño encantamientos que ayudaban al cuerpo de Sirius a sanar, odiaba el calor de sus manos al
sostener a Sirius y acariciar su cabello. Odiaba las lágrimas de Fleamont Potter por no haber sacado
a Sirius del control de los Black mucho antes, el sonido lamentoso de su voz y el temblor en sus
manos destrozaban su alma, saber que Fleamont se sentía responsable de todo el dolor que los
Black causaron en Sirius era devastador.

Amaba a los Potter.

Y lloró por amarlos tanto y que su amor fuera tan doloroso de soportar mientras se sentía dañado,
lastimado y destruido.

Regulus estaba allí. Y era extraño saber que el pequeño niño al que abandonó a su suerte, el
pequeño sustituto, el príncipe oscuro, era la persona que lo salvó esa noche que sus padres lo
dejaron desangrándose en la alfombra de la biblioteca.

No tenía idea de cómo hablar con él.

Solo una persona no dejó de ser un imbécil con él.

Remus Lupin entendía ese sentimiento de haber sido destruido y no querer que el mundo viera
cuán vulnerable se sentía.

Era la mirada furiosa de Remus al encontrarse con la suya.

Era el latido enloquecido de su corazón.

Era el fuego que se encendía entre ellos.


Desconcertaba a Sirius Black.

Deseaba odiarlo tanto como Remus lo odiaba.

Pero no podía hacerlo.

—No soy gay — dijo Sirius en el bar cuando Andrew coqueteó con él otra vez. Se preguntaba
dónde estaría Remus. Una parte de él quería seguirlo y otra disfrutaba de esto. En Hogwarts se
sentía seguro junto a los merodeadores, pero seguiría siendo un Black. Las miradas estaban en él,
las expectativas, los insultos y la admiración por su sangre. En medio de Londres, en un bar
perdido, no era Sirius Black el hijo de una desastrosa y maldita familia sangre pura. Solo era un
chico de dieciséis años, que tal vez no debería estar allí, pero que se sentía bien con el alcohol
haciendo efecto en su cuerpo, con la música resonando en todas partes y las personas sin
importarle si era un mago, un heredero o un Black.

Amaba sentirse normal y que nadie estuviera a su alrededor preguntando si estaba bien, si quería
algo, si quería una poción para dormir o si quería hablar sobre lo que pasó.

El barman se rió con cariño — Lo que digas, hermoso.

—Tengo una novia — dijo Sirius, aunque no había hablado con Mary desde que las vacaciones
comenzaron. Debería haberlo hecho. Debería haberla contactado y hablar con ella sobre lo que
pasó o simplemente para olvidarse un momento de todo lo que pasó.

Pero no podía.

Le dieron una sonrisa cálida — La mitad de los gays que atiendo tienen una novia. Está bien,
cariño. No pasa nada. Este es un lugar seguro, no hay muchos en donde puedas ser tan libre como
para no importar una mierda a quién quieres besar, a quién quieres amar o si no quieres a nadie en
absoluto.

Sirius frunció el ceño.

—Te gusta ese chico, con el que estabas hace un rato.

Se estremeció — Yo no…

Una mirada divertida.

Sirius cerró la boca. Era extraña la manera en que se sentía más seguro hablando sobre esto con un
muggle que no volvería a ver que con sus merodeadores. Quería decirle a James sobre la vez que
besó a Remus Lupin, sobre lo que eso lo hizo sentir, sobre cuánto había deseado volver a besarlo,
aunque no tuviera sentido. Pero no podía. Sentía que decirle a James haría que esto fuera real y que
no tuviera solución.

—Sí — confesó mirando su vaso vacío — Es condenadamente atractivo.

El hombre en la barra se rio — Sí, sin duda lo es.

Estuvo mucho tiempo pensando en lo que sentía por Remus Lupin.

Besarlo era malditamente adictivo.


Pelear con él se sentía como comenzar una tormenta capaz de destrozarlo todo.

Y reír junto a él era lo más desconcertante de todo, porque se sentía familiar, era un sentimiento de
reconocer a alguien con quién de alguna forma extraña y sinsentido encajaba perfectamente.

Sirius pensó muchas veces en que estaba loco.

Otras veces se quedaba viendo a Remus Lupin por tanto tiempo que Peter fruncía el ceño, pero no
se atrevía a decir nada en absoluto.

Lo veía sonreír con Regulus, veía su devoción y lealtad, veía la forma adorable con la que fruncía
el ceño al concentrarse en un libro, veía sus dedos tocando un ritmo de forma torpe porque Remus
no era un pianista y aun así, Sirius pensaba en que debería haberlo sido. Veía su cabello rubio
reflejar los rayos del sol, veía sus ojos cálidos brillar con diversión, y escuchaba su voz, su maldita
voz que lo empujaba a responder alguna estupidez.

Terminó con Mary porque no era justo para ninguno de los dos.

Siguió mirando a Remus durante mucho tiempo.

Quería odiarlo. Por Merlín, deseaba tanto odiarlo.

Pero no podía.

No cuando Remus lo miraba con el mismo anhelo y tortura que él sentía.

—Pads, esta es una intervención de emergencia sexual.

Sirius sonrió divertido.

Lily enarcó una ceja.

Peter tenía su rostro enrojecido con enojo.

Y James tenía una expresión seria y solemne.

—Creo que si me quedaré — dijo Lily con sus ojos brillando de emoción antes de sentarse en el
sofá junto a Sirius — Esto promete ser divertido.

—¿Intervención? — cuestionó Sirius.

—¡Porque decidiste ser un maldito traidor y acostarte con un Slytherin! — gritó Peter alterado —
Es un enemigo jurado de los merodeadores, rompe el código de honor fundamental de los
merodeadores. ¡Juramos mantener el honor y nunca estar con un Slytherin! ¿Crees que James o yo
nos acostaríamos con un Slytherin?

Lily se reía sin disimulo alguno.

Sirius lo pensó — Depende, ¿es alguien atractivo?

—Tenemos preguntas, Padfoot — declaró James cruzándose de brazos junto a Pete — Primero, te
amamos, sabes que te amamos. Y vamos a aceptarte, sin importar si estás con una chica o un
chico. Sigues siendo nuestro amado y querido Padfoot.
—Siempre supimos que eras una perra — dijo Pete rencorosamente — El problema es que
decidiste ser una perra con un Slytherin. Podemos tolerar tus cosas homosexuales, pero hay
límites, Black.

La risa de Lily resonaba en la estancia y de alguna forma Sirius agradeció que hubieran colocado
un hechizo silenciador.

—Puedes ser gay, pero no con un Slytherin.

James asintió — Es alta traición, Pads. Tienes que explicarnos cómo pasó. Eres tú, odias a las
serpientes y siempre has sido el más leal de los tres.

—Cuando una chica de Slytherin me sonrió me golpeaste — acusó Peter mirándolo con desdén —
Y dolió mucho.

—No tengo recuerdos de eso — admitió Sirius reprimiendo una sonrisa.

—Fue en segundo año, antes de la clase de historia — remarcó el chico entrecerrando los ojos
hacia él.

—Ah, ahora vuelve a mí — mintió Sirius.

—Pads, por favor, dime. ¿Te están controlando? ¿Es algún hechizo de control mental? ¡Usa
imperio, debe ser eso!

—Llaman a Remus el casanova de Slytherin — replicó Lily mordiendo su labio al sonreír— Creo
que es lo suficientemente sensual como para atraer a quien quiera sin usar poderes oscuros.

—Perro lujurioso — escupió Peter mirándolo con decepción — Eres un traidor, Black.

James frunció el ceño — Tal vez ¿amortentia? ¿O siempre tuviste razón y Remus Lupin de verdad
es una veela?

Las preguntas de James solo hacían que Lily se riera aun más, su rostro estaba tan rojo como su
cabello y apoyaba un brazo en el hombro de Sirius para estabilizarse.

—Dinos a que se debe tu traición — ordenó Peter con frialdad.

—Una criatura oscura y libidinosa me sedujo malvadamente — confesó con una sonrisa arrogante.

—¡Eso no tiene sentido!

—¿Está usando poderes oscuros contigo? ¿Estás bien, Padfoot? ¿Eso es posible? — preguntó
James frunciendo el ceño al arrodillarse frente a Sirius y examinarlo rápidamente — Demonios,
debí darme cuenta antes… ¡Esto es mi culpa!

—¡No le creas nada! — gritó Peter — Te cogiste a Lupin porque eres un sucio traidor.

Lily los miró con una sonrisa radiante — Oh, pero es cierto. Yo también fui víctima de los
perversos encantos y poderes de Remus Lupin.

Sirius y Lily se rieron de las expresiones desconcertadas de los merodeadores. Peter parecía a
punto de enloquecer en medio del pánico.
Enamorarse de Remus Lupin era como caer en un sueño.

Era peligroso porque Sirius tenía miedo de despertar.

Y, aun así, era malditamente maravilloso.

—¿Vas a penetrar mi mente ahora, Lupin? Porque está llena de intenciones malvadas.

—Eres una maldición, Lupin.

—Eres hermoso — murmuró Sirius Black al ver las cicatrices en la piel de Remus.

—¿Siempre tienes que mentirme? Sientes esto tanto como yo. Y sabes que no lo puedes detener.
Por eso te molesta. Por eso Regulus lo odia tanto. Pero yo no quiero alejarme de ti, Remus Lupin.

—Prefiero que me digas tu amante. Suena sucio y pasional.

—Podría hacer un buen patronus con esos recuerdos.

—Me gustas mucho, Remus Lupin.

—Mi precioso y dulce amor.

—Te amo.

Por un largo tiempo olvidó que las pesadillas podían ser tan reales como los sueños.

Y se dio cuenta de su error cuando Remus Lupin se encargó de recordarle por qué lo odiaba.
Obliviate

18 de junio, 1977

Sirius se enamoró de Remus Lupin como un incendio forestal.

Destruyendo todo a su paso y volviéndose incontrolable.

Y ahora… ahora había cenizas y humo y dolor.

Lo pensó una y otra vez.

En cómo comenzó.

Pensó en la noche en la que se besaron en Halloween.

En el odio y el deseo mezclándose y comenzando algo que no podrían detener.

Pensó en navidad.

En la manera en la que Remus siguió siendo cruel y brusco con él. Había vivido un infierno, pero
Remus no tenía piedad. No lo trataba como a alguien roto. Y Sirius lo quiso por eso. Incluso
entonces.

Pensó en esa primera noche juntos en Londres.

En cuán furioso estaba porque Remus hubiera sido besado por alguien que no era él. Porque él
deseaba besarlo. Él deseaba poder marcarlo. Poder deleitarse en sus labios, suspirar su nombre y
ser la causa de que Remus se estremeciera de placer. Porque era embriagador, era embriagador el
sentimiento de estar con alguien como Remus. Con alguien que era una tormenta de emociones y
que podía derrumbarte tan fácilmente.

Pero al recordar cada momento y ser atrapado por esos instantes de fuego, de necesidad y de
urgencia… sabía en qué momento comenzó a enamorarse de Remus Lupin.

Fue en aquella noche en el balcón de la torre de Ravenclaw. Hace un año atrás. Porque esa noche
supo que nadie volvería a ser como Remus Lupin empujando sus límites, hiriéndolo con verdades y
aun así… aun así dándole esa mirada torturada.

Remus lo miraba como si no se decidiera sobre si Sirius era lo más hermoso que había visto y los
deseos de romperlo.

Sirius se estremecía bajo esa mirada.

Se dio cuenta que lo deseaba. Lo deseaba tanto que terminó con Mary. Y aun no entendía por qué.
Por qué lo deseaba a él. Mary era la mejor relación que tuvo. Pero pasó meses intentando
comprender esa electricidad que Remus le hacía sentir con su mirada, con un jadeo, con el toque de
Remus sobre su piel. Remus Lupin estaba en cada uno de sus pensamientos.

Y esa noche lo comprendió.

—Realmente te odio, Lupin.


Remus sonrió — Es un sentimiento mutuo.

Sirius le devolvió la sonrisa.

Y ambos siguieron ahí, en la fría torre, mirando las estrellas.

—¿Crees que en otra vida…? — comenzó Sirius con su voz apagándose.

¿Hubieran sido amigos?

¿Hubieran sido amantes?

¿Hubieran tenido una oportunidad?

—Sí — contesto Remus — creo que sí.

Nada se sintió tan bien como esas palabras.

Ninguno necesitaba decir algo más.

La mano de Sirius se entrelazó a la de Remus.

Y cuando Remus le dijo sobre las cartas de Reggie, Sirius sintió que le daba un regalo. Le estaba
dando al hermano que había perdido, al hermano que lo sacó de un infierno. Hace muchos años,
Sirius se prometió rescatar a Regulus de las garras de sus padres, pero fue su hermano quien lo
salvó a él.

—Sus padres le confiscaron tus cartas — dijo Remus — Regulus las guarda. Incluso puso un
hechizo de protección en ellas. Lo descubrí el día que se inundó nuestra habitación.

Lo dijo de forma tan simple. Como si no estuviera diciendo las palabras más importantes en el
mundo de Sirius. Como si esa revelación no cambiara la manera en la que Sirius sentía
desesperadamente con urgencia la necesidad de recuperar a su hermano.

Sirius levanto la mirada y buscó la de Remus.

Remus apoyó su frente en la de Sirius — Es verdad, Sirius.

Sirius lo besó, fue un toque suave y dulce. Sentía el humo en sus labios y algo floral de los tragos
de la fiesta. Y sentía el suspiro de Remus atrapado entre ellos.

—Gracias — susurró en los labios de Remus y apoyó su frente en la de él — Por decirme la


verdad.

Sirius quería que esa noche durase para siempre.

Porque todavía tenían una oportunidad.

Antes de las cenizas y el humo y el dolor.

Sirius y Remus se vieron en el patio de los Potter.

La lluvia cayendo sobre ellos.


Descubrió que su corazón podía seguir rompiéndose cuando Remus habló.

—Voy a unirme a los mortífagos.

—¿Por qué harías eso? — preguntó, queriendo desesperadamente una mentira. Quería una razón.
Una razón suficiente para entenderlo, para detener el dolor que sentía, para poder pensar que todo
lo que habían vivido no se estaba yendo a la mierda.

Remus apoyó su frente en la de Sirius conteniendo la respiración.

—Me torturas, Black… tu sola presencia es insoportable.

—Te odio, Lupin — susurró el chico mirándolo con ansías — De verdad te odio.

Quería detenerlo. Quería decirle que no podía. No podía dejarlo. No podía ir y ser realmente un
monstruo. Que no lo permitiría. Que ellos dos…

Pero no lo hizo. No dijo nada.

Porque el dolor era insoportable.

Remus nunca lo amó lo suficiente para querer esto, para elegir esto, para hacer que sobreviviera.

La lluvia haciendo que sus lágrimas se perdieran.

Remus sonrió con tristeza.

Ambos se besaron.

Un beso dulce, demasiado dulce para el dolor que sentían, para la tristeza que lo abrumaban. El
corazón de Sirius continuaba rompiéndose una y otra vez. Ese beso no respondía a la
desesperación, a la necesidad o a la furia que estaba entre ellos. Era un beso demasiado dulce.
Cargado de amor, de afecto, de delicadeza. Susurraba te quiero, te quiero y te quiero y lo siento, lo
siento por todo esto, lo siento por romperte el corazón una vez más. Y decía adiós.

Porque ese era un adiós.

Remus suspiró en sus labios. Un suspiro torturado.

Y Sirius Black supo entonces que lo seguiría amando, por mucho tiempo.

La lluvia caía como si el cielo estuviera cayendo sobre ellos.

Y Sirius solo quería ahogarse en el sabor de los labios de Remus, en las lágrimas que caían en sus
rostros, en la última mirada de cariño, como si su amor no hubiera sido una mentira.

Ese beso estaba marcado en su alma y Sirius pensó en cuán peligroso era el amor si podía causar
tanto daño o podía convertirse en algo tan roto.

—¡Obliviate!

El dolor fue teñido con rabia y rencor.

Cada cosa estaba en su mente. El sonido de la risa de Remus, la forma en la que lo miraba como
si… como si fuera la cosa más especial en la tierra. Como si lo odiara por serlo y aun así lo deseara
tan dolorosamente. Amaba el toque de Remus, amaba la manera en la que lo besaba, amaba la
forma en la que pronunciaba su nombre.

Cada una de esas cosas se llenaron de oscuridad.

Cada una de esas cosas se convirtieron en un eco vacío en su memoria.


Lugar seguro
Chapter Notes

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Verano, 1977

Tuvo un sueño con él.

Estaba con él.

Nunca lo reconocía cuando se despertaba.

Pero estaba aquí.

En algún lugar perdido de su memoria.

Donde aún se amaban.

Donde no llegaba una tormenta de verano para borrar todo lo que construyeron.

Aquí aun existe un nosotros, pensó con dolor.

Remus Lupin le sonrió —¿En qué nos quedamos?

La luz verdosa de Slytherin sobre su piel.

Las cicatrices expuestas. Amaba las marcas en su piel, de cicatrices ya desvanecidas siendo un
mapa de su vida que quería descubrir y explorar.

Para Sirius eran marcas preciosas.

Porque por eso lo amaba.

Por sobrevivir a todo esto.

Remus besó los dedos de Sirius, su mano siendo atrapada por él, mientras veía esa mirada cargada
de afecto, brillando con emoción.

—Vampiros — respondió Sirius recostándose sobre él.

—Novela muggle favorita sobre vampiros — dijo entrelazando sus dedos con los del chico,
recibiendo una sonrisa que estremecía su corazón. —Carrmilla.

—¿Por qué?

Quería saber. Quería saber lo que pensaba. Ansiaba con todo su ser descubrir sus secretos.

Porque nadie lo había intrigado tanto como este maravilloso chico.

—Incluso aunque el final es trágico y triste… ellas siguen amándose — susurró como si fuera un
secreto y Sirius lo amó más por eso — Incluso tras la muere, Laura sigue amando a Carmilla y
jamás pudo olvidarla.

Sirius sonrió arrogante — Eres un romántico, Remus Lupin.

—Imbécil — se rió.

El sonido de su risa embriagándolo. Amaba el sonido. Amaba el brillo en sus ojos al reír y la
manera en la que lo miraría como si fuese la persona más especial en su vida. Porque Remus Lupin
tenía ese poder. Era fácil de querer. Era fácil enamorarse de él. Y Sirius lo amaba, lo amaba tanto
que creía morir por ese sentimiento abrumador. Amaba la manera en la que su cabello reflejaba las
luces del sol, amaba la forma de los dedos del chico, amaba cómo sus manos encajaban juntas,
amaba su magia, amaba la manera en la que quería tan ferozmente, amaba lo inteligente que era,
amaba el sonido de su voz, de su risa, de sus suspiros.

Y amaba ser correspondido.

—Te odio — susurró Remus con cariño.

Sirius sonrió feliz. Sabiendo el verdadero significado de sus palabras.

Porque era lo suyo. Remus era la única persona en su mundo que podría susurrar te odio con tanto
afecto y con una mirada cargada de ternura.

Sirius se apoyó para levantarse y besar al chico, sus labios tocándose, su lengua encontrando la de
Remus, y recibiendo un jadeo antes de devolver el beso con necesidad y pasión, deleitándose en las
sensaciones que Remus Lupin provocaba en él.

—Te odio — suspiró Sirius.

Y su corazón dolió.

Dolió por lo mucho que amaba a Remus Lupin.

Y por cuánto deseaba que todo esto pudiera durar toda su vida.

Pero todo lo que eran se rompió.

Escuchó un trueno.

Un presagio de que esto llegaba a su fin.

—Te odio — repitió con dolor.

Sirius despertó asustado. Su corazón acelerado.

—¡Padfoot! — gritó la voz de James Potter.

Tardó unos momentos en reconocer dónde estaba.

—Oye, ¿estás bien?


Sirius miró a su alrededor.

El día brillante.

El sonido del viento.

El color verde del césped.

El patio de los Potter reconoció.

Sirius cubrió sus ojos con el dorso de su mano mientras su respiración se regulaba.

Estás con los Potter, se dijo.

Estás bien, se dijo.

Estás seguro, se dijo.

La sensación del sol en su piel lo tranquilizaba. Porque desde que era un niño, ansiaba escapar de la
oscuridad, del encierro y de la opresión que era su hogar. Sirius siempre había ansiado la libertad,
amaba el verde de los árboles, amaba el sonido de las hojas meciéndose por el viento y sentir
calor, sentir que estaba vivo.

Había odiado la tormenta que azotó la ciudad desde hace días.

Porque necesitaba esto. Necesitaba sentir.

Suspiró, tratando de recordar algo de su sueño. Hace días que era incapaz de hacerlo. Podía
capturar pequeños fragmentos antes de que los sucesos se desvanecieran de su mente. Pero era
difícil. Y dolía. Forzar esos recuerdos dolía por alguna razón. ¿Qué había soñado? Le costaba
retener algo. Su mente se sentía brumosa, como si hubiera pasado la noche bebiendo. Lo que
quizás hizo.

Debía haber soñado con Hogwarts, pensó. Porque cuando no era atormentado con las pesadillas de
la casa Black, solía soñar con Hogwarts. Era el primer lugar seguro que conoció en su vida,
después de pasar su infancia siendo torturado por sus padres. Sí, se dijo, estaba en algún lugar de
Hogwarts.

¿Pero quién era el chico a su lado? ¿Por qué no podía recordar su rostro?

James lo miró con preocupación al inclinarse sobre él — ¿Qué pasa, Pads?

—¿Qué quieres decir?

—Tienes una expresión extraña.

Cuando James fruncía el ceño de esa manera tenía un increíble parecido a su madre. Sirius casi
esperaba que le ofreciera una taza de té para poder inspeccionarlo. Era un maldito sobreprotector.
Y, de hecho, era una de las muchas razones por las que lo adoraba.

—Solo… solo fue un sueño extraño, Prongs.

James suspiró aliviado y le tendió la mano — Has tenido muchos de esos últimamente. Le pediré a
mamá que te haga una poción para dormir, así consigues una noche sin sueños.

—¿Qué haríamos sin tu madre? — sonrió Sirius aceptando su ayuda para levantarse.
—No podríamos sobrevivir — asintió James con una sonrisa — Por cierto, hablando sobre
sobrevivir…

—Por favor dime que tu papá no volverá a darnos una charla sobre el sexo. Porque amo a
Fleamont, te lo puedo jurar, es el papá que nunca tuve porque el mío es un puto imbécil. Pero a este
punto de mi vida creo sinceramente que tengo más experiencia sexual que él.

James se rio — Papá tenía un buen punto para preocuparse cuando salías con chicas.

—Sigo saliendo con chicas — frunció el ceño Sirius.

—Ajá, claro — se burló James — Pero lo que quería decirte es que Regulus está en el salón.

Efectivamente, comprobó el chico.

Su hermano estaba en el salón de los Potter.

—Hola — saludó Regulus con timidez.

Lo primero que notó fue que su querido hermano estaba usando ropa muggle. Lo que alertaba que
algo horrible debió suceder. Regulus fue criado como un joven heredero sangre pura. Y si bien, era
el mismo caso de Sirius, su hermano tenía cierta renuencia a la cultura muggle que tanto fascinaba
a Sirius.

Regulus con una camiseta y jeans era un suceso fuera de lugar.

Lo segundo que percibió fueron las marcas oscuras bajo sus ojos.

Y lo tercero fue el movimiento nervioso del anillo en su dedo.

Sí, algo muy malo debía ocurrir para que Regulus apareciera de esta forma en la casa de los Potter.
Sirius se moría de ganas por preguntar. ¿Le habían hecho algo? ¿Sus padres lo encontraron?
¿Intentaron hacer que volviera a jugar su rol como heredero de los Black? ¿algo pasó en la casa de
los Malfoy? ¿Y dónde estaba Lupin? Despreciaba a Remus Lupin con todo su corazón, pero sabía
que ese maldito perro asqueroso no dejaría solo a su hermano. Tenía una extraña lealtad hacia él.

—¿Qué pasó?

—Tenía que salir de ahí — respondió Regulus con una expresión difícil de descifrar — Yo… solo
se me ocurrió venir aquí.

Sirius se abalanzó sobre él para abrazarlo.

Regulus se aferró a él, ocultando su rostro en el hombro de Sirius.

Pero no dijo nada.

No importa, pensó Sirius con determinación. No importa lo que sucedió mientras que Regulus esté
aquí, en un lugar seguro, conmigo, pensó. Era su hermano menor. Era la única familia a la que
Sirius amaba (además de Andrómeda). Y era uno de sus amigos. Era un merodeador. Sirius tardó
muchos años en darse cuenta de que necesitaba a Regulus en su vida. Y por eso no lo iba a
presionar para que revelara sus secretos.
Podía esperar. Tenían tiempo.

—Bienvenido, Gigi — dijo Sirius se buen humor

Y la sonrisa que Regulus le dio fue suficiente para él.

Los Potter estaban encantados por recibir a Regulus una vez más en su hogar. Sirius los adoraba.
Jamás podría explicar cuánto amaba a la familia de su mejor amigo.

Casi no estaban en casa por culpa de la guerra. E imaginó que se sentían mal por eso. Cada vez que
Sirius y James llegaban de Hogwarts podían disfrutar del tiempo de ser mimados y malcriados por
Fleamont y Euphemia Potter. Pero ese tiempo se volvió cada vez más escaso a medida que la
guerra avanzaba. El año pasado aun podían hacer algunos planes para ir a acampar o hacer las
compras juntos.

La guerra exigía mucho de todos, pensó con pesar y un poco de envidia.

Fleamont Potter era parte de la resistencia de Dumbledore y Euphemia Potter era una fuerza vital
del hospital. Estaban ahí donde ocurría la acción. Estaban haciendo algo por el mundo mágico.
Estaban salvando personas mientras que Sirius y James eran dejados de lado, leyendo los avances
de la guerra en un periódico y escuchando a escondidas como si todavía fueran niños pequeños.

Sirius también quería ir a la guerra. Era mayor de edad. Probablemente podría convencer a
Dumbledore para entrar a la orden.

Pero Regulus estaba aquí. Algo malo había sucedido. Y Sirius Black era incapaz de abandonarlo.
No volvería a abandonarlo, se prometió en su cumpleaños, cuando sus ataduras hacia los Black se
rompieron.

Él era su prioridad ahora.

Avanzó por el pasillo y se detuvo al escuchar la voz de Euphemia Potter en la oficina.

—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, Regulus.

Sirius apoyó su espalda contra la pared, queriendo escuchar un poco más. Siempre había sido
demasiado curioso, lo que generalmente le generaba problemas. Pero no podía evitarlo. Deseaba
saber qué discutían Euphemia y Regulus.

—Gracias — respondió el chico — Sé que es un inconveniente…

—Sirius es parte de esta familia. Lo queremos como si fuera nuestro hijo, como si fuera James —
le dijo con un tono cargado de cariño — Por eso nunca dudes de que en esta casa se te dará toda la
seguridad, afecto y lealtad que necesites.

Sirius amaba a esa mujer como a nadie en el mundo.

Pestañeó con fuerza para no llorar.


No sabía qué había hecho para merecer a los Potter. Pero jamás quería perderlos.

—¿Por qué es tan amable conmigo? — preguntó Regulus — Fui… fui un idiota esa navidad.

—No, eras un niño que acababa de salvar a su hermano de sus propios padres, Regulus — le
susurró Euphemia Potter con gentileza — Y traer a Sirius con nosotros esa noche… eso fue todo lo
que necesitábamos para quererte. Lo salvaste y dejaste que lo cuidáramos. Gracias, Regulus.

—Pero…

—¿Sabes? Sirius siempre está alardeando orgulloso sobre ti — comentó Euphemia y podía
escuchar una sonrisa en su voz — Sobre que eres prefecto, capitán de quidditch y uno de los
mejores magos de tu generación. Sirius te adora.

Eso lo sorprendió.

—¿Es verdad?

Y la forma en la que lo dijo, tan anhelante, le recordó a cómo eran las cosas entre ellos cuando
eran niños. Cuando Regulus lo veía como si fuera la persona más increíble en el mundo y lo seguía
a todas partes porque quería convertirse en alguien como él. Le recordó a cuando Sirius se
prometía ser valiente por él, cuando se decía que podía soportar cualquier cosa que sus padres le
hicieran si con eso podía protegerlo, porque tenía a alguien a quién querer proteger.

—Es verdad — susurró Sirius, antes de irse de la habitación.

—¿Por qué crees que esté aquí? — le preguntó James esa noche.

—Porque Malfoy es un imbécil y Narcissa desgraciadamente está casada con él.

Ambos estaban recostados en la cama de James.

Prongs frunció el ceño — Sí, pero lo soportó durante todo este tiempo.

—Lo cual demuestra que Regulus tiene una increíble y extraordinaria paciencia — replicó Sirius
— Es mi hermano, James. No podemos desconfiar de él.

No podía volver a hacerlo. No lo soportaría.

—Lo sé — susurró su amigo — No quiero hacer eso. Es solo que… me preocupa.

Sirius sabía que era así.

James Potter era ese tipo. Siempre preocupado por los demás. Siempre queriendo proteger a las
personas que amaba.

Sonrió traviesamente — Prongs, ¿estás celoso que me vaya a monopolizar y robar de tu lado? No
sabía que me amabas tanto. Te prometo que en mi corazón hay suficiente amor para tener dos
hermanos. Dos y medios si contamos a Pete.

—Púdrete, Pads — contestó James, pero sonrió.


Sirius se rio.

—Pensé que te molestaría ver a Regulus después de la cosa con Remus.

Su corazón dolió. ¿Qué cosa con Lupin? se preguntó intrigado. Lo despreciaba, era cierto. Hubiera
preferido que Regulus se hiciera amigo de cualquier otra persona en vez de Remus Lupin. Desde
primer año no soportaba al Slytherin. Odiaba verlo, odiaba estar cerca de él, odiaba su maldita
forma que tenía de mirarlo, como si fuese más estúpido que él, como si supiera algo que él no, y la
manera en la que se burlaba en esa mirada silenciosa que lo alteraba. Sentía su sangre hervir
cuando estaban en la misma habitación. Y odiaba todo eso.

Pero no permitiría que Remus Lupin fuera una causa para desconfiar de Regulus.

—Me da igual lo que haga o deje de hacer Remus Lupin — declaró Sirius con frialdad — No es
asunto mío.

James encaró las cejas — Lo que tú digas, Pads.

Regulus y James discutían sobre quidditch en el patio, el elfo doméstico de los Potter les llevaba
tarta y jugo de calabaza a Peter y Sirius, que veían la discusión con entretención. Este año
Dumbledore les había dicho a los Potter que los chicos tuvieran cuidado con salir de casa, porque
los ataques habían ido en aumento. Era extraño, lo fácil que era en una sola noche encontrar
destruidos tantos hogares, bajo la marca tenebrosa. Le hacía sentir que la lucha no tenía sentido si
era tan fácil perderlo todo en una sola noche. Pero también se sentía furioso por no ser parte de la
resistencia, por no poder pelear como un Gryffindor y enfrentarse a esos monstruos. James sentía lo
mismo. Ya tenían la mayoría de edad, eso debería haber sido suficiente para unirse a la orden, pero
Dumbledore se negó.

—Aun no — había dicho.

Era frustrante.

Mientras otras personas arriesgaban sus vidas para defenderlos, ellos estaban resguardados en la
casa de los Potter.

—No pienso hablar con alguien que realmente piensa que los Chudley Cannons son el mejor
equipo de quidditch — le escupió Regulus.

James frunció el ceño — Son el mejor equipo de quidditch y te duele aceptarlo, Black.

El chico puso los ojos en blanco — Por Merlín, no sabes de que estas hablando.

—Santo Godric, se multiplicaron — exclamó Pete.

Sirius asintió — Es terrorífico si piensas que una vez besé a Prongs.

—Bueno, entre tu familia eso es… — Peter tragó cuando Sirius le dio una mirada oscura — Está
bien, me callaré.

—¡No somos iguales! — gritaron Regulus y James.

—Eso prueba mi punto — se quejó Sirius cruzándose de brazos.


—¡No es verdad! — insistieron a la vez y se miraron con odio.

—Quidditch — empezó Peter tomando un pedazo de tarta de frambuesa.

—Tú también estás en el equipo, Pads — replicó James — Equipo del que soy capitán.

—Sí, pero ser capitán es una cosa de ustedes, malditos obsesivos.

Peter sonrió con maldad — ¿Te refieres a que ambos son tan obsesivos que estuvieron enamorados
durante años de una sola chica, la cual durante años no se dieron cuenta de que ellos existían, hasta
que años después salieron con otro chico?

—Me gusta como cuentas las cosas, Wormie — lo felicitó Sirius con una sonrisa.

—Eso no es justo — alegó Reggie — Pandora sí sabía que yo existía. Éramos amigos antes de
salir.

—Hey, Evans y yo también somos amigos.

Regulus hizo un gesto desdeñoso con la mano — Por favor, durante años estuviste eufórico solo
por decirle hola y que ella no te maldijera. Lo mío con Pandora es diferente.

—¿Por qué estabas dispuesto a no decirle ninguno de tus sentimientos hasta que se comprometió
con otro chico? — preguntó Peter con inocencia.

Sirius se rio — Estás de racha hoy, Wormie.

El chico se encogió de hombros reprimiendo una sonrisa.

Regulus miró a su hermano con indignación — ¡No alcanzó a comprometerse!

James lo pensó — Sí, no sigue siendo la mejor estrategia de conquista.

—La de Sirius no fue mucho mejor — comentó Wormtail distraído con la tarta — Estuvo años
obsesionado con alguien hasta darse cuenta de que se quería acostar con él.

Sirius frunció el ceño — ¿De qué estás hablando?

—Sobre lo tuyo y Lupin — insistió Peter

—¿Qué es…?

—Wormie, lo habíamos hablado, Sirius aún no está listo para hablar sobre Remus — le susurró
James a Peter.

—Oh.

Sirius entrecerró los ojos — ¿Por qué querría hablar de ese maldito bastardo despreciable?

James levantó las manos en una señal apaciguadora — Está bien. No es momento. Entiendo.

Regulus suspiró con cansancio — Vamos, Sirius, estoy seguro de que puedo ganarte en una carrera.
Ven a volar.

Sirius aceptó el reto.

Pero las palabras que dijeron no se borraron de su mente.


Remus Lupin.

¿Qué tenía que ver él con Remus Lupin?

No te obsesiones, se dijo.

Pero Sirius siempre tuvo una pequeña obsesión con el tema de Remus Lupin. Aún más cuando
tenía que ver con Regulus. Cuando Lupin se hizo amigo de Reggie fue el peor momento en la vida
de Sirius. Se sintió celoso y humillado, pero jamás lo admitiría.

Encontró a Regulus en la biblioteca de los Potter.

—No has estado recibiendo cartas.

Regulus tenía una expresión indiferente frente al piano — No sé de qué hablas.

Sirius suspiró y se sentó a su lado — Veo tu expresión ansiosa cuando Fleamont llega y no… no
trae cartas de ese bastardo.

Veía llegar las lechuzas con una expresión cargada de ansiedad.

Salía de malhumor cuando no llegaba una carta con la tosca letra descuidada de Lupin.

Ninguna carta de Remus Lupin eran una señal de alerta. Desde que se hicieron amigos, Regulus
recibiría una carta cada cierto tiempo. A veces eran notas breves. Parecían más una notificación de
que estaba vivo a una verdadera carta. Pero eran constantes. Y ahora, que algo había obligado a
Regulus a dejar a los Malfoy, no había una sola carta de su parte.

Era sospechoso.

—No tiene por qué escribir.

Sirius estudio la expresión indiferente de su hermano. Era bueno ocultando sus emociones. Pero
Sirius era su hermano. Y si algo sabía sobre Regulus y Remus, era que Regulus lo amaba tanto
como Sirius amaba a James Potter.

—¿Te preocupa?

—No, puede cuidarse — mintió.

—Por supuesto, ¿qué puede dañar a un hombre lobo? — se burló —Lo siento.

Regulus lo ignoró tocando las teclas.

Sirius se rio al reconocer la melodía de Changes.

—¿Qué te pasa? — preguntó Regulus enarcando una ceja.

—Solo… — frunció el ceño con una sonrisa tirando de sus labios — Solo me parece gracioso que
dos magos sangre puras estén tocando a Bowie en piano. Mamá estaría furiosa.

—Mamá siempre estaba furiosa.


Era cierto. Nunca la vio sonreír, al menos no sinceramente. O estar orgullosa de él. Cuando era un
niño pensaba que no había brujo más poderoso que su madre. Incluso su padre se detenía ante una
advertencia de ella. Pero a medida que crecía, a medida que la decepcionaba una y otra vez,
comenzó a pensar que no había bruja o mago más cruel que su madre. Porque ella era un monstruo
que disfrutaba cortar a sus propios hijos.

—¿Habló contigo? —preguntó, recordando la última vez que la había visto — En la boda de
Cissy.

—Me dijo que… — Regulus lo miró, una expresión atormentada — Bellatrix me dijo en el Yule
que te borraron del árbol.

Sirius intentó no sentirse decepcionado.

—Siempre supimos que iba a ocurrir.

Reggie guardó silencio

—Lo siento.

—No es culpa tuya — respondió Sirius.

Pero Regulus miraba fijamente las teclas.

—Lo siento, Sirius.

Sirius siempre lo supo.

Odio a sus padres un largo tiempo. Los odiaba incluso cuando estaba paralizado por el temor que le
inspiraban.

Quizás siempre guardaría un profundo rencor hacia ellos.

Esa noche de navidad estuvo a punto de morir.

Y lo que le dolía era que ellos lo hubieran disfrutado.

Porque tenían a Regulus.

Regulus siempre fue su reemplazo.

Pero ese chico lo sacó de ahí. Incluso tras años de desprecio y de una relación terrible entre ellos.
Incluso tras las bromas, las venganzas y los insultos. Regulus lo salvó.

—Eres la única familia que me importa — le dijo.

Regulus apartó la mirada.

Pero Sirius lo vio.

La manera en la que sus ojos se llenaron de lágrimas.

Sonrió.

Y apoyo su cabeza en el hombro de Regulus.

Mientras que su hermano continuaba tocando en el piano.


—Moony se fue — confesó Regulus una vez que dejó de tocar.

Sirius se sintió desconcertado.

Desde que Regulus entró a Hogwarts el bastardo de Remus Lupin siempre estuvo a su lado.

Que se hubiera ido dejando a Regulus atrás era… antinatural, de alguna forma.

Y odió la sensación de traición que sintió en su pecho.

¿Por qué se sentía traicionado?

Veía la expresión inescrutable de Regulus. Y pensaba en que volvía a encerrar sus emociones,
como lo hacía cuando vivían con sus padres, en un lugar en el que si mostraba vulnerabilidad
terminaría siendo lastimado.

Quizás sí entendía por qué se sentía traicionado.

Podía despreciar a Remus Lupin. Odiarlo más que a cualquier persona. Desear que se perdiera.
Pero era una persona a la que Regulus amaba. Y odiaba más la idea de que otra persona a la que
Reggie amaba lo volviera a decepcionar y herir.

Ya era suficiente, pensó Sirius con culpa y rencor.

¿Cómo se atrevía a simplemente irse? ¿Había dejado una nota? ¿Había prometido volver? ¿O solo
se fue de la vida de Regulus sin dar explicaciones, sin decir una puta mierda y sin intenciones de
regresar?

Sintió un gran rencor encenderse dentro de sí. Y pensó que las cosas no podían ser así. Tenían que
hacer algo.

—¿No es peligroso que un monstruo este suelto? — preguntó con desdén.

Porque era un hombre lobo. Todos lo sabían. Y esa era una de las muchas razones por las que
podrían encontrar a Remus Lupin si lo intentaban.

—Dumbledore ya lo sabe — respondió Regulus, sin poder ocultar una mueca de desdén — Dijo
que estaba bien, que él… él le pidió ir a un lugar, lejos, pero… pero no sé cuándo volverá y yo…
yo necesitaba…

Sirius lo abrazó.

Regulus lloró en sus brazos.

—Me preocupa, Sirius.

—Lo sé — respondió su hermano. Aun si odiaba a Remus Lupin con todo su corazón, jamás
querría ver a Regulus triste.

Ya tenían suficientes razones por las que llorar.

Maldito Remus Lupin, pensó con rencor.

Chapter End Notes


Pronto se viene la perspectiva de Lily, ¿qué piensan sobre eso? ¿Extrañan a Remus de
narrador?
Rencores

Otoño, 1977

Su último año, pensó Sirius con un sentimiento de tristeza y nostalgia cuando llegaron a la
plataforma 9 ¾. Era la última vez que haría el viaje en el expreso de Hogwarts junto a los
merodeadores y su hermano. Se sentía como terminar una gran era. Y pensó en el niño pequeño y
arrogante que quería ser quien se revelara contra toda su familia. Habían pasado muchos años
desde entonces. Ya no era el heredero de los Black. No salvó a Regulus de las garras de sus padres,
sino que fue Regulus quien lo salvó a él. Y había encontrado una nueva familia, junto a sus
merodeadores, junto a Regulus, junto a…

Sirius frunció el ceño, sintiendo un vacío en su pecho.

Había algo que faltaba.

Pero no sabía qué era.

—¡Pete! — gritó una hermosa chica, su largo cabello negro trenzado ondeaba tras de sí, sus ojos
oscuros brillaron al ver a su novio.

—Pensé que habían terminado — dijo Sirius.

Peter le lanzó una mirada oscura — Eso fue en julio, volvimos en agosto.

—Claro, cómo pude olvidarlo — se burló.

Pero su amigo lo ignoró al ser recibido con un gran abrazo de Dorcas Meadowes.

—Es extraño, no entiendo cómo se odian y al siguiente minuto están juntos de nuevo — se quejó
Sirius.

James tosió sospechosamente — Ajá. No lo entiendes.

—¿De qué hablas?

—Bueno, tú y Remus — sonrió James con tristeza.

Sirius sintió un latido doloroso en su pecho.

—¿Remus y yo qué?

Pero su amigo negó con la cabeza y suspiró — Olvídalo, Pads. Lo siento. Sé que es un tema
prohibido. Iré a buscar a Evans, este año somos headboy y headgirl. ¿Nos vemos luego?

—¡Estarás siempre en mi corazón, Prongs! — gritó Sirius al verlo alejarse.

—¡Y tú en el mío, amor! — respondió James con su sonrisa habitual del chico dorado de
Gryffindor.

Sirius se preguntó qué quería decir James.


Peter también había hecho comentarios así durante el verano, siempre era callado por James o
Regulus, como un tema que Sirius no comprendería. Y le molestaba no entender qué era todo eso.
Le hacía sentir frustrado y enojado. Cada vez que escuchaba el nombre de Remus Lupin sentía una
opresión en su pecho, un conjunto de emociones de rencor y furia. Se suponía que eran aliados, por
Regulus, solo por él. Se necesitaban para protegerlo. Sirius odiaba necesitar a Remus Lupin. Era
algo despreciable. Necesitar a alguien como él, que era cruel, que era tan despiadado, y que al final
había abandonado a Regulus este verano.

Se preguntó que era tan importante para Lupin que no había podido enviar una sola carta a
Regulus. No quería que Reg sintiera lo mismo que él había sentido cuando sus padres ocultaron sus
cartas. Porque había dolido. Dolía saber que alguien a quien amabas le era tan fácil dejar de
quererte y olvidarse de ti.

Buscó con su mirada a Remus Lupin. Siempre terminaban encontrándose de alguna manera tan
pronto como cruzaban la plataforma. Pero no lo encontró.

—¿Perdiste a alguien?

Sirius volteó.

Lily Evans lo mirada con una ceja enarcada.

Se veía distinta. La navidad pasada había cortado su cabello, ahora lucía una gran y larga melena
pelirroja que caía como cascada por su espalda. Pero no era solo eso. Sus rasgos eran más afilados,
de alguna manera tenía una mirada más fría. La hermosa pelirroja siempre fue como un fuego
cálido, seguro y luminoso. Por eso James Potter la amaba.

Ahora Lily Evans era un peligroso fuego que amenazaba con destruir todo a su paso.

¿Qué le había ocurrido durante el verano?

—Evans — respondió Sirius desconcertado — Yo solo…

—Él no está — lo cortó Lily.

Sirius hizo una mueca — No sé de qué hablas.

—Remus no está.

Sintió su cuerpo tensarse — Eso no es asunto mío. Lupin no me interesa.

Lily lo miró durante un momento, analizando, buscando algo dentro de él. No sabía qué era
exactamente. No estaba usando legeremancia, Sirius lo sabría. Pero… pero era extraña. La forma
en que la mirada de Lily lo analizaba como si fuera una cazadora examinando a un animal herido.

—Bien — dijo.

Y lo dejó solo, sintiéndose confundido.

James Potter suspiró al llegar a su lado y ver a Lily dirigirse al tren — Quiero casarme con esa
mujer.

Pero Sirius Black seguía pensando en las palabras de Lily, en la manera en la que había dicho que
Remus Lupin no estaba, en el rastro desolado de su voz al decirlo.

Sintió un escalofrío.
¿Dónde estaba Remus Lupin?

Sirius pensó que lo encontraría a durante la cena en el gran comedor.

Pero no apareció.

Pensó que estaría en su habitación, quizás demasiado cansado para venir a la cena.

Pensó que lo vería al día siguiente durante las clases que compartían con Slytherin.

Pensó que estaría aquí. ¿Por qué no estaría aquí?

Pensó que lo vería, y seguiría odiándolo por ser un imbécil y un cretino. Por ser despiadado y cruel.
Por no responder ninguna carta de Regulus y hacerlo sentir miserable. Por ser todo lo que Sirius
alguna vez quiso ser.

Pero Remus Lupin no apareció.

Durante meses… él no volvió con ellos.

Sirius se obsesionó un poco con eso.

Pero Regulus no diría palabra. Siempre fue bueno guardando secretos.

Soñaba con él.

Durante todo el verano, pasó días y noches soñando con fragmentos de recuerdos. Sin entender
todo lo que se le había quitado. Sin comprender por qué despertaba sintiéndose tan abrumado por la
pérdida que no recordaba.

Sirius deseaba desesperadamente encontrar las respuestas.

A veces era demasiado doloroso despertar de un hermoso sueño y sentir que lo había perdido todo.
Incluso si no lo sabía, incluso si no lo recordaba, su corazón lo sentía.

James Potter estaba ahí para él. Podría hablarlo con él, sabía que James de alguna forma
entendería. Porque siempre lo entendía.

Sirius adoraba a James Potter de una manera difícil de explicar. La única forma que se le ocurría
para describirlo eran almas gemelas.

Pero no era suficiente, pensó.

Necesitaba descubrir que era lo que faltaba.

—¿Por qué no ha vuelto a Hogwarts? — les preguntó a sus amigos.

Peter gimió — No otra vez… ¡llevas haciendo las mismas malditas preguntas una eternidad!

Era cierto. Pero es que aún no encontraba una respuesta. Regulus guardaba silencio al respecto.
Diciendo que era algo que él no entendería. Amaba a su hermano, pero si volvía a recibir esa
respuesta estaba seguro de que le lanzaría una maldición.

Había algo, intuía.

—Lily fue a la oficina de Dumbledore — dijo James acomodando sus lentes — Le dijo que estaba
haciendo un intercambio.

Lily Evans fue otra de las víctimas de interrogatorio de Sirius Black después de la primera semana
en Hogwarts. Al principio pensó que Remus Lupin podría estar enfermo, que quizás era una
enfermedad lobuna o algo así. Pero Lily se comportaba extraña cada vez que se mencionaba el
nombre de Lupin. Era su mejor amiga, era su exnovia, era una de las personas más cercanas al
Slytherin. Y cuando escuchaba su nombre su mirada se volvía sombría. Sirius no sabía qué
significaba eso. Pero sentía algo oscuro, sofocante y abrumador en su pecho al pensar en las
posibilidades.

El tiempo pasaba. Remus aun no regresaba. Y Sirius estaba enloqueciendo en vez de celebrar que
el maldito y despreciable Slytherin estaba desaparecido de la faz de la tierra.

—¿Lo creíste? —le preguntó a su mejor amigo, su mirada atrapando la suya.

James dudó.

—Ahí está el problema — señaló Sirius con insistencia — Necesitamos averiguar qué está
sucediendo.

Qué le pasó, pensó con desesperación.

James se sentó en el borde de su cama y lo miró con mucho cuidado —¿Quieres hablar de Remus,
Pads?

—¿De qué hablan? — preguntó retrocediendo un paso.

—Sobre lo tuyo y Lupin — dijo Peter distraído con los deberes sobre su cama.

Ahí estaba otra vez. Ese fuego rencoroso ardiendo en su corazón.

— ¿Por qué están tan obsesionados sobre Lupin y yo? Una cosa es que haya desaparecido y quiera
averiguar lo que sucedió, pero ustedes lo dicen como si hubiera algo más.

—Bueno, es que él y tú, ya sabes — respondió Pete con nerviosismo.

—¿Nosotros qué?

—Rompieron.

Sirius se rio con amargura — ¿Nosotros romper? Nunca ha existido un nosotros. No tengo idea de
lo que están hablando.

—Pero… — Peter se veía ofendido.

James levantó las manos de manera reconciliadora — Está bien, Pads. Aun no es momento. Lo
entendemos. No volveremos a preguntar hasta que estés listo.

—Pero…

James le dio una mirada muy al estilo de Euphemia Potter.


—Hasta que estés listo — refunfuñó el chico como si hubiera sido regañado.

Pero eso solo lo hizo sentirse más furioso.

Porque había tenido un sueño… diferente.

Sirius todavía no decidía cómo se sentía al respecto. Solo tenía bastante claro que no les podía
decir a Wormtail y Prongs. De ninguna manera podría decirles sin morir de la humillación.

—Black —el sonido ronco de su voz, siendo casi un gruñido en su oído.

Sirius se estremeció ante el sonido.

—Lupin — respondió en un jadeo.

Era la sonrisa malvada de Remus Lupin en la oscuridad.

Era la mirada perversa de una criatura oscura, tomando el control sobre él.

La forma en la que aprisionó sus manos, entrelazando sus dedos con los suyos y sujetando sus
manos sobre su cabeza.

La manera en la que su pecho subía y bajaba por su respiración.

El latido enloquecido de su corazón.

—Sé lo que eres — gruñó Sirius, pero era más un gemido que un sonido amenazante.

Remus lo miró satisfecho.

—Dime — susurró en sus labios.

Sus cuerpos tocándose.

El calor extendiéndose.

Sirius sintiendo el dolor de contenerse ante Remus Lupin.

Despertó antes de que pudiera ocurrir algo.

Pero tuvo que tomar una ducha muy fría para quitarse la sensación que le había dejado el sueño.

Era el primer sueño del que estaba seguro recordar cada detalle y tenía que ser con el bastardo
desgraciado de Remus John Lupin.

Se quedó mucho tiempo en la ducha preguntándose qué habría pasado si hubieran continuado. Es
decir, ambos eran dos chicos, y durante toda su vida, Sirius solo recordaba besar una vez a James
Potter para reforzar su amistad. ¿Qué se hacía con un chico? ¿Se sentiría igual a lo que le
provocaba Mary cuando ellos dos lo hacían? ¿O sería… diferente?

Sirius negó con la cabeza — No, no, no, no.

Porque el pensamiento de llegar a algo más con Remus Lupin se sentía casi… embriagador.
—Es un Slytherin — se recordó.

—Es un hombre lobo — se recordó.

—Y es un chico — gruñó.

Pero volvió a preguntarse si debería haber dejado el hecho de que es un chico al final de su lista de
razones por las que estaba mal fantasear con un enemigo jurado de los merodeadores.

Luego se preguntó por qué le parecía mejor que fuera un hombre lobo en vez de un Slytherin.

Y para cuando salió de la ducha, se juró jamás contarle a nadie sobre esto.

Celebraron su cumpleaños.

Cada año sus mejores amigos eran ruidosos y unos tontos. Pero Sirius los amaba por eso.
Celebraban su cumpleaños como si fuera el mejor evento de sus vidas. Las personas le sonreían, lo
felicitaban y lo adoraban. Y Sirius estaba tan encantado por eso.

Minnie suspiró con cansancio. Cada año era lo mismo. Intentaba lidiar con las tradicionales bromas
de Halloween hasta este día. Pero esta vez lo miraba distinto. Sirius juraría que lo miró con un
enorme cariño.

—Feliz cumpleaños, Sirius — le sonrió antes de irse.

Sirius se quedó perplejo.

—¿Minnie acaba de ignorarnos? — preguntó Peter.

—Creo que eso significa que le da igual lo que hagamos.

—¿Ganamos?

James asintió — Ganamos.

Hicieron una gran fiesta en la torre de Gryffindor.

Los pequeños estaban acostados en sus dormitorios.

Los mayores estaban emborrachándose con whiskey de fuego, vino de elfo, o el ron barato que
consiguieron de Hog´s Head.

Se escuchaba a Bowie.

Mary MacDonald bailaba usando un hermoso vestido azul y Sirius se preguntó por qué terminaron
si ambos se agradaban y encajaban juntos.

Lily se reía de algo que decía Regulus a ella y Pandora.

James y Peter discutían sobre la siguiente canción.

Marlene besaba a Calíope y la chica le respondió con una sonrisa brillante.

Sirius se sintió extraño al verlas.


Era como si estuviera a punto de recordar algo y antes de poder hacerlo volviera a perder la
respuesta que deseaba encontrar. Era un vacío en su pecho que no entendía, pero dolía. Era un
sentimiento ansioso que le producía el sueño con Remus John Lupin.

Seguía intentando ignorar lo que sintió en ese sueño.

Intentó muchas cosas para hacerlo.

Bebió trago tras trago, emborrachándose.

Se acostó con una chica de Ravenclaw, tratando de perderse en el placer.

Hizo estallar los baños de las mazmorras, solo por diversión.

Y cambió el color de la señora Norris de regreso a la sala común.

Pero nada parecía ser suficiente para hacerlo olvidar que deseaba a Remus Lupin.

Y saberlo lo enfurecía.

Fue durante una luna llena.

Regulus estaba distinto.

Ambos salieron a Hogsmeade.

Estaban caminando hasta el pueblo y Regulus miraba la luna.

El profeta llegó esa mañana, hablando de una gran masacre durante un festival muggle con la
marca tenebrosa brillando en el cielo. Fue algo horrible, tan horrible que el ministerio tuvo que
cubrir el incidente para que las noticias muggles no enloquecieran sobre una cacería de magos
tenebrosos y los asquerosos hombres lobos.

Eran despreciables. Cada uno de ellos.

Los mortífagos.

La magia oscura.

Los hombres lobos, pensó con rencor.

—¿Piensas en él? — preguntó a su hermano.

Regulus cambió su expresión.

Solía ser indiferencia y frialdad, porque los años en los que era el joven amo Black estaban
incrustados en sus huesos y en su carácter. Regulus Black se convirtió en el príncipe oscuro de
Slytherin y para ello tenía que resguardar sus sentimientos.

Pero Sirius lo veía claramente.

El miedo, la frustración, el dolor y la ira.

Estaba en sus ojos, estaba en la mueca de sus labios, estaba en su postura.


Cada emoción estallando a su alrededor.

—Es un maldito imbécil — escupió con enojo — Se suponía que iba a regresar. ¡Me prometió que
regresaría! ¡Pero han pasado meses!

—Reg… — dijo Sirius asombrado.

Pero Regulus Black estaba demasiado furioso para siquiera ser consciente de lo que estaba
diciendo.

—Ese perro estúpido… No le importa morir si piensa que con eso me está protegiendo, es un
imbécil autodestructivo y estúpido — su rostro enrojecía a medida que su ira aumentaba — Solo
quería que volviera… Y es mi culpa, es mi maldita culpa si algo le pasa…

Ese latido. Ese latido doloroso que oprimía su pecho estaba ahí.

Sirius sujetó los brazos de su hermano —¿Qué pasa, Gigi? ¿Qué está mal?

Pero Regulus negó con la cabeza mientras lágrimas furiosas hacían brillar sus ojos.

—Es mi culpa, Sirius… todo es mi culpa… si yo no… si yo me hubiera quedado con ellos, si no le
hubiera pedido ir conmigo a ese infierno… Todo es mi culpa.

Sirius sentía que moriría si no descubría qué era lo que Regulus había hecho.

—Reg. Reggie, mírame — le pidió, era casi un ruego — Por favor, dime qué pasó.

Regulus enfrentó su mirada. Y había tanta desesperación en sus ojos.

—No lo sabes…

—No — coincidió Sirius, reprimiendo la urgencia que sentía por entenderlo — Pero quiero saber.

Regulus volvió a negar — No puedes entenderlo.

Estaba tan harto de recibir esa respuesta. Pero antes de que pudiera replicar, Regulus lloró.

—Hay algo… que te quitaron y no lo sabes. Y puede ser doloroso si lo ves. Pero, pero pienso que
es tuyo. Porque tú…— sacudió la cabeza con lágrimas en sus ojos — Lo siento, Sirius. No
deberías… no tienes que pasar por esto.

—Reg — sostuve su rostro — ¿Qué sucedió? ¿De qué estás hablando?

—Un obliviate.

Por un momento, nada de esto pareció real para Sirius.

Soltó a su hermano y retrocedió.

Obliviate.

¿Por qué…?

Obliviate.

Sirius llevó una mano a su cabeza.


El vacío en sus recuerdos. Los sueños que no entendía. Esa ausencia que sentía tan dolorosamente.

—¿Me quitaste mis recuerdos? — preguntó sintiéndose vulnerable, débil y pequeño.

¿Regulus era capaz de hacerle algo así?

¿De quitarle algo tan importante?

Regulus negó con la cabeza — No, discutí con él. Pero estaba decidido. Él sabía los riesgos y aun
así…. Aun así, siempre fue su plan dejarnos.

Cada cosa comenzaba a tener sentido.

Era la voz de un chico diciéndole que Laura amaba a Carmilla incluso después de la muerte.

Era Peter Pettigrew insistiendo en Remus Lupin saliendo con él.

Era la mirada cargada de algo doloroso de Lily Evans al decir que Remus no estaba.

Era la culpa de Regulus y el tono de su voz cada vez que decía lo siento durante ese verano.

Era el vacío que sentía y la obsesión de seguir la pista de un chico al que despreciaba tanto.

Era un beso en la lluvia, haciendo eco en su mente una y otra vez antes de volver a olvidarlo.

—¿Reg?

—Sí quieres puedo darte tus recuerdos de nuevo. Si después de verlos quieres volver a dejarlos, te
ayudaré. Pero debe ser tu decisión, Sirius.

—Ese jodido bastardo de mierda — respondió Sirius Black con su mirada ardiendo — Deshazte
del hechizo. Quiero cada recuerdo que Remus Lupin haya alterado.

Pasaron muchas horas en silencio.

Estaban sentados frente a la casa de los gritos.

El atardecer llegaba. Y deberían volver a Hogwarts. Pero Sirius miraba fijamente hacia la casa,
intentando controlar esa furia peligrosa que sentía extenderse en cada parte de su ser.

Porque le dolía.

La manera en la que todo terminó.

Le dolía en el alma haber amado Remus Lupin y sentirse tan malditamente traicionado.

La traición de ser dejado.

La traición de haber creído en un monstruo.

La traición de ser robado en lo único que era suyo.

Porque cada recuerdo era suyo, le pertenecía a él, y Remus Lupin había intentado destruirlos.

Quería lastimarlo.
Quería encontrarlo y lastimarlo.

Quería devolver el tiempo y pedirle que se quede a su lado.

Quería regresar atrás y nunca haberse enamorado de él.

—¿Estás molesto conmigo?

El enfado de Sirius se suavizó. Regulus se veía como un niño perdido. Demasiado similar a su
adorable hermanito que lo seguía corriendo por la mansión en medio de una de sus travesuras a los
retratos de sus abuelos.

—No. En este momento solo estoy enojado con un hombre lobo imbécil y cretino.

—Sí — suspiró Regulus — Entiendo el sentimiento.

—¿Sabes dónde está?

Su hermano dudó — Pandora está intentando encontrarlo.

—¿Volverá?

— Debe hacerlo. Soy capaz de ir al mismo infierno y obligarlo a regresar.

—Entonces, ¿por qué no lo has hecho todavía? — replicó Sirius, sin poder evitar el tono venenoso
en su voz. Estaba confundido, por los recuerdos en su mente, por las emociones en su corazón y se
sentía tan jodidamente mal por todo eso, tan furioso, tan desconcertado, que quería dañarlo, solo
para que se sintiera tan miserable como él.

Regulus tenía una expresión cargada de dolor—Porque lo último que me dijo es espera. Y eso es lo
que hago, Sirius. Esperar a que mi hermano mayor me quiera mirar de nuevo, esperar a que mamá
no vuelva a cortar nuestra piel, esperar a que Moony regrese con nosotros…

Sirius negó con la cabeza.

—¿En qué momento todo se fue a la mierda? Éramos felices, Regulus, estábamos bien. Yo lo
amaba, nosotros empezábamos a confiar y esto… ¿en qué momento ocurrió?

Regulus se rió. Una risa amarga y cruel.

—¿De verdad creíste que podíamos tener todo eso?

Sí, pensó con ingenuidad. Deseando volver a esos días. Los días en que ellos eran merodeadores,
los días en que Remus estaba con ellos, y el verano aun no llegaba a destrozarlo todo.

—¿Por qué no podríamos tenerlo?

—Porque nadie rescata a un Black sin un precio a cambio — susurró Regulus con voz vacía.

Sirius despertó. Era otro día más.

Se quedó unos momentos mirando las constelaciones en el techo.


James lo ayudo a hechizarlas. Para las pesadillas.

Sentía un horrible vacío en su pecho.

La ausencia de Remus Lupin.

Remus ya no está aquí, pensó con un latido doloroso.

Regulus tampoco sabía a dónde fue.

Remus Lupin había desaparecido y lo dejó atrás.

Sirius sabía que había demasiadas cosas que desconocía sobre Lupin. Pero jamás creyó que sería
capaz de dejar a Reg.

Aunque eso ya no importa, se recordó. También creí que me amaba lo suficiente para salvar lo
nuestro.

Los merodeadores seguían haciendo sus bromas.

Sirius trataba de borrar cada uno de sus pensamientos sobre Remus Lupin absorbiendo cada
segundo de su tiempo en encontrar las combinaciones de hechizos para su próximo ataque.

Hogwarts se estaba convirtiendo rápidamente en un campo de batalla.

Regulus le había ofrecido borrar sus recuerdos de Remus. Volver a como Lupin lo dejó. Vacío y
estúpido. Odiándolo solamente por ser una víbora que se había robado a su hermano menor, en vez
de sentir todo lo que conllevaba haberse enamorado de ese hombre lobo.

Sirius le dijo que se pudriera.

Después lloró.

Y Regulus se quedó con él.

Un largo, largo tiempo.

No volvieron a hablar sobre eso.

No quería olvidar lo que vivió con Remus Lupin. Las noches antes de la luna llena siendo sometido
por la bestia. Las risas en su cuello cuando se robaban algunos momentos fugaces. La sensación de
su mano entrelazada con la suya. El sonido de la voz de Remus susurrando que era el ser más
hermoso que había visto antes de besarlo intensamente. El brillo divertido en su mirada cuando
reían junto a sus mejores amigos.

Amaba cada una de esas cosas de Remus Lupin.

No quería borrar nada de eso.

Solo quería que su mente dejase de repasar cada detalle, cada momento, cada beso, caricia y
suspiro que vivieron. Porque era insoportable haberlo tenido todo y ahora estar solo.
Lily Evans
Chapter Notes

Este es un capítulo desde la narrativa de Lily que me hace mucha ilusión porque amo
a Lily y escribirlo fue muy sencillo y fluido. Me encanta el personaje de Lily y me
molestaba no haber explorado un poco más de ella hasta ahora. Espero que les pueda
gustar aunque no sea Remus, quien va a estar regresando pronto como narrador, lo
prometo.

Otoño, 1977

Remus tenía una expresión sombría. Había hecho algo. Lo sabía. Pero Lily pensó que si no podía
salvar a Sev al menos podría hacerlo con Remus. Ella quería rescatar su amistad todas las veces
que fuera necesario, para asegurarse de que fuera feliz, libre, e inocente.

Porque Severus Snape le había dicho que se sacrificaría para salvarla.

Fue antes de que él abandonara la casa de sus padres, el primer día que regresaron de Hogwarts.

Lo miraba con furia —¿De verdad no cambiaras, Severus?

La última vez que hablaron fue hace meses, cuando se divulgó el rumor de que Lily ahora salía con
James Potter. Severus le rogó para hablar, y habían sido horas de perdón, de súplicas, de
explicaciones estúpidas sobre por qué era necesario todo esto, por qué necesitaba hacerle entender
que tenía que sacrificarse para que ella pudiera vivir. Horas dolorosas en las que Lily asumió que el
chico que ella quiso, el chico que era su amigo, el primer amigo que tuvo se convertía en algo
oscuro, quebrado e infeliz. Lily había estado con él cuando su padre lo lastimaba, lo llevaría a su
casa, se aseguraría de que estuviera bien, limpiaría sus heridas y su corazón sufriría por no
protegerlo. Lily había estado cuando Severus era molestado por otras personas, y les gritaría
enfurecida. Lily había estado cuando Severus necesitaba a alguien para no perderse. Pero no fue
suficiente, pensó

Cuando Severus Snape habló sobre James Potter, Lily le advirtió que no volvería a hablarle si
seguía siendo un estúpido. Pero Severus se rio con amargura.

—No puedes realmente pensar que está bien salir con alguien como él — le dijo con rabia — Es
un maldito, Lily. Es un bastardo desgraciado y no te merece.

—Esa es mi decisión, ¿no te parece? — le había replicado con furia y una mirada oscura — Es mi
decisión, Severus. No es tuya. No necesito que me digas que está bien y que está mal. No necesito
tu aprobación para decidir con quien salgo, con quien soy amiga, y que haré con mi vida. Tú, entre
todas las personas, eres el menos indicado para juzgarme.

—¿Por qué? ¿Por qué a ti no te agradan mis amistades? — se burló con una mirada dolida.

—Traté una y otra vez, Severus — le dijo Lily — Una y otra vez, he intentado entenderte, he
intentado ignorar que tus amigos maldicen a mis amigas, que me insultan, que las lastiman. Pero ya
no puedo. Y no trates de decir que son lo mismo que mis amigos. Ellos no desean asesinar
personas. Los tuyos sí. Tú sí.

Severus recibió cada palabra como si fueran un golpe.

—Excepto por Remus Lupin.

—Cállate — le gruñó la chica — Jamás… jamás será lo mismo que tus malditos amigos.

Lily se había ido, furia esa vez. Volvió a Hogwarts y maldijo a cualquier Slytherin en su patrullaje
que estuviera acosando a otros estudiantes.

No había vuelto a hablar con Severus hasta que regresaron a casa.

El chico cargaba con una maleta vieja y rota.

Usaba una capa negra.

Era de noche, y no deberían estar en medio de la calle.

Pero Severus la miraba como si fuera una súplica y una tortura contemplarla.

—He pasado el último año queriendo morir cada vez que recuerdo lo estúpido que fui, Lily.

—Odias lo que yo soy — dijo Lily con desdén — Odias mi sangre, odias a mi familia y odias a mis
amigos.

Severus enarcó una ceja —¿Remus Lupin no es exactamente igual? Se junta con puristas de
sangre. Se hospeda en sus casas. Se alía con ellos. Puede alardear de que no piensa como ellos.
Pero al final del día, ¿eso es verdad? Es un maldito mago oscuro. Y se volverá un mortífago.
Entonces, ¿por qué, Lily? ¿Por qué es tan diferente?

Lily lo golpeó con un depulso.

—No te atrevas, Severus.

El chico rio con crueldad— ¿En verdad te agrada tanto ese maldito perro?

—Es mi mejor amigo, Severus. No te atrevas a insultarlo y mentir…

—¡Pero no es una mentira! — grito con desesperación y locura — Ve y pregúntale. Es un traidor,


Lily. Es un maldito mentiroso. Y…

Lily lo maldijo.

Severus lo esquivó. Su varita en mano.

—Lo haré por ti, Lily, enfrentaré cada infierno por ti — le dijo y su mirada era tan intensa—
Porque esta guerra es cruel. Y nadie nos salvará.

No importó lo mucho que Lily gritó.

Lo llamó idiota. Le dijo que era un bruto estúpido. Le dijo que se fuera a la mierda.

—Puedo protegerme sola — gruñó la chica — No me uses para justificarte por decidir ser un
asesino.
Pero Severus negó con la cabeza — No, Lily. El señor oscuro no perdonará a nadie. Y no busco
una justificación. No espero que lo entiendas. Solo… solo necesito saber que estarás viva. Ese es el
único consuelo que necesito para vivir.

Lily no lloró cuando Severus se fue.

Fue su primer amigo, en este mundo donde la magia es real, en el que las lechuzas entregan cartas,
hay varitas y pociones, y soluciones mágicas a tantos problemas.

Fue la primera persona que le dijo que ella era especial. La primera que la defendió de los demás,
por mucho que ella pudiera hacerlo. Le agradaba tener un amigo en quien confiar. Fue la primera
persona que le contó sobre lo maravillosa que era la magia y las cosas asombrosas que lograrían
una vez que fueran a Hogwarts.

Lily no llegó al castillo creyendo en las divisiones de casas, en los ideales y estereotipos de un solo
grupo. Ella quería ser valiente, lista, astuta y trabajadora. Y quería creer que las personas eran
nobles, y buenas, y que tenían una oportunidad.

Era un deseo infantil y tonto.

Lo entendió cuando Severus Snape se desvaneció.

Hace mucho tiempo que lo había perdido como amigo. Y no le agradaba la persona que era ahora,
en la que se estaba convirtiendo.

Lily se sintió decepcionada, frustrada y pensó ligeramente en qué podría haber hecho para cambiar
todo esto.

Pero no encontró respuesta.

Quizás no había ninguna.

Cuando el patronus de Remus la buscó por ayuda, su corazón solo pensaba en cuánto deseaba
salvarlo, en lo mucho que la torturaba la idea de perderlo, en que su vida no volvería a ser la
misma si seguía perdiendo a quienes amaba. Le dolía haber perdido su amistad con Petunia cuando
recibió su carta y ella no. Le dolía haber perdido su amistad con Sev cuando comenzó a creer las
mentiras de la sangre pura. Le dolía haber perdido su fe en Dumbledore cuando descubrió que
estaba dispuesto a hacer tantos sacrificios por un plan.

No soportaba perder a Remus Lupin.

Era su mejor amigo. Fue su primer pseudonovio. Era un alma gemela, al que amaba con todo su
ser, al que necesitaba.

—Podríamos… — comenzó Lily mirándolo con ansiedad y lágrimas — Remus, estoy en la orden.
Soy parte de esto… por favor, podríamos encontrar una manera. Una manera de arreglar esto. De
salvarte, de que nosotros…

—No, Lily — respondió Remus con una voz vacía

Y su nombre nunca se había escuchado de esa manera en sus labios. Como si le doliera en el alma
pronunciarlo.
—Esto no tiene arreglo.

Las puertas se cerraron tras de sí.

Y Lily quedó ahí, en esa habitación, sintiendo que su mundo volvía a romperse.

No. Me rehusó, pensó. Miénteme, Remus. Vamos. Miénteme. Yo te creeré.

Pero sus ojos se lo habían dicho.

Estaba ahí.

La verdad que le intentó ocultar durante todo este tiempo.

Recordaba la furia con la que Remus había visto a Dumbledore.

Y lo entendió.

Entendió por qué ahora su mirada se veía tan atormentada.

Era un mortífago.

Lily cerró los ojos. Quería llorar. Quería llorar más que cuando Remus le dijo que era un hombre
lobo. Él no era responsable de su maldición. No tenía la culpa de ser una criatura oscura. Pero
eligió esto. Había elegido dejarlos. Y dolía. Dolía en el alma. Porque eligió apartarla de su vida.
Eligió la crueldad. Eligió convertirse en lo que el mundo le repitió que sería una y otra vez.

—¿Lily?

La chica negó con la cabeza. La tormenta azotaba contra el ventanal. El cuerpo de Lily temblaba,
como si fuera golpeada por el viento, y sentía frío y se sentía lastimada.

Podríamos haberlo tenido todo, pensó con dolor. Pensando en cada oportunidad perdida, en cada
año perdido, en cada error que cometieron desde el comienzo. Cuando eran niños había
demasiadas cosas que desconocían e ignoraban, y eso los hizo cometer demasiadas
equivocaciones. Y ahora era tarde.

—¿Qué sucede, Lily? — le preguntó James con tanta preocupación

Y era tentador. Apoyarse en él. Dejar que James Potter la sostuviera.

Quiso creer en sus palabras de amor, en cada una de sus confesiones, en las mil veces que James
Potter le había dicho que lo que más deseaba era que Lily fuera feliz.

Ella lo abrazó. Lo abrazó porque necesitaba aferrarse a él. James Potter era un ancla, era lo único
que evitaba que se hundiera en un mar de tristeza, en un mar tempestuoso que amenazaba con
llevarla a la ruina.

—No pude salvarlo.

Lily Evans se unió a la orden ese verano.


—Es una niña — replicó Alastor Moody — La mataran.

Lily los miró desafiante — Tengo diecisiete años. Soy lo suficientemente mayor para
involucrarme. Y no pienso quedarme sin luchar.

Dumbledore guardó silencio ante sus palabras.

Lily se preparó para que sus pensamientos fueran vigilados por Dumbledore. Para este momento
Regulus Black le había enseñado oclumancia.

—Vas a necesitar ser un oclumante decente si eres parte de la Orden — le había señalado antes de
infiltrarse en el ministerio de magia — Yo… puedo enseñarte.

—¿Por qué lo harías? — preguntó Lily, desconfiada. Era extraño. Que Regulus Black le ofreciera
ayuda, siendo quienes eran. El príncipe oscuro y la sangresucia.

—Porque Dumbledore es un extraordinario legeremante — le respondió con una mirada


calculadora — Él sabrá lo que piensas, cuáles son tus intenciones, y si desconfías de él. Eso es muy
peligroso. Y eres demasiado importante para Remus.

Sintió la ligera presencia del director de Hogwarts. Lily se concentró en pensar en los valores de
Gryffindor, en la necesidad que sentía por defender a las personas, por darles la oportunidad de
vivir en un mundo donde sus vidas importaban.

Ocultó cada uno de sus pensamientos sobre Dumbledore.

La chica jamás lo perdonaría por sacrificar a tantas vidas.

Pero entendía por qué necesitaba su apoyó ahora mismo y hacerle creer que seguía siendo una
joven ingenua de Gryffindor, ansiosa por probarse a sí misma y jugar al héroe. Era la única que
podía unirse a la Orden del Phoenix para hacer algo. Y Dumbledore tenía que apoyar esa decisión.

El mago asintió — Es una joven muy valiente.

Durante su primera reunión en un cuartel secreto, descubrió que muchos miembros eran de
Gryffindor. Pero le sorprendió aún más ver a familias sangre puras. Algunos pertenecían a los
sagrados veintiocho. Y estaban ahí. Para pelear por gente como ella.

No supo identificar lo que sentía. Emoción, gratitud o coraje. Era una mezcla de todo eso.

—Hay registros, es así como los ubican — declaró en la mesa.

Frank Longbottom asintió — Eso tiene sentido. No sería del todo óptimo usar a las criaturas
oscuras para rastrear las casas de los mestizos y los nacidos de muggles.

—Registros… — murmuró Alice Greengrass — Sí. Pero eso significa que…

—Que se infiltraron en el ministerio — concordó Lily — Los registros del ministerio son la única
forma en la que pueden tener certeza de donde están. Los lobos no podrían cazar lejos de la luna, y
el resto de las criaturas oscuras también necesitan la ubicación.

—¿Cómo sabe eso la señorita Evans? — preguntó Dumbledore con amabilidad.

Lily le dio una mirada furiosa — Porque yo misma me infiltré en el ministerio antes de prenderle
fuego a todos los documentos.

Los hermanos Prewett la miraron con asombro.

—La niña tiene agallas.

—Es una Gryffindor.

—¿Incendiar el…? — Edgar Bones frunció el ceño — Pero dijeron que fueron los mortífagos.

—Fue una manera en la que podían controlar la situación — respondió Dumbledore con una
expresión calculadora — Desde ahora tenemos la certeza de que controlan El profeta.

—¿Qué hacemos, Dumbledore? — preguntó Fabián.

Alice golpeaba sus dedos sobre la mesa, casi como si tocara un piano invisible. Lily reconocía
algunas notas. Petunia tocaba el piano durante el verano. Para Elisa.

—Tenemos que reubicar a todas las personas — dijo la bruja — Es la única manera en la que
estarán seguras.

—Pero los documentos ardieron — señaló Gideon.

Lily sacó algo de su bolsa y lo depositó en la mesa —Conseguí una copia de los registros al
infiltrarme en el ministerio.

Edmund Blythe lo había hecho para ellos. Regulus y Pandora planificaron la manera más óptima
para reubicar a las personas y los gastos y hechizos que conllevaría una operación de tal magnitud.
Ellos vieron meticulosamente este plan, con dedicación y determinación porque amaban a Remus
Lupin, y harían lo que fuera por él. Y Remus se los pidió porque Lily no soportaba vivir en un
mundo donde la muerte de las personas no tuviera importancia. Donde ella, él, su familia, no
significaban nada.

—Reubicar a tantas personas supondría un gran gasto de energía y además…

—¿Quiere sacrificar estas vidas, Dumbledore? — preguntó Alice Greengrass enarcando una ceja.
Alice era una sangre pura, y había sido criada para ser respetada y temida.

El mago la miró —No quise decir eso.

—Yo misma me encargaré con Evans — declaró Alice — Todo tiene una solución si se usa magia.

Lily la adoró. Eran amigas en Gryffindor, aunque Alice era mayor que ella. Hacían deberes juntas.
Se habían cruzado a intercambiar maldiciones, chismes y libros. Alice le había dado conocimiento
mágico y Lily le daba conocimiento muggle, por lo que su amistad era beneficiosa para ambas.
Pero era una Gryffindor. Y cuando había una causa por la cual luchar y defender a las personas,
ambas liderarían sin importar los riesgos.

—Vamos a salvar el mundo — sonrió Lily con ferocidad.

Su espalda dolía.

Las lechuzas llegaban.


No pudo volver a casa de sus padres.

Sus amados y preciados padres que la esperaban cada verano. Cada vez le era más difícil estar
junto a ellos. Cada vez era más difícil regresar. Ellos dirían que lo entendían, eran tan
comprensivos que Lily se sentía horrible por dejarlos. Por dejar que este mundo mágico la alejara
tanto de las primeras personas que la amaron. Su madre le diría que solo deseaba que ella pudiera
ser feliz y su padre le diría que estaba orgulloso de quién era Lily. Ellos creían que su hija era lo
más especial en el mundo. Y por esa razón Lily estaba aterrada de defraudarlos.

Lily se repetía día tras días que debía ser fuerte, que debía ser perfecta. Porque no podía caer. No
podía soportar la idea de decepcionar a sus padres, de decepcionar a sus maestros, a sus amigos y a
todas las personas que creían en ella.

Pero a veces dudaba de todo lo que estaba haciendo con su vida.

Era una nacida de muggle. Era una sangre sucia.

Muchas veces le repitieron que ella no pertenecía al mundo mágico. Y era difícil estar ahí, encajar,
aprender desesperadamente para sentir que si tenía el derecho de existir mientras asimilaba cada
cosa maravillosa que era posible para la magia.

Pero Lily entendió desde niña que ella no pertenecía a ningún lugar.

Quería pertenecer a algún lugar. Lo intentó durante años mejorando sus calificaciones en
Hogwarts, queriendo desesperadamente probar que ella era digna de la magia. Porque sabía que
regresar al mundo muggle la mataría. Amaba a sus padres, pero no podía defraudarlos volviendo e
ignorando cada uno de sus deseos de ser parte de los magos, de las brujas, de la magia.

A veces se preguntaba si eso era un deseo egoísta e ingenuo.

Sus amados padres solo querían que ella fuera feliz, pero Lily se involucró en una guerra en vez de
huir con su familia porque era una Gryffindor, porque no aceptaba que la hicieran sentir tan
insignificante, como si jamás pudiera tener el derecho de disfrutar la magia y cada parte de su
mundo.

Se sentía culpable.

Se dijo que no importaba.

Anubis era su fiel protector, el gatito anaranjado se quedaba con ella, recordándole que no estaba
sola.

Dormían en el cuartel.

A veces cenaba con Alice y Frank.

Otras veces era arrastrada por los Prewett a casa de su hermana, diciendo que como era una
Gryffindor y una pelirroja, era casi como estar en familia. Era el argumento más estúpido que
escuchó para convencerla de ir a cenar. Pero accedió. Porque adoraba todo esto.

Ver a una familia ruidosa, que reía, bromeaba, la incluían y eran tan amigables.

Le recordaba a su grupo de idiotas. Porque durante los últimos meses se convirtió en una
merodeadora honoraria con un estúpido nombre, odiaba su apodo, pero aprendió que amaba a esos
chicos. Amaba el sentido del humor rebelde de Sirius Black y la feroz lealtad que mantenía con
aquellos que quería, adoraba la manera en la que Peter Pettigrew siempre estaba dispuesto a
escucharla y la forma en la que estaba dispuesto a cumplir la más difícil tarea que le dieras, le
encantaba la ayuda incondicional que le daba Regulus Black y la manera en la que lograron encajar
después de años de diferencias, amaba la seguridad que James Potter le entregaba, con sus cartas
diarias explicándole una nueva razón por la cual era amada por él. Y siempre había adorado a
Remus Lupin.

Remus, pensó con dolor.

Se había marchado de casa de los Potter. Sin una explicación, sin más palabras, sin decir a dónde
iba. Y los había destruido con eso. Lo amaban, confiaban en él, creían en él. Y él se marchó.

Pero estaba la carta.

Por supuesto que solo dejó una carta sobre alguien más, pensó Lily con una risa amarga cuando
abrió la nota, sobre una pequeña niña, hija de una nacida de muggles, que estaba escondida en
algún rincón de la casa que fue atacada la noche que Remus les rompió el corazón.

Lily apareció en la dirección señalada junto a Gideon Prewett.

—¿Buscamos a una niña?

—Sí — dijo Lily — Puede que este asustada y muy bien escondida. Ya han pasado dos días y
necesitamos encontrarla si todavía está aquí. Necesitará agua, comida y un lugar seguro donde ir.

Gideon asintió — Voy detrás de ti, rojita.

—También eres pelirrojo, Gid.

El chico sonrió — Sí, por eso puedo hacer chistes de pelirrojos, Ginger.

Lily bufó.

Entraron a la casa.

La marca tenebrosa ya se había desvanecido. Y los aurores y periodistas del profeta ya habían
registrado la casa. Pero imaginó que estarían más concentrados en sacar los cuerpos que en
encontrar a una niña pequeña que un mortífago dejo con vida sin una razón en particular.

Quiso odiar a Remus por hacer todo esto. Por seguir pensando en las demás personas. Por darle una
tarea tan importante, como si todavía confiara en ella.

—Si fueras un niño pequeño, asustado, y maldecido en silencio, ¿dónde te esconderías? — le


preguntó a Gideon.

El chico la encontró.

La niña se escondía en el horno.

Lily no lloró ese día.

Porque tenía que decirle a la niña que ahora estaba bien, que ellos eran los buenos, que le
encontrarían un lugar seguro donde ir, que los malos se fueron.

—Él… mi voz… — susurró con un tono rasposo.


—Sí, lo sé — dijo Lily apoyando su frente en la de la niña — Lo sé. Pero estás bien. Él… él no
está.

La niña negó — Él… me dijo escóndete… antes de que el otro… el otro no me encontró… viva…
estoy viva.

Alice Greengrass se llevó a la niña con su familia.

Lily se sintió extraña.

Se preguntó qué pasaría si ella fuera la madre de una criatura. ¿Cuánto sufriría solo por el hecho de
que ella era su madre? No quiso imaginarlo.

Hace unos meses, Marlene comenzó a salir con Calíope Morgan. Una Slytherin amiga de Remus.
Ella era completamente opuesta a Lily. Una sangrepura, una chica adinerada, una chica con poder,
una bruja extraordinariamente poderosa.

Lily la envidiaba. Pero hubo una vez, que Flitwick las enfrentó en un duelo. Y Lily ganó. Porque
Calíope Morgan la había subestimado. Pero el sentimiento eufórico de vencerla era un buen
recuerdo.

Le sorprendió que después del incidente en el ministerio, Calíope se acercara a ella. Le enseñó
cosas, sobre la magia oscura que Lily desconocía, y a cambio, Lily la ayudó con Marlene.

—¿Por qué necesitaría ser una maga oscura?

—¿Puedo ser sincera contigo y no te sentirás herida si te digo la verdad?

Lily asintió — Dime.

Calíope la miró con frialdad —Eres una sangre sucia, Evans. Eso es lo primero que verán de ti en
este mundo. No tienes conexiones, tu estatus de sangre les desagrada y además eres mujer. Vas a
tener que pelear cada vez que quieras algo.

—Pero…

—Deberás recurrir a todos los métodos que te garanticen lograr lo que quieres. Porque si no eres
capaz de hacerlo… jamás podrás proteger a nadie.

No entendió las palabras de Calíope Morgan hasta que se encargó de reubicar a su familia.

Petunia no estaba feliz con tener que mudarse.

No podía explicarle que tenía miedo de que un grupo de magos psicópatas, misóginos y clasistas
asesinaran a toda la familia por culpa de una estúpida guerra mágica. Sus padres entendían que
debía ser urgente, pero Petunia era diferente a ellos. Ambas no se llevaban muy bien desde que
Lily entró a Hogwarts. Lily esperaba que una vez que fueran mayores Petunia pudiera perdonarla.
Pero los años transcurrían. Y cada vez era más difícil entenderse la una a la otra.

—Petunia, hazme caso, es lo mejor…


—¡No! — gritó su hermana — Eres una desgraciada, te largas y luego esperas que todos te alaben,
que todos hagan las cosas tal y cómo quieres y yo no…

—¡Imperio! — maldijo Lily.

Una maldición inquebrantable.

—Vas a mudarte junto a nuestros padres, Petunia. Y estarán a salvo.

Haría lo que fuera por salvarlos.

Comprendió la fiereza de Calíope Morgan.

Comprendió que estaba dispuesta a hacer lo que fuera para proteger a la gente que amaba.

Comenzó a entender a su mejor amigo.

Al chico que se sacrificó porque nadie lo salvaría, porque nadie ayudaría a Regulus Black por ser
quien era, al chico que estuvo luchando toda su vida y que al final tuvo que aceptar las reglas del
juego de otras personas para asegurar la vida del primer amigo que hizo.

Nadie lo había ubicado todavía.

Dumbledore sabía que se fue con los mortífagos.

Ese es el plan, pensó Lily con amargura.

—Regulus llegó a casa de los Potter — le dijo el anciano un día, antes de que comenzara la
reunión. Era extraño que Dumbledore apareciera antes de la hora acordaba, tenía la costumbre de
llegar tarde a donde fuera. Lily imaginó que la estaba buscando a ella, en específico.

—¿Sin él?

Esperó.

—Sin él — respondió Dumbledore.

Lily ignoró el latido doloroso de su corazón.

Para cuando el verano termino, Lily Evans era muy diferente a la chica que se fue de Hogwarts
hace unos meses. Lily ya no era tan ingenua, había visto muchas cosas siendo demasiado joven.
Logró reubicar al cuarenta por ciento de la lista. Faltaban muchas personas. Y mientras ella
avanzaba los mortífagos también lo hacían. Estuvo en una pelea con algunos mortífagos mientras
hacia una ronda con Alice. Vio a una persona morir por la maldición asesina. La evitaban si podían
hacerlo. Pero habían amenazado a Lily, y Alice atacó en consecuencia.

—¡Avada kedavra!

El mago tenebroso cayó antes de poder levantar su varita.


Era rápida y mortífera, descubrió Lily.

—¿Estás bien, Lily? ¿Estás herida? ¿Estás bien?

Alice tomó el rostro de Lily entre sus manos para examinarla, su mirada era toda preocupación y
una búsqueda ansiosa por cualquier síntoma de malestar en Lily.

—Estoy bien, estoy bien — repitió Lily.

Alice la abrazó con fuerza.

Y Lily lo entendió. Alice acababa de matar a alguien sin dudar. Alguien que mataría gente, que
quitaría vidas y quizás se divertiría por eso. Alice Greengrass había matado a alguien para
defenderla y salvarla. Y ahora, en sus brazos, Alice lloraba. De alivio, de miedo, de ira. Lily lo
entendió, devolviéndole el abrazo y ayudándola a aparecerse en el cuartel de la orden.

A veces soñaba con ese momento. Con que podría haber sido ella la que cayera inerte al sucio
suelo de un callejón. No lograba conciliar el sueño esas noches. Pero Anubis estaba con ella,
tranquilizándola, haciéndole saber que no estaba sola con las pesadillas.

Adoraba a ese gato.

—Lo sé, Anubis, lo sé. Tú me cuidas.

El gato ronroneó en su regazo.

Y Lily se sentía consolada.

No culpaba a Alice, ella lo hizo para defenderla. Y ambas conocieron a muchas personas que
murieron a los días después, antes de poder ser reubicados. Porque eran asesinados por los
mortífagos. Lily no podía superar la impotencia que sentía cada vez que ocurría. Si hubieran
llegado antes… si lo hubieran hecho mejor… si hubieran estado ahí…

También hubo gente que se marchó ante la amenaza de Lord Voldemort.

Lily esperaba que estuvieran a salvo.

Llegó a la estación esperando encontrar a Remus.

Necesitaba tanto hablar con él.

Las cosas eran diferentes, y quizás no podrían ignorarlo como cuando eran niños y Remus era
cruel con Severus o con los merodeadores en su tonta guerra de bromas. Pero Lily sabía algo. Lo
conocía. Remus Lupin podía ser cruel y despiadado con las personas que lo atacaban, pero no era
alguien injusto. La niña aun hablaba de él a veces, le dijo Alice. Sobre el mago que le dijo que se
escondiera y se aseguró de que viviera. Nadie sabía qué sentir sobre eso. Pero Lily necesitaba
preguntarle, necesitaba hablar con él, y contarle todo lo que sucedió, todo lo que vio, todo lo que
hizo. Porque era la única persona a la que quería hablarle de todo eso.

Regulus Black se detuvo ante ella en la estación.

—Evans — saludó con frialdad.


Tenía marcas bajo sus ojos, sus rasgos eran más marcados, había crecido y se convirtió en el
príncipe oscuro de Slytherin, pero ahora… ahora lucía como si hubiera aceptado ese título.

—Regulus — respondió y antes de que algún curioso los viera Lily hizo un hechizo muffliato —
Dime dónde está. No me escribió. Durante todo el verano, cada una de mis cartas fue rechazada
por él…

Regulus negó con la cabeza — No. Él ni siquiera recibió las cartas. Tuyas o mías… no hubo
respuesta.

Lily se estremeció y buscó su mirada — Dime dónde está.

—Remus no está.

Remus Lupin no volvió a Hogwarts ese año.

—¿Sabe algo sobre Remus? — preguntó la chica en la oficina de Dumbledore.

—No — admitió el director.

—¿Y eso no le preocupa, señor? ¿Qué pasa si sucedió algo? ¿Qué sucede si muere? ¿Qué hará si
eso pasa? — preguntó sintiendo su sangre hervir.

—Confío en las habilidades del señor Lupin, Lily — replicó el anciano con una mirada serena —
Es alguien en quien he confiado para esta tarea.

Regulus la esperaba fuera de la oficina.

— No le importa — le confesó dolida — Si muere o lo lastiman será su culpa y no le importa.

Regulus tenía una expresión atormentada —No voy a permitir que eso ocurra.

Pero Lily sintió el rencor de su corazón, aquel que gritaba que todo esto era culpa de Regulus
Black. Estuvo mucho tiempo guardándolo y reprimiendo ese pensamiento. Porque Remus Lupin
era un imbécil, que le gustaba jugar al mártir sin importar cuán lastimado terminara. Porque Remus
lo habría hecho por ella, por Sirius, por cada persona a la que quería. Era esa clase de estúpido
suicida e impulsivo.

Lo odiaba por eso.

Y lo adoraba también.

Pero Regulus se veía tan torturado como ella.

Deseó odiarlo. Culparlo por perder a Remus Lupin. Culparlo por la condena que el chico cargaba.

Pero Regulus Black era diferente de lo que pensó encontrar.

Era el chico que estuvo día tras día planificando la infiltración en el ministerio para garantizar la
seguridad de ambos. Era el chico que le enseñó personalmente oclumancia para poder protegerse
de magos tenebrosos y del poder de Dumbledore. Y era la única persona que probablemente
entendía cuánto significaba amar a Remus Lupin como si fuera un alma gemela, al que encontraron
entre un millón de personas, y lo importante que eso era.

—¿Volverá?

—Lo prometió — susurró Regulus.

Lily asintió.

—¿Lo extrañas?

—Con cada parte de mi alma.

Lily guardó silencio y luego lo miró.

Regulus Black se veía joven, aunque ya era más alto que ella, y más fuerte. Pero la vulnerabilidad
en sus ojos le recordaba demasiado a un niño perdido y lastimado.

Lily lo abrazó — Debe volver, Regulus. Tiene que volver.

El chico le devolvió el abrazo — Lo sé. Necesita regresar con nosotros.

Dijeron que estaba de intercambio, porque era más sencillo para ellos.

O eso pensaban.

Sirius Black estaba obsesionado con descubrir a dónde había ido Remus Lupin.

No creía en sus palabras.

—No lo sabe. Remus… Remus le quitó sus recuerdos — le advirtió Regulus.

—¿Por qué haría eso?

—Porque siempre fue su plan dejarlo ir — confesó con dolor.

Lily se sintió traicionada. Fue excluida de sus planes, aunque ella podría… ¿podría haber hecho
qué? Se preguntó con amargura. ¿Podría haberlo ayudado? ¿Haber hecho algo? ¿Detenerlo? No
estaba segura. Solo sabía que dolía. Ser apartada. Ser ignorante a lo que él pensaba hacer. Dejarlo
ir.

Otra vez había perdido a alguien.

—Es diferente a Severus — le susurró a Anubis.

Porque Severus se había perdido mucho tiempo antes.

Severus Snape disfrutaba de la crueldad, se había perdido en ella hace mucho tiempo, a pesar de
cada intentó de Lily para salvarlo, Severus había elegido creer en las mentiras sombrías, en la
sangre y en el poder de las familias supremacistas. Remus era diferente, pensó con furia. Remus
Lupin podía ser cruel, pero no era alguien injusto. Porque Remus Lupin solo lastimaba cuando se
trataba de defender a alguien. Porque Remus arriesgó todo el plan con tal de asegurar que los
nacidos de muggles, los mestizos y las familias traidoras a la sangre tuvieran una oportunidad para
sobrevivir.

Remus decidió convertirse en un asesino. Pero pasó demasiado tiempo ayudando a Lily, planificó
con cuidado una solución para garantizar que pudieran salvar a las personas.

Anubis maulló y se acurrucó a su lado en la cama.

Lily pensó en el chico que convirtió en reptiles a sus enemigos, en un cumpleaños, hace años atrás.
Fue cruel y despiadado, sí. Pero tenía el antídoto para solucionar la maldición. Siempre una
solución, una cura, un plan para revertirlo.

Haría cosas que no podrían revertirse, pensó con dolor.

Y por eso necesitaba salvarlo. Porque era diferente, no disfrutaría de eso, se rompería lentamente,
soportando el dolor, mientras pensaba que eso les daría la oportunidad de sobrevivir. Necesitaba
encontrar a Remus y decirle que era un estúpido.
Lirios
Chapter Notes

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Otoño, 1977

Lily visitó a Pandora.

—Hola.

—Hola, Lily.

Lily tenía la gran carpeta sobre la investigación para convertirse en animaga.

Pandora la reconoció y sonrió — ¿Aun quieres hacerlo?

La chica asintió — Sí. Y necesito tu ayuda.

Sirius se veía incómodo al entrar al laboratorio de Pandora Lynch.

Regulus estaba sentado junto a la asombrosa bruja, James y Peter franqueaban a Sirius y Lily
estaba sentada junto a Pandora, mirando los documentos que la chica había recolectado para ellos
hace meses.

—¿Por qué siento un deja vu? — preguntó Sirius frunciendo el ceño.

—Porque hemos esperado meses para este momento — le explicó su hermano — Tuvimos algunos
problemas en volver a recolectar todos los ingredientes necesarios para todos ustedes, pero por fin
lo tenemos.

—Nos convertiremos en animagos, Pads. — sonrió James Potter.

Sirius dudó — Pero…

—¿Escuché un pero? — se burló Peter.

Pandora reprimió una sonrisa — Bueno, experimentar en la magia no es para todos.

Sirius entrecerró los ojos — Solo quería hacer una observación. Afterglow, ¿tú también vas a
convertirte ilegalmente en una animaga?

Lily sonrió con frialdad. Quizás años atrás pensaría que era algo impensable. Pero ahora mismo,
ser una animaga era menos ilegal que algunas de las cosas que Lily Evans había hecho durante el
último año.

—Lo haré. Pero me opongo a seguir siendo llamada por ese nombre estúpido — declaró.

James se ofendió — Es el mejor nombre del mundo.

—¿Qué hay de ti, Sirius? ¿Te vas a retractar?


—No me retractaré, seré un animago.

Pandora y Regulus sonrieron satisfechos.

—Entonces hay que comenzar.

Lily se quedó en el laboratorio un tiempo más cuando todos los chicos se fueron.

Pandora tenía un mapa extendido frente a ella. En que pequeños nombres se movían. Lo había visto
antes. Era el mapa de Remus.

—Eres asombrosa — le susurró al ver cuánto detalle y trabajo tenía el objeto mágico.

—Él ayudó bastante. No es solo mío es… es de ambos, supongo.

—¿Lo extrañas? — le preguntó.

Pandora asintió — Él también era mi amigo, ¿sabes? He pasado los últimos años investigando con
él, charlando sobre criaturas oscuras, pociones, descubrimientos y… y ahora me siento muy sola.

Lo sabía. Era lo mismo que ella sentía.

—¿Puedo volver aquí? ¿Aunque no sea para planes ilegales?

Pandora sonrió con tristeza — Claro, haré té para ti.

Lily sonrió sintiendo que esa parte vacía por la ausencia de Remus se volvía un poco menos
opresiva.

Se recostó en el hombro de James. Estudiaban juntos transformaciones, porque James Potter era
uno de los mejores estudiantes de la asignatura, y porque tenían que revisar con cuidado las notas
de Pandora y Regulus si querían convertirse en animagos de forma exitosa.

—Eres prefecto, eres cazador, capitán de quidditch, merodeador, y el mejor en transformaciones.


En serio, Potter, ¿Hay algo que no puedas hacer?

James se sonrojó — Me prestas atención.

James podía ser un coqueto carismático, pero cuando Lily se acercaba a él, de esta forma, a solas,
él actuaba tímido y avergonzado.

—Es injusto — se quejó la chica — Estoy leyendo esto una y otra vez y siento que ya no puedo.
Dime algo. Lo que sea. Por favor, o mi mente va a explotar y me sentiré culpable con la persona
que tenga que limpiar los sesos por toda la biblioteca.

James se rió y asintió — Está bien, ¿Qué harías si no estuviéramos en una guerra?

Era una de sus cosas. Lo hablaron durante sus cartas, cuando Lily estaba en Francia. Pero les
gustaba. Cuando estaban demasiado cansados de estudiar, de ver las noticias deprimentes del
profeta, de escuchar sobre la guerra, o sobre Remus, ellos tenían… esto. Imaginar cómo serían sus
vidas si una sola cosa fuera distinta.
La chica pensó. —Estaría en la universidad muggle.

—¿Por qué? — sonrió James acomodando su brazo alrededor de Lily.

—Porque así podría implementar cosas de la medicina muggle a las pociones curativas mágicas —
respondió Lily — Me gustaría poder vivir en ambos mundos. Ver más a mi familia, a mi hermana,
y aun así… convertirme en alguien indispensable para el mundo mágico.

Lo pensó cuando veía a Pandora. La chica le dijo que podía volver a su laboratorio malvado
cuando quisiera. Y Lily lo hacía cada semana. Era increíble. Cuántas cosas podía inventar y crear
mezclando teoría muggle con la magia. Lily era buena en pociones, lo suficiente para ser parte del
club de las eminencias de Slughorn. Pero al ver a Pandora, descubrió que ella quería lograr algo
como eso. Quería poder ayudar a las personas usando lo que conocía del mundo muggle en el que
nació y del mundo mágico en el que vivía.

—Eres indispensable para mí.

—Eso es porque eres un tonto, James Potter — se burló con una sonrisa. Durante cada día, desde
año nuevo, James Potter cumplió su palabra y le seguía dando una razón cada día para decirle a
Lily por qué la amaba. Lily sentía que su corazón dolía cada vez que leía una de las razones por las
cuales era maravillosa, especial y adorada por James. Dudó durante mucho tiempo de que su afecto
fuera verdadero. Y ahora… ahora empezaba a darse cuenta de lo que significaba amar con locura a
alguien que pensaba que eras lo más increíble que le ocurrió en la vida.

—Ahora es tu turno, ¿qué harías? — preguntó Lily entrelazando sus dedos con los de él.

—Una vez te dije que me gustaría vivir con los merodeadores en un departamento en Londres.

—¿Y qué piensas de eso?

James sonrió — He vivido los últimos siete años con ellos. Pienso que es suficiente.

Lily se rio. Lo entendía. Amaba a Marls y a Mary. Pero definitivamente quería descubrir lo que era
vivir sola.

—Me gustaría ser un jugador de quidditch un tiempo más. Todo lo que pueda hasta tener un retiro
exitoso y convertirme en entrenador — confesó en voz baja, como si le estuviera revelando el más
íntimo secreto de su existencia — Soy alguien con mucho talento.

—Excepto cuando apuesto por ti — sonrió con maldad.

—Algo curioso la verdad. Siempre desee que me miraras y confiaras en mí.

La mirada de James. Amaba esa mirada. Llena de cariño y asombro.

Lily se inclinó hacia él.

—Te miro.

Una sonrisa brillante.

—Te miro — le respondió.

Lily lo besó.

Un toque gentil.
Lleno de afecto.

Era un primer beso, dulce y delicado, que le aceleraba el corazón mientras sentía que sus mejillas
se sonrojaban.

James Potter la miró con sorpresa y una sonrisa.

Suspiró con encanto — Te quiero, Lily Evans.

Lily sonrió — Me gustas, James Potter.

Y el siguiente beso fue un incendio forestal.

Lily lo sentía extenderse en cada parte de su ser.

Y se preguntó por qué le tomó tanto tiempo descubrirlo.

Recordó la primera vez que sintió su corazón enloquecer por James Potter en esta misma
biblioteca. Fue el mismo día que perdió la esperanza de que Severus Snape pudiera seguir siendo
su amigo.

James la encontró cuando se escondió durante horas en la biblioteca.

—Hola, Evans.

—No estoy de humor.

—Lo sé. Estás escondida aquí.

Eso la sacó de quicio. La manera en la que lo decía, la manera en la que la miraba, como si fuera
capaz de saber con exactitud lo que Lily sentía, pensaba y haría. No le gustaba que James Potter la
conociera tan bien, que fuera tan malditamente transparente para él.

—¿Por qué tú…?

—¡Silencio, jóvenes!

Lily calló. James reprimió una risa.

—No quiero que digas nada — le advirtió la chica.

—Está bien — susurró James con una sonrisa —Solo quiero asegurarme de que estás bien.

—¿Por qué? — preguntó Lily confundida.

—Porque, aunque técnicamente ya no estoy enamorado de ti porque obviamente te superé desde


navidad y Lupin es un buen tipo — explicó con un tono divertido — Eres una de las personas que
más adoro en el mundo.

No pudo responderle a eso.

Pero James estuvo ahí hasta que pudo regresar a la sala común y enfrentar a sus amigas. Ellas
siempre tuvieron razón sobre Severus. Cada vez que le dijeron que el chico las insultaba, las
maldecía o que no creían que fuera a cambiar, eran verdades que Lily no quiso ver. Y que ahora
dolían.

—No quiero que me digas te lo dije — se quejó con lágrimas en los ojos antes de acceder a irse de
la biblioteca — Me tiraré de la torre de astronomía antes de darte la razón.

James rio — Está bien. Nunca lo diré. Te lo prometo, Evans.

—Sev le hizo daño a mis amigos, pero siempre creí que… que era una etapa. Lo pasa mal, pero
siempre ha sido muy bueno conmigo y pensé que era como cuando los niños son unos infelices.
Remus a veces también es así, pero… pero jamás ha dicho sangresucia a alguien.

—Te defendía. Pensábamos que era un maldito idiota por ser una serpiente, pero Lupin siempre te
ha defendido. Eso hacía que lo odiase más. Habríamos podido ser amigos si yo no hubiera sido tan
imbécil de niños junto a Sirius y Pete.

Lo observó.

James Potter la miraba con sinceridad.

—¿De verdad estas bien con lo nuestro? — preguntó Lily refiriéndose a su relación con Remus.
Quería saberlo. Qué pensaba James Potter.

James Potter sonrió con tristeza y su mirada estaba cargada con tanto sentimiento que se sintió
íntimo, verlo de esta manera, ser atrapada por esa mirada.

—Te quiero, Evans. Y quizás eso no cambie nunca. Pero también es tiempo de crecer. Afuera hay
una guerra. Nadie está seguro en el mundo.

Lily sabía lo mucho que le afecto que Sirius Black fuera lastimado. Se culpaba, por no estar ahí
para evitarlo. Ese era el tipo de persona que James Potter es.

—Si eres feliz — continúo diciendo — Eso es lo único que importa. Puedo lidiar con un corazón
roto si es por Lupin — sonrió.

—Idiota.

Rio. Era un bonito sonido.

—Regresemos. Estoy bien.

El chico le ofreció su mano. Y aunque Lily dudó un segundo, al verlo a los ojos, la aceptó.

—Sigo creyendo que eres un idiota, James.

Como sonrió.

—Está bien, yo seguiré creyendo que eres asombrosa, Lily.

Su corazón no debería haberse sentido tan cálido por ser llamada así por James Potter.

Severus la esperaba en el pasillo.

Lily intentó pasar sin mirarlo.


Pero su mano sujetó su brazo rápidamente haciéndola girar para enfrentar su mirada.

—Suéltame, Severus — ordenó Lily con una mirada furiosa, su mano sujetaba su varita de forma
instintiva y apuntaba al cuello de Severus, lista para lanzar una maldición.

El mago la soltó con una mirada llena de decepción — Tengo que hablar contigo.

—Yo no — respondió avanzando por el pasillo.

—Remus.

Se paralizó. Por largos segundos solo sintió su respiración, su corazón enloquecido y un suave
murmullo de los retratos.

—Es un mortífago — dijo Severus con desdén — Es un asesino, Lily.

Ella se volteó lentamente para enfrentar su mirada — Remus está en un intercambio.

Una mueca — Sí, claro. ¿De verdad te crees toda esa mierda? Debes despertar, Lily. Por favor,
puede ser peligroso. Él es un lobo y un asesino ahora.

—¿Cómo lo sabes? — replicó ella con frialdad — ¿Acaso también lo eres?

Severus miró con frustración — He escuchado cosas.

—Eso no prueba nada.

Él negó con la cabeza — No puedes perdonarme, pero a él lo sigues defendiendo.

—Lo intenté, Sev. Intenté todo lo que pude. Pensé en tu padre, pensé en nuestra infancia, pensé en
cuán maravilloso eras conmigo hasta que solo fui una sangre sucia a tus ojos — murmuró con
rabia y cansancio — Y ya no puedo. No puedo estar cerca de ti sin que te moleste cada persona
que es importante para mí.

—Sabes que no eres solo eso para mí.

—Remus jamás me ha llamado sangre sucia — atacó con una voz temblorosa — Nunca le ha
molestado que salga con James Potter. Y nunca ha atacado a mis amigas. ¿Qué esperas que haga?
¿Qué quieres de mí con esto? Él ni siquiera está aquí y me duele.

Severus le miraba como si estuviera siendo torturado — Deja de quererlo como me dejaste de
querer a mí. Deja de esperar que vuelva. Deja de pensar que es mejor que yo. Deja a James Potter
porque nunca te va a merecer. Y deja de odiarme. Por favor, Lily. Deja de odiarme.

Sus hombros estaban tensos, pestañeó rápidamente para apartar lágrimas furiosas de sus ojos —
No puedo darte nada de eso, Severus. Por favor, no vuelvas a hablarme.

Era luna llena.

Miraba por el ventanal, sentada a la orilla, pensando en sí podría escuchar a los lobos, con Anubis
subido a su regazo, mirando la luna con ella.
—Hey, Evans.

Sirius Black se le acercó.

Ya era de noche, casi todas las personas en la sala común estaban en sus dormitorios. Era tarde. El
fuego ardía con fuerza en la chimenea. Y Lily miraba las estrellas brillar en el cielo oscuro.

—¿Crees que esté bien?

Sirius se sentó frente a ella y sonrió, mientras acomodaba un mechón de su cabello tras su oreja.
Aquella en la que llevaba el arete que hacía juego con el de Remus. Incluso ahora… después de
todo lo que había vivido, Sirius Black seguía usando la luna de Remus. Pensó que lo odiaría. Tal
vez deberían haberlo odiado. Remus los dejó, los traicionó y a Sirius le había robado algo íntimo.
Si fuera Lily a quien le quitaron sus recuerdos haría arder el mundo. Buscaría a Remus Lupin hasta
el inframundo para golpearlo por ser un idiota.

Sirius sonreía de forma engreída — Sí, está bien. Es un cretino de mierda con suerte.

Lily tenía una expresión pensativa mientras acariciaba al gato — Sí, lo es.

Remus Lupin fue su primer amor. Cuando era niña le parecía el chico más increíble de todo el
mundo. Leía libros, sabía de música, era adorable con ella y tenía algo, que siempre le hizo sentir
que estaba segura a su lado, que estarían bien, que podría confiar en él. Recordaba cuando eran
niños, y ambos desconfiaban uno del otro. Lily por su sangre. Remus por su uniforme. Eran cosas
estúpidas. Y por eso ambos se adoraron cuando se conocieron. Por supuesto se iba a enamorar de
él.

Aunque ambos sabían que se amaban de otra manera cuando se besaron.

Lily pensó en que un beso debería sentirse como un incendio forestal. Remus era dulce y atento. Se
amaban. Claro que se amaban. Pero no sentía de esa forma. No era un infierno siendo desatado.
Era cariño y afecto, era sinceridad y amistad.

—¿Por qué odiabas a Remus?

—Porque era un bastardo con suerte. Tenía a mi hermano, a ti, a la gente de Slytherin — Sirius
suspiró con frustración — Era listo y malditamente astuto. Tenía todo lo que se suponía que el
mundo esperaba de mí. Lo odiaba profundamente.

—Ellos lo odiaban — comentó Lily mirando la luna — Los Slytherin lo despreciaban por ser un
mestizo, por no tener buenas calificaciones, por ser tan… imprudente — termino al mirar a Sirius
— Realmente no encontró su lugar entre ellos hasta mucho tiempo después de entrar a Hogwarts.
Por eso continué a su lado. Remus estaba tan… solo.

Era fácil querer a Remus Lupin. Era fácil enamorarte de él. Y era fácil aceptar un lugar en su
mundo, fuera cual fuera. Lily tenía suerte. Se enamoró de él, salieron, y cuando descubrieron que
no funcionaría, ambos todavía se seguían amando como mejores amigos. Y su vida pudo continuar
siendo parte uno del otro. Fue su primer amor, su primer novio, su primer beso.

Pero fue difícil. Que Remus aprendiera a confiar en ella, que supiera que no se iba a escapar cuando
las cosas fueran difíciles. Y al final, quien se fue era él. Le había ocultado cosas, planes, secretos,
ella lo sabía, lo intuía, era su mejor amiga, por supuesto que sabía. Pero no imaginó cuán profundo
sería el dolor de lo que Remus haría contra ellos, contra sí mismo, contra todo el mundo.

Sirius tenía una expresión atormentada. Debía recordarlo. Al chico que deambulaba solo por los
pasillos. Al chico que lo miraba con odio cuando le quitaron la voz. Al chico que respondía
furiosamente cuando alguien se metía con él.

—Siempre pensé que era alguien increíble. No pensé que… que tuviera problemas con los
Slytherin hasta que nosotros…

Hasta que comenzaron a salir, adivinó Lily.

Recordaba la expresión de Remus al mirar a Sirius. Primero era rencor, odio y desprecio que
intentaba oculta un deseo profundo, una urgencia abrumadora, que lo hacía seguir con la mirada a
Sirius Black. Y luego se transformó en algo más. Durante los meses que estuvieron juntos estaba
ahí el deseo, estaba ahí la necesidad, estaba ahí la lujuria y la pasión, pero comenzó a ver afecto,
cariño y amor. Era tan sincero, era tan intenso, era tan íntimo. Lily fue una espectadora de cómo
Remus Lupin se enamoró de Sirius Black. Y estaba feliz por él. Porque Remus reía contento,
sonreía de forma tan maravillosa, y sus ojos brillaban cada vez que veía a Sirius Black.

Le dolía. Que Remus despreciara su propia felicidad por la seguridad de todos ellos. Era estúpido.
Y se preguntó si ella haría lo mismo. Pasó años intentando ignorar cuán intrigada se sentía sobre
James Potter, dudando, desconfiando de él, de sus intenciones y de sus palabras. Se preguntó si
sería capaz de despreciarlo todo ahora que lo necesitaba tanto. Ahora que pensaba en James Potter
tan seguido, que deseaba estar con él, estar en sus brazos y sentir que todo tenía una solución. Lily
amaba con locura cada carta de James, cada expresión asombrada y emocionada en su rostro ante
sus acciones. La manera en la que el rostro de James se sonrojaría por una sonrisa de ella, o la
forma en la que se avergonzaba cuando le decía que le gustaba mirarlo. Era tierno, dulce y
maravilloso.

¿Sería capaz de abandonar todo eso a cambio de una oportunidad de cambiar el rumbo de la
guerra? ¿Podría hacerlo sin sentirse quebrada por la pérdida?

Dudaba soportarlo. No quería imaginar cuánto le había dolido a Remus hacerlo.

—¿Cómo fue enamorarte de Remus? — le preguntó mientras Anubis se subía al regazo de Sirius
Black.

El chico se tensó. Pero al pasar sus dedos sobre el pelaje anaranjado ambos escucharon el ronroneo
suave y bajo de Anubis. Lo pensó durante unos segundos antes de responder.

—Cuando lo besé por primera vez pensé que había enloquecido. Remus John Lupin. Que maldita
serpiente desgraciada — susurró con una sonrisa llena de nostalgia — Pero era magnético. La
manera en la que nos odiábamos el uno al otro y lo embriagador que era ese deseo profundo.

Lily lo comprendió.

Pasó años diciendo que odiaba a James Potter. Lo maldecía, lo insultaba, lo ignoraba. Despreciaba
cada una de las confesiones pomposas y extravagantes del chico. Detestaba ver cómo acaparaba las
miradas, cómo hacía reír a todos, cómo los hechizaba con su encanto natural. Odiaba los
problemas que causaba, odiaba verlo pelear con los demás y odiaba aún más los momentos en
donde quería creer en él, donde sonreía por algo que decía o hacía para ella, los momentos en
donde estaba fascinada por James Potter.

La primera vez que James Potter se le confesó, Lily pensó que era una broma. Lo odiaba, por jugar
tan fácilmente con los sentimientos de los demás.

Pero cambió la navidad que salvaron a Sirius Black de la mansión Black. Porque esa noche
también ayudó a Remus. James Potter y Remus Lupin se despreciaban mutuamente por quienes
eran, un merodeador y un Slytherin. El eterno enamorado de Lily y el pseudonovio de la chica. Un
sangre pura y una criatura oscura. Quizás no se enfrentaban directamente, pero no tenía ninguna
razón por la cual querer ayudarlo. Y, sin embargo, James Potter había ayudado a Remus Lupin. Al
mejor amigo de Lily. Eso era suficiente para entender que no era un idiota cegado por los
prejuicios de las casas, sino que tenía corazón, un corazón noble y estúpidamente amable.

Lily lo enfrentó cuando Remus le contó lo que James Potter hizo por ellos.

—Ayudaste a Remus y a Regulus — le dijo en un patrullaje en el sexto piso.

James no se inmutó — Te lo contó.

—¿Por qué? — preguntó. Necesitaba entenderlo. No tenía sentido brindar ayuda a un chico con el
que se habían maldecido durante tantos años. ¿Por qué? Se preguntó una y otra vez. Ella
necesitaba saber qué había cambiado a James. Porque ayudar a Remus significaba que había más
de lo que veía en James.

James guardó silencio.

—Porque pidió ayuda —respondió confundido—¿Eso no es suficiente para querer ayudarlo?

—Te convirtió en un reptil.

Una sonrisa divertida — Sí, bueno… No sería muy Gryffindor no creer en las personas.

Lily seguía sin entenderlo.

James suspiró —Remus llegó con Sirius y solo… solo pidió que lo salváramos. Que salváramos a
Sirius Ni siquiera se preocupó por sí mismo. No hay manera en que mi familia o yo lo hubiéramos
rechazado. Pero no se lo digas a nadie. Hay una reputación que mantener.

Fue la primera vez que Lily pensó que la sonrisa de James Potter era de hecho bastante linda.

Lily Evans comenzó a pensar en que era adorable.

Lo de Remus y Sirius era fuego, eran relámpagos, era algo incontrolable que lo consumía todo
rápidamente. Lo suyo con James era distinto. Fue lento, constante y se sentía intenso. Ese odio en
su corazón, que nunca fue verdadero odio se convirtió en confianza, en anhelo, en cariño mientras
formaban una amistad que no sabía cuánto necesitaba en su vida hasta que lo encontró. Y eso se
transformó en algo más a medida que se sentía desconcertada por el amor de James Potter, por el
deseo abrumador de estar con él, por la certeza de que, aunque el mundo se destruyera el día de
mañana, James Potter estaría ahí con ella, para ayudarla a luchar, para escucharla, para hacerle
creer que aún había esperanza.

—¿Te enamoraste de él esa noche? — preguntó Lily.

Anubis maulló en protesta cuando Sirius dejó de acariciarlo.

—No. Solo tuve una crisis gay.

La chica sonrió, recordando la intervención de emergencia de los merodeadores sobre crisis sexual
cuando descubrieron su romance con Remus Lupin.

—Tardé un tiempo en darme cuenta de que me estaba enamorando de Remus — confesó Sirius con
una voz perdida mientras contemplaba la luna — Remus me convirtió en reptil y solo quería
lastimarlo.

Lily suspiró — Chicos, nunca saben cómo expresar cuando les gusta alguien.

Sirius sonrió con tristeza — Sí, supongo que es eso. Después de navidad nosotros… las cosas
cambiaron, supongo.

Lily guardó silencio. Jamás le contaron exactamente qué ocurrió. Remus le dijo que fue lo bastante
malo para huir de la mansión Black con Regulus y Sirius. Que estuvo al borde de morir. Escuchó
rumores. Muchas personas lo susurraban en voz alta cuando Sirius Black regresó a Hogwarts.
Sirius saltaba ante cualquier mención, sintiéndose furioso y avergonzado. Lily trataba de detenerlo.
Pero ella también se sentía furiosa cuando alguien se deleitaba con lo que había ocurrido. Perdió la
cuenta de las maldiciones que arrojó a cada estudiante que hablaba de Sirius Black o Remus Lupin.

Lily tomó su mano — No necesitas decirlo si no quieres, Sirius.

Pero el chico le dio una sonrisa amarga, su mirada fija en la luna se volvió sombría — Estoy bien,
Evans. Mi familia usó cruciatus sobre mí, y como no estaban satisfechos con eso, también cortaron
mi piel con maldiciones hasta que perdí la consciencia.

Lily se estremeció. ¿Cómo era posible…? ¿Cómo podrían…? Sintió rabia arder en su corazón.
Eran la misma clase de personas que torturaban a las personas que ella trataba de rescatar. Odio a
los Black con todo su corazón.

—Remus, él… fue capaz de sacarme de ahí. Y luego fue la única persona que no me miraba como
si fuera una muñeca rota. Seguiría siendo un imbécil de mierda conmigo — sonrió Sirius — Por
eso la chispa regresó. Él… era diferente. No me trataba como si fuera una víctima, seguía siendo
garras, rugidos y desdén. Pero algo cambió. Remus comenzó a ser sincero. Sobre nosotros, sobre
Regulus, sobre todo. Él era… era brutalmente sincero, y puede que bastante idiota, pero lo amé por
eso.

—Te gusta que te traten rudo.

Sirius se rio — Sí, es así.

Ambos se sonrieron con tristeza.

—Debe volver, ¿verdad?

Lily quería creer que sí.

Chapter End Notes

Falta un capítulo más antes de volver a la mente de Remus. ¿Qué creen que pasó con
él? ¿Tienes teorías de por qué no ha regresado? Estoy leyendo sus comentarios <3
aunque me tarde un poco en responder.
Pesadillas

Invierno, 1977

Sirius se acostó al lado de James. Y Peter se les unió con un suspiró cansado. Porque sabía que
Sirius necesitaba de ambos. De sus mejores amigos para contenerlo. Volvía a ser luna llena. Y
Sirius se sentía tan malditamente devastado.

Se acomodaron en la cama de James. Solía hacer eso con frecuencia cuando eran niños. Cuando
Sirius se convirtió en el príncipe caído y traicionó a su sangre al ser seleccionado en Gryffindor.
Porque James era quien lo contenía, quien le hacía creer en las cosas buenas, quien le hacía querer
ser mejor que todas las personas malditas en su familia. Y Peter era quien siempre estaba ahí para
ellos, para escuchar, para hacerles entender que a dónde fuera que quisieran ir, lo que fuera que
quisieran hacer, él los apoyaría.

Sirius escondió su rostro en el hombro de James.

—Padfoot, está bien.

Sirius quería morir.

—Me dijo… me dijo que se volvería un mortífago. Me lo dijo antes de irse y yo no… no le
coloque un hechizo de rastreo. Podría haberlo noqueado. Podría haberlo petrificado y obligarlo a
quedarse. Podría haberle rogado para que no se fuera y no… no lo hice.

Se sentía traicionado.

El beso que se dieron ese día en la lluvia era uno de los momentos más dolorosos de su vida.

—¿Crees que se hubiera quedado? — preguntó James — ¿De verdad crees que eso hubiera sido
suficiente?

—No lo sé. Pero debería haberlo intentado — susurró y odio el sonido lamentable de su voz— Una
vez Remus me acusó diciendo que habría abandonado a Regulus. Y era cierto. Lo habría dejado
con mis padres pensando en que podría sobrevivir. Remus fue el que lo sacó. Él fue quien lo salvó.
Pero entonces por qué… ¿por qué nos traicionó?

Porque nadie rescata a un Black sin un precio a cambio, susurró la voz de Regulus en su mente.

Esas palabras dolían.

¿Este era el precio que Remus Lupin había pagado por salvar a Regulus?

El dolor de esas palabras se extendía por todo su cuerpo como agujas penetrando su piel.

No tenía sentido alguno.

Albus Dumbledore los había rescatado, se aseguró de que no hubiera manera en la que tuviera que
volver con los Black y confió en ellos cuando… Pero no confío en Regulus, pensó con inquietud.

—¿Qué hay sobre Regulus? — preguntó Sirius con la voz ronca esa mañana de navidad hace tanto
tiempo atrás — Él estuvo ahí, ¿lo sabe? ¿Qué hay sobre su bienestar? ¿Si hablo con usted también
lo sacaran de ahí?

—Regulus no corre peligro con sus padres – replicó Albus Dumbledore.

Y Sirius Black sintió que enloquecería.

El príncipe oscuro era diferente al príncipe caído en desgracia.

Sirius Black pasó años tratando de huir de su familia, tratando de hacer todo lo posible para
demostrar que no era como ellos, y demostrando una y otra vez cuánto los odiaba. Pero no dejaba
de ser un Black. Las personas desconfiaban de él por su nombre, esperaban siempre lo peor,
seguirían observando expectantes el momento en que Sirius Black fuera un traidor. Por eso amaba
tanto a sus amigos, a los Potter, a Gryffindor. Cada uno de ellos creía que Sirius era algo más que
su familia.

Pero Regulus Black era el heredero perfecto. Un sangrepura que respectaba las creencias de las
familias antiguas. Un chico listo, poderoso y astuto. Un digno Slytherin que sabía jugar acorde las
reglas del juego en el que estaba atrapado.

Albus Dumbledore no había dudado en permitir que Regulus volviera con sus padres. A pesar de lo
que le hicieron a Sirius, a pesar de que Regulus lo sacó de la mansión arriesgando su vida, a pesar
de que Sirius sentía que podría volverse loco con solo la idea de que Regulus tuviera que vivir algo
similar a la tortura de esa noche.

Porque nunca permitirían que Regulus Black fuera libre de su rol como heredero.

Reggie no era como Sirius.

Sirius Black se aseguró de decepcionar y humillar el apellido Black una y otra vez para asegurarse
de ser descartado como una opción a la maldita corona que sus padres deseaban para él. Y el peso
recayó en Regulus. Era su culpa, sabía que era su culpa que Regulus no tuviera otra opción que
aceptar ese destino que despreciaba. Y se convenció durante años de que no había otra manera, de
que Regulus era más listo que él y lo había aceptado, de que Regulus incluso disfrutaba de todo
eso.

Tardó mucho tiempo en darse cuenta de que había condenado a Regulus a cambio de su libertad.

Entonces, ¿cómo fue liberado?

¿Qué hizo Remus Lupin a cambio de la vida de Regulus?

James suspiró — También me duele. Él… él los quería. A todos ustedes. Tampoco entiendo qué
pasó.

Pete lo miró.

—¿De verdad lo amabas tanto? — preguntó en un susurro, casi temiendo romper algo dentro de
Sirius con esas palabras.

Peter era el menos indicado para mostrar consuelo de todos sus amigos. Quizás por eso le afectó
tanto su pregunta —Todavía lo hago, Wormie. Por eso duele.

Pete se quedó a su lado — Lo que ustedes tenían… Sentía envidia porque Dorcas y yo jamás
seremos así.
Sirius sonrió de lado, sintiéndose vacío.

—¿Cómo van las cosas con ella? — le preguntó James.

El chico suspiró — Ya sabes, a veces me adora y otras veces me mira como si fuera la peor
persona en el mundo.

—Las relaciones son complicadas.

—Si — susurró Sirius, con una voz vacía — Lo son.

Las pesadillas no lo abandonaron. Durante todo ese tiempo fue como si estuviera maldecido. Y la
condena impuesta era revivir cada recuerdo durante cada noche y ser abrumado por el sentimiento
confuso y urgente que sentía alrededor de Remus Lupin cada vez que se veían, latiendo con fuerza
en su corazón. Era la emoción que le provocaba hacer reír a Remus Lupin, donde pensaba que nada
antes se había escuchado tan correcto como eso. Y era el deseo de llorar, de gritar y de escapar,
tirando de su cuerpo mientras procesaba todo lo que estaba ocurriendo.

Remus Lupin no estaba aquí. No estaba con él. No tenía idea de a dónde había ido.

Pero estaba en su memoria, en esos recuerdos, en sus pesadillas.

Un día volvía a un día de verano, en la boda de su prima, y encontraría a Remus Lupin vestido
elegante, de traje y capa, luciendo hermoso, atractivo y amenazante, lo que lo volvería loco y no
sería capaz de apartar la mirada de él. Se sentiría enfurecido porque Remus no lo miraba, pero una
vez que lo hizo, una vez que sus ojos lo encontraron, vería el deseo, la emoción y la electricidad
que le cortaba la respiración.

Una noche volvería a estar perdido en lo que sentía en la torre de astronomía cuando lo hicieron por
primera vez. Confundido sobre qué hacer, cómo actuar, o lo que pasaría entre ellos si realmente…
pero vería a Remus, saborearía sus labios, suspiraría su nombre y cada duda en su mente le diría sí,
quiero esto, lo quiero a él. Y descubriría la manera maravillosa en la que su cuerpo respondía a
Remus Lupin, y la forma en la que todo encajaba tan bien cuando eran ellos dos. Ellos dos
perdiéndose el uno en el otro en una maldición.

Otra noche sería año nuevo, y Sirius se estremecería de esa satisfacción, de ese sentimiento cálido y
feliz que sentía cada vez que escuchaba a Remus llamarlo suyo. Porque lo era. Porque se
pertenecían. Y esto es mágico, pensaría. Tan mágico como las noches de secretos susurrados, de
confesiones y revelaciones que lo hacían sentir más cercano a él, como si por fin pudiera
entenderlo.

Su última pesadilla fue sobre la voz quebrada y ronca de Remus confesando lo que vivió con su
padre, con los monstruos, con personas horribles. Esa vez Sirius sintió un deseo devastador por
estar con él, por consolarlo, por susurrarle que era amado, que lo amaba y que no permitiría que
algo así…

Al despertar aun sentía la desesperación de la necesidad de decirle que lo amaba.

—Pads, vamos tarde — se quejó Peter.

Sirius pensó en esa pesadilla. Ese sueño maravilloso que le hacía desear algo que no podía tener.
Esa noche no le dijo que lo amaba. Pensó que no era necesario. Pensó que tenían todo el tiempo del
mundo. Pensó que el momento correcto sería cuando Remus le dijera las mismas palabras. Por un
momento, se paralizó por los deseos de destruirlo todo, tal y como Remus lo había quebrado a él.

Porque Remus Lupin decidió convertirse en todo aquello que lo atormentó cuando era un niño.
Decidió convertirse en un monstruo, en alguien que hacía cosas horribles, en un mortífago.

—¡Padfoot! — gritó Peter.

Sirius suspiró y decidió que era suficiente de la autocompasión.

Sonrió al abrir las cortinas de su cama — Hola, Wormie.

—¿Te saltas el desayuno de nuevo? A Prongs no le va a gustar.

No, porque se preocupa demasiado, pensó Sirius. Cuando le dijo sobre sus recuerdos, James se
culpó durante demasiado tiempo.

—Debí darme cuenta — le dijo.

—No es tu culpa. Es de ese maldito bastardo — susurró Sirius con rencor.

—Lo siento, Sirius. Debí saberlo, debí hablar contigo… Wormie y yo pensamos que solo estabas
siendo idiota sobre el tema, y creí que necesitabas tu espacio — James hizo una mueca — Mierda,
soy el peor amigo del mundo.

—Eres alguien maravilloso, Jamie — replicó Sirius, sintiéndose enfurecer — Esto no es nuestra
culpa. No lo es. Y te prohíbo volver a disculparte.

James Potter ahora estaba actuando un poco exagerado ante cualquier cambio de Sirius. Si llegaba
tarde a clases, si se saltaba alguna comida, incluso se alteró cuando Sirius se duchó con agua fría en
vez de sus tortuosas duchas de agua hirviendo. Era lindo, su preocupación. Pero estaba
enloqueciendo un poco a Sirius el sentirse otra vez como una víctima. Ya tuvo suficiente de eso la
navidad que casi murió.

—Ser guapo requiere de muchas horas de sueño, Wormtail — se burló Sirius.

—Voy a tratar de guardarte algo, pero trata de llegar a tiempo a la clase — le dijo Peter antes de
irse — Nos vemos con Minnie.

—Nos vemos — susurró Sirius de camino a las duchas.

Debió irse con Peter.

Los merodeadores eran lo único en lo que Sirius podría sostenerse cuando se sentía enloquecer y se
perdía en la furia.

No estaban con él esa mañana.

Ese fue el primer error.

El segundo fue de Severus Snape.

El desgraciado chico había regresado a Hogwarts siendo más sombrío, algo cambió dentro de
Snape ese verano, se veía en su mirada más fría y serena, en su tono de voz despectivo, en la
manera en las que caminaba por los pasillos de Hogwarts, como si por fin hubiera encontrado su
lugar en el mundo.

Peleó con James durante la primera semana, hasta que Evans los separó con una rápida maldición.
Desde entonces, no se les volvió a acercar.

Hasta ahora.

—La escoria Black.

Sirius sentía su sangre hervir.

—Snivellus, que manera de arruinarme el día con tu horrible cara.

Pero el chico le sonrió. Era una sonrisa llena de desdén.

—Escuché algo divertido — dijo con gusto — Sobre que las cosas no terminaron bien entre Lupin
y tú.

La varita estaba en su mano antes de ser consciente de eso.

Pero entonces una fuerza la arrancó de sus manos.

La mirada deleitada de Snivellus era asquerosa.

—¿Qué pasó, Black? ¿La maldita perra de Lupin no regresó a tu lado? ¿Estás triste por el chucho
perdido? — sonrió Snivellus con crueldad — Quizás está follando por ahí con asesinos.

—Estás demasiado interesado en nuestra vida sexual. ¿Es porque la tuya no existe? — replicó sin
miedo, con una sonrisa engreída.

Snape hizo una mueca despectiva —¡Sectusempra!

Sirius vio la herida en su pecho abriéndose y la sangre brotando y entonces… entonces…

Escuchó gritos.

Dolía.

El olor de la sangre lo inundaba todo.

Y dolía.

Destellos de magia abrumadora e intensa.

Dolía.

Unas manos que acariciaban su rostro.

—Pads… por favor, Pads…

Dolía.

Escuchar la voz de James Potter así de quebrada dolía.


Vio a una mortífera chica maldiciendo a alguien.

—Te has convertido en un monstruo, Severus.

Dolía.

Ver cuán hermosa era Lily Evans con una mirada tan oscura en sus ojos verdes. Esos ojos verdes
que antes eran tan brillantes, tan ingenuos, tan amables. Dolía ver cuánto habían cambiado.

Dolía mantenerse despierto.

Sirius cerró sus ojos.

Escuchó voces.

Sintió más dolor.

Escuchó un grito.

Pensó que quizás era suyo.

Había magia a su alrededor.

Había un susurro frío que hacía que sus heridas dolieran.

La sangre dejó de abundar.

Alguien estaba furioso.

—¡Es mi hermano, Potter! — gritó la voz de Regulus Black.

—¡Lo sé!

—Voy a matarlo.

La voz de su Regulus, de su pequeño hermano, jamás se había escuchado así. Tan oscura, tan
venenosa, tan sedienta de sangre y dolor.

—No puedes hacerlo — replicó Lily Evans.

Una risa fría y oscura.

—No tienes idea de lo que soy capaz de hacer.

Dolía.

Dolía tanto que Sirius pensó que jamás lo abandonaría.

Hasta que dejó de doler.

Y entonces solo había oscuridad.


Mary estaba a su lado. Cerró su revista y lo miró.

—Estás despierto.

Sirius cubrió sus ojos. La luz de la enfermería era demasiado brillante. Su cuerpo dolía. Se sentía
cansado y exhausto. Y confundido.

—¿Estás segura? La verdad es que ya no sé diferenciar cuándo estoy despierto y cuando esto se va
a convertir en una pesadilla — su voz sonaba ronca y rasposa.

¿Cuánto tiempo llevaba aquí?

Mary se sentó en el borde de la cama — Es real, Sirius.

—¿Qué sucedió? — preguntó.

—Snivellus te hizo algo. Por eso estás aquí.

Sirius suspiró y se cubrió los ojos con el dorso de su mano — Mierda, eso es demasiado
humillante. ¿Snivellus me venció? Wormie se va a burlar de mí toda la vida.

Mary apartó la mano de Sirius, para obligarlo a verla —Estaba asustada, ¿sabes? Fui quien te
encontró, cubierto de sangre, y él… él lo estaba disfrutando. Fue horrible, Sirius. No es una
maldita broma ni sus malditas venganzas. Creí que podrías morir.

No sería la primera vez, pensó con amargura.

Pero Mary lo miraba ansiosa. Mary que siempre tenía una sonrisa para él, que sus ojos siempre
brillaban divertidos y que siempre tenía una sensación de confianza en cada uno de sus
movimientos. Esa chica de la cual se enamoró una vez estaba aquí, con él, sus manos temblaban, y
se veía pálida por el recuerdo.

—No te merezco, MacDonalds.

La chica sonrió con tristeza — No. No lo haces. Pero aun así te quiero.

—¿Por qué?

Ella lo miró, la calidez de su mirada — Porque somos amigos.

Esas palabras lo hicieron sentir bien. Cuando terminaron estuvo pensando en esto mucho tiempo.
En la manera en la que estaba perdiendo a una buena amiga por elegir a un chico que lo odiaba. Era
una decisión estúpida. Y Sirius se preguntó si hubiera sido mejor jamás haber cedido a lo que
sentía por Remus Lupin. Pero Mary merecía algo mejor que Sirius Black.

Aun no comprendía por qué Mary seguiría queriéndolo. La engañó, le mintió, la dejó. Por un
Slytherin. Por un hombre lobo. Por un chico. Pero cada vez que le preguntaba Mary se burlaría
diciendo que hubiera hecho lo mismo.

Deseaba que algún día le dijera la verdadera razón.

—Lo siento — susurró Sirius.

Mary lo entendió —Cariño, es suficiente.

Sirius asintió.
Un largo silencio se prolongó entre ellos.

—¿Cómo lo llevas?

—Lo odio profundamente.

Mary sonrió — Sí, así se siente un corazón roto.

Sirius la miró con dolor — ¿Fue así cuando rompimos?

—No — negó con la cabeza mirándolo con afecto — Ambos nos seguimos queriendo. Incluso en
los malos momentos, cariño. No, esto… es más. Mucho más.

—¿Por qué?

—Porque lo amabas, Sirius, con cada parte de tu alma. ¿La forma en la que lo mirabas? ¿Cómo
sonreías a su lado? Amor, eso era diferente a cualquier otra cosa que haya visto.

—Pero él no me amaba — replicó Sirius y odio el sonido dolido de su voz — Por eso me dejó.

Mary se rio. No era con maldad, era una risa confundida — ¿De qué estás hablando? Remus me
detestaba por haber sido tu novia. Estaba malditamente celoso por ti, porque te amaba a ti, Sirius.
Ese chico te adora.

Sirius deseó no haberse sentido tan bien con esas palabras. Era diferente escucharlo de Mary. Ella
no mentiría sobre esto, entre todas las cosas.

—¿Dónde está Prongs? — preguntó, para ignorar un poco el deseo irrefrenable de preguntar más
sobre Remus Lupin. Era fácil perderse en un recuerdo.

Mary lo miró nerviosa —Sobre eso… tengo que decirte algo.

Sirius se estremeció.

Algunos fragmentos de sueños o pesadillas resonaban en su mente.

La voz furiosa de un chico. Un grito desesperado. La magia y el dolor mezclándose.

¿Qué había pasado?

—Eso suena muy mal — intentó bromear — Todas las malas noticias comienzan así. Y ya me
siento bastante mal.

Mary miró al otro lado de la enfermería — Tenemos que irnos de aquí. Regulus… hizo algo.

—Gigi…

—Se vengó de Severus Snape. Él… — Mary dudó — fue algo duro.

El chico frunció el ceño —Estoy en la enfermería. Eso es bastante duro.

—Lo sé. Pero Regulus… bueno… Lily y James están con él en la oficina de Dumbledore.
Regulus estuvo a punto de matar a Snape.

Lily y James lo contuvieron, al seguirlo hasta las mazmorras.

Los llamaron donde Dumbledore.

McGonagall gritó muchas cosas. Slughorn los miró con decepción.

Sirius no escuchó ninguna de sus palabras.

Regulus estaba ahí, con una mirada sombría y amenazante, escuchando cada palabra con
indiferencia. Ningún arrepentimiento en sus acciones. En la mente de Sirius aun resonaba su voz,
fría, oscura y venenosa. Cuán fácil fue decir que mataría a Severus Snape y la manera en la que se
había reído de Lily cuando se opuso. Regulus sonaba demasiado familiar. Sonaba a sus padres, su
risa sonaba a la crueldad de los Black. Era inquietante. ¿En qué momento Regulus se convirtió en
esto?

Y Sirius recordó algo. Regulus siempre fue bueno ocultando sus emociones y guardando secretos.
Secretos como los que Remus Lupin había guardado durante todo el tiempo que estuvieron juntos.

James se enfrentó a la mirada enfurecida de McGonagall.

—¿Qué hay sobre Sirius? Eso fue magia oscura y todos aquí lo saben.

Slughorn hizo una mueca — Señor Potter, esa es una acusación bastante…

—Pero es cierto — replicó Lily con una voz furiosa — Severus no merece perdón alguno. Hirió a
Sirius y Regulus lo defendió.

—Hay una gran diferencia entre defender a alguien y vengarse, señorita Evans — se quejó
McGonagall.

—Si yo estuviera muerto, ¿habría una diferencia? — preguntó Sirius con rencor.

McGonagall retrocedió un paso, su rostro perdiendo color — Eso no es…

Pero Sirius estaba harto. Estaba cansado de ser herido, de ser una víctima, de tener que aceptar
toda esa mierda. Estaba furioso y quería lastimar a alguien.

—Regulus es mi hermano. Si esa rata asquerosa de Snape lo hubiera lastimado yo también buscaría
la manera de destruirlo. ¿O tenemos que aceptarlo por ser parte de la familia Black? ¿Seremos
abandonados por eso? ¿Seremos acusados de ser asesinos cuando alguien intenta dañarnos?

—Sirius — advirtió McGonagall.

—Es suficiente, Minerva — la detuvo Dumbledore — Creo que el señor Black sigue afectado por
todo lo sucedido y es mejor dejar las cosas hasta aquí. Regulus recibirá su castigo junto al joven
Snape, tal y como Horace encuentre adecuado. Pueden retirarse. Sirius, quédate un momento.

James y Lily lo miraron antes de irse de la oficina. Queriendo desesperadamente encontrar su


confirmación de que estaba bien dejarlo.

Sirius asintió.

Regulus se fue con su furia silenciosa.


Cuando McGonagall y Slughorn los dejaron, Dumbledore sonrió de forma afable.

—¿Cómo te encuentras Sirius?

—Bueno, perdí sangre y tuvieron que arreglar mis costillas. Lo que me dejo una cicatriz poco
favorecedora, pero supongo que es un buen día — respondió con burla.

El anciano asintió — Ya veo. ¿Quieres un caramelo de limón?

Negó con la cabeza.

—Señor, necesito saber dónde exactamente está Remus Lupin.

—¿Por qué? — preguntó Dumbledore con intriga — ¿Lo amas?

Sirius se sintió desconcertado.

El anciano sonrió — Es fácil notar cuando dos jóvenes se aman como ustedes, Sirius. Esa pasión
juvenil… es difícil de ignorar cuando sabes cómo se sentía a tu edad.

—¿Realmente está en un intercambio?

—Sí, está cumpliendo con algo que deseaba hace mucho tiempo — respondió Dumbledore —
Lamento si se fue sin explicarte las cosas, él… el joven Lupin es alguien que carga con mucha
presión. Y de verdad lamentó si ustedes no han podido encontrarse nuevamente. El amor juvenil
debería ser algo que durase para siempre.

Sirius salió de la oficina suponiendo que Dumbledore mentía sobre el intercambio.

Todas las personas a su alrededor de Remus Lupin lo hacían.

Sacó la capa de invisibilidad de James.

Se escabulló en la sala común de Slytherin cuando Calíope Morgan regresaba de su cita con
Marlene.

Y entró a la habitación que Regulus compartía con Remus Lupin.

Hubo algo que recordó en una de sus pesadillas.

Sirius estaba medio dormido, después de hacer el amor con Remus una y otra vez.

Remus reía mientras anotaba algo en uno de sus libros.

Una nota.

—¿Qué haces? — preguntó Sirius adormecido.

—Escribir una carta de amor — respondió Remus.

Y Sirius sonrió feliz con esa idea.

Se había dormido. Y lo olvidó… hasta ahora, que revivía cada detalle de cada recuerdo, cada
noche, pensando en Remus Lupin.

—¡Accio carta!

Encontró la maldita carta.

Sirius,

Hay muchas cosas que no debería estar haciendo.

No debería haber escrito esta carta. No debería dejar que la encuentres. No debería sentirme tan
malditamente desesperado por una respuesta tuya cuando hace unas horas estábamos haciendo
el amor.

Me preguntó si alguna vez tuvimos opción sobre esto.

Sobre tú y yo.

Sobre la locura que fue enamorarnos.

Probablemente cuando leas esto me odies.

Hace mucho tiempo decidí escoger a Reggie como mi prioridad. Si tengo que ir al infierno por
alguien lo haría por él sin dudar. Fue mi elección. Proteger a ese niño que se hizo amigo de un
lobo. Y eso fue una verdad universal mucho antes de que tú aparecieras con esa sonrisa
engreída y mirada desafiante.

Nada cambiará que elegí a los mortífagos en vez de quedarme a tu lado. E incluso si las cosas
pudieran ser diferentes seguiría eligiendo a Regulus Black.

No pienso disculparme por eso, Sirius.

Pero te acabas de quedar dormido a mi lado luego de pasar la noche preguntando por cada una
de mis cicatrices porque querías conocerme. Estás respirando suavemente y es extraño lo mucho
que me alivia sentirte vivo a mi lado.

Quizás solo estoy escribiendo estupideces para recordar que aquí fui feliz y nada de eso fue una
mentira. Los secretos susurrados. Estas noches. Lo nuestro.

Te quiero. Y solo voy a disculparme por eso, Black.

Lo siento.

Adiós.

Remus John Lupin.

Sirius quemó la carta con la punta de su varita.


Pero esas palabras quedaron grabadas en su memoria.

Te quiero. Lo siento. Adiós.

Odiaba a Remus Lupin.

Y lo traería de regreso para torturarlo por ser un imbécil de mierda.

Acorraló a Regulus cuando volvió a la habitación.

—Me vas a decir donde está o seré yo quien vaya al maldito infierno para hacer que vuelva.

—Morirás — respondió Regulus con rabia.

—Sí, probablemente, y tendrás que vivir con esa mierda el resto de tu vida.

—Eres insoportable, Sirius.

Era cierto. Pero le iba mejor jugando en ataque.

—Por qué se fue. Vas a decirme exactamente lo que sucedió, Regulus, porque si no lo haces, te
juro que no te lo perdonaré. Ya no me puedes ocultar cosas, no cuando eres capaz de asesinar a
alguien si me lastiman. No puedo desconfiar de ti, de mi hermano. Necesito que seas honesto.
Necesito saber qué pasó. Necesito todo eso para no odiarte y volver a perderte.

Regulus se liberó en un movimiento brusco — No lo entenderías…

—Ya basta de estupideces. Dímelo.

Regulus suspiró — Es… es para protegernos. Se unió a los mortífagos para traicionar al señor
oscuro.

Sirius dio un paso hacia atrás — Eso sería un suicidio.

—Lo sé — replicó con una mirada furiosa — Es imprudente, es estúpido y es una mierda. Pero es
todo lo que podemos hacer para protegernos. ¿Sabes por qué, Sirius? Porque nosotros no somos
héroes brillantes de Gryffindor. Somos víboras de Slytherin, ¿no? Nos desprecian, nos juzgan…
¿Crees que alguien iba a confiar en él? ¿Un hombrelobo?

—Nosotros creíamos en él. Tú creías en él. Eso debería haber sido suficiente.

—Las reformas, Sirius — contestó con un tono venenoso — ¿Siquiera pensaste en eso?

Las reformas…

Su corazón dolió.

—Las reformas establecen que debe ser registrado como una criatura oscura peligrosa y estar bajo
la vigilancia del ministerio y los aurores. Lo asesinarían. Porque eso es lo que hacen con las
criaturas oscuras.

—Eso no es… — negó con la cabeza —¿Cómo es posible?

—Todo este tiempo… todo este tiempo hemos buscado la manera de sobrevivir. No sé dónde está
exactamente. Pero sé que está con vida.

—¿Cómo lo sabes? — preguntó con una mezcla de miedo y rabia que hacía temblar su cuerpo—
Ellos podrían haberlo asesinado o podrían tenerlo secuestrado o podrían…

Regulus suspiró con cansancio y le tiró un collar con una esmeralda brillante — Es mágico.
Pandora lo embrujó hace un año. Brilla si la persona vinculada está viva, se oscurece si está en
peligro y se vuelve negro si muere.

—Confiscare esto y te juro, Regulus, que si algo le pasa…

—¿De verdad crees que permitiría que algo le ocurriera? — escupió con desdén — No tienes ni
puta idea, Sirius, de cuánto significa Remus para mí, para el mundo mágico y para todo este
maldito plan. Si algo le pasa… yo sería capaz de destruir el mundo — declaró con una mirada
oscura, llena de peligro y amenaza. No mentía.

Sirius lo entendió. Porque era muy similar al deseo que guardaba él dentro de su corazón.

—Si algo pasa seré yo quien lo traiga de regreso, Reg. Y me encargare de hacerlos sufrir a ambos
porque siempre piensan en sus malditos planes antes que su seguridad, maldita sea.

Se recostó en la cama.

Escuchando la respiración de sus amigos.

Se preguntó qué estaría haciendo Remus Lupin ahora.

Tocó el pendiente en su oreja.

La luna de Remus.

Sintió el impulso de destruir el arete.

Romper el maldito vínculo.

La maldición que lo enlazaba a Remus Lupin.

Pero no lo hizo.

No lo hizo.

Y comenzó a llorar.

A llorar tanto.

Podría haber muerto hoy.

Podría haber muerto y ni siquiera eso lo traería de regreso.

Podría haber muerto y nunca volverlo a ver.

Sirius lloró.

Lloró de la misma forma quebrada y rota que una navidad pasada.


Lloró pensando en cuán frustrante era todo.

Lloró pensando en lo débil que era.

Lloró pensando en cuánto necesitaba a sus amigos para poder vivir.

Porque la vida era una puta mierda.

Lloró hasta quedarse dormido.

Cuando despertó, Pete y James estaban subidos en su cama, recostados a su lado.

Esos malditos y hermosos bastardos, pensó con cariño.

Daría su vida por estas personas.

Sacrificaría cada cosa en el mundo para que ellos fueran felices.

Era difícil no pensar en que eso era lo que Remus sentía por Regulus.

Sirius jamás podría unirse a los mortífagos y lastimar a las personas.

Pero…

Pero…

Pero…

Comenzó a preguntarse qué tanto de esa lealtad era por el bienestar de los desconocidos, por la
propia voluntad de ser un héroe y que tanto era debido a ir en contra de los deseos de sus padres.
Unirse a los mortífagos para salvar a sus amigos también significaría cumplir con las ambiciones
de las personas que más lo habían odiado. Las personas que lo destruyeron una y otra vez desde
que era un niño indefenso. Las personas que eran sus padres. La sola idea de satisfacerlos de esa
manera hería a Sirius. Hacer algo como lo que Remus estaba haciendo lo mataría.

Lo odió por ser capaz de hacerlo.

Por no importarle convertirse en un monstruo y dejarlos.

Y a medida que el odio ganaba peso en su corazón, sentía que ese vacío en su alma se volvía más y
más soportable.

Era fácil odiar a Remus Lupin. Y con ese sentimiento arrasando todo lo demás pensó en que quizás
si llegaría el día en que podría librarse de todo lo que sentía por Remus.

El Yule no era festejado en Hogwarts como navidad.

Quizás por eso le agradaba tanto a Sirius Black.

Quería dejar la magia oscura atrás porque estaba demasiado ligada a la familia Black.

Recordaba las fiestas oscuras.

Recordaba a la oscuridad recibiéndolo en los círculos mágicos.


Recordaba una voz musical diciéndole que su magia era especial.

Sirius Black no era un mago oscuro.

Y no quería convertirse en uno.

Por eso le inquietaba lo fácil que sería, lo mucho que la oscuridad se sentía atraída hacia él.

Pero su hermano era diferente.

Regulus disfrutaba el Yule.

Todos sus amigos decidieron celebrarlo por Regulus.

—Es el último día antes del cambio — exclamó James entusiasmado.

Pronto todos serían animagos ilegales.

Probablemente no deberían estar celebrando eso. Pero Sirius sonrió. Le gustaba la idea de ser algo
más que Sirius Black, el hijo perdido, el traidor de la sangre, el estúpido al que siempre mentían.

Peter frunció el ceño — No tengo idea de en qué me convertiré.

Lily se veía distraída mirando la luna llena de esa noche. Había estado distinta los últimos días,
más dispersa de alguna manera y más propensa a maldecir a cualquiera que la molestara. Sirius
sabía que no debía molestarla antes de su dosis de café diario, pero era algo más. De eso estaba
seguro.

Pandora miraba el mapa de Remus. Lo había terminado hace unas semanas. Era algo asombroso,
mostraba todo el castillo, todos los pasadizos que conocían y podían ver a cada persona que
rondaba por los terrenos.

—¿Buscas su nombre? — preguntó Sirius.

—Cada día — respondió la bruja.

—¿Crees que regrese?

—Sí — dijo Pandora, trazando sus nombres en la torre Gryffindor — Debe hacerlo.

Sirius se preguntó si sería más fácil olvidarlo si nunca más volvía.

Se preguntó si algún día la ansiedad que sentía se haría más soportable.

Algunas noches ya no soñaba con él.

Y en vez de sentirse aliviado sentía que olvidarlo una vez más era una condena.

Estaba loco.

Y era culpa de Remus Lupin.

Su patronus apareció frente a él.


El lobo de Remus.

¿Cómo es que aun tienes un recuerdo feliz cuando cada uno de los míos guarda tanto dolor y
rencor? Pensó atormentado.

—Encuéntrame — rogó su voz.

Eso es lo que he intentado todo este tiempo, pensó.

Te intento encontrar, amor.

Quiero encontrarte.
Manada
Chapter Notes

Por fin, el regreso de Remus como narrador.


Espero que lo disfruten aunque sea doloroso porque no está con Sirius ni sus amigos,
pero es una etapa que debe vivir Remus en su momento más humano y vulnerable.
En cuanto a lapso de tiempo, esto ocurre después del capítulo 53 que fue narrado por
Remus.

Verano, 1977

La marca en su brazo dolía.

Era la prueba de que era un mortífago.

Era la prueba de que ahora le pertenecía.

El mago le sonrió con satisfacción.

—Ahora eres mío, Lupin — Sus iris brillando de rojo escarlata.

Remus se estremeció ante sus palabras. Lo desconcertaba cuán fácil era querer satisfacer a Lord
Voldemort. ¿Cuál es el truco que usas? Se preguntó con intriga. ¿Cuál es tu secreto? La magia
oscura a su alrededor lo abrumaba. Era una esencia demasiado dulce, un sentimiento de peligro y
un hechizo que lo atraía a obedecerlo. ¿Qué clase de magia utilizaba? Lo descubriría. Sin importar
qué tuviera que hacer. Descubriría cada uno de sus secretos para destruirlo.

Corazón. Mente. Y alma. Eran la esencia de las pruebas para recibir su marca. Entregar el corazón
a la causa del señor oscuro. Revelar los secretos de tu mente. Y demostrar que su lealtad le
pertenecía tanto como su alma.

La marca tenebrosa ardía en su piel.

Su corazón estaba roto.

Su mente era un caos.

Y Remus dudaba si todavía conservaba algo de su alma.

Lo único que evitaba que enloqueciera era lo mucho que deseaba vengarse.

Vengarse de Lord Voldemort, de Albus Dumbledore y de la sociedad mágica.

Pensó en cuántas cosas tuvieron que hacer para llegar hasta este momento.

Pensó en el niño que dijo a Dumbledore que no quería ir a Hogwarts porque las personas odiaban a
los monstruos. El niño que se interesó en un joven príncipe en un tren. El niño que tuvo que
aprender a sobrevivir en un mundo que lo despreciaba por tantas razones. El chico desesperado por
ver a Sirius Black destruido antes de descubrir el dolor que le provocó ver a Sirius al borde de la
muere, antes de sentir cuán fuerte era la necesidad de salvarlo, de ver que siguiera peleando con él,
porque deseaba esa mirada desafiante de Sirius Black que lo enloquecía. Pensó en cómo se sintió
amar a alguien como Sirius Black, porque lo había amado más de lo que imaginó posible amar a
alguien. Y ahora era despreciado por él, porque Remus todavía lo quería lo suficiente para desear
alejarlo de todo este infierno.

Remus odió cada uno de esos recuerdos. De las noches con Sirius. Del sonido de su voz. De las
miradas. Odiaba pensar en Sirius. Odiaba extrañarlo. Odiaba sentirse tan jodido por haberse
enamorado de Sirius Black.

Era fácil recordar por qué odiaba a Sirius.

No era tan fácil dejar de amarlo.

Se dijo a sí mismo que todos los sacrificios eran necesarios para proteger a los que amaba. Pero
sabía que ya no podría regresar con ellos. Porque era un asesino. Era un monstruo. Y tenía una
promesa de sangre que cumplir.

Remus sonrió con crueldad. Los días junto a ellos se terminaron.

Y estaba cansado de sufrir por eso. El lobo prefería perderse en los instintos que gritaban
despedaza, corre, mata y destruye.

—Dumbledore desea que te infiltres entre mis criaturas oscuras — sonrió Voldemort, esa
encantadora sonrisa de un joven apuesto — Vamos a hacerle creer que sus planes funcionan. Irás
con las manadas. Gana la confianza de los lobos, Lupin, y regresa a mí.

Remus se inclinó ante el señor oscuro — Cumpliré sus deseos, mi lord.

No pudo despedirse de Regulus Black.

Encontró a los lobos antes de la luna llena.

El poder de la manada lo atraía.

La oscuridad respondía a los deseos del lobo.

Aún tenía la poción de Pandora Lynch, manteniendo su consciencia. Casi deseaba tirarla y
sucumbir ante la naturaleza de la bestia.

No lo hizo. Porque tenía una promesa que mantener.

Regresaré, escribió en el pergamino.

Lo dejó en la casa Lestrange antes de irse esperando que Regulus leyera esa palabra. Y deseando
que le creyera. Era una promesa que no podía hacer. Ambos lo sabían. Pero Remus creía que
Regulus necesitaría esas palabras. Aunque fueran una mentira.

Por un momento se dejó perder en un recuerdo de cuando estuvo en casa de los Potter en navidad,
esperando a que Regulus volviera, deseando escuchar que Sirius Black estaba bien y sintiendo que
James Potter era un consuelo a su lado. Remus todavía era un niño ignorante que no lo sabía.
Pensaba que era mayor, que ya entendía el mundo, que podría cambiar las cosas a su favor. Pero el
mundo es cruel. Y esa noche pensó que ya no podría importarle.

La desesperación por salvar a Sirius Black recorría su cuerpo. El miedo de que Regulus tuviera que
volver con sus padres oprimía su corazón. Y la ira que sintió al escuchar a Dumbledore decir con
tanta facilidad que Regulus Black no estaba en peligro con sus padres encendió su sangre.

Fue sencillo en ese entonces apostar por un plan suicida. Porque una parte de Remus deseaba morir
a cambio de la vida de Regulus.

Lo pensó una y otra vez durante esa noche.

El fuego crispaba en la chimenea.

Las horas pasaban lentamente.

La única manera de salvar a Regulus era convirtiéndolo en alguien valioso para ambos lados de la
guerra. Sería la pieza más importante de Dumbledore y Voldemort, para que nadie pudiera tocarlo.

A Remus no le interesaba lo que sucediera consigo mismo. No tenía una oportunidad en el mundo
mágico o en el mundo muggle. Porque alguien como Remus no encajaría nunca en algún lugar. Era
una criatura oscura que debería estar registrada en el ministerio, para ser cazado y asesinado. Era
un huérfano disléxico y homosexual, que definitivamente no encontraría un empleo bien
remunerado en la sociedad muggle, por mucho que supiera convertir ratas en copas brillantes. Y
ahora era un asesino, ahora era evidente que no solo moriría por Regulus Black, sino que también
asesinaría por él.

Esa noche de 1975 pensó que estaba bien porque el mundo lo despreciaba. Porque jamás podría ser
parte de algo, a menos que destruyera la sociedad mágica.

Pero una parte de Remus, pequeña e ingenua, creía que podría cambiar el mundo en el que vivían.

Que podría cambiar las restricciones de los hombres lobos por derechos dignos.

Que podría obligar al mundo a reconocer que las personas como él eran importantes.

Que podría ganarle a la naturaleza salvaje del lobo.

Estar con Sirius, con Lily, con los merodeadores y sus amigos le hizo creer que podía ser posible.
Porque esas personas sabían que era un hombre lobo, sabían de la naturaleza de la bestia, sabían
cómo encajaba la sociedad mágica, y aun así lo amaban, confiaban en él, se reían con él, le hacían
creer que no estaría más feliz en otro lugar que con ellos.

Y Remus lo sacrificó todo.

Porque generar un cambio requería de sacrificios.

Asesinar al más grande mago oscuro requería de un monstruo.

Y Remus era quien aceptó ese papel.

Llegó al bosque, la magia antigua impregnada en la tierra, en los árboles y en el aire eran intensos
y el lobo se sentía tan bien, porque esto era lo que siempre había estado buscando. Remus pensó
que el aroma a tierra mojada y magia se parecía demasiado al olor de la sangre. Quizás por la
electricidad en el aire por la tormenta, por la noche cubriendo los árboles, por los ojos de los
depredadores que lo seguían con atención.

La atracción tiraba de Remus, acelerando su pulso, estremeciendo sus sentidos y entrecortando su


respiración. La poción siendo su único lazo con la cordura del mago. Intentó centrarse en al aire
frío erizando el cabello en su nuca, en el color verde oscuro rodeándolo en los frondosos árboles,
pinos y robles, cuyas hojas susurraban junto a la magia del bosque, e intentó aferrarse un solo
momento al arete de estrella que llevaba en su oreja izquierda.

—Remus John Lupin — pronunció la loba, sus ojos iluminándose de color anaranjados con el uso
de la magia, su piel oscura reflejando el brillo de la luna, su cabello corto danzando en el viento
mientras que el poder de su sangre latía sobre cada uno de los lobos.

Era la misma mujer con la cual hizo una promesa de sangre. Aquella que respondió a sus palabras
y accedió a responder con lealtad a Regulus Black una vez que se convirtiera en el siguiente señor
oscuro.

Remus sonrió deleitado.

La oscuridad era demasiado intuitiva, supo donde guiar al lobo cuando buscó una manada. Y los
encontró. Estaban aquí. Docenas de lobos aullando a medida que la luna ejercía presión en ellos,
atrayendo a las bestias, provocando el cambio de su naturaleza.

El cambio fue menos doloroso.

Los aullidos encendían su cuerpo de una manera abrumadora.

Y la loba tenía la voz más fuerte, una voz que lo reclamaba.

Remus entendió lo que era un alfa.

—Eres mío — decía en sus pensamientos.

Sí, respondió su lobo.

Porque quería esto. Quería pertenecer a algún lugar, a alguien. Pensó que podría pertenecer a Sirius
Black, a su mundo brillante, de risas, travesuras y amor. Pensó que podría ser de él para siempre,
porque Sirius era suyo, porque ambos se pertenecían el uno al otro. Era la manera en la que se
miraban, la manera en la que respiraban, era la forma en la que suspiraban el nombre del otro entre
sus labios cuando se perdían en ese sentimiento de fuego, necesidad y electricidad, empujándolos,
atrayéndolos, condenándolos a un amor peligroso.

Pero ese lazo se rompió.

Remus se encargó de destruirlo.

La manera en la que Sirius Black lo miró por última vez era amor y desesperación, era un corazón
rompiéndose, era su alma gritando porque nada de lo que sucedía tenía sentido cuando horas antes
todavía se amaban, todavía estaban en una cama de un hotel de Londres, susurrando te amo en los
labios del otro, y Sirius sonreía con tanta felicidad que Remus pensó que era todo lo que necesitaría
para el resto de su vida. Dolía saber que todo eso se convirtió en odio, en rencor, en desprecio, en
ese momento sintió que nada podría doler como haber amado a Sirius Black.
Quería pertenecer a algún lugar.

A alguien.

Quería a Sirius Black.

Pero deseaba olvidar ese sueño convertido en pesadilla.

Los lobos aullaron, aceptándolo.

Y fue un consuelo que consumía al monstruo.

El monstruo que aun aullaba el nombre de Sirius Black para decirle a las estrellas que lo amaba. Y
también para decirles que lo odiaba por todo lo que habían vivido.

Corrió junto a la manada.

Cazó junto a ellos.

Aulló eufórico al atravesar el bosque junto a tantos lobos que respondían con la misma emoción
por encontrar un nuevo hermano, un miembro perdido, un aliado que les pertenecía desde ahora.

Esto era lo que deseaba el lobo. Estar con los suyos. Estar con la manada. Estar en un bosque y
sentirse libre.

Era tan intenso, tan excitante y abrumador que casi ignoró el dolor en su corazón. El dolor de saber
que el zorro plateado no estaba a su lado.

El lobo lo buscó. Pero sabía que el zorro no estaba aquí. No sentía su presencia, su aroma, su
sonido. El primer amigo de la bestia, la primera criatura que lo acompañó durante la agonía del
dolor, a quien amaba y protegía, haciéndolo sentir como si tuviera un propósito.

Quería traerlo con su magia. Pero su mente estaba llena del sonido de los lobos, del aroma de los
árboles, de la esencia de la magia oscura.

El lobo pensaba hogar, esto es hogar, aquí es donde pertenezco, aquí hay más como yo y… y… no
solo, ya no estoy solo, ahora no tendré que seguir sufriendo solo.

El lobo pensaba magia, hay magia en todo el lugar, tierra, aire, agua, hay magia y es mío, es mío,
es nuestro y no volveré. No regresaré. No me iré a ningún otro lugar.

El lobo pensaba en el zorro, y aulló entristecido por su ausencia, pero los lobos lo atraían, y cada
parte de su cuerpo quería estar con ellos.

Remus no se opuso a los deseos del lobo.

Él ya no tenía razones para regresar al mundo de los magos.

El sol en sus ojos.

El aroma de los árboles.


El aire fresco en su piel.

No tenía heridas.

No sentía ese doloroso cambio cuando sus huesos se rompían y volvían a formarse en huesos
humanos, dejándolo agotado por el dolor, cuando su mente se partía entre la consciencia del
monstruo y los pensamientos humanos.

No sentía ese horrible vacío en su pecho.

No sentía la furia que lo sostenía para no perderse en el dolor.

Los lobos estaban a su alrededor.

Esperando.

Sentía la emoción de los monstruos por este momento.

—Eres mío mientras estés aquí, perro de Dumbledore — sonrió la loba con frialdad.

—Puedes decirme Remus — respondió con voz ronca.

Cubrió sus ojos para evitar el sol mientras reorganizaba sus pensamientos y trataba de controlar su
respiración. Seguía sobre su espalda, recostado en el suelo, escuchando el murmulló de la magia
oscura, y el latido de cada uno de los corazones de los lobos.

—Lo sé — dijo divertida — Remus John Lupin.

El chico la miró.

Era una mujer alta con hombros anchos y un cuerpo ágil, que desprendía confianza en cada
movimiento. Las cicatrices en su piel eran irregulares, profundas y contrastaban con la oscuridad
de su tez, muchas peleas y muchas heridas se transcribían en ellas, indicando una vida difícil en
donde aprendió a sobrevivir con dolor. Remus se sintió hipnotizado con su mirada serena y la
sonrisa peligrosa que tiraba de sus labios, pero que no indicaban amenaza.

Estaba intrigado por la loba.

—¿Cuál es tu nombre?

Hubo silencio.

Los lobos los observaban.

Vigilaban los movimientos de Remus.

Lo conocían. Lo recordaban. Pero no confiaban en él.

Al menos, no todavía.

Remus imaginó que la manada sucumbía ante el sentimiento sobreprotector de los lobos. Ese
sentimiento que lo embargaba cuando alguien podía ser una amenaza para Regulus Black, salvaje e
instintivo que lo empujaba a desconfiar, analizar y estar preparado para atacar si alguien atacaba a
una de las personas más importantes en su vida.

Pero Remus no tenía intención de enfrentar a su líder.


—Artemis — susurró la loba con una expresión extraña, cierto vacío en sus ojos antes de
desaparecer en una máscara inescrutable — Hace mucho tiempo que nadie me llama por ese
nombre.

—¿Cómo te llaman?

—Soy su líder. Soy su alfa — declaró cuadrando sus hombros — No necesito nombres. Ellos
responden cuando lo ordenó, y no pueden darme órdenes a mí.

—Excepto el señor oscuro — sonrió con frialdad.

Porque todos eran piezas en su juego. Piezas descartables a las que no tomaba importancia. Eran
peores para él. Podían creer que aquí eran libres, porque estaban juntos, porque la magia los
protegía en este lugar. Pero no lo eran. No eran libres. Estaban siendo usados como armas. Eran
monstruos despreciados por la sociedad y por eso eran sirvientes de los deseos de otros.

Los lobos gruñeron.

La loba rio — Eres atrevido. Algo peligroso, para alguien que está ganando tantos enemigos.
Sígueme, Lupin.

Remus la siguió por el bosque. Caminaba detrás de ella, cuidando sus pasos. Las miradas lo
seguían, estaban entre los árboles. Pero la loba actuaba con… naturalidad. Estaba acostumbrada a
recibir esa atención. La llevaba con ella como un peso sobre sus hombros, pero que aceptaba con
dignidad.

El bosque era diferente al lugar de la última vez, cuando la magia del lobo y la oscuridad lo
atrajeron junto a Regulus Black. Pero no le sorprendía. Si querían sobrevivir tenían que moverse
por las cacerías. Las malditas cacerías en las que el ministerio estaba invirtiendo demasiado tiempo.
Era más fácil atrapar a los lobos que lidiar con los mortífagos. El ministerio estaba dispuesto a
asesinar a cada lobo de los registros mágicos. Remus disfrutó tanto que cada uno de esos registros
ardió hace meses. Pero aun así se la arreglaron para que los aurores se volvieran buenos cazadores.
El profeta se había burlado de eso. Sobre los esfuerzos escasos de enfrentar al señor oscuro, pero
de la gran dedicación de los aurores por capturar perros. Lo último que vio publicado fue una
noticia sobre una emboscada en una casa de sangresucias, los lobos arrasaron con la familia, pero
los aurores lograron capturar a tres hombres lobos. Era casi como si usaran a los nacidos de
muggles como carnada.

Remus imaginó que al señor oscuro no le importaba. Pero los lobos debían sentirse furiosos. Él se
sentía furioso. Por el ministerio. Por Voldemort. Por la sociedad mágica que los despreciaba. Una
parte de él deseaba descubrir cómo sería su vida, cómo sería la de cada lobo en ese bosque, si
tuvieran una verdadera oportunidad en el mundo. Si pudieran vivir lo que él había sentido en
Hogwarts durante el último año. Si pudieran encontrar a alguien que los amaba, que deseaba
entenderlos, que confiaba en ellos.

Pero Remus Lupin había tenido todo eso… y aun así decidió traicionarlos. Porque el mundo en el
que vivía no era justo. La felicidad que Remus había sentido junto a sus amigos era una ilusión, un
sueño efímero, que te hacía creer en la esperanza, para poder soportar lo miserable que era la vida
de las personas como él.

Pensó en su padre, despreciando la maldición de Remus.

Pensó en Dumbledore sonriéndole a un niño porque lo necesitaba en sus planes.


Pensó en Sirius Black, mirándolo con desdén solo por ser un Slytherin.

No, el mundo no era justo.


Manada Parte 2
Chapter Notes

Quería subir este capítulo antes, pero estoy atrapada en final de semestre con entregas
de proyectos y trabajos horribles. Aun así, ya estoy editando el capítulo 66 así que no
va a tardar tanto como este.
Espero que les guste <3

Verano, 1977

Llegaron a un lago que se extendía a su alrededor. La luna se reflejaba en el agua cristalina y los
arroyos cercanos sonaban como una vieja melodía que a Remus le recordaba a su madre. Era una
humana débil y pequeña, pero que amaba el bosque, el campo y la naturaleza. Amaba correr
descalza por el pastizal, bailar en la lluvia y pasear con Remus durante lo que parecían horas. Por
un momento, Remus pensó que esa era la razón por la cual Lyall decidió volver a vivir en medio de
la nada. Por el fantasma de su madre, de su risa entre los árboles, por el sonido emocionado en su
voz cuando sentía el aroma de la tierra mojada, y por el recuerdo de una melodía tarareada a la
orilla de un río.

—Eres mío ahora, Remus Lupin — dijo la loba, su mirada atrapando la de Remus cuando levanto
la varita del mago — Pero no perteneces a la manada.

Sintió su cuerpo tensarse ante la amenaza. Su sangre congelándose a medida que el vello en su piel
se erizaba por la magia respondiendo de forma instintiva. Su varita era la extensión de su magia
como un mago. Sin ella estaba indefenso. Sin ella solo dependía de la magia descontrolada y
explosiva de la bestia.

Era suya. La magia era suya. Y la necesitaba.

Remus nunca había perdido su varita. Incluso en los asquerosos veranos en un puto orfanato
muggle la llevaba consigo. Cuando era un niño solía dormir con ella entre sus manos, sintiendo la
vibración de la magia concentrada cosquillear entre sus dedos, y aquello era un consuelo que le
recordaba que todo era real. Necesitaba su varita, necesitaba recordarse que era más que un
monstruo, que había una razón más por la cual Dumbledore lo escogió a él entre todas las
personas.

Cada parte de su mente le gritaba que tenía que recuperarla como una fuerza que empujaba a su
cuerpo a actuar. Era el latido desesperado de su corazón. Era la furia del lobo encendiendo su
cuerpo. Era la oscuridad esperando, preparada para cumplir los deseos de la bestia.

Sin embargo, Remus esperó.

Reconocía que estaba a merced de los lobos. Lo superaban en número y también en poder. Podrían
someterlo si así lo deseaban y él no podría resistirse al llamado, a su cordura perdiéndose por la
influencia de la manada. La poción de Pandora era perfecta para evitar perder su mente por la
presencia de los lobos, pero dudaba ganar si tenía que resistirse a la magia de toda la manada.
Podrían romperlo, intuía la bestia.

Pensó en sus ventajas. Tenía a la oscuridad de su parte y la magia del lobo respondía a él. Podría
ser capaz de incendiar todo el bosque. Aunque eso era arriesgado. Era fácil verse atrapado en las
llamas cuando estás siendo acorralado, pensó con amargura.

Imaginó que el favor del señor tenebroso no era suficiente para protegerlo cuando Voldemort solo
deseaba usarlo para jugar con los planes de Dumbledore. Quizás había decidido tomar otro camino.
Enviarle su cabeza a Dumbledore seguramente sería una grandiosa idea para enseñarle las
consecuencias de colocar espías en sus filas.

Pero si lo estaban traicionando, ¿por qué molestarse en perder tanto tiempo? ¿Por qué utilizar a los
lobos? Voldemort podría haberlo marcado como mortífago sin hacer las pruebas, para asesinarlo
de inmediato y enviar su cuerpo a Dumbledore. Y sin embargo esperó a que Remus cumpliera cada
prueba, lo reconoció como suyo al darle su marca y lo envió junto a los lobos con una misión. Tal
y como quería Dumbledore.

Y cumpliendo los deseos de Remus, los que había respondido cuando le preguntó qué sentía por
los monstruos.

Sí, estaba rodeado de criaturas oscuras. Pero Remus intuía que no lo querían muerto.

Era la expresión calmada de la loba que lo observaba con atención, sin amenaza alguna en su
postura relajada o en la magia que se extendía entre ellos.

Era el hecho de que Lord Voldemort era un mago poderoso y astuto que no se molestaría en
desperdiciar tiempo con Remus si lo quisiera muerto.

Y era saber que su muerte enojaría al joven amo Black del cual Voldemort estaba tan orgulloso.

Remus amó más a Reggie allí, entre los monstruos, entre el peligro y la amenaza. Porque Regulus
Black se mostró imprudente, temerario y amenazante ante el señor oscuro, demostrando cuán
importante era Remus Lupin al ser suyo. Y eso se convertía en un escudo para él. Aunque, quizás,
también en un arma que podría ser usada en su contra.

Pero de momento entendió que incluso si desconfiaban de él, no se atreverían a tocarlo por su
conexión con el señor oscuro. Fuera de los Black, el mundo mágico ignoraba que Regulus Black
era un mortífago. Pero Voldemort lo sabía. Y eso lo obligaba a protegerlo para no ofender el
orgullo de Regulus.

Remus enarcó una ceja, fingiendo desinterés — Creo que eso es mío.

La loba sonrió.

El rugido del viento los envolvía, casi ocultando el latido furioso del corazón de Remus.

— Lo sé — dijo con una voz cálida, que sonó casi maternal. Le recordaba a la manera en que
Minerva intentaba ocultar su risa cuando algún merodeador coqueteaba con ella.

—¿Vas a matarme? — preguntó analizando sus movimientos, su lenguaje corporal, el latido de su


corazón, sintiendo los instintos de la bestia, la furia por perder algo suyo y recibir una amenaza.

—No — contestó con simpleza y serenidad.

—¿Qué deseas que haga?


Una mirada severa.

—Gana la confianza de la manada, Lupin. Hazlos tus hermanos. ¿Esto? — preguntó señalando la
varita y desapareciéndola con magia — No la necesitas. No aquí. Debes convertirte en manada.

El lobo gruñó.

Sus manos estaban aferradas a la garganta de la loba.

Sometiéndola contra el suelo.

Su corazón latía enloquecido.

La ira fluyendo por sus venas.

—No debiste hacer eso — susurró amenazadoramente mirando a la loba con furia.

Pero ella se rio con amargura y Remus sintió la magia desprendiéndose de la loba.

Era eléctrica como el aire de una tormenta. Era fuerte como el rugido del viento. Y era peligroso
como un fuego descontrolado.

Remus fue empujado hacia atrás por la magia.

Su espalda estrellándose contra un árbol.

Sofocó un gritó.

—Eres débil porque dependes de la magia de los magos. Pero eres un lobo, Lupin. Aprenderás a
vivir como tal. Eso es lo que desea la oscuridad.

—Eso es lo que quiero — respondió Remus con lentitud, tratando de respirar y controlar su ira
mezclada con el miedo — ¿Pero por qué dejarme indefenso? Suena a una trampa. Y creí que
teníamos más confianza entre nosotros. Mi promesa de sangre aún está sobre mí.

—Lo sé — dijo la loba sonriendo como si conociera un secreto que Remus ignoraba — Por eso es
importante que no dependas solo de los magos.

Fue entonces que se dio cuenta de que Artemis nunca uso una varita para hacer magia. Pero la
magia había respondido a ella. A sus deseos. Con precisión y control.

Remus se rio despectivamente.

La oscuridad. La sentía a su alrededor. Era intensa y estaba alterada porque Remus se sentía
vulnerable y furioso. Se preguntó cuánto caos sería capaz de lograr solo usando la oscuridad en vez
de la magia de los magos.

Eso era lo que Artemis trataba de decirle que debía aprender en este lugar.

Y era tentador. A Remus siempre le atrajo el poder.

—Entonces, ¿qué necesito hacer para ser manada? ¿Vamos a trenzarnos el cabello y correr por el
bosque? — preguntó con una sonrisa engreída — Porque eso suena más a ninfas que a hombres
lobos.

—No eres gracioso — replicó la loba frunciendo el ceño.


Su sonrisa se amplió — ¿Qué quieres que haga?

—Observa y aprende. Vive y escucha. Siente y pelea.

Sus palabras fueron repetidas por los árboles.

Remus se estremeció por el sonido.

Una revelación que parecía antigua.

Estúpida y antigua, se quejó en su mente.

No le dieron su varita de regreso.

Estaba aislado del mundo mágico tras la barrera que los protegía de los aurores. Los cachorros de
la manada de Artemis eran nuevos, convertidos hace poco tiempo, necesitaban la seguridad del
bosque para poder aprender, crecer y sobrevivir.

Remus dudaba que las lechuzas pudieran cruzar esa barrera. No podría contactar con Reggie. O
cualquier otra persona, pensó con un sentimiento de vacío en su corazón que dolía en su pecho, que
lo oprimía y creaba un nudo de emociones en su garganta.

Remus tocó el arete en su oreja. La estrella. La estrella de Sirius Black.

Podría escapar, pero no tendría sentido. Necesitaba la confianza de los lobos. Necesitaba que
creyeran en él.

Los lobos tenían su promesa de sangre y sabían que le sería difícil romper esa promesa maldita,
pero debían querer confiar en él para responder con lealtad cuando derrotaran al señor oscuro.
Debían querer seguirlo, para seguir a Regulus Black cuando se convirtiera en el siguiente señor
oscuro.

Remus debía quedarse hasta lograrlo.

Trató de ignorar el escalofrío que le provocó preguntarse cuanto tiempo le tomaría poder regresar
con Regulus Black.

Descubrió cosas sobre los lobos.

Hizo caso a las palabras de Artemis.

Los observó y aprendió.

Eran libres en este bosque, convertido en su propio mundo donde hacían funcionar las cosas.
Buscaban su propio alimento, lo que explicaba porque algunos de ellos lucían demasiado delgados
y enfermos, pero se cuidaba entre sí. Tenían fortaleza, la magia del bosque, de los lobos y de la
manada que los protegía. Y disfrutaban de sus propias reglas.

Veía a las personas gruñirse, jugar, pelear y divertirse.


Era extraño.

Eran criaturas oscuras peligrosas. Y actuaban como si fuera un paraíso aislado, lejos de la guerra
mágica, lejos de la sociedad, lejos de las restricciones a la existencia de cada uno. No veían la
licantropía como una enfermedad, como una maldición asquerosa o una condena.

Eran… casi eran felices.

Remus sentía el impulso de unirse a ellos, al lobo queriendo formar parte de todo eso. Era una
urgencia en su corazón que era desconcertante. Repercutiendo en cada parte de su cuerpo, de su
mente, de su ser. Una necesidad, un instinto salvaje y un deseo abrumador.

Manada, repetía el lobo.

Ya no existía un lazo que evitara cumplir con los deseos del lobo.

El deseo posesivo de regresar con Sirius Black estaba destruido.

Remus pensó en ese último beso en la lluvia, las lágrimas de ambos mezclándose con la lluvia,
pensó en la forma en la que habían suspirado, casi deseando lograr salvar algo que agonizaba
dentro de su corazón.

No, ese lazo ya no existía.

Hicieron una gran fogata.

El brillo de las llamas bailaba sobre su piel.

Bailaban.

Algunas personas tocaban instrumentos de forma improvisada.

Siguiendo un ritmo que conocían demasiado bien.

Siguiendo el latido del corazón de la manada.

Comían lo que cazaban.

Traían agua de un manantial.

Y se escuchaban risas y gritos y aullidos.

Remus se sentó junto a ellos siendo abrumado por el sentimiento familiar que recorría su cuerpo.
Por la atracción a los lobos y el sentimiento urgente de aullar junto a ellos.

Los lobos más jóvenes de la manada tenían doce y trece años. Eran llamados cachorros porque
fueron convertidos hace poco tiempo. Y Remus se sorprendió al descubrir lo fácil que era para
ellos adaptarse en la manada y sucumbir ante el llamado de los lobos. La mayoría de ellos no
provenía exactamente de una familia de magos, sino que descubrieron la magia cuando les robaron
su humanidad. Se preguntó si habrían dejado a una familia detrás de ellos, si tenían sueños que
querer cumplir o si vivían aun guardando algún deseo sobre regresar a la vida muggle.
Tan pronto como regresó del bosque con Artemis los cachorros lo rodearon con preguntas y
curiosidad sobre él y Hogwarts, siguiéndolo y abrumándolo con nuevas y nuevas preguntas.

—¿Cómo es Hogwarts? — preguntó un chico pequeño con muchas pecas en su rostro y ojos
brillantes de emoción.

—¿Los magos son malos? — frunció el ceño un niño que le recordó al tono de voz inseguro y
vulnerable de Peter Pettigrew.

Una niña con largos rizos cobrizos sonrió alegre al ver a Remus —¿Es cierto que todos los magos
llevan una armadura de plata bajo sus túnicas?

—¿Albus Dumbledore de verdad existe? — preguntó otra chica de corto cabello oscuro.

—¿Cómo es volar en escoba? — levantó la mano un chico con gafas torcidas y piel oscura que se
movía alrededor de Remus, despistándolo y haciéndolo sentir mareado.

Artemis lo miraba divertida desde el otro punto de la manada, los lobos observaban a Remus con
desconfianza, pero no les advertían a los cachorros sobre él, sino que estaban atentos también a lo
que pudiera responderles.

Los veía, los sentía, trataba de aprender de ellos.

Pero había un latido doloroso en su corazón.

Le recordaba de alguna manera a los merodeadores. Siendo ruidosos, riéndose, planeando alguna
broma nueva para humillar a Snivellus y enloquecer a Minerva McGonagall. Le recordaba al
sentimiento salvaje y eufórico de correr por los pasillos del castillo siendo perseguidos por Filch y
su maldita gata. Le recordaba a estar frente a la chimenea, en los brazos de Sirius Black, mientras
Dorcas cantaba una canción con Mary y Marlene reía con James Potter, Peter se quejaba de perder
otra vez en el ajedrez contra Regulus Black y Lily y Pandora estaban charlando sobre una poción
que aprendieron en el club de las eminencias. Porque eso también se sentía como una manada,
como una familia, como un hogar.

Se preguntó dónde estaría Regulus Black ahora mismo. ¿Con los Lestrange? ¿Con los Malfoy? Lo
pensó. ¿Estaría junto a Sirius? La última vez que lo vio fue antes de marcharse a cumplir la última
prueba de lealtad del señor oscuro. Fue antes de asesinar a su padre. Y se quedó. Se quedó unos
días. Vio el funeral. Estaba solo. Al parecer, nadie recordaba a Lyall Lupin como para importarle
su muerte.

Cuando recibió la marca Regulus Black ya no estaba en la casa de los Lestrange.

Miró a las estrellas tratando de encontrar un consuelo en ellas. Algo a lo que poder aferrarse para
poder respirar en el dolor que era sacrificarlo todo.

Un lobo le sonrió.

Era joven, quizás de su edad. De espalda ancha y musculatura definida. Era más bajo que Remus,
pero era atractivo. Un rostro algo delicado para un lobo. Una sonrisa coqueta tirando de sus labios.
Su cabello castaño brillaba a la luz de la fogata y caía enmarcando su rostro. La mirada de Remus
bajo a su cuerpo, recorriendo con su vista el vello de su pecho.

Cuando el lobo se dio cuenta de que Remus lo observaba le dio una mirada divertida y su sonrisa se
volvió maliciosa — ¿Te diviertes?
Remus sabía lo que significaba esa mirada y sonrió, quería esa atención en él. No se le ocurría una
mejor manera de involucrarse con la manada que… involucrarse con alguien de la manada.
Seguramente no era esto a lo que se refería Lord Voldemort cuando le ordenó ganar la confianza de
los lobos. Pero Remus siempre pensó que el sexo demostraba mucha confianza.

—Ahora es más interesante — sonrió con encanto.

El lobo se rio y se sentó a su lado — Tú eres lo más interesante de este lugar.

—¿Eso piensas? — le preguntó enarcando una ceja — ¿Te intereso?

Su lengua pasando por sus labios.

—Eres el perro de Dumbledore. Remus Lupin. El lobo que creció entre magos. Estoy fascinado por
ti. Todos ellos lo están.

Eso le llamó la atención — Hay muchos lobos convertidos que son magos.

Lo sabía. Lo había visto en los informes que Regulus y Pandora sacaban den ministerio. Ahora que
lo pensaba, el ministerio debería invertir en mejorar su seguridad si unos niños en Escocia eran
capaces de encontrar de manera tan fácil documentos clasificados en Londres.

—Pero eres diferente — el lobo inclinó su cabeza, mirándolo con interés — Fuiste convertido
desde que eras un niño y adoptado por el más grande mago de toda Inglaterra, eso no es algo
común.

—Creía que el más grande mago era el señor oscuro— replicó llevando una copa a sus labios.

Un bufido y una mirada divertida — Por supuesto, ¿cómo pude olvidarme de nuestro dueño?

Remus decidió que le agradaba.

Bebió un largo trago y lo observó.

Las llamas de la fogata se reflejaban en su rostro.

—Dime tu nombre.

—Eclipse — respondió el lobo, su voz ronca y masculina.

Remus se estremeció por el sonido de su voz.

—¿Por qué soy diferente?

—Cuando eres un transformado desde niño… tienes pocas opciones. Te esconden, te asesinan o
terminas aquí con las manadas — dijo él con una risa fría — Y cuando eres un transformado
mayor tu vida está acabada. El ministerio se encarga de destruirte.

Los casos de suicidio, recordó Remus. La rabia que eso le producía seguía ardiendo dentro de él.
Los aurores asesinaron a muchas personas. Ocultaron cifras, dijeron que fue suicidio, incluso
culparon a los lobos de no dejar sobrevivientes de sus ataques. Era una táctica horripilante y
asquerosa. Los lobos lo sabían. Claro que lo sabían, pensó con amargura. A los mortífagos y a
Voldemort les convenía cada razón que pudieran usar para manipular a los lobos en contra de la
sociedad mágica, en contra del ministerio y de los magos. Pero no se daban cuenta que los
mortífagos no harían nada para protegerlos. Habían permitido que los lobos murieran, habían
dejado que ocurriera, porque demasiados lobos que controlar eran un problema.
Regulus y Pandora lo previeron.

Los lobos seguían cegados por el odio que alimentaban los magos tenebrosos.

Pero Remus sabía. Él sabía que era culpa de todos en esa maldita guerra.

—Tú eres un caso particular, Lupin — continuó diciendo Eclipse — Eres de Greyback y todos lo
saben.

Remus se estremeció ante esas palabras.

Greyback. El lobo en sus pesadillas. El lobo que había asesinado a su madre. El lobo que lo había
convertido. La persona quien susurraba con afecto para que volviera a la manada.

¿Todos lo sabían? ¿Por qué?

—A pesar de ser un lobo, de ser de Greyback y ser reclamado, creciste bajo el cuidado de Albus
Dumbledore, la única persona que podría oponerse al señor oscuro — Eclipse negó con la cabeza
con una sonrisa despiadada — Y ahora se ha extendido la noticia de que eres un favorito de
nuestro señor oscuro. De verdad eres interesante, Lupin. Tienes demasiadas cosas protegiéndote.

—¿Cómo qué? — preguntó inclinándose al oído del lobo — Dímelo.

—Tienes la formación de un mago, los instintos de un lobo y la oscuridad de tu parte. No hay


muchos que tengan todo eso.

La mirada de Remus se cruzó con la de Artemis, quien disfrutaba de la compañía de una loba. Ella
también usaba la magia del lobo, y no solo eso, sino que la controlaba a su voluntad con precisión.
¿Por esto estaba tan interesada en que Remus fuera manada? ¿Por esto necesitaba su confianza? Si
lo que Eclipse decía era cierto, Remus y Artemis eran casos extraños entre los hombres lobos. Y le
estaba advirtiendo de un poder que podría llamar la atención de todos los lobos.

O incluso rivalizar con el poder que admiraban y temían del señor oscuro, replicó la voz de
Regulus Black en su mente.

Su corazón dolió durante un momento.

Al pensar en Regulus planificando una manera de usar esta información a su favor.

Al pensar en Pandora Lynch agregando esto a sus estudios sobre Remus.

Al pensar en Calíope Morgan diciéndole que debía usar cada oportunidad para arrasar con el
mundo.

Quizás nunca podría volver con ellos. Pero no por eso iba a dejarse morir y abandonarlos una y otra
vez.

Remus sonrió — Sabes mucho sobre mí.

Eclipse le devolvió la sonrisa lobuna — Eres popular.

Miró sus labios — ¿Y… estás interesado en mí solo por eso?

Sus ojos brillaron — Puede que por algo más.

—Dime — susurró con voz ronca.


—Porque soy un mago oscuro — confesó el lobo — Y es algo que compartimos solo tú, yo y la
alfa.
La magia del lobo
Chapter Notes

Me dio covid, entonces casi no puedo estar escribiendo porque me sube la fiebre, pero
no quería no publicar este capítulo aunque no estoy del todo satisfecha con como está.
Lo considero un capítulo puente que sirve para lo que viene después. Pero pido
disculpas publicas si hay errores.

Otoño, 1977

Remus Lupin seguía cada uno de sus movimientos con la mirada.

Estaban lejos de los lobos, pero los sentía a su alrededor. Su presencia, su aroma, su magia, cada
cosa influía en su mente, en la mente del lobo. Era una sensación cálida, demasiado cálida para el
llamado de una bestia. Pero estaba ahí, en su mente, un latido que lo impulsaba a pertenecerles, una
calidez que lo consolaba con suavidad y un sentimiento eufórico por demostrar que era parte de la
manada.

Perdía el sentido del tiempo desde que la poción de Pandora se terminó. Y aunque resistía la
atracción de los lobos usando la oscuridad, sentía que sin su varita era más lobo que mago. La
oscuridad de alguna manera también tenía una debilidad hacia el lobo, la sentía vibrar en su piel,
queriendo ser liberada por la provocación de la manada, y le encantaba ese poder, saber que podría
convertirse en algo mucho más poderoso.

A veces dudaba sobre su consciencia. Pensando en que sería más fácil liberar los instintos del lobo
y refugiarse en el monstruo. Porque dolía. Todavía dolía pensar en Sirius Black, pensar en Reggie,
en Lily, en sus amigos. Soñaba con ellos. Soñaba con Sirius Black y algunos de los recuerdos que
le había robado. En sus sueños escuchaba a Sirius tocando a Bowie en el piano, veía a Sirius Black
ser un imbécil para obligarlo a admitir que lo deseaba, escuchaba a Sirius hablar sobre Regulus y
cuanto lo quería y cómo todo debería haber sido diferente entre ellos.

Remus despertaba sintiéndose vacío.

Tardaba unos momentos en volver a sentir a la manada, a los lobos, al bosque. Y se preguntaba si
el lobo podría soportar ese dolor en su alma cada vez que el pensamiento de haberlo perdido todo,
de haberlo destruido todo, lo inundaba en un mar de tristeza.

Quizás terminaría averiguándolo.

Las estrellas brillaban en el cielo. El viento rugía a su alrededor, a pesar de ser verano, lo que hacía
cuestionar a Remus sí realmente seguía siendo verano. Y las sombras susurraban palabras que no
comprendía. Era la magia oscura impregnada en la tierra, en los árboles, en el viento que los
rodeaba.

Eclipse estaba frente a él, sonriendo encantado.

Hacían esto, practicaban la magia del lobo.


Eclipse decía que era más natural para el lobo realizar magia a medida que la luna crecía, pero por
eso mismo quería forzar los límites de Remus. Ya demostró que la magia del lobo era poderosa al
trasladarse al bosque una vez convertido, pero necesitaba controlarla.

Eclipse tomó la mano de Remus y acarició sus dedos.

Remus sintió electricidad recorriéndolo.

Jamás había conocido a alguien como él. Un lobo que fuera un mago oscuro. Un lobo que era el
reflejo de lo que Remus vivía a la vez que era completamente su opuesto.

Lo confundía a veces, cuanto control tenía Eclipse al ser salvaje y libre. Su piel contrastaba contra
la suya al ser bronceada, su fuerza tenía cierta suavidad que a Remus le agradaba, y su odiosa
sonrisa confiada antes de atacarlo por sorpresa en definitiva se había convertido en algo que lo
irritaba.

—Eres un mago. Sientes la magia. Haces magia — dijo Eclipse con una voz profunda — Y eres
una criatura oscura. Eso te da más poder del que pueden imaginar porque la magia responderá a ti
instintivamente.

—Lo he sentido, pero no… no la controló.

Era frustrante. La magia respondería rápidamente a Remus cuando lo necesitaba. Era sencillo
entonces acceder a la furia del lobo, a su desesperación, y tener un arrebato mágico. Pero Remus no
quería estancarse solo en momentos desesperados. Quería hacer magia con la misma facilidad de
Artemis o Eclipse. Quería lograr ese reconocimiento.

Eclipse asintió — Limitas tu magia porque la contienes. Está ahí a tu alrededor, Lupin, pero le
temes.

Remus se estremeció. Temer a la oscuridad no era algo en lo que estuviera de acuerdo. Era uno de
sus favoritos. La oscuridad le había susurrado lo maravilloso que era durante su declaración. Pero
pensó en cómo veía la magia del lobo. En cuán sensible y explosiva era una magia que nunca se
atrevió a explorar más allá de momentos de necesidad. ¿Temía a su magia? ¿Los malditos susurros
de su padre habían dañado algo dentro de él?

Era un monstruo. Un lobo. Una criatura oscura.

Cuando era un niño pequeño lo odiaba porque dolía.

Cuando fue enviado al orfanato pensó que era lo único que le permitiría sobrevivir.

Cuando entró a Hogwarts sabía que las personas lo odiarían solo por ser quien era.

Pasó años aceptando el estigma de ser un lobo. Y en algún punto dejó de odiarlo. Pero Eclipse
tenía razón. Remus temía la naturaleza salvaje del monstruo, esa naturaleza que había disfrutado de
los gritos de horror, del aroma de la sangre de las víctimas, de una masacre en una noche que
debería haber sido una promesa de amor.

—Usa tu magia, Lupin — susurró el lobo en su oído — Deja al lobo hacerse cargo.
Lo intentó.

Una y otra vez.

Su piel ardía por el esfuerzo para centrarse en la magia oscura a su alrededor, el sudor cayendo por
su frente, la electricidad en el aire y su corazón latiendo rápidamente sintiendo una emoción que lo
embarcaba todo.

Estaba allí de forma explosiva. Una fuerza que lograba empujar con descuido y furia.

Una vez incendió algunos árboles. La magia se sintió como el olor en el aire antes de una
tormenta.

Otra vez empujó a Eclipse hasta el lago. Entonces la magia se había sentido magnética y fría, casi
como un suspiro en medio de una nevada.

Y hubo una vez que hizo temblar la tierra. Ese día los cachorros aullaron asustados. Y la magia se
sintió como perderse en lo profundo de un bosque.

El lobo respondía al poder con furia, agresividad y desesperación. Pero Remus no tenía el control
sobre la magia.

Recordaba cuán fácil fue para el lobo hacer magia cuando sintió la necesidad de unirse a la
manada, de alcanzar los aullidos. La oscuridad obedeció sus deseos. Incluso estando convertido fue
sencillo realizar magia. Pero no lo lograba. No encontraba la manera de volver a realizar algo así
de forma consciente. Era como si fuera incapaz de acceder al impulso de esa vez.

—Te faltan instintos.

Remus hizo una mueca. Sus instintos eran buenos, era lo que lo mantuvo vivo durante todo este
tiempo — Eso no es…

—Eres débil — señaló Eclipse con dureza cruzando sus brazos — Eres un mago, fuiste declarado
ante la misma oscuridad y reconocido en las filas del señor oscuro. Pero eres débil. Deberías ser
mucho más fuerte que él. Mucho más fuerte que cualquiera de nosotros.

—¿Alguien te dijo que apestas en la motivación? — se quejó Remus con frialdad — Porque suenas
como un imbécil.

Eclipse se rio de él — Debes dejar que fluya. No lo pienses, Lupin, solo… siéntelo.

—Si vuelves a decir una mierda sin sentido más te golpearé — gruñó el lobo.

El chico sonrió con burla, sus ojos brillando con picardía — Es… es como el sexo, Lupin, no te
contengas. Debes dejarte llevar y sentirlo. Es tu maldito orgasmo que has estado deseando.
¿Alguna vez has cogido con alguien?

Remus lo derribó antes de que pudiera reaccionar.

Sus muñecas sujetadas con fuerza. Su cuerpo reteniéndolo bajo él.

—¿Por qué? ¿Quieres que te lo pruebe?

Su sonrisa apenas vaciló, tenía una mirada emocionada bajo el toque de Remus, conteniendo la
respiración — Esto. No lo piensas. No lo planeas. Solo deja que suceda. Es lo mismo con la magia
del lobo. Es instinto.
Remus se inclinó hacia el cuello expuesto del lobo, respirando, sintiendo su pulso latir con fuerza
—Ahora mismo me estoy preguntando si todo esto es porque te quieres acostar conmigo.

—Debes aprender a usar tus instintos — declaró Eclipse estremeciéndose al sentir los labios de
Remus en su piel — No hay… no hay nada como el lobo. Su poder, su alcance… Eres uno de
nosotros, debes aceptarlo, Remus. Podrás hacer cosas asombrosas.

Remus sonrió — Mmm… seguimos en el mismo punto, Eclipse. Me envías señales confusas.

El lobo le devolvió la sonrisa — Imbécil.

Se liberó del agarre de Remus, y enredo sus dedos en los rizos oscuros del chico, bajando
lentamente hasta su nuca mientras compartían una mirada de deseo. Buscaba la confirmación de
Remus, y él se inclinó en respuesta. Sus labios tocándose en un toque brusco pero necesitado.

Eclipse gimió en su boca y Remus le devolvió el beso sintiendo el hambre del lobo, sintiendo los
deseos de perderse en el placer, sintiendo la magia a su alrededor, y sintiendo que cada parte de su
ser gritaba con furia porque no era Sirius Black.

Aun deseaba a Sirius.

Deseaba sentirlo, deseaba besarlo, deseaba ver esa mirada desafiante tan suya, perderse en su
mirada llena de emociones tormentosas, en el sabor de sus labios, en el jadeo de su nombre
expuesto en un suspiro.

Remus seguiría amando a Sirius Black, aunque su amor no fuera suficiente para quedarse con él.
Aunque lo odiara por haberse enamorado tan locamente de él. Aunque doliera.

La magia fue fácil de provocar al pensar en él.

—Peleas con el lobo — susurró Eclipse en sus labios, sus manos enredadas en el cabello de Remus,
sus cuerpos tocándose y las manos de Remus sosteniendo las caderas del otro con firmeza— No
luchas contra él.

Remus gruñó y volvió a besarlo.

El calor aumento en su cuerpo, ese sentimiento salvaje y furioso de desear a Sirius Black ardía en
su interior y obligaba a la magia a responder como si estuviera encendiendo un infierno.

Se separó de Eclipse al darse cuenta de que se sentía centrado en la sensación de la oscuridad, la


magia estaba a su alrededor, pero era distinta a la electricidad en el aire, era más… constante. Casi
tangible a su tacto.

—Hazlo — dijo el lobo con un jadeo — Eres un mago oscuro. La magia responderá ante lo que tú
deseas, Remus. Por eso somos llamados criaturas oscuras. Por eso somos tan peligrosos para los
magos.

Y Remus extendió sus manos sintiendo la magia entre sus dedos creando una expansión a su
alrededor.

Los lobos se alteraron por la oscuridad que se expandió, ocultándolo todo, cubriendo el bosque
entero.

—Eso es liberar la magia — exclamó Eclipse con emoción.


Remus se rio eufórico.

La magia del lobo era mucho más poderosa de lo que pudo imaginar.

Y le encantaba.

Le encantaba todo ese poder.

Pasaron más lunas llenas.

Remus aulló a las estrellas.

Se sentía bien, ser aceptado por la manada.

Las personas lo reconocían. Los lobos se reían con él, comían con él, cazaban y se burlaban. Los
cachorros lo seguían casi todo el tiempo que no se perdía en el bosque junto a Eclipse, como si
supieran instintivamente que era un espacio solo para ellos dos.

Pero lo abrumaban con preguntas cuando regresaba. Lo que lo hacía pensar mucho en Hogwarts.
Durante la última luna llena pensó en que debería haber regresado. Se lo prometió a Regulus Pero
una parte dentro de él deseaba no volver jamás.

A Remus le gustaba pertenecer a algún lugar. Estaba encantado por la manada, por su avance en la
magia del lobo, por la confianza que comenzaba a crearse entre los lobos y él. Le gustaba ser
guiado por Eclipse para controlar su magia aun cuando sonreía con burla, le gustaba la mirada en
los ojos de los cachorros cuando le hacían preguntas y le gustaba sentirse aceptado por fin.

Pensó en que necesitaba quedarse.

Aún no recibía órdenes para regresar e informar al señor oscuro sobre su misión. Y este era el
mejor lugar donde aprender sobre su magia natural sin ser esclavo de sus sentimientos o de la
varita de un mago. Era un poder tentativo y asombroso. Pero sabía que la razón por la cual no
quería volver era porque no tenía corazón para enfrentar ver cómo lo había perdido todo.

Remus Lupin no regresó a Hogwarts.

—Pasas mucho tiempo con Eclipse — mencionó Artemis mientras caminaban juntos por el bosque.
A veces hacían eso. Artemis le preguntaría sobre su vida con la manada durante los últimos meses.
A Remus le recordaba a sus reuniones con Dumbledore cuando estaba en Hogwarts. Como si
fueran reportes sobre una infiltración exitosa.

—Me acuesto con él — respondió Remus.

No era verdad, al menos no todavía, pensó.

Eclipse le estaba enseñando a dominar la magia del lobo desde hace semanas. Seguía repitiendo
estupideces como que Remus era débil por pasar demasiado tiempo entre humanos mediocres y
magos inútiles. Pero sentía que avanzaba. Eclipse era la primera persona a la que conocía que
podría enseñarle sobre su magia, considerando que Artemis se limitaba a observarlo desde la
distancia, como si estuviera esperando algo de Remus que todavía no encontraba en él.

Remus necesitaba a Eclipse. Pero también quería descubrir por qué lo estaba ayudando. ¿Qué
ganaba Eclipse de todo esto? En Slytherin las cosas siempre se trataron sobre costo y beneficio. Su
propia amistad con Calíope Morgan, su guía en la oscuridad, fue una alianza beneficiosa para
ambos.

Artemis sonrió divertida — Le gustas.

—Sí, provoco eso en las personas — se burló Remus.

La loba mantuvo silencio.

—¿Qué piensas de los lobos, Remus?

Remus se detuvo.

El aire a su alrededor era fresco, mucho más fresco que cuando llegó hace un par de lunas atrás.
Las hojas de los árboles resonaban con el viento. Y sentía la magia susurrando en voz baja, la
oscuridad aguardando a sus deseos.

—Los lobos… son diferentes a cómo imagine.

Vivían sus vidas.

Amaban.

Protegían.

Sobrevivían.

Durante todo el tiempo que había estado en la manada se sorprendió al verlos. Eran lobos
temperamentales, que probablemente deberían estar atacándose unos a otros para ejercer dominio.
Pero no eran así. Se cuidaban. Protegían a la manada como si fueran lo más importante que tenían
en la vida. Y quizás era así. La manada era un lugar seguro para ellos, para la mierda que les
aguardaba en la vida, era una razón por la cual seguir luchando contra un mundo que los
despreciaba tanto.

—Sí — contestó la loba mirando a su alrededor — Viven apartados del mundo. Porque la sociedad
los desprecia. Por eso aprenden a sobrevivir juntos. Los lobos solitarios son guerreros que luchan
contra sí mismos. La manada es una fuerza que los protege a todos.

—Pero obedecen al señor oscuro — susurró Remus.

—Tú también.

Dolió. Recordarlo. Recordar la emoción del monstruo al provocar dolor. Artemis no lo había
enviado a una misión todavía. Pero sucedería. Y Remus temía volver a perderse en la crueldad del
lobo. Pero también odiaba la emoción que le producía probarse a sí mismo, probar el alcance del
poder de la bestia y de cuánto caos sería capaz de realizar ahora que la magia oscura respondía con
tanta precisión a sus deseos.

Ella percibió su inquietud.

—Eres manada, Remus — susurré la loba apoyando su frente en la del chico — Eres nuestro. Y
desde ahora… estás con nosotros.

Remus deseaba creerle.

Pero Fenrir Greyback lo encontró.


Greyback
Chapter Notes

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Otoño, 1977

Fenrir Greyback.

El hombre que asesinó a su madre.

El hombre que le arrebató a su familia.

El hombre que lo condenó por el resto de su vida.

Reconoció su olor antes de verlo. ¿Cómo no lo iba a reconocer? Incluso después de todos estos
años… su presencia estaba grabada en su piel, en su vida, en sus pesadillas y recuerdos. La magia
oscura vibro en su piel, reconociendo el latido desesperado de Remus, la ira que ardía en su interior
y el miedo que se mezclaba en sus recuerdos. El aroma del humo, de cuero, de sangre
provocándole náuseas.

Remus reprimió una arcada, un nudo de emociones en su garganta mientras la mano de uno de los
cachorros tomaba la suya. William, con sus gafas torcidas, con su nariz sonrojada tras quemarse en
el sol y sus ojos llenos de preocupación hacia Remus lo hizo volver un poco en sí.

—Remus, ¿estás bien?

Quería decir que sí. Mentirle y poder decir que sí.

Pero entonces sus ojos se encontraron con el del monstruo.

Sus ojos destallaban con ferocidad.

—Mi adorado y precioso niño — sonrió con petulancia, su voz áspera metiéndose en lo más
profundo de sus recuerdos.

Era tan alto como en sus pesadillas. El mago que se convirtió en un monstruo frente a un niño y
destruyó todo lo que era importante en su vida. Remus se sintió pequeño ante ese recuerdo vivo
observándolo con deleite. Eran sus hombros anchos y espalda grande, era su andar confiado y
fuerte, era la manera en la que aun olía a sangre despertando la voz de su madre en sus recuerdos.

—Remus, Remus, amor, ve amor mío, huye… — las lágrimas en sus ojos eran hermosas mientras
le suplicaba con la mirada — Corre, Remus.

Intentó correr.

De verdad que lo intentó.

Por Dios, corrió con desesperación.

Porque se lo pidió su madre. Porque ella se lo suplicó.


Tropezó con las escaleras.

Y se levantó para seguir corriendo.

Sus manitas no podían abrir la cerradura de la puerta trasera. Eran demasiado regordetas y se
resbalaban con el picaporte. Tiraba de ella con desesperación, escuchando los pasos acercarse
detrás de él, sintiendo el olor de la sangre y escuchando los gritos desgarrados de una mujer que
lloraba y lloraba.

Necesitaba huir. Necesitaba correr. Necesitaba encontrar ayuda.

La puerta desapareció bajo sus manos. Porque sus emociones eran demasiado fuertes. Era la
desesperación de un joven destinado a la magia manifestándose.

Y corrió. De verdad corrió. Tropezándose en el campo.

Lloraba, le dolía, pequeñas piedras se incrustaban bajo la tierna piel de sus manos y rodillas, pero
sofocaba su llanto para seguir corriendo. Porque su papá podría salvarlos. Solo necesitaba
encontrar a su papá. Él era un héroe. Él podría…

Pero los monstruos lo encontraron.

Jamás sintió un dolor como aquel cuando fue mordido. Pensó que moriría. Su mente rompiéndose
en sí misma mientras la maldición caía en él. Su piel desgarrándose en la herida de la mordida. Los
aullidos de los lobos siendo lo único que lograba escuchar en su dolor. Muchas veces le
preguntarían a Remus cómo se sentía ser convertido y respondería que no recordaba, porque era
demasiado pequeño cuando sucedió. Pero estaba ahí grabado en sus recuerdos. Era dolor, era un
infierno, era ser roto desde lo profundo de su alma.

Y cuando volvió a ver a su madre la encontró destrozada en el suelo de su habitación.

La sangre contrastaba con la alfombra mullida de color crema.

La suave luz del día caía sobre la pálida y fría piel de su cuerpo.

Las manos de Remus temblaban sin querer comprender lo que estaba sucediendo.

—Mamá… duele… mamá… por favor…

Su padre gritó de dolor cuando los encontró.

Y no lo entendió. No lo entendió hasta que… hasta que la luna llena llegó.

Cuando Remus volvió a su forma humana por primera vez gritó y lloró durante lloras. Porque
jamás en su vida había sentido tanto dolor. Sus huesos se rompían y se acomodaban. Su mente se
sentía resquebrajar. Y su voz se desgarraba por los gritos.

Fue la primera vez que su padre lo miró con tanto asco y repugnación.

Y fue así por el resto de su vida.

—Monstruo asqueroso.

Aquí estaba el hombre que provocó todo eso.


¿Qué clase de vida habría tenido Remus si no lo hubieran mordido? Sería un mago, su madre
seguiría cantando, su padre estaría orgulloso de él porque lo amaba, lo amaba tanto. Estaría en
Hogwarts, y quizás todavía se hubiera enamorado de un estúpido Gryffindor, porque eso se sentía
tan magnético, porque Sirius Black era una maldición de la que no se podía librar.

Pero Remus se preguntó una y otra. Si no fuera un lobo, ¿hubiera podido ser feliz?

Sentía la ira en cada parte de su ser, extendiéndose e instando a la magia a responder con furia. Era
corrosiva en sus venas, era asfixiante sentir la rabia y el rencor y un deseo agonizante de querer
destrozar la garganta de Greyback.

Quería asesinarlo.

Quería destruirlo.

Quería vengarse y deleitarse en su sufrimiento.

—Mi niño dorado — sonrió el monstruo — Al fin te encontré.

Vio a su madre, su hermosa madre, suplicando para que él huyera.

Vio a su padre, su patético y horrible padre, diciéndole que incluso siendo un monstruo se parecía
demasiado a ella, a la mujer a la que había amado hasta perderse en la locura.

William se estremeció y Remus lo empujó detrás de él de forma instintiva, dando un paso hacia el
monstruo sin ser consciente de lo que eso significaba.

Pero Artemis se interpuso entre ellos, cubriendo a Remus con su cuerpo, sin alejar la mirada de
Greyback. Su alfa nunca había lucido tan amenazante como cuando su cuerpo se tensó y miró a
Greyback con ferocidad.

—Es mío — gruñó la loba.

Pero el monstruo sonrió con desdén — Por ahora.

Sonaba como una promesa. Una promesa para reclamarlo.

—Fenrir Greyback es… el lobo más leal al señor oscuro — explicó Eclipse con una mirada
sombría mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en un árbol — Fue el primero de nosotros en
unirse a él, por eso a veces se aparece para observar a las manadas. El señor oscuro confía en él
para mantenernos controlados. Fue… fue suerte que no te encontrara hasta ahora.

Suerte, pensó Remus con rencor.

—Dijiste que yo era suyo — le recordó Remus — Lo dijiste una vez.

Eclipse hizo una mueca — Sí, bueno, fuiste convertido por él. Es… es algo de hombres lobos.

—Cuando conviertes a alguien es casi como reclamarlo tuyo — contestó Artemis, su magia
alrededor siendo caótica por primera vez ante la presencia de Remus — Eres su presa.

Remus se estremeció con rabia y asco. Lo sabía. Estaba en sus sueños. Greyback siempre había
estado en sus pesadillas. Pero aun así lo despreciaba y lo asqueaba pensar en ser considerado de su
propiedad. Era el maldito monstruo que arruinó su vida para siempre. No tenía ningún estúpido y
jodido derecho sobre él.

—Intentará llevarte — le advirtió Artemis —Te reclamará.

Remus guardó silencio, sintiéndose furioso.

—¿Qué puedo hacer?

La loba lo miró. Una mirada atormentada.

—Debes recordar que eres manada. Incluso si las cosas son horribles, incluso si él te lleva…
Sigues perteneciéndonos, Remus Lupin. Que nuestra promesa de ser leales a ti se convierta en un
consuelo.

Eclipse gritó furioso.

Artemis también lo hizo.

Los cachorros lloraron al comprender que era una despedida.

—¿Por qué tienes que irte? — lloró Meg, con sus rizos cobrizos moviéndose de un lado al otro al
negar con la cabeza — No te vayas, Remus.

William tenía sus mejillas sonrojadas de tanto llorar — Por favor, Remus, quédate con nosotros.

Remus descubrió que su corazón podía volver a romperse cuando sintió el dolor de dejar la
manada.

Se hundió en la rabia y el rencor.

Pensó en escapar, pero el lobo no deseaba esconderse.

El lobo quería la garganta de Fenrir Greyback para cubrir el suelo con su sangre.

—Ya no eres tan débil con la magia — susurró Eclipse esa noche — Podrías irte.

Las estrellas brillaban con fuerza.

Reflejándose en la superficie del lago.

Sentían la magia de la manada, siempre presente, incluso en la distancia.

Huir sería sencillo. Dominaba ciertamente la magia del lobo. Podría ir con Voldemort a exigirle
volver a Hogwarts. Pero entonces perdería la oportunidad de ganarse la confianza de uno de los
más leales hombres lobos del señor oscuro y ya no sería útil para Dumbledore. Y si Remus Lupin
dejaba de servirle… Regulus y Sirius Black pagarían las consecuencias.
Lo supo cuando los dejó ir, cuando no regresó en el expreso de Hogwarts. El sentido de su
existencia dependía de la seguridad de Regulus Black. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por
mantenerlo vivo y a salvo.

Descubrió por qué Albus Dumbledore lo empujó a unirse a Sirius Black cuando el lazo que
aseguraba su consciencia lejos del lobo se rompió. Sirius Black era un seguro para Dumbledore.
Era un arma que utilizar para garantizar que la lealtad de Remus siguiera siendo acorde a los
planes de Albus Dumbledore. Porque Remus se enamoró de Sirius, lo escondió en sus recuerdos
cuando Dumbledore buscó en ellos, porque Sirius Black seguiría lealmente a la orden, a los Potter
y al mago que lo rescató de regresar con sus padres.

No, Remus Lupin no podía regresar aun a Hogwarts. Necesitaba ganar la confianza de más lobos,
necesitaba saber más sobre la magia de las criaturas oscuras, y necesitaba averiguar sobre los
planes del señor oscuro para poder traicionarlo.

Solo entonces Albus Dumbledore lo recibiría al volver a Hogwarts.

Fue estúpido caer en su trampa.

Remus ya no tenía a nadie.

Pero Dumbledore tenía a demasiadas personas que utilizar contra Remus.

Negó con una sonrisa fría — No, no lo haré. Esta es mi oportunidad, Eclipse.

Una mirada curiosa.

—¿Qué piensas hacer?

Se acercó a él lentamente.

Cada paso era importante.

Su mirada lo seguía.

Conteniendo la respiración.

Su cuerpo rozándolo cuando se detuvo.

—Voy a vengarme — susurró en sus labios antes de besarlo.

Sabía que estaba mal usarlo para soportar la rabia y el vacío que sentía en su corazón. Pero no
podía evitarlo. Quería borrarse el nombre de Sirius Black de sus pensamientos. Quería olvidarse de
que Albus Dumbledore fue más listo que él. Quería olvidar que un monstruo aparecería pronto para
llevarlo a la ruina.

Y quería esto. Deseaba a un lobo y experimentar lo que era estar con uno. Deseaba a alguien como
él, que fuera útil, que lo deseara tanto como él necesitaba a un aliado que usar en el futuro.

Fue respondido con la misma urgencia. Las manos del lobo enredándose en su cabello, un jadeo
desesperado entremedio de un beso profundo y lujurioso.

—Remus — gruñó el lobo en su garganta, cuando las manos de Remus bajaron.

Sonrió deleitado por el sentimiento de dominarlo, de tener el control, de perderse en el calor de sus
cuerpos y el sonido de su corazón latiendo aceleradamente.
—Eres malvado — sonrió Eclipse.

—Es parte de mi encanto — respondió Remus.

Tenía un plan.

Porque Remus Lupin siempre necesitaba de un plan.

Greyback apareció un día antes de la luna llena.

Sonreía con crueldad.

—He venido a reclamar lo que me pertenece. El señor oscuro me ha recompensado.

Remus la miró antes de irse.

Era una mirada cargada de desesperación, amargura y los deseos de sangre del lobo.

Ella lo supo. Lo que significaba. Y en su mirada vio… temor y ferocidad. Quería tenerlo. Quería a
Remus en su manada. Quería quedárselo. Pero no podía contra las órdenes directas del señor
oscuro.

Remus negó con la cabeza.

Esa mirada lo decía todo. Ese deseo era suficiente consuelo para él.

No estaba siendo abandonado por la manada.

Él la estaba protegiendo.

Y algún día, este recuerdo sería suficiente para que la manada le fuera completamente leal.

Eso bastaba para él. Para el plan.

—Adiós, Artemis.

—Remus.

El chico se preguntó cómo podía cargar tanto sufrimiento a una sola palabra. Al sonido de su
nombre. Era una despedida, era una promesa de responder a su llamado, era un susurro doloroso.

Remus entendió que la manada de Artemis y la de Greyback eran completamente diferente cuando
salieron del bosque y llegaron a una vieja casucha abandonada en la que la manada los esperaba.
Era una estructura desaliñada, putrefacta y asquerosa. Casi pensaba que se trataba de la misma casa
de mierda en el campo en la que vivió junto a Lyall Lupin antes de Hogwarts. Pero la casucha de
Lyall estaba en un punto perdido de un campo. Aquí los rodeaba el bosque, uno agonizante y lleno
de criaturas oscuras.

Escuchaba los movimientos, el latido de sus corazones, la ausencia de la humanidad de aquellos


que no tenían corazón.
¿Cuántos hay? Se preguntó con intriga y desconfianza. ¿Qué son exactamente?

Los que esperaban a la vista eran carroñeros. Los reconocía, percibiendo una magia perdida entre
los magos vestidos de vagabundos que usaban sonrisas despreciables en sus rostros sucios.

Remus suspiró con frustración.

En el bosque de Artemis lo abrumaba el aroma de la magia antigua, el aroma de los árboles, el sol
y la tierra. Aquí todo era rancio, pudrición y un leve rastro de enfermedad. No sintió una atracción
instintiva al ver a los lobos que aguardaban a Greyback. Cuando lo miraron el instinto defensivo
del lobo se activó percibiéndolos como enemigos.

Lo contemplaban como a una presa.

Y el monstruo gruñó en respuesta.

No sentía miedo. No era como en sus pesadillas. Ya no era un niño pequeño que correría sin
oportunidad. Remus Lupin se había convertido en un monstruo.

Quizás los meses con la manada de Artemis le hicieron creer nuevamente en un sueño. Un sueño
que le recordaba a un pensamiento sobre los derechos de los lobos y la liberación de las criaturas
oscuras. Pero Remus no era un idiota, no era ingenuo, no era alguien inocente. Sabía sobre los
monstruos, él mismo se convirtió en uno. Y podría ser tan cruel como ellos.

Reconoció al lobo de Knockturn. Lo vio en enero con la manada de Artemis y se preguntó un


tiempo por qué no seguía con ellos durante estos meses. Así que estaba con Greyback. Tenía
sentido, si recordaba lo que Dumbledore le contó sobre él. Sobre su gusto por los hombres jóvenes.

—Alfa — dijeron los lobos.

—Greyback — sonrieron los carroñeros.

Las criaturas oscuras del bosque guardaban silencio. Pero estaban ahí. Remus no había dejado de
escucharlas, de sentirlas, de percibir cada movimiento.

Chapter End Notes

Había escrito este capítulo hace un tiempo, así que me alegra poder publicarlo sin estar
escribiendo y reescribiendo una y otra vez.
Me gusta la idea de explorar a Remus con dos manadas que son tan diferentes para él,
y que puedan significar muchas más cosas sobre quién quiere ser y qué debe hacer
realmente.
Spoiler: Remus va a regresar a Hogwarts en el capítulo 70, así que ya falta menos para
que vuelva a ver a los demás.
Por favor comenten, me gusta mucho leer sus comentarios.
La manada de Greyback

Otoño, 1977

Remus pensó en usar la magia oscura a su favor.

Estaba a su alrededor y se sentía como electricidad que estallaría en el momento que decidiera
soltarla, o podría incrustarse lentamente en lo profundo de la piel de su víctima hasta hacerla
retorcerse de dolor. Eso sonaba tentador.

Greyback lo sujetaba del cuello.

Lo arrastró a su habitación tan pronto como llegaron. Si es que se le podía llamar habitación a un
lugar desprovisto de muebles, donde solo yacía una cama desaliñada y roída. La ventana de la
habitación estaba rota y la madera era vieja, cubierta de las marcas de las garras del monstruo y
manchas de sangre. Todo ahí olía a sangre, tanto a la sangre mágica como la muggle, y apestaba a
él, a humo y magia putrefacta.

A Remus no le sorprendía estar en su habitación. Esto significa reclamar, pensó con un humor
oscuro al momento en que no dejaba de concentrarse en el latido rápido y constante de Fenrir
Greyback. Todo en la habitación olía a él, a humo, a sangre y a magia putrefacta. Realmente no
había mucho

—¿Quién te hizo eso? — gruñó el monstruo, sus garras enterrándose en la suave piel de Remus
tocando con furia las marcas de su cuello, sus ojos brillando con rabia y sus colmillos asomándose
en una mueca de completo desdén.

Remus sonrió divertido al pasar su lengua por sus labios y reprimir una mueca de dolor en una
sonrisa traviesa — Un lobo.

Las marcas que le dejo Eclipse se extendían por el cuello de Remus, su mordida aun dolía en su
piel, y estaba el aroma, su aroma se mezclaba con el suyo, la esencia de Eclipse bañando su piel.
Era posesivo, y Remus supuso que se debía a una estupidez de los lobos. Después de todo, siempre
sintió una gran oleada de orgullo y satisfacción cuando veía sus marcas en Sirius Black.

Greyback lo miró con odio. Su respiración haciéndose más pesada, el agarre en su cuello
volviéndose más ajustado, y la sensación de la magia oscura de Greyback, densa y profunda,
transformándose en algo retorcido.

Enfurécete, pensó anhelante, atácame, intenta matarme. Sonrió deleitado con la idea a pesar del
ardor en sus pulmones por la falta de aire. Porque en el momento que Fenrir Greyback intentara
dañarlo la oscuridad replicaría el ataque.

La magia del lobo lo torturaría hasta que no recordase su nombre.

Su pulso latía enfurecido, su mirada era un fuego de ira, pero el lobo se rió. Una risa áspera y fría
que sonaba a un ladrido — Perra asquerosa.

Remus escondió su decepción en una mirada gélida.

—El niño dorado de Dumbledore — Greyback murmuró al respirar en su cuello — Eres realmente
asombroso… la magia en ti… la oscuridad. El aroma de ese lobo no puede ocultarte de mí.

Sentía la furia acumularse en su pecho de forma tan abrumadora que dolía, a la magia
estremeciéndose sobre su piel deseosa de atacar, y unas increíbles ganas de llorar. Lo odiaba.
Ahora sabía que lo odiaba más que a nadie en el mundo. Pensó en los rizos dorados de su madre,
pensó en algún recuerdo de Lyall sonriendo a Hope Lupin porque era la razón de su existencia,
pensó en los cachorros que vivían con Artemis y en cómo les robaron sus vidas.

Algún día asesinaría a Fenrir Greyback. De eso estaba seguro.

El lobo bajó su mano por el pecho de Remus, lentamente, disfrutando el estremecimiento del mago
y su mirada llena de rencor — Te escondieron de mí por mucho tiempo… Ese estúpido de Lyall
con sus protecciones.

—¿Qué protecciones? — preguntó Remus deteniendo su mano, sujetándola con tanta fuerza que
deseaba rompérsela, ansiaba escuchar el sonido de sus huesos rompiéndose como cuando sucedía
el cambio con el lobo.

Greyback sonrió cruelmente, su rostro a centímetros del suyo — Te pareces a ella. A la estúpida
zorra muggle de tu madre. ¿Quizás por eso Lyall no me dejó encontrarte? Intenté volver a esa vieja
casucha una y otra vez y no pude. ¿O fue Dumbledore quién cuidó de ti todo este tiempo para que
le pertenecieras?

Remus guardó silencio. No le sorprendería que Dumbledore lo hubiera vigilado desde mucho antes
que el día en que se supone que se conocieron. Era ese tipo de persona. Quizás siempre fue
consciente de que Lyall lo maltrataba y quizás Dumbledore pensó que eso facilitaría las cosas
cuando fuera a buscar a Remus. No le importaba. No realmente. No ahora.

Greyback quería jugar con sus sentimientos, revolver los recuerdos, hacerlo bajar la guardia para
revelar algo. No podía permitirlo.

—¿Por qué yo? ¿Por qué me deseas?

—Porque eres mío — murmuró cerca de sus labios — Yo te convertí en lo que eres. Te merezco,
Lupin. Y el señor oscuro acaba de recompensarme por eso.

—Creí que el señor oscuro tenía otros planes para mí — replicó con desdén.

Una sonrisa burlona llena de frialdad — El señor oscuro no confía en ti, solo eres otro de sus
perros.

—Podrían decir lo mismo de ti — replicó Remus tirando de la mano del lobo que aun sujetaba su
cuello — ¿Siquiera Voldemort te ve como su igual?

—Lo sé — Greyback rió deleitado — Él miente. Y yo miento tanto como él. Será mucho mejor
para ti que seas mío a que seas de él.

Remus soltó la mano del lobo con sorpresa.

Sus palabras… lo entendió.

Eclipse le dijo que Greyback lideraba a los lobos.

Narcissa le habló una vez sobre la comunidad mágica siendo pequeña y escasa.
Debía ser idea de Greyback aumentar los ataques de los lobos hace un año. Los ataques que habían
hecho que más y más lobos se les unieran, jurando lealtad al señor oscuro. Voldemort les prometía
libertad para el caos, venganza a una sociedad que les mostraba tanto desprecio, y les dio la
oportunidad de arrasar con familias completas de muggles, sangresucias y traidores. Eso había
aumentado el número de convertidos. Hace un año, Remus pensó divertido en lo que eso
significaba para la sociedad mágica. Si había más lobos que magos no podrían controlarlos. Ni
siquiera el señor oscuro podría detenerlos.

Fue entonces que los casos de suicidios y asesinatos intervinieron, manteniendo a raya el número
de convertidos para no superar a los magos. Remus sabía que esa medida era necesaria tanto para
el ministerio como para el señor oscuro.

Pero nunca se preguntó quién lideraba los ataques, quién había pensado en superar a los magos
usando a los lobos.

Era Fenrir Greyback, el maldito y asqueroso monstruo.

Tenía una fascinación por los niños, los reclamaba para él con la intención de que su lealtad fuera
completamente suya, no del señor oscuro. Y las manadas lo seguían a él, porque el señor oscuro
confiaba en el primer lobo que se unió a su causa.

Remus soltó una risa amarga — Piensas traicionarlo.

Desde el comienzo, se unió a su causa pensando en traicionarlo. Lord Voldemort no pensaba en


ellos como sus iguales porque su sangre estaba contaminada, pero Greyback había usado eso a su
favor. Voldemort subestimaría su astucia, y Greyback crearía caos con eso.

Greyback sonrió divertido — El niño dorado de Dumbledore es astuto.

—No puedes contra él — le advirtió — Te matará si lo descubre.

—Está demasiado cegado con su poder — susurró Greyback en su oído —Y es donde pienso
atacar, ¿vas a estar conmigo, Remus Lupin? ¿Vas a confiar en mí?

Su pulgar rozando sus labios.

Un jadeo en su garganta al sentir su aroma oscuro.

La mirada cruel de un monstruo que lo deseaba.

—¿Eso es lo que deseas? ¿Mi confianza o mi cuerpo? — preguntó con frialdad.

Greyback rió — Eres inteligente. Pero no. Quiero que aprendas una lección.

—¿Cuál?

—Nunca tuviste elección — susurró en sus labios antes de empujarlo con la magia del lobo.

La espalda de Remus se estrelló contra la pared.

El gritó sofocado quedando atrapado en sus pulmones.

Greyback lo miró satisfecho — Vendrás a mí, Lupin. Por tu propia voluntad. Y te haré sufrir una y
otra vez hasta que mi nombre quede grabado en todo tu cuerpo.

Se marchó de la habitación dejando a Remus ahí, sintiéndose asqueado por sus palabras. Sentía su
deseo por él. Fenrir Greyback lo deseaba. Buscarlo era probar que Remus Lupin siempre estuvo
destinado a ser suyo.

Es un viejo despreciable, pensó Remus con rencor al levantarse.

Pero usaba la magia del lobo. Como Eclipse, como Artemis, como él.

Era poderoso. Los instintos de Remus se alteraban a su alrededor, deseando sangre, deseando
muerte, deseando que la oscuridad respondiera al deseo de destrucción. Ese era el poder que
emanaba de Fenrir Greyback. Su esencia era algo rancio, oscuro y perturbador. Por eso Voldemort
lo mantenía a su lado, incluso un mago sería capaz de reconocer algo salvaje, poderoso y
amenazante en Fenrir Greyback.

Remus Lupin descubrió que las miradas lo seguían a donde fuera que iba. Era de Greyback y ellos
lo sabían. Pero se preguntaban qué haría Remus. Si huir o ceder. Sí terminaría siendo otro de los
juguetes de Greyback desechado por él cuando perdiera el interés o sería la presa que huiría para
terminar siendo quebrado por la magia del lobo.

Ninguna de esas opciones estaba en sus planes.

El lobo de Knockturn le sonrió al encontrarse en el bosque — Remus Lupin.

Remus le devolvió la sonrisa — ¿No es extraño que aún no conozca tu nombre? Después de todo
no somos desconocidos y al parecer… seguimos encontrándonos.

—Aqueronte — respondió con una voz profunda.

Eso, cede a mí, pensó deleitado. Enloquece a Greyback por mí.

Usaría a quien pudiera para enfurecer a Fenrir Greyback. Era más sencillo asesinar a alguien
cegado por la ira. Pensó que sería fácil hacerlo cuando sintiera el aroma de Eclipse en él, pero no
fue así. Sin embargo, Remus Lupin no tenía intenciones de ceder ante Greyback. Se acostaría con
toda la manada antes de desearlo a él.

Tocó el arete de estrella.

¿Sirius Black habría encontrado a alguien más en todo este tiempo? Seguro que sí, se respondió
con rencor. Sirius Black acaparaba las miradas a donde fuera que iba. Era atractivo, con su rostro
delicado y elegante, con esos ojos tormentosos cargados de emociones que te hacían desear
perderte en su mirada, con sus labios suaves y su piel pálida. Remus solo tenía que cerrar los ojos
para recordar la sensación de su piel bajo sus dedos, la manera en la que Sirius se estremecía bajo
su toque. El sonido de su risa antes de atraerlo a un beso y llamarlo imbécil para que se apurase en
hacerlo sentir bien.

Abrió sus ojos.

No debería seguir deseando a Sirius Black.

Dolía. Dolía lo fácil que era perderse en un recuerdo de algo que jamás podría tener de nuevo.

Aqueronte era grande, era mucho más alto que Remus. Y eso lo excitaba un poco. Saber que era
Remus quien podía doblegar a Aqueronte con un poco de magia oscura.

Había algo que le enseñó Eclipse, muy similar a imperio y el veritaserum. Pero más fácil de
conseguir que la maldición inquebrantable y la poción. Era algo que podía hacer como criatura
oscura, y que resultaba muy útil contra aquellas personas que estaban interesadas en él.

—Mientras más te desee esa persona más fácil será usarlo — le enseñó el lobo.

Y Remus sonrió deleitado al usarlo contra Aqueronte.

—Vas a decirme cuáles son las criaturas oscuras que rodean el bosque — susurró Remus usando la
magia oscura en su voz, otorgándole poder a lo que deseaba conseguir.

Los ojos del lobo brillaron, una mirada perdida.

—Centauros. El señor oscuro deseaba que reuniéramos a los centauros. Trol. También hay un
grupo de Trols. Y vampiros. No me agradan esos vampiros, pero Greyback dijo que los
necesitamos para esta noche.

Eso le llamó la atención.

—¿Qué hay está noche? ¿Qué están planeando? — preguntó con su voz cargada de poder oscuro.

—Masacre — respondió.

Odiaba a Greyback por lo que les hizo a sus padres, por lo que le hizo a él. Por lo que hacía con
tantas personas como él cuando era solo un niño indefenso. Odiaba cuánto disfrutaba del dolor, de
la sangre, de la destrucción de personas que tenían sueños, que podrían haber sido felices si no se
hubieran visto envueltas en la maldita guerra mágica, personas que vivían su vida, querían, reían,
soñaban, hasta que el monstruo los destrozaba.

Esa noche de luna llena descubrió que había alguien a quien podía odiar tanto como a Fenrir
Greyback.

A sí mismo.

Por todo lo que sucedió.

Aparecieron en un festival muggle.

Las familias se divertían. Niños que sostenían las manos de sus padres. Adolescentes que se
burlaban unos de otros entre sus grupos de amigos. Vendedores que gritaban para que las personas
se acercaran a sus puestos. Parejas que se contemplaban con sonrisas secretas.

Las luces resplandecientes iluminaban las calles.

El lobo escuchaba el sonido de las risas y recordaba otro tiempo, en otra manada, que realmente no
era una manada, pero que lo hacían sentir como si lo fuera. Eran los gritos de emoción y el ruido
de los fuegos artificiales estallando en el cielo lo que le recordaba a una noche perfecta en que
cantaban una canción de Queen en un balcón, y las estrellas brillaban, y cada persona que amaba
estaba presente.

El aullido furioso de Greyback dio la señal para comenzar con la masacre.

Oscuridad. Primero la oscuridad lo cubrió todo cuando cada luz de las farolas estalló con un sonido
escalofriante provocando gritos de sorpresa. Los fuegos artificiales seguían estallando uno tras otro
en el cielo, con colores, y un creciente murmulló de confusión comenzaba a levantarse entre la
multitud.

Ese fue el momento en que el caos se desató.

Cuando se dieron cuenta de lo que ocurría era demasiado tarde.

La influencia de la manada, con su agresividad y furia empujaba al deseo salvaje del lobo de
Remus. El aullido del alfa resonó en su interior instándolo a probar su lealtad hacia los monstruos.
Greyback lo estudiaba con atención, incluso en su forma más salvaje se burlaba de Remus al
presumir su control en la manada, en él, y en su propio lobo.

—¡Atrás, maldito monstruo! — gritó un muggle arrojándole una botella de vidrio.

Las garras de Remus atravesaron su garganta en respuesta.

El cuerpo cayó al suelo, Remus apenas era capaz de procesar lo que estaba haciendo porque el
deseo del lobo era todo correr, desgarrar, destruir y Greyback… Greyback aulló con orgullo a la
luna y los lobos le respondieron escuchando al alfa. El odio y el rencor, el dolor y el daño, la furia
y el grito de enojo, escuchándose en cada rincón de aquella noche.

No era Artemis. No era su manada. Remus no pertenecía aquí. Pero al lobo le gustaba ser liberado
al fin en su lado más salvaje.

—Mío — gruñó Greyback en sus pensamientos al acercarse a él.

No, pensó Remus y aulló con desesperación e ira.

El dolor lo inundaba todo durante las horas que siguieron. Horas en las que ningún auror llegó para
detener todo esto. Porque los mortífagos estaban atacando el otro lado de la ciudad, creando otra
masacre para desviar la atención de la orden y de los aurores lejos de los lobos de Greyback.
Sembrar caos y miedo era su tarea especial. Remus pensó en que Voldemort solo estaba
complaciendo un capricho de un perro para mantenerlo tranquilo.

Volvió a su forma humana antes de que los aurores se dieran cuenta que era una trampa.

La sangre bajo sus uñas lucía grotesca.

Escuchaba la risa de los monstruos y de los lobos mezclarse con los sollozos de aquellos
desgraciados que seguían con vida.

Y por largos minutos lo abrumó cuán satisfecha se sentía la bestia. Su ira fue complacida con los
gritos de horror. Una rabia profunda que se alimentaba de toda la mierda que Remus había vivido
en la sociedad.

Su respiración agitada de tanto correr. Su corazón golpeando dolorosamente rápido contra su


pecho. Su cuerpo gritando por la transformación. Y su mente doliendo por todo lo que significaba
esta noche para el resto de su vida.

—Necesito ayuda… necesito… por favor…

Era una chica joven. Estaba cubierta de sangre. Pero su sangre no era mágica. Solo era una muggle
con una muy mala suerte.

No entendía lo que ocurrió. Y si la ayudaba haría que su vida fuera miserable. Ni siquiera ganaba
algo con ayudarla. De hecho, podría provocar a Greyback, podrían encontrarla los otros lobos y
destrozarla una vez más, o podrían encontrarla los aurores y decidir que era una amenaza. Muchas
opciones que terminaban mal.

Pero Remus no pudo ignorarla. No cuando su voz sonaba tan desesperada.

Hace mucho tiempo que no usaba los hechizos de curación de Pandora. Y no pensó en tener el
suficiente control como para realizar el encantamiento sin su varita. Solo quería un alivio para ella,
algo a lo que pudiera aferrarse más allá de la muerte.

Las heridas comenzaron a cerrarse con lentitud, su respiración estabilizándose y sus ojos
llenándose de lágrimas a medida que su corazón volvía a latir a un ritmo que indicaba que viviría.

—Gracias… gracias — lloró.

—Lupin — llamó Greyback cuando la manada regreso al bosque.

Lo observaron con burlas, con curiosidad y con rencor. El niño precioso de Greyback se susurraban
unos a otros. La perra de los Black, se reían los carroñeros. El perro de Dumbledore, murmuraron
las otras criaturas oscuras.

Se acercó al monstruo mirándolo fijamente, sin apartar los ojos porque entonces sería una muestra
de debilidad. Y no podía permitirse la sumisión hacia Fenrir Greyback. Jamás.

Sonrió con deleite, la sangre manchaba su ropa, un olor rancio impregnado en él que Remus ignoró
cuando puso una mano sobre su hombro, mostrándolo ante la manada — Ahora eres mío, y la
manada te acepta por eso.

Los lobos aullaron. Las criaturas oscuras observaron. Los carroñeros sonreían.

Pero Remus sabía que no era suficiente. No confiaban en él. No querían creer en él. No tenían
ninguna razón para hacerlo. Artemis lo había aceptado por su promesa de sangre, apostando a su
destino, pero ella y su manada eran diferentes. Los lobos de Artemis convivían en su propio mundo
ideal, buscando protegerse y cuidarse los unos a los otros.

Los lobos de Greyback parecían muy dispuestos a cortar tu garganta si no estaban de humor.
—¿Qué se siente saber que eres un asesino? — se burló una voz detrás de él cuando vagaba por
alrededor del bosque.

—¿Puedes volver con los de tu clase ahora?

Remus se volteó. Mirando a sus alrededores, agudizando sus sentidos para encontrar el origen de
esa voz. ¿Quién eres? Se preguntó.

—¿Crees que te puedan perdonar? — dijo una risa fría y desagradable.

La magia del lobo estalló como un depulso.

Era un lobo, no mucho mayor que Remus, pero que se veía completamente diferente a él. Cada
parte de su ser gritaba salvajismo y licántropo. Como un cachorro criado para ser solamente un
lobo. Y apestaba a Greyback.

Remus sintió nauseas y el estómago revuelto.

Ese fue el momento donde el lobo aprovecho de arrojarse sobre él. Sus manos tomando el cuello
de Remus, empujándolo hasta que su espalda estuvo sobre la tierra.

—No eres nada — gruñó en su rostro.

Él solo le dio una mirada de tristeza e impotencia.

—Va a enojarse cuando vea tu patético cuerpo hecho trizas, pero no significas nada más para él
que un juguete nuevo — amenazó el lobo, su corazón latiendo de forma enloquecida — Y entonces
volverá a mí.

—Lo siento — susurró Remus, su voz sonando ronca y sincera.

El lobo bufó.

Y la magia de Remus volvió a responder a él, concentrándose en el latido enfurecido del corazón
del lobo hasta hacerlo estallar.

El cuerpo cayó a un lado de Remus y se quedó mirándolo fijamente preguntándose por qué seguía
allí. ¿Por qué tenía que seguir luchando?

No podría asesinar a Greyback. Se dio cuenta cuando enterró el cuerpo del joven lobo. La magia de
Greyback era más poderosa que la de Remus, era capaz de mantener a toda una manada de
monstruos unida y leal a él. Remus quería asesinarlo, era un deseo tan intenso y ferozmente
instintivo que se lo prometió a sí mismo. Cuando tuviera la confianza de la manada, encontraría el
modo de eliminar a Greyback de uno de los favoritos de Voldemort, y cuando ya no tuviera nada
del poder de un alfa, Remus disfrutaría cada momento de tormento de su venganza.

—Pelea de perras — aullaron algunos carroñeros con risa cuando Remus regresó a la manada.

—¿Algo que comunicar? — preguntó Greyback, sus ojos brillando con deseo.

—La pequeña perra se decidió al fin por su amo — continuó riéndose uno de los carroñeros.
Remus no apartó la mirada de Fenrir Greyback mientras hacía caer al carroñero, retorciéndose en
el suelo a medida que sus huesos se rompían.

—¡No! ¡No! ¡Basta! ¡Para! — gritó el hombre con lágrimas cayendo por su rostro y gritos
desgarrando su garganta cada vez que otro hueso volvía y volvía a romperse.

La mirada divertida de Greyback desapareció y por primera vez contempló a Remus como lo que
de verdad era. Una bestia incontenible. Contuvo su respiración con asombro hasta que el corazón
del carroñero dejo de latir.

Cada persona a su alrededor estaba helada, congelada en su lugar, sin saber cómo responder a lo
que acababa de suceder y temiendo mirar al responsable de ello.

—Tu magia… es asombrosa — dijo Greyback con una sonrisa desconcertada creciendo lentamente
entre sus labios — Mi niño dorado.

—No seré tuyo — replicó Remus con frialdad — Pero quiero ser manada. Quiero tener poder. Más
poder del que pueda imaginar cualquiera de tus lobos.

Lo llevó a más misiones provocando caos y destrucción.

Al lobo le encantaba.

A él le dolía.

Veía la marca tenebrosa en el cielo.

Veía la marca en su brazo.

Veía a los lobos y carroñeros deleitados por las muertes.

Remus se preguntó cuánto tiempo tardaría en enloquecer.

Pensó una y otra vez el por qué seguía allí. ¿Por qué seguía con Greyback? ¿Por qué seguía
haciendo más y más daño a gente que no tenía nada que ver con la pureza de sangre, el señor
oscuro o siquiera la magia?

Por Reggie, se respondió con dolor.

Pero Regulus Black no estaba aquí. No estaba aquí y dolía. No estaba aquí y lo extrañaba tanto que
lo sentía en todo su cuerpo. No estaba aquí y Remus incluso deseaba no volver a verlo nunca más.
Para que no viera en que se estaba convirtiendo, para que no se culpara por lo que Remus había
hecho, para que Remus no lo odiara a él por ser la razón por la cual había aceptado estar en este
infierno.

Sigues aquí por Sirius, se respondió en cambio.

Pero Sirius Black lo despreciaba. Remus fue el culpable de hacer que Sirius lo odiara. Remus Lupin
le rompió el corazón, se llevó cada uno de sus recuerdos en donde todavía lo amaba y se aseguró de
que lo odiara, de que lo mirase con desdén y rencor. Porque eso era lo que merecía recibir de Sirius
Black.
Sigues aquí por Lily, pensó con desesperación, intentando encontrar una razón que pudiera
justificar la existencia de Remus. Porque si lo perdía… si lo perdía solo quedarían los deseos de
morir.

Pero Lily Evans estaba luchando en el lado correcto de esta guerra. Ella era fuerte, mucho más
fuerte de lo que Remus podría ser. Porque ella seguía luchando por las personas, por protegerlas sin
importar lo mucho que el mundo la decepcionara una y otra vez.

Cuando se quedaba sin respuestas, tocaba la estrella de Sirius, y se decía que era necesario. Que
era importante para el plan. Que tenía que conseguir que la manada confiara en él. Que ese era el
trabajo que solo él podía lograr.

No sabía cuanto de eso era verdad o mentira en este punto.

Encontró a Sirius Black porque era la persona a la que más anhelaba ver.

Cada parte de su cuerpo temblaba por los deseos de tomarlo en sus brazos, de aferrarse a él y
nunca dejarlo ir. Porque Sirius Black lo atraía, porque Sirius Black era todo lo que deseaba, porque
era todo lo que no podía tener. No se lo merecía. Pero ahí estaba la mirada de Sirius, esa que lo
atrapaba y lo obligaba a acercarse un poco más sin importar todas las razones por las que era un
error hacerlo.

—Te extrañé — susurró con una voz quebrada. Sus brazos atrayendo a Sirius a su cuerpo,
queriendo sentir su aroma, su calor, su magia, deseando tanto esto que lo quebraba por dentro.

—No lo creo, quieres más a Reg que a mí — Sirius Black, el poderoso mago de sangre pura,
antiguo heredero de una de las mayores familias nobles de la comunidad mágica estaba haciendo
un adorable puchero.

Remus sonrió enternecido — Eres un tonto.

Sirius sonrió complacido — Dime que me quieres.

Remus sentía que podría morir ahí.

—Te amo.

Una sonrisa cruel.

—Mientes.

Remus despertó sintiéndose vacío.

—Era un sueño — murmuró contemplando las hojas de loa árboles y cada uno de sus colores
carmesí que le recordaba a la sangre. Quizás por eso había soñado con él. Por Sirius Black y su
estúpido amor por Halloween. Se preguntó sí el cumpleaños de Sirius estaba cerca. Se preguntó sí
podría recuperar su varita. Y se preguntó sí alguien lo extrañaría al morir.

Merecía morir en vez de tener sueños con Sirius Black. Pero la necesidad de estar junto a Sirius se
extendía por cada parte de su ser, el deseo de verlo y el anhelo de estar en sus brazos una vez más
eran lo único que podían sacarlo de la pesadilla.
Cubrió sus ojos con su antebrazo, tratando de calmar sus sentimientos. Respira, se repitió.

Odiaba sus sueños con Sirius Black. Porque no los merecía. No merecía tener un recuerdo de Sirius
que lo hiciera sentir feliz cuando había decidido convertirse en un monstruo.

La noche anterior fue otra luna llena.

Atacaron a un pueblo entero junto a las criaturas oscuras que servían a Lord Voldemort. Remus
había vomitado al volver a su consciencia humana y sentir la sangre en sus labios. Odiaba la
sangre, odiaba tanto la sangre en sus manos y en sus dientes cada vez que despertaba de una luna
llena. Su cuerpo todavía temblaba, sintiéndose asqueado y enfermo. Hace semanas que no comía,
hace semanas que se mantenía despierto por esa sensación hambrienta y dolorosa, que le recordaba
a las cenas junto a Lyall Lupin. Las cenas donde lo dejaba morir de hambre pensando que así
debilitaría al lobo.

Remus no comía, no porque pensara que así podría debilitar al lobo. No comía porque todo le
parecía asqueroso y putrefacto. Y porque el hambre lo mantenía despierto y en alerta. Los instintos
del lobo en busca de una presa estaban activados por el hambre. Y Remus necesitaba ese
sentimiento furioso para luchar contra Fenrir Greyback.

Odiaba a Fenrir Greyback aún más que soñar con Sirius Black. Su paciencia se estaba acabando al
ver que Remus Lupin seguiría sin mostrar interés en acostarse con él.

—Vas a ser mío — gruñó con furia.

Remus se rió con desprecio — No.

Usaba la magia oscura en su voz para mantenerlo lo suficientemente alejado de sí. Pero no era
suficiente.

Odiaba sentir su mirada, deseándolo, odiaba tener su olor en su piel cuando se acercaba a él.
Odiaba el sonido de su voz, la magia instintiva de la manada atrayéndolo, aunque los despreciaba a
todos.

Lo había golpeado con la magia del lobo.

Pero Remus lo esperaba.

Cuando su espalda golpeó el suelo se siguió riendo.

Odiaba en que se estaba convirtiendo.

En algo oscuro, quebrado y maldito.

Se preguntó por qué seguía allí.

Por qué…

Remus quería llorar.

Quería gritar.

Quería destrozar la garganta del hombre lobo.

Quería huir.
Pero era tarde. Era demasiado tarde.

Ya no tenía un lugar a dónde ir.


Ayuda

Invierno, 1977

El aullido de los lobos resonaba en su interior.

La nieve cubría el bosque al que regresaban tras la luna llena.

La brisa invernal sintiéndose como un alivio a la piel ardiente tras una noche de cacería de magos
que trabajaban en el ministerio.

—Lupin — lo llamó Greyback entre los lobos, pasando su mano por la espalda de Remus hasta
detenerse por debajo de su cintura, disfrutando la manera en la que su cuerpo se tensaba en
respuesta a su toque y el sonido áspero de su voz.

Remus atrapó la mano y la apretó con fuerza, mirándolo con frialdad.

Algunos lobos se rieron entre dientes, ya acostumbrados al juego que bailaban el lobo y el alfa. Les
gustaba el hecho de que Remus todavía no se doblegara ante Greyback, porque los mantenía
entretenidos e intrigados. Nadie había sido como Remus para Greyback, aun después de todo este
tiempo seguía resistiéndose, y se dio cuenta que cierta parte masoquista de Greyback lo disfrutaba.
Anhelaba por completo poder dominar a Remus, y cada vez que lo rechazaba respondía de forma
más furiosa, más hambrienta, más obsesiva.

Le dedicó una sonrisa despreciable — Buen trabajo. ¿Puedes ser tan confiable en mi cama?
¿Satisfacerme como cuando asesinas para mí?

Remus guardó silencio. Quería asesinarlo. El lobo solo pensaba una y otra vez en cuánto quería
asesinarlo.

—Me gusta tu mirada llena de odio — susurró Greyback lamiendo sus labios — Eres mi preciado
niño, Lupin.

—Algún día te asesinaré — susurró Remus con convicción, un gruñido salvaje mezclándose en su
voz.

Los ojos del monstruo brillaron deleitados con la idea — El día en que te atrevas a intentarlo te
someteré, Lupin. Y lo disfrutaré demasiado. Me preguntó a qué sabe tu sangre, o como se sentirá
tocar tu pecho mientras gritas por mi culpa.

Remus se alejó, su magia resonando a su alrededor como una tormenta eléctrica. Y Greyback lo
supo, sonrió encantado por poder meterse en lo profundo de su mente.

—Te quedarás a cargo.

—¿Por qué? — cuestionó de inmediato.

—Porque eres talentoso con las perras — replicó con frialdad — Espera por mi regreso.

—Muérete.

Greyback gruñó antes de arrojar a Remus con la magia del lobo en dirección a la manada.
—Sé una buena perra y no solo ladres — le ordenó el alfa antes de desaparecer, porque era un buen
día para Fenrir Greyback, uno tan bueno que ni siquiera el rechazo de Remus podía enfurecerlo.

Un silencio se extendió por la manada que fue roto por la risa de un lobo al ayudar a Remus a
levantase. Los demás le sonreían, codeándose entre sí, dedicando miradas divertidas que permitían
que las risas bajas aumentaran.

—Ni una palabra — gruñó Remus.

Era extraño que rieran. Pero cada vez eran un poco más abiertos con Remus. Que confiaran en él
era difícil porque era más mago que lobo incluso si era parte de la manada. Con los lobos de
Greyback no sentía el sentimiento de hogar que le dieron los merodeadores cuando se hicieron
amigos y no tenía el sentimiento de pertenecer que le entregaba la manada de Artemis. Ser parte de
la manada de Greyback era sobre sobrevivir o ser quebrado y la confianza que se estaba creando
lentamente entre ellos nacía de la certeza de que Remus era capaz de asesinarlo a cada uno de ellos,
y nadie podría tocarlo.

Lo aprendieron el día que Remus asesinó a su primer lobo y al carroñero de Greyback. El sonido
de sus gritos enloqueciendo de dolor aun estaba grabado en los lobos. Desde ese día veían en
Remus a un niño dorado que se volvió salvaje por la fuerza y el dolor.

—Lo vuelves loco y aun así te prefiere a ti — se quejó una loba.

—Por eso mismo le encanta — se burló un lobo — Le excita que siga luchando con sus pequeñas
garritas y el orgullo del mago.

Ella puso los ojos en blanco — Por eso los hombres viejos son asquerosos.

Aulló al cielo llamando la atención de los lobos. Cada uno de ellos respondiendo a su presencia —
Basta de bromas, es hora de cazar comida y no brujos.

Aqueronte se acercó a él, mirándolo con preocupación — ¿Otra noche sin comer?

Esas palabras tocaban una fibra sensible dentro de él. Se sentía débil, enfermo, apenas se estaba
manteniendo con vida, lo suficiente para recolectar información. Pero la furia del lobo seguía allí,
empujándolo, actuando agresivo ante la menor provocación.

—No es asunto tuyo — ladró.

—¿Vas a poder defenderte de él si no comes? — se atrevió a preguntar con un brillo furioso en sus
ojos.

—Vete — ordenó Remus usando la magia oscura en su voz —Antes de que actúe como Greyback
y te arranque algún miembro.

Los lobos a su alrededor comenzaron a correr casi instintivamente, sorprendiendo cuán natural era
que respondieran a él, a su presencia y a su magia. Quizás estaba infravalorando la confianza que
los lobos tenían en él.

Había aprendido cómo se mueven los lobos, cuáles eran sus conductas más salvajes, las estrategias
que utilizaban para coordinarlos en las lunas llenas y la naturaleza de las misiones que cometían
cuando no estaban convertidos.

Pero seguía pensando en ellos como en enemigos que estarían encantados de tener la oportunidad
de asesinarlo.
Había visto cuán fácil sería hacerlo. Incluso lo había hecho él mismo.

El invierno calaba sus huesos ahora, con punzadas de dolor en sus manos rojizas por el frío,
erizando el vello de su piel y haciéndolo temblar un poco.

Remus intentó encontrar alguna estrella en el cielo buscando consuelo en cuánto odiaba cada día de
su vida.

La única forma de no volverse completamente loco era centrarse en la información que estudiaba e
investigaba sobre los actuales aliados del señor oscuro. Sabía que los dementores se unieron a sus
filas. Y que un grupo de vampiros rondaba en las tierras de Greyback. Pero los centauros aún no se
unían a él, lo rechazaron cuando enviaron a Greyback, y aunque el lobo hubiera deseado permitirle
a la manada cazarlos, el señor oscuro había dado otra orden: tiempo para reconsiderar su lealtad, y
demostrarle cuan beneficioso podía ser no estar en su contra.

En la misión de hoy había escuchado a unos mortífagos hablar sobre gigantes.

¿Qué tan grande sería el ejército de Lord Voldemort?

¿Y lograría sobrevivir para darle esa información a alguien?

Ya no tenía a nadie.

—¿Remus?

—Lupin, ¿qué pasa?

—Vamos, mírame.

Remus tenía la garganta del lobo entre sus manos, su respiración acelerada, deseos de aplastarlo
abrumando su mente. La manada ya sabía que no debía acercarse a Remus al dormir. ¿Quién era?
¿Alguien estaba dispuesto a asesinarlo?

Eclipse lo miraba con una súplica silenciosa — Por favor… suéltame… Lupin…

Lo soltó dando un paso hacia atrás, sorprendido y asustado.

—Perdón — soltó alejándose un paso más, cruzando sus brazos para aferrarse a sí mismo como si
con eso pudiera controlar a la bestia — Perdón, yo solo… es… no quise…

Era casi una respuesta instintiva. Atacaba a cualquier persona que lo despertara o lo sorprendiera.
Era la respuesta instintiva del lobo protegiéndose. Y tardaba unos momentos en reconocer donde
estaba, o a quien estaba atacando.

Cada vez estaba más seguro de estar perdiendo la cordura.

Eclipse lo miró con preocupación — Bueno, supongo que es mi culpa por sorprenderte. Por cierto,
hola.

Remus tranquilizó su respiración y se dio cuenta de quién estaba frente a él.

—¿Vas a decirme hola o ya me olvidaste? — preguntó Eclipse levantando sus manos para un
abrazo. Eclipse con sus estúpidos ojos marrones, una sonrisa lobuna de superioridad, con su aroma
a tierra mojada, a pino y a manada. Era más alto de alguna manera, más fuerte y más robusto, pero
seguía siendo él.

El lobo gruñó — Eres un estúpido de mierda. ¿Qué crees que haces aquí? ¡Greyback te asesinara si
te ve aquí!

Eclipse hizo una mueca pasando su mano por su cabello, despeinándolo en un gesto nervioso — Sí,
esa no es la manera en la que pensé que me recibirías. Imaginé que estarías contento de verme o
algo así.

Remus se sentía furioso. Lo empujó con la magia del lobo — ¡No tenías que seguirme! ¡Vuelve
con Artemis ahora mismo!

—No puedo — se quejó.

—¡Regresa! — gritó Remus usando la magia oscura en su voz mezclada con desesperación.

Era peligroso estar aquí. Era demasiado peligroso. Greyback había atacado a Aqueronte porque el
aroma de Remus estaba en él. Eclipse tenía que salir de aquí. Tenía que irse. Tenía que…

Pero él sabía también sobre el hechizo, la magia oscura protegiéndolo de los deseos de Remus. Lo
empujó una vez más con sus manos, y Eclipse sujetó fácilmente sus muñecas. Cuan delgadas eran
entre sus manos firmes.

La mirada de Eclipse contenía secretos al sostener a Remus — Artemis fue asesinada.

Remus no imaginó que le dolería. Pero lo hacía. Dolía. Era una alfa. Era quien lo aceptó y le dio un
lugar dentro una manada. Quien le hizo creer que los lobos podrían ser algo más que monstruos,
podrían convivir libremente entre ellos. Era la loba más fuerte que conoció. Era alguien asombrosa
con una manada que eran lo más cercano a un sueño que algún lobo pudiera tener. ¿Cómo era
posible que alguien así muriera?

Sentía el dolor. Lo sentía en su sangre. La promesa de sangre aún no se había roto. Ni siquiera la
muerte sería capaz de romperla fácilmente. Por eso era una condena para ellos si no cumplían con
su palabra.

—¿Por qué…? ¿Por qué ella…?

Eclipse tenía una mirada sombría — Greyback la asesinó.

La furia se sentía en cada parte de su ser.

—¿Por qué?

—Porque la manada era débil.

Remus quería asesinarlo.

—Ahora soy el nuevo líder — le confesó — Y mantendré la palabra de Artemis contigo y tu joven
príncipe oscuro.

Eso debería haberlo hecho sentir mejor. Saber que la manada respondería a su llamado para
proteger a Regulus Black. Pero el lobo sentía su sangre hervir por la rabia — No debiste venir.

Eclipse no se inmutó —¿Quieres seguir gritando o vas a dejar de llorar?


—Debes regresar. No puedes estar aquí, él… somos monstruos — le gruñó con un tono salvaje.
Dolía en cada parte de su ser saberlo. Saber lo que eran capaces de hacer para provocar
sufrimiento, y disfrutarlo sin importarles una mierda.

—Es lo que somos — se quejó Eclipse — Es lo que siempre hemos sido. Estás muy sensible para
ser un lobo.

—Eres un imbécil — replicó Remus con rabia.

Eclipse sonrió — Pero me quieres.

—No es así.

Eclipse sonrió más ampliamente — No, sé que me quieres. Eso me hace feliz la verdad. Saber que
tendría éxito con los magos de Hogwarts. Espera, hay más homosexuales en Hogwarts, ¿no? He
estado mucho tiempo con los lobos.

—Vete.

—No puedo. Al menos no antes de darte esto.

Su varita. Era su varita.

—¿La quieres o la puedo romper?

Remus la miró con asombro. Y antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo lo besó, sostuvo su
rostro entre sus manos y lo besó profundamente.

—Creo que te gusta mi regalo — suspiró Eclipse con satisfacción.

Remus rio, un sonido algo quebrado — Sí, es uno muy bueno.

—¿Me gané algún premio?

—Creo que Greyback te asesinará si percibe mi olor en ti — susurró en sus labios.

El lobo se estremeció — Eso sería malo, ¿no?

Remus lo necesitaba. Era una urgencia en su cuerpo y en su alma. Olvidarlo todo. Necesitaba sentir
su respiración acelerándose por un placer pasajero. Necesitaba sentir el control de algo en su vida.
Necesitaba poder responder al deseo de la bestia en algo que siempre lo hizo sentir tan maravilloso.

Eclipse jadeó — Mierda, Lupin.

Y Remus se sintió bien por un momento, en el que sus bocas se encontraron, en que sus cuerpos se
frotaban, pero no era suficiente. Jamás sería suficiente. Porque al cerrar los ojos veía esa mirada
desafiante en sus recuerdos. Escuchaba el eco de un gemido en sus labios. En cada parte de su ser,
resonaba una memoria de Sirius Black.

—Si solo tenía que darte eso para que quisieras acostarte conmigo de nuevo podría haberla traído
antes — susurró Eclipse deteniéndolo con suavidad — Pero espera. Espera un momento.

Remus contempló la varita en su mano. Dumbledore se la dio antes de llegar a Hogwarts y le dijo
que haría cosas maravillosas en la magia. La varita se había convertido en una extensión de su
cuerpo desde ese momento. Y durante todo este tiempo la había extrañado. Tenerla ahora en sus
manos se sentía irreal. Sería tan sencillo… hablar con Regulus, con Pandora o con Calíope. Incluso
extrañaba los malditos comentarios de Barty Crouch Junior.

Tragó con fuerza el nudo de emociones que se formaba en su garganta.

Durante meses trató de no pensar en esas personas porque dolía demasiado. A veces pensaba en lo
fácil que sería robar una varita para volver a verlos, para contactarse con alguno de ellos, porque
ellos sabían, ellos debían entenderlo. Pero se dijo una y otra vez que no podía hacerlo. Que no se lo
merecía. Que arruinaría el plan. El maldito plan, pensó con rencor. No podía hacerlo más No podía
quedarse aquí con Greyback. Lo estaba matando lentamente. Y le aterraba la idea de perderse
completamente en el lobo y olvidar por qué había accedido a toda esta mierda.

—Tengo que irme.

Eclipse se rio — Mierda, ¿tan malo fue mi beso?

Remus sonrió — No eres tú, soy yo.

Eclipse soltó una carcajada.

—Tengo que regresar.

—Lo sé. Tienes a alguien — suspiró con una sonrisa — Escuché que decías su nombre mientras
dormías. Una y otra vez durante meses. Siempre me pregunté, ¿qué es lo que lo hace tan especial?

Remus lo pensó — Sirius era… Sirius es una canción, es un espejo de emociones y es… es algo
que quieres sentir.

—Lo amas.

—Lo amaba — corrigió con dolor.

Porque lo arruinó. Porque se perdieron. Porque durante todo este tiempo solo encontraba dolor. Ya
no podría amar a Sirius Black. No de esa manera ingenua, estúpida y destructiva. Amar a Sirius
casi había acabado con él. Le hizo dudar sobre cada una de las decisiones que tomó. No podía
permitir que algo así volviese a ocurrir.

Amó a Sirius Black. A los días en que corrían por Hogwarts riendo de Filch, a las estúpidas
respuestas de Sirius, a la manera en la que se reiría de él, a la forma en la que lo hacía perderse en
sus labios.

Y odiaba a Sirius Black. Quizás no como era antes de que toda la locura comenzara, pero si volvía
a odiarlo. Porque él no protegió a Regulus. Y esto ocurrió. Lo odiaba por no protegerlo, lo odiaba
por no hacer más para salvarlos, lo odiaba por haberlo enamorado, lo odiaba porque le hizo dudar,
lo odiaba porque ahora mismo debía estar en Hogwarts y lo tenía todo. Sirius Black siempre tuvo
todo.

Y él no tenía nada.

—Remus — lo llamó Eclipse con suavidad.

Lo miró y sabía que su expresión tenía que reflejar toda la contrariedad que sentía.

—Los lobos son… territoriales — explicó Eclipse en voz baja — Pero son unidos. Artemis
deseaba que supieras que siempre tendrás una familia en su territorio. Yo siempre me aseguraré de
que seas aceptado.
—La manada — susurró Remus con un sonido vulnerable.

—La manada — asintió Eclipse con afecto.

Remus pensó en una niña pelirroja con trenza preguntándole si la iba a insultar por su sangre.
Pensó en un chico asustado quejándose de su odioso hermano mayor. Pensó en un maldito
imprudente de mierda que siempre lo miraba desafiante. Incluso en el chico de lentes sonriente que
le había preguntado si quería ser su amigo. Y en la chica que prometió dedicar su vida para
encontrar una respuesta mágica para él.

Remus ahora sabía mucho más sobre manadas. Pero la manada que él quería eran esos magos y
brujas que le habían dado confianza, cariño y lealtad de una manera en la que jamás imaginó ser
aceptado.

—Puedes volver con nosotros. Lo arreglaré para que Greyback nunca pueda volver a tocarte. Pero
ya tienes una manada — suspiró Eclipse — Y quizás sea eso lo que más necesitas ahora.

—Así es — asintió Remus. Sabiendo que esta era la última oportunidad que tenía para volver.
Estaba demasiado aterrado. Se odiaba demasiado a sí mismo. Si no regresaba ahora… quizás se
perdería para siempre.

—Puedes volver cuando lo necesites. Cada luna si así lo quieres. Te vamos a aceptar, sin importar
lo que suceda. Eso es la manada.

Remus lo besó.

Sus frentes apoyadas.

—Gracias — susurró.

Eclipse sonrió con tristeza — Vuelve antes de que me arrepienta.

Recordó una noche de verano, antes de que Greyback apareciera, antes de que tuviera que
abandonar la manada y sentir dolor durante cada mañana, Remus y Eclipse estuvieron juntos
mirando las estrellas.

—¿Quién te convirtió? — preguntó Remus.

Las estrellas brillaban con fuerza.

Eclipse guardó silencio.

—Ya no importa.

—¿Por qué?

—Está muerto. Artemis lo asesinó.

Miente, pensó el lobo.

Remus supuso que Artemis lo convirtió.

Porque Eclipse no lo decía con odio.


Remus apareció en la mansión Malfoy porque fue el primer lugar en el que pudo pensar, cayendo
en la alfombra de la oficina de Narcissa Malfoy.

Cissy dejó caer su taza. La porcelana rompiéndose contra el mármol negro de su oficina en un
sonido estruendoso. Pero no le importó. Ella solo podía contemplarlo a él.

—Estás vivo — susurró con sus ojos llenándose de lágrimas — Estás vivo.

Sintió sus brazos rodeándolo. Era delgado, era demasiado delgado, y sentía que podría romperse
por la manera en la que Narcissa se aferraba a él. Pero no le importaba. Necesitaba sentirla,
necesitaba aferrarse a ella tanto como la bruja necesitaba aferrarse al lobo.

—Volví, Cissy… volví… pero no lo merezco…

Ella negó con la cabeza mientras lloraba — Estás aquí, Remus. Es lo único que importa.

Lo dijo con un tono que prometía una maldición si se atrevía a contradecirla.

Remus la amó por eso.

—Cissy, necesito hablar con el señor oscuro.

Su cuerpo se estremeció — Está bien. Él… estará aquí mañana. Lo podrás ver. Primero ve a darte
un baño, apestas, Remus. De verdad apestas.

El chico rio.

Era un sonido quebrado y extraño en la estancia.

Cissy tomó su rostro entre sus manos — Te extrañé, Remus.

Parpadeó para alejar las lágrimas que provocaron esas palabras.

Remus estaba en la tina sintiendo que todo a su alrededor era surrealista. La elegancia, limpieza y
elitismo de la mansión Malfoy después de estar meses junto a los lobos contrastaba con la suciedad
incrustada bajo sus uñas y el desastre de su cabello.

Sintió que estuvo ahí durante horas para volver a estar limpio.

El nuevo elfo doméstico de los Malfoy lo había mirado con temor cuando salió de su baño —¿Hay
algo más que Dobby pueda hacer por usted, señor Lupin?

Remus guardó silencio mirando por la ventana unos minutos. La nieve caía con gentileza.

—¿Puedes decirme la fecha, Dobby?

—Es 21 de diciembre de 1977, señor Lupin.


Lord Voldemort lo miró con intriga cuando apareció ante él en la mansión Malfoy.

—No te llamé — pronunció con un tono peligroso —Esto es muy insolente de tu parte.

Lucius y Narcissa esperaban en silencio.

Remus sonrió. Soy un perro apareciendo frente a su dueño después de ser abandonado durante
meses, pensó con amargura. Se inclinó ante el señor oscuro — Lo sé, mi lord. Y lo lamento.
Lamento mi insolencia hacia usted. Pero necesitaba comunicarle que me he ganado la confianza de
la manada. Y creo que es importante decirle que ya he perdido suficientes clases, mi lord.

Diciembre, recordó con furia. Había desaparecido durante seis meses. Seis meses. Podía contar las
lunas, pero se sentía irreal. Durante todo ese tiempo se sintió como una pesadilla de la que
despertaba para encontrar algo peor. No quiso creerlo, no quiso creer realmente que transcurrió
tanto tiempo.

Pensar en lo que debía haber sentido Regulus durante todo este tiempo… no, se dijo. No podía
desconcentrarse. No frente al señor oscuro. Era fácil caer en los instintos del lobo después de
meses dejando que hiciera todo a su merced. Tenía que contenerse frente a Lord Voldemort. No
podía intentar atacarlo, por mucho que lo deseara.

El mago sonrió despectivamente — Greyback te desea. Y es un buen aliado. Podrías aprender


mucho de él, de hecho, sería conveniente para ti.

Remus sonrió con crueldad — Podría hacerlo, eso es cierto. Pero hay algo que me inquieta, mi
lord.

—Habla — ordenó con interés y diversión.

No le importaba. Nada de esto le importaba. Narcissa controlaba su emoción, pero Remus percibía
que estaba furiosa como él. Su corazón la delataba. Latiendo rápidamente. Lucius Malfoy lucía tan
divertido como el señor oscuro. Deseaba deshacerse de Lupin, y solo la palabra de Narcissa a su
favor le hizo acompañarlos y acceder a que Remus hablara con Voldemort. Hasta el momento, no
intentarían asesinar a Remus por respeto a Regulus Black. Pero eso no quería decir que estaba a
salvo. No considerando que fue abandonado.

Remus solo tenía que recordarle lo útil que podía ser para él, y ganar de nuevo su interés. Porque
tenía su marca reclamándolo, tenía el afecto de Regulus Black y Narcissa Malfoy protegiéndolo,
tenía la promesa de Eclipse de que la manada lo protegería. Y tenía información que podría
provocar algo de caos a su favor.

—¿No cree que los planes de Greyback son demasiado arriesgados? Atacar a tantos hijos de magos
y sangresucias.

El mago enarcó una ceja, sus iris brillando de rojo carmesí un momento —¿Por qué lo sería?
Estamos limpiando la sangre.

—¿Contaminándola? — repuso Remus — Sé que no somos lo mismo. Los magos y los lobos. Mi
sangre es inferior a la suya. A penas es mejor que la de un sangresucia, porque me aferró a mi
linaje de origen. ¿Pero no cree que se están acercando al exterminio de la magia?

Un silencio pesado se extendió en la sala.


El corazón de Malfoy latía aterrado. Narcissa tenía la magia oscura a su alrededor moviéndose
inquieta, como si tuviera un maleficio en la punta de su lengua.

Lord Voldemort tenía una mirada amenazante —Eres atrevido.

—Conozco mi lugar, mi señor. Y por eso me atrevo a decir lo que pienso. Tiene mi vida entre sus
manos. Puede asesinarme cuando guste. Aceptaré la muerte como un premio que usted me da. Vea
en mi mente, todo está allí. Y asesíneme si lo desea.

Era arriesgado.

Pero Narcissa estaba aquí.

Y confiaba en que Voldemort no podía asesinarlo en la casa de los Malfoy sin ofender a la esposa
de uno de sus más fieles seguidores, la hermana menor de una de sus mortífagas favoritas, además
de perder su conexión con Regulus Black al atacar a su maldito perro.

Lo sintió en su mente.

Lord Voldemort era una fuerza silenciosa, pero fría e intensa para alguien que estudiaba
oclumancia desde los doce años. Narcissa y Lucius miraban ansiosos la escena.

Pero Remus sabía lo que debía hacer.

Los recuerdos de la manada. De Artemis en el bosque diciéndole que pertenecía a ellos. Los
recuerdos de un beso con Eclipse en un claro del bosque. Los recuerdos de las masacres de la
manada de Greyback. Y lo que tenía que mostrarle, lo más importante. La conversación con
Greyback cuando llegó a su casucha de mierda y le confesó querer traicionar a Lord Voldemort.

Lo soltó. Supo el momento en que Voldemort dejó de buscar en su mente y lo soltaba.

—¿A quién perteneces, Remus John Lupin? — preguntó con frialdad, su furia brillando en sus ojos
carmesí.

—A usted, mi lord — respondió de inmediato.

—Malfoy — llamó.

El mago se arrodilló frente al señor oscuro — Mi señor.

—Has elegido a un buen perro. — sonrió con crueldad — Uno muy leal. Y recompenso a mis
fieles seguidores. ¿Qué es lo que deseas, Lupin? Te daré lo que pidas. Podrías ser el líder de la
manada de Greyback. Podrías reclamar a alguien para ti. Lo que tú desees.

—Me enorgullece ser reconocido, mi lord. Solo quiero obedecerlo — contestó inclinándose—
Quiero ser tratado como uno de sus mortífagos. Un lugar entre sus magos tenebrosos.

—Lo tendrás — concedió el mago divertido por su respuesta, una sonrisa encantadora al levantarse
para detenerse frente a él — Serás uno de mis queridos mortífagos desde ahora.

Remus se estremeció por el sonido melódico de su voz.

—¿Podré volver a Hogwarts, mi lord? He estado pensando en que no debería perder la oportunidad
de utilizar a Albus Dumbledore. Creo que se estará preguntando a dónde he ido estos últimos seis
meses.
El mago se rió

— Sí, Dumbledore estará muy interesado en las conexiones que creaste. Puedes volver con
Dumbledore — le dijo con una voz fría al acariciar su rostro — Pero debes recordar que eres mío.

Al salir de la mansión levantó su varita.

Pensó en Lily Evans, en ese primer beso que tuvieron hace muchos años. En la manera en la que
ambos rieron y se preguntaron qué estaban haciendo mal. Pensó en la risa de Regulus Black al
transformarse en un zorro plateado. Pensó en la mirada brillante de Pandora Lynch al hablarle de
un nuevo descubrimiento. Pensó en James Potter y sus abrazos de oso. Pensó en Calíope Morgan
bailando con él en el Yule. Pensó en Sirius Black y lo feliz que lo había hecho una vez un concierto
de Bowie y estar enamorado de Sirius y decirle que lo amaba.

—¡Expectro patronum!

El lobo lo miró.

—Encuéntrame — susurró al patronus. Esperando que diera el mensaje a alguien que todavía lo
quisiera, a alguien que todavía pensara en él, a alguien que todavía esperaba que él regresara.

Y se desvaneció.
Hogwarts
Chapter Notes

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24 de diciembre 1977

Hogsmeade.

Remus Lupin apareció en Hogsmeade.

Sintió los brazos de Sirius Black a su alrededor.

Sus manos temblaban, pero a medida que sentía el calor de Sirius, el aroma de Sirius, el hormigueo
abrumador de su magia, se aferró a él. Su nariz oculta en el cuello del chico, inspirando ese aroma
familiar, la sensación de su pulso.

Este era el único lugar que jamás deseaba dejar ir.

El pulgar rozando sus labios, haciéndolo estremecer.

La otra mano de Sirius sintiendo el latido del corazón de Remus a través de su palma abierta contra
su piel.

—Estás aquí — su voz susurró — Eres tú.

Sirius lo miró a los ojos, queriendo asegurarse de que era real.

—Moony — murmuró en sus labios antes de besarlo lentamente con gran ternura.

Remus quería llorar. Y lo besó. Deseando olvidarlo todo. Deseando regresar a una noche en que fue
feliz.

Sirius suspiró temblorosamente.

—¿Dónde estuviste? ¿Qué sucedió? ¿Por qué…? — los ojos de Sirius se llenaban de lágrimas y se
rio — Já, ¿por qué yo…? ¡volviste!

Remus sonrió engreído — Así es, Black. ¿Acaso extrañaste al maldito perro?

Sirius asintió — Sí, Moony. Te extrañé.

Su corazón dolió. La sinceridad. El recuerdo de la última vez que se habían visto. Era demasiado.
Y el lobo deseaba tanto seguir perdiéndose en la mirada de Sirius que dolía. Dolía tanto que era
difícil pensar en algo más.

Tenía que alejarse de Sirius Black. Lo sabía.

—¿Dónde…? ¿Por qué…? — Sirius negó con la cabeza — No quiero saberlo. Solo… solo necesito
que me digas que estás bien.

—No estoy bien — respondió Remus.


Mucho tiempo. Muchos meses. Muchas lunas.

—Eres un tonto, Remus Lupin — se quejó el chico con lágrimas en sus ojos — Un maldito imbécil
estúpido y retorcido. ¿Cómo te atreviste? ¿Cómo te atreves a borrarlo todo y desaparecer y luego
decirme que no estás bien? ¡No puedo enojarme contigo si estás lastimado, imbécil de mierda! Pero
me vengaré. Te juro que me vengaré, Lupin.

—Lo estaré esperando, Black.

La mirada de Sirius dolió. La tormenta de emociones. El fuego de furia y amor mezclándose en esa
mirada. Apoyó su frente en la de Remus y descubrió que aún tenía un corazón, porque volvía a
romperse al ser tratado con tanto cariño, con tanta delicadeza y afecto.

¿Por qué no lo odiaba? ¿Por qué no gritaba y lo lastimaba? ¿Por qué todavía actuaba como si lo
quisiera? Lo sabía. Claro que sabía lo que Remus tuvo que hacer.

Remus Lupin se había convertido en todo lo que Sirius Black despreciaba profundamente. Un
asesino, un monstruo, un mortífago. Y aun así… aun así lo contemplaba como si no fuera real que
estuviera aquí.

¿Cuánto dolor eres capaz de soportar? Pensó Remus. ¿cuánto dolor puedes soportar para seguir
queriéndome?

Las lágrimas bajaban por su rostro — No lo digas.

—¿Qué…?

Pero Sirius negó con la cabeza con furia — No lo digas. No digas que debes irte, que no podemos
tener este momento. No digas una estupidez que me recuerde que estoy furioso contigo. Solo…
solo déjanos tener esto. Los demás… Lily y James vienen en camino con Regulus. No te vayas,
por favor, no te vayas.

No quiero volver a irme, pensó con dolor.

Lily lloró en sus brazos — Jamás vuelvas a hacer eso. Eres un imbécil de mierda. Perro malo.

Remus rio. El sonido era un poco quebrado. No entendía. No lo entendía. ¿Por qué aún era amado?
¿Por qué no lo despreciaban y lo odiaban después de todo lo que hizo? ¿Después de todo lo que
provocó?

James Potter le sonrió con tristeza — Me alegra que estés de vuelta.

—¿Aunque intente robarte a Evans?

James rio con lágrimas en sus ojos — Eres un idiota, Moony.

Regulus estaba esperando. Una mirada ansiosa en su rostro.

Buscaba cada señal en Remus. Se detenía en las cicatrices de su cuerpo, visibles por la capa. Se
detenía en el cuerpo delgado de Remus, en el color pálido y enfermizo de su piel, en la manera en
la que su cuerpo temblaba, buscaba las heridas, buscaba la desesperación de su mirada, buscaba
todo el horror que Remus había vivido.

Y sufría. Sufría por él.

Porque Regulus Black era la única persona que podría imaginar todo lo que ocurrió.

Remus lo abrazó con fuerza.

—Fueron demasiados meses, Moony… —Su voz quebrada. Su aroma familia. Su magia. Regulus
Black fue su primera persona favorita en su vida. Era su mejor amigo. Era el chico por el cual
estaba dispuesto a vivir un infierno.

Se veía distinto, más mayor, más alto, más torturado por la ausencia de Remus. Se separaron antes
de que cumpliera su última prueba. Antes de recibir la marca. Y era doloroso, cuanto lo necesitaba,
cuanto lo afectaba estar junto a él.

Se sentía desesperado. Por sentir su calor, por ser abrumado por la sensación familiar y distinta de
su cuerpo en sus brazos, por el latido doloroso de sus corazones.

Regulus estudió su expresión —¿Fue horrible?

Remus asintió.

Porque no era capaz de mentirle.

Fue a la oficina de Dumbledore.

Lily Evans miraba con furia junto a Regulus Black, aguardando fuera. Sabían que no volvería a
funcionar escabullirse junto a Remus usando la capa de invisibilidad. Albus Dumbledore no podría
ser engañado por el mismo truco dos veces.

—Remus — dijo la chica antes de que entrara a la oficina.

Remus no quería mirarla. Temía lo que pudiera encontrar.

Pero lo hizo. Lo hizo porque la amaba.

Lily Evans era distinta a la chica a la que dejó en la casa de los Potter tantos meses atrás. La bruja
frente a él tenía rasgos más afilados, una expresión más endurecida, una postura rígida y consciente
de sus movimientos. Era alguien que había visto las consecuencias de la guerra. Era alguien con
ojos verdes brillando con determinación, dolor y fortaleza.

—Te espero — susurró.

Fue el sonido de su voz, tan ansioso, tan desesperado, tan cargado de un deseo que pensaba que no
podrían tener. Remus tuvo que reprimir los instintos del lobo, la urgencia de responder a su voz, de
abrazarla y no soltarla. Porque Lily Evans siempre había calmado la parte salvaje dentro de él, le
recordaba a un hogar, a un lugar seguro, a la bondad que el monstruo desconocía.

Entró a la oficina.

—Es grato volver a verlo, señor Lupin — saludó Dumbledore sin mostrarse sorprendido por su
aparición.
Remus bufó — Sí, me imaginé su gran preocupación.

—¿Cómo van sus asuntos?

El lobo quiso reír.

Era la manera en la que lo preguntaba.

Como si Remus hubiera pasado los últimos meses haciendo un mero papeleo en vez de convertirse
en un asqueroso y horripilante monstruo. Como si no hubiera asesinado personas, como si no se
hubiera vuelto loco con cada día que transcurría, como si no lo estuviera matando a cada segundo.

Lo odió. Lo despreció profundamente. Y le prometió al lobo vengarse algún día.

Albus Dumbledore pagaría sacrificarlos en una guerra y no importarle una mierda.

—Recibí la marca — respondió con frialdad — Y fui enviado a un maldito bosque durante seis
meses para estar con los de mi clase.

—¿Confían en ti?

—Algunos. Otros están deseosos de traicionar al señor oscuro por su propia cuenta y no me
pareció mal dejarlo de ese modo. Está reuniendo a más criaturas oscuras, su ejercito se hace más
grande a medida que atormenta a los magos. Hay criaturas oscuras que hace seis meses todavía se
negaban a unirse a él y ahora están declarando sus términos para aliarse.

El director lo observó — Me alegra ver que estás bien.

Remus no le creyó.

—¿Qué excusa inventó para mi desaparición?

—Intercambio.

Soltó una risa amarga — Intercambio. Suena bien, considerando que estuve junto a asesinos y
psicópatas durante todo este tiempo. Creo que se puede considerar que aprendí cosas. Como… no
lo sé. Cuántas personas puedo ver morir durante una noche antes de vomitar y pensar que debería
haberme dejado abandonado en esa casa de mierda, con mi padre y permitir que me mataran.

Dumbledore no se alteró.

—O puede que no le interese en lo más mínimo, después de todo, permite que sean niños y jóvenes
los que se sacrifiquen en su patética guerra. ¡Porque no importamos! ¡Somos malditas y jodidas
piezas de ajedrez para usted!

—Sé que duele, que estás molesto y tienes una buena razón para hacerlo.

Remus se rio, era un sonido horrible — ¿Eso cree? Que bien por mí que lo entiende.

—No había otra manera, Remus.

El chico negó con la cabeza — No me mienta. Siempre hubo otra manera. Pero a usted no le
servíamos.

—Espero que algún día puedas entenderme — susurró mirando su regazo.


—Voldemort cree que está jugando con usted. Solo por eso me permitió regresar. Es todo mi
reporte hasta ahora. Lamento ser una maldita decepción en sus planes — contestó Remus antes de
irse de la oficina del director sintiéndose perdido y furioso.

Esa noche, Regulus y Calíope se quedaron a su lado.

Ambos ocupando un lugar junto a Remus en la cama de él.

Queriendo aferrarse a él. Estando allí cuando despertaba de una pesadilla.

Su mejor amigo y su guía en el camino de la oscuridad.

Sosteniéndolo.

Había tantas pesadillas.

Sobre los gritos de las víctimas.

Sobre Greyback asesinando a su madre.

Sobre el lobo destruyendo la consciencia de Remus.

—Estás con nosotros, estás bien, estás aquí — susurraban ambos cada vez que despertaba de las
pesadillas.

—¿Con qué soñaste? — preguntó Calíope. Su cabeza apoyada en el pecho de Remus, como si
necesitara escuchar el latido de su corazón.

—Lobos — respondió Remus.

Regulus entrelazó sus dedos con los de él.

—Cuéntanos.

Remus guardó silencio un largo tiempo que parecieron horas.

No merecía estar aquí.

No merecía el amor de estas personas.

No merecía sentirse feliz porque estaban a su lado.

Se convirtió en algo roto, débil y patético mientras lloraba.

Era abrumador.

Estar en Hogwarts.

Sentir la magia concentrada del lugar.


Sentir la ausencia de los lobos.

Sentir los impulsos del monstruo arremetiendo sin piedad.

—Jodido y asqueroso monstruo — se burló una voz en la oscuridad.

Remus volteó a verlo.

Era Greyback — ¿Creíste que podrías huir de mí? Ellos te odian. Ellos jamás te perdonaran. No
tienes lugar con ellos.

Sus ojos brillaban con malicia.

Le gustaba ver a Remus sorprendido y herido por la verdad de sus palabras.

—Jamás podrás estar con ellos.

Remus lo empujó con la magia del lobo.

Su cabeza golpeó con fuerza el muro de piedra.

Y su cuerpo comenzó a romperse ante el deseo de Remus de destruirlo.

—¿Qué demonios es eso? — gritó una voz asustada.

—¡No se suponía que esto…!

—¡Remus, tranquilo! ¡Moony, Moony, por favor! ¡Es un boggart! ¡solo es un boggart! Por favor,
Remus.

Sus manos temblaban. Sintió sus ojos arder con furia.

Gritó.

—¡Repelio! — desvió la magia de Lily Evans.

Las malditas patrullas.

La bestia dentro de Remus gruñó frustrada, deseosa de escuchar el sufrimiento de los infelices.

—¡Remus, detente! — Lo sostuvo James Potter — Es un estúpido boggart, esos malditos niños
pensaron que era gracioso soltarlo, por favor, detente, amigo.

Uno de los chicos lo miró con rencor —Es un hombre lobo. Esta desquiciado.

—¿Alguien tiene un maldito problema? — gritó Evans a los de tercero — ¡Vuelvan a su casa
ahora! ¡O maldeciré a cada uno de ustedes!

Remus la miró con furia.

Pero Lily volteó donde los niños de primer año.

—¿Están bien? ¿Alguno necesita ir a la enfermería?

—No te atrevas a tocarme, sangre sucia inmunda.

Lily se apartó como si la hubieran abofeteado.


Remus tuvo que repetirse a sí mismo que eran unos niños ignorantes y bastardos ricos provenientes
de familias supremacistas. Incluso Reggie, su adorado Reggie y Cissy eran así.

Aun así, lo abofeteó.

—Por cosas como esas… ¡Todos ustedes son atacados, maldición! Y se lo merecen, sucios
bastardos de mierda.

—¡Remus! — gritó Lily.

Le dolió.

La mirada que le dedicó.

Estaba asustada.

Volver había sido un error.

—Me dijeron que estabas haciendo magia sin varita — dijo Regulus entrando al baño.

Remus fingió cubrirse el pecho — Deja de espiarme mientras estoy desnudo o tendré que decirle a
Pandora sobre esto.

—Que gracioso eres. ¿Eso quiere decir que dejaste de llorar? — replicó con frialdad cruzándose de
brazos en el marco de la puerta.

Estaba enojado con Remus. Por no regresar antes. Por dejarse dañar tanto que las pesadillas eran
interminables. Por sacrificarse tanto por él que no le importó romperse. Lo entendía, Regulus Black
lo amaba. Su preocupación y cariño le dolía. Remus prefería lidiar con la ira.

Una mueca — Deberías ser más amable.

—Eso hago. Vine a comprobar que no intentas ahogarte en las duchas o algo así.

—Oh, nadie se había preocupado tanto por mí — se burló Remus.

Ambos se miraron.

Era extraño. Lo fácil que era comportarse como si nada hubiera cambiado, aunque todo fuera
diferente. Ellos. Lo que vivieron. Lo que hicieron.

—Te extrañé demasiado, idiota — confesó Regulus con una expresión vulnerable — Cada día fue
una tortura. Fue horrible.

Dolió. El tono en que lo dijo. Como si se estuviera quebrando.

—Mi mayor miedo era despertar y descubrir que habías muerto. Intenté encontrarte tantas veces y
aun así…

—Había una barrera — respondió Remus con una voz sombría — Alrededor del bosque.

—Te extrañé — repitió con desesperación.


—Yo también — contestó.

Era cierto. Cada día lo había extrañado. Incluso cuando no quería pensar en él. Incluso cuando
dolía demasiado. Incluso cuando lo hería profundamente pensar en que no merecía nada de esto.
En que la vida de Regulus estaría mejor si Remus Lupin no volvía con él. Le dolía. Estar aquí
como si nada hubiera ocurrido. Como si Remus no fuera un monstruo asqueroso tal y como su
padre le repitió una y otra vez, como una condena.

Regulus lo sabía. Claro que lo sabía. El imbécil era su mejor amigo. Lo conocía más que cualquier
otra persona en el mundo.

—Hay que hablar.

Remus miró las burbujas de la tina.

—¿En serio vamos a hacer esto ahora?

Regulus lo miró con un brillo divertido en sus ojos — A menos que quieras hablar de mi hermano.
Vi su beso. Algo intenso para un reencuentro, ¿no? Yo estaba ahí, pero a la primera persona que
buscaste fue a Sirius. Se sintió un poco mal, considerando que soy tu mejor amigo, pero bueno.
Supongo que si yo desaparezco seis meses tendré el derecho de ignorarte y besar a otra persona
antes de darme cuenta de que estás ahí.

—Bueno, como te iba diciendo — se apresuró a decir Remus — Fueron algunos meses difíciles.

—Eres un maldito desgraciado — se rio Reggie.

Remus sonrió ante el sonido.

Era una de esas cosas que evitaba que se volviera loco.

— La magia del lobo esta más centrada.

El chico lo miró con asombro —¿Cómo…?

—Siempre fue algo explosiva, pero ahora… — Remus rio con tristeza — Es natural y fluida.

Eclipse le enseñó durante meses.

Se preguntó si estaría enfrentando la ira de Greyback por dejarlo ir. O sí sería Greyback quien
enfrentara la furia de Lord Voldemort por pensar en traicionarlo. Era arriesgado, sacrificar a Fenrir
Greyback a cambio de la confianza del señor oscuro. Le jugaría en contra cuando tuviera que lidiar
con los lobos. Pero tenía a la manada de Artemis… la manada de Eclipse, se corrigió.

—Regulus. ¿Recuerdas a la loba con la que hicimos la promesa? — preguntó mirando las burbujas
en el agua.

—¿La promesa de sangre que nos condena si la rompemos y condena a todo aquel al que amemos?
Sí, creo que recuerdo hacer algo así — respondió con amargura — Oye, no soy yo a quien le
lanzaron un obliviate.

Remus hizo una mueca. Había olvidado eso, por irónico que sonara.

Regulus suspiró — Dime.

—Fue asesinada — su voz sonaba vacía — El nuevo líder… va a ayudarnos cuando lo


necesitemos. Pero pensé que debías saberlo.

—¿Estás bien?

—No — dijo con sinceridad y sus ojos llenos de lágrimas.

Chapter End Notes

Me costó retomar la perspectiva de Remus otra vez, así que prometo que Remus no
volverá a desaparecer de la narrativa tanto tiempo.
Estoy ansiosa por escribir cómo va la vida de Remus después de Hogwarts y que tenga
un rol más activo durante la guerra mágica. Me gusta escribir esta parte donde se
siente vulnerable por ser humano antes de convertirse en alguien mucho más
despiadado.
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Constelaciones

31 de diciembre, 1977

Le dieron unos días.

Antes de arrastrarlo nuevamente a enfrentar a los merodeadores y sus amigos.

Habían sido pacientes, sabiendo que algo dentro de Remus Lupin estaba demasiado dañado como
para enfrentarlo directamente con preguntas, con discusiones y confesiones dolorosas. Eran
Regulus y Calíope quienes custodiaban a Remus por todo Hogwarts. Porque a ellos nunca les había
importado pelear contra Remus Lupin para conseguir lo que deseaban.

Lo obligaban a comer.

—Te juro, Remus John Lupin, que si no te comes esa maldita tostada por tu propia voluntad usaré
imperio en ti — gruñó Calíope durante el desayuno mirándolo con una mezcla de preocupación y
resentimiento. Sostenía su mano con cariño, casi deseando transmitirle cuan importante era para
ella.

Pero era difícil hacerlo.

Era difícil estar de regreso y entender que nada podría volver a ser igual a como era antes.

Había recuperado su reloj, el que le dieron en su mayoría de edad. Lo dejó con los Lestrange antes
de ir a asesinar a Lyall Lupin porque pensó en que era algo que necesitaba hacer solo, sin aquella
conexión con quienes fueron su manada. Regulus se lo devolvió hace unos días, cuando Narcissa lo
envió a Hogwarts junto a algunas pociones para dormir y un baúl con nueva ropa para Remus. Su
ropa ya no le quedaba bien, estaba demasiado delgado y aunque podrían haberla ajustado con
magia, la furia del lobo lo perseguía como a una sombra, lo sentía en su piel, en su respiración,
respondía con agresividad ante la menor provocación.

No debí regresar, pensó una y otra vez.

Pero Regulus estaba ahí.

Tenía marcas oscuras bajo sus ojos, por las noches de pesadillas de Remus, en las que Regulus
Black era la única persona que podía contenerlo. Se veía cansado, pero sonreía cuando escuchaba a
Remus, cuando pasaba su brazo por sus hombros, cuando lo veía comer algo o responder
sarcásticamente como en el pasado.

Regulus Black lo necesitaba y lo quería. Eso era suficiente para que Remus siguiera allí. Era la
única razón por la cual podría seguir soportando el dolor.

Comió la maldita tostada.

Regulus sonrió de forma radiante mientras que Calíope suspiraba con alivio.

No tuvo fuerzas para mirarlos a los ojos después de vomitar en el baño de su habitación,
sintiéndose asquerosamente como un impostor. Este no era su lugar, volver a Hogwarts no
cambiaba lo que era, en quien se había convertido.
Todo esto era un error, pensó con lágrimas furiosas al sentir la bilis volver a subir por su garganta.

Los merodeadores atacaron en año nuevo.

Porque esperaban que Remus Lupin apareciera en la torre de Gryffindor a celebrar.

—No puedo ir.

—Tienes que ir — insistieron Regulus y Calíope a la vez.

—No — gruñó el lobo con rabia — No puedo hacerlo.

Regulus no se inmutó, se cruzó de brazos y enarcó una ceja — Fuimos el año pasado, Remus.
Vamos a ir este año. No me importa si tengo que arrastrarte para estar allí. Vas a hacerlo.

Remus lo odió durante un segundo. Lo odio tanto que lo sintió en cada parte de su cuerpo. La
magia oscura respondiendo a la desesperación del lobo, al latido desenfrenado de su corazón y la
furia que rugía con fuerza por cada recuerdo doloroso.

El año anterior era diferente.

Porque Remus amaba a Sirius. Y Sirius amaba a Remus. Todos pudieron celebrar en la torre de
Gryffindor sintiéndose felices y eufóricos al vivir todavía en un sueño, en una ilusión de protección
y seguridad que prometía una vida distinta, en la que esperaban que las cosas fueran distintas.
Recordaba sentirse tan deseado cuando Sirius lo miraba, recordaba mirar a sus amigos y sentir que
por fin estaban encontrando su lugar en el mundo, recordaba prometerle a Lily hacer todo lo
posible para incendiar el ministerio porque en ese entonces todavía podía luchar a su lado durante
la guerra mágica.

Ahora las cosas habían cambiado. Había hecho que lo odiaran.

Los recuerdos de los gritos resonaban en su mente.

La magia oscura crispaba a su alrededor, esperando ser atacado.

Aun sentía que estaba enloqueciendo.

No podía volver y fingir que nada ocurrió.

No puedo, pensó, no puedo, no lo merezco.

Remus tuvo una crisis.

Antes de salir de la sala común.

—Remus estás bien.

—Estás a salvo.

—Por favor escucha mi voz.

—No te dejaremos, Moony, no te vamos a dejar.


Regulus y Calíope esperaron con paciencia y cariño.

Jamás pudo sentirme más seguro y contenido que con ellos dos, ambos hablando con voces
gentiles y tranquilas, mirándolo como si fuera lo más importante en el mundo, tocándolo con
cuidado para transmitirle que estaban ahí, con él, que no lo soltarían y que podía romperse con
ellos, porque ellos se encargarían de volver a traerlo de regreso a su lado.

Amó a ambos por eso.

—¿Qué sucede? — preguntó Reggie con una voz suave.

Remus negó con la cabeza.

—Amor, necesitas decirnos. O tendremos que usar legeremancia, pero no tendrá sentido porque
eres un buen oclumante — dijo Calíope — Dinos, por favor.

—¿Tengo derecho de entrar ahí después de todo lo que he hecho?

Remus era un asesino. Era un traidor. No los merecía. No merecía perdón. No merecía ser feliz.
No merecía estar actuando como si no hubiera ocurrido nada.

Su cuerpo se estremecía ante los recuerdos de las pesadillas.

Calíope lo miró enfurecida —Sí. Tienes el derecho. Porque ellos también serán asesinos, Remus.
Ellos quieren ser héroes. Y los dos sabemos que en una guerra se exigen sacrificios. Matarán a
personas porque les dirán que es lo correcto. Que de esa forma protegerán a alguien o salvarán
vidas. Van a justificarlo lo mejor que puedan. Pero eso no borrará el hecho de que serán asesinatos.
Que una familia llorará a un hijo, un hermano, o un ser amado. Así que, Remus, tienes todo el
derecho de ser tan feliz como quieras. Porque ellos también lo serán antes de conocer el infierno.

Calíope tomó su mano al entrar a la sala común de Gryffindor.

Regulus Black la contempló con admiración y orgullo al seguirlos.

—Hola — dijo Remus con una voz vacilante e insegura.

Y fue atrapado en abrazos. Abrazos que eran un poco sofocantes y lo aplastaban. El lobo quería
atacarlos, quería alejarlos con un hechizo, alejarlos porque el lobo estuvo demasiado tiempo a la
defensiva, esperando que lo atacaran, viviendo en el dolor, el sufrimiento y la ira. Pero conocía a
estas personas. Reconocía el aroma de su magia, la esencia familiar de los merodeadores, de la sala
común de Gryffindor. Escuchaba el fuego de la chimenea, el sonido de los corazones latiendo de
cada uno de ellos, sentía el calor de sus abrazos. Veía las miradas de afecto, de dolor y amor.

Dolía, dolía que lo miraran todavía con tanto amor.

—Eres un idiota — le dijo Lily antes de besar su mejilla con afecto.

—Un cretino — dijo Marlene y le dio un puñetazo en el brazo que dolió, pero no se quejó.

—Si vuelves a hacer algo tan suicida te maldeciré — prometió Calíope tomando su mano— No te
va a salvar nuestro lazo.
—Jamás vuelvas a desaparecer de ese modo — le pidió Mary acariciando su cabello.

—No vamos a quitar los ojos de ti, Lupin — amenazó James señalando un viejo pergamino con
orgullo y una sonrisa engreída — Ahora tenemos un mapa.

—Te pondré un rastreador — declaró Pandora con una voz fría y calculadora, sus ojos
observándolo con decisión — Para que nunca puedas volver a hacer algo así.

—Todos han sido unos idiotas por tu culpa. No hagas eso — refunfuñó Peter cruzándose de brazos
molesto.

—Te mereces todo esto, imbécil — se quejó Regulus y su mano entrelazándose a la suya le
transmitía cuan importante era esto para él, cuan importante era Remus en su vida y en la de estas
personas, Reggie era bueno ocultando sus emociones, pero su mirada lo delató. Sentía
desesperación, dolor y culpa. Necesitaba a Remus tanto como el lobo necesitaba del zorro.

—Bastardo de mierda — susurró Sirius con resentimiento — Entiéndelo de una vez.

Pero el corazón de Remus se estremeció.

Cada una de estas personas. A su propia manera le estaban diciendo lo preocupados que estaban.
Cuanto lo querían. Incluso después de todo lo que hizo.

—No deberían perdonarme — dijo con una voz quebrada.

—No te hemos perdonado — respondió James con tristeza, tomando su mano— Solo estamos
felices de verte, Remus. Permítenos tener eso.

—Soy un asesino — replicó sintiendo esas palabras como una condena. Los gritos, la sangre, el
dolor, cada una de esas cosas grabadas en su mente, en su piel, en su alma.

—Lo sabemos — susurró con una voz vacía —Y duele saberlo, Remus. Duele saber que no
pudimos protegerte de eso.

Remus lo miró con lágrimas en sus ojos.

James tenía una expresión torturada — Estuvimos ahí contigo la noche en que salvaste a Sirius.
Pero no pudimos salvarlos a ustedes. Lo siento, Remus.

Sabía. Sabían sobre el trato con Dumbledore.

—¿Por qué…por qué pueden aceptarlo tan fácilmente?

Lily descansó su cabeza en su hombro mientras aparecía una carta frente a ellos — Por ella. Me
dejaste una carta para salvar a la niña. Te infiltraste en el ministerio conmigo para ayudarme y para
proteger a las personas contra los ataques de los mortífagos. Y cambiaste tu vida por la de Regulus
Black cuando tenías quince años, Remus. No es justo todo lo que tuviste que aceptar. Debimos
estar ahí para ustedes. Después de todo lo que vivimos… no pudieron confiar lo suficiente en
nosotros, no éramos suficiente para salvarlos.

Su mano entrelazada a la de Pandora — Hubo muchas cosas que podríamos haber cambiado.

Ella sabía. Más que cualquier otra persona aquí. Pandora Lynch fue su leal aliada en cada uno de
sus planes. ¿Qué sentía Pandora al saber que sus creaciones, su ayuda incondicional y su deseo de
cambiar el mundo habían sido utilizados para provocar tanto caos y dolor?
Su mirada estaba cargada de culpa. Sus inventos, sus hechizos, sus pociones y su talento ayudaron
a formar el plan y realizarlo.

—Lo siento, Remus.

Quizás pensaba en que podría haberlos detenido, podría haberse negado a ayudarlos, podría
haberlos convencido de buscar otro modo. Pero al igual que ellos sabía que no había otra opción,
que nunca tuvieron otra opción. Jamás culparía a Pandora Lynch por ayudarlos. Solo sentía una
gran tristeza por haberla arrastrado a su propio infierno.

El chico negó con la cabeza — Es mi culpa.

—Y también es de nosotros — dijo James, acomodando sus lentes y reflejando en ellos una
profunda tristeza — Estás aquí. Y queremos solo concentrarnos en eso, Remus. En que volviste
con nosotros.

—Estás aquí, mi hermoso rayo de luna — susurró Lily con una voz tan suave y hermosa — Estás
con nosotros. Durante meses pensamos… pensamos sí estarías bien y sí podrías sobrevivir a ese
infierno. Pero volviste, volviste con nosotros. Nos dolió, Remus. No entendemos del todo por qué
tuviste que hacerlo. Pero sabemos que lo hiciste pensando que era la única opción. Te conozco, te
quiero, y me duele. Así que cierra la boca y solo acepta esto.

Jamás le preguntó sobre los mortífagos. Durante todos estos días, Lily Evans no llegó con
preguntas dolorosas. Remus la esperó con temor. Pero Lily lo abrazó. No deseaba escucharlo decir
que era un mortífago. Lo sabía. Era una bruja inteligente y poderosa. Sabía que Remus estaba
consiguiendo conexiones porque ese era el plan. Sabía que había muchas cosas que haría para
sobrevivir y para proteger a Regulus. No era tan estúpida para de verdad creer que no era una
posibilidad. Sabía lo que Remus tuvo que hacer.

Pero no preguntó.

—Estoy harta de perder a las personas que amo — murmuró la pelirroja y sus ojos verdes eran
gentiles y llenos de un brillo maravilloso de determinación.

Remus lloró.

El lobo solo quería aullar a las estrellas y encontrar una respuesta a por qué alguien como ella
seguiría queriéndolo después de convertirse en algo tan quebrado.

Alguien había puesto a Pink Floyd en el tocadiscos. Sospechaba que podría ser Regulus, porque se
había sorprendido al escucharlo tocar sus canciones en el piano cuando las pesadillas llegaban y el
sonido del piano de Reggie era lo único que lograba separar a Remus un tiempo del dolor y la rabia
profunda que cargaba el lobo.

Miradas ansiones y sonrisas gentiles lo seguían mientras se movían con cuidado a su alrededor.
Casi temiendo romper a Remus Lupin con demasiado afecto, o incluso temiendo la reacción del
monstruo cuando se sentía acorralado. Peter empalideció cuando chocó contra Remus
accidentalmente, y con una rapidez sorprendente gritó que iría a las cocinas para buscar más
comida antes de desaparecer por el retrato.

Era tan abrumador que solo quería desaparecer.


Se escabulló al balcón, mientras los demás estaban distraídos.

Las estrellas brillaban con intensidad.

La brisa fría acarició su piel.

Sirius estaba fumando junto al barandal.

—Mierda, lo siento.

El chico entrecerró los ojos con sospecha — ¿Qué haces aquí?

—Solo… quería espacio, supongo.

Era desconcertante. Sentir el aroma de Sirius Black en ese balcón, ser afectado por los recuerdos y
estar embriagado por la presencia de Sirius Black.

—¿Puedo sentarme?

—Depende —respondió con frialdad — ¿Vas a borrarme la memoria cuando te vayas?

Lo merecía.

Se sentó.

Sirius tenía un cigarrillo entre sus labios. Su cabello atado en una coleta alta, usaba una camisa
negra y Remus odió sentirse tan bien por no ver marcas en su cuello, en la pálida piel de su cuello.
No le importaba, él había estado con otras personas, no tenía ningún derecho sobre Sirius Black.
No después de todo lo que había ocurrido.

—Era extraño no tenerte aquí — confesó Sirius con suavidad — Cerca de Regulus.

Remus guardó silencio. Escuchando los latidos dolorosos de su corazón.

—¿Lo cuidaste?

—Lo mejor que pude — lo miró con tantos sentimientos que cortaba la respiración de Remus ver
sus ojos azules tormentosos brillar al reflejar la luz del interior de la sala — Pero no pude
reemplazarte.

Tantas cosas, pensó torturado. Eran tantas cosas que dolían.

—Tus recuerdos — mencionó Remus. No había pensado realmente en ellos. Pero Sirius lo
reconocía, la tristeza y el rencor que emanaban de él, de su mirada, de sus gestos, de su toque, todo
indicaba que volvía a recordar su nefasta historia de amor. Una parte de Remus deseaba que no los
hubiera recuperado nunca. Y una parte salvaje sentía un enfermizo alivio porque Sirius todavía
recordaba haberlo amado.

Una sonrisa desdeñosa — Sí, maldito bastardo. Eso no fue suficiente.

Remus se paró y se detuvo frente a Sirius, respondiendo a la necesidad de estar cerca de él, al
sentimiento del lobo de buscar cada señal del amor que Sirius Black sintió por él. Quería tocarlo,
pero no confiaba en sí lo suficiente para entender qué deseaba de Sirius. Si quería acariciar su
rostro, o empujarlo para alejarlo del monstruo en un vano intento por acabar esto. Lo que fuera que
quedaba de una relación entre ellos.
—Te odio, Lupin — susurró la voz de Sirius cargada de sentimiento — Más que a nadie.

Lo sabía. Lo merecía.

—Yo también te odio — respondió. Y esta vez no mentía.

Estaba en su mente. Lo atormentaba. Lo hacía sentir como si se estuviera ahogando en un mar de


tristeza. Era casi insoportable. Y lo odiaba. Odiaba tanto esa sensación que había aprendido a odiar
una vez más al chico que lo provocaba tanto.

—Podríamos haberlo tenido todo.

Las palabras de Sirius eran como heridas sangrantes entre ambos.

—Podríamos haber sido felices, Remus. Podríamos habernos amado hasta el final de nuestros días.
Por Merlín, yo te amaba más de lo que creí amar a alguien — había tanto dolor en su voz, tanto
veneno, que Remus se preguntó cómo es que alguna vez pudieron amarse tanto, con locura y
pasión, si terminaron lastimándose tanto el uno al otro.

—Pero no fue suficiente — susurró Remus.

Los ojos brillantes de Sirius.

—No. No lo fue — coincidió con decepción.

Se quedaron ahí. Mirando por el ventanal.

Sirius buscaba algo en las estrellas.

—Si te hubiera pedido…

Silencio.

Pero Remus lo entendía.

Claro que lo entendía.

Había enloquecido por dudar.

—No. Las cosas hubieran terminado de la misma forma.

Dolía.

Su expresión lo delató.

Era extraño. Todavía estaba ahí la urgencia de pertenecer a Sirius Black, corresponder el amor
pasional que una vez sintieron, había algo dentro de Remus que lo impulsaría una y otra vez, de
forma magnética hacia Sirius Black. Pero estaba demasiado mezclado con el dolor, con el tiempo
perdido, con el resentimiento de ambos. De Sirius por no ser elegido, de Remus por ser obligado a
tomar una decisión de la que se arrepentía y a la vez sabía que volvería a tomar.

Porque lo sabía.

—Volvería a arriesgar todo lo que me importa con tal de proteger a Regulus.

Sirius no se movió.
—¿No hubo nada que pudiera hacer que te quedaras?

—Lo pensé — admitió Remus con dolor — Esa mañana… lo que más quería era quedarme.

—No lo hiciste.

—No. Esa fue mi elección.

—Quizás siempre duela — dijo Sirius desviando la mirada un momento, tomando una respiración
y luego enfrentando la mirada en los ojos en Remus con sus ojos claros y sinceros, llenos de un
brillo de resentimiento y tristeza — Cada día de nuestras vidas dolerá. Pero… pero te quisé,
Remus. Te amé.

Y yo lo arruiné, pensó Remus.

—Lo sé — susurró.

Sirius apoyó su cabeza en su hombro, ocultando su rostro mientras lágrimas cálidas caían sobre la
camisa del lobo — No digas solo eso, maldito bastardo.

Remus acariciaba su cabello con un gesto gentil — Lo siento.

Eran las estrellas brillando.

Era la noche oscura escondiéndolos de una guerra inminente.

Era el sentimiento familiar y reconfortante de sentir la magia de Sirius.

Sus dedos pasando por los mechones oscuros.

El calor de Sirius extendiéndose por su cuerpo.

Los recuerdos atormentaban su mente.

Sirius Black atormentaba su corazón.

—Hagamos una tregua — le dijo Sirius — Como esa noche en la que te seguí a un bar, cuando
estábamos con los Potter.

—Intentemos olvidar cuanto nos odiamos — repitió Remus atrapado en el recuerdo.

Por una noche. Una noche que terminaron sintiendo que besar al otro era una necesidad. Era
peligroso volver a acercarse. Pero siempre tuvo una debilidad por cometer actos suicidas.

— Hasta la graduación — lo miró con emoción y determinación — Por ellos.

—Por ellos — repitió Remus.

Accedería a lo que fuera. Por mantener esto un poco más.

Estuvieron horas en ese balcón.

Hablando de estupideces.

El cigarrillo de Sirius hace tiempo que se había convertido en cenizas.


El corazón de Remus se estremecía ante el sonido de su voz.

—Calíope y Marlene llevan saliendo desde hace unos meses — le dijo Sirius, señalando a ambas
chicas con su vaso. Marlene la miraba con gran cariño. Calíope la veía como si fuera su mundo
entero. —Siempre creí que le gustabas tú.

Remus sonrió — Sí, por alguna extraña razón les gusto a muchas personas.

—Sí, eres fácil de querer, Lupin — murmuró Sirius con amargura tomando otro trago de su copa
— Aunque seas un puto bastardo de mierda.

—Creo que es parte de mi encanto.

Sirius hizo una mueca, casi como si reprimiera una sonrisa —No hagas eso.

—¿Hacer qué? — preguntó mirándolo con curiosidad.

Sirius tenía una mirada tormentosa, llena de emociones —No me hagas olvidar que te odio.

—Mala elección de palabras — señaló con burla.

Un golpe en su brazo.

—Te odio, Lupin. Te odio tanto que no puedo comprenderlo.

Lo sabía.

—Pero esta noche es de ellos — dijo Sirius señalando a sus amigos.

—¡Es hora del conteo! — gritó Peter llamando a todos hasta el balcón.

Cada uno de ellos entrando con bebidas en sus manos y miradas divertidas mientras sonaba una
canción que Remus desconocía.

—Vamos, esto es importante.

—3…

Remus miró a Sirius.

—2…

Sirius lo miró a él.

—1…

Y había tanto dolor entre ellos que le cortaba la respiración.

—¡Feliz año!

Calíope besó a Marlene.

Mary sonrió y besó a Dorcas y la bruja se rió al ver la expresión ofendida de Pettigrew.

Regulus y Pandora se sonrieron antes de besarse con dulzura.


Ellos se miraron.

Sirius lo veía.

Remus contuvo la respiración.

Una mirada a sus labios.

Un latido doloroso por la necesidad.

La curva de sus labios ante la expectativa.

Remus besó a James Potter.

—Vaya — exclamó Lily asombrada y se rió al ver a Sirius abrir la boca con sorpresa en una mueca
llena de indignación.

—Feliz año, Potter — dijo Remus sosteniendo la barbilla del mago.

James tenía el rostro muy enrojecido — Yo, eh, gracias.

—No intentes robarte a mi novio, Lupin — se quejó Lily divertida.

Remus pasó su lengua por sus labios antes de sonreír — Podríamos ser felices los tres juntos.

La chica rió con cariño — Eres un tonto.

—Eres un idiota — le dijo Sirius con una mirada rencorosa.

Remus levantó su copa hacia él — A tu salud, Black.


Animagos
Chapter Notes

Felices fiestas<3

Enero, 1978

El ruido de la puerta abriendo y cerrando irritaba al lobo, lo mantenía alerta de todo lo que ocurría a
su alrededor. El sonido del fuego que podría utilizar para acabar con todas las personas dentro de
las tres escobas. No puedes, se recordó. Trataba de concentrarse en la presencia de Lily y Regulus
a ambos lados de su cuerpo, esperando a que Sirius y James pagaran por sus cervezas de
mantequilla. Pero la puerta volvía a abrirse, una risa melódica, lo abrumadora que era la sensación
de la magia en un espacio reducido, lo amigable y familiar del ambiente contrastando demasiado
con las pesadillas del monstruo.

Aferró sus manos a la mesa reprimiendo un gruñido.

—Moony, estás a salvo — susurró Regulus aferrándose al brazo de Remus.

Pero ustedes no, quería replicar.

Les dedicó una mirada desesperada que se enfrentó a la determinación ardiente en los ojos verdes
de Lily Evans. Los ojos de una loba, se dio cuenta, cuando lo hizo estremecer y llegó más profundo
en sus sentimientos que cualquier otra persona en la mesa.

—Sigo sin entender por qué ustedes… — ¿por qué podían perdonarlo? ¿por qué podían creer que
todo era tan fácil como seguir intentando ser amigos? ¿por qué podían confiar en él y querer
ayudarlo después de todo lo que había hecho?

—Cállate, Lupin — se quejó la chica. Su voz resonando en los oídos del lobo mientras sentía un
pinchazo de dolor atravesar su corazón, era el llamado de la manada, era el sentimiento de estar en
su hogar mezclándose con el terror de hacerles daño.

—Pero…

—Cierra la boca, Moony.

—No lo entienden — gruñó el lobo, siendo casi una súplica.

Pandora suspiró con frustración. Un hechizo no verbal se extendió cubriendo la mesa que
compartían y el cabello de Pandora ondeó con el viento que se filtraba de la puerta abierta cuando
se levantó de su asiento para enfrentarse a la mirada del lobo. Sus ojos azules llenos de misterios y
de respuestas lo atraparon.

—Te amamos, imbécil. Te fuiste seis meses, eso nos sigue doliendo — su voz estaba cargada de
frustración, pero no titubeó, su mirada se lleno de dolor, sus puños se cerraron a sus costados, y en
ningún momento apartó la mirada de Remus — No estuviste aquí y duele saber que no estuviste
con nosotros por ir a una estúpida misión que te hizo sufrir. Así que deja de insistir en que
deberíamos estar odiándote y expulsándote de Hogwarts cuando pudimos haber hecho algo más
por ti.

Remus guardó silencio después de eso.

El sonido de la puerta, el ruido del fuego, el corazón latiente de cada uno de los magos, el susurro
de la magia oscura, el cristal de los vasos sonando cuando las bebidas volaban a su alrededor para
llegar a las mesas, sillas siendo arrastradas, personas riendo y charlando… dolía tener todo eso en
mente mientras el lobo preparaba instintivamente un plan para escapar después de herirlos a todos.

—Moony — escuchó y esa voz, por merlín, esa voz todavía podía meterse debajo de su piel.

Sirius y James se reían hasta que vieron a Remus fruncir el ceño y cruzar sus brazos.

—¿Está siendo tonto de nuevo? — preguntó James bromeando al sentarse junto a Lily, se veían
ridículamente adorables usando gorros de lana a juego, las mejillas de James seguían sonrojándose
cuando Lily le sonreía de esa manera con afecto y anhelo.

—¿Tú que crees?

Sirius dejó los vasos en la mesa con un sonido brusco que alertó al lobo y atrapó su mirada cuando
levantó el rostro de Remus, el calor de sus manos extendiéndose por el alma de Remus, los
recuerdos entre ellos ardiendo al enfrentarse una vez más.

—Deja de comportarte como un maldito mártir, Lupin — su voz sonaba increíblemente triste — Es
estúpido.

Sintió la furia del lobo respondiendo cuando apartó las manos de Sirius de él. Dolía su toque, dolía
la ternura de su voz y dolía su lástima — No merezco nada de esto. No después de lo que hice.

Sirius Black no se apartó. Su mirada seguía en la del lobo, y su mano lo encontró, entrelazando con
delicadeza y lentitud, era un toque pequeño y simple, pero Remus lo sintió íntimo, sus dedos
entrelazados parecían capaces de romper su corazón.

— Eres estúpido. Nos duele, Lupin. A todos. Pero aquí estamos tratando de fingir que podemos
perdonarte, aunque nos duele. Y es porque apareciste pidiendo ayuda, viéndote como un puto
desastre y lo único que importaba era que estabas vivo y que volviste a nosotros. Así que cierra tu
maldita boca y acepta que por alguna extraña razón las personas en esta mesa te aman.

Remus cerró su maldita boca después de eso.

Y pasó mucho tiempo pensando en cuánto poder tenía Sirius Black sobre él.

Incluso después de todo este tiempo, pensó estremeciéndose.

Era extraño regresar a Hogwarts con estas personas que estaban locas por él. Sentir su cariño y
paciencia cuando el lobo solo quería destruir, huir y gritar. Tenía dolor dentro, tanto dolor que se
convertía en algo insoportable. Y, sin embargo, cuando llegaban los peores sentimientos, las
peores pesadillas y los peores temores, todavía encontraba a personas a su lado, a sus amigos y
aliados.

Regulus y Calíope seguían durmiendo a su lado, conteniéndolo durante las pesadillas nocturnas.
Las personas comenzaban a rumorear que Remus Lupin y Calíope Morgan mantenían una relación.
Y ninguno de ellos lo negaba. Calíope encontraba divertido jugar con la mente de las personas, y
encontraba ventajas.

—Mi padre debe estar enloqueciendo por su querida heredera saliendo con un hombre lobo.

Los merodeadores estaban a su lado durante las clases, tratando de enfrentarse a los instintos más
salvajes y oscuros del monstruo cuando Remus respondía con rabia y magia explosiva ante
cualquier provocación.

Un día lanzó a Severus Snape de la ventana solo al ver su mirada de desprecio.

Lily alcanzó a realizar un wingardium leviosa para no dejarlo caer, por mucho que eso decepcionó
a los merodeadores.

Regulus Black ordenó a Barty guardar distancia de ellos, por si acaso.

—¿Por qué tengo que irme del grupo? Es tu perro, dile algo. Dile que se siente y listo — se quejó
el chico con una expresión llena de indignación infantil que contrastaba con su lujoso traje verde
oscuro que utilizaba el día que regresó a Hogwarts tras las vacaciones.

Pero Regulus no cedió — Vete hasta que Moony supere sus traumas. Mira lo que le sucedió a
Snivellus. Es por tu seguridad.

El chico suspiró frustrado. Remus sonrió divertido. Pero Reggie tenía razón sobre alejar a Barty. El
chico era demasiado temerario. Y era difícil controlar lo deseos del monstruo.

Era incluso más difícil volver a la normalidad.

Sentía el impulso de hacer daño.

Sentía el impulso de usar a la oscuridad de manera constante a su alrededor, casi olvidando que
podía usar su varita como un mago normal.

Y sentía ganas de llorar cuando los gritos volvían a su mente.

Era difícil ignorar todo lo que sucedió, todo lo que hizo, todo lo que dolía.

Lo intentaba. Lentamente lo estaba intentando.

El primer paso fue comer. No quería. Pensaba que no lo merecía. Y dolía demasiado, la sensación
de asco, el recuerdo de la sangre al despertar después de una luna llena y el sentimiento de
aferrarse al hambre para sobrevivir. Tomó muchas palabras, amenazas y promesas volver a comer
con regularidad sin vomitar luego.

Calíope Morgan continuaba amenazándolo con usar imperio.

Pandora Lynch pensó en buscar una poción para curar a Remus y junto a Madame Pomfrey
encontraron algunas pociones que ayudaban en el proceso lento y doloroso que Remus estaba
viviendo.

Regulus Black lo escuchó hablar sobre lo que había pasado, y guardó silencio al abrazar a Remus,
sabiendo que no necesitaba palabras, lo necesitaba a él.

Comenzó a comer por Reggie. Porque él lo necesitaba.


Le dieron su espacio, a su manera. No dejaban que se aislara y cortara relación con ellos. Con
todos ellos. Lo sacarían a Hogsmeade, caminarían con él por los terrenos de Hogwarts, lo
obligarían a ir a las gradas en los entrenamientos de quidditch de Potter y los hermanos Black, lo
arrastrarían a la biblioteca para ponerse al día con sus estudios.

Remus no estaba seguro de si sus profesores sabían que no estuvo en un intercambio. Pero era
abrumador. Volver y estar lidiando con las diferencias del lobo con la vida de un mago. Sentía la
ausencia de la manada. A veces todavía buscaba su presencia. Y se sorprendía al notar… nada.
Pensaba en Eclipse, en sí estaba a salvo o no. Era complicado explicar lo que sentía por Eclipse,
por un lobo, cuando sus amigos pensaban que solo él era diferente al resto de las criaturas oscuras.

Por eso amó a sus amigos por comprender cuando necesitaba estar solo. Por entender que lo que
vivió era demasiado complicado para explicarlo o compartirlo.

O pensó que entendían hasta que la puerta de su habitación se abrió.

La magia de Sirius era inconfundible, era casi como si cantara para él centrándolo de alguna
manera. La puerta de la habitación estaba hechizada para que solo algunas personas pudieran
entrar, pero el instinto del lobo seguía despierto, la magia oscura bailando sobre su piel dispuesta a
destrozar algo.

Remus se mantuvo recostado en la cama, intentando tranquilizar su corazón cuando levantó la vista
de su libro y enarcó una ceja en un gesto de indiferencia — ¿Qué haces en mi habitación, Black?

Sirius se veía nervioso. No encajaba con su imagen. Pero sus ojos miraban a su alrededor con
ansiedad, paseando por la habitación mientras sus dedos tocabas teclas invisibles en la tela de su
pantalón negro desgarrado — Pensé, bueno, yo…

—Ajá. Vienes aquí de noche, a mi habitación, cuando estoy a solas — el lobo sonrió con maldad
viendo la manera en la que el mago se sonrojaba deliciosamente — Nada sospechoso, Black.

—Vine a buscar a Gigi — contestó alterado, frunciendo el ceño y buscando en su chaqueta con
desesperación — Recibí una nota. Está en alguna parte. Sé que la coloqué junto a los explosivos
que tiré en la entrada de la sala común, mira… — hizo una mueca cuando volteó su bolsillo
completamente vacío — No está. ¿Por qué no está?

—Convenientemente la nota misteriosa no está — se burló al volver a mirar a su libro mientras


pensaba que tenía que ser una broma de Regulus. Sabía la facilidad que tenía el chico para eliminar
las evidencias.

Sirius pensó lo mismo.

—Él debe haberlo hecho — entrecerró los ojos y se cruzó de brazos — Ese maldito niño.

Remus se rió. Era distinto.

Tenía la urgencia de tocar a Sirius, de seguirlo con la mirada, de estar atento a cuando una persona
se le acercaba. Pero lo que se estaba formando entre ellos, por encima de las mentiras, las traiciones
y el rencor, era lo más parecido a una amistad que había establecido con Sirius Black durante toda
su vida.

Amigos, se sorprendió pensando.

Podría ver la sonrisa de Sirius. Podría estar cerca para escuchar uno de sus comentarios absurdos.
Y podía aun estar lo suficientemente presente en su vida.
Era distinto a lo que tenían antes. Nunca fueron amigos.

Eran extraños. Eran enemigos. Eran amantes.

Ser amigos hasta que la realidad volviera a sacudirlos y aplastar sus sueños era algo demasiado
débil. Pero se aferraría a ello. No había besos. No había caricias. No había coqueteo. Pero ahí
estaba Sirius tratando de tomar su mano inconscientemente antes de darse cuenta de lo que hacía.
Y Remus sosteniendo su mano, reteniendo al chico un momento más antes de soltarlo.

Jamás pensó que eso pudiera ser algo tan íntimo.

—¿Qué lees? — preguntó Sirius, dejando que sus dedos se entrelazaran a los del lobo, luciendo
absortó por la cercanía del lobo tanto como Remus se sentía abrumado por la presencia del mago.

—Es de Evans. Jane Eyre.

—¿Es bueno?

—Bueno, se enamora de un tipo rico que es muy extraño y que tiene encerrada a su esposa en un
ático. Espera, ¿esto es algo que haría tu familia?

—Sí, incluyeron a la segunda esposa en el árbol genealógico — respondió con una sonrisa burlona
— Ya sabes, la única preocupación es la sangre.

—¿No tenías que irte?

—Aun puedo quedarme — dijo su mirada suavizándose al contemplar a Remus, sus ojos azules
luciendo tan transparentes y cálidos — A no ser que quieras que me vaya.

Jamás podría pedirle algo así. Al menos no ahora.

—Quédate.

Y Sirius lo hizo.

Se quedó.

Se quedó incluso cuando el fuego se apagó.

Se quedó incluso cuando ya no tenían nada más de que hablar y Remus se durmió por el cansancio.

Se quedó incluso cuando Remus tuvo una pesadilla.

—Está bien, Lupin. Estoy aquí. Estás conmigo.

El sonido de su voz era lo único a lo que Remus quería aferrarse.

Durmieron juntos esa noche.

No era como antes. No hablaban de sentimientos. No se hacían preguntas ni promesas vacías. Ya


no creían en las palabras del otro. Pero seguían necesitando con urgencia la presencia del otro.
Remus se odio tanto por necesitar a Sirius Black de esta forma. Porque lo hacía sentir normal.
Lo asustaba la luna llena de enero. La naturaleza del lobo era difícil de dominar incluso con la
nueva poción de Pandora. Hace meses que no la bebía y se sentía aterrado sobre sí podría dominar
una vez más al lobo. O si el lobo había estado libre tanto tiempo que Remus se perdería en él otra
vez.

Lo sentía en su cuerpo.

Los recuerdos de lo que había hecho.

El miedo de lo que podría hacer.

Trató de centrarse en el ruido del bosque. En el aroma familiar de la magia de Hogwarts. En los
sonidos de los búhos, del rocío del agua, de las criaturas oscuras y de la brisa del viento. Estuvo
tanto tiempo concentrado en los sonidos de su entornó que se sorprendió cuando sintió la presencia
de los merodeadores y los vio mirándolo con una sonrisa divertida en sus labios.

—¿Por qué…?

Regulus sonrió con maldad — Porque lo prometieron. Son unos malditos copiones. Recuerda que
yo fui el primero, Remus. Fui el primer animago ilegal para acompañarte. Eso me da más puntos
que todos ellos.

—Oh, ¿vuelves a tener miedo de que Moony nos ame más que a ti? — se burló Lily cruzándose de
brazos.

Regulus bufó — No hablo contigo.

Esos bastardos lo lograron, pensó Remus. Se habían convertido en animagos.

—¿Qué… qué son? — preguntó sorprendido.

Los chicos se miraron — ¿Quién debería ir primero?

—Wormie aun no controla del todo la transformación — se quejó Sirius.

—Sí, se queda atrapado — coincidió Lily.

—¡Oigan, eso no es justo!

—Yo iré — declaró James sonriéndole a Remus — Solo no intentes cazarme o algo así.

Remus lo miró con curiosidad.

James Potter se convirtió en un ciervo. Era un hermoso ciervo con una gran cornamenta. Al verlo
Remus pensó en que era majestuoso. También se preguntó asustado si el lobo atacaría a Potter
pensando que era una cacería. No estaba seguro de querer averiguarlo.

Peter Pettigrew se tardó unos momentos, pero finalmente Remus vio a la rata corretear hasta el
ciervo.

—Siempre dijimos que era una rata cobarde — se burló Sirius.

La rata le lanzó un chillido, sintiéndose ofendida.

Remus se volteó hacía Sirius, intriga brillando en sus ojos mientras reprimía una sonrisa.
—¿Qué? — preguntó Sirius con una mirada desafiante.

—¿Qué eres?

Lily y Regulus se rieron mientras James volvía a su forma humana, y Pettigrew se subía a su
hombro, aun siendo una rata.

—Oh, ¿eres algo vergonzoso y humillante? — preguntó Remus con una sonrisa burlona — No me
digas que eres una serpiente, porque eso sería…

—¡No soy una serpiente! — gritó Sirius con el rostro sonrojado y suspiró con frustración — Está
bien. Te mostraré.

Remus lo observó con atención.

Se rio — Maldita ironía.

El perro lo saludaba contento por el sonido.

—Un perro — sonrió Remus.

—Cállate — replicó Sirius al regresar a su forma humana — Cualquier cosa que digas solo cállate.

Pero sus ojos relucían. Y Remus pensó en cuán hermoso era este chico. Que, incluso odiándolo,
incluso sintiendo el rencor queriendo destruir a Remus, lo quería tanto como para mantener una
promesa.

—¡Es mi turno! — gritó Lily con emoción.

Los chicos se quejaron, incluso la rata de Pettigrew lanzó un chillido ofendido.

—¿Lily? — preguntó Remus sorprendido —¿Tú también?

La pelirroja asintió.

—¿Saben que todo esto es ilegal?

—No eres el más adecuado para hablar, señor hombre lobo homosexual — replicó Sirius Black
mientras Lily Evans se transformaba.

Una loba de pelaje rojizo.

Era preciosa.

Remus no podía apartar sus ojos de ella.

—¿Cómo…?

Los chicos se veían molestos.

Lily le sonrió con afecto — Cuando nos convertimos James y Sirius se embriagaron en un bar.
Estaban muy, pero muy indignados.

Remus sonrió divertido — Ya veo.

—Es increíble. ¿Por qué ella es tu alma gemela mística si te estuviste acostando conmigo durante
casi todo un año?
—Lily, sigues siendo mi novia, ¿verdad? — preguntó James preocupado.

—Pero yo soy más amigo tuyo que ella — se quejó Regulus — Fui el primero en convertirme en
un animago por ti, Moony.

—Siempre supe que lo nuestro era especial, Afterglow — se burló Remus.

—Ahora es Ginger — corrigió Sirius con un tono burlesco.

—Sí, Gin de cariño por la historia en el bar — explicó Peter cuando por fin pudo volver a su forma
humana.

—¿Historia en el bar?

Lily cubrió su rostro con sus manos.

—La única manera que pudimos convencer a James y Sirius de irse del bar fue compitiendo con
Lily en beber tragos — sonrió Regulus — Deberías haberla visto beber gin.

Debería.

Debería haber estado aquí.

—Así que la rebautizamos como Ginger, por el recuerdo — se burló Sirius — Afterglow nunca le
agrado.

—Era un nombre horrible — dijo Regulus.

—Seguiré defendiendo que es el mejor nombre de todos — declaró James.

Remus los vio un momento.

Estas personas.

Cuánto los había extrañado.

Hubo algo en la luna llena, en la noche cubriéndolo todo, que le daba sentido a su existencia. Al
lobo le gustaba ver el cielo nocturno como una cúpula de oscuridad llenándolo, cubriéndolo,
haciéndole saber que no importaba en el universo infinito, pero que no estaba solo, porque la luna
seguiría llamándolo, despertando los instintos más salvajes del monstruo.

El zorro siempre estaba a su lado. Siempre corría con él. Lo extrañó durante demasiadas lunas,
aullaba por él, esperando encontrarlo una vez más.

El lobo aulló feliz porque por fin volvían a estar juntos, por volver sentirlo, olerlo y escucharlo.
Sentía su mente flotar, era como si sus pensamientos volaran mientras el sonido de su corazón
latiendo absorbía cada uno de sus sentidos por regresar a casa.

Y había más. Muchos más.

Una loba rojiza a la que adoró con todo su corazón.

Un ciervo con un aroma a magia que le recordaba a un hogar.

Un perro de gran tamaño, que casi podría haber sido un lobo.


Y una rata que los seguía, cuidando que no se alejaran lo suficiente para perderse.

Una manada.
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Chapter Notes

Perdón por no publicar el capítulo hasta ahora ;-; pensé que si lo había subido la
semana pasada y luego tuve una crisis existencial de cierre de semestre. En fin, queda
un capítulo más en Hogwarts y desde allí ya comienza la vida adulta de Remus, quiero
profundizar más en su rol en la guerra y su propio crecimiento individual. Espero que
les guste <3 Trataré de subir el siguiente capítulo entre hoy y mañana.

Primavera, 1978

—Regulus es más rápido que ellos — susurró Lily sorprendida al verlos volar, su cabello pelirrojo
removiéndose a su alrededor por la brisa. La chica se aferró a su bufanda verde esmeralda, un
regalo de la hermana mayor de los gemelos Prewett le había dicho a Remus. Y sonrió con gusto
cuando James y Sirius la llamaron traidora de casa por seguir apostando por el color verde incluso
ahora, que salía con el capitán del equipo de Gryffindor.

El viento resonaba en las gradas mientras veían a James y Sirius tratar de alcanzar el ritmo de
Regulus. Pronto sería el gran partido de Gryffindor y Slytherin por la copa de quidditch, y algo en
el corazón de Remus se sentía extraño al verlos reírse y competir de forma infantil. No podía evitar
pensar que estaban disfrutando de la falsa paz que Dumbledore creaba en Hogwarts antes de
exigirles someterse a la crueldad de la realidad.

Había hablado con él. Sobre los sacrificios. Sobre las muertes. Porque una retorcida parte dentro de
él pensaba que el anciano era la única persona que quizás entendería lo que significaba.

—¿Algo de esto vale la pena? — le preguntó durante la luna nueva, cuando los instintos del lobo
eran menos salvajes, tratando de mantener su temperamento a raya. Estaba usando un viejo suéter
que todavía le quedaba demasiado holgado, pero que contenía un rastro del aroma de la magia de
Sirius Black. Porque necesitaba recordarse a sí mismo todo lo que habían perdido.

El director tenía una expresión triste por primera vez. Lo sorprendió. Lo viejo, cansado y triste que
se veía el supuesto mago más grande de sus tiempos detrás de su larga barba, sus lentes de
medialuna y aquella sonrisa afable que intentaba utilizar de máscara para el dolor. El reflejo de las
luces brillaba en los cristales de sus anteojos, y un pensadero llamó la atención del lobo. Los
recuerdos brillando y cantando una melodía llena de nostalgia.

—Tenemos que pensar que lo es. No quería esto para ti, Remus. Sé que me odias, sé que muchas
personas no pueden entenderlo… Pero debemos ser nosotros para detenerlos. Debemos ser
nosotros quienes detengan toda esta masacre.

—¿Con más muertes? — replicó Remus con desdén y rencor, apretando los puños del suéter entre
sus manos — ¿Cómo funciona eso exactamente?

—Tienes la confianza de Voldemort, y esa confianza se tuvo que ganar con muertes. Muertes que
hubieran sido cometidas por otros. Esas personas estaban condenadas, Lupin. Puedes creer que
pudo evitarse, puedes creer que tienes toda la culpa, pero esas personas hubieran sido asesinadas
por otros magos tenebrosos, por otros lobos, por otras personas. Tuviste que hacerlo tú para seguir
teniendo a Voldemort de tu parte porque lo necesitamos para detener la guerra.

—Sacrificios — respondió con una voz vacía, cicatrices que jamás se borrarían de su mente y su
corazón — ¿No le importan?

Una mirada sombría le cortó la respiración. El mago que derrotó a Gellert Grindelwald se recordó.
La esencia mágica que rugía desde Albus Dumbledore era sin duda poderosa y especial. Casi
ancestral como un bosque mágico que buscaba sobrevivir en un mundo en el que reinaba la
devastación. Dumbledore le recordaba a un bosque maldito, que podía parecer majestuoso y a la
vez podía contener muchísimos horrores — Cargaré con toda la culpa, Remus, si con eso
conseguimos destruir a Lord Voldemort.

Remus observó a Sirius tratando de agarrar la escoba de Regulus en el cielo para detenerlo. Una
mirada determinada en su rostro mientras su sonrisa engreída estaba llena de emoción. James
gritaba con emoción, sus lentes torcidos en su rostro a causa del viento, pero sus mejillas
sonrojadas por el esfuerzo del juego. La risa de Regulus resonaba en el estadio como una melodía,
volaba evitando a su hermano con facilidad y no quedaba duda de que era mucho más rápido que
los dos Gryffindor tras él. La luz del sol se reflejaba en ellos tres y brillaron como si fueran
estrellas de su propio mundo.

—Se unirán a la orden contigo.

—Lo harán. Somos Gryffindor, es lo que hacemos — coincidió Lily con la mirada perdida en el
cielo, se aferró a sí misma, sus manos apretando la capa carmesí de James. Remus no pudo evitar
pensar en cuán ingenuo era jugar a los héroes porque es lo correcto, porque era la mentira para la
cual eran entrenados, incluso sin ser conscientes de ello. Sin embargo, la mirada de Lily mostraba
cierta oscuridad al enfrentarse a la suya — Pero no saben cómo es. Ver gente morir, no saber sí
regresarás a casa o el sentimiento de destruir a alguien antes de que te destruya a ti.

Había percibido el cambio en Lily después de unirse a la orden. Su ingenuidad se había ido hace
tiempo y dolía saberlo. Pero una parte retorcida del lobo la admiraba. Lily Evans tenía una
expresión distinta en su mirada, más despiadada, más profunda, más oscura, que le indicaba que no
sería derrotada fácilmente, que el mundo no podría aplastar sus sueños de la misma manera que
hace un año atrás cuando descubrió que Albus Dumbledore no los protegería. Que nadie más que
ellos podían hacer algo por el mundo.

—Remus.

La miró.

—¿Puedo decirte algo horrible sin que me odies? — preguntó la chica sin mirarlo, su vista fija en
los tres magos que seguían riendo en el cielo, su cabello rojizo cubriendo su rostro de la mirada del
lobo — No podría soportar que me odies.

Remus guardó silencio.

Un latido doloroso.

Merecía palabras de desprecio. Merecía ser insultado. Merecía que alguien le reprochara todo lo
que había hecho. Las pesadillas seguían siendo un recordatorio. Pero no era suficiente. No con todo
el amor que recibía de los merodeadores y sus amigos.

Pero las palabras que esperaba nunca llegaron.

—En la orden he visto gente morir, Alice mató a un mortífago que iba a asesinarnos — susurró
con una voz oscura que nunca había escuchado antes — Pensé mucho sobre eso. Sobre las
personas que morían en una guerra. Sobre las víctimas y los asesinos. Ellos hubieran disfrutado
asesinarnos, porque soy una sangresucia. Y una parte de mí disfrutó saber que él no podría lastimar
a nadie nunca más.

Remus se estremeció.

El viento resonaba a su alrededor.

—Remus, cuando tengas que volver con ellos… harás cosas. No somos ingenuos. Eres un espía de
él, vas a tener que seguir sacrificando demasiado de ti para vencerlo — sus ojos lo encontraron, una
mirada determinada — Remus, sé que puedes ser cruel, pero nunca has sido injusto. Y sé que no
vas a disfrutar nada de eso. Me gustaría pedirte que no lo hicieras, que no vayas con los mortífagos,
me gustaría ser la Lily que amas y rogarte que te quedes con nosotros. Pero ya no soy esa Lily. Y
lo único que me importa es que cuando esta guerra termine, vuelvas conmigo y saber que nos
mantuviste con vida, a todos nosotros.

Se sintió desconcertado.

Eso no era…no era lo que esperaba escuchar.

No merecía a esta chica, a esta maravillosa bruja, que veía lo mejor de él aunque fuera un
monstruo. Remus se preguntó que había hecho en su vida para merecer a Lily Evans en su vida.
¿Cómo es que alguien como ella podía ser todo lo que Remus necesitaba?

Hubo un largo silencio extendiéndose entre ellos.

Sus ojos verdes brillaron. Adoraba sus ojos verdes, pensó con cariño tomando su mano con fuerza
antes de atraerla a un abrazo, sentir el aroma de su magia y la suave esencia de lavanda calmaba su
corazón.

—Soy una persona horrible — susurró Lily contra su suéter.

—No lo eres. Eres la persona más amable que conozco. Eres la persona más valiente, leal, y
maravillosa que he conocido. Jamás serás alguien horrible, Lily Evans.

—Debería pedirte que te quedes. Deberías odiarme por no pedirte que te quedes.

—Pero ambos sabemos que no lo haría —Ya estaba demasiado metido en todo esto. Se separó de
ella con cuidado, sonriéndole con tristeza — Jamás podría odiarte, Ginger. Eres mi persona
favorita. Haré todo lo que sea posible para mantenerlos con vida si con eso no me odias cuando
regrese contigo. Solo eso necesito.

La chica sonrió, su mano entrelazándose a la suya, el viento rugiendo a su alrededor y


desordenando su cabello pelirrojo que contra la luz parecía arder en llamas. Era hermosa — Te
quiero, Moony.

—Que bien, porque creo que somos almas gemelas, Evans.

—Solo no se lo recuerdes a James. Sigue celoso por no tener patronus iguales.


Se rió — Está bien, no lo haré si no le dices a Reggie que eres mi persona favorita. Es un niño
celoso.

—¿Puedo volver a formar parte del grupo? — preguntó Barty durante el desayuno, sentándose
entre Remus y Reggie antes del último partido de quidditch entre Slytherin y Gryffindor, miró a
Remus con sospecha — ¿O todavía no superas tus traumas, Lupin?

Calíope suspiró frustrada, ocultando su rostro entre sus manos, y Bianca Zabini la abrazó.

Regulus bebía su café en silencio, ignorándolos. Dejando esa decisión en manos de Remus.

—¿Sigues aquí? — preguntó Remus con una sonrisa despectiva, inclinándose en la mesa para
acercarse a Crouch y mover suavemente un mechón desordenado en la frente del chico — ¿Por qué
no fuiste asesinado por algún mortífago?

Barty enarcó una ceja en un gesto con desdén cruzándose de brazos mientras su propio plato
aparecía en la mesa y su taza se llenaba con café —No lo sé, ¿qué hiciste tú con los hombres
lobos? ¿Te acostaste con todos ellos?

—Con algunos — respondió Remus antes de morder una tostada para reprimir una sonrisa.

—Maldita perra — sonrió Barty y negó con la cabeza — Oye, Lupin.

Remus lo miró expectante.

—Extrañé pelear contigo.

Eso se sintió raro. Pero no estaba mal.

Barty Crouch Junior era la sombra de Reggie, durante mucho tiempo Remus lo detesto porque era
un maldito imprudente sin instintos de supervivencia, que disfrutaba de molestar al lobo. Estaba
loco. Pero Remus ya no podía quejarse mucho de eso. Él también se había vuelto loco durante
mucho tiempo.

—Hola de nuevo, Crouch.

El chico sonrió.

Regulus se veía satisfecho. Y eso era lo más importante para Remus.

Remus Lupin veía el partido emocionado. Había extrañado esto. Ver a Regulus y Sirius volar en
sus escobas. Regulus Black era más veloz, Sirius intentaba arrojarle una bludger, pero Regulus las
esquivaba con rapidez.

Las pancartas escarlatas y doradas se veían por todo el estadio. El desprecio que recibía Slytherin
aumentó notablemente durante los últimos años. Y era peor ahora. Se escuchaba en cada parte, el
rugido de la multitud abucheando al equipo de Slytherin al marcar un punto.
Pero no importaba.

Los Slytherin disfrutaban de un juego amenazante.

Las serpientes plateadas de sus pancartas se movían de forma agitada por el sonido del público. El
verde esmeralda brillando con fuerza.

Sirius Black le sonrió a Regulus antes de enviarle otra bludger. Regulus lo esperaba, así que lo
esquivó. Y fue entonces que entendieron que James Potter había contado con distraer al capitán de
Slytherin usando a su hermano. Porque el buscador de Gryffindor había capturado a la snitch
dorada.

—¡Gryffindor gana! — gritó la voz de McQuiston por los altavoces.

El rugido del público era ensordecedor.

—Mierda — se quejó Pandora con una mueca, lucía los colores de Slytherin, su cabello trenzado
en una diadema plateada y usando una capa de verde esmeralda—Potter mejoró su juego. ¿Qué
opinas, Lily…? ¿Lily?

Remus se rio al ver la expresión de incredulidad de Lily.

—No puede ser — dijo la chica, pálida bajo su maquillaje dorado y escarlata—No puede ser…

—¿Qué sucede? — preguntó Pandora frunciendo el ceño y analizando la temperatura de su amiga,


intentando encontrar rastros de una enfermedad o una herida — ¿Qué está mal?

Lily los miró asombrada, apenas respirando —Aposté por él.

—Pero ganó — replicó Remus. Cada vez que Lily Evans apostaba por Potter, Gryffindor perdía el
juego. Ya era una tradición de la cual se burlaban constantemente.

—¡Por fin ganó! — gritó eufórica corriendo al campo, su melena pelirroja ondeando detrás de ella
— ¡Potter!

James Potter sonreía feliz en el campo de juego, sus lentes torcidos, sus mejillas sonrojadas y su
cabello siendo un desastre, pero sus ojos brillaron llenos de emoción al ver a su novia corriendo
hacia él para recibirlo — ¡Hey, Evans!

La chica se arrojó a sus brazos.

El chico la atrapó y la levantó con facilidad, las piernas de Lily aferrándose a la cintura de Potter y
haciéndolo reír contento y optimista al contemplarla en sus brazos — ¡Ganamos!

—¡Ganaste! — gritó ella y lo besó. Era un beso intenso y apasionado. James se sonrojó
intensamente. Lily lo soltó y sonrió con cariño, sus ojos brillando — Ganaste, Potter.

Pero el chico continuaba sonrojado y se veía en estado de shock.

—Evans lo acaba de romper — se quejó Sirius negando con la cabeza mientas soltaba su cabello
humedecido por el sudor y corría para ver a su mejor amigo, chasqueando los dedos frente a su
rostro — Prongs… Vamos, amigo. Responde.

—No. Lo hemos perdido — declaró Peter cruzándose de brazos.

—¿Lo van a dejar ahí? — preguntó Regulus cuando vio que Sirius y Peter se alejaban sin voltear la
mirada hasta Potter.

—Sí — respondieron sus amigos.

Barty Crouch pasó un brazo sobre los hombros de Regulus, arrugando su nariz por el olor a sudor
sobre la piel del príncipe oscuro, pero aprovechando la oportunidad para remover el cabello
humedecido haciendo sonrojar a Reggie. Odiaba la sensación de estar sucio, mucho más que perder
un juego — ¿Qué pasó? ¿Lo petrificaste porque perdimos? ¿Podemos volver a hacer eso?

—No, eso es culpa de Evans — respondió Remus acercándose junto a Pandora, que entrelazó sus
brazos con cariño.

Sirius suspiró con cansancio y desabrochó su capa de juego, quedando con una camiseta color
carmesí humedecida que se apegaba a su figura — Mierda, después va a hablarnos de cada maldita
metáfora que ha leído para describir el beso de Lily Evans. Esto es un desastre.

Remus sonrió con una mirada astuta — Creí que estarías feliz por tu amigo.

Sirius lo contempló. Su rostro estaba sonrojado, su cabello caía hacia atrás, su mirada viéndose
oscura, la mirada de Remus fue inconscientemente a sus labios cuando Sirius paso su lengua en un
gesto nervioso — Lupin.

—Black — susurró con voz ronca.

—Me debes una cerveza de mantequilla. Te dije que esta vez ganaríamos y no quisiste creerme.

Remus puso los ojos en blanco — Ajá, solo tuve que irme medio año para que su equipo al fin
mejorara.

—Demasiado pronto — se quejó Sirius cruzándose de brazos — Sigue siendo demasiado pronto
para las bromas de tu desaparición, Lupin.

El chico sonrió — Pero es mi manera de lidiar con el trauma. La tuya fue acostarte conmigo, pero
ya no podemos hacer eso.

Sirius se rio — Eso suena a que te gustaría probarlo.

Ese brillo en sus ojos.

—Quizás.

La manera en la que Sirius sonreía siempre le había fascinado. Esa sonrisa engreída sabiendo
cuanto lo provocaba.

—¡Padfoot! — gritó Pettigrew, una advertencia en su voz mientras observaba a Sirius con sospecha
y una expresión endurecida — Duchas, ahora. Creo que Prongs vuelve a respirar.

Sirius paso frente a Remus, su mano dudando un momento antes de apretar el hombro de Remus,
sus dedos deteniéndose unos segundos sobre la tela del nuevo suéter que había robado de la
habitación de los merodeadores durante el cumpleaños de Prongs, el calor se extendía bajo los
dedos de Sirius y su mirada se veía divertida al notar que era su ropa la que Remus estaba usando
con descaro — Nos vemos luego.

—A no ser que desaparezca seis meses — replicó Remus con una sonrisa malvada.

—Imbécil — respondió Sirius sonriendo al seguir a Pettigrew.


Sabía que esto no estaba bien.

Probablemente transgredía todos los límites que establecieron en su tregua.

Pero el tiempo transcurría rápidamente.

Y Remus se sentía ansioso a medida que lo hacía.

¿Coquetear con Sirius Black sería tan malo se preguntó?

Ya había enloquecido una vez.

Y eran solo amigos. Solo amigos, repitió en su mente.

—Te estoy viendo — lo acusó Pandora con una mirada conocedora — ¿Podrás soportarlo? Volver
a acercarte tanto a Sirius Black es peligroso.

Ese instinto de Pandora Lynch.

—¿Qué piensas de nosotros? — le preguntó al seguir con la mirada a Sirius, quien llevaba a Potter
con un Levicorpus, con Pete siguiéndolos.

—Creo que seguirán buscándose el uno al otro, sin importar cuánto daño puedan sufrir —
respondió al ver que Sirius volteaba a ver a Remus con una sonrisa un momento antes de
desaparecer.

El corazón de Remus se agitó en su pecho.

—Es una carta de mamá — les dijo Lily cuando estudiaban en la biblioteca, buscando un hechizo
para la última gran broma de los merodeadores — Es… oh, por Merlín, Petunia y Dursley se
comprometieron.

—¿El novio muggle de tu hermana muggle? — preguntó Regulus distraído, su barbilla apoyada
sobre su mano mientras pasaba las páginas del libro de maldiciones intentando encontrar algo que
no los terminara enviando a Azkaban, pero fuera lo suficientemente emocionante como para dejar
su marca para siempre en Hogwarts. Reggie era sin duda un merodeador a estas alturas.

—¿Cómo sabes eso? — le preguntó Sirius frunciendo el ceño, levantando la vista de sus propios
apuntes, y arreglando su cabello detrás de sus orejas para despejar su rostro de los mechones
oscuros.

Su hermano se encogió de hombros — ¿Escuchó cuando Evans dice cosas?

—Sí, pero…Es extrañó.

Regulus puso los ojos en blanco y lo apuntó con su pluma — Ajá. Acá estamos los dos hermanos
Black que huyeron de casa a pesar de ser criados como herederos de la sangre pura escuchando
sobre un matrimonio muggle. Dime que es extraño porque no lo había notado.

Lily sonrió al ver que Sirius lo pensaba.


—¿No es demasiado joven? — preguntó Remus entrecerrando los ojos al cerrar su libro y abrir el
siguiente de la gran pila sobre la mesa —A penas es un poco mayor que tú.

—Con los magos es normal casarse joven— dijo Sirius volviendo a anotar algo sobre su
pergamino, su letra elegante y clara lo había convertido en el secretario oficial para los asuntos de
los merodeadores — Todas mis primas se han casado después de graduarse.

Remus puso los ojos en blanco — Con los magos es normal hasta que tus papás sean primos.

—Oye — se quejaron ambos hermanos Black.

James se rió al acomodar sus lentes y apoyarse en el respaldo de su silla — Tengo suerte. Creo que
en mi familia no hay primos casados entre sí.

Lily bajó la carta de su madre con una expresión pensativa —Debe haberlos. Eres sangre pura.

—Probablemente encontraríamos algo en tu árbol genealógico — coincidió Reggie con una sonrisa
al levantar su varita y mirar a su alrededor a las estanterías llenas de libros que volaban sobre ellos
y se guardaban a sí mismos en los estantes correctos — ¿Habrá algo sobre los Potter aquí?

—Puede que incluso seas familia de Malfoy — sonrió Remus con maldad inclinándose hacia
James y levantando la barbilla del mago para examinar su rostro con atención — ¿Qué crees?
Podrías ser primo de Lucius Malfoy.

—No les permitiré ir a mi casa otra vez — declaró James con un escalofrío atrapando la mano de
Remus.

Los demás se rieron.

—Por cierto, ¿dónde está Wormtail? Creí que lo veríamos aquí.

Sirius hizo una mueca — Dorcas y Peter terminaron.

Lily y James lo miraron sorprendidos — ¿Otra vez?

—No, está vez parece que es definitivo. Ya sabes, ellos… estaban mal casi todo el tiempo, pero
aun así es… bueno, es Pete. Le duele. Dijo que no vendría.

Regulus se inclinó hacia Remus para susurrar en su oído — ¿Debemos fingir que nos importa?

El chico sonrió con complicidad. No podía decir que le interesaba la vida amorosa de Peter
Pettigrew. No cuando intencionalmente interrumpía cada vez que entre Sirius y él… bueno,
aparecía algo. No podría explicar que era. No se parecía al fuego intenso que los consumía cuando
se odiaban o cuando se deseaban con lujuria. Pero era algo. De eso estaba seguro.

La mirada de Sirius lo atrapó un segundo.

—Amar a alguien que no te ama es difícil de aceptar — susurró con una voz cargada de
sentimiento.

—Lo es — coincidió Remus sintiendo algo en su corazón que seguía doliendo, incluso después de
todo este tiempo — A veces incluso llegas a desear que nunca lo hubieras amado.

Esa mirada desafiante que tanto odiaba lo atrapó — Esperemos que Dorcas no maldiga a Pettigrew
borrando sus recuerdos.
Estaba a punto de replicar cuando James Potter intervino, rodeando los hombros de Remus para
inclinarlo hasta la espalda de Remus se apegó a su pecho en un intento de contenerlo — Está bien,
tiempo fuera. ¿Vamos a seguir con nuestra broma de despedida o no?

—Sí, creo que buscaré a Calíope para ayudarnos en esto — respondió Remus separándose de
Potter con una sonrisa de suficiencia — Es la mejor bruja en artes oscuras y quizás tenga algo útil.

—¿Sabes dónde está? — preguntó Reggie enarcando una ceja.

Remus levantó el mapa antes de irse.

—Morgan, ¿qué hacemos escondidos?

—Cállate, Lupin.

Remus frunció el ceño — Pero hiciste un hechizo silenciador. No van a escucharnos. Y esto podría
ser bastante excitante si no fuera porque te has convertido en una niñera conmigo.

La chica cubrió su boca.

Estaban detrás de un retrato viendo al pasillo que conectaba a la torre de astronomía. Remus
supuso que algo andaba mal cuando vio que el nombre de Calíope Morgan no se movía de uno de
los pasadizos secretos en el mapa. Pero no imaginó que sería para espiar a su novia.

—¿Por qué hacemos esto?

Calíope lo miró. Era una mirada herida — Porque tengo miedo, Lupin.

El sonido de su voz lo hizo estremecer.

Durante todo este tiempo desde que regresó a Hogwarts, Calíope Morgan había actuado como una
fuerza asombrosa para apoyarlo. Estaba ahí con él durante las pesadillas, estaba ahí con él para
ayudarlo a sostenerse en la senda de la oscuridad, y estaba ahí para ser una amiga leal y sincera. Lo
suyo ya no era una relación establecida para obtener beneficios mutuos. Calíope Morgan era una
de sus amigas más cercana.

Y escucharla tan vulnerable hacía que el instinto del lobo de protegerla se encendiera.

Vio a las dos brujas que discutían en el pasillo.

Dorcas miraba a Marlene con dolor.

—¡Basta! — gritó Marlene — No, Dorcas, no es suficiente.

—Te amo, Marls. De verdad lo hago. Pero no puedo…

La chica negó con la cabeza con una sonrisa fría — No puedes. De eso se trata todo esto, Dorcas.
No puedes amarme. No puedes admitir lo que somos. No puedes, no puedes, no puedes. Hubiera
estado a tu lado, te hubiera ayudado, pero yo tampoco puedo soportar estar con alguien que se
acuesta con un chico y luego dice que solo me ama a mí. No quiero eso.

La chica tenía lágrimas en sus ojos — Quiero pelear por nosotras, pero…
—Pero — coincidió con una voz dolida — Pero siempre hay algo. Lo siento, Dorcas. Te amo, te
sigo amando. Y sigo deseando que seas feliz. Pero Calíope es… es una salvación a lo que siento
por ti. Contigo espero, contigo me debo esconder y debo sufrir en silencio. Lo entiendo. Pero ya no
quiero eso. Quiero a Calíope. Quiero lo que me hace sentir.

—¿Qué te hace sentir que yo no pueda darte? — le preguntó con una súplica — Dime.

—Me hace sentir amada — contesto la chica con suavidad — Y eso me hace feliz. Porque amar a
alguien como Calíope es… es maravilloso. Sé feliz, Dorcas. Con Peter, con una chica, con quien
desees. Pero ya no me busques a mí.

Calíope y Remus se miraron.

—¿Lo sabías?

—Por supuesto que lo sé — respondió con una voz serena — Use legeremancia con ella antes de
salir para ver si sentía lo mismo por mí.

Remus sonrió divertido— Eres desconfiada.

—Soy precavida — repuso cruzándose de brazos — Sabía de Dorcas. Pero supe que podía
hacerme dueña del corazón de Marls.

—Tienes mucha confianza.

Calíope suspiró —¿Crees que siga amándome? Si ella terminó con Pettigrew, entonces...

Remus guardó silencio. Apoyándose contra la pared y mirando al vacío.

—Creo que debería. Porque sería una locura no seguir amándote, Morgan.

—No me des palabras dulces, Lupin.

El chico sonrió con afecto — Es la verdad.

Era la primera vez que veía una mirada tan vulnerable en el rostro de esta bruja, asombrosa y fuerte
—No la quiero perder, Remus.

—Lo sé.

—Pero si ella la elije… si ella desea volver con Dorcas Meadowes no tendré la fuerza para
detenerla y luchar por su amor.

Remus la abrazó, sintiéndose frustrado a no poder darle una solución. Remus Lupin había
sacrificado el amor de Sirius Black en una guerra. No había nada que pudiera decirle que Calíope
Morgan no hubiera pensado una y otra vez antes de tomar esa decisión. Dejarla ir para que fuera
feliz con otra persona era algo valiente. A Remus todavía le dolía percibir el aroma de alguien más
en Sirius Black. Le dolía saber que nunca podrían recuperar lo que tuvieron. Y algunas veces
seguía sintiendo tanto amor por el chico como antes de que lo arruinara todo marchándose.

Así que la abrazó.

Calíope se aferró a él — ¿Cómo puedes vivir con un corazón roto?


—Sobrevives todo lo que puedes ignorando el dolor — confesó Remus Lupin.
Graduación
Chapter Notes

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1 de junio, 1978

Las personas celebraban en la torre de Ravenclaw cantando con encantamientos sonorus las letras
de las canciones muggles y mágicas que resonaban en la sala común. Estrellas brillaban en el techo
abovedado de la torre, copas volaban alrededor rellenándose una y otra vez con alcohol barato
mientras los de último año aprovechaban la oportunidad para emborracharse y festejar su
graduación.

Regulus Black besó a Pandora Lynch y la chica lo rodeó con sus brazos, suspirando en sus labios.
Todavía tenían todo un año juntos en Hogwarts. Pero pronto la posición de Regulus le exigiría de
muchas cosas. Estaría en la vista de los dos grandes magos que lideraban la guerra mágica.
Regulus necesitaba de esto, sentirse normal, querido y a salvo un tiempo más antes de volver al rol
del príncipe oscuro que exigían de él. Pero Remus se preguntó si Pandora aceptaría el rol que se
esperaba de la compañera del joven amo Black. Lo amaba, era una sangrepura, era talentosa e
inteligente. Remus no entendía que lo inquietaba, pero había algo en la manera ansiosa en la que
Pandora miraba a Regulus. Era el temor, por el peligro que enfrentaría. ¿Podrían resistirlo? Se
preguntó Remus. Esperaba que sí. Deseaba que sí pudieran hacerlo.

Lily y James cantaban una ridícula canción de amor que a los magos les gustaba. Se convirtieron
en la pareja favorita de todo Hogwarts. Pasaron años viendo cómo Lily Evans se resistía una y otra
vez al amor constante de James Potter. Que ella lo amara después de todo lo que vivieron parecía
un milagro. Pero eran testigos de la mirada de amor de la chica al verlo, de la manera en la que sus
ojos brillaban cuando James Potter estaba ante ella. Eso era mágico, pensó Remus. James seguía
mirándola como si fuera la persona más asombrosa del mundo. Sus cartas no se habían detenido,
incluso después de más de un año, James Potter seguía encontrando cada día una razón más por la
cual amar a Lily Evans. Era asombroso. Que alguien pudiera amar tanto a otra persona, y que esa
persona le correspondiera después de todo este tiempo.

Marlene tomó la mano de Calíope. Un gesto que decía, seguiré eligiéndote. Y Calíope le sonrió.
Remus no imaginó alguna vez ver a Calíope Morgan amando tanto a alguien como amaba a
Marlene. La bruja la besó con gentileza. Y deseó sinceramente que su amiga fuera feliz, y que
jamás tuviera que descubrir lo que se sentía sobrevivir a un corazón roto.

Peter Pettigrew estaba borracho, mirando hostilmente a donde Dorcas bailaba con una chica de
Ravenclaw y se veía más libre y feliz de lo que Remus alguna vez la había visto en su vida. Un
chico de Slytherin susurró algo en el oído de Pettigrew y el chico se rió con desdén antes de sonreír
cruelmente y voltear toda su atención en el Slytherin a su lado.

Mary se reía con algunos chicos de Hufflepuff, se veía encantadora con su vestido rojo y su cabello
oscuro trenzado con brillos dorados, orgullosa de su casa, sus mejillas sonrojadas y los chicos de
Hufflepuff admirándola, hechizados bajo la magia de Mary MacDonald.

Barty Crouch maldijo a algunos pequeños Slytherin infiltrados en la fiesta, para mandarlos a
dormir a sus habitaciones y volvió a su conversación con Bianca Zabini. La chica se rió negando
con la cabeza y puso su mano sobre el brazo del chico.
Remus pensó dolorosamente que este era su último día en Hogwarts. A la mañana siguiente
tomarían el tren de vuelta a Londres. El niño que había seguido a Albus Dumbledore a un castillo
mágico nunca imaginó que llegaría hasta aquí. Ese niño agresivo que no podía leer sus deberes y
pensaba que sería regresado al orfanato. Años después, era un mago oscuro con una marca
tenebrosa grabada en su brazo. No estaba seguro de que eso fuera mejor que lo que ese niño
esperaba conseguir de la vida. Pero había algo que ese niño anhelaba y ahora era de Remus.

Estas personas. Eran su mundo y la única razón por la cual volvería a vivir un infierno una y otra
vez. Porque merecían vivir en un mundo en que estuvieran a salvo.

Remus Lupin deambuló por los pasillos por última vez. Los retratos durmientes se quejaban por la
interrupción de sus sueños, pero no importaba. Esta era su última noche en el castillo. Incluso la
señora Norris con Filch parecían haberse rendido con atrapar merodeadores, aguardando todas sus
fuerzas para detener cualquier broma al día siguiente. Sonrió satisfecho al ver en el mapa que se
encontraban alejados del castillo y entró a la torre de astronomía impulsado por un instinto salvaje.

Sirius Black, estaba ahí, mirando las estrellas. Su cabello negro cayendo suavemente sobre sus
hombros, un cigarrillo ardiendo en sus labios, sus ojos azules siendo una tormenta que agitaban el
corazón de Remus.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—No es asunto tuyo — replicó el chico con una sonrisa divertida antes de voltear para enfrentarse
a la mirada del lobo —¿Es raro que supiera que eras tú?

Remus se acercó a la barandilla. Pensando en que Sirius Black seguiría siendo una condena por el
resto de su vida. Siempre era él, entre todas las personas que podría encontrarse… siempre
terminaría atraído hacia él, buscándolo, sintiéndolo, deseándolo.

—No. No es raro — respondió mirando sus labios — ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás con tus
amigos?

—Estaba recordando algo — dijo Sirius divertido, apagando el cigarrillo contra el suelo — Aquí
perdí mi virginidad homosexual.

Remus se rió —Sí, creo que estuve ahí.

—Dime con quién estuviste. Antes de mí — le pidió con un brillo malicioso en sus ojos.

—¿Vamos a hacer eso? — preguntó cruzándose de brazos.

—Está bien — cedió — Al menos dime con quién perdiste tu virginidad homosexual.

Remus sonrió maliciosamente.

—Era un muggle.

—¿Cuándo? — preguntó intrigado — Nombre. Edad. Altura. ¿Era más guapo que yo?

Algo dentro de su pecho se sintió bien al ver a Sirius celoso. Era un idiota. Durante los últimos
meses no se mostró interesado en ninguna relación de Remus. Mientras que Remus fingía no
sentirse furioso sobre las personas con las que Sirius se acostaba.
Pero aquí estaba ahora siendo un idiota sobre un chico muggle de hace millones de años atrás.
Remus no pudo evitar reírse — Olvidé su nombre, fue un verano cuando tenía quince años.

—Me besaste a los quince años — se quejó Sirius con el ceño fruncido.

—Sí, y antes de entrar a quinto año descubrí que era gay. Quizás por eso te devolví el beso, Black.

Sirius entrecerró los ojos en su dirección — Es completamente injusto. Yo tuve una crisis gay ese
día. Tuve que besar a Prongs para comprobar si me gustaban los chicos o solo estaba
enloqueciendo.

—¿Por qué Prongs?

—¿Lo has visto? ¡Prongs es hermoso!

Remus se rio — Tendré que decirle a Lily que has vuelto a robarle el novio.

Sirius se rio — Cierto, ustedes salían.

Se rieron unos momentos más.

Se sentía bien.

Esto que estaba entre ellos.

Las estrellas brillaban.

El alcohol en sus cuerpos los relajaba lo suficiente para que no hubiera defensa entre ellos.

Su tregua pronto llegaría a su fin, y Remus deseaba inútilmente que el día siguiente no llegara
jamás.

—Voy a unirme a la orden — le susurró Sirius.

—Lo sé — respondió Remus.

Siempre lo había sabido.

—Y también… voy a estudiar en una universidad muggle. Llevo un tiempo hacer los trámites para
conseguir los documentos muggles, pero… — se encogió de hombros — Minnie me ayudó.

—¿Qué vas a estudiar? — preguntó Remus.

Los ojos de Sirius brillaron — Quiero sacar una licenciatura en literatura inglesa, pero Cissy me ha
estado diciendo que a pesar de ser un estúpido me iría bien sacando también una carrera de
finanzas. Así que, he pensado en hacer ambas.

Remus sonrió — Que Slytherin de tu parte.

Sirius bufó — Se llama tener opciones.

—Opciones — repitió Remus.

Sus opciones consistían en ser un espía de la orden y ser un mortífago, ambos a tiempo parcial
mientras intentaba conseguir un trabajo remunerado ocultando su licantropía.

Sus vidas tomarían direcciones completamente diferentes después del amanecer.


Siempre lo supo. Por su puesto que lo sabía.

Sirius Orion Black, con su nombre, con el poder de su apellido resguardándolo en el mundo
mágico, con su rebeldía imprudente, sus sueños ambiciosos que deseaban un final feliz al ser el
héroe dorado de Gryffindor. Sirius Black siempre fue estúpido, impertinente y sin duda era
valiente. Remus Lupin se enamoró una y otra vez de todas esas cualidades, por mucho que las
odiara, por mucho que quisiera golpearlo, por mucho que lo torturen… Sirius Black era algo
maravilloso de ver. Su manera feroz de defender lo que creía correcto, su lealtad protectora que
jamás abandonaría, y su increíble manera de amar a alguien, incluso cuando esa persona te lo había
quitado todo.

Se preguntó que hubiera sucedido entre ellos sí solo una cosa fuera diferente.

Se preguntó sí hubiera sido suficiente para salvar lo que tenían.

Probablemente no, pensó con dolor.

Porque desde el momento en que se perdió en Sirius Black, Remus Lupin supo que estaba
condenado y maldito.

—No nos vamos a volver a ver en un tiempo, ¿no?

Remus guardó silencio.

Sus años en ese castillo habían terminado.

—¿Qué harás al graduarte?

—¿De qué hablas?

—Eres pobre.

Remus enarcó una ceja.

Sirius se sonrojó — Quiero decir… bueno… tu padre desapareció.

—Ajá.

Pero Remus no era estúpido. Fue a Gringotts con Narcissa Malfoy antes de volver a Hogwarts, para
saber exactamente cuál era la cantidad que había heredado tras la muerte de su padre. Lo invirtió
todo en el negocio de Cissy.

—Es una mala decisión empresarial — le dijo Narcissa — ¿Lo sabes no?

—Por eso tengo como garantía la vida de tu primo favorito — respondió Remus — Y pienso
convertirme en un aliado que no puedas desechar, señora Malfoy.

Cissy asintió complacida — Cuidaré muy bien de tus fondos.

La suma había subido rápidamente, según las cartas que le enviaba. Narcissa Malfoy tenía un buen
instinto, era despiadada y su mentalidad la ayudaba a destruir a sus oponentes en el mercado
empresarial. En una de sus cartas le habló sobre invertir en algunos productos muggles, Cissy los
odiaba, pero era una buena forma de mantener entretenidos a la aristocracia mágica que se
sorprendían de los excéntricos inventos muggles. Remus pensó que era una buena idea porque los
sangrespuras eran estúpidos. Gastaban mucho dinero en aquello que era novedoso. Remus supuso
que en un mundo que todo se solucionaba con magia, era difícil encontrar algo que realmente les
llamara la atención. Quienes controlaban su mundo odiaban a aquello que podía desmoronar a su
querido sistema, cosas como Remus eran despreciadas, pero no podían hacer lo mismo con los
productos hechizados que entraban en circulación.

Su único conflicto sería enfrentar al departamento de artefactos muggles para que no fueran un
obstáculo en sus planes. Pero Weasley parecía alguien que no podría detener a Narcissa.

—Estaré bien, Sirius — prometió — Tengo un plan.

Sirius suspiró — Tus malditos planes.

Una sonrisa — Es uno bueno, te lo juro.

Una mirada a sus labios.

—¿Puedo confiar en una promesa tuya?

Remus tomó el rostro de Sirius entre sus manos.

—Créeme, Black.

Esa mirada tormentosa. Esos ojos azules reflejando tantas emociones. Sus ojos eran algo que
siempre lo habían atraído. Quería golpearlo la primera que lo vio. Porque lo hechizaban, porque no
quería apartar la mirada de esos ojos brillantes, torturados y llenos de esperanza por liberarse. Esos
ojos que siempre fueron tan sinceros y que todavía expresaban anhelo, deseo y algo demasiado
similar al afecto. Remus Lupin se había perdido a sí mismo en esa mirada una y otra vez en el
pasado, una y otra vez pensando en que era algo increíble de apreciar, una y otra vez pensando en
que podría escapar de todo si todavía tenía esa mirada para él.

Sus manos aferradas a su ropa, atrayéndolo.

Un beso dulce.

Un toque gentil.

Remus sentía que su corazón podría romperse si Sirius Black continuaba besándolo con tanta
delicadeza. Porque había amor. En ese gesto, en su mirada, en la forma en la que suspiró su nombre
haciendo estremecer al lobo.

—Sigue con vida. O no te lo perdonaré — susurró en sus labios — Es la única promesa que
necesito de ti.

Remus no podía prometerlo.

Le devolvió el beso.

Un beso hambriento.

Un beso lleno de necesidad.

Mordió su labio inferior.

Sirius jadeó.
Y su lengua se deslizó en su boca provocando un gemido atrapado entre sus labios.

Sirius respondió a esa urgencia.

Las manos de Sirius Black deslizándose por el cuerpo de Remus, buscando su piel, haciendo arder
cada parte en que sus dedos lo tocaban.

Remus sentía el deseo del lobo rompiendo su cordura.

Empujó a Sirius contra una pared y lo cubrió con su cuerpo, aprisionándolo contra él, el calor de su
cuerpo respondiendo al suyo con movimientos desesperados.

—Mierda, Lupin — gimió Sirius en su boca.

Remus gruñó tomando las caderas del chico para acercarlo a él —¿Por qué siempre nos ocurre
esto?

Sirius lo miró, una mirada oscura llena de deseo — Porque eres jodidamente sexy, Lupin.

Remus rio.

Sirius Black lo besó, sus dedos perdiéndose en su cabello y tirando de él a medida que el placer los
inundaba contra la fricción de la tela.

Esa noche era un misterio.

Esa noche continuaría grabada durante mucho tiempo en la memoria de Remus.

Esa noche volvió a perderse en Sirius Black.

Un suspiro en sus labios.

Sus dedos entrelazados con los de Sirius.

El gemido en su garganta.

Mientras disfrutaban de la presencia del otro, de cada tacto entre sus cuerpos, de la pequeña
sensación dichosa de estar tocándose, deleitándose y sonriendo como imbéciles, Remus Lupin se
dio cuenta que seguía amando a Sirius Black.

Lo seguía amando tanto que quizás ese sentimiento jamás lo abandonaría.

Aunque no volvieran a verse nunca más.

La última broma de los merodeadores necesitaba ser lo suficientemente digna de sus nombres para
quedar grabada en la memoria de Hogwarts. Comenzaron el día siendo ruidosos con grandes
explosiones mágicas de colores por todo el castillo.

Lily reía mientras James corría con ella para alejarse de Filch, Remus y Sirius los empujaron a uno
de los pasadizos antes de que el hombre horripilante pudiera encontrarlos.
—¿Cómo terminamos todos metidos en esto? — se quejó Remus.

Sirius cubrió la boca del chico con su mano — Silencio.

Escucharon los pasos de Filch perdiéndose por el pasillo.

—Pandora dice que Regulus y Peter ya están listos — dijo Lily al leer el pergamino que Remus y
Regulus usaban para comunicarse.

Sirius frunció el ceño — ¿Estabas oliendo mi cabello?

Remus sonrió despectivamente — Vaya, sí que piensas que todo el mundo está obsesionado
contigo.

Sirius bufó — Estoy seguro de que olías mi cabello.

—Sigue soñando, Black.

—Lo hacías. Cuando nosotros… bueno, ampliábamos nuestra relación entre casas.

Remus se rio.

Ambos habían despertado en la torre de astronomía apurados por llegar al punto de encuentro.
Regulus había puesto los ojos en blanco al percibir su aroma. Lily enarcó una ceja sin hacer
preguntas. Y los demás estaban demasiado involucrados en los planes de la broma como para
darse cuenta de que Sirius y Remus aún se sonreían con complicidad.

Salieron del pasadizo cuando la música comenzó a resonar.

Lily sonrió — Maravillosa Calíope Morgan.

—¡Prongs! ¡Funciona! — gritó Sirius eufórico.

En cada parte del castillo en este momento se escuchaba cada una de las canciones favoritas de los
merodeadores. Era un caos sinfónico. Pero no les importaba. Era lo suficientemente ruidoso como
para que cada persona los escuchara.

—Vamos — dijo James con sus ojos brillando.

Las explosiones en el cielo eran un clásico de los merodeadores. Pero sonrieron con satisfacción
cuando las explosiones pintaron el castillo de los colores de la bandera queer mientras sonaba una
canción de Bowie y todo Hogwarts comenzaba a flotar.

—Un castillo mágico flotante — suspiró Sirius extasiado — Nadie va a olvidarnos.

—¡MERODEADORES! — rugió la voz de Minnie por encima de la música.

Peter y James chocaron sus manos.

Marlene besó a Calíope.

Lily y Regulus se abrazaron.

Pandora recibió un besó en la mejilla de parte de Mary.


Remus miró a Sirius.

Se contemplaron durante un segundo.

—¿Este es el momento en que corremos? — preguntó Barty.

—No, no nos puede castigar si ya estamos graduados — respondió Sirius sonriendo.

Barty frunció el ceño — Pero nosotros no nos graduamos aún.

Regulus lo pensó — Eso es cierto.

Pandora tomó la capa de invisibilidad — Te la devuelvo luego, Potter.

Y los tres comenzaron a correr mientras los merodeadores reían contentos con su trabajo.

Horas después, Albus Dumbledore ya había hecho bajar el castillo a tierra.

McGonagall fingía no estar llorando al verlos graduarse.

Lily lloraba junto a Mary MacDonald al abrazar a sus amigas.

Calíope y Remus se sonrieron.

—¡Lo hemos logrado! — gritó la bruja antes de besarlo en la mejilla.

Remus la abrazó con fuerza — Gracias, Morgan.

La chica lo rodeó con sus brazos — Recuerda que debes arrasar con el mundo, amor.

Dorcas Meadowes se reía junto a Sirius Black.

James Potter y Peter Pettigrew fingían ser celebridades entremedio de la multitud de estudiantes.

Regulus lo abrazó con fuerza.

—Odio ser un año menor — se quejó en sus brazos.

—Yo también.

—Te extrañaré.

Su corazón dolió, pero sonrió — Aún nos queda el verano.

Sus ojos brillaron — Sí me estás mintiendo la vas a pagar muy caro, Lupin.

Remus se rio — Es verdad. Tendré que estar en la mansión Malfoy un tiempo antes de conseguir
un lugar propio con ayuda de Cissy. Tenemos tiempo, Reggie.

Esa sonrisa. Remus haría lo que fuera por seguir manteniendo esa sonrisa.
Encontró a Sirius Black antes de tener que ir a Hogsmeade.

—Este es el final — sonrió Sirius con tristeza — Aquí es donde se acaba todo.

Lo sabían. Por supuesto que lo sabían.

La tregua había terminado.

—Sí — respondió Remus entrelazando sus dedos con los de Sirius una última vez — Es el final.

Sus dedos tocando los suyos con tanta gentileza.

—No podemos continuar con esto. Solo nos estamos lastimando.

Era una verdad que ninguno de ellos podía cambiar.

Porque Sirius Black seguiría pensando que no era suficiente para que Remus lo eligiera.

Y Remus Lupin seguiría dispuesto a sacrificar esa relación una y otra vez por un plan desesperado.

—Quizás… quizás sí todo fuera diferente.

—Quizás — coincidió — Pero no lo es.

Dolía. Siempre dolería.

—No quiero seguir hiriéndote — susurró apoyando su frente en la de Sirius.

—Duele.

—Lo sé.

Esa maldita mirada sincera.

Veía el dolor en esa mirada, veía el rencor y la furia de Sirius Black golpeando con fuerza en su
interior. Veía una vez más la manera en la que su corazón se rompía.

Y dolía. Por supuesto que dolía.

—Te odio — susurró Sirius sosteniendo el rostro de Remus — Te desprecio, Lupin.

Sonrió con tristeza, tratando de recordarse a sí mismo de que esto no era tan horrible como parecía,
de que había estado en un infierno durante meses, durante años en realidad y aun así había
sobrevivido. Pero el amor que sentía hacía Sirius Black era un tormento que seguiría doliendo una
y otra vez. Porque recordaba cuando todo esto comenzó. Recordaba al chico enojado en un vagón
por ver a alguien tan hermoso, recordaba la manera que un beso de Sirius Black lo hizo enloquecer
un Halloween hace años atrás, recordaba ese sentimiento furioso y devastador que era enamorarse
de alguien como él. ¿Por qué tú entre todas las personas? Se preguntó una y otra vez. Porque lo
sabía, sabía que lo suyo estaba destinado una y otra vez a terminar. Un mortífago y un héroe. Un
mago y un hombre lobo. Un monstruo y un soñador. Ambos eran sobrevivientes de vidas de
mierda, pero sus vidas eran demasiado diferentes. Y lo que estaban dispuestos a hacer en la guerra
eran cosas demasiado distintas.

No hay otra opción, pensó con dolor.

— También te odio, Black.


Sirius lo besó.

Remus devolvió el beso.

Y luego se separaron sabiendo que era el fin de algo que no querían soltar, por mucho que doliera.
Todavía no querían dejar ir lo que significaba amarse.

Chapter End Notes

Spoiler: Me gusta el concepto de Sirius y Remus haciendo sus vidas por separado un
tiempo antes de volver a encontrarse ya preparados para aceptar todo lo que conlleva
amarse. Pero sin lugar a dudas van a terminar juntos y va a haber un final feliz.
Magos Tenebrosos Parte 1

Verano, 1978

Casi era divertido ser recibidos por el mismísimo señor oscuro después de un año escolar en
Hogwarts. Remus se preguntó si les pediría su reporte de calificaciones o los felicitaría por
terminar bien sus estudios. También pensó en Sirius Black, y se preguntó sí en este momento
estaría siendo reclutado por Albus Dumbledore para pertenecer a la orden y descubrir que la guerra
no era el juego de niños que creían.

Contempló a Lord Voldemort unos momentos. Sigue siendo un bastardo hermoso, pensó Remus
venenosamente, odiando sentirse atraído hacia él.

—El príncipe oscuro y su perro regresan a casa — se burló con una voz encantadora. Los iris del
mago brillaban de color carmesí, dándole un toque de peligro a esa aura masculina y elegante que
lo rodeaba y se potenciaba con su capa color esmeralda. El lobo se estremecía de emoción por la
cantidad de magia negra que desprendía Lord Voldemort, y que fuera hermoso era completamente
injusto.

Contó a doce personas, los más fieles seguidores de Lord Voldemort, ocultaban sus rostros bajo las
máscaras de los mortífagos y las túnicas negras, inundando el salón con la esencia de la magia
oscura. Eran personas poderosas, el lobo lo percibía en la magia embriagadora. Pero dudaba que
salieran de allí con sus recuerdos intactos.

Regulus levantó la barbilla en un ademán arrogante al avanzar lentamente entre las sombras del
salón de los Lestrange,

Remus lo siguió. Siempre lo seguiría.

Bellatrix estaba sonriendo con crueldad junto al señor oscuro, Lucius Malfoy a su izquierda
luciendo incómodo. Las miradas de los mortífagos seguían los pasos de Regulus Black,
preguntándose impacientes que diría para explicar por qué Albus Dumbledore seguía vivo.

La marca tenebrosa grabada en su piel ardía.

Y Remus se concentró en el sonido del corazón de Regulus acelerándose. El joven mago ocultaba
su miedo en una mirada fría y desdeñosa dirigida al resto de los magos tenebrosos. Pero la atención
de Lord Voldemort estaba fija en cada uno de sus gestos.

Había algo hipnótico en su mirada gélida, en esa furia fría mientras que su voz se mantenía
encantadora y sus labios se fruncían en una pequeña sonrisa al pensar en qué hacer con el joven
heredero de los Black, y su posesión más valiosa.

—Mi lord.

Regulus se inclinó.

El señor oscuro sonrió con desdén.

—Me llamas tu lord todavía. Pero he estado cuestionando si tu lealtad sigue perteneciéndome. ¿Por
qué no me has traído la cabeza de Albus Dumbledore después de todo un año de oportunidades?
—Subestima la desconfianza de Albus Dumbledore respecto a un Black, mi lord.

Algunos mortífagos trataban de disimular sus sonrisas burlonas. Ansiando ver la caía de los Black.
Porque el poder de Regulus los molestaba. Si Regulus Black seguía consiguiendo influencias y
poder podría rivalizar con cualquiera de las otras familias antiguas y destruirlas fácilmente si así lo
deseaba. Era peligroso, y por eso deseaban verlo caer mientras todavía era débil.

Remus gruñó. El lobo solo deseaba asesinar a cada persona del salón por atreverse a cuestionar la
lealtad de Regulus.

Pero era el maldito príncipe oscuro. Regulus sonrió.

Durante mucho tiempo se preguntaron por qué un mago como Lord Voldemort no había tomado
una esposa entre las familias sangrepuras más reconocidas. Podría haber sido una gran manera de
afianzar una alianza, además de asegurar la existencia de un heredero. Era un mago que hablaba
continuamente sobre la sangre pura extinguiéndose por culpa de los sangresucias. ¿Por qué no
tener un hijo propio?

—Quizás sea gay — les dijo Barty Crouch una noche en la habitación de Slytherin, su cabello
desordenado al recostarse sobre la cama de Regulus con una copa de vino de elfo entre sus manos
— Ya sabes, esas cosas están en todos lados, incluso entre los perros, ¿no, Lupin?

Regulus detuvo a Remus antes de lanzarle una maldición usando un hechizo protego para
separarlos. Pero no pudo evitar que Calíope lo hiciera escupir babosas un rato.

—Eres cruel, Morgan. Solo era una broma — se quejó el chico con una mueca de asco cuando la
maldición por fin se detuvo y hechizó su capa para limpiarse de los restos de seres babosos y
desaparecerlos.

—Aunque el señor oscuro sea gay podría haberse casado y tener hijos — pensó Regulus
caminando alrededor de su habitación y deteniéndose frente al ventanal, su luz verdosa filtrándose
e iluminando suavemente el hermoso rostro de Regulus antes de voltear para enfrentar la mirada de
sus amigos —Las familias sangrepuras están obsesionadas con sus herederos. Miren a los Black.

—Bueno, a los Black no les fue muy bien creando herederos — replicó Barty con una sonrisa
burlona, rellenando su copa y bebiendo un largo trago antes de apuntarlos con la botella de vino —
Tenemos al homosexual enamorado de un perro, y tenemos al señorito Regulus Arcturus quien
estoy seguro de que se ha besado con Lupin al menos una vez en la vida.

Calíope estuvo de acuerdo, su delicado vestido purpura ondeando tras de sí hasta llegar junto a
Barty para robar un poco de su vino — Definitivamente se han besado. Oye, Remus, ¿qué tienen
todos los Black contigo?

—Sin comentarios, Morgan — respondió encogiéndose de hombros.

—Pero es extraño — murmuró Reggie observando el anillo del legado Black sobre la chimenea de
su habitación.

—¿Qué todos los Black estén obsesionados con Lupin? — dijo Barty levantando su copa con una
sonrisa arrogante — Sí, lo he pensado desde primer año.

Regulus lo ignoró — El señor oscuro es atractivo y es alguien que sabe usar eso a su favor.
Entonces, ¿por qué no tener una esposa sangre pura e hijos? Es la decisión más inteligente para
asegurar las alianzas y un futuro heredero.
—A no ser que no pueda tener sexo — sugirió Barty.

—O no pueda tener herederos — pensó Calíope — Quizás no pueda tener hijos. ¿Qué piensas tú,
Remus?

Lord Voldemort era consciente de la manera lasciva en la que lo observaban. Todos sus mortífagos
se sentían atraídos hacia el poder, a su belleza y su crueldad. Pero recordó la frialdad impresionante
del mago. Él no lo deseaba. Regulus tenía razón, usaba su encanto y su belleza, pero no sentía
placer en eso más que por el hecho de poder manipular.

—Me pregunto si alguien es capaz de satisfacer al señor oscuro — se burló Remus.

—Alguien como él ¿es capaz de amar? — se preguntó Calíope mirando el fuego.

Barty sonrió — Bueno, los sangrepuras siempre han amado las cosas hermosas y exóticas. Por eso
ustedes están fascinados por Remus Lupin.

Calíope y Regulus se rieron — Puede ser cierto.

Esa noche estaba grabada en su memoria, porque lo seguiría inquietando la poca información que
tenían sobre Lord Voldemort. Su apellido era extraño y no resonaba entre las familias antiguas, su
pasado era un fantasma y todas sus preguntas respecto a él aguardaban demasiados secretos.

Mucho tiempo después de que Calíope y Barty se durmieron, Remus seguía mirando el fuego de la
chimenea junto a Regulus.

—Te quiere a ti. Quiere que tú seas su heredero por todas tus conexiones y poder.

—Sí — coincidió Reggie recostándose en el hombro de su amigo — Con eso se asegura de tener
familias poderosas de su parte, porque saben que los Black, los Lestrange y los Malfoy lo
apoyaran. Y aquellos que sientan ambición van a querer ganarse su favor para que alguno de sus
herederos sea el próximo elegido.

—Es una medida temporal. ¿Por qué crees que todavía no crea un heredero de su propia sangre?

Los sangrepuras estaban obsesionados con eso. Era extraño que Lord Voldemort no lo hiciera.
Había algo ahí. Y tenían que averiguar qué era.

Regulus tenía una mirada inquieta, como cuando no estaba seguro de cuál sería su mejor
movimiento en el ajedrez mágico — Pienso en opciones. Quizás está completamente seguro de que
vivirá una larga vida y tendrá éxito, así que no se está apresurando. Quizás ya tiene a un heredero,
pero si ese es el caso…

—Nadie sigue a un bastardo — concluyó Remus con una voz vacía.

Reggie asintió — Y la otra opción es que no puede tener hijos.

—Nunca es la opción fácil — suspiró.

—No. Pero de momento me necesita. Y eso es lo importante. Es alguien peligroso — sus ojos
reflejaron las llamas del fuego — Los instintos del zorro lo siente. Es casi como cuando estuvimos
con la manada de hombres lobos. Es un sentimiento de estar rodeado de animales salvajes y estar
yendo a una muerte estúpida.

Remus sonrió con pesar — Bueno, siempre supimos que íbamos a morir de forma estúpida.
Regulus sonrió con frialdad — No lo haremos. Vamos a averiguar qué sucede con el maldito señor
oscuro. Te lo prometo, Lupin. Pienso vengarme por todo los que nos han hecho. Dumbledore, el
señor tenebroso, el mundo… Voy a vengarme de cada uno de ellos.

Volvía a ver a ese mago, que le prometió una venganza, mirando sin temblar al mago más
peligroso de sus tiempos.

Era su jodido príncipe oscuro y Remus lo adoraba por eso.

Lo hicieron sangrar.

Lo hicieron gritar.

Lo hicieron llorar.

Le quitaron uno a uno las personas más valiosas en su vida para convertirlo en alguien condenado.
Pero Regulus Black era más fuerte, tenía ese instinto salvaje tirando de él con fuerza, tenía a la
oscuridad guiándolo a un camino que podría cambiar todo en el mundo mágico si lo permitían.

—¿El anciano todavía no cree en ti? — preguntó Voldemort y su voz sonó como el canto de una
serpiente, paralizando a cada persona en la sala.

—Soy un Black — respondió Regulus con calma — Quiere creer en mí, en Sirius, pero hay muchas
personas resguardándolo. Nadie puede atacarlo fácilmente. Por eso necesito tiempo, mi lord. Para
cumplir con mi anhelado deseo de entregarlo a usted.

—¿Qué has conseguido en todo este tiempo que te he dado?

El príncipe oscuro sonrió con crueldad — La Orden del Phoenix, mi lord. Fue una promesa de
Albus Dumbledore y ahora estoy listo para unirme.

Un gran silencio se extendió por la sala.

—Él no confía en mí lo suficiente. Pero muchos miembros de la orden sí lo hacen. Me uniré a la


orden para demostrarle cuán útil y valioso puedo ser para usted, mi señor.

Dumbledore estuvo de acuerdo. Sabía que necesitaba darle algo a Voldemort para mantenerlo
entretenido. Remus odiaba ver a Regulus siendo movido por ellos como una maldita pieza de
ajedrez. Pero sabía que era necesario. Estaba en una situación desventajosa. Regulus Black
necesitaba tiempo para ser más poderoso, para tener más influencias y descubrir las debilidades de
sus enemigos.

Los Black era manipuladores por naturaleza y apoyaron rápidamente sus palabras.

—Regulus Black será reconocido en todo el mundo mágico. ¿No sería mejor acabar con
Dumbledore cuando tenga a todo el mundo mirándolo?

—Es listo, es apuesto y es poderoso obtendrá la atención de toda la sociedad mágica después de
graduarse.

—Cuando entre en el ministerio y el mundo lo observe asesinará a Albus Dumbledore y será el fin
de la guerra. Usted habrá ganado y el mundo reconocerá que la lealtad del príncipe oscuro le
pertenece a usted.
Lord Voldemort lo pensó.

Era poderoso, sabía que podría buscar la manera de asesinar a Regulus Black si creía que lo
traicionaría. El problema es que tendría que hacerlo de forma discreta, porque los Black, los
Malfoy y los Lestrange eran aliados que no podía permitirse perder en estos tiempos. Actualmente,
Cissy estaba abasteciendo una nueva gran fortuna en el mercado mágico por los artículos muggles
y las ventas de protecciones contra hombres lobos y magia oscura. Y en una guerra, el dinero
podía hacer una gran diferencia entre la derrota y el éxito. No, no podía despreciar a Regulus Black
y la promesa que estaban ofreciéndole.

Además, Lord Voldemort era un Slytherin. Sentía debilidad por la estrategia y el espectáculo.
Remus lo notó en la sonrisa que les dedicó, sabía que los Black dirían lo que fuera por convencerlo
de seguir necesitando a Regulus. Y una parte de él quería ver hasta que punto podían llegar.
Reconocía esa mirada, porque Remus había sentido eso por Regulus la primera vez que lo vio
enfrentarse a los magos. Sintió el deseo de ver en qué se convertiría ese joven niño criado para
arrasar con el mundo mágico.

—Te daré la oportunidad de enorgullecer a tu casa y complacerme, Regulus Black — respondió —


En la orden espero grandes cosas de ti, como mi más leal y confiable espía.

Bellatrix sonrió con burla. Espía. La implicación de esa palabra divirtió a más de uno de sus
mortífagos. Significaba que el gran heredero de los Black era una simple herramienta en el mundo
del señor oscuro.

Bastardo, pensó Remus divertido, astuto y maldito bastardo.

Pero necesitaban tiempo.

Descubrirían sus debilidades.

—Remus John Lupin — llamó.

Levantó la mirada.

—Serás asignado a Carrow. Se encargará de guiar e instruir tu camino hasta que estés listo para
unirte a las filas de mis mortífagos más leales.

El brillo en su mirada le recordaba sus palabras en navidad. Remus había deseado eso a cambio de
entregar a Fenrir Greyback como un traidor. Recibir a Remus Lupin como un miembro más entre
sus mortífagos implicaría una gran ofensa para Greyback. Pero también sería usado como una
amenaza silenciosa contra Regulus Black.

Remus lo miró durante un segundo.

Cuán orgulloso estaba Lord Voldemort por eso.

A sus ojos, Remus podía ser utilizado como un arma para dañar a Regulus Black sin que nadie de
su familia pudiera intervenir al respecto. Era una decisión sensata, pensó Remus, porque nadie
confía completamente en los espías.

Remus se inclinó ante él — Como desee, mi lord.

—Haz de él un excelente mortífago, Carrow — le ordenó con una sonrisa encantadora — Que las
personas le teman y lo respeten.
—Se suponía que tendríamos tiempo — suspiró Regulus cuando salieron de la mansión.

La brisa fría de la noche hizo ondear su cabello y enrojecer sus mejillas.

Remus intentó sonreír — Aun podemos vernos entre misiones. ¿Crees que nos den un itinerario o
un horario? Podríamos hacerlo coincidir para disfrutar algo del verano.

Reggie bufó.

Ambos miraron las estrellas en silencio.

—Es injusto.

Sí, coincidió. Siempre era injusto. Aun sentía a Sirius Black en su piel, aun escuchaba la canción
de Bowie que proyectaron en todo Hogwarts durante su graduación, aun recordaba cómo se había
sentido abrazar a Lily Evans una última vez antes de perderse en la estación. Los últimos meses en
Hogwarts eran un respiro desesperado después de estar en un infierno de sombras, muertes y
mentiras. Y también eran un recordatorio de por qué estaban dispuestos a morir por un plan
estúpido, de unos niños desesperados en una horrible y sangrienta navidad de años atrás.

Las estrellas brillaban tanto en la oscuridad fría.

—Huyamos.

—¿A dónde iríamos? — preguntó Regulus con vacilación.

Ambos sabían que no podrían huir. Estaban demasiado involucrados en los planes. Regulus Black
era el jodido heredero que necesitaban y a dónde fuera, lo encontrarían. Remus tenía un maldito
hombre lobo furioso con él detrás, quien solo se mantenía a distancia por la falsa protección de
Lord Voldemort.

Cuando era un niño pensó que estaría muerto antes de llegar a este día. No tenía grandes
expectativas, con un padre que amenazaba con matarlo y con las restricciones de los hombres
lobos en la sociedad mágica. Durante los meses que estuvo con Greyback se sintió en una
pesadilla, en la que pensaba continuamente en que sería mejor estar muerto. Tardó mucho tiempo
en volver a sentirse como una persona. E incluso ahora dudaba sobre quién sería cuando la guerra
terminara.

Las cosas eran más fáciles cuando eran niños, cuando todo su mundo se limitaba a Hogwarts y
pasar unos meses en un orfanato cualquiera, en pelear con los merodeadores y Snivellus, estudiar
con Lily hasta acabar con los dedos manchados de tinta, en bailar una canción muggle con Regulus
en el laboratorio de Pandora mientras la chica se reía de ellos y cantaba suavemente, en conspirar
junto a Calíope porque sabía que ella siempre lo ayudaría, en ver una mirada orgullosa en el rostro
de Flitwick por hacer un hechizo nuevo rápidamente. Había vivido muchas cosas en Hogwarts
durante los últimos años. Y era ahora cuando sentía que todo eso llegó a su fin.

Estaba regresando a las sombras, a los gritos aterrados, a la ferocidad de la bestia, a la


incertidumbre de su cordura perdiéndose.

Lily había susurrado unas palabras antes de dejarlo ir cuando llegaron a Londres.
—Recuerda regresar a mí, Moony — sus manos aferradas a la camiseta de Remus, como si temiera
perderlo si lo soltaba — Recuerda que lo prometiste. Sin importar lo que tengas que hacer por
mantenernos con vida, debes regresar.

La estrella más brillante del firmamento estaba ahí en el cielo, casi burlándose de la ausencia de la
luna.

Remus pensaba en que no merecía a Lily Evans, porque en medio de la furia de la bestia también
encontraba su propio deseo de ver el mundo destruido en el caos. Sentía rabia por el mundo. Por el
trato que se le daba por ser un hombre lobo, por la manera en la que la sangre importaba tanto a
pesar de ser estúpida, por la forma en la que tenía que sacrificar todo de sí porque no le dieron otra
opción. Una parte de él disfrutaba cada maldita cosa que podría lograr con los mortífagos. Eso era
a lo que temía y lo que le hacía pensar que no tenía derecho a volver con Evans una vez que la
guerra terminara.

Regulus lo miró con curiosidad.

Había extrañado a Regulus con toda su alma. Volverían a ser separados con la guerra. Regulus
peleando para la orden junto a Sirius Black. Remus siendo un monstruo.

Pero Remus comprendió algo en medio de las noches llenas de pesadillas, en medio de sus lágrimas
desesperadas y en medio del dolor que sintió al regresar a Hogwarts por última vez.

Regulus seguiría a su lado sin importar en qué se convirtiera Remus.

Regulus Black jamás lo juzgaría, jamás lo abandonaría, y jamás dejaría de confiar en él.

Eso era suficiente para que Remus pudiera soportar el peso de sus decisiones.

Y estaba eligiendo no seguir hundiéndose en la culpa y la autocompasión.

—Vayamos al fin del mundo, Gigi — Remus sonrió con un brillo travieso en sus ojos — O al bar
más homosexual de todo Londres para embriagarnos mucho.

Regulus negó con la cabeza, pero vio que estaba reprimiendo una sonrisa divertida.

—Quiero mensajes tuyos todos los días — le gritó Regulus borracho, la música resonando en el
tercer lugar al que iban por todo Londres — No te volveré a perder de vista, Moony. Es enserio.

—Serio — repitió Remus con una mueca antes de vaciar su vaso de un solo trago.

—¿Ahora es una palabra prohibida?

Sí, para siempre, pensó con un latido doloroso. Pero se concentró en el ruido del lugar, en las
mejillas sonrojadas de Regulus por el calor y el alcohol, en las miradas intrigantes que les
dedicaban a ambos. Solo el instinto de estar ante un monstruo hacía dudar a las personas de
acercarse a ellos.

Remus sonrió complacido. No quería compartir esta noche con nadie más.

—De todos modos, creo que Pandora me puso un hechizo rastreador.


—Por supuesto que lo hizo — concordó Regulus entrecerrando sus ojos hacia Remus — Casi nos
volvemos locos extrañándote. Te buscamos por todas partes.

Eso le llamó la atención.

Después de que volvió a Hogwarts casi no habían hablado sobre eso. Sobre cómo fue para Regulus
la ausencia de Remus. Reggie era una persona a la que no había que insistir, y había estado tan
concentrado en cuidar de Remus que realmente nunca tuvieron tiempo para hablar sobre eso.

—Fui a buscarte — los ojos de Regulus brillaron — Me transformé en zorro y te busqué por
muchos bosques y calles. Pandora buscaba hechizos de localización, pero… pero el bosque de los
lobos tenía una barrera mágica. No podíamos encontrarlo hasta que era luna llena.

—Y no podías acercarte en luna llena — murmuró Remus — No lo intentaste, ¿verdad?

—Claro que lo intenté — se quejó Reggie — No regresabas, no sabíamos cómo estabas ni donde, y
necesitaba hacer algo para no enloquecer. Pero… Pero Pandora y Calíope me detuvieron. Decían
que era demasiado arriesgado incluso si era animago.

Por Merlín, cuánto las amaba por ser tan sensatas contra alguien autodestructivo como él.

—Eres un tonto. Un estúpido suicida.

Pero Regulus no lo estaba escuchando. Miraba su vaso vacío — Calíope y Barty buscaban rumores
entre Knockturn y conocidos del bajo mundo. Fueron seis meses, Moony.

—Lo sé — susurró.

Reggie se apoyó en él — No vuelvas a hacer eso. O jamás te perdonaré.

—Lo prometo, Gigi. No te dejaré esta vez.

¿Por qué no podrían tener una noche, una sola noche más, en que la guerra fuera algo sin
importancia? ¿Poder ser solo dos chicos, dos amigos, dos hermanos, divirtiéndose en la ciudad y
olvidando un poco el dolor que sentían?
Magos Tenebrosos Parte 2

Verano, 1978

Aprendió muchas maldiciones.

Provocó mucho sufrimiento.

Remus descubrió que era un ser oscuro lleno de ira y rencor y odio.

Y en cierta medida estaba fascinado por lo que podía hacer, por cuánto poder era capaz de poseer y
controlar.

—La oscuridad guía a tu magia — le enseñó uno de los mortífagos, percibió un ligero acento
búlgaro marcado, los ojos azules del mago lo seguían y su voz resonaba en sus pensamientos
siendo profunda, clara y casi melódica — Déjala fluir y enseñarte cuán poderoso puedes ser.

Descubrió el placer de dominar a alguien con imperio.

Saber que no podría resistirse a ninguno de sus deseos.

—Ahora eres mío — dijo Remus con una sonrisa fría.

El mago del ministerio asintió, incapaz de hacer otra cosa que no fuera cumplir la voluntad de
Remus Lupin.

—Dime, ¿quién guarda las copias de los registros mágicos? — preguntó con voz autoritaria y algo
ronca, conociendo que tenía una mejor respuesta a imperio si usaba su encanto.

Había pocas personas que podían resistirse al hechizo. Pero Remus sabía que Henry Laurence era
increíblemente susceptible a la maldición.

Le dijo todo lo que deseaba escuchar. Y luego lo escribió en el pergamino que usaba con Regulus
aún. Durante su ausencia, Pandora le había hecho unas modificaciones para sentir cuando el otro
escribía en el papel. Un hechizo vinculador bastante extraño, pero era útil. Como sus palabras se
borraban luego de unos minutos, era fácil borrar la evidencia.

Regulus necesitaba ganar la confianza de la orden con rapidez. Lily lo ayudaría sin dudar. Pero
ambos creyeron que sería mejor si tenían algo que ofrecer a cambio. Eran Slytherin después de
todo, estaba arraigado en ellos el hacer tratos e intercambios.

Descubrió cuánto tiempo tardaría una persona en quebrarse y enloquecer por el dolor de cruciatus.

La mirada perdida. Su cuerpo sin responder. La risa de algún mortífago.

Cuando se encontraba completamente destrozado pensaba en Sirius Black y en cuál frágil fueron
cada uno de los momentos en que era feliz a su lado. Recuerdos de suspiros, de besos robados, de
sonrisas engreídas que tan fácilmente eran destruidas por el peso de sus acciones.

Ya no hay más besos en la lluvia, se repitió alejando los recuerdos de su mente.


—¡Crucius!

Era una de las maldiciones que más odiaba.

Cuán fácil era deleitarse en el dolor de otros para olvidar el suyo propio.

Lily Evans le dijo una vez que él era cruel pero no alguien injusto, que sería incapaz de disfrutar lo
que tuviera que hacer para ganar en esta guerra. Pero el lobo lo disfrutaba. Anhelaba el dolor de
otros, le gustaba jugar con las personas y sentir el miedo paralizante de sus víctimas.

—¿Por… qué? — murmuró un carroñero de Greyback.

No era un hombre lobo, pero viajaba junto a la manada. Tenía el olor de Greyback encima. Y
Remus quería provocarlo. Quería enviarle el mensaje. Quería romper uno de sus juguetes y
enfurecerlo para obligarlo a enfrentarse a él.

—Porque es divertido — respondió con crueldad antes de destruir su mente para siempre.

Descubrió lo efímera que era la vida ante una maldición asesina.

—¡Avada kedavra!

Era rápida, no podían defenderse de ella. Y vio la sonrisa satisfecha de Lord Voldemort cada vez
que alguien caía al suelo sin vida y la marca tenebrosa brillaba en el cielo.

—Es mi maldición favorita, Lupin — le dijo encantado, sus ojos verdes pasando al rojo por un
momento antes de volver al color esmeralda.

Era extraño estar junto a él en una de sus misiones. Muy pocos mortífagos lo acompañaban fuera
de las reuniones, generalmente Bellatrix Lestrange y Lucius Malfoy estaban entre ellos. Pero
pronto entendió que Lord Voldemort era alguien increíblemente desconfiado. Era casi como si
esperase ser traicionado por cualquier persona y por eso se movía de manera distinta entre sus más
fieles mortífagos.

Permitir a Remus estar con él era un mensaje para Regulus. Sobre poder hacer lo que quisiera con
él, como también darle la oportunidad de ser alguien importante entre sus filas.

Tocó casualmente el hombro de Remus y sintió que se estremecía por su toque. Había frialdad en
su tacto, o más bien, era la ausencia de la calidez de una persona.

—Es una maldición útil — trató de concordar Remus y odio el tono ronco de su voz, atraído
físicamente a la belleza del señor oscuro y la influencia de su magia. —No me gusta cuando hay
demasiada sangre excesiva, es poco elegante.

Recibió una sonrisa complacida y coqueta —Tienes sentido del humor.

—A veces. No suele ocurrir con frecuencia, mi lord.

—¿Otro talento que me estés ocultando? — preguntó bajando la mirada.

Remus se estremeció por la magia tirando de él.

—Hay cosas en las que soy bueno cuando se trata de satisfacer a mis amos, mi lord.
Sabía que era imprudente tentar a su suerte de esta manera. Pero debía intentar cualquier cosa para
acercarse a Lord Voldemort o descubrir algo más sobre él. El poder de la persuasión que
funcionaba mejor cuando alguien se sentía atraído hacia él.

Además, Remus siempre tuvo un fuerte instinto suicida.

El mago se rió — Ya veo.

Descubrió que disfrutaba de las misiones de espionaje y seguimiento.

El lobo tenía buenos sentidos para eso.

Y le gustaba mezclarse con la gente.

Ver la mirada sorprendida de uno de los mortífagos al ver que fue descubierto.

Remus sonrió con crueldad — El señor oscuro te envía saludos.

Lo escuchó gritar hasta que cayó en la locura.

Fue un verano instructivo.

Eclipse lo esperaba en el claro donde practicaban magia cuando estaban en la misma manada de
Artemis. Había pasado mucho tiempo desde ese entones. Y hace mucho que su manada se había
largado de ese lugar después de la muerte de su alfa. Pero Eclipse estaba todavía ahí, aguardando
como si supiera que era el único lugar donde Remus volvería para la luna llena.

—He vuelto a casa, alfa — se burló.

El lobo sonrió complacido, sus ojos marrones eran cálidos, su cabello castaño caía con gracia y
frescura, la mirada de Remus se detuvo un tiempo en los hombros anchos del lobo, en el aura
dominante que lo rodeaba ahora que era un alfa y en las nuevas cicatrices que enmarcaban su
rostro, sus manos, sus brazos — Bienvenido. ¿Los magos te dejaron volver?

—Tal vez — sonrió Remus acercándose.

Se abrazaron durante un largo tiempo, sintiendo el aroma del otro, el latido de su corazón, el calor
de su cuerpo. Remus se sentía unido a Eclipse de una forma que no podía explicar. No eran amigos,
no eran amantes, pero eran aliados, y esa palabra no se sentía suficiente. Eclipse lo había salvado
cuando Remus estaba en su peor momento. Le había dado la oportunidad de volver con su
verdadera manada, y eso era algo demasiado importante para ignorarlo.

—Te ves mejor así, Lupin — comentó Eclipse alejándose para contemplarlo —Con un buen traje,
esa sonrisa encantadora y toda tu esencia de magia alrededor.

—También te ves mejor de alfa — respondió Remus, sintiendo que algo había cambiado en la
esencia de Eclipse, como si su poder fuera mayor ahora que tenía a la manada bajo su control,
sonrió por eso — Me gustan las personas poderosas.
Eclipse se rio.

—Pensé que Greyback te mataría por dejarme escapar.

—Lo pudo haber intentado — se burló el lobo — Pero inesperadamente el señor oscuro me hizo
una gran propuesta. Ahora tengo más que la manada de Artemis. Estoy convirtiéndome en alguien
a quien temer, Lupin. Deberías intentar seducirme para mantenerme de tu parte.

Remus sonrió — Algo me dice que sigues pensando en mí. Además… tenemos una promesa de
sangre.

—Aquí es donde ella descansa — le confesó Eclipse — Pensé que era lo correcto porque ella
amaba este lugar.

Remus coincidió.

La conoció durante poco tiempo. Pero era la primera alfa que había conocido. Y a la primera a la
que había admirado. Remus casi ya no recordaba a su propia madre, guardaba fragmentos de lo
hermosa que era, de su voz cantando en una vieja casa, y de cuán desesperada se escuchaba
rogándole que huyera el día que fue asesinada. Pensó en la última mirada que Artemis le dedicó
cuando Greyback se lo llevó. Y cuánto dolor había en su voz cuando susurró su nombre. De alguna
manera, a Remus le recordaba a su madre.

—Debes recordar que eres manada. Incluso si las cosas son horribles, incluso si él te lleva…
Sigues perteneciéndonos, Remus Lupin. Que nuestra promesa de ser leales a ti se convierta en un
consuelo — susurraba su fantasma en este lugar.

—El señor oscuro me ha pedido unirme a las cacerías de luna llena, ¿qué piensas, alfa? ¿Me
puedes recibir?

—Oh, Greyback va a estar furioso — respondió Eclipse encantado.

Fenrir Greyback se estaba inquietando desde que el señor oscuro le quitó su tan anhelada
recompensa. Cuando dejó ir a Lupin el lobo tuvo muchas preguntas. Eclipse le dijo que hubo una
gran pelea entre la manda de Greyback por la furia que lo azotó cuando Remus desapareció. Pero la
respuesta de Lord Voldemort fue reírse en la cara de Greyback.

—Es un perro, Greyback — había dicho el señor oscuro — Te lo di para averiguar si podías
hacerlo tuyo, pero ha regresado con su dueño. No es una gran perdida, ¿no?

Todos en la manada lo vieron. La forma en la que Lord Voldemort lo había humillado.

Greyback había dicho una y otra vez que Remus Lupin le pertenecía. Pero Lord Voldemort
estableció que nunca fue su dueño, incluso cuando se lo había dado como recompensa.

El señor oscuro no olvidó las palabras de Remus sobre la traición de Fenrir Greyback. Imaginaba
que lo castigaría rápidamente para dar un castigo ejemplar. Pero no confiaba en la manada de
Greyback, que controlaba a las demás criaturas oscuras. Se preguntaba si habría otro traidor entre
sus filas, y por eso optó por mantener a su enemigo cerca, mientras lentamente le quitaba el poder
que poseía.

A Remus le divertía el recuerdo de la mirada furiosa de Fenrir Greyback al ver a Remus Lupin ser
tratado como uno más de los mortífagos de Lord Voldemort. Greyback recibía el trato de un
carroñero, de un ser inferior. ¿Remus? Remus recibía el trato de un mago en todo su derecho. Y
eso enloquecía al monstruo.
—El niño de Dumbledore — escupió Greyback con desprecio al cruzarse en la mansión Lestrange
— ¿O debería decirte la perra de los Black?

Remus sonrió con crueldad — ¿Te enfurece? ¿Puedes sentir el aroma de los Black encima de mí?
¿Puedes imaginarme con ellos? ¿Puedes pensar en mí siguiendo cada una de sus órdenes para
satisfacerlos?

Sus ojos brillaron con rabia — Serás mío, Lupin. Es solo cosa de tiempo.

Sería cosa de tiempo antes de que se quebrara.

Y para entonces, Eclipse estaría listo para sustituir su puesto.

La luna llena deslumbraba sobre ellos.

—¿Crees que puedo enfurecerlo aún más? — preguntó Remus con un brillo travieso en sus ojos.

Eclipse sonrió — Creo que tienes un talento natural para eso. Pero está bien. Es mejor tenerlo muy
enfadado. Es más fácil que cometa un error.

Remus lo atrapó entre los árboles. Aún faltaba una hora para el cambio. Tenía tiempo.

Besó a Eclipse como si estuviera aferrándose a él.

El lobo gruñó al sentir a Remus moviendo sus caderas contra las suyas.

Su respiración acelerándose por el sentimiento salvaje de una bestia.

La luna llena aumentando las sensaciones de dominar y satisfacer sus impulsos.

—¿Qué es todo esto, Lupin? — preguntó con un jadeo.

—Te debía un favor — respondió Remus al pasar sus labios por lo largo de su cuello y sonreír al
notar las manos de Eclipse perdiéndose por su cuerpo.

—¿Qué pasó con tu chico, Lupin? — preguntó Eclipse con curiosidad cuando terminaron— El
mago que era como una canción y un espejo de emociones.

—Las relaciones de colegio nunca duran después de la graduación — bromeó Remus.

—Cuanto lo lamento — respondió el lobo con una sonrisa complacida que decía que no lo
lamentaba en absoluto — ¿Estás listo para ir con la manada?

Remus tomó la mano que le ofrecía Eclipse — Sí, estoy listo.

—Apestas a perro — se quejó Calíope cuando regreso al departamento que compartían.

—Gracias, es mi esencia natural de luna llena — respondió Remus caminando hacia el baño.

—Le pedí a Ezra que tuviera la bañera lista — dijo Calíope siguiéndolo, sus brazos cruzados sobre
su pecho, la capa de su bata ondeando detrás de ella — Tomate tu tiempo y no salgas hasta que
dejes de apestar.
—Morgan.

—¿Qué?

—Deja de espiar mientras me desnudo. Necesitamos límites.

Calíope sonrió con burla apoyándose en el borde de la puerta del baño — Vamos, Lupin, no hay
nada de que avergonzarse después de todo estamos en una pseudorelación estable y
comprometedora.

Remus suspiró — Lo que hago por vivir en un lugar bonito.

Remus se mudó con Calíope a finales de junio. Había intentado pasar el verano junto a Reggie en
casa de los Malfoy, pero para finales de junio necesitaba alejarse de Lucius Malfoy. Algo le decía
que quizás Malfoy y Cissy estaban intentando crear a su heredero Malfoy, porque Lucius estaba de
un humor despreciable, mucho más de lo normal. Y Regulus Black estaba tan ocupado con la
orden que cuando Calíope mencionó su departamento en Londres sonaba maravilloso.

La decisión fue natural entre ellos. Calíope era su guía en la senda de la oscuridad y Remus uno de
sus chicos favoritos. Se adoraban, se apoyaban y ciertamente funcionaban juntos. Remus
necesitaba de la fortaleza de Calíope Morgan, porque ella no le permitiría hundirse en la
autocompasión. Y Calíope siempre estuvo dispuesta a ayudarlo.

Aún más cuando podía usarlo a su beneficio.

—Somos una estúpida pareja enamorada que se va a vivir junta, Remus.

Remus había fruncido el ceño cuando se lo dijo.

—No me estoy quejando porque suena increíble. ¿Pero en qué momento ocurrió?

La chica le sonrió — En el momento en que mi familia me quiere comprometer con un mago


sangrepura, que ciertamente suena bien para conseguir más poder, pero sería un estorbo en mis
planes.

Calíope Morgan no tenía deseo alguno de enojar a su familia porque adoraba el poder que le
otorgaban, pero tampoco estaba dispuesta a aceptar un matrimonio arreglado. Amaba a Marlene
McKinnons con todo su corazón. Estar con ella, creer que eso era suficiente y ser feliz había
funcionado en Hogwarts.

Pero el mundo lejos del castillo mágico era cruel.

Calíope era una bruja, era mujer, era una sangre pura. Se esperaba de ella que cumpliera con su rol
de esposa, con el trabajo de hacer perdurar la pureza de sangre. Y ella odiaba esa idea. Pero no
podía decirle al mundo cuánto amaba a su novia mestiza que luchaba en la orden del Phoenix.

Era una persona queer en un mundo que la despreciaba, en un mundo donde había estado toda su
vida tratando de sobrevivir en la lucha del poder y de las influencias, de las conexiones políticas y
del renombre de su fortuna, su familia y su talento.

No estaba dispuesta a perderlo.

—¿Salir con un hombre lobo, mestizo y huérfano es mejor? — preguntó Remus dudando.

—Bueno, Regulus Black hubiera sido una gran opción porque mi padre está encantado con él
desde hace tiempo, pero…

—Pero el joven amo Black está comprometido. Aun así, ¿una criatura oscura? ¿De verdad soy una
buena elección?

Calíope sonrió — Sí, para mis padres al menos. Ellos esperan que me casé con un hombre, no con
una mujer. Lo que podría hacer porque disfruto de ellos, tener a los hombres bajo mi poder. Pero
amo a esa chica, Lupin. Amo a Marls más que a nadie en este mundo.

Las cosas no estaban del todo bien entre ellas desde que Marlene se unió a la orden y Calíope
comenzó a trabajar en el ministerio. Sus vidas eran distintas, sus objetivos y caminos se estaban
distanciando cada vez más rápido. Calíope estaba ansiosa y empeoró al saber que Dorcas
Meadowes también estaba en la orden del Phoenix.

Ella no diría nada, no haría nada, sonreía misteriosamente a Marls las pocas veces que podían
compartir un momento juntas. Remus se preguntó cómo es que tenía tanto autocontrol en sí misma
mientras que su corazón comenzaba a romperse. Porque siempre pensó que Calíope Morgan sería
como un huracán destrozándolo todo.

Pero no lo hacía. Porque estaba dispuesta a dejarla ir cuando Marlene se lo dijera.

Remus Lupin pensó en una mirada desafiante que lo empujaba y lo molestaba una y otra vez hasta
que se arruinaron uno al otro porque eran demasiado imprudentes, porque había demasiadas
razones por la cual haberse enamorado era una locura, pensó en cuán feliz se sintió junto a él aun
cuando todo entre ellos estaba destrozado.

Y la entendió completamente.

—Seré tu escudo homosexual, Morgan — prometió Remus dándole un beso en la frente.

Regulus se quejó mucho cuando comenzó la segunda pseudorelación de Remus Lupin.

—¿Por qué? Pensé que teníamos algo especial — se quejó Regulus al verlo desempacar en su
nueva habitación.

—Porque no pienso soportar a Malfoy sin ti.

—Mierda, olvidé que ya te habías graduado.

Calíope sonrió — Tranquilo, Reggie. Lo voy a cuidar bien.

—Ajá, así empieza todo. Se van a vivir juntos, después descubren que están enamorados, se casan
y tienen hijos hermosos y prefectos olvidándose de mí. Es completamente injusto.

Calíope se rio — Reg, tengo una novia.

—Eso no detuvo a Lupin de seducir a mi hermano.

Remus sonrió culpable.

Y se preguntó dónde estaría Sirius Black.


¿Con alguien más? ¿Iría realmente a la universidad o también sería absorbido por la maldita y
estúpida guerra? ¿Sería feliz en el mundo muggle siendo un sangrepura criado como un heredero?

Sabía que Regulus se quedaba con él algunas noches después de cumplir con misiones de la orden.
Pero jamás preguntaba por él. Por mucho que a veces se sintiera morir por la curiosidad. Sirius
Black era un fuego maldito que podría consumirlo rápidamente si se acercaba a él.

Y ya tenía bastante con lo que lidiar.

El departamento era menos lujoso de lo que Calíope esperaba. Remus le dijo que estaba bien y se
armó de paciencia para soportar sus quejas del lugar porque no tenía un suelo de mármol,
recordándose a sí mismo que Regulus Black haría las mismas estúpidas preguntas al ser unos
bastardos adinerados. El departamento era hermoso, quedaba cerca del ministerio, tenía una buena
vista de la ciudad y Remus se encontró un largo tiempo sentado en la orilla del ventanal mirando
las estrellas brillar en el cielo.

La estrella más brillante del firmamento relucía con fuerza.

Tenían sus propias habitaciones, una para invitados, una biblioteca que usaban de oficina, una
habitación secreta que hechizaron ampliando el departamento para guardar artículos mágicos. Y la
cocina conectaba con la sala de estar. Era pequeño para Calíope Morgan, pero Remus Lupin pensó
que era bastante lujoso, considerando que la chica lo amueblo cómodamente y además se trajo
consigo a uno de los elfos domésticos de su familia. Lo que les venía bien a ambos porque ninguno
tenía idea sobre cocinar, limpiar apropiadamente, o hacer las compras del hogar. Ni estaban
dispuestos a averiguarlo.

—¿Qué tal te fue con los lobos? — le preguntó Regulus sentado en la cama cuando lo vio salir del
baño ya vestido.

Se sorprendió de que Regulus estuviera en la habitación que compartían. Desde que se unió a la
orden cada vez pasaba menos tiempo en casa por ridículas reuniones, entrenamiento y misiones.
Entre eso y el propio trabajo de Remus como mortífago casi no coincidían porque no les dieron
itinerarios ni horarios.

—Eclipse aun siente debilidad por mí.

—Eres encantador — sonrió Reggie.

—Lo soy. Así que, aun tenemos su promesa. ¿Qué tal con la orden?

—Sirius y James hicieron camisetas.

Remus frunció el ceño —Se supone que la orden es secreta.

—Ajá — coincidió Reggie sonriendo — Pero hicieron camisetas.

—¿Por qué…? — Remus suspiró negando con la cabeza— No, no importa.

De cierta forma, tenía sentido que Black y Potter hicieran camisetas para una asociación secreta. Lo
que le sorprendía era que nunca hicieran camisetas para los merodeadores.

—Son unos idiotas. También me dieron una — le dijo mostrando la camiseta roja con un fénix,
Regulus sonreía tontamente. Pero a Remus le gustaba la sonrisa de Reggie. Siempre le había
gustado la manera infantil y traviesa en la que sonreía. Lo cual era curioso, porque se parecía
demasiado a Sirius Black. Tenían la misma mirada desafiante, el mismo fuego ardiente cuando se
enfadaban y la misma sonrisa deslumbrante y jovial cuando se burlaban de alguien. Remus había
pasado años odiando la forma en la que Sirius sonreía engreídamente, pero adoraba ver a Reggie
reír. Siempre lo había adorado. Y ahora pasaba días sin verlo sonreír.

Pensó en cómo le estaban robando a Regulus Black con todo esto.

Necesitaban tiempo juntos, tiempo para divertirse y pensar que las cosas no eran tan horribles
como parecían. Para fingir que no estaban sacrificándolo todo. Una parte de Remus estaba
agradecida de que Pandora Lynch volviera a pasar el verano en Estados Unidos. Sin ella aquí, era
más fácil monopolizar el tiempo que tenía Reggie lejos de las misiones estúpidas de la orden.

—Por cierto, Lily dijo que respondieras sus cartas o iba a venir a maldecirte horriblemente. Estaba
preocupada por la luna llena.

—Está bien — respondió recostándose en la cama junto a Regulus.

—Y no era la única preocupada.

Remus miró fijamente el techo.

—Él preguntó por ti.

Contuvo la respiración.

—Quería saber si estabas bien.

Se preguntó si Regulus dejaría de insistir si fingía estar durmiendo por el cansancio de la luna
llena. Pero Regulus siguió hablando porque era increíblemente entrometido.

—¿Vamos a hablar de esto?

—No.

—¿Quieres escuchar música triste y comer pastel?

—No.

—¿Quieres alocarte, ir a una fiesta y tener sexo con músicos de dudosa procedencia?

—Suena tentador — confesó el chico.

La mirada de Regulus lo atrapo.

—Una vez me dijiste que la solución al primer amor era emborracharse.

Maldijo la memoria de Regulus Black.

—Remus, ¿todavía amas a Sirius?

Una parte de él siempre lo iba a amar.

Pensó en mentirle como se mentía a sí mismo cada día diciendo que en realidad no importaba. Que
siempre estuvieron destinados a alejarse el uno del otro. Que lo suyo era una maldición que los
atormentaba y no una historia de amor por la cual querer pelear. Que su vida sería más fácil sin
Sirius Black recordándole lo que pudieron tener.

Pero la sinceridad en los ojos de Reggie lo hicieron dudar. Nunca fue bueno mintiéndole a Regulus
Black.

—Sí — confesó en un susurro — Pienso en cómo todo pudo ser distinto sí solo fuera un poco más
cruel.

Podría haberlo hecho olvidar sus errores. Podría haberle mentido. Podría haber intentado hacerle
creer que lo elegiría. Tan solo para tenerlo una vez más en su vida, para mantener lo que había
sentido esa última noche en Hogwarts, el suspiro de sus nombres atrapados entre sus besos, el
latido frenético de su corazón al ser deseado por alguien como Sirius Black, la risa de ambos al
volverse a encontrar después de tanto tiempo fingiendo que no lo deseaban, el sonido de la voz de
Sirius pidiéndole que siga con vida o no lo perdonaría.

—¿Por qué no lo hiciste?

Porque creía que no lo merecía. Porque una parte de él quería redimirse. Porque una parte de él
temía quedarse. Había dudado esa mañana, ese día, antes de dejar a Sirius Black. Había sentido su
corazón dudar cuando estaba junto a él. Era tentador, demasiado tentador, elegir el mundo que
Sirius le prometía.

—Regulus, asesiné a mi padre.

El chico contuvo la respiración.

—Era un hombre horrible, patético, y creo que solo quería eso, solo quería morir… pero era mi
padre.

No habían hablado de eso. No habían hablado de nada de esto realmente.

Unos pocos fragmentos de pesadillas.

Pero no lo suficiente.

—Asesiné a muchas personas.

Recordaba el sentimiento. La maldición asesina en sus labios. La mirada escapándose de sus


víctimas. Recordaba cómo se sentía destrozar el cuerpo de un loco cuando estaba transformado y
solo sentía rabia. Recordaba el sonido de los aullidos desesperados. Recordaba los deseos de
destruir a Greyback y asesinar a uno de sus lobos en la luna llena.

—No puedo estar con Sirius.

No otra vez.

—Necesito concentrarme en hacer el mundo arder.


Ministerio de magia

01 de septiembre, 1978

Según las reformas del departamento de criaturas oscuras, Remus John Lupin debería haber sido
registrado como un hombre lobo peligroso y sacrificado por el bienestar de la sociedad mágica.
Pero estaba bajo la protección de los dos grandes magos de la sociedad y familias poderosas que
aseguraban que nadie pudiera tocar a Remus por ser un lobo.

Sin embargo, había algo que les molestaba sobre los lobos.

Hace mucho tiempo que dejaron de existir los sobrevivientes de los ataques de los hombres lobos.
El profeta pasó meses alertando de que los cuerpos de las víctimas no encontradas eran usados
como inferis. Remus sabía lo que sucedía. Hasta que habló sobre la contaminación de la sangre
mágica, los convertidos eran llevados con las manadas antes de que los aurores pudieran llegar y
asesinarlos. Pero desde entonces tenían otras órdenes. La manada de Eclipse estaba siendo usada
para sembrar caos entre muggles y enemigos del señor oscuro.

—Es casi como si fingiera que son asesinados — le comentó Eclipse la luna pasada, su mirada
cayendo sobre Remus, oscurecida y seria.

—¿No están siendo convertidos?

—No — confesó el lobo — Son llevados a otros lugares. Pero a los perros no nos dan tanta
información, ya sabes como es.

Remus sonrió cruzándose de brazos— Ajá. Entonces, ¿no has usado a ninguno de los lobos para
rastrear a los desaparecidos?

Eclipse sonrió con burla, un brillo divertido iluminando sus ojos marrones — Eres malditamente
perspicaz. Eso es excitante.

Regulus especulaba que quizás el señor oscuro estaba resguardando rehenes de guerra. Pandora
Lynch pensó en adoctrinamiento. Había estado en el departamento de Remus y Calíope el día antes
de partir a Hogwarts.

—¿Adoctrinamiento? — preguntó Remus mirando por la ventana de la sala, las estrellas ardiendo
en el cielo cubierto por la oscuridad.

—La mayoría de los desaparecidos siguen siendo personas jóvenes. Y el señor oscuro ya no está
convirtiéndolos por temor a que los lobos superen a los magos. Así que, podría estar intentando
adoctrinar a los jóvenes magos para seguir con sus ideas.

—¿No es lo que hacen los Slytherin? — Calíope frunció el ceño al llevar un vaso de whiskey a sus
labios — ¿Quiere ser Salazar Slytherin y guiar a los magos jóvenes a que piensen como él?

Pandora asintió — Su propia versión de Hogwarts.

Regulus y Remus se miraron.

Reggie suspiró — Mierda, tendré que decirle a Evans sobre esto. No le va a gustar. Y tendremos
que pensar en una manera de evitar el desastre por filtración de información.

Remus lo pensó.

—Ginger podría averiguarlo por su cuenta. Si una loba sigue el rastro de los desaparecidos…
podría alertar a la orden y no ser culpa del espía.

—Siempre culpan al espía — se quejó Regulus.

El regreso a Hogwarts fue un día difícil.

Era la primera vez que Remus iba a la plataforma y no subía al expreso de Hogwarts. Pero
necesitaba despedirse de Reggie. Necesitaba asegurarse de verlo subir al tren, y de cierta forma lo
aliviaba que durante un año más Regulus Black se mantendría alejado de la guerra. Hogwarts era el
único lugar que Lord Voldemort no se atrevería a tocar.

Barty Crouch había estado extasiado por tener un año sin Remus Lupin alrededor.

—Por fin, un año sin perros ni lunas llenas ni deambular por los castillos — sonrió feliz, los niños
se despedían de sus familias y subían con entusiasmo, pero ninguno de los pequeños estudiantes se
veía tan satisfecho como Crouch — Lo cuidaré bien, Lupin y disfrutaré de tu antigua habitación.

—Si usas mi cama me acostaré con tu padre — amenazó el chico.

Barty Crouch puso los ojos en blanco — Tienes serios problemas, Lupin.

—Ni te imaginas — sonrió con frialdad.

—Eres un tonto.

—Ten — le ofreció a Reggie.

—¿Me das el mapa?

—Lo vas a necesitar ahora que no estaré ahí para protegerte —bromeó Remus.

Regulus lo abrazó con fuerza. Era extraño no estar juntos después de tantos años sintiendo
consuelo en la presencia del otro. El pequeño niño que le pidió ser aliados. El zorro que lo
acompañó en los momentos de más dolor. El mago por el cual daría su vida sin dudar. Sentía un
horrible vacío al separarse de él. Saber que ya no escucharía la suave respiración de Regulus Black
al otro lado de la habitación, saber que cuando las pesadillas llegaran, Reggie no estaría ahí para
hablar sobre eso o escuchar, saber que ya nada volvería a ser como antes.

—Escríbeme — murmuró contra su ropa, tratando de obtener algo más del aroma familiar de
Regulus Black — Al menos tres cartas por día.

Regulus se rio en sus brazos, aferrándose a él con la misma fuerza — Lo haré. Pero sigue con vida
para leerlas.

—Cuídate — susurró, queriendo transmitirle cuánto odiaba la idea de dejarlo.

—Tú también, Moony — susurró en respuesta.

Ambos tenían diferentes papeles durante esta guerra.


Dos caras en una misma moneda.

Regulus Black era el chico de Dumbledore, era otro Black que abandonó a su propia familia para
formarse en la orden del Phoenix. Remus Lupin era un mago oscuro, un hombre lobo y otro más
de los seguidores de Voldemort. Mientras que el verano de Remus se trató sobre maldiciones
imperdonables, muertes, dolor y sufrimiento. El verano de Regulus Black trató de manipulaciones,
de salvar personas y protegerlas.

Era esa la razón por la que Remus podría seguir soportando vivir en un infierno.

Para que Regulus Black no tuviera que hacerlo.

—Lupin — llamó Regulus antes de que Remus saliera.

El chico volteó.

—Te amo, Moony.

Remus sonrió — Te amo, Gigi.

Remus Lupin pudo entrar en el ministerio ocultando su licantropía porque ya no era solo el perro
leal de Dumbledore, o la maldita perra del príncipe oscuro. Ahora era uno de los mortífagos
favoritos del señor oscuro. Y la influencia de eso junto al poder de los Malfoy, de los Black, de los
Morgan y de los Blythe aseguraba un lugar importante para Remus. Por Merlín, incluso tenía todas
esas importantes conexiones que estableció durante la boda de los Malfoy. Las brujas y magos
poderosos se encargaban de que avanzara rápidamente en el ministerio a pesar de llevar solo unos
meses como interno.

—Es un hombre lobo — susurraban en los pasillos.

—Es un Slytherin, claro que debe ser un mortífago.

—Cuiden lo que dicen, la última persona en mencionarlo desapareció.

Remus se reiría al escucharlos. Sí, estar en el ministerio le traía recuerdos a la manera obsesiva en
Hogwarts donde susurraban en voz alta que era un hombre lobo, pero eran incapaces de hacer algo
más contra Remus, que lanzar esos comentarios en voz baja. Porque Remus Lupin se convirtió en
alguien poderoso, con buenas conexiones en la sociedad mágica, y con un talento impresionante al
convertirse en un mago oscuro.

Era alguien importante.

Tenía poder.

Y siempre le agradó el poder.

Además, Edmund Blythe seguía siendo un aliado satisfactorio.

—La información es una herramienta útil — sonrió Edmund mientras cenaban en su departamento
— Narcissa nos repetía en Hogwarts todo el tiempo que el conocimiento es poder.

—Es un buen consejo — coincidió Remus, sus ojos brillando con diversión por el vino—¿Qué hay
de ti? Además de escalar puestos para llegar al departamento de relaciones internacionales, ¿qué
necesito saber sobre ti que aún no me dices?

Quizás fue por estar meses con monstruos, pero Remus Lupin ahora era más intuitivo cuando
alguien le ocultaba algo. No le agradaba desconfiar. ¿Pero en quién podría confiar cuando estaban
en medio de una guerra?

Edmund se rio —Comencé a salir con Laurence.

Eso lo sorprendió. Pero no debería. Edmund Blythe era esa clase de persona encantadora a la que
no podrías resistirse si iba en serio —Sabía que me usabas de excusa para acostarte con él.

El chico sonrió con maldad — Quiero pensar en eso como un extra por ayudarte.

—Pensé que te gustaba ayudarme — replicó Remus acercándose a él.

— Bueno, me gusta que me debas favores.

—Entonces… ¿cómo debería pagarlos? — le preguntó bajando la mirada, sabiendo lo que hacía.
Le atraía Edmund Blythe tanto como él a Edmund. Entre ellos dos siempre estuvo esta atracción,
una manera cómoda de arreglar su alianza siendo encantadores y seductores el uno con el otro. A
Remus le gustaba que Edmund Blythe perteneciera a una importante familia, le gustaba su talento
para las maldiciones y el poder que poseía en el ministerio después de dos años trabajando ahí,
también le gustaba su rostro delicado, su porte elegante y la esencia masculina que percibía el lobo
en él. Y a Edmund Blythe le gustaba Remus porque sabía exactamente qué hacer para sobrevivir
en la sociedad mágica, era inevitable que se sintiera atraído hacia Remus Lupin.

Un beso.

El lobo sonrió deleitado.

Blythe lo atrajo hacia él, y Remus respondió sometiéndolo, su mano en su nuca, atrayéndolo
mientras sentía las manos de Edmund Blythe bajando por su cuerpo, respondiendo con placer.

—Yo… lo siento — jadeó apartándose solo unos centímetros de Remus, como si separarse le
doliera, su respiración acelerada, sus manos aun en la cintura de Remus.

Remus negó con la cabeza con una sonrisa fría— Yo no.

Y le devolvió el besó.

Edmund deseaba tanto el cuerpo de Remus como Remus deseaba controlar a alguien a través del
sexo. Lo sabía. Y nada le gustaba tanto a un Slytherin como un secreto, una recompensa y llegar a
un trato en común,

—Vamos a mi habitación. Es más… privado — se burló Blythe.

Tomó la mano de Blythe casi empujándolo hacia los dormitorios.

Su pulso aun acelerado. Sus pensamientos nublosos. La excitación comenzaba a mezclarse con la
rabia.

—Estás pensando en él — susurró Blythe.

Ambos sabían a quien se refería.


—Sí — admitió culpable.

—Está bien. Yo estoy pensando en Travolta.

Remus se rió — Está bien.

Se volvieron a besar al cerrar la puerta. Remus empujándolo hacía la cama.

Edmund Blythe rio al caer.

Remus tenía las muñecas de Blythe contra la cabecera.

—Dime sus nombres — le susurró Remus a Blythe utilizando la magia oscura en su voz, queriendo
comprobar si podía utilizarlo — Cada uno de ellos.

Blythe se estremeció.

Le contó todo lo que sabía.

Le enseñó todo sobre el ministerio, los cambios en el sistema después del incendio, las alianzas
creadas entre magos, las verdaderas funciones de los departamentos y las debilidades de sus
compañeros de trabajo.

Entendió que no podía seguir ignorando las cartas de Lily Evans cuando lo amenazó con ir tras
Fenrir Greyback y cortar su garganta. Sabía que lo decía solo para obligarlo a aceptar ir a cenar con
ella y James. Pero funcionaba bien. Desde que estaba buscando a los jóvenes desaparecidos,
Remus había temido que se encontrara con los lobos de Greyback. Se mantuvo alejado de ella para
evitar que su rastro en ella la pusiera en mayor peligro.

Pero era un maldito mentiroso.

Sabía que todavía tenía que mantener una buena relación pública con los Potter, porque se suponía
que era un espía para el bando del señor oscuro. Remus seguía siendo el perro de Dumbledore, en
cierta medida. Cenar con Lily y James era una buena estrategia para seguir manteniendo esa
fachada.

Pero era cobarde.

Pasó meses repitiéndose que era difícil coordinar sus tiempos, que estaba absortó entre los
mortífagos, los lobos, el ministerio, la oscuridad… porque temía que todo fuera diferente entre
ellos ahora que estaban en el mundo real. En Hogwarts podían seguir fingiendo que todo estaría
bien, porque la guerra en ese lugar era algo todavía lejano y que pertenecía a otras personas.

Ahora que ellos estaban luchando por la orden y Remus era un mortífago las cosas eran distintas.

Miró la carta una última vez antes de quemarla y suspiró con frustración.

Maldita sea. Lily era demasiado astuta.

Y Remus sabía bien que podía ser increíblemente imprudente si se lo proponía.

Apareció en la casa que Lily compartía con James.


Ni siquiera tuvo tiempo de temer la expresión en sus ojos cuando abrieron la puerta.

James Potter se arrojó a sus brazos y lo mantuvo aferrado durante al menos cinco minutos.

—Potter, necesito respirar.

—No — respondió el chico y había una sonrisa en su voz — Estoy consiguiendo mi dosis de
Moony.

Lily los miró divertida — Mierda, debí pensarlo mejor. Ahora te estás robando a mi novio.

Remus le sonrió, sintiendo calidez y confusión.

—Te dije que estaba seguro de que los tres podríamos ser muy felices.

—Nunca jamás vuelvas a evitarnos de esa forma — ordenó James tomando el rostro de Remus
entre sus manos y apoyando su frente en la de él — Evans y yo nos sentimos muy heridos, amigo,
no sabíamos si aparecernos en el ministerio para secuestrarte o qué. De verdad, Remus, ¿cuándo
vas a entender que te queremos?

Sintió un nudo de emociones en su garganta.

Lily también lo abrazo un tiempo antes de recordar hacer la pregunta de seguridad.

—¿Cuál es mi libro favorito?

—Dijiste que Mujercitas porque te gusta Jo y porque querías burlarte de mí, porque Laurie se
queda con la hermana de su mejor amiga — respondió Remus con una sonrisa.

—Te extrañé, maldito y hermoso idiota — le sonrió Lily con ternura — Te mataré si vuelves a
evitarme.

Remus se rio.

Algo se sintió muy bien dentro de él. El miedo dispersándose de su corazón. James y Lily seguían
siendo dos idiotas leales y confiables.

Cenó con ellos.

Intentaron no mencionar a la orden.

Intentaron no mencionar la guerra.

Intentaron no mencionar a Sirius Black.

—Te ves feliz — le susurró Remus a Lily cuando salieron al porche a beber algo mientras James
lavaba los platos. Era increíblemente bueno con los hechizos domésticos.

—Soy feliz, mi amado rayo de luna.

Había una parte de Lily que se perdió durante la guerra. Pero junto a James Potter surgía ese brillo
emocionado en sus ojos, esa sonrisa cálida y divertida, esa aura confiada y segura. El optimismo
inquebrantable de James Potter junto a la fiereza de Lily Evans hacía algo increíble. Era una
promesa de un futuro lleno de oportunidades, eran todas las razones por las cuales valía la pena
pelear y era magia. Lo que ellos dos tenían y hacían sentir a la gente solo podía definirse como
magia.

—Jamás pensé que terminarías viviendo con Prongs — se burló.

Lily sonrió, su cabello rojizo siendo movido por una ligera brisa, James la había cubierto con una
manta de un suave color azul antes de salir, Remus sabía que Lily era muy buena realizando
hechizos de calefacción, pero la manera en la que sus ojos brillaron por el cuidado de Potter lo
decía todo. Era amor. Sincero, profundo y leal.

— Es un hombre convincente.

—Ah, no me cuentes tu vida sexual.

La pelirroja lo empujó riendo — Idiota. Yo… no podía seguir quedándome en el cuartel.

—¿No volviste con tus padres? — preguntó estudiando su expresión. Lily amaba a sus padres, los
adoraba, siempre pensó que ella volvería a vivir con ellos después de graduarse, al menos por un
tiempo.

—No — la chica miraba las estrellas, aferrándose a la manta sobre sus hombros, sus manos siendo
puños sobre la tela — Pensé que los pondría en peligro si volvía con ellos.

—Entonces… ¿elegiste a James?

Lily sonrió ampliamente — Es un buen roomie. Y se sintió correcto, ¿sabes? Ahora siento que
tengo un verdadero hogar que estoy construyendo junto a él. Es como si hubiera estado un poco
perdida y James… James encontró esa parte que faltaba.

Remus guardó silencio preguntándose cómo se sentiría eso. Anubis se subió a su regazo, el gato
anaranjado ronroneando para él.

—¿Ves a alguien? — preguntó Lily con curiosidad, inclinando su cabeza.

—Algunas personas.

—Espero que puedas encontrar a alguien que te haga feliz, Moony.

No quería preguntar.

No debía.

Pero ella lo supo en su mirada.

—Sirius… está con alguien. Es muggle. Y es un gran chico.

No pensó que dolería escucharlo.

—Espero que sea feliz — mintió al observar las estrellas


Remus Lupin se apareció en el bosque y miró directamente a los ojos de Eclipse.

El lobo se cruzó de brazos al verlo — Llegas tarde.

—Es para que me extrañes, corazón — sonrió el mago con descaro.

—Hueles a alguien — acusó Eclipse frunciendo el ceño — De hecho, a más de una persona.

La sonrisa de Remus se volvió divertida.

—No pensé que fuéramos exclusivos, señor alfa. Tú también hueles a alguien, maldita perra.

Eclipse reprimía una sonrisa — Tengo que ganarme a la manada ahora que quieres derrotar a
Fenrir Greyback.

—Eres travieso, alfa.

—Me pediste que me ganara la confianza de las criaturas oscuras.

Remus sonrió — Y no hay nada más íntimo que la penetración.

Eclipse se rio.

—Te ves diferente.

—Bueno, han pasado cosas.

La magia se sentía mucho más intensa ahora que tenía el control de ella en las lunas llenas.

Era la magua oscura y la del lobo a su merced, potenciadas por la influencia de la luna brillando en
el cielo. Esa sensación era embriagadora y adictiva.

Antes Remus Lupin era sometido por la bestia con más fuera cerca de las lunas llenas, su magia se
volvía demasiado explosiva y descontrolada, sintiéndose perdido en los instintos del lobo. Eclipse
le ayudó a controlar la magia del lobo. Pero su largo tiempo en la manada lo volvió ciertamente
salvaje. Tomó mucho tiempo para que Remus Lupin pudiera derrotar a los sentimientos del lobo, a
su deseo de cazar, de provocar daño y de escuchar los gritos de dolor. Sí, porque hace mucho
tiempo había dejado de luchar contra el lobo o permitir que arrasara con cada parte de su ser.
Ahora era Remus Lupin quien tenía el control de sus impulsos, porque al fin había comprendido
las palabras de Eclipse.

—Eres débil — señaló Eclipse con dureza cruzando sus brazos — Eres un mago, fuiste declarado
ante la misma oscuridad y reconocido en las filas del señor oscuro. Pero eres débil. Deberías ser
mucho más fuerte que él. Mucho más fuerte que cualquiera de nosotros.

Durante mucho tiempo, Remus se ocultó en la furia instintiva del lobo para sobrevivir los meses
que estuvo con la manada. Pero Eclipse no se refería a eso cuando le dijo que era un mago
declarado a la oscuridad además de una criatura oscura. Tardó un tiempo, pero cuando estuvo lejos
de Hogwarts, lejos de la ilusión de protección, descubrió que ya no se sentía tan perdido o
temeroso del poder del lobo. Y también entendió las palabras de Eclipse. No tenía que elegir ser un
mago oscuro o un lobo, porque era ambos. El deseo de destruirlo todo nacía en aquel niño
aterrorizado de su padre, de los monstruos y del mundo. Ese anhelo por arrasar el mundo era de un
chico que tenía que sacrificar una y otra vez su vida para generar un cambio. El objetivo de
conseguir poder le pertenecía al lobo, que aguardaba por cumplir todos los deseos más profundos
de Remus Lupin.
Ahora era Remus quien deseaba provocar tanto dolor como pudiera, era Remus quien estaba
perdido en cumplir con su rol de mago tenebroso, para terminar con la guerra de una puta vez.

La luna llena se aproximaba a su punto de cambio. Y Remus Lupin estaba preparado para ella.

Un viejo pensamiento pasó por su mente. Ser un monstruo no era necesariamente algo malo.

Sonrió con crueldad al pensarlo. Podría tener el control y ser más poderoso de lo que imaginó
cuando era un pobre niño agresivo, perdido y huérfano, que escuchaba a Albus Dumbledore decir
que era un joven extraordinario que podría cambiar la historia.

Siete años después de eso, Remus Lupin definitivamente se convirtió en un monstruo porque estaba
dispuesto a cambiar la historia. Tenía un plan, una promesa que cumplir y personas a las que querer
salvar, incluso si eso significaba sacrificar su vida.

Eclipse debía sustituir a Greyback.

Y Remus debía destruir la sociedad mágica desde dentro.


Tiempo
Chapter Notes

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17 de diciembre, 1978

Remus se sentía cómodo y cálido en la cama. El hombre a su lado respiraba suavemente y su brazo
lo aplastaba un poco, pero a Remus no le molestaba. Hacía frío por la nieve cubriendo la ciudad. Y,
de todos modos, era difícil molestarse con alguien que resistía tan bien como Edmund Blythe.

Una sonrisa malvada tiraba de sus labios. Oh, fue divertido. Usar los instintos del lobo después de
la luna llena para divertirse toda una noche.

El sexo definitivamente era diferente con la influencia de la luna llena acercándose.

Tocó inconscientemente el arete de estrella que seguía usando en su oreja.

Lo había sentido con Sirius Black cuando eran novios. Y también cuando no lo eran. Era ese
sentimiento doloroso al resistirse a los impulsos del lobo. Era la locura que sentía al perderse en
Sirius Black y en todo lo que provocaba en él, borrando su consciencia y cada una de las razones
por las que era una maldición acercarse a él.

Aunque era injusto pensar en Sirius Black cuando se trataba de sexo. Porque para Remus el sexo
siempre había significado un escape de la realidad. Tener el control, divertirse, disfrutar el placer y
olvidar cada jodida cosa con la que estaba obsesionado. Era la vez que más se sentía conectado a la
necesidad salvaje del lobo de dominar a alguien a la vez que sentía que era completamente solo él,
solo Remus Lupin.

Remus miró el techo sintiendo ese familiar sentimiento de tristeza y nostalgia que lo embargaba
cada vez que Sirius aparecía en su mente.

Sirius Black era una condena. Podía intentar acostarse con cualquier otra persona, pero no lograría
borrarlo de su mente. Incluso después de todo este tiempo seguía soñando con él. Porque con Sirius
las cosas eran completamente diferentes a lo que sentía por cualquier otra persona.

Cuando estuvieron juntos se adaptaban mientras conocían al otro, mientras descubrían que
disfrutaban el uno del otro. Remus era el primer chico con el que Sirius vivía esas experiencias y
saberlo le daba una satisfacción salvaje. Porque cada suspiro de Sirius, cada jadeo, cada
estremecimiento de placer lo provocaba él, y le pertenecía.

Había vuelto a soñar con un recuerdo de Sirius Black.

Con esa sonrisa engreída en la oscuridad de la noche.

—Enséñame — le había dicho con voz ronca al someterlo, sus dedos entrelazados a los suyos y sus
ojos brillando con maldad — Muéstrame, Lupin.

Eres una perra, Remus Lupin, pensó con rencor al sentir el estremecimiento que provocaba el
recuerdo en su piel.
No, nada se parecía a lo que experimentó con él. Lo odió profundamente por eso. Pero no iba a
dejar de intentar borrarlo acostándose con otras personas, después de todo, ¿no estaba Sirius con
otro chico? Se preguntó cómo sería él. El muggle que salía con Sirius. ¿De qué hablarían? ¿Podría
mezclarse con los merodeadores sin sentir en cada momento de su vida que no pertenecía a ellos?
¿O el encanto de Sirius Black bastaría para superar cualquier cosa?

Edmund seguía dormido a su lado.

Remus vio las marcas en su piel y disfrutó del sentimiento posesivo del lobo.

Conocía lo suficiente a Blythe para saber que se reiría al ver las marcas y lo molestaría con eso un
tiempo hasta la siguiente noche en la que terminaran compartiendo la cama.

Comenzaron a acostarse de nuevo cuando Remus entró en el ministerio hace meses.

Remus Lupin no era la persona favorita de Henry Laurence en el mundo. Pero no pudo evitarlo.
Tener cerca a Edmund Blythe se sentía bien. Además, técnicamente solo se estaban acostando. No
salían juntos, aunque Calíope diría que se parecía bastante. Remus tenía mucho trabajo. Los
mortífagos, el ministerio, ser un lobo, su promesa de sangre con Eclipse.

Necesitaba un respiro de todo eso.

Necesitaba borrarse del cuerpo el recuerdo de un estúpido chico de Gryffindor que continuaba
atormentándolo entre sus sueños.

Necesitaba continuar con su vida para no volver a morir lentamente, torturado por sus pecados.

No podría volver a lastimar a Regulus Black otra vez, perdiéndose a sí mismo.

Fue doloroso, fue muy doloroso cuando Remus regresó a Hogwarts después de meses junto a los
lobos. Fue doloroso romperse una y otra vez antes de sentir que ya no podría volver a doler más.
Aún tenía problemas. Aún tenía pesadillas. Aun sentía que se estaba ahogando. Pero estaba mejor.
Dejó de verse enfermo y sufriente todo el tiempo. Dejó de atormentarse una y otra vez. Dejó de
pensar en que todo podría haber sido diferente.

Seguía siendo difícil a veces. Las pesadillas interminables. El peso de la sangre en su consciencia.
Cuestionar si todo lo que hacían valía la pena en esta guerra. Muchas veces pensó en Albus
Dumbledore, sacrificando personas para ganar en la guerra. ¿No estaba haciendo lo mismo
Remus? ¿Sacrificar personas por la lealtad de Lord Voldemort?

Tomó mucho tiempo y Remus seguía preguntándose si estaba bien aceptar todo esto. Aceptar todo
lo que sucedió, todo lo que estaba sucediendo y lo que tenía que hacer para lograr sus objetivos.
Pero Remus Lupin estaba harto de hacer sufrir a su mejor amigo, estaba harto de estar triste y
deprimido por decisiones que volvería a tomar una y otra vez si con eso conseguía arrasar con el
mundo. Estaba harto del dolor.

Edmund Blythe era la opción obvia para que Remus Lupin se perdiera unas horas y después
volviera a estar centrado en su trabajo. Se conocían lo suficiente para saber cómo eran las cosas
entre ellos y que funcionara. Se atraían desde hace demasiados años, ambos codiciaban más poder
y por eso respetaban el espacio del otro, sus objetivos y sus trabajos. Además, el sexo entre ellos
dos se sentía malditamente bien.

—¡Lupin! — gritó Morgan desde algún lugar del departamento —¡Es hoy!

Se levantó de golpe con un susto. El instinto del lobo despertando.


Mierda, mierda, mierda.

—¿Qué sucede? — preguntó Blythe adormilado, sin moverse de la cama — ¿La guerra terminó o
algo?

Es lo que todos deseaban escuchar. Las personas se resguardaban en sus hogares, ocultas del
mundo que estaba sucumbiendo en el caos de las criaturas oscuras y de los magos tenebrosos. No
se atrevían a decir su nombre, le rogaban a Albus Dumbledore hacer algo al respecto porque era la
única persona a la que el señor oscuro parecía temer. El profeta no tenía ninguna noticia que
pudiera dar esperanzas a las personas. Y el ministerio era un maldito caos. Remus no imaginó que
tuviera que hacer papeleo exhaustivo cada día por culpa de los funcionarios desaparecidos, los que
se ocultaban en sus casas o eran asesinados sin piedad por Lord Voldemort. Si volvían a decirle que
tenía que hacer horas extras porque un mago bajo imperio cometió un error en los registros estaba
seguro de incendiar otra vez el ministerio.

—¡Lupin! — volvió a gritar Calíope molesta.

—Es Reggie — respondió mientras buscaba su ropa y conjuraba un rápido accio sin varita para
encontrar sus pantalones, se detuvo un momento para también atraer su varita.

—¿Me dejas por otro hombre? — se burló Blythe — Eso duele.

—Hoy vuelve de Hogwarts — sonrió Remus abotonando su camisa — Y voy tarde por pasar toda
la noche contigo.

Edmund sonrió — Oh, creo que recuerdo algo de eso. Eres una maldita bestia, Lupin. Algún día
me vas a matar. ¿Vas a invitarme un almuerzo para recuperarme de ti?

—Tengo un trabajo que hacer — dijo besándolo antes de salir de la habitación.

Calíope Morgan enarcó una ceja y se cruzó de brazos en la sala de estar.

—Hola, amor — saludó Remus con una sonrisa perezosa.

Se veía hermosa, por supuesto. Su cabello negro suelto y perfectamente ordenado para enmarcar su
rostro, esos ojos oscuros reluciendo con fuerza y su piel morena brillando suavemente de forma
hechizante. El vestido morado de encaje ciñéndose a su figura y su postura desprendiendo
confianza y seguridad.

—Vas tarde — acusó.

—Lo sé, Morgan. Te escuché — respondió aceptando una tostada que le ofrecía Ezra, el elfo
doméstico de Calíope, a la vez que Remus conjuraba su abrigo para encontrarlo en algún lugar del
departamento — Gracias, Ezra.

—Y luces como un completo desastre.

El chico sonrió divertido — Te imaginas como es. Vi a Marls salir de aquí anoche.

Calíope puso los ojos en blanco — Eres increíble. ¿Tuviste tiempo de saludar a mi novia mientras
te cogías a Blythe?

—Fue antes de ir a la habitación.


—Vámonos — ordenó ignorándolo.

—¿Peleaste con Marls? — le preguntó al aparecerse fuera de King Cross.

Un suspiro — Ya sabes como es. Podría hacerlo fácil para ella y terminar esto. Pero de alguna
manera quiero hacer que sea ella quien lo diga. ¿Es una locura?

—No — respondió Remus rodeándola con un brazo mientras caminaban a las plataformas— La
única locura es que Marlene sea capaz de dejarte ir.

Ella sonrió, conocía esa expresión, era su sonrisa para fingir que seguía bien a pesar de sentir su
corazón rompiéndose. Remus odiaba que Calíope tuviera que sentirse así.

—Debería haberme enamorado de ti.

Remus se rio — Bueno, no he sido muy bien novio. Engañé a Lily con Sirius y a Sirius lo
desmemorice antes de perderme seis meses.

—Las relaciones son una mierda.

—Lo son — concordó Remus.

Regulus Black lo esperaba con una mirada sombría junto a un sonriente Barty Crouch Junior. Le
sorprendió que pudieran seguir creciendo, se veía mayores de alguna forma, aunque solo habían
pasado tres meses desde la última vez que lo vio, cuando lo dejó en la estación.

—Llegas tarde — lo acusó el temido príncipe oscuro de Slytherin. El headboy de este año.

Remus sonrió deleitado al verlo — Hola, amor.

Una mirada sombría. Cuánto había extrañado esa mirada impenetrable de Regulus Black.

—Lupin — pronunció con frialdad.

Era adorable.

Lo abrazó, y Reggie se aferró a él, su mano sosteniendo su nuca, su frente apoyada en el hombro
de Remus, su calor y familiaridad abrumando sus sentidos.

—¿Cómo fue?

—Una mierda. ¿Y tú?

—Una mierda — respondió Reggie en francés — Cada vez que te pierdo de vista me vuelvo loco
pensando en que estás en un nuevo problema.

—No volveré a desaparecer.

Regulus se alejó y arrugó la nariz — No me refería a eso. Apestas a Edmund Blythe.

Remus sonrió con picardía — Me sentía solo.

—Ajá.

—¿Eso quiere decir que ha superado a Sirius Black? — le preguntó Barty a Calíope.

—¿Quién sabe? — respondió la bruja — Remus es bastante perra.


—Siempre ha sido una perra. ¿Lupin te cogiste a mi papá?

—Sí, ahora soy tu nuevo padrastro y vine a decirte que te fueras a la mierda.

Barty le dio una sonrisa demente — ¿Debería decirte papi Lupin desde ahora? Eso es sucio.

Regulus puso los ojos en blanco, pero sonrió al ver a Calíope Morgan.

Habían creado un vínculo bastante cercano cuando Remus desapareció. Calíope Morgan estaba
vinculada a Remus por su lazo oscuro, y sentía en el alma la ausencia de Remus durante todos esos
meses sin saber de él. La relación de Calíope y Regulus siguió estrechándose cuando Remus
volvió, porque ambos estaban ahí para él. Ambos actuaban como un equipo en Slytherin para
cuidarlo, para ayudarlo a cenar, para sostenerlo cuando se rompía.

Ahora Calíope Morgan era una de las amigas más cercanas de Regulus, y no una simple relación
de beneficio mutuo como seguirían insistiendo.

—Hola, Morgan.

La chica también sonrió — Mi Black favorito.

Ambos se abrazaron.

—Cuidé bien a Moony — susurró con suavidad en su oído.

—Gracias — fue la respuesta antes de depositar un beso en la mejilla de la bruja.

Regulus y Barty se iban a quedar con ellos durante el Yule.

Walburga y Orion Black estaban enloqueciendo lentamente esperando el momento en que su


príncipe oscuro, su anhelado heredero, volviera a casa. Era otro año en el que no podrían hablar
con Regulus durante las fiestas oscuras. Remus tendría que asistir junto a Lord Voldemort para ver
a los nuevos declarados, sería su primera vez asistiendo después de su propia declaración a la
oscuridad y ciertamente estaba emocionado.

Cenarían en la mansión Malfoy para navidad.

Porque Albus Dumbledore deseaba que Regulus se acercara más al señor tenebroso y no había
mejor ocasión que la cena de navidad de los Malfoy. Ahora mismo estaban preparando que cada
detalle fuera perfecto para recibir a los invitados, aliados poderosos que asistían esperando saber
más sobre la posición de cada familia en esta guerra.

Sería un gran banquete y Regulus Black acapararía las miradas, sin dudar.

Por eso necesitaba unos días lejos de toda esa mierda. Recordando lo que era ser un chico normal
en Londres, en casa de sus amigos, divirtiéndose.

—Deje mis cosas en tu habitación — dijo saliendo del baño de Remus, secando su cabello.

Estaba vestido como un muggle y Remus sonrió al imaginar qué diría Walburga Black sobre su
hermoso heredero, usando ropa muggle, en un departamento de un hombre lobo homosexual y una
bruja con una novia mestiza. Se rio al pensar que ciertamente nadie en este departamento era
heterosexual.
—Está bien. ¿Qué hay de tu maldito acosador?

—¡El elfo lo dejó en la habitación de invitados! — gritó Barty desde la cocina — ¿Tienes alcohol?
¿O tenemos que ir a la tienda como salvajes?

Remus se cruzó de brazos al verlo — ¿Por qué tenemos que recibirte? ¿Tus papás no te quieren o
qué?

—¿Por qué no cenas tú con tus padres? — replicó Barty encontrando una botella de vino en una
despensa — Podrías intentar una sesión de Espiritismo.

La magia del lobo lo sostuvo en el aire.

—¡Vamos, Lupin solo era una broma!

—Pensé que dijiste que ya no tenías arrebatos mágicos — frunció el ceño Regulus cruzándose de
brazos al ver a Barty patalear en el techo.

—Sí, esto es algo que quería hacer — sonrió Remus.

—¡Lupin, maldita perra, bájame! ¡Te llamaré papi si quieres, aunque sea perturbador, solo bájame!

Miró su reloj — ¿No vas tarde a tu cita?

Calíope tomó su abrigo — No es una cita. Es un… almuerzo diplomático con el ministro de
Suecia.

—¿Marls lo sabe? — preguntó Reggie divertido.

Calíope sonrió con frialdad. — No, está ocupada jugando al héroe. Eso me deja libre para jugar a
la villana. Nos vemos en la mañana, cariño. Pídanle a Ezra que les haga algo de comer.

—Lupin, de hecho, tu departamento se ve bastante bonito desde aquí — comentó Barty arrastrando
las palabras.

Fue ignorado.

—Mañana iré con mi hermano. Vamos a ir por la red flu.

—Ah.

Sirius Black, pensó Remus ignorando un sentimiento enterrado en sus recuerdos.

—Regulus ahora es como un hijo de un matrimonio separado — comentó Barty.

Remus lo soltó, disfrutando ver cómo Barty Crouch Junior se estrellaba contra el suelo.

—Eres un bastardo de mierda con serios problemas, Lupin — se quejó el chico.

—Nos vemos mañana — se despidió Calíope — Diviértete, Reggie.

Remus extrañaba esto. Dormir junto a Regulus.


Ambos estaban en su habitación, recostados en la cama y susurrando en la oscuridad.

—¿Cómo van las cosas con Pandora?

Regulus había mencionado en sus cartas que las cosas estaban raras entre ellos desde hace un
tiempo. Con Regulus jugando al doble espía y Pandora concentrada en sus propios experimentos
parecía que la guerra los estaba absorbiendo tanto que no tenían tiempo para encontrarse el uno al
otro y solo ser ellos. Siempre terminarían hablando sobre un plan, archivos que encontrar y
hechizos que utilizar en una redada.

—La amo, sabes. De verdad la amo. Y quiero que estemos bien. Pero… — Regulus hizo una
mueca — Creo que estamos tomándonos un tiempo. Las relaciones son complicadas.

—Sí, por eso le borré la memoria a mi exnovio. Ya sabes, para facilitar las cosas.

Reggie se rio — ¿Entonces por qué llorabas?

—Porque ya no podría tener sexo salvaje con tu hermano — replicó.

Regulus se ahogó — Eres un imbécil.

—Las cosas van a mejorar entre Pandora y tú. Es decir, son Reggie y Pandora. Lo van a solucionar.

Estaba seguro de eso. Ambos se adoraban. Lo veía en la manera en la que encajaban. Pandora
amaba sus experimentos más que a cualquier otra cosa en el mundo, y Regulus suspiraba por ella
cada vez que la veía en modo Ravenclaw ingeniando una nueva forma de crear algo.

—Eso espero — susurró Regulus y suspiró — ¿Qué tal tú y Blythe? ¿Ya son una pareja como tal
o…?

—No. Pero Calíope sigue insistiendo en que estamos saliendo desde hace semanas y soy el único
que no lo sabe.

Reggie sonrió — Me alegra que encuentres a alguien.

Remus no quería preguntar.

Pero estaba ahí.

Y él lo sabía.

—Está bien. En sus cartas parecía contento.

—No pregunté.

—No hace falta, Moony.

Una vez pensó que lo había visto en una calle de Londres.

Tenía que ir al ministerio por una reunión importante con Blythe.

Pero no pudo evitar seguir al chico de cabello largo y oscuro, incluso cuando sabía que era
imposible para el lobo no reconocer el aroma de Sirius Black.
Estúpidos instintos de perro, pensó con rencor.

Y estúpido Sirius Black que seguía grabado en su mente.

Chapter End Notes

El siguiente capítulo será desde la perspectiva de Sirius porque amo ver cómo se
desarrollan sus vidas de forma separada pero en donde obviamente siguen
obsesionados el uno por el otro.

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