Está en la página 1de 81

Si estás recibiendo gratuitamente este material debes saber que estás

leyendo una traducción no oficial realizada por personas que buscamos


ayudar por este medio a personas que por una u otra razón no pueden
disfrutar de maravillosas creaciones como esta.
Ninguno de los miembros que participamos de esta traducción recibimos o
recibiremos compensación alguna por este trabajo, salvo que sea de tu
agrado, conozcas a la autora, su trabajo, y de estar en posibilidades de
hacerlo adquieras el material en sus formatos oficiales. Este es un trabajo
concebido sin fines de lucro y está prohibida la venta del mismo.
Si quieres seguir leyendo más libros como este de manera gratuita en tu
idioma, te invitamos a no delatarnos. Ningún trabajo realizado por un foro
de traducción es oficial o reconocido y avalado. Con este material no
buscamos que las ventas del autor bajen. Recuerda que, si ellos pierden,
todos perdemos al no poder recibir tan hermosas historias; nuestro objetivo
es que disfrutes la historia y cuando llegue a tu ciudad o tengas la
2
posibilidad de adquirirlo en físico o digital, lo hagas como hacemos
muchos de nosotros tras leer nuestras traducciones.

¡Feliz lectura!
Índice
Kristina Weaver _________________________________________________________ 4
Sinopsis ________________________________________________________________ 5
Capítulo 1 ______________________________________________________________ 7
Capítulo 2 _____________________________________________________________ 14
Capítulo 3 _____________________________________________________________ 21
Capítulo 4 _____________________________________________________________ 27
Capítulo 5 _____________________________________________________________ 32
Capítulo 6 _____________________________________________________________ 37

3
Capítulo 7 _____________________________________________________________ 42
Capítulo 8 _____________________________________________________________ 49
Capítulo 9 _____________________________________________________________ 53
Capítulo 10 ____________________________________________________________ 57
Capítulo 11 ____________________________________________________________ 61
Capítulo 12 ____________________________________________________________ 66
Capítulo 13 ____________________________________________________________ 72
Capítulo 14 ____________________________________________________________ 78
Mine Part 2 ____________________________________________________________ 80
Kristina Weaver

K
ristina Weaver ha estado escribiendo ficción romántica por más de 6
años. En ese tiempo, ha publicado 48 libros impresionantes. Muchos
de sus libros se enmarcan en los géneros de New Adult y Comedia
Romántica y están ambientados en la época contemporánea. Sus novelas
generalmente tratan temas de relaciones sentimentales como la
multiculturalidad.

4
Sinopsis
Ashley
Es guapo y rico y quiere cuidar de mí, pero ¿es capaz de amar?

D
esde que me dejó y voló directo a Inglaterra (sin ninguna
explicación, el imbécil), mi vida ha sido un desastre total. No es
culpa de Luc, por supuesto, que mi mamá muriera y mi papá se
fuera, quedando sola para cuidar de mi hermanito. No es su culpa que
necesite tener dos trabajos de mierda, o que Ben, de diez años, sea un

5
monstruito que asusta a todas las niñeras y podría ser expulsado de la
escuela, o que me haya enfermado demasiado para trabajar.
Pero eso no significa que quiera volver a verlo. Por la razón que sea, me
dejó y volvió a su vida de autos rápidos y mujeres más rápidas, o a lo que
sea que hagan los imbéciles británicos ricos como él. Así que eso es todo.
Imaginen mi horror cuando descubro que técnicamente es mi jefe, y por
mucho que haya intentado olvidarlo, ciertamente no me ha olvidado.

Lucian
He trabajado mucho para mantener mi corazón frío encerrado, y no
permitiré que nadie entre, especialmente a la mujer más hermosa que he
visto en mi vida.
He pensado en Ash durante siete largos años, casi deseando poder
contarle la verdad sobre lo que pasó y arreglar las cosas entre nosotros.
Pero temo que la verdad pueda significar el final para nosotros, y no voy a
dejarla ir.
Ahora que por fin la he encontrado, he decidido que será nuevamente
mía y solo mía. La quiero de vuelta en mi vida, en mis brazos, feliz y sana y
cuidada. Para siempre.
Ah, no la amo, no la amo para nada, pero hay algo en ella que me atrae,
me intriga… me conmueve…

Nota: Historia corta. Final de suspenso. Parte 1 de 3. Contenido (muy)


adulto.
Mine #1

6
Capítulo 1

—¡E
stás de turno esta noche, Ash!
Ay Dios, no otra vez.
—Bill, te lo dije ayer: trabajo esta noche. Solo
puedo volver después de las ocho.
Siempre es así. Mi jefe, Bill Grace, comienza a ladrarme tonterías sin sentido,
y paso diez minutos gritándole que si no me pagara un sueldo tan
miserable, no tendría que tener otro trabajo solo para mantener mi vida
semivivible.
Ahora quiere que trabaje un turno doble, tengo que llegar a mi segundo
trabajo en media hora, y todavía necesito llevar a Ben a casa y alimentarlo
antes de ir al trabajo.
7
Maldición.
—Maldita sea, Ash. ¡Estamos cortos de personal! Llama a tu otro trabajo y
tómate la noche libre —me grita a través de la ventana del frente, con sus
ojos azul lechoso inyectados en sangre y feroces.
Adoro a Bill, realmente lo hago, pero si tengo que gastar un minuto más en
explicarle mi vida a este imbécil, ¡gritaré como una maldita poseída!
—No. Ahora trae tu trasero aquí y comienza los próximos pedidos. Necesito
ir a buscar a Ben antes de que llegue tarde a mi autobús —murmuro,
desatándome el delantal y tirándolo en el gancho detrás de mí.
Bill murmura algo que no estoy segura que sea muy elogioso para mí, o
para las mujeres en general, y salgo al calor de la ciudad, aliviada de
todavía tener tiempo para tomar el autobús y recoger a Ben antes de que
la bruja de su maestra me dé otro sermón.
Media hora más tarde, tengo a mi recalcitrante niño de diez años y
estamos corriendo a casa, tratando de vencer el aguacero que puedo
oler en el aire.
—¡Corre más rápido, Ash! ¡Nos mojaremos si tardas tanto tiempo, lenta! —
grita, tironeando de mi mano.
Por supuesto, tiene diez años y no ha estado trabajando desde las cinco
de la mañana, tiene energía ilimitada y no está sobrecargado con dos
bolsas y comestibles, por lo que no entendería que estoy muerta de
cansancio y a un parpadeo del colapso.
Afortunadamente, llegamos a la casa justo cuando cae la primera gota, y
me apresuro a preparar la cena —una comida de microondas, no me
juzgues— y reviso su tarea mientras espero a que llegue Miranda, su niñera.
—¡Hola, Ash!
—¡Aquí dentro, Randy! —grito, frotándole el cabello a Ben cuando la joven
y exuberante universitaria entra rebotando con una sonrisa que nunca
deja de hacerme feliz—. Lo he alimentado, y ha terminado su tarea.
Asegúrate de que se bañe… 8
—¡Aaah! Me bañé anoche —se queja con petulancia, recordándome el
enorme problema de actitud que tiene últimamente.
Esta es la razón por la que Randy ya no puede sacarlo de la escuela y por
el cual me estoy repartiendo entre dos trabajos y manteniendo contentos
a sus maestros. El pequeño mocoso se ha convertido en eso, en un mocoso,
y en un maldito bravucón para colmo, forzándome a correr como loca
para retirarlo personalmente de la escuela y traerlo a casa antes de que
pueda hacerle daño a otro niño.
—¡Los seres humanos se bañan todos los días, les guste o no! ¡Ahora lleva tu
trasero arriba y lávalo antes de que lo patee, pequeño! —grito, perdiendo
la calma, algo que le juré al psicólogo de la escuela que no haría.
Ben… está reaccionando a la muerte de nuestra madre hace tres años, y
al posterior abandono de nuestro padre de todo lo que incluso se
pareciera a ella. En resumen, desapareció al minuto en que su ataúd
golpeó la tumba, y no hemos sabido nada de él desde entonces.
Había abandonado la universidad solo para mantener a mi hermanito
fuera del sistema de acogida y para mantener la pequeña casa que
mamá nos había dejado fuera de la ejecución hipotecaria. La mayoría de
los días apenas nos las arreglamos si tenemos suerte, y tengo tantas
posibilidades de terminar mi carrera como de ganar la lotería.
Ahora también tengo que lidiar con que Ben se porte mal.
—¿Todavía les da puñetazos a los niños en la escuela? —pregunta Randy,
recogiendo el plato de Ben y volviéndose hacia mí con una mueca
compasiva.
—No desde que fue forzado a hacer tareas como castigo. Al menos sus
calificaciones son mejores —murmuro, agarrando mi bolso y dirigiéndome
hacia la puerta—. Dejé tu dinero en el cajón del medio y te compré los
lápices que necesitas para esa clase de arte. ¡Adiós, Rand!
Llego al autobús sin perder ni un segundo, mi ropa está tan mojada que
dejo un charco detrás de mí cuando me siento y aprieto los dientes contra
los escalofríos que me sacuden.
Cuando llego al edificio Jasper, me veo como una rata ahogada y estoy
estornudando tanto que sé que me voy a resfriar. Mierda, justo lo que
necesito en este momento, enfermarme en mi horario de trabajo e intentar
mantener a Ben lejos del reformatorio.
9
Llego al vestuario —un pequeño armario con dos casilleros para nuestras
cosas— y me cambio rápidamente, y me recojo el cabello en un austero
moño empapado antes de salir con mi carrito para comenzar.
Dos horas más tarde, estoy resoplando y soy miserable, pero
afortunadamente estoy terminando por ahora. Nunca me he sentido tan
mal, y una mirada en el pequeño espejo que cuelga en mi casillero me
dice que me veo tan mal como me siento.
Mi largo cabello castaño claro se encrespa alrededor de mi cabeza,
gracias a los sudores de la fiebre que he tenido durante la última hora, y mi
nariz está roja como un tomate. Mis ojos grises claro, sin embargo, son los
que cuentan la verdadera historia. Están vidriosos y caen de cansancio.
Y todavía tengo que volver a la cafetería.
—Quiero esa maldita información esta noche, o puedes empacar tus cosas
y largarte de mi empresa.
Escucho la voz gruñendo a través de la puerta por la que estoy pasando
camino al ascensor y me detengo. El tono cortante de esa voz… por no
mencionar el acento inglés intelectual… ¿dónde la he escuchado antes?
—¿No te gusta tu trabajo, Isaac? —escucho, retrocediendo cuando me
doy cuenta de que me he detenido y tengo la oreja firmemente
presionada contra el panel de madera oscura junto a la puerta.
No puedo escuchar la respuesta, así que asumo que con quienquiera que
este hombre sea tan severamente agresivo está demasiado acobardado
para hablar o está al otro lado de una línea telefónica.
Como sea, agradezco no ser quien recibe el helado gruñido. Estoy a punto
de darme la vuelta y dirigirme hacia el ascensor, sin querer retrasarme más
para el trabajo de lo que ya lo estoy gracias a la lentitud que ha
provocado el resfrío, cuando siento que me invade una ola de mareos.
El asalto hace que aparezcan manchas oscuras ante mis ojos, y siento que
mis piernas se debilitan precariamente y se tambalean antes de que

10
pueda hacer desaparecer el ataque. El vértigo, junto con las náuseas
repentinas, me arrojan de culo antes de que pueda sostenerme, y termino
boca abajo en el suelo con el culo en el aire, tragando la bilis que sube por
mi garganta.
Mi descenso debe haber hecho algún tipo de ruido, porque cuando
parpadeo de nuevo, recuperando algo de mis sentidos, soy acunada
contra el calor de un pecho fuerte y musculoso.
—Jesús, estás ardiendo.
Esa voz hace algo raro en mis entrañas, y me estremezco, me presiono más
cerca de su calor, necesitando acercarme lo más humanamente posible
por alguna razón inexplicable.
No puedo olerlo, gracias a mi nariz congestionada, así que hago lo mejor
que puedo y meto la nariz goteante contra la piel lisa de su cuello. La
sensación que me genera esa pequeña conexión me deja aturdida
mientras me lleva fácilmente a su oficina —soy bajita, pero no me falta
peso en absoluto— y me recuesta en el sofá.
Se endereza, alejando su calor y fuerza, y gimoteo porque quiero seguir,
pero estoy tan cansada que de repente no puedo levantar ni un dedo.
Cuando está erguido y por encima de mí, veo bien a mi salvador y me
quedo boquiabierta, congelada en el lugar por su belleza.
Su cabello es del color del caramelo quemado, lo suficientemente largo
como para llegar a su cuello, pero corto como para que le falte ese
aspecto de chico malo que la mayoría de los hombres buscan en estos
días. No que necesite algo tan tonto como el cabello para darle esa aura,
pienso aturdida. Ya tiene esa mierda en abundancia.
Pero sus ojos, esos penetrantes ojos turquesa, son los que me atraen.
—Ay, Dios mío. Un ángel. —Culpo a mi sobrecalentado y sensiblero cerebro
por esa idiotez.
Una ronda de profundas risitas masculinas resuena alrededor de mi cerebro
afiebrado, y me estremezco al darme cuenta de que hay otros cuatro
hombres en la oficina, todos mirándome con miradas profundamente
divertidas. Y que lo he dicho en voz alta.
Vergüenza.
—Debe tener mucha fiebre si piensa que eres tan bueno, Luc.
Giro mi cabeza —bueno, se balancea en la dirección de esa voz
11
profundamente divertida— para ver a un Adonis rubio mirándome con
expresión de júbilo en el rostro.
—Vete.
—Luc, la pobre chica está obviamente enferma y necesita atención
médica. Déjame…
—Vete.
Una palabra, ladrada tan salvajemente que siento que mis músculos
gelificados se tensan, listos para sacar mi trasero enfermo corriendo por la
puerta; pero no, debe habérselo dicho a los demás porque nos quedamos
solos en el espacio de unos segundos, la puerta se cierra de golpe en
medio de murmuraciones y lo que suena como arrepentimiento.
Por alguna razón, algo que no puedo explicar, me encuentro
levantándome del sofá rápidamente, mi cuerpo de repente quiere volar
mientras esos ojos fríos y duros están enfocados en mí, haciendo cosas
extrañas en mi interior.
—Eh, gracias… um, ¿por ayudarme? Necesito ponerme en marcha —
exhalo, manteniendo los ojos fijos en su cuerpo tenso mientras me dirijo
hacia la puerta.
Por alguna razón a pesar de la vergüenza, porque sí, todavía soy lo
suficientemente vanidosa como para saber que mientras este hombre,
este… perfecto espécimen se parece a un anuncio de GQ andante, me
veo como una completa mierda… siento la agitación del miedo y la
necesidad de correr y seguir corriendo hasta estar completamente lejos de
él.
No sé por qué, no realmente, pero mientras me escabullo encubierta hacia
la salida, sé en el fondo, donde residen mis instintos femeninos, que si no
salgo de aquí pronto, voy a estar hasta el cuello con este tipo.
—Detente.
Esa palabra congela la sangre en mis venas, pero lucho a través del
sentimiento y mis continuos mareos en un esfuerzo por salir de aquí antes

12
de hacer algo estúpido como decirle lo sorprendentemente atractivo que
es.
Eso sería… terrible, porque aunque no soy fea, definitivamente soy una
chica normal y por lo tanto no estoy ni siquiera cerca de su liga.
—Eh, tengo que irme —exhalo, sintiendo que mi adrenalina sube cuando
mi mano se cierra sobre la manija de la puerta y la empuja hacia abajo—.
Tengo que volver al trabajo.
Quiero decir que me las arreglo para girar la manija con elegancia y hacer
una escapada elegante. Nop. Lo que pasa es que tropiezo con la manija
debajo de mi sudorosa palma y casi salgo de esa oficina cayendo,
tropezando hacia el ascensor vacío sobre mis piernas líquidas.
Es mientras bajo por el ascensor, ralentizando mi respiración lo suficiente
como para aliviar las palpitaciones en mi dolorido cráneo, que sé por qué
he huido tan rápido. Reconozco esos sorprendentes ojos penetrantes.
Pertenecen a un evento de mi pasado que casi destruyó mi joven corazón,
un evento que me puso en el camino de la autopreservación y la
necesidad de mantenerme separada de cualquier persona o cosa que
pueda hacerme daño.
Esos ojos pertenecen a Lucian Jasper, el amor de mi infancia y el mismo
chico… hombre, que me había roto el corazón tan cruelmente que
todavía siento el ardor de las lágrimas cuando pienso en ello.

13
Capítulo 2

—¡A
y, Dios mío! ¡Qué diablos!
Sí, pienso, arrastrando mi delantal sobre mi
cabeza palpitante y moviéndome
sigilosamente hacia la puerta de la cocina,
deseando como el demonio irme a casa y
caer en la cama.
En este punto siento que solo un buen coma de tres días puede ocuparse
de la vil enfermedad que me atraviesa. Después que la impactante
revelación de exactamente con quién me había enfrentado, finalmente
me había calmado lo suficiente como para llegar tambaleante al próximo
autobús, había tomado la decisión a medias de llamar a Mel, mi
supervisora en Jasper —¿cómo podía no saber, ni siquiera sospechar que
14
la empresa para la que limpiaba le pertenecía a él?— y renunciar.
Sí, así que ahora además de estar infernalmente enferma, me falta una
fuente de ingresos muy necesaria y realmente no tengo ganas de asistir al
turno de esta noche. Pero no puedo permitirme dejar que Bill me despida,
así que en vez de ir a casa, estoy muriendo por completo y rezando para
que las próximas dos horas pasen rápido.
—Jesús, ¿qué demonios te pasó?
Me giro hacia mi jefe y le lanzo una mirada asesina mientras le echo un
vistazo a la hamburguesa que estoy cocinando en la parrilla.
—Tuve que correr al trabajo bajo la lluvia. Creo que me resfrié.
—¿Tan rápido? —pregunta con escepticismo—. ¿No estás con el período?
Oigo una maldición murmurada desde el mostrador y aprieto los dientes.
Bill, el arcaico tonto, piensa que cada vez que una mujer se enferma es
debido a la “maldición de la menstruación”… sus palabras, no las mías.
Es un verdadero imbécil en lo que respecta a chicas que están con el
período y parece pensar que si estás en “esa condición”, no deberías estar
manipulando comida.
—Sí —murmuro, disfrazando una risita detrás de una tos seca cuando veo
que sus ojos se ponen tan duros que me pregunto cómo los mantiene en su
cabeza.
¿Por qué no pensé en eso antes? Podría haberme ahorrado el billete del
autobús hasta aquí y estar en cama.
—¿Cuándo? —dice con voz ronca, lo que me hace resoplar de risa.
Maldito imbécil machista.
—Cuando me fui del trabajo.
—Está bien, está bien —murmura, pasándose una mano por el cabello
aplastado—. Tú… vete a casa. Yo me encargo de esto. —Gime, se
deshace de la hamburguesa que yo había estado friendo y agarra una

15
hamburguesa nueva.
Cinco minutos después, estoy sonriendo mientras me subo al autobús y
caigo en el asiento de plástico con la esperanza de llegar a casa y
medicarme antes de que se me empiece a salir el cerebro por la oreja.
No tengo tal suerte. En cuanto atravieso la puerta, oigo a Ben gritar
obscenidades muy viles para un niño de su edad, y llego a tiempo para
verlo arrojar el gato de cerámica de mi madre a Randy.
Por qué me sorprende esto, después de todo lo que ha hecho el mocoso
últimamente…
—¡Alto! —grito, agarrándole el brazo antes de que pueda lanzarle otro de
los preciados gatos a Randy, quien ahora se está escondiendo detrás del
sofá—. ¡Qué ca… demonios estás haciendo!
Ben es joven y mucho más pequeño que yo, pero en las últimas semanas
he aprendido que con este enojo consumidor que tiene embotellado por
dentro, es monstruosamente fuerte.
Apenas soy rival para él en un buen día, pero esta noche, al estar tan
enferma —ni siquiera puedo explicar por qué me está atacando tan fuerte,
excepto que he estado cansada durante semanas—, no soy rival para sus
rabietas.
Estoy en el suelo protegiéndome la cabeza antes de que pueda
parpadear. Ben se vuelve loco encima de mí, sus pequeños puños vuelan
mientras grita que nos odia a todos, a mí más que a nadie.
Dejo que siga, mi mente está congelada por la sorpresa cantando una
cosa una y otra vez. Nunca le muestres emociones negativas. La terapeuta
me lo había metido en la cabeza el primer día después de ver cómo me
trataba mi hermanito.
Admito que solo me había dado ese largo discurso después de ver mi
rostro retorcido. Sí, tengo mal genio. Uno que no puedo permitirme que
tenga rienda suelta cada vez que el mocoso empieza con su mierda.
Cuando los golpes se detienen —gracias, Jesús, porque me duele todo el
cuerpo—, bajo los brazos para ver al pequeño demonio colgado del puño
del único hombre que no quería volver a ver nunca más.
—¡Basta!
No grita, solo sisea la palabra con esa voz fría que había usado con los
hombres de su oficina, pero todos escuchamos la violencia contenida en
su tono. 16
Ben se detiene inmediatamente, sus oscuros ojos grises se abren de par en
par.
—¡Ay, gracias a Dios!
Esa es Randy, quien asoma la cabeza por encima del sofá para
comprobar todo antes de ponerse de pie y correr en mi dirección, sus ojos
marrones bien abiertos y brillantes mientras me ayuda a levantarme y a
estabilizar mis piernas temblorosas.
—Ash, sé que no… no puedo lidiar más con esta mierda —dice con
lágrimas en los ojos, mirando a Ben con cautela.
Esa mirada me da la idea de que sus pequeñas travesuras no son algo raro
como creía que eran.
—¿Ha hecho esto antes? ¿Mucho? —pregunto, arriesgando una mirada al
enorme hombre que actualmente sostiene a mi hermano como una bolsa
de basura sucia.
Veo que no hay forma de que le haga daño, pero aun así, odio la forma
en que lo está fulminando con la mirada como si fuera algo inoportuno,
como un mal olor o algo así.
—Ha estado mal últimamente, Ash. Esta noche es la primera vez que se
vuelve loco, pero… no estoy dispuesta a quedarme para esto, no importa
lo mucho que quiera al chico.
No puedo culparla, me da unas palmaditas en el brazo y agarra su bolso
antes de salir sin mirar atrás. Ni siquiera sabiendo que su abandono va a
empeorar los problemas de Ben.
La verdad es que mi niño ha estado luchando con su dolor y pérdida
durante dos años sin mucha ayuda. Después de que papá se fuera, he
estado tan ocupada trabajando y tratando de mantener las cosas a flote
que no me había dado cuenta de su necesidad hasta que fue demasiado
tarde. Ahora estoy pagando el precio por ser una madre terrible, sin
importar que no sea realmente su madre ni la culpable de todo lo que ha
sucedido en los últimos años.
Tal vez es por eso que en lugar de agradecerle a Lucian por su improvisado
rescate, lo miro con dureza.
17
—Bájalo.
La mirada que recibo por mis esfuerzos es un cruce entre desdén y
diversión, y sacude un poco a Ben antes de bajarlo.
—Sube y métete en la cama, Benjamin.
Solo así.
Siete palabras son todo lo que se necesita para que Ben reciba el mensaje
y se escape.
—Siéntate antes de que te desmayes.
Quiero discutir, sobre todo con ese tono burlón, pero mi cuerpo se
desploma por voluntad propia y caigo sobre el sofá, tan agotada que no
puedo decidir si reír o llorar.
Quiero reírme ante la ironía de esta situación. He estado evitando hasta
pensar en Lucian durante años, desde que había traslado su trasero sexy al
otro lado del océano e ignorado todos los correos electrónicos y mensajes
de texto que le había enviado.
No la había pasado bien, dado el hecho de que había estado loca por un
tipo que vivía en otro continente y que parecía haberme olvidado en el
momento en que se subió al avión hace tantos años.
Ahora aquí estoy, con ese mismo imbécil insensible de pie en mi sala de
estar, mirándome como si tuviera algo de lo que sentirme culpable en
lugar de al revés.
—¿Qué demonios le pasa a ese chico?
Me ofendo mucho ante eso, y no porque Ben no lo merezca, sino porque…
bueno, porque odio a Lucian por romperme el corazón y me niego a
dirigirle ningún tipo de lealtad.
—Por favor, vete. —Al menos eso es lo que trato de decir. Sale más bien
como “po favo vete”.
Y entonces empiezo a toser tan fuerte que me doblo, un tanto asustada de
mirar mi mano en caso de que uno de mis pulmones hubiera encontrado
una manera de salir.
Escucho un suspiro, uno de esos sonidos resignados con el que alguien —él,
el imbécil— obviamente está practicando la paciencia. Como si
18
necesitara su mierda en este momento. Con ese pensamiento viene el
recordatorio de que estoy sin trabajo y en medio de montón de basura en
lo que a Ben se refiere.
La terapeuta había sido clara. Si no puedo controlarlo, habrá que tomar
medidas para asegurarnos de que reciba “ayuda”.
No sé exactamente de qué medidas estaba hablando, pero estoy
bastante segura de que no son buenas, no por la forma en la que me
había mirado.
—¡Ashley! —espeta y vuelvo a la realidad cuando un par de manos duras
caen sobre mis hombros para sacudirme hasta volver a la conciencia—. Te
hice una maldita pregunta, mujer.
Ay.
—Nada. Su mamá murió y luego su padre huyó.
En pocas palabras. Ah, y he sido una completa imbécil en el
departamento de hermanas.
—Cristo. Tu madre… Lo siento mucho, Ashley.
—Sí. —Me encojo de hombros.
¿Qué más hay que decir? Mi mamá está a dos metros bajo tierra, el
imbécil de mi padre se fue, y me las he arreglado para arruinar todo lo
demás de una manera magnifica, así que definitivamente quiero llorar.
—¿Tu padre?
Levanto la mirada en este punto y tengo que esforzarme para evadir la
compasión que veo allí. Es difícil mirarlo, ver la ternura que había echado
de menos durante todos estos años, una ternura que solo me había
mostrado mientras me susurraba secretos a altas horas de la noche
acostados en el patio mirando las estrellas brillar.
Tengo que obligarme a recordar que es el mismo chico —hombre— que
me había susurrado que me amaba y luego se había alejado como si no
significara nada. Todavía no puedo entender cómo había sucedido. Una
parte de mí está convencida de que inventé ese largo verano, que el
solitario estudiante de intercambio no había existido.
Pero existió, existe, actualmente está de pie frente a mí, donde estoy
19
desplomada en el sofá, sus ojos extrañamente penetrantes me miran de
una manera que no puedo descifrar.
—¡Ashley!
¿Qué? Ah, sí. Había preguntado por Wesley, el hombre al que me niego a
llamar padre a pesar de todo el tiempo en que había sido exactamente
eso.
—Después de que mamá murió. —Me encojo de hombros y me limpio la
nariz húmeda con la manga mojada de mi suéter—. Se fue, de acuerdo.
Un día estaba aquí y al siguiente no.
Dejándome para criar a un niño de cinco años que no entendía adónde
había ido mamá o por qué su padre no lo amaba lo suficiente como para
quedarse.
Y aquí viene la ira otra vez, ese fuego lento y progresivo que nunca deja de
hervirme la sangre cada vez que pienso en él. Si fuera por mí, si ese imbécil
estuviera frente a mí en este momento, le patearía las bolas con tanta
fuerza que caminaría raro por el resto de su miserable vida.
En vez de eso, estoy atrapada aquí con el Sr. Gran Bretaña, esperando que
llegue al punto de cual sea la razón por la que decidió infestar mi vida de
nuevo.
—¿Así que has estado cuidando a Benjamin sola?
No entiendo por qué suena tan enojado, pero estoy tan cansada y me
siento tan enferma como para echarlo, y sus problemas me importan un
comino en este momento. Todo lo que quiero es que se vaya para poder
quitarme la ropa mojada y caer en la cama.
El mañana no me va a esperar, y me gustaría dormir al menos unas horas
antes de tener que lidiar con Ben y el hecho de que necesito encontrar
otro trabajo.
—¿Podrías irte, por favor? —Resoplo, y siento que mis párpados se cierran
por la fiebre que se apodera de mi cuerpo—. Quiero irme a la cama.
Mis ojos están cerrados cuando escucho que la puerta se cierra de golpe,
y un pequeño chisporroteo de desilusión me golpea antes de que pueda
aplastarlo.
Habría sido agradable que… ¿qué? Ver a Lucian Jasper de nuevo es algo
20
que nunca había pensado que fuera posible. Demonios, me había forzado
conscientemente a olvidar al hombre y mis emociones de adolescente
justo cuando…
No, no pensaré en eso ahora. Ahora solo quiero dormir y olvidar que este
día horrible ha ocurrido. Con eso me permito relajarme y caer más
profundo en los cojines del sofá.
Capítulo 3

M
e despierto sintiéndome tan mal que gimoteo y cierro los ojos con
fuerza. Mi cabeza, si ese montón de papilla palpitante todavía se
puede llamar así, está latiendo tan fuerte que siento el pulso en
mis globos oculares.
Mi garganta se siente como si hubiera tragado hojillas de afeitar, y si una
manada de elefantes en estampida no tuvo una fiesta en mi casa anoche,
no puedo explicar el dolor que se aferra a mis músculos.
También me siento débil como un recién nacido, así que cuando
finalmente fuerzo a mis ojos a abrirse, se necesitan algunos torpes intentos
para levantarme de la cama y erguirme sobre pies temblorosos.
El espejo, esa rata bastarda que evito como la peste, me dice lo mal que
21
me está yendo. Tengo unas ojeras oscuras, mi cabello está tan enredado
que no puedo pasarle un peine, y mi piel es del mismo tono que la de un
cadáver.
Frunzo el ceño, porque qué más puedo hacer cuando estoy tan mal, me
pongo un par de pantalones cortos y mi vieja camiseta de la universidad.
Cuando la tela está rozando mi rostro, me doy cuenta de que acabo de
despertar en mi cama. Desnuda. No recuerdo haberme quitado la ropa,
ya que estoy casi segura de que me desmayé en el sofá.
¿Qué diablos…?
Cuando bajo las escaleras, lista para enfrentarme a Ben y a lo que sea que
tenga que hacer, me detengo en seco, segura de que estoy teniendo una
alucinación inducida por la fiebre.
—Buenos días.
No sale nada, y estoy segura de que me veo como una tonta hechizada
allí quieta, viendo a un Lucian sin camiseta por la cocina, cocinando el
desayuno mientras Ben se sienta dócilmente, con la cabeza gacha, tan
callado que tengo la loca necesidad de tomarle el pulso.
—¿Qué demonios estás haciendo?
Sale más fuerte de lo que quiero, pero al diablo, el hombre no lleva camisa
y es fornido. Sus abdominales son… duros y ondulantes, todo lo que mis
partes femeninas no tan experimentadas aprecian en un macho de la
especie.
No me malinterpreten, no soy una señorita ignorante, pero nunca he…
hecho mucho en el área sexual más allá de besar a un chico, bueno, la
vista de su cuerpo medio vestido me hace cosas que no estoy preparada
para manejar.
—Preparando el desayuno, mi amor.
El tono ronco, por no mencionar la mirada tiernamente divertida, hace
que mi vientre se apriete y se agite mientras todo lo que hay al sur se
anima y trata de tomar nota.
En serio, me siento sin aliento, como una de esas heroínas románticas, con
solo mirar esa boca dura y la sensual curva de sus labios.
22
Aparto la mirada bruscamente de mi acosador solo cuando pone los
huevos y el tocino en los tres platos sobre la mesa e inclina la cabeza.
—Siéntate. Necesitas comer.
—No tenía huevos y tocino.
Es tonto que eso sea lo primero que salga de mi boca mientras me siento y
miro la comida que ha hecho, pero es todo lo que se me ocurre cuando
toma el asiento frente a mí, sin apartar la mirada de mí.
—No me digas. Todo lo que cocinas es avena y esas cosas baratas que
consigues en el pasillo de descuento —gruñe Ben, atacando su comida
como si fuera un animal hambriento.
El ataque hace que mis mejillas ardan con vergüenza, y me trago un
aliento, dispuesta a no llorar ante la humillación que siento al saber que
Lucian ahora está al tanto de mi grave situación.
Soy pobre, sí, pero maldición, todavía tengo mi orgullo. No soporto la idea
de que nadie sepa que en lugar de comprar comida como una persona
normal, busco las ofertas de descuento solo para mantenernos
alimentados.
—¡Benjamin! Discúlpate.
El gruñido es tan fuerte que salto un poco y casi me ahogo con el sorbo de
café que había tomado, me arda la garganta mientras toso un chorro de
cafeína sobre mi plato intacto.
Una mirada a Lucian y sé que nada menos que una disculpa completa
será suficiente. Está respirando con dificultad, casi gruñendo mientras mira
a Ben con una mirada salvaje, esperando en silencio mientras mi pobre
hermanito se pone rojo remolacha y farfulla alrededor de su tenedor:
—Lo siento.
No es exactamente la cosa más sincera que he escuchado, pero la
tomaré, creo, permitiéndome echar un vistazo al hombre dominando mi
cocina. Puede que no quiera que esté aquí, pero ha logrado algo que
nadie, ni siquiera la terapeuta, ha podido conseguir en meses.
Ben nunca se disculpa, nunca, así que el hecho de que hubiera
conseguido que dijera que lo sentía no solamente anoche, sino también
23
esta mañana, con una sola palabra... bueno, creo que me gustaría que se
quedara por aquí un tiempo, aunque solo sea hasta que me sienta más
cerca de poder vivir con mi terrible enfermedad.
—Puedes hacerlo mucho mejor que eso, Benjamin. Y cuida tu maldito
lenguaje alrededor de tu hermana.
—Eh, está bien...
—¡No! Realmente no está bien —dice Luc con dureza, silenciándome con
una mirada—. Si no puede estar agradecido por el hecho de que trabajas
como una esclava para mantenerlo en un hogar y alimentado, lo menos
que puede hacer es guardarse esa actitud. Dije que te disculpes.
Adecuadamente.
Me siento como una idiota cuando sus ojos grises me miran, las
profundidades brillando con lágrimas sin derramar, y se disculpa con un
suave susurro que me rompe el corazón.
Me recuerda al antiguo Ben que había aferrado a mí y llorado el día en
que le dije que mamá no iba a volver a casa. Quiero recuperar a ese Ben,
tanto que no lo soporto.
—Gracias.
Hablo y los miro a los dos, haciéndole saber al frío bastardo que aunque no
quiero que esté aquí, no soy tan animal como para no estar agradecida al
menos por esto.
Pero todavía tengo que echarlo para poder hacer mis cosas y empezar a
buscar un trabajo.
—Gracias por el desayuno, pero tenemos cosas que hacer —comienzo a
decir mientras hago a un lado mi desayuno arruinado—. Ben, ve a
prepararte para la escuela, chico.
Puedo ver que Lucian no está impresionado por mis agallas, pero espera a
que el niño se vaya —otra acción por la que estoy agradecida— antes de
inmovilizarme en mi silla con una mirada.
—Estás enferma; necesitas comida y meterte en tu cama.
El resoplido que suelto no es el propio de una dama, y le sonrío como si me
24
hubiera contado un chiste particularmente gracioso. ¿En serio? ¿El tipo
regresa a mi vida por dos segundos y cree que puede decirme lo que
necesito?
—Sí, pero desafortunadamente necesito llevarlo a la escuela, y luego
tengo que conseguir un nuevo empleo.
Gracias a Dios, no tengo que ir a la cafetería hoy gracias a la aversión de
Bill por las mujeres que menstrúan, así que tengo el día para recorrer las
calles en busca de un trabajo.
—Tienes un trabajo. Dos, si no me equivoco —dice majestuosamente,
recordándome que estoy lidiando con un tipo que no sabe absolutamente
nada del mundo real.
Probablemente se sienta en su torre de marfil y mira al mundo a través de
una lámina de color rosa en las ventanas del piso al techo. ¿Yo? No soy tan
tonta. Sé que si no me pongo en marcha, estaré sentada sin techo y sin
alimento.
—Uno, dado que dejé de trabajar para ti anoche —digo, levantándome
para tirar mi plato en el fregadero—. Y eso no será suficiente, así que...
Se para de su silla y me enfrenta tan rápido que no tengo tiempo de
retroceder. Sus dedos son como abrazaderas que se acomodan sobre mis
hombros y me jalan hacia arriba, acercándome estrepitosamente a su
pecho desnudo y a los músculos que mi lengua traidora quiere lamer.
Estoy enferma, no muerta, así que sí, puedo apreciar completamente la
excitación que produce su cercanía.
—Renuncia no aceptada. Ahora siéntate. Puedes desayunar mientras mi
chofer lleva a Benjamin a la escuela. Y luego irás al médico.
Suelto otro resoplido, y sí, soy consciente de que resoplarle a un hombre
que obviamente está un poco loco —lo digo por nuestro pasado y por el
hecho de que nunca debería mostrar su rostro aquí (larga historia)—...
—Ashley, siéntate. Por favor.

25
—¿Por qué? —pregunto mientras me alejo lentamente—. Sabes... no sé por
qué estás aquí. No deberías estar aquí.
No, debería estar al otro lado del océano, no aquí presenciando mi
pobreza y humillación. Me mata que me esté viendo tan abatida. Por mis
necesidades financieras y el hecho de que no puedo criar a un niño que
valga la pena.
Suspira pesadamente y se pasa una mano por el cabello, un gesto con el
que estoy familiarizada incluso después de todos estos años, y sonríe con
tristeza.
—Anoche estabas enferma, y... quería asegurarme de que estuvieras bien.
—Bueno, lo estoy.
—No, realmente no lo estás. Estás enferma, agotada, y muy por encima de
tu capacidad con ese chico. Estoy aquí para ayudar.
—No quiero tu ayuda.
Ah, sí, la quiero. Realmente la quiero. Estoy tan cansada de tener toda esta
mierda sobre mis hombros. Trabajar, escatimar, preocuparme por
mantener todo dentro de mi escaso presupuesto, mientras mi hermano
hace todo lo posible para destruir lo poco que tenemos.
Y ese maldito gato de cerámica. Suena tonto, pero mi corazón se rompió
porque destruyó una de las pocas cosas que mamá había apreciado.
—Puede que no la quieras, pero la necesitas, Ash. Vamos, amor, sabes que
no puedes seguir haciendo esto por mucho más tiempo —dice tan
amablemente que se me llenan los ojos de lágrimas—. Si no se hace algo
al respecto con la ira de ese niño, se perderá. Déjame ayudar. Por favor.
—Pero…
Agarra mi rostro en sus manos y me mira desde su imponente altura,
irónicamente haciéndome sentir más segura de lo que me he sentido en
mucho tiempo, a pesar del peligro que siento solo con ese toque.
—Por él.
Eso, y la pequeña chispa de esperanza que sentí al ver que sus ojos se
suavizaban es todo lo que se necesita, y estoy asintiendo antes de
permitirme el tiempo para pensar con claridad. A decir verdad, necesito
ayuda. No puedo seguir así, sin importar lo mucho que quiera creer que
soy Superwoman.
Tal vez, si tengo la suerte de que las cosas funcionen, finalmente pueda
26
descubrir por qué el amor de mi vida me había abandonado cuando más
lo necesitaba.
Capítulo 4
Luc

D
espués de hacer más huevos —nada de tocino, gracias a la
insistencia de Ashley— y ver a mi chica comer, hago lo que me he
estado muriendo por hacer desde el momento en que la había
encontrado casi inconsciente fuera de mi oficina.
Respiro de nuevo.
Me he estado muriendo por dentro desde el día en que me alejé de ella
hace tantos años, y ahora que la tengo de vuelta, nada me impedirá
mantenerla a mi lado. 27
Claro que había puesto medidas para que trabajara en las oficinas de
Jasper Headquarters, e incluso hacía que un hombre la vigilara cuando iba
como loca entre autobús y autobús, pero anoche fue la primera vez que
me había permitido el lujo de tocarla.
Verás, tengo un plan.
El primer paso fue asegurarme de que estuviera lo suficientemente cerca
como para que pudiera vigilarla. Odio que parte de ese plan haya sido
que limpiara las oficinas mientras yo la vigilaba a través de las cámaras de
seguridad que conectan directamente con mi oficina.
Había tenido todas las intenciones de ir tras ella, pero primero había tenido
que deshacerme de todos los impedimentos en mi vida, comenzando por
mi malintencionada exesposa y su familia chupasangre.
Ahora que he dejado el pasado atrás, me he decidido a tomar eso que
quiero, y por eso me refiero a la mujer que juré que nunca volvería a tocar.
Después de unos meses de planificación y una total obsesión, había
planeado “toparme con ella” y usar mis diversas habilidades seductoras
para atarla a mí. Desafortunadamente, había descubierto que ahora es la
madre agotada de un delincuente juvenil que aparentemente disfruta
hacer de su vida una maldita miseria.
Bueno, esa mierda termina aquí. Hoy.
Me importa un carajo lo que Ashley tenga que decir; enderezaré a ese
chico o enviaré su trasero mimado a un internado en la maldita Suiza.
Sé lo que estás pensando, pero no, no amo a Ashley Munro. No lo he
hecho desde ese día que trasladé mi trasero adolescente al aeropuerto y
volví con mi familia de sanguijuelas.
Pero la deseo, desde hace casi siete años.
Y lo que deseo lo consigo, fin de la historia.
Pero primero lo primero. Tengo que cuidar a mi pobre chica y hacer que
vuelva a la lucha, y también deshacerme de su hermano el tiempo
suficiente como para seducir a mi pequeña virgen.
Sí, sigue siendo tan pura como el día en que la dejé, y eso es algo muy
bueno, o no estoy seguro de haber podido enfrentarla sin retorcerle el
cuello. Extraño, pero cierto: soy bastante loco y posesivo cuando se trata
28
de esa mujer, y la idea de que otro hombre toque lo que realmente
considero mío me vuelve loco.
Pero es completamente pura e intacta, así que puede vivir para lo que he
planeado.
—Dame el maldito número de ese psiquiatra charlatán. Ah, y ¿Brody? Ni
una palabra a mi hermana.
—¿Crees que voy a acercarme a esa mujer después de la mierda que hizo
la semana pasada? —me pregunta, haciéndome reír con ganas.
Mi hermana menor es una persona a tener en cuenta, y aparentemente
ha decidido que quiere a Brody James, mi vicepresidente. Casi podría
compadecerme del pobre tonto por suponer que puede escaparse de las
garras de la pequeña zorra, pero como con todas las cosas en la vida, un
hermano mayor hará lo que sea para darle a su hermanita lo que más
desea.
He decidido darle a Brody. Él simplemente no lo sabe todavía.
—No seas llorón, James. Ahora, consígueme lo que necesito y ve a por ello
con Camille o siéntate y espera a que te aplaste. Ahora adiós, tengo una
mujer que cuidar.
Aunque primero necesito conseguir a mi pájaro, algo que está resultando
difícil ahora que sé exactamente lo que implica su vida. Está endeudada
hasta el cuello, trabaja hasta la muerte y tiene el instinto maternal de una
gata salvaje.
Y es muy testaruda.
Incluso después de haber accedido a que me quedara y la ayudara,
había visto cómo su mente comenzaba a correr a un kilómetro por minuto
con dudas y sospechas. Sabía que en algún momento llegaría al lugar en
el que recobrara el sentido y me pateara el trasero hasta echarme a la
calle.
No puedo permitir eso todavía, así que hice lo único que tenía sentido en
ese momento y aplasté dos sedantes suaves y los mezclé en su jugo de

29
naranja. Ahora duerme profundamente en su cama destartalada,
completamente inconsciente de mis planes.
El primero de ellos había sido sentar a su hermano y ponerlo al tanto sobre
hasta dónde llega mi tolerancia. Le había hecho saber con términos muy
precisos que si se atrevía a siquiera levantar ligeramente su voz a mi mujer
de nuevo, lo enviaría lejos tan rápido que la cabeza le quedaría dando
vueltas.
Claro que me siento mal por él, e irónicamente quiero ayudarlo, incluso
sabiendo que soy terrible con los niños —y este me recuerda a cómo era
yo no hace mucho tiempo—, pero no permitir que le haga daño a mi
chica ni un minuto más.
Había accedido con bastante miedo, porque el chico es lo
suficientemente inteligente como para saber que lleva las de perder, y que
lo enviaría a una internado con la esperanza de que se mantuviera fuera
de problemas el tiempo necesario para poder usar todos mis trucos con
Ashley hasta lograr que se enamore de mí.
Ahora solamente me falta convencer a mi polla de que seducir a una
mujer en sus condiciones no es la forma correcta de proceder. Uno
pensaría que verla con el cabello descuidado y la nariz chorreante haría
descender todo el asunto de la excitación.
Pero no. Aparentemente, a mi polla no le interesa que esté medio muerta,
aun así la desea.
—Despierta, Ash —susurro mientras le paso la mano por la frente febril el
tiempo suficiente para sacarla de su sueño inquieto—. Necesitas comer
algo y tomar tus medicamentos, amor.
Sus maravillosos ojos grises parpadean hasta abrirse y sonríe dulcemente,
sin perder todavía ese estado de sedada somnolencia. Sé que si no
estuviera así, estaría clavándome una mirada furiosa.
—¿Lucian?
Ah, la sonrisa se derrite inmediatamente, siendo reemplazada por el ceño
fruncido cuando su mente se aclara y recuerda que ya no somos amigos
adolescentes, y que me he metido en su vida nuevamente por la fuerza.
—Tienes que comer y vestirte, amor. He concertado un turno con una
nueva psicóloga, y quiere vernos hoy para hablar sobre Benjamin.

30
Es injusto de mi parte usar el amor que siente por su hermano, lo sé, pero
como a estas alturas realmente no tengo otra forma de acercarme —su
huida de la otra noche me ha convencido sobre lo inútil que sería una
simple seducción—, tengo que echar mano de lo que tengo a disposición.
Manejo tres compañías y controlo mis propias obras de caridad. No he
llegado adonde estoy por jugar limpio, así que aprovechar la única
debilidad que tiene es la única opción que me queda.
—¿Psicóloga? Pero él tiene…
—La doctora a la que veremos se especializa en este tipo de casos. Ya
sabes, en niños que pertenecen a hogares rotos.
Es malditamente incómodo tener que decirlo de esa manera, pero le gana
a mi primera opción, que era la de “ser abandonado por el fracasado de
tu padre”.
—Luc…
—Muy bien. Tómate tu sopa y date un baño, amor. Volveré en veinte
minutos para ayudarte con los medicamentos.
Salgo antes de que la visión de su cuerpo desnudo pueda soltar al animal
acechando debajo de mi piel. Perdón, pero cuando esa sábana se
resbaló y reveló sus grandes pechos coronados con pezones rosados, me
había puesto duro.
Por lo menos no me le tiro encima como un jovencito sin experiencia.
Aunque por un momento estuve malditamente cerca de mandar al diablo
esta farsa de hombre caballeroso que estoy representando y hacer
exactamente eso.
Estoy duro como un palo y hambriento después de siete años de sentir
pura lujuria por un fantasma. Deseo tanto estar dentro de Ashley que me
duele. Mierda, alejarme de ella anoche luego de haberla desvestido y
haber visto la sinuosa perfección de su cuerpo había sido un claro
testimonio del poder de mi voluntad.
Pero, tonto como soy, he decidido dejarle tener por lo menos un día para
organizar su situación antes de tomar lo que es mío.
Soy un caballero.
A veces.

31
Capítulo 5

D
espués de una hora y media de hablar sin parar, algo que no
quería hacer frente a Lucian pero aparentemente no tenía opción,
me desplomo en el asiento trasero de su auto, haciendo todo lo
posible por no llorar y hacer que mi rostro ya pálido se vea peor.
La terapeuta había sido honesta hasta el punto del dolor y lo explicó todo
perfectamente. Ben necesitaba un montón de ayuda, así como más
estabilidad de la que yo podía ofrecerle en este momento.
Quiero llorar sabiendo que he estropeado tanto las cosas con él, pero más
que nada quiero encontrar a mi padre y molerlo a golpes antes de matarlo.
—Shh, amor, todo estará bien. Lo juro.
Me sorprende ver que he estado llorando en silencio, e incluso estoy más
atónita cuando el enorme y frío británico a mi lado me pone en su regazo
32
y me acaricia el cabello, algo que no sentía desde que murió mamá.
—Pero ella dijo…
—Dijo que tenemos que llevarlo mañana y reorganizar un poco tu vida,
amor. Eso es todo —murmura, frotando una mano calmante por mi cabello.
—Pero… pero no hay nada que pueda hacer sobre ninguna de las cosas
que estaba diciendo, Lucian. —Gimo, empujando mi rostro contra su
cuello—. Quiero decir, seguro que necesito pasar más tiempo con Ben, y sí,
tal vez negarme a hablar sobre Wesley no fue mi momento más brillante,
pero no puedo hacerlo todo. Necesito trabajar. Tengo que ganar dinero
suficiente para mantenernos en una casa y… y la porquería de comida
con descuento que Ben tanto odia.
De acuerdo, sé que estoy siendo una perra total, y que sí, aunque
desprecio totalmente a Lucian por crímenes pasados, lo necesito ahora
mismo. No tengo a nadie, absolutamente a nadie para que me ayude o
incluso para hablar sobre esto desde que se fue Randy, y estoy muy
cansada de hacer toda esta mierda sola.
Sé, porque no soy estúpida, que cualquiera sea la mano que Lucian esté
jugando aquí, voy a terminar arruinada o con el corazón roto, o ambos,
pero ahora mismo, en este momento, no puedo hacer que me importe un
carajo.
Lo necesito, y si está dispuesto a ayudarme, pagaré el precio que tenga
que pagar. Ben lo necesita, y yo… bueno, también lo necesito, si soy
sincera.
—Shh, amor, no llores —lo oigo murmurar dulcemente mientras que esa
caricia constante nunca se detiene.
Su cuerpo es duro como una roca y está tenso debajo de mí, así que
imagino que lo que acabo de decir lo ha molestado un poco.
—Has hecho lo mejor que pudiste con una situación de mierda, amor.
Nunca te sientas mal por dar todo lo que tienes.
Ah, así que todavía está enojado por los insultos de Ben sobre mi
capacidad de proveer. Bueno, no puedo decir que lo culpo. Después de
haber conseguido recomponerme esta tarde, finalmente había permitido
que mi temperamento se relajara, ¿y sabes qué? Me siento ofendida por
los insultos del pequeño mocoso.
33
Claro, algunas de las cosas que compro no están cerca de lo gourmet,
pero en mi libro, si tu barriga está llena y no vives en una caja de cartón,
estás mejor que la mayoría.
—¿Qué voy a hacer, Lucian? —pregunto, recomponiéndome lo suficiente
como para deslizarme al asiento y arreglar mi cabello y mi rostro—. No
puedo pagar nada de esto, y si abandono uno de mis trabajos, tendré que
deshacerme de la casa. Es el único lugar donde Ben recuerda a mamá y
papá juntos.
—Bueno, tendrá que adaptarse cuando te mudes conmigo, y eso es todo.
No sirve de nada aferrarse más a ella.
Eso me sorprende un poco y me alejo, lista para derribarlo. De ninguna
manera me voy a mudar con…
¿No dijiste que estabas dispuesta a pagar el precio?
—¿Qué… qué quieres, Lucian? —pregunto trémulamente, apenas
logrando contener un escalofrío cuando él se inclina y planta un ligero
beso en mis labios temblorosos.
Me recorre una excitación feroz y veloz, y jadeo, dándole la apertura que
su lengua necesita para entrar y dar una deliciosa probada. Cuando no
retrocedo, porque honestamente, cómo podría hacerlo cuando su boca
está tan húmeda y sabrosa, lo toma como estímulo y va más profundo.
Cuando recobro mis sentidos, muchos minutos después, estoy a
horcajadas en su regazo y refregándome con una urgencia que me deja
mojada y tan necesitada que gimo cuando se aleja y me baja al asiento.
Me sentiría realmente avergonzada y culpable si no fuera por el hecho de
que el propio Lucian está tenso y obviamente excitado. Es horrible, pero
mientras me lamo los labios y lo miro, me complace enormemente verlo
estirar una mano para reajustarse, su rostro es una mezcla de enojada
necesidad y feroz control.

34
Otra razón para ser feliz es que ahora sé lo que quiere.
Seré honesta aquí: no me voy a quejar de cambiar mi cuerpo por la ayuda
que necesito, no cuando el hecho es que voy a ganar en ambos frentes.
Lo deseo, odio o no, y si consigo todo lo que necesito, y él, bueno, por fin
tendré un respiro.
—Jesucristo, será mejor que te mejores pronto, Ashley —gruñe, mirándome
fijamente—. Ahora repasemos para que cuando lleguemos a tu casa
estemos en la misma página. Tú y Ben se mudarán conmigo. No, puedo ver
que vas a discutir, así que escucha primero —dice en voz baja.
»Los dos sabemos que es solo cuestión de tiempo antes de que pierdas esa
casa o a tu hermano. Con ese fin, estoy dispuesto a estar de acuerdo con
esa psicóloga. Benjamin necesita estabilidad. La única forma de lograrlo es
que estés lo suficientemente estable para darle el tiempo que necesita
contigo. Eso significa no tener dos o tres trabajos solo para mantenerte a
flote.
Su rostro es tan duro cuando lo dice que retrocedo un poco para evitar
cual sea la ira con la que está lidiando. Esa cosa prácticamente se está
derramando de él en oleadas.
—A su vez, y dudo al decir esto porque no quiero lastimarte, pero por
mucho que lo hayas intentado, estás fracasando estrepitosamente. Ashley,
amor, no me mires de esa manera. No quise ofenderte.
¡No quiso ofender! Ese imbécil permanece allí tranquilo y calmo —no
puedo creer que sea capaz de estar tan controlado mientras estoy aquí
sentada tratando de controlar mi vagina—, ¡diciéndome que mis
pequeños esfuerzos son tan buenos como inútiles!
¿Dije que lo deseaba? Bueno, ¡no lo hago!
—Y luego está el problema del costo de que reciba tratamiento e ingrese
a una nueva escuela donde su reputación de acosador no afecte su
educación. Para lograr todo esto, necesitaré que empieces a empacar y
llames a ese lugar de mala muerte en el que has estado trabajando como
esclava. Renuncia. Hoy.
En ese momento llegamos a mi casa, y no puedo responder a nada antes
de que me saque del auto y me dirija a la puerta. Una oleada de vértigo

35
me golpea cuando abro y entro.
—Guau. ¿Estás bien, amor? —pregunta, agarrándome por el codo.
No. Sí. En realidad, no lo sé. Por un lado, todavía me siento terrible gracias a
la enfermedad mutante que tengo, y por otro, siento que acabo de salir
del maldito autobús a la Dimensión Desconocida.
Soy una chica práctica, gracias al enorme lío en que se había convertido
mi vida después de la muerte de mamá, pero aun así no puedo absorber
todo esto. Es demasiado rápido y…
—No quiero mudarme contigo. No soy una puta a ser comprada, Lucian
Jasper.
Sale antes de que pueda pensarlo dos veces, y observo mientras la dulce
preocupación en su rostro se transforma en algo tan duro y frío que
retrocedo a causa del miedo.
—Nunca uses esa palabra de nuevo. Jamás. ¿Entendido? —gruñe,
acercándome con una mano enrollada en mi cabello—. Asiente. Buena
chica. Entonces. Es bueno que no solo quieras sexo, porque planeo hacer
mucho más que poseer tu cuerpo. Empaca. Recogeré a Ben, y luego
pasaré por ti.
—Pero…
Se da vuelta en la puerta y me mira con una expresión vacía que me
horroriza. Más que su rostro enojado, y me trago el nudo que se eleva por
mi garganta.
Claro que lo deseo, y estoy malditamente segura que de verdad me
vendría muy bien su ayuda con mi vida de mierda, pero parece que no
puedo lidiar con la idea de vivir con él. ¿Qué sucede si dejo de odiarlo y
luego nos echa?
¿Qué sucede si pierdo la independencia y el valor ganados con tanto
esfuerzo para ser abandonada como antes?
No puedo lidiar con eso; me conozco. Así que sería mejor poner todas las
cartas sobre la mesa antes de caminar por un camino por el que sé que no
estaré en condiciones de regresar.
—Ashley, amor, déjame aclararte esto antes de que digas una palabra
más. O haces lo que te digo, o puedo llamar a la trabajadora social con la
que has estado lidiando y decirle exactamente en qué se ha convertido
Benjamin. Tu elección. Volveré pronto. 36
Empaco. Por supuesto que lo hago, porque por muchos años que haya
pasado separada de él, conozco muy bien al hombre. Lucian Jasper,
heredero al trono y la fortuna Jasper, no es más que una fuerza propia.
El hombre es determinado, despiadado, y sobre todo realmente malo
cuando se siente frustrado. Lo había visto en el chico de dieciocho años
del que me había enamorado y que le había dado una paliza a Tommy
Banner cuando había intentado acariciarme en la escuela.
Lo veo aún más en el hombre que ha decidido, por sea la razón que sea,
que soy su juguete más nuevo.
Lo único que no sé cómo manejar es el hecho de que todavía me siento
muy atraída por él, incluso sabiendo que está a punto de masticarme y
escupirme.
Capítulo 6
Luc

M
e siento un poco… no puedo decir culpable, cuando dejo a
Ashley en su casa enferma y asustada. Infiernos, ¡no! No siento
culpa para nada. La he deseado por lo que se siente como una
eternidad, y ahora que la tengo a mi merced, no tengo intenciones de
retroceder solo para evitar herir sus delicados sentimientos.
Lo que siento, no obstante, es una leve punzada de remordimiento por
presionarla tanto cuando obviamente está enferma y necesita más
cuidados de los que le he dado hasta ahora.
Planeo remediar eso tan pronto como la tenga bajo mi techo y en mi
cama. No para tener sexo, todavía no, a pesar de que mi polla está
37
gritándome obscenidades en este momento.
No, por primera vez en mi vida siento la necesidad de llevar a una mujer a
mi cama con el único propósito de curar la tensión que le ha forjado su
estropeada vida durante tres años.
Quiero mimarla y hacerla sentir entera, devolverle todo ese fuego que
recuerdo tan bien antes de tomar lo que considero mi propiedad. Solo
necesito mantener mi lujuria bajo control el tiempo suficiente para que eso
suceda.
Aunque no va a ser fácil, no después de la probada que había tenido en
el auto. Demonios, casi tiré toda la precaución por la ventana en el
momento en que se arrastró encima de mí y comenzó a frotar su calor
húmedo por mi cuerpo.
Quería, quiero, tirarla debajo de mí y ser dueño de su sexo de la manera
más primitiva. Quiero estampar mi marca en ella y asegurarme de que
cada polla del mundo sepa que me pertenece a mí y solo a mí.
También sé exactamente cómo lo voy a hacer; solo necesito controlarme
el tiempo suficiente para que esté saludable.
—¿Por qué estás aquí?
¿He mencionado que este chico me irrita mientras que despierta cada
instinto protector que tengo? Bueno, lo hace. Estoy atrapado entre la
necesidad de gritarle y calmar su pequeño corazón inocente al mismo
tiempo, es una emoción que solo he tenido por otro ser vivo, y resulta que
ella comparte mi sangre.
No puedo decir lo que este chico… no, eso es una mentira, sé que este
chico es bueno. Lo veo en la forma en que mira a mi mujer cuando cree
que nadie está mirando, como si ella fuera el principio y el final, su bote
salvavidas en medio de un mar tormentoso.
Sí, el chico es bueno; solo necesita una buena patada en el trasero para
volver a encarrilarse. Planeo ser el pie que ponga su trasero en línea.
Al menos eso es lo que quiero, si Ashley no se pone en modo mamá osa y
me parte de un zarpazo.
—Tono —advierto, indicándole a Harry que maneje—. Antes de que nos
38
vayamos a casa, me gustaría hablar contigo de hombre a hombre —digo,
mirando su pequeño labio moverse con expresión desafiante.
—¿Qué quieres?
Paciencia, Luc. El chico necesita fuerza ahora, no otro derribe.
—Me gustaría que dejes esa actitud el tiempo suficiente para escuchar.
Soy consciente de que tu inútil padre era tan débil que se escapó de sus
responsabilidades como una niña.
No endulzaré las acciones de su padre solo para evitar lastimar sus
sentimientos. Mejor que sepa cómo me siento desde el principio, y por la
expresión de su rostro, sospecho que se siente de la misma manera, si no
más disgustado con su padre que yo.
—Ash dice que no puedo hablar de él de esa manera.
—Es una mujer. Tienden a pensar con sus corazones en lugar de sus
cabezas como lo hacemos los hombres. Todavía recuerda a tu padre
como un hombre amoroso. Tú y yo pensamos diferente —digo,
observándolo enderezarse como si se le hubiera quitado un peso de
encima.
Así que eso es. Sospecho que la mayor parte de su ira se debe a la
necesidad de Ashley de mantener la memoria de su padre lo más limpia
posible para un chico que necesita una salida, no un maldito cuento de
hadas.
—Sí, las chicas no entienden las cosas como nosotros. —Suspira,
recostándose con un resoplido.
Freno mi sonrisa y le dirijo mi mejor mirada severa.
—Soy consciente de que lo que debes sentir después de ese tipo de
abandono es doloroso, y soy consciente de que tener a tu hermana
trabajando de más debe ser… frustrante, pero te lo digo ahora, antes de
comenzar, que hizo lo mejor que pudo para mantener todo unido porque
te ama y quiere quedarse contigo.
—Ah, ¿sí?
La bocaza de este mocoso.
—Sí. Y no, no permitiré que empieces a hablar mal de ella en este
39
momento, así que guárdalo, mocoso. Lo que quiero que entiendas es esto:
si no puedes hablar civilizadamente con Ashley, te enviaré a un internado
tan rápido que tu cabecita girará. Está enferma y agotada; necesita un
momento de calma y descanso para recuperarse.
—Solo está siendo…
Levanto un dedo en advertencia y lo coloco contra su labio tembloroso.
Piensas que estoy siendo muy duro, pero la verdad es que tengo la
intención de que este chico sea mío; no voy a tolerar que rompa a mi
mujer.
—Eh, dije que te callaras. Ahora, como dije, serás amable con ella o te
callarás. ¿Entendido? Bueno. Cuando lleguemos a tu casa, empacaremos
todo lo que necesites y luego iremos a tu nuevo hogar. Ashley no está
exactamente de acuerdo con todo esto, así que voy a necesitar tu ayuda
para que se mude.
—¿Nos vamos a mudar?
—Sí, a la casa que nos compré. Tiene piscina y patio.
Cuando su rostro se ilumina, sé que lo tengo. El soborno es un juego de
niños, después de todo, y sé exactamente cómo manejar esa arma en
particular contra cualquier oponente.
Y no, no siento culpa al usar mi riqueza mundana para poner a un chico de
mi lado. Si funciona, es lo que usaré.
—¿Una piscina? ¡Vaya! ¡Nadé una vez cuando nuestra escuela nos llevó a
la piscina pública y fue increíble!
Sonrío.
—Sí, pero antes de que te emociones demasiado, quiero hacer un trato
contigo —le advierto, mirando sus ojos entrecerrados.
Ah, tan desconfiado como su hermana.
—¿Qué?
—Es “¿qué, señor?” para ti, jovencito, y no lo olvides. Quiero que me
prometas que harás todo lo que diga, cuando te lo diga, y que te
esforzarás más con Ashley. Si te oigo levantarle la voz… y ni siquiera me
hagas empezar con lo que haré si vuelves a levantarle una mano. Los
hombres de verdad no golpean a las mujeres.
40
Traga ruidosamente y asiente, mirándome como un perrito acorralado.
—De acuerdo. Señor.
—A cambio, te proporcionaré todo lo que necesites y me aseguraré de
que tu padre, cuando regrese, porque ambos sabemos que lo hará, no te
pueda llevar.
Sus ojos se dirigen a los míos, y me siento mil veces mejor cuando su labio
tembloroso se reafirma y sus ojos se aclaran. Soy un hombre; sé cómo
piensa la especie masculina, y sé que parte del problema de Ben es la
idea de tener que ser hijo de un indeseable algún día.
Me sentí así de chico, así que entiendo perfectamente sus pensamientos.
Estoy aquí para arreglar esa mierda, y quiero que lo sepa.
—¿Sí?
—Sí. Me ayudas y empiezas a ser un chico de nuevo en lugar de un
pequeño maldito matón, y me aseguraré de que nuestra familia
permanezca unida. ¿Trato?
—Trato.
¿Ves? Puedo negociar cualquier maldito trato que me proponga. Ahora
solo tengo que negociar un acuerdo de matrimonio que he estado
esperando siete malditos años para conseguirlo.

41
Capítulo 7

U
na hora después del ultimátum —no, ¡después de haber sido
amenazada con perder a mi hermano!—, ya he terminado de
empacar y estoy sentada en la mesa de la cocina, esperando a que
entren ese imbécil y Ben.
El tiempo extra es una bendición y una maldición porque me da el espacio
que necesito para pensar, algo que obviamente no he estado haciendo
las últimas veinticuatro horas.
Dios, ¿realmente ha pasado tan poco tiempo desde que puse mis ojos en
él otra vez? Sí, y al igual que esa primera vez hace siete años, estoy siendo
cegada por el imbécil.
Imagínate que mi cuerpo está contentísimo mientras mi cerebro está
42
gritando advertencias como una perra.
La advertencia número uno fue acerca de sus intenciones. Sé que
pretende tenerme. Créeme, ¡mi vagina me ha estado diciendo que está a
bordo con eso todo el maldito día!
No sé qué es lo que quiere después, o si querrá algo más cuando consiga
lo que quiere. Puede que hasta me folle hasta dejarme sin sentido y con un
amor que no quiero y luego me dejará hecha un desastre, no lo sé.
Además, necesito saber lo que tiene bajo la manga en lo que respecta a
Ben. Pero no estoy muy preocupada. El pequeño demonio lo empujará
tanto que quedará todo claro muy pronto.
Si pierde los estribos, bueno, puedo decirte ahora mismo que no me
venderé a un hombre si no puede amar a Ben. “Tenme, ama a mi
hermano” es mi nuevo lema, y no voy a ceder.
La idea me hace sonreír de nuevo por primera vez, y pese a sentirme
terrible, me río de la imagen formándose en mi cabeza de Ben corriendo
en círculos alrededor del Sr. Británico estirado.
De ninguna manera el tipo se quedará después de que el niño tenga una
de sus rabietas.
—¿Ash?
—Aquí atrás —grito, endureciéndome contra la lujuria que me golpea
cuando entra en mi pequeña cocina.
El hombre es todo eso y una guarnición de costillas, y maldita sea si el
arrogante imbécil no lo sabe. Mi rostro debe revelarlo todo, porque me
mira y sus ojos me recorren de manera lenta, lo que me deja un cosquilleo
y un ardor entre las piernas.
Se inclina y planta un beso fuerte en mi boca antes de retroceder y mirar
mis pezones ahora duros. Demonios, mi cuerpo no está tan sincronizado
con mi mente frenética.
—Harry está cargando el maletero. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Sí… no. Eh, ¿por casualidad viste un pequeño gato roto?
Había quedado hecho pedazos después de las travesuras de Ben, pero no
podía dejarlo. Es de mamá, y sé que dejar la casa ya será lo
suficientemente doloroso, pero dejar eso…
43
—Sí. Quedó hecho polvo.
Ay, Dios. No llores.
—Eh, tú, tú…
—Te conseguiré uno nuevo, Ash. Ahora vamos, por favor, tenemos mucho
que hacer antes de que la casa esté lista —murmura, tendiéndome una
mano con una mirada dura que no admite discusión.
Sé instintivamente que en el momento en que tome esa mano estoy bien y
verdaderamente poseída. Si lo acepto a él y a todo lo que me está
obligando, bien estoy entregándome a él en cuerpo y alma.
Miro la vieja cocina donde mamá solía cocinar y contarme historias sobre
ella y su romance con Wesley y sus días de juventud, miro todo una última
vez y me pongo de pie, colocando mi mano en la suya más grande.
Su respiración se precipita silenciosamente antes de que me agarre y me
ponga a su lado, y me dirija hacia la puerta, lejos de la única vida que he
conocido.
—Buenos días, amor.
El profundo y ronco sonido me pone tensa, y mis ojos se abren de golpe
cuando siento el suave deslizamiento satinado de piel caliente por mi
espalda, junto con algo realmente enorme acurrucado entre mis nalgas.
Mi mente se congela cuando siento unos labios cálidos que se deslizan a lo
largo de mi nuca, acariciando mi piel antes de que su boca se abra y me
chupe. El calor y la carnalidad envía un hormigueo a mi sexo, y gimo,
empujándome hacia atrás en su duro eje.
—Mmm, eso es, amor.
—¿Qué estás haciendo, Lucian?

44
—¿Qué se siente? —ronronea, acariciando su mano izquierda sobre mi
ombligo antes de sumergir las puntas en mis bragas para hacer cosquillas
en la cima de mi montículo.
No puedo responder porque, honestamente, no me da tiempo antes de
que esa mano descienda y se detenga justo sobre mi ahora palpitante
clítoris. Mis caderas se mueven con voluntad propia, y pronto me estoy
meciendo en su mano y respirando tan fuerte que estoy mareada.
Ningún hombre me ha tocado antes, no así, y estoy tan aterrada como
excitada.
—Eso es, amor. Toma lo que necesites —ronronea de nuevo, moviendo su
mano con más fuerza para ahuecar todo mi sexo. Esos dedos se deslizan a
través de mí y se sumergen cuando su palma se encuentra con mi
protuberancia y presiona en círculos enloquecedoramente lentos.
—Ah, Ah, Lucian. Qué…
He tenido un orgasmo antes —por supuesto que sí, soy humana—, pero lo
que sucede cuando introduce un dedo y golpea la palma de su mano
sobre mi es… una locura.
Exploto de adentro hacia afuera, golpeando y gritando mientras mi sexo se
contrae en olas de placer brutalmente maravillosas, tan intensas que
después no puedo respirar.
Estoy sin fuerzas y noqueada de placer cuando me da la vuelta y toma mi
boca en su mano para abrirla.
—No muevas la lengua o los labios —gruñe antes de abrir la boca y fijarla
sobre la mía.
Esto… ni siquiera puedo comenzar a explicar cómo se siente estar
totalmente a su merced mientras mete su lengua en mi boca y lame como
si se estuviera muriendo por saborearla.
Es un poco incómodo, porque sí, soy esa chica que piensa en su aliento
matutino, pero no me da el lujo de protestar, solo continúa atacando mi
boca inmóvil con su lengua durante mucho tiempo, gimiendo
profundamente antes de retroceder para mirarme.
—Eres mía.
No respondo a esa declaración, porque honestamente no sé qué decir a
eso. Quiero decir, acabamos de tener… no puedo decir “sexo”, pero
45
nuestro primer encuentro sexual, y se está volviendo muy raro y dominante
conmigo, como si el pasado no significara nada y mis sentimientos ni
siquiera estuvieran sobre la mesa.
—Lucian.
—No. Lo siento, amor, pero es mejor que escuches esto ahora antes de
que te hagas ideas sobre adónde va esto. Tú y ese chico me pertenecen,
ahora y siempre.
—Pero…
—Nada de peros. Ahora levántate y vístete; tenemos que ver a una
terapeuta y recorrer escuelas. Ah, por cierto, dejé un regalo en tu cajón.
Así como así, se levanta y sale de la cama, su trasero adulador silbando
todo el tiempo que está en la ducha y vistiéndose. Me lleva un poco más
de tiempo moverme porque lo que encuentro en el cajón, bueno, es difícil
no llorar cuando un hombre hace algo tan dulce.
¿Y ahora cómo demonios se supone que me aferre a mi rencor cuando
todo lo que quiero hacer es chillar como un cerdo y atacarlo a besos?
Había regresado a mi casa —ahora sé adónde había ido después de
dejarnos en lo que solo puedo describir como una maldita mansión— y
sacado la pequeña estatuilla destruida de mamá de la basura.
Y pegó todas las piezas tan bien que aunque puedo ver cada grieta y
cada astilla faltante, es todo una sola pieza. No sé cómo supo que era tan
importante para mí, pero lo supo, y había elegido ensuciarse las manos y
escarbar en la basura por mí.
Mierda, esas cosas me hacen masilla en sus manos, y por el brillo de
conocimiento en la mirada del cretino, creo que lo sabe.
—Toma una ducha y vístete. Tenemos cosas que hacer. Ah, y elegí tu ropa.
Úsala.

Luc
Entra a la cocina dando fuertes pisotones veinte minutos más tarde usando
46
el vestido rosa claro y las sandalias de tacón bajo que le había elegido,
con su linda y pequeña boca tan apretada que juro que podría romper
nueces en ella.
Mis pelotas, para ser específico.
Como si me importara. Todo lo que Ashley necesita saber es que ahora me
pertenece y que soy su… no quiero usar la palabra “amo”, porque no me
gustan esas cosas, pero definitivamente estoy a cargo, especialmente
después de esta mañana cuando me había permitido entrar en su cuerpo.
Si me siento así después de hacerla venirse con mi mano, me estremezco
al pensar en lo que tendrá reservado esa pobre mujer cuando finalmente
logre tomar su inocencia.
—No me gustan los vestidos —gruñe después de dar un beso rápido y
cauteloso en la cabeza de su hermano y sentarse a mi lado.
Cuando el pequeño diablillo baja de un salto y se lanza hacia ella para
darle un abrazo y un beso —tendré que vigilarlo para que evite su boca,
porque hermano o no, me pertenece a mí— y ella sonríe con tanta
intensidad que me lastima la vista, decido que el niño acaba de ganarse
un Gameboy.
Es gracioso, pero ver a Ashley tan feliz hace que algo profundo dentro de
mí se apriete y se libere, algo que sospecho se siente como mi frío corazón
de piedra.
—Eh, hola, cariño. Te ves… bien esta mañana.
Me desconecto cuando él comienza a balbucear sobre la piscina y el
jardín. En serio, ¿qué me importa eso, siempre que ambos estén contentos
de estar aquí? Una hora más tarde, cada pensamiento feliz que había
estado acarreando se desmorona con resentimiento ante mí.
—¿Qué carajos estás diciendo?
Brody hace una mueca ante la rabia contenida en mi tono y suspira
pesadamente antes de mirarme a los ojos una vez más.
—Tenían una especie de fondo fiduciario que les dejó su difunta abuela.

47
Como ella todavía no había alcanzado la mayoría de edad, lo
administraría su padre.
Lo que significa que el bastardo maquinador de Wesley Munro no solo
había abandonado a mi chica y su hijo, sino que para colmos el hijo de
puta les había robado la herencia.
Juro por Dios que cuando le ponga las manos encima a ese animal, no
seré responsable de mis acciones. ¿Cómo un hombre puede pasar de ser
un padre decente a robar la comida de la boca de sus hijos y luego
largarse para comenzar una nueva familia?
Quiero estrangularlo cada vez que pienso en mi chica trabajando hasta la
muerte para mantenerlos alimentados.
—Cálmate, Luc. Este es solo otro ejemplo de la suciedad humana con la
que hemos tratado antes. Pondré a Garret en esto para que sepamos
cuánto dinero se ha gastado el idiota, y luego podremos ir desde allí. Hay
una mujer y un niño involucrados, así que arruinarlo no es necesariamente
la mejor ruta a tomar.
No, tiene razón, pero eso no hace nada para disminuir el enojo que siento
en este momento. Si no fuera por esa… persona, a mi chica le habría ido
bien. No habría tenido que pasar los últimos años lidiando con ninguna
mierda y un niño enojado que no puede entender por qué su padre no lo
amó lo suficiente como para quedarse.
—Consígueme todo lo que tengas sobre él. Lo revisaré y tomaré mi
decisión desde allí.
—Entendido, jefe.
Cuando se va, me recuesto, sin preocuparme por los informes
amontonados en mi escritorio, y miro por la ventana, exponiendo mis
planes de tal manera que para cuando Ashley se entere de esto, la
poseeré lo suficiente como para que no se vea perjudicada por la verdad.

48
Capítulo 8

E
ste día ha sido uno de los mejores y peores de mi vida. El mejor
porque no solo tengo el episodio de esta mañana para mantenerme
alerta y en vilo —Dios, el solo recuerdo me excita—, sino que Ben ha
sido un sueño, la academia privada en la que lo ha inscrito Lucian es
absolutamente fantástica, y los profesores son maravillosos.
Ahora solo tengo que concentrarme en hacer todo lo que nos dijo la
psicóloga.
Digo el peor también porque aunque estoy mejor después de una dosis de
un vil brebaje que Lucian me obligó a beber, me siento… fuera de lugar.
No soy una de esas mujeres que piensa que una chica pobre no puede
estar con un tipo rico, como si valiera menos o algo así, pero estoy
49
totalmente fuera de mi elemento.
No tengo trabajo, y para una chica como yo que está acostumbrada a
estar agotada, es difícil pasar todo el día sentada sin volverse loca.
Además, tengo miedo de romper algo en este mausoleo, y por lo que
parece, podría costar más de lo que podría obtener por todos mis órganos
en el mercado negro.
—Amor, ¿qué estás haciendo exactamente?
Chillo y casi me muerdo la lengua cuando me alcanza esa voz susurrante
profunda. Intentando en vano de presionar el botón de apagado de la
tableta que me dio y esconder la cosa detrás —clásico movimiento de
culpa—, espero que no viera ni oyera lo que he estado viendo.
Ah, genial, está en casa antes de lo esperado, y todavía no me he
preparado psicológicamente para lo que sea que tenga reservado para
mí.
No me malinterpreten: después de la muestra de esta mañana, estoy tan a
bordo con el sexo con Lucian, pero no tengo idea de qué hacer, y siendo
yo, definitivamente haré algo muy embarazoso.
Necesito tiempo para pensar las cosas, y tal vez, ya sabes, buscar algunas
cosas en Google. Eso es lo que he estado haciendo mientras estoy
sentada en las escaleras evitando cualquier oportunidad de quiebre:
tratando de encontrar el coraje para navegar por la red en busca de
pornografía.
Había decidido hacer eso hace diez minutos, y quién iba a saber que el
hombre me atraparía viendo pornografía de baja calidad. Mierda.
—Eh… ¿Investigación?
Esa sonrisa sexy suya se expande por su rostro, y veo el brillo en sus ojos
mientras se inclina con los labios fruncidos como para ofrecerme un beso.
Muy tonta yo, me inclino y cierro los ojos, queriendo sus labios sobre los míos
en una repetición del reclamo de esta mañana.
Debería haberlo sabido, de verdad.
Me arrebata la tableta de detrás de la espalda y pulsa el botón de
50
encendido, mirándome con la boca abierta cuando resuenan en el
silencio los sonidos del sexo y azotes en la piel.
No sé qué hacer mientras sus ojos se abren antes de volver a mí con una
mirada tan atónita que me sonrojo con más fuerza y me muerdo el labio
con culpa.
—¿Estás viendo pornografía?
Demonios.
—Eh… puedo explicarlo.
La sonrisa aduladora vuelve a aparecer cuando apaga los gritos
espeluznantes que salen de la tableta y me mira chupándose el labio… en
un intento de no reírse, estoy segura.
—¿En serio? Por favor, hazlo.
—E-estaba… —Mierda—. Estaba tratando de entender cómo funciona el
sexo —siseo, poniéndome de pie temblorosamente solo para detenerme y
sacudirme bajo su mirada divertida.
Bastardo. ¿Por qué no pudo dejarlo pasar?
—No necesitas saber nada más de lo que te voy a enseñar —dice
finalmente, mirándome de arriba a abajo.
El calor en sus ojos me hace sonrojar de nuevo, esta vez con lujuria,
mientras enfoca su mirada entre mis piernas y chupa su labio antes de
mirarme a los ojos.
—No necesitas mirar esta mierda. Todo lo que tienes que hacer es
preguntar, y te contaré —dice mientras se acerca tanto que su aliento
acaricia mis labios mojados—. Así que pregunta.
¡Qué!
—Eh, está bien. Yo, eh…
—No. Obviamente estás nerviosa por esto —insiste, girando mi rostro
mortificado de vuelta al suyo—. Pregunta.
—¡No puedo! Por el amor de Dios, no es algo de lo que simplemente… solo
hables —balbuceo—. No te conozco lo suficiente como para eso.
Curioso, dado que decidí acostarme con el tipo y ver adónde nos lleva
51
esto.
Mis palabras lo hacen reír, un gran sonido retumbante que sacude mis
huesos y me cautiva. He escuchado ese sonido una vez antes, hace tanto
tiempo que me había convencido de que no existe. Pero ahora veo que sí,
y quiero ese sonido otra vez casi más que mi próximo aliento.
—Eres tan delicadita, amor, de verdad. No había pensado en encontrar a
la única mujer mojigata en este lado del maldito océano. —Se ríe,
cargando mis labios a través de su humor.
No soy para nada delicadita —¿siquiera es una palabra?—, solo que no
soy una maníaca sexual como la mayoría de las chicas que conozco.
Prefiero que las cosas sean… ah, ¿a quién estoy engañando? Soy una
maldita virgen que no tiene ni idea de qué hacer con un hombre como
Lucian.
Donde soy suave, este hombre es duro como el granito, y un dictador
despiadado. Es un experto del mundo y está acostumbrado a salirse con la
suya, razón por la que me había convencido de que navegar por la red
llena de pornografía era mi única opción, para no decepcionarlo de
alguna manera.
No sé por qué, pero por alguna impía razón, la idea de ser una novata en
la cama, de ser menos de lo que él espera, me vuelve loca.
Estúpido, pero ¿quién soy yo para saber por qué mi cerebro piensa de esa
manera? Todo lo que sé es que pronto, esta noche si esa mirada indica
algo, estaré debajo de él.
Sé que no me despertaré pura mañana por la mañana, y aunque eso me
emociona, también estoy aterrada.
—Deja de reírte de mí, imbécil. Odio que se rían de mí —rechino entre
dientes.
Se ríe de nuevo y me agarra la mano, guiándome a la cocina, donde
Maria ha dejado un ligero almuerzo… tardío, ya que le dije que estaba
ocupada.

52
—Ven a comer, amor. Discutiremos esto esta noche después de que el
muchacho esté en la cama. Mejor aún, creo que te lo mostraré.
Capítulo 9

S
oy una bola de nervios para cuando termina la cena y me he
duchado. Mientras estoy de pie en el tocador del baño aplicando
una crema de un millón de dólares por mi rostro —en serio, la mierda
viene en una botella que parece costar una fortuna—, crema que Lucian
insiste en que use en todo mi cuerpo, me pregunto qué pasará si ruego y
postergo todo el tema del sexo una noche más.
Quiero decir, ¿seguro que no puede esperar que simplemente me acueste
con él después de solo dos días de reencuentro?
—Ashley, ¡trae a tu pequeño trasero aquí, amor! Solo te estás asustando
innecesariamente —escucho a través de la puerta cerrada y bloqueada.
Ay no, parece que realmente espera que salga y lo monte. Suelto una risita
53
por mi uso de palabras y respiro hondo, mirando el camisón de seda rosa
pálido.
La cosa es pequeña, se extiende justo debajo de las mejillas de mi trasero,
y es tan fino que no puedo decir que cubra, es más una tentación que
otra cosa. Mis pezones y mi vello púbico están totalmente expuestos, y si
miro hacia atrás apuesto a que también se me ve el trasero.
Cuando me he demorado tanto como puedo, abro la puerta y miro hacia
afuera, manteniendo mi cuerpo detrás de la puerta mientras la vergüenza
llamea a través de mí.
—Esta cosa es malditamente indecente —chillo, manteniendo los ojos fijos
en su rostro y no la sábana en forma de carpa que cubre su cuerpo
reclinado.
—Sal y déjame ver.
—No.
—Ashley.
El tono me hace salir de mi refugio, y avanzo como un recluso recorriendo
el pasillo de la muerte con renuencia y terror por la ignorancia.
Y qué. Vaya, ninguno de ustedes ha visto lo que lleva Lucian debajo de
esa sábana, y solo por el tamaño de esa cosa, dudo que mañana esté
viva.
—¡Deja de mirarme! ¡Me estás poniendo más nerviosa!
—Entonces deja de escabullirte como si fuera a matarte.
—¿No es así? ¡Jesús, esa cosa es enorme!
Su risa hace que mi interior se estremezca, y me encuentro soltando una
risita, relajándome bajo el guiño juguetón que me lanza. En serio, el tipo es
muy duro —con doble sentido—, pero en algún lugar de su interior todavía
ronda el chico al que había amado. Lo sé.
Mi diversión muere cuando hace a un lado la sábana y se levanta,
rondando en mi dirección como un gran gato depredador. Todo de él es

54
perfección, desde los músculos ondulados debajo de su piel hasta los
tatuajes en el lado izquierdo de su cuerpo desde la cadera hasta algún
lugar sobre el hombro.
No puedo distinguirlo con la forma en que se está moviendo, pero desde
mi posición, esa cosa debe haber sido tatuada por un artista muy talentoso.
—Ven aquí, amor. Danos un beso —gruñe, atrayéndome con una mano en
la nuca y otra en la cadera.
La posición es difícil de mantener con la forma en que tengo que
apoyarme en las puntas de los pies, a pesar de que está inclinado por la
cintura, pero la mantengo, solo por el placer de sentir sus suaves labios
revoloteando sobre los míos, seguidos por su lengua.
Me lame perezosamente, tomándose su tiempo para saborear mi boca
completamente antes de pellizcarme la mandíbula con el pulgar y el dedo
índice para obtener un acceso más profundo.
Con esto ya no me está marcando o degustándome de manera perezosa.
Lo que siento cuando empuja profundo es una simulación de lo que quiere
hacer cuando nuestros cuerpos se unan. Se adentra en lo profundo con
dureza, lento y suave, tomando cada centímetro antes de retroceder para
apretar un beso en mis labios.
A estas alturas, ya estoy casi ebria de lujuria y palpito entre las piernas,
mojada y dolorida y frotando mis muslos en busca de un poco de alivio.
Cómo un beso puede tener tanto poder es aterrador, pero no me da
tiempo para retroceder, solo me levanta y me baja en la cama
suavemente.
—He esperado tanto tiempo por esto, amor.
No realmente, creo, con un resoplido burlón que lo hace arquear una ceja.
Hemos estado juntos por dos días.
—Voy a desnudarte ahora. Shh, relájate, amor, solo déjame verte —
murmura, deslizando sus manos bajo la seda y levantándola tan
lentamente que jadeo cuando termina.
Ninguna mujer es capaz de ser totalmente indiferente, no cuando es la
primera vez que se revela a un hombre, pero me las arreglo para bloquear
mis músculos temblorosos y quedarme quieta, dejándole desvestirme antes
de que se siente de cuclillas para mirarme.
Su rostro se vuelve duro e intenso cuando me abre, arrodillándose entre mis
piernas y bajando la mirada a mi lugar más íntimo. Me retuerzo bajo su
mirada, desmesuradamente excitada cuando sonríe lentamente y me
55
echa una mirada desde debajo de sus pestañas.
—No te muevas, no importa lo que haga. ¿Comprendes? Necesito
prepararte, amor.
Asiento, esperando más besos y tal vez algo de acción en los pezones.
Vuelve a sonreír y me ordena que cierre los ojos, esperando que obedezca
antes de hacer su movimiento.
Lo que hace me sacude y me emociona a la vez, y me inclino y empujo
más cerca cuando su boca caliente se asienta directamente sobre mi sexo
y comienza a lamer y a chupar.
Me atormenta hasta que me retuerzo y tiro de su cabello, tan perdida y
desesperada que estoy suplicando, ruego que haga algo, lo que sea para
ayudarme.
Y aun así prosigue, sin detenerse hasta que he llegado a la cima dos veces
más antes de lanzarse sobre mi cuerpo y besarme con fiereza.
Estoy tan perdida que apenas noto cuando apoya su longitud de acero en
mi abertura y empieza a presionar. El placer es totalmente fascinante y
dulce, hasta que se encuentra con la barrera que señala mi inocencia en
lo profundo de mi interior.
Me tenso con la punzada del dolor, me cierro y retrocedo para escapar de
la presión.
—Shh, amor, relájate. Pronto terminará —susurra, robándome la boca con
un beso profundo y adictivo.
Cuando me relajo y me fundo en el momento es cuando hace su
movimiento, empuja fuerte y me llena de un solo golpe. Grito, pero no se
detiene, se retira y vuelve a embestir hasta que siento que el dolor
retrocede bajo una oleada de placer renovado.
Pronto estoy empujando, buscando ese último placer tanto como él,
usando mi instinto para moverme con él.
—Ah, amor, eso se siente…
Gira las caderas, me golpea justo donde lo necesito y me hace estrellar
contra el clímax, y mi cuerpo se vuelve salvaje bajo el suyo. Con un gruñido
56
y tres embestidas desesperadas más, se une a mí, llenándome de calor y
una sensación de euforia como nunca antes había conocido.
—¡Ah Dios, ah Dios, ah Dios!
—Eso es, amor, ¡vente para mí! —grita, embistiendo dentro de mí para
prolongar mi vuelo.
Es solo cuando estoy bajando de ese increíble éxtasis, tirada sobre su
pecho, que siento el miedo que he estado manteniendo a raya desde que
me había besado tan posesivamente esta mañana.
No sabía por qué ese beso me había perseguido todo el día, al no ser tan
inocente e ingenua como lo era, pero ahora sé la razón, y me asusta.
Es muy posible que vuelva a enamorarme de él. De hecho, no dudo que
sea más que probable.
No sé cómo detenerlo.
Capítulo 10

—¿P
or qué tan callada, amor?
Es temprano en la mañana, alrededor de las
tres, supongo, y estoy agotada y aturdida por
horas de sexo sin parar. Lucian es… un
demonio sexual, es la única descripción
adecuada.
Después de nuestra primera ronda de felicidad, me había preparado un
baño de vapor lleno de sales y me había lavado tiernamente, prestando
atención especial a mis muslos adoloridos y entre ellos.
Me había calmado los nervios y cuidado con tanta delicadeza que me
había costado mucho no soltar mi confusión emocional o correr gritando
por mi vida. 57
Amor, todo el concepto de necesitar a otra persona… eso me asusta
mucho. Sé lo que es amar y perder. Lo he sentido demasiadas veces para
no hacerlo. Demasiadas veces como para “entrar dócilmente en esa
noche oscura”.
Ahora, mientras nos acurrucamos, disfrutando de la brisa fresca que entra
por las ventanas abiertas, me siento vulnerable y un poco enojada de que
pueda llegar a mí tan fácilmente.
Quiero ser distante y fría. No, aparte de lo que sea que esté tratando de
hacer, pero maldición, mis estúpidos sentimientos siempre han sido tan
fáciles de despertar. Me siento asustada, molesta e insegura.
Si mamá estuviera viva, me diría que fuera honesta y que “usara mis
palabras” gracias a su obsesión con Dr. Phil, así que en vez de fingir sueño
o desviar su curiosidad, me incorporo y lo miro a los ojos, miro fijamente al
dragón.
—No lo tomes a mal, Lucian Jasper, pero si haces que me enamore de ti y
me rompes el corazón, creo que podría arriesgarme a ir a la cárcel por el
placer de asesinar tu trasero caliente.
Eso es, duro y honesto a la vez.
Dr. Phil probablemente me diría que use mis palabras de manera más
constructiva o algo así, pero no soy tímida y me niego a andarme por las
ramas.
Crecí en la escuela pública de Chicago; no puedo morderme la lengua,
¡así que los psicólogos pueden besarme el trasero!
Siento que se sacude debajo de mí antes de que una gran sonrisa irrumpa
en su rostro. Imbécil.
—¿Estás diciendo que me amas, dulzura? —ronronea con ese acento sexi,
empujándome más hacia arriba de su pecho para poner mi rostro a nivel
del suyo.
—No —murmuro, frunciendo el ceño ante su rostro presumido—. Lo que
estoy diciendo es que si mantienes tu dulzura y todo lo relacionado con la
máquina sexual que tienes para ofrecer, especialmente si sigues siendo tan
amable con mi hermano, es muy probable que pueda ser lo
suficientemente tonta como para enamorarme de ti. Así que no lo hagas si
pretendes lastimarme. 58
Su pecho se sacude todo el tiempo que está besando mi boca de
sabelotodo —sus palabras, no las mías—, y finalmente me rindo y me
ablando, devolviéndole el beso con una dulzura que no puedo contener.
Este acto es más suave que la pasión salvaje de antes, su promesa
silenciosa de cuidar de mis sentimientos y la mía de decirle que soy una
tonta con menos cerebro que una toronja.
Estúpido sexo. Mamá tenía razón; convierte tu mente en harina de avena.

Luc

Permanezco despierto hasta el amanecer, mi pequeña y encantadora


nena dormida profundamente en mi pecho, dejando una piscina húmeda
de baba sobre mi pezón izquierdo con su boca abierta allí.
Descubro que no me importa, ni en lo más mínimo cuando se mueve,
frotando sus grandes pechos sobre mis costillas y moviendo su sexo contra
mi cadera.
Lo que había dicho, me ha dado la esperanza de que mis planes de
propiedad total sobre ella funcionarán más allá de mis fantasías más locas.
Aunque si eso fuera todo, ahora estaría incluso durmiendo, porque sí,
después de esa maratón sexual estoy más que agotado.
Sin embargo, el problema es lo que estoy sintiendo… no sé qué emoción es
esta, pero me tiene malditamente perturbado y nervioso. Quiero que
Ashley me ame, he estado elaborando mis planes en esa dirección desde
el día en que decidí volver a encontrarla.
Entonces ¿por qué la idea de lo que he planeado me hace sentir tan lleno
de temor? Me conozco; una vez que he trazado un rumbo y puesto las
cosas en acción, lo mantendré hasta el final.
Por primera vez desde que arruiné a mi padre y a la perra de su esposa,

59
siento la necesidad de detenerme y reevaluar las cosas, algo que no he
hecho desde…
No, no pensaré en ese terrible día, no perderé la tranquila alegría que
siento ahora que la tengo atrapada en mi cama. Sin embargo, todavía
tengo dudas en mi mente. ¿Y si me deja cuando…?
—¿Luc?
Me tenso y miro sus ojos adormecidos y me doy cuenta de que se ha
despertado por la tensión involuntaria de mis brazos. Estoy exprimiendo a la
pobre chica hasta la muerte.
—Lo siento, amor, no quise despertarte. Vuelve a dormir.
Sonríe y luego enrojece cuando nota la mancha húmeda en mi pecho,
limpiando mi piel para disculparse. El roce de sus dedos sobre mi pezón nos
anima a los dos, y la hago rodar sobre su espalda con una carcajada,
uniendo nuestras mitades inferiores con una sonrisa.
—¿Todavía estás cansada?
No le doy la oportunidad de responder, sino que sello nuestras bocas y me
empujo profundamente, sintiendo cómo me envuelve su calor. La
conexión me calma de inmediato, ahuyenta las sombras y me hace sentir
que he ganado mucho más de lo esperado.
—Ah, eso se siente tan bien —susurra, inclinando sus caderas para
acercarme más y más a su calor—. ¿Cómo puede sentirse tan bien?
—Está destinado a ser.
Lo digo solo para impresionar, porque sé que las mujeres se comen esas
tonterías durante el desayuno y que eso la acercará mucho más a ese
punto de no retorno.
Solo espero que el amor que tengo toda la intención de cultivar en ella sea
suficiente para salvarme si alguna vez descubre mis verdaderas intenciones.

60
Capítulo 11

N
o tener amigas apesta. Nunca antes había pensado mucho en mi
condición de loba solitaria, gracias a mi vida agitada y al hecho de
que no tenía tiempo para cultivar una amistad con otra mujer… o
con nadie, en realidad.
Ahora lo odio porque no tengo a nadie con quien hablar sobre lo que está
pasando entre Lucian y yo. Necesito un maldito grupo de orientación, una
confidente para mi monólogo de la vagina que me diga qué diablos está
pasando con mi mente previamente razonable.
En realidad estado saltando y cantando —cantando, por el amor de
Dios— desde que hicimos el amor. Ha pasado una semana, y todavía
siento que estoy caminando sobre malvaviscos o algo así. 61
Trágico.
—Necesito tu ayuda con la tarea, Ash —se queja Ben desde la mesa de la
cocina, sacándome de mi miseria.
Revuelvo la salsa casera para el espagueti antes de acercarme a él y mirar
su tarjeta de lectura.
—¿Cuál es el problema?
—La Sra. Baxter dijo que tengo que leer este libro, pero las palabras son
demasiado fuertes.
—Difíciles —lo corrige Lucian, quien entra en la cocina y me besa los labios
antes de regresar a “su hijo”, como llama a Ben ahora.
Regreso a la cocina y reviso la pasta mientras juntan sus cabezas y se
ponen al día. Me hace sentir un cosquilleo saber que se interesa tanto por
Ben.
Desde que encontramos nuestro ritmo, comencé a preparar la cena y a
cocinar durante los fines de semana, para disgusto de Maria, y me
encanta saber que a Lucian le gustan mis esfuerzos en lo que respecta a
las cosas de la casa.
En lo que concierne a nuestra relación, todo está en el aire aún, pero por
una vez no me voy a poner nerviosa y exigir respuestas. Estoy disfrutando
este tiempo de felicidad y libertad.
—Ya casi hemos terminado, amor. Puedes comenzar a servir —dice Lucian
diez minutos después, enviando a Ben a guardar sus libros.
Tan pronto como se ha ido me encuentro envuelta por detrás mientras su
malvada boca deja besos húmedos sobre mi cuello antes de detenerse en
mi oreja.
—Te deseo.
Así de fácil me caliento y me fundo con él, sin querer nada más que
llevarlo arriba y hacer todas las cosas que leí en esa novela romántica que
me regaló Maria.

62
—Oye, Luc, ¿puedo nadar después de cenar? —grita Ben, lo que hace
que nos separemos cuando regresa a la habitación—. Ash no me dejaba
porque tenía mucha tarea por hacer —se queja con petulancia, lo que me
hace sentir terrible por negárselo.
—Tono —advierte Lucian, mirándolo con dureza.
Siempre me sorprende cómo puede poner a Ben en línea con tanta
facilidad, mientras que yo no puedo decir una sola cosa bien sin que el
niño se enfurezca. Hace unas semanas me habría sometido a Dios sabe
qué castigo si lo hubiera regañado.
Pero Lucian no. Nop, todo lo que hace falta es una palabra o una mirada
severa y Ben vuelve a la línea como un soldadito.
—Lo siento, Ash.
—Bien, ahora siéntate a cenar, y luego veremos sobre nadar más tarde.
Alaba mi cocina durante toda la cena, y prácticamente resplandezco con
los elogios, me siento genial cuando Ben se reanima y secunda la
aprobación.
—Limpiaré mientras ustedes nadan.
—No. Déjaselo a Maria. Quiero que vengas con nosotros.
—Eh…
Se me atascan las palabras y hago una mueca, cerrando los ojos con
fuerza mientras agarra los platos de mis dedos temblorosos y me arrastra
detrás de él por las escaleras hacia nuestro dormitorio.
—Compré una amplia selección de trajes de baño para ti. Están en el
cajón inferior izquierdo de tu armario.
Asiento muda y voy a cambiarme, seleccionando un modesto bikini negro
estilo top con pantalones cortos. Mi inquietud y vergüenza se multiplican
cuando bajo las escaleras y salgo, viendo cómo Ben se lanza al aire y se
estrella en la piscina con un grito de alegría.
Lucian lo sigue, salpica agua por todas partes y juega como un niño antes
de mirar hacia atrás y verme sumergiendo un dedo del pie tímidamente en
el agua.
—Vamos, amor, el agua está perfecta.

63
No lo dudo, ya que la piscina es una de esas costosas cosas climatizadas.
Ese no es el problema. El gran problema es el hecho de que no sé nadar y
tengo miedo de ahogarme desde que me caí —sobre una capa de hielo
fino— en la cabaña a la que solíamos ir de vacaciones.
Mi mamá y Wesley me habían salvado de una muerte acuosa prematura y
luego me aseguraron de que el agua no es el gran monstruo malvado que
creía que era. Aun así, no había funcionado, así que me había negado a
intentar aprender, sin importar cuánto me hubieran sobornado.
—Creo que me sentaré aquí en el borde.
—¿Qué? No, no seas tonta, amor.
—Ah, déjala en paz. Es demasiado cobarde porque no sabe nadar.
—¿Qué?
—Está bien, no hace falta que me mires como si acabara de aterrizar de
Marte —me quejo, lanzando a Ben una mirada fulminante—. Muchas
gracias, campeón. ¿No podías guardártelo?
—No. Te lo dije, tienes que intentarlo —dice, lanzándose hacia atrás y
hacia lo más profundo.
Soy casi frágil, estoy muy tensa. El solo hecho de tener los pies sumergidos…
las bañeras no son lo mío a menos que esté enferma o congelada, y aún
así, no lo haré sin compañía.
—¿En serio? ¿No sabes nadar? —pregunta, nadando hasta el lugar donde
estoy sentada.
—No.
—¿Por qué?
—Casi me ahogué cuando tenía siete años, así que cuando Wesley
finalmente quiso enseñarme, no estaba de humor para tonterías —resoplo,
golpeando un mosquito inexistente.
Esto es muy embarazoso y no es lo que tenía planeado para esta noche.
Ah, ¿por qué Ben tuvo que hablar de esta mierda la noche que quería
probar esas cosas del libro?
Qué mala suerte la mía.
—Tiene sentido, amor, pero no tienes nada que temer, no cuando estás
conmigo. Ahora ven aquí y déjame enseñarte. 64
—Eh. No.
Pone los ojos en blanco ante mi silencio y me agarra el brazo, tirando de mí
hacia dentro y hacia su pecho antes de que me pueda soltar y huir. Me
congelo cuando el agua golpea mi cuerpo y me envuelve desde el pecho
hasta abajo, su sedoso frescor fluye sobre mi piel en una caricia.
Por supuesto que hago lo que todos los idiotas histéricos hacen y salto
sobre él, aferrándome fuertemente, el terror absoluto se apodera de mí.
—Tranquila, amor, te tengo. ¿Ves? No permitiré que te pase nada. Solo
relájate y deja que el agua te rodee —dice para calmarme, besando mi
frente y mis mejillas hasta que mi respiración se calma lo suficiente para
que pueda abrir mis ojos cerrados.
Lo sé, cerrar los ojos en este tipo de situaciones es una tontería, pero si voy
a morir, no quiero ver esa mierda.
—Voy a soltarte…
—¡No!
Si es posible, me aferro más fuerte, casi ahogándonos a los dos en mi
intento de escalarlo como un mono.
—Te tendré en mis brazos todo el tiempo. Solo recuéstate. Mantendré mis
brazos debajo de ti todo el tiempo. ¿Ves? No está tan mal, ¿verdad?
Ahora abre los brazos y deja que tus músculos se relajen. Te tengo, amor.
Eso es, buena chica.
Mientras me recuesto en el agua, sus brazos me sostienen, y permito que el
líquido fresco se deslice a mi alrededor, cierro los ojos y exhalo un poco de
enfado.
El maldito hombre, fue y lo hizo.
Estoy enamorada.

65
Capítulo 12

—E
stoy muy complacida con la mejora que ha logrado
Benjamin en tan solo unas pocas semanas, Sra. Munro. Es un
niño casi completamente distinto al que entró a mi oficina
ese primer día.
Asiento y le sonrío a la Dra. Glen, absorbiendo los elogios que me ha hecho
desde que entré hace veinte minutos. En cuanto a nuestra conversación,
no comparte nada demasiado personal conmigo. Es la terapeuta de Ben,
después de todo, y respeta su privacidad, pero nos está manteniendo
informados sobre su progreso y comparte algunas de las cosas que mi

66
hermano le ha dado permiso para contarnos.
—Así es, doctora. Sus maestros están muy contentos con su progreso y no
ha habido ningún incidente en la nueva escuela. Estoy aliviada de que no
haya golpeado a nadie hasta ahora.
Sus suaves ojos marrones me sonríen amablemente antes de erguirse y me
dirige la mirada que he llegado a conocer desde que comenzó todo, la
que dice que voy a tener otra sesión de ayuda, me guste o no.
Lo cual no me había gustado al principio. Había señalado que era la
terapeuta de Ben, no la mía, y que no quería compartir mis horribles
sentimientos con completos desconocidos.
Se había puesto muy testaruda conmigo y siguió avanzando de todos
modos, sacándome toda la charla de mierda sin importar cuánto tratara
desviarme. Ahora tengo la amiga que había estado buscando, y lo más
extraño es que no se trata de darme consejos, sino de hacerme ver lo que
necesito sobre mi propio yo emocionalmente impedido.
—Necesitamos hablar sobre una de las cuestiones fundamentales con
respecto al comportamiento de Benjamin hacia ti.
Se me hace un nudo en la garganta.
—Me odia.
—No, querida Ashley, realmente no lo hace. El hecho es que te ama tanto
como a la madre que perdió, incluso más, ya que es lo suficientemente
inteligente como para reconocer el amor y los sacrificios que has hecho
por él. El problema no eres tú; es tu continua defensa de su padre.
¿Eh?
—¿Qué?
—En pocas palabras, siente como si lo estuvieras traicionando cada vez
que defiendes a tu padre y sus acciones. Decirle al niño que Wesley no es
malo solo porque se fue, refuerza su creencia de que lo valoras más que a
Ben.
—Pero solo digo eso para que no termine odiándolo. No quiero que odie a
Wesley, ni a nadie —grazno.
Mierda. Lucian me había dicho esto hace semanas, y en lugar de

67
escuchar, le había dicho que se ocupara de sus propios asuntos a menos
que tuviera un sofisticado título en psicología sobre el que no supiera.
Ahora voy a tener que disculparme y tragarme mis palabras porque
parece que el hombre tiene razón una vez más.
Maldición.
—Lo sé, y en circunstancias normales, alabaría ese sentimiento. El odio no
debe ser alentado, pero en el caso de Benjamin está teniendo un efecto
negativo.
—¿Qué tengo que hacer?
—No lo alientes a hablar mal de Wesley; simplemente no te apresures a
defenderlo cuando Benjamin diga algo negativo. Ahora mismo, necesita
sentir como que estás de su lado. Cuando se sienta lo suficientemente
seguro, se abrirá contigo, y entonces podrás explicarle tus sentimientos.
Parece bastante fácil, excepto por el hecho de que estoy aterrada de
abrirme, de permitirle saber a alguien mis verdaderos sentimientos sobre el
imbécil, solo les hará pensar que soy una lunática.
—Y en cuanto al otro.
Ah, mierda.
—No voy a ir allí con Lucian. Toda esta situación ya es bastante extraña.
Nos hemos vuelto a reencontrar por un par de segundos, y estoy viviendo
con el chico y jugando a la familia feliz. Arriesgando el corazón de Ben en
el proceso. No quiero que lo sepa porque…
—Temes que destruya la felicidad que sientes ahora —termina por mí,
dándome esa amable mirada.
Esta chica vale cada centavo que Lucian le paga. No solo ha logrado
sacarme del refugio antibombas que es mi cabeza loca, sino que también
conoce mis sentimientos desastrosos. Tal vez mejor que yo.
—Maldición, desearía que no fueras mi terapeuta. Eres la amiga perfecta
—murmuro, sonriendo cuando me guiña.
—Bueno, técnicamente no soy tu terapeuta, ya que no me estás pagando.
Solo estamos hablando, tú y yo.
—¿De verdad?

68
—De verdad.
—Bueno, en ese caso, ¿qué te parecen unos tragos el viernes por la noche?
—pregunto, cruzando los dedos para que el bruto posesivo me deje salir de
la casa sin problemas.
»La primera ronda va por mi cuenta, doctora.
—Llámame Mary.
—Ash.
Y así como así, ya no soy más la loba solitaria.

Luc
Me estoy sintiendo bien por primera vez en un largo tiempo. Tengo un hijo
que se está perfilando para ser todo lo que siempre he querido en un niño,
mi mujer está obedeciendo hermosamente, y he cerrado el trato del año.
Todo es perfecto.
—Quiero conocerla. Deberíamos tener una cena familiar. Ah, e invita a
Brody, ¿lo harías? El idiota está jugando más duro de lo que anticipaba.
—Cammy, de verdad, el hombre puede decidir solo si te reclama o no —
murmuro, observando a mi hermana elegir su almuerzo.
Estamos en mi oficina, almorzando, algo que se ha convertido en una
rutina para los dos en los últimos años desde que la saqué a rastras de las
garras de su madre y la tomé bajo mi cuidado.
Antes de esto, Cammy había sido un desastre sin más brújula que lo que su
estirada madre esperaba de ella. Había puesto fin a eso y la había traído a
los Estados Unidos conmigo, la puse a trabajar de inmediato y la guié para
que encontrara su ritmo y viviera su propia vida.
Había creado un maldito monstruo.
—No me importa lo que diga. Es mío y los dos lo sabemos. Solo está siendo

69
un idiota porque le asusta el compromiso. Lograré que lo supere. —Se ríe
confiada, acomodando su cabello negro oscuro con un giro de su mano.
—Bien. Solo no lo asustes; es el mejor vicepresidente en este lado del
charco, y no voy a perder uno de mis mejores amigos porque estás loca.
—Déjamelo a mí. Ahora, cuéntame sobre mi futura cuñada. Y mi sobrino.
Paso los próximos diez minutos tratando de convencerla de no caer sobre
mi mujer. Ashley ya es tan asustadiza que no puedo arriesgarme a que la
pesadilla que es Cammy la asuste, y lo digo yo.
—Tonterías. Seguramente cualquier mujer que elijas para ser tuya está
hecha de material duro, Jas. Solo llámala y dile que me pasaré a la hora
de la cena y eso es todo. Ah, y quiero una noche de películas con mi
sobrino.
Maldito infierno.
Tengo que decir que la cena fue perfectamente, porque joder, mi chica
puede cocinar cuando quiere, pero me pasé la mitad de la noche
manteniendo a Brody en su asiento con una mirada porque Cammy no
puede controlarse por un maldito minuto.
Lo único que salvó a esos dos cabezas huecas fue la constante diversión
de Ashley ante la debacle que era el plan de amor de Cammy. La sonrisa
de Ashley me había mantenido en mi silla solo por el hecho de que había
sido hechizado por su risa.
—La amo. Está completamente loca.
Resoplo mientras sigue con su rutina nocturna, se cepilla el cabello y usa los
productos de miles de libras que le había comprado. La mujer es pura
perfección, desde lo alto de su terca cabeza hasta los rosáceos y
pequeños dedos de los pies.
—Está loca de remate. Ahora deja de hablar de ella y ven aquí. Hay algo
que quiero darte.
Frunce el ceño y se ríe abiertamente, sus ojos viendo mi erección apenas
contenida detrás de mis bóxers. 70
—Eres un idiota.
Es mi turno de sonreír mientras meneo un dedo hacia ella, mordiéndome el
labio para sofocar la risa que siento burbujeando hacia la superficie.
Descarada insolente.
—No es eso, ninfómana —la reprendo, curvando un dedo hacia ella—.
Ven aquí.
Cuando llega a mí, tomo su boca en un profundo beso, distrayéndola lo
suficiente para deslizar el diamante de cinco quilates en su dedo. No, no
voy a proponerle a la mujer que se case conmigo. No soy tonto.
Como en todo lo que tiene que ver con ella, sé que preguntar solo me
meterá en problemas, y eso no está en mis planes.
Le digo lo que va a suceder, y eso es todo.
—Ahí está. Métete a la cama. Necesito revisar a Benjamin.
Estoy en la mitad del pasillo cuando escucho un grito femenino. Mi boca
casi se parte, sonrío muy ampliamente.
Trato cerrado.

71
Capítulo 13

M
ientras espero a que Lucian regrese, contemplo fijamente la roca
—la cosa es una enorme roca azul que abarca casi todo mi
primer nudillo— completamente impactada.
Ah, Dios del cielo.
Esto es…
Tranquilízate, Ash. Sabías que el hombre iba a usarte como un rollo de
papel de baño o te iba a marcar. ¿No aprendiste nada en las últimas
semanas?
Sí, lo hice. Lucian, como he dicho, es una fuerza de la naturaleza. Ve algo
que quiere, y ay, hace lo que sea para obtenerlo con una perseverancia
con la que todavía estoy tratando de lidiar.
72
He presenciado su seriedad no solo en la forma en que se preocupa por
Ben, sino también en la forma que está pendiente de mí a todas horas. Por
el amor de Dios, ayer fui a la tienda y atrapé a un trajeado siguiendo mis
pasos.
Cómo sé que el tipo es un guardaespaldas y no un acosador, es fácil:
conozco a Lucian demasiado bien. El tipo es un controlador y está
simplemente loco, y me había advertido que no me permitiría huir, aunque
tuviera dudas.
Esto, sin embargo, es solo… va demasiado rápido.
—¿Qué diablos? —grito tan pronto como su presumido trasero atraviesa la
puerta.
Todavía estoy desplomada en el borde de la cama donde había caído
cuando mis rodillas se habían rendido, así que cuando se arrodilla a mis
pies, sonriendo de la misma forma que había vista hacer a la loca de
Cammy toda la noche, sé que mi destino está marcado.
Permanentemente.
—No empieces, amor —me advierte, subiendo sus manos por mis muslos
debajo de los pantalones cortos de seda que estoy usando.
—Pero… pero esto es, como, ¡un maldito anillo de compromiso!
La mirada que me dirige dice que no está seguro de mi inteligencia, y
golpeó su brazo con fuerza, haciéndole saber cuánto aprecio su retorcido
sentido del humor.
—Sé lo que es, tonto, solo no sé por qué piensas que es aceptable
meterme el anillo en el dedo sin decir una palabra. Jesús, Lucian, esto es
demasiado. No estoy preparada para este tipo de compromiso.
Eso dispara su mal carácter, y se pone de pie de un salto para estar sobre
mí, su cuerpo un duro bloque de músculo inamovible. Cuando planta una
mano en mi pecho y me empuja antes de inmovilizarme bajo su cuerpo, sé
que lo he hecho enojar más allá del punto de retorno.

73
—Lista o no, te casarás conmigo y me dejarás poner mi nombre en ti y en
mi chico —gruñe, callándome con una mirada—. Deberías haber sabido
que no me rendiría en el momento en que me permitiste entrar en tu
cuerpo. Tomaste la decisión de entregarte a mí, y ahora que te tengo no
pienso dejarte ir. Nunca. Así que acepta el hecho de que eres mía y sigue
adelante, maldita sea.
Mi primer impulso es mandarlo al infierno y decirle que es un maldito
bastardo por incluso pensar que tiene derecho a darme órdenes. Soy una
mujer moderna; no puede meterme un anillo y esperar salirse con la suya
en todo.
Con o sin amor.
Pero no me da la oportunidad de hacer nada más que gemir cuando
pega su boca contra la mía y me besa en una retorcida pila de necesidad
inmediata.
Una hora después, mi boca está ocupada gritando su nombre mientras
embiste dentro de mí con una determinación que me deja en éxtasis y
demasiado adicta para preocuparme por sus formas de control.
—Jesús, eres perfecta —jadea, cayendo encima de mí después de un
orgasmo que me dejó los pies enroscados—. Tienes que casarte conmigo,
amor.
La sonrisa que recibo cuando retira el rostro de mi cuello es tan malvada
que me estremezco y lamo mis labios nerviosamente.
—¿Por qué?
—Porque, amor, estoy bastante seguro de que acabo de poner a mi hijo
dentro de ti.

Las siguientes dos semanas son todo lo que nunca pensé que podría
querer. Lucian es atento y cuidadoso, y fuera de decirme que me ama,
casi siento que tal vez podría hacerlo.
He hecho avances con Ben, y ha ido tan lejos como para decirme algunas
cosas sobre por qué se convirtió en Rocky y se desquitó con los chicos de
74
su vieja escuela.
Así que claro, me siento genial, y ¿sabes qué? Se me nota. Mi piel ya no
está grisácea por el cansancio, gracias a la insistencia de Lucian de que
duerma hasta tarde y que tome una siesta por las tardes como una niña
de cinco años.
Mi cabello está brillante debido a ese costoso champú que compra, y he
subido un kilo o dos, haciéndome lucir curvilínea en vez de una aspirante a
modelo.
Y sí, estoy tan casada. No te pongas rara y toda cursi por no mencionar la
boda. No hubo. Me casé en el juzgado cuatro días después de que pusiera
el anillo en mi dedo.
Para él es importante saber que las acciones dicen más que las palabras, y
que a pesar de su “amabilidad” en los últimos días —una vez más, sus
palabras, no las mías—, no le gusta perder el tiempo.
¿Por qué acepté y me casé? Porque el hombre tiene razón. No habíamos
usado protección ni una sola vez desde que me había tomado, y no soy
tan estúpida como para quedarme embarazada sin un anillo en mi dedo.
Mi mamá me educó bien.
No hemos tenido luna de miel, sin embargo, porque Lucian dice que dejar
a Ben ahora mismo no es una buena idea, que necesitamos hacerlo sentir
incluido en todo para asegurarle que su lugar como “nuestro chico” es
sólido como una roca y sin lugar a dudas.
Me conviene, dado que estoy un poco asustada de dejarlo solo y sin una
barrera para atenuar todo ese salvajismo que he vislumbrado bajo la
superficie.
En definitiva, mi vida parece ser absolutamente perfecta.
El teléfono suena justo cuando estoy poniendo los retoques finales en un
pastel que me enseñó a hornear Food Network. Dios, me encanta que mi
marido sea tan pretencioso como para tener un televisor pantalla plana y
cable en la cocina.
—¿Hola?
75
—¿Sra. Ashley Munro?
—Nop —digo, sonriendo como una loca—. Soy la Sra. Ashley Jasper. ¿Qué
puedo hacer por usted?
Una garganta se aclara tensamente, y pierdo la sonrisa, dejando caer la
manga pastelera en la encimera debajo de mí.
—Sra. Jasper, mi nombre es Stewart Ingles. Represento a su padre, Wesley
Munro.
Campanas de alerta comienzan a sonar en mi cabeza ante la mención
del nombre de mi padre. Especialmente dado que el hombre en el
teléfono suena como un abogado y no algún tonto.
—Eh, ¿representa?
—Sí, Sra. Jasper.
Prosigue a explicar que Wesley está muy enojado de que Lucian
presentara papeles de adopción para Ben —algo que yo no sabía, por
cierto—, y para cuando ha terminado estoy tan furiosa que tengo que
esforzarme por soltar el teléfono lentamente y no destrozarlo en mil
pedazos.
¿Ese pedazo de mierda piensa que va a venir a llevarse a nuestro chico?
Está muy equivocado.
—Lucian.
—¿Qué sucede? —pregunta, percibiendo mi humor inmediatamente,
sabiéndolo incluso a través del teléfono.
—Recibí una llamada del abogado de Wesley. Quiere a nuestro niño, Luc.
Habrá tiempo para lágrimas más tarde. Ahora necesito poner a mi perro
guardián en el trasero de Wesley antes de que vaya más lejos con su
locura.
Oigo un montón de las más viles maldiciones, algo que no es normal en
Lucian. Nunca maldice en mi compañía porque… Dios, quiero reírme cada
vez que lo recuerdo. Según él y Ben, “un hombre de verdad no abusa de

76
su mujer con lenguaje vil”.
—No te preocupes, amor. Me encargaré de esto. De acuerdo. No, Brody,
dile a ese hijo de puta que quiero a todo el equipo aquí, ¡AHORA! Me
importa un carajo lo que estén haciendo. Necesito que arreglen esto antes
de que ese imbécil ponga sus sucios ganchos en mi hijo.
Tal vez no se da cuenta de que todavía estoy al teléfono o algo, porque le
está gritando al pobre Brody y lanzando obscenidades que no sabía que
existían.
—Dile a Harry que vaya a buscar a mi hijo y se lo lleve a casa con Ashley.
Luego quiero que me pongas al juez Masters al teléfono.
Si tiene un juez en el bolsillo, me siento mucho mejor acerca de las cosas.
Sé lo mal que suena, pero ahora que tengo dinero que me respalde —los
miles de millones de Lucian—, no dudaré en usarlo de cualquier manera
posible para salirme con la mía.
—¿Luc?
—Amor, ah, lo siento.
—Está bien. Te dejo con esto y voy a esperar a Ben en la puerta. Nos vemos
luego, cariño.
—Ash, espera —dice en voz baja, haciéndome contener la respiración.
Su tono es demasiado tranquilo y medido para mi gusto, especialmente
considerando el alboroto que acaba de hacer, así que espero,
aguantando la respiración.
—Por favor, no te estreses por esto. Me encargaré de ello.
—Lo sé. Por eso te amo —susurro antes de terminar la llamada para correr
a la puerta principal.

77
Capítulo 14
Luc

S
iendo el tipo de hombre que soy —sí, un bastardo controlador y
paranoico—, decido ir a la escuela a buscar a mi hijo. Cuando llego
allí para verlo esperando en los escalones con el director sosteniendo
su mano con seguridad, me siento mil veces mejor y suelto la respiración
que he estado conteniendo desde que mi mujer me llamó por teléfono.
Sé por qué está pasando esto, y el saber que mi venganza contra Wesley

78
Munro ha causado esto hace que se me revuelva el ácido en el estómago.
Había contactado a su nueva esposa, una mujer muy agradable llamada
Priscilla, y le había contado toda la sórdida verdad sobre su abandono y
robo.
Por supuesto que se había horrorizado, y al final de la llamada le había
dado un cuarto de millón para conseguir que ella y su hijo comenzaran en
otro lugar y el proceso de divorcio.
Entonces había ido a por el hombre como un tiburón oliendo sangre y
sacado la alfombra debajo de él. Ya no tenía un hogar ni el negocio de
jardinería en el que había invertido la mitad del dinero de mi mujer.
Lo dejé solo con la ropa que llevaba puesta y el dinero que tenía en la
billetera.
Parecía justo, ya que se había metido con lo que considero mío.
Ahora está buscando venganza, y está tratando de usar a mi familia para
conseguirla. Bueno, ¡que se joda! Yo me ocupo de lo que es mío, y cuando
se trata de mi familia, más vale que crea que va a sufrir por esta acción.
—Hola, Luc, ¿qué pasa?
—Nada, muchacho. Solo pensé que podríamos saltarnos las clases y darle
otra lección de natación a Ashley hoy. Tal vez podamos convencerla de
que nos deje tomar helado antes del almuerzo.
Balbucea todo el camino a casa, su pequeño rostro emocionado ante la
perspectiva de faltar a la escuela y provocar a su hermana por el resto del
día.
Lo veo saltar del el auto y atravesar la puerta con un entusiasmo que solo
los jóvenes pueden poseer y lo sigo, llamando a mi esposa mientras dejo mi
maletín y me dirijo a la cocina, listo para calmar sus temores y hacer lo que
un marido debería hacer.
Ocuparse de sus asuntos.
La vista que me saluda cuando entro me detiene en seco, palidezco y casi
caigo de rodillas.
Vidrio por todas partes. Los restos del pastel de chocolate que me había
prometido esta mañana ensucian el suelo y la encimera y el refrigerador.
Sangre, cayendo por la mitad inferior de la isla de la cocina, algo
sospechosamente parecido a la delicada huella de la mano de mi esposa.
79
Rujo, largo y fuerte, mi rabia imparable, sé que revisar la casa será inútil.
Mi esposa ha desaparecido.
Mine Part 2
Lucian

E
lla me pertenece. He tomado todo lo que tiene en su vida y lo hice
mío.
No soy un buen hombre, sin importar cuánto quiera creer mi mujer
que lo soy. Ashley puede creer en su fantasía, siempre y cuando
eso la mantenga en el lugar al cual pertenece. Conmigo.
Finalmente tengo la familia que siempre he deseado, la esposa y el hijo
con los que he soñado, pero cuando su padre me arrebata lo que es mío,
no me detendré ante nada para recuperarla y hacer que se arrepienta del
día en que tomó esa fatídica decisión.
La recupero, nunca hubo duda alguna de que lo conseguiría, ella me
80
pertenece. Ahora solo tengo que encontrar al animal que se atrevió a
poner sus manos sobre lo que es mío y asegurarme de que entienda
exactamente de lo que soy capaz.
Protejo a mi familia, como debería hacerlo todo hombre, y no permitiré
que nadie piense que puede llevarse lo que protejo. Especialmente
cuando mi esposa lleva a nuestro primer hijo. Nunca conté con que mi
pasado regresaría para destruir la paz que he encontrado finalmente.
Ahora depende de Ash decidir si esta situación se convierte en una guerra
o en una curva de aprendizaje. Nunca le permitiré irse, pero eso no
significa que ella quiera quedarse.
Mine #2
81

También podría gustarte