Está en la página 1de 9

HUMILDAD

11 MAYO, 2020 / HERRAMIENTAS DISCIPULARES

La humildad del corazón es la expresión inevitable de la verdad revelada y


manifestada. La humildad es la coherencia del corazón frente a la realidad de
Dios. En consecuencia, podemos decir que el orgullo es una estructura de mentira
e ignorancia que se edifica en el corazón. Esta estructura da lugar a las tinieblas y
trae consecuencias desbastadoras para el alma.

La humildad es una de las características a las que más debemos poner atención,
pues cuando nuestro Señor Jesucristo hace un llamado para venir a él, se presenta
a sí mismo y resalta dos características que, aunque son diferentes trabajan
juntas: la mansedumbre y la humildad.

Mateo 11:28-30 «Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os
haré descansar. (29) Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas. (30) Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.»
Jesús está haciendo el llamado a seguir, dejando muy claro quién es él, qué es a
la vez la lección que se debe de aprender de él y el yugo que nos insta a llevar, el
yugo de la humildad y la carga del servicio amoroso a Dios y a su pueblo.

1 Pedro 5:5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos
unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da
gracia a los humildes.
La palabra griega que se usa en este pasaje para humildad es “Tapeinofrosúne”.
Una palabra compuesta por Tapeinos (condición humilde) y Fren (sentimientos,
modo de pensar, es decir las funciones del alma).

Humildad (Strong): G5012 (ταπεινοφροσύνη) tapeinofrosúne: de un compuesto


de G5011 y la base de G5424; humillación de mente, i.e. modestia: humildad.

La expresión “revestíos de humildad” expresa de manera muy precisa la realidad


de lo que sucede en la transformación de nuestras almas. El espíritu no necesita
revestirse porque es allí donde se encuentra nuestra coherencia delante de Dios y
el entendimiento de lo eterno.

La madurez espiritual se produce notificando al alma de las realidades eternas y


del entendimiento que produce en nosotros la revelación de la Verdad. De esa
manera el alma se desviste de la mentira (el orgullo) y se reviste de lo verdadero
(la humildad).

El orgullo es altamente nocivo para el alma y nos aleja de las realidades eternas y
de la sabiduría de Dios. El alma del hombre se vio alejada de su diseño original y
su dependencia de Dios y fue allí donde creció el orgullo como la cizaña. La
naturaleza caída del hombre tiende al orgullo y lo produce como fruto.

LA HUMILDAD Y LA REVELACIÓN DE LA GRACIA

Filipenses 2:3-8 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (4) no
mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
(5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a
sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
La humildad comienza a revestir nuestras almas de manera verdadera cuando
nuestros ojos son abiertos y accedemos aun entendimiento profundo de la Gracia
de Dios.

 Entendiendo dónde estábamos cuando fuimos alcanzados por Dios:


estábamos muertos.
 Entendiendo lo que hicimos para merecer la salvación: no hicimos nada y
no pudiéramos haber hecho nada para acceder a esa gracia.
 Entendiendo lo que Dios vio en nosotros para salvarnos. Lo que Él vio no
fue en nuestra humanidad sino en la grandeza de su propia Gracia. Dios no
nos vio de ninguna manera dignos por nuestras capacidades o bondades,
sino que nos vio en Su Hijo al salvarnos.
No hay lugar al orgullo en la vida espiritual. Cuando una persona piensa haber
logrado algo con sus fuerzas y busca ser reconocido y exaltado por ello, el
corazón se tuerce y da lugar al orgullo. Pero cuando hacemos de la Gracia de
Dios nuestra realidad y ámbito de vida, toda la Gloria es para Dios y es Él quien
nos exalta.

Podríamos decir que humildad es consecuencia directa de la revelación de la vida


espiritual (la cual es perfecta y completa) que nos ha sido dada por gracia,
mientras estamos plenamente conscientes de nuestras limitaciones en el alma, al
mismo tiempo que del amor de Dios para con nosotros.
La humildad de la cual nos revestimos desde la vida espiritual nos permite
despojarnos de toda justicia personal y humana. Nos lleva a entender que no
hemos sido llamados a juzgar sino a servir y colaborar con la obra del Espíritu
Santo en quienes nos rodean.

LOS MODOS DEL REINO

Marcos 9:35 dice: “Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno
quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”.
Proverbios 16:18-20 dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de
la caída la altivez de espíritu. (19) Mejor es humillar el espíritu con los humildes
que repartir despojos con los soberbios. (20) El entendido en la palabra hallará
el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado”.
Santiago 4:10 dice: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.
1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él
os exalte cuando fuere tiempo…”
Proverbios 22:4 dice: “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la
humildad y del temor de Jehová”.
La humildad es una virtud que nos lleva a manifestar el Gobierno de Dios en
nuestras vidas. Conecta directamente con las maneras y la cultura del Reino de
Dios. Toda forma de orgullo y soberbia es directa consecuencia de una ceguera y
de los modos del mundo, de lo cual debemos despojarnos día a día.

LA HUMILDAD Y LA RAZÓN DE NUESTRA EXISTENCIA

Sabiendo que la humildad comienza a producirse con la revelación de la Gracia


de Dios, podemos decir que esa humildad se multiplica cuando entendemos la
razón por la cual hemos sido creados.

Efesios 1:5-6 dice: “…en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (6)
para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el
Amado…”.
La expresión del apóstol “para alabanza de la gloria de su gracia” es la
descripción de nuestro destino final y la razón por la cual hemos recibido la
salvación y la predestinación. Quiere decir que entender y funcionar en la Gracia
conecta nuestras vidas directamente con la razón eterna de nuestra creación,
salvación y llamado. Cuando damos lugar al orgullo nos exponemos a la ceguera
y nos distanciamos de ese destino. Si nos humillamos, abrimos el espacio para
revestir nuestras almas de la vestidura correcta y esa Gracia se multiplica más y
más. Nos hace confiables para ser depositarios de los planes de Dios y sus
recursos.

HUMILDAD VS. HUMILLACIÓN

La humillación es un efecto común en los hombres. Muchos viven en


humillación por causa de las circunstancias o por resultado de las actitudes
humanas. No es lo mismo humillarse que verse humillado. La humillación que se
produce externamente es absolutamente compatible con el orgullo. De hecho
podemos observar que muchas personas responden con orgullo frente a las
humillaciones que se presentan.

El evangelio no nos asegura alejarnos de la humillación:

Lucas 6:22 dice: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y


cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo,
por causa del Hijo del Hombre”.
Jesús nunca dijo: “conmigo nunca serán humillados”. Las verdaderas
recompensas comienzan cuando respondemos a esas humillaciones con actitudes
espirituales.

CONSEJO: Cuando usted se vea humillado por circunstancias o por personas,


responda con doble humildad. Es decir, humíllese el doble de aquello que la
circunstancia o las personas le exigen. Esa actitud le acelerará en la madurez y
dará lugar a la Gracia de Dios y Su Gloria en usted.

¿CÓMO REVESTIRNOS DE HUMILDAD?

1. Acalle su alma cuando está recibiendo críticas.


2. Bendiga a los que le maldicen.
3. Sea agradecido todo el tiempo y con todos (aún con los que parezcan no
merecerlo).
4. Ejerza un espíritu servicial y proactivo.
5. Reconozca sus errores de manera sistemática. El reconocer errores nunca
debe ser entendido como una pérdida de autoridad, sino que por el
contrario nos eleva en autoridad espiritual.
6. Reconozca que lo bueno y perfecto que hay en usted se encuentra en
forma de vida espiritual y lo ha recibido por Gracia.
7. Reconozca y confiese que lo único loable en su alma es aquello que puede
expresar de Cristo y todo lo demás se encuentra en la espera de ser
despojado y quitado de en medio.
8. Ejerza la honra hacia otros.
9. Exalte la Gracia de Dios todo el tiempo.

LA HUMILDAD Y LOS VÍNCULOS

La humildad es una virtud sumamente beneficiosa para la manifestación de la


Iglesia y la edificación de vínculos espirituales.

Todo lo que se construye con orgullo, soberbia o vanagloria carece del sello de
Dios y es edificado con materiales temporales. El orgullo y la soberbia siempre
serán aliados de la mentira y es por eso que dañará cualquier edificación
espiritual.

No puede haber vínculos sanos cuando se da lugar al orgullo, por lo tanto la


humildad fortalece los vínculos haciéndolos más duraderos.

Un vínculo es por definición una conexión de doble vías que produce nutrición y
gestión. Cuando se producen relaciones de señorío y orgullo desde una parte del
vínculo, generalmente se anula una de las vías y se cierra la nutrición espiritual.

MANSEDUMBRE
3 JUNIO, 2020 / HERRAMIENTAS DISCIPULARES

La mansedumbre (gr. praútes), a veces traducido “docilidad”, describe


básicamente la fuerza controlada expresada por un corazón humilde. En su
antiguo sentido secular, el término griego significaba una suave brisa o una bestia
domada, es decir, la fuerza utilizada para bien y no para mal. Jesús se describió a
sí mismo con la palabra mansedumbre (exponiendo así la mansedumbre como
una de sus virtudes).
Mateo 11:29 dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas…”.
Esto nos da la idea de aquel animal que se somete al servicio para hacer su
trabajo en la labranza. Jesús se sometió a las intenciones del Padre, aunque eso le
significó una posición que le humillaba. La mansedumbre es la virtud que une la
humildad con el servicio.
Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra
por heredad”.

LA MANSEDUMBRE Y EL TRATAMIENTO A LA NATURALEZA


HUMANA

Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea
pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del
hombre no obra la justicia de Dios. (21) Por lo cual, desechando toda
inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
Se dice que un caballo es manso cuando tiene la virtud de someterse al jinete, de
acuerdo a su entrenamiento. Ese entrenamiento y enseñanza somete los impulsos
de su naturaleza para servir a las expectativas de quien lo señorea.

Por la vida espiritual somos llamados “hijos” en el espíritu, pero llamados a ser
siervos del Señor en nuestras almas. Un alma revestida de mansedumbre es
aquella que se somete a los designios e intenciones del Señor, sometiendo todo
impulso de la vieja naturaleza.

Dentro de la amplia gama de usos que se le ha dado al caballo a lo largo de la


historia podríamos resaltar los siguientes:

1. Caballo de desfile. Es aquel que presenta una dignidad, orden y presencia para
presentarse delante de los gobernantes y desfiles.
Colosenses 1:10 dice: “…para que andéis como es digno del Señor, agradándole
en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de
Dios…”
1 Tesalonicenses 2:12 dice: “…y os encargábamos que anduvieseis como es
digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.”
2. Caballo de Batalla. Este caballo está entrenado para obedecer a su jinete,
aunque él le ordene ir directamente hacia el peligro. El caballo aprende a ignorar
absolutamente todos sus instintos que le hacen huir del peligro. Aprende a
ignorar los ruidos y enfocarse en aquello que su jinete le ordena.
Filipenses 1:27 dice: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio
de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros
que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del
evangelio…”
3. Caballo de trabajo. Aquel que se somete con mansedumbre al servicio de su
señor para trabajar (por ejemplo, para trabajar la tierra).
Romanos 12:11-12 dice: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes
en espíritu, sirviendo al Señor; (12) gozosos en la esperanza; sufridos en la
tribulación; constantes en la oración…”
Lucas 9:62 dice: «Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios».
4. Caballo de carrera. Se entrena para la alta competencia. Tiene una vida
programada para la disciplina y para alcanzar el máximo rendimiento.
Hebreos 12:1 dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…”
El alma necesita ser revestida de mansedumbre para responder al llamado de
Dios, porque la naturaleza del viejo hombre se dirigirá siempre en dirección
opuesta: ella siempre buscará la supervivencia y la comodidad.

2 Timoteo 2:3-7 dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de
Jesucristo. (4) Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de
agradar a aquel que lo tomó por soldado. (5) Y también el que lucha como
atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. (6) El labrador, para
participar de los frutos, debe trabajar primero. (7) Considera lo que digo, y el
Señor te dé entendimiento en todo”.
TRES ACTITUDES DE LA MANSEDUMBRE

La mansedumbre describe tres actitudes:

1. Sumisión a la voluntad de Dios (Col. 3:12).


Colosenses 3:12-13 dice: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y
amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia; (13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos
unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os
perdonó, así también hacedlo vosotros».
Tito 3:1-2 dice: «Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades,
que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. (2) Que a nadie
difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre
para con todos los hombres».

2. Educabilidad (Stg. 1:21) y defensa de la fe.


Santiago 1:21 dice: «Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que
sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede
salvar vuestras almas».
1 Pedro 3:15 dice: «sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y
estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;…»
3. Consideración por los demás (Ef. 4:2).
Efesios 4:2 dice: «con toda humildad y mansedumbre, con paciencia,
soportándoos los unos a los otros en amor;…»
Gálatas 6:1-2 dice: «Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta,
vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre,
mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (2) Llevad los unos
las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.»

¿CÓMO REVESTIR EL ALMA DE MANSEDUMBRE?

1. Pida a Dios revelación de su calidad de hijo por la vida espiritual. Esa


posición espiritual es la mejor instrucción a su alma para que sea sometida
y asuma su posición de servicio.
2. Declare con su boca una y otra vez que usted es un siervo del Señor.
Tenga comportamientos de servicio al Señor en todo lo que haga, aún
cuando esté haciendo sus tareas más comunes. Lleve a su alma a entender
que aún cuando esté trabajando o haciendo tareas domésticas, todo sea en
servicio al Señor.
3. Escoja enfrentar las batallas que le llevarán a ver las victorias que Dios ha
preparado. Quite de su alma cada día los impulsos de buscar la comodidad
y evitar la confrontación. Usted ha sido llamado para enfrentar las batallas
correctas. Si una circunstancia trae incomodidad, escoja la incomodidad
como favorable hasta que se produzca el fruto del Espíritu en usted, de
manera tal que toda emoción y pensamiento sea sometido a esa verdad.
4. Abrace todo aquello que Dios le ha puesto para ser entrenado y
disciplinado en función de su madurez. Determine ser constante con
aquello que le conduce al avance en la “Carrera Espiritual”, quitándolo de
la lista de opciones y animosidad del alma.
5. Permita al Espíritu Santo que muestre cuál es su dignidad en la vida
espiritual. Permita que esa posición y dignidad revelada produzcan un
despojo de toda reacción del alma. Medite en eso cada vez que una
circunstancia o persona le provoque a reacciones de enojo. Ninguna
circunstancia, palabra o persona podrá jamás modificar su dignidad
espiritual. La mansedumbre le llevará a usted a no defender su dignidad
humana y natural, de manera tal que no sea usted gobernado por ninguna
actitud externa (personas, situaciones o tinieblas).
6. Pide al Señor que te muestre de qué manera lo que hoy tienes que
enfrentar puede ser usado para expresar la naturaleza de la vida espiritual.
De esa manera podrás ser despojado de toda ansiedad o emoción adversa y
poder enfrentar con mansedumbre cada día, hasta que seas aprobado y
toda adversidad sea transformada en victoria.
Proverbios 22:24-25 dice: “No te entremetas con el iracundo, Ni te acompañes
con el hombre de enojos, (25) No sea que aprendas sus maneras, Y tomes lazo
para tu alma”.

LA MANSEDUMBRE Y LOS VÍNCULOS

Efesios 5:21 dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”.


La mansedumbre es una virtud que colabora de manera extraordinaria a la
manifestación del Cuerpo de Cristo y sus vínculos. Toda forma de autoridad y
liderazgo que funciona en la iglesia según el diseño de Dios, no se produce para
señorear a las personas, sino para conducirlas a la madurez, colaborar con la obra
del Espíritu Santo y servirles. Cuando nos sometemos unos a otros los procesos
espirituales son más rápidos y los resultados materiales se aceleran. El cuerpo
humano es un ejemplo extraordinario de eso: cada miembro se sujeta y somete a
otro, aunque todos responden a los designios de la cabeza. No nos sometemos
por jerarquía, sino por vida. La mansedumbre que proviene de la vida espiritual
es una virtud que opera en el corazón de aquel que está siendo visto por el Señor
y no por los hombres.

Hay muchas personas que se muestran sumisos por apariencia, pero tienen
pensamientos violentos y rencorosos. Eso lejos está de ser mansedumbre. La
verdadera mansedumbre se produce en la claridad de quienes somos en el espíritu
y sometiendo el alma primeramente a esa realidad en nosotros, a Dios y por
consecuencia a los hombres con paciencia y amor.

También podría gustarte