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* El apego a lo negativo

** Didier Anzieu

Apego negativo, apego a lo negativo

El apego a lo negativo: elijo voluntariamente esta expresión de doble


sentido. Por una parte, el fenómeno del apego del bebe a su madre (o
al entorno materno) puede presentarse en forma negativa: ¿qué sucede
en :~ldesarrollo psicológico ulterior del pequeño cuando la experiencia
pos:tiva de apego a su madre le ha faltado o ha sido insuficiente? Por
otrr. parte, ¿cómo es posible que en ciertos casos -en gran medida siem-
pre los mismos- el niño y más tarde el adulto permanezcan apegados
a u.aa imagen materna negativa, vale decir rechazante o maltratado-
ra? ¿Cómo puede haber amado a un objeto primordial que le ha hecho
daño? ¿Por qué continúa amando en la vida a personas que le hacen
daño? El apego a lo negativo combina una experiencia negativa de apego
y una fijación de apego a objetos de amor que responden negativamen-
te a las demandas de ternura que le son repetidamente solicitadas. La
conjunción de estas dos formas -el apego negativo y el apego a lo ne-
gativo- se encuentra típicamente en niños víctimas de malos tratos, en
mujeres golpeadas que permanecen obstinadamente apegadas a sus
padres, a su pareja. La explicación en términos económico-dinámicos
desde el masoquismo se torna incompleta. Creo que es necesario con-
siderar el desequilibrio tópico entre las dos hojas de la envoltura psí-
quica: la superficie de excitación está sobreestimulada, la superficie de
inscripción está desinvestida. Entra en juego un fenómeno del tipo de
los vasos comunicantes.

En este tipo de apego lo negativo juega un triple rol.


En sentido fotográfico metafórico, la película sensible del Yo es esti-
mulada pero permanece en negativo; tiene lugar un apego potencial, en

,¡, Cap. 9 de L'épiderme nomade et la pea u psychique. París, Apsygée, 1990.


** Dirección: 7 bis rue Laromiguiere 75005, París. Francia.
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negro y blanco con inversión de las tonalidades, que no alcanzan a


establecer la configuración de un apego positivo.
En sentido de mecanismo de defensa, el psiquismo opera por negación,
anulación, denegación, desmentida: la presencia y la permanencia del
objeto bueno son cuestionadas en el otro y en uno mismo; el paciente
se siente negado, "nulo" a los ojos del entorno y se atribuye la responsa-
bilidad: si es rechazado, maltratado, se debe a que es esencialmente
malo; el fondo de su alma es negro, fangoso; los personajes de Beckett
que viven en los tachos de basura o que se arrastran en el barro ilus-
tran lo que acabo de expresar. El fango representa la mezcla de odio
del sujeto hacia los otros y odio de los otros hacia él. El paciente sufre
más de una vivencia de precariedad que de discontinuidad. La envol-
tura psíquica de inscripción es incapaz de conservar el registro de los
signos de un afecto tan insoportable; este sentimiento de nulidad es a
su vez renegado, borrado. El borramiento es el mecanismo de defensa
específico de estos pacientes. En términos dialécticos, llevan a cabo una
negación de la negación. El auto-borramiento comprende desde el rasgo
de carácter (personalidad "borrada" que compensa el odio intenso con
una fachada de excesivo altruismo) hasta las tendencias suicidas.
En el sentido del contenido pulsional, la cura se inclina tarde o tem-
prano del lado de la transferencia negativa y de la reacción terapeútica
negativa: el odio es uno de los motores de la transferencia pero es
consciente y por esa razón es intolerable; al no poder reprimirlo, el pa-
ciente lo transforma en somatizaciones o en alucinosis. Los progresos
se toleran con dificultad porque el paciente prefiere conservar el resenti-
miento que lo apega al objeto antes que abandonar el interminable
proceso que mantiene con ese objeto y que le sirve para preservar su
vida psíquica.
Esta triple negatividad se manifiesta en la cura de la siguiente manera:
son analizandos que se quejan repetidamente de su vida actual, de su
infancia, de sus padres, de su psicoanalista, pero que persisten obstinada-
mente en concurrir a las sesiones. Pueden despertar en el analista una
contra transferencia donde predominan el cansancio, la impotencia y un
resentimiento en espejo. Tienen la esperanza - más allá de toda eviden-
cia- de que un día serán justificados, colmados, reparados, de que las
faltas cometidas contra ellos serán reconocidas por los culpables, en
general la madre, y por el psicoanalista en la transferencia.
La herida narcisista se agrava si la madre confirma al paciente que
tuvo razón en actuar como lo hiciera y que lo volvería a hacer si fuera
necesario. El peligro de descompensación se incrementa en ese caso.
Tiende a instalarse una hemorragia libidinal continua. El paciente in-
tenta ocultársela a sí mismo y a los demás realizando una actividad
idealizada que lo protege del derrumbe pero que en general es incapaz
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de llevar adelante en su actitud jactanciosa frente a los demás; rechaza


sus consejos y sus críticas y los destruye con su Self grandioso (Kohut).
Se alivia parcialmente si la madre reconoce los errores cometidos, las
cosas que le hubieran hecho falta de niño (cf. la falta básica descrita
por Balint). Una confesión tal favorece el refuerzo del Yo del paciente
en relación con un objeto bueno interno. Como lo ha mostrado E. Bick,
el objeto puede entonces ser interiorizado como envoltura del Self, como
piel psíquica.

He notado un elemento importante que conduce a la sobredeterminación


del sentimiento de nulidad en todos los casos de pacientes, hombres o
mujeres, que presentan un apego a lo negativo y que he tenido la ocasión
de analizar. Las expresiones y/o las actitudes de la madre habían sido
intensamente desvalorizadoras respecto del padre. El niño se identificaba
en parte con este padre humillado y en parte con la madre agresora.
Ambos procesos acentuaban sus sentimientos de vergüenza, de odio y
de culpa.

La madre de Noémie había sido militante del sindicalismo cristiano antes


de casarse. Bregaba por un mejor acceso de los campesinos a la vida
cultural. Seguía siendo, a una edad avanzada, una ferviente autodidacta.
Tuvo grandes ambiciones intelectuales respecto de sus hijos, las que se
habían concretado parcialmente. Se había casado con un obrero, excelen-
te técnico, muy apreciado por sus empleadores, también sindicalista cris-
tiano pero que hablaba mal francés, se expresaba en patois * y no le
gustaba leer. Su mujer ironizaba sobre sus tropiezos verbales y se
prestaba de mala gana a las relaciones sexuales. Lo trataba de "nulo"
delante de sus hijos, montaba en cólera ante el menor pretexto y se
quejaba de su desgraciada condición de ama de casa. Reprochaba a sus
hijos, sobre todo a Noémie, ser invasores y "matarla". Se sentía culpable
de que Noémie fuese una niña enfermiza y difícil cuyo llanto de recién
nacida duró ocho días. Noémie se sentía amenazada, vía su padre, de
ser también considerada nula. Se oponía violentamente a su madre,
hacia quien expresó tempranamente explícitos deseos de muerte. Más
adelante, al final de su adolescencia, llevó en forma desafiante una vida
sexual bastante libre y ligera que no emergía de una verdadera orga-
nización edípica. Le recriminaba al padre el no haberla protegido de las
exigencias, de la frialdad afectiva y de la cólera de la madre, de haber
deseado un varón, de haberla rechazado durante mucho tiempo por ser
una niña, de ser inculto y de no haber sido capaz de interesarse en sus
estudios. La problemática de Noémie rondaba alrededor de la cuestión:

'" Dialecto popular francés (N. de T.).


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¿Cómo dominar a los otros sin hacerlos huir? ¿Cómo escapar a la re-
petición del dominio materno? ¿Cómo hacerse reconocer como no nula
para así ser? ¿Como funcionar de una manera distinta del todo o nada?
Una profunda decepción amorosa fue el suceso que la llevó a iniciar un
psicoanálisis: fueron necesarios varios meses de vida íntima con un
muchacho culto, afectuoso e introvertido para que comprendiese que era
sexualmente impotente y que la acaparaba para impedirle encontrar otro
partenaire con quien desarrollar una vida amorosa completa.
El apego negativo de Noémie se manifestaba de la siguiente manera:
si bien tenía un trabajo y una vida independientes lejos de sus padres
(fue el único hijo de esa pareja que emigró a París), experimentaba la
necesidad de llamar por teléfono casi todos los días a la madre por
cuestiones prácticas: una receta de cocina, la confección de un vestido,
una emisión cultural, novedades en la familia, un éxito profesional. Todo
con un tono neutro, puramente informativo aunque sostenido por la es-
peranza inconfesada de encontrar un signo de estímulo, de comprensión,
de ternura. Esperanza frecuentemente fallida y llamados insistentes que
se repitieron, ambos, en la transferencia. El trabajo de interpretación
se basó en la alternativa decepcionarse/ser decepcionante, en el uso de
mecanismos de defensa que borraran los signos de "nulidad", en el
retorno de esos signos bajo la forma de alucinosis, en la angustia pro-
ducida por el auto arrancamiento de la envoltura de significación a fin
de evitar el retorno de esos signos y en los ataques paradójicos contra
la piel común fantasmática entre ella y su madre. Noémie precisaba esta
piel común para conformar un Self psíquico; al mismo tiempo esta piel
común la apresaba y la exponía a las violentas críticas de su madre y
a las amenazas que de ellas derivaban respecto de su identidad. La piel
recibida por su madre se parecía a la túnica envenenada que Medea ofre-
ció a su rival Crétise. En lugar de funcionar como paraexcitación con
su hija, la madre de Noémie la acosaba con excitaciones de las que
Noémie escapaba mediante la retracción afectiva y el excesivo desarro-
llo intelectual; pero la soledad que la protegía de la excitación materna
destructiva le era reprochada por su madre, quien mezclaba excitación
y significacion. Noémie vivenciaba negativamente su soledad en tanto
signo y prueba de su profunda "maldad" y "nulidad". Necesitaba por ende
apelar a su madre en forma periódica y repetitiva para rencontrar tran-
sitoriamente en ella una piel psíquica envolvente, sostenedora, conte-
nedora. El mínimo incidente la desgarraba. El apego de Noémie a lo que
había de negativo para ella en su madre se había organizado en una
reacción circular: la necesidad de apego llevaba al fracaso del apego; el
fracaso del apego reavivaba y exacerbaba la demanda de apego.
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El trabajo psicoanalítico desprendió a Noémie de ese círculo patógeno.


Revalorizó la percepción de su padre; le pidió que contribuyese con sus
conocimientos técnicos a arreglar su departamento provocando en él un
juego de seducción edípica. Una grave enfermedad de Noémie la con-
dujo al acercamiento con su madre. Ésta le expresó en esa oportunidad
un movimiento afectivo totalmente nuevo, lo cual se constituyó para
Noémie en un importante factor de curación. Y le hizo una confidencia,
penosa para ambas aun cuando teñida de una gran autenticidad, concer-
niente a las circunstancias desfavorables que habían intervenido en la
concepción, por otra parte deseada, de Noémie. Pudo así salir a luz y
ser desanudado lo que René Kaés ha llamado un "pacto denegativo"
alrededor de un secreto familiar. El apego a lo negativo es muchas veces
la resultante de una transmisión intergeneracional.

Evocaré más sucintamente otros dos casos de desvalorización del rol del
padre por parte de la madre.
Héctor fue el único hijo de una pareja no amamantado por la madre.
Fue criado por una joven extranjera, quien tuvo que volver precipitada-
mente a su país natal cuando él tenía un año de edad. El mutuo apego
positivo fue interrumpido brutalmente. Hector alcanzó a superar par-
cialmente esta ruptura en su tratamiento e hizo un feliz casamiento.
Mantuvo un apego negativo virulento hacia su madre. Por otra parte
había idealizado mucho a su padre y a sus brillantes éxitos profesiona-
les pero no había logrado que ese padre -sin embargo amante y ama-
do- reconociese su propio valor en un rubro de actividades diferente. El
resquebrajamiento de la imagen paterna se reveló poco antes de fina-
lizar un largo análisis que parecía volverse interminable: justo antes del
nacimiento de Héctor, la madre tuvo un amante cuya presencia le
imponía con frecuencia al padre. Era un secreto conocido por toda la fa-
milia. Al "descubrirlo", Héctor se sintió doblemente anulado: por el recha-
zo de su madre a amamantarlo; por la imagen del padre ideal desva-
lorizado por la mala conducta materna.

Ghislaine, hija mayor de una familia numerosa, había soportado dolo-


rosamente las exigencias de una madre que se había vuelto hiperactiva
ante determinadas circunstancias: enfermedad del padre que lo alejó del
hogar durante mucho tiempo; obligación de ganar el sustento familiar
con su trabajo; educación de los hijos. Reprochaban al padre su ausen-
cia y su debilitamiento. En cierta forma, no servía para nada. Ghislaine
no había podido encontrar en él el apoyo necesario para contrarrestar
el agotador ritmo de vida impuesto por la madre.
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La persistencia de la actitud negativa de la madre (o del entorno ma-


terno) sólo es excesivamente patógena en la medida en que han faltado
en la infancia varios componentes de un buen apego.

Los componentes del apego positivo y sus déficits

Bowlby enumeró cinco componentes a los que me parece necesario com-


pletar con un sexto. Su conjunción condiciona el logro del apego mutuo
entre la madre (o el entorno materno) y el pequeño, vale decir otorga
a éste la experiencia estructurante del intercambio de ternura. Trátase
de una realización pulsional no libidinizada, independiente de la
catectización de las zonas erógenas, y que condujo a Bowlby a la hipó-
tesis de una pulsión específica de apego, intermediaria entre la pulsión
de autoconservación y la pulsión sexual. En efecto, los pacientes a quie-
nes faltó esta experiencia completa de apego presentan una gran diver-
sidad en su vida sexual: activa, moderada o nula.
Según mi experiencia, si le han faltado al niño uno o dos de los compo-
nentes, éste se orienta hacia una patología del tipo de estado límite
presentando las marcas del apego a lo negativo. Si han faltado la mitad
o más de las condiciones suele instalarse una patología psicótica. El dé-
ficit de todas las condiciones no se encuentra nunca dado que el niño
no podría sobrevivir a una situación tan negativa. Para que exista apego
a lo negativo, es preciso que en parte se haya cumplido este apego y
en parte no.
1. El intercambio de sonrisas. Es lo que más le faltó a Noémie. De
regreso de la escuela su madre la recibía con un rostro cerrado, hostil,
mortífero. Noémie, por identificación, temía a su propia imagen en el
espejo; veía su cuerpo coronado por la cabeza de un muerto. También
temía al gentío que podría llegar a aniquilarla. La posición recostada
del psicoanálisis le provocó angustia de despersonalización. La interac-
ción de mímicas con el psicoanalista le procuraba un apoyo fundamen-
tal para su trabajo de elaboración.
2. La solidez del porte. Noémie padeció tempranamente una en-
fermedad ósea mal diagnosticada: había permanecido largo tiempo con
las piernas enyesadas: había temido no recuperar la marcha. Una de
sus resistencias más tenaces en la cura psicoanalítica consistió en el te-
mor de que "esto no marche".
3. El calor del abrazo. Le faltó a Héctor de pequeño. De adulto, la gente
percibía su contacto frío y despreciativo. A veces era cálido, pero atolon-
dradamente y con algunos socios que lo embaucaban. Me atribuyó y me
reprochó su propia frialdad durante el análisis, proyección que no pu-
dimos llegar a resolver completamente debido a su intensidad.
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4. La dulzura del tacto. La madre de Ghislaine no era ni afectuosa


ni acariciadora. Sostenía a su hija "a contrapelo". En la cura, a través
de su actitud corporal, Ghislaine decía silenciosamente: no me toque.
5. La interacción de los signos sensoriales y motores en el amamanta-
miento. Héctor los había experimentado con su nodriza pero mantenía
un rencor irreparable hacia su madre, quien lo había privado de esta
interacción. No quiso renunciar en su análisis a la posición acostada que
le producía una hemorragia narcisista desgastante y estéril y hacer la
experiencia interactiva cara a cara.
6. La concordancia de los ritmos. (Como anticipé, agrego este compo-
nente a la lista de Bowlby.) La madre hiperactiva de Ghislaine le repro-
chaba que trabajase a un ritmo demasiado lento, que no la ayudase su-
ficientemente en las tareas domésticas y educativas, que se entregase
a placeres sexuales solitarios considerados "viciosos". De adulta, Ghis-
laine eligió un marido enfermo como había sido su padre y cuyo ritmo
rápido en las relaciones sexuales la privaba de la posibilidad de gozar,
por lo cual se vengaba rechazándolo. En la transferencia, el desfasaje
de los ritmos se manifestó notablemente en el reproche de escucharme
respirar muy fuerte y de no dejarla respirar y hablar con su propio ritmo.
El trabajo de interpretación se basó en el desfasaje entre el ritmo
propuesto por el analista (número y duración de las sesiones) y el ritmo
natural de la paciente, así como en la construcción de los traumatismos
originarios de ese desfasaje.

Metapsicología del apego a lo negativo

El componente faltante en la relación con la madre es minimizado si


funcionó en relación a otra persona de la familia: padre, abuelo, herma-
no o hermana, vecino, animal de la familia.
El componente deficitario puede ser difícil de localizar ya sea debido
a una reacción de borramiento o a un efecto de halo: el paciente extien-
de sus quejas y sus acusaciones al conjunto de los componentes,
desconociendo aquellos con los cuales llevó a cabo una experiencia po-
sitiva. Elabora una teoría negativa generalizada que invade su pensa-
miento, su vida, su transferencia. Sólo continúa asistiendo a las sesio-
nes para recriminar al psicoanálisis y/o al psicoanalista.
Su situación sería desesperante si realmente le hubieran faltado to-
dos los signos de apego. Tiene lugar un movimiento mutativo en la cura
cuando llega a rememorar un recuerdo satisfactorio en lo concerniente
a uno de los componentes considerado hasta entonces deficitario.
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Nathalie había sufrido la falta de interacción con su madre durante el


amamantamiento. Debido a la guerra este período transcurrió en un só-
tano frío y oscuro. El recuerdo "encantador" (en el sentido primero del
término) de su madre, de sus hermanas y de sí misma cantando en coro
provocó una reconciliación parcial con la imagen materna. Luisa, al borde
de una descompensación psicótica, maltrataba verbalmente a su psicoa-
nalista, quien, a punto de abandonar la partida, vino a verme para una
sesión especial de supervisión. Puse de relieve la construcción por parte
de la paciente de una teoría negativa generalizada que desbordaba el
campo de los acontecimientos traumáticos padecidos en la realidad y que
constituía el aporte personal de Luisa a su apego negativo a la madre.
La comunicación entre los inconscientes fue efectiva. A la sesión siguien-
te, Luisa trajo el primer recuerdo positivo de su madre: la subía sobre
sus rodillas y le limpiaba las orejas con un palillo de algodón; era "ex-
quisito".
Desde el punto de vista dinámico, el apego negativo es la resultante
de la alianza de la pulsión de apego con la pulsión de autodestrucción,
más que con la de autoconservación. El componente deficitario no ha
sido reprimido por el Yo pues éste es demasiado débil como para ejercer
la represión; tal componente se manifiesta bajo la forma de somatiza-
ciones o de alucinosis.
Desde el punto de vista de la relación de objeto, la experiencia nega-
tiva del apego dificulta la diferenciación sujeto/objeto y mantiene entre
éstos un lazo simbiótico adhesivo. Lo que explica la fijación adhesiva
al objeto materno y maltratador, fijación adhesiva que provee un sus-
tituto, una simulación de apego. A falta de una relación gratificante tier-
na, más vale la experiencia de una relación dolorosa pero viva de re-
chazo que la confrontación a la indiferencia. Consecuentemente será más
fácil desprenderse de un objeto al cual se ha estado apegado en forma
positiva que de un objeto que ha sido hasta tal punto frustrante.
La compulsión a la repetición triunfa sobre el principio de placer/dis-
placer. Como me lo hiciera observar René Roussillon (en una comuni-
cación personal), la tendencia a rencontrar el objeto satisfactorio solo
es primaria si el objeto originario ha sido efectivamente satisfactorio.
De lo contrario, la búsqueda del rencuentro apela al objeto tal como se
presentó al aparato psíquico una vez que éste estuvo suficientemente
constituido en el pequeño, vale decir, busca un objeto desilusionante,
frustrante, maltratador. Agrego que el objeto del apego negativo gene-
ralmente ha satisfecho las necesidades del cuerpo y frustrado las nece-
sidades del Yo. He propuesto la noción de objeto global para designar
un objeto intermedio entre el objeto parcial y el objeto total. El objeto
global es alternativamente satisfactorio y decepcionante; es necesaria
la sucesión de ambas cualidades para reconstituir indefinidamente al
objeto como objeto completo.
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El apego del niño a lo negativo materno tiene con frecuencia como co-
rrelato el apego negativo de la madre por su hijo vivido como decepcio-
nante, a quien hace depositario de sus propios malos pensamientos.
La experiencia negativa del apego dificulta el acceso a la organización
edípica y provoca resistencia a ese acceso.
Como expresé anteriormente, desde el punto de vista topológico, la
superficie de inscripción del Yo es objeto de una repetida tentativa de
borramiento, mientras que la superficie que recibe y filtra la excitación
acapara la energía psíquica. Esto se observa en el caso de Michel donde
se muestran las particularidades técnicas necesarias para la cura del
apego negativo.

La oscilación económico-tópica en la cura psicoanalítica:


el caso de Michel

Miguel padece de alcoholismo. Durante la semana está sobrio y activo.


Al comenzar el fin de semana experimenta una suerte de caída interior
y se precipita a pesar de él en un gran consumo de cigarrillos y de alcohol
(aperitivos, cerveza, vino). Los lunes se siente físicamente mal y moral-
mente avergonzado. Este síntoma apareció a la edad de 20 años y ocupó
una gran parte de su primer psicoanálisis, en su ciudad natal en una
prOVInCIa.
Primero llevé a cabo sin gran éxito mi trabajo de interpretación sobre
las identificaciones:
- identificación a un padre que no conoció, muerto de alcoholismo y
del cual la madre se separó tempranamente; el discurso materno blan-
día la amenaza de que Miguel no fuera a volverse como su padre; mis
intepretaciones subrayaban la necesidad de reunir en sí a sus padres,
pareciéndose durante la semana a la madre trabajadora y el fin de
semana al padre alcohólico;
- identificación con la víctima, que se repetía en la cura bajo la forma
de una reacción terapeútica negativa con satisfacción masoquista; el
amor materno había sido tiránico; al mínimo pretexto, la madre le pe-
gaba a Michel; le negaba todo dinero de bolsillo, le rompía sus objetos
preferidos. Cuando la semana había transcurrido bien en la escuela y
en la casa respecto de las exigencias maternas, Michel rencontraba
durante el fin de semana sentimientos de decepción, incluso conductas
de provocación que volvían a despertar el conflicto. Cuando todo iba bien,
hacía falta que todo anduviese mal. La transferencia reproducía esto en
el análisis. Necesitaba destruir durante el fin de semana el trabajo rea-
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lizado durante la semana en las sesiones. Experimentaba mi ausencia


como una maldad de mi parte. Beber era adquirir un placer que hacía
mal, o más bien, era adquirir un mal que le causaba placer. Pero él
conoce ambas interpretaciones (identificación al padre y a la víctima)
y no cambian nada en su comportamiento.
Un recuerdo encubridor vuelve con insistencia: invitado al cumplea-
ños de un camarada, le solicita dinero a la madre para comprar un
regalo. La madre prefiere comprar ella misma una torta cualquiera que
no responde ni a los gustos del camarada ni a los proyectos de Michel.
Éste trata en vano de explicárselo. Su madre toma a mal lo que recibe
como una crítica; tira la torta al piso y la destroza. Las asociaciones de
Michel me trasladan desde una comprensión según el punto económico-
dinámico a una comprensión según el punto de vista tópico. Michel
sostiene sus puntos de vista iniciales. Retoma:
- su odio cerrado contra su madre; sus fantasmas irrealizables de rom-
perla a pedazos; la venganza impensable; los sentimientos de impoten-
cia, de encarcelamiento, de destrucción de su voluntad. Subrayo la bús-
queda compensatoria de modelos ideales. Interpreto: no tiene una vo-
luntad para sí, no tiene ninguna o tiene muchas: su voluntad se diluye,
se derrumba.
Esto me lleva a hablarle en términos topológicos. Describo:
- su pérdida de consistencia interna sólida, la liquefacción de sí. De
allí parte su recurso al alcohol, a un líquido tónico para tener un sí lí-
quido tónico, para luchar contra la reducción de su espacio psíquico a
un estado bidimensional, a un Sí mismo achatado.
El paso siguiente es desencadenado por una reaccíon al entorno ac-
tual (se ha mudado a un barrio peligroso, habitado en su mayoría por
gente del Magreb de apariencia inquietante, de potencial violencia, lleno
de prostitutas y de sex-shops de donde emana una excitación sexual di-
fusa) y por la rememoración de un incidente cruel relatado a menudo
por su abuela (él habría ahorcado unos pollitos en el corral que ella
cuidaba). Si se acaricia demasiado, se puede matar. Al estrecharlo de-
masiado, su madre lo asfixiaba. Peligro de estrecharlo demasiado/aca-
riciarlo a través de mis interpretaciones. Demasiada ternura asfixia.

Este material me retrotrajo del punto de vista tópico al punto de vista


económico 00 que llamo oscilación económica-tópica). Interpreto la suma
de las excitaciones de la jornada de trabajo y de las excitaciones del
barrio al volver por la tarde o durante el week-end; estas excitaciones
son vividas como persecuciones internas; el alcoholismo es una manera
de liquidar-licuar la excitación.
Esa noche Michel pudo dormir por vez primera después de mucho tiem-
po, triste pero sobrio.
El apego a lo negativo 841

En las sesiones siguientes prosiguió con su trabajo de reflexión y dis-


cernió en sí mismo cuatro tiempos en la evolución de su desequilibrio
interno:
-es asaltado por sobreexcitaciones externas (el ruido) e internas (la
furia);
- las licúa en el alcohol, lo que le hace bien (reducción de la tensión)
y mal (la furia se vuelve contra él): se desintoxica intoxicándose;
- es el niño que asfixia al pollito para excitarlo hasta el umbral en
que este pollito demasiado excitado que es él mismo se achata, vacián-
dose de la excitación y siendo destruido por ella;
-el espacio cesa de ser un volumen o una superficie achatada; se trans-
forma en una línea; Michel entra en esta línea. Entonces puede escribir
(diario íntimo, reflexiones filosóficas); la línea es el principio, la filigra-
na de la frase.
Junto todo este material en una interpretación tópica en la cual le
muestro que me está describiendo el pasaje del yo en tanto para-exci-
tación al Yo como envoltura de significación; en él ambas envolturas son
contiguas y se excluyen: no pueden funcionar juntas: sólo pueden
sucederse.
Michel concurrió a la siguiente sesión distendido y activo. Se había sen-
tido contento después del último encuentro, como en la época creadora
de su juventud cuando escribió y publicó un ensayo filosófico.
Trae un sueño. Ve cómo su madre se corta el dedo meñique de su mano
derecha con un cuchillo de cocina que sostiene con la mano izquierda.
Pliega la piel para ocultar el corte.
Asocia: el dedo meñique es el pequeño, o sea él. Agrego: también es
su primer psicoanálisis con un kleiniano (Klein: pequeño). Observa el
carácter ilógico del sueño: cortarse la mano derecha con la mano izquier-
da. Evoco una imagen en espejo.
Asocia el dedo con la línea (vista de perfil) y el punto o la coma (visto
de frente), pero no entiende la relación con el sueño.
Interpreto recordando las dos envolturas evocadas la vez anterior: la
de excitación, la de significación. El sueño precisa que pasa de una a
otra "cortándose" de la madre, vale decir, de su apego negativo a ella
y de la "mano" -que le pone encima. Le indico que el sueño representa
la forma negativa del estadio del espejo, estado en el cual, normalmen-
te, el niño reconoce a su madre que lo sostiene y comprende que el bebé
del espejo es él mismo. Michel, por lo contrario, ve en la imagen en el
espejo a su madre que se corta de él y que intenta recubrir/reparar la
ruptura mediante el fantasma de una piel común. Es sin duda Michel
quien ha tenido ese fantasma y quien ahora, para desprenderse de la
mala madre (tajante, cortante), arranca esta piel común a ambos. Puede
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representarse cortado de la madre mala en el espejo sin culpa; fue ella


quien comenzó.
Su sueño representa:

-el apego negativo;


-la superación de este apego;
-el acceso a los primeros símbolos (lo que denomino significantes
formales): el punto, la línea, la coma (continuidad/discontinuidad, se-
paración/unión concerniendo ya no a los objetos sino a los significantes).

La reorganización tópica así efectuada tiene efectos inmediatos, que Mi-


guel muestra en la sesión siguiente. Se desprende de la sobrecatectiza-
ción de su para-excitación y dispone más libremente de su envoltura de
comunicación. Ha pasado el week-end con su nueva amiga. Han habla-
do mucho de sus respectivas historias, de sus situaciones, de sus hijos
y de sus eventuales proyectos. Posteriormente Michel reflexiona acerca
de esto con más calma y fuerza. Está satisfecho por haber encontrado
un funcionamiento equilibrado y tónico. Constato que son menos frecuen-
tes las asociaciones defensivas puramente verbales en sesión y que está
más concentrado. Comprende asimismo cuán insatisfactoria era la vida
sexual que llevaba con su ex-mujer, lo que lo empujaba a buscar en el
alcoholismo satisfacciones sustitutivas tan frenéticas como las obteni-
das en la adolescencia mediante la masturbación.

En la siguiente sesión me decido a mi vez a "cortar por lo sano" y a "rom-


per" la barrera que Miguel ha instalado en la comunicación entre él y
yo; barrera al mismo tiempo rígida, obsesiva y pantalla narcisista de
humareda difusa que me deja en la bruma. Le planteo preguntas pre-
cisas. ¿Ha conocido a su padre? ¿Cuándo se divorciaron sus padres?
¿Mantuvo contacto con la familia de su padre? Los datos recogidos me
permiten reforzar y completar mis anteriores interpretaciones.

Michel se declara contento de su análisis y me paga varias sesiones adeu-


dadas. Entra en la alianza terapeútica. Prosigue su elaboración en el
intervalo entre las sesiones y me anuncia un programa completo: exa-
minar las consecuencias de la actitud materna hacia él: masoquismo,
complejo de castración, fiascos sexuales, tendencia a la pasividad. Michel
me había mostrado en la transferencia su pasividad, y mi capacidad de
intervención se había fijado bajo el pretexto de respetar su manera de
funcionar. Al plantearle preguntas directas, me hice cargo activamente
del problema de su pasividad. Llevé a cabo la reversión de la transfe-
rencia como si se tratara de un guante. Michel pudo entonces despren-
derse de su posición de dependencia/oposición hacia mí. Yo mismo, desde
El apego a lo negativo 843

mi contratransferencia, al elaborar activamente los pensamientos que


acabo de enunciar, me desprendí de una actitud de espera pasiva del
material susceptible de ser provisto por Michel y de una complicidad
inconsciente con su tendencia al borramiento de las significaciones. La
oscilación económica-tópica en el trabajo de interpretación fue decisiva
en la medida en que Michel y yo disminuimos la catectización de nues-
tras respectivas para-excitaciones y restablecimos el funcionamiento de
nuestras envolturas de inscripción y de comunicación.

(Traducción de Alcira Mariam Alizade)

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