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EL NIÑO RETARDADO Y SU MADRE – MAUD MANNONI

CAPÍTULO I – EL TRASTORNO ORGÁNICO


Descripción Fenomenológica
La organicidad acentúa el carácter fatal de la enfermedad. El estudio es parcial, el cual se
trata de los casos que los padres llevan a consulta, puesto que ellos trataran de hacer
revisar 100 veces el diagnóstico, de tal modo que, el bebé se convertirá en concurrente
asiduo de los consultorios médicos.
La madre es quien emprenderá contra la inercia o la indiferencia social cuya meta es la
salud de su niño desahuciado, salud que ella reivindica.
La relación amorosa madre-hijo tendrá siempre un trasfondo de muerte, de muerte negada,
disfrazada, la mayor parte del tiempo de amor sublime, a veces de indiferencia patológica;
en ocasiones, de rechazo consciente; pero las ideas de muerte están ahí aunque todas las
madres no puedan tomar conciencia de ello.
La aceptación de ese hecho está ligada a un deseo de suicidio, se trata de una situación en
la que la madre e hijo no son más que uno. Toda ocasión en se desprecia al niño es recibida
por la madre como un ataque a su propia persona. Todo desahucio del niño significa para
ella su propia condena de muerte.
La madre va a vivir, pues, contra los médicos, pero, al mismo tiempo, buscará sin cesar su
apoyo, Ira de consulta en consulta, ¿para obtener que, en verdad?
¿Curación? No cree en ella; y ese niño le pertenece; no piensa cederlo.
¿Diagnostico? Ha sido formulado ya múltiples veces por eminentes especialistas.
¿Verdad? Pero la madre no quiere saber nada en lo que concierne al niño. Un poco en lo
que concierne a ella misma.
(Diferentes casos que se postulan como ejemplo pág. 21)
Cuando el padre acepta con serenidad la enfermedad de su hijo, es casi siempre al precio
de una enorme culpabilidad: como hombre, como padre, es siempre en alguna medida un
fracasado. La madre se siente hasta tal punto comprometida con su niño que le es difícil
renunciar. Su rol está marcado: volcara lo esencial de su dinamismo en los instintos de vida
y muerte; reivindicativa, rebelde, será sublime en su abnegación, intransigente si se trata de
matar y guardiana en una fortaleza si se intenta una psicoterapia. Tendrá conciencia de su
papel de madre hasta en el rechazo del derecho de su hijo “en peligro” a devenir un sujeto
autónomo. Identificándose con los hombres de su progenie, hallará en la desgracia una
fuerza sobrehumana, no agotada jamás.
Enfoque Analítico del Problema
Para la madre el nacimiento de un niño es la revancha o el repaso de su propia infancia; la
llegada de un niño va a ocupar un lugar entre sus sueños perdidos:. Este niño soñado tiene
la misión de restablecer, reparar aquello que en la historia d la madre fue juzgado deficiente,
sufrido como una carencia, o prolongar aquello a lo que ella debió renunciar.
Si ese niño, cargado así de todos sus sueños perdidos, llega enfermo va causar en la
madre un shock: en el instante que, en el plano fantasmático, un vacío era llenado por un
niño imaginario, surge el ser real que, por su enfermedad, despertara insatisfacciones
además de, impedir en el plano simbólico, que la madre pueda resolver en su propio
problema de castración. Porque en ese verdadero acceder a la femineidad debe pasar por
la renuncia al niño fetiche, que no es otro que el niño imaginario de Edipo.
Cada mujer, ante la falta de las señales de identificación de su niño enfermo, va a vivir su
angustia en función de su castración oral, anal, fálica.
La llegada de un niño enfermo al hogar de una mujer que ha mantenido malas relaciones
con su propia madre, puede llegar a despertar conflictos neuróticos compensados por el
casamiento. Se presenta angustia (surge en torno de lo que no se puede nombrar), y a
veces , reacciones fóbicas.
Por el contrario, Si la mujer ha permanecido muy apegada a su propio padre, el niño va a
encontrar un lugar definido en la familia; será a menudo el preferido.
Esta visto que el niño enfermo es rara vez incorporado a una situación verdaderamente
triangular. Pero hay casos en que el padre es quien se preocupa por el niño, se trata
entonces de una identificación con la madre.
En una madre llamada normal, la llegada de un niño enfermo no puede tener incidencia
sobre ella.
En respuesta a la demanda del niño, deberá proseguir una gestación eterna. Dicha madre
va a dejar a ese niño en un estado a-dinámico. Tales madres terminan por quedar marcadas
por la prueba y adquieren un aspecto esquizoide, a fuerza de comportarse también ellas de
manera a-tónica, a-dinámica.
Nos hallamos aquí en una situación dual. En el interior mismo del retraso mental se halla
diversas reacciones perversas, psicóticas, fobicas, que hacen evidentemente pareja con
determinada forma de relación madre-niño, ya que la madre responde a la demanda del
niño con sus propias fantasías. Otro factor es la forma en que el niño va a modelar el mismo
a su madre e inducido a adoptar un tipo de vínculo sado-masoquista. La madre ha vivido
ese vínculo en un plano fantasmatico y le recuerda algo muy primitivo de su historia. El niño
va a despejar algo semejante, que en La madre no fue jamás simbolizado.
El estado de estupor del niño reclama la educación llamada de adquisición de
automatismos. El niño está alienado como sujeto autónomo, para devenir objeto a cuidar.
En el caso del niño a-dinámico, madre e hijo se dejan estar en una vida vegetativo y ella
acorta ser parasitada.
Si por el contrario, el niño se manifiesta como sujeto deseoso, es su cuerpo el que no le
pertenece ya que está como alienado. Se crea una situación en que madre e hijo no tienen
más soporte de identificación.
Las madres oscilan entre la actitud imperativq y una suerte de indiferencia apacible a
imagen del niño que se siente por completo fuera del cuerpo y fuera de una relación con el
Otro.
Madres en quienes siempre habita la angustia y cuyo autodominio es negarla; esas madres
sitúan esa angustia en la relación con el Otro.
La verdad y el dolor no son reconocidos sino en la medida en que el Otro acepté la pena a
través de su propia angustia.

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