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Una breve aproximación descriptiva al

monasterio de agustinas de Bocairent


(Valencia)

Josep Vicent FERRE DOMÍNGUEZ


Bocairent (Valencia)

I. Contexto socioeconómico y fundación del convento.

II. El monasterio desde su fundación hasta 1700.

III. Los siglos XVIII y XIX.

IV. El siglo XX y la clausura del convento.


I. CONTEXTO SOCIOECONÓMICO Y FUNDACIÓN DEL CONVENTO

Bocairent es una villa situada en la Vall d’Albaida, una las comarcas


centrales del País Valenciano. Perteneciente a la provincia de Valencia, el
pueblo es limítrofe con la de Alicante y cuenta con un amplio término
municipal (98 km2), en el cual se ubica la mayor parte del parque natural de
la Sierra de Mariola. Cuenta actualmente con unos 4.500 vecinos y sus fuentes
de riqueza son la industria y el turismo, ya que son dignos de visitar no sólo sus
parajes naturales, sino también un conjunto arquitectónico singular: barrio
medieval, cuevas, cavas de nieve, iglesia y ermitas…De origen musulmán, la
población fue conquistada en el siglo XIII y pasó a ser villa real.

En el siglo XVI contaba con unos 2.000 habitantes, de manera que la


fundación del convento de agustinas, en 1556, coincidió con uno de los períodos
de mayor pujanza de la villa. Un importante incremento demográfico, con una
notable inmigración, y un fuerte crecimiento económico, a causa de la expansión
de la manufactura textil, dirigido por una oligarquía local formada por campesinos
enriquecidos que asumieron el poder de la comunidad frente al antiguo poder
feudal, permitieron un significativo desarrollo urbano. En este contexto, que
también tiene sus repercusiones en el ámbito eclesiástico (construcción y decoración
de la nueva iglesia parroquial, erección de ermitas, creación de cofradías y
fundaciones…), no es extraña la aparición de conventos. Así, diez años
después de la fundación de las agustinas, también tendrá lugar la de los
franciscanos, con el beato Nicolás Factor al frente.

No podía una villa de la importancia de Bocairent quedarse fuera del


proceso de instauración de nuevos conventos en Valencia durante los
episcopados de Tomás de Villanueva y Juan de Ribera. Por ello, un presbítero
de una de las familias notables de la población en dicho siglo, mosén
Melchor Ferre, inició las gestiones para la creación del monasterio de Nuestra
Señora de los Dolores y de los Santos Reyes de Bocairent, con la plausible
finalidad que las hijas de la oligarquía citada, con vocación religiosa, tuviesen
allí un cenobio. No hay que pasar por alto que Bocairent ya contaba, desde pocos
años antes, en la recién construida ermita del Calvario, con un emparedamiento de
beatas, probablemente cercanas al espíritu franciscano, aunque no exentas de
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un cierto iluminismo, y que no estaban sujetas a orden ni regla alguna, hecho


que no debía ser excesivamente bien considerado por la burguesía y el clero
locales.

¿Por qué, precisamente, agustinas calzadas? Considero que hay varias


razones. En primer lugar, la propia expansión de la orden en el siglo XVI en
el antiguo Reino de Valencia: La Esperanza (1509) y San José (1541) en
Valencia, Santa Lucía en Alzira (1530), Bocairent (1556), Sant Mateu (1590),
Orihuela (1592) y Morella (1595), cuando hasta dicha centuria sólo existía el
de San Julián en Valencia. La creación del monasterio bocairentino era una
posibilidad lógica de extender la provincia agustiniana de Aragón hacia el sur.

En segundo lugar, la relación de personajes de la población con la Orden.


El obispo bocairentino Miquel Maiques (ca. 1490-1577), agustino, fue
confesor del convento de San Julián, desde 1534 hasta 1536, en que accede
al episcopado como auxiliar de la diócesis de Segorbe, y mantuvo un
estrecho contacto con el convento de Alzira, al que donó una reliquia de
Santa Lucía. No es extraño, por tanto, que influyese en la llegada de la Orden a
su pueblo natal. Además, cabe señalar que el provincial que autorizó el traslado
de monjas desde el convento de la Esperanza de Valencia para el nuevo
monasterio, fray Onofre Carbó, era también natural de Alzira y fue prior del
convento masculino de esta ciudad, por lo que es muy posible que fuese
receptivo a la solicitud de mosén Ferre y a la eventual petición del compañero de
religión Maiques. Y no olvidemos, además, que también el arzobispo de Valencia,
Tomás de Villanueva, bajo cuyo mandato se tramitó la fundación, era agustino.

Sin embargo, el artífice de la misma fue un sacerdote local, el citado


Melchor Ferre, quien el 10 de julio de 1555 obtuvo la licencia del provincial,
completada con la aprobación episcopal del 7 de octubre y de las autoridades
locales el 6 de febrero siguientes, y que regaló una heredad para ubicar el
convento, obligándose a pagar anualmente al Consell local un impuesto o
tributo real.

Las cinco o seis monjas fundadoras llegaron a Bocairent el 10 de marzo


de 1556, aunque la inauguración no tuvo lugar hasta siete meses después, el
10 de octubre, cuando dos días antes ya se había producido la primera
profesión, la de la alcoyana Anna Castelló. La primera priora, sor Baptista
Conques, procedía, según las crónicas, como el resto, del convento de la
Esperanza de Valencia. Nacida en Valencia, era hermana de Jeroni Conques,
un importante humanista reformista del XVI, sospechoso de luteranismo,
autor de una versión en catalán del Libro de Job, por la cual fue perseguido
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por la Inquisición, que le condenó a dos años de reclusión en el convento
observante agustino del Socorro de Valencia. Ante el tribunal declaró, en
1563, que “tenía una hermana bastarda, de parte de su padre, monja, priora
en Alzira, y ahora priora en Bocairent, en un monasterio de monjas que allí
hay”1. Es posible, pues, que la primera priora viniese directamente del convento
alcireño.

La asistencia espiritual del convento debió ser ejercida en principio por el


fundador, mosén Melchor Ferre, pero, alrededor de 1577, ya ejercía como
vicario fray Gonzalo de la Mota. Originario de la Mancha, era uno de los 50
frailes castellanos y andaluces que, bajo la dirección de Rodrigo de Solís,
prior del convento de Sevilla, fueron enviados en 1568 por Felipe II para
reformar los agustinos de la Corona de Aragón. Tuvo otros destinos, como
prior de los conventos de Alcoi y Alzira, donde también fue lector de
Gramática. En Bocairent compartió el cargo de confesor de las agustinas con
el de preceptor del aula municipal de latinidad. No sería descabellado pensar,
pues, que su presencia respondiese a una superior decisión de controlar la
ortodoxia y la praxis de las monjas del recién creado convento local y de
velar por la observancia, máxime cuando se podían conocer los lazos familiares
de la madre fundadora.

Del convento en sus primeros años poco se puede decir. Era pobre y el
número de hermanas era reducido. De hecho, en 1617, en la relación que
presenta el arzobispo Isidoro Aliaga, sólo había 12 monjas, y en 1626, en
una petición dirigida a las Cortes Valencianas para que el monasterio
pudiese adquirir bienes de realengo, se dice que era el más pobre de todo el
Reino, coincidiendo, además, con la crítica situación de Bocairent en el XVII. Es
probable, por ello, que el primer espacio que ocupasen las agustinas ermitañas
fuese el conocido como “monasterio rupestre”. De él escribía el cronista Jordán
que “está el convento fundado sobre peñas, y en ellas se han fabricado muchas
celdas, que representan a lo vivo la soledad, y desierto en que fundaron nuestros
primitivos Padres, por lo cual convida este convento a oración y penitencia”2.
Así pues, la causa de que el primitivo monasterio agustino fuese rupestre radica

1
ALMENARA, M., “Jeroni Conques (1518-1573/4), de Llucena, un humanista reformista
del segle XVI”, en Monogràfica de Llucena d’Alcalatén, Castelló de la Plana 2000, p. 333.
2
JORDÁN, J., Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada Orden de
los Ermitaños de N.P.S. Agustín, Valencia 1704-1712, t. II, p. 318. Sobre el monasterio
rupestre se puede consultar: VAÑÓ SILVESTRE, F., “El monasterio rupestre de las
Agustinas”, en Revista de Festes d’Estiu de Bocairent (1973) 8 pp. s.n.; IDEM, “Bocairente,
ciudad rupestre”, en Crónica de la X Asamblea de Cronistas Oficiales del Reino de Valencia,
Valencia 1976, t. I, pp. 149-168; BENEDITO, V., y FORNES, A., “Convent-monestir
rupestre agustí de Els Sants Reis”, en Revista de Festes d’Estiu de Bocairent (2008) 94-97.
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en el hecho de la utilización de cuevas como habitáculo, hecho que constituye, en


opinión del Consell Valencià de Cultura, una manifestación insólita de una
forma de vida monacal no habitual en el País Valenciano, que merece la
pena conocer y que permanece abierto al público.

II. EL MONASTERIO DESDE SU FUNDACIÓN HASTA 1700

La documentación que tenemos sobre el convento en los siglos XVI y


XVII es sumamente escasa. Para reconstruir su historia hemos de recurrir a
la crónica de la provincia agustiniana de Aragón del P. Jaime Jordán y a los
artículos publicados por el fallecido cronista local Francisco Vañó Silvestre3,
el más prolífico estudioso del mismo, que se basó en la “Memoria de las
monjas que han profesado en el sobredicho Monasterio de los Dolores y de
los Reyes”, en la que figuraban los nombres de las religiosas que profesaron
entre 1556 y 1700, y que actualmente está perdida.

Como hemos indicado, el convento era humilde y este periodo se caracterizó


por la penuria económica, dificultades materiales, escasez de vocaciones en
determinados momentos, etc. Es significativo que el P. Jordán indique que el
convento era “toda una montaña pedragosa, todo gradas, subidas i baxadas”.
Ello no fue óbice, sin embargo, para que en 1592 tres monjas del monasterio
marchasen a Orihuela para proceder a la fundación del nuevo convento,
cooperando así en la expansión meridional de la Orden.

Aunque Vañó Silvestre llega a afirmar que en la época que analizamos el


convento tuvo 58 monjas, las 52 que recoge la “Memoria”, las cinco fundadoras
y sor Gerónima Llopis, de la que sólo se hace eco Jordán, consideramos que
habría algunas más, ya que, revisando las sucesivas profesiones, hemos
encontrado, en el siglo XVII y primer tercio del XVIII, cinco prioras, cuya
admisión no refiere Vañó Silvestre en su trascripción de la “Memoria”, y que
debían haber sido profesas del convento, como se deduce al observar sus
apellidos. Son Agustina Biosca, Clara Puerto, Clara Mª Francés, Josefa Mª
Ortiz y Tomasa Vaello. Probablemente, tenía cierta razón el P. Jordán
cuando se quejaba en su “Crónica” del poco cuidado que habían tenido las
monjas antiguas, ocupadas sólo en hacer penitencia, de recoger por escrito lo
singular de las virtudes de las hermanas ejemplares del monasterio. La

3
VAÑÓ SILVESTRE, F., “Mosén Melchor Ferre, funda las Agustinas”, en Revista de
Festes d’Estiu de Bocairent (1972) 8 pp. s.n.; “Las Agustinas Ermitañas de Bocairent”, en
Revista de Festes d’Estiu de Bocairent (1976) 5 pp.s.n.; y “Las Agustinas de la Villa en el
siglo XVII”, en Revista de Festes d’Estiu de Bocairent (1980) 5 pp. s.n.
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“Memoria” citada, por otra parte, debía ser un cuaderno de mano, que se
rellenaba según el libre arbitrio de la priora o maestra de novicias. Así, por
ejemplo, hay lapsos de varios años en que no aparece ninguna profesión,
siendo el más significativo de ellos el que va de 1677 a 1700, momento en
que la futura priora Agustina Molina debió inscribir la suya propia.

En la descripción del monasterio que hace el cronista alcoyano P. Jordán


destaca la semblanza biográfica de la fundadora, Sor Baptista Conques, y de
una serie de monjas, Escolástica Navarro, Juana Ximénez, Gerónima Llopis,
Isabel Mendoza, Paula García, Francisca Calatayud, Felicia Zarzuela, Agustina
Juan, Catalina Belda y Josefa Belda, así como de las tres fundadoras de
Orihuela, Magdalena Molina, Gerónima Francés y Catalina Saona. Son, en total,
catorce “vidas ejemplares” que nos permiten acercarnos a la espiritualidad del
monasterio bocairentino en los siglos XVI y XVII y conocer algunas protagonistas
de la vida conventual4.

De todas ellas se ensalzan sus virtudes, haciendo hincapié en el cumplimiento


de las obligaciones conventuales, las penitencias y sacrificios, la caridad y
obediencia…, en la línea de hagiografías similares de la época, comunes a la
mayoría de órdenes religiosas. Cabe resaltar la de la monja de Xàtiva, sor
Gerónima Llopis, de quien, además de sus virtudes (oración continua, siempre
arrodillada y con los brazos en cruz, penitencias, silencio extremado…), se hace
hincapié en determinados aspectos milagrosos de su vida: la limpieza de su
ropa y celda sin lavar ni barrer jamás, su capacidad de adivinar las lecturas
siendo ciega, la revelación que tuvo de la hora de su muerte y el hecho de
haberse encontrado su cuerpo incorrupto varios años después de aquélla. Es,
sin lugar a dudas, la religiosa más significativa de este periodo.

En cuanto a su origen, conocemos la cuna de 52 monjas. De ellas, 20 son


de Bocairent, 15 de la provincia de Valencia, 12 de la de Alicante, 2 de
Caudete -ahora provincia de Albacete, pero entonces perteneciente al reino
de Valencia- y tan sólo 3 de fuera de la Comunidad Valenciana. Además, del
grupo de las no naturales de Bocairent, 20 son de pueblos cercanos (menos
de 50 km. de distancia), lo cual nos ofrece la imagen de un convento que
irradia su influencia en un ámbito preferentemente comarcal.

Sin embargo, no hay un imperio de las monjas locales, como


veremos en épocas posteriores. Aunque encontramos cuatro prioras
bocairentinas (Gertrudis Belda, Inés Llorens –hija del pintor Cristóbal

4
JORDAN, J., Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada Orden de
los Ermitaños de N.P.S. Agustín, Valencia 1704-1712, t. II, pp. 318-333.
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Llorens II-, Luisa Molina y, probablemente, Clara Puerto), también las hay
de Xàtiva (Esperanza Iborra), Caudete (Mónica Cortés y Catalina Golf),
Villena (Inés Torreblanca), Alicante (Dorotea Salines), Valencia (Francisca
Calatayud y Isabel Mendoza), Alzira (Tomasa Juan)… Además, se puede
añadir que entre las profesas de la villa, encontramos, al menos, tres
descendientes de familiares del fundador, que tenían el privilegio de estar
exentas de dote, y un predominio de dos familias, Belda (6) y Calabuig (3).

III. LOS SIGLOS XVIII Y XIX

Aunque el cronista Vañó Silvestre indica que debió construirse un


segundo edificio entre 1701 y 1707, y establece un paralelismo entre los tres
sucesivos conventos y los libros de profesiones (los siguientes son de 1708 a
1901, y de 1902 hasta la clausura), tenemos muchas dudas al respecto,
aunque la hipótesis es, sin duda, sugestiva. De la lectura de la escasa
documentación existente se desprenden opiniones dispares. Así, en una
memoria manuscrita sobre el monasterio se dice que a mitad del siglo XIII
(debe ser XVII) se construyó otro convento sobre la misma superficie que
ocupaba el antiguo, pero sin sujeción a plano. Sin embargo, en otra memoria
sobre la rehabilitación del inmueble, efectuada a principios del siglo XX, se
dice que uno de los objetivos era “quitarle su forma y distribución
verdaderamente laberíntica, debido esto a la multitud incontable de pequeñas
obras realizadas en distintas épocas sin unidad de plan y supeditadas siempre
a las imperiosas necesidades del Convento y a la cuantía de los recursos que
se podían contar”.

Seguramente, aquí está la clave para entender la evolución arquitectónica


del edificio. Es posible que no existiese un segundo convento como tal, sino
que éste fuese una sucesión de construcciones parciales, ampliaciones, obras
de cambio de dependencias, etc., a partir del primitivo. Sin embargo, a
principios del siglo XVIII debió alzarse la iglesia nueva de las agustinas, la
actual, que sustituyó a la primitiva, por lo cual se debió proceder, también, a
la remodelación de algunas estancias conventuales.

Fue, precisamente, el siglo XVIII el de mayor esplendor del convento


bocairentino, coincidiendo de nuevo con un incremento demográfico y una
expansión económica a nivel local. El aumento de profesiones, muchas de
ellas de hijas de familias adineradas de la localidad y pueblos cercanos,
incrementó el número de monjas en el convento y mejoró la situación económica
del mismo, gracias a las dotes y testamentos, así como a los donativos. Así, en un
documento de 1750 encontramos 26 monjas, en un informe municipal de
1763 se dice que hay 30 y en una lista elaborada en 1787, con motivo de la
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llegada al convento del cuadro del “Ecce Homo”, regalado por el presbítero
Martín Belda, y atribuido por la tradición a Juan de Juanes, aunque la autoría
es dudosa, aparecen 27 (19 de coro y 8 de obediencia). Cabe indicar, además,
que en todo el siglo XVIII profesaron 60 monjas, una cifra elevada si se
compara con las 48 del siglo XIX o las 38 del XX.

De la importancia que adquiere el convento en la vida local es sintomático el


hecho de la firma, en 1734, de una concordia o hermandad entre el clero de
la Iglesia parroquial, que gozaba de un peso determinante en el municipio, y
las religiosas agustinas, en que se estipulan obligaciones mutuas a nivel
ceremonial. Ello hubiese sido impensable en los siglos anteriores, en que el
papel del convento femenino era secundario. Pero, además, se puede asegurar
que éste cobra un protagonismo cada vez mayor en la vida bocairentina, de
manera que las monjas, integrantes, en su mayor parte, de la nueva clase
dominante autóctona, influirán en el pensamiento e ideología de los devotos
y de los clientes de la producción artesanal de dulces.

Asimismo, si bien en la primera mitad del siglo encontramos, preferentemente,


prioras de fuera de Bocairent, algunas con cierta importancia en la vida
conventual, como la madre de Onil, Agustina Molina, firmante de la concordia
citada, o las hermanas Alonso Bono, de la pequeña población valenciana de
Beniatjar, a partir del ecuador del mismo, y hasta la desamortización, el
gobierno va a estar en manos de las hijas de los terratenientes e incipiente
burguesía bocairentina (Calabuig, con cuatro prioras con este apellido,
Aynat, Mira, Tudela). Y además algunas superioras locales lo ostentarán por
largos períodos: al menos once años en el caso de Josefa Rita Ferre Francés
y más de dieciséis en el de Vicenta Tudela Puig.

A pesar de algún documento en sentido contrario, quedan ya lejos las


apreturas económicas, y si en 1763, el ayuntamiento local indicaba que el
convento tenía dos heredades más un horno de cocer arrendado y una cuarta
parte de otro, en el inventario de la desamortización de 1835 encontramos
que es propietario de tres grandes fincas (santa Rita, san Agustín y la Virgen
de los Dolores), dos hornos de cocer, tres huertos, 55 anegadas de tierra,
cuatro casas, 58 cartas de gracia que daban una renta anual de 4015 reales…
Además, si consultamos una libreta de censos y cartas de gracia del convento,
con los arriendos de los hornos, casas, huertas, huertos y heredades, de 1821,
que aún se conserva, vemos que las propiedades eran aún mayores, pudiéndose
añadir a las mismas una elevada cantidad de censales en más de quince
localidades cercanas, todas ellas lugares de origen de religiosas. El convento
era, en esa época, el segundo mayor rentista de la villa, sólo aventajado por
la parroquia. Cabe indicar, sin embargo, que, a diferencia de los franciscanos, no
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se procedió a la exclaustración de las agustinas, hecho atribuible tanto a su


número como al apoyo de las autoridades locales.

No obstante, la desamortización supuso un duro golpe para el convento.


De hecho, desde 1834 hasta 1852 no profesó monja alguna, hecho que se
repitió, posteriormente, entre 1861 y 1876. Por ello, se va produciendo un
descenso sensible del número de religiosas a lo largo del siglo XIX, que sólo
experimentó una recuperación a finales del mismo. Así, el Diccionario de
Madoz de 1846 recoge 19 y un informe de 1852 del arzobispo García Abella
16, cifra que se incrementa hasta llegar a 23 (17 de coro y 6 de obediencia)
en la relación de monjas que recibieron un regalo de tres imágenes en 1879,
o a 25 en el padrón municipal de 1900.

Tras la desamortización, madres forasteras ocuparon de nuevo la


prelatura del convento, destacando sor Ángela María Faus, que debió ser la
figura señera en la segunda mitad del XIX, siglo éste que finalizó con la
reaparición de monjas locales al frente del priorato.

En cuanto a la procedencia de las monjas en los siglos XVIII y XIX, se


repite, más o menos, lo anterior. Continúa el predominio de las bocairentinas.
Así de un total de 108 profesas, 44 son de Bocairent, es decir, un 40% del
total, frente al 38% anterior. Sólo una es de fuera del País Valenciano
(Cádiz), otra de la provincia de Castelló (Vinaròs), hecho infrecuente por la
existencia de dos conventos de agustinas en ella, y el resto de las provincias
de Alicante y Valencia, con una mayor presencia de oriundas de poblaciones
cercanas. Con todo, este último dato es menos perceptible que en los dos
siglos anteriores, y aparecen monjas de ciudades más lejanas a Bocairent, lo
cual es un signo de la fama que debió adquirir el convento en los siglos
XVIII y XIX.

Destacan por su número: Alcoi (7), Atzeneta d’Albaida (5), Ontinyent


(4), Biar (4)… Además, la llegada de varias aspirantes de una misma población
solía estar relacionada con algún otro hecho influyente. Por ejemplo, las únicas
tres jóvenes que profesaron de La Vila Joiosa, lo hacen siendo vicario su
paisano el P. José Lorca, y, a principios del siglo XX, ingresaron seis chicas
de Algemesí, por el ascendente que debían tener sobre ellas sacerdotes
destinados en dicha población que eran de Bocairent o habían estado
vinculados al monasterio.

Por lo demás, en el siglo XIX se producen dos hechos importantes en la


historia del convento: el establecimiento, el 14 de febrero de 1876, de la vida
en común, que supondrá un cambio radical en la realidad conventual, ya que
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acaban las distinciones entre las monjas, en función de su procedencia social,
y se suprimen las propiedades particulares; y la firma de una carta de
hermandad espiritual con el convento de Orihuela en 1894. Además, desde la
desamortización, al pasar de la Orden a los obispos ordinarios la jurisdicción de
los conventos, la dirección espiritual fue ejercida aquí por agustinos exclaustrados
hasta 1864, aproximadamente, en que la asumió el clero diocesano, por medio de
vicarios de la parroquia, bien de forma exclusiva, bien compartida con otras
tareas pastorales.

Finalmente, cabe señalar que no tenemos biografías de monjas de esta


época, con la excepción de la de sor Josefa Antonia Nebot Coscollà (1750-
1773), de quien se conserva un manuscrito original, cuya parte fundamental
son los escritos de conciencia, así como una biografía de la misma, redactada
por su confesor, el ya citado P. José Lorca, con la trascripción fiel de los
escritos de la joven, quien, después de una intensa vida espiritual, murió en
olor de santidad5.

IV. EL SIGLO XX Y LA CLAUSURA DEL CONVENTO

El inicio del siglo XX constituyó otro gran momento de esplendor del


monasterio, seguramente comparable a la segunda mitad del XVIII, tanto en
lo espiritual (5 profesiones en 1901 y otras 7 en la primera década del siglo),
como en lo material (erección del nuevo convento). Así, el 9 de febrero de
1901 se procedió a la colocación de la primera piedra del nuevo edificio,
diseñado por el arquitecto de Alcoy, Vicente Pascual Pastor. La priora que
tomó la iniciativa fue la madre de Gandía, Trinidad Mayor Serra, y la obra fue
sufragada por una familia piadosa de la localidad, estrechamente relacionada
con el convento. Un año después, el 1 de febrero de 1902, después de un
tiempo de lógicas dificultades y sacrificios para la comunidad, se ocupó el nuevo
monasterio, que fue bendecido el 14 de junio de aquel año y que constaba de
28 celdas.

La rehabilitación no sólo era necesaria por el diseño anárquico que tenía


el convento precedente, sino también para asegurar el edificio, ya que uno de los
ángulos presentaba un estado ruinoso. Además, la ya mencionada memoria
manuscrita sobre la misma apunta dos motivos más: “facilitar la inspección,

5
Sobre sor Josefa A. Nebot: GEMMA DE LA TRINIDAD, “Nuestros predecesores:
Josefa Antonia Nebot (1750-1773). Monasterio de Bocairente”, Anima Una, 56 (2004) 69-
71; FERRE DOMÍNGUEZ, J.V., “Aproximació als manuscrits d’una monja agustina”, en
Revista de Festes d’Estiu de Bocairent (2008) 54-61.
UNA BREVE APROXIMACIÓN DESCRIPTIVA AL MONASTERIO… 343

la vigilancia y por ende el régimen y gobierno de la Comunidad y el


cumplimiento de disposiciones de la S(an)ta Visita, muchas de las cuales
tropiezan con insuperables obstáculos puramente materiales” y “agrandar las
oficinas generales, especialmente el refectorio y la sala de labor, hoy oscuras
y reducidas, que no pueden contener simultáneamente el número completo
de religiosas”. La recuperación del número de vocaciones hacía, pues,
ineludible la actuación.

Del siglo pasado cabe señalar, también, algún otro detalle. De nuevo
aparece una joven monja a la que se atribuyen revelaciones, sor Sacramento
Francés, en la que se repiten algunas características de la citada sor Josefa
Antonia Nebot: pobreza, humildad, predestinación, muerte en plena juventud…6.
No podemos pasar por alto, tampoco, la interrupción que supuso en la vida
conventual la guerra civil. El convento fue desalojado el 29 de julio de 1936
y convertido en “Casa del Pueblo”; y habitado de nuevo por las monjas a
partir del 18 de agosto de 1939, regresando, de manera paulatina, 23 hermanas, ya
que durante este lapso fallecieron en sus casas otras 4, todas ellas de muerte
natural. Con rapidez se procedió a la restauración del convento y, sobretodo, de
la Iglesia, gracias a los donativos de familias locales, así como al remanente
final de una fundación que tenía su origen en el testamento realizado en 1557
por Mosén Miguel Ferre, tío del fundador Melchor Ferre, y de la que éste fue
designado administrador, junto a otros tres sobrinos del benefactor y la priora Sor
Baptista Conques7. La relación de este legado con el convento es un aspecto a
analizar, que, por problemas de espacio, no podemos acometer aquí, como
tampoco la repercusión que tuvo en la autónoma organización conventual la
creación, en 1956, de las federaciones de agustinas.

Como ya hemos dicho, en el siglo XX profesaron 38 monjas, es decir, un


número inferior a los dos siglos anteriores, pero con la advertencia de que
mientras en el primer tercio de la centuria profesaron 26 monjas, desde 1931
a 1998 sólo lo hicieron 12. Ello indica la disminución paulatina de vocaciones,
con espacios, además, bastante extensos en que no hubo ninguna profesión:
1932 a 1942, 1949 a 1962 y 1966 a 1996. El número de monjas en el convento
es notable a principios de siglo: 25 en el padrón de 1900, 26 en 1905, 28 en
1910, 26 en 1917 y 1924, 27 en 1932, 28 en 1934, para producirse un descenso
progresivo a medida que las nuevas admisiones no suplen las defunciones y
dos traslados (a Rentería y Rubielos de Mora). Así, de las 23 hermanas que

6
FERRE DOMINGUEZ, J.V., “Unes breus memòries sobre Maria Josefa Francés
Molina, una monja del convent de Bocairent”, en Revista de Festes d’Estiu de Bocairent
(2011), en prensa.
7
VAÑÓ SILVESTRE, F., “La Administración de Mosén Miguel Ferre”, en Revista de
Festes d’Estiu de Bocairent (1975), 8 pp. s.n.
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encontramos en 1940 y 1950, bajamos a 19 en 1955, 16 en 1964, 13 en 1970,
9 en 1980, 6 en 1990 y en el 2000, lo que obliga a la Orden a enviar monjas
foráneas para ayudar y, probablemente, ordenar la etapa final del convento.
Era la crónica de una muerte anunciada, que culmina con la clausura del
monasterio el 6 de diciembre de 2004, cuando ya sólo moraban la última
priora, sor Celia García, profesa de Logroño, y una hermana sudamericana.
Después, en el año 2007, la parroquia local adquirió el convento.

Volviendo al análisis de la estructura conventual en el siglo XX, podemos


afirmar que el estudio del lugar de origen de las profesas muestra notables
diferencias con épocas anteriores, que pueden explicar la gradual decadencia
del monasterio. De las 38 monjas que realizan su profesión, 22 son naturales
de Bocairent (58 %). Si a ello unimos las seis hermanas ya mencionadas,
procedentes de Algemesí, resulta que en el conjunto del siglo sólo ingresaron
otras diez religiosas: seis de pueblos cercanos, dos de fuera del País
Valenciano (Argüeso y Malagón) y dos peruanas, las últimas, ya a finales de
los noventa. El convento sufre la crisis vocacional general y deja de ser un
referente monástico de la religiosidad femenina valenciana, limitándose su
influjo, casi exclusivamente, al ámbito local.

A dicho decaimiento pudo contribuir, también, la elección de las superioras y


su dirección del convento. Después del priorato de Trinidad Mayor, el
mando lo ostentaron, de forma preferente, monjas bocairentinas. Así, tres
madres, de apellido Colomer, dos de ellas hermanas de sangre, lo dirigen
casi exclusivamente desde 1910 hasta 1950; les seguirán otras superioras
locales, con mandatos de duración diversa, hasta llegar a la extensa prelatura
de la alcoyana sor Guadalupe Ferrando (1974-1998) y sus esfuerzos por mantener
un convento con escasez de postulantes, mayoría de hermanas ancianas y
dificultades materiales y económicas, con el abandono de la importante y valorada
producción artesanal de dulces (“pastissets”) por falta de medios humanos, ante
una sociedad secularizada que le daba cada vez más la espalda.

Los últimos años no son más que pura anécdota de un monasterio que
tuvo, desde el mismo momento de su fundación, una influencia trascendental
tanto en la espiritualidad de los pueblos situados en el entorno de la Sierra de
Mariola, como en el devenir total de la vida e historia bocairentinas, de las
cuales, a pesar de los muros de la clausura, nada fue ajeno a las religiosas
agustinas.
UNA BREVE APROXIMACIÓN DESCRIPTIVA AL MONASTERIO… 345

1. Primitivo convento rupestre.

2. Vista panorámica entrada al locutorio del monasterio.


y puerta lateral Iglesia.
346  JOSEP VICENT FERRE DOMÍNGUEZ

3. Coro alto.

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