Las empresas conquistadoras tuvieron un carácter privado. Fueron financiadas por sus
participantes, que aportaban con su capital y sus armas. El Estado español sólo se encargó de organizar, vigilar y administrar los nuevos territorios. Fuertes motivaciones son sin duda necesarias para echar a andar la pesada máquina de la conquista, o dicho de otra manera, para que un grupo de europeos dejara su tierra natal y se embarcara en una aventura que fácilmente podría costarles la vida, lanzándose a tierras desconocidas a padecer fatiga y correr peligros. escudriñando entre los principales incentivos hallaríamos: Deseo de obtener fortuna, anhelo de ascender de escala social, búsqueda de gloria, intención de propagar el Evangelio, espíritu aventurero, novedad, entre otros. Es del dominio público que en 1529 se inició un proceso en México contra Pedro de Alvarado, en ocasión que este volvía de España rumbo a Guatemala. Gonzalo de Mexia acuso a Alvarado frente al consejo de Indias de haber tomado gran cantidad de oro, plata, perlas y otros objetos valiosos en las entradas que hizo en las tierras de los indios y con agravante de haberse apoderado de esas cosas sin dar nada a los demás conquistadores, como era obligación suya hacerlo, luego de pagar el quinto real. Juntamente con el documento original del proceso de Alvarado hay una certificación expandida por el contador de la Nueva España, referente a las cantidades de oro y plata que por cuenta de Alvarado se habían fundido y quitado. El valor del oro ascendía a los treinta y un mil seiscientos pesos y el peso de la plata a cuatrocientos cuarenta y cuatro marcos, pero no se expresaba el valor monetario de esta, indudablemente consistía en una considerable fortuna en aquel tiempo. Milla hace el siguiente cálculo monetario: “Atendido el valor de los metales preciosos en aquel tiempo y a que tendrían las joyas, entre las cuales habiendo unas de gran precio, creemos que no sería exagerado estimar en medio millón de pesos de la moneda actual de México”. Un excelente ejemplo de que la conquista era ni más ni menos que una empresa, y que ilustra la manera como se negociaba en ese sentido, lo constituye la capitulación que suscribió Pedro de Alvarado con el virrey de México.