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Los ambientes naturales del


territorio argentino
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LOS AMBIENTES NATURALES


DEL TERRITORIO ARGENTINO
RICARDO G. CAPITANELLI

La Argentina es un país extenso de variados paisajes naturales.


Los mecanismos atmosféricos aseguran una uniformidad climática caracterizada por el predominio
de espacios secos.
Las grandes unidades geomorfológicas son factores diferenciales que explican la variedad de
paisajes.
El escurrimiento superficial es insólito y producto de una infeliz combinación de clima y mode-
lado de los terrenos.
La vegetación natural, modificada por la actividad humana, es una expresión cabal de las
condiciones físicas reseñadas.
En suma, la Argentina es un mosaico de paisajes naturales.

Geomorfología

1. Un país de relieve y modelados diversos

En el extenso territorio argentino los factores estructurales tuvieron suficiente espacio para
crear grandes dominios, en su mayoría compartidos con países vecinos. Por el desarrollo latitudinal
(más de 32°), ha reinado en su ámbito una variada gama de climas y paleoclimas que han mode-lado las
estructuras primitivas dando lugar a diferentes unidades geomorfológicas (Fig. 1).

2. Etapas de la evolución geomorfológica

a) Los antiguos zócalos de Brasilia y Patagonia


La antigua masa de Brasilia, que en el paleozoico formaba parte de un continente extenso
(Gondwana), constituye, junto con el de Patagonia, el basamento sobre el cual se ha erigido toda la
arquitectura geomorfológica argentina, a través de distintos períodos geológicos.
El de Brasilia, fracturado y levantado o hundido diferencialmente en bloques, aflora en forma
discontinua en diversos lugares, especialmente en las sierras pampeanas, o se encuentra sepultado a
grandes profundidades, como en la pampa. Contrariamente, el de Patagonia, independiente en los
primeros tiempos geológicos, fue afectado por movimientos de ascensos y descensos
(epirogénicos). Estos no fueron uniformes en toda su extensión y ciertos bloques, rezagados en el
ascenso, formaron cubetas, en las cuales se depositaron sedimentos mesozoicos, dando los li-
neamientos geológicos esenciales de la Patagonia: planicies relativamente elevadas y depresiones. Las
gruesas pilas sedimentarias (continentales y marinas) y efusiones basálticas, cubrieron el
basamento. De aquí que éste aflora sólo en contados y reducidos espacios.
b) De los macizos antiguos a las penillanuras y cuencas sedimentarias

Durante la era paleozoica, nuevas unidades estructurales se agregaron a las descriptas. En


losprimeros tiempos, fuertes plegamientos afectaron franjas marginales del basamento de Brasilia
originando las sierras subandinas, las pampeanas y la precordillera.
En la era mesozoica estas cordilleras plegadas fueron sometidas a un prolongado e intenso
proceso erosivo. Por tal motivo, al comenzar el terciario habían sido reducidas a peniplanicies. La
misma cordillera frontal, que desde el pérmico era un continente sometido a la erosión, sufrió el
proceso de peniplanación.
Simultáneamente, al este o entre las unidades citadas, los sectores correspondientes a bloques
hundidos se constituían en cuencas de sedimentación, especialmente la llanura chaco-pampeana y el
sinclinal andino. El bloque misionero, parte del antiguo macizo brasileño, tuvo una evolución
singular dentro de las diversas unidades argentinas, la cual revela muy bien morfología. Tapadas por los
mismos sedimentos del macizo, en el mesozoico, tensas efusiones de meláfiros recubrieron y fosilizaron
las series de areniscas que le precedieron. Las rocas cristalinas del antiguo macizo todavía afloran en
diversos lugares.
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Paralelamente, en la Patagonia, sobre el borde occidental del basamento, a causa de un plegamiento


producido por empujes desde el oeste, se agregaron al cuadro estructural nuevas montañas: los
Patagónides.

c) El gran ciclo orogénico terciario y su repercusión


Durante el terciario tuvo lugar la formidable orogenia andina que plegó las montañas más altasdel
continente americano: los Andes.
El proceso comenzó por la Patagonia, en los primeros tiempos de la era y prosiguió en la parte
septentrional de la actual cordillera denominada Andes áridos.1 El plegamiento fue acompañado de
grandes efusiones volcánicas, las cuales formaron muchas de las cumbres más prominentes de la
montaña.
La orogénesis repercutió en otras unidades. Los macizos antiguos, viejos y rígidos, se fracturaron y
movieron en forma diferencial adquiriendo el porte actual, como se observa, entre otras, en las sierras
pampeanas y la precordillera.
Una gran parte del antiguo basamento brasileño fue levantado considerablemente formando la puna,
mientras los sedimentos acumulados en sus bordes se plegaron dando nacimiento a la cordillera salto-
jujeña y además, el porte y actual estructura plegada y fallada de las sierras subandinas.
Sobre el macizo de Brasilia, fracturado y diferencialmente hundido a grandes profundidades,
continuaba acumulándose la potente pila sedimentaria que forma la llanura argentina. También
proseguía el proceso sedimentario en el ámbito del macizo patagónico. Solamente el bloque mi-
sionero permaneció ajeno al acontecimiento.
d) Los cambios acaecidos en el cuaternario
El cuaternario se caracteriza por los movimientos de ascenso ocurridos sobre las unidadesplegadas en
el ciclo orogénico terciario, acompañados de erupciones no sólo en el ámbito cordillerano, sino
también en las planicies patagónicas.
Mientras en la pampa se acumulaba la serie superior, en la Patagonia se elaboraban los in-
mensos glacis a cuya terminación se depositaron los rodados patagónicos. En general, en los bordes
de todas las montañas, bajo los cambios climáticos que caracterizaron la era, se modelaba el piedemonte.
A los climas áridos, con grandes intemperies, corresponden las extensas rampas (glacis). A los
períodos pluviales y de deshielos se deben las terrazas y los grandes conos de deyección. Los cuatro o
cinco niveles de piedemonte pueden explicarse, precisamente, en función de los citados cambios
climáticos. En las altas montañas de la cordillera y también algunos sectores de las sierras pampeanas
quedaron las huellas del glaciarismo cuaternario: valles en auge, circos glaciares, morenas, lagos de
barrera, depósitos de solifluxión, etcétera.

3. Las grandes unidades geomorfológicas

Las montañas
A) Jóvenes, plegadas

1. La cordillera de los Andes: altas montañas con modelado glaciar

Los Andes constituyen la gran montaña argentina, por la magnitud y variedad de las formas (Fig.
2).
En conjunto, su estructura plegada en sedimentos mesozoicos es esencialmente terciaria,
complicada por erupciones que han formado los grandes volcanes andinos, especialmente los
recientes.
La sucesión de paleoclimas áridos y glaciares ha dejado sus huellas en el modelado y junto con los
climas actuales, más los diversos factores estructurales, han dado lugar a diferencias morfológicas en
toda su extensión latitudinal.
Los Andes áridos (27° a 37°) constituyen un grandioso conjunto de cumbres elevadas, las mayores
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de América y aun de muchas partes del mundo. El Aconcagua tiene 6.960 m sobre el nivel del mar.
Los cordones longitudinales se encuentran aislados, y en parte ramificados en macizos, se-
parados por valles de rumbo norte-sud y este-oeste.
Los sedimentos mesozoicos fueron plegados por un empuje desde el oeste. Donde las ondas
chocaron con la rígida cordillera frontal los pliegues se hicieron estrechos y alcanzaron la mayor
altura.
Caracterizan a estos Andes cumbres empinadas y crestas agudas a las cuales se suman los picos
esculpidos en potentes masas eruptivas. Sin embargo, tales cumbres no han podido borrar las amplias
formas redondeadas de los pliegues sobre los cuales se yerguen.
Los movimientos epirogénicos del cuaternario les dieron el porte final y la sucesión de climas el
modelado glaciar que alterna con las formas áridas.
A la glaciación cuaternaria, de escasa potencia, se deben las cumbres piramidales (matter-
horn), los circos glaciares, los nichos de nivación, los valles en auge, las morenas, terrazas fluvio-
glaciares y algunas que otras cuencas lacustres reducidas. No parecen haber sufrido más de dos
glaciaciones, sino una sola con dos empujes, de los cuales el primero fue más potente.
Bajo el clima árido postglacial, los hielos se redujeron y se elevaron a grandes alturas (más de
3.800 m), y sólo alimentan una red de drenaje relativamente pobre, ajustada a la estructura (valles
longitudinales y transversales).
Bajo un clima árido y frío, sin cubierta vegetal o muy escasa, los procesos periglaciares,
de-bidos al congelamiento y descongelamiento periódico o diario, sobre rocas desnudas, han
generado las grandes acumulaciones de materiales (taludes de escombros, vertientes de reptación,
conos de deyección, coladas de barro, suelos estructurales, etc.) que en parte ocultan el
modelado glaciar preexistente.
Los Andes de transición (37° a 40°), con un marcado descenso altitudinal, muestran relieves
mesetiformes y mesetas escalonadas, profundamente disectadas por sistemas complicados y
desfiladeros de altas y abruptas paredes. El límite de las nieves desciende a niveles muy bajos
(2.000 m). Los ríos son más frecuentes y caudalosos.
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Fig. 1. Bosquejo geomorfológico de la República Argentina, según original modificado de J. Frenguelli


MONTAÑAS
A. Jóvenes plegadas: 1) La cordillera de Los Andes, altas montañas con modelado glaciar; 2) Cordillera salto-jujeña y sierras subandinas
una región ambigua entre la Puna y la llanura chaqueña; 3) Los Patagónides, mezcla de montaña plegada en sedimentos modernos y
peniplanicies en bloques antiguos.
B. Macizos antiguos arrasados en el mesozoico, fracturados y ascendidos en bloques por la tectónica terciaria: 4) Alta (cordi-llera frontal
árida), con escaso modelado glaciar; 5) La precordillera, una montaña de bloque semejante a las sierras pampeanas, con escasas disecciones
transversales; 6) Las sierras pampeanas, macizos antiguos aislados en las planicies con formas climáticas diversos.
PLANICIES
A. Mesetas: 7) La Patagonia, una amplia meseta escalonada; 8) La Puna, un bloque del antiguo macizo elevado a gran altura; 9)La meseta
misionera (chapada), disectada con aspectos de sierras;
B. Cuencas sedimentarias: 10) Bolsones o cuencas heterogéneas de sedimentación en clima árido; 11) Llanura o gran cuenca sedimentaria

COSTAS
A) Consecuentes, maduras, adaptadas a la acción de las fuerzas marinas: 12) Costas playas, con médanos y estuarios, de la llanura; 13)
Costas acantiladas, con estuarios, de las mesetas patagónicas; B) iniciales, jóvenes, no adaptadas a la acción del mar, de los canales de
Moat y Beagle y otros sectores de Tierra del Fuego,con modelado glaciar y fiordos: 14) Iniciales, jóvenes, no adaptadas a la acción del mar
y fiordos.
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Los Andes húmedos (40° a 53°), contrariamente a los áridos, se caracterizan por la frecuencia de
infinitas crestas aserradas, surcos, quebradas, abruptos y picos esbeltos de cumbres nevadas.
Proliferan aquí los valles de brecha (clusa) y de capturas de escasa altitud.
Las nieves perennes descienden a los 1.100 m y los glaciares se multiplican y alcanzan altitudes
de 370 m. Relictos del período glaciar, dos campos de hielo sobre los cuales se levantan desnudos
nunatacks, de 200 y 400 km de largo por 20 y 50 de ancho, se extienden entre los 46° y 52° de latitud.
Situados en gran parte en territorio chileno, hacia Argentina bajan en forma de lenguas glaciares de
valle para quebrarse en los lagos y generar témpanos.
Del intenso glaciarismo dan testimonio los circos, valle en auge, rocas aborregadas, varves
espesos, bloques erráticos, morenas, etc. Tampoco parece seguro el esquema de las cuatro glaciaciones.
El clima húmedo (más de.2.000 mm. de precipitaciones) y una vegetación arbórea muy rica
(bosque cerrado y selva) patentizan el cambio climático que distingue estos Andes de los áridos. Pero
el rasgo fundamental, junto a un drenaje abundante, lo constituye la multitud de lagos extensos que
ocupan valles transversales y rematan en anfiteatros moreníticos.
Los Andes fueguinos, aparte del cambio de rumbo, se distinguen por la intensificación de los
caracteres propios de los Andes húmedos. Las rocas están más disectadas por la erosión y las
montañas tienen alturas modestas (1.000 m). Las nieves descienden a 900 m. y los inmensos
glaciares, a veces imponentes, llegan hasta el Beagle, donde liberan sus témpanos.

2. Cordillera salto-jujeña y sierras subandinas, una región ambigua entre la Puna y la


llanura chaqueña
Entre la Puna y la llanura chaqueña se encuentra un conjunto ambiguo de montañas jóvenes,
idénticas del punto de vista cronológico, pero que difieren por razones litológicas y climáticas. Como
consecuencia, existen diferencias geomorfológicas no suficientemente estudiadas.
Sobre partes del antiguo basamento cristalino hundido se depositaron sedimentos mesozoicos. En el
terciario (primera fase andina), estos sedimentos, a causa de una onda proveniente del oeste, fueron
plegados en anticlinales y sinclinales sencillos entre el borde oriental de la Puna y el basamento de
la llanura, en cordones longitudinales. Luego fueron fragmentados transversalmente dando lugar a la
formación de cuencas de sedimentación (bolsones), rellenados posteriormente por materiales
eomiocénicos y pliocénicos.
Durante la segunda y tercera fase andina, los sedimentos de los bolsones se plegaron e in-
corporaron a los sistemas anteriores y sobre el conjunto se depositaron los sedimentos cuaternarios hasta
que un movimiento especialmente epirogénico los dislocó y creó los bolsones actuales.
Las montañas del borde de la Puna se elevan por encima del altiplano, desnudas bajo un clima
árido, a altitudes que sobrepasan los 6.000 m. Constituyen una línea de partición de las aguas y están
disectadas por surcos fluviales estrechos (quebradas) y entre ellos se intercalan fosas tectónicas
rellenadas por sedimentos (los valles).
Las sierras subandinas, contrariamente, tienen modestas alturas. Sus rasgos morfológicos son
sencillos, especialmente en las secciones de braquianticlinales o trozos de anticlinales simétricos. Las
complicaciones se presentan donde los pliegues (anticlinales) se vuelcan o quiebran y especialmente
donde las montañas se levantan y rompen en bloques deslizados por planos de fallas. En estas
condiciones aparecen paredes rocosas abruptas, cuestas escalonadas y complejos erosivos que se
manifiestan especialmente en quebradas y cañadones.
En las sierras del borde puneño los suelos esqueléticos presentan vertientes cubiertas de es-
combros. En las sierras subandinas los materiales de escombros que descienden por los faldeos forman
conos de deyección o se acumulan alrededor de las cuencas con fondo detrítico aluvional.
En determinados sectores, en discordancia morfológica, aparecen las rocas cristalinas del
basamento y el estilo de macizos antiguos se introduce en la región acentuando su ambigüedad,

3. Los Patagónides, mezcla de montaña plegada en sedimentos modernos y peniplanicies en


bloques antiguos
Entre los Andes y la Patagonia, desde el Sur de Mendoza hasta el lago Musters (35° a 45° 30),
aproximadamente, se extiende la unidad de montañas bajas denominadas Patagónides. Por el Oeste
las separan de la cordillera andina depresiones longitudinales recorridas por ríos. Por el Este, en cambio,
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sus bordes están constituidos por construcciones volcánicas de conos frescos, que se prolongan en
mesetas basálticas.
Si bien los Patagónides constituyen una unidad orográfica, no tienen unidad estructural ni
morfológica, por lo cual conviene indicar las subunidades que los integran; es decir, la plegada y la
peniplanicie en bloques antiguos.
Los últimos, o sea los Patagónides de bloques o centrales, son una ancha peniplanicie de unos 1.200
m, término medio, elaborada en rocas cristalinas antiguas (cuarcitas, gneis y esquistos
precámbricos), además de masas intrusivas paleozoicas muy antiguas (especialmente granito).
Los caracteres geomorfológicos de estas montañas —destrucción de masas graníticas y perfiles
serranos resultantes de la erosión de su borde oriental— los asemejan a los paisajes de los macizos
antiguos de Córdoba y Tandil.
Son, sin dudas, bloques del antiguo basamento patagónico, fracturados y levantados en
tiempos muy antiguos.
Los Patagónides plegados, al N y S de la unidad anterior, se formaron, a causa de movimientos
orogénicos procedentes del oeste, de los sedimentos acumulados en cuencas originadas por
hundimiento de bloques del antiguo basamento. Dichas cuencas o grandes bolsones fueron invadidos
por el mar desde el Pacífico y rellenados por sedimentos marinos, intercalados con continentales
(jurásicos y cretácicos), en sus bordes.
Las pilas sedimentarias plegadas y aun sobre-escurridas contra el basamento patagónico,
durante el terciario, formaron pliegues, a veces complicados. En ocasiones fueron fracturados y
hundidos formando cuencas luego rellenadas por sedimentos continentales (cretácicos y terciarios).
Estos sedimentos, a su vez, fueron dislocados por movimientos andinos del terciario y fracturados por
epirogénesis en el cuaternario. Todo este largo proceso guarda ciertas similitudes con el que originó las
sierras subandinas.
La resistencia a la erosión de algunas rocas ha formado crestas y cumbres peñascosas. Diques,
filones, chimeneas eruptivas despojadas de las cubiertas sedimentarias han dado perfiles rígidos y
abruptos, mientras que a las fallas se deben las rupturas de pendientes.
En general predominan anticlinales amplios, en los cuales se intercalan cuestas originadas por
bancos más resistentes. Los sinclinales han sido rellenados por sedimentos fluviales del cretácico
superior y terciario.
Ambos grupos, del N y del S, difieren geomorfológicamente a causa de matices litológicos y
estructurales. En el grupo septentrional predominan los arcos de pliegues del mesozoico, mientras en el
austral lo hacen los relieves en bloques limitados por fallas a causa de la epirogénesis
pleistocénica.
B) Macizos antiguos arrasados en el mesozoico, fracturados y ascendidos en bloques por la
tectónica terciaria
Los procesos tectónicos que dieron origen a los Andes repercutieron en gran parte del territorio
argentino creando nuevas montañas con los antiguos trillizos paleozoicos arrasados durante el
mesozoico, cuyas diferencias fundamentales dependen de los sistemas de erosión a los cuales han estado
sometidos.

4. La cordillera frontal árida, con escaso modelado glaciar

La cordillera frontal, al este de los Andes áridos, se extiende, de norte a sur por las provincias de
San Juan y por la de Mendoza hasta el río Diamante. Es una alta montaña de bloques, cuyas
cumbres alcanzan a los 6.000 m.
Contrariamente a los Andes áridos, es una estructura vieja rejuvenecida en forma violenta por la
tectónica del terciario superior y cuaternario (Fig. 2).
Plegada a fines del paleozoico y expuesta a la erosión desde el pérmico, al final del mesozoico era
una peniplanicie de escasa altura cuyos restos se encuentran aún a gran altura (5.000 m). La tectónica
del terciario la elevó a gran altura, mientras se hundía el piedemonte, lo cual explica el enorme
desnivel (3.000 m, en parte), entre este y el borde oriental de la montaña.
La resistencia de los materiales antiguos (rocas efusivas: pórfidos cuarcíferos y porfiritas) a la
erosión ha dado lugar a la elaboración de crestones y picos elevados, paredones abruptos, gar-gantas
y quebradas estrechas por las cuales descienden torrentosos los ríos.
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Los glaciares, en niveles superiores a los 3.800 m, han dejado sus huellas entremezcladas con las
formas típicas de la erosión normal y climas áridos.

5. La Precordillera, una montaña de bloque semejante a las sierras pampeanas con escasas
disecciones transversales
Desde el borde austral de la Puna hasta el río Mendoza, entre valles longitudinales que las
separan de la cordillera frontal y las planicies pedemontanas o las sierras pampeanas, se levantan los
altos bloques (4.000 m) de la precordillera.
Compuesta de una potente serie sedimentaria paleozoica (silúrica, devónica, carbonífera y
pérmica), plegada por movimientos hercínicos, fue arrasada primero por la erosión mesozoica y
reelaborada por la tectónica terciaria y cuaternaria que la levantaron en bloques o la hundieron
dando lugar a la formación de cuencas de sedimentación o bolsones.

Fig. 2. Perfil geológico de la cordillera de los Andes, según F. González Bonorino, simplificado por N.
Salomón.
A. Paleozoico: 1. Pórfidos y granodioritas; 2. Grauvacas.
B. Secundario: 3. Calcáreos, areniscas y yesos; 4. Turbas y brechas volcánicas; 5. Andesitas y brechas volcánicas.
C. Terciario y Cuaternario: 6. Formación mogotes; 7. Depósitos aluviales.

Desde el punto de vista geomorfológico, estas montañas se caracterizan por la culminación en las
antiguas peniplanicies, los domos anchos de grandes abovedamientos y cimas redondeadas. En
suma, un zócalo elevado en cuyas superficies superiores, se notan los paisajes antiguos se-
midesérticos que ya en el terciario, alcanzaron un estado de plena madurez, los cuales aún se
conservan bajo clima árido o semiárido. Los amplios valles se pierden en relieves densos y suaves de
escasa altura relativa (200 a 300 m), con divisorias de aguas muy bajas y apenas visibles. Sólo en los
bordes, a raíz del levantamiento cuaternario, se nota el rejuvenecimiento incipiente por la erosión
retrocedente.
Los sectores septentrionales y centrales están constituidos por largos cordones subparalelos, en
parte separados por bolsones y en parte por valles longitudinales estrechos. En el sector meridional,
en cambio, los cordones desaparecen sustituidos por el macizo de Uspallata.
Durante el período glaciar andino, el descenso de los pisos climáticos debió dar lugar a pro-
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cesos periglaciares intensos, no estudiados todavía.

6. Las sierras pampeanas, macizos antiguos aislados en las planicies, conformas


climáticas diversas.
Los macizos antiguos argentinos, denominados sierras pampeanas, constituyen el borde de un
continente roto por violentos procesos diastróficos cuyos contactos e interpretación con otras uni-
dades geomorfológicas tornan a veces difícil la precisión de sus límites.
La semejanza del proceso de elaboración con el resto de los macizos antiguos permite abreviar su
descripción.
Sobre el antiguo basamento cristalino se depositaron los sedimentos plegados en el paleo-
zoico. El macizo así elaborado fue reducido a peniplanicie durante un largo proceso parcialmente
interrumpido que permitió períodos de sedimentación. La orogenia terciaria partió el macizo antiguo
en distintos bloques, según fallas .longitudinales y transversales. A lo largo de las primeras se
produjeron basculamientos con inclinaciones al éste, generalmente, cuyos abruptos miran al oeste.
Sobre las antiguas peniplanicies emergen, a veces, antiguos batolitos graníticos y volcanes an-
desíticos de la serie eruptiva terciaria formada por lavas surgidas de fallas, algunas de ellas de
orientación NO-SE. Los movimientos del cuaternario produjeron los últimos ascensos y dieron el
porte final a las montañas (Fig. 3).
Mientras unos bloques se levantaron, otros se hundieron formando cuencas sedimentarias
(bolsones) que aislaron a las distintas unidades cristalinas (gneis, micacitas, con batolitos graníticos).
La uniformidad del relieve de todo el conjunto, consecuencia de un estilo tectónico único, ha
sido quebrada por los diversos sistemas de erosión climática del pasado y del presente.
En general, en todo el ambiente de las sierras se advierte la existencia de períodos climáticos
húmedos y secos que han elaborado en el piedemonte cuatro o cinco niveles de erosión alterados a
veces por movimientos tectónicos recientes (neotectónica). Por lo menos tres de estos niveles, al igual
que en el piedemonte andino fueron elaborados bajo climas áridos y de grandes intemperies
(pedimentos de las sierras y glacis cordilleranos), mientras los restantes (terrazas) se deben a la
acción de los cursos de agua en épocas de abundantes caudales.2
Factores altitudinales y de exposición a las distintas masas de aire húmedo que actúan sobre el
país han dado lugar a diferentes formas del modelado que caracterizan a las montanas septen-
trionales, especialmente.
Las más altas cumbres fueron alcanzadas por los hielos del período glaciar del cuaternario, los
cuales dejaron en ellas formas semejantes a las andinas: circos glaciares, valles en auge, morenas, etc.
En otros sectores fueron los procesos periglaciares que dejaron sus huellas. En este caso pueden
observarse, en las montañas del norte, amplios valles colmados de materiales fluvioglaciares y
extensas coladas de solifluxión.
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Fig. 3. Perfil geológico de los macizos antiguos y llanura argentina, según G. Rohmeder, sobre la base de estudios de Frenguelli, Castellanos
y otros.
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Finalmente, cabe destacar las diferencias entre las vertientes orientales expuestas a los vientos
húmedos procedentes del anticiclón del noreste, especialmente en las alturas, y la penetración de
lenguas de masas de aire húmedo ecuatorial en los niveles inferiores. Las abundantes precipitaciones
producidas por estas masas de aire, actuando sobre la montaña a través de una densa vegetación
selvática, han generado formas diferentes a las que caracterizan las vertientes áridas de las sierras
pampeanas del sur.

Las planicies

A) Mesetas

7. La puna, un bloque del antiguo macizo elevado a gran altura

Se llama puna a la parte argentina de un enorme bloque del antiguo basamento cristalino levantado
a gran altura por la orogenia del terciario (3.800 a 4.000 ms/nm.).
Esquemáticamente, es una peniplanicie ondulada y con monadnocks, dividida en cuencas cerradas,
de fondos chatos cubiertos de escombros y a veces con salares, por cordones longitudinales alargados
(1.000 a 1.500 m) y vertientes suaves, como así también por formaciones de origen eruptivo.
En general, las montañas interiores son de estructura antigua, especialmente de esquistos,
dislocadas por la tectónica terciaria (5.600 a 6.000 m). Sus relieves son muy ásperos a causa de la
intensa meteorización bajo un clima árido, frío y ventoso.
Las formaciones volcánicas constituyen grandes cerros (6.700 m), aislados y cónicos, con sus
perímetros circundados de escorias.
Sólo las más altas cumbres (más de 6.000 m) son coronadas por nieves y prácticamente no existe
red de drenaje.
Los suelos son, en parte rocosos y en parte guijarrosos o arenosos. No faltan, como expresión de la
sequedad del clima, los cantos facetados y los médanos.
Un movimiento final, entre el plioceno y el pleistoceno dio al bloque su porte actual, complotado
por el vulcanismo cuaternario.

8. La Patagonia, una amplia meseta escalonada

Originariamente —como dice Frenguelli3— la Patagonia, incluida la parte extraandina de Tierra


del Fuego, debe considerarse como una vasta planicie, levantada, fracturada y dislocada en
grandes bloques en épocas geológicas relativamente recientes.
Sobre el antiguo macizo patagónico, que en los primeros tiempos geológicos permaneció se-
parado del resto del continente, aparecen grandes sedimentos marinos y continentales del se-
cundario y terciario, cubiertos luego por una espesa capa de rodados cementados (rodados te-
huelches o patagónicos) y nuevos mantos eruptivos. Casi todas las mesetas se encuentran par-
cialmente cubiertas de basaltos terciarios y cuaternarios.
La vieja planicie primitiva, en parte originaria y en parte construida o destruida, ha sido desar-
ticulada por movimientos, en particular los responsables de los rasgos esenciales de la geomor-
fología patagónica: mesetas, valles, terrazas, cañadones y depresiones.
Las mesetas son planicies de alturas variables que dan la impresión de escalonamiento as-
cendente hacia el oeste. Son planos casi siempre horizontales, sobre los cuales, cuando no están
cubiertos por rodados, pueden aflorar rocas del basamento. Sus bordes caen en barrancos hacia las
depresiones, valles y, especialmente, hacia el mar donde los cantiles alcanzan alturas hasta de 200 m.
Los valles fluviales que cruzan la Patagonia son desmesuradamente anchos (varios km), de
fondo chato y cursos estrechos. Las vertientes terrazadas han sido erosionadas y presentan el
aspecto de "bad-lands".
Los cañadones son valles secos, generalmente, con superficies salitrosas.
Las depresiones o bajos corresponden a bloques hundidos y poseen extensiones, profundidades y
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perímetros variables.
En suma, un conjunto de planicies alternando con cuencas, valles, cerros tabulares, conos
volcánicos abruptos, serranías rocosas, pero en todas partes dominan las mesetas.
Los rejuvenecimientos erosivos cuaternarios —a los cuales no fueron ajenos los glaciares que
cubrieron Tierra del Fuego e incluso la extremidad austral de la Patagonia— intensificados durante las
fases climáticas húmedas, con enriquecimiento de la red hidrográfica, fueron los responsables de los
valles amplios y profundos. Las intensas acciones deflatorias de las fases climáticas secas, retocaron
fuertemente las formas y esculpieron otras propias.
9. La meseta misionera (chapada), disectada con aspectos de sierras
La provincia de Misiones y el ángulo NE de Corrientes, hasta el río Aguapey, más o menos, es una
meseta abovedada, de doble pendiente, que cae en forma abrupta a los ríos Paraná y Uruguay. Inclinada,
además, hacia el SO, sus alturas van de los 800 a los 150 m s/nm, aproximadamente. Es una
prolongación del estilo geomorfológico de las chapadas del Brasil.
El antiguo macizo brasileño fracturado fue cubierto por areniscas y basaltos mesozoicos. Estos
metamorfizaron (meláfiros) y en parte fosilizaron a las primeras. La descomposición de estos ma-
teriales, bajo un clima cálido y húmedo, ha originado los depósitos superficiales de color rojo intenso
(suelos ferralíticos) que caracterizan a Misiones.
Las abundantes precipitaciones (más de 2.000 mm), no obstante la espesura de la selva, han dado lugar
a la disección de los bordes de la meseta por cursos afluentes del Paraná y Uruguay.
En ciertos sectores el proceso de disección ha reducido la meseta a estrechas divisorias de agua
con aspectos de sierras.
Los afloramientos de areniscas endurecidas y de meláfiros resistentes a la erosión han generado
rápidos y cataratas.
B) Cuencas sedimentarias

10. Bolsones o cuencas heterogéneas de sedimentación en clima árido


Los bolsones, cuya existencia y origen tectónico han sido señalados en relación con distintas
regiones geomorfológicas, tienen sus más típicos exponentes entre las unidades de bloques. La
extensión por ellos ocupada supera a la de las sierras pampeanas, especialmente en el Sur donde
presentan grandes aberturas hacia las llanuras. Se puede hablar de bolsones abiertos, que en
Argentina dominan los llanos. En la parte norte, en cambio, son frecuentes los bolsones cerrados, a
mayor altura que los anteriores, los cuales presentan los caracteres geomorfológicos más típicos.
Los bolsones tienen, de la periferia al centro, tres partes fundamentales: abrupto de falla, bajada y
playa.
El abrupto de falla corresponde a las paredes rocosas de las montañas circundantes. La bajada se
compone de materiales muy gruesos que aporta el abrupto y forman a sus pies taludes de escombros.
Entre éstos, los cursos de agua torrenciales que bajan de la montaña forman inmensos conos de
deyección de bloques rodados. Unos y otros pueden entrar en coalescencia formando un talud continuo.
Hacia abajo o centro del bolsón, por el desgaste sufrido en el transporte, los mate-riales disminuyen de
volumen y pasan a gravas, guijarros y gravillas.
En la playa se acumulan los materiales más finos correspondientes a las arenas y limos flu-
vioeólicos que pueden llegar a formar médanos. Según los caracteres de la red de drenaje, generalmente
pobre bajo el clima árido, en la playa se forman depósitos de agua, los cuales, si persisten, dan lugar a
ciénagas y si se secan a barreales o depósitos salinos (salares).

11. La llanura o logran cuenca sedimentaria


La llanura es la gran cuenca sedimentaria argentina. Su extensión (más de un millón de km2) y
horizontalidad constituye un hecho singular de la geomorfología.
Suavemente ondulada, su mayor parte se encuentra cubierta por espeso manto de sedimentos
loéssicos (loes y limos loesoides). De éstos han derivado los suelos más o menos grises del bosque alto
del norte de la llanura; los negros sobre costras calcáreas de la pradera del sur, y los pardos de los
bosques bajos y ralos de la llanura central y occidental. No faltan las dunas marinas en las costas y
los médanos en el interior, formados durante una fase climática seca reciente, posterior a la deposición
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del loes.
La red hidrográfica, si se exceptúa la mesopotamia, es escasa y los valles muy amplios, con
vertientes suaves y fondos chatos. Los cursos de agua son estrechos, meandrosos y despropor-
cionados. Abundan las aguas estancadas en pantanos, cañadas, esteros y lagunas superficiales. Estas
hacia el sur y el oeste, se tornan salobres bajo un clima de escasas precipitaciones.
En general, es una llanura construida por sedimentación en una inmensa cuenca tectónica muy
nivelada, especialmente por sedimentos continentales. Los pilares de esta inmensa fosa tectónica son
los bloques del antiguo macizo (Fig.3).
Con posterioridad a la acumulación de la gran pila sedimentaria, los bloques del subsuelo
fracturado han sufrido nuevos movimientos epirogénicos reactivando las fallas. De tal modo se ha
producido un cambio de niveles y pendientes recientes que explican la indecisión y falta de orga-
nización del sistema de drenaje.
Son justamente los movimientos epirogénicos recientes, según Frenguelli, los que han dado
lugar a los matices geomorfológicos diferenciales por los cuales se puede subdividir esta inmensa
llanura en unidades geomorfológicas menores bien individualizadas, dentro de una escasez relativa de
contrastes: llanura ondulada y bien drenada de la mesopotamia, llanura mal drenada y endorreica
central y, finalmente, llanura arreica occidental. Estas unidades, aun extensas, admiten di-
ferenciaciones geomorfológicas.
La sección Sur de la mesopotamia —Entre Ríos y Corrientes— es un conjunto de planicies
onduladas (lomadas de bordes suaves y domos de dorsos anchos y bajos que alcanzan a los 100 m s/
nm), dentro de una red de drenaje densa.
La provincia de Corrientes, de menor altura, posee ondulaciones más netas y frecuentes,
aunque de menor extensión, angostas y arenosas, en general restos de antiguos médanos fijados por la
vegetación. También son herencias del pasado, los "cerros" o montículos de arena que se levantan por
encima de los relieves anteriores. El rasgo más característico de Corrientes lo cons-tituyen los grandes
esteros de aguas estancadas que ocupan la mayor parte de la superficie. Lomas y cerros medanosos
semejan una especie de "erg", en abierta discordancia con el clima actual.
La llanura endorreica central, mal drenada, suavemente ondulada o completamente ondulada, es
cruzada, o se agotan dentro de ella, por muy escasos ríos, en su mayoría alóctonos. Algunos
afloramientos rocosos adquieren relieve y rompen la monotonía de la llanura. Tales las sierras de
Olavarría y Tandil, por ejemplo. Dentro de un área central deprimida proliferan las cuencas lacus-tres,
pozos, pantanos, juncales y esteros, etc. Hacia el oeste de esta depresión, en el piedemonte serrano, la
llanura cobra altura, los cauces se tornan profundos y estrechos y cubiertos por aluviones gruesos.
La llanura arreica occidental carece de drenaje superficial. Las cuencas lacustres son escasas y poco
extensas. Es una planicie muy ondulada por médanos, a veces suelos arenosos.

Costas

Del litoral, 3.900 km corresponden al contacto con el océano Atlántico (desde cabo San Antonio
a los 36° 20' hasta el cabo San Pío, a los 55° 03' S) y 141 km a los canales Moat y Beagle (Fig. 1).
Su largo en sentido latitudinal y orientación meridiana (NNE a SSO) tiene gran importancia
geomorfológica dado el rumbo general de propagación de las mareas y el de la corriente fría de las
Malvinas.
En líneas generales se caracterizan por la regularidad del trazado en grandes arcos cóncavos y
convexos, como la bahía de Samborombón, Golfo de San Matías y San Jorge, entre los primeros; las
provincias de Buenos Aires, Río Negro, etc., entre los segundos.
En detalle, caracterizan a diversos sectores los deltas, estuarios, bahías y golfos menores,
cabos, islas y fiordos.
Ejemplos fundamentales distinguen y definen la división geomorfológica del litoral en tres
partes. En primer lugar, el de la costa de la provincia de Buenos Aires pone de manifiesto la exis-tencia
de playas y sus elementos constitutivos (Fig. 4). En segundo lugar, el de la Patagonia, que ilustra con
claridad el tipo de costa acantilada dominante en esta parte del país (Fig. 5). Finalmente, el canal de
Beagle, en la extremidad austral del país, propio de una costa modelada por los hielos (Figs 6 y 7).
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De acuerdo con la clasificación de Johnson, se pueden distinguir los siguientes tipos de costas: a)
consecuentes, maduras, adaptadas a la acción de las fuerzas marinas, con dos subtipos: 1) playas con
dunas y bahías, de la llanura, y 2) acantiladas, con estuarios, de las mesetas patagó-nicas, b) Iniciales,
jóvenes, no adaptadas a la acción del mar, de los canales de Moat y Beagle y otros sectores de Tierra del
Fuego, con modelado glaciar y fiordos (Fig. 1).

11 Costas playas, con médanos y estuarios, de la llanura


Este tipo de costas se extiende desde el extremo norte del cabo San Antonio hasta las bocas del Río
Negro. Es monótona, baja, bordeada de médanos vivos, semifijos o fijos. Detrás de éstos el terreno es
generalmente bajo, en partes guadaloso, con lagunas, esteros y arroyos que durante las lluvias invaden los
campos dando al paisaje el aspecto de un mar (Fig. 4).
Las playas son, en general, arenosas y en algunos lugares adquieren gran anchura, conti-
nuándose varias millas por debajo de un mar poco profundo. Se presentan muchas veces acantiladas, con
interrupciones que corresponden a valles de cursos fluviales.
Diferencias en la constitución (aparición de areniscas duras, cuarcitas, etc.) dan lugar a acantilados
falsos o verdaderos. Distintos sistemas de erosión y transporte (marino, fluvial y eólico) depositan
en las costas sus materiales, constituyendo bancos e islas anegadizas rodeadas de pantanos y
cangrejales, entrelazadas por tortuosos canales.

13. Costas acantiladas, con estuarios, de las mesetas patagónicas


Este tipo de costas, que se encuentra entre el río Negro y la bahía Buen Suceso, es menos monótono
que el anterior.

Fig. 4. Costa playa: a) detalle del cabo San Antonio y Punta Rasa, mostrando bancos aledaños y pantanos al oeste; b) vista
general del tramo Punta Rasa, según P. S. Casal.

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