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LITERATURA Profesora Paola Holzmann

2º año de bachillerato

UNIDAD II. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de


Cervantes

El Renacimiento y su crisis. Texto elaborado por el profesor Charles Ricciardi para sus cursos
de Literatura de 2° de bachillerato.

El Renacimiento
Desde el siglo XIV, en realidad, empiezan a crearse las condiciones que llevarán al fin de la
Edad Media y al comienzo de la Edad Moderna a partir del siglo XVI. Precisamente el siglo XVI
se puede hacer coincidir, grosso modo, con lo que se denomina, en la historia del arte y de la
cultura occidentales como RENACIMIENTO. (…)
Entre los siglos XIV y XV, por lo tanto, empiezan a aparecer los elementos que
configurarán la Edad Moderna. En lo político, se camina hacia la monarquía con verdadero
poder político del rey (en la Edad Media, los señores tenían a veces más peso que el rey). En lo
social, con el nuevo desarrollo de las ciudades, comienza a desarrollarse una clase social que irá
adquiriendo una importancia creciente hasta convertirse en la gran protagonista de la época
contemporánea: la burguesía. Con ella llega un nuevo sistema económico, que ya no se basa en la
posesión de la tierra sino en la circulación de la moneda: el capitalismo. En lo relativo a la
mentalidad, el teocentrismo irá cediendo lugar a una actitud nueva, el ANTROPOCENTRISMO
(el hombre en el centro, en lugar de Dios en el centro) en la que el ansia de conocer el mundo, va
unida al deseo de gozar de la vida terrena y a un fuerte individualismo, estimulado por la propia
mentalidad burguesa. En este enorme cambio, parece haber sido decisiva la peste negra, que hizo
estragos en Europa en el siglo XIV y despertó las ansias de vivir y de aprovechar esta vida, ante la
inminencia de la muerte que la peste traía. La fe es desplazada por la razón, aparecen las ciencias
experimentales (Química, Física, Astronomía) y el arte deja de tener un único propósito didáctico
para admitir el entretenimiento y la diversión. Todo esto se acompaña de avances técnicos, entre
los cuales no pueden dejar de mencionarse a) algunos vinculados con la navegación, que van a
permitir los grandes descubrimientos (el ansia de conocer el mundo) y b) la invención de la
imprenta que permitirá una difusión de la cultura impensable pocos años antes. Esto abrirá las
puertas a la circulación de los clásicos griegos y romanos, su discusión y análisis con el espíritu
crítico que el racionalismo estimula.
En definitiva, esa es la razón del nombre con que se conoce al siglo XVI: lo que renace,
luego de diez siglos de paciente desconocimiento por parte de la iglesia medieval, es la cultura de
la Antigüedad grecorromana, con lo cual quedan planteadas las dos fuentes básicas de la cultura
de Occidente: 1) la “Biblia” (más la elaboración teórica y doctrinal de la Iglesia durante la Edad
Media) y 2) la cultura de la Antigüedad grecolatina. Gran parte de los esfuerzos culturales del
Renacimiento suponen la articulación de ambas fuentes.
Esquematizando al máximo, podríamos resumir lo anterior en el siguiente cuadro:
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Edad MEDIA Edad MODERNA
Mentalidad Teocentrismo. La vida terrena no tiene Antropocentrismo. Valoración de la vida
valor en sí misma terrena: carpe diem (aprovecha el día)

Fe Razón
Política Monarquía (sin peso político del rey) Monarquía (afirmación del poder
político del rey)
Sociedad Nobleza Aparece y comienza su desarrollo la
Clero burguesía
Campesinado

Economía Feudalismo Capitalismo

Ciencia Pseudociencias; astrología, alquimia Nacen las ciencias experimentales

Arte Didáctico Disfrute y entretenimiento

Visión del mundo en el Renacimiento


Pese a los profundos cambios que se acaban de reseñar, se podría decir que el
Renacimiento también llegó a tener una visión orgánica del mundo, respondiendo a las grandes
preguntas filosóficas que se ha hecho el hombre desde siempre. Siendo de nuevo muy
esquemáticos, podríamos sintetizarlo de esta forma: el mundo fue creado por Dios para el
hombre, para que el hombre 1) lo disfrute con los sentidos y 2) lo conozca y lo descubra con la
razón. Como puede verse, esta visión recoge lo que se ha planteado más arriba sobre el
antropocentrismo y el racionalismo del siglo XVI. De esta manera de entender el mundo, se
desprende con claridad que el Renacimiento es una etapa optimista, en la que el hombre confía
plenamente en sus nuevas fuerzas, y en el avance infinito del conocimiento y de la ciencia.
Quizás pueda parecernos ingenuo esto de que el hombre haya podido ser, para esta época,
el objetivo de la creación. Y sin embargo, en el marco en que surgió esta visión, no lo es. La idea
de que el hombre es el fin de la creación se adecua perfectamente a la idea antropocéntrica, pero
tiene además dos soportes que parecen de una solidez inconmovible, a saber: a) el sistema
ptolomeico, vigente entonces, según el cual la Tierra es el centro del universo y b) que, dentro de
la Tierra, la única criatura dotada de razón sea el hombre (es necesario tener en cuenta la
valoración de la razón en el siglo XVI). Es decir, parece bastante lógico que, si Dios hizo el
universo, puso en el centro la Tierra, y dentro de la Tierra una infinidad de seres que no
razonan y uno que sí, se piense que ese ser privilegiado sea el fin de la creación.
Mientras estos soportes no se movieron, duró el optimismo. Pero ya a mediados del siglo
XVI, aparecen algunos elementos que empiezan a socavar las bases de la confianza renacentista.
Empieza entonces la CRISIS DEL RENACIMIENTO, que se instalará definitivamente en el siglo
XVII. Es en la crisis del Renacimiento que vamos a ubicar a Shakespeare (1564- 1616) y a
Cervantes (1547- 1616).

La crisis del Renacimiento


Sería justo decir que el Renacimiento se desmorona víctima de sus propios prejuicios o
creencias: aplicando la razón al desarrollo científico, se va a encontrar con algo que mina todo su
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sistema. En 1543, Nicolás Copérnico formula su idea del sistema heliocéntrico, por el cual el
centro del sistema deja de ser la Tierra y pasa a ser el Sol. Este descubrimiento tiene enormes
consecuencias:
1) Cuestiona los pilares mismos del optimismo renacentista: ¿cómo seguir creyendo que
el mundo fue creado para el hombre si la Tierra ya no es el centro del universo sino un indigno
peñasco girando en los arrabales del espacio sideral? Por primera vez el hombre se asoma a su
insignificancia y a su pequeñez. Unos años más tarde, Blas Pascal dirá: “el hombre es un junco
pensante”. Lo interesante de esta imagen es que la razón ya no parece ser una gloria del hombre,
sino una carga: si no fuésemos racionales, no seríamos conscientes de nuestra debilidad e
insignificancia (somos un débil junco).
2) Cuestiona los datos de los sentidos. La gran lección de Copérnico es que las
apariencias engañan. En efecto, mis ojos me dicen diariamente que el sol se mueve, que “nace”
por el Este y se “pone” por el Oeste. Si de un día para otro hay que admitir que eso es falso, que el
entonces, todopero tampoco nos caemossol está quieto y que quien se mueve es la Tierra lo
que veo, puede ser falso. Es bastante emblemático de toda esta nueva situación el que el método
de conocimiento planteado por Descartes en pleno siglo XVII consista en la duda metódica, y que
llegue a la certeza de su propia existencia a través del célebre “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego
existo”, que como se ve, desconfía de todos los datos de los sentidos). Es importante destacar que,
en este nuevo escenario de incertidumbres varias, ya no hay lugar para el optimismo.
Ese mundo de apariencias falsas, en el que todo es posible y no hay certezas, es el mundo
del Quijote y de Hamlet.
Arnold Hauser, un crítico alemán a quien voy a seguir a partir de aquí, plantea que, así
como hay un giro copernicano en el cosmos a partir del planteo de Copérnico, la política y la
religión tienen también su propio giro copernicano, su propia manifestación de la crisis profunda
que enfrentan las verdades únicas e indiscutibles. El enfoque de Hauser es plantear en ambos
ámbitos un cambio de centro similar al de Copérnico.

Área Antiguo centro (ahora Nuevo centro


“planeta”)
Copérnico Cosmos Tierra Sol
Maquiavelo Política Moral Estado
Lutero Religión Iglesia Individuo

Dice Hauser: “Maquiavelo define la política como una praxis con fines, principios y
valores propios, es decir, como una actividad que puede y debe ser realizada con independencia
de consideraciones extrapolíticas.” Dicho en forma más sencilla, lo que Maquiavelo plantea en
“El príncipe” es que el gobernante (el príncipe) no está obligado a, por ejemplo, cumplir su
palabra si no le conviene: “Un soberano inteligente no debe ni puede, por tanto, cumplir lo
prometido cuando su observancia va en contra de él y cuando desaparecieron las razones que
movieron su promesa.” Esta percepción de la actividad política, que es bien moderna y coincide
con la visión popular de la misma, supone el mismo relativismo de Copérnico (no hay absolutos;
la moral no importa; “el fin justifica los medios”) y está en un todo de acuerdo con el modo en
que aparece tratado el tema del poder en “Hamlet” y en las principales tragedias de Shakespeare.
Con respecto a Lutero, Hauser plantea que “El Renacimiento sigue fiel, en términos
generales, a la Iglesia medieval […] la Reforma, en cambio, significa la ruptura con la Iglesia de la
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Edad media y del Renacimiento”. “Enseña Lutero que el punto de arranque, y el sentido de la fe,
no es la Iglesia, sino el individuo, que el creyente se encuentra en una relación filial directa con
Dios, y que para su salvación no precisa ningún intermediario entre él y Dios.” Esto se
complementa con la doctrina de la gracia, según la cual la gracia es una merced, una especie de
favor que se concede, y que no tiene que ver estrictamente con las obras que uno haga. Quizás sea
útil recordar el ambiente de corrupción y venalidad que vio Lutero en la Iglesia de Roma, y cómo
se comerciaba con la salvación. La idea de “gracia” y “predestinación”, excluidas de la
interpretación tradicional católica, le cerraban el paso a la venta de perdones. Pero hay que decir
también que el éxito de Lutero fue posible por el libre lo que quiere examen crítico que propició
el Renacimiento: ya la “Biblia” no dice una sola cosa como habría sino que se defiende una
interpretación diferente, sin que esto haya terminado Roma en la herejía. Hauser hace un buen
resumen del giro “copernicano” queocurrido en la Edad Media implica Lutero: “No las buenas
obras hacen a un hombre piadoso” (esa sería la visión tradicional) “sino que un hombre piadoso
hace buenas obras”. De todo lo dicho se desprende una vez más el relativismo imperante en el
siglo XVII: no hay en esto ya, tampoco, verdades únicas ni absolutas.

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