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2º año de bachillerato
El Renacimiento y su crisis. Texto elaborado por el profesor Charles Ricciardi para sus cursos
de Literatura de 2° de bachillerato.
El Renacimiento
Desde el siglo XIV, en realidad, empiezan a crearse las condiciones que llevarán al fin de la
Edad Media y al comienzo de la Edad Moderna a partir del siglo XVI. Precisamente el siglo XVI
se puede hacer coincidir, grosso modo, con lo que se denomina, en la historia del arte y de la
cultura occidentales como RENACIMIENTO. (…)
Entre los siglos XIV y XV, por lo tanto, empiezan a aparecer los elementos que
configurarán la Edad Moderna. En lo político, se camina hacia la monarquía con verdadero
poder político del rey (en la Edad Media, los señores tenían a veces más peso que el rey). En lo
social, con el nuevo desarrollo de las ciudades, comienza a desarrollarse una clase social que irá
adquiriendo una importancia creciente hasta convertirse en la gran protagonista de la época
contemporánea: la burguesía. Con ella llega un nuevo sistema económico, que ya no se basa en la
posesión de la tierra sino en la circulación de la moneda: el capitalismo. En lo relativo a la
mentalidad, el teocentrismo irá cediendo lugar a una actitud nueva, el ANTROPOCENTRISMO
(el hombre en el centro, en lugar de Dios en el centro) en la que el ansia de conocer el mundo, va
unida al deseo de gozar de la vida terrena y a un fuerte individualismo, estimulado por la propia
mentalidad burguesa. En este enorme cambio, parece haber sido decisiva la peste negra, que hizo
estragos en Europa en el siglo XIV y despertó las ansias de vivir y de aprovechar esta vida, ante la
inminencia de la muerte que la peste traía. La fe es desplazada por la razón, aparecen las ciencias
experimentales (Química, Física, Astronomía) y el arte deja de tener un único propósito didáctico
para admitir el entretenimiento y la diversión. Todo esto se acompaña de avances técnicos, entre
los cuales no pueden dejar de mencionarse a) algunos vinculados con la navegación, que van a
permitir los grandes descubrimientos (el ansia de conocer el mundo) y b) la invención de la
imprenta que permitirá una difusión de la cultura impensable pocos años antes. Esto abrirá las
puertas a la circulación de los clásicos griegos y romanos, su discusión y análisis con el espíritu
crítico que el racionalismo estimula.
En definitiva, esa es la razón del nombre con que se conoce al siglo XVI: lo que renace,
luego de diez siglos de paciente desconocimiento por parte de la iglesia medieval, es la cultura de
la Antigüedad grecorromana, con lo cual quedan planteadas las dos fuentes básicas de la cultura
de Occidente: 1) la “Biblia” (más la elaboración teórica y doctrinal de la Iglesia durante la Edad
Media) y 2) la cultura de la Antigüedad grecolatina. Gran parte de los esfuerzos culturales del
Renacimiento suponen la articulación de ambas fuentes.
Esquematizando al máximo, podríamos resumir lo anterior en el siguiente cuadro:
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Edad MEDIA Edad MODERNA
Mentalidad Teocentrismo. La vida terrena no tiene Antropocentrismo. Valoración de la vida
valor en sí misma terrena: carpe diem (aprovecha el día)
Fe Razón
Política Monarquía (sin peso político del rey) Monarquía (afirmación del poder
político del rey)
Sociedad Nobleza Aparece y comienza su desarrollo la
Clero burguesía
Campesinado
Dice Hauser: “Maquiavelo define la política como una praxis con fines, principios y
valores propios, es decir, como una actividad que puede y debe ser realizada con independencia
de consideraciones extrapolíticas.” Dicho en forma más sencilla, lo que Maquiavelo plantea en
“El príncipe” es que el gobernante (el príncipe) no está obligado a, por ejemplo, cumplir su
palabra si no le conviene: “Un soberano inteligente no debe ni puede, por tanto, cumplir lo
prometido cuando su observancia va en contra de él y cuando desaparecieron las razones que
movieron su promesa.” Esta percepción de la actividad política, que es bien moderna y coincide
con la visión popular de la misma, supone el mismo relativismo de Copérnico (no hay absolutos;
la moral no importa; “el fin justifica los medios”) y está en un todo de acuerdo con el modo en
que aparece tratado el tema del poder en “Hamlet” y en las principales tragedias de Shakespeare.
Con respecto a Lutero, Hauser plantea que “El Renacimiento sigue fiel, en términos
generales, a la Iglesia medieval […] la Reforma, en cambio, significa la ruptura con la Iglesia de la
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Edad media y del Renacimiento”. “Enseña Lutero que el punto de arranque, y el sentido de la fe,
no es la Iglesia, sino el individuo, que el creyente se encuentra en una relación filial directa con
Dios, y que para su salvación no precisa ningún intermediario entre él y Dios.” Esto se
complementa con la doctrina de la gracia, según la cual la gracia es una merced, una especie de
favor que se concede, y que no tiene que ver estrictamente con las obras que uno haga. Quizás sea
útil recordar el ambiente de corrupción y venalidad que vio Lutero en la Iglesia de Roma, y cómo
se comerciaba con la salvación. La idea de “gracia” y “predestinación”, excluidas de la
interpretación tradicional católica, le cerraban el paso a la venta de perdones. Pero hay que decir
también que el éxito de Lutero fue posible por el libre lo que quiere examen crítico que propició
el Renacimiento: ya la “Biblia” no dice una sola cosa como habría sino que se defiende una
interpretación diferente, sin que esto haya terminado Roma en la herejía. Hauser hace un buen
resumen del giro “copernicano” queocurrido en la Edad Media implica Lutero: “No las buenas
obras hacen a un hombre piadoso” (esa sería la visión tradicional) “sino que un hombre piadoso
hace buenas obras”. De todo lo dicho se desprende una vez más el relativismo imperante en el
siglo XVII: no hay en esto ya, tampoco, verdades únicas ni absolutas.