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La pregunta es, ¿por qué Jesús dejaría que la mayoría de la gente se preguntara
acerca del significado de Sus parábolas? El primer ejemplo de esto, está en Su
relato de la parábola de la semilla y las diferentes clases de suelos donde cae.
Antes de que Él interpretara esta parábola, se llevó a Sus discípulos lejos de la
multitud. Ellos le preguntaron, “¿Por qué les hablas en parábolas? Y
respondiendo Él, les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los
misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. Porque a
cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera
que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas; porque
viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y en ellos se cumple la profecía
de Isaías que dice:
Nuestro Señor Jesús entendía que la verdad no es una dulce música para todos los
oídos. Simplemente porque hay aquellos que no tienen ni interés ni respeto por
las cosas profundas de Dios. ¿Por qué, entonces, hablara Él en parábolas? Porque
para aquellos con una genuina hambre de Dios, la parábola es un vehículo tanto
efectivo como memorable para la transmisión de las verdades divinas. Las
parábolas de nuestro Señor contienen un gran volumen de verdad en muy pocas
palabras – y Sus parábolas, ricas en imágenes, no son fácilmente olvidadas. Así
que, entonces, una parábola es una bendición para aquellos con oídos dispuestos
para oír. Pero para aquellos que tienen el corazón y los oídos embotados, que son
lentos para oír, una parábola es también una declaración de juicio.