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CASO 1

NN es una adolescente de 15 años que fue llevada por su madre para una evaluación psiquiátrica
debido a su persistente timidez. Al inicio, NN fue reacia a compartir sobre ella misma, pero admitió
sentirse constantemente ansiosa, una situación que ha sido difícil para ella durante años y a menudo
acompañada de mareos y episodios de llanto. Generalmente, no puede hablar fuera de su hogar o
aula y se rehúsa a salir sola por temor a la interacción social. La idea de interactuar con adolescentes
le causa una gran ansiedad, al igual que con adultos vecinos con los que ha tenido contacto por
años. Le aterroriza el hecho de entrar a un restaurante y hablar con extraños por miedo a la
humillación. Además, vive en un estado constante de alerta para evitar ser atacada, lo que solo logra
cuando está en casa por sí sola.

Intenta esconder su ansiedad a sus padres, justificando su aislamiento diciendo que simplemente
no tiene ganas de salir. Atrapada y sintiéndose incompetente, NN confesó que constantemente
piensa en el suicidio. Desde que era pequeña, siempre ha sido tímida y ha sido objeto de burlas en
la escuela desde su infancia. Estas burlas se intensificaron en la escuela secundaria, convirtiéndose
en acoso constante. Los compañeros de NN se comportaban de manera hostil con ella, la insultaban
y hasta le sugerían que sería mejor si se suicidara. En una ocasión, una compañera de clase y antigua
amiga la golpeó, resultando en un ojo morado. Cuando su madre le preguntó al respecto, NN negó
el incidente, argumentando que se había caído.

Aunque le hizo un comentario a su madre acerca de querer cambiar de escuela, la madre no le dio
mucha importancia. Consecuentemente, NN continuó sufriendo y llorando por las noches. Cambió
a una escuela de arte en su primer año de preparatoria, lo que puso fin al acoso, pero su ansiedad
aumentó. Aumentó su reclusión y vergüenza por su incapacidad para lograr la independencia
esperada a su edad. Pasó fines de semana enteros en casa y le temía al simple acto de leer en un
parque cercano. Sufría de pesadillas acerca de sus antiguos acosadores y sus pensamientos suicidas
incrementaron.

Los padres de NN pensaron que su timidez desaparecería con el tiempo y solo decidieron buscar
ayuda psiquiátrica después de que un profesor les explicó que la ansiedad y el aislamiento social de
NN le impedían alcanzar buen rendimiento académico y participar en actividades extraescolares
necesarias para entrar a una buena universidad. NN describe a su madre como alguien irritable,
nerviosa y agresiva, y a su padre, un exitoso asesor fiscal que trabaja constantemente, como una
persona socialmente tímida. Ella y su padre se esfuerzan por no alterar a la madre por las noches, y
NN declara que no quisiera parecerse a su madre en el futuro.

CASO 2
La paciente, a la que llamaremos Carla, es una mujer de poco más de veintidós años, soltera, sin
hijos, y vive con su madre y una hermana. Es una artesana de profesión. Carla busca ayuda
terapéutica en noviembre de 2023 debido a dificultades económicas que le impiden continuar con
su psicóloga privada. Fue diagnosticada previamente con una enfermedad mental específica.
Carla revela durante las primeras consultas: "En la universidad sentía que la gente hablaba mal de
mí, se reían, querían hacerme daño, decían cosas extrañas". Estos síntomas persistieron por un
tiempo prolongado y eventualmente la llevaron a abandonar la universidad debido a su incapacidad
para manejar la interacción social. Carla presenta síntomas emocionales, cognitivos, conductuales y
fisiológicos que afectan diversos aspectos de su vida.

Entre los estresores que la afectan más se encuentran situaciones sociales como salir a la calle, estar
en grupos grandes y pequeños, y la multitud en el transporte público. Cuando se encuentra en
situaciones sociales, siente que la gente habla mal de ella y se ríe. A veces escucha voces que le
sugieren que termine con su vida, aunque es consciente de que estos pensamientos son parte de su
enfermedad y no son ciertos.

Historia del problema:

Carla es la tercera de cuatro hijos. Su madre, ama de casa, tiene una relación muy cercana con Carla,
a pesar de tener peleas constantes con ella. Su padre ha fallecido; Carla indica que nunca tuvo una
relación cercana con él porque él tenía otra familia y los "abandonó". La relación con sus hermanos
varía; tiene una buena relación con su hermana mayor a pesar de no vivir juntas ni tener una
comunicación constante; con su hermano, la relación es conflictiva y con su hermana menor, la
relación es ambivalente, siente apoyo pero también autoridad.

El problema de Carla comenzó alrededor de los 14 años, cuando desarrolló una posible fobia social.
Este miedo fue ignorado por su familia, lo que llevó a que no se tratara hasta los 19 años, cuando
fue diagnosticada con ansiedad generalizada. Después de entrar y salir de la universidad debido a la
intensificación de sus síntomas de fobia social y alucinaciones auditivas, se sumergió en episodios
depresivos.

En 2017, Carla mostró conductas de hipersexualidad, miedo a la exposición pública y se refugió en


el consumo de alcohol. Experimentó cambios de humor constantes y despersonalización, seguidos
por síntomas como pérdida de apetito, fatiga, perdida de interés, sentimientos de tristeza
constantes y pensamientos auto líticos. Después de la muerte de su padre en 2019 y una serie de
alucinaciones auditivas que la llevaron a intentar suicidarse, fue ingresada en una clínica
psiquiátrica. Actualmente, Carla está en una relación con un hombre de 37 años, con el cual tiene
conflictos económicos y sexuales.

Evaluación:

La evaluación se realizó a través de una entrevista clínica para entender la sintomatología


presentada por Carla. La estrategia de evaluación utilizada confirmó su diagnóstico previo. No se
aplicaron pruebas psicológicas en el proceso de evaluación presentado en la historia clínica.

CASO 3
Este paciente, que llamaremos Pedro, es un niño de 11 años que recientemente fue admitido
nuevamente en el Servicio de Psiquiatría Infanto–Juvenil de un hospital pediátrico provincial. No
tiene antecedentes médico–quirúrgicos relevantes.

Antecedentes familiares: No hay nada particular que mencionar.

Antecedentes personales: Pedro es el más joven de dos hijos en un matrimonio intacto y vive con
su mamá, papá, abuela materna, hermana y cuñado en un ambiente familiar que es a la vez
tranquilo y sobreprotector. Está en el séptimo grado en la escuela secundaria local, donde tiene
buen rendimiento académico y excelente disciplina. Le gusta jugar béisbol y fútbol en su tiempo
libre y tiene buenos amigos.

Pedro siempre ha sido descrito por sus padres como alegre, cariñoso, obediente, respetuoso y
estudioso. Aunque es un poco aniñado, también puede ser intranquilo, nervioso e inseguro. En
general, es inmaduro pero tiene buenas relaciones interpersonales.

Pedro comenzó a recibir tratamiento ambulatorio cinco meses antes debido a comportamientos
preocupantes (como hablar mucho y solo, falta de apetito, insomnio, morderse las uñas, miedo
intenso debido a la creencia de que alguien lo estaba persiguiendo, descuido de sus hábitos
personales, se alteraba fácilmente, repetitivo, irritable y con preocupaciones escolares), según lo
descrito por su familia. Estos comportamientos fueron interpretados por el psiquiatra de la zona
como un trastorno de ansiedad.

Desde entonces, Pedro ha estado tomando medicación psiquiátrica con regularidad. Este
tratamiento ha mejorado muchos de sus síntomas iniciales, como el sueño, el miedo y los
pensamientos de persecución, pero otros persisten, como la intranquilidad, la ansiedad, la
verborrea y las preocupaciones escolares, aunque con menos intensidad.

Pedro volvió a la escuela hasta finales de abril, cuando nuevamente mostró alteraciones: hablaba
sin parar, se mostraba irritable, disfórico, e incluso llegó a tener un altercado con un compañero, al
que agredió físicamente. Lloraba con frecuencia y sin motivo aparente. A principios de mayo, fue
llevado al hospital porque estaba muy triste, decaído, dejó de hablar, mostraba signos de
hipersomnia, estaba desmotivado, "sin energía", tenía ideas suicidas y dejó de comer, mostrando
también náuseas hasta el punto de vomitar si se le obligaba a comer. Permanecía muy quieto,
pasando todo el día en la cama sin comunicarse con nadie.

Pedro fue hospitalizado por primera vez en la sala de Salud Mental, y recibió tratamiento
medicamentoso, lo que resultó en una rápida mejoría. Al alta, fue diagnosticado con trastorno
depresivo.
Un mes después, Pedro fue ingresado nuevamente en el hospital, esta vez con un comportamiento
muy diferente. Los padres estaban muy preocupados, ya que Pedro mostraba signos de agitación,
insomnio, comportamiento desinhibido (como bañarse y ponerse ropa sucia, caminar desnudo por
la casa, entrar en casas de vecinos), hablaba sin parar, hacía bromas, cantaba, afirmaba sentirse
feliz, pedía dinero a extraños y hasta había llegado a tomar dinero de la casa de un familiar. Además,
vendía cosas a bajo precio y compraba otras caras, mostraba excesiva afectividad hacia todos, se
escapaba de la casa incluso en la madrugada, regalaba sus pertenencias y mentía. Antes de este
episodio, Pedro había estado estable. No hay antecedentes de consumo de alcohol u otras
sustancias psicoactivas.

A su ingreso, Pedro estaba consciente y orientado en tiempo y espacio, pero carecía de juicio crítico.
Demandaba atención y afecto constantemente, y mostraba un estado de ánimo extremadamente
elevado la mayor parte del tiempo, con momentos de irritabilidad. Gritaba ante mínimas
frustraciones y quería irse del hospital, culpaba a su madre de "estar preso allí" y decía que "no la
quería". No presentaba ansiedad manifiesta, pero informaba sentirse con mucha energía y
exaltación. Sorprendía a su familia con la intensidad de su actividad física, no percibiendo los riesgos
asociados (como escaparse de la casa a lugares distantes sin informar a sus padres). También se
volvió extremadamente sociable y generoso, su pensamiento se aceleró hasta el punto de llegar a
la fuga de ideas. También presentaba un apetito exagerado e insaciable, insomnio y
comportamiento demasiado inquieto

Caso 4

Nuestro paciente es un hombre de 51 años, soltero, que vive solo. Su círculo familiar está
conformado por una hermana mayor, con la que apenas tiene contacto, y dos sobrinos, a los que
estima, pero raramente ve. Los padres del paciente fallecieron hace varios años. Mantiene en su
memoria una relación positiva con ambos.

En términos de su vida personal, el paciente tiene la costumbre de fumar tabaco y está en proceso
de terminar su carrera universitaria en Ciencias Empresariales. Trabaja en un comedor escolar, y
hasta 2011, complementaba este empleo con otro en el departamento de atención al cliente de una
empresa de seguridad.

Su historia médica es relevante debido a que ha sido diagnosticado con VIH en 2010. Actualmente,
está en tratamiento con antirretrovirales y asiste a terapia de grupo en una asociación contra el
SIDA.

Dentro de sus antecedentes de salud mental, encontramos indicios de posible miedo intenso a
lugares cerrados durante su infancia. También ha buscado la ayuda de un psicólogo en dos ocasiones
anteriores. La primera fue debido a problemas de sueño durante un período en el que se mudó de
casa. La segunda vez, en 2008, fue para abordar niveles bajos de ansiedad, y fue diagnosticado con
un trastorno de ansiedad no especificado.
Las historias de salud mental en la familia del paciente incluyen episodios de sentimientos intensos
de tristeza y comportamientos impulsivos por parte de su madre, que estuvo en tratamiento por
tristeza intensa durante muchos años y sufrió de Alzheimer en los últimos ocho años de su vida. Su
tía materna también ha experimentado episodios de tristeza intensa.

El paciente buscó ayuda nuevamente en 2012, a la edad de 49 años, debido a un aumento en los
niveles de ansiedad y una preocupación creciente acerca de situaciones como salir a la calle y las
sensaciones de mareo. Además, expresó sentir apatía, desmotivación y preocupación por el futuro,
lo que ha tenido un impacto significativo en su vida laboral y social.

En cuanto a la historia de sus síntomas, el paciente se describe a sí mismo como una persona muy
activa y preocupada por su salud desde la infancia. Incluso desde entonces, solía sentirse abrumado
en situaciones donde tenía que subir a un ascensor (especialmente si era pequeño o estaba lleno) o
subir al metro. Con el paso del tiempo, estos miedos se han extendido a otras situaciones, como
viajar en avión, en tren, pasar por túneles o estar entre multitudes.

El paciente también relata frecuentes mareos, los cuales ha asociado con caídas en los niveles de
azúcar o tensión arterial. Sin embargo, en dos ocasiones ha experimentado desmayos con pérdida
de conciencia. Uno de ellos ocurrió un mes después de la muerte de su padre en 2010, que resultó
en una lesión cerebral traumática con hematoma epidural que requirió cirugía. Desde ese desmayo,
el paciente ha desarrollado un miedo a que vuelva a suceder. Otro desvanecimiento ocurrió en 2011
tras cambios de temperatura mientras caminaba. Desde entonces, ha experimentado entre 4 y 5
episodios más de síndrome vasovagal (todos en 2014), sin pérdida de conciencia y que duran entre
10 y 15 minutos.

El paciente recuerda haber experimentado dos episodios de ansiedad intensa. El primero ocurrió en
2001 mientras presenciaba los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York, durante el cual sintió
una necesidad imperante de salir a la calle. El segundo episodio se produjo cuando recibió la noticia
de la muerte de su padre.

En situaciones de alta ansiedad, el paciente informa que experimenta miedo a desmayarse y signos
de nerviosismo. Usualmente, se da autoinstrucciones, normaliza los síntomas recordando el proceso
de vasodilatación que le explicaron en el hospital, y recurre a conductas de seguridad, como tomar
medicación, aunque admite que es una dosis mínima y considera que el efecto es más placebo que
real.

En el momento de su consulta, el miedo y la evitación del paciente se extienden a muchas


situaciones, como el uso de transporte, elevadores, multitudes, espacios abiertos, reuniones
sociales, entre otros. Este miedo está impactando en todas las áreas de su vida, ya que intenta evitar
salir a la calle, y si lo hace, recurre a conductas de seguridad como tomar medicación, estar
acompañado, apoyarse en algo como un carrito de compras, o usar su teléfono móvil. También está
afectando su sueño, pues menciona problemas de insomnio y mantenimiento del sueño desde hace
varias semanas antes de acudir. Adicionalmente, menciona la aparición de síntomas de sentimientos
de tristeza intensos, como apatía, irritabilidad y dificultades para tomar decisiones.
En cuanto a los síntomas de tristeza intensa, al momento de su consulta, presenta desmotivación,
preocupación por el futuro y apatía. Sin embargo, hasta ese momento, no se había registrado
ninguna mención a posibles síntomas de este tipo en su historia. A pesar de ello, estos síntomas han
llevado al paciente a experimentar un estado de ánimo deprimido.

Después de comenzar la terapia para su miedo a espacios abiertos y debido a problemas sociales y
económicos en 2013, empieza a descuidar su propio cuidado personal, experimentando problemas
con su alimentación y empeorando sus problemas de sueño ya existentes.

Este empeoramiento de los síntomas de tristeza intensa se debe a la continuación de sus problemas
económicos, que incluso le han impedido adquirir los medicamentos necesarios para su
tratamiento. Además, se han producido una serie de problemas sociales y familiares, principalmente
relacionados con su mala relación con su hermana, que están causando una gran carga emocional
al paciente.

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