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A través del Año litúrgico. Cristo mismo, presente en su Iglesia
1 Cfr. Delehaye, H., Sanctus. Essai sur le culte des saints dans l’antiquité (Subsidida
Hagiographica 17), Bollandistes, Bruselas 1927; Id., Les origines du culte des martyrs
(Subsidia Hagiographic 20), Bollandistes, Bruselas 19332; Aigrain, R., L’Hagiographie.
Ses sources, ses méthodes, son histoire, Bloud et Gay, París, 1953; Hesbert, R. J., La
réforme du Missel et les Communs, en LMD, n. 35 (1953), pp. 95-109; Chavasse,
A., Sanctoral et Année liturgique, en LMD, n. 52 (1957), pp. 89-97; De Gaiffier, B.,
Réflexions sur les origines du cultes des martyrs, en LMD, n. 52 (1957), pp. 19-43;
Jounel, P., L’été 258 dans le calendrier romain, en LMD, n. 52 (1957), pp. 44-58; Id., Le
sanctoral romain du 8e au 12e siècle, en LMD, n. 52 (1957), pp. 59-88; Dubois, J., Les
saints du nouveau calendrier. Tradition et critique historique, en Lmd, n.100 (1969), pp.
157-178; Van Der Mer, F., Sant’Agostino pastore d’anime, Roma 1971, pp. 1073-1133
(“I banchetti sulle tombe”); Rordorf, W., Aux origines du culte des martyrs, en Irénikon
45 (1972), pp. 315-331; Di Nola, A. M., Santi e santità, en Enciclopedia delle religio-
ni, vol. 5, Florencia 1973, pp. 816-825; Vogel, C., L’environnement cultuel du défunt
durant la période paléo-chrétienne, en Aa.Vv., La maladie et la mort du chrétien dans
la liturgie. Conférence Saint-Serge, XXIe Semaine d’Études Liturgiques (Bibliotheca
“Ephemerides Liturgicae” – “Subsidia” 1), Edizioni Liturgiche, Roma 1975, 381-413; P.
Visentin, formazione e sviluppo del santorale nell’Anno liturgico, en RL 65 (1978), pp.
297-319; Rordorf, W., Le culte des martyrs, en Dictionnaire de Spiritualité X, París 1980,
pp. 723-726; Citrini, T., Memoria, riconoscimento e canonizzazione dei santi, en ScC
109 (1981), pp. 325-352; Jounel, P., Le culte des saints dans l’Église catholique, en
LMD, n. 147 (1981), pp. 135-146; Id., L’élaboration du calendrier Romain general, en
Aa.Vv., Liturgia opera divina e umana. Studi sulla reforma liturgica offerti a S.E. Mons.
Annibale Bugnini in occasione del suo 70° compleanno (Bibliotheca “Ephemerides
Liturgicae” – “Subsidia” 26), CLV – Edizioni Liturgiche, Roma 1982, pp. 671-691;
Brown, P., Le culte des saints. Son essor et sa fonction dans la chrétienté latine, París
1984; Jounel, P., Le renouveau du culte des saints dans la liturgie romain (Bibliotheca
“Ephemerides Liturgicae” – “Subsidia” 36), CLV – Edizioni Liturgiche, Roma 1986;
Id., Santi (culto dei), en Liturgia, pp. 1819-1836.
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mitad del siglo II, con testimonios cada vez más explícitos y
frecuentes después de mediados del siglo III en adelante.
El primer testimonio confiable2 del culto a un mártir nos
lo ofrece la carta de la Iglesia de Dios que habita en Esmirna
a la Iglesia de Dios que está en Filomelio y todas las comu-
nidades de la santa Iglesia católica de todo lugar sobre el
martirio del obispo Policarpo3. Esta carta, escrita a menos
de un año de los hechos, contiene una narración auténtica de
testigos presenciales del suceso. La fecha que hoy se consi-
dera la más probable del martirio del obispo de Esmirna es
el año 155 o 156. Por lo tanto, se trata de un documento de
mediados del siglo II que proviene de Asia Menor. Después
de la muerte de su obispo Policarpo, los fieles de Esmirna
hicieron lo siguiente:
2 Casi la totalidad de los autores lo juzgan así. Hace algunos años sólo Vogel, C. (L’en-
vironnement cultuel du défunt durant la période paléochrétienne, cit., p. 382) rechazaba
la validez del pasaje del Martirio de san Policarpo. Vogel afirma que prácticamente es
cierto que el texto en cuestión fue interpolado o cambiado. A favor de esta tesis cita a
Von Campenhausen, H., Bearbeitungen und Interpolationen des Polycarpsmartyriums,
en Sitzungsberichte der Heilderberger Akademie der Wissenschaften (Phil.-Hist.Kl).
Heidelberg 1957, pp. 5-18. Sin embargo, la opinión de Von Campenhausen, H., no la
acogió la crítica (cfr. Van Damme, D., Polycarpe, en Dictionnaire de Spiritualité XII,
París 1986, p. 1905).
3 El texto en italiano de la carta se tomó de A. Quacquarelli (ed.), I Padri Apostolici (Co-
llana di Testi Patristici 5), Città Nuova, Roma 19896, pp. 161-172.
4 Il Martirio di Policarpo, 18, 1-3; A. Quacquarelli (ed.), I Padri Apostolici, cit., p. 170.
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12 El Concilio de Elvira (años 300-306 ca.) prescribe además: Cereos per diem placuit
in cimiterio non incendi, inquietandi enim sanctorum spiritus non sunt: J. Vives (ed.),
Concilios visigóticos e hispano-romanos (España Cristiana – Textos 1), Barcelona-
Madrid 1963, p. 7.
13 “agapes enim nostræ pauperes pascunt, sive frugibus, sive carnibus” (Agustín, Contra
Faustum Manichaeum 20, 20: NBA; PL 42, p. 383).
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19 Cfr. Leclercq, H., Memoria, en DACL XI, París 1933, pp. 296-324.
20 Cfr. Agustín, Epist. 78: PL 33, p. 269; NBA. Cfr. también Paulino de Nola, Epist. 32:
CSEL 29, p. 288.
21 Cfr. Agustín, Serm. 323: PL 38, p. 1446; Contra Faustum Manichaeum 20, 21: NBA;
PL 42, p. 385.
22 Cfr. Agustín, De Civitate Dei I, 22, cap. 8, nn. 11-12: NBA; PL 41, p. 766.
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26 “…cum sciamus non Martinum martyrium sed martyrium defuisse Martinum” (E. A. Lowe,
ed., The Bobbio Missal. A Gallican Mass-Book, Londres 1920, n. 363, pp. 108-109).
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27 Sobre esta extensa y compleja historia, cfr. Jost, E., Reliquie, en Enciclopedia Cattolica
X, Ciudad del Vaticano 1953, pp. 749-757.
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28 Cfr. Delehaye, H., Les origins du culte des martyrs, cit., pp. 102-105; Bertolino, A.,
El culto de los mártires: reflejos en la epigrafía de Roma, en Ecclesia 10 (1995), pp.
215-242.
29 Cfr. Ambrosio, De viduis 9, 55: PL 16, p. 264.
30 “Martyrum perfecta iustitia est, quoniam in ipsa passione perfecti sunt. Ideo pro illis in
Ecclesia non oratur. Pro aliis fidelibus defunctis oratur, pro martyribus non oratur: tuam
enim perfecti exierunt, ut non sint sucepti nostri, sed advocati” (Agustín, Serm. 285, 5:
NBA; PL 38, p. 1295. Cfr. también Id., Serm. 159, 1: NBA; PL 38, pp. 867-868; Serm.
284, 5: NBA; PL 38, p. 1291).
31 Cfr. Cipriano, Epist. 38, 3: CSEL 3, p. 583.
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32 “…nominantur, non tamen a sacerdote, qui sacrificat, invocantur. Deo quippe, non
ipsis sacrificat, quamvis in memoria sacrificet eorum” (Agustín, De civitate Dei I, 22,
10: NBA; PL 41, p. 772).
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33 Sobre este proceso, cfr. Bourque, E., Étude sur les Sacramentaires romains, vol. I: Les
textes primitifs (Studi di Antichità Cristiana 20), Roma 1948.
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34 Cfr. Donghi, A., La memoria dei santi nel Messale Romano, en Aa.Vv., Il Messale
Romano del Vaticano II. Orazionale e Lezionario, vol. II, cit., pp. 218-219.
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“Él [Cristo] es el pan que bajó del cielo. Los mártires son
fuertes, los mártires son firmes en la fe: pero el Pan sostiene
el vigor del hombre”35.
35 “Ipse est panis qui de caelo descendit. Fortes sunt martyres, firmi sunt martyres, sed
panis confirmat cor hominis” (Agustín, Serm. 333, I: NBA; PL 38, p. 1464).
36 “Ibi sacrum Christi sanguinem ministravit: ibi pro Christi nomine suum sanguinem
fudit. Ad mensam potentis prudenter accesserat” (Agustín, Serm. 304, 1: NBA; PL 38,
p. 1395).
37 Cfr. Hild, H., Le Mystère des saints dans le Mystère Chrétien, en LMD n. 52 (1957),
pp. 8-10; De Gaiffier, B., Réflexions sur les origines du culte des martyrs, en LMD n.
52 (1957), pp. 38-39. Toda la problemática la retomó Berger, R., Die Wendung “Offerre
pro”, cit., pp. 123-125.
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38 La decretal de Alejandro III que reserva las canonizaciones a Roma es de 1171 (cfr.
Molinari, P., Criteri di canonizzazione, en Aa.Vv., Santità e agiografia. VIII Congresso
di Terni, Marietti, Genova 1991, pp. 89-112).
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“siervos” (cfr. Apoc 19, 10; 22, 9). Los ángeles son “espíritus
al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que han de he-
redar la salvación” (Heb 1, 14). San Justino, cuando trata de
probar que los cristianos no son ateos, plantea el culto que le
tributan al Padre, a su Hijo, así como a “la multitud de ángeles
buenos”41. Posteriormente, Orígenes, confirmando la bondad
del culto a los ángeles, advierte que algunos exageran en su
veneración ya que los consideran casi como dioses42.
La veneración de los ángeles está presente de manera inin-
terrumpida en la liturgia (incluso en la Plegaria eucarística mis-
ma), e incluso antes, por la devoción popular, además de por
incontables expresiones artísticas. La tradición constante de
dicha veneración se sintetiza en el concilio Vaticano II cuando
en la Constitución dogmática sobre la Iglesia se afirma:
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