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UNIDAD 4 - Identidad y Representacion para Unificar... BATTISTINI
UNIDAD 4 - Identidad y Representacion para Unificar... BATTISTINI
(coordinador)
IDENTIDAD Y REPRESENTACIONES
EN EL MUNDO DEL TRABAJO
PRÓLOGO
Identidades en el mundo del trabajo: Entre la implicación
y la interpelación ..................................................................................... 5
Alberto L. Bialakowsky
Introducción ........................................................................................... 19
Alberto L. Bialakowsky
1
Rememorando metafóricamente Battistini, Osvaldo (coord.): La atmósfera incan-
descente. Escritos políticos sobre la Argentina movilizada, Trabajo y Sociedad, 2002.
2
D´Angella, F.; Olivetti; Manoukian: “Ascolto e osservazione nella progettualitá
dialogica”, en AQ&F Quaderni di animazione e formazione, Revista Animazione Sociale,
Milán, Edizioni Gruppo Abele, 1999. Bialakowsky, A. L. et al: “Procesos sociales
de trabajo en institucioens públicas. Actores bifrontes”, en Revista Encrucijadas,
Nº 23, Buenos aires, Universidad de Buenos Aires, septiembre de 2003.
3
Entre ellos Cafassi, Emilio: Olla a presión. Cacerolazos, piquetes y asambleas, sobre
fuego argentino, Libros del Rojas, Universidad de Buenos Aires, 2002.
4
Véase al respecto Lindenboim, J. y Danani, C. (coords.): Entre el trabajo y la
política, Buenos Aires, Biblos, 2003.
5
El concepto de extinción nos exigiría un mayor desarrollo que en esta oportuni-
dad no se justifica, adelantemos dos atributos pulsionales de esta dinámica
social del sistema, la extinción de los oficios y los procesos de extinción en las
“poblaciones sobrantes”.
6
Insisto con esta denominación ya que como lo refieren los autores no se trata de
la posición: ocupado-desocupado, sino de la centralidad reivindicativa del
trabajo como eje de la acción colectiva.
7
Marx, Carlos (1867): El Capital. Crítica de la economía política, México, Fondo de
Cultura Económica, 1973, tomo I, capítulo XI.
8
El legado de la Sociología, la promesa de la ciencia social, Caracas, Nueva Socie-
dad, 1999.
Osvaldo R. Battistini2
1
Agradezco los comentarios de Paula Lenguita, Juan Montes Cató, María Ceci-
lia Cross. Débora Gorbán y Martín Spinosa, así como la inspiración surgida de
las múltiples discusiones llevadas a cabo por todos los miembros del equipo,
algunos de los cuales firman cada uno de los textos que siguen a éste, y otros
que también forman parte de este espacio de debate y continuo aprendizaje.
2
Investigador CONICET. Coordinador del área “Identidades y representacio-
nes” del CEIL-PIETTE. Profesor de la Universidad de Buenos Aires.
Estas son entonces las razones que fundan nuestro recorrido analí-
tico sobre las diversas problemáticas del trabajo en Argentina. De esta
manera fuimos incorporando temas y sujetos a nuestras preocupacio-
nes. No fue entonces el resultado de meras casualidades, sino de un
proceso inducido por la misma evolución de la realidad del trabajo.
Los desocupados fueron motivo de nuestro interés no sólo como un
fenómeno novedoso de la realidad social argentina, sino principal-
mente porque su presentación en la esfera pública fue el resultado de
un proceso sociohistórico que comenzó a desarrollarse a mediados de
los setenta, en plena dictadura militar. Por otra parte, tampoco estu-
diamos a los trabajadores desocupados como un sujeto aislado del
conjunto de los trabajadores, sino que precisamente su realidad es la
contracara de otras formas del trabajo (los ocupados plenos, los
precarizados, los informales). Es decir, que analizando a cada uno de
ellos en particular, no estamos fragmentando la realidad sino que es-
tamos viendo cada una de las caras que ella toma. Por otra parte, el
trabajo colectivo nos permite ligar cada una de dichas caras para en-
tender la lógica de conjunto propia del sistema.
Así, para analizar las transformaciones identitarias relacionadas
con el trabajo es necesario que busquemos también en los hechos his-
tóricos que condicionaron la evolución del mismo en Argentina. No
creemos que sea posible comprender la evolución del trabajo en nues-
tro país independientemente de hechos tan trascendentes como los
vividos por nuestro pueblo desde la dictadura militar en adelante.
Hacer el ejercicio de estudiar estos temas resulta así una apelación a la
memoria, a la memoria colectiva y también individual, a la búsque-
da en la historia de los hechos que marcaron los comportamientos
y determinaron actitudes, ya que estos sujetos actuales, sus reali-
dades y sus futuros son también el resultado de esos hechos . Si se
piensa a las transformaciones del trabajo en función de parámetros
que dependen sólo de la lógica de acumulación del capital, anali-
zando la empresa y aún las mismas organizaciones de los trabaja-
dores como correlatos de tal lógica, se pierden de vista las particu-
laridades propias de la inserción nacional, de las culturas y de las
historias propias de cada territorio.
Pensar sobre identidades no es sólo pensar sobre lo que el indivi-
duo dice que es sino también sobre las múltiples relaciones que influ-
yen en ese decirse a sí mismo. Es también entonces tratar de observar
como ese individuo se sitúa frente a “otros” y cuales son las valora-
ciones o dichos que esos “otros” hacen de ese mismo individuo. La
complejidad de esta mirada resulta del hecho que la identidad se
3
Pero como la vida y la memoria de ella no puede borrarse con la fuerza, allí
surgieron quienes, “rondando”, valiente y tozudamente, la Plaza de Mayo
hicieron que ese intento, para muchos argentinos fuera en vano.
4
En la presentación del libro Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex
presos políticos de Coronda, uno de sus autores, Victorio Paulón, se refería a la
situación vivida por gran parte de la sociedad durante la dictadura como los
cuatro niveles del sufrimiento: Primero, el de quienes desaparecieron y sus
familiares; el segundo, el de quienes quedaron aislados o separados uno del
otro en el exilio interno; el tercero, el de quienes estaban en las cárceles y, el
cuarto, el de quienes vivían el exilio externo. Esta distinción la hacía en función
de las posibilidades que cada uno de ellos tuvo de recrear lazos colectivos.
Quienes menos posibilidades tenían de hacerlo eran los que sufrían el aisla-
miento ideológico-represivo dentro del país.
5
El mantenimiento de elevadas tasas de interés con la garantía de libertad
circulación del capital nacional y transnacional alentó un sistema basado en la
obtención de elevadas ganancias solo a partir de la especulación financiera y
desalentando toda posibilidad de sostener la acumulación a través del aparato
productivo (Basualdo, 2001).
Espacios y lugares
6
Busso y Gorbán en el artículo correspondiente a esta misma obra.
7
El artículo de M. Busso y D. Gorbán, analiza y compara las transformaciones
identitarias de los trabajadores informales, entre los que realizan actividades
como vendedores de ferias comerciales y artesanales de la Ciudad de La Plata
(Provincia de Buenos Aires) y los cartoneros de la Ciudad de Buenos Aires.
8
El artículo de M. Delfini y V. Picchetti, analiza la relación entre estos dos
espacios para los trabajadores desocupados.
9
En el caso de la empresa Toyota de Argentina la relación entre proyecto de vida
y proyecto de trabajo encuentra fuerte ligazón a través de las seguridades que
la empresa otorga al trabajador. Ver Battistini, Wilkis.
10
Tal como se es analizado en el artículo de Busso y Gorbán.
11
Entrecomillamos esta palabra porque consideramos también que la común
denominación de los trabajadores sin empleo como desocupados resulta tam-
bién de una falsa interpretación de la relación entre trabajo y ocupación, colo-
cando a esta última como solo posible en función de su desarrollo en la forma
15
Los pasantes son un buen ejemplo de este tipo de situación (ver el artículo de
Juan Montes Cató), así como el caso de los trabajadores no registrados. Por
otra parte, a partir de la conjunción entre las tecnologías informatizadas, las
nuevas formas de organización del trabajo y una creciente oferta de trabajado-
res de altas calificaciones, hace que cada vez más los contratados resistan a los
valores propios de la clase obrera tradicional, con culturas resistentes al sindi-
calismo y al peronismo (Battistini, 2003).
16
En el artículo de Cecilia Cross se analiza como una organización que tiende a
dar cuenta de la nueva realidad del trabajo, los desocupados, tensiona las
estructuras sindicales motivando su transformación y la de las estrategias
para la defensa de la multiplicidad de intereses que ahora toman cuerpo den-
tro de ellas.
17
En el artículo de Ana Drolas, se realiza una primera aproximación a esta
problemática y se establecen parámetros para analizar la significación de la
representación.
18
Algunas organizaciones sindicales participaron en la gestión de empresas liga-
das a la seguridad social.
Proyectos y proyecciones
19
Para el análisis de estos dos casos, así como las continuidades y rupturas con
las prácticas sindicales tradicionales ver el artículo de J. Montes Cató.
20
Las contradicciones entre las identidades construidas en función de saberes
técnicos desarrollados en la formación general y los que se deben poner en
práctica en la empresa se analizan en el artículo de M. Spinosa.
21
El artículo de Ada Freytes Frey presenta el caso de los maestros y profesores
del tercer ciclo de la Educación General Básica (EGB), en él se puede observar
un ejemplo de esta situación.
22
La utilización de este tipo de dispositivos, así como los que se hacen referencia
más abajo, es analizada, para el caso de los supermercados, en el artículo de
Paula Abal Medina.
23
“Al tiempo que responde a ciertas expectativas de los asalariados, la indivi-
dualización se asienta en la interiorización por parte de cada asalariado de las
exigencias, los objetivos y los intereses de la empresa, la adhesión a sus valores,
incluso a su ética. Múltiples procedimientos contribuyen a ello: dispositivos de
participación, formación idónea, comunicación orientada a un objetivo, etc. En
suma, el asalariado debe ponerse el mismo en situación de dirigirse como lo
harían sus superiores jerárquicos y los responsables de los métodos. Debe
inventarse permanentemente lo que los sociólogos británicos llaman una cadena
de montaje en la cabeza” (Linhart, 1997).
24
Es importante destacar que ahora, desde la estructura empresaria, se denomina
y se hace llamar “cliente interno” al que antes cada trabajador reconocía como
“compañero”. Mientras la primera figura representa lo distintivo del que me
provee lo que yo no poseo, el compañero se muestra como el que se me parece.
a las cuales pueden resistir, pero que en la mayor parte de los casos
condicionan su relación con el capital.
En el caso de los trabajadores desocupados, los dispositivos ideológi-
cos se dirigen a la estigmatización permanente para diferenciarlos de
quienes pueden acceder al empleo. Es así como se los coloca en el lugar de
los que no se adaptan, los que no cuentan con la formación adecuada, los
que no quieren trabajar, etc. En ocasiones, la pertenencia a un barrio, a un
grupo, la adhesión a ciertas costumbres musicales suele ser una forma de
diferenciarse y de ser diferenciados respecto a otros. Esto puede significar
en algunos casos la atribución, por parte de la sociedad exterior a ellos, de
parámetros de negatividad (encarnados por atribuciones negativas a las
pertenencias o costumbres), que también pueden ser incorporados por
las mismas personas como una manera de proteger su espacio y proteger-
se de los demás.25 Desde allí se encuentra cierta pertenencia colectiva que
protege desde un “nosotros” con cierta visibilidad pública.26
Lo nuevo y lo viejo
25
El artículo de M. Eugenia Longo analiza este tipo de situaciones para el caso de
los trabajadores jóvenes en empleos precarios o informales.
26
En ocasiones se suele asimilar a estos grupos como colectivos de anclaje que
permiten desarrollar formas de resistencia al sistema. Consideramos que este
carácter es difícilmente aplicable si se considera que muchas de las prácticas y
hábitos que se reproducen en estos colectivos suelen ser funcionales a los dis-
positivos de dominación del mismo sistema.
27
El caso de los trabajadores de Toyota puede ser analizado en este sentido (ver
artículo de Battistini, Wilkis).
28
Cecilia Cross analiza esta relación en su artículo, en función de los trabajadores
desocupados que fueron incorporados por una central sindical.
29
Los artículos de M. Inés Fernández Álvarez y de Verónica G. Allegrone, Florencia
Partenio y M. I. Fernández Álvarez, nos presentan como se representa el trabajo y
como viejos y nuevos instrumentos de lucha obrera son puestos en juego para
reivindicar los derechos de los trabajadores de empresas recuperadas en Argenti-
na.
30
Una tecnología o una determinada técnica en principio puede ser denominada
como nueva o moderna, pero si analizamos la evolución de la misma, sus
orígenes y la relacionamos con sus funciones y las historias de las mismas,
encontraremos que también podemos relativizar la novedad.
31
Tanto en el trabajo de A. Freytes Frey como en el de J. Montes Cató pueden
observarse dos visiones que tratan de diferenciar lo viejo y lo nuevo y su
contraste con las realidades de los mismos trabajadores, la primera desde las
Bibliografía
1. Introducción
2
En base a la problemática planteada, el estudio se basa en una estrategia
cualitativa. El análisis de las identidades previas a la reforma, de las
interpelaciones simbólicas que caracterizan la interacción maestros-profesores
en las escuelas y de las estrategias identitarias de los docentes se basa en datos
obtenidos en un estudio de casos en 8 escuelas estatales, 4 articuladas y 4
puras, en las que entrevistamos a directoras, profesores, maestros y coordina-
dores del 3º ciclo (en las articuladas). El estudio de las interpelaciones acerca
de la identidad docente que subyacen al discurso oficial sobre la reforma fue
abordado a través del análisis de contenido de diversos documentos produci-
dos por los Ministerios de Educación nacional y provincial y de los textos
referidos al 3º ciclo de la revista Zona Educativa, publicada por el Ministerio de
Cultura y Educación de la Nación.
3
Esta presentación, necesariamente esquemática, adopta la forma de dos tipos
construidos a partir de los testimonios de docentes del 3º ciclo, quienes al referir-
se a la implementación de la nueva estructura permanentemente ponen lo nuevo
en relación con su experiencia previa y con las expectativas que de ella se des-
prenden. Por otra parte, como en toda construcción tipológica, hemos simplifica-
do diferencias idiosincráticas dentro de cada grupo –maestros y profesores– y
hemos seleccionado dimensiones relevantes para la comparación, que son aque-
llas donde ambos perfiles profesionales presentan mayores contrastes.
4
Entre los profesores entrevistados se advierten diferencias entre aquellos que
estudiaron en un instituto terciario y los que lo hicieron en la universidad. Estos
últimos suelen enfatizar este hecho, haciendo alusión a su condición de “profe-
sionales universitarios”.
5
La excepción son las materias “especiales”, como Educación Física o Educa-
ción Artística. Otra excepción que se daba en el sistema anterior se verificaba en
los últimos años de la primaria, donde los maestros solían dividirse las áreas
de competencia, enseñando por ejemplo Matemática y Ciencias Naturales en
dos cursos.
relación educativa, relación que para algunos autores tiene una confi-
guración triangular, con sus vértices ocupados por el docente, el alumno
y el conocimiento (Poggi, 1995). Lo importante son las relaciones que
se establecen entre estos polos. En tal sentido, podemos decir que la
identidad de los profesores está fuertemente centrada en la relación con el
conocimiento. Por su propia formación y por las condiciones de desem-
peño de su tarea educativa, el dominio y transmisión de una disciplina
determinada constituye el eje de su imagen de sí.
En contraposición, los maestros tienden a enfatizar como núcleo de
su tarea educativa el seguimiento y acompañamiento del alumno en su
proceso de aprendizaje integral, que incluye aspectos de socialización prima-
ria, en complementación con la familia.6 Su práctica, en efecto, está
orientada hacia una formación general del niño, que abarca distintas
áreas del conocimiento y aspectos actitudinales.
Así, las expectativas acerca de la interacción con los alumnos varía
entre ambos perfiles profesionales: en el caso de los maestros es un trato
cercano, de gran familiaridad, a partir no sólo del tipo de relación educa-
tiva entre ambos, sino también del hecho que el maestro tiene sólo uno
o dos cursos a cargo a lo largo del año. En contraposición, la vincula-
ción profesor-alumno es más impersonal, al estar focalizada en el dictado
de una materia. Por otra parte, al dar clases en distintos cursos e inclu-
so en diversas escuelas, los profesores suelen tener un gran número de
alumnos bajo su responsabilidad. También es de destacar la diferen-
cia en las etapas de maduración del sujeto del aprendizaje en ambos
casos: si la primaria está dedicada a la educación de los niños, la
secundaria apunta a la formación de los adolescentes.
Estas expectativas, por otro lado, se asocian a dos culturas institu-
cionales diferenciadas. La universalidad y obligatoriedad de la edu-
cación primaria en la Argentina es un dato antiguo, no sólo en térmi-
nos legales, sino como realización concreta. Se trata, por lo tanto, de
un tramo del sistema educativo con una tradición inclusiva. Por el
contrario, la escuela secundaria responde a una tradición selectiva,
ya que por no ser obligatoria, los jóvenes que no alcanzaban los nive-
les esperados eran derivados a otros circuitos o directamente queda-
ban afuera del sistema escolar. En consecuencia, el profesor espera de
sus alumnos el manejo de determinadas competencias básicas, tanto
en términos de conocimientos adquiridos, como de hábitos de trabajo
6
La metáfora de la maestra como “segunda mamá” es una ilustración elocuente de
los mandatos sociales que ayudan a configurar la identidad de estas docentes.
7
En un artículo anterior hemos analizado en profundidad las distintas políticas,
tanto a nivel nacional como provincial, que guiaron la puesta en marcha del 3º
ciclo en esta jurisdicción (Freytes Frey, 2002 b).
8
Resolución 30/93 del Consejo Federal de Educación.
9
Un tercer modelo se registra en el caso de las ex Escuelas Normales, que
abarcan la EGB completa y el Polimodal. En este caso, la implementación del 3º
ciclo presentó menores dificultades. En nuestra muestra, sin embargo, no hay
por el momento ninguna escuela pública que responda a este esquema, que sí
observamos en las escuelas privadas, donde es el más habitual.
10
Posteriormente, esta provincia dictó una ley extendiendo en su ámbito jurisdic-
cional la obligatoriedad hasta la finalización del Polimodal.
11
Este concepto tan conocido desarrollado por Bourdieu refiere al sistema de
esquemas de percepción, apreciación y generación de prácticas, que se adquie-
12
Tal era el planteo del proyecto de ley original del Fondo de Incentivo Docente
enviado por el Poder Ejecutivo nacional al Congreso en 1997, con el objetivo
expreso de supeditar la mejora de los salarios de los docentes a su
“profesionalización”. Este esquema no prosperó ante la resistencia gremial,
escuchada por los legisladores.
13
Como lo hace la revista Zona Educativa (publicada entre 1996 y 1999 por el
Ministerio de Cultura y Educación de la Nación y distribuida a las escuelas y
otras instituciones educativas, para difundir los lineamientos de la reforma) en
su Nº 17 de septiembre de 1997.
14
Por ejemplo: “No se trata de no reconocer al docente su tarea y su experiencia”,
en la mencionada nota “Tiempo de profesionalización” (Zona Educativa, Nº 17,
1997: 28).
15
En un trabajo anterior, donde analizábamos el discurso de difusión de la refor-
ma en documentos y publicaciones del Ministerio nacional sosteníamos: “Di-
versos recursos enunciativos y argumentativos son empleados para ello [para
enunciar el discurso desde el “saber objetivo”]: la desaparición (casi total) de la
primera y segunda persona, y el amplio predominio de la tercera persona –
ocultación del locutor que suscribe el discurso a la crítica–; el uso de verbos que
tienden a resaltar la objetividad del mensaje y la independencia del mismo con
respecto a sus emisores y receptores; la apelación a cifras estadísticas para la
caracterización de situaciones” (Freytes Frey, 2002: 589).
16
Veamos dos ejemplos: a) el cumplimiento de determinadas exigencias en ma-
teria de capacitación –las cuales fueron variando en el tiempo– se transformó
en requisito para continuar enseñando en el 3º ciclo; b) en función de la dispo-
nibilidad de horas cátedra, los profesores tuvieron que hacerse cargo de áreas
que no respondían totalmente a su formación profesional (en el caso de las
áreas complejas, pero también ante la desaparición de la asignatura original,
como ocurrió con Francés o Contabilidad), para no perder su puesto.
Y, porque viste, yo... soy de exigir bastante. Y bueno, por ahí los directi-
vos dicen que hay que formar buenos seres humanos, ¿no? Pero yo digo,
bueno, que además de ser buenos seres humanos, que sean también
pensantes, ¿no? (risa) Porque uno, está bien, les da valores, les enseña
hábitos, todo lo que quieras. Pero si pueden salir buenos matemáticos, o
algún artista plástico, ¿por qué no? (Profesora de Ciencias Sociales de 8º
año, en una EGB pura).
17
Tales como embarazos precoces, inasistencias prolongadas con motivo de tra-
bajos temporarios o responsabilidades familiares de los jóvenes.
5. Estrategias identitarias
18
De hecho, un análisis más exhaustivo debería considerar otros actores de im-
portancia en el campo educativo, como por ejemplo los sindicatos docentes,
que tuvieron posturas activas durante la implementación de la reforma.
19
Recordemos que la importante inversión en infraestructura en la provincia de
Buenos Aires estuvo especialmente orientada a la ampliación de escuelas y
construcción de nuevos edificios para permitir concretar en la práctica la exten-
sión de la obligatoriedad fijada por ley. Esto implicó que se concentraran es-
fuerzos en la Educación Inicial y, fundamentalmente, en el 3º ciclo.
20
En estas estrategias, las búsquedas identitarias no están separadas de cuestio-
nes instrumentales, en el marco de profunda incertidumbre generado por la
acelerada implementación de una reforma global.
ahí ya no... la Media esa [una escuela nacional en la que enseñaba antes de
la reforma] se achicó notablemente y ya no hay cupos... Ahí está funcio-
nando nada más que un Polimodal. Y, bueno, me llevé las horas a otra
Media que sí tenía muchas horas provisionales, y como las mías eran titu-
lares, las reubiqué ahí para volver un poco a la Media, ¿no? Volver a la
fuente... (risa) (Profesora de Ciencias Sociales de 8º año, en una EGB pura).
21
Esto no garantiza necesariamente los mejores resultados educativos –cuestión
que no podemos evaluar, dado nuestro diseño de investigación–, ya que tal
adaptación a veces implica “bajar las expectativas” con respecto a los apren-
dizajes que pueden lograr sus alumnos. Pero sí se advierte una búsqueda
activa de prácticas y formas de enseñanza que respondan a las problemáticas
percibidas cotidianamente.
6. A modo de conclusión
Bibliografía
El conocimiento en la conformación
de identidades profesionales
¿Los técnicos: una especie en vías en extinción?
Martín Espinoza
Introducción
1
Sainsaulieu, R.: L’identité au travail, París, Presses de la Fondation des Sciences
Politiques, 1977.
Bourdieu, P y Passeron, C.: Les héritiers, París, Editions de Minuit, 1971.
aun cuando el ejercicio del trabajo se vea obstaculizado por las deci-
siones de política económica que favorecen la acumulación financiera
y la sustitución de trabajo vivo por trabajo muerto (Neffa, J., 2003;
Antunes, R., 2003).
El estudio de las identidades profesionales se ubica en un plano
de entrecruzamiento entre el análisis de la estructura social y la
comprensión de las lógicas de los actores sociales individuales y
colectivos. Es en la relación entre los sujetos y grupos con la socie-
dad que se configuran las identidades sociales, y al mismo tiempo,
desde ellas, los individuos y colectivos construyen la sociedad en
la cual se desenvuelven.
En toda sociedad tienen lugar acciones de clasificación que tien-
den a reducir la complejidad de las diferencias individuales a los
rasgos comunes compartidos por un grupo de acuerdo a determina-
dos atributos. “Nadie escapa a las clasificaciones en función de la
edad, el sexo, la religión, el estado civil o según cualquier otra variable
cargada de valor social. Y los calificativos dados producen efectos
reales sobre los individuos” (Rozenblatt, P., 1999). En las organizacio-
nes productivas, estos actos de clasificación toman cuerpo en la pro-
ducción de jerarquías y clasificaciones profesionales que encuentran
sustento en las calificaciones con que las personas cuentan y les son
reconocidas en la organización del trabajo mismo.
De este modo, en el interior de una organización productiva, la
calificación, el saber puesto en juego en el trabajo, condiciona el lugar
que las personas ocupan en las clasificaciones organizacionales y
éstas, que al decir de Rozenblatt, producen “efectos reales sobre los
individuos”, contribuyen a conformar su identidad en la medida que
es desde ese lugar de donde miran y son mirados por los otros.
Partiendo de la base que el trabajo se desenvuelve en un espacio de
conflicto entre individuos y grupos con intereses encontrados, este
conflicto asume las formas, entre otras, de lucha por el sentido y por el
lugar en la estructura organizacional, por la producción, circulación
y apropiación de saberes y por la construcción de identidades indivi-
duales y colectivas.
Es en esta clave que se intentará describir y analizar el caso particu-
lar de los técnicos químicos quienes surgidos, en tanto clasificación
académica, como resultado de la formación de nivel medio, se han
insertado históricamente en tareas técnicas específicas en las organi-
zaciones productivas y en la actualidad son partícipes de profundas
modificaciones en las diferentes dimensiones que hacen a la forma-
ción de su perfil profesional específico.
2
Mumford, L.: Arte y técnica, Nueva Visión, Buenos Aires, 1968, pp. 51-52.
3
Naville, P. y Rolle, P.: “La evolución técnica y sus repercusiones en la vida
social”, en Friedman, G. y Naville, P., Tratado de sociología del trabajo, //Falta
ciudad//, FCE, 1963, p. 345.
La función técnica
4
Lherier, Ph.: “Les techniciens, catégorie professionnelle ou socio
professionnelle ?”, en Informations SIDA, supplément Nº 159, mayo de 1967.
Traducción propia.
5
Touraine, A.: “La organización profesional de la Empresa”, en Friedman, G. y
Naville, P.: op. cit.
La clasificación de técnico
6
Palomino, H.: “Del pleno empleo al colapso”, en Revista de Ciencias Sociales, //
Falta completar//.
7
Si bien estos cambios comienzan a observarse desde mediados de la década del
’80, hacia finales de la misma y comienzos de la siguiente será el momento en
que se consolidan como práctica hegemónica y se vincula con la consolidación
de un modelo fundado en nuevas bases respecto de lo vigente desde el inicio
del proceso de industrialización. La re regulación de las relaciones de trabajo a
favor de las prerrogativas empresarias, la introducción de nuevos procesos y la
apertura generalizada de la economía. Si bien es necesario pensar este conjunto
de fenómenos sobre los que se hace referencia en este trabajo en términos de
procesos que se van construyendo en el tiempo más extenso de las relaciones
sociales, para el caso de Argentina y América Latina, la década del ’90 implicó
la institucionalización normativa y organizacional de las tendencias iniciadas
por la dictadura de 1976.
La formación técnica
El conocimiento técnico
8
Mandon, N. y Liaroutzos, O.: Análisis del empleo y las competencias: El méto-
do ETED, Buenos Aires, LUMEN-Asociación Trabajo y Sociedad, 1995.
por la experiencia particular del trabajo. La otra faceta del saber hacer
se halla en el proceso de producción mismo y se opone en este sentido
al conocimiento técnico y científico pues actúa como regulador social
y técnico del proceso de trabajo.
El saber ser remite, por su parte, a las actitudes y comportamientos
que son esperables para los individuos en el espacio de trabajo, vincu-
lados con el concepto de socialización profesional.
En el trabajo los distintos tipos de saberes se hallan presentes en
diferente medida. La primacía de alguno de ellos permite definir perfi-
les profesionales típicos caracterizados por tal predominio. De este modo,
un primer perfil profesional es aquel en el que priman en la interven-
ción los saberes de tipo general y científicos. Las situaciones de trabajo
son, en este caso, difícilmente codificables y se refieren a objetos comple-
jos y multidimensionales, como sería el caso de ingenieros y licenciados.
Un segundo perfil, en el extremo opuesto del anterior puede denominar-
se perfil polifuncional. Éste combina tareas de diferente naturaleza y
función, pero todas ellas ligadas al predominio del saber hacer. Se trata
de los perfiles más cercanos a los trabajadores de ejecución.
Entre ambos se presenta un perfil cuya intervención combina el
saber científico y tecnológico con el saber hacer. Se trata del perfil
técnico, fuertemente influido por la división del trabajo cuyas situa-
ciones de trabajo presentan un alto grado de modelización.
Una de las características que definen este perfil técnico es la rela-
ción con los instrumentos. Más precisamente, la transformación de
los artefactos en instrumentos (Rabardel, 1998) y la producción, en
consecuencia, de esquemas de pensamiento y de uso que permiten
descubrir la naturaleza del funcionamiento de los artefactos, las pro-
piedades de los materiales y las condiciones en las que estos procesos
de transformación son llevados a cabo.
La definición de instrumento, para referirse a los medios de trabajo
empleados, supone una posición conceptual y una mirada respecto
del proceso de trabajo que pone el acento en el hombre más que en los
recursos físicos, llamados artefactos.
9
Béguin, P. y Rabardel, P.: “Designing For Instrument- Mediated Activity”, en
Scandinavian Journal of Information Systems, 2000, 12, p. 175. Traducción propia.
10
Si bien el psicólogo soviético, elaboró el conjunto de su teoría a partir de los
estudios del desarrollo infantil, el carácter integrador del enfoque propuesto y el
énfasis que en su explicación tiene la relación con el entorno socio cultural, lo hacen
sumamente rico para pensar la producción de saberes en situaciones de trabajo.
11
Pozo, J. I.: Teorías cognitivas del aprendizaje, Madrid, Morata, 1993, p. 203.
12
Para un detalle de las transformaciones ver Pienau, op. cit.; y, del mismo autor,
“La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, en Puiggrós, Adriana:
Historia de la educación en la Argentina, tomo VIII, Buenos Aires, Galerna, 1997.
13
No se trata de negar las contradicciones y obstáculos que ofrecía esta estructu-
ra de algún modo dicotómica entre “teoría” y “taller” para con las posibilida-
des de aprendizaje, sino de reconocer que con relativa independencia de las
propuestas y estructuras en las cuales los sujetos intervienen, los mismos son
activos en la construcción de sus propios logros, visiones de la realidad e
interacciones entre los diferentes dominios del conocimiento y de la práctica.
Lo que pasa es que en esta industria es cierto, tratan de buscar a gente con
cierta preparación porque entiende más fácil las cosas, la gente menos
preparada tiene una dificultad para entender lo que se le dice. Entonces
por eso, el problema está cuando uno toma a alguien preparado para
hacer cajas, y como tiene la posibilidad de saltar a otro trabajo, se rota
mucho, si uno toma a alguien no preparado se queda toda su vida hacien-
do cajitas.
Conclusiones en tránsito
Bibliografía
Introducción
1
Agradezco muy especialmente a Julián La Rocca por las correcciones y agudas
sugerencias realizadas a lo largo de la redacción de este artículo. También a
Osvaldo Battistini, mi director de tesis de maestría, quien permanentemente
colabora en el enriquecimiento de mi proceso de formación.
2
Becaria de investigación del CEIL-PIETTE/CONICET. Docente de la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA.
3
Por cada puesto de trabajo creado en un supermercado entre 4 a 6 pequeños
empresarios minoristas pierden sus fuentes de ingreso quedando patéticamen-
te expuestos a la marginalidad. Véase Masana y Posada (1997 a y b).
4
La utilización de la noción “campos de discusión” fue inspirada a partir de la
lectura del texto “Los campos científicos” de Pierre Bourdieu.
5
Agradezco especialmente la colaboración de Karina Crivelli y Mónica Brocardo
para la realización del trabajo de campo.
6
Según datos obtenidos de la Encuesta a Trabajadores de Supermercados (ela-
boración propia). Realizada en Coto y Wal Mart. Tamaño de la muestra: 117
casos. Ciudad de Buenos Aires, agosto y septiembre de 2001.
7
Nos referimos al “Contrato de Trabajo-Formación” y al “Contrato de Práctica
Laboral para Jóvenes”. Ley 24.013. Ambas modalidades de contratación fue-
ron derogadas recién en 1998 con la sanción de la Ley 25.013
Los dispositivos
Políticas de empleo
8
Wall Mart es una cadena de supermercados internacional de origen norteame-
ricano. Se instala en la Argentina a fines de 1995. Actualmente posee en el país
alrededor de 4.000 empleados.
9
Introducidas por la Ley Nacional de Empleo sancionada el 13/11/91.
Ahora contratan por agencia porque dicen que es más fácil, que los con-
tratos son más fáciles y que los pueden echar cuando ellos quieren y los
pueden llamar cuando ellos quieren. En cambio a nosotros también nos
hicieron lo mismo, porque cuando éramos contratados temporales, pero
por Wal Mart, a todo un grupo los echaron y luego los volvieron a tomar,
era lo mismo (...) lo que pasa es que a veces disminuye mucho el trabajo
acá, hay mucha gente dando vuelta (cajera, 25 años).
10
La Ley 25.013 de 1998 deroga las siguientes modalidades de contratación:
“contratación de desempleados y ex-empleados públicos”; “contrato de tra-
bajo de tiempo determinado por lanzamiento de nueva actividad”; “contrato
de práctica laboral para jóvenes”; “contrato de trabajo-formación”.
11
Según los resultados de la Encuesta a Trabajadores de Supermercados; los
ingresos horarios promedio alcanzaban $2,91. Agosto-septiembre de 2001.
12
Los trabajadores llevan chalecos con una enorme inscripción en la que se
transcribe la frase mencionada, “en qué puedo ayudarlo”.
Políticas de empleo
13
Coto es una empresa de capitales argentinos. En 1987 abrió su primer super-
mercado en Mar de Ajó, Provincia de Buenos Aires. Actualmente posee más de
18.000 empleados en el país. Alfredo Coto de convirtió en el único dueño de la
tercera empresa de capitales nacionales de la Argentina por nivel de factura-
ción y el segundo empleador del país (Diario La Nación, 27/04/02).
14
Según resultados de la Encuesta a trabajadores de supermercados (agosto-
septiembre de 2001) el ingreso horario es de $2,09. Sensiblemente menor al de
Wall Mart que asciende a los $2,91 y al que perciben los trabajadores jóvenes en
relación de dependencia de la Ciudad de Buenos Aires que es de $5,09 (EPH,
Onda octubre de 2001).
15
También se realizaron observaciones directas, entrevistas en profundidad y
encuestas en sucursales ubicadas en el barrio de Villa Crespo y Mataderos.
16
Una pequeña parte de los cajeros posee contratos de 48 horas semanales; estos
empleados, deben fraccionar su jornada de trabajo en dos partes, como lo
expresa una de las cajeras entrevistadas “yo entro a las ocho de la mañana, a
las doce del mediodía corto y tengo que volver a trabajar desde las tres de la
tarde hasta las siete. O sea que yo no trabajo ocho horas diarias, trabajo once
horas. En ese tiempo me tengo que quedar dando vueltas, porque como vivo
lejos no me puedo volver y tendría que gastar mucha guita en viáticos”.
17
La extensión de la jornada de trabajo no es un hecho extraordinario, sino una
situación prácticamente normal. Lo más grave es, en todo caso, que este tiempo
de trabajo suplementario no se paga. Todos los empleados sostienen que es una
“ley de la empresa” el no pago de horas extras. Ese tiempo no remunerado se
compensa únicamente cuando supera los 45 minutos. Las compensaciones va-
rían aparentemente según el “perfil” de cada empleado. A algunos de ellos les
suman los tiempos suplementarios y les dan otro franco en la semana; a otros, les
devuelven las horas cuando disminuye el trabajo pero en forma fraccionada.
las articulaciones entre, por un lado, los dos componentes del disposi-
tivo ya mencionados y, por otro, la “política de la subestimación” y la
“visibilidad de un entorno externo amenazante”. Asimismo debemos
referirnos también a la particular presencia del actor sindical.
Si los dos primeros componentes podrían hacer perceptible “la in-
justicia”, la subestimación en el marco de un contexto que la empresa
vuelve amenazante para los trabajadores produce efectos muy dife-
rentes. La subestimación de los trabajadores opera de modo tal de
debilitar su autoestima; por ello la situación opresiva particular que
sufren tiende a ser vislumbrada como un problema individual fruto
de una forma de realizar el trabajo siempre “defectuosa”. Esta política
se refuerza en un contexto donde, por los altos niveles de desempleo,
todo trabajador resulta prescindible. La política de la subestimación
se transforma entonces en una amenaza de exclusión que resulta pal-
pable a partir de los altos niveles de rotación que se registran en la
empresa. Por último, la rotación trae aparejada otras dos consecuen-
cias que también inciden sobre la imposibilidad de constituir una
identidad colectiva: por un lado, genera una permanente ruptura vin-
cular entre los trabajadores, el trabajador sufre así el extrañamiento
del colectivo de trabajadores del que forma parte. Por otro lado, la
rotación –además de impedir la perdurabilidad temporal de los vín-
culos– deconstruye la posibilidad de proyección de los trabajadores
en esos espacios del trabajo.
Por último, el sindicato –en estos contextos– aunque presente, no
puede gestar un discurso performativo. En algunos casos los trabaja-
dores denuncian que su accionar resulta funcional a los intereses de
la empresa.18 De esta forma tiende a reforzar “la legitimidad del con-
trol actuando como institución mediadora del disciplinamiento so-
cial y laboral” (Castillo Mendoza, 1990). Otros trabajadores afirman
que sólo resuelven problemas puntuales de índole administrativa y
que la imposibilidad de que vehiculicen demandas de fondo es conse-
cuencia del accionar de la empresa que también recae sobre los dele-
gados sindicales.
18
Uno de los trabajadores entrevistados expresaba que en el marco de una re-
unión de cajeros convocada por la empresa, una delegada sindical –frente a
demandas realizadas por los trabajadores para que se arreglaran los scanners
de las máquinas registradoras– afirmó que el problema era en realidad que los
cajeros no sabían trabajar: “entonces fue y se sentó una de las cajas que se usan
para la capacitación y dijo así se debe hacer el trabajo ...”
Posdata
Bibliografía
Introducción
1
Investigador del CONICET. Coordinador del equipo sobre Identidades y Re-
presentaciones del CEIL-PIETTE del CONICET (Saavedra 15, 4° Piso, 1083
Ciudad de Buenos Aires). Docente de la Universidad de Buenos Aires.
battisti@mail.retina.ar.
2
Becario del CONICET. Miembro del equipo sobre Identidades y Representaciones
del CEIL-PIETTE del CONICET (Saavedra 15, 4° Piso, 1083 Ciudad de Buenos
Aires). Docente de la Universidad de Buenos Aires. arielwilkis@sinectis.com.ar.
Toyota en Argentina
3
Al momento de realizar este artículo se estaba desarrollando la producción del
año 2003.
4
El SPT consiste en una red de distribución en el seno de la empresa y entre sus
proveedores. Se basa en la idea de T. Ohno de “producir aquello que se haya
vendido”. El punto de partida es el pedido emanado del cliente, a partir del
cual se establece el plan de producción de Toyota y se da todos los días la orden
de fabricación de automóviles a la cabeza del taller de carrocerías, desde donde
se comienza el sistema de órdenes de producción en toda la planta, así el
sistema se desarrolla desde allí hasta el taller de montaje final. Cada una de las
autopartes necesaria para el montaje es entregada por los proveedores internos
y externos siguiendo las reglas del justo a tiempo (Shimizu, 1999).
El tema está en que sigue siendo más eficiente y resume mejor los proble-
mas cuando el operario en vez de ir a la comisión interna va a su supervi-
sor... Ese canal es mucho más aceitado. Parte del sistema de producción
de Toyota está organizado así, que el supervisor no sólo resuelve los
problemas de producción, sino los personales, de cualquier índole. En-
tonces, está tan arraigado en la cultura el mando japonés que un supervi-
sor cuando pide algo para un operario es razonable, instantáneamente se
resuelve. En cambio cuando viene vía delegados, lamentablemente siem-
pre algún filtro tiene que pasar... La pregunta es: ¿por qué me lo pedís vos
(por el delegado) y no me lo pide el operario directamente? Entonces, a
veces termina siendo un poco más largo el camino vía comisión interna
que vía supervisor.
ejemplo) que les transmitan una cultura o tradición laboral. Los pro-
pios delegados se asumen bajo estas características cuando enuncian
las dificultades para entablar el trabajo sindical sin una base previa
de conocimientos en lo que refiere a los asuntos gremiales. Enfrenta-
dos a su propia falta de experiencia, a un colectivo desprovisto de una
valoración sindical y a un sistema de trabajo que canaliza directa-
mente la relación trabajador-empresa, los jóvenes delegados buscan
mecanismos para ampliar el estrecho margen de acción que tienen. En
este caso, la crisis de la obra social afectó más que en otros la tasa de
afiliación ya que para gran parte de los trabajadores es el principal
vínculo con lo sindical. En palabras de un delegado: “el sindicato
funciona como una garantía, pero en Toyota no nos hemos organiza-
do de tal manera que el trabajador crea que nosotros podemos mejorar
su condición de vida”.
La ausencia de conflictos representa para los delegados una situa-
ción ambigua. Si bien la preservación del empleo es fundamental esto
no resulta como producto de una intervención del sindicato sino de la
estrategia de la empresa5 de generar confianza en el trabajador y afian-
zar el sistema de producción.
En un primer momento, la relación entre los directivos de la empre-
sa y el sindicato central era más corriente y fluida, seguramente como
derivación de la firma del convenio y la ausencia de una representa-
ción clara en la planta. A medida que la CI se fue afianzando en su
espacio, los delegados se convirtieron en interlocutores de los directi-
vos para las relaciones laborales cotidianas y se espaciaron los con-
tactos con la delegación y el sindicato central. Según la GRH, esto
último ocurrió debido a que los delegados de la CI “viven el día a día
en la planta” y, por lo tanto, conocen los parámetros culturales esta-
blecidos por Toyota, lo cual contrasta con la mirada externa que puede
tener un dirigente sindical externo.
Está claro que los miembros de la comisión interna por edad, por su
credenciales educativas y por pertenecer a una empresa con las carac-
terísticas de Toyota, tienen un habitus singular si lo pensamos en rela-
ción a delegados de otras empresas o a los mismos dirigentes de
SMATA. Cierta incomprensión se deja traslucir entre estos niveles.
Incluso los delegados nos han hablado de que en reuniones sindi-
cales con otros miembros de comisiones internas ellos eran vistos al
5
“El puesto de trabajo no es una preocupación (del sindicato), está cuidado por
la empresa”.
6
Hasta la promulgación de la Ley 25.250, en el año 2000, la existencia de formas
promovidas de contratación permitía el establecimiento de contratos anuales o
bianuales.
7
En este caso hacemos mención al hecho que en algunas empresas se impulsa a
los trabajadores a subir a escaleras con los ojos vendados y a arrojarse al vacío,
mientras el resto de sus compañeros los esperan debajo para detener su caída.
Otra manera es hacer que un grupo de trabajadores deba pararse en forma de
círculo mientras otro de entre ellos debe colocarse en su centro y balancear su
cuerpo, dejándose caer hacia los lados, contando con la “confianza” que el
resto lo detendrá antes de caer al suelo.
8
En ninguno de los dos casos queremos afirmar que en todas las empresas de uno
u otro origen del capital estos modelos se apliquen en forma pura, solamente
podemos decir que lo que indicamos corresponden a sus rasgos principales.
Los viejos van viendo que uno va creciendo, se quedan más tranquilos,
ven que la educación que le dieron a su hijo realmente fue para bien y
no para mal. Ellos se deben sentir bien que uno no agarró para mal
lado. Hay tantas cosas dando vueltas, la droga, tanta gente robando,
uno siempre le dio para el lado del laboro, por más que haya ganado
poco al principio y que laburaba 12, 16 horas y siempre le di para ade-
lante, así que creo que debe pasar por ahí la alegría de ellos (trabajador
de Toyota, 29 años).
Yo, como team leader trato de sacar lo bueno de todos. Cuando entré,
que era team member, que tenía un team leader que tenía mucha inteligen-
cia, era muy bueno, sabía muy bien lo que era un liderazgo. De él tomé
todo lo bueno y lo malo lo dejé aparte. A él después lo echaron, se
empezó a manejar mal. Yo con él conversé dándole un consejo. (...) Él
manejaba mal la gente, tenía problemas con la gente del equipo, con la
gente de arriba, faltaba... yo veía que a él no le iba a hacer nada bien. Él
me dijo que él sabía lo que hacía y yo di por cumplida mi tarea, de ahí en
más cada uno es grande y sabe lo que hace. Él dijo que sabía y le fue
mal... antes él siempre te estaba empujando para que dieras más... (tra-
bajador de Toyota, 29 años).
Ya te digo: tuve un problema, que por ahí fue muy tonto, tuve un proble-
ma en la vista, empezaba a ver nublado y le pedí al sindicato que por
favor me de unos vales para ir al médico, la empresa me daba permiso
para ir al médico... No, no, tenemos... Necesito uno (como rogando)... no
tenés que comprar la chequera que sale ochenta pesos, pero necesito
uno, no voy nunca (como rogando)... no sé cómo son los tratos, ojo que
hay que respetar eso... la cuestión es que no me lo pudieron dar... La
EMPRESA, mi supervisor habló con RR.HH, me dieron $50 y me fui a la
consulta yo. Entendés por qué la... está bien, lo hará bien la empresa, lo
hará bien, pero yo ya estoy del lado de la empresa que del sindicato
(trabajador deToyota, 25 años).
Por otra parte, si bien para ser trabajador de Toyota hay que “adap-
tarse” mentalmente a los métodos y técnicas del STP, también hay que
estar preparado físicamente a un gran esfuerzo diario, por el fuerte con-
tenido manual de las actividades. En este sentido, podemos afirmar que
los trabajadores ponen mente y cuerpo al servicio de la empresa.
Aparentemente, la identidad que propone la empresa puede ser in-
corporada si se dispone de condiciones “corporales” que permitan ac-
tuar con éxito en ella. En un marco de fuerte exigencia física el cuerpo y
su preparación son soportes “no conscientes” de la afirmación identitaria
de los jóvenes trabajadores. En este sentido el cuerpo está “disponible”
para el compromiso con la empresa. ¿Es posible pensar en ser un traba-
jador de Toyota con 20 kilos de más y una lentitud parsimoniosa?
siempre una obra social, que allá en Quilmes me quedaba sin obra social
tres meses, un aporte jubilatorio, etc..., una fábrica nueva en la cual tenía
posibilidades de progreso, entonces, dije, me tengo que quedar acá y ver
(trabajador de Toyota, 29 años).
9
Mientras los premios siempre se exponen a la vista de todos los trabajadores
y como reaseguros del consenso que se quiere generar, los castigos son sutil-
mente ocultados y sólo se constituyen en una amenaza que parece lejana.
Éstos sólo pueden aparecer si no se cumplen las premisas impuestas por la
empresa, cosa que, ante los beneficios que se otorgan a cambio, nadie puede
imaginar que así no se haga.
...visto con otras relaciones que he tenido de trabajo, es como una FAMI-
LIA. Sí, porque temas de compañeros de trabajo mío me lo comenta a mí
y podemos comentar los problemas y la comunicación es muy abierta
(trabajador de Toyota, 27 años).
de seguridad y, a su vez, refuerza todas las ideas en ese sentido que los
trabajadores traían de su historia anterior.
Conclusión
Bibliografía
10
En los años sesenta, en nuestro país, un programa de televisión denominado
“La familia Falcón” retrataba la vida de una típica familia de clase media.
Dicho programa estaba auspiciado además por la empresa Ford Motors de
Argentina.
1
Este trabajo hubiese sido imposible sin la contribución de trabajadores, delega-
dos y dirigentes sindicales que me brindaron su tiempo y respondieron con
paciencia mis preguntas y cedieron con enorme amabilidad documentos, bole-
tines y comunicados de sus archivos personales. A su vez, agradezco los co-
mentarios y agudas recomendaciones de Paula Abal Medina y Osvaldo
Battistini, colegas y amigos, con los que comparto el anhelo porque nuestras
reflexiones contribuyan a la comprensión de las relaciones de trabajo y funda-
mentalmente sean un recurso más para luchar en pos de la mejora en las
condiciones de vida de los trabajadores.
2
Becario del Ceil-Piette-Conicet y docente de la UBA. montescato@com4.com.ar.
Introducción3
3
El presente escrito retoma algunas ideas formuladas en “Sindicalismo y orga-
nizaciones de pasantes. Estrategias de disciplinamiento empresarial y resisten-
cia de los trabajadores precarizados”, en Fernández, Arturo (comp.): Sindica-
tos, crisis y después. Una reflexión sobre las nuevas estrategias sindicales argentinas,
Buenos Aires, Biebel, 2002.
4
Castillo Mendoza (1990) distingue cuatro categorías para analizar las políti-
cas de fuerza de trabajo o de mano de obra: la política salarial; la política de
personal; la política de empleo y el funcionamiento del mercado interno.
5
En algunas empresas públicas estos argumentos se emparentan con una polí-
tica de vaciamiento que tenía como objetivo (además de los actos de corrupción
proceso sin reparar en la significación que tuvo para los sectores do-
minantes. A través de ellas se logró converger los intereses de los acree-
dores externos y del capital concentrado radicado en el país, pero a
costa de un modelo que privilegió la valorización financiera de redu-
cidos sectores y la marginalización de los sectores populares en la
distribución de los excedentes producidos. En este sentido, el proceso
de privatización implicó un nuevo mercado para el sector privado y
un renovado avance tendiente a erosionar los ámbitos de influencia
del Estado.
En términos generales el programa privatizador tuvo múltiples
deficiencias (acentuadas en el caso de Entel) que abarcan la
subvaluación de los activos, baja difusión de la oferta y nulos o
ineficientes entes reguladores de los servicios transferidos. Sin embar-
go, en términos políticos los objetivos estratégicos perseguidos fueron
alcanzados a través del apoyo de la “comunidad de negocios” y fun-
damentalmente resolviendo la tensión existente entre los grupos que
conformaban el sector dominante a través de la transferencia de nue-
vos mercados de negocios, prácticamente libres de controles.
La privatización de Entel, por lo tanto, se desarrolló en el marco de
un conjunto de propuestas neoliberales que tendieron a consolidar un
nuevo patrón de acumulación que produjo una modificación en la
relación capital-trabajo, pues facilitó que el capital imponga nuevos
comportamientos sociales y despliegue una dinámica que provocó el
predominio del capital sobre el conjunto de los trabajadores. Esto se
manifiesta claramente a través de una regresividad en la distribución
del ingreso y en un aumento de la exclusión social.6 Pero a su vez, en
los espacios laborales se manifestó a través de una profunda
precarización y flexibilización de las relaciones de trabajo.
Un dato sumamente esclarecedor de la incidencia del proceso de
ajuste sobre el conjunto de los trabajadores de Entel refiere a los cam-
bios en el número de la dotación que conformaba la empresa, la dismi-
nución del plantel entre 1988 y 2000 rondó el 50% (de 46.823 pasó a
24.131 sumadas las dos empresas). En los períodos que abarcan los
años 1991-1994 y 1996-1997 se registran las etapas de mayor dismi-
nución de la plantilla de las empresas, lo cual está relacionado con
Empresa Año
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000
Telecom 69,8 66,6 63,3 58,8 52,8 53,6 46,2 32,2 34,8 34
600
500
400
300
200
100
0
1990 1992 1994 1996 1998 2000
productividad dotación
40
30
20
10
0
edad antigüedad
1989 2001
ser inferior a tres meses” (artículo 3). Todos estos cambios y alteracio-
nes de la normativa sumado a un inexistente control y supervisión
por parte de las casas de estudio como del Ministerio de Trabajo han
dado lugar a innumerables irregularidades cometidas por los
empleadores que utilizan esta situación para manejar de manera dis-
crecional la fuerza de trabajo.
Si bien la implementación de diversos tipos de vínculos contrac-
tuales contribuyeron a obturar la homogeneidad que había caracteri-
zado a la fuerza de trabajo durante décadas, hay que analizar otros
factores de carácter simbólico para comprender la profundidad de
las políticas desplegadas por las empresas. En efecto, la distinción
también operó gracias a la diferenciación generacional entre “trabaja-
dores nuevos y viejos” o más precisamente entre los “ex-Entel y los
trabajadores de Telecom y Telefónica”.
Este proceso de diferenciación se manifestó en las empresas estu-
diadas a través de la estigmatización. Para ello la empresa construyó
una imagen estigmatizada del trabajador que había desarrollado sus
actividades desde la época de la empresa Entel. Estas construcciones
no permiten ver al otro en cuanto totalidad y lo reducen a un ser infi-
cionado y menospreciado. A partir de la valoración de un solo atribu-
to se le asigna a la persona una serie de características asociadas que
tienden a desvalorizarlo y a generar un descrédito amplio. Si bien el
estigma refiere a una característica, no puede ser comprendido en tan-
to el atributo en sí mismo sino que está inscripto en determinadas
relaciones, es decir el estigma responde a una construcción social que
se realiza de él. Goffman, plantea que el término estigma es utilizado
para hacer referencia a “un atributo profundamente desacreditador;
pero lo que en realidad se necesita es un lenguaje de relaciones, no de
atributos. Un atributo que estigmatiza a un tipo poseedor puede con-
firmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni
ignominioso en sí mismo” (Goffman, 1989: 13).
La dinámica de diferenciación vía estigmatización se desarrolló de
diversas formas. Entre ellas se destacan: apartar físicamente a los tra-
bajadores para no permitir el contacto con los trabajadores que ingre-
saban a la empresa y la acción de difusión a través de los cursos de
capacitación y de divulgación cotidiana.
Una de las acciones llevadas por la empresa consistía en separar a
los trabajadores más antiguos de aquellos que entraban por primera
vez en la empresa. Esto se acentuaba si el primero había tenido algún
tipo de actividad gremial o sindical. En relación a este aspecto un
trabajador recuerda:
Yo tenía que sacar las tapas, pasarles un trapo; venían, miraba si brillaba
o no brillaba... “límpiela de nuevo”. Continuamente encerrado en el sa-
lón limpiando tapas y hubo un período que como no les alcanzaba con
eso, no dejaban que yo firmara el libro donde firmaba la gente porque
dicen que era un elemento conflictivo, perturbador, entonces me hacían
firmar el libro en otro lugar y además de eso, en un momento dado, ya
no le alcanzaba con eso y me tuvieron durante seis meses más o menos,
encerrado en una secretaría soldando fusibles, los fusibles de la central...
y no me dejaban hablar con la gente... como yo me manejaba con el
teléfono, me lo cortaron (delegado sindical).
Lo que pasa, Jorge, es que nos juntaron un día antes que cayeras vos con
la Jefatura y nos dijo “tengan cuidado con el que viene porque es un
elemento conflictivo, polémico, traten de no juntarse mucho, tengan cui-
dado”. Prácticamente te presentaban como que vos eras la reencarnación
de Santucho, más o menos así (delegado sindical).
7
Esta interpretación busca que el trabajador interiorice como una explicación
plausible el argumento por el cual la causa de su infortunio presente se debe a
malas elecciones individuales en el pasado. La tendencia a buscar razones
individuales donde claramente existen causas sociales también se verán
reflotadas desde mediados de los noventa cuando la desocupación alcance
valores insoportables. En efecto, la incapacidad para explicar la situación de la
desocupación como producto de determinadas políticas sociales ejerce un
poder significativo a la hora de desarrollar acciones colectivas.
8
Debemos agregar que el embate de la empresa hacia el sindicato se vio facilita-
do (a modo de hipótesis podríamos decir alentado) por las tensiones entre
FOETRA Buenos Aires y la Federación (FOEESITRA). Las tensiones dentro del
espectro sindical entre el sindicato FOETRA y FOEESITRA se resolverá en
pasantes no les dan bolilla, como no estamos dentro del sistema de los
convenios... hay notificaciones, uno ve en las carteleras notificaciones
del sindicato pero no... a los pasantes mucho la empresa no nos deja
participar...”, lectura similar realiza un dirigente sindical que destaca
que a pesar de los avances “es un lugar donde el Sindicato hace poco
pie, producto de que son todos chicos nuevos y más bien estamos
intentando entrar a través de los propios pasantes”.
Sumado a las dificultades presentadas para lo delegados al mo-
mento de representar a los trabajadores en general y a los pasantes en
particular, en las empresas así como se estigmatizaba al trabajador de
mayor antigüedad también se producía la misma dinámica cuando
un trabajador contaba con el apoyo del sindicato: “se lastiman un
dedo y viene el sindicato a quejarse”. Lo que se ponía en juego es que
el hecho de respetar lo acordado en los convenios colectivos de trabajo
o aquello que está garantizado por la ley era menospreciado y utiliza-
do para reforzar la imagen del sindicato como un actor que pone tra-
babas a la producción o al “normal funcionamiento de la actividad”.
De ahí, como se sostiene más arriba, la insistencia en la cooperación
por sobre la dimensión conflictiva de las relaciones de trabajo es otro de
los rasgos característicos de esta forma de disciplinamiento, que hunde
sus raíces en interpretaciones de las relaciones entre el capital y trabajo
donde lo conflictual es concebido como patológico y disfuncional a los
objetivos de excelencia. La eliminación del conflicto y eventualmente,
de sus supuestos gestores (los sindicatos) aparecen entonces ante algu-
nos empresarios como la única opción para allanar el camino a la
implementación de las nuevas pautas de gestión de la fuerza de trabajo.
Para ello también ejerce un rol fundamental el tipo de mano de obra
que era incorporada a las empresas, pues ingresaba:
9
Existe una tendencia a disponer el trabajo al capital a través de diversas técni-
cas, estas formas de control, no han asumido las mismas características a los
largo del tiempo. De este modo en cada momento histórico (espacio-temporal)
se recurre a diversas formas de disciplinamiento. Una de las primeras formas
asumidas fue el control directo; sin bien no dejan de estar presentes en las
modernas organizaciones se complementan con dispositivos de control que
dificultad la visualización de la dominación.
10
Esta misma conducción es la que abrió la posibilidad (entre otros factores) a la
privatización de la empresa Entel y posibilitó la negociación posterior de un
convenio colectivo de trabajo altamente flexibilizado. Para analizar las cláusu-
las negociadas, ver Montes Cató, J. (2002).
11
El uso de las pasantías tendían de manera exponencial a extenderse como
forma de vinculación de los trabajadores con la empresa.
12
El boletín comenzó a llamarse Ese idiota útil en referencia a los pasantes y tuvo
continuidad en sus diversas versiones La semilla de la discordia; El dedo en la llaga
o La grieta. Si bien el contenido y el momento en que surgen marcan sus parti-
cularidades, todos mantienen una misma matriz.
13
Probablemente los acontecimientos nacionales que se vivieron en esos días han
condicionado el desarrollo y desenlace del conflicto que se desató entre los
pasantes y la empresa Telefónica de Argentina S.A. Este tema nos remite a la
discusión acerca de la importancia jugada por los contexto nacionales sobre las
relaciones que se producen en espacios laborales específicos.
14
Desde luego no se pretende menospreciar el hecho que más de cien trabajado-
res mantengan su fuente de trabajo.
Conclusión
Bibliografía
Otras fuentes
Bauman, 2003: 20
*
Licenciada en Sociología. Miembro del equipo sobre Identidad y Representa-
ciones del CEIL PIETTE del CONICET. Docente de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad del Salvador. Dirección de correo electrónico:
meugenialongo@yahoo.com.ar.
1. Introducción
1
Cuya profundización se inicia, en nuestro país, a partir de 1989 con la ley de
reforma del Estado. Sin embargo, el patrón intensivo de estos procesos se
desarrolla a partir de la década del setenta.
2
Así como las tasas de actividad crecieron para la mayoría de los grupos según
sexo, edad, nivel de ingresos, las tasas de empleo se incrementaron para las muje-
res y disminuyeron para los jóvenes, debido a su baja empleabilidad (lo que
equivale a un insuficiente nivel de calificaciones). El monto de los ingresos dismi-
nuyó (cayó el salario real individual y creció el familiar por el incremento del
número de perceptores por hogar); y aumentaron la diferencias entre estratos en la
distribución de ingresos. La informalidad fue mayor, aumentó el cuentapropismo
y predominó la precariedad. El empleo no registrado siguió creciendo, al igual que
las consecuencias del trabajo precario, la duración de la jornada de trabajo, el
desempleo (que aumentó, principalmente, entre los de menores ingresos y entre
mujeres y jóvenes) y la pobreza e indigencia (Neffa, 1999).
3
De hecho, para octubre de 2002, un 58,3% de los jóvenes de entre 15 y 29 años
del GBA trabajaban o buscaban un trabajo (es decir, se encontraban activos).
Del total de esos activos, un 25,3% estaba desocupado, valor que ascendía a
37,6% si se analizaba el grupo de jóvenes pobres (a diferencia del 18,8% de
desocupados que existe entre los jóvenes no pobres). Este valor se vuelve más
crítico si se considera que más de la mitad (el 57,7%) de los jóvenes es pobre,
condición que se acentúa a medida que baja la edad sobre la que se hace la
medición. Elaboración propia, en base a datos obtenidos de la Encuesta Per-
manente de Hogares (EPH) de octubre de 2002, INDEC-Ministerio de Econo-
mía (www.indec.mecon.gov.ar).
La identidad
4
Es decir, se dirigen a sujetos que poseen la capacidad y la conciencia para
elaborar e interpretar dichas representaciones.
5
Traducción propia.
3. Trabajo e identidad
6
Las definiciones hechas por otros y la propia pueden no coincidir y hasta
enfrentarse.
7
Utilizaremos en algunas circunstancias las palabras con las que los jóvenes
estudiados se refirieron al trabajo, debido a que la mayoría de las variables de
análisis se construyeron inductivamente de esa forma.
8
Esto puede observarse en un análisis de las relaciones dentro de otros campos de
acción (la escuela, la familia, organizaciones sociales y políticas, y el barrio) que
no fueron abordados en este artículo, aunque si fueron parte de la investigación.
9
Ésa es la forma en que Marc Augé se refiere a los lugares propios de la moder-
nidad: lugares donde circulan individualidades solitarias, donde reina lo pro-
visional y lo efímero. Según este autor, un lugar puede definirse como lugar de
identidad, relacional e histórico. Por eso un espacio que no puede definirse
según estas características (es decir, ni como espacio de identidad ni como
relacional ni como histórico) definirá un no lugar (Augé, 1998).
10
Objetivamente, el trabajo acompaña (como efecto o causa) los puntos de in-
flexión de sus vidas: dejan la escuela porque comienzan a trabajar, comienzan
a trabajar porque queda embarazada su novia y a raíz de ello forman su pareja
y su familia actual, comienzan a trabajar porque desean independizarse de sus
familias. Pero además, y en términos del significado que le otorgan, el trabajo
les permite expresarse, realizarse, sobrevivir, sostener a sus seres queridos,
desplegar otros roles como el de proveedor, padre o pareja, etc.
11
Aun cuando uno pueda argumentar que la capacidad de resistencia y reacción
por parte del sujeto es lo suficientemente importante como para compensar el
desgaste y desintegración producidos por los procesos analizados, lo cierto es
que toda recomposición se asienta sobre una descomposición previa que es
imposible borrar del mapa biográfico de estos jóvenes.
12
Decir algo así equivaldría, no solamente, a contradecir nuestra definición
relacional de identidad, sino, a anular la dimensión social de constitución de
los sujetos.
13
El análisis de los demás ámbitos de relaciones sociales no fue incluido en este
artículo, pero ha sido un producto lateral de la investigación general.
14
Como es el caso de las estudiadas. Las historias de estos jóvenes están envuel-
tas en múltiples rupturas con su entorno y consigo mismo en tanto objeto de
reconocimiento y de valorización social, y además, están caracterizadas por
procesos de socialización fuertemente cargados de violencia simbólica, contra-
producentes para la integración social. Sus biografías están hechas de golpes
estructurales, como la pobreza, la marginalidad, el maltrato familiar, la deser-
ción escolar, la violencia institucional; y de quiebres más personales como la
migración, el abandono, la delincuencia, el paso por la cárcel, las adicciones, o
abusos sexuales. Pero también están sedimentadas sobre intentos de
recomposiciones biográficas, como la conformación de su familia actual, el
nacimiento de sus hijos o la búsqueda de un trabajo, que son vividos como
apuestas individuales de restauración de una continuidad identitaria reitera-
damente quebrantada.
15
No estamos desconociendo con esta afirmación, que esas “chances
interpretativas” de los sujetos están también condicionadas por el marco social
e histórico al que pertenecen. Recursivamente las formas de apropiación cobran
sentido en el marco de fuertes condicionamientos objetivos.
Reconocimiento
16
Otro ejemplo similar es la resignificación que opera cuando el debilitamiento de
las relaciones producto del individualismo creciente, que resulta en una mayor
reclusión sobre sí y sus parejas, termina siendo una oportunidad para otorgarle
a estas últimas un nuevo valor, sobre el cual reconstruirse y aceptarse.
17
De hecho, gran parte de los jóvenes anhelan su paternidad porque significa una
chance para rehacer su propia historia.
Definiciones de sí
18
Síntesis entre actos de atribución de categorías sociales y actos de apropiación
y producción de esas categorías.
19
Sobre todo si se coincide con Claude Dubar, que la identidad narrativa es una
construcción en situación, por parte del sujeto, de una cronología y una síntesis
de experiencias significantes a las que el propio sujeto otorga valor.
Acción colectiva
del protagonismo que se tiene sobre los sucesos de la realidad. Por eso
la no existencia de una concepción de futuro, o mejor dicho, la presen-
cia de una imagen de un futuro oscuro, a corto plazo y muy poco
asible es acorde con las tres principales hipótesis que habíamos pre-
sentado anteriormente: la fragilidad vincular, las imágenes negativas
de sí junto a la falta de reconocimiento y la desaparición de un sentido
colectivo compartido.
Debido a ello, nuestras conclusiones sólo pueden derivar en más
preguntas cuyas respuestas demandan nuevas investigaciones. ¿Qué
les queda a los jóvenes si las tradicionales vías de integración, como el
trabajo, están caracterizadas por la precarización y la intermitencia?
¿Qué les queda a los jóvenes en un marco de desintegración que los
encuentra aislados y sin soportes colectivos estables? ¿Qué les queda
a los jóvenes cuando lo único que le ofrece la sociedad es un reconoci-
miento que los estigmatiza? ¿Qué les queda a los jóvenes si el futuro
ha dejado de tener existencia como “posibilidad” en sus vidas?
Socialmente, la niñez y la juventud representan el futuro de una
sociedad, ¿qué puede esperarse si en cambio son sus jóvenes los que
dejan de representarse el futuro? O ¿qué le queda a la sociedad (a sus
normas y sus instituciones) si las futuras generaciones no se piensan
parte del todo que las produce y sostiene?
Bibliografía
Presentación
*
Una primera versión de este artículo ha sido presentada en el XXIV Congreso
Latinoamericano de sociología realizado en Arequipa (Perú) del 4 al 7 de
noviembre de 2003. Agradecemos a todos los miembros del Area “Identidad y
representación” del CEIL-PIETTE por compartir con nosotras un ámbito de
ricas discusiones e intercambios, y en especial a Osvaldo Battistini y Ada
Freytes Frey por sus valiosos comentarios a nuestros borradores.
**
Lic. en Sociología de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina),
maestranda en Ciencias Sociales del Trabajo (UBA). Becaria del CONICET con
sede en el CEIL-PIETTE y docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación de la UNLP. mbusso@ceil-piette.gov.ar
***
Lic. en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina)
maestranda en Investigación en Ciencias Sociales (UBA). Becaria del CONICET
con sede en el CEIL-PIETTE y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires. dgorban@ceil-piette.gov.ar
Calvino, 1998: 18
Margel, 2000: 1
1
Según datos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos.
De lugares y feriantes2
2
En nuestra investigación tomamos en consideración tres tipos de ferias: artesa-
nales, de frutas y verduras, y de “ex vendedores ambulantes”. Las ferias artesa-
nales nuclean a aquellas personas que venden productos por ellos realizados,
transformando la materia prima con su propia fuerza de trabajo y con escaso (o
nulo) uso de tecnología. Las ferias de frutas y verduras funcionan rotativamente
en distintos lugares preestablecidos de la ciudad. En ellas arman sus puestos
aquellos pequeños productores y/o revendedores de frutas y verduras adquiri-
das en el Mercado Central de la ciudad, o en alguna chacra o quinta de la zona.
Finalmente. Lo que hemos denominado ferias de “ex-vendedores ambulantes”
refiere a aquellos espacios públicos donde establecen sus puestos de venta fijos
o semi-fijos los trabajadores que anteriormente comercializaban ropa, Cds y
“baratijas” en forma ambulatoria en la vía pública y que a partir de la prohibi-
ción de dicha actividad se han agrupado en determinados radios.
3
Es el protagonista de “El cuento de Navidad de Auggie Wren” de Paul Auster
(en Smoke & Blue in the face, Barcelona, Anagrama, 1995). Auggie era un “artis-
ta” que desde hacía 12 años sacaba todos los días, y a la misma hora, una foto
exactamente a la misma esquina, lo cual le permitía apreciar sutiles diferen-
cias, que con el tiempo se transformaban en significativos cambios del mismo
“espacio público”.
4
La ciudad de La Plata se fundó en el año 1882.
5
La ordenanza 6.147 marca los límites para la ocupación de la vía pública. Sólo
está permitido el usufructo de parte de la vereda a los bares y cafeterías que
pagan un canon a la Comuna para colocar mesas y sillas, y a los puestos de
diarios y flores autorizados.
6
Las ordenanzas 9.338 y 9.177 son las encargadas de regular la actividad en las
distintas ferias artesanales de la región.
7
En diciembre de 2001 se aprobó la ordenanza que regula la actividad en las
“ferias francas de la ciudad”.
8
La primera “Feria de La Plata” (tal como se denominó) fue inaugurada el día
del XI aniversario de la Fundación de la ciudad, el 19 de noviembre de 1893, y
se emplazó “en la Avenida 53 entre las Plazas Legislatura y Municipalidad”
(como consta en la Ordenanza sobre Ferias de octubre de 1893). Por su parte la
Asociación de Feriantes, (la actual “Asociación de Verduleros, Fruteros y
Feriantes de La Plata”) fue fundada en 1952.
9
En ese contexto surge la UPA: Unión Platense de Artesanos, hoy denominada
UPAI “Unión Platense de Artesanos Independientes”.
10
Los nombres de todos los entrevistados han sido modificados para garantizar
el anonimato de los relatos.
...el horario para armar (el puesto) es a la una. Vos podés ir a las diez de la
mañana, pero bueno, hasta la una es el horario tope, y ahí a veces hay
gente visitante que llega a las 10 de la mañana, porque el visitante se
puede anotar hasta las 12, para ver si hay lugar. Si un permisionario o un
titular llega a las 2 y media, a las 3 de la tarde, le está faltando el respeto a
esa persona que está esperando desde temprano para tener lugar. Bueno,
con aviso, o que te pase una o dos veces está bien, pero hay gente que
continuamente... Ahora se tomó así como forma de mejorar eso, bueno,
si no llegás a la una se te ocupa el puesto, pero eso también a veces nos
trajo problemas a nosotros, porque vienen y te reclaman “eh, ¿cómo me
vas a ocupar el puesto?”. Ahora ya saben que tienen que venir o avisar
que van a llegar un ratito más tarde (Alejandro, Feria de artesanos).
...Lo que pasa es que los puestos de acá son para artesanos, no para
reventa. Tiene que ser así. Esto es para artesanos, los que revenden tienen
otro lugar para vender. Nosotros respetamos al revendedor en su lugar,
pero que nos respeten nuestro lugar y que no se metan los revendedores
(María, Feria de artesanos).
alguien que te comenta “mirá, podés poner algo ahí en tal lugar, en tal
sitio, y bueno, uno prueba y por eso estamos acá (Cristina, Feria de ex
vendedores ambulantes).
... (la idea de trabajar como artesana) empezó porque yo estudié plástica,
y bueno, primero de la necesidad de enmarcar mis obras para llevarlas a
muestras y ese tipo de cosas, y como él se da maña para este tipo de cosas,
y como enmarcar es muy caro, bueno, nos decidimos a empezar. Empe-
zó haciendo marcos para nosotros y portarretratos para la bebé. Y así
surgió la idea, porque con el trabajo de él solo no nos podíamos mante-
ner. Entonces nos preguntamos que pasaba si veníamos a probar, y así
fue... (Carolina, Feria de artesanos).
De lugares y cartoneros11
11
Nuestra investigación se sitúa en la experiencia de aquellos que recorren los
barrios de Colegiales, Belgrano y Palermo, y utilizan el “tren blanco” para
acceder a su lugar de trabajo.
... si antes, en el ’87 éramos 40 y ahora hay casi 10000. Si, mirá todos los
que son, un montón. En el lapso de 10 años, 12 años, 13 años, son un
montón, un montonazo de gente que quedó sin trabajo, todos aquellos
que trabajaban en fábricas y los echaron y bueno, para alimentar a los
chicos, para darles de comer tienen que venir a capital a juntar cartones,
todo (Oscar, 25 años, Cárcova, J. L. Suárez).
12
De acuerdo a una investigación realizada conjuntamente por Francisco Suárez
(Universidad de General Sarmiento) y Pablo Schamber (Universidad de Lanús),
dirigida por, se han registrado, en 1998, según proyecciones realizadas para el
área metropolitana a partir de un relevamiento en los partidos de José C. Paz
y Malvinas Argentinas, unas 5.000 personas (25.000 incluyendo sus familias)
que perciben ingresos de la recolección informal de residuos.
13
Según datos del informe realizado por la Universidad de Buenos Aires y la
Universidad Católica dirigido por Agustín Salvia. La investigación comprende
el período que va de mayo de 1998 a mayo de 2002.
14
Por su uso los cartoneros deben pagar un abono quincenal de $11,50.
... acá no tenés un jefe que te mande, no tenés a que hora entrás. En una
fábrica vos llegás 5 minutos tarde y perdés premio. Y acá no (Oscar, La
Cárcova, J. L. Suárez).
¡Sí! (el trabajo anterior me gustaba) 11 años estuve. Es el único trabajo que
tuve, como oficial pastelero. Nunca cambie de trabajo, me echaron de ese
y chau, nunca más. Después quise ir a trabajar a una panadería, 10 pesos
me querían dar, ¡8 horas! (Mario, Bº Independencia).
Si, bah yo hace mucho (que estoy trabajando), yo vine de Entre Ríos desde
los 13 años... siempre no (hice esto), un tiempo laburaba, capaz laburaba un
año y pico y se cortaba y hacia esto y así (Juan, Bº Independencia).
Nosotros, lo que hacemos cirujeo (...) y si, así nos definen. Y nos tratan
así, nosotros somos cirujas (Juan, Bº Independencia).
Y hay mucha gente que discrimina a las personas que andan trabajan-
do en la calle. Realmente a nosotros no nos parece incómodo esto
porque es un trabajo como todos, y si no nos rebuscamos con esto
tampoco tenemos para comer y tampoco para sobrevivir” (Ana, Va.
Hidalgo).
15
Los cartoneros tiene establecidas entre ellos cuales son las zonas y recorridos
que hace cada uno, es decir entre cuales calles caminarán harán el recorrido de
la recolección.
Mucha gente me molestaba antes, pero ahora... las asambleas nos apo-
yan con el asunto ese de que fueron a Tucumán17 toda la gente, entonces
las asambleas se pusieron del lado nuestro. Y son todos vecinos de acá de
la zona (Oscar, La Cárcova).
Estamos bien así... no nos molesta más la policía, porque antes vos venías
con un carrito, en el ’93, ’94, y te agarraba la policía y te llevaba preso.
Ahora no. Sí, te decían “venga” y ponían el patrullero y nos llevaban a
todos. Pero ahora no, ahora cambió. Ahora ya no nos pueden llevar más
presos, gracias a la asamblea (Oscar, La Cárcova).
aquello que los designa no es lo que ellos dicen de sí, o por lo menos no
es lo que les gustaría decir(se). Sus identificaciones pasadas (opera-
rios, de fábrica, ama de casa, albañil, panadero) se enfrentan a los
nombres que otros les atribuyen (cartoneros, cirujas, recuperadores).
De esta forma, sus identidades anteriores se fragmentan frente a la
forma en que son reconocidos por otros:
Hay gente que no dejaría este trabajo por otro, pero yo sí. Algunos
nacieron para hacer esto y les gusta (José, Va. Hidalgo).
Estos últimos, son los que tiene una historia de cartoneros. Para quie-
nes esta actividad es naturalmente un trabajo, ya que fue la actividad que
hacían sus padres y harán sus hijos, como un oficio que se hereda.
Ya a esta altura no creo que trabaje en fábrica. Aparte que este trabajo...
si trabajo en una fábrica y salgo antes de las 5 de la tarde voy a venir igual
a la Capital. (...) Porque me gusta el trabajo. (...) Y nunca fue una molestia,
porque lo hacía mi mamá, lo hacía mi abuela. Mi papá también venía. Mi
papá trabajó muchos años en una textil en La Boca. Y bueno, y después
también, cerraron la textil y a él lo echaron (Oscar, La Cárcova).
Pero lo que pasa es que nos dicen cirujas porque vos andas ahí revisando la
bolsa y sacás cartón y papel, y por eso dicen cirujas (Ana, Bº Independencia).
Mira yo dejo que digan, no hago caso, total yo ando laburando, trabajan-
do, cirujeando. No ando robando (Mauro, Bº Independencia).
Referencias
Introducción
*
El presente trabajo es una versión ampliada y corregida de la ponencia presen-
tada en el VI congreso de ASET “Los trabajadores y el trabajo en la crisis”,
Buenos Aires, agosto de 2003.
**
Lic. Marcelo Delfini: Investigador asociado junior CEIL-PIETTE del CONICET,
docente UBA m_delfini@yahoo.com y Lic. Valentina Picchetti: investigador
asociado junior CEIL-CONICET, valentinapicchetti@hotmail.com. Miembros
de Área Identidad y Representación CEIL-PIETTE: Saavedra 15, 4° piso.
por los diferentes sectores sociales, a la vez que profundizó las dife-
rencias existentes.
El trabajo que presentamos analiza la resignificación del territo-
rio, más específicamente del barrio, como elemento de integración,
cohesión y sociabilidad para los sectores populares. Para después
indagar las posibilidades de construcción de nuevas identidades
colectivas relacionadas con la problemática del trabajo al margen
del espacio de explotación (la fábrica) y cómo a partir estas construc-
ciones se desarrollan procesos al interior de los barrios que reafir-
man esas identidades y reconstruyen la trama local, posibilitando la
trascendencia del espacio social de interacción (el barrio). Para esto
vamos a preguntarnos por el concepto de identidad en su vincula-
ción con el trabajo y el territorio.
En nuestro intento de comprender más acabadamente el proceso de
transformación de las identidades colectivas en el marco de lo que
podríamos llamar un “mundo del trabajo convulsionado” tomamos a
quienes parecieran haber quedado fuera de este mundo o marginados
de él, es decir, a los desocupados, para preguntarnos cómo es que se
reconstruyen en este particular sector las identidades colectivas. En
este punto es donde percibimos que, al contrario de lo que señalan
algunos autores, el trabajo sigue siendo un pilar en la formación de las
identidades, pero no es el único ni basta para dar cuenta de ellas.
Dado que las identidades se construyen en los planos biográficos y
relacionales (Dubar, 1991; Hall, 1997), se ha optado por la realización
de entrevistas semiestructuradas y por historias de vida, a través de
los cuales se intenta aprehender los procesos identitarios. Al respecto,
tanto las historias de vida como las entrevistas fueron realizadas en el
Barrio Elisa (La Matanza) y Barrio La Fe (Lanús) a desocupados inte-
grantes de distintas organizaciones piqueteras.
las ciudades globales (Auyero, 2001). Pero, del otro lado, también como
característica de las ciudades globales las condiciones de vida del
resto de los sectores sociales se fueron deteriorando y sus ámbitos
residenciales se hicieron cada vez más precarios. De esta manera,
Argentina sigue el camino que han seguido otros países, donde el
espacio tiende a reproducir el sistema de desigualdades sociales,
poniendo de manifiesto el proceso de dualización que se observa en
la estructura social.
En este marco, la distribución espacial tiende a trazar fronteras
claras entre la posición ocupada por unos y por otros, consolidando
una estructura territorial de características excluyentes1 (Clichesvsky,
2000), en donde los espacios otrora de integración –aunque esta haya
sido una integración a partir de la subordinación– van siendo reem-
plazados por lógicas de segregación. Segregación que impone ciertas
particularidades a la sociabilidad que se despliega en cada uno de los
ámbitos espaciales.
Los cambios mencionados anteriormente, implican a su vez una
transformación en la representación imaginaria de los sujetos que
habitan en estos espacios de segregación o relegación (Auyero, 2001:
46). Actualmente, el trabajo aparece como un lugar de paso, el ahora
de una relación de dependencia ya no abre la posibilidad de construir
un proyecto (ni laboral y ni de vida) a futuro y de antemano. El espacio
laboral es vivido como un espacio de incertidumbre, de inseguridad,
que provoca un derrumbe subjetivo en la medida en que la posibilidad
de una construcción de relaciones intersubjetivas estables dentro de
ese ámbito se acota, dando lugar a la emergencia de otros espacios
como ámbitos para el establecimiento de relaciones.2
1
La segregación residencial significa distanciamiento y separación de grupos de
población de una comunidad, puede concretarse en segregación localizada
(cuando un sector o grupo social se halla concentrado en una zona específica
de la ciudad, conformando áreas socialmente homogéneas) o excluyente (au-
sencia de integración de grupos sociales en espacios comunes a varios grupos).
No existe segregación cuando habiendo heterogeneidad socioeconómica, la
población perteneciente a distintos niveles, vive mezclada desde la totalidad
de ciudad hasta el nivel de su manzana.
2
En tal sentido se puede mencionar el trabajo de Gorbán y Busso, “Viejas pero
novedosas formas de supervivencia: trabajar en la calle. Cartoneros y feriantes
después de la oleada neoliberal”, en el cual se establecen otros espacios como
ámbitos de interacción, más concretamente es la calle que se convierte en espa-
cio relacional, en la medida que allí, diferentes actores, desarrollan sus activi-
dades (Gorbán y Busso, 2003).
II
3
Los datos hasta aquí utilizados (salvo aquellos que han sido citados) corres-
ponden a la encuesta permanente de hogares que realiza el INDEC. Los mis-
mos pertenecen a la onda de octubre de los mencionados años y al conglome-
rado urbano más importante del país (GBA).
III
4
La traducción es nuestra del original en francés.
5
Entrevista con Claudio Palermo, dirigente de la FTV.
De la fábrica al barrio
6
Tanto en este caso como en los demás citados en el presente trabajo utilizamos
nombres ficticios.
movimiento” (De la Garza Toledo, 1992: 43-48, citado por Vila del
Prado, 2000: 7).
La constitución de estos nuevos sujetos se desarrolla en el marco
del procesamiento subjetivo de los elementos estructurales, a partir de
lo cual las vivencias individuales se transforman en padecimientos
sociales, derivando ello en prácticas de resistencia que refuerzan las
configuraciones identitarias de origen.
Las identidades de los desocupados organizados en ambos barrios
del Gran Buenos Aires aparecen desplegadas en el territorio. Si bien
tienen como punto de partida la falta de trabajo, son reconstituidas en
este ámbito territorial y pueden desarrollarse en la medida que impli-
can el reconocimiento de la desocupación como una problemática so-
cial. Así también, para que dicho reconocimiento sea efectivo es nece-
saria la configuración de una trama de significados sociales compar-
tidos que lo posibilite y la realización de acciones que refuercen las
identidades reconstruidas desde los umbrales de las cercanías espa-
ciales y sociales.
El barrio, convertido en el escenario donde se despliega la dimen-
sión relacional de la identidad y como articulador de las experiencias
individuales, tiende a crear las condiciones de posibilidad para el
desarrollo de una acción colectiva. Acción que sólo tiene lugar si la
desocupación es comprendida en tanto problema social y de carácter
colectivo (no como un problema individual).
En este sentido, los cortes de rutas7 –como el momento de mayor
visibilidad de estos sujetos– puede interpretarse como el pasaje de
formas identitarias más o menos embrionarias construidas en los es-
pacios/lugares de relegación a la acción colectiva. “No se puede ex-
plicar la acción colectiva sino presupone constituida la identidad de
los actores sociales. En efecto, para poder establecer un vínculo entre
intereses y movilización colectiva, se requiere la presencia de una iden-
tidad colectiva de un ‘nosotros’ en el cual reconocerse para poder dar
consistencia a la acción” (Jiménez, 1994: 8).
Al respecto, Melucci señala que “los actores ‘producen’ la acción
colectiva porque son capaces de definirse a sí mismos y de definir sus
relaciones con el ambiente (otros actores, recursos disponibles, opor-
tunidades y obstáculos). (...) Los individuos contribuyen a la formación
7
Si bien intencionalmente no hemos focalizado nuestra atención en los cortes de
ruta, creemos que constituyen un aspecto central para comprender más
acabadamente la problemática planteada y merece un tratamiento más en
profundidad que el pantallazo aquí ofrecido.
8
Desde esta perspectiva dichas acciones no son un “dato” de la realidad, sino
productos de la interacción entre los actores. Son producidas –construidas–
por ellos. No pueden ser entendidas como acciones unívocas, sino atravesadas
por permanentes tensiones que las significan y les asignan sentido. Esta mirada
entiende que para analizarlas debemos aludir a su pluridimensionalidad. Lo
que los individuos deciden y negocian de manera interactiva son, como decía
Melucci, los fines o sentido de la acción, los medios a utilizar en esa acción, y la
relación que establece con el ambiente.
A modo de conclusiones
Bibliografía
El trabajo de resistir
La ideología dominante en la construcción
de la identidad política del desempleado
Paula Lenguita*
Introducción
La doctrina neoliberal
de las recetas del ajuste. Año tras año, se propagó este vicio, y el Esta-
do quedó enredado en el círculo del achicamiento del gasto y la toma
de deuda. El paso del neoliberalismo ha convertido a quienes nos
dirigen en un grupo de creyentes, que maniatados por las ataduras de
la deuda pública, se aferran a sus trampas ideológicas. Dicha debili-
dad es tan grande que estuvo a poco de provocar su propio suicidio,
en la crisis de 2001 (la cual también por su virulencia se ha vuelto un
síntoma más del caso argentino). Esa debilidad nos ha llevado a hipo-
tecar la riqueza presente y potencial, a un precio que se demuestra en
las ataduras de una deuda pública a todas voces impagable.
Además de los recursos estatales, gran parte de la banca y la indus-
tria están en manos extranjeras, hecho que magnifica la pobreza y la
miseria a la que están condenadas muchas trabajadores. Sin embargo,
las consecuencias de la servidumbre estatal nos muestra a las claras
que no todos perdieron. Los grupos más concentrados de la economía
transnacional fueron los más favorecidos, ampliando sus nichos pro-
ductivos y apropiándose de recursos estratégicos del Estado.
Indudablemente, la depredación de los capitales externos, benefi-
ciados por la apertura comercial y por impuesto por demás regresivos,
tomó como presa a aquellos que le fueron serviles a sus objetivos. Su
codicia no se ha detenido ni frente a quienes son claves para sus me-
tas. Ha destruido gobiernos que fueron fieles cómplices de su virulen-
cia. Debilita y condena a los verdugos del trabajador, que emplearon el
terror, la inflación y el desempleo como arma.
Específicamente, la violencia del capital operó sobre la acción polí-
tica de los trabajadores, primero negándola y luego aniquilándola, si
era necesario. Para finalmente acorralarla, tan sólo, a los márgenes
previstos para la representación democrática. Sin embargo, una vez
allí tampoco se conformó, y volvió a imponerse con toda su fuerza,
El sistema se volvió así cada vez más perverso, ya que siguió mantenien-
do la ilusión del empleo asalariado, cuando las posibilidades de acceso a él
se iban diluyendo, sobre todo para los sectores menos favorecidos eco-
nómicamente (Battistini, 2002: 17).
influencia del capital, más que negarlos como sujetos políticos lo po-
tencia en tanto tales.
Para comprender cuáles son los límites del actual conflicto del tra-
bajo, que es el conflicto “por” trabajo en el caso del movimiento pique-
tero, ha revisado hasta aquí las dimensiones analíticas que dan cuen-
ta de su identidad política de manera integral.
Por un lado, no puede pensarse la instancia comunicacional como
si propusiera un diálogo entre dos entidades simétricas, cuando exis-
ten relaciones de fuerza que condiciona la lucha simbólica. Por otro
lado, tampoco puede pensarse en tanto lucha de parte, ya que es un
conflicto público sobre el cual se van transformando las representa-
ciones del grupo y sobre el grupo que las pone en marcha.
Como ya señalamos, respecto a los antecedentes probables de la ex-
periencia del corte de ruta, puede hallarse una relación estrecha entre el
piquete de la ruta y el piquete de la huelga, como medios similares
empleados para la lucha del trabajo. En tal sentido, es que puedo provo-
car cierta reflexión sobre el legado hereditario del piquete respecto a las
huelgas obreras. Dicha analogía se vuelve un instrumental apropiado
para evaluar la pertinencia del paradigma materialista como recurso
interpretativo del conflicto local, más allá de las épocas. Porque ambos
son recursos que giran alrededor de las garantías de la reproducción
material de los trabajadores, en este caso el contenido del piquete gene-
ralmente se centra en la demanda de empleo, en el otro se objetivo estaba
en la mejora de las condiciones de empleo.
Pero más allá de sus encuentros, ambas modalidades presentan
una diferencia fundamental, que debe ser absorbida por la dimensión
simbólica de la protesta pública. Entre uno y otro caso existe una dis-
tinción de actores, territorios y contenidos del conflicto. En un caso
son asalariados sindicalizados que peticionan por mejores condicio-
nes “en” el trabajo. En otro caso, son desocupados, que sin
sindicalizaciones ni trabajo, peticionan “por” trabajo.
Cierto que esta diferencia, es un síntoma de la situación de trabajo
en la Argentina, es una muestra paradigmática del contexto de
desprotección que progresivamente fue gobernando el mundo del tra-
bajo en nuestro país. El cual pasa del conflicto de parte, y de carácter
estrictamente de oposición, a un conflicto público, y de carácter
marcadamente representación y simbólico.
Palabras finales
Bibliografía
1. Introducción
1
El presente trabajo retoma la ponencia presentada en el VI Congreso Nacional de
Estudio del Trabajo: “Los trabajadores y el trabajo en la crisis”. ASET. Ponencia:
“Ocupaciones fabriles: Un rastreo de las experiencias históricas” de García
Allegrone, V.; Fernández Álvarez, M. I. y Partenio, F. Agradecemos la lectura de
Ariel Wilkis y Osvaldo Battistini a las versiones preliminares de este trabajo.
*
Lic. en Ciencia Política, UBA. Área de identidad y representación, CEIL -
PIETTE (CONICET) vgarciaallegrone@yahoo.com.ar.
**
Estudiante avanzada de la Carrera de Sociología, UBA. Área de identidad y
representación CEIL-PIETTE (CONICET) fpartenio@hotmail.com.
***
Lic. en Ciencias Antropológicas. Programa de Antropología y Salud, Sección
de Antropología Social Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA. Área
de identidad y representación CEIL-PIETTE (CONICET) mifal@filo.uba.ar.
2
Este trabajo es el resultado de una serie de interrogantes comunes a partir de
nuestras investigaciones individuales realizadas en torno a diferentes casos de la
Ciudad de Buenos Aires y la Zona Norte del GBA. Dichas investigaciones tienen
como objetivos comunes analizar las modalidades de acción colectiva desarro-
lladas en torno a las recuperaciones de fábrica y a la influencia de los mismos en
los procesos de construcción identitaria de los trabajadores involucrados.
3
Si bien existen profundas distancias entre la realidad francesa, en función de la
cual fue pensado en concepto de sociedad salarial, y la realidad argentina,
4
El relevamiento de estas demandas resulta de nuestras observaciones y regis-
tros en diferentes encuentros y reuniones de trabajadores de fábricas recupera-
das, del análisis de material producido por los trabajadores y de las entrevistas
realizadas a los mismos.
5
Programa Facultad Abierta, Informe de relevamiento entre empresas recuperadas,
Secretaría de Extensión, FFyL, UBA, Buenos Aires, 2003; Palomino y otros (2003)
“El movimiento de empresas recuperadas”, en Sociedad, Nº 20-21, pp. 125-146.
6
Trabajo mencionado anteriormente: “Ocupaciones fabriles: Un rastreo de las
experiencias históricas”, ponencia presentada en el VI congreso del ASET, 2003.
Cuando nosotros decidimos ocupar la clínica fue por una cosa puntual.
Primero porque creíamos que podíamos cobrar la deuda que los empre-
sarios tenían con nosotros, después nos dimos cuenta de que no íbamos
a cobrar nada, pero lo que sí nos dimos cuenta, era que nos teníamos que
quedar adentro porque la estaban intentando vaciar. Después, en el cami-
no, nos fuimos dando cuenta que teníamos dos opciones: una, que se
haga cargo el Estado; sacamos rápidamente la conclusión que si el Estado
no se podía hacer cargo de los hospitales públicos, que están bastante
mal, mucho menos se iba a hacer cargo de una clínica. Entonces creímos
que lo correcto para ponerla a funcionar rápidamente era formarnos
como cooperativa (Esteban, 41 años, trabajador de empresa recuperada
de la rama servicios de salud).
era más fácil importar que fabricar, y acá todos esos cajones que ves de
madera, es todo importado. Ellos preferían, antes de fabricar acá, y que
nosotros trabajásemos tres turnos y que se yo..., traían motores de Italia
primero, y después empezaron con el tema de la flexibilización laboral, o
sea la flexibilización laboral que empezó favoreciendo a las Pymes. Aho-
ra, ¿qué era una Pyme?, una Pyme no era solamente por la cantidad de
trabajadores que tenía, sino por la facturación que hacía a fin de mes,
entonces éstos [se refiere a la patronal] se acogían a los beneficios que
tenían las Pymes. Entre ellos la flexibilización de trabajadores. Y bueno,
fuimos perdiendo, esto lo decimos siempre, fuimos perdiendo desde el
litro de leche diario en secciones insalubres hasta no sé… los botines de
seguridad o las dos mudas de ropa que te tenían que dar por año. Fuimos
perdiendo esas pequeñas cosas hasta que nos empezaron a despedir a
todos (Sergio, 35 años, trabajador de empresa recuperada de la rama
metalúrgica).
Vinieron los del sindicato, pusieron una bandera ahí, un pasacalle, justa-
mente estuvieron ayer o antes de ayer acá y nosotros le pedimos… ¿qué
va a pasar con nosotros? Hay gente que desde hace 10, 15, 20 o 30 años
estuvo aportando, bueno... según ellos dijeron que podemos seguir yen-
do y que seguimos siendo parte de la UOM, eso es lo que nos dijeron, yo
a eso nunca renuncié, yo cuando tuve que ir fui a atenderme (Rodolfo, 55
años, trabajador de una empresa recuperada de la rama metalúrgica).
...Pero la UOM sabe que acá no tuvo nada que ver, de hecho ya vino uno
de los dirigentes que no… en este momento no recuerdo cómo se llama
(…), que el tipo vino reconociendo que ellos no tuvieron nada que ver en
estos pequeños pasos que estamos dando. Nosotros estuvimos ausentes
siempre, nos dijeron. O sea, los tipos lo reconocieron. Y está bien... (Pedro,
35 años, trabajador de una empresa recuperada de la rama metalúrgica).
Reflexiones finales
Bibiografía
Otras Fuentes
M. Ana Drolas**
* Para respetar una “política de citas” acorde con los mandatos de la honestidad
intelectual, debo reconocer que esta distinción entre Futuro y Devenir que apa-
rece en el título de este ensayo me fue sugerida por Gilles Deleuze y Felix
Guattari quienes en su ¿Qué es la filosofía?, problematizan (en referencia a sus
lecturas críticas de la noción de Tiempo de Michael Foucault) el tema del devenir
desplazado de la historia, devenir sin el cual nada sucedería.
Quiero agradecer la lectura, comentarios y reflexiones que, sin concederme el
beneficio de una amistosa indulgencia, ha hecho a una primera versión de este
texto Martín Spinosa. Reflexiones prestadas que no creo haber sido capaz de
reflejar en la rescritura de estas páginas. También quiero agradecer, una vez
más, el entusiasmo y los espaldarazos necesarios que, como siempre, está
dispuesta a ofrecerme Paula Lenguita.
** Licenciada en Ciencia Política (UBA). Becaria interna doctoral CONICET con
sede en el CEIL-PIETTE mdrolas@ceil-piette.gov.ar.
1. Introducción
1
Estas palabras de Hegel extractadas de sus Lecciones sobre la filosofía de la Histo-
ria Universal, grafican sin necesidad de más precisiones esta idea que queremos
plantear con respecto al futuro: “El reloj tiene cuerda y sigue marchando por sí
mismo. La costumbre es una actividad sin oposición, a la que solo le queda la
duración formal y en la que la plenitud y la profundidad del fin ya no necesitan
expresarse; es, por decirlo así, una existencia posible y externa que ya no
profundiza en la cosa. Así mueren los individuos, así mueren los pueblos de
muerte natural”.
2
Deleuze, Guattari, 1997.
3
Nos referimos a la muy interesante y sugerente corriente de pensamiento abier-
ta por el filósofo italiano Antonio Negri hace ya varios años y que ha tenido un
especial arraigo en la Argentina.
4
Cabe aclarar que esta distinción nos fue sugerida por los discursos reflejados
en las entrevistas realizadas a dirigentes sindicales, delegados y trabajadores.
Para los primeros, el tema de la representación y su tratamiento no responde a
una cuestión problemática ni a ser problematizada. La experiencia de los dele-
gados es diferente. Concientes de las necesidades y urgencias de sus compañe-
ros inmediatos, sus esfuerzos se dirigen a darle un contenido a ese fututo para
que deje de ser únicamente un accidente azaroso, otorgándole, con sus prácti-
cas cotidianas, un devenir.
5
La ley 23.551 admite la existencia de otros sindicatos “simplemente inscriptos”
en el mismo ámbito de actuación que hasta pueden disputarle la personería
gremial al sindicato con mayor número de afiliados que actúa en ese ámbito.
Pero esta posibilidad aparece muy dificultosa en la medida en que para ello
debe afiliar un número “considerablemente” superior al del sindicato con
personería gremial y ese sindicato “simplemente inscripto” no puede desarro-
llar actividades sindicales hasta tanto no obtenga la personería gremial lo cual
le dificulta la afiliación de los trabajadores para lograr disputarla, por lo cual
la Argentina tiene un régimen virtual de sindicato único (Goldín, 1997).
6
Somos concientes de lo poco feliz de la palabra “absorción”, pero más allá
de la estética de la prosa y de las connotaciones poco sociológicas del
concepto, creemos que se acerca de una manera bastante precisa a la idea
que queremos resaltar.
7
“Surgida de” dado que la representación en los lugares en que se desarrolla
una actividad corresponde al sindicato al que la autoridad del trabajo ha
otorgado personería gremial, o sea, a aquel que posee la representación por ley.
8
Vázquez, 2002.
9
La construcción en colectivo a través de la deliberación es, según Offe (1990)
una de las características fundamentales de las asociaciones sindicales. Con-
trariamente, una asociación de tipo mercantil, no conlleva la necesidad del
debate colectivo ya que su lógica se encuentra fundada en otro tipo de “cálcu-
los”. Las diferencias en la posición de un grupo dentro de la estructura de clase
no solo conduce a diferencias en el poder que las organizaciones pueden adqui-
rir, sino que conducen también a diferencias en las prácticas asociativas o
lógicas de acción colectiva mediante las cuales las organizaciones intentan
mejorar su posición respectiva. Si abordamos el estudio de la acción colectiva
sindical desde la perspectiva que asigna a la acción colectiva una dinámica y
motivación utilitaristas, se pierde de vista este detalle que consideramos fun-
damental para la definición de lo que un sindicato es.
10
Pensamos al trabajo como una forma dual o dualizada de socialización en la
medida en que inscribe al sujeto en una relación antagónica con el capital, por un
lado, y al mismo tiempo, en una relación asociativa-propositiva por el otro con
aquellos que comparte las condiciones generales del trabajo en tanto ejercicio
de una actividad.
11
Muchas veces nos hemos preguntado, para qué estudiar el problema de la identi-
dad; o, más exactamente, por qué la identidad es un problema. ¿Se trata acaso de
la necesidad de construir nuevas certezas para sentirnos tranquilos a la hora de
escribir sobre lo que nos inquieta? ¿No es una nueva forma de encerrar, aprisio-
nar y darle contornos precisos, a los sujetos que hacen carne de nuestras inves-
tigaciones? Autocuestionamientos a las que contestamos, igual que Charly
García hace a la pregunta “¿quién inició el incendio?”: “no sé, no sé”. Por lo
tanto, no será éste el lugar en el que desentrañaremos la significación de estos
interrogantes, pero (para continuar con el camino iniciado de la honestidad
intelectual) queríamos dejar planteadas nuestras propias dudas, incertidum-
bres y opacidades al respecto. Queríamos dejar sentado que hablar de identi-
dad no solo es un problema científico que atañe a la búsqueda conceptual y de
la subjetividad aprensible por esa conceptualización, sino que es también,
quizás, un problema propio de cientistas sociales desorientados.
12
Esta sentencia no es una mera excusa ni un artilugio de la escritura ante la
imposibilidad de despejar completamente las neblinas de esa “trampa”, sino
que constituye un puntapié para peguntarnos, desde dónde, hacia dónde y
cómo, intuir las manifestaciones de lo que no podemos conocer.
13
Hall (1996); Laclau y Mouffe (1987, 1996), Ricoeur (1991).
14
La sutura da cuenta, a un mismo tiempo, de dos movimientos contradictorios:
la posibilidad del cierre temporal de la red intersubejtiva cristalizada relativa-
mente en lo social y la imposibilidad de darle a esa red y a sus procesos, un cierre
definitivo. La sutura es a la vez, cierre y apertura: un momento en el que la
aguja del hilván, en su recorrido, deja sus propias huellas y marcas, mostrando
18
Williams, 1958.
19
Zizek, 1998.
20
Estas procesos son: la profunda desestructuración económica, la reforma del
régimen jurídico laboral en torno a las relaciones salariales-laborales, la apari-
ción de nuevas formas de disponibilidad del trabajo al capital, los altos índices
de desempleo y los modos de gestión de la fuerza de trabajo; sumado a la
destrucción masiva del empleo en todos los sectores y sus implicancias en
cuanto a las concesiones y a la moderación de las reivindicaciones sectoriales.
21
Spyropoulos, 1994; Murillo, 1997.
22
Hyman, 1996.
23
Sería muy interesante y necesaria la discusión en torno a los indicadores que
son considerados relevantes para diagnosticar estas crisis que dan un marco a
los presuntos problemas en los procesos representativos, discusión que hemos
hecho parcialmente en otro texto (Drolas, 2003).
24
Decimos falsa opción, entre otras cosas, porque, ¿cuán novedosa es esta estra-
tegia? El gerenciamiento de servicios, no es nuevo para los sindicatos. Desde su
integración orgánica en las estructuras mismas del poder estatal, uno de sus
polos de sustentación y presencia en la sociedad ha sido su posibilidad de
brindar servicios a sus afiliados y a los trabajadores del ramo. Vieja estrategia
que, por otro lado, no ha sabido contener, detener ni paliar esa supuesta “crisis
de credibilidad” que atraviesan actualmente las asociaciones de trabajadores.
Entonces, ¿por qué podrían hacerlo ahora?
25
Murillo, 1997.
26
Quizás valga la pena aquí una pequeña digresión. En la década pasada, el
equilibrio fiscal fue concebido como una condición necesaria para recuperar las
capacidades políticas y operativas del Estado, cuestionadas desde el desenca-
denamiento de los procesos hiperinflacionarios. La cuestión de la crisis fiscal es
inicialmente problematizada desde las instituciones estatales ante la necesi-
dad de subsanar la debilidad estructural del Estado, aunque reenviada a la
sociedad como mecanismo legitimador, para transformarse en una bandera de
triunfo político del menemismo. Pero la privatización del patrimonio estatal
junto, entre otras cosas, al aumento del IVA, tienen que ver con la desaparición
paulatina de viejas prácticas basadas en la consecución de objetivos sociales
con estrecha relación con la satisfacción de demandas de consumo populares.
Durante el desarrollo y existencia de lo que se llamó Estado social, el déficit fiscal
no era considerado una cuestión de urgente resolución, en la medida en que
constituía una forma operativa de actuación estatal en y sobre la sociedad. La
crisis fiscal se transforma en un problema a mediados de la década del 80, y se
instala definitivamente en el debate, junto con la deconstrucción paulatina del
Estado social a través de los procesos de recorte de gasto, apertura, ajustes,
privatizaciones, etc. en los ’90. Cuando el quiebre del modelo de Estado vigente
y su reconversión hacia otro de corte neoliberal se hace patente. La reforma del
Estado entra en la agenda de la administración por medio de un discurso que
predica un nuevo giro de las políticas contra la crisis para sanear un déficit
considerado, ahora, totalmente negativo. El fracaso de los instrumentos de la
ortodoxia monetaria para contrarrestar la crisis, creó un ámbito favorable para
el surgimiento de nuevas políticas planteadas como alternativas, (entre las que
sobresalía el impulso privatizador) y provocó un giro en la distribución tradi-
cional de los poderes que tenían injerencia sobre la formación de agenda. Si en
décadas anteriores el modelo de crecimiento necesitaba dar impulso al consu-
mo para dinamizar el mercado interno, en los ’90 el fantasma de la hiperinflación
y las obligaciones exteriores coaccionan a las políticas estatales a un recorrido
contrario. El enfoque fiscal de la crisis generó una transformación en rol del
Estado y de su relación con la sociedad
aprender… porque vivimos cosas que nunca se vivieron, que nunca hu-
biéramos imaginado.”
27
Palenzuela, 1995.
28
Con “terrorismo laboral” nos referimos al conjunto de mecanismos que acom-
pañaron los procesos de “convencimiento” a los que fueron sometidos los
trabajadores para que se acogiesen al dudoso beneficio de la jubilación antici-
pada y del retiro voluntario durante los primeros años del traspaso a manos
privadas de las empresas de servicios públicos.
voces de los que preguntan qué es el gremio, qué es el sindicato sin los
trabajadores, qué es la representación sin representatividad.
Hoy, la identidad sindical (en tanto proceso de identificación abier-
to a la temporalidad, en tanto identidad concreta en transición) desig-
na, para nosotros, algo reconocible en la medida en que somos capa-
ces de reconocer al sindicato en sus múltiples ejes de manifestación.
¿Cuál es el vínculo hegemónico de la identidad sindical? ¿La
representatividad o la representación? ¿La construcción o la presun-
ción? ¿El devenir construido o el futuro esperado? Creemos que la
dinámica propia de la representatividad constituye el núcleo base
desde el cual podemos descubrir los procesos de identificación que le
otorgan oxígeno a la idea de identidad sindical. Es allí el lugar, el
tiempo y el espacio político en el que se hace posible la construcción
de una colectividad emergente.
“La vida es, más que un relato, una avalancha”, nos dice Martín
Caparrós en Amor y anarquía refiriéndose a las dificultades a las que se
enfrenta el que intenta reconstruir una vida y sus conflictos a través de
los relatos biográficos. A esa dificultad multiplicada nos enfrentamos
nosotros. Multiplicada porque debimos construir, desde la lectura e
interpretación de diferentes avalanchas, relatos que confluyen en ese
espacio tan particular que es el espacio del trabajo y que nos cuentan
mucho más en la medida en que ese relato no es de uno, sino que se
involucra en lo múltiple de la historia compartida.
Los párrafos anteriores intentaron organizar esos relatos e histo-
rias contadas en forma de avalancha. Por supuesto que los costos y
falencias de esa organización (o de esta objetivación) corre enteramente
por nuestra cuenta desde el momento en que fuimos nosotros los que
hicimos letras nuevas de las palabras ofrecidas.
Por todos los medios posibles hemos intentado pecar de aperturistas.
Esto es, intentamos ver en lo que muchos observan cierres e imposibili-
dades, la posibilidad de un futuro cargado de devenir. Pensamos, bus-
camos e intentamos indagar las grietas, los resquicios, las ranuras, lo
incompleto por donde puede escaparse alguna pista suelta a seguir.
En estas páginas no quisimos cometer el exceso de hablar de “nuevo
sindicalismo”. Como Hobsbawm,29 para hablar de nuevo sindicalismo
29
Hobsbawm, 1987.
7. Bibliografía