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La ofrenda es uno de los elementos principales de esta celebración. Con los platillos y goces que
tenía el difunto, los vivos le rinden respeto y veneran a quien se ha ido. Como parte de las
creencias de los mexicanos, es común escuchar que después de esos días los alimentos que se
colocaron en ella pierden el sabor y el olor porque los visitantes los han consumido.
En muchas ocasiones, las ofrendas o altares para los muertos se colocan en el hogar de los
familiares o amigos del difunto y en otras, son dispuestas en la tumba del mismo. “No faltaba el
agua, el bizcocho de muerto, el chocolate, la fruta, las resinas, el mole de guajolote, las bebidas
fermentadas, las rosas de papel negro y desde luego, mucho cempasúchil, para finalizar dando
rienda suelta a la comilona, a la bebida” según el periodista del siglo XIX, Ángel del Campo Valle,
mejor conocido como Micrós.
Además, dependiendo del familiar al que vaya dirigida, se designan platillos específicos que eran
del gusto del difunto. También es común ver calaveras de chocolate y azúcar, sal, papel picado,
incienso, frutas, perritos de barro y las fotografías de los familiares o amigos a los que se les ha
puesto la ofrenda. En muchos hogares disponen cruces o alguna imagen de santos “para que el
demonio no toque sus cosas” según el testimonio de Rosalba Mendoza, habitante de La Santísima
en Xochimilco, recabado por el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI). También es
costumbre colocar juguetes y dulces en los altares que esperan recibir a algún niño.
El origen de la ofrenda
Desde tiempos prehispánicos existían rituales de ofrenda para los cultivos y los ancestros. Los
nahuas consideraban a la siembra del mismo modo que lo hacían con la muerte: un ciclo
constante que no podía existir sin el otro. Se debían cosechar los frutos para volver a sembrar; sin
embargo, los meses de cosecha se temía que los cultivos murieran por ser el momento de
transición entre la sequía y la abundancia. Como tributo para continuar el ciclo, se hacían
sacrificios y ofrendas con las que se buscaba compartir los frutos con los ancestros. Entre los
principales elementos que las ofrendas tenían, destacaban el cacao, dinero, cera, aves, semillas y
frutas.
Como parte de esta unión entre la cosecha y la muerte, los indígenas tenían dos fechas en las que
veneraban ambas. Según Fray Diego Durán sus nombres eran Miccailhuitontli (se lee
micsaiwuitontli) o Fiesta de los muertecitos y Fiesta grande de los muertos. La primera se llevaba a
cabo en el noveno mes nahua (equivalente al mes de agosto en el calendario gregoriano) y la
segunda tenía lugar en el décimo mes. La Fiesta de los Muertecitos aún se lleva a cabo en la
alcaldía Magdalena Contreras el 1 de noviembre. En la montaña Acoconetla se dejan ofrendas con
ollas y jarros con leche, atole, chocolate y pan dulce.
A esto se le sumó que, durante la conquista, las tradiciones de Todos los Santos y Fieles Difuntos
llegaron a América. Estos días en los que se conmemorara a los macabeos y más tarde se centrara
en la ofrenda de oraciones para obtener perdón, también tenían un ritual en el que en las iglesias
y conventos exhibían reliquias, restos y tesoros.
De acuerdo con el sociólogo y antropólogo José Eric Mendoza Luján durante la conquista, los
locales cambiaron sus fechas para aparentar celebrar las tradiciones cristianas. “Según el
calendario católico, el día 1 de noviembre está dedicado a Todos Santos y el día 1 a los Fieles
Difuntos. Sin embargo, en la tradición popular de gran parte de la República Mexicana, el día 1 se
dedica a los muertos chiquitos o niños fallecidos, y el día 2 a los adultos o muertos grandes”.
En algunas regiones, la ofrenda se coloca por la mañana, pero es más común que quede lista a las
ocho de la noche, antes de comenzar a repartir la Calaverita a los niños que salen a pedir dulces o
dinero en la noche del 1 de noviembre. Se cree que a esta hora arriban los difuntos. En muchos
hogares, a partir de que se coloca la ofrenda y durante estos días, no se cierran las puertas de la
casa.
2. Veladoras y cirios
Su flama es la luz, la fe y la esperanza que guía en este y el otro mundo. En algunas comunidades
indígenas cada vela representa un difunto. Si los cirios tienen algún motivo morado significa duelo;
si se colocan en forma de cruz implica los cuatro puntos cardinales que orientan el camino del
ánima a su casa.
3. Copal e incienso
Fragancia de reverencia que limpia y purifica el ambiente, además ahuyenta los malos espíritus.
4. Cempasúchil
Flor que por su olor y color dirige las almas a nuestro hogar.
5. Alhelí y nube
Sus colores se complementan con la flor amarilla. Por su pureza y ternura acompañan el alma de
los niños.
6. Arco
Se adorna con flor de cempasúchil y fruta; representa la entrada hacia el inframundo.
7. Cruz
Elemento introducido durante la evangelización, se coloca en la parte superior del altar; a veces
está formado con ceniza, otras con sal o pétalos de cempasúchil.
8. Pan
No pueden faltar en los altares representan a la fraternidad.
9. Petate
Sirve para el descanso de las ánimas. En algunos hogares se usa como mantel para poner los
alimentos.
14. Sal