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Módulo I.
Índice de contenido
2. Violencias por razón de género. El papel de los feminismos .................. 2
En los años 60 apareció una preocupación por la violencia ejercida sobre los niños en
el seno de las familias. En los años 70, grupos feministas alzaron la voz contra la
situación que algunas mujeres vivían en el hogar. Esta llamada de atención fue
resultado del efecto colateral de la preocupación citada por la violencia que sufrían
niños, al constatar que también había mujeres que sufrían violencia en al ámbito
familiar. Así, en los años 70 se amplió esta preocupación a la violencia sobre las
mujeres. En 1975, Naciones Unidas reparó en la gravedad de este tipo de violencia.
En los años 80, se reconoció explícitamente el hecho de que la violencia que se ejerce
sobre las mujeres en el entorno familiar con resultado de muerte, es el crimen
encubierto que se da con más frecuencia en el mundo, y a partir de aquí hubo una
fuerte denuncia de este tipo de violencia por los movimientos feministas, sobre todo en
EE. UU.
Aun así, se constata que sobre el 10 % de las mujeres encuestadas habían sido
violadas en el ámbito familiar y que esta violencia sexual se daba con frecuencia
paralela a otros malos tratos (Marugán, 2009: 98). En 1980, organismos
internacionales como la ONU, en la Conferencia de Copenhague, constata la idea,
señalada antes, de que la violencia que sufren las mujeres en el seno familiar es el
crimen encubierto más frecuente en el mundo.
Hasta los años 70 era frecuente encontrar la idea de que la violencia en la pareja se
daba sobre todo en países poco desarrollados, en familias de estratos sociales bajos.
Se visibilizaba prácticamente solo desde los resultados de la violencia física y se
adoptaba una perspectiva psicologista para su explicación, mostrando un especial
interés por los perfiles de mujeres y hombres inmersos en estas situaciones de
violencia. En 1979, Eleonor Walker utiliza por primera vez el concepto de «síndrome
de la mujer maltratada» y formula el conocido «ciclo de la violencia», que aún hoy
sigue dominando, con controversias, el paradigma explicativo académico e
institucional sobre la cuestión que nos ocupa.
Hasta este momento se viene nombrando este fenómeno como «violencia familiar». La
perspectiva dominante de abordaje de la cuestión es la psicologista. En 1983 se crea
en España el Instituto de la Mujer y, a partir del año siguiente, se empiezan a recoger
datos sobre la violencia en el seno de las parejas a través de las comisarías de policía.
La labor de este instituto en campañas de información y de sensibilización sobre este
tipo de violencia ayudó sobremanera a que institucionalmente se empezaran a oír las
voces de grupos feministas que desde los 70 venían denunciando no solo las cifras de
muertes y maltrato, sino las necesidades en las que se encontraban las mujeres que lo
sufrían. Esto favoreció que se crearan las primeras casas de acogida para mujeres
maltratadas.
Según Begoña Marugán (2009), en los discursos feministas de la época, estaba muy
presente la autodefensa y autoafirmación colectivas de las mujeres, pero esto fue
perdiendo fuerza y el debate se fue centrando sobre la reforma del Código Penal. En
1989, se consigue la reforma de esta norma con la que se le incluye un artículo, el
425, referido al «maltrato por el esposo» y la sustitución de la denominación de
«delitos contra la honestidad» referidos a delitos relacionados con la sexualidad, por el
de «delitos contra la libertad sexual». Tras estas modificaciones y otras que se
produjeron en 1995, por las que se incluyeron como delitos contra la libertad y la
indemnidad sexuales las agresiones (atentado contra la libertad sexual de otra
persona, con violencia o intimidación) y los abusos sexuales (idéntico delito pero sin
que medie violencia o intimidación pero tampoco consentimiento) (Osborne, 2009: 76),
se produce una pérdida de protagonismo de los movimientos feministas más críticos
que pasan a centrar su atención en otras cuestiones. Este cambio hizo que, desde las
instituciones y el poder político, se apostase más por intervenciones más asistenciales
que otras con una fuerte carga política (Marugán, 2009: 98-100).
1Véase declaración de la ONU sobre Eliminación de la violencia contra las mujeres, artículo 1, 1993.
como una categoría teórica y política que había sido acuñada en las décadas
anteriores por teóricas feministas y utilizado por activistas de este movimiento, sino
que pasó al campo institucional.
Como dice Lourdes Méndez (2005), desde las conferencias mundiales sobre la mujer
que se han ido sucediendo desde que en 1975 se proclamara el Año Internacional de
la Mujer, se ha ido configurando a uno de los sexos en una parte de la sociedad cuyas
condiciones de vida exigen ser reformadas, ocultando la dimensión política de la
relación entre los sexos. A partir de este momento se produce con frecuencia la
supeditación del trabajo teórico de sectores académicos, que se autodefinen como
feministas, a las demandas institucionales (Méndez, 2005).
Estas sucesivas terminologías han convivido con otras paralelas como «violencia
intrafamiliar», «violencia en la pareja», «violencia machista», «terrorismo doméstico»,
«feminicidio»..., que han tenido una proyección menor que las anteriores.
Las críticas fundamentales a las nomenclaturas más utilizadas han sido la siguientes:
3Los gobiernos sucesivos ponen en marcha los ya mencionados planes I y II integrales contra la violencia
doméstica en 1999-2000 y 2001-2004. Tras sucesivas medidas, en 2017, el Congreso de los Diputados
logra aprobar el Pacto de Estado en materia de Violencia de Género.
EATON, Mary (2005). “Otro nombre para el abuso: feminismo, diferencia y violencia
entre lesbianas”. En VV. AA. Cárcel de amor. Relatos culturales contra la
violencia de género. Madrid: Ministerio de Cultura, 134-165.
Nombre del autor para citar este documento: Evelina Zurita Márquez