Está en la página 1de 16

131

El camino de retorno a Galilea.


Reflexión teológica a partir del
acompañamiento espiritual a
personas en situación de desplazamiento
en Ciudad Bolívar*

José Darío Rodríguez Cuadros, S.J.**

Fecha de recepción: 31 de mayo de 2011


Fecha de aprobación: 31 de agosto de 2011

Resumen
En el contexto colombiano, son muchos los seres humanos vulnerados por causa del
conflicto armado. La Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, consciente
de esta realidad, desde hace tres años, ha optado por apoyar decididamente (en
articulación con otras facultades) el trabajo con población en situación de des-
plazamiento, en el barrio Arborizadora Alta, de la localidad de Ciudad Bolívar,
de Bogotá. Este escrito de reflexión se inscribe en el ámbito de la teología pastoral,
y a partir de la experiencia vivida por el autor en el acompañamiento espiritual a
tales personas hace concretos los principios tradicionales relacionados con este ejer-
cicio histórico de la Iglesia, que en un contexto como el mencionado constituyen
una acción de fortalecimiento interior, reconfiguración de la dignidad humana y
reconstrucción del tejido social.

Palabras clave: Acompañamiento, población vulnerada, fortalecimiento interior,


conversación espiritual, integración humana.

*
Escrito presentado como trabajo final para la clase de Práctica pastoral, a los profesores Carlos
Julio Rozo y Susana Becerra, en el primer semestre de 2011.
**
Licenciado en Filosofía de la Universidad Javeriana (2007); estudiante de último semestre de
la Carrera de Teología en la Universidad Javeriana. Correo electrónico: josedariosj@gmail.com

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


132

Introducción

En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Salve!”


Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.
Entonces les dice Jesús: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos
Que vayan a Galilea; allí me verán.
Mt 28, 9–101

En medio de la compleja realidad colombiana, atravesada por tantas


dinámicas adversas para la vida –violencias, exclusiones e injusticias de
diversa índole– nos encontramos con una consecuencia muy grave del
conflicto armado y de la lucha por el poder: una realidad de injusticia
estructural que ha robado la tierra a miles de personas de nuestros
campos y las ha obligado a migrar hacia las grandes urbes, para escapar
de las amenazas inminentes contra sus vidas, confundiéndose en medio
de las multitudes citadinas. Hablamos de la realidad del desplazamiento
forzado en el país.
Como teólogos y religiosos en formación nos encontramos to-
cados por esta dolorosa realidad, que padecen las personas que llegan
al Centro Comunitario del Programa Vidas Móviles2, en búsqueda de
atención, programa del cual la Universidad Javeriana hace parte, me-
diante la participación de estudiantes y profesores que apoyan la labor
de acompañamiento integral a personas en situación de desplazamiento.

1
Todas las citas bíblicas serán tomadas de Desclée de Brouwer (ed.), Biblia de Jerusalén (1998).
2
“Vidas móviles fue la propuesta construida por un equipo interdisciplinario de profesores y
estudiantes de la Pontificia Universidad Javeriana desde octubre de 2006 hasta el 30 de julio de
2008, para responder a la invitación realizada por la Asociación Colombiana de Facultades de
Medicina, Ascofame, con la que se contribuyó a la restitución de las condiciones de bienestar y
a la estabilización social de 1.449 familias en situación de desplazamiento forzado y vulnerables,
receptoras a junio de 2008, en la localidad de Ciudad Bolívar del Distrito Capital. Durante el
proceso se generó un modelo particular de acompañamiento y tutoría, cuya fundamentación
teórica hace referencia al enfoque basado en derechos y se creó un escenario de práctica social
para estudiantes y profesores de la universidad.” (Vidas móviles, http://med.javeriana.edu.co/
vidas_moviles/quienessomos.html [consultado el 21 de septiembre de 2011]).

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


133

La presente reflexión parte, a nivel metodológico, del contacto


directo con tal realidad, gracias al contacto con personas que asisten re-
gularmente al Centro Comunitario, y pretende sintetizar teológicamente
la experiencia vivida por el autor a lo largo de un semestre.
La teología, que brota de la vida misma, y en este caso, de una
realidad social dolorosa, ofrece una lectura esperanzadora desde la ex-
periencia pascual de Jesús, así como los elementos principales del acom-
pañamiento espiritual. Es Jesús resucitado, tal como lo menciona el
Evangelio de Mateo, quien va al encuentro de sus discípulos, aún descon-
certados por los sucesos recientes en Jerusalén, y dice a unas mujeres que
avisen a los discípulos que vayan a Galilea, pues allí lo encontrarán; esto
es, que vayan al lugar donde todo comenzó, al origen y fundamento no
solo físico sino espiritual y de sentido, tanto para el ministerio de Jesús
como para la futura misión de los discípulos.
Comprendo el acompañamiento espiritual a personas en situación
de desplazamiento como la experiencia de apoyar su tránsito hacia “las
Galileas” añoradas y llenas de sentido para estas personas arrancadas de
sus “Galileas físicas”. Se trata de llegar al origen y fundamento de sus
motivaciones vitales mediante la acogida y la conversación, para que “al
volver a encontrar sus orígenes puedan tomar conciencia, con fuerza y
con paz, del acto creador que les ha dado a luz y que sigue sosteniendo
sus existencias en cada instante […]. Es el fundamento de toda iniciativa
espiritual”.3
El presente artículo está estructurado de la siguiente manera: en
la primera parte, da cuenta de los aspectos más importantes vividos por
el autor durante la experiencia de acompañamiento, a lo largo de este
semestre. En segundo lugar, se aproxima a los componentes más rele-
vantes del acompañamiento, a partir de la experiencia concreta del autor,
como miembro de la Compañía de Jesús, para descubrir su articulación
a la tradición ignaciana, desde la cual se comprende dicho acompaña-
miento espiritual. Por último, se presentan, a modo de conclusión,

3
Mattheeuws, “La dirección espiritual: un camino, una dirección, una misión”.

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


134

algunas recomendaciones, pensando en las personas que continuarán


realizando este tipo de práctica pastoral en el proyecto Vidas Móviles.

La experiencia vivida
La teología pastoral encuentra su lugar de ejercicio y reflexión en el
contacto directo con la realidad, y este trabajo parte de la experiencia
vivida a lo largo de un semestre con personas en situación de despla-
zamiento que acuden al Centro Comunitario Vidas Móviles, ubicado en
el barrio Arborizadora Alta, de la localidad de Ciudad Bolívar, de Bogotá.
Dicha experiencia consistió en el apoyo brindado a estas personas
en el ámbito del acompañamiento espiritual. Si bien es cierto que una
persona en situación de desplazamiento por causa del conflicto armado
llega a la ciudad con gran cantidad de necesidades materiales, físicas y
psicológicas que deben ser atendidas, también es claro que su ser interior,
independientemente de su confesionalidad religiosa o aconfesionalidad,
es una de las dimensiones estructurales y estructurantes vulneradas por
el desplazamiento. Es a esa dimensión interior a la cual se dirige, de
manera directa, el trabajo de acompañamiento espiritual que ofrece la
Facultad de Teología.
Las personas que acuden al Centro Comunitario son, por lo
general, de origen campesino, y provienen en su mayoría de la región
central del Departamento del Tolima, del noroccidente antioqueño y
del pacífico nariñense (lugares de gran riqueza minera o agrícola en los
cuales los grupos armados realizan diferentes tipos de operativos para
tener el control de la población y de los recursos).
Por lo regular, estas personas llegan a la capital con la angustia de
haber sido expulsados de su tierra de manera violenta y con la esperanza
de encontrar un nuevo destino en la gran urbe. Escogen esta ciudad
porque consideran que es un lugar donde pueden encontrar más fácil-
mente apoyo u oportunidades para enfrentar su situación, y que al estar
en medio de una masa poblacional estarán mejor protegidos de las
persecuciones y amenazas.

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


135

El acompañamiento, siempre en articulación con el Centro y


solicitado por las mismas personas desplazadas, se desarrolló mediante
conversaciones regulares una vez por semana. Hubo personas que volvían
para otra sesión; pero para la mayoría un solo encuentro parecía ser
suficiente.
Resultaba interesante el modo como cada persona podía expresar
tranquilamente sus sentimientos, deseos y preocupaciones personales
frente a la situación en la que se encontraba. En todos los casos, más allá
que una asesoría psicológica o de la expresión de un interés material, lo
que buscaban con el acompañamiento era un espacio en el que se los
escuchara, en el que pudieran fortalecerse interiormente, recibir nuevos
ánimos y algunas orientaciones sobre situaciones familiares o espirituales.
En tal contexto, brindar un acompañamiento espiritual pertinente
a estas personas se convirtió en el principal desafío interior para el autor,
desafío que representa precisamente el objeto de la presente reflexión
teológica. Se trata de un desafío para el propio fortalecimiento interior,
de escucha atenta y abierta, de reconocimiento del rostro de Jesús cru-
cificado en el sufrimiento de estas personas. En este sentido, la realidad
que constituye la base de nuestra reflexión teológica es comprendida a
partir de la tradición espiritual ignaciana de acompañamiento.
Las preguntas centrales que brotaron a lo largo de estos meses,
que son el hilo conductor de la experiencia vivida y del presente texto,
son las siguientes:
– ¿En qué sentido es pertinente un acompañamiento espiritual para
personas en situación de desplazamiento forzado?
– ¿Cómo ayudar a restituir la fuerza interior en tiempos de crisis?
– Si el deseo de recuperar lo perdido, de volver a los orígenes vitales
es constante, ¿de qué manera, a la luz del Evangelio y por medio
de la conversación, es posible acompañar a realizar tal ‘viaje’?
– ¿Qué valor tiene la conversación en este proceso?

El acompañamiento espiritual ignaciano


Como aporte a esta reflexión teológica, se presentan de manera breve
los elementos propios del acompañamiento espiritual de la tradición

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


136

espiritual ignaciana de la Compañía de Jesús. Ésta brota de la experiencia


fundante de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, una de
las particularidades más estimadas al interior de esta orden religiosa y al
exterior de la misma, al ser comprendida como parte central de su misión.
En este numeral veremos, acudiendo a la historia, el modo como
se comprende el ministerio de la conversación, en relación con la misión
de la Compañía de Jesús; luego, explicaremos el papel que desempeña, en
este contexto, el acompañante espiritual; por último, expondremos que
la manera de comprender el acompañamiento espiritual en la tradición
espiritual ignaciana se articula con el trabajo de acompañamiento a
personas en situación de desplazamiento forzado, concretamente, en el
barrio Arborizadora Alta de la ciudad de Bogotá.

El ministerio de la conversación y la misión de la


Compañía de Jesús (Ejercicios Espirituales y constituciones)
Para comprender este punto, se tendrán en cuenta los dos textos fun-
dantes de la Compañía de Jesús, a saber: los Ejercicios espirituales de San
Ignacio de Loyola y las Constituciones de la Compañía. Para comenzar,
es preciso tener en cuenta lo que el mismo San Ignacio, anota en
la introducción de sus Ejercicios espirituales acerca de este modo de
conversación:
El que da los Ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a
promesa, que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir, que a otro. Porque
dado que fuera de los Ejercicios lícita y meritoriamente podamos mover a todas
personas […]; sin embargo, en los tales ejercicios espirituales más conveniente
y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor
se comunique a la su ánima devota abrazándola en su amor y alabanza […]. De
manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra;
mas estando en medio como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la
criatura, y a la criatura con su Criador y Señor.4

Aun cuando este modo corresponde más al acompañamiento en


la experiencia de los Ejercicios Espirituales, ilumina con dos de los prin-
cipios fundamentales de este ejercicio en la tradición jesuítica: el primero

4
Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, 3.

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


137

increpa al acompañante a no mover al ejercitante hacia ninguna parte


durante la conversación espiritual; el segundo, en relación íntima con el
primero, ubica al acompañante en un lugar intermedio, en el cual debe
permitir que el ejercitante tenga, de manera libre, un encuentro cercano
y directo con su Creador.
En este sentido, el ejercicio de escucha se hace primordial, incluso
por encima del ofrecimiento de consejos u orientaciones de cualquier
tipo. El acompañante se convierte así en un testigo privilegiado de la
acción de Dios en la persona a quien escucha, y le ayuda a descubrir, en
su relato, la acción de Dios que toca su corazón y es la única guía a la
cual debe seguir. Se entiende así la posibilidad de que el ejercitante tenga
una experiencia espiritual que se evidencia en el modo como la verbaliza
y la comparte con su acompañante.
Ahora bien, de esta experiencia espiritual ignaciana brota histó-
ricamente la Compañía de Jesús, que se institucionaliza en el ámbito
eclesiástico por medio de la aprobación de sus Constituciones, redactadas
también por su Fundador. En las primeras páginas, en la “Fórmula del
Instituto”, se explicita la misión particular para la cual esta orden religiosa
ha sido fundada a mediados del siglo XVI, y se menciona, entre otras
actividades de orden pastoral, el ministerio de la Palabra, que ocupa un
lugar privilegiado, por el gran provecho que de él se obtiene para la sal-
vación de las almas.
Al respecto, San Ignacio habla de “una Compañía fundada ante
todo para atender principalmente a la defensa y propagación de la fe y
al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana por medio de
predicaciones públicas, lecciones, y todo otro ministerio de la Palabra de
Dios y de ejercicios espirituales”.5
Vale la pena precisar aquí la distinción que Ignacio realiza en­tre
la predicación y el ministerio de la Palabra. Tal como lo vemos aquí,
dicho ministerio, a diferencia del primero, se distingue por su carác­ter
más privado, un poco al estilo de la conversación entre el acom-
pañante y el ejercitante, en la experiencia de los Ejercicios. Resulta

5
Ignacio de Loyola, Constituciones de la Compañía de Jesús, 28 (el subrayado es mío).

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


138

interesante, como referencia histórica, mencionar la respuesta de Ignacio


ante la pregunta de los dominicos de San Esteban en Salamanca, quienes
dudaban de su ortodoxia. “Le preguntaron: ‘¿Qué es lo que predicáis?’.
Les respondió Íñigo: ‘Nosotros no predicamos, sino con algunos
familiarmente hablamos cosas de Dios, como después de comer con
algunas personas que nos llaman’.”6 Si se toma esto en cuenta, se puede
concluir que, a lo largo de su vida, Ignacio fue más un buen conversador
que un predicador.
Tal distinción se hace evidente en la Parte VII de las Constituciones,
cuyo tema central desarrolla de manera más detallada la misión propia
de la Compañía. Allí encontramos los dos numerales siguientes, que
recalcan la distinción acabada de mencionar:
[647] Puédese también hacer lo mismo que se ha dicho [predicación], fuera
de la iglesia de la Compañía, en otras iglesias, plazas o en otros lugares de la
Tierra, cuando al que tiene cargo pareciese ser expediente a mayor gloria divina.

[648] Así mismo a particulares procurarán de aprovechar en conversaciones pías,


aconsejando y exhortando al bien obrar, y en Ejercicios Espirituales.7

Es claro entonces el carácter más personal del acompañamiento


espiritual, comprendido por San Ignacio como un ejercicio de conver-
sación. Es interesante la manera como este ministerio es ubicado en el
corazón de la misión de la Compañía de Jesús. Tal vez porque Ignacio
ya había logrado provecho espiritual para otros, tiempo atrás, pues
“gracias a sus conversaciones espirituales, tanto en España como en
París, conquistó sus primeros compañeros”.8 En su mentalidad, siempre
encaminada hacia la promoción del prójimo, es natural comprender tal
particularidad del acompañamiento espiritual a diferencia de la pre-
dicación pública:
…ciertamente, lo que un predicador y un lector hacen abiertamente desde el
púlpito para una gran audiencia, se puede afrontar también en privado, con
individuos concretos, con una utilidad muy grande. Además, se tiene una mayor

6
Van Breemen, “Acompañamiento espiritual hoy”, 363.
7
Ignacio de Loyola, Constituciones de la Compañía de Jesús, 205.
8
Van Breemen, “Acompañamiento espiritual hoy”, 362.

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


139

libertad y un influjo más fuerte, puesto que puede uno adaptar su palabras a
las cuestiones y al estado del interlocutor.9

Así las cosas, mantengamos fija la mirada en los dos principios


para el acompañante mencionados arriba (particularmente, en la utilidad
e influjo de la conversación espiritual), así como en la alta capacidad
adaptativa de este ministerio frente a las cuestiones y al estado del in-
terlocutor; esto, en relación con nuestro punto de partida, en el que los
interlocutores son personas en situación de desplazamiento forzado.
Sin perder el hilo argumentativo de este escrito, dedicaremos
algunas líneas a esbozar, en consecuencia, la funcionalidad del acom-
pañante en una labor de este estilo. Si bien es interesante profundizar
en la historia y en las características más originales del acompañamiento
espiritual ignaciano, es preciso preguntarse cuál es la labor del acom-
pañante y qué características debe tener para llevar a cabo su misión de
manera pertinente y acertada. Tal será el objeto del siguiente numeral.

La labor del acompañante: animación interior


y apoyo en el discernimiento
Al remitirnos nuevamente a las Constituciones de la Compañía de Jesús,
encontramos que tanto en la selección de candidatos para ingresar a la
orden, como en la formación de los ya admitidos, San Ignacio pone
énfasis especial en la habilidad para la conversación, que se debe fortalecer
y afinar en quienes se encuentren dentro de la Compañía. Al respecto,
dice el Santo en las Constituciones:
[157] Cuanto a lo exterior, es de desear la gracia de hablar, tan necesaria para
la comunicación con los prójimos.

[414] Generalmente deben ser instruidos del modo que debe tener una persona
de la Compañía, que por tan varias partes conversa con tanta diversidad de
personas.10

El primer numeral, de la primera parte del texto mencionado, se


refiere a la “gracia de hablar” como una de las cualidades más deseables

9
Ibid., 363.
10
Ignacio de Loyola, Constituciones de la Compañía de Jesús, 86 y 147.

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


140

en un candidato para escolar jesuita y, en consecuencia, como uno de


los criterios de selección para el ingreso de nuevos sujetos en la orden.
El segundo numeral, que se encuentra en la Cuarta parte de las Cons-
tituciones, dedicada al tema de la formación de los escolares, pone en
relieve el hecho de que un escolar deba ser instruido en el modo propio
de una persona de la Compañía, y lo articula con el tema de la conver-
sación en tanto se considera como una de las herramientas más preciadas
en función de la realización de la misión de la orden.
Al articular estos elementos con los principios del acompañamiento
presentes en el número 15 de los Ejercicios espirituales, ya citado, tenemos
luces suficientes para delinear con claridad la figura y funcionalidad
específica del acompañante espiritual al modo ignaciano.
En primer lugar, compartimos el supuesto ignaciano de que un ser
humano está en capacidad de tener una experiencia de encuentro con
su Creador y Señor; junto con esto, el hecho de que el Espíritu Santo,
en su papel de paráclito, es el que cumple la función de consolar11 a la
persona que está viviendo tal experiencia; en segundo lugar, también es
claro que el acompañante es testigo privilegiado de la acción de Dios en
la persona a la que está escuchando.
Con estos supuestos, comprendemos –con Van Breemen– que
“la primera tarea del acompañante espiritual es escuchar, hasta percibir
la voz del ser profundo”12 actuante en la persona que está siendo acom-
pañada. Además, dado que la experiencia espiritual genera diversos
movimientos en el interior de la persona, y que pueden inclinarla hacia
uno u otro lado, es labor del acompañante, más allá de “aconsejar” o
“dirigir”, sencillamente “con-currir […], correr juntamente con, marchar
junto con […] el Espíritu Santo que anima al hermano y le inspira sus

11
“[316] Llamo consolación cuando en al ánima se causa alguna moción interior, con la cual
viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y en consecuencia cuando ninguna
cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas […].
Finalmente […], todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y
atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quietándola y pacificándola en su
Criador y Señor.” (Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, [316], 54).
12
Van Breemen, “Acompañamiento espiritual hoy”, 370.

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


141

mociones”.13 Llamamos “animación espiritual” a esta labor de escucha y


de caminar junto con el Espíritu Santo y la persona acompañada.
Es animación, en tanto se entiende que la persona está en capacidad
de tomar sus propias decisiones por sí sola, razón por la cual la tarea del
acompañante no consiste en ayudar a tomar ningún tipo de decisión;
más allá de eso, ayudar en la clarificación de las intenciones, horizontes
y sentimientos de la persona, para que sea ella quien asuma su vida y
sus acciones en libertad y paz consigo misma mediante una manera de
conversación oportuna y pertinente. Al respecto, señala Van Breemen:
El ideal es que el acompañante espiritual (tal vez ayudándose de preguntas
pertinentes), le despeje el camino hacia su propia fuente interior, le ayude a la
aceptación e interpretación de sus experiencias, y eventualmente le disponga,
incluso, a una decisión. En esto, el acompañante espiritual debe mantenerse
en su puesto, modesto y difícil, que no es ni el de Dios ni el del acompañado
y, por eso, tampoco el del que tiene que decidir.14

Esta labor es precisamente lo que comprendemos como “apoyo


en el discernimiento” de la persona, en entera coherencia con el número
15 de los Ejercicios espirituales y con un componente importante de
respeto por la persona, especialmente en el camino que se emprende,
generalmente, en una conversación de este tipo, hacia la fuente interior
del acompañado, hacia las Galileas de ese ser humano que está narrando
su experiencia.
En síntesis, comprendemos al acompañante como una persona
cuyo deber es “presentar y ser testigo de las coordenadas evangélicas
necesarias para que el que vive esa experiencia goce de completa libertad
espiritual, garantía de la verdad y sinceridad de su propia decisión y
elección”.15
Para finalizar, es importante dejar sentado que frente a las diversas
actitudes que pueda tener el acompañante, de acuerdo con la materia de
la conversación, él o ella no puede olvidar que la relación fundamental

13
Restrepo Londoño, “¿’Dirección’ espiritual o ‘dirección’ del Espíritu?”, 53-54.
14
Van Breemen, “Acompañamiento espiritual hoy”, 370.
15
Restrepo Londoño, “¿‘Dirección’ espiritual o ‘dirección’ del Espíritu?”, 57.

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


142

no es la suya con el acompañado, sino la de éste con su Creador y


Señor; tampoco que son innegociables las condiciones de libertad y de
centralidad en la persona de Jesús que deben existir en estas conversa-
ciones, en orden a un mayor provecho para la persona.

Aplicación de este modo de acompañamiento en la experiencia


con población en situación de desplazamiento forzado
Con los aspectos de orden teórico mencionados, volvemos al ámbito
de lo práctico, que aterriza la reflexión presentada por medio de las
preguntas surgidas en el investigador a partir de la experiencia concreta
de acompañamiento a personas en situación de desplazamiento forzado,
habitantes del sur de Bogotá.
En relación con ellas, diremos en primer lugar que si bien en la
experiencia de conversación con estas personas de Ciudad Bolívar no
nos encontramos ante una situación de acompañamiento espiritual
igual a la que puede darse en una experiencia de Ejercicios Espirituales,
ciertamente sí se trata de una experiencia de encuentro, discernimiento y
animación espiritual acorde con los principios y las acciones particulares
del acompañamiento espiritual ignaciano, tal como lo hemos descrito.
Ahora bien, la particularidad en este caso concreto reside en la
vulnerabilidad, el dolor y la tristeza que estas personas llevan consigo,
frente a lo cual buscan ante todo ser escuchadas y acogidas. Frente a esta
situación, Van Breemen señala con gran claridad:
En el acompañamiento pueden sobrevenir, tal vez, dolor y frustración, pero
ante todo lo importante es que sean verbalizados y así compartidos, aunque por
ello, de momento, el dolor se haga más intenso. El acompañante debe evaluar y
respetar muy exactamente la cercanía auténtica y la distancia necesaria. Entonces
podrá, en el momento maduro para ello, alargar la perspectiva e insinuar contextos
más amplios, en los que pueden integrarse las experiencias dolorosas, de manera que
no degeneren en amargura, sino que fructifiquen.16

En este sentido, la conversación espiritual con personas en situa-


ciones similares a las del caso que estamos tratando es enteramente perti-
nente, en tanto el acompañante enfrenta una realidad de dolor y frustración

16
Van Breemen, “Acompañamiento espiritual hoy”, 370 (el subrayado es mío).

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


143

que verbaliza la persona frente a él. En tal conversación, además de la


escucha y la acogida, las actitudes principales son la serenidad y lucidez
del acompañante, mediante las cuales pueda hacerse efectivo y fructífero
el proceso de integración del dolor.
En segundo lugar, es evidente que en tiempos de crisis es difícil
restituir las fuerzas humanas si hay un ambiente de entera soledad. En
este sentido, acompañar a estas personas en situación de crisis no solo
es pertinente, sino un espacio de restitución de fuerzas y, como men-
cionamos antes, de animación espiritual. En la mayoría de casos recibidos
a lo largo de estos meses, el ejercicio consistió –junto con la realización
y aplicación de los principios y las acciones referidas– en tomar con-
ciencia del papel central que desempeña el mensaje del Evangelio en
estos procesos de restitución humana.
En nuestro caso particular, el pasaje más resonante y siempre pre-
sente fue aquel en el cual Mateo refiere que Jesús, ya resucitado, anuncia
a sus discípulos, por medio de las mujeres, que le esperen en Galilea,
lugar donde comenzó su ministerio, el origen vital y existencial de la
realización de la obra del Padre, en términos joánicos. De alguna manera,
volver a Galilea y esperar allí a Jesús resucitado es volver al origen de la
misión, al origen vital más profundo, que motivará –desde dentro– la
labor misionera de los apóstoles en adelante.
En el caso de las personas que han sido desplazadas, tomar esta
parte del Evangelio resultó un bello ejercicio de fortalecimiento inte-
rior, pues ante las dificultades reales de volver a sus Galileas físicas,
volver interiormente hacia sus Galileas vitales representó, en la mayo-
ría de casos, un espacio de animación, de encuentro consigo mismo y
de fortalecimiento en los momentos de dificultad que se encuentran
viviendo.
En este sentido, permítaseme expresar un comentario enteramente
subjetivo y discutible: tal vez una ayuda material sea el alivio más ne-
cesario en lo inmediato, tal vez esa misma ayuda ha salvado muchas vidas
a lo largo y ancho del país; sin embargo, la labor de acompañamiento
y fortalecimiento interior, más difícil quizás que la primera, es mucho
más importante, porque a partir de dicha fortaleza la persona misma, en
uso de su autonomía y sus capacidades, se hace capaz de salir de nuevo

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


144

a la vida, para buscar el sustento y condiciones materiales, afectivas y


espirituales más estables.
Considero que esta es una actitud más respetuosa frente a estos
seres humanos adultos, que exigen ser tratados como tales y no como
menores de edad que esperan que otros decidan por ellos o les arreglen
su situación. En este sentido, “no se requiere ni aprobación ni confor-
midad, sino comprensión, en contraposición a incomprensión. No se
exige aprobar o tranquilizar (buscar una solución de compromiso), sino
acogida y un cierto grado de participación”.17
Con estos elementos, es claro entonces el modo como el acom-
pañante puede constituirse en pieza intermediaria entre la acción de
Dios en la persona y la manera como va recibiendo dicha acción poco a
poco. Queda claro que mediante una conversación adecuada es posible
llegar al interior de la persona, mediante la memoria y la reflexión acerca
de su situación actual, para acompañarla en el “viaje” hacia los orígenes
más profundos de su existencia, y hacer posible desde allí una apertura
de la mirada y una ampliación de los horizontes de posibilidad. Tal
acompañamiento es espiritual, precisamente en tanto el Espíritu es el
actor principal que guía a la persona, que la consuela y que realiza su
acción salvífica en ella.
Por último, el valor de la conversación se centra en ser el puente
principal de conexión, comunicación y verbalización de los sentimientos,
las experiencias, los dolores, y la ampliación de horizontes para quien
está siendo acompañado. Valga la pena enfatizar nuevamente en el
carácter dialogal de la misma: más que un monólogo del acompañante
o del acompañado, es un ejercicio de escucha atenta y de interacción en
el cual tanto acompañante como el acompañado se encuentran en una
situación de encuentro equitativo y de aporte mutuo.

Reflexión conclusiva
Al tener en cuenta la continuidad de este ejercicio teológico-pastoral de
acompañamiento, en los próximos semestres académicos, se presentan

17
Ibid., 371 (el subrayado es mío).

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.


145

a continuación algunas sugerencias con base en los aspectos pastorales


tratados en el presente artículo.
– En primer lugar, es pertinente señalar que si bien el matiz del
presente escrito ha sido la espiritualidad ignaciana, ésta no es propietaria
exclusiva de toda una tradición de acompañamiento en la Iglesia que
hunde sus raíces en los orígenes mismos del cristianismo. Sin embargo,
esta reflexión ha sido elaborada mediante la articulación entre la ex-
periencia concreta de acompañamiento y una vertiente espiritual par-
ticular. Valga la pena, entonces, invitar a la realización de nuevas refle-
xiones a partir de las diversas vertientes espirituales que, con su presencia,
enriquecen el quehacer teológico en nuestra Facultad.
– En segundo lugar, cabe mencionar la importancia de mantener
una actitud de escucha permanente, de apertura a la diversidad de his-
torias humanas que constantemente son relatadas en estos espacios de
conversación espiritual. Junto con dicha actitud, e incluso en el mismo
nivel, también es necesario asumir una posición constante de acogida y
de aprecio por las personas que buscan conversaciones de este tipo.
– En tercer lugar, este tipo de conversaciones pretende, más allá
de conocer o ahondar en el dolor de la persona (punto al que general-
mente se llega en el transcurso de las mismas), fomentar un proceso de
animación y fortalecimiento interior, y abrir horizontes clarificadores,
que permitan a la persona sentirse segura de sí y enfrentar con más ener-
gías internas su situación. Lo anterior se resume precisamente en lo que
hemos denominado la labor del acompañante: animación interior y
apoyo en el discernimiento.
– Por último, es preciso anotar que una labor de este estilo, como
parte de la práctica pastoral de la Facultad de Teología, además de ser
pertinente en la formación de un buen profesional, representa la posi-
bilidad de un encuentro cercano con la realidad colombiana y con la
realidad interior de las personas que hoy día la sufren, la afrontan y re-
quieren del apoyo de la sociedad para salir adelante.
Desde la teología, este es y ha sido nuestro aporte, que vale la pena
seguir afinando, cualificando y acercando a los contextos de frontera más
acuciantes de nuestro presente.

reflexiones teológicas 8 (131-146) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


146

Bibliografía
Desclée de Brouwer (ed.) Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer,
1998.
Ignacio de Loyola. Constituciones de la Compañía de Jesús (anotadas por
la Congregación General 34) y normas complementarias (aprobadas
por la misma Congregación). Bilbao: Sal Terrae, 1996.
_____. Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola (5a. ed.). Bilbao:
Sal Terrae, 2001.
Mattheeuws, Alain. “La dirección espiritual: un camino, una dirección,
una misión.” Selecciones de Teología 147 (1993): 152-160.
Restrepo Londoño, Darío. “¿’Dirección’ espiritual o ‘dirección’ del Es-
píritu? Acompañamiento y discernimiento espiritual ayer y hoy.”
Apuntes Ignacianos, Vol. 24, No. 8 (1998): 42-66.
Van Breemen, Piet, “Acompañamiento espiritual hoy.” Manresa 68
(1996): 361-377.
“Vidas Móviles” (consultado el 21 de septiembre de 2011), http://med.
javeriana.edu.co/vidas_moviles/quienessomos.html.

el camino de retorno a galilea josé darío rodríguez cuadros, s.j.

También podría gustarte