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Rudolf Otto/ Eliade: Lo sagrado.

Hernández José Mario

Algo característico de las religiones o de cualquier creencia, es lo sagrado. Ya sea


un espacio, un objeto o cualquier otra cosa, esto debe ser respetado y venerado
por aquellos que lo consideren así. Pues si bien es cierto que es casi imposible
racionalizar las creencias, es decir, no se acoplan tan fácilmente al pensamiento
científico, como en muchas ocasiones se recalca en discusiones sobre la
existencia o no existencia de dios, donde se aleja por completo del ámbito al que
le corresponde argumentarlo, para pasar a formar parte del circulo científico capaz
de analizar y desechar teorías a diestra y siniestra – con esto no quiero decir que
las ciencias sean consideradas “malas”, en un sentido de moralidad religiosa-, la
ciencia simplemente no puede y no debería meterse en asuntos de fe, que son los
que dan a cabo esas valoraciones de sagrado. En otros casos, apegados a una
tradición más ortodoxa, los espacios sagrados vienen estipulados en las escrituras
base de donde parte dicha religión véase, por ejemplo, la sagrada biblia, el Corán,
el Talmud y cualquier otro texto base para preservar la religión a la que dio vida.

Considerando lo sagrado como algo a lo que se le tiene que tener culto o venerar,
es algo común conocer caso de personas, que, aunque no pertenezcan a una
religión, tienen cosas que consideran sagradas, aunque no se refieran como tal a
ellas, ya sea una camisa, su equipo favorito de futbol o cualquier deporte, una
película, etc. Donde estos tienen una afición tan grande a estos que los
consideran perfectos e intocables para cualquier otro que quiere profanar su
“santidad”. Finalmente, lo sagrado se encuentra en todos lados, solo que muchas
veces utilizamos otro concepto para referirnos a ese tipo de objetos.

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