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El dispositivo del poder, Ariadna García Rivello.

¿Qué es un dispositivo de poder?


¿Qué función cumple en la sociedad?
¿Qué elementos lo componen?
¿Cómo se articulan entre ellos?

Todas estas preguntas intentarán ser respondidas en este texto, a partir de los
conceptos expresados por distintos autores, como Enrique Marí, Cornelius Castoriadis,
Brosnislaw Baczko, Pierre Ansart.
El dispositivo del poder es una construcción conceptual que ayuda a entender cómo
se produce el reparto de jerarquías en una sociedad, y de qué manera se legitima, se
hace deseable y el individuo se reconoce como parte del mismo.
En primer lugar, tenemos que pensar cuáles son los símbolos que representan, de manera más
o menos abarcativa, a una sociedad. Podríamos decir la bandera argentina, el himno nacional,
el escudo nacional… y en niveles de identificación regionales, el mismo tipo de
símbolo para las provincias y municipios. Como pueden ver, están cargados de
elementos simbólicos, que remiten a la naturaleza o a la historia de los lugares que
representan.

Bandera Argentina Bandera Provincia de Buenos Aires Escudo Municipio de Morón


Escudo CABA (2012) Bandera CABA 1580

Los símbolos buscan generar empatía con ‘algo’. Ese algo que amamos y puede que odiemos
al mismo tiempo. Sin embargo, si alguien agrede ese símbolo, encontrará nuestro repudio.
Los símbolos de los que estamos hablando (banderas, himnos, rezos, mantos) refieren a
un orden de cosas que nos es externo, desde el punto de vista de su construcción, y
sin embargo nos identifican como si fuéramos parte de ellos. Y es que de alguna manera
lo somos, puesto que desde muy pequeños, en la escolaridad, nos enseñan a amar y
respetar los símbolos patrios en la escuela, los religiosos en cada una de las entidades a las
que concurrimos, cualquiera sea el credo o religión que practiquemos, o los que están por
fuera de esas lógicas (caso Gauchito Gil).
La capacidad de involucrarnos emocionalmente que tienen estos elementos, no es
inocente, sino todo lo contrario. Es una sutil, pero eficaz, forma de manipulación de
nuestro compromiso con la sociedad en que vivimos.
Enrique Marí, plantea que el dispositivo del poder, está conformado por tres
elementos fundamentales:
- El discurso del orden;
- El imaginario social;
- La fuerza.

El discurso del orden, es de carácter racional, vinculado a las leyes, normativas, la


jurisprudencia: todo lo vinculado con el aparato legislativo que va a reglamentar nuestras
conductas como aceptables o no, pasibles de una condena, sus circunstancias atenuantes
y agravantes. La ley se presume conocida por todos. Si uno comete un delito sin saber que lo
está haciendo, no puede alegar desconocimiento de la ley como defensa, puesto que es pública
a través del Boletín Oficial, que se actualiza permanentemente.
Esta ley dura, racional, que definitivamente no todos conocemos, y mucho menos en
su totalidad, es la que controla nuestros actos cotidianos.
Ahora, frente a este hecho tan duro: ¿cómo hacer aceptable el orden establecido a través
de esas normas? Y peor aún: ¿por qué es deseable que exista, con todo su rigor?
A simple vista, podríamos decir que es deseable, puesto que sin ley la sociedad sería un caos,
nos mataríamos los unos a los otros, surgiría lo peor del ser humano, ya que no tiene un freno
exterior que lo limite (es algo que se puede poner en duda, ya que sería caer en el prejuicio de
que todo ser humano es en esencia malo –pensamiento de Hobbes en el S XVII-, cuando otros
pensadores –Rousseau, S XVIII- consideran todo lo contrario, que el hombre nace bueno y
que la sociedad lo corrompe).
Lo que queremos poner en evidencia aquí, es que ese poder que se ejerce sobre nosotros a través
de la Ley, que tenemos que cumplir aunque nos pueda resultar injusta, es aceptable porque hay
otro mecanismo que la envuelve y la hace soportable.
Ese mecanismo es lo que Marí denomina un montaje de ficciones, un conjunto de símbolos que
no sólo modelan nuestras conductas, sino que colaboran en la legitimación de un cierto orden de
jerarquías sociales y de reparto del poder. Y éste es el imaginario social.
¿Cómo se definía en las sociedades arcaicas qué parte de un clan era la que gobernaba
y cuál estaba destinada a la sumisión? A través de los relatos míticos.
La fuerza. Pierre Ansart estudia esta situación, en la que a través de los mitos se generaba
una jerarquización social y reparto de funciones, que por lo general favorecía a un grupo
en detrimento de otros. El mito, en las sociedades arcaicas se actualiza permanentemente,
a través de rituales que tienden a mantener un estado de cosas. Ansart se pregunta, si
ese reparto de jerarquías no fuera una construcción social, qué necesidad habría de
recordarlo cíclica y constantemente. Evidentemente, la organización social no es algo que viene
dado, sino que se va configurando con el paso del tiempo. Tanto es así, que llega un momento
en que el ciclo del mito se rompe, cuando irrumpe una nueva legitimidad, diferente a la que
el mito planteaba. El mito hegemónico es contestado, cuestionado por el contra-mito,
que instala un nuevo orden jerárquico. Frente a esta irrupción violenta (el contra mito
se propone violentar un orden determinado) el discurso del mito se prepara con la
denominada contra-violencia. Una violencia que espera el momento de ser atacada.
Si trasponemos ese esquema a la actualidad, las formas de reparto de poder y jerarquías
no cambiaron demasiado, y tampoco cambió la relación violencia/contra-violencia.
Las fuerzas armadas del Estado (policía, gendarmería, ejército, etc. –contra-violencia-)
están preparadas para reprimir la violencia de grupos que intenten afectar el orden establecido.
Violencia Contra-violencia
Imágenes de la marcha contra la Reforma Previsional, diciembre 2017

El imaginario social, entonces, constituye una estructura de movilización de


creencias discursivas y extradiscursivas. Opera en el fondo común y universal de los
símbolos, seleccionando los más apropiados para cada sociedad, interpelando las
emociones, la voluntad, los deseos.

Veamos cómo se construye ese imaginario social.


Desde las sociedades arcaicas hasta las actuales, siempre hubo formas de justificar
el reparto del poder.
En las sociedades arcaicas, como vimos, a través del mito, se favorece la repetición y
se mantiene el consenso frente a las desigualdades, buscando mantener unida a
una comunidad.
El surgimiento del pensamiento religioso busca la identificación de los individuos, tratando de
evitar conflictos (siempre que se actúe dentro de lo que cierto discurso religioso permita), con
la promesa de la trascendencia. Un mundo mejor después del paso por la vida terrenal.
Las ideologías modernas, son portadoras de valores cargados afectivamente como los míticos
o religiosos, pero a diferencia de los otros, ponen en evidencia los conflictos sociales,
describiendo crudamente lo justo y lo injusto, se fundamentan en un pensamiento racional,
careciendo de referencia a lo trascendente.
Cada sociedad construye su orden simbólico, a partir de elementos que
considera representativos y más o menos totalizantes para generar identidad y adhesión. De
este modo, selecciona imágenes, elementos de la naturaleza, frases, que surgen de lo
que Castoriadis denomina el magma de símbolos disponibles y aceptables para
determinado grupo. Ese simbolismo es determinante para ciertos aspectos de la vida social
(arquitectura, literatura, arte).
En la creación de un símbolo representativo de una sociedad, confluyen
componentes racionales y voluntarios. Voluntarios, porque hay una necesidad de
representación y reconocimiento en el símbolo (por ejemplo, Belgrano propone la creación de
una escarapela y una bandera argentinas para poder diferenciar sus tropas de las realistas,
que tenían estandartes reconocibles), y racionales, dado que la mayoría de los elementos que
lo componen, están pensados estratégicamente.
Un ejemplo muy claro es el Escudo Nacional Argentino. Si miramos detalladamente
los elementos que lo componen, nos damos cuenta que no son azarosos.

El sol como nacimiento de una nueva nación.

El óvalo dividido horizontalmente contiene dos colores, el blanco (pureza) y el


celeste/azul (justicia), está rodeado de laureles (gloria).

La pica, lanza corta, indica que la libertad obtenida se defenderá con


las armas.

Los brazos que estrechan sus manos, indican la unidad de las provincias
del Río de la Plata

El gorro frigio es un emblema de libertad.

La cinta en forma de moño alude a la nación argentina

La construcción del símbolo (representativo de una nación, por ejemplo, como el escudo que
analizamos) consta de dos momentos, según Castoriadis. Un momento radical, en que el
símbolo se crea, estableciendo un vínculo entre dos términos (escudo/nación argentina) y un
momento efectivo, cuando ese vínculo se torna rígido.
Para que ese vínculo se torne rígido, es necesario que haya una aceptación legal o institucional
del símbolo. El escudo nacional se usó con anterioridad a que sea declarado un símbolo rígido,
un 12 de marzo de 1813, sancionado por la Asamblea del Año XIII, puesto que no había un
símbolo apropiado para los documentos oficiales. Vemos aquí, que la relación entre los
símbolos que nos representan desde el imaginario, y el discurso del orden hay una relación
dialéctica. No podrían ser símbolos oficiales si la ley no los declara como tales.
El tercer elemento del dispositivo del poder, es la fuerza. Ésta se presenta, ligada de
forma indisoluble, tanto en discurso del orden (como sanciones, multas, condenas legales)
como en el imaginario social (a modo de sanción moral, repudio y exclusión de un grupo
de pertenencia).
Explicados los elementos que componen el dispositivo del poder, el discurso del orden,
el imaginario social y la fuerza, es importante comprender cómo se articulan entre sí.
En primer lugar, a través de factores endógenos, es decir, internos al dispositivo del poder. Su
naturaleza heterogénea (racional, simbólica, coercitiva) es lo que les permite articularse y
complementarse.
En segundo lugar, a través de factores exógenos, exteriores al dispositivo del poder.
La estructura socio- económica- política que permite que cierto dispositivo del poder
sea funcional a la sociedad o no. Si hay cambios en la estructura económica, los habrá en
el orden del dispositivo del poder, modificándose tanto el marco legal, los
símbolos representativos, como las formas de administrar la fuerza. También esos cambios
pueden proceder del campo de las ideas, no sólo de la economía. Pensemos en el cambio
del sistema feudal al capitalista, o en el pasaje de la Monarquía Absoluta a la
República (Revolución francesa, 1798).
Veamos algunos ejemplos de manipulación a través de los símbolos.

Esta imagen que circuló por Internet cuando asumió el Papa Francisco, pone en evidencia los
valores que éste quiere transmitir. Los cambios en el atuendo, en el sillón, en la
tarima, transmiten ideas a través del uso de símbolos diferentes. Por nombrar sólo uno,
ambos están sentados en un sillón… pero ¿cómo es cada sillón? ¿en qué se parecen y en qué
se diferencian? ¿qué idea transmite el sillón de Francisco I con relación al de Benedicto XVII?

Los billetes de 100 pesos…


E Julio Argentino Roca. Organizador de la campaña del desierto. Reconocido por conquistar terrenos que
aumentaron la superficie del país. Cuestionado, luego, por el genocidio a los pueblos originarios.

Eva Perón. Billete que entra en vigencia durante el gobierno de Cristina Kirchner. Destaca una figura política,
mujer, amada y odiada

.
Madres Mayo. Billete políticamente muy comprometido y quizás por ello de escasa circulación.

La taruca. Un ciervo nativo argentino. Quitar de la moneda imágenes de personajes políticos, quita
valor simbólico. La justificación es que la moneda no sea un espacio de
diferencias políticas sino un lugar de unidad e identificación de todos.

¡Cuántos cambios en la moneda nacional! Dejamos un video con la explicación de


la última versión del billete, justificando la presencia de un animal.

Libros escolares de la época del primer peronismo.

El imaginario social, para ser efectivo, necesita de un savoir faire (saber hacer), según Baczko.
Ese saber hacer, se perfecciona y complejiza con el paso del tiempo. En un primer momento, la
imprenta, facilitó la difusión de mensajes, en la medida en que también mayor cantidad de
gente pudo acceder a la lectura, antes cerrada al espacio de los claustros religiosos.
Luego, los medios masivos de comunicación, colaboran en la difusión de mensajes
que moldean conductas, ya no sólo propagandísticos, sino a través de relatos ficcionales,
como ser las novelas de folletín. Entregas semanales de novelas educadoras de la moral,
lograron que, a partir de mediados del S XIX, se llegara masivamente a sectores que era
necesario disciplinar para que acomoden sus conductas a las normas morales de la época.
En la actualidad, revistas destinadas a distintos sectores sociales y géneros (hombre-
mujer), también ‘educan’ sobre conductas a adoptar.

Sabios consejos…
Para la educación de las niñas, les dejamos un link a una canción, Los días de la semana, de
Gaby, Fofó y Miliki, tres payasos españoles, que supieron conquistar la televisión argentina
de los años 70.
Propuesta: ¿Reconocen en los medios de comunicación actuales manifestaciones
que busquen moldear las conciencias y conductas? El contexto actual de la pandemia es
un momento muy particular para ejercer esta violencia simbólica. Compartan
sus propuestas/hallazgos, por más obvios que parezcan, en el Instagram de la
materia: @sociologiagr
Cuestionando al discurso del orden.
¿Sobre qué base se construye el discurso del orden? Esta es la gran pregunta que hace
Hans Kelsen, y que Marí pone en relación con el imaginario social, el cual adopta
variadas formas para reactivar al primero.
Kelsen plantea que Grundnorm, una norma madre de todas las demás, como fundamento
de toda construcción jurídica, no es una norma dada en sí misma, existente como un
elemento de la naturaleza, sino que es una norma creada en función de una voluntad para
regir las conductas de otros. Kelsen plantea, entonces, que lejos de ser una verdad dada, esa
norma madre, es una ficción, tan arbitraria como un relato mítico.
Al entender a esta norma como una ficción, algo que difiere de la realidad, esa norma cae como
“verdad revelada”. Entonces, concluye, que todo sistema normativo hace ‘como si’ esa norma
tuviera validez. Simula la validez. Lo fundamental del pensamiento de Kelsen en este punto, es
que el sistema jurídico se basa en una ficción, una arbitrariedad, adecuada a los intereses
legitimantes del poder.
Si trasponemos esta idea al plano de los bienes culturales, encontramos un correlato
muy interesante en lo que concierne al campo del arte. ¿En qué criterios se basa la valoración
de una obra para ser entendida como perteneciente al arte culto o al arte popular? ¿Por qué
una es más valiosa que la otra? ¿Cuáles son las instancias que legitiman esta división?
El sociólogo Ticio Escobar, plantea qué es lo que occidente espera de las
manifestaciones culturales de los pueblos originarios.
Según este autor, para el mito occidental, lo popular, lo indígena, debe permanecer idéntico a sí
mismo, petrificado en una versión pintoresca.
De este modo, el arte popular, para no perder su esencia, debe mantenerse sin cambios, con el
objeto de no traicionar su autenticidad. Mientras que el arte de los países modernos, puede
cambiar, buscar nuevas posibilidades estéticas, incluso contradecir los parámetros del
academicismo y seguir siendo considerado arte.
Escobar entiende a la cultura como un “proceso vivo de respuestas simbólicas a
distintas circunstancias”, eso implica cambiar. El arte de Latinoamérica debe salir de la
encrucijada de la fidelidad de lo propio/copia de lo ajeno. Si la cultura es dinámica, sus bienes
simbólicos necesariamente tendrán que cambiar. No puede una cultura estar condenada
a repetirse infinitamente cuando tiene nuevas necesidades para simbolizar.
El mito occidental que pesa sobre las culturas subordinadas es el de la fidelidad: el valor de lo
popular radica en la tradición impermeable al cambio. La oposición tradición-particular
/ futuro-universal es parte de la idea construida por ese mito que pesa sobre las
culturas originarias.
Según Escobar, estas culturas mantienen sus rituales aunque incorporen elementos
nuevos, como las luces de neón, o los accesorios de plástico, utilizados en función de
una continuidad en la significación. Renovar el repertorio iconográfico implica fortalecer
la autodeterminación, respondiendo estos nuevos símbolos a nuevas necesidades
económicas. Lo popular tiene derecho al cambio.
Pensemos en el folklore. La fusión de la música folclórica con instrumentos
que tradicionalmente no forman parte de su sonoridad, lo enriquece tanto desde lo
expresivo como desde el público que comienza a escucharlo. Zambas, vidalas, cuecas, logran
no sólo una más amplia difusión, sino también ampliar las posibilidades expresivas. Por otro
lado, tenemos a un referente del folklore como Atahualpa Yupanqui. Muchas de las obras
que canta no son anónimas, como suelen ser las versiones folclóricas, sino que
son composiciones propias, o escritas por quien fuera su pareja.
Frente a la “contaminación” de estas manifestaciones culturales que se
producen inexorablemente, por la llegada de nuevos medios de comunicación, nuevas
estrategias económicas, así como hábitos, gustos y valores, el ámbito de la reiteración de lo
popular se resquebraja.
Frente a esta situación, y al temor de perder ese carácter primitivo de las
manifestaciones originarias, se establecen estrategias de conservación de esas prácticas, que
Escobar clasifica de la siguiente manera:
a) El archivo: para fomentar la conservación y preservación de estas culturas que ya no son
estáticas, se recurre al rescate de piezas que sobreviven al derrumbe de estas culturas en su
estado de pureza. Museos, grabaciones, fotografías, filmes que los
mantienen detenidos en el tiempo. Poco importa si ya esas manifestaciones no
son representativas de esa cultura.
b) La técnica original: se procede a preservar las técnicas y los temas de
momentos considerados paradigmáticos de una cultura. Se evidencia, entonces, que lo que
se preserva es lo que una mirada desde fuera de esa comunidad considera legítimo.
c) La escisión: en este punto, se asume la ruptura entre forma y función. Por un lado, se pretende
salvaguardar el esteticismo, resguardar las formas aunque se pierda la funcionalidad. Por otro
lado, se sacrifican aspectos estéticos para mejorar la calidad técnica del producto.
Con estas estrategias descriptas, los bienes simbólicos devienen trofeos (para guardar
en museos), objetos científicos (para conocer las formas de producción y
resguardarlas), mercadería/souvenir, puesto que se comienzan a producir sin valor para la
comunidad sino como estrategia de atracción turística.
Subraya Ticio Escobar, que estas culturas rurales latinoamericanas, no pueden
ser consideradas formas de producción pre-capitalistas, puesto que su historia, su
técnica, sus simbolizaciones, no forman parte del recorrido que se dio en Europa en el
pasaje del feudalismo al capitalismo. Están absolutamente por fuera de ese devenir
histórico. Son, entonces, acapitalistas.

¿Qué sucede en la cultura popular con el imaginario social?


La cultura popular, entendida como la que el pueblo genera con sus saberes
y explicaciones, también tiene sus símbolos, que son altamente adoctrinadores.
Vamos a analizar dos ejemplos, la Mulánima y el Curupí.

La Mulánima o Alma Mula


Es un ser sobrenatural, cuyas historias son
oriundas de la provincia de Santiago del
Estero. Esta entidad es explicada por Adolfo
Colombres, en su libro Seres sobrenaturales
de la cultura popular argentina, como una
mula que, furiosa, amedrenta poblaciones
campesinas con sus gritos desgarradores y
actitudes violentas. Se dice que echa fuego
por la nariz y la boca, sus ojos centellean,
arrastra cadenas que hacen un ruido
insoportable.
La explicación de estas apariciones se atribuye a que una mujer cometió pecado de incesto o
tuvo relaciones sexuales con un cura. La forma de establecer si esa mula es un ser sobrenatural,
es herirla con una cuchilla afilada, en el rostro o en alguna parte visible del cuerpo. Si ese
animal recobrara su forma de mujer, al verla al día siguiente, quedaría puesto en evidencia la
actitud pecaminosa y el castigo consecuente. Colombres explica que en otras versiones sobre
este ser sobrenatural, la Mulánima se alimenta de carne humana, fundamentalmente de niños.
Otro aspecto que destaca es que si un campesino la mira directamente a los ojos,
quedará prendado de pasión por la Mulánima, de manera que será capaz de abandonarlo
todo (familia, casa, bienes materiales) para escapar y satisfacer sus deseos sexuales, recobre
o no, la Mulánima, su forma humana.
¿Qué se desprende de este relato aquí simplificado?
1- La mujer es culpable: en las relaciones sexuales, ya sea haber cometido incesto o haber
estado con un cura, siempre es necesario más de uno. Aquí, la única que recibe castigo es la
mujer. Aunque quien haya hecho votos de castidad sea el cura, o con quien cometa incesto
sea su padre.
2- La presencia de la religión cristiana: en muchos de esto relatos de
seres sobrenaturales, la religión hace un aporte para legitimar el castigo. Algo
tan específico como tener sexo con un cura, lo pone evidencia.
3- La forma de identificar a la pecaminosa mujer es a través de la violencia física.
Una herida en el rostro o parte visible del cuerpo, con un elemento cortante, afilado… 4- El
hombre cae bajo su influjo, aunque no retome la forma de mujer… esto lo dejo a criterio
interpretativo de cada uno.

El Curupí.
Deidad masculina de origen guaraní, reconocida en Corrientes y Misiones.
Se lo caracteriza como un personaje fuerte y de baja estatura, caracterizado por tener un
miembro viril exageradamente largo. Con él captura a sus presas, mujeres que salen a la
selva a juntar leña a la hora de la siesta. Según las versiones que recopila Colombres, la
víctima atrapada por el Curupí sólo puede liberarse cortando el miembro viril, tornándolo
inofensivo.
Es un ser carnívoro que prefiere la carne de mujeres y niños. Respecto de las mujeres, en la
recopilación de las diferentes versiones, las mujeres, “con sólo verlo, se vuelven locas”.
De este relato también podemos deducir que se trata de moldear conductas. Salir a la hora
de la siesta, una mujer indefensa y desprotegida, es un acto repudiable, puesto que se sabe
de la presencia del Curupí. Este relato, puede tener lecturas como, la protección de las
mujeres y los niños frente a los peligros de la selva, pero también, según otros autores,
justificar embarazos no deseados o extramatrimoniales (o por fuera de la pareja
constituida, teniendo en cuenta que el matrimonio es una institución vinculada con
lo urbano y cristiano).

Conclusiones
El dispositivo del poder y los elementos que lo constituyen (el discurso del orden,
el imaginario social y la fuerza) está históricamente organizado en función de
dar legitimidad a un cierto orden social. De los tres elementos que lo componen
el imaginario social es quizás el más potente, puesto que apela a las emociones, a
lo profundo de los sentimientos, ya que opera a través del símbolo. Éste, a su vez, en
sus posibilidades inagotables de lectura, aparece constantemente, recordándonos
que formamos parte de una sociedad, que aspira a ser una totalidad.
La búsqueda de representatividad del símbolo apela a elementos conocidos, como
ser imágenes provenientes de la naturaleza, o retomando imágenes cargadas de sentido
con anterioridad.
Analizamos cada uno de los elementos que componen el Escudo Nacional
Argentino, develando que, por un lado, hay una necesidad de la sociedad de tener
una representación propia, y por otro, que cada elemento está pensado racionalmente
para formar parte de esa representación.
Encontramos una relación dialéctica entre imaginario social y discurso del orden. Dialogan
entre sí, ya que uno no es posible sin el otro. No se reconoce el símbolo si no está
legitimado por la ley, no se acepta la ley si no está apoyada en el símbolo. Y en ambos,
aparece la fuerza, ya como sanción legal, ya como sanción moral.
Kelsen devela que el sistema legal, racional, está basado en una norma
base, Grundnorm, que no es otra cosa que una ficción cuya finalidad es adecuarse a
los intereses legitimantes del poder.
A partir de entender la arbitrariedad de la norma base (Grundnorm) en que se basa toda la
legislación occidental, observamos, siguiendo la propuesta de Ticio Escobar, de qué manera
ese mismo mecanismo de norma arbitraria, que da legitimidad y superioridad a un
determinado orden, genera la polaridad entre arte culto y arte popular, marcando
la superioridad del primero por sobre el segundo.
Siguiendo con este hilo de ideas, revisamos qué pasa con la cultura de los
pueblos originarios y con el folklore, condenados a mantenerse idénticos a sí
mismos, condenados a no variar para conservar su identidad.
Sin embargo, la cultura es dinámica. Para los europeos y para los que no lo son. Y es ahí
donde aparece el interés en preservar aquello que las nuevas formas de comunicación e
intercambio cultural estaban por borrar. Las estrategias que los observadores utilizan para
conservar lo primigenio latinoamericano, como si alguna vez
se hubiesen puesto a producir vasijas con las técnicas griegas o romanas para no perder la
raigambre cultural.
Finalmente vimos cómo el imaginario funciona también en la cultura popular, a partir de
seres sobrenaturales (así vistos por quienes los estudian como objetos y no como
una realidad posible), y de qué manera lo racional y lo no racional se articulan en los
relatos sobre estos seres.
En todos los tipos de relatos que intentan legitimar una organización social (el mito,
la religión, las ideologías políticas) se hace evidente la presencia de un sector social
que pretende mantener su superioridad por encima de otros, apelando a estos recursos
para lograrlo.

Bibliografía Obligatoria:
Marí, E (1986) “Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden”. En: Doxa Nro
3. Pp 93-111 Universidad de Alicante.
https://drive.google.com/file/d/1xbicNQnCQHesJmPBtdbBi6R_sIZpc5Ut

/view?usp=sharing

Bibliografía consultada:
Ansart, P. Ideologías y conflictos de poder. En: Colombo, E. (1989) El
imaginario social. Tupac ediciones Buenos Aires y Nordam (Montevideo)
Baczko,B (1991) Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas.
Nueva visión. Buenos Aires. Argentina.
Castoriadis, C. La institución imaginaria de la sociedad. En: Colombo, E. (1989)
El imaginario social. Tupac ediciones Buenos Aires y Nordam (Montevideo)
Colombres, A (2003) “La Mulánima”; “El Curupí”. En: Colombres, A. (2003)
Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina. Buenos Aires. Ediciones del Sol

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