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La Revolución Rusa de 1917.

Entre 1905 y 1917, Rusia fue escenario del triunfo de la primera Revolución socialista o comunista
del mundo. Esta revolución estaba inspirada en las ideas de Karl Marx (1818 - 1883), quién había
realizado un exhaustivo análisis de la sociedad industrial capitalista y desarrolló las ideas políticas
para que la clase obrera organizada tomara el poder e instaurara una sociedad justa, sin
diferencias de clase. Como indicaba Marx, en su libro “La ideología alemana”:

“Con la revolución comunista (…) cambiará la organización social misma. No habrá división de clases (…). El
trabajo no será más una carga para nadie. De impuesto que ahora es, se convertirá en libre. La revolución
comunista podrá hacer todo esto gracias a que la llevará a cabo la clase desposeída. La clase relegada a
último plano en la sociedad actual […] Para engendrar la conciencia comunista, lo mismo que para implantar
el comunismo, sólo hay un medio: modificar en masa a los hombres; cosa que, a su vez, sólo puede cumplirse
merced a un movimiento social, a una revolución. La revolución, pues, no solamente es necesaria para
derribar del poder a la clase dominante, sino para limpiar a la clase hasta ahora dominada de toda la
inmundicia del pasado, y capacitarla para echar los cimientos de la nueva sociedad”.

Sin embargo, al contrario de lo que había pensado Marx, esta revolución tuvo lugar en una
sociedad deficientemente industrializada, donde la mayoría de la población estaba dedicada a la
agricultura. Lenin, líder del Partido Bolchevique, dirigió el primer gobierno socialista en Rusia, que
aprobó el reparto de tierras entre campesinos y el control de las fábricas por los obreros, y que en
1922 constituyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.R.S.). La última etapa de la
Revolución fue llevada a cabo por Stalin, que convirtió a la U.R.S.S. en una gran potencia industrial
a costa de eliminar libertades constitucionales y establecer un régimen autocrático y dictatorial.

Rusia antes de la Revolución.

La Revolución de 1917 tuvo su precedente 12 años atrás en 1905, cuando las condiciones que se
produjeron fueron muy similares a las que conducirían a Rusia hacia la Revolución bolchevique. En
esos años, Rusia estaba gobernada por un Zar (monarca), la economía era atrasada, las
condiciones de vida de los trabajadores eran paupérrimas y, lejos de solucionar esas condiciones,
la respuesta del régimen era la represión. Leamos el siguiente reclamo que hace un obrero al Zar
en 1905:

“¡Señor! Nosotros, obreros de San Petersburgo, nuestras mujeres, hijos y ancianos inválidos, llegamos ante ti
para pedir justicia y protección. Estamos en la miseria, oprimidos y cargados con trabajo excesivo, tratados
como esclavos que deben soportar pacientemente su amarga suerte y callar. Creemos preferible morir que
prolongar insoportables sufrimientos. Hemos abandonado el trabajo y declarado a nuestros patronos nuestro
propósito de no reintegrarnos al mismo hasta que satisfagan nuestras demandas. Pedimos pocas cosas.
Nuestra primera petición es que los patronos examinen con nosotros las Peticiones. Esto ha sido rechazado,
así como el derecho a hablar de nuestras necesidades (…) También han considerado ilegal nuestro deseo de
disminuir el horario de trabajo hasta las ocho horas diarias, de convenir el salario (…), de que se mejoren las
condiciones de trabajo. Según los patronos todo es ilegal: nuestras demandas un crimen, ¡Señor! Estamos
aquí más de 300.000 hombres (…) Cualquiera que entre nosotros intente elevar su voz para defender los
intereses de la clase obrera será aprisionado y deportado (…). ¡Señor! No rehúses proteger a tu pueblo.
Sácale de la tumba de la arbitrariedad, de la miseria y de la ignorancia. Ordena inmediatamente a convocar a
los representantes de todas las clases y órdenes del pueblo ruso. Y para esto, manda que las elecciones a la
Asamblea Constituyente se hagan según el sufragio universal, secreto e igual. Es nuestra petición más
importante”.

La Revolución Socialista de 1917.

El Imperio Ruso participó en la Primera Guerra Mundial (desarrollada entre los años 1914 y 1918)
en el bando aliado, formaba parte de la Triple Entente. Pero su intervención fue desastrosa. Los
alemanes derrotaron con facilidad a su ejército y ocuparon parte de su territorio. Los habitantes de
las ciudades y del campo sufrieron los efectos de la guerra: las fábricas cerraban por la falta de
materias primas y los campos sembrados fueron destruidos. El hambre, el desempleo y la

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conflictividad social aumentaron. En el ejército, el desastre militar debilitó la autoridad y provocó el
descontento entre los soldados. En febrero de 1917, el gobierno del Zar fue desplazado por una
revuelta popular y se estableció un gobierno provisional, que era muy débil, por lo que, siguiendo al
historiador Eric Hobsbawm, sobrevino un “vacío revolucionario: un impotente ‘gobierno provisional’
por un lado y, por el otro, una multitud de ‘consejos’ populares (soviets) que surgían
espontáneamente en todas partes (…). Los soviets tenían el poder (o al menos el poder de veto)
en la vida local, pero no sabían qué hacer con él”. Mientras tanto, crecía la influencia del Partido
Bolchevique, un partido obrero y socialista liderado por Vladimir Lenin, quien supo ganarse el
apoyo de los soviets, atendiendo sus demandas y brindando un programa de gobierno claro en el
que se aspiraba a establecer un gobierno de representantes de obreros y que el estado socialice
los medios de producción, es decir: control obrero de los bancos, fábricas y distribución de las
tierras entre campesinos y peones. Convencido de que había llegado la hora de la revolución
proletaria de la que hablara Marx, Lenin lanzó la consigna “todo el poder a los soviets”, un grito que
se extendió por todo el territorio ruso.
Pocos meses después, en la noche del 24 al 25 de octubre, el Gobierno Provisional fue derrocado
sin ofrecer resistencias y el Partido Bolchevique y los Soviets tomaron el poder. Al día siguiente, se
formó el primer Gobierno Obrero y Campesino del mundo en el que los bolcheviques (luego
denominado Partido Comunista) tenían mayoría. Lenin fue nombrado su presidente. Su objetivo
era consolidar la Revolución en Rusia e impulsar la “Revolución Permanente”, es decir, la
revolución a nivel mundial (o por lo menos en Europa). Sólo así podría industrializarse Rusia y
consolidar el socialismo.

El régimen estalinista y el fin del bolchevismo.

Cuando Lenin enfermó, se produjo una disputa por el poder entre León Trotsky (dirigente
bolchevique, segundo hombre fuerte de la Revolución, al mando del Ejército Rojo en la guerra civil
entre 1918 - 1920) y Josef Stalin, importante dirigente del Partido Comunista, pero que no
representaba al sector revolucionario del bolchevismo. Esta disputa se resolvió a favor de Stalin,
quien sucedió a Lenin cuando éste murió en el año 1924. La tarea de Stalin era consolidar la
revolución, pero en realidad, lo que logró fue imponer un régimen totalmente diferente al que
pretendían Lenin, Trosky y los revolucionarios bolcheviques. Antes de su muerte, en 1924, Lenin
se enfrentó con Stalin por las diferencias en sus ideas de cómo organizar la Nueva U.R.S.S. (Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Como dice el historiador Moshe Lewin en su libro “El siglo
soviético”:

“El conflicto entre Lenin y Stalin sobre la creación de la URSS (…) supuso el enfrentamiento entre dos esferas
políticas: entre lo que aun era el “bolchevismo” (…) y una nueva corriente que nació del Partido Bolchevique y
que recibiría el nombre de “estalinismo”. Fue una pugna decisiva en que estuvo en juego la naturaleza misma
del nuevo Estado: o bien se optaba por una variante dictatorial que rechazaba la autocracia y se dirigía sin
ambages a la sociedad, fundamentalmente campesina, y negociaba con ella sin menospreciarla, o bien se
apostaba por una autocracia que priorizaba la violencia”.

Stalin sucedió a Lenin cuando éste murió en 1924. Su objetivo era realizar una revolución desde
arriba, sin contar con la decisión de las masas trabajadoras, ni de sus representantes
bolcheviques. Por lo tanto los medios que utilizó fueron sumamente represivos hacia estos
sectores. Como indicaba el mismo Stalin en 1924:

“La conquista y el mantenimiento de la dictadura del proletariado son imposibles sin un partido fuerte por su
cohesión y su férrea disciplina. Pero la férrea disciplina dentro del partido es inconcebible sin la unidad de
voluntad, sin la unidad de acción completa y absoluta de todos sus miembros. Las fracciones son
incompatibles con la unidad del partido y con su férrea disciplina. La existencia de diversos centros significa el
quebrantamiento de la unidad de voluntad, el debilitamiento y la descomposición de la dictadura (…). El
partido es la unidad de voluntad, que excluye todo fraccionamiento y toda división de poderes dentro dl
partido”.

Y este es el testimonio de un antiguo miembro del Partido Bolchevique encarcelado durante 17


años y liberado tras la muerte de Stalin en 1953:

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“Desde mis años jóvenes había comenzado mi trabajo bajo la dirección de Vladimir Illich Lenin; me instruí a su
lado, desempeñaba las tareas que él me encomendaba. Y he aquí que en 1937, camaradas, yo corrí la suerte
de muchos. Ocupaba un puesto de dirección en el comité regional del Partido (…) y, naturalmente fui
arrestado también; sentí un inmenso terror no por mí mismo, sino por el Partido. No podía entender por qué
motivo se arrestaba a los viejos bolcheviques. Ni al instante, ni durante dos años y medio de prisión, ni
cuando se me envió luego deportado a un campo (donde he pasado 17 años), he acusado entonces a Stalin
(…). Apreciaba a Stalin, sabía que había poseído grandes méritos antes de 1934, y lo defendía (…).
Camaradas, heme aquí de vuelta, enteramente rehabilitado. Era el momento justo en el que se desarrollaba el
XX Congreso del Partido (de 1956). Fue aquí donde supe, por primera vez, la cruel verdad sobre Stalin. El
gran mal causado por Stalin no estaba solamente en el hecho de que muchos de nuestros mejores miembros
hubiesen desaparecido, sino en que reinaba la arbitrariedad, en que se fusilaba sin juicio, en que los
inocentes eran arrojados a prisión. Toda la atmósfera creada entonces en el Partido era contraria a Lenin, era
su disonancia”.

La economía en la Rusia Soviética.

El nuevo régimen surgido de la revolución de Octubre pretendía transformar la economía de Rusia,


en primer lugar introducir las pautas impuestas por el socialismo y luego hacer de Rusia una gran
potencia industrial. Para ello, realizaron tres planes quinquenales (1928 a 1932; 1933 a 1937 y
1938 a 1941, este último fue interrumpido por la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial).
Así los definía Stalin en 1938:

“La tarea esencial del plan quinquenal consistía en transformar a la U.R.S.S. en un país industrial para
eliminar hasta el final a los elementos capitalistas, extender el frente de las formas socialistas de la economía
y crear una base económica para la supresión de las clases en la U.R.S.S., para la construcción de una
sociedad socialista. La labor esencial del plan quinquenal consistía en crear en nuestro país una industria
capaz de reequipar y reorganizar, sobre la base del socialismo no solamente la industria en su conjunto, sino
también los transportes así como la agricultura. La tarea esencial del plan quinquenal consistía en hacer pasar
la pequeña economía rural parcelada a la vía de la gran economía colectivizada (…). Finalmente, la labor del
plan quinquenal consistía en crear en el país todas las condiciones técnicas y económicas necesarias para
aumentar al máximo la capacidad de defensa, para permitirle organizar una respuesta vigorosa a todas las
tentativas de intervención armada, a todos los intentos de agresión armada del exterior, o de donde quiera
que vengan”.

Y este es un testimonio sobre las colectivizaciones agrícolas en 1937:

“Stalin decidió en 1928 la liquidación del kulack (la clase campesina) y de la colectivización de los campesinos
pobres y medios. Los kulacks se resistieron y se entabló una lucha feroz (…). Centenares de millares de
familias fueron desposeídos de sus bienes y desterrados al norte. En los pueblos, los que permanecían se
adherían en masa a los koljoses, pero primeramente sacrificaban sus animales antes de cederlos a las
granjas colectivas. El valor de esta experiencia comunista era casi nulo; puesto que no se inscribían en los
koljoses sino obligados y forzados bajo una formidable presión económica y administrativa. Allá donde se
producía alguna vacilación se enviaba a la tropa, junto a agitadores. Hubo centenares de revueltas (…). Estos
Koljoses son, en su mayoría, artels, es decir, asociaciones sólo de los medios de producción. Tierras útiles,
animales de labor y mano de obra son puestos en común, conservando cada familia su casa y su cercado”.

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