Está en la página 1de 1

"Tlatelolco: Verano del 68"

El filme inicia en julio de 1968 con los primeros actos represivos de la policía
contra estudiantes del Politécnico Nacional. En ese contexto, Ana María
(Casandra Ciangherotti), que pertenece a una familia pudiente y estudia en la
Universidad Iberoamericana, es animada a tomar fotografías de las protestas
en las calles. Casualmente conoce a Félix (Christian Vázquez), un joven de
origen humilde que estudia arquitectura en la UNAM. Aunque al principio las
diferencias sociales parecen un impedimento a su amistad, al poco tiempo se
enamoran. Este conflicto se agudiza sobre el hecho de que el padre de ella,
Ernesto Echegaray (Juan Manuel Bernal), es un alto funcionario de la
Secretaría de Gobernación involucrado en la represión contra los
estudiantes; mientras que Paco (Armando Hernández), el hermano de Félix,
es un agente de la policía secreta y también un cruel represor. Empujados
por su entorno, los dos jóvenes enamorados abandonan su desinterés
político y se comprometen con la causa estudiantil. Bolado. De esta manera,
junto a los personajes ficticios desfilan otros tomados de la realidad, en
particular aquellos a los que se les considera los responsables directos de la
represión y el asesinato de estudiantes: el presidente Gustavo Díaz Ordaz
(cabalmente interpretado por Roberto Sosa), su subsecretario de
Gobernación —y también ex presidente— Luis Echeverría (Ricardo
Kleinbaum) y el jefe de la policía Luis Cueto. Estas tercias de villanos aparecen
intermitentemente, como el ex presidente Lázaro Cárdenas y el ingeniero
Heberto Castillo (Fernando Becerril). La realización se apoya con valiosas
imágenes documentales de los mensajes televisivos de Díaz Ordaz (hay que
ver la última aparición de éste, indignantemente ovacionado) y de las
multitudinarias marchas estudiantiles, combinadas con la recreación de
algunas de ellas. Además, hace un contraste interesante con la propaganda
en torno a las Olimpiadas en México, que buscaban transmitir un falso
mensaje de armonía y paz social. Sin embargo, se asoman ciertos titubeos
por momentos, como personajes que parece que estaban llamados a crecer
(como el petulante estudiante de la Ibero que pretende a la protagonista o
incluso el personaje de Heberto Castillo) o algunas escenas que le restan
potencia a la amargura del final (como el inicio que muestra los cadáveres de
la matanza y que le baja dramatismo al desenlace).

También podría gustarte