Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
valor absoluto?
24 de abril de 2021 Por Sol Minoldo
1. La educación.
En efecto, la pérdida transitoria de la presencialidad puede ser excluyente para algunos
sectores con dificultades de acceso a dispositivos y conectividad; implica una carga adicional
de apoyo educativo entre las tareas de cuidados que, en general, recaen sobre las mujeres de
la familia; supone también una reducción de los estímulos y la socialización con pares, que
resulta importante tanto para el proceso de maduración en esas edades como para el
bienestar psicológico y emocional; para algunes niñes implica también la pérdida de un
espacio externo a hogares que pueden ser ambientes hostiles.
Por un lado, que en la escuela haya un nivel de transmisión similar al de otros sectores (que
también implementan protocolos para reducir el riesgo) implica que, cuando la transmisión
comunitaria es muy alta, en ellas el riesgo se vuelve alto como en todas partes. No sólo
les niñes pueden infectarse y transmitir el virus como cualquiera sino que, al ser en su mayor
parte asintomáticos, su transmisión es mucho más difícil de detectar y, por tanto, de evitar.
Por ello, incluso especialistas, organizaciones y países que han consensuado la
presencialidad escolar como enorme prioridad, en general reconocen que debe establecerse
un límite de seguridad, de acuerdo al contexto sanitario. Es decir, “semáforos” que prevean
la reducción y/o suspensión de la presencialidad de acuerdo con la cantidad semanal o
quincenal de contagios.
Si bien la implementación de medidas para reducir el riesgo en la escuela puede ser efectiva,
no es infalible, y cabe esperar que su cumplimiento tampoco sea perfecto. Los barbijos
caseros no son tan efectivos como los de uso médico y el distanciamiento no siempre
se respeta (por ejemplo, sabemos que hay niñes que siguen sentándose en un banco
compartido, o se acercan en el recreo para socializar). Además, aunque empieza a quedar
clara la importancia de la ventilación, no tenemos certeza de que ésta sea suficiente todo el
tiempo, ya que no tenemos medidores de CO2 en casi ninguna escuela, las condiciones
meteorológicas van cambiando y las aulas no dejan de ser ambientes cerrados con muchas
personas durante mucho tiempo hablando, a veces levantando la voz y riendo (todas
situaciones que elevan el riesgo).
A ello se suma que, más allá de lo que ocurre dentro de la escuela, la presencialidad
implica incrementar la movilidad de las personas: aumenta el uso de transporte
público, transportes escolares y autos particulares compartidos. Todas circunstancias
que en general impiden cumplir con un adecuado distanciamiento y no siempre
cuentan con la ventilación necesaria.
Se suman a estos riesgos los de actividades de socialización que ocurren “en torno a la
escuela” y no sólo incrementan la movilidad e interacciones, sino que muchas veces se
realizan sin medidas de protección: cumpleaños infantiles, reuniones de estudio o recreativas
en hogares particulares.
Sabemos que cuando la circulación viral es muy alta, reducir el crecimiento de los contagios
solo puede lograrse efectivamente con estrategias de restricción de la movilidad. No tomar
medidas, o insistir con las que son insuficientes, puede costar un colapso sanitario que ponga
en juego la salud y la vida de miles de personas. Frente al dilema de qué actividades
restringir, no sólo es importante recordar el peligro ya mencionado que supone asistir a la
escuela, sino que en absoluto resulta evidente que la mejor opción es “que la escuela sea lo
último en cerrar”. Si las restricciones impactan sobre los ingresos, pueden generar o
profundizar la pobreza en muchos hogares. Muchas veces en los mismos hogares donde
residen les niñes que creemos beneficiar cerrando al final la escuela.
3. La economía.
Hace muy poco estuvimos hablando de la pobreza en 2020. Durante la cuarentena estricta la
pobreza llegó al 47,5% en Argentina (con un salto enorme desde una base ya alta, de 35%).
Esta tragedia social ocurrió a pesar del pago de refuerzos en la AUH y tarjeta Alimentar, del
reperfilamiento de deudas con ANSES, de los primeros pagos del IFE, tarifas congeladas,
deudas hipotecarias UVA congeladas, alquileres congelados y desalojos suspendidos,
prohibición de despidos y obligación de pagar los salarios durante las restricciones. En el
segundo semestre, con recuperación económica y la continuidad de políticas sociales
(añadiendo el pago pleno de millones de IFE, ATP y créditos subsidiados para
monotributistas), la pobreza seguía en 42%. El sector más afectado era la infancia: en el
caso de los menores hasta 14 años la pobreza llegaba al 58%.
Fuente: El Destape