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Lo que sigue es una de las demostraciones más espectaculares y atractivas del teorema de
Pitágoras. Créame que si en el momento en que usted o yo nos tropezamos con Pitágoras
por primera vez nos hubieran mostrado lo que sigue, no hubiéramos penado ni con el
enunciado ni con su estética maravillosa. Es más: créame que ni siquiera hace falta que
escriba el enunciado del teorema. Lo va a deducir usted sola/o. Anímese que vale la pena.
Acá va la historia.
De todas formas, y volviendo a las pruebas que me había dado Carmen, hubo una que me
dejó fascinado por su simplicidad. Es más: a partir de ese momento (última parte de la
década del ’80) nunca paro de reproducirla cada vez que puedo. Y de disfrutarla. Ahora lo
invito a que la comparta conmigo.
Usted no necesita saber nada. Bueno, casi nada. Hace falta que usted sepa lo que es un
triángulo, un ángulo recto (de 90 grados) (como si fuera una escuadra) y que sepa que se
llama triángulo rectángulo justamente a un triángulo que tiene un ángulo recto. Eso es
todo.
Por último, si usted fuera a alquilar una pieza para vivir y le dijeran que es de 4 x 5 ,
¿podría contestar usted los metros cuadrados que ocupa? Estoy seguro de que sí (20, tiene
razón) ¿Y cómo lo hizo? Lo dedujo multiplicando los dos números: 4 x 5. Bien. Eso es
todo lo que hace falta. Bueno, acá voy.
Supongamos que se tiene un triángulo rectángulo que voy a llamar T, y a los lados los voy
a llamar a, b y h (figura 1).
Imaginemos que el triángulo T está hecho “pegando” tres hilos. Supongamos que se le
puede “cortar” el lado h, y que uno puede “estirar” los lados a y b.
Con este nuevo “lado”, de longitud (a+b), fabricamos dos cuadrados iguales. Cada lado
del cuadrado mide (a+b).
Marcamos en cada cuadrado los lados a y b, de manera tal de poder dibujar estas figuras
(figuras 2 y 3).
Ahora, observemos en cada cuadrado cuántas veces aparece el triángulo T (para lo cual
hay que marcar en un dibujo los cuatro triángulos T en cada cuadrado).
Como los cuadrados son iguales, una vez que hemos descubierto los cuatro cuadrados en
cada uno de ellos, la superficie que queda “libre” en cada uno tiene que ser la misma
(figura 4).
a2 + b2 = h2
que es justamente lo que queríamos probar: “en todo triángulo rectángulo se verifica que
el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.
¿No es una demostración preciosa? Es sólo producto de una idea maravillosa que no
requiere ninguna herramienta complicada.