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Introducción.
El camino hacia la transición energética a fuentes más limpias luce poco a poco más favorable,
sin embargo, al mirar y analizar números, podemos darnos cuenta de que la generación
eléctrica no fósil tiene una matriz menor a la percibida. En nuestro país, esta apenas cubre un
porcentaje muy pequeño del total de centrales de generación eléctrica. Según el INEL
(Inventario Nacional de Energías Limpias), en el análisis de centrales de generación
presentado en su plataforma web, solamente el 16.92% del total proviene de tecnologías
limpias. De estas fuentes limpias, una que destaca por su intensidad energética, es la energía
nuclear, aunque el panorama sigue siendo decepcionante. Únicamente el 7.44% de la porción
de energía eléctrica generada limpiamente en México proviene de reactores nucleares.
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Actualmente México cuenta con una única central nucleoeléctrica, localizada en el municipio
de Alto Lucero de Gutiérrez Barrios, en Veracruz, con el nombre de Laguna Verde. Esta
genera 3,857.67 GWh al año, energía correspondiente a únicamente 1.25% del total de energía
eléctrica generada en el país, apuntando claramente a la debilidad que tiene esta fuente en la
percepción y prioridad energética del país, sin embargo, el potencial y la posibilidad de que la
energía nucleoeléctrica tenga un papel destacado en la transición energética y en el
cumplimiento de emisiones de carbono está latente. La Comisión Federal de Electricidad
(CFE) ha puesto en la mesa que planea construir cuatro nuevas unidades en el país, lo que
muestra que el interés y el potencial están ahí. Este sería un paso muy importante en el país,
representando una emisión de gases de efecto invernadero menor y una mejor estabilidad
energética y económica, mitigando la incertidumbre de la generación total de otras fuentes
limpias, y la de los precios de los hidrocarburos. Además nos acerca más al panorama
mundial, en el cual, el incremento de demanda eléctrica y el ultimátum presentado por el
cambio climático han hecho que los países busquen mantener y potenciar sus actuales
centrales nucleares, y que inclusive apuesten por la construcción de nuevas instalaciones
Alrededor del mundo, como se puede observar en las siguientes figuras, nos encontramos con
441 reactores nucleares en operación, que producen 11.5% de la generación eléctrica mundial,
un porcentaje relativamente alto, considerando que apenas se está dejando atrás el trauma post
Chernobyl-Fukushima. Sumado a estos, se tienen registrados 54 reactores nucleares bajo
construcción, en los que China lidera con 11, seguido por la India con 7. Por su parte,
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latinoamérica únicamente cuenta con dos reactores en levantamiento, uno en Brasil y otro en
Argentina.
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Este crecimiento en las apuestas nucleoeléctricas promete una disminución considerable en la
emisión de gases de efecto invernadero, disminuyendo el impacto de la generación eléctrica en
el cambio climático, a la vez que garantiza un suministro de energía constante, contrastando
con algunas fuentes renovables. Estas promesas aseguran un gran desarrollo en la economía,
dejando atrás el modelo carbónico e incentivando la producción de empleo y la inversión en la
república, derivado de la atracción del toque de sustentabilidad y modernidad que viene de
añadido extra.
Basar un nuevo modelo energético que tenga una gran área correspondiente a la energía
nucleoeléctrica conlleva numerosos retos. El no conocer adecuadamente cómo funciona un
reactor nuclear, cuál es su metodología, su potencial energético, que seguridad y tecnología se
implementan, así como el número y manejo de residuos generados dificulta su aceptación
social, que, al influir en la opinión política, es un aspecto bastante peligroso, y que necesita
una correcta corrección de pensamiento.
Mitigar este miedo nos corresponde a los científicos, ingenieros, y a todo aquel que le competa
la introducción masiva de la energía nuclear en el modelo mundial. Una inquietud
generalizada en todos los niveles de la sociedad es la seguridad y cultura preventiva ante
situaciones de riesgo, como lo pueden ser desastres naturales (terremotos, tsunamis, tornados,
etc.) o acciones criminales premeditadas (robo, terrorismo,etc.)
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Esta inquietud está bien infundada, ya que la historia y los distintos estudios realizados en los
desastres nucleares ocurridos dejan al descubierto la ineficacia que hubo en la predicción de
eventos por parte de los encargados de la planeación, construcción y operación de las plantas
nucleares en cuestión.
Por lo que corresponde al tercer punto, los generadores de emergencia, también se evidenció
una deficiente planeación. Estos generadores, al no estar ubicados a una altura mayor a 10
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metros, además de no estar correctamente aislados, fueron alcanzados por el tsunami. De los
13 generadores diesel de emergencia instalados en la planta, únicamente uno sobrevivió,
limitando a casi nula la capacidad de generación eléctrica de respaldo, imposibilitando así la
refrigeración de los reactores y resultando en la fusión del núcleo.
Dejando de lado el peligro que ofrecen los desastres naturales, hay que adentrarse también en
las amenazas antropológicos. Al momento de planificar la operación de una central
nucleoeléctrica es necesario aplicar sistemas de protección física, haciendo hincapié en la
detección, ralentización y respuesta de amenaza, pues representan un gran peligro a las
instalaciones. Estas amenazas van desde el robo de material, documentos o equipo hasta
terrorismo.
Estos sistemas deben tener un desempeño esquematizado para evitar y mitigar las destrezas de
los atacantes, y debe ser lo suficientemente rápido para y fiable para contener al enemigo el
tiempo necesario para que las fuerzas de acción hagan su trabajo malogrando la misión hostil.
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Protección radiológica.
Todos los orígenes de emisión de radiación dentro y fuera de la planta nuclear deben estar
constantemente bajo análisis técnicos rigurosos, además de que las medidas dosimétricas
deben estar debajo de los límites. Estos límites se muestran en la tabla que se presenta en la
siguiente página, la cuál fue obtenida de el manual de procedimientos de protección
radiológica elaborado por la Universidad Complutense de Madrid.
Seguridad en el diseño.
Se debe crear un plan de diseño enfocado a evitar accidentes que pongan en riesgo la salud y
el bienestar humano. Se debe hacer énfasis en la maestría para mantener bajo control el núcleo
del reactor. Además, todos los accidentes que se tengan previstos por consecuencia del diseño
deben garantizar una magnitud de emisión radiativa menor a los límites establecidos. Y por
último, se debe asegurar un muestreo probabilístico positivo, en el que la probabilidad de que
ocurra un accidente con consecuencias de magnitud grave sea extremadamente baja.
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Los niveles de defensa a desarrollar son tres. En el primero deben prevenirse las anomalías y
fallos en el funcionamiento normal de la planta. Aquí deben cubrirse adecuadamente los
aspectos de la ubicación del reactor, su diseño y materiales empleados. En el segundo, las
desviaciones de estados operacionales deben ser sometidas a análisis de seguridad para eludir
accidentes. Al tercer nivel de seguridad se le añade la suposición de que ciertos incidentes no
puedan ser controlados, desencadenando algún accidente, por lo que es de vital importancia
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añadir sistemas y procedimientos de defensa que puedan mitigar o evitar daños en el núcleo
del reactor. El rol que desempeñará el cuarto nivel es el de respaldo del nivel tres, pues se
encargará de mitigar los accidentes provocados en él. Por último, en el quinto nivel de defensa
se debe implementar un centro de control para emergencias radiológicas, con el fin de mitigar
las emisiones que puedan ocasionar los accidentes.
Por último, es importante analizar otra de las grandes inquietudes que provoca la generación
eléctrica a través de reactores nucleares en la sociedad y en la comunidad científica, los
residuos. Según su gestión y nivel de actividad, estos se pueden clasificar en tres: Residuos de
baja actividad, residuos de baja y media actividad, y residuos de alta actividad. Los primeros,
los de baja actividad, se caracteriza por no generar calor al tener un contenido radiactivo
menor a 100 Bq/g. Estos no requieren de algún blindaje especial durante su manejo. La
clasificación de baja y media actividad está constituida por residuos que contienen
radionucleidos que emiten en su mayoría radiaciones Beta, además de que tienen un periodo
de semidesintegración de máximo 30 años. En cuanto a las emisiones alfa, alcanzan un
máximo de 0.37 Gbq/t. Por último, los residuos de alta actividad son capaces de desprender
calor, pues emiten radiaciones alfa de vida larga en cantidades mayores a 0.37 Gbq/t. Debido
al calor desprendido es necesario mantener un sistema de refrigeración durante su manejo y
deposición. En esta categoría es donde entra el combustible gastado de la fisión nuclear
llevada a cabo en los reactores.
Además de los residuos radiactivos de alta actividad que genera una central nucleoeléctrica al
momento de consumir el combustible, hay residuos generados durante otras etapas:
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Extracción.
Al momento de extraer el uranio de las minas, se generan residuos sólidos de roca extraída.
Esta roca, al contener muy poco uranio, es desechada, apilando las residuos dentro de la mina.
Concentración.
Cuando se producen concentrados, se generan pulpas de los rechazos del mineral sin más
uranio disponible.
Enriquecimiento.
Al momento de enriquecer el uranio se generan colas de uranio empobrecido, que al final es
tratado para ser reconvertido en óxido de uranio.
Fabricación de combustibles.
En la fabricación de elementos combustibles se generan plásticos, papeles, metales, vidrios y
otros materiales.También se originan residuos líquidos durante la conversión del concentrado
volátil en polvo de UO2.
Conclusiones.
Dentro de la gran paleta de opciones energéticas que existen para suplir la demanda en el país,
la nucleoeléctrica se perfila como una gran candidata. El hecho de ser capaz de producir una
gran cantidad de energía con una relativa poca masa la hace una de las fuentes favoritas a la
hora de hacer balances de producción de gases de efecto invernadero. Sin embargo, si se busca
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explotar todo su potencial dentro de México, es necesario cortar las raíces de radiofobia
crecidas en la sociedad mundial. La única manera de erradicar el miedo provocado por
accidentes como el de chernobyl o el de fukushima es garantizar y promover una correcta
planeación, diseño, operación y abandono de las centrales nucleares. Esto se logra regresando
en el tiempo, analizando qué aspectos fueron cuidados deficientemente durante la vida de los
reactores nucleares que sufrieron accidentes. Con esto es posible comparar la tecnología usada
en ese entonces con los avances científicos y tecnológicos de la actualidad, encontrando
puntos de falla y puntos de potencial mejora. Es de suma importancia seguir mejorando y
actualizando los manuales de funcionamiento y regulación que se tienen hoy en día.
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Referencias
Bazán-Perkins S.D. (2004) La energía nuclear, una alternativa de sustentabilidad para resolver
la demanda eléctrica en México. (Primera parte)
http://www.scielo.org.mx/pdf/iit/v6n3/1405-7743-iit-6-03-187.pdf
Solís, A. (2015) ¿Por qué México sí debe apostar por la energía nuclear? de Forbes México
https://www.forbes.com.mx/por-que-mexico-si-debe-apostar-por-la-energia-nuclear/
Lipscy, Phillip & Kushida, Kenji & Incerti, Trevor. (2013). The Fukushima Disaster and
Japan's Nuclear Plant Vulnerability in Comparative Perspective. Environmental science &
technology. 47. 10.1021/es4004813.
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A.A. Wadoud et al., Physical protection evaluation process for nuclear facility via sabotage
scenarios, Alexandria Eng. J. (2017)
http://dx.doi.org/10.1016/j.aej.2017.01.045
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