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En el Uruguay comienza a primar desde fin de siglo un nuevo modelo demográfico, o sea, las
familias comienzan a tener menos hijos y a tratar de controlar la natalidad. Esto es producto de
una situación económica seria que está atravesando el país. La disminución de la natalidad y el
retardo en la celebración de los matrimonios, eran una consecuencia del encarecimiento de la
vida. Fue la ciudad quien primero vio sus dificultades y aceptó el nuevo modelo demográfico.
Al carácter urbano sumaba su rasgo portuario, lo que facilitaba el contacto con el exterior. Los
inmigrantes tuvieron mucho que ver en este cambio de mentalidad. Quienes llegaban eran los
que se habían atrevido a cortar los lazos con Europa, buscando el ascenso social. El número
elevado de hijos podía trabar dicho ascenso.
Para la mujer de la época, quedaban dos caminos a seguir: buscar la independencia
económica o el matrimonio. El problema ahora era la soltería femenina. El hombre trabajaba,
la mujer de clase media y alta no. Comienza, lo que se dio a llamar, la “carrera matrimonial”.
Comenta Domingo Arena: “en cada casa donde hay una muchacha casadera, se espera
ansiosamente al marido y se recibe por regla general al primero que llega, por el justo temor
de que no aparezca otro.” Los padres a veces presentaban todas sus hijas casaderas a ricos
pretendientes herederos de campos para que éstos eligieran con cuál deseaban iniciar el
noviazgo. “¡Qué es lo que no aspiran los padres para sus varones! Esa aspiración consiste verlos
formados, dueños de una carrera o de un negocio en marcha, capaces de bastarse a sí mismos;
en cuanto a las mujeres, aquella aspiración equivale a verla casada. (...) [La mujer] ha sido
atendida, criada y conservada, al sólo efecto de ser entregada a un marido que va a sustituir al
padre en la tutela, en el cuidado y en la dirección de su vida de mujer”.
Otro de los caminos que quedaba a la mujer era el mercado laboral. No fue casual que
en el mismo momento histórico en que el modelo demográfico limitaba el papel de madre de
la mujer, se forjaran para ella alternativas laborales. También influyeron otros factores: el deseo
de liberación femenina, el apoyo de los radicales (anarquistas, socialistas, batllistas) y la avidez
del naciente capitalismo industrial por una mano de obra abundantísima y muy barata.
Las pioneras fueron las obreras de las fábricas de Montevideo y los saladeros del litoral.
Estas mujeres fueron usadas como un gran ejército de reserva; se les pagaba menos salario y
por lo tanto se podía emplear a un mayor número originando pocos gastos extras.