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E N ES T AD O S U NID O S D E L AS D É C AD A S D E 19 5 0 Y 1 9 60
La situación de la población negra en EEUU recorrió diferentes etapas desde la época colonial
hasta el presente siglo. Desde los orígenes de esta nación hasta la guerra de Secesión (1861-1865), la
condición jurídica de los negros fue de esclavitud: no eran libres (no podían irse del lugar en que su dueño
los hacía vivir y debían pedirle a él permiso para cosas elementales), no podían tener propiedades, y
trabajaban a cambio de casa y comida, sin ganar un salario. Además, se les asignaban tareas muy duras,
especialmente en las grandes plantaciones de tabaco, algodón y caña de azúcar de los estados del sur.
Cabe aclarar que, si bien la población negra fue en un inicio africana, con el paso del tiempo, al nacer en
Estados Unidos, fueron estadounidenses. Por lo tanto, es incorrecto referirse a ellos como «los africanos»,
y debemos llamarlos en todo caso «afroamericanos».
De los 162 millones de norteamericanos de 1955, no menos de 20 millones eran negros (la mayoría
vivían en los estados del sur). Nueve de cada diez negros pertenecían a la clase obrera, mientras el resto
constituía una minoría ilustrada o aburguesada, pero que sufría la misma situación de rechazo social y
político.
Ser negro implicaba, en la mayoría de los casos, una situación de desigualdad frente a los blancos.
Los siguientes datos permiten comprender una dimensión de ello:
- más del 40% se empleaba en la agricultura o como obreros no calificados; otros trabajaban en
el sector servicios, de camareros o recolectores de basura en las grandes ciudades. Su presencia era
mínima en el sector de los trabajadores de «cuello blanco»;
En este punto, es muy importante resaltar la siguiente idea: el problema racial no se reducía a una
situación de discriminación de un sector de la población hacia otro sector, era mucho más grave. La
segregación era una situación avalada por las autoridades del país porque los jueces de la Suprema Corte
habilitaron que la segregación funcionara como una ley. Por lo tanto, el Estado, que tiene la función de
proteger los derechos de todos sus ciudadanos por igual, estaba quitándoselos a una parte de ellos. Había
leyes para negros y para blancos, los juicios y castigos eran diferentes según el acusado fuera negro o
blanco, y el trato policial era muy distinto según fuera hacia negros o blancos.
Esta situación económica y civil pareció que iba a cambiar a mitad del siglo XX: durante la Segunda
Guerra Mundial, la población negra se había incorporado a las tareas nacionales en igualdad de esfuerzo
laboral o militar, que los blancos. La participación igualitaria como trabajadores o como soldados,
prometía una mejor situación con la llegada de la victoria. Pero esta destacada participación les permitió
avanzar poco en el reconocimiento de sus derechos civiles.
La prensa constituyó un medio de expresión por excelencia cuyo desarrollo fue paralelo al de la
educación elemental. En sus páginas se ponía énfasis en la brutalidad policial, en el nombramiento de
comisiones investigadoras de los problemas raciales, en las candidaturas negras a las elecciones locales,
desempeñando un importantísimo papel en el despertar de la conciencia de los negros.
3) La revolución negra
Los primeros movimientos negros estadounidenses se clasifican en dos grandes grupos: los
legalistas o «gradualistas» y los movimientos separatistas. Sin embargo, hay que aclarar que los
movimientos fueron muchos, que a veces tenían ideas en común y a veces no, y que las mismas personas
podían militar en más de uno. No fueron movimientos de ideas rígidas, sino que cambiaban según las
condiciones del momento.
Estos dos y otros movimientos legalistas menores, proponían como objetivo principal que se
respetaran los derechos civiles de la población negra, así como se respetaban los derechos civiles de los
blancos. Los legalistas querían que los negros se integraran a la vida del país como cualquier otro
ciudadano norteamericano, querían eliminar la segregación aún vigente. Esto se refleja en el discurso que
dio Martin Luther King al finalizar una multitudinaria marcha, el 28 de agosto de 1963:
«Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.
Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial
hacia la roca sólida de la hermandad.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que, a pesar del momento, yo aún tengo un
sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano.
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y
los hijos de los antiguos dueños de esclavos se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el Estado de Misisipi, un Estado que se sofoca con el calor
de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por
el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad».
Algunos de esos métodos pacíficos de protesta fueron los sit-ins (sentadas) y el boicot contra las
empresas que maltrataban a los negros. Hay muchos ejemplos de ellos, algunos son recordados hasta el
día de hoy. En Carolina del Norte, cuatro estudiantes negros entraron en un restaurante reservado para
blancos y pidieron ser servidos. Ante la negativa, abrieron sus libros y permanecieron sentados, lo que
obligó al dueño a cerrar el local. Esta actitud del propietario llevó a que en los días siguientes grupos de
manifestantes se sentaran pacíficamente y en silencio frente al comercio, denunciando el hecho y
protestando contra la discriminación.
Pero el caso más famoso y de mayor repercusión fue el protagonizado por Rosa Parks en la ciudad
de Montgomery, quien al no dejar el asiento a un pasajero blanco fue apresada y luego obligada a pagar
una fuerte multa. El hecho desencadenó un boicot de 368 días contra la línea de autobuses locales, que
provocó graves perjuicios económicos a la empresa, ya que obtenía más del 70% de sus ganancias de
boletos que pagaba la población negra. A consecuencia de la trascendencia de este hecho la Suprema
Corte de Justicia ilegalizó el segregacionismo en los espacios y servicios públicos el 13 de noviembre de
1956.
Para Malcom X, el problema negro en Estados Unidos no podía reducirse a la violencia o los actos
provocados por el Ku Klux Klan, sino que abarcaba todos los aspectos de su vida: desocupación,
desigualdad de oportunidades, de empleo, de educación y vivienda, sin olvidar los padecimientos del
trato diario por la segregación. Los negros, para él, eran considerados ciudadanos de segunda categoría
y para salir de esa condición debían alimentar una nueva «conciencia negra». De esto deducía la necesidad
de la separación legal entre negros y blancos, creando Estados negros autónomos y con gobierno propio.
Dijo:
«Esta es una revolución verdadera. La revolución siempre está basada en la tierra.
No consiste en mendigar el derecho a beber un café en el mismo sitio que los blancos.
(…) La revolución es la efusión de sangre (…) No consiste en suplicar, ante un sistema o
sociedad corrompidos, que nos acepte en su seno».
Carmichael fue asociado con el concepto de Poder Negro (Black Power), que defendía el orgullo
racial o valores de «la negritud» sobre la cultura de los blancos, y reivindicaba un nacionalismo negro que
no aceptaba la integración al mundo blanco y pretendía formar gobiernos separados con instituciones
políticas y sistemas económicos separados (sostenían que el capitalismo se sostenía gracias al racismo).
Por lo tanto, tenían objetivos opuestos a los de los legalistas de Martin Luther King. También se
diferenciaban en los métodos ya que proponían la violencia como arma contra el racismo. Pese a esto,
algunos militantes de este grupo integraban al mismo tiempo o habían integrado antes los movimientos
legalistas.
Las panteras negras ganaron apoyo entre la población al postular (en su «Mandato ejecutivo n°1
de 1967) que dada «la política de represión, genocidio y terror de la estructura de poder racista de los
Estados Unidos», los negros, en tanto comunidad oprimida «decidida a ganar su libertad por cualquier
medio que sea necesario», tenían el derecho constitucional de portar armas con fines defensivos. Esto
condujo a la conformación de patrullas de vigilancia para monitorear el accionar policial en los barrios
negros. Estas patrullas portaban armas, grabadoras, cámaras de video, libros de derecho y se dedicaban
a recorrer los guetos para observar y controlar el accionar de la policía.
A modo de reflexión final, estamos vivenciando que la lucha racial de mediados del siglo XX aún
no ha terminado.