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Introducción
Bogotá se encuentra rodeada por una de las zonas más fértiles del te-
rritorio colombiano. Si se llega a ella desde el aire, es posible observar
cientos de parches de color blanco que se repiten paulatinamente
hasta cubrir una gran parte del paisaje. Las estructuras de plástico
de los invernaderos de los cultivos de flores, que llenan la Sabana de
Bogotá, se han multiplicado en los últimos cuarenta años, a tal punto
que en algunos lugares resulta difícil ver de nuevo el verde. Así como
los invernaderos ocupan el horizonte, las organizaciones floriculto-
Liliana Vargas Monroy
Fuente: http://ece.uprm.edu/~caceros/colombia/Colombiarea.htm
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El inicio de esta crisis ha sido ubicado por distintos autores entre los años 2000 y 2002
(Ver Tenjo, Montes y Martinez, 2006). Y puede ser leído hoy en día como una reestruc-
turación del orden neoliberal hacia esquemas de producción y de trabajo más flexibles.
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La aprobacion de la Ley 789 de 2002 fue presentada por el gobierno como un con-
junto de normas para incrementar la “generacion de empleo” y “ampliar la proteccion
social”. No obstante, fue calificada desde diferentes sectores del pais como claramente
patronal. El gobierno de Uribe Velez la explico como un mecanismo que buscaba “evi-
tar la huida de capitales del pais”.
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Aproximación metodológica
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Le voy a explicar rápido cómo funciona esto ahora: son las siete de la
mañana −hora colombiana−, pero en Kenia son las dos de la tarde y
en Europa, donde están nuestros compradores, es mediodía. En este
momento, se acaba de iniciar la subasta de un lote de producción de
astromelias en Internet. El cliente, que es una cadena de hipermerca-
dos alemanes, tiene sus propias páginas y pone la compra del lote de
flor en subasta. Lanza la solicitud en la red con todas las especifica-
ciones: “necesito que me armen un bouquet con tales y tales caracte-
rísticas”. Luego le da el negocio al mejor postor: al productor de flor
que le dé las mejores condiciones. Nosotros solo les podremos vender
la flor si logramos competir frente a otros productores ubicados en
diferentes partes del mundo. Las compañías comienzan a mirar quién
les puede sacar el producto a menor precio. Por eso, esto se volvió muy
agresivo. La competencia en la oferta es a muerte. El pedido que se
publica en la red, a esta misma hora, lo leen varias empresas produc-
toras de flores y, por supuesto, solo podremos ganar el cliente con una
oferta que supere las de nuestra competencia. El producto lo pueden
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En general, un cultivo de flores se divide en dos grandes areas de trabajo: el area de
produccion (llamada “de cultivo”, entre las trabajadoras) y el area de postcosecha (o “de
clasificacion y empaque”). Algunas empresas tienen tambien un area de propagacion o
“plantas madre”, donde se producen los esquejes de los diferentes tipos de flores.
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Fuente: http://blogs.fad.unam.mx/academicos/patricia_vazquez/wp-con-
tent/uploads/2014/11/03_bal.pdf
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que (yo) venía” se pudiera preocupar realmente por lo que les pasaba
a ellas, “unas simples obreras”. La afirmación me tocó fuertemente,
porque me colocó, de nuevo, frente a la enorme brecha que se expe-
rimenta al vivir en un país como Colombia. Creo que esta brecha es
la que permite establecer, de manera tan natural, la diferencia entre
expertas interventoras (las gerentes y capacitadoras de gestión hu-
mana de las empresas) y “simples” obreras (mujeres necesitadas de
“formación”), de la que me ocuparé en mi discusión hacia adelante.
Para hacerlo, exploraré las transformaciones (laborales y de forma-
ción) de las trabajadoras que se dieron en los dos momentos que he
planteado anteriormente y que, dentro de mi propuesta, tienen como
punto de inflexión el año 2002.
La historia de Antonia
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Tomado de la entrevista realizada por la autora a una operaría de cultivo pensionada,
sesenta y dos años, Empresa 1, 2009.
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El termino gubernamentalidad es introducido por Foucault en Seguridad, territorio y
poblacion (1978) y usado, en primera instancia, para referirse a un regimen de poder
instaurado en el siglo XVIII que tiene como blanco principal la poblacion. Inicial-
mente, la palabra designa las practicas constitutivas de un tipo de poder particular: el
poder del Estado. Sin embargo, esta especificidad se borra en tanto avanza su discusion
para referirse con ella simplemente a “la manera como se conduce la conducta de los
hombres” (p. 192), ampliando asi su acepcion a diferentes tipos de gobierno: gobierno
de los niños, gobierno de las almas o conciencias, gobierno de una casa o, como en el
tema que nos ocupa, gobierno de mujeres trabajadoras.
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La visión que siempre he tenido es que gestión humana busca que las
personas que están vinculadas a la organización sean felices, no solo
dentro de su empresa, sino fuera de ella. Y que vayan adquiriendo, en
su proceso de desarrollo, los modelos, los principios y la moral que
les permitan actuar bien…, que les permitan una concordancia en el
adentro y el afuera… Es siempre pensando que las personas no van a
las empresas solo a trabajar (partimos de la integralidad del ser), sino
a formarse como seres humanos. Entonces, nosotras le dábamos
mucho énfasis a esa formación. Yo he trabajado en otras empresas y
a eso no se le daba tanto énfasis; aquí sí, y yo creo que era distinto por
los niveles más bajos de educación y formación de las personas, por
las necesidades de esta gente, por su origen modesto y sus necesidades
de formación… (Entrevista a Eugenia, sesenta años, extrabajadora, An-
tigua gerente de gestión humana, Empresa 2, 2009)
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En ese entonces, las gerentes que dirigían las áreas de gestión hu-
mana vivieron un periodo de la industria floricultora en el cual la na-
rrativa de ascenso, progreso y bienestar a través del trabajo era aún
posible. Su tránsito, dado durante la etapa de mayor estabilidad y
apogeo económico de la industria floricultora, permitió la conforma-
ción y crecimiento de las áreas de gestión humana, al punto que
hemos señalado. Este fenómeno también determinó condiciones
para las trabajadoras de base, en las que la dureza de las labores se
veía compensada con mejores condiciones económicas para sus fa-
milias. Estas características permitieron que muchas mujeres de la
industria consolidaran una identidad a partir de su trabajo.
Varios elementos que se corresponden con modelos femeninos
hegemónicos en Colombia se jugaban en esta identidad. Todas las ge-
rentes de gestión humana que entrevisté, en algún momento, afirma-
ron que parte de lo que más les interesaba de su trabajo era la
posibilidad de realizar una “formación”, orientada al “desarrollo y
bienestar de las trabajadoras.” Bajo el supuesto de que una “buena
obrera” debía ser también una “buena mujer”. Al mismo tiempo, casi
todas expresaban su rechazo o desconocimiento de los aspectos fi-
nancieros o de producción “del negocio”, que consideraban “arenas
masculinas”. Este rechazo determinaba la posibilidad de darle la es-
palda a algunos de los aspectos más duros y menos agradables de la
industria floricultora.
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La historia de Azucena
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contrato no era claro para ella, ni tampoco sabía con certeza quién
era su jefe, Azucena acepto el acuerdo, en buena medida por las ne-
cesidades que tenía al ser madre soltera de dos niños. Ese primer con-
trato duro diez meses, que Azucena vivió con incertidumbre en cada
uno de sus día. Después de eso, pasaron ocho años, durante los cuales
Azucena tuvo el mismo contrato, año tras año, que terminaba apro-
ximadamente cada vez que se cumplían los diez meses. Momento en
que la empresa la mandaba “a descansar” por un periodo de quince
días sin sueldo ni pago de vacaciones. Luego, la volvían a llamar a tra-
bajar con el mismo contrato temporal. Aunque Azucena era cons-
ciente de que en su situación laboral había algo irregular, también
sabía que, a las trabajadoras como ella, las podían despedir en cual-
quier momento. Eso, sumado a la responsabilidad de sus hijos y a la
incertidumbre de no tener un contrato que le garantizara volver a en-
gancharse después de sus periodos de “descanso”, hacía que Azucena
decidiera no quejarse. Así vivió su día a día por varios años, tratando
de cubrir los gastos que tenía como madre cabeza de familia. Soste-
nerse fue difícil. Hubo meses en que ganaba un poco más del salario
mínimo, gracias al pago de horas extras, pero eso implicaba varias
horas de trabajo extra a la semana. Muchas veces trabajaba hasta las
diez de la noche, pero esas horas extras se las pagaban como si fuera
trabajo diurno. Una señora, que también había trabajado en las flores,
cuidaba a los niños hasta que Azucena llegaba a su casa. Sin embargo,
la señora no podía quedarse después de las 5:00 p. m., por lo que los
días que Azucena tenía que hacer horas extras de noche, sus hijos de-
bían quedarse solos. Después del trabajo en esta empresa pasó a tra-
bajar en otro cultivo donde aún quedaban algunas trabajadoras
contratadas directamente por la empresa, pero la mayoría eran como
ella: trabajadoras de una empresa de “servicios temporales”. En el mo-
mento de contarnos su historia, Azucena no veía futuro en las flores,
se sentía agotada y sabía que estaba dejando su salud en el trabajo.
Sabía también que con las condiciones que tenía y, a pesar de lo que
llevaba cotizando hasta entonces, era imposible que algún día logrará
pensionarse. 7
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Tomado de la entrevista realizada por la autora a una operaría de cultivo y poscose-
cha, Empresa 3, 2015.
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Las enormes inequidades sociales, las grandes grietas que conforman nuestra cultura
y un problema ya centenario en relacion con la tenencia de la tierra son señaladas por
la mayoria de estudiosos del tema como las causas principales de la guerra en Colom-
bia. Sin embargo, en una muy particular manera de leer el conflicto y de comprender
la busqueda de la paz −sin mencionar en una sola de sus paginas las causas de la gue-
rra− el programa CLPF, de la asociacion de cultivadores de flores, propone una version
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particular, segun la cual, el conflicto, asi como la construccion de la paz en el pais, “co-
mienza en la mente de las personas” y pasa fundamentalmente por instancias de “la
vida privada”, por las cosas que “hacemos, sentimos y pensamos” cotidianamente. Asi,
la logica propuesta por el programa CLPF implica que la paz o la guerra se “cultivan”
en la familia, para decidir que es ahi donde el problema debe ser atacado (Ver Cartilla
Programa Cultivemos la paz en familia).
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Consideraciones finales
El texto que cierro con este apartado es más que un ejercicio acadé-
mico donde se recoge material etnográfico para analizarlo a la luz de
ciertos conceptos. Me ha movido la intención de entender cómo se
estructura la “normalidad” que se experimenta en ciertos espacios de
trabajo, debajo de la cual las desigualdades, los binarismos y la vio-
lencia están a la orden del día.
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Fuente: http://www.cactus.org.co/
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Referencias
Bal, M. (2010). Arte para lo politico. Revista de Estudios Visuales, 7(03), 40-
65. Disponible en http://www.estudiosvisuales.net/revista/pdf/
num7/03_bal.pdf.
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