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Platonismo latino: San Agustín de

Hipona.

San Agustín de Hipona es un autor fundamental para entender no sólo la filosofía medieval, sino

también la moderna y contemporánea. A pesar de ser catalogado normalmente como perteneciente a

la filosofía medieval este está cronológicamente inscrito aún en el mundo romano, ya que es anterior a

la caída del Imperio Romano de Occidente.

Vida y Obra:

Aunque por norma general es enriquecedor conocer la biografía del autor que estamos tratando, en el

caso de San Agustin, su vida toma gran importancia, pues su obra filosófica es completamente
personal. Se plantea la filosofía en términos vitales y apreciamos la evolución de su pensamiento en

conjunto con sus vivencias.

De manera muy resumida podemos dividir la vida de San Agustín en dos etapas: antes y después de

su conversión al cristianismo. Y es que a pesar de nacer en el seno de una familia cristiana, en su

juventud no arraigaron esas creencias, ni el sentimiento de fe.

Su facilidad para el latín le permitirá conocer los textos de Cicerón, Virgilio u Horacio, entre otros

autores, estos suponen un descubrimiento fascinante y lo conducen al camino de la filosofía. Así, da

con el maniqueísmo, una doctrina en la que se inscribe buscando hallar respuesta al origen del mal.

Para los maniqueos el bien y el mal son dos principios irreductibles el uno al otro que se encuentran

en perpetua lucha. Pero abandonará esta corriente cuando encuentre contradicciones en ella.

Decepcionado pasará por una breve etapa de escepticismo que durará hasta su traslado a Milán, para

hacer carrera como profesor de retórica, donde entra en contacto con intelectuales cristianos, en

particular con San Ambrosio, obispo de Milán, por quien acaba profesando una gran admiración en

poco tiempo. Se relaciona con un grupo de platónicos, especialmente, estudiosos de Plotino y Porfirio.

Se hace cristiano justamente leyendo y estudiando a los neoplatónicos y a autores de esa corriente.

Se convierte en obispo y todo un referente, en un momento en el que el cristianismo es la religión

oficial del imperio y hay una gran campaña que busca la disolución del resto de religiones paganas.

San Agustín es, en este contexto, una autoridad institucional con voz entre políticos y militares y

participa en polémicas teológicas, entre ellas en contra del Pelagismo.

Materia filosofica:
Debemos recordar que el cristianismo sufre una gran evolución desde su origen como secta hebrea en

Judá hasta convertirse finalmente en la religión oficial del imperio. En el camino de aceptación y

acogida del cristianismo, estos autores tuvieron que ligar sus ideas religiosas a concepciones ya

aceptadas socialmente como son aquellas heredadas por los autores clásicos (Platón y Aristóteles

entre otros).

En esta etapa de configuración, sistematización y unificación teórica del cristianismo, la cual

conocemos como patrística, estuvo en su primera fase carente de homogeneidad. El primer acuerdo al

que debían llegar estos autores era si esta cuestión pertenecía a la fe, a la razón o a ambas. El confluir

del platonismo, el neoplatonismo y el cristianismo, los llevó a una defensa de esta doctrina como

racional (además de espiritual). Podemos decir que todo esto culmina en la figura de San Agustin.

El conocimiento:

“crede ut intelligas, intellige ut credas” (cree para entender, entiende para creer)

Cree para entender - Él está convencido de que el cristianismo es verdad, por tanto, él piensa que su

creencia filosófica le permite entender mucho más de lo que solo le permite la pura filosofía.

Entiende para creer - Además él piensa que para consolidar tus creencias cristianas, la fe, es

importante esforzarse en argumentar la, porque al contrario de lo que defendía, por ejemplo Tertulio,

la verdad cristiana queda lejos de lo absurdo.

San Agustin defiende que todo lo que tiene que ver con la verdad, también sus creencias, todo ello es

racional, razonable, inteligible. Hay otras tradiciones culturales, intelectuales, filosóficas, (como la

tradición bizantina, la islámica o la judía) donde no existe el convencimiento de que todo rastro divino

es racional. En el mundo griego cristiano, se insiste en el misterio de lo cristiano. Y en ese misterio de

lo cristiano no se debe usar argumentos, silogismos, no se debe racionar eso. Salvo en el siglo 9-12 y
de una corriente determinada, en Bizancio se acepta que todo lo relativo a Dios o Alá nos trasciende,

es algo ajeno, que no podemos comprender.

Aquí la filosofía juega un papel importante, esta se entiende como el uso de la razón para dirigir la

vida, utilizando la reflexión hacia uno mismo y la dialéctica. La filosofía es el diálogo del alma

consigo misma. Tenemos que estar cuestionando nuestras ideas, nosotros con nosotros mismos.

También con los demás, pero en primer lugar la crítica debe ir con uno mismo para ver si lo que una

cree tiene consistencia suficiente. Hay una afirmación de Agustín que dice «Nadie puede pensar por

mí, ni desear por mí».

Platonismo: La convicción de que en este esfuerzo dialéctico y crítico encuentra la verdad es algo

puramente platónico, al igual que esta se halle a través de la introspección. La terminología

platónica la encontramos en Agustín constantemente, un ejemplo es la participación de las

ideas divinas (temas propiamente platónicos - todo es una copia).

Antes de convertirse al cristianismo, pasó una etapa escéptica, que le llevará a escribir Contra

Académicos donde expone cómo encontró un punto firme para no dudar de todo y desarrollar su

filosofía. El argumento que utilizará será: si fallor, sum (si me equivoco, existo). Puedo dudar de

todo acerca de la realidad pero sé algo seguro: que existo. Hay un punto firme a partir del cual seguir

haciendo afirmaciones. El primer punto para la ciencia y la filosofía es que existo. La mente, el yo

está siempre presente en mí mismo. Esto en filosofía de la mente se ha llamado consciencia,

autoconsciencia. Con esto llegamos a las siguientes afirmaciones: existimos y conocemos

que existimos y amamos el ser así y conocerlo. En cada uno de nosotros hay algo de lo que no

podemos dudar nunca: de nosotros mismos. Hay un saber íntimo. Hay un saber de la existencia que es

un conocimiento y que es algo que nos gusta. Por tanto, esa presencia de la mente a sí misma tiene

tres aspectos de existencia, que es memoria, inteligencia y voluntad (amar).


En el fondo de mí mismo tengo muchos saberes que ignoro: eso es la memoria en Agustín que lo

dice en clave platónica. Hay un tema muy platónico en Agustín: la iluminación. En el fondo de mí

mismo, está Dios -esto si es plotiniano-, en el fondo de mí mismo, es decir, memoria, en fondo de

mi inteligencia lo que más busco, aunque no lo sepa, es Dios.

Según Agustín conocemos la verdad gracias a que dios ilumina nuestra inteligencia, sino no

seríamos capaces de conocer la verdad, de afirmar algo con rotundidad.

De ahí resulta una visión del hombre, del ser humano: lo que define al ser es su mente, su alma,

también el cuerpo, pero lo fundamental es su existencia, que es memoria, inteligencia y voluntad

(amar). La novedad aquí es la distinción entre inteligencia y voluntad.

Agustín dice eso y algo más: al hablar de la voluntad, significa hablando del ser humano, que

podemos actuar y actuamos, tenemos la voluntad de autosuficiencia, de actuar por nosotros mismo, y

si somos coaccionados nos revelamos porque podemos actuar desde nosotros mismos, y además

podemos elegir actuar de una manera o de otra, podemos elegir dirigir nuestra vida de una manera o

de otra. Lo que dice Agustín es que es mejor vivir libremente, disponer de una voluntad libre, aunque

nos podamos equivocar

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