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Allidière, N. Fundamentos de Psicología. UADE.

1997:
Introducción al concepto de pulsión (R. Ferrari)

El punto de partida de un acto psíquico es siempre una situación de tensión, de carencia,


de ruptura, que reclamará compensación.
De ahí que toda tensión será vivida, experimentada, en forma displacentera y la acción
primera del individuo tenderá a resolver este displacer, o al menos, a evitarlo.
Previo a la tensión estaríamos en un funcionamiento meramente neuronal y por lo tanto
prepsíquico, ya que si todo se resuelve a este nivel de descarga absoluta no hay exigencia de
trabajo, de acción para el individuo. Todo ocurre sin dejar rastros, sin producir efectos. La
exigencia de trabajo (empuje – trieb) se produce si, y sólo si, el estado de tensión se hace sentir
displacentero; es decir, si esa ruptura del equilibrio es percibida como tensionante y, en tanto
tal, reclama una resolución. Es aquí donde podemos insertar el concepto de pulsión (trieb) cuya
característica esencial será el empuje, es decir, aquello que pondrá en funcionamiento, que
empujará al individuo a vincularse con el objeto.
Previo a esto, estamos en el plano de la inercia, en donde se dan una serie de fenómenos
que en tanto y en cuanto se resuelven espontáneamente son ajenos al individuo y no promueven
en él ningún desarrollo (psíquico)
Es a nivel del principio de constancia que podemos empezar a hablar de pulsión y de un
yo incipiente que reclama satisfacción pulsional.
Previo a esto no habría exactamente hablando, vida psíquica.
La génesis de la vida psíquica está entonces, en el proceso pulsión – satisfacción de la
pulsión.
En relación a esto último diremos, siguiendo a Freud, que la pulsión es un proceso
somático en su origen, pero no cualquier proceso somático.
Sabemos que en nuestro organismo se dan una serie de procesos de los cuales nosotros
no somos conscientes porque no llegamos a percibirlos. Por ejemplo, el proceso de circulación
sanguínea. Es decir, todos procesos que se resuelven en forma espontánea, sin nuestra
participación activa; no generando en nosotros una exigencia de trabajo (trieb – empuje),
excepto que se produzca alguna disfunción orgánica.
Para que un proceso somático sea pulsión, tenga estatuto pulsional, va a tener que ser
percibido, y en ese sentido reclamar al individuo, una acción conducente a su resolución. El
ejemplo que da Freud se esto es el hambre como paradigma de las pulsiones de
autoconservación, es decir aquellas pulsiones asociadas a las grandes necesidades vitales. Esta
situación (el hambre) pondrá en funcionamiento al individuo y establecerá sus primeros
vínculos con el objeto (el otro significativo y significante), el que va a posibilitar el desarrollo
del aparato psíquico. Si esto no se diera, el yo quedaría sin posibilidades de desarrollo y la
muerte sería precedida por la muerte psíquica.
Resumiendo entonces el pensamiento de Freud:
La pulsión es el representante psíquico de un impulso endosomático constante.
Es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático cuya integración está dada por lo
esencial del concepto de pulsión que es el empuje o, como decíamos también, exigencia de
trabajo para el psiquismo.
Las pulsiones de autoconservación, que como dijimos están ligadas a las grandes
necesidades vitales (hambre, sed, etc) van a estar reguladas por el principio de constancia, cuya
tendencia, es la de mantener lo más bajo posible el nivel de tensión pulsional. Esto significa que
siempre va a quedar un resto, un remanente que volverá al circuito pulsional.
Freud va a decir que de la satisfacción de las pulsiones de autoconservación surgirán las
pulsiones sexuales. Ofrece, como ejemplos paradigmáticos de esto el chupeteo del bebé después
de mamar y la tendencia de los niños de llevarse objetos a la boca. Conductas que revelan una
ganancia de placer que está más allá de la satisfacción de la necesidad vital (hambre o sed).
Dice también que la descarga de esas tensiones de índole sexual es tramitada por otro de
los principios reguladores de la descarga que es el principio de displacer – placer.
Este principio supone el principio anterior y, al mismo tiempo, es una complejización
del mismo. Todas aquellas acciones que el individuo realiza y que le significan un placer, están
ligadas a la pulsión sexual y reguladas por el principio de displacer – placer.
Es importante aclarar que el displacer en el plano sexual no se relaciona, como en las
pulsiones de autoconservación, con un aumento de tensión, ya que aquí el aumento de tensión,
(dentro de ciertos límites) también resulta placentero.
Las pulsiones sexuales, en un primer momento, tenderán al autoerotismo (el niño
resolverá en su propio cuerpo y por sí mismo la tensión) generando una independencia en
relación al objeto y un predominio de la fantasía.
En cambio, las pulsiones de autoconservación lo obligan, por su perentoriedad, a
vincularse, si o si, con el objeto y es de este modo que se va a ir introduciendo, poco a poco, el
principio de realidad, que tendrá en cuenta la necesidad de descarga del yo y las posibilidades
reales de su satisfacción (al yo le convendrá conectarse objetivamente con el objeto para hallar
así satisfacción a sus tensiones pulsionales). Freud va a decir que en última instancia es la
necesidad, la educadora del yo.
Como referencia última en relación a la pulsión diremos que tiene cuatro componentes:
 La fuente: es el lugar donde se ha originado la tensión. En el caso de las pulsiones de
autoconservación, la fuente será un órgano de la periferia interior del cuerpo; mientras
que en el caso de las pulsiones sexuales será un órgano de la periferia exterior del
cuerpo, también llamado zona erógena.
 El objeto: es aquello a través de lo cual se logra la satisfacción pulsional. Es un medio,
un vector de la satisfacción. En el caso de las pulsiones de autoconservación, el objeto
es necesario; mientras que en el caso de las pulsiones sexuales el objeto es contingente.
 La meta: es siempre la satisfacción y tendrá lugar en la fuente pulsional. Es decir, que el
circuito de la pulsión es circular. Va de la fuente a la fuente encontrando en el medio un
objeto.
 El empuje: es lo esencia de la pulsión. Es la exigencia de trabajo de este proceso
somático respecto del psiquismo. Es lo que liga a la fuente con el objeto.

Más adelante en su obra, Freud planteará el dualismo energético, como pulsión de vida
y pulsión de muerte.
La idea de autoconservación como pulsión empieza a subordinarse al concepto de
narcisismo y, podría agregarse, que originariamente la autoconservación va a depender de los
suministros narcisistas que el otro significativo proporciones al niño, todo lo cual hace patente
la dependencia libidinal del ser humano.

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