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UN HIJO EN LA FRONTERA

Estoy regresando la frontera de Perú con Colombia, después de casi veinte años. Desde una ventanilla del hidroavión
en que viajó veo, en la lejanía, al río Putumayo, como una gigantesca serpiente que se abre pasó en la selva. Unos
minutos más y observó las primeras casas del Estrecho, el centro poblado más importante que tiene el Perú en el
Putumayo. Desde lo alto veo que ha cambiado mucho, ya no es el pequeño caserío que conocí cuando lo visité por
primera vez, con sus casi 50 casas de palma, que habitaban una población mayoritariamente nativa. Hoy veo muchas
casas con techo de calamina y algunas edificaciones de material noble.

Regreso al Putumayo, para visitar la tumba de mi hijo, de cuya existencia no conocía, me enteré que había tenido un
hijo en la frontera.

Conocí a María Elena en el Estrecho, por aquellos años, era un pequeño caserío ubicado en las orillas del río
Putumayo en la frontera con Colombia. en esos días de mi juventud dejé los estudios universitarios y me puse a
trabajar como profesor rural en Aquel lugar. En un principio no tuve ningún problema después de dictar mis clases
me dedicaba observar las costumbres de la población y me pude percatar el abandono de nuestras fronteras, donde
no circulaba el sol peruano sino el peso colombiano, debido a que casi todo el comercio estaba en manos de
personas de nacionalidad colombiana, los peruanos eran los pobres de la frontera, eran los agricultores y pescadores
que vendían sus productos en puerto Leguizamo u otros centros poblados de Colombia, muchos niños peruanos
estudiaba en internados de aquel país, donde además de recibir educación se les daba alimentación y alojamiento.

El hidroavión acuatiza en el río Putumayo y poco a poco se aproxima a la balsa de pontones de la fuerza aérea
peruana, donde acoderan estas naves, al bajar de la misma yo no veo ninguna persona conocida entre la
muchedumbre. Solamente observó en la orilla del río muchas embarcaciones de los comerciantes colombianos.
Cuando estoy subiendo las escaleras del puerto, con mi carga de viajero, un niño se me acerca corriendo, para
decirme: señor le cargo los maletines ¿Por cuánto? por 5000 pesos entonces me doy cuenta, que algunas cosas no
han cambiado mucho en la frontera. Como no conozco el valor del cambio de la moneda le pregunto cuánto es en
soles, dos soles señor, está bien te voy a pagar los dos soles pero con la condición de que me hagas conocer la casa
de Don Honorio Chepe, yo conozco señor, te voy a llevar hasta allá.

Aquí vive don Honorio Chepes, luego estira la mano cobrando los dos soles, es casi un anciano, pero aún conserva en
parte la estampa del nativo huitoto que conocí en el pasado. Al principio parece no reconocerme, luego aparece un
brillo en sus ojos, se acerca a mi lado, me da un fuerte abrazo y me dice: que gusto verte profe después de tantos
años, qué le trae por acá profe.

Hace poco me encontré con María Elena, me dijo que ella había tenido un hijo mío y que ahora está muerto,
también me dijo que toda la verdad podría averiguarla en el Estrecho y que tú me lo podrías contar todo.

Honorio Chepe me miró en silencio por un largo rato para decirme.

Si tuviste un hijo, ella no sabía que estaba embarazada cuando tú te fuiste, después cuando nació el niño no quiso
molestarte, para que pudieras estudiar tranquilo y regresarás a buscarla, cómo le habías prometido, pero tú nunca
regresaste profe. No he venido a hablar de esas cosas Honorio, yo he venido a conocer la tumba de mi hijo, además
estoy apurado mañana regreso a Iquitos. No creo qué vas a poder conocerla profe, tu hijo está enterrado bien lejos
en el lado colombiano, frente al caserío de El Álamo. Bueno Honorio si no puedo conocer la tumba de mi hijo,
cuéntame de su vida.

Tu hijo nació en el Perú, pero nunca fue peruano. Cuando llegó el tiempo de estudiar como muchos niños de la
frontera se fue a estudiar al internado de San Carlos en Colombia cuando su madre se fue a vivir en Lima, le dejó
encargado al sacerdote Director del internado. En todo ese tiempo solo lo vi dos veces, la última vez cuando regresó
su madre de Lima, tendría unos dieciocho años, era alto y muy fuerte, tenía todas las costumbres de los colombianos
de la frontera. Después solo supe que había muerto.

Su madre me contó, que un día llegaron a su casa unos colombianos, para comunicarle que su hijo murió en
combate por la causa del pueblo, le indicaron donde había sido enterrado, envuelto con la bandera colombiana. Por
eso te digo, que tu hijo nació en el Perú, pero durante su vida todo se lo dio Colombia, hasta su suelo para ser
enterrado.

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