Está en la página 1de 2

Clases peligrosas1

Bandoleros y “clases peligrosas”


Uno de los temas más ignorados, o tal vez más evitados, de la
historiografía dominicana es el bandolerismo. A parte del libro escrito por María
Filomena González (Los gavilleros 1904-1916) es poquísimo lo que se ha escrito
sobre este tema en la República Dominicana.
Las razones podrían ser muchas y una de ellas, quizá, es que los
dominicanos se han resistido a verse como una sociedad que ha producido y
reproducido bandoleros en grandes cantidades a lo largo de su historia.
A pesar de haber sido ignorados por la mirada académica, los bandoleros
han sido actores importantes en la vida social dominicana y han sido también
agentes visibles de la vida económica que, por su larga gravitación, han
constituido un firme referente de transmisión de costumbres y de continuidad
cultural.
Los bandoleros como categoría histórica forman parte de eso que algunos
escritores han llamado “clases peligrosas”, esto es, grupos de sujetos que por
su conducta disidente ponen en peligro la estabilidad del orden establecido y se
convierten en factores de riego para las clases dominantes.
Existe una abundante literatura académica sobre las “clases peligrosas” en
otras sociedades. Algunos investigadores consideran que los bandoleros deben
ser vistos como componentes indisolubles de la estructura social que forman
parte innegable del entramado de los hechos cotidianos.
Es curioso que no existan estudios sobre los bandoleros y otras “clases
peligrosas” en la sociedad dominicana, puesto que abundan documentos que
delatan la contundente presencia de estos importantes actores desde tan
temprano como el siglo XVI.
En aquella lejana época, como ahora, era el Estado o las clases que lo
controlaban quienes definían quién era un bandolero y quien amenazaba la
estabilidad social, como ocurrió cunado los últimos indios se rebelaron y se
fueron a las montañas encabezados por el cacique Enriquillo.
Entre las bandas de indios rebeldes hubo algunas que asaltaron ingenios
de azúcar y otros establecimientos españoles en compañía de esclavos negros
cimarrones, a quienes también se les consideraba “bandoleros”.
Ambos grupos, indios y negros alzados, fueron considerados como
“clases peligrosas” desde el primer día y fueron tan temidos por los colonos
españoles que hubo períodos en que no se atrevían a salir solos por los campos
y, cuando tendía que trasladarse de un sitio a otro, lo hacían en grupos para
protegerse de posibles asaltos.
De estos dos grupos rebeldes hay algunas historias como las hay
también de otras “clases peligrosas”: los contrabandistas y los corsarios

1
Moya Pons, Frank. (2017). Otras miradas a la historia dominicana. Santo Domingo: Editora
Búho. Pp 433-439.
franceses e ingleses que venían a las Antillas a asaltar y robar los ingenios
azucareros y los hatos españoles.
La documentación oficial de los Gobiernos coloniales de Cuba, Puerto
Rico y Santo Domingo está llena de temerosas referencias y denuncias de estos
contrabandistas y corsarios que interrumpían el comercio con la Sevilla e
impedían al Estado cobrar sus impuestos.
Más peligrosos todavía para la dominación española fueron los piratas
que proliferaron en todo el Caribe durante el siglo XVII. En el siglo siguiente,
clases peligrosas fueron para los ingleses y franceses los llamados
“guardacostas” españoles que asaltaban barcos de Francia e Inglaterra para
robarles sus mercancías.
Desde todas esas clases peligrosas las que más temor producían entre
los colonos europeos y criollos, y las más perseguidas, fueron los negros
cimarrones.
Tanto en Guyana, como en Jamaica, como en Saint-Domingue, hoy Haití.
El cimarronaje de los esclavos no solo era peligroso por los posibles
enfrentamientos cuerpo a cuerpo que podrían producirse en caso de encuentros
con los colonos, sino porque vaticinaban la posibilidad de una rebelión en gran
escala que podría derrocar el Gobierno colonial.
Por eso fueron tan perseguidos los cimarrones, tanto antes como
después de que ese vaticinio se convirtiera en una profecía realizada al
acontecer la Revolución Haitiana.
Durante toda la primera mitad del siglo XIX el temor a una nueva
insurrección general y triunfante de esclavos mantudo en temor permanente a
los colonos y sus gobiernos en Cuba, Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos y las
Antillas francesas y británicas.
El “gran temor” se le llamaba a ese estado de miedo difuso que
penetraba todos los intersticios de la vida social en esos países, aun cuando
fueran personas pacíficas y no fueran bandoleras, eran considerados “clases
peligrosas” por los colonos blancos…

También podría gustarte