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La acción se sitúa en un bar, donde sentado en una mesa se observa a un parroquiano entrado en

años leyendo una revista y tomando un café. De fondo, muy suave se escuchan unos tangos.
El parroquiano que está sentado se llama Quique, y de repente entra un joven llamado Carlitos,
que resulta ser un hijo de su amigo Pedro. El joven Carlitos entra en escena y lo hace con un
propósito.

(Carlitos entra en escena mirando en varias direcciones, como buscando a alguien, hasta que se
anoticia de la presencia de Quique; sentado en una mesa.)
Carlitos: Hola Quique ¿Cómo anda? Tanto tiempo sin verlo.
(Quique sumido en sus pensamientos y apenas atinando a prestarle atención)
Quique: Hola querido. ¿Cómo andas? ¿Tu viejo?
(Carlitos, parado y mirando en varias direcciones)
Carlitos: Todo muy bien Quique. ¿Cómo anda usted? Lo noto un poco perdido.
Quique: No pasa nada querido. Lo de siempre. Recordando viejas épocas, viejos momentos, el
cómo eran las cosas. El amor. Pero que vas a saber vos de eso, con tu juventud.
(Carlitos agarra una silla, se sienta y mira a Quique)
Carlitos: Pero como me va a decir eso Quique, el amor es el amor. En 1960 y en el 2030.
Cuénteme ¿Que hace acá solo un domingo en el bar? ¡Mozo, un café!
Quique: Mira, estaba pasando el tiempo leyendo esas viejas revistas que me regaló José Luis…
Seguramente vos no la conociste. Se llamaba “El Pasatiempo” y traían un poco de todo… política
lugareña, chusmeríos, palabras cruzadas, avisos… Tu padre se acuerda de la tienda “La
Estrellita”, el “Hotel Central”, la tienda “Casa Boo”…
Carlitos: ¿Y qué pasa con eso Quique? Las cosas cambian. ¿Nos vamos a encerrar a recordar
cómo eran antes pensando que siempre todo pasado fue mejor?
(Quique se muestra visiblemente molesto y responde con desgano.)
Quique: Yo sabía que vos no me ibas a entender… Es que era todo distinto. Pasaban otras cosas.
El chiste de uno, era la alegría del pueblo entero. Recuerdo como si fuera hoy algo que paso en su
momento y que no lo podíamos creer.
Carlitos: A ver Quique, cuénteme.
Quique: Te cuento, la tienda “La Estrellita” era de la familia Cohen. Tenían un hijo llamado
“Tato”, bastante loco. En un festival del Aéreo Club dijo que se iba a tirar en un paracaídas. Se
subió a la avioneta y cuando estaban a una buena altura, el público vio que se tiraba, pero el
paracaídas no se abría. Y no se abrió. El público salió a la disparada a ver que quedaba del pobre
Tato. Hasta el cura se arremango la sotana y salió corriendo. Cuando llegaron se encontraron con
un muñeco.
(Carlitos se ríe.)
Quique: Cuando Tato se bajó del avión lo querían matar.
Carlitos: Y está bien Quique, las cosas graciosas lo eran antes y lo son ahora. Es más ahora con la
tecnología tenemos acceso a chistes, memes, bromas, etc. ¿Por qué está mal lo de ahora?
(Quique se ve visiblemente decepcionado, y hace “no” con la cabeza, mirando hacia abajo.)
Quique: Es que como te lo tengo que decir, querido. Era otra cosa, más sana, entre todos, más
picaresca. Había cada uno que tenía cada ocurrencia. Eran otros tiempos.
(Carlitos se siente interpelado y algo fastidioso)
Carlitos: ¿Y a ver entonces? ¿Cómo era antes?
Quique: ¿Te acordes que mencioné a la Casa Boo? ¿Te conto algo tu viejo de esa tienda?
Carlitos: Si, pero hace mucho. Supuestamente había de todo, desde un traje de hombre hasta un
corpiño de mujer.
Quique: Claro, mirá. De la Casa Boo, recuerdo un gerente que tuvo, de apellido Viejobueno. Era
rengo, tenía una pierna más corta que la otra.
(Quique se para y simula ser rengo)
Quique: De ahí salió el dicho, refiriéndose a alguno que siempre andaba con problemas y vueltas:
“Tenés más agachadas que Viejobueno en una cuadra.”
(Carlitos se ríe tímidamente, y con cierta “corrección moral” responde.)
Carlitos: Y bueno, eran bastante jodidos ustedes en esa época.
(Quique atina a enfadarse y se contiene.)
Quique: Pero no pibe. ¿No entendes? Eran otros tiempos. Nos conocíamos entre todos. Había
otro ambiente. Era distinto. Era más sano.
Carlitos: ¿Y a ver? ¿Cómo era más sano?
Quique: Claro querido, el borrachín del pueblo era uno solo. Y hasta lo teníamos identificado.
Mirá, había un bar que estaba en la calle Irigoyen esquina Murgier, ahora hay una panadería. El
bar tenía la entrada por la esquina y una puerta por calle Murgier. El dueño era un señor de
apellido Raimondi. Asistía un habitúe que indefectiblemente terminaba borracho y molestaba a
todo el mundo.
Raimondi lo sacaba por la puerta lateral, y no había llegado al mostrador cuando el borracho
había vuelto a entrar por la esquina. Así una y otra vez. Hasta que cansado el borracho lo mira al
dueño del bar y le dice: ¡Sos porfiado Raimondi! De ahí, cuando alguno no quería dar el brazo a
torcer se le decía: ¡Sos porfiado Raimondi!
(Carlitos se ríe tímidamente, y antes de responder mira a su alrededor.)
Carlitos: Y claro Quique, pero eran otros tiempos. Ahora es distinto, hasta la juventud cambió. El
amor también, pero sigue siendo amor. ¿O me va a decir que antes se amaba distinto o mejor que
ahora?
Quique: Ya te saque la ficha pibe, vos no estas acá de casualidad. Vos estás enamorado, se te nota
en los ojos.
(Carlitos se contrae y con una voz tímida responde.)
Carlitos: Tiene razón Quique. Estoy muy enamorado, y no tengo la más remota de idea de que
hacer. De cómo acercarme a ella, ni siquiera me imagino hablándole. ¿Cómo era el amor en su
época? Según mi viejo eran tiempos muy lindos, pero muy distintos a los de ahora.
Quique: Tu padre tiene razón. ¡Qué tiempos aquellos de los 16 o los 17 años de nuestra juventud!
De la primera novia, de la vuelta al perro…
(Carlitos interrumpe)
Carlitos: ¿La vuelta al perro? ¿Qué es eso? Tiene nombre de procedimiento veterinario.
(Quique se ríe.)
Quique: No querido, nada que ver. Nos juntábamos todos en la plaza, los varones daban la vuelta
en un sentido y las chicas en otro. Así que se cruzaban dos veces por vuelta.
Carlitos: ¿Y? ¿Qué pasaba si te gustaba una chica?
Quique: La mirabas y si te correspondía con la mirada, terminabas dando la vuelta con ella. Un
verano conseguí que me diera bolilla una alta, delgada, bonita de cara. Era de Buenos Aires y
venía a pasarlo en Ayacucho, a la casa del abuelo. Y no sabes, había un gordo desgraciado que
cuando pasábamos se ponía a cantar: Flaca, dos cuartos de cogote, una percha en el escote, bajo
la nuez… Yo era flacucho y no me atrevía a enfrentarlo. Ese gordo se murió, que en paz
descanse.
(Carlitos se hace la señal de la cruz.)
Carlitos: ¿Y qué pasaba entonces? ¿Empezaban a salir?
Quique: Pero no querido, eso era apenas el principio. En otra ocasión una chiquita muy bonita
aceptó que la acompañara cuando terminara el paseo. En un repentino ataque de hormonas,
intente darle un beso… El dolor de la cachetada me duro una semana.
(Carlitos se ofusca y responde.)
Carlitos: Pero eso pasaba antes, ¿Cómo hago ahora? No sé si mandarle un mensaje, o confesarle
mis sentimientos cuando la vea. No se Quique, no sé. Estoy perdido.
Quique: Y mirá, en mis tiempos no había la posibilidad que tienen ahora de salir a cualquier hora.
Pero las rebuscábamos con algunas técnicas. En mi época había bailes, y se hacían en los clubes.
Empezaban a las diez de la noche y terminaban a la una de la madrugada. Las chicas iban
acompañadas por la madre, la tía, la abuela… Para sacarla a bailar, previo cabeceo leve hecho a
la distancia, y por supuesto, con una contestación parecida de la candidata; te acercabas a la
mesa, le pedias permiso a la madre y salías a bailar. Se hacía así… Si el asunto progresaba,
tratabas de meterte en el centro de la pista de baile, ponías mejilla contra mejilla y apretabas un
poquito. Me hubiera gustado que viviera esa época. Eso sí que era amor.
Carlitos: No, no. Espere un momento Quique. El amor es el amor, en 1960 o en el 2030. Y a esa
chica la quiero igual, aunque me odie o aunque no sepa que existo.
Quique: ¿Y cuál es el tema entonces? Si ya te conté como era en mi época.
Carlitos: Que está todo muy lindo Quique, pero no tengo la más remota idea de si la chica que me
gusta sale a bailar, donde verla y para serle sincero, a mí no me gusta nada salir de noche. Lo que
cuenta pasaba antes, ahora no sé qué hacer.
Quique: Escuchame, vos mira la que te gusta, insistentemente. Si te sostiene la mirada por 3 o 4
segundos, sonreile y decile algo lindo: ¡Que hermosos ojos! ¡Me gusta tu peinado! O algo por el
estilo, y seguí tu camino. Dejó que pase un tiempito y al segundo encuentro repetí lo de la
mirada. Si te la devuelve con una sonrisa ¡Listo! A preguntar si le gusta bailar, que música,
invitarla a salir para charlar un poco.
Lamentablemente, hoy los jóvenes bailan suelto, cada uno por su lado. El chamuyo lo tienen que
hacer a los gritos, aunque por lo que me han contado, las damas no andan con muchas vueltas. Si
les gustas y las mimás un poco, la tenes con vos. Y no me puedo olvidar de los piropos.
Carlitos: ¡Espere Quique! Los tiempos cambiaron, no se le puede gritar una guarangada en la
calle a una chica. Si usted hace eso, más que desubicado, es un pervertido.
(Quique se toma la cara con las manos, y suspira, visiblemente ofuscado)
(Silencio de unos segundos)
Quique: Pero no ves querido que ahora es todo distinto. Todo cambio, nada es igual a como era.
¿Te pensas que nosotros íbamos por la calle gritando obscenidades?
Carlitos: Y… no sé. Cuénteme usted como era eso de los “piropos”.
Quique: Para empezar, nosotros repetíamos alguna que otra frase elegante buscando “halagar” a
la dama. Decíamos cosas como por ejemplo: “¡Se ha caído un ángel del cielo!” o “¡Quien fuera
caramelo para derretirse en tu boca!”. Pero si, no te voy a negar que los muchachos de la barra
tenían un repertorio variado, y no siempre había correspondencia de la fulana en cuestión. Es
más, me acuerdo de tu padre Juancito. Él tenía un repertorio propio.
Carlitos: ¿En serio mi padre hacia esas cosas?
Quique: Y claro querido, que te pensas ¿Qué tu padre era un santo? Si era un atrevido de
aquellos. Me acuerdo de algunos “piropos” de tu padre: “¡Sos un ángel sin alas, pero que traste…
Dios mío!”, u otros como: “Nena… ¡Tenés pegado algo en el traste… Mi mirada!”.
Carlitos: No lo tenía así a mi viejo, pero bueno. Espéreme que ahora vengo, voy al baño.
(Carlitos se para y sale, cuando vuelve mira por la ventana del bar y señalando dice:)
Carlitos: Mirá Quique, ahí van tres chicas, tres corazones.
(Quique se para, mira y se vuelve a sentar)
Quique: La del medio va sin calzones.
(Carlitos se ríe y se vuelve a sentar. Se toma la cara con su mano, y con una expresión abatida
exclama:)
Carlitos: En fin Quique, que se le va a hacer. Lo único que busca uno es amar y ser amado. Vivir,
al final de todo. Es eso, vivir. El tiempo pasa, y pareciera que cada vez más rápido. De mi viejo,
lo único que me queda son cuentos y anécdotas. Ni siquiera compartí mucho con él, antes de que
se nos fuera para arriba. Todo el mundo me habla de él, de sus andanzas con Zoilo y demás, pero
para mí; todo eso me resulta extraño y lejano. Como si fuera otra vida, en otro mundo.
Quique: Somos humanos Carlitos querido, a esta edad te das cuenta de que no somos sino un
rejunte de recuerdos y buenas historias. Vivimos tratando de que nuestra memoria nos sirva para
nos desviarnos del camino. Era un buen tipo tu viejo, pero ese Zoilo se mandaba cada una.
Carlitos: Ese Zoilo, ¿Era el peón de la chacra no?
Quique: Claro. Estaba casado con una buena mujer, que se llamaba (bien fuerte) Paca, de apellido
(bien fuerte) Garte. Ese rufián de Zoilo tenía un refrán para cada momento. Recuerdo algunos:
“La luna es hermosa, el sol es amarillo, y tu risa sería más linda, si usaras el cepillo.”
(Carlitos y Quique se ríen juntos.)
Quique: Este es tremendo, escuchá: “La mujer tiene en la panza un botón, y un poco más abajo…
La vaina de mi facón.”
Carlitos: Bueno, ese tipo era terrible, no entiendo que tenía en común con mi viejo. Ni porque
pasaban tanto tiempo juntos.
Quique: No sé cuántas veces te lo tengo que decir querido. ¡Era otra época! Era otro humor, otras
risas. ¿Cómo me vas a entender si estas todo el día con la cara pegada a la pantalla del teléfono?
Carlitos: Espere Quique, una cosa no quita a la otra. Los tiempos cambiaron, y nos seguimos
riendo. Solamente que ahora vemos cosas graciosas en la pantallita. El humor sigue siendo humor
Quique: Es nos divertíamos con los relatos y las andanzas de los personajes del ambiente Y Zoilo
destacaba por supuesto. Hacia cada cuento, no podíamos evitar reunirnos a su alrededor y
escucharlo. Escuchate este, que me conto tu viejo una vez que nos juntamos a tomar mates.
Supo contar Zoilo que hace un tiempo largo anduvo por Mendoza, trabajando en la vendimia y
charlando con el director de la bodega, este le dijo que se había muerto el catador de vinos que
tenía. Para encontrar reemplazante puso un aviso. Un viejo sucio y borracho se presentó para
solicitar el puesto. El director se preguntaba cómo podía deshacerse de él.
Le dieron una copa de vino para que la probara. El viejo lo probó y dijo: es un moscatel de tres
años elaborado con uvas cosechadas en la parte norte de la región. Madurado en un barril de
acero. Es de baja calidad pero aceptable. Correcto dijo el jefe, y agregó: “Otra copa por favor.”
Es un cabernet de 8 años cosechado en las montañas del sur de la región, madurado en barril de
roble americano a ocho grados de temperatura. Le faltan tres años para que alcance su mejor
calidad. Absolutamente correcto. Y se vino una tercera copa. "Es un champagne elaborado con
uvas pinot blanc de alta calidad y exclusivas.” Dijo calmadamente el borracho.
El director no lo podía creer. Le hizo un guiño a la secretaria para sugerirle algo. Ella salió de la
habitación y regreso con una copa de orina, El alcohólico lo probó y dijo: “Es de una rubia de 26
años de edad, está bien de salud, con tres meses de embarazo. Si no me dan el puesto, digo quien
es el padre.”
(Carlitos y Quique se ríen.)
Carlitos: Tengo que admitir que ese Zoilo se las ingeniaba. Pero bueno, ahora hay streaming,
contenido digital y “on demand”.
Quique: No tengo idea de lo que me hablas querido. Lo que pasa es que sos muy chico. Vos ni
siquiera conociste a Renato, carne y uña con tu padre. Pero el más terrible de todos. Hasta se las
daba de poeta. Mirá por aquí tengo una carta. (se para y se rebusca los bolsillos) Después te la
doy, para que recuerdes a través de sus amigos, a tu viejo.
Renato tituló estas líneas con el nombre “Poema a la Flatulencia”.
Está dedicado a una acción muy humana. Indica que el que lo lee tiene que decir la primera parte
de una palabra y otro completarla diciendo la última silaba, que es el nombre de la primera nota
de la escala musical, así que tenes que decirla vos.
Carlitos: Pero Quique, ¿Me viste cara de profesor de música? ¡Qué se yo cual es la primera nota
de la escala musical!
(Rompiendo la cuarta pared y dirigiéndose al público)
Quique: ¿Quién lo puede ayudar a Carlitos?
(Alguien contesta DO)
Quique: Perfecto, la primera nota se llama DO. A ver Carlitos, ¿Cómo se llama la primera nota?
Carlitos: DO
Quique: ¡Muy bien! No te olvides, tenes que completar la palabra.
(Quique se dirige al público y dice:)
Quique: Ustedes también lo pueden ayudar a Carlitos. Repito, la poesía se llama “Poema a la
Flatulencia”
UN DIA, ALGUIEN ME PREGUNTO ¿QUÉ ES UN PE…?
YO LE CONTESTE MUY QUEDO

EL PE… ES UN SER
CON CUERPO DE AIRE Y CORAZON DE VIENTO

ES COMO UN ALMA EN PENA


QUE A VECES SOPLA, A VECES TRUENA

ES COMO EL AGUA QUE SE DESLIZA


CON MUCHA FUERZA, CON MUCHA PRISA

EL PE... ES COMO UNA NUBE VOLANDO


QUE POR DONDE PASA VA FUMIGANDO

ES LA VIDA ES LA MUERTE Y TIENE ALGO QUE NOS DIVIERTE

GIME, LLORA
ES AIRE, ES RUIDO
Y A VECES SALE POR DESCUIDO

EL PE... ES FUERTE, ES IMPONENTE


PUES SE LOS TIRA TODA LA GENTE

ES VIDA
PORQUE HASTA EL PRESIDENTE SE LOS TIRA

HAY CULTOS Y LOS HAY IGNORANTES


LOS HAY DE ADULTOS Y TAMBIEN DE INFANTES

HAY GORDOS, HAY FLACOS


SEGÚN EL DIAMETRO DE LOS TACOS

HAY PE… TRISTES, LOS HAY RISUEÑOS


SEGUN EL GUSTO QUE TENGA EL DUEÑO

SI ALGUN DIA ALGUN PE… TOCA A TU PUERTA


NO SE LA CIERRES, DEJALA ABIERTA
DEJA QUE SOPLE, QUE SE DIVIERTA

(Carlitos interrumpe tocándole el brazo a Quique)


Carlitos: Che Quique, me voy porque (mira rápidamente a su alrededor) esta chica no apareció. Y
además la vieja me espera con la cena.
(Carlitos se va de la escena)
Quique: Chau Carlitos, saludos.
(Quique mira al público)
Quique: Renato, a veces, no escribe tanta chabacanería. Hace un tiempo me envió unas líneas
muy emotivas, muy serias. Trataré de recordarlas y compartirlas con ustedes.

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