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Durkheim pregonaba que en las nuevas sociedades industriales se requería un nuevo sistema

educativo: el niño debía recibir una primera educación en el seno familiar (valores, normas y
habilidades propias del grupo primario) y luego, recibir la educación escolar, donde le
enseñaran habilidades, valores y normas globales que establece esa sociedad en la que el
sujeto se inserta.

En su tesis de 1893, Durkheim tomaba a la solidaridad y su valor social. Para el autor, la


solidaridad es un hecho moral, por lo tanto debe buscarse algo tangible o externo que
represente ese hecho moral. Durkheim lo halló en la pena jurídica.

Como ejemplo: en las sociedades primitivas, se castigaba el crimen con una pena represiva.

Dichas sociedades tenían un alto grado de conciencia colectiva y consideraban que ese crimen
ofendía a toda la sociedad. En cambio, en las sociedades modernas, se apuesta a la pena
restituida, que pretende devolver las cosas a su estado original, es decir, previo al crimen. La
ofensa no es cometida contra toda la sociedad, sino que se comete entre las partes afectadas
por el hecho.

En las sociedades primitivas, prima la conciencia colectiva y la solidaridad mecánica, producida


por el hecho de que todos los componentes de esa sociedad tenían algo en común, lo que
produce un fuerte compromiso. Respecto a la división del trabajo, no existe la especialización,
pero si el ascenso (Durkheim postula como sociedades primitivas en Modernidad a la iglesia y
el Ejercito). En tanto, en las sociedades modernas, la conciencia colectiva es mucho más débil y
prima la solidaridad orgánica. Aquí, si hay especialización y la solidaridad es más bien por
necesidad, entrando en juego los intereses de cada sujeto.

En este trabajo, aparece por primera vez el concepto de anomia, entendido como una carencia
de solidaridad social. Como factor de anomia, Durkheim postula al Contrato Social de
Rousseau, dado que no garantiza el orden.

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