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EL GERMEN DE LO URBANO
el proceso de neolitización, los primeros asentamientos
aldeanos y el surgimiento de la arquitectura pública
monumental

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Durante el período denominado Arcaico o Pre- y las altoandinas. En las primeras, la temprana

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cerámico con agricultura (Lumbreras 1981), que sedentarización estaría asociada al desarrollo de
va del 5000 al 1800 a.C., se inicia en el área de asentamientos aldeanos y luego al progresivo

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los Andes centrales el proceso definido universal- surgimiento en estos de una arquitectura pública,
mente como neolitización. Se trata del desarrollo que anticiparía el sorprendente e inédito desarrollo
de un conjunto de transformaciones trascenden- de complejos con edificaciones monumentales
tales que implicaron la creciente incorporación y previos al conocimiento de la cerámica. Mientras
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domesticación de plantas y animales por parte de tanto, para ciertas regiones altoandinas se nos
las sociedades de esta época; el despliegue de nue- propone un proceso, en este caso asociado a la
vas formas de manejo del espacio territorial y de presencia de poblaciones aún trashumantes o
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los recursos allí presentes; el desarrollo de nuevos semi-nómades, que vería el temprano desarrollo
conocimientos e instrumentos de producción; y, de la arquitectura pública —en cuanto centro de
el surgimiento de nuevas formas de organización identificación y articulación de las comunidades
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social. Todo este conjunto de profundos cambios pastoriles— que antecedería a la paulatina
económicos y sociales, que por su estrecha interde- sedentarización de estas, con el establecimiento de
pendencia no pueden ser asumidos como aspectos caseríos y luego de aldeas, muchas veces a partir
aislados unos de otros, dieron paso a la afirmación de este núcleo original de índole aparentemente
o

de nuevos modos de vida y a la generación de nue- ceremonial (Lanning 1964: 73; Bonnier y
nd

vas formas de asentamiento, especialmente en las Rozemberg 1988).


regiones costeñas, donde un creciente proceso de
sedentarización se expresa con la proliferación de
los primeros asentamientos de tipo aldeano.
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Los tempranos asentamientos aldeanos


Aparentemente, la naturaleza de estos cambios de la costa
fue distinta de región a región, e inclusive en el
ámbito local de los distintos valles y cuencas, Las primeras fases de esta época, que datan del
asumiendo el proceso un carácter desigual 5000 al 2500 a.C., han sido escasamente docu-
y diferenciado, en función de los recursos mentadas por la investigación arqueológica. Sin
manejados; el nivel de desarrollo y participación embargo, los datos disponibles permiten suponer
de la producción agrícola o del pastoreo; las que las comunidades de las regiones costeñas de
técnicas desplegadas en los diferentes procesos estos tiempos estaban ya orientadas a una econo-
productivos; y las formas de organización social del mía que dependía fuertemente de la pesca y ex-
trabajo presentes (Lanning 1964: 64; Fung 1988: tracción de recursos marinos, combinada con
67). Una primera gran diferencia es observable en la recolección en las lomas y el desarrollo de
este proceso en relación con las regiones costeñas una incipiente horticultura.1 En cuanto a la

1
Se conoce también a este período como Precerámico pre-algodón (Lumbreras 1981), ya que no solamente está ausente este
cultivo y es de algún modo aún limitado el rol de la horticultura en las subsistencias, sino que tampoco se perciben los profundos
cambios económicos, sociales; y en la forma de asentamiento que se advierten en los sitios asociados a la presencia del algodón.
Por esta razón, la presencia-ausencia del algodón ha sido asumida por la arqueología andina como un indicador diagnóstico de
esta época de grandes cambios correspondiente al Precerámico Tardío.
62 CAPÍTULO 3

forma de asentamiento, se estaría registrando en y afloramientos de agua que permitían el cultivo


estas regiones el tránsito gradual de campamen- de algunas plantas.
tos cada vez más prolongados, hacia el estableci- En Chilca, las estructuras de vivienda se
miento de aldeas con una ocupación más estable encontraban agrupadas de una forma bastan-
y de mayor permanencia. te compacta y las que han sido documentadas
Un caso clásico de este tipo de asentamien- arqueológicamente (Donnan 1964), correspon-
tos es el Chilca y el de La Paloma en la costa den a chozas de planta circular de unos 2,5 a
central. Se trata de asentamientos localizados 3 metros de diámetro, cuya armazón fue hecha
relativamente próximos al litoral, donde sus de troncos y ramas de árboles propios de la cos-
pobladores se abastecían de los abundantes y ta, como el sauce (Salix chilensis) y el huarango
variados recursos marinos que han sido docu- (Acacia macracantha), además de cañas. En al-
mentados en los conchales y basurales asociados gunos casos, en la construcción se incluyeron
a estos sitios. Sin embargo, estos también se en- costillares de ballena dispuestos horizontalmen-
contraban ubicados en proximidad de zonas de te en el perímetro interior de la choza, a modo

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lomas, que aseguraban la recolección de sus di- de durmientes que permitían asegurar su base y
versos recursos, así como de quebradas aluviales soportar la presión de la basura acumulada en su

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Fig. 37 – Mapa de ubicación de


los principales sitios del período
Precerámico:
1 Huaca Prieta
2 Alto Salaverry
3 Salinas de Chao
4 Las Aldas
5 Culebras
6 Los Gavilanes
7 Aspero
8 Caral
9 El Paraíso
10 Chilca
11 Asia
12 Otuma
13 San Nicolás
14 La Esmeralda
15 Huacaloma
16 La Galgada
17 Piruru
18 Huaricoto
19 Kotosh
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Fig. 38 – Plano de la excava-


ción de una vivienda de Chil-
ca (redibujado de Engel).

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exterior, y que quizá también servían de poyo de de las viviendas, como en áreas de las aldeas
o

asiento para sus habitantes (Engel 1988). especialmente destinadas a esta función, dando
El único ingreso estaba conformado por ha- lugar a los testimonios más tempranos de ce-
nd

ces de totora entretejida en forma de herradura, menterios (Engel 1988).


mientras que la cobertura se realizó mediante Este tipo de asentamientos, con aglomeracio-
petates de totora tejida. Al parecer fueron es- nes compactas de chozas de vivienda de carac-
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tructuras con los pisos ligeramente excavados terísticas similares y los contextos arqueológicos
por debajo del nivel del terreno, lo que se in- asociados, estarían expresando la presencia de
crementaba con el constante arrojo al exterior
de la vivienda de las conchas y otros desperdi-
Fig. 39 – Reconstrucción hipotética de una vivienda de la aldea de
cios. Aparentemente, los fogones y las demás La Paloma (redibujado de Engel).
actividades relacionadas con la preparación de
los alimentos se habrían desarrollado al exterior
de estas viviendas. En este sentido, se han regis-
trado batanes y manos de moler asociados con
las viviendas, lo que estaría revelando que en el
asentamiento se desarrollaba el procesamiento
de determinados recursos agrícolas con fines
alimenticios o productivos. Tanto en Chilca
como en La Paloma se registraron múltiples en-
terramientos, para lo cual se dispuso los cuerpos
extendidos y envueltos en petates de totora, se-
pultándolos con algunas ofrendas bajo el piso
64 CAPÍTULO 3

sociedades sustancialmente igualitarias, donde las ción de nuevas formas de organización social en
divisiones sociales estarían determinadas exclusiva- el seno de las comunidades, los que conducirán
mente por cuestiones de sexo y edad, y su correspon- a un incipiente proceso de diferenciación social.
diente participación en los procesos productivos Todo este complejo proceso se manifiesta de ma-
desplegados por el grueso de la comunidad. De nera patente en la creciente extensión y densidad
otra parte, la cantidad de unidades de vivienda, así de los asentamientos aldeanos y, en especial, con
como la densidad de los cementerios y enterramien- el surgimiento y creciente importancia que asu-
tos hallados, pueden ilustrar el notable incremento mirá en ellos la arquitectura pública.3
poblacional que se estaría verificando con relación Además de la notable presencia del maíz (Zea
a épocas anteriores. Este incremento poblacional mays) entre las nuevas plantas cultivadas y su as-
—notablemente favorecido por la sedentariza- cendente participación en el complemento de la
ción—, que sería el resultado de la provechosa dieta alimenticia; la domesticación y cultivo del
integración representada por la extracción intensi- algodón (Gossipyum barbadense) desempeñará un
va de recursos marinos, así como el desarrollo de rol especialmente importante en el incremento de

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una horticultura incipiente y el mantenimiento de la producción y en el desarrollo social y cultural
las viejas prácticas recolectoras, se vería confirmado de las sociedades costeñas de esta época. La fibra

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también por la proliferación de un gran número de del algodón no solo sustituirá progresivamente a
sitios aldeanos que han sido documentados arqueo- otras fibras vegetales en la producción de los texti-

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lógicamente a lo largo de la costa. les, si no que tendrá repercusiones revolucionarias
al incorporar su resistente fibra en la confección de

Los asentamientos aldeanos


y el surgimiento de la arquitectura pública
lP redes y sedales para la pesca, en cuanto actividad
principal en la economía de las sociedades costeñas
del período. Se desarrollaron así redes cada vez
ria
más eficientes, tanto por su tamaño, durabilidad
En el desarrollo de las fases siguientes, durante el y capacidad de pesca, tejiéndose diversos tipos de
período conocido como Precerámico con algo- mallas para adecuarse a las distintas especies pre-
ito

dón o Precerámico Tardío (2500-1800 a.C.),2 no sentes en el litoral marítimo.4


obstante tratándose de un período de una menor Evidentemente este tipo de redes, significaron
duración, los cambios se aceleran drásticamente una crucial innovación respecto a un instrumen-
Ed

comprometiendo las distintas esferas de las for- to de producción hasta ese entonces rudimenta-
maciones sociales. En el caso de la costa, el énfasis rio. No solo se multiplicó la capacidad de pesca,
en la pesca y extracción de recursos marinos se ve sino también se requerieron formas especiales de
progresivamente acompañado por un incremento trabajo mancomunado para su operación. De otro
lado, una mayor disponibilidad de excedentes de
o

de las especies cultivadas y una creciente impor-


tancia de estas en la alimentación y la provisión de la pesca necesitó a su vez de técnicas de almacena-
nd

importantes insumos para la elaboración de ins- miento y conservación —tales como el tradicional
trumentos y el desarrollo de una serie de procesos secado y salado aún en vigencia en las caletas de
productivos. Estos nuevos niveles en el desarrollo nuestro litoral— y también de nuevas formas
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económico estarán acompañados por la apari- de administración comunal para la distribución

2
Recientes investigaciones permiten suponer que estos fechados «históricos» también estarán sujetos a ajustes. Este es el caso
de la documentación de arquitectura monumental asociada a fechados que se remontan a unos 3500 a.C. profundizando
notablemente la antigüedad del Precerámico Tardío en cerca de un milenio. Mientras tanto, como hemos advertido en el primer
capítulo, hay creciente consenso entre los investigadores que la aparición de la cerámica sería un fenómeno aparentemente más
tardío y que tendría lugar alrededor del 1600 a.C.
3
Por arquitectura pública, consideramos todas aquellas edificaciones cuya función está referida a actividades de carácter
especializado. Esta función se expresa tanto en la forma arquitectónica como en la propia producción constructiva, y se define
científicamente mediante el análisis arqueológico de sus contextos y asociaciones. En este sentido, la arquitectura pública se
diferencia claramente de la arquitectura doméstica, que resuelve las funciones habitacionales y las actividades propias de núcleos
familiares. Con el surgimiento de la arquitectura pública se constituye una nueva clase de arquitectura que abarca una amplia
gama de funciones, sean estas de tipo ceremonial, político, administrativo, productivo, militar, etcétera. Lejos del equívoco que
considera la arquitectura pública con relación a su capacidad de albergar una determinada cantidad de personas —público—, el
carácter de esta está definido sustancialmente por la calidad de las funciones especializadas que contiene, independientemente de
las dimensiones físicas que estas requieran para su realización.
4
En Huaca Prieta, por ejemplo, se hallaron redes bastante bien conservadas que mostraban diferentes tipos de mallas, las que
tenían como flotadores mates especialmente seleccionados por su forma esférica, cuyo cuello estaba obturado con una coronta
de maíz, así como discos de piedra horadados al centro que servían de pesos (Bird et al. 1985).
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Fig. 40– Valle costeño hipotético, con ubicación de aldeas y centros ceremoniales, con énfasis en el manejo diversificado de recursos, marisqueo
y pesca, agricultura incipiente y recolección, la articulación «horizontal» del espacio territorial entre sitios del litoral y del valle medio o alto
(Canziani).
ito

Fig. 41 – Mapa de ubicación de los principales sitios precerámicos


Ed

y el consumo, o el intercambio de estos alimen- de la costa norte (Canziani 1989).


tos con otras comunidades. Como se puede apre-
ciar, solo con relación a este proceso productivo,
entre tantos otros, existe una concatenada y es-
o

trecha interdependencia entre las innovaciones


en el ámbito de los recursos que se incorporan
nd

como materias primas; el despliegue de nuevas


técnicas e instrumentos de producción; la am-
pliación en la escala de apropiación de los recur-
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sos naturales y la disponibilidad de excedentes;


la mejora e incremento en el aprovisionamiento
de subsistencias; sus repercusiones en el conse-
cuente crecimiento poblacional; y, por último, en
el surgimiento y afirmación de nuevas formas de
trabajo y de organización social.
No es pues casual que la arquitectura pública
surja en este período, ya que constituye una no-
table expresión de los profundos cambios que se
procesan en las esferas económica y social. Este
nuevo tipo de edificaciones que se desarrollarán
en los asentamientos, encuentran su explicación
en una creciente división del trabajo en el seno de
las comunidades. Especialmente en la aparición de
determinados niveles de especialización relaciona-
dos con la existencia y desarrollo de nuevos me-
dios de producción, en el marco de la activación
de un proceso de cambios revolucionarios de las
66 CAPÍTULO 3

relaciones sociales de producción (Lumbreras


1987; Canziani 1989: 52-59).
Las excavaciones desarrolladas a mediados de
los años cuarenta por Junius Bird en el sitio de
Huaca Prieta, en el valle de Chicama, ilustraron
por primera vez la sorprendente riqueza de los
vestigios correspondientes al Precerámico Tardío.
Estas permitieron inferir la presencia de socieda-
des con un marcado sedentarismo y formas de Fig. 43 – Corte de trinchera N-S excavada por Junius Bird en 1946
organización cada vez más complejas, que ade- (Bird et al. 1985: fig. 29).
más del cultivo o recolección de nuevas plantas y
frutales como el algodón, la achira (Canna edu- que fueron identificadas como viviendas y que
lis), lúcuma, guayaba (Psidium guaba) y la ciruela posteriormente habrían sido reutilizadas para
del fraile (Bunchosia armeniaca), mostraban un una función funeraria (Bird et al. 1985). En

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intenso aprovechamiento de los recursos marinos un trabajo anterior (Canziani 1989: 42-44), se
y el empleo de redes de pesca elaboradas con la mencionó brevemente que los grandes muros

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resistente fibra del algodón. Con la misma fibra registrados en las excavaciones de Huaca Prieta
se desarrollaron tejidos con complejos y sofistica- posiblemente fueron construidos con la partici-

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dos motivos decorativos, que representan aves de pación mancomunada de sus pobladores y que se
presa, serpientes, cangrejos y otros seres marinos podría suponer que estos ya correspondían a al-
de elaborado diseño; así como mates burilados
con representaciones zoomorfas y antropomor-
fas, que en conjunto parecen revelar la presencia
lP gún tipo de arquitectura pública, más aún cuan-
do se los ligaba a los hallazgos que presentan una
decoración y tratamiento extraordinarios.
ria
de una extraordinaria y naciente mitología y el
florecimiento de una singular concepción estéti-
ca (Bird 1948; 1963; Bird et al. 1985).5
ito

Huaca Prieta constituye un montículo de


aproximadamente 125 metros de largo por 50 de
ancho y unos 12 metros de alto, que sería pro-
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ducto de la sucesiva y prolongada acumulación de


desechos por parte de sus ocupantes a lo largo de
los siglos. En el perímetro del montículo, las ex-
cavaciones arqueológicas revelaron la existencia
de grandes muros de contención de cantos ro-
o

dados construidos en etapas sucesivas. Sobre la


nd

cima se hallaron estructuras semisubterráneas,


compuestas por uno o dos pequeños recintos,
Fo

Fig. 44 – Foto de la trinchera N-S excavada por Junius Bird en 1946


Fig. 42 – Foto panorámica de Huaca Prieta (foto: J. Canziani). (Bird et al. 1985: fig. 21).

5
Las extraordinarias características estéticas de los textiles de Huaca Prieta sorprenden por su elaborada concepción, donde
el diseño de los motivos se concatena y ordena manejando ejes de simetría alternos y contrapuestos. En estos se puede advertir
el nacimiento de cánones artísticos y estéticos que mantendrán durante su largo desarrollo en el área central andina la vigencia
de sus patrones iniciales, marcando no solamente los cánones artísticos en el ámbito textil o en la decoración cerámica, si
no también su especial trascendencia en el campo de la arquitectura, donde sus patrones tendrán una vasta trayectoria en el
desarrollo de las tradiciones de decoración mural de la arquitectura monumental de barro de la costa norte.
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Fig. 47 – Redes de Huaca Prieta con mates como flotadores y pesos


de piedra (Bird et al. 1985: fig. 171).

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Evidentemente, más allá de la discusión de si
las estructuras semisubterráneas de Huaca Prie-

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ta constituyen o no viviendas, esta edificación
de posible carácter público monumental debió

Fig. 45 – Textiles de Huaca Prieta (Bird 1948: fig. 4 y 5).


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estar estrechamente ligada a la presencia de un
asentamiento de tipo aldeano. En esta dirección,
se puede apuntar la consistente acumulación de
ria
desechos del consumo de alimentos proveniente
de contextos aparentemente «domésticos» y, so-
En esta dirección, un reciente trabajo de
bre todo, la recurrente y estrecha asociación que
Tellembach (1997: 167-170) propone una
ito

revela la arquitectura pública con los diferentes


interesante hipótesis: el montículo y los grandes
asentamientos aldeanos del período estudiados
muros de contención de Huaca Prieta constituían
en distintas regiones de la costa peruana.
Ed

plataformas de alguna forma de arquitectura


Otro posible asentamiento de carácter aldea-
monumental, donde los textiles decorados y
no se registró en el sitio de Huaca Negra o Hua-
otras extraordinarias evidencias corresponderían
ca Prieta de Guañape, ubicado en una zona del
a ofrendas de carácter ritual. Para sustentar esta
litoral adecuada para la pesca y en un área de la
propuesta, se basa tanto en la interpretación de las
o

desembocadura del valle de Virú, donde la hu-


asociaciones estratigráficas, como en establecer una
medad natural habría permitido desarrollar algún
nd

serie de analogías con otros hallazgos significativos


tipo de cultivo en hoyas sin necesidad de riego. En
en distintos conjuntos de arquitectura monumental
este caso, se registraron dentro de la misma zona
de los períodos tempranos. En este sentido, se
tres montículos, bastante más bajos que Huaca
Fo

sostiene que las viviendas aparentemente no


Prieta pero igualmente amplios, con conchales y
serían tales, si no más bien «casas funerarias»
acumulación de desechos correspondientes a una
algo más tardías y, por lo tanto, intrusivas a la
ocupación precerámica. En uno de los montícu-
ocupación precerámica del montículo.
los excavados por Strong y Evans en 1946 y luego
por Bird, se hallaron restos de viviendas que habrían
Fig. 46 – Mates labrados de Huaca Prieta (Bird et al. 1985: fig. 43). sido también de tipo semisubterráneo. Los cuartos,
que en algunos casos estaban conectados entre sí,
medían en promedio 3 por 4 metros y fueron
construidos con delgados muros de contención
hechos de barro y salitre. Esta diferencia en la
técnica constructiva con relación a Huaca Prieta
se explicaría por la notable ausencia de cantos
rodados en los alrededores del sitio. No se regis-
traron aquí estructuras que pudieran indicar la
presencia de algún tipo de arquitectura pública
(Willey 1953: 38-42).
En el sitio de Alto Salaverry, localizado en el
extremo sur este del valle de Moche y a unos tres
68 CAPÍTULO 3

Fig. 48 – Alto Salaverry. Plano ge-


neral del sitio (Pozorszki y Pozorszki
1977).

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kilómetros de Punta Salaverry y del mar, se regis- que fue revestido con piedras y enlucido con
tró un asentamiento aldeano relativamente am-
plio, en el cual se identificó claramente, además
de las edificaciones de vivienda, a dos estructuras
lPmortero fino al igual que los muros, muestra en
el centro una perforación revestida de piedras.
En el lado sur de la estructura se desarrolló un
ria
correspondientes a arquitectura pública (Pozor- segundo muro de contención con trazo semi-
ski y Pozorski 1977). Las unidades de vivienda circular y concéntrico que exhibía también una
se encuentran en suelos cubiertos por basurales. pequeña escalinata.
ito

Son de planta irregular y están compuestas por Este pozo circular sería el primer antecedente
uno o más cuartos semienterrados dentro de los de una forma arquitectónica que maduraría du-
cuales se dispusieron algunos fogones. Existe una rante este tiempo, para luego alcanzar una gran
Ed

primera estructura (E) que se diferencia drástica- relevancia al ser incorporada al diseño espacial de
mente de las anteriores y que se caracteriza por importantes complejos ceremoniales del período
presentar plataformas, amplios recintos y cuar- Formativo, tal como se puede apreciar en sitios
tos, dispuestos en el marco de un trazo rectilíneo de primer nivel de esta época posterior, como Las
o

con un ordenamiento casi ortogonal. La forma Aldas y otros complejos monumentales de Cas-
de esta estructura y sus características construc-
nd

tivas sugieren alguna función de carácter público Fig. 49 – Alto Salaverry. Plano de la estructura «E» (Pozorszki y
Pozorszki 1977).
—quizá relacionada con actividades de tipo co-
munal—, lo que no se contradice con el hallazgo
Fo

de desechos en algunos de los cuartos y platafor-


mas de dicha edificación.6
Una segunda evidencia de arquitectura públi-
ca en Alto Salaverry se encuentra relativamente
aislada con relación al grueso del asentamiento, y
corresponde a un pozo circular de nueve metros
de diámetro y 1,80 metros de profundidad. Esta
estructura está conformada por un muro de con-
tención construido con piedras irregulares, dis-
puestas con la cara plana hacia el paramento y
presenta dos escalinatas contrapuestas. El piso,

6
Algunos investigadores que limitan su comprensión de la arquitectura pública, definiéndola simplemente por negación —es decir,
como toda aquella que no es doméstica— entran en serias dudas y cuestionamientos cuando en una estructura de aparentemente
carácter público encuentran contextos de basura o asociación con la preparación de alimentos —mal entendidos como atributo
universal de lo «doméstico»—. Esta visión esquemática y reduccionista no permite percibir que en una serie de estructuras públicas es
común y corriente la preparación, consumo u ofrenda de alimentos, sin responder por esto a función doméstica alguna.
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ma, Chavín de Huántar, Kunturwasi, así como


también su especial raigambre en muchos sitios
del valle del Santa, como veremos en el siguiente
capítulo. Lo interesante del caso es que para esta
especial forma arquitectónica se ha sugerido no
solo una función ceremonial, sino el posible uso
astronómico de la misma, lo que haría que este
tipo de estructura asuma la condición de instru-
mento de producción, ya que su propia forma
estaría diseñada para servir como herramienta en
el desarrollo de esta función especializada.7
Pozos ceremoniales también han sido documen-
tados en Las Salinas de Chao, un sitio localizado al
sur oeste del valle bajo de Chao y al pie del flanco

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norte del cerro Coscomba. El asentamiento se ubica
en una zona desértica asociada a una antigua pla-

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ya fósil,8 cuya presencia durante la ocupación del
Fig. 50 – Alto Salaverry. Plano del pozo circular hundido (Pozorszki
sitio explicaría su relación con la explotación de

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y Pozorszki 1977).
los recursos marinos allí presentes. Sin embargo,
en el caso de Las Salinas de Chao, los pozos cir-

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culares no aparecen aislados en el asentamiento

Fig. 51 – Foto aérea oblicua de


ria
las Salinas de Chao, donde se
aprecia la antigua línea de pla-
ya fósil atravesada por dunas
(Servicio Aerofotográfico Na-
ito

cional, en Kosok 1965: fig. 5).


Ed
o
nd
Fo

7
Los pozos circulares más elaborados presentan un sofisticado diseño en sus escalinatas contrapuestas, observándose que el
trazo de los escalones corresponden a segmentos de arco delineados desde el centro del círculo, mientras que los muros que limitan
lateralmente las escalinatas lo son por radios que se proyectan desde este mismo centro. Las escalinatas contrapuestas forman un
eje, el que usualmente estará alineado con el del complejo ceremonial en el cual está inscrito. Se ha sugerido la hipótesis de que
esta forma habría servido para la observación y registro del movimiento de los astros celestes (Lumbreras, comunicación personal).
Colocando una estela u otro elemento vertical se podría haber registrado la cambiante orientación de la sombra proyectada
por el sol naciente a lo largo del año y la posición de sus correspondientes solsticios; o registrar desde el punto de observación
central la posición de salida u ocaso de ciertos astros con relación al muro circular. De esta forma, el pozo circular habría sido un
instrumento fundamental para generar un calendario dirigido a la predicción de los cambios climáticos, aspecto este de primera
importancia para el desarrollo de las actividades productivas y, en primer lugar, de aquellas relacionadas con la agricultura.
8
La impronta de la playa fósil, en lo que hoy es la pampa de Las Salinas de Chao, constituye un espectacular testimonio de
los drásticos eventos de levantamiento tectónico acontecidos en el litoral. La prospección arqueológica de la zona ha permitido
establecer que el patrón de ocupación, con asentamientos alineados sobre el antiguo acantilado generado por la erosión del mar,
respondió a la extracción de recursos marinos en el paisaje de la antigua bahía, hasta que esta se desecó provocando el abandono
de los sitios (Alva 1986:49-50).
70 CAPÍTULO 3

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ria
Fig. 52 – Salinas de Chao. Plano general del sitio (Alva 1986: fig. 35).

sino asociados a una serie de templetes y a una incorporación de plazas rectangulares enmarca-
ito

densa trama de estructuras de aparente carácter das por un poyo perimetral que proporcionan la
habitacional (Alva 1986). sensación de que estas sean hundidas, como se
Este sitio, que posiblemente corresponda a las aprecia en la unidad «B», o de los propios pozos
Ed

etapas finales del Precerámico, presenta un avan- circulares, tal como se observa en la unidad «A»,
ce significativo en lo que se refiere al planeamien- donde el pozo se ubica frente al templete lige-
to de la arquitectura pública. Este es el caso de los ramente desalineado con el eje central de este.
templetes, construidos mediante terrazas ascen- Este pozo adicionalmente presenta dos muros de
o

dentes y adosadas a la ladera del cerro, que pre- trazo circular, concéntricos a la estructura, que
sentan algunas plataformas con brazos laterales le confieren un aspecto sobreelevado (Alva 1986:
nd

definiendo atrios u otros espacios arquitectónicos 56-62).


con planta en forma de «U». Asimismo, presen- Más al sur, en la región de Casma y Huar-
tan escalinatas empotradas, organizadas a lo largo mey, tendríamos algunos importantes sitios del
Fo

de los ejes de simetría de estas edificaciones y la período Precerámico representados por Las Aldas

Fig. 53 – Salinas de Chao. Recons-


trucción isométrica de los comple-
jos B y C (Alva 1986: fig. 22A).
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Fig. 54 – Salinas de Chao. Re-


construcción isométrica del com-
plejo A (Alva 1986: fig. 20A).

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(Casma), Culebras y Los Gavilanes (Huarmey). destinado al almacenamiento y conservación de
En el caso de Las Aldas, existen evidencias de una las cosechas de maíz por parte de los pobladores
consistente ocupación precerámica del sitio, pero del valle bajo de Huarmey durante el Precerámico
no está del todo clara su correlación con la ar- Tardío. Según Bonavia (1982), en el sitio se regis-
ria
quitectura ceremonial, que correspondería prin- traron por lo menos 47 hoyos directamente cava-
cipalmente al período Formativo (Fung 1988: dos en la arena. Estos hoyos de forma irregular y
88-89). En todo caso, no es de descartar que en de sección troncocónica, que presentan variacio-
ito

asociación con la ocupación precerámica ya haya nes en sus dimensiones y alcanzan una profundi-
existido un antecedente de la arquitectura públi- dad de hasta 1,75 metros, estaban revestidos con
ca desarrollada posteriormente. piedras irregulares colocadas en seco. Los restos
Ed

En el sitio de Culebras, que está localizado al botánicos recuperados permiten inferir que se
sur y en la parte baja del valle del mismo nombre, transportó desde los campos las plantas enteras
sobre las laderas y cima de un cerro que domina de maíz, mientras que en el sitio probablemente
el litoral, se identificó un extenso asentamien- las mazorcas fueron separadas de las plantas para
o

to aldeano que habría integrado una impor- su almacenamiento en los hoyos, utilizándose las
tante expresión de arquitectura monumental. hojas del maíz para revestir las paredes de los de-
nd

En este caso se registró el desarrollo de am- pósitos y cubrir los granos almacenados antes de
plias plataformas con muros de contención sellar el hoyo cubriéndolo con arena. Se supone
de piedra decorados con nichos rectangulares, a que este sistema de depósito permitió almacenar
Fo

las cuales se accedía por medio de una escalinata las cosechas de maíz conservándolas protegidas
de proporciones monumentales orientada hacia de la acción de insectos, roedores y otras plagas.
el norte. Las plataformas mostraban esquinas re- El sitio está ubicado en una posición estratégi-
dondeadas y sobre ellas existían cuartos o cámaras ca, en un lugar desértico a poco más de dos kiló-
de planta cuadrangular que presentaban ductos metros al norte del valle y relativamente protegido
revestidos de piedra bajo sus pisos. Algunos de de la acción del viento. Es interesante notar que
estos rasgos, tales como las plataformas escalona- alrededor de los hoyos se halló una cantidad consi-
das y la escalinata central, son de clara filiación derable de estiércol de llama, lo que da cuenta del
costeña. Mientras tanto, otros aspectos como los uso temprano de estos camélidos y el importante
nichos y los ductos subterráneos e inclusive las rol que desempeñó, ya desde estos tiempos, el ma-
esquinas redondeadas, pueden remitirse a la in- nejo de caravanas de llamas en el transporte de una
fluencia y difusión de ciertos rasgos propios de la serie de recursos, ampliando considerablemente el
arquitectura pública altoandina, conocida como radio de acción de las comunidades con relación a
tradición Mito (Lanning 1967; Fung 1988). su espacio territorial.
Los Gavilanes constituye un sitio excepcional, Es importante destacar que en Los Gavilanes
pues no corresponde a un asentamiento de tipo al- no está ausente la arquitectura pública. En este
deano, si no más bien a un sistema aparentemente caso, se trata de un pequeño edificio localizado en
72 CAPÍTULO 3

la parte alta de una de las colinas al sureste del sitio,


donde se construyó una plataforma sobre la roca
madre con un recinto de unos 4,5 metros de lado,
en cuyo piso se dispuso de un fogón posiblemen-
te asociado a alguna actividad ritual. La presencia
de huellas y restos de postes permite inferir que la
estructura pudo estar techada. Es de destacar, por
su especial significación, que en la construcción
de la plataforma se empleó un particular sistema
de construcción mediante bolsas de relleno tejidas
con fibra de junco y cargadas de piedras conoci-
das como shicras (ibid: 60-66).9
En el valle de Supe existen dos importantes
sitios precerámicos. Uno de ellos es el de Aspero,

P
que ha sido objeto de estudios a lo largo de varias
décadas, mientras que en Caral —conocido ante-

C
riormente como Chupacigarro—, a los exámenes
de superficie desarrollados anteriormente, le han

U
seguido una serie de excavaciones arqueológicas
Fig. 55 - Aspero. Plano general del sitio (redibujado de Feldman
que documentan a nivel preliminar datos de gran 1985: fig. 1).
trascendencia.
El complejo de Aspero se ubica también
próximo al océano, en la margen norte del valle
lP En efecto, en estos montículos se registró
ria
bajo de Supe y cerca de la bahía de Supe puer- una secuencia de remodelaciones en las cuales los
to. Se trata de un sitio bastante extenso en el cuartos y recintos construidos sobre las platafor-
que destaca la presencia de por lo menos sie- mas de las fases más tempranas fueron sucesiva-
ito

te montículos monumentales, además de otros mente rellenados, obteniéndose así plataformas


montículos menores y evidencias de una densa más elevadas donde se construyeron nuevas edifi-
ocupación habitacional. Dos de los principales caciones. En el caso de Huaca de Los Ídolos —un
Ed

montículos, la Huaca de Los Ídolos y la Huaca montículo con una base de 30 por 50 metros—,
de Los Sacrificios, fueron objeto de excavaciones el examen de uno de estos niveles permitió apre-
revelando su particular naturaleza constructiva ciar la organización arquitectónica de los recintos
(Feldman 1980; 1985). construidos sobre una plataforma de volumen
o
nd
Fo

Fig. 56 – Foto aérea oblicua


del litoral y valle bajo de Supe.
Al extremo derecho se aprecia
la ubicación del sitio prece-
rámico de Aspero (Servicio
Aerofotográfico Nacional, en
Burger 1995: fig. 5).

9
En esta singular tradición constructiva se empleaban bolsas hechas con cuerdas de junco (Scirpus americanus) o totora que
se rellenaban con piedras o cantos rodados y se depositaban unas sobre otras para conformar los rellenos constructivos de las
plataformas de las edificaciones públicas. Al descartarse su reutilización como elemento de transporte, se ha sugerido la hipótesis
de que constituyeran elementos de medida de la tributación de trabajo por parte de las comunidades convocadas al levantamiento
de estos monumentos. Esta tradición constructiva, que se inicia en el Precerámico Tardío y que se proyecta al Formativo, tiene
una extraordinaria difusión, ya que puede rastrearse desde la región de Casma hasta por lo menos el valle de Lurín, es decir a lo
largo de cerca de 400 kilómetros de la costa peruana.
EL GERMEN DE LO URBANO  73

P
C
Fig. 57 – Aspero. Reconstrucción hipotética de Huaca de los Ídolos
(redibujada de Feldman 1985: fig. 3).
Fig. 58 – Aspero. Corte con evidencias de una secuencia de super-

U
posiciones en la cámara central del Huaca de los Ídolos (redibujado
de Feldman 1985: fig. 4).
troncopiramidal. En el frente principal del mon-

lP
tículo, orientado hacia el este, posiblemente se
desarrollaba una amplia escalinata que permitía que daba hacia el acceso a la cámara presentaba
ascender al nivel superior de la plataforma, donde un friso obtenido mediante bandas horizontales
se encontraba un gran acceso que daba a un gran en relieve. Este recinto en su momento también
ria
recinto rectangular (16 por 11 metros), desde el fue rellenado y sellado bajo cinco pisos, aparen-
cual se accedía lateralmente y mediante una serie temente para construir de forma sucesiva es-
de pasajes a algunos recintos laterales y a lo que se tructuras algo similares a la anterior (Feldman
ito

supone constituía una cámara principal (5,1 por 1980: fig. 20 y 21). Es de notar que en la capa
4,4 metros) dispuesta en una posición central. inferior de los rellenos se utilizó la modalidad
Es importante destacar que esta cámara cen- de las bolsas de junco rellenas con piedras, ob-
Ed

tral presentaba un único vano de acceso y que servándose la particularidad de que estas fueron
sus paramentos interiores lucían nichos, lo que dispuestas en la capa inferior del relleno —lo
unido a otros rasgos permite suponer ciertas que denotaría que con este procedimiento se
vinculaciones con la tradición Mito. Adicional- dio inicio al relleno del recinto— cubriéndolas
o

mente, la cámara estaba dividida por un muro luego con una capa de ripio y piedras pequeñas,
para finalmente definir una capa de piso.
nd

bajo y delgado con un angosto vano al centro,


que presentaba un escalonamiento en su parte Remarcando la especial importancia ritual
superior, mientras que el paramento del muro de esta estructura central —que se manifiesta
Fo

Fig. 59 – Aspero. Ofrendas de


figurinas de barro no cocido y
plato tallado de madera (Feld-
man 1985: fig. 7 y 5).
74 CAPÍTULO 3

claramente en su ubicación espacial y tratamiento la que se domina el valle medio. Las recien-
arquitectónico— se hallaron dentro del mismo tes investigaciones desarrolladas en el sitio dan
recinto más de una docena de figurinas rotas cuenta de la existencia de unos 32 conjuntos
hechas de barro blanco no cocido. De la misma arquitectónicos, identificándose seis edifica-
manera, asociados a rellenos y bajo los pisos se ciones piramidales de carácter monumental
hallaron, en aparente calidad de ofrendas, conchas (Shady 1997).
de abanico, textiles, ornamentos plumarios, una En el sitio sobresalen dos edificaciones mo-
fuente de madera tallada parcialmente quemada numentales con montículos piramidales que in-
y un gran número de palillos tallados, además de tegran grandes patios circulares hundidos; una al
semillas de algodón y hojas de achira. norte denominada Templo Mayor y otra al sur
Bajo uno de los pisos de la Huaca de Los denominada Templo del Anfiteatro. La destaca-
Sacrificios se hallaron dos enterramientos. El da presencia de estas dos edificaciones en ambos
primero correspondía a un adulto que no poseía extremos del sitio podría responder a una orga-
ofrenda alguna, más allá del envoltorio de tejido nización dual del asentamiento, si se considera

P
de algodón y estera. El segundo correspondía a que comparten explícitamente algunos atributos
un neonato con la cabeza adornada con más de formales, como es el caso de los patios circulares

C
quinientas cuentas de concha y envuelto en un que, coincidentemente, se presentan en posición
fardo con dos textiles que presentaban bandas contrapuesta, al igual que la dirección de sus ejes

U
de color. Sobre el enterramiento fue depositado de orientación.
un mortero de piedra de cuatro patas colocado El Templo del Anfiteatro se ubica en el extre-
boca abajo (ibid: 81). Estos hallazgos estarían
revelando ciertas diferencias de estatus entre
los miembros de la comunidad. De otro lado,
lP mo sur del complejo y presenta un imponente
patio circular hundido de veintinueve metros de
diámetro interior, con escalinatas contrapues-
ria
la presencia de determinados bienes exóticos, tas alineadas con el eje de la edificación. El pa-
como el caso de las conchas de mullu (Spon- tio circular presenta plataformas escalonadas y
dylus), plumas de color y cuentas de piedra, banquetas concéntricas, cuyos muros de piedra
ito

estarían indicando no solo el intercambio a dis- muestran evidencias de enlucidos de barro pinta-
tancia, si no también la demanda de bienes de dos de blanco y amarillo. Esta estructura circular
carácter suntuario destinados a los rituales o que se conecta hacia el noreste con una plataforma
Ed

también podrían haber simbolizado elementos alargada, que aparentemente servía de acceso al
de prestigio entre los personajes de estatus más templo, mientras que se integra hacia el suroeste
elevado. con un montículo piramidal enmarcado dentro
Otro importante sitio en el valle de Supe es de un gran recinto rectangular. La construcción
Caral (Kosok 1965; Williams 1981; 1985). Este piramidal presenta un espacio central, a modo de
o

complejo se localiza en la margen izquierda del atrio flanqueado por dos recintos laterales, que
nd

valle, a unos veinticinco kilómetros del litoral, da acceso a otro recinto en cuyo centro se halló
emplazado sobre una terraza desértica desde un fogón ceremonial cerca del cual se encontraba
Fo

Fig. 60 – Caral. Foto aérea del sitio (Servicio Aerofotográfico Nacional, en Kosok 1965: fig.13).
EL GERMEN DE LO URBANO  75

Fig. 61 – Caral. Plano general


del sitio (Shady y Leyva 2003).

P
C
U
una huanca.10 Siguiendo el eje del templo se en- lPconecta los distintos niveles de las plataformas
ria
cuentran dos escalinatas que conducen a las pla- del montículo. Aquí también se reportó la
taformas más elevadas del montículo, donde se presencia de una gran huanca de 1,7 metros de
aprecian restos de algunos recintos distribuidos alto en el atrio de la edificación, lo que permite
ito

simétricamente. En diferentes sectores de esta advertir el uso recurrente de estas como elemento
edificación se pudieron observar superposiciones central de los recintos más importantes de estas
arquitectónicas, que en algunos casos implicaron construcciones ceremoniales (ibid: 54-55).
Ed

hasta cinco eventos de enterramiento y construc- Se observa, tanto al este como al oeste del ex-
ción (ibid: 27-33). tenso espacio existente entre los dos montículos
En la esquina noreste del recinto que enmarca con patios circulares hundidos, la presencia de
el montículo se excavó una pequeña estructura por lo menos cuatro montículos de regular tama-
que presentaba un diseño arquitectónico singular ño. Estos se diferencian de los anteriores porque
o

(ibid: 33). Se trataba de un recinto cuadrangular asumen una planta cuadrangular y un volumen
nd

que encierra un muro circular al centro del cual de forma marcadamente piramidal. Dado que
se registró un fogón ceremonial con dos ductos aún no se reportan excavaciones en estos mon-
subterráneos de ventilación, lo que evidencia re- tículos, no es posible conocer si estas diferencias
Fo

laciones con la arquitectura de la tradición Mito, responden a aspectos de carácter funcional o más
que examinaremos más adelante. bien de índole temporal.
En el sector al norte del complejo se encuentra Si bien se reporta la presencia de diversos sec-
el denominado Templo Mayor. Se trata también tores residenciales (ibid: 41), la información pro-
de una estructura circular con un patio hundido porcionada por la propia investigadora permite
de menor tamaño —diecinueve metros de discutir la atribución de un carácter habitacional
diámetro interior— adosado en este caso al sur del sector A excavado. Este es el caso, cuando se
de un montículo alargado y de mayor tamaño, señala que los recintos de este sector no habrían
que presenta en la parte superior un atrio con sido ajenos a la tradición de «enterramiento ri-
planta en «U». Al igual que en el montículo tual», al apreciarse sucesivos rellenos y remodela-
anterior, el patio circular presenta un sistema ciones asociadas a la incineración o disposición de
de escalinatas contrapuestas y una escalinata ofrendas, lo cual incluye la presencia dentro de los

10
Luego de que el sitio fuera identificado mediante el examen de las aerofotografías de la época, en la que llamaron la atención
las singulares estructuras con pozos circulares, Kosok realizó una breve visita al lugar a fines de los años cuarenta. Entre otros
detalles observó la existencia de un gran monolito o huanca, pero señala que este elemento estaba ubicado cerca del centro del
patio circular del montículo sur —Templo del Anfiteatro— del complejo (Kosok 1965: 221).
76 CAPÍTULO 3

Fig. 62 – Caral. Reconstrucción del


Templo del Anfiteatro, dibujada
sobre fotografía aérea oblicua.

P
C
U
rellenos de las fases tardías de bolsas de relleno o
lP
pequeñas plataformas de aparente carácter ritual
ria
shicras. Otros datos relevantes serían la presencia cuyos rellenos están constituidos por shicras. Evi-
en el centro de los recintos de fogones rituales, dentemente, muchas de las evidencias señaladas
además de otros rasgos, entre los cuales se mencio- estarían apuntando hacia una función distinta a la
ito

na la presencia de recintos con esquinas curvadas; residencial, lo que amerita una investigación más
la aplicación de decoración mural y de pintura en exhaustiva, ya que la sola dimensión reducida de
los paramentos y pisos; así como la presencia de los recintos no es elemento suficiente para calificar
Ed

a estas estructuras como «habitaciones», incluso


Fig. 63 – Caral. Plano del Templo del Anfiteatro (Shady 1997). cuando se advierte que los eventos de relleno están
asociados a la disposición de alimentos en calidad
de ofrendas, por lo que tampoco se podría inter-
o

pretar estas evidencias como «domésticas».


nd

Fig. 64 – Caral. Conjunto de flautas hechas con huesos de pelícano


con decoración incisa (Shady y Leyva 2003).
Fo
EL GERMEN DE LO URBANO  77

integración con la edificación principal. Es sobre


la base de estas características estilísticas, que el
mismo autor propone a Piedra Parada como uno
de los sitios tempranos dentro de una secuencia
de evolución hipotética que, como él mismo se-
ñala, no está basada en excavaciones estratigráfi-
cas, si no en apreciaciones formales. En cuanto
a la forma de construcción, aquí también se re-
porta el empleo de las bolsas de relleno o shicras
(Feldman 1980: 98-107, fig. 28; 1985: 84).
Más al sur, ingresando ya a la costa central,
existen también aldeas asociadas con arquitectura
pública. Este es el caso de Bandurria, al sur de
Huacho, donde el área habitacional se encuen-

P
tra a unos 250 metros del montículo ceremonial
que se localiza en proximidad del litoral. Sobre el

C
montículo se halló una huanca (Williams 1981:
383-384) y se halló una figurina antropomorfa de

U
barro no cocido (Fung 1988: fig. 3.2).12 Al norte
del valle de Chancay se encuentra Río Seco, que

lP
presenta cinco o seis montículos piramidales, dos
de los cuales tienen de diez a quince mentros de
diámetro y unos tres metros de altura. Parece que
ria
Fig. 65 – Caral. Bolsas de relleno o Schicras utilizadas en la renova- aquí, al igual que en los sitios de Supe, se presen-
ción de la arquitectura (Shady y Leyva 2003). tan plataformas con recintos interconectados con
una cámara central, que también estarían sujetos
ito

Las investigaciones preliminares desarrolladas en a una secuencia de eventos de relleno y superpo-


Caral, al igual que en otros sitios correspondientes sición arquitectónica. En este caso, los montícu-
al Arcaico o Precerámico Tardío, plantean nuevas los estarían integrados a las zonas de ocupación
Ed

y extraordinarias evidencias acerca de la temprana habitacional (Lanning 1967: 70-71; Fung 1988:
manifestación de un incipiente urbanismo en la 77-79).
costa de los Andes centrales, especialmente en la En Lima se encuentra un sitio que por su im-
región norte y nor central. Sin embargo, opinamos portancia y extensión es de obligada referencia
o

que es inapropiado utilizar el término «ciudad» para el período. Se trata de El Paraíso, un amplio
para denominar este tipo de sitios, ya que los asen- complejo que se encuentra en la margen izquier-
nd

tamientos urbanos que califican como tales reúnen da del valle bajo del Chillón, en proximidad de
otro tipo de características que aquí obviamente la desembocadura del mismo, a 4,5 kilómetros
aún no están presentes, o no alcanzan las dimensio- del mar. Es decir, en una posición estratégica que
Fo

nes cuantitativas y cualitativas que corresponden a habría permitido a su población el desarrollo de


esta categoría de centros urbanos.11 actividades agrícolas en una amplia zona hume-
Otro importante sitio en el valle de Supe es decida por las crecientes del río, como también la
Piedra Parada. Williams (1981: 406-407), descri- explotación de los recursos asociados con el veci-
be su arquitectura pública como un complejo con no litoral marítimo.
recintos rectangulares con subdivisiones, al cual se El complejo presenta una serie de montículos,
adosa la estructura de un pozo circular sin mayor de los cuales los de mayor tamaño configuran una

11
Señalábamos en un trabajo anterior sobre Estado y ciudad en la sociedad moche que: «[…] la ciudad corresponde a un
nuevo tipo de asentamiento urbano cuyas características cualitativas y dimensiones trascienden a un nivel superior. Esta entidad
urbana se caracteriza por la concentración, diversidad y grado de desarrollo de la arquitectura pública; así como por el nivel de
planeamiento y zonificación de su organización urbana, que expresa un uso diferenciado y especializado en la conformación de
sus distintos sectores; por su extensión y los niveles —relativos— de concentración de población, manifiesto en la aglomeración
de estructuras residenciales; en el desarrollo de servicios urbanos, ligados al abastecimiento de agua, la provisión de alimentos
y otros bienes, materias primas e insumos para el desarrollo de los procesos productivos, la recolección y disposición de los
desechos y residuos, etcétera, lo que, a su vez, implica la presencia de especialistas dedicados a la provisión y administración de
estos servicios» (Canziani 2003a: 301).
12
Recientes investigaciones en el sitio reportan la presencia de plataformas asociadas a plazas circulares hundidas (Chu 2008).
78 CAPÍTULO 3

Fig. 66 – El Paraíso. Foto aé-


rea del complejo en «U» (Ser-
vicio Aerofotográfico Nacio-
nal). El volumen del templo
se aprecia en el borde inferior
de la foto. Se ha destacado
el contorno de los dos edifi-
cios principales y sus plazas.
Nótese que los edificios se
encuentran desplazados con
relación a los ejes centrales de
sus respectivas plazas, coinci-
diendo estos con los flancos
laterales de los edificios.

P
C
U
lP
ria
ito

disposición de planta en «U». Esta conformación En el interior del complejo en «U», es decir
Ed

en «U» —de la que El Paraíso sería el antecedente en el lado cerrado de la plaza, se encuentra un
más temprano en la costa central— es aún algo montículo cuadrangular de unos sesenta metros
irregular, en parte quizá por el amoldamiento del de lado, ligeramente desplazado hacia el este con
sitio al relieve de los cerros, a partir de cuyas es- relación al eje de la plaza. Si bien no ha sido ex-
o

tribaciones se proyectan hacia el noreste los dos cavada, esta edificación revela la presencia de re-
grandes brazos laterales. De esta manera, el lado cintos definidos por muros. Rasgos similares se
nd

norte del complejo queda abierto hacia el valle, apreciaban superficialmente en el montículo que
mientras que hacia el sur se encuentran al pie de se emplaza en el extremo suroeste del complejo y
los cerros las estructuras de los templos que de- al interior de una quebrada lateral al valle, antes de
Fo

bieron desempeñar un rol central dentro de esta


forma de planeamiento. Fig. 67 – El Paraíso. Plano del edificio excavado y restaurado por
Los dos grandes brazos encierran una enorme Engel (redibujado de Engel 1967).
plaza rectangular que habría alcanzado una exten-
sión de más de 500 metros en su eje noreste-suroes-
te y unos 170 metros de ancho. Estos montículos
podrían estar entre las edificaciones más extensas
del período, en especial el brazo el derecho, que
mide más de 500 metros de largo por unos 150 en
su parte más ancha, aunque la altura sea tan solo
de unos 3 metros. Sobre la superficie de estos se
encuentran evidencias de una densa trama de es-
tructuras que pudieron corresponder a habitacio-
nes, pero dado que no han sido excavadas no sería
de descartar que pudieran cubrir otras funciones
asociadas con las actividades desarrolladas en los
templos (Lanning 1967: 70-71).
EL GERMEN DE LO URBANO  79

que este fuera objeto de excavaciones y de una res- mos a las desembocaduras de los ríos Ica y Nazca,
tauración por parte de Engel (1967). Observan- respectivamente, se caracterizan por presentar pe-
do con detenimiento las antiguas aerofotografías queños montículos de conchales. Allí, además de
de 1944, se puede suponer que la ubicación de algunos fragmentos de textiles de algodón y redes,
este templo, algo desplazada con relación a la del así como del consumo de algunos frutos y plantas,
conjunto definido por los grandes brazos en «U», se encontró una notoria abundancia de puntas de
podría haber correspondido a la organización de proyectil hechas de obsidiana, que por lo que se
un conjunto menor conformado por una plaza, sabe, provienen de canteras ubicadas en la serra-
cuyos trazos todavía se perciben, y cuyo eje en este nía de Huancavelica y Ayacucho (Lanning 1967:
caso coincidiría con el del templo. Si la organiza- 72-73).
ción espacial de este sector fue más temprana o Un nuevo sitio que corresponde a estos mis-
en todo caso contemporánea con la del resto del mos rasgos, denominado La Esmeralda, ha sido
conjunto, es una cuestión que el desarrollo de recientemente identificado en los niveles inferio-
excavaciones en los distintos componentes del res y por debajo de la ocupación Nasca del sitio

P
sitio debería de responder. de Cahuachi, en el valle de Nazca. En este caso,
En cuanto al templo excavado por Engel el área excavada expuso estructuras de viviendas

C
(1967), este presenta plataformas escalonadas hechas con postes y una suerte de quincha, aso-
con muros construidos con bloques de piedras ciadas con restos de calabaza, pallares, cuy (Ca-

U
asentadas con barro, disponiendo las caras pla- via porcellus) y conchas de abanico (Argopecten
nas hacia el paramento, con rastros de haber sido purpuratus), así como una notable colección de

lP
enlucidos. Aquí también se hallaron evidencias cuchillos y puntas de obsidiana. Estos hallazgos
de recintos rellenados con bolsas de piedra y que parecen sugerir un modo de vida en el que se
sirvieron como plataformas de base para erigir los combinaba la pesca y recolección en el litoral,
ria
recintos de las fases sucesivas, en una secuencia de con una horticultura en las zonas inundables de
cinco o seis superposiciones arquitectónicas que los valles y con la persistencia de la caza, sugerido
no han sido bien definidas, ya que la excavación por la consistente presencia de las puntas de pro-
ito

se concentró en la última fase. El cuerpo central yectil (Isla 1990).


de la edificación presenta dos gruesos muros que Lannig (1967), al observar las claras diferen-
se proyectan hacia el noroeste, encerrando una cias existentes entre estos sitios y los ubicados en
Ed

suerte de atrio en forma de «U», y en el centro la costa central y norte, planteó la sugerente hi-
una escalinata que permite ascender a un gran pótesis de que en la costa sur habría persistido
vano, el cual da acceso a una cámara central de por mucho mayor tiempo un modo de vida pro-
forma cuadrangular de unos doce metros de lado. pio de cazadores recolectores, lo que no excluiría
o

Este recinto presenta ciertos rasgos relacionados el limitado cultivo de algunas plantas. En esta
con la tradición Mito, ya que al centro se halla óptica, muchos de los sitios más que asentamien-
nd

una depresión cuadrangular, pero en este caso tos permanentes serían campamentos estaciona-
con la particularidad de que sobre cada una de les, de gente que se estaría movilizando desde los
sus cuatros esquinas presenta lo que parecen ser pisos altoandinos asociados con la caza y la pro-
Fo

fogones de sección cónica. Esta cámara central visión de la obsidiana, hasta el litoral y los valles
se encontraba interconectada por medio de de la costa sur, donde las lomas también podrían
corredores a una serie de recintos, a los cuales haber sido frecuentadas y alojado campamentos
también se accedía desde distintos frentes de invernales. En todo caso, resulta sintomático que
la edificación por medio de algunas escalinatas en ninguno de los casos documentados en esta
auxiliares, que también evidencian remodelacio- región tengamos noticia de la existencia de arqui-
nes aparentemente asociadas con las distintas fa- tectura pública, por lo menos en cuanto se refiere
ses del edificio. a aquella de carácter monumental

Otros sitios de la costa sur


La tradición Mito
En la costa sur central se han reportado algunos
sitios correspondientes, en su gran mayoría, a Al igual que los hallazgos de Junius Bird en el
asentamientos con estructuras habitacionales y ce- sitio de Huaca Prieta abrieron un panorama
menterios. Este es el caso del sitio de Asia, una al- inédito acerca de la complejidad que encerraba
dea ubicada en el valle bajo de Asia. Mientras que el período Precerámico, a mediados de los años
en la costa sur, sitios como Otuma, al sur de la pe- cuarenta, el descubrimiento de sitios precerámi-
nínsula de Paracas, Casavilca y San Nicolás, próxi- cos en la vertiente oriental de los Andes, por
80 CAPÍTULO 3

Fig. 69 – Kotosh. Plano general del sitio (redibujado de Izumi


1971).

P
características que presenta esta arquitectura

C
pública de aparente carácter ceremonial, que se
definió lo que se conoce como tradición Mito.

U
Posteriormente, otras investigaciones desarro-
lladas en sitios como La Galgada, Huaricoto y
lP
Piruru, han extendido el ámbito regional donde
pudo desarrollarse y madurar este particular tipo
de arquitectura. De otro lado, las investigaciones
ria
Fig. 68 – Principales sitios Precerámicos de la sierra afiliados a la en la costa nor central y norte permiten, como
tradición Mito (redibujado de Bonnier 1988). hemos ya visto, examinar la difusión de esta tra-
dición en estas regiones y la incorporación de
ito

parte de la Misión de la Universidad de Tokio, a algunos de sus rasgos en la arquitectura monu-


inicios de los años sesenta, abrió un nuevo e im- mental costeña.
portante capítulo en el conocimiento del perío- De los sitios excavados en el Alto Huallaga, a
Ed

do y el temprano surgimiento de la arquitectura unos 2.000 m.s.n.m., destaca la ocupación prece-


pública en esta región. rámica de Kotosh y, en particular, las edificaciones
En efecto, en las excavaciones desarrolladas correspondientes a las fases tempranas del perío-
en los sitios de Kotosh, Wayrajirca y Shillacoto, do denominado Mito. En el sitio destacan dos
o

localizados en el Alto Huallaga, se documentó grandes montículos, alineados en un eje y locali-


por primera vez la presencia de edificaciones que zados el mayor, al norte, y el menor al sur, plan-
nd

presentaban un elaborado diseño arquitectónico teando una versión temprana de la organización


y una serie de rasgos relevantes que se replicaban dual del espacio ritual en los complejos ceremo-
en los edificios de las distintas fases, formando niales. Los montículos están conformados por
Fo

parte estos de una compleja secuencia de su- un conjunto de recintos cuadrangulares edifi-
perposiciones. Es sobre la base de las peculiares cados sobre plataformas. Las cámaras ceremonia-

Fig. 70 – Kotosh. Reconstrucción hipo-


tética de la secuencia de estructuras: el
Templo de las Manos Cruzadas con dos
cámaras subsidiarias (izquierda); y la su-
perposición del Templo de los Nichitos
con una cámara subsidiaria (derecha)
(redibujado de Onuki 1994).
EL GERMEN DE LO URBANO  81

les, de seis a siete metros de lado, se caracterizan tos y el Templo de las Manos Cruzadas. La más
por presentar los siguientes rasgos principales: un tardía de estas edificaciones es el Templo de Los
único acceso; un piso a dos niveles conformado Nichitos (ER-11), que mide interiormente unos
por una banqueta perimetral que se interrumpe 7,5 metros de lado, y presentaba en la grada del
frente al acceso y enmarca el espacio cuadrangu- desnivel entre los dos pisos una serie de pequeños
lar con el piso más bajo; al centro de este espacio nichos, que debieron sumar veintitrés en total. En
de menor nivel se presenta un fogón ventilado el paramento interior del muro parcialmente con-
por uno o más ductos subterráneos conectados servado se pudo reconstruir la presencia de gran-
con el exterior; los paramentos interiores e inclu- des nichos que se desarrollaban desde la base del
sive el frente de las banquetas presentan nichos muro, mientras que otros nichos más pequeños se
de diferente forma y tamaño; los paramentos ubicaban sobre una cenefa horizontal a un metro
pueden ser decorados con cenefas horizontales e de altura del piso. El fogón central tenía un diá-
inclusive elementos escultóricos de barro, como metro de 40 centímetros y una profundidad de 60
las célebres «manos cruzadas»; y, finalmente, un centímetros con la particularidad, en este caso, de

P
rebajo del lado interior de la cabecera de los mu- contar con dos ductos de ventilación subterráneos,
ros revela que estos recintos estuvieron techados uno en el eje de la puerta —como es más frecuen-

C
con una cobertura soportada por vigas. te— y el otro en diagonal, pasando por debajo de
Otro de los aspectos relevantes de esta tra- la esquina noreste del recinto.

U
dición arquitectónica es que luego de un de- El Templo de Los Nichitos fue construido
terminado período de funcionamiento, estas luego de ser rellenada y sellada la estructura de un

lP
edificaciones fueron rellenadas y selladas, ge- recinto más temprano, denominado Templo de
nerando así plataformas más elevadas, sobre las Las Manos Cruzadas (UR-22). Este recinto cua-
que se levantaron nuevas edificaciones, muchas drangular, de unos 6,5 metros de lado en el inte-
ria
veces directamente sobre el emplazamiento de las rior, presenta también un único acceso orientado
anteriores. De esta manera, se produjo una se- hacia el sur y los rasgos típicos de la arquitectura
cuencia de superposiciones arquitectónicas en la del período Mito. En este caso, el enterramiento
ito

que los edificios más antiguos, que se encuentran total de la estructura permitió su mejor conserva-
en los niveles inferiores, fueron en su momento ción, encontrándose los muros completos hasta
enterrados por las edificaciones que se construían su cabecera a más de dos metros de altura sobre
Ed

posteriormente sobre estas. Este proceso de ente- el piso, lo que permitió reconstruir el sistema de
rramiento, que fue denominado «enterramiento cobertura y conocer la extraordinaria decoración
del templo», se realizó cubriendo con arena los que presentaban sus paramentos. En el interior
paramentos de los recintos y sus elementos deco- del recinto se presentan grandes nichos que lle-
o

rativos, para luego rellenarlos con piedras y sellar gan hasta el nivel del piso, mientras que otros
finalmente este relleno con un piso de nivelación más pequeños se dispusieron sobre una cenefa
nd

de arcilla roja, sobre el que se edificaba el nuevo horizontal que sobresalía unos quince a veinte
recinto a partir de la construcción inicial del fo- centímetros. Por debajo de dos de estos nichos
gón y de sus ductos de ventilación (Matsuzawa pequeños, dispuestos simétricamente en el muro
Fo

1972: 176; Izumi y Terada 1972: 5). opuesto a la portada de acceso, se realizó el ex-
Este es precisamente el caso de dos de las prin- traordinario hallazgo de dos pares de brazos en-
cipales edificaciones expuestas por las excavaciones trecruzados en alto relieve que fueron modelados
en Kotosh, denominadas el Templo de Los Nichi-

Fig. 71 – Kotosh. Reconstrucción isométrica de


los rasgos arquitectónicos del Templo de las Ma-
nos Cruzadas (izquierda) y de la superposición
estratigráfica sobre éste del Templo de los Nichi-
tos (derecha) (redibujado de Onuki 1994).
82 CAPÍTULO 3

Fig. 72 – Kotosh. Dibujo sobre


fotografía (Onuki) de los rasgos
arquitectónicos del interior de la
cámara de las Manos Cruzadas
(Canziani).

P
C
U
en barro. Los muros del recinto, hechos de piedra
asentada con barro, tenían entre ochenta y cien
lPcontención y de remodelaciones en los pasajes y
escalinatas, por lo que las superposiciones arqui-
ria
centímetros de espesor, con la particularidad de tectónicas no se reducían a los recintos si no que
engrosarse hacia la cabecera de los muros, don- comprometieron también a estos componentes.
de se generaba la grada interior para apoyo de Cuando el Templo de Los Nichitos estuvo en
la estructura de la cobertura. Los muros, tanto actividad, se encontraba asociado a un recinto
ito

al interior como al exterior, presentaban vestigios complementario localizado al norte (ER-23), al


de haber sido enlucidos finamente con arcilla de cual se le superpuso en la misma ubicación una
color marrón amarillento. remodelación (ER-19) que amplió las dimensio-
Ed

Cabe destacar que tanto el Templo de Las nes del recinto anterior. Mientras tanto, durante
Manos Cruzadas como el de Los Nichitos, em- la época de actividad del Templo de Las Manos
plazados sobre una plataforma de nivel medio13, Cruzadas, este estuvo asociado con dos recintos
estuvieron asociados durante sus respectivas fa- (ER-27 o Templo Blanco y ER-28), siempre lo-
o

ses de actividad con otros recintos similares, que calizados al norte y con los accesos orientados en
nd

fueron construidos sobre una plataforma de nivel la misma dirección, los cuales también fueron
inferior con relación a aquella donde se erigie- objeto de remodelaciones con la superposición
ron los recintos principales. Estos recintos, que de nuevos recintos (ER-20 y 26 / 24). A este pro-
Fo

podría suponerse que desempeñaron un papel pósito, se ha observado que las remodelaciones y
complementario, tuvieron la orientación de sus superposiciones, que afectaron a los recintos prin-
portadas hacia el norte, es decir, contrapuesta a cipales ubicados en la plataforma de nivel medio,
las de los templos de mayor importancia, como no fueron necesariamente simultáneas a las inter-
fueron en su momento Los Nichitos y Las Manos venciones que tenían lugar en los recintos de la
Cruzadas. En las distintas fases, la conexión en- plataforma inferior, por lo que pudo darse el caso
tre estos recintos y sus respectivas plataformas en de que algunos de estos pudieron estar asociados
los niveles medio e inferior se realizaba median- durante un cierto período de tiempo, primero al
te una serie de corredores y escalinatas. Cuando Templo de Las Manos Cruzadas y luego al de Los
se procedía a la remodelación de los recintos se Nichitos (Bonnier 1997; 2007).
generaba un nuevo nivel en la correspondien- Es importante señalar que bajo el Templo de
te plataforma, lo que estaba acompañado de la Las Manos Cruzadas se identificó también un
construcción o adosamiento de nuevos muros de recinto enterrado aun más antiguo que no fue

13
Según reportan Izumi y Terada (1972), en el montículo KT del sitio de Kotosh existía una plataforma ubicada en un nivel
superior, la cual fue destruida por una excavación de época colonial, lo que lamentablemente impidió conocer que tipo de
estructuras contenía y su posible relación con las excavadas arqueológicamente en las plataformas de nivel medio e inferior.
EL GERMEN DE LO URBANO  83

excavado (Izumi y Terada 1972: 304). Por otra La secuencia de remodelaciones, con sus co-
parte, en algunos niveles inferiores se identifica- rrespondientes superposiciones arquitectónicas,
ron estructuras más pequeñas, consistentes en condujeron así a la conformación de dos montí-
pisos que presentaban el típico desnivel cuadran- culos prominentes con plataformas escalonadas,
gular con fogón central, pero en este caso no esta- de modo que sus volúmenes debieron de consti-
ban presentes muros que definieran el recinto. Se tuirse en importantes hitos visuales en el paisaje
supone que estas estructuras, por su elaboración circundante y, en cuanto tales, en referentes de
más rudimentaria y ciertas analogías con las evi- identificación y veneración para las comunidades
dencias tempranas de otros sitios que comparten que participaban del culto.
la tradición Mito, pudieron representar eviden- La evidente complejidad de la organización
cias de las fases iniciales del período Mito en el social y los niveles de inversión destinados a estas
sitio de Kotosh (Fung 1988: 74; Bonnier 1997: construcciones —que presuponen la necesaria
140-143; 2007). disponibilidad de excedentes— sugerirían una
Las periódicas remodelaciones y el con- base económica con cierto nivel de desarrollo de

P
secuente enterramiento de las estructuras de las actividades agrícolas y ganaderas (Izumi y Te-
carácter público, así como las propias caracte- rada 1972: 306). Sin embargo, no se han hallado

C
rísticas arquitectónicas de las edificaciones Mito vestigios de plantas, lo que puede ser explicado
de Kotosh, y la reiteración y persistencia a lo por la antigüedad del sitio y la relativa humedad

U
largo del tiempo de los cánones arquitectóni- que caracteriza a la zona. De otro lado, el análisis
cos establecidos, sugerirían la presencia de una de los restos faunísticos señalaría que además del

lP
sociedad con un nivel de organización relativa- cuy (Cavia porcellus), posiblemente doméstico, el
mente complejo, donde debieron definirse de- mayor porcentaje de estos corresponde a cérvi-
terminados niveles de especialización. En este dos y, en menor grado, a camélidos no necesa-
ria
sentido, la configuración espacial de los recin- riamente domésticos —posiblemente guanacos y
tos, la presencia central de los fogones con sus vicuñas—, lo que en conjunto permite suponer
elaborados sistemas de ventilación, así como el que la caza aún desempeñaba un rol importante
ito

despliegue de nichos y de otros elementos de- (Wing 1972).


corativos al interior de estos, expresarían una La aparente ausencia de estructuras habita-
función ceremonial restringida a un reducido cionales asociadas al período Mito en el sitio de
Ed

número de miembros de la comunidad, para el Kotosh no permite plantear claras inferencias


aparente desarrollo de ofrendas y actividades ri- en cuanto al régimen de subsistencias de la po-
tuales relacionadas con el fuego. Refuerzan esta blación. En todo caso, debe de advertirse que
interpretación los hallazgos de huesos de cuy y los contextos de los hallazgos corresponden a
o

camélidos quemados, que fueron depositados plataformas y recintos asociados con funciones
en los nichos y pisos de los recintos, al igual que de aparente carácter ceremonial, por lo que la
nd

figurinas de barro representando seres humanos, evidencia podría estar fuertemente condiciona-
frutos o tubérculos y pequeñas vasijas, asociados da por el tipo de ofrendas y actividades rituales
a los mismos contextos arquitectónicos. desarrolladas y no necesariamente corresponder
Fo

Fig. 73 – Kotosh. Corte estra-


tigráfico en el que se aprecia la
superposición de estructuras de
las distintas fases (redibujado de
Onuki 1994).
84 CAPÍTULO 3

con el consumo alimenticio habitual de estos re- huesos calcinados que pudieron ser de venado o
cursos. De otro lado, no se puede dejar de con- camélido, lascas de cuarzo y conchas de moluscos
siderar la localización geográfica del sitio y el rol de la costa, los que aparentemente fueron parte
especial que pudo tener en cuanto punto inter- de ofrendas rituales «sacrificadas» al fuego de los
medio de un corredor natural que conecta los fogones. Existen también aquí evidencias de su-
territorios de las punas altoandinas con aquellos perposiciones, generadas por el sello de los fogo-
de los bosques húmedos propios de la vertiente nes con capas de arcilla, para luego proceder a la
oriental de los Andes o ceja de selva. construcción de una nueva estructura con fogón
Piruru, ubicado en el Alto Marañon y en (Burger y Salazar 1980).
la margen derecha del río Tantamayo (3.800 Si bien en Huaricoto se encontraron eviden-
m.s.n.m), representa en sus niveles precerámi- cias de una plataforma asociada a la ocupación
cos un importante sitio para la comprensión de precerámica del sitio, es claro que en este caso,
la posible evolución y surgimiento de la tradi- y aparentemente también en Piruru, no se en-
ción arquitectónica Mito. En las excavaciones, cuentran los rasgos complejos y las caracterís-

P
desarrolladas en la década de los ochenta, se de- ticas monumentales que presentan sitios como
finieron cinco fases de ocupación precerámica, Kotosh y La Galgada, que habrían requerido

C
donde en la última se identificó una estructura, del manejo de especialistas y formas de trabajo
asimilable a la tradición Mito, de unos nueve corporativo para la organización de los eventos

U
metros de lado con fogón central y con los ca- constructivos. En ese sentido, las característi-
racterísticos pisos a desnivel presentes en Ko- cas bastante más modestas y algo rústicas de las
tosh. Lo interesante del caso es que las cuatro
primeras fases corresponderían a estructuras de
un período anterior, Pre-Mito, donde la mayo-
lP
estructuras halladas en Huaricoto, así como en
Piruru, sugerirían la presencia de pequeñas co-
munidades rurales, e inclusive grupos familiares,
ria
ría presenta un piso a un solo nivel y el fogón realizando estas estructuras para llevar a cabo los
central, en algunos casos, bien construido y con rituales afiliados a la tradición Mito (Burger y
ductos de ventilación, y en otros apenas deli- Salazar 1985; 1986).
ito

neado y sin ductos. Además en estas estructuras El complejo de La Galgada se localiza a unos
se observa una notable variedad de formas y ras- 1.100 m.s.n.m., en la margen izquierda de un es-
gos, con recintos tanto circulares como rectan- trecho valle formado por el río Tablachaca, un
Ed

gulares, limitados por muros de piedra; mientras afluente del río Santa, a unos ochenta kilóme-
que en otros casos estos están ausentes y los es- tros de su desembocadura en el mar. Dado que
pacios alrededor de los fogones parecen haber el río Tablachaca forma un corredor natural en
sido a cielo abierto (Bonnier 1997; 2007). La dirección noreste, esta ubicación es ciertamen-
estructura de época Mito tiene la particularidad te especial, tanto por su equidistancia y relativa
o

no solo de introducir en el sitio los rasgos carac- accesibilidad hacia el litoral del Pacífico, como
nd

terísticos de esta tradición, si no también nuevas hacia las serranías de la provincia de Pallasca y la
técnicas constructivas. Tal parece ser el caso de propia cuenca del Alto Marañón. La posición del
la construcción del recinto, que presentaba un sitio es en este sentido central con relación a una
Fo

grueso muro de piedra de unos cincuenta centí- posible red de conexiones que debió de articular
metros de altura, el cual sirvió de sobrecimiento tempranamente estas regiones. El sitio presenta
a una estructura de quincha realizada con un ar- un configuración claramente monumental y, al
mazón de postes de aliso, reforzada con barro y igual que en Kotosh, con un ordenamiento dual
enlucida (Bonnier 1988: 44-46). con dos montículos de gran tamaño, el mayor al
Otro sitio relacionado con la tradición Mito norte de unos 40 a 45 metros de lado, mientras
es Huaricoto, ubicado en la parte central del que el menor, de unos 20 a 25 metros de lado,
Callejón de Huaylas y en la margen derecha del se encuentra unos 10 metros al sur del primero.
río Santa, a unos 2.750 m.s.n.m. En los niveles Esta disposición de los montículos genera un eje
precerámicos del sitio se hallaron evidencias de ordenamiento norte-sur, si bien ambos montí-
de fogones enmarcados por pisos a desnivel culos están organizados en un eje este-oeste, con
de forma rectangular. Los pisos fueron hechos sus respectivas escalinatas y frentes principales
con arcilla roja y posteriormente enlucidos con orientados hacia el oeste.
una de color amarillento. Fragmentos de arcilla En ambos montículos las excavaciones re-
con improntas de cañas hallados sobre el piso gistraron una compleja secuencia de superposi-
sugieren que algunos fogones pudieron haber ciones arquitectónicas (Grieder et al. 1988). De
estado enmarcados por un cerco hecho de quin- manera similar a lo expuesto para Kotosh, en
cha. Asociados a los pisos y fogones se hallaron este caso los recintos con los rasgos típicos de la
EL GERMEN DE LO URBANO  85

Fig. 74 – Plano general de La


Galgada (redibujado de Grie-
der et al. 1988: fig. 14).

P
C
U
lP
ria
ito
Ed

tradición Mito también fueron construidos sobre El montículo norte habría estado asociado en
plataformas, y después de un cierto período de su frente oeste con una plaza circular de unos 18
funcionamiento, fueron sometidos al desmontaje metros de diámetro, encerrada por un muro circu-
o

de sus techos y rellenados para volver a construir lar de unos 2,5 metros de ancho. Este muro esta-
nd

nuevas cámaras sobre las anteriores, elevando así ba hecho con cantos rodados y mortero de barro,
sucesivamente el nivel de las plataformas. Sin em- por lo que se presume que corresponde a las fases
bargo, en el caso de La Galgada se da la particu- tempranas del sitio, al igual que restos de peque-
Fo

laridad de que algunos de los recintos enterrados ñas cámaras construidas con este mismo material.
fueron reutilizados como cámaras sepulcrales, para Las cámaras rituales de este período no tendrían
lo cual se construyeron pilares y muros rústicos de desniveles en el piso y si lo presentaban, enmar-
piedra que soportaron techos con vigas de piedra, cando con una grada el fogón, esta era de escasa
disponiéndose estrechas galerías de acceso desde altura, como se observa en el caso de la cámara F-
el nivel de las plataformas y recintos que estaban 12:B-2, que medía 2,30 por 2,85 metros y estaba
en ese momento en actividad. Esto revelaría una provista de un ducto de ventilación subterráneo
compleja concepción simbólica del espacio sacra- que pasaba bajo la puerta, así como de nichos sobre
lizado, donde no solo la vigencia de los edificios paramentos llanos sobre los que se aplicó enlucido
estaba sometida a un aparente ciclo calendario y pintura blanca. Otra cámara de esta misma épo-
—cuya finalización implicaba el enterramien- ca (I-11:B-8) medía unos 3,80 metros de lado y
to, y el inicio de uno nuevo, la regeneración de presentaba nichos ligeramente trapezoidales. To-
la arquitectura— si no que también el espacio dos estos recintos, al igual que la mayoría de los
ritual de los seres vivos, asociado a las recintos que se les superpondrán posteriormente presentan
en funcionamiento, estaba conectado con el de la una planta subrectangular, con muros ligeramen-
muerte y el culto a los ancestros, alojados dentro te curvados hacia el exterior y esquinas redon-
de las cámaras ahora sepultas (Grieder 1997). deadas, mientras que las puertas y los ductos de
86 CAPÍTULO 3

Fig. 75 – La Galgada. Corte es-


tratigráfico este-oeste del Mon-
tículo Norte (redibujado de
Grieder et al. 1988: fig. 30).

P
ventilación que pasan bajo ellas se orientan tanto época se aprecia una organización espacial de los
al oeste como al norte (Grieder et al. 1988: 24-32). recintos, a partir de la disposición de una gran

C
Las fases posteriores al 2200 a.C. en el mon- cámara central (9 x 12 metros) orientada al oeste
tículo norte están representadas por la presencia y con el piso ligeramente más bajo que un atrio a

U
de cámaras construidas con piedras canteadas. cielo abierto que se ubica frente a esta. Las cáma-
Estas, además del clásico fogón central, presen- ras laterales, de menor tamaño, se disponen sobre
tan una banqueta perimetral que se interrumpe
frente al umbral de la puerta, que también pre-
senta una grada para descender al nivel del piso
lP
plataformas más elevadas en la parte posterior de
la cámara central y en los lados al norte y sur
de esta, perfilándose así una configuración que se
ria
donde se ubica el fogón. Los nichos se disponen aproxima a la forma en «U». Finalmente, durante
con sus bases alineadas sobre una suerte de zó- los inicios del período Formativo, esta conforma-
calo, generado por el adelgazamiento de la parte ción con planta en «U» será cada vez más eviden-
ito

superior del paramento interior de las cámaras, te, cuando en la parte superior del montículo la
o enmarcadas en una franja horizontal recesada cámara central será sustituida por un atrio a cielo
que da forma a una cenefa horizontal. Para esta abierto, rodeado por una banqueta y plataformas
Ed

más elevadas en tres de sus lados. En el centro


Fig. 76 – La Galgada. Reconstrucción del desmontaje de una cá-
de este atrio se ubicará un gran fogón ventila-
mara para su enterramiento y conversión en una cripta funeraria do siempre por ductos subterráneos, como últi-
(Grieder y Bueno 1985: fig. 8). mo vestigio de la vigencia de una larga tradición
o

frente a las innovaciones formales que se afirman


con fuerza, quizá por el creciente prestigio de las
nd

emergentes tradiciones arquitectónicas costeñas.


Las plataformas de los montículos fueron
construidas con gruesos muros de contención
Fo

Fig. 77 – La Galgada: Superposición de arquitectura de distintas


fases en el plano del Montículo Norte (redibujado de Grieder et al.
1988: fig. 26).
EL GERMEN DE LO URBANO  87

P
C
U
Fig. 78 – La Galgada. Reconstrucción isométrica de las estructuras
sobre el Montículo Norte, correspondientes a una fase fechada en Fig. 79 – La Galgada. Detalle de frontis con esquina redondeada y

lP
unos 2200 a.C. (Grieder y Bueno 1985: fig. 10). cenefa con nichos al sureste del montículo norte (redibujado sobre
fotografía de Grieder et al. 1988: 45).
que, al igual que las cámaras, tuvieron la parti-
cularidad de presentar las esquinas redondeadas.
ria
amplio y variado manejo de recursos vegetales
Estos muros de contención de las plataformas y y de plantas cultivadas. Entre estos, el de fibras
las grandes escalinatas de acceso muestran tam- de especies silvestres, algunas posiblemente
bién una secuencia de remodelaciones y super- recolectadas en la misma zona, como la puya,
ito

posiciones que se correlacionan con los eventos tillandsia o el carrizo, empleados para elaborar
constructivos que tienen lugar sobre la platafor- cuerdas, hilos o cintas y utilizarlas en el tejido de
ma superior (ibid: 44-50). El volumen monu- bolsas, cestos y canastos que revelan una excelente
Ed

mental de estas edificaciones con sus plataformas manufactura; otras como la totora (Typha sp.), que
escalonadas, posiblemente pintadas y decoradas fueron ampliamente empleadas para tejer petates,
con cornisas y frisos, al igual que el despliegue de podrían haber sido traídas desde pisos ecológicos
las grandes escalinatas en el eje de los montículos, más bajos o desde la propia costa. En cuanto a las
o

debieron de proyectar una impresionante visión especies cultivadas, existe un amplio registro de
del conjunto.
nd

la presencia de algodón, tanto de semillas como


Dado que las excavaciones arqueológicas se
centraron en las estructuras monumentales, no Fig. 80 – La Galgada. Detalle de frontis con cornisa con ménsulas
se tiene una idea general sobre qué otro tipo de
Fo

en la esquina noroeste del montículo norte (redibujado sobre foto-


estructuras se encontraban en sus alrededores. grafía de Grieder et al. 1988: fig. 44).
Sin embargo, algunas excavaciones puntuales ex-
pusieron la presencia de algunos recintos de apa-
rente carácter doméstico en la proximidad de los
montículos. Estas estructuras tienen planta oval
y muros bajos de piedra, con pisos que presen-
tan acumulaciones de basura y algunos posibles
fogones, tanto al interior como al exterior de las
viviendas. Aparentemente no se detectaron evi-
dencias de alguna otra actividad que no fuera la
estrictamente doméstica, y no se dispone de in-
formación acerca del tipo de consumo de subsis-
tencias que se asociaba a estas (ibid: 19-22).
Sin embargo, de la excavación desarrollada
en las estructuras de los montículos y de los
hallazgos asociados con las tumbas, se reunió una
considerable información que da cuenta de un
88 CAPÍTULO 3

de fibras en crudo, al igual que cuerdas, hilos y


elaborados textiles confeccionados con su fibra,
lo que hace presumir su cultivo y procesamiento
en la zona. De otro lado, además de los mates
ampliamente empleados en múltiples formas de
contenedores, la abundante presencia de pallar,
canavalia, frejol, ají, zapallo y frutos como la
ciruela del fraile, lúcuma, guayaba y palta,
entre otros, nos proporcionan una idea general
de la composición de la dieta alimenticia de la
población (ibid: 125-151).
En un medio ecológico árido, como es el
que caracteriza a la zona, se ha señalado que
todas estas plantas requieren necesariamente de Fig. 81 – La Galgada. Isometría reconstructiva de la fase final del

P
irrigación para su cultivo. Si bien se puede pre- montículo norte a inicios del Formativo (redibujado de Grieder et
sumir que algunos de estos recursos fueron trans- al. 1988: fig. 38).

C
portados al sitio desde otros lugares, tampoco
se puede descartar la factibilidad del desarrollo Sin embargo, existen reveladoras evidencias de

U
de tempranos sistemas de irrigación artificial en algunos elementos exóticos como conchas de
una zona que presenta condiciones relativamente moluscos provenientes del litoral del Pacífico,
favorables, más aún si se considera el bagaje tec-
nológico del que dan prueba los experimentados
constructores que realizaron la notable arquitec-
lPincluyendo algunos fragmentos de los ecua-
toriales Strombus y Spondylus,14 así como de
plumas de color que presumiblemente proven-
ria
tura monumental de La Galgada. drían de la vertiente oriental de los Andes. De
Llama la atención el escaso reporte de restos otro lado, como parte del ajuar funerario de los
de fauna en el sitio. Aparentemente, la mayo- entierros hallados en las cámaras, se registraron
ito

ría de estas evidencias se vincula con las acti- objetos de piedra trabajados como adornos o
vidades ceremoniales que tenían lugar en los cuentas de collares y pendientes, algunos de
montículos y con las ofrendas funerarias de las los cuales incorporaban piedras semipreciosas
Ed

tumbas. En este sentido, solo se registraron al- como la turquesa (ibid: 200).
gunos cuernos de venado, mientras que es no- Finalmente, las características de los entierros
toria la total ausencia de restos de camélidos. precerámicos de La Galgada, su especial disposi-
o
nd
Fo

Fig. 82 – La Galgada: Tumba


de personajes de alto estatus
(Grieder et al. 1988: fig. 68).

14
Llama la atención la temprana presencia en sitios precerámicos como La Galgada —y tan alejados de sus fuentes originales de
proveniencia— de estas dos especies ecuatoriales. Y esta presencia es aún más trascendente si consideramos que, como ha destacado
Jorge Marcos (2002), con el devenir del tiempo la díada mullo y pututo se constituirá en uno de los componentes esenciales del
mundo ceremonial andino, cuya creciente demanda llevará al desarrollo de extensas y complejas redes de intercambio.
EL GERMEN DE LO URBANO  89

difícil aquí entrar en mérito a todas estas pro-


puestas y discutirlas. Sin embargo, en la medida
que expongamos nuestra propia interpretación,
haremos obligada referencia a algunas de las más
importantes de estas.
Lo que nos interesa, en primer lugar, es abor-
dar desde sus fases iniciales lo que Lumbreras
(1981: 173) define como «sintomatología del
fenómeno urbano» y su estrecha relación con el
proceso de intensos y profundos cambios socia-
les asociados a lo que se conoce como revolución
neolítica (Childe 1982; Choy 1979). En este sen-
tido, es preciso examinar los acelerados cambios
que se manifiestan en la forma de asentamiento,

P
Fig. 83 – La Galgada. Diseño proveniente de un textil correspon- a partir del proceso de sedentarización y especial-
diente a una bolsa, con representación de serpientes y aves entrela-
mente en lo que se refiere al surgimiento de la

C
zadas (redibujado de Grieder et al. 1988: fig. 130).
arquitectura pública y sus implicancias. Estable-
ciendo, paralelamente, las interrelaciones existen-

U
ción dentro de las cámaras funerarias de la arqui- tes entre los cambios en la forma de asentamiento
y las transformaciones que se verifican en el seno

lP
tectura monumental y la profusión y elaborada
calidad de las ofrendas —algunas de las cuales de las formaciones sociales durante este período.
manifiestan claramente su condición de bienes de El sedentarismo, asumido muchas veces como
prestigio, al emplearse en ellas recursos exóticos indicador clave de la neolitización, ha demostra-
ria
provenientes de tierras lejanas—, nos permiten do ser un fenómeno no necesariamente exclusivo
inferir la presencia de determinados personajes o de poblaciones agrícolas. Existe una gran canti-
linajes familiares que gozaban de cierto estatus, dad de casos que muestran de qué manera las
ito

en el marco de un proceso de diferenciación so- comunidades de cazadores recolectores, bajo de-


cial que ya prelude el surgimiento de las socieda- terminadas condiciones favorables o por la apli-
des complejas. Por otra parte, el enterramiento cación de exitosas estrategias de explotación de
Ed

de estos personajes dentro de las edificaciones los recursos naturales, desarrollan asentamientos
más representativas debió tener una profunda sedentarios de tipo aldeano, con una notable in-
connotación social y simbólica, ya que los an- versión en sus instalaciones y donde, inclusive,
cestros de quienes tenían en la comunidad estas no es ajena la presencia de arquitectura pública
o

especiales condiciones de privilegio se verían de (Childe 1982: 92; Forde 1966; Redman 1990).
cierta forma sacralizados al ser incorporados al Por lo tanto, podemos establecer que no es el
nd

aura de sus monumentos más emblemáticos. mero sedentarismo, por sí solo, el indicador que
nos señala la existencia de un proceso de neoliti-
zación; de la misma manera que la arquitectura
Fo

pública no es por sí sola expresión de la pre-


El proceso de neolitización sencia de especialistas, o exclusiva del fenómeno
y las transformaciones en la forma urbano (Lumbreras 1981: 169-173). En el caso
de asentamiento de los sitios de la costa central y nor central,
es evidente que el fenómeno de sedentarización
Los casos más representativos de los asentamien- se procesa con un fuerte componente basado
tos precerámicos que hemos examinado, en los en la explotación de los variados y abundantes
que destaca el surgimiento de una extraordina- recursos marinos. Sin embargo, este no es un
ria arquitectura pública, ofrecen un abundante componente exclusivo y menos aún constituiría
material documental para discutir la problemá- por sí solo la base económica principal sobre la
tica del proceso de neolitización en los Andes y cual se desarrollaría el proceso civilizatorio, tal
sus repercusiones en la forma de asentamiento. como ha sostenido Moseley y otros investigado-
Sobre esta importante problemática se ha plan- res (Moseley 1975; Feldman 1980; 1985), a partir
teado una serie de hipótesis interpretativas, y se de la más equilibrada tesis de Lanning (1967: 78-
mantiene abierto un amplio debate sobre las mis- 79, 94-95). A este propósito, hemos constatado
mas, dado que el tema es relevante para la com- cómo en estos asentamientos iniciales se establece
prensión del inicio del fenómeno urbano y del una integración entre la explotación de los recur-
proceso civilizatorio en los Andes centrales. Sería sos marítimos y una agricultura incipiente, la que
90 CAPÍTULO 3

asume un esencial rol complementario, tanto en el hundidas (Lumbreras 1987), nos proporcionan
abastecimiento de insumos necesarios para el de- no solo algunos elementos importantes para in-
sarrollo de los procesos productivos relacionados ferir el desarrollo de estos instrumentos, si no
con la pesca, como en la composición de la dieta también evidencias de que, en algunos casos, la
alimenticia de la población, para posteriormente propia arquitectura pública asume la condición
asumir el rol principal en el desarrollo económico de instrumento de producción.
(Canziani 1989). Del examen de los procesos productivos de-
Este proceso, en términos generales, presenta sarrollados para la explotación de los recursos
diferencias con el que se da en las regiones al- marinos y la agricultura incipiente, así como de
toandinas, donde la base productiva de la neoliti- la generación de la base técnica que las haga via-
zación está asociada al desarrollo de la ganadería bles, se infiere un proceso de creciente especia-
y el pastoreo, a los que se integra una incipiente lización en el ámbito de la organización social.
agricultura, que no excluye por esto la caza ni la Esta especialización es evidente también en el
recolección. Proceso que en este caso aparente- desarrollo de las manufacturas y en especial en el

P
mente no habría implicado en un primer mo- destacado arte textil que exhiben vestigios como
mento el sedentarismo, sino la continuidad del los recuperados en Huaca Prieta y La Galgada. A

C
régimen de trashumancia. Sobre la base de este su vez, el propio arte textil nos revela complejos
modo de vida se han presentado sugerentes hi- cánones estéticos en los que se plasma el desa-

U
pótesis acerca del surgimiento previo de la arqui- rrollo de iconos correspondientes a seres míticos
tectura pública, que habría operado luego como supranaturales con atributos de aves, serpientes y
catalizador de un paulatino proceso de sedenta-
rización, dando paso a la aparición de las forma-
ciones aldeanas (Bonnier y Rozemberg 1988).
lP
seres marinos. Por lo tanto, también en este as-
pecto podemos suponer que el manejo técnico
y la elaborada concepción artística debieron es-
ria
En el caso costeño, en el manejo de los recur- tar limitados a un número reducido de personas,
sos marinos, como en el de las plantas cultivadas, más aún si pensamos que estas manifestaciones
se constata la creciente incorporación y desarrollo artísticas tempranas constituyen la expresión de
ito

de nuevos conocimientos e instrumentos de pro- la construcción de complejas tradiciones religio-


ducción. Por lo tanto, en este aspecto debe apli- sas, a cuya conducción y oficio debieron acceder
carse la vieja proposición que sugiere examinar solamente los iniciados en el culto.
Ed

no tanto qué se hace, sino cómo se hace. En este La propia arquitectura pública no fue ajena
sentido, no basta argumentar sobre la innegable al creciente proceso de especialización. Esto se
importancia de los recursos marinos (Moseley infiere tanto de su especial concepción arquitec-
1975), cuando existe por ejemplo una radical tónica y de su complejo planeamiento, así como
diferencia entre arponear peces o pescarlos con de las particulares características técnicas de su
o

rudimentarios anzuelos, y capturarlos con redes producción, las cuales la diferencian claramente
nd

como las halladas en Huaca Prieta, ya que del ma- de la arquitectura doméstica, además de requerir
nejo de estos nuevos instrumentos se desprenden de la organización de formas especiales de trabajo
inferencias acerca de las formas de trabajo com- para su construcción. De otro lado, si la arquitec-
Fo

prometidas en estos procesos productivos, la cre- tura pública se caracteriza por servir de soporte
ciente disponibilidad de excedentes, el desarrollo al desarrollo de diversas actividades de carácter
de técnicas de conservación y almacenamiento, especializado y entre estas las de carácter cere-
al igual que la solución de los requerimientos so- monial, la notable importancia que esta adquiere
ciales para la organización de la producción y la durante el Precerámico Tardío nos proporciona
administración de los bienes generados. uno de los mejores indicadores para leer el emer-
La domesticación y la creciente incorporación gente proceso de especialización social.
de plantas cultivadas al desarrollo de una inci- Es más, si consideramos que las tradiciones
piente agricultura, la necesaria experimentación religiosas se manifiestan por medio de los rasgos
referida al manejo de estos recursos y su cultivo, y estilos de las tradiciones arquitectónicas que se
así como el desarrollo inicial de técnicas de riego perfilan en esta época (Fung 1988; 1999; Williams
y manejo de los suelos, debieron también estar 1981; 1985), y que estas tradiciones arquitectó-
asociados al desarrollo de nuevos conocimientos nicas no se limitan al ámbito local, sino que in-
e instrumentos de producción. A este propósito, teresan amplias regiones, también esta esfera de
los tempranos sistemas de depósito de productos la actividad social apunta hacia la presencia de
agrícolas, como los documentados en Los Gavi- gente con ciertos niveles de especialización. La
lanes (Bonavia 1982), o las aparentes funciones notoria relación de las comunidades con un «es-
de registro astronómico de las plazas circulares pacio exterior» se ve corroborada también por las
EL GERMEN DE LO URBANO  91

evidencias de un creciente nivel de intercambio y que la producción agrícola comienza a adquirir


de interrelaciones, manifiesto tanto en el flujo de un peso creciente.
ciertos recursos, como de otros aspectos cultura- Es conocido que el manejo de los recursos
les, no necesariamente tangibles, que se movili- agrícolas por parte de una comunidad requiere
zan con ellos. de medidas que permitan regular el consumo de
La creciente especialización, derivada del ma- los excedentes entre una cosecha y otra, además
nejo de los nuevos instrumentos de producción y de reservar una parte de estos para asegurar la si-
de las exigencias de los procesos productivos, ha- miente para un nuevo ciclo de cultivo. Esto im-
bría significado un acelerado proceso de división plica establecer normas socialmente aceptadas y
social del trabajo en el seno de estas comunida- sancionadas, mediante la generación de mecanis-
des. La participación diferenciada de determina- mos ideológicos e institucionales que remueven
dos miembros en la producción habría generado los viejos cimientos en los cuales se fundaban las
una incipiente diferenciación social dentro de relaciones sociales preexistentes. Este es el caso de
las comunidades, lo que pudo expresarse en de- las formas de propiedad, especialmente cuando

P
terminadas diferencias de estatus y de acceso o las comunidades agrícolas establecen con el te-
posesión de ciertos bienes de prestigio, tal como rritorio una relación definida y excluyente sobre

C
lo sugieren ciertos enterramientos complejos en los medios e instrumentos de producción (Stai-
La Galgada y Aspero, y la relativa suntuosidad no y Canziani 1984). Estos aspectos incidirán

U
de sus ofrendas. Este proceso de diferenciación en la forma de organización de las comunidades,
social —visto además en la perspectiva del surgi- como en el incipiente proceso de diferenciación

lP
miento de las sociedades complejas que dan paso social que se procesa en su interior (Lumbreras
a la civilización andina— sería sustancialmente 1987; 1994).
distinto a la «estratificación» propuesta para las Finalmente, queremos señalar un aspecto re-
ria
llamadas jefaturas o cacicazgos, donde las diferen- levante que puede tener algunas connotaciones
cias de estatus tienen origen en otros aspectos cir- con relación a la actual problemática del desarro-
cunstanciales, como en la simple disponibilidad llo y a la imposición de determinados modelos
ito

de excedentes. La abundancia de excedentes, en globales. En la prehistoria europea, o del Viejo


este caso, no representa el elemento causal de esta Mundo en general, se planteó como uno de los
diferenciación, como tampoco explica la supues- paradigmas de la neolitización el desarrollo de
Ed

ta emergencia de una «autoridad corporativa» y la manufactura de cerámica, mas aún tratándo-


el surgimiento de una arquitectura pública que se del surgimiento de sociedades complejas. La
tempranamente revela rasgos monumentales. experiencia de los Andes centrales constituye un
Evidentemente, este es un tema de gran caso inédito universal, donde se demuestra que
o

complejidad que no puede ser abordado unila- las sociedades precerámicas no solo generaron
teralmente, a partir del privilegio de uno u otro formas complejas de organización social, si no
nd

aspecto. Hemos introducido la problemática del que además desarrollaron tempranas formas de
surgimiento de la arquitectura pública, soste- urbanismo con una extraordinaria arquitectura
niendo que durante este proceso se verifica una monumental.
Fo

concatenada y estrecha interdependencia entre De otro lado, las notables desigualdades que
las innovaciones en las técnicas e instrumentos se aprecian en el proceso de neolitización, especial-
de producción. Además, de la ampliación en la mente con la aparente perpetuación de los viejos
escala de apropiación de los recursos naturales modos de vida en muchas regiones de la costa sur
y la creciente disponibilidad de excedentes; la y sierra sur de los Andes centrales, permiten con-
mejora e incremento en el aprovisionamiento trastar —por negación— las hipótesis planteadas
de subsistencias; sus repercusiones en el conse- y sus implicancias. En el caso de la costa sur, por
cuente crecimiento poblacional; y, por último, ejemplo, no obstante la extraordinaria abundancia
en el surgimiento y afirmación de nuevas for- de los recursos marítimos, esta región presenta
mas de trabajo y de organización social. A este un proceso de neolitización algo marginal, que
propósito, se le plantea a las comunidades resol- se explicaría a partir de una aparente ausencia de
ver la administración de los excedentes, cuando agricultura, o por el desarrollo de una limitada
se requiere establecer el diferir y regular su con- horticultura, mientras se mantendría el énfasis en
sumo. Esto está referido tanto a las comunida- una economía mayormente recolectora.
des que combinan una economía de extracción La escasa relevancia de la arquitectura pública,
de recursos marítimos con una incipiente agri- y en especial la inexistencia de aquella de carácter
cultura, como también a las comunidades en las monumental en estas regiones, es a nuestro crite-
rio muy significativa, ya que permite correlacionar
92 CAPÍTULO 3

su surgimiento —como expresión embrionaria del desarrollo sostenido en esta dirección y las que
devenir del fenómeno urbano— con la intensidad durante el posterior período Formativo serán el
y el nivel de desarrollo alcanzado históricamente escenario privilegiado de un proceso civilizatorio,
en el proceso de neolitización. donde el urbanismo tendrá desarrollos emblemá-
Allí, donde se afirmó la neolitización con la ticos con los extraordinarios centros ceremonia-
aparición de sociedades complejas, se dio inicio a les que caracterizarán a esta época.
las transformaciones agrícolas que condujeron a
modificar sustancialmente el paisaje territorial, y
a desarrollar patrones de asentamiento donde el
rol del fenómeno urbano será cada vez más sig-
nificativo. Por esta razón, seran las regiones nor
central y norte de los Andes centrales —donde el
proceso de neolitización fue más intenso y ace-
lerado— las que históricamente expresarán un

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