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EL CURURO INCOMPRENDIDO
(Alicia Morel. Chilena)
El Cururo, joven y entusiasta ratón del bosque, iba una mañana cantando
por el camino secreto que le servía para transitar:
-Con la derecha
me levanté
por eso salto
y caigo bien.
La pata izquierda
la esconderé
y así este día
me irá muy bien.
Esa noche, el Cururo había soñado que era el más sabio del bosque y
que, al contrario del Chuncho, anunciaba sólo buenas noticias. Su canto
despertó a la señorita Lagartija. Asustada, ésta abrió un ojo y miró al
Cururo desde la piedra donde tomaba sol.
-¿Qué te ha puesto tan alegre?- le preguntó.
-Decidí ir a la escuela para ser sabio.
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-Me instalaré en la escuela hoy mismo. Prefiero ser pretencioso y no un
pellejo lleno de sol como tú.
La lagartija se quedó muda y verde de rabia.
-Abriré un agujero en el fondo de la sala de clases y desde allí oiré y
aprenderé todo – continuó el Cururo, satisfecho.
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-Ah, ¿crees que se hicieron para que se los coman los ratones? - exclamó
la profesora, impacientándose.
Al otro día, los niños supieron que un ratón les había comido el cuento.
Indignados, buscaron el agujero por donde el intruso se había metido a la
clase y lo taparon cuidadosamente con latas y vidrios. El Cururo escuchó
las cosas terribles que se dijeron de sus congéneres. Paso a paso se alejó
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de la escuela, sintiéndose incomprendido. Le costó mucho digerir el libro,
por lo que tuvo que soportar las burlas de la Lagartija.
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LA DISCUSION DE LOS PELUDOS
El conejo Simón tenía un apetito feroz.
Tenía también una esposa, Clarita, y una
numerosa familia de ocho hijos, porque eran
“octillizos”.
-¿Estás loco? Pueden venir los perros o el zorro que vive en el bosque
cercano – contestó ella, asomando apenas la nariz por la madriguera.
- ¿Estás seguro?
- No soy tan valiente como para estar panza arriba si hoy no fuera el día en
que ningún cazador puede cazar - afirmó Simón echándose de espaldas
a tomar el sol.
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- Es un gatito, no más, que vive en la gran madriguera junto al
camino- añadió Simón, riendo también.
Jacinto se ofendió.
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-Así es, hasta que se ponga el sol – concedió el zorro.
Jacinto se había puesto un poco más lejos por precaución, y desde ahí
maulló:
-Se nota que eres pariente lejano de los zorros plateados.
- Se nota ¿verdad? – se contoneó el zorro.
-Lástima que tu raza se esté acabando con la cacería humana – continuó
el gato.
Simón se atrevió a lanzar una risita, pero el zorro lanzó un mordisco al aire
que lo hizo estremecer.
-Yo tengo la mejor piel de todos los que vivimos aquí; la más hermosa,
hermosa y de pelo abundante – alardeó el zorro - . Ni los conejos hippies
de doña Sara lo discuten. Me rinden homenaje cuando me acerco a
olerlos en su jaula.
- A mí también me rinden homenaje – gruñó Jacinto, erizándose.
- Es mejor que te calles: tu tontería puede distraerme – masculló el zorro -.
Me sentaré aquí, Simón, entre tu madriguera y tu apetitosa persona hasta
el sol se ponga.
- La tregua también prohíbe amenazas, conozco la ley de la selva – dijo el
conejo, venciendo su miedo.
- Es demasiado tarde para reclamos. Contempla mi piel, Simón, porque
tiene el color de una puesta de sol invernal.
El conejo se sintió perdido. Miró a su alrededor y sólo encontró los ojos
indiferentes de Jacinto, en los que saltaba una chispa verde. El gato no
quería perderse el espectáculo de la cercana cacería.
Entretanto, Clarita lloraba en la
madriguera.
-¡Qué terrible, nada puedo hacer!
De pronto vio que en la entrada de
la madriguera se asomaba la punta
de la cola del zorro y tuvo una idea
atrevida.
El sol se ponía ya y Simón
preparaba sus patas para vender
cara su vida. Justo en el instante en
que el sol desapareció, el zorro sintió
una feroz clavada en la cola, tan intensa, que en vez de perseguir al
conejo, giró en redondo dos o tres veces y luego salió disparado detrás del
gato.
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Clarita le había enterrado los dientes en la cola
con toda la fuerza de la desesperación. Lo que
aprovechó Simón para ponerse al salvo junto a su
valiente esposa y los octillizos. Había comprendido
que las leyes no valen para los tramposos, pero
que siempre hay recursos inesperados para
salvarse de ellos.
Desde su madriguera, la familia conejil escuchó
lo maullidos del gato escapando de las
dentelladas del zorro.
Cuando a los pocos días pasó Simón junto a la
gran madriguera de doña Sara, se preguntó si Jacinto habría caído al fin,
víctima de un trágico error, en las mandíbulas del zorro. En el patio de la
señora se secaba al sol un cuero gris, muy bien estacado y muy parecido a
la piel del vanidoso Jacinto.
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LA CARTERA AZUL
Un día, llegó la mudanza a la casa de Josefina. Un camión enorme,
parecido a una pieza, se instaló frente a la entrada de la casa.
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sonreía el hada Lalaluz! La misma Lalaluz que cada noche venía a
acompañarla con sus reflejos en la pared.
-¡Encontré mi cartera! Por suerte no se la llevaron los gigantes- gritó. Pero
por cierto nadie la escuchó.
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Alicia Morel
Nació en Santiago de Chile en 1921. A los 19 años publicó
su primer libro: Juan, Juanillo y la abuela, pero la fama le
llegó con La Hormiguita Cantora y El Duende Melodía
(1956), que encantó a los niños y que se reedita
continuamente hasta hoy. Considerada una de las grandes
escritoras chilenas de literatura infantil, Alicia insiste en que
a los niños no les gusta que “les enseñen algo” sino que les
ayuden a echar a volar su imaginación.
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Alicia Morel Nació el 26 de julio de 1921 en Santiago.
Sus obras más conocidas son "En el campo y la ciudad" (1938), "Juan,
Juanillo y la Abuela" (194O), "Los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el
Duende Melodía" (1956), "Cuentos de la Pícara Polita" (1973), "El Increíble
Mundo de Llanca" (1977), "Perico trepa por Chile" (1978) (escrita junto a
Marcela Paz), "Polita va a la escuela" (1985), "Las manchas de Vinca",
(1986), "Viaje de los duendes al otro lado del mundo" (1988), "El árbol de los
cielos" (199O), "Polita aprende el mundo" (1991), "La Hoja Viajera" (1991),
"Una aguja y un dedal" (1992) "Cuentos de la lluvia" (1993).
Publicó un texto en edición de lujo llamado "La era del sueño", un catastro
de todos los seres mitológicos y reinos de fantasías, presentes en el
imaginario colectivo de las diferentes culturas. Más de tres años de trabajo
exigió la elaboración del texto ya que debió leer mucha de la literatura
publicada sobre mitos y leyendas para refrescar sus conocimientos
adquiridos desde la niñez.
ObraPoesía
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1938: En el campo y la ciudad
1951: Como una raíz de agua
1990: El árbol de los cielos
2007: Color del tiempo
Novela
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