UNA REFLEXÓN SOBRE ARGUEDAS Y EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS
Al quinto grado de educación secundaria he leído algunos textos literarios de José
María Arguedas como por ejemplo: “Ríos Profundos”, “Todas las Sangres”, “A Nuestro Padre Túpac Amaru”, entre otros y entre todos la que marcó mi infancia literaria fue “El Sueño del Pongo”; y a propósito de la expresión “Encuentro de dos mundos” he notado en mí una antisonancia que no concuerda con la recurrencia temática entre lo leído y el significado de tal expresión, puesto que el autor no presenta en el contenido de su producción literaria un simple encuentro entre dos mundos, sino un proceso de interrelación violento social y cultural que se ejerció sobre el pueblo alto andino tan traumático que el autor mismo que amalgama perfectamente este proceso de convivencia termina suicidándose. Afirmo también, que la expresión en cuestión es un eufemismo que pretende soslayar la verdadera dimensión de interrelación entre el blanco y el indio; considero que lejos de esta intención, Arguedas, es el puente, andamiaje o promotor del cambio de perspectiva occidental hacia la compresión y el entendimiento del mundo y la cultura andina.
Existe una infinidad de trabajos sobre la temática recurrente de las producción
literaria de Arguedas, aquellas transcurren en una época de grandes hacendados, terrateniente, indios y mestizos; de abusos, atropellos e incluso de asesinatos hacia los indígenas, en tal sentido él mismo señala el contexto de interrelación violenta de esta convivencia. Al respecto cito lo siguiente: “Durante siglos las culturas europeas e indias han convivido en un mismo territorio en incesante reacción mutua, la primera sobre la otra con los crecientes medios que su potente e incomparable dinámica le ofrece y la india defendiéndose y reaccionando…” (Arguedas 1975:2) Arguedas utiliza el término “defendiéndose y reaccionando” al referirse a los indígenas. Entonces esta interrelación de convivencia fue dolorosa y traumática para los indios que estaban a merced de los blancos pues estos poseían los medios legales y la fuerza para imponerse ante el ignoto e indefenso indio. Sin embargo no voy a poner el ojo sobre aquello que ya está muy trillado, sino en el ámbito cultural pues en ella también se da el enfrentamiento a través de la imposición arbitraria del mundo occidental sobre el mundo andino producto de la incomprensión de las tradiciones culturales de los pueblos de los andes reflejada con mucha claridad en “Yawar Fiesta” precisamente cuando las autoridades gubernamentales prohíben que la fiesta del pueblo de Puquio sea a la menara de los indios, pero que al final y luego de muchos enfrentamientos el pueblo puquinano impone su tradición sangrienta. Arguedas explica en un ciclo de conferencias para conocer las motivaciones que lo impulsaron a escribir la obra en el año de 1966:
“…debo contarles otro detalle: las corridas de toros entonces se
celebraban, era la forma fulminante de la celebración de las fiestas, se traía en la víspera cóndores y se les encerraba en la cárcel, pero primero se les hacía dar una vuelta por las calles, se les estiraba las alas, se les hacía dar una marcha y luego encostalados se les metía en la cárcel. Al día siguiente se amarraban cóndores por el lomo del toro para que picara al toro y lo enfureciera y los indios borrachos entraban a torear a esos toros enfurecidos, generalmente había dos o tres muertos y siempre se consideraba que cuantos más muertos había la corrida había sido mejor. Luego hemos descubierto que esto tiene una vinculación con antiguos ritos. Pero esto que quiero relatarles es que los indios a veces entraban con dinamita contra esos toros y había un capeador famoso que se llamaba José Delgado, no Federico Delgado, y trajeron un toro que era del Himalata, sumamente bravo al cual casi la gente, incluso los borrachos no se atrevían a acercarse. Federico Delgado prendió un pedazo de dinamita muy chiquito, se acercó, calculó de tal manera que echó el dinamitazo bajo el pecho y el toro voló en pedazos en el aire con cuernos y todo. Yo tenía entonces unos 7 años. ¿Ustedes pueden imaginarse la impresión que esto causaba en los niños de esa edad? Yo lo que hacía cuando veía estos espectáculos tan descomunales era llorar sin consuelo y no sabía por qué, si por terror, por miedo, o simplemente por bondad, porque no tenía donde quien acercarme para que me consolara, para que me compensara de la impresión que causaban estas formas tan tremendas de la vida de nuestro país de entonces» Esta forma de festejar las festividades del pueblo tenía orígenes un rito andino lejos de la comprensión en el entendimiento y el pensamiento de quienes intentan prohibirla. En referencia a lo anterior, quiero manifestar que en mi localidad, Santa Bárbara de Carhuacayán, con motivo de celebrar el aniversario del pueblo, se realiza la tradicional carrera de morochucos donde no existe el límite de edad en la participantes, se suele ver niños desde los 8 años arriando eufóricos al caballo, muchos sin monturas ni riendas, cabalgando a todo galope con una mano sobre el crin del caballo y la otra azotando con un fuete las nalgas del animal emulando los gritos roncos de los adultos para motivar la presura de la bestia. A veces ocurren accidentes, algunos graves y antaño uno que otro muerto; sin embargo esta es nuestra costumbre y no habrá, como en el pueblo de Puquio, autoridades que nos impongan cambiar el festejo de nuestras tradiciones porque somos una tierra de ganaderos y desde muy pequeños andamos en el lomo de las bestias.
Lamentablemente no puedo decir lo mismo de nuestra lengua madre, el runa simi.
En mi localidad ya casi nadie habla el quechua o por lo menos no conozco alguien que lo practique; ahí vamos perdiendo la batalla. Una vez mi padre me llevó a Ayacucho y se encontró con una persona bien vestida y al saludo le dijo: “Imaynallan kachkanki” (cómo estas) y mi padre tímidamente le respondió “Allin Kani” (muy bien), luego empezaron a charlar en castellano, sin embargo, este hombre, cada vez que se encontraba con sus paisanos se pasaban la voz en quechua. Esto me sorprendió porque no suelo ver en mi localidad a dos personas hablando libremente en esta lengua y sobre todo sin vergüenza y con júbilo; por el contrario desde algunos años atrás en mi colegio se ha incrementado las horas de clase del idioma inglés. Con mucha tristeza puedo afirmar que si no hacemos nada al respecto esta hermosa lengua con el tiempo dejará de practicarse y el castellano terminará avasallando al quechua como el blanco lo hizo con el indio y en un futuro no muy lejano el inglés relegará al castellano, como el castellano relegó al quechua en muchas ciudades de nuestra serranía. Reafirmo entonces una vez más cómo la cultura occidental se impone y avasalla a la nuestra utilizando los medios legales, en este caso la educación ¿acaso no es uno de nuestros propósitos educacionales consolidar nuestra identidad nacional? ¿Se logrará cumplir ampliando las horas de inglés en las escuelas? ¿Por qué no hay un espacio en el sistema escolar para la enseñanza de nuestra lengua ancestral? Seguramente las respuestas serán motivo de otro ensayo. Haciendo este trabajo he escuchado a Arguedas cantar en quechua con mucho sentimiento y dulzura el “Carnaval de Tambopata” a continuación un fragmento que a la letra dice:
Tambobambino maqt’atas (Dicen que a un joven Tambobambino)
Yawar Mayu apamun. (el río de sangre lo arrastra) tinyachallanñas tuytuchkan, (dicen que lo único que está flotando es su tamborcito) qenachallanñas tuytuchkan, (dicen que lo único que está flotando es su flautita) charangollanñas tuytuchkan, (dicen que lo único que está flotando es su charanguito)
birritillnñas tuytuchkan (dicen que lo único que está flotando es su boina)
. . . Definitivamente, como dijera hace algunos años el respetado periodista Cesar Hildebrant en referencia al autor “…como lector puedo decir que cambié mi mirada respecto del Perú leyendo a Arguedas...” análogamente hoy cambio mi perspectiva sobre el quecha, lengua dulce y hermosa, valor inmaterial de la humanidad y creo que seguimos siendo complacientes y no reaccionamos dejaremos pasar la oportunidad de hacer algo para que más peruanos orgullosos de sus raíces practiquen esta lengua, herencia de nuestros ancestros, y mientras los peruanos aceptemos expresiones subliminales como “Encuentro de dos mundos” para referirnos al proceso de confrontamiento violento de la cultura occidental sobre la andina habremos perdido esa oportunidad de reacción frente al avasallamiento de nuestro más grande legado “El quechua”.
A propósito de lo antes señalado el significado de la palabra ”encuentro” según la
precisión de la Real Academia de la Lengua Española significa: “Acto de coincidir en un punto dos o más cosas a veces chocando una contra otra” Podemos señalar que según el significado del término se señala la expresión “a veces chocando; trasladando esta concepción a la expresión “encuentro de dos mundos” podemos señalar que solo a veces hubieron actos violentos de una cultura sobre la otra. En este punto cito el significado de la expresión eufemismo según la RAE “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o mal sonante” Queda claro entonces la afirmación de nuestra tesis, que la expresión “encuentro de dos mundos” es un eufemismo que pretende darle un sentido por decirlo menos suave al proceso histórico de interrelación violenta entre el blanco y el indio. Concluyendo con la presente reafirmo que en el Perú no existió jamás un encuentro entre de dos mundos, esta es una expresión eufemística para denominar a hechos históricos repudiables que, social y culturalmente, ejerció la cultura occidental sobre la andina y que el legado de José María Arguedas está en su ejemplo de vida, y como mestizos, herederos de una cultura exquisita, tenemos el deber de practicarla y difundirla y no permitir que lo extranjero la ahogue como antaño lo hicieran con nuestros ancestros.