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En el centenario de Ernest Mandel


Ernest Mandel François Vercammen 07/04/2023

Ernest Mandel, dirigente del Secretariado Unificado de la IV Internacional y economista,


nació el 5 de abril de 1923, hace ahora 100 años. En 1979 recogió en forma de entrevista
con Jon Rothschild un balance de los debates estratégicos en la izquierda revolucionaria
de los años 60 y 70, que publicó la editorial Verso en 1979 con el título Revolutionary
Marxism Today. El texto que reproducimos en primer lugar recoge dos apartados del
primer capítulo del libro, referidos a la política de frente único y los gobiernos obreros que,
para facilitar la lectura, se han colocado en orden inverso. El texto que está en segundo
lugar es de uno de sus discípulos mas cercanos y también dirigente de la IV lnternacional
ya fallecido, François Vercammen, que polemiza con el texto de Mandel.

Ambos textos fueron publicados en julio de 2015 en Sin Permiso, en el 20 aniversario de


la muerte de Mandel y tuvieron una importante influencia en la orientación de la nueva
revista. Al celebrarse este 5 de abril el centenario del nacimiento de Mandel nos ha
parecido de interés compartirlos con los nuevos y jovenes lectores de SP, que también
pueden encontrar en nuestros archivos otros cinco artículos de Mandel, asi como dos
dosieres en la versión impresa dedicados a distintos aspectos de su obra.

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Frente único y Gobierno de los Trabajadores en la estrategia revolucionaria

Ernest Mandel

El reformismo ha dominado durante décadas el movimiento obrero. ¿Cómo se explica


esta larga hegemonía? ¿Cómo puede superarse con la actividad de los revolucionarios en
la clase obrera?

Para comenzar, señalemos que la realidad de la lucha de clases en los países avanzados
capitalistas desde la I Guerra Mundial –o desde 1905, si se prefiere- no puede reducirse
puramente a formulas como “la hegemonía del reformismo” o la contraria “los trabajadores
tienden espontáneamente a ser revolucionarios pero los reformistas traidores les impiden
hacer la revolución”. Ambas proposiciones son analíticamente absurdas.

La primera implicaría simplemente que el socialismo es imposible, la segunda una


concepción demonológica de la historia. Ninguna es capaz de dar cuenta de la realidad
histórica. El hecho es que durante los periodos de funcionamiento normal de la sociedad
burguesa, la clase obrera está bajo la hegemonía reformista. Pero esta afirmación es
poco más que un truismo. ¿Cómo podría funcionar normalmente el capitalismo si la clase
obrera contestara su propia existencia cotidianamente mediante la acción directa? Pero el
capitalismo tampoco ha funcionado “normalmente” durante los últimos sesenta o setenta
años. Los periodos de normalidad han sido interrumpidos por el estallido de crisis, por
situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias. Es imposible para la clase obrera–por
razones económicas, sociales y psicológicas- vivir en constante estado de ebullición
revolucionaria. Esta sucesión de situaciones con distintas condiciones plantea por lo tanto

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las mismas viejas cuestiones sobre los límites temporales de las crisis pre-revolucionarias
y revolucionarias.

Y ello nos retrotrae a una problemática trotskista fundamental: la dirección revolucionaria;


la relación entre la elevación del nivel de conciencia del proletariado y su capacidad de
auto-organización; de la construcción de una dirección revolucionaria. La coincidencia de
todos estos factores pueden conducir la crisis a una situación distinta de la del
“funcionamiento habitual” del capitalismo, que por si mismo genera la hegemonía
reformista. Para beneficio de todos aquellos que puedan etiquetar de “revisionista” este
análisis, recordemos que este tipo de revisionismo tiene raíces profundas, ya que el
propio Lenin escribió que la clase obrera es “naturalmente sindicalista” durante los
períodos de funcionamiento normal del capitalismo y “naturalmente anti-capitalista” en
situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias.

Los reformistas mantendrán probablemente su mayoría en la clase obrera durante los


períodos “normales”, si esta expresión tiene realmente sentido en la fase de decadencia
del capitalismo. En cualquier caso, es evidente que hay una diferencia entre una situación
en la que el disenso se limita a la existencia de pequeños grupos aislados de
revolucionarios de una parte y los grandes aparatos de los partidos de masas de otra, y
las situaciones en las que los revolucionarios han hecho ya la acumulación primitiva de
fuerzas, incluso si todavía representan una pequeña minoría de la clase. En este último
caso, la lucha para arrebatar la hegemonía sobre las masas a los reformistas es mucho
más fácil, una vez que ha estallado la crisis revolucionaria.

La debilidad de las organizaciones revolucionarias durante e inmediatamente después de


la II Guerra Mundial, por ejemplo, fue tal que era imposible cualquier desafío real a los
reformistas. A los ojos de las masas, los revolucionarios no representaban una alternativa
creíble a los reformistas y a los estalinistas. La correlación de fuerzas tenía que cambiar
antes. Pero una organización revolucionaria que tenga no unos cuantos cientos de
cuadros, sino una decena de miles o más puede, de manera realista, tener esperanzas en
ganar la batalla a los aparatos reformistas una vez que aparezcan las condiciones
favorables para ello. La composición social de la organización y su capacidad para
reclutar un número suficiente de cuadros obreros que sean reconocidos como dirigentes
auténticos, al menos potencialmente, de su clase en las empresas son también elementos
decisivos que pueden estudiarse en detalle en una serie de casos específicos: el Partido
Bolchevique entre 1912 y 1914, el ala izquierda del Partido Socialdemócrata
Independiente (USPD) en Alemania entre 1917 y 1920, la izquierda revolucionaria en
España entre 1931 y 1936.

A ello podemos añadir que la desaparición de una tradición anti-capitalista es un


fenómeno relativamente reciente. Un hecho que esta ligado a la transformación de los
Partidos Comunistas en los países industrialmente avanzados al final de la II Guerra
Mundial y, especialmente, al final de la Guerra Fría. La educación anti-capitalista continuó
incluso en los Frentes Populares, con una aplicación de la política estalinista a dos
niveles, por ponerlo de alguna manera. Hoy, el reformismo socialdemócrata y estalinista
contribuyen para mantener a la clase obrera prisionera de las ideologías burguesas y
pequeño-burguesas. Pero cualquier visión de la lucha de clases que se fije
exclusivamente en este aspecto de la realidad subestimará el impulso anti- capitalista,
casi estructural, inherente en la clase obrera en cualquier fase prolongada de
inestabilidad.

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Que la clase obrera es espontáneamente anti-capitalista durante los períodos pre-
revolucionarios ha sido confirmado país tras país de una manera significativa: Alemania
1918-1923, Italia 1917-20, Francia 1934,36, España 1931-36, Francia de nuevo en Mayo
del 68, Italia de nuevo en 1969-70 y 1975-76, España de nuevo en 1975-76, Portugal en
1975 y la lista puede continuar..

Por otra parte, estas explosiones de actividad (y conciencia) espontáneamente anti-


capitalista tienen efectos menos duraderos en la conciencia de clase y permiten a los
reformistas recuperar su control de manera relativamente rápida a menos que sean
aprovechados por poderosas organizaciones de masas anti-capitalistas, como los
Partidos Comunistas de los años 20, o por una vanguardia obrera significativa en
constante alerta frente a los aparatos burocráticos.

Otro fenómeno, que se suele confundir con el anterior, es la estratificación de la clase


obrera y la relación entre esta estratificación y los distintos niveles de conciencia en el
proletariado. Lo que puede aparecer como un reforzamiento numérico de los reformistas
al comienzo de una situación pre-revolucionaria o revolucionaria es sobre todo
consecuencia de la extensión de la politización de sectores que habían sido hasta
entonces pasivos políticamente. Este tipo de crecimiento de las fuerzas reformistas no
contradice por lo tanto la radicalización paralela de de los sectores mas activos que tienen
una mayor experiencia en la actividad política.

Tomemos el ejemplo de Marzo y Abril de 1917 en Rusia. El enorme aumento del apoyo a
los mencheviques y Social Revolucionarios durante esos meses no fue en ningún caso el
resultado de un declive en el apoyo a los Bolcheviques entre los sectores más
conscientes del proletariado. Por el contrario, el peso de los Bolcheviques en la
vanguardia de la clase, creció. Pero los reformistas crecían aun más deprisa, porque
cientos de miles de obreros que antes no habían sido políticamente activos entraban en el
movimiento por primera vez. Y, por supuesto, se orientaban en principio hacia las fuerzas
más moderadas.

¿Implica este análisis de la conciencia de clase del proletariado que la política del Frente
Único obrero debe ser una línea estratégica fundamental de los revolucionarios?

Debemos distinguir dos objetivos políticos distintos o, si se quiere, socio-políticos. La


clase obrera no puede acabar con el capitalismo, ejercer el poder y comenzar a construir
una sociedad sin clases a menos que alcance un nivel de unidad de su fuerza social y un
nivel de politización y conciencia cualitativamente más alto que el que existe en el
capitalismo en épocas “normales”. De hecho, solo a través de esa unificación y
politización el conjunto de la clase puede constituirse en “clase para si”, mas allá de las
diferencias de oficio, nivel de conocimientos, origen nacional o regional, raza, sexo, edad,
etc...

La mayoría de los trabajadores adquiere la conciencia de clase, en el sentido mas


profundo del término, solo a través de la experiencia de este tipo de unidad en la lucha. El
partido revolucionario cumple un papel mediador esencial en todo ello. Pero su propia
actividad no puede sustituir esta experiencia de lucha unitaria en la mayoría de los
trabajadores. El partido por si mismo no puede ser el origen de donde surja esta
conciencia de clase en millones de asalariados.

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El marco organizativo mas conveniente para esta unificación del frente proletario es un
sistema de consejos obreros que pueda agrupar, federar y centralizar a todos los
trabajadores y trabajadoras, organizados o no, por encima de su afiliación política o
creencias filosóficas. Ningún sindicato o frente único de partidos ha sido capaz de
alcanzar este tipo de unidad, ni nunca lo será.

Por esta razón, los marxistas revolucionarios siempre han urgido la unificación de las
reivindicaciones y luchas de todos los trabajadores y trabajadoras, no solo económica,
sino también política o cultural. Y se enfrentan a cualquier maniobra que intente dividir a la
clase. Actúan como el sector más decidido en la defensa de la unidad de las
movilizaciones y luchas. Y ello requiere que se preste una especial atención a los sectores
de la clase más sobre-explotados y oprimidos. Porque sino, esta unificación no es posible.

La política de unificación de frente proletario es, sin lugar a dudas, un objetivo estratégico
permanente de los marxistas revolucionarios.

Esta problemática de la unificación y politización del conjunto del proletariado es distinta,


sin embargo, de la cuestión de una propuesta concreta de frente único dirigida a las
diferentes organizaciones y corrientes de la clase obrera. No entraré a discutir los
objetivos, orígenes históricos o papel particular que juegan esos partidos y
organizaciones. Pero si me gustaría examinar la articulación precisa entre la política de
frente único en la medida que concierne a dos partidos tradicionales del movimiento
obrero – los partidos comunistas y socialistas- y la estrategia de unificación y politización
marxista del conjunto del proletariado.

Hay toda una serie de razones por las que estos dos conjuntos de problemas no son
idénticos. Primero, los partidos socialistas y comunistas no ejercen su influencia sobre el
conjunto de la clase obrera. En segundo lugar, en el proletariado hay capas de
vanguardia, algunas organizadas y otras no, que han sacado sus conclusiones de
anteriores traiciones de la socialdemocracia y el estalinismo y que desconfían
profundamente de los aparatos burocráticos de esas corrientes. En tercer lugar, las
direcciones burocráticas socialistas y comunistas en la clase obrera mantienen
orientaciones políticas que con frecuencia entran en conflicto con los intereses inmediatos
–para no hablar de los intereses históricos- del proletariado. Es por lo tanto perfectamente
posible que lleguen a acuerdos de unidad cuyo objetivo sea desorientar, frenar o
fragmentar la movilización de los trabajadores. Y ello especialmente en una situación pre-
revolucionaria o revolucionaria, cuando estos aparatos de manera sistemática intentan
impedir la toma del poder por el proletariado.

Pero aunque estos dos conjuntos de problemas no son idénticos, tampoco pueden
separarse por completo. En todos los países en los que el movimiento obrero organizado
tiene una larga tradición, una parte significativa de la clase sigue manifestando algún nivel
de confianza en los partidos socialistas y comunistas, no solo electoralmente, sino
también política y organizativamente. Es por lo tanto imposible realizar ningún progreso
real en la unificación del frente proletario sin tomar en cuenta esta confianza relativa o
asumiendo que los trabajadores socialistas y comunistas se sumarán al frente sin tener en
cuenta las reacciones y actitudes de sus dirigentes.

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De ello se concluye que una política de frente único dirigida a los partidos socialistas y
comunistas es un componente táctico de la orientación general estratégica. Pero eso es lo
que es, un componente, y no un sustituto de esa orientación. Y ello es especialmente
verdad dado que la máxima unificación y politización del conjunto del proletariado requiere
tanto el compromiso de los trabajadores socialistas y comunistas y una ruptura de la gran
mayoría de estos trabajadores con las opciones de colaboración de clases que mantienen
los aparatos burocráticos.

Es interesante subrayar que la reducción simplista de la estrategia de unificación de las


fuerzas proletarias y la elevación máxima de la conciencia de clase con la política de
frente único con los partidos socialistas y comunistas es con frecuencia paralela a la
ilusión espontaneista de que la formación de un frente único es suficiente para que los
obreros rompan con los reformistas en virtud de aliento que resulta de la unidad de la
lucha. Aún más ilusoria y espontaneista es la noción que la experiencia de un “gobierno
sin ministros capitalistas” sería suficiente para iniciar el camino de una ruptura de las
masas trabajadoras con el reformismo y la formación de un auténtico “gobierno obrero”
anticapitalista.

La experiencia histórica demuestra que esas nociones son falsas. Basta con recordar, por
ejemplo, que nada menos que después de seis gobiernos laboristas “puros” en Gran
Bretaña –y con ello me refiero a gobiernos sin ministros burgueses- el aparato reformista
seguía manteniendo su control sobre la mayoría de la clase obrera, incluso a pesar de
que ese aparato estaba integrado en el estado burgués y la sociedad burguesa más
profundamente que nunca e incluso cuando defiende y practica una política de estrecha
colaboración de clases con el gran capital.

La táctica de frente único es útil a la estrategia de unificación del proletariado y elevación


de su conciencia de clase solo si se dan una serie de condiciones.

En primer lugar, las propuestas de frente único dirigidas a los partidos comunistas y
socialistas deben centrarse en los temas de más actualidad de la lucha de clases y deben
exigir a las direcciones de esos partidos la unidad para luchar por objetivos específicos
que articulen los intereses de los trabajadores en esos temas. Deben por lo tanto tener
una faceta programática, porque sino pueden, incluso en condiciones revolucionarias,
facilitar maniobras contra la clase obrera.

En segundo lugar, las propuestas deben formularse de manera que sean creíbles para las
amplias masas, en un momento en el que sea posible ponerlas en práctica y de manera
que tengan en cuenta el nivel de conciencia de los trabajadores que siguen a esos
partidos. En otras palabras, una de las funciones esenciales de estas propuestas es la
acción práctica, o al menos ejercer tal presión en la base de esos partidos que tengan que
pagar un alto precio por su negativa a comprometerse en la unidad de acción.

En tercer lugar, bien a través de la consecución del frente único (la variable mas
favorable, por supuesto) o a través de la presión acumulada en las bases a favor del
frente único, las propuestas deben desencadenar un proceso de movilización, de lucha, y
llegado un punto, de auto-organización de las masas bien por la ampliación del frente o
por la lucha por conseguirlo. Este proceso, que esta en relación con el papel creciente del
partido revolucionario, acentúa la fuerza objetiva del proletariado, aumenta su auto-
confianza, eleva el nivel de conciencia, lleva a sectores masivos de la clase obrera a

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romper con la ideología y la estrategia reformista y alimenta la capacidad de los
trabajadores para ir en la acción más allá del control de los aparatos burocráticos.

En cuarto lugar, para facilitar todo este proceso, el partido revolucionario tiene que
acompañar estas propuestas de frente único con advertencias a los trabajadores sobre la
verdadera naturaleza y los objetivos de las direcciones de los partidos socialistas y
comunistas. No debe alimentarse ilusiones de que es posible cambiar el carácter de estos
partidos a través de las políticas de frente único. No debe confiarse en esas direcciones (o
en gobiernos compuestos por ellas) para llevar a cabo los objetivos del frente único y
defender los intereses del proletariado. El llamamiento al frente único debe de estar
acompañado de la preparación para y el llamamiento a los trabajadores para que tomen la
iniciativa ellos mismos y solucionen sus problemas a través de su movilización, su lucha y
la autoorganización al nivel más alto posible. El frente único debe facilitar y estimular
estos distintos procesos y no puede ser su sustituto.

Quiero acabar este punto señalando los esfuerzos de Trotsky para formular una solución
correcta a estos problemas. Puede seguirse en prácticamente todos sus escritos, de
1905-06 a su intervención en las discusiones de la Internacional Comunista sobre el frente
único; de sus apasionados avisos en Alemania en 1923 y de nuevo en 1930-33 a sus
batallas sobre Francia en 1934-36; y constituye una de sus más importantes
contribuciones al marxismo. Más aún, sería un error creer que esta problemática solo es
importante para los países imperialistas. Por el contrario, la unificación socio-política del
proletariado es igualmente esencial en los países subdesarrollados y es un elemento
central en la estrategia de revolución permanente por esa misma razón. Y en no pocos de
los países de América Latina y el Subcontinente Indio, la cuestión de cómo organizar
frentes únicos con los trabajadores de los partidos reformistas es una cuestión central.

¿No es muy probable que en los países con una estructura estable de democracia
burguesa sea necesario pasar por un período de lo que la Internacional Comunista
llamaba en sus primero tiempos un “gobierno obrero”, en el sentido fuerte o débil de este
concepto? En otras palabras, un gobierno formado por partidos obreros, posiblemente
incluso incluyendo algún partido pequeño-burgués, pero con un programa que reclame la
ruptura con el capitalismo. ¿No es probable que el movimiento obrero tenga que pasar por
la experiencia de este tipo de gobiernos antes de que surjan las primeras instituciones de
dualidad de poder? Más aún, ¿No es también probable que haya diputados pro-soviéticos
en el parlamento antes de que se generalicen los órganos de dualidad de poder? ¿Es
concebible que se desarrolle una situación revolucionaria sin la elección al parlamento de
revolucionarios?

Me parece que estas mezclando demasiados elementos especulativos en lo que son


problemas mucho más definidos. Prefiero abordar este problema de otra manera.
Primero, en los países con una fuerte tradición democrática-burguesa –y más aun en los
países imperialistas que han salido de dictaduras en los que las ilusiones democrático-
burguesas tienden a ser mayores que en los países con tradiciones democráticas
arraigadas- es inconcebible que se desarrollen los consejos obreros a menos que la clase
obrera experimente formas más elevadas de democracia que la democracia burguesa.
Los trabajadores deben de poder comparar los meritos de ambas en la práctica.

Segundo, estoy de acuerdo de que es poco probable que se desarrolle la lucha por el
poder soviético sin que una corriente marxista revolucionaria haya ganado suficiente

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fuerza en la clase obrera como para estar representada en el Parlamento. Y tercero, es
inconcebible que surja una situación de doble poder en un país con una larga tradición de
movimiento obrero sin que esa situación perturbe el control total de las burocracias
colaboracionistas de clase y reformistas en los grandes partidos obreros.

Estas tres proposiciones me parecen casi evidentes. Pero deducir otras conclusiones de
ellas sería plantear hipótesis especulativas tan concretas que serian muy difícil de
contestar con un si o un no. Para dar solo un ejemplo. He dicho que por lo general una
situación de doble poder implicaría la existencia de una corriente socialista y
revolucionaria lo suficientemente fuerte como para obtener representación parlamentaria,
si hubiera elecciones parlamentarias en ese momento. Pero como muchos parlamentos
se eligen por períodos de cuatro o cinco años, es posible que haya grandes crisis entre
elecciones que cambien la correlación de fuerzas drásticamente en el seno de la clase
obrera. En ese caso, sino se celebran elecciones en ese período, se producirá un seria
diferencia entre la composición del parlamento y la correlación real de fuerzas,
especialmente en los sindicatos, en los consejos obreros (si existe una citación de
dualidad de poder) y otras formas de representación de la clase obrera.

Por lo que se refiere a la cuestión del Gobierno de los Trabajadores, la resolución de la


Internacional Comunista sobre este tema describía distintas variables posibles. Una de
ellas implica no solo una crisis en la dirección tradiciones, colaboracionista de clase, de
los partidos obreros de masas, sino también su sustitución por corrientes más a la
izquierda o escisiones masivas y la creación de nuevos partidos como ocurrió con el
USPD en Alemania de los años 20. Pero esta no es la única forma en la que puede ocurrir
un tipo de crisis semejante. Es el escenario más favorable, por supuesto, pero no el único
posible. De hecho si observamos lo que ha ocurrido desde 1920-21 – y hemos visto
desde entonces crisis con irrupción del movimiento de masas muy importantes, debemos
concluir a la luz de la experiencia histórica que el caso del USPD fue bastante
excepcional. No hubo, por ejemplo, una escisión similar en el PSOE entre 1934 y 1936,
con la excepción de las Juventudes, y acabó bastante mal porque fueron los estalinistas
los que se hicieron con el control del sector escindido. En los años 40, mucha gente,
incluidos los trotskistas, esperaban o confiaban que el ala izquierda Bevanista del Partido
Laborista británico se hiciera con el control de la dirección. Pero no ocurrió así ni hubo
ninguna escisión del ala izquierda. Se podrían dar otros ejemplos. De hecho, cuando mas
radicales han sido los acontecimientos más se han producido este tipo de desarrollos –
como en el caso del PSIUP en Italia o el PSU en Francia en los años 60- pero ninguno de
ellos comparables al caso del USPD.

Personalmente estoy convencido que la dirección establecida de los partidos socialistas y


comunistas de Europa Occidental no formaran gobiernos de los trabajadores del tipo del
que estamos hablando. Lo más que harán es formar gobiernos burgueses-obreros, la
segunda categoría de las analizadas por la Internacional Comunista. Pero eso es algo
completamente diferente: no se trata de gobiernos que comiencen a romper con la
burguesía.

Pero esos gobiernos pueden proclamar que quieren romper con los capitalistas, aunque
realmente no lo hagan.

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Eso es algo muy diferente. La diferencia esta ya señalada en la resolución de la
Internacional Comunista y ha sido confirmada especialmente por la experiencia histórica.
Ha habido hasta los años 80 6 o 7 gobiernos laboristas de ese tipo.

Pero ninguno de ellos con un programa que defendiera la ruptura con el capitalismo.

Es verdad. Pero lo que quiero subrayar es que en un futuro previsible es que no habrá en
Europa Occidental alianzas de partidos socialistas o comunistas que vayan más allá del
programa, por poner un ejemplo, de la Unión de la Izquierda en Francia. Y en ningún caso
pretendió una ruptura con el capitalismo. En el mejor de los casos –e incluso esto es muy
hipotético- veremos programas similares a los del Partido Laborista británico en 1945, que
era un programa reformista radical, o del Partido Socialista austriaco, que incluía la
nacionalización de sectores importantes de la economía nacional.

Ninguno de estos programas es en manera alguna anticapitalista. Ninguno puede


compararse al programa de la Unidad Popular chilena. Incluso en ese caso, el carácter
anticapitalista del programa era dudoso, pero la dinámica que desató fue mucho más
radical. En Europa Occidental, sin embargo, con los partidos tradicionales de la clase
obrera que existen, es difícil imaginar desarrollos que vayan más allá de la Unión de
Izquierdas francesa o el Partido Laborista británico de 1945.

¿Sería correcto entonces concluir que no consideras muy importante plantear


reivindicaciones programáticas o consignas en relación con ese tipo de gobiernos
burgueses-obreros exigiéndoles que rompan con el capitalismo? ¿Estas diciendo que
sería imposible imponer medidas anticapitalistas a esos gobiernos?

De nuevo estas especulando. Nadie puede prever la forma exacta en la que se producirán
situaciones revolucionarias en Europa Occidental. Es imposible determinar un modelo que
se puede aplicar a todos los casos. Lo que estas describiendo no es sino una variante de
muchas. No la descarto por completo y estoy por supuesto de acuerdo totalmente de que
si hay un gobierno compuesto exclusivamente por representantes del movimiento obrero,
los revolucionarios deben plantear reivindicaciones y consignas exigiendo que ese
gobierno rompa con el capitalismo. Pero eso es muy distinto de decir que esta será la
manera predominante por la que la conciencia de la clase obrera se elevará a niveles
cualitativamente superiores. También puede ocurrir como resultado de una huelga
general, de una serie de luchas directas, de una confrontación con la reacción o el
aparato de estado. Hay simplemente demasiadas variables como para poder subsumirlas
en un solo esquema.

De nuevo, ello es obvio después de lo que ha ocurrido en Europa en los últimos cuarenta
años. En Francia, la crisis estalló en 1936 como consecuencia de una combinación de la
victoria electoral del Frente Popular y una huelga general; en España, de la confrontación
directa con los fascistas; en Portugal, del derrumbe por una conspiración militar de un
gobierno bonapartista, semi-fascista, senil; mas recientemente, en España de nuevo, fue
el resultado del retraso de la burguesía a la hora de deshacerse de una dictadura que en
los años 70 ya no correspondía a la correlación real de fuerzas. Ya tenemos cuatro
variantes.

El problema más general –expuesto en sus rasgos generales por Trotsky e


insuficientemente desarrollado por los marxistas revolucionarios durante un largo período-

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es este: en un país capitalista avanzado con una estructura política muy sofisticada y un
sistema social complejo, en el que haya una larga tradición conservadora en el
movimiento obrero, es inconcebible que los trabajadores opten directamente por sistemas
de organización soviéticas y, más tarde, por formas de poder soviéticos sin pasar por
nuevas experiencias muy profundas de lucha y nuevos avances de su conciencia. No se
trata simplemente de construir un partido revolucionario independientemente de lo que
ocurre en la clase obrera: es que no se puede dar un giro revolucionario con una clase
obrera predominantemente reformista. Es simplemente imposible. Sería un esquema
burocrático, aventurero e idealista.

La cuestión de que tipo de táctica hay que adoptar en relación con un gobierno burgues-
obrero debe ser discutida con un espíritu similar. El arma táctica esencial para ganar a la
mayoría de las masas cuando hay un gobierno de ese tipo es el Frente Unico, bajo ciertas
condiciones políticas cruciales. Pero en la situación muy compleja y delicada de un
gobierno de izquierdas –un gobierno que las masas identifiquen como de las
organizaciones obreras- esta táctica debe basarse en una actitud cuidadosamente
equilibrada hacia el gobierno. (No estoy hablando aquí de un gobierno de “compromiso
histórico”, es decir el típico gobierno de coalición de los grandes partidos burgueses y
reformistas). La actitud de los marxistas revolucionarios no debe ser esquemática, o
limitarse a continuos llamamientos a derrocar el gobierno –que sonarían a oídos de las
masas extrañamente similares a los de la derecha y extrema derecha. No estoy diciendo
que nuestra actitud debe ser de apoyo: no estamos por ese tipo de gobierno,
evidentemente, sino porque sea reemplazado por un auténtico gobierno de los
trabajadores. En cualquier caso, se trata de un gobierno burgués-obrero, visto por las
masas como tal. Sería sectario y completamente improductivo adoptar hacia él la misma
actitud que hacia un gobierno burgués puro y duro o un gobierno de Frente Popular.

Solo cambiaríamos nuestra posición si el gobierno comienza a reprimir al movimiento de


masas. Esa fue la posición de Lenin en abril de 1917, como puede verse leyendo sus
escritos de marzo a junio de 1917. Por ejemplo: “No defendemos aun el derrocamiento de
este gobierno, porque es apoyado por la mayoría de los trabajadores”. Solo cambió su
actitud después de la represión que siguió a las Jornadas de Julio. Mientras que un
gobierno de este tipo no reprima, debemos adoptar una actitud de “tolerancia crítica”, de
propaganda de oposición pedagógica, para permitir que las masas aprendan mediante su
experiencia. Ello significa en concreto plantear una serie de reivindicaciones que
corresponden a dos criterios básicos.

Primero, es necesario profundizar la ruptura con la burguesía y exigir la dimisión de los


dos o tres ministros burgueses probablemente incrustados en el gobierno. Por supuesto,
ello no cambiará mucho la naturaleza del gobierno: seguirá siendo un gobierno burgués-
obrero incluso sin esos ministros. La experiencia de España en 1936 y de Chile han
puesto en evidencia ambos la necesidad de una purga y eliminación profunda de todo el
aparato represivo de la burguesía, la disolución de los cuerpos represivos y el fin de los
jueces de por vida. Además, están todas las reivindicaciones económicas de las masas
relacionadas con las nacionalizaciones bajo control obrero, que expresan la lógica de la
dualidad de poder.

La segunda categoría básica de reivindicaciones que hay dirigir al gobierno tienen que ver
con la respuesta a los inevitables actos de la burguesía de sabotaje y desorganización
económica. En este tema, la orientación política debe ser la de respuesta inmediata a las

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provocaciones: ocupación y toma de las empresas, seguida de su coordinación;
elaboración de un plan obrero de reconversión y revitalización económica; extensión y
generalización del control obrero en la orientación de la auto- gestión; la gestión de todo
un conjunto de áreas de la vida social por los sectores directamente implicados
(transporte público, comercio callejero; guarderías, universidades, tierras agrícolas..).
Numerosos sectores evolucionaran desde el reformismo hacia el centrismo de izquierdas
y el marxismo revolucionario discutiendo estos problemas en el marco de la democracia
proletaria y a través de su propia experiencia práctica, protegidos por la defensa
intransigente de la libertad de acción y movilización de las masas, incluso cuando ello
“moleste” a los planes del gobierno o choque con los de los reformistas. Esta ruptura con
el reformismo será ayudada por el ejemplo, la consolidación y la centralización de varías
experiencias de autoorganización. Pero en nada ayudan, sin embargo, los excesos
sectarios, los insultos del tipo “social-fascistas”, o ignorar la especial sensibilidad de
quienes aun confían en los reformistas. La política de ganar a las masas a través del
frente único esta íntimamente unida a la afirmación., extensión y generalización de la
dualidad de poder, hasta llegar e incluir la consolidación del poder obrero con la
insurrección.

El resultado objetivo de las políticas de los reformistas son las siguientes: creciente
impotencia del gobierno de izquierdas; incapacidad para cumplir sus promesas; desilusión
creciente de las masas y la creación de un terreno fértil para la desmovilización y
desmoralización y la vuelta poderosa de la reacción, a través de la violencia o incluso de
medios legales y electorales. Ello confirma que no hay alternativa: o se profundiza la
movilización de las masas hasta la victoria o su declive y derrota es inevitable. En este
tipo de períodos hay una carrera entre dos movimientos, uno que lleva al desbordamiento
de los aparatos reformistas y otro a la retirada de las masas como consecuencia de la
bancarrota de los reformistas. El primero se impondrá solo si la correlación de fuerzas
social y política cuenta al menos con algunos elementos favorables: si el movimiento de
masas no se estanca y crece; si la autoorganización se refuerza y extiende, en vez de
desaparecer rápidamente; y si los revolucionarios tienen éxito y superan su debilidad y
aislamiento y establecen miles de nuevos lazos con las masas gracias a la extensión y
generalización de una auténtica y viva experiencia de frente único ( y no meramente una
caricatura propagandística que consista en exigir a los reformistas que respondan para
desenmascarar lo que dicen). Este camino no es una garantía de victoria, pero es la única
oportunidad que hay.

Ernest Mandel y la capacidad revolucionaria de la clase obrera

François Vercammen

Un hilo conductor recorre toda la obra de Ernest Mandel: la clase obrera (1) como fuerza
revolucionaria y emancipatoria, capaz de imponer a través de su propia actividad la
transición del capitalismo al socialismo.

Según Ernest Mandel, esta capacidad no se basa en un "idealismo" arbitrario, utópico o


voluntarista, sino en las condiciones materiales objetivas de la existencia de la clase
obrera en el capitalismo. En tanto que fuerza de trabajo es parte (con la naturaleza y los
medios de producción) de las tres fuerzas productivas - y le corresponde el primer lugar.

10
Sin ella, el capitalismo no funcionaría. Esta posición objetiva influye decisivamente en el
proceso de producción, la organización del trabajo, la relación del trabajador / trabajadora
con el trabajo en la empresa, pero también fuera de ese ámbito en el conjunto de las
relaciones sociales.

"La" pregunta

El papel que esta llamada a jugar deriva de su situación de explotación, opresión y


alienación, que la empujan a la resistencia, a la lucha, a la rebelión. Como atestiguan los
hechos y los acontecimientos. La conciencia colectiva socio-político que manifiesta no
existe a priori; no se deriva, a priori, de su "carácter de clase". Su forma y contenido
concreto son el resultado de las contradicciones sociales reales y de su propia actividad.
Así nace y se desarrolla el movimiento obrero.

A partir de la defensa de sus condiciones de trabajo y existencia, es capaz, sin embargo -


como han demostrado, de nuevo, los hechos- de revueltas, de luchas sindicales y
políticas capaces de paralizar la economía capitalista y su Estado.

Muchos comentaristas, ideólogos, académicos y políticos (de izquierda y derecha) están


dispuestos a seguir este razonamiento hasta este punto. Pero la pregunta que surge es
de naturaleza diferente: ¿es también capaz de derrocar el capitalismo, conquistar el poder
político y (comenzar a) construir otra sociedad -socialista- basada en la propiedad
colectiva de los medios de producción, la planificación democrática, la auto-organización y
la satisfacción prioritaria de las necesidades sociales de la mayoría de la población?

La respuesta es claramente afirmativa. Porque eso es lo que sucedió en Rusia, China,


Yugoslavia, Indochina (Vietnam, Laos, Camboya), y Cuba. (1a)

Un punto específico salta a los ojos: el avance revolucionario se ha producido hasta ahora
en la periferia del sistema capitalista mundial.

Replanteemos por tanto nuestra pregunta, haciéndola más concreta: ¿por qué la clase
obrera ha sido incapaz, hasta la fecha, de derrocar al capitalismo en los países
capitalistas avanzados (por lo general con democracias burguesas), sobre todo en Europa
Occidental, donde las condiciones subjetivas parecieran significativamente mejores que
en los EE.UU., después de más de cien años de movimiento obrero socialista, y tras toda
la serie de crisis políticas, sociales, militares, económicas que el capitalismo central ha
experimentado?

Esta pregunta nunca abandonó a Mandel. Entendemos su obsesión de intentar


responderla teórica y prácticamente.

Dos argumentos y la "pregunta" planteada de otro modo

Mandel adelantó dos respuestas que, juntas, delimitan el problema.

La primera es a la vez histórica y circunstancial: la historia no ha terminado.

Cualquier revolución social -es decir, el paso de un modo de producción fundamental a


otro- es difícil y compleja (por ejemplo, la transición del feudalismo al capitalismo). Añadió

11
que -siguiendo a Rosa Luxemburgo (5)- , tanto más es aplicable a la revolución proletaria,
ya que será la primera revolución social de la historia en la que una clase completamente
explotada y oprimida debe desalojar del poder, totalmente desde abajo, a una clase
explotadora y opresora. Mientras que hasta ahora, la revolución social siempre ha
significado el paso de una sociedad de explotación a otra, y la sustitución de una clase
propietaria por otra. Situándose en la "historia larga", el argumento no carece de valor.
Pero no sirve más que para convencer a los ya convencidos -excepto quizás durante una
ofensiva del proletariado, tal vez .. Por el contrario, amplia el problema en lugar de
empezar a darle una solución política práctica.

Hay también una segunda respuesta, más inmediata y apremiante, a todos aquellos que
cuestionan el carácter potencialmente anti-capitalista del proletariado. Se trata de un
argumento empírico: la larga serie de explosiones sociales, de huelgas generales de
carácter político, de situaciones semi-revolucionarias que se han producido en Europa,
dejando de lado las que han tenido lugar como consecuencia de la Revolución Rusa de
1917 (4): Inglaterra (1926), España (1935-1937), Francia (1934- 1936), Bélgica (1934-
1936) y, al final de la Segunda Guerra Mundial en Italia, Francia, Grecia y de nuevo en
1948 (intento de asesinato de Togliatti), las huelgas generales belgas (1950, 1960-1961),
la huelga general en Grecia (1965), "Mayo del 68" en Francia e Italia (1969-73-75), la
revolución en Portugal (1974-1975).

Estas luchas semi-revolucionaria han sido de magnitud y fuerza desigual. Pero tienen en
común que demuestran efectivamente la capacidad práctica de la clase obrera para ir
más allá de un amplio movimiento de protesta, de evolucionar hacia una confrontación
global con el sistema socio-político existente y en algunos casos, para socavar el Estado
burgués y la propiedad privada capitalista. La combinación de ambos argumentos,
histórico y empírico, parece sostenerse.

Pero es inevitable constatar que ninguna de ellas ha sido victoriosa. Todas se han
detenido en el umbral de la lucha "hasta el final" para la conquista del poder político real.
¿Por qué?

Esta pregunta ha conducido a Mandel a una reflexión implacable para elaborar un marco
estratégico coherente sobre el cual basar una estrategia socialista.

La hipótesis catastrofista

Entre 1943 y 1946, la situación fue -en un sentido muy general- "revolucionaria" en
Grecia, Italia y Francia y muy inestable en Gran Bretaña y Alemania Occidental (6) . Pero
la burguesía reabsorbió rápidamente estos movimientos con la ayuda de los partidos
comunistas estalinistas y reestabilizó sus Estados, que canalizaron el descontento popular
hacia un acuerdo internacional (imposible en cualquier caso).

Esta derrota del proletariado occidental fue eclipsada por un tiempo por la victoria de la
revolución en Yugoslavia (1948) y, sobre todo, China (1949). Así, en la década de 1950,
todas las fuerzas conscientes de todas las clases sociales se preparaban para una tercera
guerra mundial (entre Estados Unidos y la URSS).

En busca de una causa decisiva que pudiese socavar el capitalismo, el concepto (o


"modelo") de una estrategia socialista para Europa seguía apoyándose en un esquema

12
catastrofista, bien fuese la dialéctica guerra-revolución o una crisis económica sistémica.
En este último escenario, obviamente, la analogía era un nuevo "1929", que provocó una
agudización de la lucha de clases en 1932-1938. La guerra como partera de la revolución
tenía como antecedentes la Comuna de París de 1870 a 1871 (Francia-Alemania), la
Revolución Rusa de 1905 (Rusia-Japón), así como los acontecimientos ligados a la
Primera y Segunda Guerras Mundiales. Esta visión era ampliamente aceptada por todas
las corrientes de izquierda en el movimiento obrero (comunista- estalinista, izquierda
socialista, anarquistas-libertarios), no como un "deseo", sino como el escenario
objetivamente más probable. Incluso en el seno de la Cuarta Internacional, donde entre
1950 y 1953, se desarrollo el debate sobre las tesis de Michel Pablo - el principal dirigente
de la época, al que apoyaba Ernest Mandel, que preveía que la inevitable nueva guerra
mundial provocaría directamente un proceso de revolución socialista internacional (7) .

La nueva guerra mundial no tuvo lugar. Y la economía mundial experimentó un nuevo


impulso, dando paso a una desconocida hasta entonces prosperidad entre las capas
mayoritarias de la clase obrera en Occidente. Fue un punto de inflexión en la situación
mundial y en el movimiento obrero. Por lo tanto, la posibilidad de la revolución socialista
en Occidente parecía posponerse décadas. No es de extrañar que esta situación
provocase una gran ofensiva ideológica al cuestionar los supuestos fundamentales del
marxismo y el socialismo. El impasse estratégico era, por tanto, total ..

Una nueva hipótesis estratégica

Cuando en 1965 Ernest Mandel escribió que "el debate sobre la estrategia socialista en
Europa Occidental debe partir de una hipótesis inicial, es decir, que en la próxima década
no conoceremos una guerra nuclear mundial o una crisis económica de una gravedad
comparable a la de 1929-1933 " (8) estaba haciendo una audaz doble ruptura: por un
lado, una ruptura radical con el viejo esquema estratégico; en segundo lugar, poner a
debate, con cierta cautela (debido al clima ideológico de la época), la posibilidad concreta
de una revolución socialista en Europa Occidental. Lo que no era evidente.

Para ser convincente, tenía que abordar y explicar todo aquello que, en su momento,
parecía ser nuevo, incluso desconcertante en la nueva configuración social, hacer frente a
todos los prejuicios y demostrar que esta nueva forma de capitalismo en expansión
(generalmente llamado "neocapitalismo") contenía suficientes contradicciones y
contradicciones fuertes como para empujar a la clase obrera hacia la lucha por el
socialismo.

Así se desarrolló un nuevo paradigma: la posibilidad concreta de una revolución socialista


en un país capitalista y democrático avanzado en tiempos de paz y prosperidad.

Se basaba en la ciencia y la investigación empírica:

En primer lugar, demostrar que, si bien era inútil especular sobre "la crisis económica
catastrófica y final", no era cierto que el capitalismo hubiese superado sus movimiento
económicos cíclicos. Al hacerlo, abriría una vía de análisis muy fructífera: la relación entre
los ciclos cortos y largos - los llamados "ciclos Kondratieff"y que E. Mandel llamaría más
tarde "ondas largas" (9).

13
En segundo lugar, elaborar una nueva visión de lo que podría ser en estas nuevas
condiciones una "situación de crisis" (revolucionaria).

Dos elementos de la nueva visión

La recuperación (más tarde profunda reformulación) de la teoría de Kondratieff-


Schumpeter le permitió comprender la importancia de la recesión de 1965-1966
(circunscrita a Alemania y su periferia inmediata, incluyendo Bélgica) y ponerla en relación
con la evolución del capitalismo internacional prediciendo, "solo contra todos", que "..el
largo período de crecimiento probablemente se agote a lo largo de los años sesenta",
dando paso "... al probable declive del neo-capitalismo" (10). Fue una predicción audaz,
pero no caprichosa. La apoyó en una demostración teórico-analítica fundada en lo que
llamó "el nuevo modo de funcionamiento del sistema capitalista" en el que "... las
contradicciones internas del neocapitalismo ... se superponen de alguna manera a las
contradicciones generales del modo de producción capitalista" (11).

En este nuevo análisis, dos ideas tenían importancia estratégica inmediata.

La primera es que la situación del movimiento obrero y de manera más general de la


lucha de clases se explica por "un conjunto de factores entre los que el determinismo
directo de la relativa prosperidad no está demostrada" (12). En otras palabras, el aumento
de los niveles de vida no necesariamente conduce a un declive de la conciencia de clase.
La huelga general en Bélgica de 1960-1961 fue su laboratorio para demostrar cómo "los
sectores mejor pagados también son los más experimentados y mejor organizados" (12a).

La segunda es una nueva visión sobre la relación, conocida teóricamente de antiguo,


entre ciclo económico y ciclo de luchas.

En este neocapitalismo "regulado", en el que "... la masa de trabajadores ya no es


empujada a la acción por el hambre, la miseria y el desempleo masivo ..." - como ocurrió a
menudo antes de 1940-, ese vínculo no es inmediato ni inequívoco. Así que "... el punto
culminante de la acción de masas no se produce en el punto más bajo de la actividad
económica. ... sino que suele coincidir con los momentos de variación de las tendencias
económicas" ( 13) (14) (por ejemplo, con las primeras oleadas de despidos, las luchas
salariales en un mercado de trabajo en expansión ...).

El otro elemento (con la teoría de las ondas largas) del nuevo paradigma estratégico fue
una cierta visión de lo que él llamaba en 1965, con prudencia, "una situación de crisis".
Reconociendo que en la situación económica en Europa de entonces, no se repetirían
revoluciones como la revolución alemana de 1918 ... ", propuso un "modelo histórico"
diferente ... "el de la huelga general de junio 1936 en Francia (y en menor medida la
huelga general belga de 1960-1961, que hubiera podido haber creado una situación
similar ...)" (15).

Hay que subrayar la precaución analítica de Mandel. Y con razón. Las experiencias
contemporáneas eran pocas y limitadas en su alcance. Ya la referencia a "1936" era, creo
yo, improvisada. Ciertamente, estaba fuera de un contexto de guerra, pero se caracterizó
por un clima económico y político de los años 30 (crisis económica, la miseria social, el
ascenso del fascismo, un movimiento obrero debilitado, ...), frente a la nueva, "... época

14
en la que ni el hambre ni la miseria empujan irresistiblemente al trabajador a la acción
anticapitalista ...".

Pero es evidente por qué la comparación es tentadora: la situación hasta la víspera del
68, se caracterizó asimismo por la ausencia o la marginación total de la izquierda
revolucionaria organizada. Pero, ¿cómo imaginar una situación revolucionaria sin partido
revolucionario, cuando la revolución es aún una quimera, los partidos socialistas de
izquierda muy débiles en Europa, y la capacidad de control de los principales partidos y
sindicatos muy fuerte?. Sin embargo, en el neocapitalismo "... la acción anticapitalista ...
no puede ser el resultado automático de su experiencia diaria. Pero puede llegar a ella a
través de la mediación, la toma de conciencia, que debe suscitar el movimiento obrero"
(16).

No se debe malinterpretar este juicio político: Ernest Mandel no preveía (¡todavía!) un


ascenso impetuoso de las masas que desbordase al movimiento obrero existente y se
lanzase a la auto-organización de las luchas. Por el contrario, todo se desarrollaba en las
estructuras del movimiento obrero tal y como existía. Es en ellas (en concreto, en ciertos
sectores de la izquierda sindical y política, en algunos países, y en concreto cita a "Italia,
Gran Bretaña y Bélgica ...") en las que hay que apoyarse con toda lucidez para favorecer
un cambio estratégico (programa de reformas estructurales, esfuerzo educativo
consciente de cuadros y activistas y propaganda de masas para sensibilizar al
proletariado) y combinar la actividad creciente de los sindicatos con la periodicidad cíclica
más o menos espontánea de las grandes luchas de la clase obrera. La alternativa a ello
sería "... un lento proceso de degradación y desaparición de la conciencia de clase, la"
despolitización" de la clase obrera como en Alemania o Suiza ... (17). La huelga general
belga en el invierno de 1960-1961 parece ofrecer una perspectiva realista (18).

Mayo del 68 y la "situación revolucionaria"

"Mayo del 68", es decir, el período de intensa inestabilidad política y social en el sur de
Europa, será muy rico y proporcionará un conjunto de nuevas experiencias a Ernest
Mandel para verificar, reforzar y adaptar su hipótesis estratégica a principios de los años
60.

Por un lado, su visión se vuelve más amplia y coherente sobre los resortes de una
situación explosiva. Para explicarla introduce el concepto de crisis social mundial (19). La
clase obrera se mantiene en el centro de su argumentación. Pero señala que otros
estratos sociales, otras preocupaciones, otras aspiraciones, otras formas de lucha y
movilización han surgido y refuerzan la potencialidad revolucionaria. En segundo lugar, y
lo más importante, la evocación prudente de una "situaciones de crisis" (1965) le
conducirá ahora a intentar desarrollar un verdadero concepto de "situación
revolucionaria", que reclama abiertamente su propia continuidad con la tradición marxista
revolucionaria ( Lenin, Trotsky).

Entre 1968 y 1975 Ernest Mandel escribió una serie de textos -analíticos, políticos,
tácticos ... de todo tipo (resoluciones internas, tomas de posición coyunturales, análisis
globales, estudios de casos particulares, ...) - que abordan este tema a partir de los
acontecimientos en Europa Occidental.

15
El texto de 1976 (20) intenta una síntesis, que quiere ser coherente y audaz (21). El
contexto es el de un auge revolucionario en Francia, Italia y Portugal, pero que acaba de
fracasar (noviembre de 1975). Y España. Ernest Mandel espera el estallido de una
potente situación revolucionaria en España (que piensa que puede engullir - al menos -
todo el sur del continente europeo (21a) .

En este contexto y con esto en mente, intenta - consciente de la dificultad (22) - clarificar
el concepto de "situación revolucionaria", que, desde 1905, es el verdadero elemento
clave de una estrategia extraparlamentaria al socialismo (Rosa Luxemburgo, Trotsky,
Lenin, pero también Kautsky antes de 1914) (23) .

Con el ascenso impetuoso de las masas, a raíz de una explosión social o una firme lucha
antifascista defensiva, etc. se inicia un ciclo de lucha que puede conducir inicialmente a
una situación pre-revolucionaria: de hecho, en la acción, el sistema capitalista es
cuestionado. Para que haya un transcrecimiento hacia una situación revolucionaria (que,
si se agudiza, permitiría durante un período de tiempo muy corto, la toma del poder
político, es decir, la crisis revolucionaria). Es necesaria una segunda condición: la
incapacidad de la clase dominante para dirigir la sociedad. Como dijo Lenin, "los de abajo
ya no quieren ser gobernados, los de arriba ya no pueden gobernar como antes." (A
veces se añade una tercera "condición": "y las capas intermedias se dividen entre estos
dos polos").

Se trata, por lo tanto de una situación que va más allá de una crisis ministerial, de
gobierno o de régimen. Las dos pruebas más evidentes de esta "imposibilidad de
gobernar como antes" son: la descomposición avanzada del aparato represivo y, frente a
él, el surgimiento como una tendencia generalizada de órganos de poder alternativo, de
democracia obrera y popular (consejos, comités, ...).

Al formular su síntesis en 1976, Ernest Mandel saca ya dos conclusiones para clarificar el
concepto de situación revolucionaria futura - en el momento en que el ascenso obrero en
el sur de Europa desemboca en un fracaso, que el cree momentáneo:

La primera: constata el desfase entre el poder de la movilización y la debilidad / virtual


ausencia de órganos del poder popular. Por lo tanto: no hay dualidad de poder. De ahí la
reclasificación comparativa de las situaciones revolucionarias pasadas. Vuelve a
estudiarlas (de la Revolución alemana a la post-guerra en 1945, pasando por los Frentes
Populares de los años 30). Todas son revisadas a la baja. Hace especial hincapié en la
facilidad de reabsorción de la situación (semi -) revolucionaria en 1936 y en 1944-1946.
Evidentemente espera que esta vez sucederá de forma diferente.

Lo que le permite evaluar mejor la fuerza de los movimientos contemporáneos. Pero al


mismo tiempo los conceptos teóricos (ver más arriba) claramente establecidos tienden a
disolverse en formulaciones descriptivas, caso por caso.

La segunda: para explicar esta debilidad en términos de auto-organización de tipo estatal,


nunca recurre, como una explicación general y fundamental, al papel de "freno" o
"traición" de las direcciones reformistas tradicionales (23b). Y entiende que el papel
paralizante de las "ilusiones parlamentarias" de las masas exige a su vez una explicación
sólida, sobre todo cuando la clase obrera muestra tanta insolencia, energía militante y
capacidad de iniciativa. La explicación es la fuerte identificación entre las libertades

16
democráticas del pueblo y las instituciones estatales. Por lo que se agrega una tercera
condición, "con dimensión ideológica y moral" doble, esencial para la definición de la
situación revolucionaria: "es necesario que haya una crisis de legitimidad de las
instituciones del Estado a ojos de la gran mayoría de la clase obrera. Tiene que surgir una
identificación de esa mayoría con otra legitimidad, una nueva legitimidad en ascenso ... "
(24). "El comienzo del rechazo por parte de las masas de las instituciones" debería ser
seguido de "un período más largo, del orden de varios años de doble poder, que es
probable que sea discontinuo, que no sea lineal, que sea parcial" (25), en el que "las
masas hagan la experiencia de que la ampliación de su propia libertad choca con las
instituciones restrictivas de la democracia burguesa"(26). La conclusión política es muy
importante y de actualidad.

Volver a la pregunta original

La segunda etapa de este ascenso semi-revolucionario no tendrá lugar. Una vez más,
como en 1936-1937 en Francia y Bélgica, y entre 1943 y 1947 en Italia y Francia- la
burguesía absorbe rápida y fácilmente el potencial subversivo y vuelve a estabilizar su
estado, determinando así la situación global. (La tercera condición, sin duda muy
importante, no será sometida a la prueba de la práctica).

Llegamos a nuestra pregunta inicial que subyace a la hipótesis estratégica de Ernest


Mandel, que no ha resuelto o apenas planteado (en su texto de 1976), ¿qué es lo que ha
imposibilitado, hasta ahora, el transcrecimiento de una situación pre-revolucionaria en una
auténtica situación revolucionaria en un país capitalista avanzado de régimen
democrático-burgues? Y relacionado con ello, ¿por qué Mandel ha pensado que ese
transcrecimiento era, en esta ocasión, (casi) una certeza? Y, más allá: ¿cuál es la razón
de los errores de pronóstico a corto plazo, que orientan la acción política? (27).

Creo que Ernest Mandel acierta al asumir que una clase obrera que entra en un proceso
revolucionario aún encuadrada por aparatos reformistas necesita un ciclo de lucha
prolongado cuyas dos características necesarias más importantes serían:
primero,acumular fuerzas y confianza por medio de experiencias de masas, hasta "ajustar
cuentas" con sus direcciones tradicionales; y, en segundo lugar, tras reagruparse,
reforzada por esas experiencias, iniciar una confrontación "hasta el final" con el Estado
burgués. Pero, en mi opinión, hay problemas en la comprensión de los diferentes
procesos de estos dos "momentos" del ciclo "revolucionarios", cuya naturaleza y dinámica
son muy diferentes.

El primero, surge espontáneamente bajo el impacto de las contradicciones objetivas del


capitalismo, casi independientemente de las organizaciones. Tal ascenso pre-
revolucionario a menudo es testigo de una capacidad impresionante de la clase obrera,
que hace maravillas en términos de creatividad, coraje, organización, conciencia de clase.
Pero la experiencia también demuestra que nunca ha sido lo suficientemente fuerte como
para desarrollar inmediatamente una autoorganización generalizada y, a partir de ella,
avanzar hacia la confrontación final.

Este ascenso, por enorme que sea, encuentra a su paso muchos obstáculos (que no se
deben subestimar), entre los que se cuentan: las limitaciones de la conciencia de clase y
la falta de preparación práctica de una vanguardia, y el peso de las direcciones
tradicionales, aunque hayan en la práctica perdido momentáneamente el control del

17
movimiento. Hacer esa experiencia política "chocante" es inevitable e indispensable: no
hay otra manera de aclarar ante las masas el papel de cada actor. Pero en realidad, esta
"aclaración" tiene un precio: el fracaso y un retroceso más o menos grande y un
distanciamiento mayor o menor entre los dos momentos del ciclo.

Mucho depende de la extensión y la duración del mismo.

De todos modos, la segunda fase del ciclo requiere obviamente un factor consciente y
organizado con un impacto de masas, es decir, un partido (un partido o su equivalente).
Este no debe intervenir solo al final de esta segunda fase del ciclo, sino desde el principio.
La exacerbación de las contradicciones (¡si tiene lugar!) y la espontaneidad, que en la
primera fase son decisivas, ahora son absolutamente insuficientes.

Hay dos razones para ello.

En primer lugar, porque es necesario superar el fracaso y la derrota momentánea que sin
duda afectarán a las masas en lucha. Y además, porque hay que responder de forma
inteligente a la táctica de reabsorción / normalización de la burguesía (que quiere evitar a
toda costa una segunda conflagración con la clase obrera).

En esta segunda etapa, "la exacerbación de las contradicciones" es más bien el fruto de
una vanguardia social organizado que es seguida por sectores decisivos de la clase
obrera, que logre evitar que la burguesía no solo "domine en general" sino que no sea
capaz de aplicar su política de reabsorción indolora. Se requiere la existencia de un
partido para reagrupar las fuerzas intactas de clase, organizar la resistencia paso a paso,
ganar a la vanguardia social a su orientación política (que también debe ser correcta en
los temas decisivos).

Obviamente, (volviendo a las 2-3 condiciones de una situación revolucionaria), es


necesario que la crisis que sacuda el sistema capitalista sea mucho más fuerte que entre
1968 y 1975, bien del lado del Estado burgués o del de la clase obrera.

El legado de Ernest Mandel: fortalezas y debilidades

No fue así como Mandel planteó el problema en 1976, después de la primera oleada que
acababa de fracasar y antes de la segunda que se preparaba.

El problema no es señalar que el pronóstico era erróneo, sino discutir los argumentos en
que se apoyaba.

¿Cuáles eran las características de esta segunda oleada?

"El período revolucionario que se abrirá en el sur de Europa", se apoya en "una lógica
inevitable de la exacerbación de la lucha de clases". "Excepto en ausencia total de
desbordamientos, totalmente improbable, excepto en el caso de la pasividad total de las
masas ..", "la extrema izquierda podrá influir en estos procesos, no ya como una fuerza
marginal o insignificante, sino como una fuerza política reconocida".

Suavizará un tanto su análisis del período: "la crisis de la burguesía era mucho más
profunda en 1944 que en la actualidad, es decir, en 1968-1976" (p.146), pero

18
inmediatamente añade que "el nivel de descomposición del aparato del Estado en
Portugal durante 1975 era más avanzado que el del aparato del Estado zarista- burgués
entre febrero y octubre de 1917" (P. 0,136). Y lo que es aún más audaz: "Lo específico en
Rusia no fue la facilidad con la que los bolcheviques fueron capaces de hacerse con el
poder, sino más bien las dificultades mucho mayores que encontraron el día después de
la toma del poder en Rusia, en comparación con lo que puede suceder en los países
capitalistas avanzados hoy en día "(p.136).

Hablando de la construcción del partido revolucionario: "La mayor parte de las


transformaciones que se han producido desde 1968 hasta hoy (en 1976) -esta ha sido la
función histórica del período ...- han permitido un refuerzo de la extrema-izquierda que le
permitirán entrar en este período revolucionario (= la segunda etapa de la crisis en curso,
que Ernest Mandel preveía - FV) con fuerzas suficientes para poder plantear de manera
realista y audaz la conquista de la mayoría de la clase obrera "(p.168). Este pronóstico se
basa en un crecimiento rápido ("desigual"... pero "a saltos") de la conciencia de clase y un
desbordamiento de las direcciones reformistas" determinado por "una lógica inevitable de
la exacerbación de la lucha de clases"(p.169).

Repetimos que los temas que Ernest Mandel aborda y responde, no eran ni extravagante
ni ilegítimos: se trataba efectivamente de una situación pre- revolucionaria más o menos
sincronizada en cuatro países: Francia, Italia, Portugal y España.

No se trata de juzgar, en 1997, con la comodidad que ofrece el tiempo y la perspectiva


histórica, las exageraciones de las previsiones, en 1976, formulas al calor del momento,
sino de entender la base de su razonamiento.

Como hipótesis de trabajo, voy a indicar brevemente cuatro pistas.

(1), Fundamentalmente, hay una creencia en las facultades creativas casi ilimitadas de la
clase obrera, vinculadas a este período específico del capitalismo.

Se basa en dos elementos:

- La expansión masiva y la creciente homogeneidad de la clase obrera, incluso como


consecuencia de la tercera revolución tecnológica (esta tendencia ha sido revertida, ver
"Der arbeiders onder het neokapitalisme" (1969), en: Ernest Mandel, Vervreemding en
revolutionaire perpsectieven, Van. Gennep, Amsterdam, 1973, p.34;

- Aún más, el fortalecimiento cualitativo de la fuerza social, material, intelectual de la clase


obrera tras veinte años (en 1975) de expansión económica, la prosperidad, el pleno
empleo, la educación, en lo que además fue ... un período sin derrota política. Esta es la
gran diferencia en comparación con 1936, una situación pre-revolucionaria fuera del
contexto de una guerra.

(2) El lugar que ocupan los pronósticos políticos en la metodología general de Ernest
Mandel.

En Ernest Mandel los pronósticos políticos no son una indicación general que muestra la
tendencia de la dinámica. Va mucho más allá. Es el fundamento de una identidad fuerte
en la IV Internacional, la creencia en el potencial de la lucha comprometida, el prestigio

19
externo de la organización. Pero tiende a resolver con palabras lo que sólo puede ser
decidido por el movimiento real. Hay en Ernest Mandel un voluntarismo intelectual que
crea certeza sobre el punto de vista político (con la ubicación, fecha, actores, ...).

(3) Lo que retrotrae, en mi opinión, a la gran dificultad que encontró Ernest Mandel a la
hora de definir el papel del partido revolucionario: el partido "surfea" el movimiento; de
esta manera el pronóstico optimista sobre el movimiento real tiende a sustituir la sustancia
de la actividad del Partido a contra-corriente del movimiento real. En este sentido, Mandel
está en algún lugar entre Lenin y Rosa Luxemburgo (y Trotsky antes de 1914), pero más
cerca de los segundos que del primero.

(4) Directamente relacionado con todo ello se encuentra la gran dificultad de Ernest
Mandel de integrar las contra-tendencias negativas que están presentes en cada
movimiento - por definición contradictorio. Se encuentran esparcidas en su trabajo, no en
el corpus teórico.

Situándome en el mismo campo de Ernest Mandel, es decir, el del marxismo


revolucionario, no creo que los supuestos básicos del mismo sean obsoletos. En
particular, el papel decisivo de la clase obrera en cualquier proyecto de transformación de
la sociedad capitalista y la aspiración espontánea de las clases y las capas explotadas y
oprimidas a otra vida, es decir, a otra sociedad, así como su capacidad de resistencia y de
lucha. Este elemento es consustancial con la hipótesis estratégica de Ernest Mandel y
permanece en pie.

Por otra parte, la contribución de Ernest Mandel, en muchos aspectos, debe ser, en mi
opinión, el punto de partida necesario para cualquier desarrollo futuro de la discusión.
Esto se aplica a la comprensión de las contradicciones 'modernas' del capitalismo, los
cambios en el ciclo económico en el plazo corto y mediano (ciclos, ondas largas), las
raíces de la conflictividad endémica en esta sociedad, así como una serie de previsiones
políticas y económicas a corto plazo: el balance es bastante positivo. Si uno fuera a
examinar, con la misma severidad, los análisis sobre "la sociedad contemporánea y sus
contradicciones", .... que otros teóricos o publicistas (socialdemócratas, comunistas y
liberal-burgueses) produjeron entre 1960 y la actualidad, los resultados fueron ciertamente
menos ricos y convincentes.

Pero no encontramos consuelo en sus deficiencias. Porque queremos y necesitamos


progresar a partir del patrimonio político-teórico de Ernest Mandel, sometiéndolo a una
discusión crítica.

Notas:
(1) Asalariados, en la definición convencional (como él nunca dejó de recordar), son todos
los que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, porque no
tienen acceso a los medios de producción y de subsistencia. Esta definición es,
ciertamente, muy general, pero sin embargo suficiente para distinguirla de la que reduce
al proletariado a la clase obrera industrial, y otra que lo reduce a la parte productiva (=
que produce valor y por lo tanto sobre-valor) de la clase obrera, excluyendo al sector de
servicios no productivos. No hace falta decir que la definición clásica abarca tanto al
sector privado como a la administración pública. Más allá de esta primera definición, se
plantean por supuesto una serie de problemas analíticos, algunos complicados. Todos

20
ellos se refieren a la forma concreta que la clase obrera adquiere en las distintas
modalidades de existencia del sistema capitalista

(1a) La transición al socialismo fue bloqueada en estos países. En lugar de avanzar hacia
el socialismo, han dado lugar a una nueva sociedad desigual y opresiva, con un sistema
híbrido, donde se fusionó un régimen político dictatorial con relaciones no capitalistas de
producción bajo la égida de una nueva casta social burocrática. No entramos en el debate
de por qué. Basta reconocer por el momento que existe un vínculo entre las condiciones
particulares que, a la vez, permitieron la conquista del poder político, pero que
hipotecaron su progreso hacia una sociedad socialista. Mientras que en los países
capitalistas avanzados, el hecho de que no haya existido esa conquista del poder político
ha fortalecido a su vez esa hipoteca.

(2) Y no por "eurocentrismo", sino precisamente por dejar de ser internacionalista y


"mundialista".

(3) Se encuentra dispersa a lo largo de su obra. especialmente en el texto de Critique


communiste

(4) Esta había fomentado las luchas revolucionarias en Alemania (1917-1923), Baviera
(1919), Hungría (1919), Austria, Italia (1920). Su fracaso se atribuye tradicionalmente (en
la literatura marxista) a la falta de preparación y la juventud de los partidos comunistas en
formación.

(5) Ver Rosa Luxemburgo, Organizationsfrage

(6) E. Mandel, los capítulos "Trotsky y las secuelas de la guerra" y "La Guerra Fría y el
largo Boom" en
Revolutionary Marxism Today. NLB, 1979, pp.170-184.

(7) "La guerra que viene", publicación de la IV Internacional, p. 110, 1952.

(8) "Une stratégie socialiste pour l'Europe occidentale", Revue Internationale du


Socialisme (RIS), IIe année, no.9, mai-juin 1965, p.275.na .

(9) "L'apogée du néocapitalisme et ses lendemains", Les Temps Modernes, XXe année,
no 219-220, pp.193-210. (LTM). Este artículo combinado con la publicada en el RIS es el
comienzo de esta nueva hipótesis socialista- revolucionaria. La teoría de las ondas largas
se ha convertido en tema de debate académico y político a un doble nivel: ¿podemos
demostrar científicamente la existencia de las ondas largas? y, si es así, ¿cuál es su
mecanismo interno o externo fundamental? y dos, ¿cual es su impacto social, en
particular en la lucha de clases? Ver los libros de EM, en especial su balance final del
debate que co-organizó (último capítulo de la segunda edición en castellano de la Ed.
Siglo XXI).

(10) Id., p.205, p.210 y

(11) Id., pp.200-201. Se entenderá que esta afirmación le llevará algunos años más tarde
a escribir su obra magna El Capitalismo Tardío (1972). Téngase en cuenta que tanto en el
artículo como en este libro, las consideraciones económicas están estrechamente

21
entrelazadas con sus consecuencias para la existencia social del mundo del trabajo y sus
luchas.

(12) RIS II, N ° 9, mayo-junio de 1965, p.289. Inmerso en la huelga general en Bélgica, en
la que los trabajadores valones mejor pagados de Bélgica estuvieron a la vanguardia de la
lucha, cuando sintieron la amenaza de la crisis estructural del carbón, el acero y la
metalurgia.

(12 bis) E. Mandel, "Les grèves belges: essai d'explication socio-économique, LTM, XVIe
année, no 180bis, avril 1961.

(13) RIS, p.286 y 290.

(14) Después de Mayo del 68, Ernest Mandel conceptualizará estas nuevas
contradicciones que afectan a la sociedad del "capitalismo tardío", con su gran impacto en
la clase obrera, con el término "crisis social global". EM señala la novedad de esta
"situación de crisis" en relación con la anterior en Bélgica (60-61) y Grecia (1965), a pesar
de que él siempre tuvo la precaución de considerar estos dos grandes enfrentamientos
como el anuncio del 68.

(15) RIS, p.287

(16) RIS, 289 y 290. Por otra parte, añade, en una nota a pie de página "No consideramos
aquí los problemas específicos que plantea la estrategia socialista a las situaciones de
doble poder. Esto requiere un estudio separado". RIS, p. 287. Nota verdaderamente
extraña. Porque EM estaba totalmente imbuido de la idea de que el camino revolucionario
implicaba una experiencia de doble poder, basado en la democracia obrera (por ejemplo,
Rusia en 1917, Alemania 1917-1923, España 1936-1937). Sólo puede ser una táctica
deliberada, cuyo objetivo es convencer a un sector del movimiento obrero de esta opción
estratégica sin anticipar sus fuertes implicaciones. Es una reminiscencia del folleto política
de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos que pretende convencer al
movimiento obrero alemán de la necesidad de la huelga general política, no sacar
conclusiones (estratégicas y tácticas) de la revolución en Rusia.

(18) "Les grèves belges ...", LTM, no.180bis

(19) Este concepto político-analítico responde a su análisis del "Capitalismo tardío" (el
libro en el que trabaja) y abarca todos estos temas así como su teoría de las ondas
largas. No vamos a entrar aquí en este aspecto de la crisis.

(20) "Sur la stratégie révolutionnaire en Europe occidentale", Critique communiste, no.


spéciale 8-9, sept-oct. 1976, p.135-176.

(21) Por ejemplo, "Todavía carecemos de referencias prácticas ...", p.138, aunque no
falten las llamadas a la precaución. Estas no se refieren tanto a la dinámica, como a la
definición de ciertos conceptos. Su interlocutor piensa, en otoño de 1976, que "... nos
dirigimos hacia un tipo de de situación pre-revolucionaria", y Mandel le responde: "el
período revolucionario que se abrirá en el sur de Europa "(I souligne- FV) (p.168).

22
(21 bis) No era el único que pensaba así. Cada una a su manera y de acuerdo con su
análisis, se preparaba para intervenir activamente, la CIA estadounidense (muy activa en
un Portugal todavía en ebullición ), las clases dominantes, los eurocomunistas
mayoritarios en los PCs en el sur de Europa (ver F. Claudín L'eurocommunisme, Maspero,
1977, pp 20-29. Los estudios históricos y las autobiografías lo confirman ...

(22) "El marxismo es una ciencia ... que se debe debatir científicamente ... (sin)
argumentos de autoridad", "este es un ensayo de análisis. No creo que sea
completamente satisfactorio. Hay todavía vaguedad en nuestros conceptos ... "; entonces:
"... a través del método histórico-comparativo se llegará, mejor que con abstracciones, a
concretar conceptos que, de nuevo, volverán a ser cuestionados" !!! (Ibíd., Pp.140-141)
como si realmente dudase antes de este intento de conceptualización azaroso.

(23) Esta es fundamentalmente el nuevo análisis de Rosa Luxemburgo, que introdujo en


1906 en su folleto "Huelga de masas, partido y sindicatos", en su polémica con ambas
corrientes anarquistas que, o bien querían "provocar la revolución" a través de la acción
directa de minorías o esperar "el gran día" que "llegaría cuando todo el proletariado
estuviese sindicalizado y una huelga general pacífica paralizase todo el aparato
productivo.

(23b) Desde 1943, junto con su amigo Abraham León, había pedido una explicación de
por qué los estalinistas y socialdemócratas habían reforzado su dominio sobre la clase
obrera cuando esta pasaba a la ofensiva ("La crise mondiale du mouvement ouvrier et le
rôle de la classe ouvrière", Quatrième Internationale, no.3, janvier 1944). E introducir una
dialéctica más compleja de los procesos en los que jugaba un papel el nivel de conciencia
de los obreros avanzados. El Secretariado Europeo de la IV, reunido en París, condenó
esta posición como "anti-marxista" y "culpabilizadora" de la clase obrera.

(24) Id., p.139-141, 148-149. (subrayado por Ernest Mandel)

(25) Id., p. 151

(26) Id. p. 149

(27) Para responder satisfactoriamente sería necesario un estudio exhaustivo de sus


textos, en relación con tres elementos diferentes: su juicio cuando la acción se prepara y
está en curso; su análisis cuando llega el final del movimiento, y el balance a realizar con
la suficiente perspectiva histórica. Este es el enfoque que permite identificar su método y
análisis político de forma adecuada. Su bibliografía es significativa en relación con 1944-
1946 y 1968 y es puesta en perspectiva con experiencias anteriores a 1940.

Ernest Mandel (1923-1995), economista marxista belga, fue autor de obras


fundamentales como el Tratado de Economía Marxista (1962), El Capitalismo Tardío
(1972) y Las Ondas Largas del Desarrollo Capitalista (1978 y 1995). Como dirigente de la
IV Internacional fue autor de numerosos libros de análisis y crítica política.
François Vercammen (1944-2015) fue dirigente de la IV Internacional y de su sección
belga, responsable de la coordinación del trabajo europeo. Tras la muerte de Mandel en
1995 fue director de la Fundación Ernest Mandel, de cuyo boletín nº 1 está extraído este
artículo.

23
La lucha de Ernest Mandel contra la prohibición para ejercer como profesor
universitario en Alemania

El pasado 5 de abril se cumplían cien años del nacimiento del gran economista, marxista
revolucionario y dirigente de la Cuarta Internacional, Ernest Mandel. Para recordar el
centenario del nacimiento de quien para muchos de nosotros y nosotras fue un admirado
camarada, hemos escogido un artículo publicado en enero de 2022 por la Fundación
Rosa Luxemburg, el cual pertenece a una serie de artículos escritos por diversos autores
que, a su vez, recordaban el Radikalenerlass, el llamado decreto radical, un instrumento
jurídico con el que el gobierno de coalición social-liberal, con Willy Brandt (SPD) al frente
y con el acuerdo de los presidentes de los Land alemanes, limitaron o expulsaron del
acceso al sector público a toda aquella persona sospechosa de deslealtad a la
Constitución por su militancia o sus ideas. La medida estaba enfocada a limitar el acceso
a toda persona de izquierda, militante o no, al sector público. Fueron investigados,
despedidos o se les privó del acceso al trabajo en el sector público maestros, profesores
de universidad, ferroviarios, trabajadores postales, etc. Toda persona que trabajara en el
sector público era susceptible de perder el puesto de trabajo y no poder ejercer su
profesión si las autoridades lo consideraban desafecto a los valores constitucionales.
Fueron víctimas de esta persecución 3,5 millones de personas hasta su abolición en
1985, excepto en Baviera, que permaneció en vigor hasta 1991. Ernest Mandel también
fue víctima de esta persecución y el historiador John Will nos cuenta las circunstancias
políticas y la lucha de Mandel contra la persecución. No está de más recordar que en
Alemania, todavía hoy, los funcionarios tienen prohibido ejercer el derecho de huelga.
Jaume Raventós

El decreto radical (Radikalenerlass) del gobierno social-liberal de Willy Brandt


tranquilizaba los temores ante un movimiento juvenil y estudiantil en período de
radicalización y a la influencia comunista del Este. No obstante, en la práctica, el decreto
puso inmediatamente bajo sospecha a toda la izquierda socialista de Alemania
Occidental.

"De acuerdo con la petición del Estado federado de Berlín, el profesor Mandel ha sido
incluido en la lista de vigilancia fronteriza y ha sido rechazado en el aeropuerto de
Frankfurt a. M. esta mañana cuando intentaba entrar en el país con destino a Berlín".[1]
Con esta declaración del ministro Federal de Interior, Hans-Dietrich Genscher (FDP), el 28
de febrero de 1972, el planeta en el que vivía el economista belga Ernest Mandel se
estrechaba y se hacía aún más pequeño. Francia, Australia y Estados Unidos ya habían
visto un peligro en el teórico marxista de renombre internacional [2] y le habían cerrado
sus puertas. Como miembro destacado de la Cuarta Internacional, fundada por León
Trotsky en 1938, los estados del Pacto de Varsovia ya habían tratado a Mandel como
"enemigo del Estado" mucho antes. Pero, ¿qué había ocurrido?

Un nombramiento reñido

A principios de 1972, el comité de nombramientos del Instituto Otto Suhr (OSI) de ciencias
políticas de la Universidad Libre de Berlín había seleccionado a Mandel para una cátedra
en el departamento de ciencias económicas. Mandel no era un desconocido en Berlín. En
el movimiento estudiantil de izquierdas, había dejado huella como orador en numerosos
actos políticos, sobre todo en el célebre Congreso Internacional de Vietnam de 1968,
junto a Rudi Dutschke, Erich Fried, Tariq Ali y otros. Como profesor invitado en el

24
semestre de invierno de 1970/71, impresionó por igual al alumnado y a la joven clase
media académica, cada vez más de izquierdas. Pero para el Senador de Ciencia y Arte,
Werner Stein (SPD), el nombramiento de Mandel parecía cualquier cosa menos un
beneficio para el prestigio de la universidad. El 22 de febrero de 1972, hizo una
declaración en la que afirmaba que el economista belga, por su pertenencia a la Cuarta
Internacional, no cumplía los "requisitos exigidos por la ley de servicio" (dienstrechtlichen
Voraussetzungen), es decir, el compromiso con el orden fundamental democrático-libre
tanto en el ámbito oficial como en el no oficial, e incluso pretendía prácticamente
"destruirlo" como "opositor convencido, declarado y practicante".[3] Para refutar estas
acusaciones, los comités estudiantiles invitaron a Mandel a pronunciarse sobre ellas en
un acto organizado especialmente in situ en Berlín. La prohibición de entrada al país
impidió este plan.

La prohibición se dictó solo cuatro días después de que se conociera el Decreto Radical.
Al mismo tiempo, la prohibición de entrada y, asociada a ella, la anulación del
nombramiento, también pueden verse como parte de las luchas políticas locales dentro de
la Universidad Libre de Berlín, que contaba con un historial de agrias disputas con el OSI.
El proceso del nombramiento fue de todo menos tranquilo, en la medida en que avivó una
vez más el conflicto entre un movimiento estudiantil de izquierdas, que había hecho
bandera de la aplicación de reformas estructurales radicales en la enseñanza y la
investigación, y una parte importante del profesorado, que creía que, al cuestionarse las
estructuras del poder académico, se vislumbraba un abismo de anarquía. Por último, pero
no menos importante, la "Comunidad de emergencia por una universidad libre"
(Notgemeinschaft für eine Freie Universität, NofU) envió señales de alarma. Esta
asociación de profesores universitarios, organizada en torno a Richard Löwenthal y
Jürgen Zerche, ya había desempeñado un papel importante un año antes para impedir el
nombramiento tanto del filósofo comunista Hans Heinz Holz como del antiguo presidente
del Comité General de Estudiantes (Allgemeine Studentenausschuss, AStA) y portavoz de
la Liga socialista alemana de estudiantes (Sozialistischer Deutscher Studentenbund, SDS)
de Berlín Oeste, Wolfgang Lefèvre, que acababa de doctorarse.

Si hasta ahora la comunidad de emergencia y las autoridades de Alemania Occidental


habían tenido mucho éxito a la hora de conjurar la amenaza de una dictadura de partido
comunista, especialmente en la "ciudad en primera línea del frente de la Guerra Fría", en
el caso de Mandel se planteaba un reto mucho más difícil. El senador Stein veía en el
programa político y en los contenidos educativos de Mandel un intento de abolir por la
fuerza el sistema parlamentario y sustituirlo por una república soviética. Los responsables
a nivel federal hicieron suyo este juicio y se adhirieron a esta justificación de
inconstitucionalidad hasta el último momento. En una declaración escrita, Mandel
argumentó en contra e interpretó la prohibición de entrada y las medidas cada vez más
represivas contra los intelectuales marxistas como una concesión del gobierno del SPD a
la derecha política. En respuesta a las acusaciones oficiales de atribuirle la intención de
querer abolir la democracia parlamentaria, apoyadas en citas del programa de la Cuarta
internacional, Mandel respondió de forma especialmente contundente que tales
acusaciones iban dirigidas a un componente central de su trabajo teórico: la democracia
socialista de los consejos, relacionada en su versión del concepto de control obrero y a la
crítica del sustitucionismo (el dominio de un partido único burocrático sobre la clase
obrera).

25
Mandel se defendía al mismo tiempo que señalaba el necesario desarrollo de las
actividades democráticas de la mayoría de los asalariados a favor de una Constitución
basada en consejos, lo que requería de un "sistema multipartidista con oposiciones
políticas, con una más amplia libertad de prensa, de reunión y de asociación".[4] Con ello
se lograría la abolición del modo de producción capitalista, pero no la eliminación de un
"orden básico democrático libre", cuyos derechos fundamentales solo podrían ser
ejercidos por la mayoría de la población en un sistema de consejos. Los responsables
políticos, sin embargo, no estaban interesados en un diálogo sobre la teoría de la
democracia, probablemente porque eran muy conscientes de que en un debate abierto
tendrían que explicarse. Durante un vuelo en helicóptero a Bonn, el ministro de Cultura de
Baja Sajonia, Peter von Oertzen (SPD), intentó convencer a Hans-Dietrich Genscher de
que revocara la prohibición de entrada al país de Mandel. A los intentos de von Oertzen
para convencer a Genscher de la identidad democrática de la persona a la que se había
rechazado y de la falta de legitimidad política de las medidas contra él - Genscher había
mantenido un estrecho contacto con Mandel desde los años 50 y le tenía en muy alta
estima personal -, el ministro del Interior respondió: "Bueno, señor von Oertzen. ¿Cree
usted que desconozco lo que ha escrito Ernest Mandel? Eso es precisamente lo que le
hace tan peligroso".[5]

La campaña de solidaridad

Ante la prohibición de entrada, los estudiantes berlineses organizaron un acto de protesta


en la Universidad Libre (FU). Varios miles de personas acudieron y escucharon un
discurso grabado de Mandel. La ocupación del OSI por los estudiantes pretendía
aumentar la presión sobre Walter Stein. Pero ni esto ni la dimisión de Margherita von
Brentano del cargo de vicepresidenta de la FU consiguieron cambiar la decisión del
Senado de Berlín ni la del Ministerio Federal de Interior.

Tras los primeros y provocadores comunicados, les tocaba a Mandel y sus partidarios
emprender una amplia y decidida campaña para levantar la prohibición de entrada.
Encontraron un importante aliado en el Buró Socialista (Sozialistischen Büro, SB). Éste ya
contaba con una gran experiencia en el trabajo de solidaridad internacional desde 1970
con el Comité de Solidaridad con Angela Davis, llevada a juicio por apoyo al terrorismo en
Estados Unidos. Además, el SB tenía un especial interés político-organizativo en la
educación y las escuelas, precisamente donde el decreto radical tenía un impacto
particularmente fuerte. Pero el creciente constreñimiento en que se encontraban los
marxistas en el mundo académico también fue percibido por el SB de manera precoz,
como muestra, por ejemplo, el trabajo de solidaridad con el profesor de psicología Peter
Brückner, que -irónicamente- fue suspendido por von Oertzen. Tanto el SB, de orientación
socialista de izquierdas (con el que Mandel estaba en contacto permanente), como el
trotskista Grupo de Marxistas Internacionales (GIM), cuyo referente político e intelectual
era Mandel, se comprometieron de forma persistente (con textos, folletos, campañas de
envío de cartas y actos) contra las implicaciones políticas y jurídicas de la puesta en
práctica de la prohibición para el ejercicio de la profesión (Berufsverbot), ejemplificadas en
Mandel. Además de Jakob Moneta, redactor jefe de la revista del IG Metall, "Metall",
militante de la Confederación Alemana de Sindicatos (Deutscher Gewerkschaftsbund,
DGB), las acciones fueron coordinadas sobre todo por Sibylle Plogstedt .[6] A diferencia
del SB - que muy pronto valoró de forma más realista la correlación de fuerzas políticas y
las posibilidades jurídicas en este caso destacado y, sin poner fin del todo al intercambio
de correspondencia con Mandel, se centró en otras campañas contra la Berufsverbot - el

26
GIM intentó durante mucho más tiempo llamar la atención pública sobre la prohibición de
entrada al país de Mandel.

Además del trabajo principalmente de explicación y documentación y de los actos


informativos y de protesta, las cartas abiertas fueron una de las principales formas de
acción de esta campaña de solidaridad. Y fue el propio Ernest Mandel quien desempeñó
un papel activo e impulsor en la misma. Con la ayuda del SB y el GIM, así como de otros
contactos en la República Federal, pudo movilizar una red de grupos socialistas,
funcionarios sindicales, intelectuales de izquierda y la Asociación de Científicos
Democráticos (Bund demokratischer Wissenschaftler, BdW), que puede considerarse todo
lo contrario de la Asociación para la Libertad de la Ciencia (Bund Freiheit der
Wissenschaft, BFW) con la Comunidad de Emergencia (Notgemeinschaft) como sección
berlinesa de la segunda.

Con la excepción del Partido Comunista Alemán (Deutschen Kommunistischen Partei,


DKP) y el Partido Socialista Unificado de Berlín Occidental (Sozialistischen Einheitspartei
Westberlins, SEW), que se negaron a solidarizarse con Mandel por sus críticas al
"socialismo realmente existente" y reaccionaron con él, en consecuencia, desde la
irritación hasta la denuncia, un amplio espectro, que en ocasiones se extendía hasta el
entorno liberal de izquierdas, se sintió indignado por las medidas del gobierno federal. En
la República Federal de Alemania se fundó un comité de solidaridad en el que se
encontraban, entre otros, Ernst Bloch, Hans Magnus Enzensberger, Ossip K. Flechtheim,
Helmut Gollwitzer, Jakob Moneta, Oskar Negt y Peter Weiss. A escala internacional
también protestaron intelectuales de izquierda como Tom Bottomore, Ken Coates, Noam
Chomsky, Meghnad Desai, Michael Foot, André Gorz, Christopher Hill, Sicco Mansholt,
Joan Robinson y Edith Russell. El premio Nobel Salvador Luria incluso envió una carta
personal de protesta a Willy Brandt, anunciando que no volvería a entrar en Alemania
Occidental hasta que se levantara la prohibición de entrada impuesta a Mandel. No sirvió
de nada. En la primera mitad de 1972, el nombre de Mandel había aparecido en todas las
publicaciones de prensa importantes, pero ante la actitud intransigente del gobierno
alemán, la campaña de solidaridad perdió cada vez más impulso a medida que pasaba el
tiempo. Un esfuerzo legal iniciado en los tribunales en 1973 para tumbar la prohibición de
entrada transcurría muy lento y de todos modos quedó en nada.

Los intereses fundamentales de todos los asalariados

Es interesante, sin embargo, que el propio Mandel interviniera en su prohibición para


ejercer como profesor y en la campaña de solidaridad y cómo lo hizo. Su implicación, así
lo parecía, no tenía como objetivo tanto su nombramiento de profesor, como utilizar su
propio caso para influir en el discurso político de la República Federal. Aunque él también
esperaba abrir una brecha decisiva en el mundo académico con una cátedra en el OSI, la
campaña de movilización a través del Comité de Solidaridad y de sus propios grupos de
enlace ocupó con mucho la prioridad de sus actividades. En las entrevistas trató con todo
detalle cuestiones como el control obrero o la relación entre socialismo y democracia.
También intentó aprovechar el debate sobre su prohibición de entrada al país para
combatir la fragmentación de la izquierda en Alemania Occidental. En el congreso contra
la represión política celebrado en la Universidad Libre de Berlín en abril de 1972, explicó
por medio de una grabación en magnetófono que la protesta no tenía que ver con la
solidaridad con un individuo o una corriente política concreta, sino con la defensa de los

27
"intereses fundamentales y comunes [...] de todos los asalariados de la RFA, de la
Comunidad Económica Europea y de Europa en su conjunto".[7]

De este modo, Mandel utilizó la prohibición de entrada para sacar punta en el plano
político a la situación en Alemania Occidental, sirviéndose hábilmente de las enterradas
tradiciones democráticas del movimiento obrero. En cambio, Mandel apenas abordó otro
aspecto de la solidaridad, en el que hicieron mucho más hincapié Jean Améry o Ernst y
Karola Bloch, por ejemplo, en su lucha por la libertad de expresión y la libertad de
ejercicio de la profesión. Mandel, como joven marxista judío, había sido deportado a
Alemania durante la Segunda Guerra Mundial por su participación en la resistencia
antifascista, donde tuvo que realizar trabajos forzados. Poco antes del final de la guerra
fue liberado por el ejército estadounidense, completamente demacrado. Incluso después,
pudiendo hacer valer su reclamación por "reparaciones" frente a la República Federal,
evitó poner de relieve esta experiencia como resistente y perseguidor del régimen nazi.
No fue hasta 1978 cuando el nuevo ministro Federal de Interior, Gerhart Baum (FDP),
inició una redefinición de la política suavizando la prohibición para el ejercicio de
profesión, por lo que también levantó en muy poco tiempo la prohibición de entrada de
Ernest Mandel. Ese mismo año, Mandel celebraba su primer acto político en Berlín
Occidental a favor de la liberación del disidente de la RDA Rudolf Bahro y la posibilidad de
que saliera del país con destino a la República Federal.

[1] Citado en Manuel Kellner, Gegen Kapitalismus und Bürokratie. Zur sozialistischen
Strategie bei Ernest Mandel, Colonia 2009, p. 17f.

[2] Obtuvo un reconocimiento inicial por sus trabajos de teoría económica con la
publicación del Traité d'économie marxiste en 1962, publicado en 1968 en la serie de la
Edition Suhrkamp, dándose a conocer a un amplio público de habla alemana. Nacido en
Frankfurt am Main en 1923 de padres judío-polacos, creció en un hogar laico de clase
media en Amberes, donde cultivó simpatías por la Liga Espartaco. En la resistencia
trotskista contra la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, Mandel
ascendió en la posguerra hasta convertirse en una figura importante del ala izquierda del
movimiento sindical y obrero belga, cf. Jan Willem Stutje, Ernest Mandel. A rebel's dream
deferred, Londres 2009.

[3] Declaración del Senado del 22 de febrero, en Permanente Revolution aktuell 2, 25 de


febrero de 1972, pp. 7 - 8.

[4] Ernest Mandel responde al Senado de Berlín Occidental, ibid, pp. 3 – 6.

[5] "Ni Dios, ni Rey, ni Tribuno". Peter von Oertzen sobre la teoría y la práctica política de
Ernest Mandel y su trabajo conjunto en la redacción del SoPo en los años cincuenta.
Manuel Kellner y Christoph Jünke en conversación con Peter von Oertzen, en: Sopos.
www.sopos.org/aufsaetze/47f2e5ec9cd68/1.phtml.html (fecha de acceso: 6-12-2021).

[6] Plogstedt comenzó su relación con Mandel a su regreso de Checoslovaquia, donde


había sido encarcelada brevemente como consecuencia del aplastamiento de la
Primavera de Praga en 1968. Cf. Sibylle Plogstedt, Im Netz der Gedichte. Encarcelada en
Praga después de 1968, Berlín 2001.

28
[7] Ernest Mandel, Grußbotschaft an den Kongreß, en: Kongress gegen politische
Unterdrückung an der Freien Universität vom 24. bis 26.4.1972, Referate und
Diskussionen, Berlín (Oeste) 1972, pp. 148 - 154, aquí p. 154.

John Will es historiador. Cuando se publicó este artículo, estaba realizando su doctorado
en el Instituto Simon Dubnow de Leipzig. Su publicación más reciente por entonces era el
ensayo "Jakob Moneta - Internacionalista judío y sindicalista socialista. Una vida en el
corto siglo XX".

29
Ernest Mandel: Contra el capitalismo y la burocracia
Michael Löwy 09/04/2023

Ernest Mandel (1923-1995) no solo fue el principal dirigente de la Cuarta Internacional en


la segunda mitad del siglo XX y un economista de renombre mundial, sino que también
rejuveneció la teoría marxista con una perspectiva humanista revolucionaria.

A diferencia de muchos otros líderes que afirman heredar el legado de León Trotsky,
Ernest Mandel nunca convirtió esta herencia en una obra dogmática o en un conjunto de
recetas universales. Su excesivo optimismo lo llevó a equivocarse en algunas de sus
predicciones, pero produjo análisis que siguen siendo puntos de referencia necesarios
para los marxistas revolucionarios de hoy.

Hay una colección de ensayos en honor a Mandel, The Legacy of Ernest Mandel, editada
por Gilbert Achcar (Londres: Verso, 2000), y una excelente biografía escrita por Jan
Willem Stutje, Ernest Mandel: A Rebel's Dream Deferred (Londres: Verso, 2009). Pero el
libro de Manuel Kellner, Against capitalism and bureaucracy: Ernest Mandel’s theoretical
contributions (Leiden, Brill, 2023), es el primer ejercicio sustancial para presentar
sistemáticamente el pensamiento económico y político de Ernest Mandel.

El trabajo fue preparado originalmente como tesis para la Universidad de Marburg


(Alemania). Manuel Kellner es uno de los principales dirigentes de la sección alemana de
la Cuarta Internacional, además de activista del partido Die Linke y del sindicato IG Metall.

Este libro relevante es un estudio riguroso y preciso de las ideas de uno de los
intelectuales marxistas más influyentes de su tiempo. Manuel Kellner se define a sí mismo
como un discípulo de Ernest Mandel que poco a poco tomó la distancia necesaria con su
mentor para escribir sobre él. Esto se refleja en la estructura del libro. Primero, Manuel
Kellner presenta, resume y explica las posiciones de Ernest Mandel, y luego las analiza
críticamente en el capítulo final. Es una pena, ya que hubiera sido mucho mejor si la
distancia crítica hubiera estado presente a lo largo del libro.

Manuel Kellner repasa brevemente los principales momentos de la vida de Ernest Mandel:
su participación en la resistencia en Bélgica, su detención en campos nazis, su papel
como líder de la izquierda socialista en Bélgica y su contribución al desarrollo de la Cuarta
Internacional. El autor hace esto observando la relación entre “teoría y práctica”. Pero lo
que realmente le interesa es la contribución de Ernest Mandel a una crítica del capitalismo
contemporáneo: el método de análisis histórico/orgánico, la teoría de la crisis, el
capitalismo tardío, la economía de onda larga. Manuel Kellner destaca lo esencial: ¡los
análisis de Ernest Mandel no eran ejercicios académicos, sino que estaban directamente
vinculados a su lucha como pensador y militante anticapitalista!

Kellner también analiza lo que denomina “la dimensión utópica de Mandel”, es decir, su
concepción del socialismo como fin último de la lucha proletaria. Ernest Mandel le dio al
concepto de “utopía” un significado algo peyorativo, pero Kellner tiene razón al darle una
dimensión más positiva. La definición de socialismo de Ernest Mandel se mantuvo, en
general, dentro del modelo de octubre de 1917, es decir, una república de consejos
obreros. Cuando la Cuarta Internacional adoptó la resolución "Democracia socialista y
dictadura del proletariado" en su Congreso de 1984, se distanció un poco de la

30
experiencia bolchevique y se inspiró en las ideas revolucionarias democráticas de Rosa
Luxemburgo. Este fue también el caso en su lucha contra la burocracia estalinista y en su
crítica de los “años oscuros” de Lenin y Trotsky,

La discusión de la estrategia socialista es el aspecto más importante del libro de Manuel


Kellner. Retoma las concepciones de Ernest Mandel sobre la huelga de masas, las
reivindicaciones transitorias, la dualidad de los sindicatos, la conciencia de clase y el
partido revolucionario, el frente único y, por supuesto, la revolución permanente y el
internacionalismo. El hilo conductor de su estrategia, que se teje a través de estos temas,
es el de la autoorganización “desde abajo” de las clases subalternas.

En otras secciones del libro, Manuel Kellner analiza el trabajo de Ernest Mandel sobre la
teoría del fascismo de León Trotsky y sus escritos sobre el Holocausto. Si bien se puede
decir que el primero se encuentra entre las contribuciones más ricas e interesantes de
Ernest Mandel, el segundo es mucho más problemático. Manuel Kellner reconoce que a
Ernest Mandel le costó mucho considerar el carácter “específico” del genocidio de judíos y
no siempre escapó a una tendencia a “relativizar” el crimen como una de las tantas
atrocidades cometidas por el imperialismo y el colonialismo.

El último capítulo, “Evaluación y perspectivas”, es uno de los más interesantes del libro
porque Manuel Kellner se distancia de la obra de su maestro y esboza una serie de
críticas. Se relacionan en particular con el concepto problemático de un estado obrero
burocratizado, que Ernest Mandel creía que podría aplicarse incluso a la Camboya de Pol
Pot. Pero Ernest Mandel era un optimista incorregible en sus predicciones, ya sea sobre
el potencial revolucionario de Europa Occidental (¡desde 1946!) o sobre la improbabilidad
de una restauración capitalista en Europa del Este después de la caída del Muro en 1989.
Manuel Kellner lo menciona aquí, sin estar completamente de acuerdo con ella, la
distinción que hice en mi propia contribución a The Legacy of Ernest Mandel entre el
legítimo optimismo antropológico de Ernest Mandel y el optimismo que no se basaba en
predicciones históricas.

Sin embargo, Manuel Kellner muestra muy bien que el hilo conductor que recorre los
escritos de Ernest Mandel y su concepción de la estrategia revolucionaria fue la
autodeterminación y la autoactividad de la clase obrera como piedras de toque del
proceso de emancipación humana universal.

El último texto de Mandel es una polémica contra la secta “espartaquista” norteamericana.


Ya padecía una afección cardíaca, pero decidió viajar a Nueva York para este debate, en
contra del consejo de sus amigos (incluido el autor de este prólogo). En este texto, Ernest
Mandel reconoce dos lagunas importantes en el bagaje teórico del marxismo
revolucionario: la crisis ecológica y la opresión de la mujer. Manuel Kellner observa con
seriedad que estas tareas están en gran medida ante nosotros.

En sus últimos años, Ernest Mandel comenzó a integrar significativamente la crisis


ecológica en su pensamiento. Pero fue solo en la década de 2000 que la Cuarta
Internacional adoptó una perspectiva ecosocialista – esto es, una refundación ecológica
del socialismo - en su programa y estrategia.

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Michael Löwy Veterano militante ecosocialista brasileño-francés, autor de numerosas
obras de crítica cultural y filosófica, es director de investigación emérito de CNRS de
Francia.

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Ernest Mandel: Contra el capitalismo y la burocracia
MICHAEL LÖWY

La contribución de Ernest Mandel a una crítica del capitalismo contemporáneo: el método


de análisis histórico/orgánico, la teoría de la crisis, el capitalismo tardío

Ernest Mandel (1923-1995) no solo fue el principal dirigente de la Cuarta Internacional en


la segunda mitad del siglo XX y un economista de renombre mundial, sino que también
rejuveneció la teoría marxista con una perspectiva humanista revolucionaria.

A diferencia de muchos otros líderes que afirman heredar el legado de León Trotsky,
Ernest Mandel nunca convirtió esta herencia en una obra dogmática o en un conjunto de
recetas universales. Su excesivo optimismo lo llevó a equivocarse en algunas de sus
predicciones, pero produjo análisis que siguen siendo puntos de referencia necesarios
para los marxistas revolucionarios de hoy.

Hay una excelente biografía escrita por Jan Willem Stutje, Ernest Mandel: A Rebel's
Dream Deferred (Londres: Verso, 2009). Pero el libro de Manuel Kellner, Against
capitalism and bureaucracy: Ernest Mandel’s theoretical contributions (Leiden, Brill, 2023),
es el primer ejercicio sustancial para presentar sistemáticamente el pensamiento
económico y político de Ernest Mandel.

El trabajo fue preparado originalmente como tesis para la Universidad de Marburg


(Alemania). Manuel Kellner es uno de los principales dirigentes de la sección alemana de
la Cuarta Internacional, además de activista del partido Die Linke y del sindicato IG Metall.

Este libro relevante es un estudio riguroso y preciso de las ideas de uno de los
intelectuales marxistas más influyentes de su tiempo. Manuel Kellner se define a sí mismo
como un discípulo de Ernest Mandel que poco a poco tomó la distancia necesaria con su
mentor para escribir sobre él. Esto se refleja en la estructura del libro. Primero, Manuel
Kellner presenta, resume y explica las posiciones de Ernest Mandel, y luego las analiza
críticamente en el capítulo final. Es una pena, ya que hubiera sido mucho mejor si la
distancia crítica hubiera estado presente a lo largo del libro.

Manuel Kellner repasa brevemente los principales momentos de la vida de Ernest Mandel:
su participación en la resistencia en Bélgica, su detención en campos nazis, su papel
como líder de la izquierda socialista en Bélgica y su contribución al desarrollo de la Cuarta
Internacional. El autor hace esto observando la relación entre “teoría y práctica”.

Pero lo que realmente le interesa es la contribución de Ernest Mandel a una crítica del
capitalismo contemporáneo: el método de análisis histórico/orgánico, la teoría de la crisis,
el capitalismo tardío, la economía de onda larga. Manuel Kellner destaca lo esencial: ¡los
análisis de Ernest Mandel no eran ejercicios académicos, sino que estaban directamente
vinculados a su lucha como pensador y militante anticapitalista!

Kellner también analiza lo que denomina “la dimensión utópica de Mandel”, es decir, su
concepción del socialismo como fin último de la lucha proletaria. Ernest Mandel le dio al
concepto de “utopía” un significado algo peyorativo, pero Kellner tiene razón al darle una
dimensión más positiva. La definición de socialismo de Ernest Mandel se mantuvo, en
general, dentro del modelo de octubre de 1917, es decir, una república de consejos

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obreros.

Cuando la Cuarta Internacional adoptó la resolución "Democracia socialista y dictadura


del proletariado" en su Congreso de 1984, se distanció un poco de la experiencia
bolchevique y se inspiró en las ideas revolucionarias democráticas de Rosa Luxemburgo.
Este fue también el caso en su lucha contra la burocracia estalinista y en su crítica de los
“años oscuros” de Lenin y Trotsky,

La discusión de la estrategia socialista es el aspecto más importante del libro de Manuel


Kellner. Retoma las concepciones de Ernest Mandel sobre la huelga de masas, las
reivindicaciones transitorias, la dualidad de los sindicatos, la conciencia de clase y el
partido revolucionario, el frente único y, por supuesto, la revolución permanente y el
internacionalismo. El hilo conductor de su estrategia, que se teje a través de estos temas,
es el de la autoorganización “desde abajo” de las clases subalternas.

En otras secciones del libro, Manuel Kellner analiza el trabajo de Ernest Mandel sobre la
teoría del fascismo de León Trotsky y sus escritos sobre el Holocausto. Si bien se puede
decir que el primero se encuentra entre las contribuciones más ricas e interesantes de
Ernest Mandel, el segundo es mucho más problemático. Manuel Kellner reconoce que a
Ernest Mandel le costó mucho considerar el carácter “específico” del genocidio de judíos y
no siempre escapó a una tendencia a “relativizar” el crimen como una de las tantas
atrocidades cometidas por el imperialismo y el colonialismo.

El último capítulo, “Evaluación y perspectivas”, es uno de los más interesantes del libro
porque Manuel Kellner se distancia de la obra de su maestro y esboza una serie de
críticas. Se relacionan en particular con el concepto problemático de un estado obrero
burocratizado, que Ernest Mandel creía que podría aplicarse incluso a la Camboya de Pol
Pot. Pero Ernest Mandel era un optimista incorregible en sus predicciones, ya sea sobre
el potencial revolucionario de Europa Occidental (¡desde 1946!) o sobre la improbabilidad
de una restauración capitalista en Europa del Este después de la caída del Muro en 1989.

Manuel Kellner menciona aquí, sin estar completamente de acuerdo con ella, la distinción
que hice en mi propia contribución a The Legacy of Ernest Mandel entre el legítimo
optimismo antropológico de Ernest Mandel y el optimismo que no se basaba en
predicciones históricas.

Sin embargo, Manuel Kellner muestra muy bien que el hilo conductor que recorre los
escritos de Ernest Mandel y su concepción de la estrategia revolucionaria fue la
autodeterminación y la autoactividad de la clase obrera como piedras de toque del
proceso de emancipación humana universal.

El último texto de Mandel es una polémica contra la secta “espartaquista” norteamericana.


Ya padecía una afección cardíaca, pero decidió viajar a Nueva York para este debate, en
contra del consejo de sus amigos (incluido el autor de estas letras). En ese texto, Ernest
Mandel reconoce dos lagunas importantes en el bagaje teórico del marxismo
revolucionario: la crisis ecológica y la opresión de la mujer. Manuel Kellner observa con
seriedad que estas tareas están en gran medida ante nosotros.

En sus últimos años, Ernest Mandel comenzó a integrar significativamente la crisis


ecológica en su pensamiento. Pero fue solo en la década de 2000 que la Cuarta

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Internacional adoptó una perspectiva ecosocialista – esto es, una refundación ecológica
del socialismo - en su programa y estrategia.

A terra e redonda, 05-04-2023. Traducción: Carlos Abel Suárez para Sinpermiso

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Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/ernest-mandel-contra-el-


capitalismo

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