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Andrés Robert
Estudios Sobre La Gracia de Dar
PRESENTACION
"La gracia de dar" es una frase bíblica que ha causado comezón e interrogantes
a muchos. La peculiar presentación paulina de una verdad esencial del cristianismo
parece haberse escapado a muchos que no entienden qué significa "dar" y menos
aun como ese dar puede ser una "gracia". Como para todas las enseñanzas de las
Escrituras, hay una explicación viviente, ejemplificadora: la personalidad misma de
Jesucristo. Este libro nos presenta de manera tan clara que resulta abrumadora, la
forma en que debemos dar para que nuestra acción se transforme en une gracia:
dar como dio nuestro Señor.
Como en una de las epístolas de San Pablo, encontramos, pues, aquí, la unión
de las grandes doctrinas místicas de la unión con Cristo y su exaltación como Rey y
Señor, junto con la práctica diaria de nuestras actividades más habituales, en
magnífica armonización de una vida coherente y profunda.
Los Editores
INTRODUCCÍON
La tesis de este libro es muy simple. Parte del hecho básico de que la vida divina,
tal como la vimos en Cristo, es una vida "dadora"; afirma luego que los hijos de Dios
han sido hechos "participantes de la naturaleza divina" y termina estableciendo que,
por consiguiente, los cristianos están capacitados para dar como dio Cristo, en un
sentido amplio, integral y total.
Ninguno de los cuatro evangelistas nos ha presentado un cuadro de Jesús
haciendo una ofrenda, ni siquiera dando una moneda. Y sin embargo, ¿quién jamás
ha dado con la plenitud con que Io hizo nuestro bendito Señor? Leemos de Pedro
que, dirigiéndose al cojo que esperaba recibir de él una limosna. Le dijo: "No tengo
plata ni oro, pero Io que tengo te doy". De estas observaciones, no hemos de
deducir que Jesús y sus discípulos nunca dieron ofrendas ni compartieron sus
bienes con otros, pero si nos ayudan a afirmar que "la gracia de dar" es un tema,
amplio y abarca mucho más que las ofrendas de dinero.
Ser "participante de Cristo" comprende todo el propósito divino de salvación. No
solo escapar milagrosamente del infierno y tener la seguridad de entrar al cielo.
Mucho más, incluye el deseo de Dios de formar una raza que exprese las virtudes de
su Hijo. Para esto la vida de Cristo nos ha sido impartida y constituye nuestra
herencia. Dios desea que la apropiemos para que Cristo sea formado en nosotros y
así manifestemos los rasgos peculiares de su vida. Dar abundantemente no es más
que una de esas sublimes características que el Padre anhela ver reflejada en sus
hijos.
Sobre esta base se apoyan los mandamientos y exhortaciones a dar que se
encuentran en la Escritura. Pero es evidente que aunque son necesarios y oportu-
nos, poca o ninguna fuerza tendrán sobre quienes ignoren la maravillosa gracia y
capacidad de dar a la cual han sido llamados en virtud de su unión con Cristo.
La vida del creyente es Cristo. Para la gracia de dar, El es también nuestro todo:
origen, motivo, ejemplo y poder. Por eso hemos querido titular estas páginas: "Dando
como Jesús".
Quiera el Gran Dador Celestial abrir nuestros ojos para comprender, que en virtud
del milagro de la redención, la misma vida de Aquel que "se dio a sí mismo" vive en
nosotros. Tal revelación nos hará ver infinitas posibilidades en la gracia de dar.
Posibilidades que solo el Espíritu Santo puede convertir en realidad y desea hacerlo
para que nuestras vidas sean fieles a su bendito origen y se derramen en mil
maneras para salvar a un mundo perdido.
EL AUTOR
I N D I C E
CAPITULO PRIMERO
El dador supremo.
CAPITULO SEGUNDO
La operación transformadora.
CAPITULO TERCERO
Podemos dar como dio Jesús.
CAPITULO CUARTO
Jesús dice: "Dad”.
CAPITULO QUINTO
Una ofrenda abundante.
CAPITULO SEXTO
¿Qué harás con tu vida?
CAPITULO PRIMERO
El Dador Supremo.
Hace algunos años un "canillita" llamado Juan hizo un regalo muy singular.
Respondiendo a un pedido formulado por radio, dio un trozo de hueso de veinte
centímetros de una de sus piernas. Así se consiguió que pudiera sanar de un tumor
una niña de once años que él apenas conocía. Juan dio una parte de su propio
cuerpo y la niña recupero la salud.
Para poder dar, es menester poseer. "Todo Io que hay debajo del cielo es mío",
dice Dios. "Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra, visibles e invisibles... todo fue creado por El y para El"
(Colosenses 1:16). De Él es la tierra y Io que en ella hay. Todo está escriturado a su
nombre. No hay otro que pueda dar en un sentido absoluto. El es único Dueño por
derecho propio y sin discusión.
Un niñito de cuatro años estaba dando gracias por los alimentos y decía: "Dios, te
doy gracias por todo, por todo, por todo". Su padre que deseaba que él aprendiera a
orar definidamente, le había ensenado a distinguir entre la comida, la ropa, la salud,
etc., y a dar gracias por cada cosa. Pero a pesar de haberlo corregido varias veces,
su hijo insistía y meramente daba gracias por todo, por todo, por todo.
Pero ¿qué dice la Biblia? "Él es quien da a todos... todas las cosas" (Hechos
17:25). "El Dios vivo, que nos da todas las cosas" (1 Timoteo 6:17). "¿cómo no nos
dará también con El todas las cosas?" (Romanos 8:32). Las expresiones del
pequeño, aunque espontáneas, revelaban buena teología. Al orar, es bueno ser tan
definido y específico como sea posible. Pero al considerar Io que Dios nos ha dado y
Io que continuamente nos da, debemos admitir, que la única palabra que podemos
emplear para describirlo es la palabrita "TODO".
Este es el pico más alto en la larga cadena. "De tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo” (Juan 3:16). Lo dio en la eternidad, Io dio sobre el pesebre, Io
dio sobre la cruz... No hay dádiva más grande. En ella el Gran Dador se dio a sí mismo.
El cielo se lleno de admiración y el infierno de consternación. Todos los términos de la
tierra verán así su gran salvación. “¡ Don inefable", indescriptible, imposible de
comprender!
También "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad" están incluidas en El.
Cada riqueza espiritual que necesitamos, puede ser nuestra por medio de Él. Salvación,
perdón, vida eterna, libertad, el don del Espíritu Santo, sabiduría, amor, gracia,
santificación... todo está escondido en su persona. Sus tesoros son inescrutables y
están a nuestra disposición. Preciosa y abundante es la provisión que Dios ha hecho
para nuestra salvación.
La operación transformadora
I. EL HOMBRE SEPARADO DEL DADOR
1. "Dame”: una demanda fatal.
2. "Hazme": un regreso al propósito divino.
La parábola del hijo prodigo podría servir para ilustrar este punto. ¿Qué ocurre
cuando entra el egoísmo? El hijo menor en su casa paterna ejemplifica bien al
hombre colmado de todo Io que Dios le ha dado. Desde su nacimiento hasta su
juventud, nada le había faltado. La norma del padre siempre había sido dar, y la
del hijo recibir. Pero sobrevino el gran cambio. "Padre... dame". "Dame la parte
que me corresponde". Así demando atrevidamente el hijo menor Y el padre
permitió que se hiciera Io que él pedía
La fuerte tendencia del "dame" debe ser destruida "De dentro del corazón de los
hombres salen... las avaricias". Solo un remedio drástico podrá sanar esta fuente
amarga. Al mismo tiempo, el influjo divino de dar debe ser infundido. Para el hombre,
es tan difícil hacer una cosa como la otra. Pero Io que es imposible para el hombre, es
posible para Dios.
Si, Dios puede hacerlo y Io hizo. El envió a su Hijo a la cruz en semejanza de carne
de pecado, para que así muriera en nuestro lugar. Allí, representándonos, llevó a la
muerte todo Io que es adámico, carnal y diabólico. Así fue crucificada la carne con sus
afectos y concupiscencias. Allí estuvo también presente nuestra inclinación egoísta.
Aquello que en nosotros busca Io suyo propio, que se complace en agradarse a sí
mismo, que solo desea recibir, que insiste en reclamar para sí, aquello que no
consiente en dar, recibió en la cruz su golpe mortal. En Cristo morimos nosotros. La cruz
es la obra maestra de Dios. En ella Dios descargo muerte sobre todas las tendencias
pecaminosas del ser humano. No importa cuán fuertes sean esas fuerzas. Para
nosotros son imposibles de doblegar, pero en la cruz fueron vencidas una vez por
todas. Por la muerte de nuestro Señor están potencialmente desterradas de la vida
del creyente. Esta es la operación transformadora. Necesaria en la cruz y necesaria
también en nosotros.
"El glorioso «consumado es”, del Redentor que rompió las rocas y bamboleó a la
tierra, no solamente implicaba justificación del cristiano, sino también su
santificación. Todo fue forjado en el Calvario, en el propósito redentor de Dios. El
Salvador no solamente tomo, nuestros "pecados" sobre El mismo, ("El cual mismo
llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero", l* Pedro 2:24). El también
llevó nuestra naturaleza pecadora a la cruz. ("Nuestro viejo hombre fue crucificado
con Él “. Romanos 6: 6.
El mismo que murió, resucitó por nosotros para que recibamos la poderosa
infusión de la vida divina. Y esta es una vida que sé da. Para tal vida dar no es un
accidente ni una violencia. Es su expresión gozosa, normal y corriente. Ella; como
Jesús, siempre dice; "Más bienaventurada cosa es dar que recibir”.
¿Hemos recibido esa bendita vida del Hijo de Dios? Entonces nada podrá ser
más natural que obrar como El obro y dar como El dio. Por gracia hemos sido
injertados en él buen tronco. ¿Debemos maravillarnos si, como pámpanos de la vid,
llevamos los frutos que a ella le son naturales? Si aquello que es carnal y egoísta
recibió en la cruz su veredicto de muerte, y hemos: consentido que la contraparte
experimental también se efectué en nosotros para que la vida divina fluya, ¿por qué
entonces no hemos de andar como Cristo anduvo, y dar como El dio?
“Cada uno que está en El, recibe de Él, esa misma eterna vida en su santo, celestial
poder. Luego nada puede ser más natural que la exigencia y reclamación que aquel que
permanece en El tiene también que andar así como él anduvo^.
"Esta potente vida de Dios en el alma, no obra, sin embargo, como una fuerza ciega,
obligándonos ignorantemente o involuntariamente a obrar como Cristo. Al contrario, al andar
como El tiene que venir como el resultado de una elección deliberada, buscada con fuerte
deseo, aceptada con una viva voluntad. Con ese propósito, el Padre en el cielo nos mostro
en la vida terrenal de Jesús, Io que sería la vida del cielo cuando, descendiendo, penetrara
las condiciones y circunstancias de nuestra vida humana. Y con el mismo objeto el Señor
Jesús, cuando recibimos de El la nueva vida, y cuando nos llama a permanecer en El, para
que la recibamos más abundantemente, siempre nos señala su propia vida sobre la tierra, y
nos dice, que la vida nueva nos ha sido concedida para andar como El anduvo" (A. Murray).
¿Cómo dio Jesús? EI dio todo, continuamente y sin reservas. "Derramo su vida —
diariamente— hasta la muerte". Enfermos, afligidos, endemoniados, leprosos, almas
perdidas, todos encontraron siempre en El algo que recibir. En Cristo la, pobreza del
hombre se encontró con la riqueza de Dios y Si vivió dando, y todo aquel que quiera seguir
su ejemplo, verá que el Espíritu Santo le impulsará en esa misma línea y que seguir sus
pasos, por la gracia de Dios, es gloriosamente posible.
CAPITULO TERCERO
Podemos dar como dio Jesús.
I. SU ACTITUD
1. Fue eterna
2. Fue su enseñanza
II. SU MOVIL
1. Su amor.
2. Nuestro amor.
III. SU PRÁCTICA
1. Anduvo haciendo bienes.
2. Hasta entregarse.
IV. SU CLÍMAX
1. El Calvario.
2. Morir por El.
Cristo Jesús será siempre el patrón original de la vida que "se da a sí misma".
Esta expresión se usa por Io menos ocho veces en el Nuevo Testamento para
referirse a Cristo. Así funciono sin interrupción la única vida que mereció el nombre
de Vida, la única que llenó de contentamiento el corazón del Padre.
En consecuencia, ¿espera Dios que nosotros nos demos a nosotros mismos como Io
hizo su Hijo? ¿Podemos ser ahora sobre la tierra una prolongación de esa vida su-
blime? ¿Debe un alma regenerada por el Espíritu Santo mirar a Cristo como único
ejemplo para desarrollar la gracia de dar? Seguramente que sí. "El que dice que está
en El, debe andar como El anduvo". El que tiene la vida de Cristo puede y debe
manifestarla en un paulatino y poderoso crecimiento. Dios espera ver en los
pámpanos la misma vida que ve en la vid. Hemos sido llamados a reproducir la
semejanza del Hijo de Dios.
Notemos algunos elementos de la vida de Cristo que pueden ayudarnos a
comparamos con él, y lograr el ajuste necesario para que demos como El dio.
I. SU ACTITUD
II. SU MOVIL
¿Por qué se dio a sí mismo? ¿Por qué se entrego por nosotros? "El Hijo de Dios,
el cual me amo, y se entrego a sí mismo por mi" (Gálatas 2:20). Tal vez está en este
versículo la mejor definición de vida cristiana de toda el Nuevo Testamento.
Encontramos aquí la entrega y el móvil íntimamente unidos Pablo nunca olvido el
encuentro que tuvo con la Vida. Y la razón que movió a Cristo a darse a sí mismo por
Pablo quedo indeleblemente grabada en su corazón.
"Se dio, porque me amo". El motivo de Cristo debe también ser el nuestro. "El
amor de Dios, derramado en el corazón por el Espíritu Santo" obra en cada creyente
como una fuerza poderosa que dirige sus acciones. No es el amor humano, que se
mueve por preferencias o sentimientos, sino el amor divino, que nunca deja de ser.
Todo creyente que tiene el Espíritu Santo tiene tan bien este amor, pero el mismo
debe ser cultivado y desarrollado, como cualquier otra manifestación de la vida
espiritual.
III. SU PRÁCTICA
Una de las frases que más bellamente describe su conducta es la del profeta,
quien habla de Cristo como uno que "derramo su vida hasta la muerte". Desde el
pesebre hasta la cruz vivió derramando su vida. No importa en cuál aspecto le
observemos, siempre le veremos ofreciéndose por los demás.
“Le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sano"
(Mateo 4: 24). ¡Derramando su vida! Vista a los ciegos, vida a los muertos, salud a
los enfermos, limpieza a los leprosos, pan a los hambrientos, ayuda a los
necesitados, aliento a los afligidos, liberación a los esclavos, sincero interés en los
que le buscaban; así el caudal de su vida tomo distintas ramificaciones y llenó con su
gracia una multitud de corazones vacíos y necesitados. Semejante a la fuente de
aguas, cuyas aguas nunca faltan, siempre estuvo fluyendo y nunca se hallo
exhausto. "Anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos del diablo". Y
todo esto le costó un solo precio: su vida. No Io hizo con mágico poder. Lo hizo
"dándose" y "derramándose". Negándose a sí mismo y ofreciéndose sin reservas.
Sentía profundamente la extracción que las necesidades humanas producían en su
corazón, "Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido virtud de mi". Pero
nunca se negó. Nunca dijo "no puedo". A los que fueron a Él, nunca los echo fuera.
Siempre los recibió y atendió. ¿Qué haremos nosotros frente a tal desafío? ¿Se
moverán los miembros del cuerpo en armonía con la Cabeza? "Andad en amor", es
la dulce amonestación del apóstol, "como también Cristo nos amo y se entrego a sí
mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave" (Efesios 5:1-2).
IV. SU CLÍMAX
Cuando el 8 de enero de 1956, cinco jóvenes misioneros dieron sus vidas para
alcanzar a los aucas con el evangelio de Cristo, algunas voces se levantaron para
criticar sus procedimientos y tildar de locura su plan de acción. Pero nadie puede
leer las biografías de esos hombres sin llegar a la conclusión de que, como en el
caso de Cristo, la muerte que ellos sufrieron no fue otra cosa que la coronación de
cinco vidas que desde hacia tiempo se estaban dando a sí mismas continuamente.
CAPITULO CUARTO
Jesús dice: "Dad”
Dios el Padre amo al mundo y dio a su Hijo. El Hijo de Dios nos amo y se dio a sí
mismo- Los hijos de Dios y seguidores de Cristo oímos su mandato, "Dad de gracia",
y sabemos que nos habla a nosotros. Dios jamás nos ha pedido hacer Io imposible.
Nos manda que amemos porque El nos amo primero y ha derramado su amor en
nuestros corazones. Nos dice que seamos misericordiosos y perdonemos, porque El
primero tuvo misericordia de nosotros y nos perdonó "toda la deuda". Nos manda
que demos, no solo porque nos ha dado todo Io que poseemos, sino también porque
ha puesto el Espíritu de su Hijo dentro de nosotros.
"Dar" —para quien ha recibido la vida de Dios— debe llegar a ser tan natural,
como Io es que camine un hombre que tiene piernas o que vuele un pájaro que tiene
alas. Por supuesto, el hábito de dar debe ser formado, tanto como el de caminar o
volar. Una cosa es tener vida y muy otra es desarrollarla hasta su madurez. Dios con
su vida y su Espíritu nos da el poder. Nosotros, mediante la obediencia a sus
mandamientos, formamos el hábito.
La primera cosa que hemos recibido, es la primera que debemos dar. Dios nos ha
dado vida eterna, y solo podemos dar Io que tenemos Hay un sentido en que podemos
perder nuestra vida. No en términos de ser condenados e ir al infierno. Pero si
haciendo de ella una mala inversión, así descalificándola para alcanzar su más alto
objetivo. Tal perdida seguramente ocurrirá si en vez de darla o rendirla, la retenemos
para nosotros mismos.
Este tesoro, todos los tenemos y todos podemos darlo. No es necesario haber sido
llamado al ministerio, ni ser pastor, o haber dedicado todo el tiempo a la obra del
Señor. La verdad es que uno puede estar encuadrado en las definiciones anteriores
y no estar dando su vida. Este privilegio no es para unos pocos elegidos, sino para
todos los discípulos. La madre en el hogar, el padre en su trabajo, la señorita en el
colegio, el joven en la universidad, todos puedan dar vida en pequeñas cuotas de un
día siguiendo en las pisadas del Maestro.
Cuando el filo de una nueva oportunidad se presenta, y Jesús dice "Dad" ¿qué
hacemos nosotros?
“Si alguno me sirve, sígame" dijo el Maestro. El que quiera, "niéguese a sí mismo
y tome su cruz". Los que sirven a Cristo no serán los que se aman a sí mismos. El
amor a Cristo y el amor propio están en pugna. Los doce fueron a servir a Cristo
proclamando su reino y esto despertó hostilidades. Servir a Cristo en campo enemigo,
como es este mundo, nunca será fácil. Para Juan el Bautista significo que le
cortaran la cabeza. Para Jacobo y Pablo también. Para otros será sinónimo de burla,
desprecio y tal vez pérdida de empleos, dinero o amistades. Lo que den sus vidas
por amor a Jesús no se detendrán a considerar el costo. Dirán como Pablo, "el amor
de Cristo me constriñe".
¿Cómo podemos anunciar a Cristo dando nuestra vida por El?
"Id y predicad" es la orden que todavía sigue en pie. Para muchos esto significará
testificar del Salvador a pequeños y a grandes en los caminos ordinarios de la vida:
en el barrio, el empleo, la fábrica, la universidad. Hacer esto, siempre implicará un
probable conflicto. Siempre será más fácil y cómodo permanecer neutral. Pero
Jesús dijo que "el que no es conmigo, contra mí es". No hay neutralidad en esta
lucha. Es falsa. Habrá siempre oposición pero a pesar de ella "el pueblo que
conoce a su Dios se esforzará y actuará"
A otros, servir los llevará a "dejar todo' y "seguir al Cordero" llevando el mensaje a
las regiones donde Cristo aún no ha sido predicado. Forzar la batalla y tomar las
fortalezas en manos del enemigo siempre costará un alto precio. El diablo nunca
soltará sus cautivos sin entablar dura lucha. Así fue desde el comienzo de esta
guerra santa y así será hasta el fin.
Para darnos la salvación, nuestro Señor estuvo dispuesto a sufrir y morir. Para
anunciar y extender hasta los fines de la tierra, esos serán los medios que
tendremos que usar. Esa es el arma por excelencia.
Cuando a la Sra. Booth Clibborn, mejor conocida por el sobrenombre de "la
Mariscala de Francia" se le preguntó cuál era el secreto de su exitoso evangelismo
en esa nación plagada de incredulidad ella contesto:
"El secreto de nuestro poder en Francia fue: Primero: amar; segundo: amar; y
tercero: amar. Y si quieren saber cómo se puede desarrollar esta fórmula, creo que
también puedo decirles sin equivocarme: primero: sacrificándose; segundo:
sacrificándose; y tercero: sacrificándose. Cristo nos amo apasionadamente, y El
debe ser amado también apasionadamente".
CAPITULO QUINTO
Una ofrenda abundante
Dar es un principio de la vida espiritual. Una ley que debe estar en el medio del
corazón del creyente. Ofrendar dinero u otros valores que forman parte del conjunto
de la vida, poniéndolos a la disposición del Señor para la extensión de su reino, es
una manera efectiva de darse uno mismo, probar la sinceridad de nuestro amor y
seguir en las pisadas de nuestro bendito Señor Jesucristo.
Al examinar nuestra práctica de dar, no hacemos otra cosa que tomar el pulso de
la vida espiritual. Por este síntoma se puede determinar el estado del corazón.
Ofrendar abundantemente, es además, indicio de un crecimiento bien proporcionado
en todas las gracias cristianas."Como en todo abundáis, en fe, en palabra, en
ciencia, en toda solicitud, y en vuestra amor para con nosotros, abundad también en
esta gracia" (2da Corintios 8:7). ¿Cómo anda entonces nuestro corazón, y cuál es el
grado de nuestro crecimiento?
El apóstol Pablo desafío a los corintios a realizar esta investigación. Lo hizo
ponderando el buen ejemplo de las iglesias de Macedonia y comentando varios
rasgos típicos de una ofrenda que agrada a Dios. ¿Por qué la ofrenda a la cual Pablo
hace mención, (véase 2da Corintios 8 y 9) llegó a ser una ofrenda abundante y redundo
para la gloria de Dios?
Haremos n o t a r algunas de sus principales características:
La ofrenda que la iglesia de Filipos envió a Pablo fue descripta como "olor
fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios". Hay pues ofrendas que son fragantes
y otras que no Io son; algunas son aceptas y otras son rechazadas; unas son
agradables y otras desagradables. ¿Cuáles son algunos rasgos característicos de la
ofrenda que agrada a Dios?
1. Es ofrecida con gozo. (v. 2) "Abundancia de gozo". Este es un gozo muchas
veces ausente. “Gozaos en el Señor siempre" también cuando ofrendáis El gozo
abundante debe ser como la libación sobre el sacrificio. No debe faltar nunca "No
tengo dinero, pero estoy tan gozoso que no puedo dejar de ofrendar"; tal debe ser
el sentir de nuestro corazón.
2. Es abundante. "De todo Io que pueda", era el tercer punto del famoso sermón de
Wesley sobre las ofrendas. Dar en abundancia es una característica de Dios, y El
anhela verla reflejada en sus hijos El Señor pidió de los israelitas un diezmo de sus
entradas. Aparte de eso, dieron una buena cantidad en sacrificios y primeros frutos.
Probablemente todo esto alcanzaba a una tercera parte de sus salarios o ingresos.
Es una buena práctica comenzar por dar el diezmo, siempre que sea un diezmo
abundante y que tenga el poder de crecer.
Un buen misionero que está sirviendo a Dios en la Argentina dio en un
campamento de jóvenes el siguiente testimonio:
"Recién me había casado, estaba cursando estudios en la universidad, vivía en un
garaje convertido en casa y trabajaba por mi cuenta vendiendo camisas de puerta
en puerta. La vida era un tanto precaria, aunque me sentía muy feliz.
"Un buen día tuve la dicha de escuchar la predicación de un siervo de Dios
quien, entre otras cosas, menciono que daba a Dios dos diezmos de sus entradas.
No nos exhortó a seguir su ejemplo, pero, sus palabras se clavaron en mi corazón.
Volví a mi casa y le presente a mi esposa la idea de dar a Dios dos diezmos de
nuestras entradas. No era cuestión de sacar la cuenta para ver si teníamos dinero,
pues generalmente no nos alcanzaba para dar el primer diezmo que ya
dedicábamos al Señor. Si Io hacíamos sería un paso de fe y amor.
"Mi buena esposa me acompañó en esta decisión. Desde aquel día, las únicas
ocasiones en que nos hemos encontrado en apuros financieros han sido aquellas en
que por falta de fe no hemos apartado el 20% para Dios. ¡Es maravilloso probar a
Dios!".
Permitamos que la planta de la ofrenda crezca. El diezmo, es bueno para
comenzar, pero puede ser malo para estacionarse. También puede llegar a ser un
motivo de hipocresía. Muchos que deberían dar la tercera parte o la mitad de sus
entradas están refugiados detrás de esta norma legal. La letra mata las ofrendas; el
Espíritu las vivifica. Dejemos que nuestros corazones se midan por la norma del
Calvario. Pidamos al Espíritu Santo que administre todos nuestros bienes, y no nos
asustemos Cuando nos parece que El claramente nos indica que podríamos dar el
doble de Io que dimos anteriormente. Sugiriéndonos esto, no procura otra cosa que
empujaros a volar en las alturas de Dios. Si nos invita a dar más es un indicio de
que desea probar nuestra fe. Tal vez nos quiere confiar mayores riquezas. No
defraudemos su confianza. Recordemos que "con la medida que midiereis, os será
vuelto a medir".
CAPITULO SEXTO
¿Qué harás con tu vida?
V. ¿CUAL ES TU RESPUESTA?
Esta es una pregunta seria, y de suprema importancia para cada hijo de Dios.
Cuando la fe se ha apropiado del perdón divino, y por la obra del Espíritu Santo se
ha recibido la vida nueva y abundante, entonces con la conciencia de esa
maravillosa realidad surge la pregunta "De ahora en adelante ¿cuál será el propósito
de mi existencia? ¿Qué haré con esta vida nueva que me ha sido dada?"
Ninguno querrá equivocarse al responder a esta pregunta. Tal error traería
aparejadas serias consecuencias que en gran parte serían irreparables. No
viviremos la vida dos veces. Los años que han pasado no se pueden repetir. El
camino que sigamos, o Io que hagamos con nuestra vida determinará nuestro
destino. Lo que cada uno elija decidirá si será feliz o desdichado. Si le corresponderá
el éxito o el fracaso. Si su vida será útil o de ningún valor para Dios. Todos
quisiéramos, al llegar al fin de nuestros días, poder mirar atrás y sonreír con
satisfacción, diciendo como Pablo: "He peleado la buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la f e . . . Me espera la corona". Pero estas son palabras que
solo puede pronunciar quien ha dado en el blanco con el propósito de la vida.
El mismo Autor y Señor de la vida, nos dice, respecto a esta posesión tan preciosa:
"Yo vine del cielo para poder traértela. Nací en este mundo para poder compartirla
contigo. Viví en la tierra para que pudieras conocerla. Padecí, sufrí y morí en la cruz del
Calvario para poder otorgártela. Pague el precio de mi propia sangre para que pudiera
ser tuya. Ahora que eres salvo, que gozas de la vida, vida eterna, ¿qué harás con tu
vida?" No es posible desoír este directo interrogante. Demanda de toda una
consideración honesta y sincera. ¿Cuál será la respuesta que dejará contento el
corazón de Dios?
Jesús mismo dijo (Juan 12:24-26) que la vida era semejante a un grano de trigo.
¡Difícil seria encontrar mejor comparación! ¿Qué enseñanzas podemos sacar de ella?
En primer lugar, el grano de trigo no se hizo solo. Por consiguiente, como todo Io que
Dios ha creado, existe con un propósito. Puede ser útil para varios usos. Molido,
convertido en harina y pan, sirve como alimento; por otro lado, si se siembra en la tierra
puede reproducirse y ser el medio para dar vida a otros miles de granos como él.
Tal proceso tiene una perfecta semejanza con los creyentes. Los tales también han
sido creados por Dios. Son una nueva creación en Cristo Jesús. La vida que poseen es
un don divino, y Io han recibido con un propósito. "Somos creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparo para que anduviéramos en ellas". Igual que el
grano de trigo podemos ser un medio para que otros lleguen a tener vida y también ser
usados para alimentar almas hambrientas.
Uno quedó solo. El otro lleva mucho fruto. ¿Qué es lo que hace la gran
diferencia? “Si muere “dice Jesús. Hay una muerte aquí que determina la bendición.
¿Qué significa esta muerte?
No significan necesariamente la muerte física. Está en la mayoría de los casos
es involuntaria. Jesús esta refiriéndose a algo que debe ser hecho voluntariamente.
Es una actitud de la vida y de la voluntad que la rija. Tal vez la mejor manera de
definirlo es ilustrarlo. Y el ejemplo por excelencia es Jesús .Porque Él es el grano de
trigo original. Trajo la vida a este mundo de muerte. Es a través de El que nosotros
llegamos a ser granos de trigo. Por medio de El tenemos vida en nosotros. ¿Qué
significo para Jesús “caer en la tierra y morir”?
En primer lugar significo “dar” la vida que tenia para la bendición de los que no
tenían vida eterna.” El buen pastor da su vida por sus ovejas”. “He venido para dar
mi vida” Dar la vida es lo único que hace la diferencia. “Cristo murió por todos, para
los que viven ya no vivan por sí mismos” – es decir que no hagan de sus vidas un
fin – “sino sirvan para aquel que murió y resucito por ellos” .Tal era la interpretación
de Pablo de la vida de Cristo y de la continuidad que la misma debía tener en cada
creyente.
Ese es el precio que pagó D.L.Moody. Una vez un miembro del auditorio que
había escuchado al famoso predicador, se adelanto y le dijo: “Daria mi vida para
poder influir a la gente como lo hace usted”, “Ese es precisamente el precio que yo
he pagado” fue la rápida contestación.
Además esta muerte equivale a rendir nuestra voluntad en todo, para que Dios
haga de nosotros lo que le plazca. “He descendido del cielo, no para hacer mi
voluntad, mas la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). “No mi voluntad sino la
suya” (Lucas 22:42). Cuando estamos dispuestos a renunciar a nuestros planes
para que los de Dios se realicen, estamos dando nuestra vida.
El padre de Eduardo McCully, uno de los cinco misioneros asesinados por los
aucas en enero de 1.956, ha contado la conversación que tuvo con su hijo en
setiembre de 1.951:
“Un día Eduardo llamo a la puerta de mi estudio y dijo: << Papá, ¿podría
conversar un momento contigo? >>. << Seguramente>>, le dije. Entró y esto es lo
que le oí decir: << He estado luchando con el Señor durante las últimas tres
semanas, pero anoche le entregue mi vida y no volveré a estudiar en la Escuela de
Derecho. Estoy cambiando totalmente los planes para el futuro a fin de seguir al
Señor Jesús, para que el me use donde vea que puedo serle útil>>. Le dije: <<
Eduardo, Dios puede usar un abogado cristiano, pero estoy contento de que hayas
tomado esta decisión, y no pondré obstáculos en tu camino. Orare para que el
Señor te guie en todo lo que harás en adelante>>”
Ahora sabemos lo que Dios permitió que ocurriera con este grano de trigo, pero
todo comenzó con la rendición que su padre nos ha relatado anteriormente.
5 – ¿CUAL ES TU RESPUESTA?
No importa cual personaje bíblico observemos. Si ha dado fruto, si ha sido una
bendición para el mundo, es porque el sublime propósito divino se canalizo a través
de la entrega que hemos tratado de describir.
Abraham entrega lo mejor, su amado hijo único, y a través de la simiente de ese
hijo rendido y ofrecido, Dios lo hace padre de multitudes como las estrellas del cielo
y como la arena de la mar. A veces, esta entrega implica rendir un ser querido muy
amado.
José se somete a los designios de la providencia, y se convierte en grano de
trigo que después de haber muerto, llega a ser el medio escogido para salvar a
millones de los estragos del hambre. A veces se cumple cuando aceptamos el
sufrimiento injusto.
Ester, como grano de trigo que muere, entra en la cámara del rey no siendo
llamada, aceptando la muerte que correspondía a la violación de esa norma, y como
resultado salva a una nación y también su propia vida. En otras ocasiones, la
rendición significa entrar en situaciones que equivalen a la muerte.
Igual cosa se podría decir de Pedro, Juan, Pablo y de cada creyente que ha
marcado una huella en el avance del reino de Dios. De cada uno se podría decir:
pagaron el precio de dar sus vidas enteramente para que el propósito divino – sea
cual fuere- pudiera ser cumplido.
James Calvert fue como misionero a los caníbales de las islas Fiji. Mientras
viajaba hacia aquel solitario destino el capitán del barco trato de hacerle cambiar de
propósito. “Si usted va a vivir entre aquellos salvajes corre peligro de perder su vida
y la de todos los que lo acompañan “– le dijo. La simple respuesta de Calvert fue:
“Capitán, nosotros ya hemos muerto antes de venir aquí”.” El que ama su vida la
perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para la vida eterna la guardará”.
Amado lector. ¿Que harás con tu vida?
Da lo mejor al Salvador
Quien dio lo mejor por ti.
Muerte de cruz sufrió allí
Y sangre carmesí.
Da lo mejor a tu Señor:
Tu corazón, tu vida.
Oye esa voz y síguele en pos:
Con tierno amor te convida.
Andrés Robert