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CAPITULO III
PREMISAS FILOSÓFICAS PARA LA INVESTIGACIÓN SOCIAL
Hemos establecido que el conocimiento científico y multilateral de la sociedad incluye
necesariamente la teoría social general. Sin embargo, se corre siempre el peligro de
convertir esta teoría en cierto esquema suprahistórico que se impone por la fuerza a la
realidad histórica concreta y lleva a construcciones especulativas, a veces incluso
lógicamente armoniosas y atrayentes, pero muy ajenas a la marcha real de la historia.
Por eso, al exponer el materialismo histórico, queremos recalcar desde el comienzo que
es más bien una guía para el estudio de la sociedad y que no es un modo de construcción
de la marcha de la historia, no es una llavecita mágica que nos libre de la necesidad de
estudiar los secretos de esta última. El materialismo histórico no se plantea explicar la
marcha concreta de la historia en una u otra época, en uno u otro país. El materialismo
histórico estudia las leyes generales del desarrollo de la sociedad y ofrece únicamente
principios orientadores y generales, no aplicables, por ejemplo, del mismo modo para
Inglaterra que para Francia o los Estados Unidos, para los países capitalistas o los
socialistas, los de industria desarrollada o los que se hallan en desarrollo, puesto que
son muy específicas las condiciones concretas y toda la marcha de la historia de cada
uno de estos países o grupos de países.
El materialismo histórico es una parte orgánica de toda la concepción del marxismo y
está ligado inseparablemente a su filosofía general. Pero los principios filosóficos se
traducen en él al idioma de la teoría social, sirviendo de base para toda investigación
social.
Fijamos la atención en estos principios filosóficos porque, asentada precisamente sobre
ellos, la teoría social general puede servir de método científico para investigar la vida
social.
El principio más importante que constituye la base de la teoría científica de la sociedad,
expresa su esencia y la distingue de las diversas concepciones sociofilosóficas de antes
y de ahora, es el principio materialista, la comprensión materialista de la vida
social.
El sentido del materialismo en la concepción de la historia consiste en reconocer que la
vida material de la sociedad y, ante todo, el proceso social de la producción material no
es simplemente uno de tantos factores necesarios de la vida social, sino la base material
de la interacción de todos los fenómenos sociales, que determina, en última instancia,
la esfera espiritual, lo mismo que todas las demás manifestaciones de la vida de la
sociedad.
La idea del materialismo en la historia ha suscitado siempre diferentes actitudes hacia
ella. Unos la consideran como algo que se cae de su peso, para otros es algo primitivo y
absolutamente estéril en la ciencia; algunos estiman que esta idea está presente en
todas las teorías sociales, otros la rechazan en absoluto. Lenin calibro con la mayor
interacción y conexión de todos sus aspectos y es, por tanto, una teoría y un método
general de conocimiento de la sociedad. Por consiguiente, las categorías del
materialismo histórico tienen valor metodológico para conocer la vida social y la
actividad práctica de los hombres. Sin embargo, esto no quiere decir que dichas
categorías puedan servir de por si como base para sacar conclusiones teóricas concretas
y adoptar acuerdos prácticos.
Las categorías y las leyes del materialismo histórico expresadas con ayuda de aquéllas
son el hilo que conduce a la madeja de la realidad concreta en su conjunto y de ciertos
aspectos de la misma. Por eso, se pueden sacar conclusiones teóricas correctas que
sirvan de guía para la labor práctica, no a partir de las categorías mismas, sino sólo del
análisis de la situación concreta, investigada por el método del materialismo histórico,
de sus categorías y leyes. A ello se debe, precisamente, el que procuremos, en nuestra
exposición del materialismo histórico, caracterizar las categorías fundamentales de la
ciencia partiendo del punto de vista del contenido objetivo y del valor metodológico que
tienen para conocer y trasformar la vida social, para formular y estudiar las leyes de la
ciencia, para comprender la unidad y la diversidad las conexiones internas y la integridad
del proceso histórico
Las categorías fundamentales, con las que la idea general del materialismo se traduce al
idioma de la teoría social son los conceptos de <ser social y <conciencia social. No cabe
identificarlas con los conceptos filosóficos generales ser y conciencia. El ser social-la vida
material de la sociedad es una categoría social especifica. Al destacar el ser social
desemejante del ser natural en general, Marx enfoca la sociedad como objeto
cualitativamente especial que no puede reducirse al objeto físico, biológico o espiritual.
Aunque la sociedad existe en la naturaleza y es inseparable de ella, aunque el hombre
vivo es una unidad biológica, ni las leyes del mundo físico, ni las biológicas, de las que la
sociedad y el hombre no están libres expresan el carácter específico de la sociedad, por
lo cual no pueden servir de explicación de la misma. Para comprender el ser social, es
preciso conocer sus propias leyes.
En todos los fenómenos v procesos materiales existen y rigen leyes objetivas específicas.
El destacar el ser social como base material de toda la vida social tiende el camino para
dominar las leyes del mismo, es decir, las leyes a que obedece la historia. En ello se
manifiesta igualmente la significación del materialismo para el conocimiento del
proceso social.
Sobre la base de la vida material de la sociedad, a partir de la diversidad de las relaciones
sociales y de la actividad de los hombres, nace la conciencia social, o sea las distintas
ideas, concepciones, teorías, representaciones, sentidos sociales, etc., mediante la cual
el hombre, los grupos y la sociedad entera asimilan espiritualmente el mundo
circundante, adquieren conciencia de su propio ser y resuelven los problemas que se les
plantean. La conciencia es un elemento indispensable de la vida social, ya que esta
última es, en todas sus manifestaciones, fruto de la actividad del hombre, ser
consciente. Y el carácter, el nivel y las tendencias del desarrollo de la conciencia social
vienen condicionados, a la postre, por el ser social, aunque la interacción real entre ellos,
como veremos más adelante, es muy compleja y multiforme.
Así, en los conceptos del ser social y de la conciencia social se resuelve el problema
fundamental de toda teoría filosófico sociológica: el problema de qué principio -el
material o espiritual es el primario, principal y determinante en la vida social. La solución
materialista del problema implica el reconocimiento de la primacía del ser social
respecto de la conciencia social; es la base de la concepción materialista de la historia,
y las categorías mencionadas son de valor básico para todo el sistema de conceptos del
materialismo histórico.
Ahora bien, por importante que sea el principio materialista del análisis de la vida social,
su aplicación consecuente no es posible sin poner en claro el problema de si el objeto
sometido a investigación es inmutable o se halla en proceso de desarrollo y en qué
conceptos -inmóviles, absolutos o variables, relativos y flexibles- hay que reflejarlo. En
nuestro dinámico siglo, cuando ante los ojos de una generación se operan colosales
cambios en la vida social, la respuesta a esta pregunta aparece de par si clara. Por
supuesto, la sociedad se desarrolla, y hay que reflejarlo en conceptos flexibles y
variables. Sin embargo, no sólo en el pasado, sino también en el presente, muchos
sociólogos, historiadores y políticos se valen de conceptos, convicciones y expresiones
estereotipadas, ya plasmadas y gratas para cada uno de ellos, a fin de comprender los
acontecimientos que se producen en la sociedad. Ellos operan con los conceptos de
sociedad naturaleza humano, personalidad> <libertad>, etc., como términos
impregnados siempre de un mismo contenido: descubren el capital, la <plusvalía> y
otros fenómenos análogos ya en la antigüedad; consideran las diversas sociedades,
antiguas o modernas, desde el punto de vista de su correspondencia a ideales
abstractos; moralizan en torno a lo que ocurre en la sociedad empleando categorías
suprahistóricas de la moral. Todo esto los incapacita para comprender el auténtico
carácter de los cambios operados en la sociedad y emprender un estudio objetivo de los
mismos. En oposición a esta postura, la premisa filosófica de la investigación
efectivamente científica consiste en el reconocimiento de los cambios objetivos que se
operan en la sociedad, y de su evolución progresiva, como también la elaboración de un
método de manejo de los conceptos científicos capaz de abarcar las alteraciones de la
sociedad en toda su profusión, en sus interconexiones multiformes, en su pasado y su
futuro, en sus tendencias y contradicciones. Este modo de abordar la vida social y sus
categorías se llama dialéctico.
El enfoque dialéctico del conocimiento de todos los fenómenos sociales, el estudio de la
sociedad sirve de punto de partida filosófico fundamental para la investigación social.
Impone el deber de estudiar la sociedad en proceso de desarrollo a través de las
contradicciones, el deber de explicar cómo se ha dado uno u otro fenómeno social, por
qué etapas ha pasado en su evolución, a qué grado ha llegado en el presente y qué
gérmenes entraña para el porvenir. De este modo, la dialéctica se manifiesta en las
investigaciones sociales, ante todo en forma de enfoque histórico de la sociedad, de los
fenómenos sociales, lo que se llama brevemente principio del historicismo.
Por cuanto la sociedad y sus componentes revisten en cada época concreta una forma
bien determinada, deben ser rigurosamente determinados y estables los conceptos que
lo reflejan. Al propio tiempo, por cuanto la sociedad y toda la realidad que tratemos de
conocer se hallan en constante evolución y modificación, deben modificarse los
conceptos que los reflejan y nuestros conocimientos acerca de ellas. La dialéctica del
conocimiento, el uso de conceptos sociales implica, por consiguiente, el relativismo, es
decir, reconoce el carácter relativo y variable de los conceptos de la ciencia. Ahora bien,
reducir la dialéctica al relativismo seria error por principio, ya que en ella se reconoce,
como señala Lenin, el carácter relativo de los conocimientos humanos <no en el sentido
de la negación de la verdad objetiva, sino en el sentido de la condicionalidad histórica
de los límites de la aproximación de nuestros conocimientos a esta verdad>.2 Dicho con
otras palabras, el conocimiento científico entraña la verdad objetiva que no se expresa
en el conocimiento de golpe, entera y completamente, sino en verdades relativas e
incompletas. El desarrollo, el progreso del saber, consiste en que arranca de las verdades
relativas para llegar a la verdad absoluta. Y el relativismo, reconociendo sólo el carácter
relativo de los conocimientos humanos, es decir, exagerando y elevando al absoluto su
variabilidad, y declarando que en el mundo todo es sólo relativo, conduce, al fin y a la
postre, al idealismo subjetivo, a la negación de la verdad objetiva v del contenido
objetivo no va sólo de unas y otras teorías científicas, sino de todo el conocimiento
humano. En la esfera del conocimiento histórico conduce también a negar la posibilidad
de alcanzar el conocimiento objetivo y de apreciar objetivamente unos y otros
acontecimientos, a negar el conocimiento objetivo de la sociedad, del contenido
objetivo y estable de los conceptos utilizados por la ciencia social, deben conjugarse
dialécticamente la exactitud, la precisión y la estabilidad con la flexibilidad, la
variabilidad y la relatividad.
No es difícil advertir que el principio del materialismo y el principio dialéctico del
historicismo en el estudio de la sociedad ayudan a converger en un mismo objetivo: el
conocimiento del objeto que se investiga tal y como es de por sí. En eso reside la unidad
orgánica de los dos principios.
La sociedad es un sistema que existe y evoluciona objetivamente. No obstante, esta
definición de la sociedad no la destaca como objeto especifico del conocimiento;
separándola de la naturaleza, por cuanto en ambos casos se investigan las leyes a que
obedecen el funcionamiento y los cambios de sistemas materiales.
Pero, como hemos dicho en el capítulo precedente, la sociedad es un objeto que se
distingue por principio de la naturaleza, por cuanto contiene, además, el sujeto. Por eso,
la ciencia social debe investigar la sociedad no sólo como sistema de relaciones sociales,
y estudiar al hombre no sólo como una unidad dentro de dicho sistema, como átomo
del organismo social, sino también como sujeto de estas relaciones, como personalidad
activa y creadora, con su propio mundo espiritual, vida emocional, amor y odio. La
ciencia social que hace abstracción del sujeto se vuelve indiferente respecto a los valores
humanistas y puede emplearse en perjuicio del hombre. Pero hay, además, otro aspecto
importante: la ciencia no se limita a reconocer la necesidad de investigar los problemas
objetivas existen tanto en el medio exterior que rodea la sociedad como dentro de la
misma. Ahora bien, para unir la actividad de los hombres a las leyes del desarrollo social,
sin privar de sentido creador la actividad, se requiere la dialéctica, la cual permite
superar el espíritu unilateral del modo metafísico de pensar.
Cada nueva generación que se incorpora a la vida de la sociedad encuentra condiciones
sociales ya plasmadas y actúa sobre la base de ellas, reproduciéndolas o modificándolas.
Dichas condiciones crean determinadas posibilidades para una u otra actividad y de ellas
dependen los medios materiales y espirituales de dicha actividad. El nivel de desarrollo
antes alcanzado entraña cierta suma de problemas sociales de los que los hombres
adquieren conciencia y cuya solución se convierte en tarea suya. Así se explica que no
se pueda separar la actividad de las condiciones objetivas en que se lleva a cabo. La
presencia de estas últimas no merma la importancia y la independencia de la actividad
del hombre, ni mucho menos. Muy al contrario, permite comprender mejor esta
actividad. La conexión de los tiempos históricos prueba también la existencia de
tendencias predominantes en los cambios que se operan en la sociedad, es decir, de las
leyes que presiden la marcha de la historia y expresan el aspecto esencial de la realidad
histórica. El planteamiento teórico general del problema de la conexión entre las leyes
sociales objetivas y la actividad de los hombres consiste en lo siguiente. En primer lugar,
la actividad de los hombres entra en la cadena objetivamente necesaria de
acontecimientos que integran el proceso histórico. Los hombres producen lo
indispensable para vivir, perfeccionan los instrumentos de trabajo, se esfuerzan por
lograr los objetivos planteados, luchan para mejorar las condiciones de su existencia,
etc., con lo cual crean su vida social, que corre ininterrumpidamente, cada hora y cada
minuto. Al margen de la actividad práctica de los hombres ni siquiera cabe hablar de
leyes del desarrollo social. Pero, la dialéctica de la historia con tal que el hombre
modifica la circunstancias bajo el efecto de las propias circunstancias, que las leyes del
desarrollo social manifestándose sólo en la actividad práctica de los hombres,
determinan también el contenido y el sentido de dicha actividad. La victoria del
socialismo en toda la iniciativa revolucionaria de las masas, así como, naturalmente, de
los individuos, de los grupos, organizaciones y partidos que saben hallar y establecer
relaciones con tales o cuales clases
El enfoque sensato y sereno de la realidad se opone al arbitrio aventurero de izquierda;
el reconocimiento del papel de la iniciativa creadora, de los propósitos nobles y de la
energía revolucionaria de las masas, se opone a la adaptación oportunista a las
condiciones con que se cuenta.
El enfoque dialéctico materialista de la historia es la unión del realismo sensato con la
visión revolucionaria y clara del objetivo.
Este enfoque impone, por una parte, la necesidad de desarrollar constantemente la
teoría y de ponerla a tono con la cambiante situación histórica y, por otra, la necesidad
de sostener una lucha intransigente contra los distintos enemigos del materialismo
histórico, que se valen de cada nuevo zigzag de la historia, de cada dificultad del
conocimiento, para atacar la teoría científica del desarrollo social. Precisamente este